NUEVA EXPERIENCIA RELIGIOSA

 

PRIMERA PARTE: 
EXPERIENCIA

1. Ante todo, experiencia 
Más de una vez, la fe de ciertas personas ­la que vemos que 
viven o la que oímos predicar­ parece una cuestión de 
conocimientos o empeño voluntarista.

Cuestión de conocimientos. Se diría que tener mucha fe o ser muy 
creyente nace de los conocimientos teológicos, de los libros leídos 
y de la capacidad de intervenir en las discusiones de temas 
religiosos.
Empeño voluntarista. Se podría pensar que la fe grande y fuerte 
es algo así como creer unas ideas a pie juntillas, sin el menor 
interrogante, con un rechazo radical de cualquier posible duda.
Queremos afirmar desde el principio que la fe cristiana es, ante 
todo y sobre todo, una experiencia. Es decir, algo que el creyente 
vive y siente en su propia persona por encima de sus 
conocimientos y de su empeñismo. El creyente experimenta en su 
interior la verdad del evangelio, la verdad de Jesucristo, la verdad 
de Dios; experimenta que Jesucristo es verdad, que el evangelio 
es verdad, que Dios es verdad. Lo siente interiormente después 
de haber hecho la prueba de vivir conforme a esa fe.

2. Hacer la prueba 
Efectivamente, la fe de experiencia, la única verdadera fe, no 
puede tenerse sin haber hecho la prueba. La verdad de 
la fe no se comprueba desde fuera, desde los razonamientos 
previos, como la verdad de la ciencia, por ejemplo; sino que 
es preciso meterse dentro de ella y probarla en la propia 
vida. Es preciso acercarse a Jesús, estar con El, vivir como 
El nos enseña, seguir sus pasos: sólo entonces se sabe lo 
que es la fe y se siente, en lo intimo de si mismo, que es 
verdad.
Con muchas realidades de la vida pasa algo parecido. Por 
ejemplo, el amor: sólo se sabe lo que es cuando se ha 
gozado y sufrido en si mismo. Lo que es el día de bodas no 
se sabe por asistir a una ni a muchas de ellas, sino que lo 
aprende cada uno el día en que se casa. Lo que significa un 
hijo sólo lo sabe el que lo tiene. Lo que supone la pérdida de 
un ser querido sólo lo siente quien lo ha experimentado. Lo 
que significa dejarlo todo para consagrarse al Reino de Dios 
sin familia ni bienes propios, no se sabe si no se ha metido 
uno por ese camino. Se intuye por lo que se ve en otros. 
Pero sólo se conoce realmente desde dentro, desde la 
experiencia.
Esto que ocurre con las mejores realidades de la vida, pasa 
también con la fe. Los conocimientos pueden ayudar. Los 
argumentos pueden apoyar. Pero lo que verdaderamente 
vale es el haberla vivido, el haberla experimentado. Desde 
dentro de ella se sabe no sólo su verdad, sino también su 
fuerza, su riqueza, su valiosidad. Es preciso arriesgarse y 
hacer la prueba. Ante todo y sobre todo, la experiencia.
La fe de los primeros discípulos fue una fe de experiencia. 
Primero vivieron con Jesús y luego recibieron la experiencia 
de su resurrección, en su propia vida. Lo vieron sobre todo 
con los ojos del alma y lo sintieron en su propia 
transformación. Con la resurrección de Jesús, ellos también 
quedaron resucitados, quedaron transformados en hombres 
y mujeres. La resurrección no fue principalmente para ellos 
una verdad que hay que defender contra viento y marea, 
sino, ante todo y sobre todo, una experiencia personal tenida 
con Jesús.
El creyente posterior a los apóstoles, el creyente actual, es 
también alguien que ha experimentado a Jesús vivo 
­resucitado- en su propia vida. Ha visto en El el camino, la 
vida, la verdad. Ha sentido dentro ese camino, esa existencia 
nueva, esa luz de la verdad. Este es su mayor argumento 
para creer, su mayor fuerza.
Esa experiencia es tan particular y propia, que no puede 
transferirse. Los conocimientos pueden transferirse; el 
empeño puede transferirse; la experiencia puede 
comunicarse, pero no transferirse, porque es personalísima 
e irrepetible. Cada cual tiene la suya, como se ve hasta en 
los escritos del Nuevo Testamento, que nos transmiten 
experiencias diferentes sobre Jesús. Accedemos a la fe por 
el testimonio y las enseñanzas de otros creyentes. Pero 
luego cada uno realiza su propia experiencia intransferible, 
de tal forma que puede repetir lo que le decían a la 
samaritana sus amigos: «Ya no creemos por lo que tú nos 
dices, sino porque nosotros mismos le hemos oído y 
sabemos que El es realmente el Salvador del mundo». (Jn 4, 
42).
Por eso, una persona ignorante puede tener tanta o más fe 
que un culto teólogo, y de hecho esto ha ocurrido muchas 
veces.

3. De la catequesis a la experiencia personal 
FE/EXPERIENCIA: Como acabamos de decir, la fe se nos 
transmite por el testimonio y la comunicación de otros 
creyentes, y esto está ocurriendo desde los comienzos del 
cristianismo. «La fe viene de lo que oímos», decía san Pablo, 
es decir de la comunicación. Pero esa fe no se convierte en 
algo personal y vivo, mientras uno mismo no hace la prueba 
y transforma lo aprendido de otro en experiencia propia.
Esto quiere decir, por un lado, que todo predicador o 
catequista debe ser una persona de experiencia, puesto que 
nadie da lo que no tiene; y por otro, que cada creyente debe 
dar el salto desde las enseñanzas recibidas a la experiencia 
personal. Al final, todo verdadero creyente es testigo de 
Jesús, no ocular, pero si experiencial.
Con ello volvemos de nuevo a la consigna de hacer la 
prueba. Lo que me enseña el sacerdote o catequista, lo que 
aprendo intelectualmente de las explicaciones y los libros, 
tengo que probarlo en mi propia vida, de forma que llegue el 
día en que pueda decir: «Ya no creo sólo por lo que me han 
enseñado, sino porque yo mismo lo he experimentado».

4. Experiencia y duda 
¿Y si todo lo que yo experimento es una sugestión? ¿Y si 
los cambios que se realizan en mi vida proceden de esa 
sugestión y no de Jesús ni de Dios?
Efectivamente, a diferencia de la fe voluntarista, que cierra 
el paso a toda interrogación por pequeña que sea, la fe de 
experiencia deja flancos a la duda y difícilmente se librará del 
todo de ellas. Los interrogantes anteriores están plenamente 
justificados. Las experiencias personales no son 
demostrables desde fuera y pueden ser efecto de la 
sugestión, aunque produzcan frutos positivos. La fe cristiana 
está siempre pendiente de la duda. Son muchos los 
interrogantes que nos asaltan a lo largo de la vida; pero 
todos pueden reducirse en síntesis a uno solo, que puede 
formularse brevemente con la siguiente pregunta: Y ¿si es 
mentira? 
Sólo la intima convicción profunda, que produce en el 
creyente el Espíritu de Jesús, nos sostiene en última 
instancia frente a ese terrible interrogante: porque, aunque 
haya razones poderosas para creer, nunca hay 
demostraciones suficientes. Pero nos ayuda también a hacer 
frente a esta situación, la comprobación de que la misma 
terrible pregunta puede lanzarse al no creyente acerca de su 
ateísmo: «Y ¿si es verdad todo lo que tú no creías?». Lo 
cual nos muestra que la duda no está instalada solamente en 
el corazón del creyente, sino también, y con la misma fiereza, 
en el corazón del no creyente. La duda, la interrogación y la 
búsqueda pertenecen a la entraña de la vida. Por lo cual se 
ha de reconocer que, si es cierto que la fe de no pocos 
creyentes es voluntarista, no lo es menos el ateísmo o 
agnosticismo de muchos no creyentes, que rechazan, 
medrosos, cualquier interrogante sobre Dios y la fe. Sin 
contar a los ateos de moda, que no se plantean nada de 
nada, si bien su cerrazón al menor interrogante muestra que 
bajo la moda se esconde también el miedo.
La fe de experiencia no nos ahorra la duda ni a veces el 
sufrimiento. Pero lo que a simple vista parecería una 
desventaja, tiene grandes ventajas, aparte la de ser una fe 
realmente personal y experiencial. La primera de ellas es su 
capacidad de coexistir con la duda y de hacerle frente: en 
cambio, la aparente firmeza del voluntarismo es su mayor 
debilidad. Otra ventaja, la principal, está en que esta fe 
amenazada por la duda nos hace sentir y palpar día a día 
que no somos creyentes por nuestros argumentos y méritos, 
sino por pura gracia de Dios, el cual se digna manifestarse 
libremente a la persona abierta, por encima de los 
argumentos y de las demostraciones lógicas.
En resumen: es cierto que la experiencia personal carece de 
la fuerza demostrativa de las ciencias. Es cierto que puede 
atribuirse a la sugestión, incluso cabe pensar que ciertas 
experiencias no pasarán de ser meras sugestiones. Pero esa 
fe de experiencia, tan débil, es capaz de afrontar la duda, 
porque la sostiene la acción de Dios con la consiguiente 
convicción interior.

5. Conclusiones de la primera parte
- Antes de hablar de experiencia nueva, era preciso hablar 
simplemente de experiencia, porque la fe es sobre todo una 
experiencia.
- Ciertamente se trata de una experiencia que puede ser 
tachada de subjetiva, pero hay razones poderosas para 
creer. Y sobre todo está la convicción interior, nacida de la 
acción de Dios en mi vida, que es quien provoca la 
experiencia de fe.
- La conclusión de lo anterior es que hay que hacer la 
prueba. Es preciso echarse al agua y ponerse a nadar. Es 
preciso meterse dentro del ámbito de la fe, y desde dentro, 
haciendo la prueba, adquirir la experiencia personal de fe.


B. SEGUNDA PARTE: 
EXPERIENCIA NUEVA 

6. ¿Experiencia nueva? 
La interrogación de este titulo procede de la palabra 
«nueva». Porque, en efecto, esa palabra suscita muchas 
preguntas. ¿Acaso la fe no es una? ¿Acaso los cristianos 
anteriores a nosotros no tuvieron auténtica fe y auténtica 
experiencia religiosa? ¿Ha habido que esperar hasta ahora 
para descubrir cuál es la verdadera fe? 
EXP-RLSA/PROGRESO: El error de quienes formulan estas 
preguntas está en que tienen una concepción estática de la 
fe y en que oponen frontalmente lo nuevo y lo viejo. La fe es 
una, de esto no dudamos; pero se realiza en la historia 
humana, por lo cual recibe connotaciones nuevas al compás 
de esa historia. Cada época va descubriendo matices y 
consecuencias nuevas de esa «verdad completa», que se 
manifiesta progresivamente por la acción del Espíritu Santo, 
como nos enseña Jesús en su despedida: «Mucho me queda 
por deciros pero no podéis con tanto ahora. Cuando venga 
el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad completa» 
(Jn 16, 12-13j. Los que vengan detrás de nosotros harán 
nuevos descubrimientos. La fe cristiana no es un depósito 
cerrado que hay que conservar, sino experiencia viva, que, 
siendo una, nos va desvelando con el correr de la historia 
sus riquezas ilimitadas. El cambio cultural que estamos 
experimentando actualmente tiene una importante incidencia 
en la fe, y nos permite hablar de experiencia nueva, sin que 
esta palabra signifique ruptura y falta de continuidad con lo 
anterior.
El Concilio Vaticano II, sin referirse expresamente a la 
experiencia religiosa, utiliza un lenguaje parecido, cuando 
reconoce los muchos beneficios que la Iglesia ha recibido de 
la evolución histórica del género humano (GS, 44a), 
agradece la ayuda variada que recibe de hombres y mujeres 
de toda clase y condición (GS 44c) y se señala a sí misma el 
deber de «auscultar, discernir y valorar» cristianamente las 
voces de la Historia, «para que la verdad revelada pueda ser 
mejor percibida, entendida y expresada» (GS 44b).

7. Experiencia interior y exterior 
Una de las mayores «novedades» de esta nueva 
experiencia religiosa es que pretende unir lo interior y lo 
exterior. Durante mucho tiempo se ha pensado ­y no pocas 
personas siguen pensándolo todavía­ que la experiencia 
religiosa procede solamente de lo interior, de la oración, la 
contemplación y las celebraciones. Las nuevas corrientes de 
oración profunda que, procedentes del budismo y el 
hinduismo, se incorporan con fuerza creciente a la 
espiritualidad cristiana, privilegian también el silencio, la 
contemplación y la meditación transobjetiva, hasta el extremo 
de que en algunos parece una vuelta al espiritualismo de 
refugio y evasión tan criticado hace unos años.
La nueva experiencia religiosa no rechaza ninguna línea de 
experiencia interior; más aún, desea y busca las más 
profundas, las que pueden provocar una oración más 
silenciosa, desnuda e intensa. Pero pretende y exige su 
unión con la actividad exterior y más expresamente con el 
prójimo. La nueva experiencia religiosa procede tanto del 
compromiso con el ser humano como de la oración. Más aún, 
afirmamos que no hay experiencia religiosa auténtica 
solamente en la «vida interior». El prójimo es una fuente 
imprescindible de la experiencia de Dios.

8. El prójimo anónimo y colectivo 
PROJIMO-COLECTIVO: Hemos de dar un paso más. Las 
formulaciones anteriores se quedan cortas, si se entienden 
de forma genérica y neutra. Es lo que ocurre con la 
expresión experiencia interior y exterior, cuando se interpreta 
como equivalente a oración y acción, oración y trabajo, 
santificación por el trabajo, etc.
El prójimo añade una importante concreción. Pero tampoco 
es suficiente para subrayar la novedad de la experiencia 
apuntada. Dejemos de lado el hecho innegable de que las 
obras de caridad iban envueltas a menudo en estructuras de 
injusticia, consentidas, aprobadas y hasta provocadas por 
los mismos bienhechores, lo que constituía un insulto, una 
bofetada en pleno rostro. Aparte estos hechos lamentables, 
el prójimo ha estado siempre presente en la espiritualidad 
cristiana. Y en los grandes creyentes, como Juan de Dios o 
Pedro Claver, el amor al prójimo ha llegado a cimas de 
heroísmo difícilmente igualables. ¿Dónde está, pues, la 
novedad? La novedad actual está en lo que llamamos 
prójimo colectivo y anónimo, es decir, los grupos humanos, 
junto con las estructuras sociales y políticas, que influyen 
decisivamente en ellos. La novedad empieza cuando 
consideramos que el prójimo no es sólo individual, y que el 
bien y el mal se juega infinitamente más en la organización 
social y política, nacional e internacional, que en la solución 
de los casos particulares.
Al entrar en esta consideración, el prójimo deja de tener 
rostros concretos y se convierte en colectivo y anónimo. El 
amor se hace entonces más frío y menos gratificante, pero 
no menos objetivo y real. Se descubre que las obras de 
caridad, aún aquellas que no sean un insulto o una bofetada, 
pueden ocultar una falta de amor objetivo, por insuficiencia e 
invalidez para la solución de los problemas; y que es 
necesario «quitar las causas de los males y no sólo los 
efectos», como dice el Concilio Vaticano II, en clara 
referencia a las estructuras sociales (AA, 8e).
La novedad empieza, en efecto, cuando descubrimos al 
prójimo colectivo y anónimo. Pero aún es preciso concretar 
más.

9. Los pobres, como prójimo colectivo y anónimo 
POBRES/PRJ-COLECTIVO: Un paso importante del 
seguimiento de Jesús es siempre el cambio de la palabra 
prójimo por la de pobre. Esa idea de que los primeros 
prójimos son nuestros allegados no es evangélica. El 
evangelio da por supuesto el amor a los parientes y amigos, 
pero señala que no es cosa específica de los cristianos. La 
frase tiene suficiente fuerza como para meditarla 
frecuentemente: «Si queréis sólo a los que os quieren, ¿qué 
premio merecéis? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si 
mostráis afecto sólo a vuestros amigos, ¿qué hacéis de 
extraordinario? ¿No hacen eso mismo también los 
paganos?» (/Mt/05/46-47).
PROJIMO/QUIEN-ES: Lo que hace el evangelio es cambiar 
el uso de la palabra prójimo. Según la parábola del 
Samaritano, la pregunta sobre quién es mi prójimo carece de 
sentido; porque el prójimo no es el otro, sino que soy yo 
quien me hago o no me hago prójimo del otro, según le 
ayude o no. (Ver Lc 9, 29 y 36). Y ocurre además que, según 
esa misma parábola, aquél de quien el samaritano se hizo 
prójimo era un hombre expoliado y herido por los 
salteadores, es decir un pobre.
Son, pues, tres los pasos que hemos de dar:
a) El prójimo del evangelio no son necesariamente mis 
parientes.
b) El prójimo de la parábola no es ni siquiera la otra 
persona, puesto que soy yo quien debo hacerme prójimo de 
los otros.
c) Esos otros a quienes debo aprojimarme o hacerme prójimo 
(= próximo), son los pobres.

Por eso no basta referirse al prójimo, sino que es preciso 
hablar de los pobres. En consecuencia, hemos de afirmar 
que ese prójimo colectivo y anónimo antes aludido, son los 
pobres. Podemos hacer, como conclusión, estas dos 
afirmaciones.
- El cristiano ha de hacerse prójimo del pobre.
- El cristiano ha de hacerse prójimo del pobre colectivo y 
anónimo.

Con esto hemos llegado a la mayor novedad de esta 
experiencia religiosa cristiana: oración y proximidad a los 
pobres como grupo social; oración y compromiso con los 
pobres, para su liberación; oración y compromiso 
sociopolitico.

10. Oración y política 
ORA/POLITICA POLITICA/ORACION: He aquí, en dos 
palabras, el resumen de la nueva experiencia religiosa. No 
cabe duda de que, para muchos oídos, la unión de estos 
vocablos resultará escandalosa o al menos provocativa: 
oración y política; experiencia de Dios y política.
¿Hay algo más sucio que la política? Muchos cristianos 
sienten poco aprecio por ese mundo, porque lo ven como un 
ámbito de insinceridad y deshonestidad. ¿Cómo es posible, 
dirán sin duda, introducir la política como un elemento 
integrante de la experiencia de Dios? Sin embargo, no deja 
de resultar sospechoso que los cristianos reaccionarios e 
integristas ­tanto laicos como sacerdotes­ hayan unido 
frecuentemente a Dios con la política, y más en concreto con 
determinados partidos, que defienden el orden establecido 
(= desorden) y las situaciones de privilegio de los poderosos. 
No debieran escandalizarse tanto de que formulemos la 
nueva experiencia religiosa como una síntesis de oración y 
política. ¿No será quizás porque advierten que, en esta 
nueva perspectiva, la palabra política va ligada a los pobres, 
a su liberación, y por lo tanto al cambio social? ¿Qué es lo 
que realmente les escandaliza: la unión de oración y política, 
o la unión de la oración con la política reivindicativa, 
liberadora de las clases populares? 
Pero también es cierto que entre jóvenes y cristianos 
idealistas, abiertamente inclinados hacia los pobres, se 
extiende a veces impalpablemente una cieno aversión hacia 
lo político, y más en concreto hacia los partidos; aversión 
que los lleva a enrolarse en cualquier otra actividad social. 
Campos de acción como el de los marginados sociales, los 
presos, los drogadictos, la prostitución, los parados, los 
minusválidos, los diferentes o los deficientes provocan en 
ellos un gran atractivo, mientras los partidos y los sindicatos 
les merecen indiferencia, cuando no desafecto y rechazo.
¿No es deber del creyente sincero inyectar en la actividad 
política ese suplemento de honradez, sentido ético y 
desprendimiento personal que necesita imperiosamente? 
Por encima de ese motivo está el hecho de que la política 
marca las grandes lineas de la organización social, y por lo 
tanto de ella depende la solución o el agravamiento de los 
problemas. Los cristianos no pueden estar ausentes de un 
ámbito donde se juega la suerte de la mayoría de los seres 
humanos, y más en concreto de los pobres.
POLITICA/A-H A-H/POLITICA: La política es una cuestión de 
amor. El compromiso político es para el cristiano una vía 
imponente de amor al prójimo y trabajo por los pobres. Las 
palabras oración y política son una prolongación del amor a 
Dios y al prójimo, que constituyen el primero y principal 
mandamiento cristiano. La nueva experiencia religiosa 
consiste en la unión de la oración con la lucha política por la 
liberación y la nueva sociedad. El creyente ­mujer y hombre­ 
que lleva a su oración el clamor de los pobres, y al 
compromiso la cercanía de Dios; que nutre su espíritu con 
los dolores de parto del mundo (Rm 8, 22) y el abrazo 
liberador de Dios; que introduce la actividad política 
partidista en la oración y ésta en aquélla; este cristiano 
alcanza una nueva experiencia religiosa, una nueva 
espiritualidad, que podemos bautizar con el nombre de 
espiritualidad liberadora del Reino de Dios. Es la 
espiritualidad de Jesús, que eleva su alma al Padre en el 
fragor del compromiso (Mt 11, 25) y sale lanzado hacia los 
pobres desde la oración solitaria (Me I, 38). La nueva 
experiencia religiosa es la síntesis de lo interior y lo exterior, 
el silencio y la calle, Dios y el prójimo, Jesús y los pobres, 
oración y política.


C. TERCERA PARTE: 
RENOVAR LA ORACIÓN 

11. Nueva caridad, nueva oración 
No hay nueva experiencia religiosa sólo con el compromiso 
social y político, aunque esté movido y empapado por la fe. 
Tampoco la hay solamente con más y mejor oración. La 
nueva experiencia religiosa es la síntesis de esos dos 
factores, en la vida y en la conciencia personal.
Ahora bien, si el precepto evangélico del amor necesita hoy 
en día un nuevo planteamiento y formulación, también las 
formas de orar requieren una puesta al día. En el ámbito de 
la caridad cristiana, tratamos de pasar del amor individual al 
social, del asistencial al reivindicativo y estructural; del 
neutral al beligerante. En la oración habremos de pasar 
igualmente a un nuevo estilo, a nuevas formas, que 
correspondan a la síntesis nueva que buscamos. De esto 
vamos a tratar ahora más expresamente, sin perder de vista 
el otro polo, el prójimo colectivo, el compromiso político de la 
nueva experiencia religiosa.

12. De los rezas a la oración 
REZOS/ORACION ORA/REZOS: Los cambios de 
vocabulario corresponden frecuentemente a cambios de 
contenidos y realidades. Si antes se decía rezar y ahora 
decimos orar, este cambio de palabra obedece a una 
manera diferente de entender y realizar la actividad orante. 
Solemos emplear también la expresión hacer oración, que 
tiene más fuerza todavía que la simple palabra orar. ¿Qué 
connotaciones queremos destacar cuando empleamos esa 
locución? He aquí tres.

a) Actividad más interior que la oración vocal. Incluso cuando 
recitamos un texto tendemos a hacerlo con pausa, paradas y 
meditación sobre lo que decimos a Dios.
b) Oración más personal, que incluye no sólo una mayor 
cantidad de oración particular, sino además un uso menor de 
fórmulas hechas, un mayor empleo del diálogo directo con 
Dios y del silencio activo.
c) Oración más espontánea, como consecuencia directa de 
esa mayor personalización.

Digamos a propósito de esta última nota, que no se ha de 
confundir la espontaneidad en la forma de orar con la mera 
apetencia sobre los momentos y la cantidad de la oración. 
Esa idea de que cada uno ha de orar cuando le apetece no 
es nada acertada, pues con ese principio se hace menos 
cantidad, incluso poca cantidad; lo cual nos lleva por mal 
camino, entre otras razones porque, de ordinario, sólo hay 
calidad donde hay cantidad.
De los rezos a la oración es una forma de expresar que la 
nueva experiencia religiosa requiere y busca una oración 
más interior, más personal, más espontánea.

13. Con la palabra de Dios 
El cuadro de una madre anciana que reza silenciosamente 
el rosario, mientras, a su lado, un hijo suyo, sólo o en pareja, 
lee un pasaje evangélico para hacer oración con él, nos da 
la imagen del cambio operado o buscado en la nueva 
experiencia religiosa. Esa hija o hijo que tiene el Nuevo 
Testamento en sus manos, jamás dirá que su oración es 
mayor ni mejor que la de su madre. La magnitud y la calidad 
sólo la conoce Dios. La santidad se mide por la fe, la 
esperanza y la caridad, que pueden darse con el rezo del 
rosario y con la oración bíblica.
Esta reserva sobre una valoración que sólo corresponde a 
Dios, no se opone a que podamos afirmar que la oración 
meditada y espontánea con el evangelio sea preferible a la 
de fórmulas recitadas. Precisamente el lado fuerte del rosario 
está, además de su sencillez, en la meditación de los 
misterios de Jesús, es decir de hechos y relatos 
evangélicos.
La nueva experiencia religiosa tiene dos centros: el mundo y 
la Biblia, que se unifican en la persona de Jesús. La oración 
del cristiano comprometido hace un gran uso de la Biblia, 
dentro de la cual tienen especial interés los pasajes 
evangélicos, porque, además de llevarnos a superar el 
moralismo, nos impregnan de la persona de Jesús, de su 
compromiso, sus valores y sus ideas.

14. Más allá de sus enseñanzas, Jesús mismo 
ORA/COMO-LA-HACEMOS: La pobreza de la oración de 
muchos cristianos se deja ver en estas tendencias, que son 
desgraciadamente demasiado frecuentes: a)sacar 
enseñanzas y consecuencias prácticas; b) recriminarse a si 
mismo; c) hacer peticiones. ¿Cuándo salen otros 
sentimientos, como la admiración, la alabanza, la acción de 
gracias, la fe, la esperanza, la confianza, el deseo de unión, 
el seguimiento, etc.? ¿Cuándo aparecen actitudes de amor, 
alegría, dolor amoroso, impulso misionero y compromiso? 
¿Cuándo, el acto de ofrecerse y la entrega personal a Dios 
para lo que El quiera? No están de más las enseñanzas y las 
peticiones: lo que está de más es su exclusividad, su 
predominio, su frecuencia, que engendra esa raíz moralista y 
egocéntrica, que empobrece y hasta vicia la oración de gran 
número de personas.
Si queremos una oración distinta, dominada por esa otra 
serie alternativa de sentimientos, nada mejor que centrarse 
en la persona de Jesús y dejar que, por medio del diálogo o 
el silencio contemplativo, nos grabe sus rasgos, nos marque 
con su sello, nos impregne y nos llene: es decir, que, de 
tanto mirarle y admirarle, nos vamos pareciendo a El; mejor 
dicho, nos va haciendo El semejantes a si.
Lo esencial de cualquier pasaje no son las enseñanzas y las 
consecuencias derivadas de ellas, sino Jesús mismo, su 
actitud fundamental, sus sentimientos y sus rasgos. Por ello, 
frente a una oración de mucho razonamiento, mucha 
confrontación de mi vida con lo que dice el pasaje, 
proponemos otra de pocos razonamientos, poca 
confrontación y mucha contemplación de Jesús; 
contemplación de su actuación concreta en el pasaje 
elegido. No rechazamos los razonamientos, las enseñanzas y 
la confrontación; pero no deben predominar; deben hacerse 
de vez en cuando. Además, ocurre que el diálogo y el 
silencio contemplativo engendran de forma connatural una 
confrontación subterránea, que transforma a la persona 
orante a imagen de Jesús.

15. Repetir la experiencia de los apóstoles 
¿Qué es lo que más les quedó a los apóstoles y primeros 
discípulos después de Pascua: unas enseñanzas, una 
ideología, un programa? No vamos a negar que les quedó 
también todo esto. Pero lo principal, infinitamente más que 
todo lo anterior, fue su experiencia personal con Jesús. 
Hasta el punto de que, todo lo demás -enseñanzas, ideología 
y programa­ ni lo recibieron de forma organizada ni tenía 
siquiera consistencia separado de la persona de Jesús.
Pues bien lo que se busca en esta oración evangélica es 
repetir y alcanzar la experiencia de los apóstoles, que 
empezó por la convivencia y se consolidó después de 
Pascua con la fe. Para ello, el orante se introduce dentro de 
la escena como un personaje más y reproduce en sí mismo 
todo el pasaje. Por ejemplo, en el relato de Zaqueo (Lc 19, 
1-19), primeramente uno se mete en la piel de cualquiera de 
los acompañantes de Jesús y revive desde él el encuentro 
de éste con el recaudador: ve y oye los gestos y actos de 
uno y otro, las criticas de la gente, las frases del Maestro. 
Recorre así todo el pasaje poco a poco. A continuación 
recorre de nuevo el pasaje desde la piel de Zaqueo, 
reviviendo en sí misma toda la experiencia de éste. En todo 
el recorrido, además de los hechos y frases, contempla y 
experimenta los sentimientos y actitudes de Jesús, y se deja 
él mismo sentir y experimentar.
Realmente es distinto, muy distinto contemplar a Jesús 
desde fuera o desde dentro del pasaje, como lo vio y sintió 
uno de los discípulos o el mismo Zaqueo. Es distinto 
reflexionar sobre lo que sintió aquel hombre (= meditación 
desde fuera), que experimentarlo en si mismo, tras meterse 
en su piel y hacerse otro Zaqueo.
El efecto de esta oración realizada desde dentro, es siempre 
mayor y más hondo. Además, en un creyente comprometido, 
muy pronto los pasajes se actualizan insensiblemente, y 
empalman con las luchas de liberación protagonizadas por la 
persona orante. El dolor, el mal, el pecado de entonces, se 
unifican con los de hoy ­ajenos y propios­, mientras que el 
amor, la valentía, la ira comprometida, la acogida y la acción 
de Jesús, se prolongan hoy en mí, y por mi en otros. Resulta 
que yo soy Zaqueo, el leproso, el endemoniado, el discípulo 
remiso; y Jesús me convierte, me cura, me libera, me da la 
fuerza necesaria. Resulta que los pobres con quienes y para 
quienes trabajo, son los leprosos, endemoniados y oprimidos 
de hoy; y con Jesús nos curamos, nos levantamos y nos 
liberamos todos.
Con lo cual, el evangelio pasa de libro de enseñanzas, a 
libro de vida; de libro del pasado, a libro de hoy; de libro de 
estudio, a experiencia personal. Entonces evangelio y 
compromiso no sólo empalman sino que se identifican. Al 
final, resulta que yo soy otro Jesús, que, tras ser liberado por 
El, me transformo en continuador de su obra (El la continúa 
por medio de mi), y en acompañante liberador de otros, que, 
como yo, se liberan comunitariamente, con Jesús a la 
cabeza. El evangelio deja de ser un libro terminado, porque 
continúa escribiéndose en nosotros.

16. Hablar y escuchar 
Anteriormente han quedado apuntados algunos defectos 
bastante extendidos de la oración de los cristianos: el 
moralismo; la autoinculpación y recriminación; la reducción a 
enseñanzas, consecuencias prácticas y peticiones, etc. Hay 
otro defecto no menos grave, que es el verbalismo. Las 
celebraciones públicas de los cristianos son una sucesión de 
palabras, junto con algunos signos. El rezo de las horas está 
formado por una serie de salmos. Se comprende que en 
tales actos públicos no pueda haber largos silencios. Lo malo 
es que, frecuentemente, también las oraciones particulares 
consisten en hablar y hablar a Dios, sin escucharle nada.
SILENCIO/VERBALISMO ESCUCHA/VERBALISMO: He 
aquí el nudo de la cuestión: el mal del verbalismo radica en 
la carencia de la escucha. A veces debiéramos preguntarnos 
si hablamos a Dios o nos hablamos a nosotros mismos. De 
tanto hablar sin escuchar, podemos acabar olvidándonos de 
lo esencial de la oración, que es el otro con mayúscula, el 
Padre, y con El, Jesús, y el Reino de Dios que vino a iniciar.
ORA/SILENCIO-PALABRA: Recordando a Santa Teresa, 
podemos decir que orar es escuchar y hablar con toda 
confianza a Aquel que sé que me quiere. En la buena 
oración, la escucha es tan importante como la palabra. 
Porque lo grande, lo tremendo, lo fascinante, es que Dios 
nos habla; me habla a mi, personalmente. Lo hace sin 
palabras, pero con suficiente claridad, para todo el que 
busca sinceramente. ¡Esto es lo increíble! De forma que, 
más importante que el contenido de lo que Dios me dice, es 
el hecho de que nos hable, que me hable a mí. Dios me 
habla al corazón, pero me habla realmente. Por eso, la 
oración profunda de la nueva experiencia religiosa, se 
alimenta tanto del silencio como de la palabra: un silencio 
activo, en el que estoy pendiente de Dios Que es siempre el 
Desconocido­, a la espera de su palabra reveladora y 
salvadora.
PD/LUZ-FUERZA: Su Palabra es luz que ilumina mi verdad y 
mi mentira; la verdad y la mentira del mundo. Es fuerza que 
empuja mi cambio, mi compromiso, el de mis compañeros, y 
la transformación del mundo en Reino de Dios.
PD/BIBLIA-MUNDO: Esta Palabra de Dios nos llega por dos 
conductos: la Sagrada Escritura y el mundo; de tal forma que 
podemos afirmar abiertamente que los cristianos tenemos 
dos biblias o libros sagrados: la Biblia escrita y la biblia de la 
vida y los hechos históricos. La Biblia es la referencia 
obligada para conocer la voluntad de Dios, en cualquier 
caso; pero el mundo es también vehículo de su palabra, en 
no menor medida. El cristiano debe escuchar a Dios por 
ambas vías, y no le escucha realmente quien se limita a su 
Palabra escrita. La atención a los hechos de la realidad 
­globales y particulares­ y el consiguiente discernimiento, es 
imprescindible para que haya verdadera escucha de Dios. 
Encontramos de nuevo unidos, por otro camino, los dos 
factores que constituyen la nueva experiencia religiosa.
Ahora bien: aunque Dios nos hable por la vida y el mundo, 
la actitud de escucha a Dios se desarrolla de forma 
privilegiada en la oración. Lo cual no quiere decir que la 
respuesta de Dios no nos llegue en otros momentos, como 
puede ser el de la reflexión, el diálogo, el debate o la 
acción.
En resumen:
- Una de las pobrezas de nuestra oración radica en limitarnos 
a hablar a Dios sin escu- charle.
- Porque resulta que Dios nos habla y me habla, lo cual es 
algo increíblemente grande.
- La verdadera oración consiste, no sólo en hablar a Dios, 
sino también en escucharle, tanto en la Palabra escrita, 
como en los hechos de la Historia y de mi propia vida.

17. Más allá de las palabras 
La escucha de Dios conduce poco a poco al orante a una 
alternancia de palabras y silencios activos, lo que da una 
creciente profundidad a su oración. En la vida corriente 
observamos que, más de una vez, las palabras estorban al 
encuentro mutuo, bien porque impiden la escucha, bien 
porque se reducen a un intercambio de ideas sin encuentro 
humano, bien porque, en el mejor de los casos, no pasan de 
ser una mediación, que vela o tapa, tanto como desvela, la 
realidad del otro.
En la relación con Dios pueden ocurrir fenómenos 
parecidos. Las palabras pueden atrapar de tal forma 
nuestros pensamientos y sentimientos, que nos impidan el 
encuentro vivo con Dios. Al estar ocupados en lo que le 
decimos a Dios, podemos caer en la trampa de quedarnos 
en nuestras propias frases, o sea en nuestro propio yo. Dios 
está siempre más allá que cuanto le digamos u oigamos. La 
oración tiene por finalidad el encuentro del orante con Dios, 
no la petición equis, el problema y, o la inquietud zeta. Las 
palabras y sentimientos son un medio para alcanzar ese 
encuentro de toda nuestra persona con El: cabeza, corazón, 
voluntad. Es preciso intentar llegar más allá de las palabras, 
hasta Dios mismo.
Este esfuerzo de silencios encaja perfectamente con la 
oración del creyente comprometido, que, como dice el 
Concilio Vaticano II, debe auscultar y discernir los signos de 
los tiempos, es decir las señales que Dios hace en la historia 
humana.
Pero todavía se puede ir más lejos de los silencios 
intermitentes, hacia el silencio creciente y hasta total. 
Entonces los textos sobran, incluso el libro de los evangelios. 
Los caminos orientales más serios, como el Zen, tienen 
mucho que enseñarnos en este proceso. Probablemente es 
preferible realizar primero un buen aprendizaje de la oración 
evangélica, para familiarizarse con la persona de Jesús. 
Incluso después, cuando se ha avanzado por las vías de la 
desnudez total, es conveniente volver a ella, con cierta 
frecuencia, a las oraciones evangélicas de silencios 
intermitentes, para no perder de vista la persona de Jesús y 
el Reino de Dios, objetivo principal y hasta único del 
cristiano.
El silencio absoluto, exterior e interior, nos hace asimilar 
vivencialmente el agnosticismo activo, tan querido de muchos 
grandes creyentes, tan distinto de cuanto en Occidente 
recibe este nombre. Es decir, nos hace sentir vitalmente que 
Dios es otra realidad; que no es un ser más, sino el fondo de 
todos los seres; y que está más allá de todas nuestras 
especulaciones y sensaciones.
Al mismo tiempo fomenta en el creyente actitudes 
profundamente evangélicas como las siguientes:
- El no saber, oscuridad luminosa y silencio sonoro, que es 
el verdadero saber.
- La búsqueda humilde e incesante.
- La adoración profunda del misterio.
- El compromiso creciente con el amor.

Pero ese silencio nunca nos da otra característica del Dios 
cristiano, cual es la de quebrar todos nuestros esquemas, 
incluso el del Absoluto Silencio: es lo que pudiéramos llamar 
el misterio roto, que se vislumbra sobre todo en la cruz, 
vergüenza y escándalo para nuestra racionalidad. La 
percepción de esta nueva profundidad es un don de Dios, 
que nos llega por el evangelio. El compromiso por el Reino 
de Dios penetra por otra puerta en este misterio, porque, 
cuando es serio, choca con lo razonable y nos lleva a la cruz, 
signo máximo de Cristo. La bienaventuranza de la cruz 
­dichosos cuando os persigan por causa del Reino de Dios­ 
descorre un poco ese misterio roto, al que sólo se llega con 
Jesús. De nuevo nos hallamos en el corazón de la nueva 
experiencia religiosa, síntesis de oración y compromiso.

18. Una pedagogía sistemática 
Al término de esta catequesis ¿será preciso insistir en que 
esta síntesis requiere un esfuerzo prolongado y sistemático? 
Las ideas no se hacen realidad si no las ponemos por obra. 
La experiencia profunda no es un camino breve ni fácil. 
Tanto el compromiso como la oración necesitan un proceso 
pedagógico, en el que entran como factores el método, la 
progresividad, y la compañía de un experto, catequista y 
tutor. Con estas ayudas, desde la práctica prolongada y 
creciente del compromiso y de la oración, se avanza hacia la 
identificación con Jesús, la unión con el Padre y la entrega 
sin reservas al Reino de Dios, en un compromiso beligerante. 
He ahí la nueva experiencia religiosa.


GUÍAS DE PROFUNDIZACIÓN

G U Í A Nº. 1 

A. Grupo pequeño 
Comentar la insistente invitación a hacer la prueba que pone 
la catequesis. (N° 2, N° 5, tercer punto).

B. Oración comunitaria 
Con /Mt/18/01-05 

Breve explicación del pasaje 
Este pasaje nos propone el espíritu nuevo y la experiencia 
nueva del evangelio, a través del símbolo del niño. En 
síntesis, el niño representa aquí tres puntos centrales de 
Jesús: el sentido filial para con Dios; el compromiso con los 
pequeños y los pobres, y la humildad. Esta es la nueva 
experiencia religiosa, tan vieja como el evangelio.
Sirve de punto de partida el afán de grandeza de los 
discípulos, que aparece también en otros lugares de los 
evangelios. Estos no ocultan los defectos de nuestros padres 
en la fe ni su gran necesidad de conversión; lo cual resulta 
alentador para nosotros. Subrayar: más grande en el Reino 
de Dios (v. 1).
Jesús realiza un gesto simbólico: toma a un chiquillo, lo pone 
en medio, y pronuncia dos sentencias formidables. Subrayar: 
si no cambiáis y os hacéis como estos niños, no entraréis en 
el Reino de Dios (v. 3); cualquiera que se haga tan poca 
cosa como este chiquillo, ése es el más grande en el RD 
(4).
Conviene meditar mucho en ellas. Fíjate especialmente en la 
palabra «cambiar». Jesús lo dice rotundamente: necesitamos 
un giro de ciento ochenta grados. El punto de referencia son 
los niños, que en el mundo judío antiguo ­lo mismo que en el 
griego­ no gozaban de ninguna consideración. Niños, pobres 
y gente baja forman un conjunto coherente de marginados 
en el evangelio de San Mateo. Pero lo del niño es sólo una 
comparación: se nos pide espíritu de infancia adulto, no 
infantil, y humildad personal, no sociológica, como la de los 
niños. Jesús quiere además que ese espíritu nuevo, vaya 
acompañado de gestos externos de servicio humilde, como 
hizo El mismo primero.
Esa nueva experiencia se traduce también en acogida de los 
pequeños, los pobres y los débiles. Jesús lo dice con tanta 
fuerza, que le da el mismo valor que el de acogerle a El 
mismo. Este énfasis aparece también en la famosa parábola 
del juicio final y en otros pasajes. Subrayar desde «el que 
acoge» hasta «me acoge a mí» (5).
La enorme densidad de este pasaje se percibe en el hecho 
de que casi todo él queda subrayado.

Para orar, métete en la piel de cualquiera de los apóstoles, 
que querían ser los más grandes del RD. Tú también quieres 
lo mismo. Como ellos, necesitas un giro de ciento ochenta 
grados. Jesús viene a ti, te mira, te muestra un niño o un 
pobre y te dice las frases del pasaje; te enseña cómo 
llegarás a ser grande. Diálogo largo y cálido con Jesús, con 
deseos de cambiar radicalmente, peticiones, etc.

G U Í A N° 2 

A. Repaso de la catequesis 
Leer atentamente, bolígrafo en mano, tomar notas, 
subrayar, etc., los números 1-5 de la catequesis. O sea, 
leerlos con dos finalidades: como lectura espiritual y como 
estudio.
Comprueba si tu trabajo ha estado bien hecho, con el 
siguiente cuestionario.
1. La fe cristiana no es cuestión de conocimientos ni de 
empeño voluntarista. ¿Qué es entonces la fe, por encima de 
todo? 
2. La verdad del evangelio ¿se estudia, se demuestra o se 
prueba en la propia vida desde dentro? Explicar este punto.
3. ¿Ocurre eso solamente con la fe? 
4. La fe de los apóstoles fue una fe de experiencia. 
Explicarlo.
5. Decimos que la verdad del evangelio se comprueba desde 
dentro, por experiencia, haciendo la prueba. Y ¿no puede 
otra persona transmitirme su testimonio y su experiencia?
6. ¿Qué debemos hacer para pasar de la catequesis a la 
experiencia personal? ¿Cuál es la primera condición para ser 
buen catequista?
7. La fe de experiencia está sujeta a la duda. ¿Cuál es esa 
duda y qué ventajas tiene? ¿Quién más la sufre además del 
creyente? 

B. Aplicación personal 
Con el N° 10 de la catequesis.
Examinar los rechazos que aparecen ahí ante el compromiso 
político.
Comprueba si tienes tú esos y otros rechazos.
¿No deberías vencerlos y superarlos, con los argumentos 
que da este número?
¿No hay en tu rechazo miedo al compromiso o afán de 
purismo? 
Examina tu situación delante de Dios y pide mucha ayuda 
para comprometerte al máximo.
Sigue el método de Aplicación personal (N° 11 del tema 
ORA/REUNIONES

C. Oración 
Con /Lc/10/25-37.

Breve explicación de este pasaje 
Este pasaje es fundamental para captar la experiencia 
religiosa nueva que nos trae Jesús. Podemos resumir su 
contenido en cinco grandes enseñanzas.

- Primero: es preciso unir a Dios y al prójimo. El que no ama 
al prójimo, no tiene verdadera experiencia religiosa. El que 
no ama al prójimo de forma práctica, no ama a Dios. Esto ya 
lo decía el Antiguo Testamento, como recuerda el jurista, 
contestando a una pregunta de Jesús. El evangelio lo 
reafirma. Subrayar el v. 27, desde «amarás» hasta «como a 
ti mismo».

- Segundo: Jesús cambia completamente nuestra idea sobre 
quién es el prójimo. El jurista le pregunta a Jesús: ¿Quién es 
mi prójimo? Este le da la vuelta a la pregunta y la pone al 
revés, preguntando a su vez: ¿Cuál de estos tres se hizo 
prójimo del herido? Fíjate en la palabra se hizo. Jesús nos 
dice que prójimo no es para mí el otro, sino que prójimo soy 
yo, cuando me acerco al otro y le ayudo. Este planteamiento 
es revolucionario, porque cambia completamente el concepto 
de prójimo. Subrayar: ¿quién es mi prójimo? (29); ¿cuál de 
los tres se hizo prójimo? (36).

- Tercero: además, Jesús me dice de quién debo hacerme 
prójimo en primer lugar; a quien debo acercarme y ayudar 
ante todo. La respuesta es clara: al caído y herido; o sea, al 
necesitado. Nosotros decimos: Primero, los de casa. Jesús, 
sin negar que debamos hacernos prójimos de los de casa, 
dice: Primero, los necesitados. Son, pues, dos cambios 
revolucionarios: uno en el concepto de prójimo; otro, en el 
orden de preferencia. Subrayar: lo desnudaron, lo molieron a 
palos y se marcharon dejándolo medio muerto (30).

- Cuarto: Jesús hace una crítica durísima de la religiosidad 
sin prójimo. La dureza de esta crítica aparece en los 
personajes que elige: un sacerdote y un clérigo. Ambos son 
representantes del culto, de los actos religiosos. Quizás no le 
atendieron al herido porque tenían que ir al templo. Jesús los 
descalifica completamente a los dos. Su experiencia religiosa 
es falsa.
Estos personajes están elegidos provocativamente para que 
la parábola tenga más fuerza. No es que Jesús pretenda 
descalificar la condición de sacerdote o de clérigo. Pero al 
tomar esos personajes, su enseñanza queda más clara para 
todos, sean sacerdotes o laicos. La religiosidad sin prójimo 
es falsa. Subrayar: bajaba un sacerdote por aquel camino 
(31); dio un rodeo y pasó de largo (31); lo mismo hizo un 
clérigo (32).

- Quinto: Jesús abre la puerta a los herejes, heterodoxos y 
ateos que ayudan al necesitado. Para esto, elige otro 
personaje provocativo: un samaritano, es decir, un judío 
considerado hereje y mal judío, un marginado religioso y 
social. Al jurista le sentó tan mal esta elección, que, al 
contestar a la pregunta de Jesús, no quiso decir la palabra 
samaritano, sino que respondió: El que tuvo compasión de él 
(37). Subrayar esta frase, y también: un samaritano, le dio 
lástima; se acercó; le vendó las heridas (33); lo montó en su 
propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó (34); 
pues anda, haz tú lo mismo (37).
El amor y ayuda al necesitado adquiere en esta página la 
máxima altura. Y es mucho lo que nos exige, porque amar a 
los necesitados, y en general a los demás, como a si mismo, 
supone un nivel altísimo.

Para orar, puedes tomar dos caminos distintos. El primero 
es seguir el método «Inteligencia-Corazón-Voluntad» o el de 
Aplicación personal (números 7 y 11 del tema 
«ORA/REUNIONES»). Pide mucha ayuda a Dios, porque 
amar como enseña Jesús es un camino largo y difícil El 
segundo, ver a Jesús como buen samaritano. El, que fue 
considerado hereje y liquidado por los ortodoxos, fue el buen 
samaritano, que tuvo -y tiene­ lástima de todos los heridos, 
dolientes y oprimidos, y se acercó ­se acerca­ para curarlos, 
para curarnos, para curarme. Mejor si haces dos ratos, uno 
con cada método. Ora con mucho corazón.

D. Otra oración 
Repetir el mismo pasaje, con la segunda de las vías 
indicadas.

G U Í A Nº. 3 

A. Repaso de la catequesis 
Lectura atenta -en plan de estudio y meditación­ de los 
números 6-10 de la catequesis. Subrayar, tomar notas, 
resumir las ideas principales.
Comprueba tu grado de asimilación con el siguiente 
cuestionario.
1. ¿Es nueva la nueva experiencia religiosa? ¿En qué 
sentido es nueva y en cuál no? 
2. Lo más nuevo de la N.E.R. (nueva experiencia religiosa) 
está en ser una síntesis de cosas aparentemente opuestas.
­ Explicar este punto.
­ ¿Entran en esta síntesis las nuevas corrientes de oración 
profunda? ¿Con qué condi- ciones pueden entrar? 
3. La novedad de la N.E.R. no está sólo en el prójimo, sino 
además en el prójimo anónimo y colectivo.
­Explicar este concepto y mostrar por qué las obras de 
caridad son insuficientes.
4. La parábola del samaritano hace tres puntualizaciones 
sobre el prójimo. ¿Cuáles son? 
5. Según lo anterior, la idea de que soy yo quien debo 
hacerme prójimo de los demás, debe puntualizarse más, 
haciendo referencia al pobre anónimo y colectivo. ¿Cómo 
redactarías ésa o esas dos frases? 
6. ¿Por qué hemos de integrar el compromiso político en la 
N.E.R.? 
7. Explicar los rechazos existentes frente a lo político:
a) En los cristianos de derechas.
b) En los jóvenes idealistas inclinados a los pobres.
¿Qué respuestas convincentes darlas a estos dos grupos 
de objetantes? 

B. Aplicación personal 
Con el N.° 16 de la catequesis. Seguir el método de 
Aplicación personal (ORA/REUNIONES, 11). Primero 
entresacar las ideas principales de ese N.° 16. Como 
siempre, que funcione mucho el corazón, en diálogo con 
Jesús. Al final la voluntad.

C. Oración 
Con /Flp/03/02-11

Breve comentario del pasaje 
Las duras expresiones iniciales hacen referencia a los 
cristianos judaizantes, que exigían la circuncisión a los 
paganos que se hacían cristianos. Pablo se oponía a esto, y 
lo perseguían por considerar que había renegado de su 
condición de judío. Tengamos en cuenta que tal condición 
era el mayor timbre de gloria de los judíos, los cuales, 
además, eran respetados y bien considerados en el Imperio 
Romano.
Pablo nos dice aquí algo impresionante: que él tenía más 
motivos que sus adversarios para gloriarse de su condición 
de hebreo de pura cepa; pero que, desde que ha conocido a 
Jesús, todas las glorias humanas le parecen nada. Subrayar: 
ponemos nuestra gloria en el Mesías Jesús sin confiar en lo 
nuestro (v. 3); yo ciertamente tendría motivos para confiar en 
lo propio (4); todo esto que para mi era ganancia, lo tuve por 
pérdida comparado con el Mesías (7).
Es interesante fijarse en tres palabras del v. 8: «haber 
conocido personalmente» a Jesús. Pablo no conoció a Jesús 
en vida de éste. Se convirtió después de la muerte de Jesús. 
¿Qué significa, pues, personalmente? Significa conocerle no 
sólo con la cabeza, sino con el corazón, con el seguimiento; 
significa la fe de experiencia. Subrayar: cualquier cosa tengo 
por pérdida al lado de lo grande que es haber conocido 
personalmente a Jesús (8).
Gran testimonio, testimonio caliente, el que nos da Pablo. 
Pero aún dice más: Por él perdí todo aquello y lo tengo por 
basura, con tal de ganar a Cristo (8); subrayar esta frase. 
Efectivamente, Pablo renunció por Jesús a lo más querido 
para él; a aquello por lo que habla luchado, hasta el extremo 
de haber sido perseguidor de la Iglesia por su ideal judío. 
Subrayar: perseguidor de la Iglesia (6).
Pero Pablo sigue esforzándose. No le basta lo que ha 
conseguido. Quiere más. Quiere conocer más a Jesús, 
amarle más, seguirle más y estar más lleno de El. Es 
conmovedor ver las cuatro cosas que desea y busca, según 
nos dice en los versiculos 10-11.

­ Primera, «tomar conciencia de su persona» (10; subrayar). 
¿No la tiene? Sí, pero quiere más: más sentimiento, más 
experiencia.
­ Segunda, tomar conciencia «de la potencia de su 
resurrección» (10; subrayar). ¿Qué quiere decir esto? Que 
quiere experimentar en su propia persona la potencia que 
tiene la resurrección de Jesús para resucitarnos, para 
transformarnos.
­ Tercera, tomar conciencia «de la solidaridad con sus 
sufrimientos» (10; subrayar). Es decir: quiere ser solidario de 
los sufrimientos de Jesús. Más claro: quiere que le toque 
sufrir con Jesús por el evangelio y por los seres humanos.
­ Cuarta, reproducir en sí mismo la muerte de Jesús para 
alcanzar la resurrección (10 y 11; subrayar). Pablo sabe que 
a la resurrección de Jesús se llega por la muerte. Y lo desea 
vivamente.

Cualquiera dirá que Pablo estaba loco. Y dirá verdad. 
Porque estaba loco por Jesús. Renunció a todo, pasó 
innumerables sufrimientos y aventuras. Pero no porque sí, 
sino porque primero se llenó de Jesús. Se llenó tanto, que 
todo lo demás le resultaba basura.

Para orar, puede ser bueno el método de lectura por trozos. 
(ORA/REUNIONES, N.° 10). Detente en cada confidencia de 
Pablo; desea tener tú su misma experiencia y habla de ello 
cálidamente con Jesús. Pídele tú también las mismas cosas, 
una a una, repitiendo las palabras: ganancia/pérdida, 
basura, conocer personalmente a Jesús, lo grande que es 
esto, etc. Pon mucho sentimiento.

D. Otra oración 
Es muy conveniente repetir la anterior, no una vez, sino 
varias veces.
Pero, si alguno desea otro pasaje, le proponemos el 
siguiente: /Mt/13/44-46.

Breve comentario 
Estas dos pequeñas parábolas son como una sola. El centro 
de ambas es la fe, el encuentro vivo con Jesús.
La perla es, según Jesús, el Reino de Dios, que debemos 
buscar con todas nuestras fuerzas. Después de Pascua, los 
discípulos descubrieron que la perla es Jesús, el evangelio. 
La perla es la nueva experiencia religiosa que tenemos con 
Jesús.

- Primero, el tesoro oculto. En ambos casos, el tesoro está 
oculto. En un caso, escondido en el campo; en el otro, 
mezclado con otras joyas de poco valor. Así aparece la fe 
cristiana y el conocimiento de Jesús: poco visible y llamativa, 
o bien mezclada, como una más, con otras ofertas que nos 
hace la sociedad. Para mí también, a primera vista, estaba 
oculto este tesoro. ¿Lo está todavía? 

- Segundo, el descubrimiento. Hace falta un descubrimiento 
para encontrar este tesoro o perla. Para ello, hay que mirar 
atentamente; no dejarse engañar por las apariencias, como 
si no hubiera nada en ese campo o como si esta perla fuera 
una más entre otras. Los dos hombres de las parábolas 
hacen el descubrimiento, porque han buscado de verdad. Su 
alegría es enorme. ¿Cómo busco yo? ¿Con constancia? 
¿Me dejo engañar fácilmente? ¿Desisto pronto? 
- Tercero, la venta. Los dos hombres venden todo lo que 
tienen por adquirir el tesoro o la perla. Su renuncia es 
tremenda, pero la hacen después que han encontrado el 
tesoro. Y les merece la pena.
Las exigencias cristianas resultan duras para quienes no 
han descubierto este tesoro. Después del descubrimiento, se 
hacen con alegría. A veces, una llamada especial de Dios 
también resulta costosa; pero si ha habido ese 
descubrimiento, se supera la dificultad y Dios nos da una 
inmensa alegría. Subrayar: tesoro escondido (44); lo 
encuentra (44); de la alegría (44); vende todo lo que tiene y 
compra aquel campo (44); desde «al encontrar» hasta «la 
compró» (45).

Para orar, comienzo por presentarme a Jesús y pedirle la 
gracia de hacer una buena oración: que esta doble parábola 
haga impacto en mi corazón.
Luego, aplico este pasaje a mi vida. Le presento a Jesús mi 
realidad, y le pido el don de preferir ese tesoro, que es él 
mismo, a todos los demás bienes. Me avergüenzo ante él, 
amorosamente, de la cantidad de pegas y dificultades que le 
pongo. Deseo vivamente hacer el descubrimiento y luego 
vender lo que haga falta para conseguir este tesoro. 
Procuraré hacer también muchos actos de confianza. El me 
ayuda en mi búsqueda, mi esfuerzo, mis renuncias. Acabo 
dándole gracias por esta oración.


G U Í A Nº. 4 

A. Repaso de la catequesis 
Lectura atenta y meditada de los números 11-18 de la 
catequesis. Subrayados, notas, resumen, etc. Y cuando, 
durante la lectura, te sientas tocado por Jesús, interrúmpela 
y ora un rato. No hagas sólo la oración programada.
Comprueba tu grado de asimilación con el siguiente 
cuestionario.

1. Tres connotaciones de lo que es orar frente a lo que a 
veces se entiende por rezar. 
2. ¿Cuál es el instrumento principal de la oración en la 
N.E.R.? 
3. En la oración de muchos cristianos con la Palabra de 
Dios, hay tres tendencias que denotan mucha pobreza. 
¿Cuáles son? ¿Qué otras actitudes hemos de desarrollar.
4. En la oración con la Palabra de Dios, ¿cuál debe ser el 
centro? ¿Qué es lo más importante? 
5. ¿Cómo podemos actualmente reproducir en nosotros 
mismos la experiencia de los apóstoles y de las personas 
que se encontraron con Jesús? 
6. En un lugar de la catequesis dice: «Con lo cual, el 
evangelio pasa de libro de enseñanzas a libro de vida; de 
libro del pasado a libro de hoy; de libro de estudio a 
experiencia personal». Explicar cómo se consigue eso.
7. Uno de los males de nuestra oración suele ser el 
verbalismo. Explicar algunas de sus consecuencias 
negativas.
8. Más allá de las palabras. ¿Has hecho alguna experiencia 
de oración sin palabras o de escasas palabras? Recuérdala. 
Exponla brevemente.

B. Aplicación personal
Con el Nº. 2 de la catequesis.
Emplear el método de Aplicación Personal 
(ORA/REUNIONES, N.° 11).
Primero entresacar todas las ideas del N.° 2.
Hay una pregunta que vale por todas: ¿Estoy haciendo la 
prueba? ¿De verdad? ¿A tope? 
¿Un catecumenado produce efectos sorprendentes en las 
personas, cuando éstas hacen seriamente la prueba; cuando 
cumplen escrupulosamente las orientaciones. De lo 
contrario, no produce ningún fruto. El catecumenado no es 
una serie de teorías bonitas para aprender, sino unos 
ejercicios prácticos, cuya efectividad es enorme, si se 
realizan.
Hay algunas otras preguntas: ¿Voy teniendo experiencia de 
Jesús como los apóstoles? ¿Estoy resucitando con Jesús?

C. Oración
Con /Lc/10/21-24.

Breve explicación del pasaje
Este pasaje tiene gran interés para entender la experiencia 
religiosa de Jesús. Nos interesa sobre todo el versículo 21, 
que nos transmite una oración, en voz alta de Jesús.
Su contenido es el siguiente: Jesús alaba al Padre porque 
ha ocultado el misterio del RD a los sabios y entendidos y se 
lo ha revelado a los pobres.
Detrás de esa exclamación hay un hecho histórico: los 
judíos importantes, lo mismo que las ciudades ricas de 
Galilea, le rechazaron (ver una referencia en los versículos 
13-15 del mismo capitulo); en cambio, la gente sencilla 
­pobres, pequeños y marginados­ le entendieron y le 
reconocieron. Ese hecho se convierte para El en una 
revelación divina; y aprende que Dios se cierra a los 
soberbios, los autosuficientes, los bien situados, que ponen 
la confianza en sí mismos (a todos ellos se refieren las 
palabras «sabios y entendidos»), y se abre a los pequeños y 
poco importantes que se saben pobres (todos ellos quedan 
incluidos en las palabras «gente sencilla»). Esta revelación le 
produce una intensa emoción, y entonces ocurre la oración 
exclamativa delante de sus discípulos.
Veamos CUATRO RASGOS de la oración de Jesús.

- La intimidad con el Padre. Se nota que Jesús habla con el 
Padre a todas horas con la máxima intimidad. Tal intimidad 
queda remachada por la declaración del v. 21. Subrayar, 
desde «Mi Padre me lo ha enseñado todo», hasta «lo sabe 
sólo el Hijo».
- Los pobres. En la oración de Jesús entran el Padre y los 
problemas del mundo, más en concreto los pobres. Jesús 
une los dos polos, tanto en su actuación como en su 
oración.
- El conflicto. Esta breve exclamación nos muestra el 
conflicto de Jesús con los poderosos. La oración de Jesús, 
aunque llena de confianza en el Padre, está atravesada por 
el conflicto que trae siempre la opción por lo pobres.
- La alegría. Al recibir la revelación de que Dios está con los 
pobres, siente una alegría explosiva, por la gran novedad de 
los caminos de Dios. En medio del conflicto, su oración es 
alegre, consoladora y hasta emocionada.
Podemos subrayar: con la alegría del Espíritu Santo; 
Bendito seas; porque, si has ocultado estas cosas a los 
sabios y entendidos se las ha revelado a la gente sencilla 
(todo el v. 21).
Los discípulos de Jesús también participamos de la 
revelación que tuvo El. Nos lo dice el final del v. 22: aquel a 
quien el Hijo se lo quiera revelar. Subrayar esa frase, que 
tanto nos afecta y alienta. Y por eso, somos dichosos, como 
El mismo. Subrayar: Dichosos los ojos que ven lo que 
vosotros véis (23).

Para orar, recomendamos tomar dos ratos y dos métodos 
diferentes.
Primer rato: estudiar el contenido del pasaje y del 
comentario y hacer oración de aplicación personal 
(ORA/REUNIONES, N.° 11). En concreto: ver si tengo los 
rasgos de la oración de Jesús; si he recibido su revelación; si 
me siento por ello dichoso, etc. Y examinar las causas. 
Conviene recordar que, aunque sea una oración de 
reflexión, se ha de dar mucho juego a los sentimientos y 
deseos.
Segundo rato: oración de contemplación de Jesús: ver su 
rostro iluminado en oración emocionada, desear vivamente 
ser como El, y pedírselo.

D. Otra oración
Lo mejor es repetir el pasaje anterior, lo que se indica para 
el segundo rato.
Si alguno necesita otro material, puede utilizar el credo, con 
el método de lectura por trozos, uno de los materiales 
siguientes.

AMAR HASTA EL FIN
Podéis hacer lo que queráis, pero nosotros seguiremos 
amándoos. Metednos en las cárceles, y aún así os 
amaremos. Lanzad bombas contra nuestras casas, 
amenazad a nuestros hijos, y, por difícil que sea, os 
amaremos también. Enviad en las tinieblas de la medianoche 
sicarios a nuestras casas, golpeadnos, y aún estando 
moribundos, os amaremos. Enviad a vuestros propagandistas 
por todo el país a decir que no estamos preparados, ni 
culturalmente ni de ningún otro modo, para integrarnos en la 
sociedad, y os seguiremos amando.
Pero llegará un día en que conquistaremos la libertad, y no 
sólo para nosotros: os venceremos, conquistaremos vuestro 
corazón y vuestra conciencia, y de ese modo nuestra victoria 
será doble.
MARTÍN ·LUTHER-KING

CREDO «FE Y JUSTICIA»

CREEMOS EN JESÚS, 
Hombre libre y solidario, 
camino y meta del ser humano 
y de la Historia Universal.

Muerto violentamente en cruz, 
por el poder civil y religioso, 
a causa de su compromiso con los últimos de la tierra, 
y, a través de éstos, con todos los hombres y mujeres.

Profeta de la fe y de la justicia, 
El se convirtió por su resurrección 
en Líder de la Humanidad, 
para gloria de Dios y salvación de todo el mundo.

CREEMOS EN EL DIOS DE JESÚS, 
su Padre y nuestro Padre, 
fuente de todo bien y enemigo de todo mal, 
que ha creado un mundo en marcha 
y lo ha puesto en nuestras manos, 
para que desarrollemos la creación en beneficio de todos.

Nos ha enviado a su Hijo Jesús, 
para que dé comienzo a su reinado, 
a fin de que no haya más dioses ni amos, 
y seamos todos libres y solidarios.

CREEMOS EN EL ESPÍRITU SANTO, 
Espíritu de justicia y amor que llenaba a Jesús, 
derramado sobre nosotros para que continuemos su obra 
y hagamos un mundo nuevo sin clases ni desigualdades.

CREEMOS QUE LA IGLESIA ES LA COMUNIDAD DE JESÚS 
santa y pecadora al mismo tiempo, 
enviada a anunciar a todo el mundo la Buena Noticia, 
y a ser signo eficaz de fe y de justicia.

PROCLAMAMOS QUE HAY UN FUTURO ILIMITADO 
PARA CADA SER HUMANO, 
por encima del dolor y de la injusticia, 
porque el mal ha sido vencido 
y la muerte también ha sido vencida por Jesús.
Amén.
·Loidi-P.

G U Í A Nº. 5

A. Balance personal del mes 
1. Repaso de mi trabajo en este mes: asistencia, 
puntualidad, guías, participación activa en reuniones.
2. Repaso mi sentido comunitario: sobre todo, mi ayuda 
práctica a los compañeros. Ver hechos, no teorías.
3. Tomar un punto del programa de este curso, previamente 
señalada por el responsable. Ver mis avances, retrocesos, 
estancamientos y sus causas.
4. ¿Cómo me encuentro, cuál es mi estado de ánimo en el 
proceso de conversión, fe y compromiso? ¿Estoy animado y 
alegre en el seguimiento de Jesús? Causas de mi situación.

B. Balance comunitario
1. En conjunto ¿qué tal marcha la comunidad, cómo lo veo 
yo?
2. Los responsables pueden añadir puntos que interese ver 
especialmente.

C. Oración
Con /Lc/05/33-39.
Método: Personajes.
Primero, fariseos y discípulos de Jn; luego, Jesús.

Breve explicación del pasaje
VINO-ODRES-NUEVOS: La novedad que nos trae Jesús 
queda fuertemente marcada en este pasaje. Es, pues, un 
texto importante para captar la nueva experiencia religiosa. 
La alegría es un factor importante de la misma, pues la 
cercanía de Dios y la liberación de los pobres nos hacen vivir 
en fiesta con Jesús. Vayamos paso a paso.
La idea central de este pasaje está en las dos 
comparaciones: la del vino nuevo y la del remiendo. Ambas 
quieren decir lo mismo: que Jesús no vino a remendar o 
mejorar el judaísmo, sino a traer algo nuevo, que exige un 
nuevo nacimiento. No vino a traer una reforma religiosa, sino 
un mensaje y vida nuevos, que están plasmados en su 
propia vida.
Vino nuevo, odres nuevos. Esta comparación quiere decir 
que el evangelio no se puede meter en la vieja mentalidad y 
las viejas estructuras. Lo del remiendo quiere decir lo mismo. 
No se trata de echar petachos. Lo nuestro es una vida 
nueva.
Jesús se refería al judaísmo, pero algo parecido ocurre hoy 
en día con muchos cristianos que descubren a Jesús en la 
comunidad y el compromiso social, más la oración y la fiesta: 
que su fe no pueden expresarla en las viejas estructuras, 
porque no cabe en ellas. Por eso mucha gente no los 
entiende. Subrayar desde «nadie recorta» hasta «manto 
viejo» (v. 36); desde «nadie echa» hasta «odres viejos» (v. 
37); y «el vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos» (v. 
38).
El pasaje empieza con una acusación de los fariseos contra 
Jesús, porque los discípulos de éste no ayunaban tanto 
como ellos. Por querer ser perfectos, los fariseos ayunaban 
más de lo que mandaba la Ley. En cambio, Jesús y sus 
discípulos no ponían el acento en los preceptos externos, 
sino en la vida nueva. El pasaje revela también los roces 
entre los primeros cristianos y los discípulos de Juan 
Bautista. Los fariseos están picados. Subrayar «los tuyos, a 
comer y beber» (v. 33).
Jesús responde con la comparación de la fiesta de bodas. El 
es el novio, y sus discípulos, los amigos del novio. Es una 
respuesta a la vez irónica y verdadera. Para los fariseos, la 
religión era exigencia; para Jesús, alegría y fiesta. Porque se 
trata de nuevo nacimiento y vida nueva. Subrayar desde 
«¿Queréis que ayunen» hasta «dura la boda?».

Para orar, lo mejor es imaginarme la escena, mirar mucho a 
Jesús, reír, gozar mucho con El. Escucho lo que me dice 
personalmente. Me hablará de vida nueva, de adquirir 
mentalidad nueva, gozar mucho y pasarlo bien. Me dirá que 
debo poner el acento en dos cosas: nacer de nuevo y fiesta; 
que no ponga remiendos ni petachos a mi vida, sino que la 
cambie entera.
Conviene usar la imaginación; orar con mucho sentimiento; 
hablar y escuchar mucho a Jesús. Debo darle mil veces 
gracias por haberme llamado a su fiesta.

D. Otra oración
Con /Lc/19/01-10.
Método, personajes, en este orden: Zaqueo, Jesús, la gente 
que murmuraba.

Breve explicación del pasaje
Es la preciosa historia de un hombre pecador, que realiza 
también la conversión y el nuevo nacimiento. Está cargado 
de elementos significativos. Veamos los tres personajes del 
relato.

- Zaqueo. Es jefe de recaudadores y, por lo tanto, 
doblemente explotador. Tiene gran interés por ver a Jesús y 
lo consigue. Se pone muy contento al recibir la invitación.
¿Qué le pasó en la comida con El? No lo sabemos. Pero 
conocemos el resultado: la mitad de sus bienes fueron a 
parar a los pobres; y devolvió sus fraudes multiplicados por 
cuatro. Este personaje se nos hace muy querido. Subrayar: 
Jefe de publicanos (2), trataba de distinguir quién era Jesús 
(3), se adelantó corriendo (4), se subió a una higuera (4), 
muy contento (7), se puso en pie (= signo de decisión) (8), la 
mitad de mis bienes se la doy a los pobres (8), se lo restituiré 
cuatro veces (8).

- Jesús. Toma la iniciativa y se invita a casa de Zaqueo. 
Elige la casa que menos podía imaginar aquella gente, la de 
un pecador, un mal visto, jefe de recaudadores.
Murmuran contra él, pero sigue adelante. Y le dice a Zaqueo 
unas palabras impresionantes. Subraya: levantó la vista (5), 
hoy tengo que alojarme en tu casa (5), hoy ha llegado la 
salvación a esta casa (9), también él es hijo de Abraham (9), 
este hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido (10).

* La gente. Murmura contra Jesús, por haber entrado a 
hospedarse y comer a casa de un pecador. Recordemos: 
comer era un acto de gran unión. Eso no podía hacerse con 
un pecador. Mucho menos, hospedarse. Jesús sigue 
decidido su camino. Subrayar: murmuraban todos (7).
El evangelista, al final del viaje de Jesús hacia Jerusalén, 
nos presenta en este cuadro algunas de sus notas 
preferidas, como: 
-. La conversión verdadera pasa por el desprendimiento 
económico y el reparto de bienes. Esta idea queda muy 
acentuada en el pasaje. Sin esto no hay nuevo nacimiento.
- Jesús cercano a los pobres, así como a los pecadores, mal 
vistos y marginados, aunque sean ricos; se compromete con 
ellos, y les trae la liberación personal y social. Todo lo cual 
provoca escándalo entre los buenos, sobre todo cuando 
dice: También él es hijo de Abraham. Esta frase, dicha de un 
publicano, tenía que sonar como una provocación a oídos 
judíos.

Para orar, nada mejor que imaginar la escena y meterse 
dentro de Zaqueo. Luego hacer con él todo el recorrido. 
Recuerdo mi búsqueda de Jesús, más o menos consciente y 
sincera. Pero es El quien ha salido a mi encuentro, para 
ofrecerme fe, justicia, comunidad, o sea vida nueva, el nuevo 
nacimiento, la conversión. Escucho sus increíbles palabras, 
que me dice a mi, a mi personalmente. Las saboreo. Admiro 
el compromiso y la compañía de Jesús. Deseo 
comprometerme como él. Y ¿qué le digo? ¿Qué le ofrezco? 
¿Qué le prometo hoy, puesto en pie? Ojalá sea un diálogo 
cálido y confiado, lleno de sentimientos vivos. Hoy viene la 
salvación a mi casa.

PATXI-LOIDI
NUEVA EXPERIENCIA RELIGIOSA
Cuadernos FE Y JUSTICIA 6
Ediciones EGA. Bilbao-1987