CONSTRUIR LA COMUNIDAD
A. PRIMERA PARTE:
UNA GRAN ESPERANZA
1. Una reunión entre otras muchas
Pedro N. ha sido invitado por un amigo a una reunión cristiana.
Por el camino le pregunta a qué parroquia se dirigen. Su amigo le
responde que van a celebrar el encuentro en una casa particular.
Al llegar se encuentra con una docena de personas que le reciben
con simpatía.
Al comienzo de la reunión se entera de que los componentes del
grupo van a hacer hoy un repaso personal del último mes. El se
asusta un poco, se siente obligado a excusarse y les propone que
podría retirarse a otra habitación. Los nuevos compañeros le
invitan a quedarse con toda confianza.
En la habitación contigua hay ruidos y risas de niños, que le
indican a Pedro que es la vivienda de una familia. Pronto aparece
el padre de la familia, que tras saludar al invitado,? dice: «Los he
dejado bastante tranquilos. A ver chanto resisten».
Pedro puede quedarse sin temor, porque a él no le van a pedir
que repase su vida. Lo que más le llama la atención es la
confianza con que van exponiendo uno a uno sus aciertos y fallos,
el cariño -no exento de exigencia con que se corrigen mutuamente
unos a otros y la franqueza que impera en toda la reunión.
Hay en el grupo jóvenes y mayores, hombres y mujeres, y todos
cuentan, con la naturalidad de una familia, los fallos y aciertos que
han tenido, las amistades que han hecho en el vecindario, los
servicios prestados y recibidos; es decir, lo bueno y lo malo de sus
vidas y de su compromiso.
Una persona modera las intervenciones con suavidad -tampoco
hacía falta más energía, y de vez en cuando propone orar
brevemente por la persona de turno. Pedro pensó que sería e
cura.
Está admirado y un poco «mosqueado» de todo lo que oye y ve.
El es un buen cristiano, que acude a la iglesia, da algunas
limosnas, trata de hacer el bien y hasta ha pensado en tomar eso
que suele llamarse vulgarmente un compromiso, una actividad de
servicio. Pero aquello no lo había imaginado nunca. ¿Era un nuevo
modo de ser cristiano? Sin embargo, no había nada distinto del
evangelio.
Cuando acabaron el repaso, le comunicaron que iban a celebrar
allí mismo la eucaristía. Una persona la explicópara suavizar el
choque que ellos hablan tomado esa costumbre de los primeros
cristianos. No sé si recuerdas le dijeron lo que nos cuenta el Nuevo
Testamento: que los cristianos de Jerusalén «partían el pan por las
casas» (Hech. 2,461; esa expresión se refiere a la eucaristía.
Durante la celebración, nuestro invitado advirtió que el sacerdote
no era el mismo que había dirigido anteriormente la reunión. No
hubo predicación, sino que, tras la lectura del evangelio, oraron
cierto rato en silencio y luego se comunicaron entre sí lo que
sentían. Hablaban de escuchar a Dios y Pedro se sintió obligado a
preguntar qué significaba aquello. Uno de los asistentes le dijo:
«Cuando leemos la Biblia, decimos: Palabra de Dios. Eso significa
que Dios nos habla. Por lo tanto, tendremos que escucharle».
A lo largo de la celebración, no se le escapó que la sencillez y
naturalidad iba pareja con un gran respeto, que se notó
especialmente ante la Palabra de Dios y las especies
consagradas. Por otro lado, aquellas mujeres y hombres, además
de comunicar lo que sentían, oraban en voz alta, lo cual no dejaba
de extrañarle y estimularle al mismo tiempo.
Era un poco tarde cuando, tras haber cenado con aquel grupo de
personas, llegaba Pedro a su casa, con la cabeza llena de
resonancias y preguntas. Durante varios días mantuvo viva la
impresión de aquel inesperado encuentro.
2. Un trabajo que merece la pena
Por todas partes han surgido pequeñas comunidades cristianas
en los últimos años. Estas comunidades son actualmente más que
una esperanza para el evangelio y la Iglesia: son una hermosa
realidad, que sensatamente podemos considerar alentada por el
dinamismo renovador del Espíritu de Jesús.
Hubo un tiempo en que estos grupos suscitaron profundos
recelos. Cierta parte de la jerarquía y muchos cristianos
inmovilistas los apodaron con el nombre de iglesia paralela, con
tanta insistencia, que acabaron por hacer creer que tales
comunidades eran poco menos que el enemigo numero uno de la
Iglesia.
El paso del tiempo ha ido mostrando que los pequeños grupos
eclesiales son una bendición de Dios, incluso como vía para
desarrollar en los creyentes la vivencia eclesial. De ahí que la
construcción de la pequeña comunidad aparezca más y más a los
ojos de la Iglesia como una tarea que vale la pena, por la fuerte
influencia de tales grupos en los aspectos fundamentales de la
vida cristiana, como son la experiencia religiosa, el compromiso
social y el sentido comunitario.
3. Pequeñas comunidades y adultez del laicado
Pedro N. no necesitó muchas explicaciones para captar que aquel
grupo de hombres y mujeres no eran simples asistentes pasivos a
las celebraciones, ni meros cumplidores de órdenes recibidas de
otros. Tampoco hizo falta decirle que allá los laicos habían
recuperado la voz y la personalidad que se les ha hurtado durante
tantísimo tiempo. No hubo necesidad de insistirle en que el
clericalismo más presente a veces en los laicos que en los mismos
sacerdotes- es una excrecencia del carisma de comunión y de
animación, que deforma incluso ese mismo carisma.
Durante muchos siglos los laicos han sido cristianos de segundo
orden, dependientes del clero o de los religiosos. Y a menudo
éstos se peleaban entre si por llevarse más laicos que los otros.
Aún hoy en día se habla de agrupaciones laicales adheridas a las
órdenes religiosas o dependientes del clero.
En la pequeña comunidad, el cristiano de a pie toma conciencia,
prácticamente, de que también él es y hace Iglesia, porque el
bautismo le hace tan cristiano como cualquier miembro del clero o
de la jerarquía, por altos que éstos sean.
En la pequeña comunidad, el cristiano corriente experimenta lo
que afirma el evangelio y el concilio Vaticano II: que los cristianos
somos todos hermanos e iguales en lo fundamental, miembros de
pleno derecho. (Mt 23, 8-12; LG 32b).
En la pequeña comunidad, el cristiano supera el anonimato de la
gran masa, se siente persona y no sólo un grano del montón, y
empieza a comprender que es piedra viva del edificio de Jesús (1P,
2,4-5).
En la pequeña comunidad, el cristiano deja de sentirse rebaño,
conducido silenciosamente por los pastores, y entiende que todos
somos responsables de la Iglesia, cada uno con su propio carisma,
como enseña el concilio Vaticano II (LG, 32c).
En la pequeña comunidad, empieza a entender el cristiano que la
iglesia se extiende más allá de los muros eclesiales, y que el
compromiso social es también una forma relevante de hacer
Iglesia.
En fin, las pequeñas comunidades han dado a los cristianos de a
pie un sentimiento de adultez que no les daban las organizaciones
llamadas católicas, porque en ellas descubren que no necesitan un
nuevo envío quienes han recibido el envío misionero del mismo
Jesús, como les ocurre a todos los cristianos (AA 3a); lo cual no
obsta para que muchos seglares acepten la invitación a la
cooperación directa con la jerarquía (AA 20).
4. Pasos hacia la madurez
Pero no seamos idealistas. Nada humano es perfecto. Las
comunidades pequeñas son más que una promesa para la Iglesia,
pero necesitan un esfuerzo permanente de construcción. El
descuido de esta tarea se paga siempre caro.
Es posible que en los primeros meses las nuevas comunidades
sientan tanta ilusión, que se encierren en un enconchamiento
parecido al de aquellos que acaban de encontrar un nuevo amor.
Son los momentos idílicos en los que se ve el grupo pequeño como
una realidad poco menos que perfecta, frente a los fallos del resto
de los cristianos, que aparecen abultados.
Este idilio inicial recibirá, como en el caso de la pareja incipiente,
una fuerte réplica en el interior mismo de la comunidad, con sus
propios defectos y crisis.
Si la comunidad afronta valiente y moderadamente esos sucesivos
desencantos' irá recorriendo, poco a poco, los pasos necesarios
para llegar a ser una comunidad adulta.
Entre esos pasos se pueden citar, sin orden riguroso, los seis
siguientes.
- La fe como lazo de unión: el sentimiento vivo de que la unión de
la comunidad nace y crece de Jesús y con Jesús, y no de la
amistad.
- La experiencia de Dios como necesidad vital: el deseo grupal y
personal de un encuentro creciente con Jesús por la oración, las
celebraciones, la Palabra de Dios, el amor y la justicia.
- El compromiso en la sociedad civil como consecuencia de la fe en
Jesús, que nos conduce, más allá de la Iglesia, a la construcción
del Reino de Dios, el compromiso con los pobres y la justicia.
- La apertura a la Iglesia como familia total de Jesús, de la que la
pequeña comunidad y sus miembros son parte.
- La llamada apremiante a extender la fe, como algo muy querido
por el Señor, que por la fe y la justicia dio su vida.
- La necesidad de mayor conversión personal, en parte como
efecto de los pasos anteriores. Al encontrarse más realmente con
Jesús, al querer darse a los demás, el cristianismo experimenta la
distancia existente entre sus ideales y su propia vida y siente la
llamada interior a la conversión.
5. Orientación de esta catequesis
La construcción de la comunidad lleva consigo los pasos
señalados en el número anterior y otros varios. Es preciso atender
sucesivamente a todos ellos. El centro es siempre Jesús, por lo
cual, una teología básica sobre él, los evangelios, la oración, el
cambio personal, son puntos prioritarios de toda pequeña
comunidad.
Pero también tienen gran importancia las relaciones mutuas, que
no se reducen a una cuestión de buen entendimiento, sino que
exigen además una gran transformación personal. La auténtica
comunidad es otra galaxia, un lugar donde las relaciones, además
de amorosas que no es poco han de ser directas. Por lo cual, la
vida comunitaria no es sólo placentera, sino también chocante, en
el sentido más elemental de esta palabra. Su forma de relación
choca con la que se tiene ordinariamente en la vida, a menudo en
la misma Iglesia; es un choque para las mismas personas de la
comunidad. Cuando un grupo alcanza relaciones evangélicas, se
hace sal y luz y además profecía: anuncio y laboratorio de aquella
sociedad nueva, que Jesús llama Reino de Dios.
Esta catequesis está orientada a impulsar esas relaciones
amorosas, directas y verdaderas, que crean un ámbito nuevo,
capaz de influir en las personas hacia el interior y el exterior. Lo
cual quiere decir que deja de lado otros puntos que, como hemos
indicado, son también necesarios para la construcción de la
comunidad.
Una observación. Cuando aquí se habla de pequeñas
comunidades, no se está pensando en la convivencia en un mismo
piso o vivienda, aunque estas ideas puedan aplicarse también a
ese caso. Esa idea de comunidad implica una visión restringida, y
a veces poco laical, de comunidad cristiana. Este tema está
pensado para grupos de personas que viven como los demás
ciudadanos en sus propias casas, y se juntan periódicamente para
expresar y desarrollar su vivencia comunitaria, que es algo
permanente. Pues comunidad lo son siempre, cuando están juntos
y cuando están separados, y están comprometidos entre sí en
todo momento, como los miembros de una familia.
6. Entre el ideal y la dura realidad
Después de hacer cierto recorrido, la pequeña comunidad
descubre sin traumas que también ella es un edificio en
permanente construcción y que necesita día a día la reforma que
sugiere el Concilio Vaticano II para toda la Iglesia (LG 8d).
Ni idilio ni desencanto. A la vez que miramos de frente las
deficiencias, percibimos que la comunidad ha crecido; que es
mucho mejor que cuando la creíamos casi perfecta. Ahora más
que nunca, desde un mejor conocimiento propio y ajeno,
experimentamos la gracia de la pequeña comunidad, que es un
instrumento de Dios para nosotros y para otros muchos.
La comunidad de base es una gracia de Dios mayor de lo que
pensábamos al principio. Pero se halla enfrentada a la dura
realidad de sus propios componentes -necesitados ellos mismos
de cambio y conversión- y de un mundo hostil, montado sobre
valores bien distintos de los del evangelio.
Con estas experiencias, la construcción interna de la comunidad
se convierte en una tarea permanente, como condición de
felicidad, de crecimiento personal y de mayor
B. SEGUNDA PARTE:
EL CHOQUE CON LA REALIDAD
7. El choque con el mundo
La comunidad cristiana choca en primer lugar con la dura realidad
del mundo. La sociedad está montada sobre el individualismo, la
competencia desleal, el triunfo personal por encima de lo que sea,
la dominación y la explotación. La comunidad está construida
sobre la reciprocidad, la ayuda mutua, el servicio, la igualdad y el
respeto a la dignidad del otro. No puede haber oposición más
frontal.
La historia de Caín y Abel, que nos contaban de niños como una
historia dramática y curiosa, es un relato simbólico, que refleja esa
terrible realidad social: unos seres humanos que dominan,
explotan y hasta matan a otros por medio del poder. Frente a esta
situación, Jesús aparece como el anti-Caín, que se alista con los
explotados y los perdedores, para proclamar la igualdad y la
fraternidad entre todos.
La comunidad que sigue sus pasos, choca como El con los
intereses y los poderes dominantes. Pero se convierte al mismo
tiempo en una denuncia profética y un anuncio: denuncia contra la
injusticia y anuncio de una sociedad nueva, donde vencerá el
amor. Por eso, en muchos casos la comunidad cristiana resulta
insoportable, incluso para los cristianos convencionales, que
entienden la religión como un seguro de vida y una defensa del
sistema vigente.
Si el mundo os aborrece, sabed que me aborrecieron a mí antes
que a vosotros. Incluso llegará el día en que quien os quite la vida
pensará que así da culto a Dios. Os digo todo esto para que no os
hundáis, y para que tengáis paz conmigo. Vais a encontrar
oposición en el mundo, pero tened confianza: Yo he vencido al
mundo (Jn 15, 18; 16,2; 16,1; 16,33).
Por el mero hecho de existir, la comunidad auténtica es un signo
profético en medio del mundo.
8. El choque con mi propio yo
La comunidad cristiana va también contra corriente dentro de
nosotros mismos. Aunque haya explotadores y explotados, ningún
ser humano es absolutamente malo mientras esté en este mundo,
y ninguno es absolutamente bueno. Todos tenemos algo de Abel y
algo de Caín.
Las semillas del mal están dentro de mi mismo. En mi propio
corazón se esconden las fuerzas del anti-yo y del anti-prójimo, que
se oponen a los principios evangélicos de la comunidad. Llevamos
con nosotros el egoísmo, la soberbia, el ansia de estar por encima
de los demás, y con ello los recelos, la desconfianza y hasta el
rechazo del prójimo. La lucha se entabla también en cada uno de
nuestros corazones.
Este es el drama de muchas personas. Desean sinceramente
formar comunidad. y creen que con eso basta. No acaban de ver
los obstáculos que existen en su propio corazón. Y, cuando la
comunidad no funciona bien, se dedican a culpar a los
compañeros, al método o a las estructuras.
Para formar comunidad, hace falta conversión. Es preciso afrontar
sinceramente los propios pecados y fallos, y luchar enérgicamente
contra ellos. Debemos ser idealistas en los objetivos, pero no
taparnos los ojos sobre nuestra propia realidad. Necesitamos
poner medios enérgicos para cambiar. Jesús desea y puede curar
tu ceguera, tu sordera, tu parálisis, para que seas capaz de formar
comunidad. Dame, Señor, un corazón nuevo.
C. TERCER PARTE:
Comunicación
9. La ventana-de-Iohari
COMUNICACION/C: La construcción de la comunidad empieza
por la comunicación. Cuanta más comunicación' más comunidad. Y
con ello, mayor transformación y mayor compromiso. Comunidad,
conversión, compromiso son tres fuerzas que se empujan
mutuamente hacia adelante.
Dicen que nuestro interior tiene cuatro compartimentos, como una
ventana de cuatro hojas.
#C:\GRAFICOS\REU-10-1.PCX
* La primera ventana se llama el yo abierto: es aquella parte de mi
persona que conozco yo y conocen también los demás; está
abierta a todos.
* La segunda se llama el yo íntimo: es lo que conozco yo y no lo
conocen los demás.
* La tercera es el yo ciego: es la que yo no conozco y los demás la
conocen. Es una parte de mi personalidad que los demás están
viendo, y quizás la comentan, pero resulta que yo estoy ciego para
verla.
* La cuarta se llama el yo desconocido: es la parte de mi
personalidad que no conozco yo y tampoco los demás.
Con esas cuatro ventanas puedes hacer ahora varias
combinaciones como las siguientes:
#C:\GRAFICOS\REU-10-2.PCX
En el gráfico B, el yo desconocido es enorme y el yo abierto muy
pequeño. Es una situación difícil, porque la mayor parte de la
personalidad es desconocida para uno mismo. El interesado no
sabe cómo va a reaccionar en cada caso; no puede controlar sus
energías ni conducir su propia vida.
En el gráfico C, sigue siendo muy pequeño el yo abierto y muy
grandes las dos hojas de abajo. La persona se conoce muy poco a
sí misma; y además, una gran parte de lo que ella no conoce, la
conocen los demás, con lo cual queda expuesta al ridículo, niega
cosas que todos están viendo, y crea muchas tensiones.
El gráfico D tiene un yo íntimo enormemente grande. Es un
problema serio, porque tal persona vive preocupada por ocultar
sus intimidades, y lleva ella sola una carga demasiado grande.
Puede cerrarse, sufrir mucho, avanzar menos....
¿Cuál es el ideal? El gráfico E.
Crece mucho el yo abierto.
Disminuye el yo Intimo a lo imprescindible, a lo que es
verdaderamente íntimo.
El yo ciego desaparece del todo, o casi del todo.
El yo desconocido disminuye todo lo posible y sigue disminuyendo
durante toda la vida, como indica el semicírculo de puntitos.
#C:\GRAFICOS\REU-10-3.PCX
El Gráfico E no se consigue de una vez por todas. Exige un
proceso lento de crecimiento en comunicación. Se trata, pues, de
un ideal al que hemos de tender con esfuerzo. Pero también
debemos ayudarnos mutuamente en la comunidad. Porque se da
por supuesto que la dimensión del yo abierto y el yo íntimo varían
según el grado de confianza de cada ambiente. En la comunidad y
en las amistades íntimas es donde se consigue mayor apertura y
comunicación.
El crecimiento en comunicación produce grandes beneficios. Nos
quitamos de encima miedos y pesos. Nos liberamos muchísimo.
Gozamos infinitamente más y recibimos mayor ayuda.
Solucionamos mejor nuestros problemas y crisis. Somos más
cercanos, comprensivos y abiertos, y formamos una comunidad
mucho mejor.
CONCLUSIÓN: la comunicación es muy importante, tanto para el
crecimiento personal como para la formación de la personalidad.
10. Jesús fue muy comunicativo
Una de las cosas que hizo Jesús con sus primeros compañeros
fue comunicarse mucho.No sólo fue una persona comprometida,
sino también muy comunicativa. El evangelio es la comunicación de
la intimidad de Jesús. Debajo de la base histórica y del género
literario, nos comunica la verdad profunda o significado de fe de la
vida y persona de Jesús.
Lo mismo que les dijo a aquellos primeros compañeros, te dice a ti
ahora: Te estoy comunicando todo lo que he recibido del Padre,
toda la intimidad que vito con El. (Jn 15,15). De esta comunicación
sale en nosotros la mujer nueva, el hombre nuevo, y la comunidad
cristiana.
11. Hablar de la propia vida
La comunicación más personal consiste en hablar de la propia
vida. Tenemos inclinación a hablar de lo exterior, porque es mucho
más fácil. Para contar algo personal hemos de vencer la
desconfianza y el temor. Pero vale la pena, porque por ahí
empieza la comunicación profunda.
Puntos importantes de comunicación son la familia, el trabajo y los
amigos; un poco más adentro, las relaciones, los problemas, los
éxitos, los deseos, las frustraciones, las necesidades; más adentro
todavía la vida de fe, el encuentro con Dios, lo que El me dice en la
oración, mis faltas, mis fidelidades, mis pasos hacia el
compromiso...
Es necesario comunicar las cuestiones realmente importantes de
la vida, y no sólo las exteriores o las periféricas. Hablar solamente
de estas últimas es una bonita manera de eludir la comunicación.
12. Verdad y sinceridad
Se diría que en una comunidad no hace falta insistir en estas
cuestiones. Pero debemos hacerlo, porque la verdad y la
sinceridad no siempre son fáciles y solo se consiguen con la gracia
de Dios y mucho esfuerzo personal.
Por supuesto, todos estamos convencidos de que la verdad es
absolutamente necesaria para que haya comunicación, y que sin
ella lo que se hace es un fraude a los compañeros y a Jesús.
La forma más grave de faltar a la verdad es la mentira, que
destruye por completo el seguimiento de Jesús y la comunidad.
Pero hay otras formas de quebrantarlas, como contar la mitad del
problema, callar lo más importante, poner el acento en lo
secundario, ocultar lo que no queremos cambiar, etc. También
estas formas de faltar a la verdad atentan contra el evangelio y
contra la comunidad.
Para decir la verdad, debemos vencer el miedo y la vergüenza. A
veces se nos forma un nudo en la garganta y pensamos: ¿Qué
van a decir si cuento esto y esto? Piensa que no van a decir nada
malo, porque quedarán edificados con tu sinceridad. Te aceptarán
mucho más, les estimularás a la sinceridad, y, como fruto de todo
ello, os ayudaréis mucho más unos a otros. La verdad construye
comunidad.
Se ha de decir la verdad, no sólo acerca de lo malo, sino también
en lo bueno. Comunicar lo bueno es tan importante como confesar
lo menos bueno o lo malo, porque es un testimonio de lo que Jesús
hace en nuestra vida, estimula a los compañeros e invita a la
alabanza a Dios. Que vean vuestras buenas obras y alaben al
Padre. (Mt 5, 16).
13. El arte de escuchar
Algunas personas piensan que han tenido mucha comunicación
cuando han hablado mucho. El que lleva cierto tiempo en una
comunidad, pronto percibe la ingenuidad de tal suposición. Esa
forma de medir no vale, porque en ese mismo tiempo, otros
estaban silenciosos. La comunicación es la combinación de la
palabra y el silencio. El arte de escuchar es tan importante como el
de hablar.
Por supuesto, cuando uno ha de intervenir, no puede estar
haciendo juegos de palabras y silencios. Pero si queremos lograr
un verdadero diálogo. que es el diálogo entrelazado, debemos
educarnos a combinar las intervenciones con la escucha.
¿Qué consejos podrían darse para aprender a escuchar'?
ESCUCHAR/APRENDERLO
a) Interés. Lo más importante es tener interés por el otro. El
interés acrecienta la atención y nos ilumina sobre el modo de
ayudar al otro. El interés por el otro es una actitud profundamente
cristiana, porque significa amor.
b) Actividad interior. A veces se ven personas que después que
han hablado, se quedan tranquilas y pasivas, en espera de su
próxima intervención. La escucha jamás es pasiva; requiere tanta o
más actividad interior que la intervención. Esa escucha activa que
se pone en la situación del compañero, oye más que lo que dicen
sus palabras; entiende lo que hay debajo de ellas, y está en
condiciones de ayudarle más eficazmente.
Las personas que están pasivas durante las intervenciones de los
demás no saben lo que es atención, diálogo, comunicación y
ayuda.
Recordemos además que en la escucha no basta estar activo,
sino que hay que parecerlo, porque la postura de escucha
estimula al comunicante, mientras que la distracción, o su simple
apariencia, le desanima.
No cabe duda de que a menudo las reuniones comunitarias
pierden efectividad por falta de escucha; por no atender a las
palabras, a su contexto y a lo que, quizás sin acierto expresivo, se
nos quiere comunicar. Algunas personas suelen tomar breves
notas durante las intervenciones de los compañeros, para poder
hablar luego con mayor acierto.
c) Buena percepción. Antes de responder al que ha hablado, es
preciso tratar de percibir bien lo que ha dicho y lo que ha querido
decir, sobre todo en las comunicaciones profundas. Muchas
pérdidas de tiempo y hasta consejos desacertados proceden de
las falsas percepciones, que obligan a la vuelta atrás, para dar
nuevas explicaciones o hacer rectificaciones.
d) Ayuda creativa. En las intervenciones de un compañero, a
veces en medio, cuando no sabe seguir, pero sobre todo al final,
podemos ayudarle mucho con el reflejo de lo que dice, las
preguntas no curiosas y las sugerencias pensadas. Pero todas
estas intervenciones pertenecen al campo de la escucha, por lo
cual han de ser necesariamente breves. Se trata, ante todo, de
ayudarle a clarificarse él mismo, con lo cual se explicará con mayor
claridad. Los compañeros, y sus intervenciones, debieran ser
como espejos, ante los cuales el interesado se aclara y se
comprende a sí mismo; o como parteras, con cuya ayuda da a luz
mejor y más fácilmente su propia comprensión y animación.
Una comunidad avanza rápidamente en todos los sentidos,
cuando sus componentes se esfuerzan en el arte de la escucha y
de las intervenciones correctas.
14. El arte de intervenir
También la buena intervención es un arte, que requiere cuidado y
aprendizaje.
Alguno dirá: «Con tantas precauciones, ¿dónde queda la
espontaneidad?». El que haga esta pregunta debe descubrir que
espontaneidad no es igual a espontaneísmo. Si la palabra humana
es siempre compromiso con el prójimo, lo es sobre todo en las
reuniones comunitarias, por lo cual exige el dominio de lo
espontaneísta. para decirle al otro lo que se le quiere decir y lo
que se le debe decir; o sea, lo que se adecúa a sus necesidades y
lo que le puede ayudar.
Volviendo a las intervenciones, distingamos dos clases entre ellas:
aquellas en las que el sujeto habla de sí mismo, aquellas en las
que habla a otros.
* Sobre si mismo. Cuando una persona ha de hablar sobre si
misma, debe explicarse de forma seguida durante cierto tiempo.
En este caso la preocupación no reside en lo que pueda valer
para los demás, sino en la sinceridad y la claridad. Es interesante
adquirir el hábito de ir al grano, sin rodeos.
* A otra persona. En este caso se trata de las intervenciones que
tiene el grupo, después de la exposición de una persona, para
ayudarle. Es sobre todo en estas intervenciones donde se ha de
poner mayor cuidado. Por eso han de ir precedidas de las tres
notas señaladas en el número anterior: interés, actividad interior,
buena percepción. Sólo cuando se ha hecho este esfuerzo se
logra realizar la cuarta nota -ayuda creativa- a la que se van a
referir las sugerencias siguientes.
a) ¿Lo mejor es empezar a preguntar o es preferible empezar por
alguna intervención de reflejo, que dé lugar a nuevas
aclaraciones? Ordinariamente es mejor empezar por el reflejo.
b) También parece claro que lo mejor no es empezar por la
sugerencia o el consejo. Ese puede ser el final de un diálogo
creativo en el que el sujeto se aclara a sí mismo. Y si el consejo se
lo da él, mejor que mejor, aunque no siempre es fácil que esto
ocurra.
c) Una cosa que se debe evitar es buscar cualquier punto, por
secundario que sea, para romper un silencio embarazoso.
d) Al contrario, se ha de apuntar, desde el primer momento, a la o
las cuestiones centrales, y el moderador debe reencauzar el
diálogo hacia ellas, cuando alguna intervención lo desvíe.
Una técnica para recoger el o los puntos centrales, consiste en
que cada miembro del grupo exprese en una sola palabra lo
principal de la comunicación del compañero. A partir de ahí se
elige, con ayuda del interesado, el punto más adecuado, y se inicia
el diálogo entrelazado.
e) Sólo desde una clarificación de la realidad del otro, se le puede
sugerir o exigir algo acertado.
Hay personas que facilitan mucho este trabajo, porque ellas
mismas dicen dónde están los puntos centrales y hasta enfocan la
solución. Otras no presentan su realidad tan claramente, por lo
cual es necesario ayudarles con tanteos.
El arte de entrelazar eficazmente la escucha y las intervenciones
se va adquiriendo poco a poco con la práctica de la vida grupal.
Algunos ejercicios de dinámica de grupos y la designación de
buenos moderadores ayudan mucho a los grupos en este camino.
15. El secreto
La comunicación de la propia intimidad no se hace a los cuatro
vientos; se hace solamente en ámbitos que inspiren confianza. Lo
cual ocurre cuando, además de la amistad, la acogida y la atención
activa, existe en el grupo garantía total de secreto absoluto. La
falta de secreto destruye la comunicación.
Contar a personas ajenas la comunicación personal de un
miembro de la pequeña comunidad es una falta grave, a la que el
grupo ha de hacer frente, con severidad. El infractor ha de pedir
perdón al grupo y al interesado, y aceptar una sanción: aceptarla
con gusto, como medio de rehabilitación y corrección.
D. CUARTA PARTE:
AYUDA MUTUA Y AFRONTAMIENTO
16. Armonizar los opuestos
ORGANIZACION/NEDA INSTITUCION/CARISMA: En las
comunidades pequeñas, suele haber personas recelosas de todo
lo que suene a organización, estructura y disciplina. No pocas
veces suelen oponer a estas exigencias el amor como valor
supremo del evangelio, de la Iglesia y de las comunidades.
No será fácil convencer a tales interlocutores, si llevamos la
discusión a su terreno y jugamos al juego de las oposiciones.
¿Quién duda de que el amor es mucho más importante que
cualquier organización o normativa en las comunidades cristianas,
pequeñas y grandes?
El camino quedará más expedito, si en vez de oponer, tratamos de
armonizar esos valores. ¿Se atrevería alguien a defender que el
plato es mas necesario que la comida que se pone en él? Pero
hasta el más receloso de los humanos verá con claridad que
ordinariamente la comida se deposita en un plato o una taza, y que
incluso el bocadillo tiene una especie de plato o recipiente,
formado por el pan que envuelve y sostiene otros alimentos.
En este apartado unimos el amor y la organización, en un intento
de armonizar lo que no debiera separarse, menos aún oponerse.
El amor se mira desde la óptica de la ayuda y la exigencia, que
desciende a puntos bien reales y concretos; la organización se
aborda bajo el titulo de buen funcionamiento.
Pero antes de estudiar esos puntos, no estará de más que
tratemos de comprender las razones de quienes suelen
protagonizar, con la mejor voluntad, la oposición a las normas y
estructuras. ¿A qué se debe la actitud de estas personas?
No es fácil saberlo con exactitud. En algunos casos, puede ser
una cuestión temperamental, que los lleva a confundir la
espontaneidad con la ausencia de reglas de juego. Otras veces,
un cierto espíritu anarcoide puede recubrirse de apariencias
evangélicas, con el argumento de que Jesús no puso reglas en el
evangelio, o con la apelación a Francisco de Asís y otros santos
que vivieron solamente de lo carismático, aunque se exagere ese
solamente.
Quizás más al fondo esté la realidad de una sociedad muy
estructurada, que nos hace andar todo el día a ritmo de horarios
escrupulosos. Al llegar a la comunidad, sentimos la paz del hogar,
se nos relaja la tensión de las horas de trabajo, y deseamos no
vernos envueltos nuevamente en las redes de una ordenación
precisa.
En los grupos juveniles esta actitud se advierte en el rechazo de
las fichas de reflexión que les recuerdan los deberes escolares.
No deja de tener una parte grande de verdad esta objeción. Y sin
embargo, hace falta un mínimo de organización y disciplina, no
sólo para poder funcionar, sino también para dar a las
comunidades la solidez y continuidad deseada por todos.
Quizás el reto consista en esta síntesis: lograr que la
organización, lejos de ahogar el encuentro y la espontaneidad, sea
la garantía de esos valores, sin descuidar el ritmo del buen
funcionamiento.
17. Ayuda mutua
Esta es la nota que más destacan los Hechos de los Apóstoles al
referirse a la comunidad de Jerusalén, como se ve por los datos
siguientes.
Hay dos descripciones de esa comunidad, una en 2,42-47 y otra
en 4, 32-35. En la primera de ellas se mencionan estas cuatro
notas fundamentales: Palabra de Dios (= enseñanza de los
apóstoles) comunión fraterna o ayuda mutua, eucaristía, oración
en común. Pues bien, en la segunda descripción solamente se
menciona la comunión fraterna o ayuda mutua y ninguna de las
otras tres notas.
Además, en la primera versión, después de citar esas cuatro
notas (v.42), se insiste en dos versículos en ese mismo punto
(44-45).
Ambas descripciones siguen a sendas bajadas del Espíritu Santo,
lo que nos indica a su vez dos cosas más.
* Que la comunidad cristiana es fruto del Espíritu Santo.
(Comunidad es mucho más que una asamblea de culto o una
reunión de amigos).
* Y en ella el mayor signo del Espíritu Santo es la ayuda mutua.
El Espíritu de Jesús es, además de espiritual, algo muy concreto y
material. Provoca, junto con la comunicación, hechos reales de
servicio y ayuda. En la primera carta de Juan se nos dice los
siguiente: Si una persona tiene medios materiales y, viendo a su
hermano pasar necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a
estar en ella el amor de Dios? No amemos de palabra y, de
boquilla, sino con obras y de verdad. (3,17-181.
AYUDA-MUTUA/REVISION: Una de las formas prácticas de crecer
en ayuda mutua es la revisión frecuente de este punto. En ella lo
mejor es no andarse por las ramas y hacerse preguntas directas,
como éstas: ¿Qué ayudas he prestado esta semana, este mes a
las personas de mi grupo? ,Cuántas? ¿Cuánto tiempo me han
llevado? ¿Les he ayudado en lo que me gusta o en lo que ellas
pedían y necesitaban? ¿He creído que hacía algo extraordinario al
prestar tales ayudas? En la última revisión ¿qué ayudas había
prestado? ¿Ha habido progreso? ¿Qué omisiones reales he
tenido? ¿Con los mismos de siempre? Etc.
No hace falta discurrir mucho para ver las ayudas que se pueden
prestar. En las comunidades hay parados; estudiantes que no
entienden una asignatura; viudas que no pueden salir los
domingos; familias atadas por uno o más ancianos y enfermos; una
pareja de jóvenes que han dejado de salir juntos y están mal;
personas que sufren por timidez, poca cultura, desaliento, soledad,
mal entendimiento matrimonial, soltería forzada, suspensos de un
hijo, otro enfermo o torcido, dificultades económicas, fallecimiento
de un ser querido, mal entendimiento con un compañero de
comunidad, etc.
Algunas personas que a menudo se enteran tarde de los
problemas, suelen exclamar ingenuamente: «Pues no me habla
enterado». Abrir los ojos es la primera operación para prestar
ayudas. Pero aún antes de abrir los ojos, hace falta interés.
Generalmente vemos mejor aquello que nos interesa, aquello que
buscamos o aquel a quien amamos.
18. La exigencia
La ayuda mutua suele caer bien a todos, aunque luego se realice
a medias. En cambio, la exigencia tiene mala prensa. Y no dejan
de utilizarse argumentos falsos -por ejemplo, somos adultos- para
librarse de ella.
La verdad es muy otra. La verdad es que, cuanto más adultos
somos, más nos libramos del miedo a la exigencia, más nos la
imponemos a nosotros mismos, más la deseamos de los demás,
por lograr mayor transformación, mayor crecimiento personal. Lo
cual no quiere decir que no duela sobre todo en ciertas ocasiones.
La exigencia es una consecuencia del amor. Al que mucho
amamos, mucho exigimos. Por lo tanto, al que exigimos poco es
que le queremos poco, a menos que lo hayamos dejado por
imposible. Pero aun en este caso ¿quién da ese veredicto de
imposible: el yo que ama o el yo que quiere quedarse en paz?
Por supuesto, la exigencia que no nace del amor no vale para
nada en una comunidad. Pues sólo el amor engendra amor, y la
falta de amor nunca construye la comunidad, sino que la destruye.
¡Qué diferente modo de exigir, cuando amamos a una persona! Y
¡qué diferente modo de aceptar una exigencia, cuando uno se
siente amado!.
La exigencia exige doble cuidado:
El primero consiste en evitar aquello que es mala exigencia o falsa
exigencia; dígase, por ejemplo, la bronca, el enfado, la amenaza, la
imposición, la ofensa, etc.
El segundo proviene de una buena comprensión de lo que es
exigencia.
He aquí seis puntos para lograr una exigencia correcta y eficaz.
a) Hacerle ver con claridad al compañero su problema y su fallo,
aunque le resulte doloroso: lograr que vea.
b) Decirle la verdad sin tapujos, aunque con delicadeza y en el
momento oportuno.
e) Proponerle medios concretos para corregirse y ayudarle a
ponerlos en práctica.
d) Recordarle después todo lo anterior, preguntarle por ello, volver
a plantearle las cues- tiones.
e) Conducirle a tomar decisiones concretas y eficaces.
f) Cuando se le vean esfuerzos reales, alabarle, sin paternalismos
ni ñoñeces, pero alabarle abiertamente, y agradecerle su
testimonio.
Es una suerte poder pertenecer a una comunidad donde se
practique esta ayuda y exigencia mutua. Es un gran favor que nos
hace Jesús. Te doy gracias, Señor, con todo mi corazón, con toda
mi alma. Estoy dispuesto a ir más lejos, con estos compañeros y
contigo.
19. Buena organización, buen funcionamiento
No hace falta repetir que el buen funcionamiento no es nunca la
base ni el alma de la comunidad. Los cimientos y el tejados las
columnas y las paredes maestras del edificio comunitario tienen
nombres conocidos y muy queridos: Jesús y su Espíritu.
Por eso, las comunidades que pongan su esperanza en la
organización y el buen funcionamiento, construirán quizás un buen
club, simpático y hasta estimulante, pero no levantarán una
comunidad.
Ahora bien: dicho esto, hemos de añadir que, aunque no sea
cimiento ni tejado ni pared maestra, el buen funcionamiento es
imprescindible. Sólo con organización y disciplina se hace efectiva
la práctica frecuente de la oración, los sacramentos y la lectura
espiritual; la militancia continuada y combativa; la continuidad y
eficacia de las reuniones comunitarias, los planes de formación y
tantos otros puntos de la vida comunitaria.
Las pequeñas comunidades necesitan una dirección cálida y
fuerte, que tenga autoridad reconocida y ejercida; una buena
distribución de los actos; el funcionamiento fluido que brota de la
puntualidad, la asistencia y la preparación concienzuda de las
reuniones y las celebraciones, etc.
La experiencia de muchos años suele enseñar, a veces con duras
lecciones, que las flojeras en cuestiones de organización y
funcionamiento conducen inexorablemente, después de los
primeros meses de euforia comunitaria, a la quiebra del grupo y al
desaliento de sus componentes, sobre todo de los más
empeñados y sacrificados en la tarea de construir la comunidad.
Es posible que esta lección de la experiencia no sea atendida por
algunos. Quede aquí el aviso, dado con tanta seriedad como
afecto, con la esperanza de que los incrédulos aprendan por si
mismos esta importante lección, antes que el grupo haya recorrido
el camino del desgaste hasta el limite del deterioro sin retorno.
20. Afrontamiento
CONVIVENCIA/ROCES ROCES/CONVIVENCIA
CORRECCION-FRATERNA C/AFRONTAMIENTO
AFRONTAMIENTO/QUE-ES:
La convivencia humana no es cosa de ángeles, que emiten
acordes musicales cuando se rozan las alas. Nosotros, cuando
tenemos roces, nos hacemos daño. Y tener roces es la cosa mas
fácil del mundo entre personas que se relacionan mucho, incluso
en comunidades cuyos miembros no conviven en la misma casa,
como son la mayoría de las comunidades laicales.
Es bueno adquirir delicadeza y aguante, ambas virtudes, para
evitar en lo posible los roces y sus efectos. Pero no es un mal tan
grande el que haya algunos roces, cuando aprendemos a
afrontarlos; incluso podemos salir ganando.
Acabamos de utilizar una palabra importante: Afrontarlos. ¿Qué es
afrontar? Esta palabra viene de frente y significa dar la frente, dar
la cara, hacer frente a los problemas, a las dificultades, y en
general a toda la realidad.
¿Cómo se hace el afrontamiento? Con el diálogo directo y amable,
en el que no se va precisamente a exigir nada, sino a plantear la
cuestión.
¿Qué puntos requieren afrontamiento? Cualquiera de ellos, todos
los puntos de interés. Podemos y debemos afrontar una ofensa
recibida o hecha, una indelicadeza, una falta de un compañero, un
problema, una incoherencia, un defecto, el incumplimiento de un
compromiso, un roce, una tensión, una diferencia ideológica, unas
palabras incorrectas, un distanciamiento.
21. Valor del afrontamiento
El afrontamiento es un gesto comunitario de primera magnitud.
Supone valentía, amor, verdad, comunicación. Pero resulta
costoso, porque el cara a cara es difícil.
El NT alaba la libertad de palabra como un gran signo evangélico.
Hagamos una comunidad donde la libertad de palabra sea posible
y menos costosa.
La sociedad no nos invita al afrontamiento, sino a la murmuración
por detrás, la hipocresía y la venganza. El afrontamiento va contra
corriente. En la misma Iglesia se evita a veces el afrontamiento,
con la falsa excusa del amor y la delicadeza, mientras se cuchichea
del ausente o se le acusa ante el superior de turno.
Aunque está escrito para otro contexto, merece tomarse en
consideración el espíritu de Mt 18, 15-17. Viene a decirnos, en
resumen, que sólo después de haber intentado la solución de la
tensión o de la falta, pueden darse pasos más fuertes, con lo cual,
además de invitarnos al afrontamiento, descarta la murmuración y
el ataque por detrás. La acusación ante la autoridad, cuando sea
necesaria, debe ser el último paso.
Jesús practicaba lo que enseñaba. En los evangelios lo vemos a
menudo afrontar directamente los problemas y fallos de sus
discípulos, y también los de sus enemigos, con tanto amor como
claridad, a veces en lenguaje rotundo no exento de dureza. El
dulce Jesús fue un afrontador sincero y directo. De esa forma
denunciaba la hipocresía y anunciaba un nuevo tipo de
relaciones.
Sigamos sus pasos, con amor. Donde hay amor, está Dios. Donde
no hay amor...
22. Un nuevo tipo de relaciones
Jesús ha venido a traer un nuevo tipo de relaciones. Al llamarnos
a la fe, nos transmite el encargo de realizarlas en nuestra propia
vida y extenderlas por toda la sociedad.
El afrontamiento cristiano ocupa un lugar privilegiado en este
nuevo estilo de Jesús, que supone una revolución radical de las
relaciones interpersonales y sociales. Las pequeñas comunidades
han de ser zonas liberadas de Jesús. Con El construiremos las
mejores comunidades posibles y levantaremos poco a poco un
nuevo concepto de sociedad.
Pero hemos de pedir con fe e insistencia la gracia de Dios, porque
estas nuevas relaciones de Jesús exigen una fuerte y continua
conversión.
23. Utopía para un nuevo tipo de relaciones
Dentro de la comunidad. C/RELACIONES
RELACIONES-HUMANAS
Relaciones basadas en la verdad: decir SI, decir NO; no basarse
en suposiciones, sino en datos.
Relaciones de afrontamiento: plantear los problemas cara a cara.
Relaciones de amabilidad: cara a cara, pero con amor.
Relaciones de libertad: comunidades donde reine la libertad de
palabra.
Relaciones de desbloqueo: no guardar las cosas, porque nos
revientan, nos cierran al prójimo y, cuando explotan, le hacen
daño.
Relaciones de esperanza: no perder nunca la esperanza en el
otro, no encasillarle, no desistir de lograr amistad con él.
Relaciones de amor recio: ayuda y exigencia mutua.
Fuera de la comunidad.
Donde reina la competencia desleal, nosotros anunciamos la
lealtad.
Donde reina el afán de ponerse encima de los demás, nosotros
anunciamos la igualdad.
Donde manda el afán de ser servido, nosotros anunciamos el
servicio.
Donde reina el ansia de figurar, nosotros anunciamos modestia y
humildad.
Donde reina la distancia y la dificultad, nosotros queremos ser
asequibles y anunciárselo a todos.
Donde cuesta pedir favores, queremos ser fáciles para quien
acuda a nosotros.
Donde impera la explotación, nosotros anunciamos la solidaridad y
la lucha contra la Injusticia.
Donde reina el pasotismo y la inhibición, nosotros anunciamos el
compromiso, el mojarse y complicarse la vida.
Donde reina la preocupación de ser listo a costa del prójimo,
nosotros queremos ser tontos y lo anunciamos a los cuatro
vientos.
GUÍAS DE PROFUNDIZACIÓN
GUÍA N.º 1
A. Grupos pequeños
Comentar el N.° 23 de la catequesis.
De esos puntos programáticos, ¿cuáles practico y cuáles no?
Si practicáramos la mitad de ellos, nuestra vida cambiaría
radicalmente.
B. Oración comunitaria
Con /Mt/23/01-12.
Explicación del pasaje
Cuando se escribió esta página, los cristianos de Palestina de
finales del siglo primero estaban enfrentados, en grave conflicto,
con los judíos. Mantenían relación con ellos y hasta respetaban la
autoridad de los fariseos que, a partir de la destrucción de
Jerusalén, eran los maestros reconocidos del judaísmo. Pero a la
vez se veía llegar la ruptura, que trataban de evitar. Todo esto se
deja traslucir en el texto, y es lo que explica también la hipérbole
que pueda haber en las acusaciones contra los fariseos.
A nosotros nos interesa fijarnos en la contraposición marcada en
el v. 8, que sirve para dibujarnos el rostro de la verdadera iglesia.
¿Qué es lo que se critica a los fariseos? Que «dicen, pero no
hacen» (Subrayar estas palabras del v. 3). Que exigen mucho a
otros, pero ellos ni siquiera tienen voluntad de realizarlo.
(Subrayar: «lían fardos pesados» y «ellos no quieren», del v. 4).
Que buscan las miradas de la gente (1) y la honra propia,
(subrayar: llamar la atención de la gente (5), se ponen cintas
anchas (5: Era costumbre ponerse en la frente, durante las oraciones, una
cinta que llevaba escritos algunos versículos de la Biblia. Ellos se las ponían
más anchas), les encantan los primeros puestos (6) y, que les
hagan reverencias (7).
Y ¿cuál es el tipo de Iglesia que nos dibuja el texto a
continuación? Una Iglesia igualitaria, cristocéntrica, fraternal,
servicial. En resumen, una iglesia comunitaria.
- Igualitaria. Fuera los honores mundanos, los títulos y las
reverencias. Lo cual no es negar la organización jerárquica de la
Iglesia. Pero básicamente somos todos iguales. Subrayar: No os
dejéis llamar «señor mío» (8), no os llamaréis «padre» (8),
tampoco dejaréis que os llamen «directores». Estas órdenes van
dirigidas a todos los que en la Iglesia y sus comunidades ocupan
puestos de responsabilidad.
- Cristocéntrica. Nuestro único maestro y señor es Jesús, el Cristo
o Mesías. El es el centro, el jefe. Los demás no son tales, sino
servidores. Subrayar: nuestro maestro es uno solo (8), nuestro
Padre es uno solo (9), nuestro director es uno solo (10).
- Fraternal. Somos iguales en lo fundamental y somos todos
hermanos, no padres e hijos. Subrayar: vosotros todos sois
hermanos (8).
- Servicial. «El más grande de vosotros será servidor vuestro»
(11). Subrayar toda la frase, que va dirigida a todos los
responsables eclesiales. No manda solamente que todo lo que
hagan esté al servicio de sus hermanos lo cual no sería poco
sino además que hagan actos de servicio humilde.
Son cuatro rasgos impresionantes: cuatro rasgos que debe tener
toda la Iglesia, desde las pequeñas comunidades, hasta las
parroquias, las curias diocesanas y la Curia de Roma, así como
sus responsables. Pero esto hemos de empezar a realizarlo en
nuestra propia comunidad. Para ello necesitamos todos, sin
excepciones mucha humildad, como pide el v. 12, que debemos
subrayarlo también entero. El encumbramiento que Jesús nos
promete no es social, sino espiritual: la gracia y la salvación de
Dios.
Para orar, piensa en ti mismo. La transformación de la Iglesia
empieza por tu propia transformación. Imagínate aquel ambiente
de judíos, fariseos y cristianos y métete dentro. Jesús también está
allá, pero como servidor. Ojalá sientas emulación por ser como El.
Háblale largamente de esta cuestión personal; o sea de tu servicio
y humildad, y pídele fuerza, ilusión, para luchar después por una
Iglesia evangélica, empezando por tu propia comunidad y
parroquia.
GUÍA N.° 2
A. Repaso de la catequesis
Lectura lenta y reflexiva de los números 1-8, ambos inclusive.
Lectura de subrayados y notas. Con una breve oración al
comienzo y al final.
El siguiente cuestionario tiene como finalidad comprobar el grado
de asimilación.
1. Las pequeñas comunidades pueden producir más fácilmente la
adultez del laicado. El Nº. 3 señala cinco o seis fenómenos de
adultez, que se dan en las mismas. ¿Cuántos recuerdo yo?
2. El Nº. 4 marca seis pasos que debe dar todo cristiano en su
marcha hacia la madurez. ¿Cuáles son esos pasos? ¿Cuántos
recuerdo?
3. El nombre de iglesia paralela, que se dio en un principio a las
pequeñas comunidades ¿de qué grupos procedía? ¿Cómo se han
superado aquellos primeros recelos?
4. El choque con la realidad. En las pequeñas comunidades, al
comienzo se suele tener un gran entusiasmo. Después viene el
choque con la realidad y a veces cierto desencanto. Preguntas
¿cuáles son esos dos choques y cuáles son los rasgos de cada
uno de ellos?
B. Aplicación personal
Cada uno elige, entre los números 1-8, aquél que más le haya
llegado internamente.
Si alguno no sabe cuál elegir, le recomendamos el N." 8.
Sobre ese número se hace a sí mismo varias preguntas acerca de
su propia vida, para ver cómo vive esas ideas y qué debe hacer en
adelante.
Todo ello se hace en oración, tal como indica 0RA/REUNIONES,
en el Nª. 11, que lleva por título: Oración de aplicación personal.
Se ora al principio y al final; se repasa el texto y la propia vida con
la inteligencia, el corazón, la voluntad, etc.
B. Oración
Con /Mt/20/20-28. Petición de los Zebedeos
Explicación del pasaje
Cualquier persona entiende a la primera este pasaje. Frente al
deseo de honor y poder de los Zebedeos -que utilizan a su madre-,
Jesús propone una idea que nace de su experiencia personal:
ponerse al servicio de los demás. El evangelista, tras la muerte de
Jesús, da un paso más: no sólo ponerse al servicio de los demás,
sino dar la vida, como hizo El, que la dio por toda la Humanidad.
Esto es lo esencial del pasaje, más que suficiente para orar y
pedir una conversión total. Si quiero construir comunidad, éste es
el camino. Por lo tanto, no sigas leyendo el comentario si esto te
basta para la oración. Contempla a Jesús, que se hizo siervo de
sus discípulos y de todas las demás personas, hasta dar la vida.
Empápate de El. Déjate llenar y transformar por El.
En su composición gramatical, el pasaje es una costura de dos
partes. La primera termina en el v. 23. Nos muestra que la
Autoridad del Reino de Dios está en el Padre. Jesús en su vida
terrena inaugura ese Reino, pero no es el Señor del mismo sino su
servidor, el siervo por excelencia. De ahí que este pasaje no
pueda considerarse totalmente pospascual, aunque exponga la
teología del rescate, porque ni las comunidades primitivas ni la
teología paulina hubiera dado lugar a un relato que afirma la falta
de poder de Jesús. La segunda parte empalma o cose esa
afirmación con el ejemplo de servicio del Señor y sus
consecuencias para los cristianos.
El ideal de servicio procedía del Antiguo Testamento. El pueblo
liberado de Egipto, se pone luego al servicio de Dios y su causa; lo
cual, lejos de ser una humillación, representa un honor y el mejor
medio de autorrealización. Jesús realiza ese ideal hasta la plenitud.
Pero con dos matices importantes: a) El servicio humilde de Jesús
no le lleva a la supresión de su personalidad, la pasividad y el puro
aguante, sino que le hace creativo y batallador por el Reino de
Dios, es decir por los seres humanos (a diferencia de lo que
ciertos movimientos cristianos deducen de ls 53). Lo cual debe
aplicarse al compromiso social, al compromiso eclesial y al interior
de la propia comunidad. b) Ese servicio no es sólo una virtud
moral, que se adquiere poco a poco tras un esfuerzo pedagógico,
sino mucho más, es la opción fundamental por el Reino de Dios; y
en consecuencia, una decisión inmediata, global, básica, única; y
una decisión en la que, además de la fe, entran la justicia y los
pobres. El servicio de Jesús es algo más que la sencillez de la
jerarquía, el servicio a la mesa, el callar ante la injusticia. Y no sólo
algo más, sino a menudo algo distinto: porque El no callaba ante la
injusticia. En resumen, frente al Antiguo Testamento, retoques
sustanciales.
Y ¿frente a la cultura imperial circundante? No sólo retoques, sino
ruptura. puesto que cualquier referencia al servicio se rechazaba
como tarea de esclavos. El texto deja entrever -cuando alude al
poder político y cuando afirma que el Hijo del Hombre no ha venido
a ser servido que este mensaje de Jesús no es popular y no será
bien recibido. Así ha ocurrido incluso dentro de la Iglesia, donde el
ser servido, los honores, los trapos de colores, los poderes
excesivos y autoritarios han tenido vigencia legalizada durante
largos siglos. Todavía hoy quedan demasiados restos de todo
aquello y demasiada concentración de poderes, que no vienen de
Jesús.
Pero volvamos los ojos a nuestra propia comunidad y a nuestro
caso personal. La ambición de los Zebedeos y de su madre -que
estaban dispuestos a pasar por sufrimientos por obtener los
primeros puestos- no me harían sonreír, si mirara friamente mi
interior, donde crecen las mismas yerbas de vanidad, quizás
orgullo, ambición y ansias de poder. Mirando despacio, quizás
llegara a descubrir que las pasiones luchan unas contra otras y
que muchas veces la disposición para el sacrificio procede -como
en el caso de los dos hermanos- del afán de estar arriba. Muchas
abnegaciones llamativas habría que filtrar también por el tamiz de
este pasaje.
Para la oración pueden utilizarle tres vías: a) Contemplación de
Jesús, servidor humilde y servidor militante, que dio su vida por
todos. Se autorrealizó desde el polo opuesto: desde la actitud de
no buscar su realización sino la de otros y la del Reino de Dios.
Contemplación amorosas hasta quedar impregnado y grávido de
El. b) Mirada a mi propia persona, a la luz de Jesús y al contraluz
de los Zebedeos: necesito convertirme desde mis propias raíces.
e) Fuerte deseo de llevar este espíritu de Jesús, tras mi
conversión, a la Iglesia y a la sociedad civil. El cambio social
requiere personas de esta calidad.
D. Otra oración
Con Col 3, 12-15, que propone actitudes y virtudes fundamentales
para la vida comunitaria.
GUÍA N.° 3
A. Repaso de la catequesis
Lectura lenta y reflexiva de los números 9-15 de la catequesis:
subrayados, notas, meditación, mirada a la propia vida, etc.
El siguiente cuestionario tiene como única finalidad comprobar mi
grado de asimilación.
1. Describir las cuatro hojas o cuadros de la ventana del yo: el
abierto, el íntimo, el ciego, el desconocido.
2. En un proceso de madurez ¿cuáles son las hojas que deben
disminuir y cuáles las que deben crecer?
3. ¿Qué problemas trae el tener un yo-ciego muy grande?
4. Jesús fue muy comunitario. ¿Recuerdas alguna frase al
respecto'?
5. Grados en la comunicación: primero, hablar de cosas externas;
¿segundo?; ¿tercero?
6. ¿Cuáles son las principales dificultades para la verdad y la
sinceridad y cómo se vencen?
7. Cuatro sugerencias sobre el arte de escuchar.
8. Cinco sugerencias sobre el arte de intervenir cuando le toca
hablar a otro.
B. Aplicación personal
Elige entre estos números (9-15) el que más te haya llegado o
más necesites. Y ora con él de igual forma que en la guía anterior.
Si no se te ocurre ningún número, te recomendamos el 9, con tal
que decidas aumentar fuertemente tu comunicación y tu
sinceridad.
C. Oración
Con Lc 6, 36-45
Breves anotaciones
La idea principal para orar con este pasaje en la presente
catequesis es la siguiente: Empieza por ti mismo. Si quieres formar
comunidad, empieza por practicar tú el primero los consejos de
esta catequesis.
Esta idea aparece claramente en estos dos interrogantes: ¿Puede
un ciego guiar a otro ciego? (39) ¿Cómo sacarás la mota del ojo
de tu hermano sin quitarte primero la viga del tuyo? (421.
Subrayarlos.
La misma advertencia nos da al hablar del árbol bueno y malo.
D. Otra oración
Con 1 Co 13, 1-13
GUÍA N.°4
A. Repaso de la catequesis
Lectura de los Nos. 16-23 de la catequesis: con subrayados y
notas; con mucha meditación.
Cuestionario para comprobar mi grado de asimilación.
1. ¿Qué consejo se debe dar a quienes contraponen el amor
mutuo a la disciplina y organización?
2. En los Hechos de los Apóstoles hay dos descripciones de la
comunidad de Jerusalén. Son parecidas pero diferentes. ¿,En qué
punto se pone la máxima insistencia?
3. Preguntas concretas que debo hacerme para crecer en ayuda
mutua.
4. ¿Qué relación hay entre la exigencia y el amor?
5. Mala y buena exigencia: señalar signos de la una y de la otra.
6. Afrontamiento. ¿Qué es? ¿Cómo se hace? ¿Cómo y cuándo lo
practicaba Jesús?
7. A ver cuántos puntos de afrontamiento recuerdas para dentro y
fuera de la comunidad.
B. Aplicación personal
Elige lo que más te haya llegado de los números 16-23, aunque
sólo sea un punto
Haz como en la Guía N." 2 de esta catequesis.
En estos números hay muchas ideas excelentes para hacer
oración de aplicación personal: ayuda mutua, exigencia,
afrontamiento.
C. Oración
Con Hch. 2, 42-47 y 4, 32-35
Comparación de los dos pasajes
Son dos descripciones de la primera comunidad de Jerusalén.
Veamos sus semejanzas y diferencias.
Ambas están precedidas de sendas bajadas del Espíritu Santo: en
la primera, todo el relato de Pentecostés y las primeras
conversiones (2, 1-41); en la segunda se nos dicen tres cosas:
retumbó el lugar. quedaron llenos del Espíritu Santo, anunciaban
la fe con valentía (4, 31). ¿Qué significa esto? Que la comunidad
cristiana es fruto del Espíritu Santo; no es el punto de partida (que
es la conversión), sino el de llagada.
Veamos el primero de los pasajes. El versículo 2,42 señala cuatro
rasgos de la comunidad cristiana: enseñanza de los apóstoles o
palabra de Dios; sentido comunitario o amor mutuo; eucaristía;
oración. El 2,43 habla del impacto que producía aquella comunidad
en la gente. Y el 2,44 vuelve al segundo de los cuatro rasgos
anteriores, el amor mutuo, concretado en la ayuda material:
vendían sus posesiones y lo repartían todo entre ellos.
Tomemos ahora el segundo relato. Los cuatro rasgos ya no se
mencionan. En el 4,32 aparece solamente el segundo -amor
mutuo- referido a la unión de corazones y a los bienes materiales.
Después se alude de nuevo al impacto de la comunidad entre la
gente. Y nuevamente, los versículos 4, 34-35, insisten en el amor y
ayuda mutua.
Es impresionante esta comparación: resulta que el segundo relato
ya no menciona ni la Palabra de Dios, ni la eucaristía ni la oración:
todo queda concentrado en el amor, ayuda y comunicación -hasta
la igualdad- de los bienes materiales. Por lo tanto, ése es el fruto
mayor del Espíritu Santo y el punto nuclear de la comunidad.
D. Otra oración
Con el N." 23 de la catequesis: ¿Quieres ser tonto con Jesús?
GUÍA N.° 5
A. Balance personal del mes
1. Trabajo personal con esta catequesis. ¿Ha sido muy fuerte,
fuerte, mediano, bajo? ¿Me he dedicado a preparar las reuniones
«para pasar» o a meditar y orar despacio?
2. Efecto de esta catequesis: muy grande, grande, mediano, etc.
¿Por qué ha sido grande o pequeño?
3. Mi esfuerzo de conversión, compromiso y sentido comunitario
durante este mes. ¿Ha sido intenso, escaso?
4. ¿Cuál es mi situación general, mi estado de ánimo?
B. Balance de la comunidad
Ver la marcha de la comunidad.
El responsable entrega previamente un cuestionario a tal fin.
C. Oración
Con /Mt/18/21-35
Explicación del pasaje
PERDON/GRATUITO: El cap. 18 del evangelio de Mateo está
dedicado enteramente a la vida comunitaria y como final del
capitulo, nos presenta una de las parábolas más impresionantes
del evangelio. Todo en ella es enorme y desproporcionado.
Primero, las dos deudas: una es inmensa, «diez mil talentos», dice
el original, unos 60 millones de pesetas oro; la otra es ínfima, «cien
denarios o sea unas cien pesetas. Segundo, las dos reacciones:
en el primer caso. el acreedor es generoso al máximo, perdona
toda la deuda sin que el deudor se lo pida, con un gesto
inesperado de compasión; en el segundo, no hay perdón, sino
violencia (le agarra por el cuello) y cárcel.
Los compañeros del siervo sin entrañas «quedaron
consternados». Estas palabras quizás reflejan la tristeza de
aquellas comunidades palestinas, cruzadas por conflictos; pero
expresan igualmente el realismo ante cualquier comunidad, donde,
después de poner la máxima ilusión y esperanza, se dan, sin
embargo, los conflictos y las faltas de perdón.
¿Qué significa esta parábola'? ¿Cuál es su mensaje, su idea
central? La más espontánea y frecuente es la siguiente: Si yo no
perdono, Dios no perdona. ¿No lo dice claramente la última frase
(v. 35)? Pero esa interpretación es parcial y por lo tanto falsa. La
ultima frase hay que entenderla dentro del conjunto. La
interpretación verdadera es la siguiente: Dios nos ha perdonado
mucho, muchísimo, a todos, a cada uno, sin pedírselo nosotros, sin
condiciones. En consecuencia, nosotros debemos perdonar a
nuestros hermanos sin limites, sin condiciones, siempre, puesto
que sus deudas hacia nosotros son muchísimo menores. Dicho de
otra manera: el perdón a los hermanos no es la condición para que
Dios nos perdone, como dice la primera interpretación, sino la
consecuencia del perdón de Dios a nosotros, que ha sido previo,
incondicional e ilimitado. El v. 33 lo expresa muy bien: «¿No era tu
deber tener compasión de tu compañero, como yo la tengo de ti
(previamente)'? Después de esto, si nosotros no perdonamos, no
nos vale ese perdón previo de Dios, porque nuestra falta de
compasión significa que no hemos aceptado ese perdón suyo, ni
nos hemos transformado, ni hemos adquirido entrañas de
misericordia como las de El.
En la pregunta inicial (v.21), Pedro se ha situado en un plan
casuístico y legalista, como los rabinos judíos, y cree que se ha
acercado mucho a Jesús al hablar de siete perdones (v. 21),
porque los rabinos proponían cuatro como cifra máxima. Jesús
rompe sus esquemas y los nuestros; nos saca de nuestra
mentalidad, nos pone frente a Dios, y nos dice a todos y a cada
uno: «El Padre te ha perdonado mucho, todo; te ha traído a mi
comunidad y te ha dado vida nueva. Tú perdona de la misma
manera, que es mucho menos lo que te deben». La parábola nos
desvela el verdadero rostro de Dios, que sólo sabe perdonar y
amar, y entroniza el perdón como base de la comunidad y de
cualquier convivencia, junto con el apoyo al débil, la comprensión,
la misericordia, la acogida y la humildad, que han salido en el
capitulo.
Subrayar «siete veces, no; setenta y siete», que quiere decir
siempre (v. 22); «no tenía con qué pagar» (v. 25); «el Señor tuvo
lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la
deuda», (v. 27~; «lo agarró por el cuello» (v. 281; «lo metió en la
cárcel hasta que pagara lo que debía» (v. 301; «sus compañeros
quedaron consternados» (v. 31), «¿No era tu deber tener también
compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?.
Para orar, imagínate que el Padre está ante ti, acompañado de
Jesús. Tú le preguntas a éste: ¿Cuántas veces debo perdonar?, y
te ves legalista, estricto para los demás. Jesús te muestra a su
Padre, te enseña su corazón, y te pregunta: ¿Cuántas veces te ha
perdonado mi Padre a ti? Con eso entras en lo profundo. Te miras
a ti mismo, rácano y cuadriculado, quizá vengativo. Le miras luego
al Padre mucho tiempo, para descubrir y experimentar sus
entrañas de misericordia. Gracias a ellas eres lo que eres y estás
donde estás. Déjate empapar suavemente por su amor, sin pensar
ahora en consecuencias prácticas; éstas saldrán solas, después.
Goza largo rato del amor de Dios. Estáte en esto todo el tiempo
que puedas, sin prisas por pasar a otra cosa. Si no tienes tiempo
hoy, otro día continúas, y te miras a ti mismo en el espejo del
Padre. Ora con mucho calor. Para acabar, pídele a Jesús ser como
el Padre, y como él.
D. Otra oración
Con el N." 21 de la catequesis.
PATXI-LOIDI
CONSTRUIR LACOMUNIDAD
Cuadernos FE Y JUSTICIA 10
Ediciones EGA. Bilbao-1987