CONCIENCIA MORAL1


A. DIMENSIÓN MORAL DE LA PERSONA HUMANA

1. Dos significados de la palabra «conciencia»
La palabra conciencia tiene muchos significados; pero pueden 
reducirse a dos:

­Primero: el hecho de «darse cuenta de algo».
­Segundo: el conocimiento del bien y del mal.

Al primer significado pertenecen expresiones como «tener 
conciencia» de mis capacidades y limitaciones; «tomar conciencia» 
del problema del paro; «ser consciente» del poder de las 
estructuras, etc. Con el mismo significado han nacido las modernas 
palabras «concientizar» y «concientización» (= mentalización). Pero 
el uso más importante de este primer significado es el que se refiere 
al propio yo: conciencia de mí mismo; de mi personalidad; de que 
soy alguien y no algo; de que soy sujeto de derechos y deberes; 
resumiendo, tomar conciencia de que soy persona y no cosa.
Para el segundo significado (conocimiento del bien y del mal) se 
añade la palabra moral: «conciencia moral». En esta catequesis 
usamos la palabra conciencia con el segundo significado.

2. La palabra «moral»
La palabra «moral» se usa en las competiciones deportivas, para 
significar el ánimo y la voluntad de victoria. Tal equipo venció, a 
pesar de tener un lesionado, porque tenía mucha moral. El otro, 
con ser mejor, perdió por falta de moral.
MORAL/QUE-ES: En esta catequesis, la palabra «moral» no tiene 
ese significado, sino que se refiere al bien y al mal del 
comportamiento humano. La palabra «moral» es muy parecida a la 
palabra «ética». Cuando una persona es muy honrada, muy 
íntegra, decimos que tiene «mucho sentido moral» o bien «mucho 
sentido ético». Es como decir que tiene «mucha conciencia».
Para entender mejor todo esto, pensemos en nuestras propias 
acciones. Hoy me he levantado, he tomado un bocadillo a media 
mañana, he venido a comer, he estado con unos amigos, etc. Si 
analizo estos actos, encuentro tres niveles:

­Primero, el acto en sí mismo, el acto desnudo, sin más 
consideraciones: hemos ido varios amigos a un bar y hemos 
tomado un bocadillo.
­Segundo, el acierto o desacierto de una acción. Por ejemplo: en el 
bar he pedido un vino, y tenía que haber pedido un bocadillo, 
porque hoy tengo el estómago delicado. Otro caso: en aquel trato, 
debía haber puesto condiciones distintas. Otro: he cambiado de 
médico y he acertado. En todos estos casos me fijo en el aspecto 
técnico de la acción, su acierto o desacierto.
­Tercer nivel, el del bien o el mal. Por ejemplo: mientras tomábamos 
el bocadillo, he discutido con Fulana y le he dicho cosas que no 
debía; cuando he hecho un trato con Fulano, se la he jugado a 
otro, al que habla prometido algo, etc.

El aspecto moral de nuestras acciones se sitúa en este tercer nivel. 
Ahí es donde actúa la conciencia moral y nos dice si hemos obrado 
bien o mal.
El segundo y tercer nivel se distinguen muy bien cuando una acción 
es ventajosa y sin embargo mala. Por ejemplo: he vendido un coche 
viejo por 150.000; ha sido una operación ventajosa, porque aquel 
coche no valía más de 50.000; pero he obrado mal. Buena venta, 
pero moralmente esta acción ha sido mala.

3. El sentido-moral
Todo ser humano tiene en germen una capacidad especial para 
captar el tercer nivel, el bien y el mal de las acciones. Ese germen 
necesita desarrollo y educación, pero existe en todo ser humano, 
por el mero hecho de ser persona. Pues bien, a esa capacidad la 
llamamos sentido moral: una especie de olfato interior para percibir 
el bien y el mal.
Ese sentido moral está inserto en la misma conciencia del yo: al 
sentirse persona, el ser humano se siente persona moral, persona 
capaz de bien y de mal. Esto quiere decir que la dimensión moral no 
es un añadido de la persona humana, sino un componente esencial 
de la misma. La persona es, por su propia esencia, una persona 
moral, una persona que puede hacer el bien o el mal.

4. Dimensión moral y dignidad humana
H/DIGNIDAD: Llamamos «dignidad-humana» al hecho de que la 
persona humana es merecedora del máximo respeto. La persona 
humana es lo más importante del mundo. Todas las realidades del 
mundo están al servicio de la persona humana, incluso el estado. 
La persona humana es el fin de todo, y nunca debe ser medio para 
otras cosas. Por eso, no es licito utilizar o manipular a la persona 
humana nunca jamás. En esto consiste la dignidad de la persona.
Esta dignidad la tiene todo hombre o mujer, por el mero hecho de 
ser persona. No sólo los buenos, sino también los malos, los 
criminales. Estos deberán ser juzgados y condenados, pero por 
métodos humanos, que no contradigan esa dignidad. La dignidad 
humana no reside en los seres humanos buenos, sino en todo ser 
humano, por el mero hecho de serlo.
Y ¿de dónde le viene al ser humano esa dignidad? Pues en gran 
parte, de su dimensión moral. El ser humano tiene esa dignidad por 
poseer la nota de la responsabilidad y de la moralidad. Eso es lo 
que le da la altura de ser fin, y nunca medio.

5. ¿De dónde nace la dimensión moral?
La persona humana es DINÁMICA y ABlERTA.

­Dinámica: está haciéndose continuamente; nunca está terminada.
­Abierta: entra en relación con otras personas; recibe y da; y con ello, cambia, 
crece y se perfecciona.

Estas dos cualidades vienen a ser sólo una: la persona es dinámica por ser 
abierta. El animal es un ser terminado, estático y cerrado, salvo en lo físico.
Esta estructura abierta y dinámica de la persona humana tiene tres 
direcciones:

­Primero, abierto a si mismo, pues el ser humano está llamado a realizarse 
continuamente, sin fin.
­Segundo, abierto a los demás seres humanos, puesto que no se realiza solo, 
sino con ellos, dando y recibiendo: se realiza ayudando a otros y siendo 
ayudado por ellos. A esta apertura a los demás se le llama la «primera 
trascendencia». (Trascender = salir de si mismo e ir adonde otro ser libre); y 
en ella coincidimos los creyentes y los no creyentes humanistas.
­Tercero. Los cristianos creemos que el ser humano está abierto además a 
otra realidad superior, que es Dios. Es la segunda trascendencia, distinta de 
la primera, pero relacionada con ella.

Esta estructura personal abierta y dinámica, le marca al ser humano con la 
nota de la RESPONSABILIDAD. El ser humano es un ser responsable; es 
decir, alguien que debe responder ante si mismo, ante los demás, y ante 
Dios. Pues bien: el sentido moral, la dimensión de la persona humana, nace 
de la responsabilidad; más aún, consiste en la responsabilidad. Ahora se ve 
con mayor claridad que la dimensión moral pertenece a la esencia de la 
persona.

6. Moral de responsabilidad, buena noticia
Muchas veces solemos ver las orientaciones morales como una carga 
pesada. Pues no debe ser así, precisamente porque la moral de 
responsabilidad nace de dentro de nosotros mismos. La moral de 
responsabilidad es una buena noticia, como se ve por las razones 
siguientes:

­La dimensión moral reside en la misma persona.
­Las orientaciones morales no son leyes impuestas desde fuera, sino que 
nacen de la estructura ( = modo de ser) de la persona.
­La moral de responsabilidad es moral dialogal, consigo mismo, con el 
prójimo y con Dios. Antes que moral de obligaciones, es moral de amor.
­Además es una moral dinámica, en consonancia con el proceso de la historia, 
y no una serie de preceptos estáticos y fijos.

Es cierto que hay unos principios universales; por ejemplo: Haz el bien y no 
hagas el mal; ama al prójimo como a ti mismo. Pero esos principios, además 
de nacer de dentro, son dinámicos y vivos como la historia humana. Frente a 
una moral de obligaciones, la moral de responsabilidad es una buena noticia, 
porque se orienta al perfeccionamiento integral del ser humano.
Con todas estas explicaciones previas podemos pasar a estudiar lo que es la 
conciencia.


B. CONDICIONES Y FACTORES DE LA MORALIDAD

7. Condiciones para que haya acción moral
No todas las acciones del ser humano son acciones morales; es 
decir: no todas tienen dimensión moral. Por ejemplo: la circulación 
de la sangre, la respiración, la digestión, no tienen dimensión moral; 
no son acciones morales. Para que un acto tenga dimensión moral, 
y por tanto responsabilidad, debe cumplir tres condiciones:

-Primera, conocimiento y advertencia: conocer lo que se hace y 
darse cuenta de ello.
-Segunda, voluntariedad: quererlo.
-Tercera, libertad: tener la posibilidad de hacerlo o no hacerlo: no 
estar coaccionado, forzado, por violencia exterior o por violencia 
psicológica.

Cuando una acción carece de una de esas tres condiciones, no es 
acción moral; no es ni buena ni mala. La persona no tiene 
responsabilidad moral. Si alguna o las tres condiciones se da a 
medias, la responsabilidad moral disminuye. Esto vale para el mal y 
para el bien. En ambos casos hace falta conocimiento, 
voluntariedad, libertad.

8. Cuatro causas que disminuyen la dimensión moral de una 
acción
Todo aquello que quite o disminuya cualquiera de las tres 
condiciones anteriores, quita o disminuye la dimensión moral y por 
tanto la responsabilidad. Vamos a citar cuatro causas que pueden 
hacer eso.

La Ignorancia. Afecta al conocimiento y a la advertencia. Con 
ignorancia total, no hay responsabilidad moral, ni para bien, ni para 
mal. Con ignorancia parcial, hay responsabilidad parcial: 
directamente, soy responsable de esa ignorancia que podía haber 
evitado; indirectamente, lo soy del acto mismo y de sus 
consecuencias.

La Excitación. Afecta a la voluntad y disminuye mi querer. Cuando 
es muy, muy grande, quita toda la responsabilidad moral. En otros 
casos la quita parcialmente.

El Miedo. Afecta igualmente a la voluntad, pero también a la 
libertad. Según el grado de miedo, disminuye más o menos la 
responsabilidad moral.

La Violencia. Puede ser física o psíquica. La violencia afecta a la 
libertad de la acción, y por tanto quita o disminuye la 
responsabilidad moral.

A estas cuatro causas se puede añadir otra: los hábitos. Los hábitos 
buenos no disminuyen la responsabilidad positiva. Los malos, sí: 
disminuyen la responsabilidad negativa, cuando el sujeto se 
esfuerza por corregirse.

NOTA. Estamos usando constantemente la expresión acción moral y 
responsabilidad moral. Es para distinguir todo ello de la 
responsabilidad judicial. Por ejemplo, me excito tanto, que golpeo a 
una persona. Si mi excitación fue total e imprevista, no tengo 
responsabilidad moral; pero puedo tener responsabilidad judicial, 
pueden pedirme cuenta judicialmente; y en ese caso, estoy 
obligado a responder ante el juez y acatar su veredicto.

9. Tres factores de moralidad
Este título (tres factores de moralidad) quiere decir que la dimensión 
moral o moralidad de una acción nace de la síntesis de tres 
factores. Esos tres factores son: 1) la acción en sí misma, la acción 
desnuda; 2) la intención del sujeto; 3) las circunstancias.
El más importante de los tres es el primero, la acción: el bien y el 
mal dependen sobre todo de que la acción sea buena o mala. Pero 
también tienen su peso la intención y las circunstancias, porque 
pueden modificar el grado de bien o de mal de una acción.

a) Ante todo, nos interesa conocer LAS RELACIONES ENTRE LA 
ACCIÓN Y LA INTENCIÓN.

­Acción buena más intención buena = obra moralmente buena.
­Acción en sí misma indiferente más intención buena = obra 
moralmente buena.
(Ejemplo: salir de paseo por acompañar a un amigo; salir de paseo 
para pasarlo bien).
­Acción buena más intención mediana o mala = obra moralmente 
dudosa, o poco buena, o incluso mala. (Ejemplo: hacer favores para 
demostrar mi superioridad; sacrificarme para que me alaben; subirle 
a uno de puesto para que se estrelle; etc.).
­Acción mala más intención buena = obra mala. La buena intención 
no hace buena a una obra mala. (Ejemplo: robar para hacer 
limosna; para poder ayudar más a otros, etc.).

b) Las CIRCUNSTANCIAS modifican el bien o el mal de los dos 
factores anteriores: acción e intención.

­La primera circunstancia es quién es el sujeto; cuál es su 
personalidad. Un hecho negativo es más grave si el sujeto es muy 
creyente; lleva muchos años de formación cristiana; ha hecho 
público su compromiso; es un responsable; o, aunque no sea muy 
creyente, si tiene más estudios; o es jefe; o es gobernante, etc. 
Igualmente un hecho positivo puede tener mayor bien moral según 
la personalidad del sujeto.
­Otras circunstancias son el lugar, los medios, el modo, etc.

Pueden ponerse muchísimos ejemplos. Dos personas sacrifican la 
mañana de un domingo por el barrio, por la comunidad, por no 
faltar a una reunión, etc; pero resulta que una de ellas ha trabajado 
toda la noche. Otro caso: dos personas roban al fisco; pero resulta 
que una gana mucho y la otra anda muy ajustada. Es lo del 
donativo de la viuda, que nos cuenta el evangelio (Lc 21, 1-4). Dio 
muy poco. Pero Jesús dijo: «Ha dado más que nadie; porque ha 
dado de lo que le faltaba».
Otro tanto puede decirse de una mentira: su gravedad cambia con 
las circunstancias, y puede llegar a ser gravísima. (Mentir delante 
de un tribunal de justicia). O un silencio: las circunstancias pueden 
hacerlo malo o bueno, y más malo o más bueno, etc. Si tenemos 
buena voluntad, el sentido común nos guía suficientemente para 
juzgar sobre todos estos casos.
Recordemos, pues, los nombres de estos tres factores: la acción en 
sí misma; la intención; las circunstancias.


C. CONCIENCIA Y LEY MORAL

10. La conciencia moral
La conciencia moral es la misma conciencia del yo, cuando juzga 
sobre el bien y el mal de las acciones humanas. Desde el sentido 
de responsabilidad, la propia persona mira la dimensión moral de 
las acciones humanas (tercer nivel; N.° 2) y la juzga: he obrado 
bien, he obrado mal. Entonces la conciencia del yo se convierte en 
conciencia moral, o sea conciencia del bien y del mal.
La conciencia juzga antes y después de las acciones:
­Antes: me indica lo que debo hacer.
­Después: juzga mi acción; la aprueba o la desaprueba.

11. La ley moral
La dimensión moral reside realmente en la persona humana. El 
criterio supremo del comportamiento moral es la conciencia. Sin 
embargo, hace falta algún criterio objetivo, algo de fuera de la 
persona, que oriente a la conciencia. Ese criterio objetivo, de fuera 
de la persona, está en los valores morales y en la ley moral.
Los valores morales son la meta, la utopia, a la que debemos 
aspirar durante toda nuestra vida. Por ejemplo: la justicia, la 
solidaridad, la libertad, la verdad, etc.
La ley moral es la concreción escrita de esos valores, para que no 
se queden demasiado abstractos. Pero es una concreción siempre 
imperfecta. Por eso, la ley debe perfeccionarse constantemente, de 
acuerdo con los avances históricos, para acercarse lo más posible 
a la utopia de los valores morales. Y por eso también, nosotros 
debemos mirar siempre más allá de la ley moral, hacia los valores.

12. Relaciones entre la conciencia y la ley
a) El criterio supremo de comportamiento es la conciencia, por 
encima de toda ley. Esta es la aportación más importante del NT.
b) La ley no es el motor de la conciencia. El motor de la conciencia 
es:
­por un lado, el sentido moral, la dimensión moral de la persona 
humana: o sea, su responsabilidad 
­y por otro lado, los valores morales, que deseamos encarnar en 
nuestra propia persona.

c) Entonces ¿qué es la ley? La ley es un pedagogo, y una señal de 
alarma.
­Como pedagogo, la ley nos orienta y educa en los primeros pasos 
de la vida moral; nos ilumina sobre los valores morales: nos hace 
mirar hacia ellos, para que los vayamos asimilando.
-Como señal de peligro, nos dice cuándo llegamos al limite de la 
ruptura con los valores; cuándo los hemos destruido dentro de 
nosotros mismos; y cuándo nos estamos engañando a nosotros 
mismos.

d) Por eso, el mal, el pecado no está en quebrantar la ley. El mal 
está en dar la espalda a los valores morales y en obrar contra la 
conciencia. Lo que hace la ley es dar la señal de alarma, y la señal 
de accidente o de muerte moral, cuando la conciencia sola no 
funciona.
e) Así, pues, antes de quebrantar la ley ya habíamos pecado, al ir 
contra los valores morales de nuestra propia conciencia. Atención a 
esta idea, que es importantísima.
Esto es lo que, de una forma menos sistemática, está dicho en un 
pasaje impresionante de los evangelios, que puedes leer ahora 
mismo. (Mt 15, 1-20). Lo explicamos brevemente.

1.º Los judíos legalistas jugaban (= trampeaban) a su favor con la ley 
moral del Antiguo Testamento. Jesús les critica esto severamente 
con algunos ejemplos y con una cita del profeta Isaías.
2.º Y añade más: Por supuesto que jugar con la ley está muy mal. 
Eso por descontado. Pero incluso el cumplir bien la ley no basta, 
porque el verdadero bien moral está más allá de la ley; está en el 
corazón. Es lo que dice el vers. 19 que es la culminación del 
pasaje.

Los valores morales del cristiano son los que están en los 
evangelios y sobre todo en la persona de Jesús. Jesús es la 
encarnación de los valores morales del cristianismo.
La ley moral del cristiano son los principios, sugerencias y preceptos 
que aparecen en los evangelios, que pueden ser propios de aquel 
momento histórico. Nos interesan sobre todo los valores 
evangélicos y la persona de Jesús. Todo esto se explica con más 
detalle en el número siguiente.

13. Ley y valores morales del cristiano
El número anterior es muy importante, pues sin quitar importancia a 
la ley, la coloca en su verdadero sentido, en relación con la 
conciencia. Sin embargo, como cristianos debemos añadir algo 
más.

Valores morales del cristiano. En el número anterior hemos hablado 
de valores morales en general, hemos citado cuatro. Ahora hemos 
de preguntarnos: ¿Cuáles son los valores morales del cristiano? 
¿Son esos mismos? Pues sí, son esos mismos, pero radicalizados, 
es decir llevados hasta la raíz, como hizo Jesús, y son todos los 
demás valores que aparecen en los evangelios: el servicio, la 
pobreza, el compartir, la compasión comprometida, el amor en 
obras. Las bienaventuranzas recogen una síntesis de esos valores; 
y otros pasajes, como los referentes a los pequeños, a la vida 
comunitaria, a la sencillez, a la sinceridad, también.
Pero la esencia de los valores morales evangélicos no está escrita 
ni puede estarlo, porque no se puede plasmar en palabras, ni 
siquiera las del evangelio. La esencia de esos valores es LA 
PERSONA MISMA DE JESÚS: El es la encarnación suprema de los 
valores morales.

La ley moral del cristiano es la concreción de esos valores, que 
aparecen en forma de principios, sugerencias y preceptos a lo largo 
del evangelio. Estos preceptos y sugerencias son concreciones de 
los valores morales del evangelio. Además algunas son 
adaptaciones para aquella circunstancia histórica (tiempo y lugar en 
que se escribió tal evangelio), y pueden no tener la misma validez 
para hoy en día. Por lo tanto, nos interesan más los valores 
evangélicos. Las concreciones habrá que confrontarlas con ellos y 
con la persona de Jesús.

Y ¿los mandamientos? Durante mucho tiempo, los cristianos hemos 
cometido el error de tomar como ley nuestra, los mandamientos. Y a 
este error hemos añadido algunas veces otro mayor: ponerlos por 
encima de la conciencia. Pues bien: hemos de rectificar ambos 
errores (si es que los tiene todavía alguno) y hemos de afirmar:

­Primero, que nuestra ley es el evangelio. El evangelio incluye los 
mandamientos, pero los supera: en los contenidos, en el espíritu 
(predominio de valores sobre leyes) y hasta en el estilo (los 
mandamientos tienen forma de prohibiciones; el evangelio, no).
­Y segundo, que la conciencia es el criterio supremo siempre. incluso 
frente al evangelio.

Ahora bien, si la conciencia pasa incluso por encima del evangelio, 
los mismos criterios que dábamos en el N.° 12 valen para la relación 
entre la conciencia y el evangelio. Será difícil que un cristiano 
encuentre oposición entre su conciencia y el evangelio, sobre todo 
si lo entendemos como unos valores ideales, encarnados en la 
persona de Jesús. Pero si se diera tal colisión en algún caso, debe 
igualmente prevalecer la conciencia.

14. Criterio supremo, ¿siempre?­Conciencia errónea y 
dudosa
Quede claro que la conciencia es el criterio supremo del 
comportamiento moral. Esto es muy liberador. Y no hay que 
extrañarse de ello, porque es la consecuencia de la dignidad 
humana. Si la persona es el valor supremo, si es el fin de todas las 
realidades y nunca es medio para nada, entonces no hay que 
extrañarse demasiado de que la conciencia sea también el criterio 
supremo. Pero ¿lo es siempre, sin excepción, incluso cuando la 
conciencia está mal formada? Veamos los dos casos más 
especiales.

a) Conciencia-errónea. Se da este nombre a la conciencia de una 
persona que está equivocada. Es decir, el evangelio dice una cosa, 
la conciencia dice otra incompatible con el evangelio; y resulta que 
la conciencia está realmente equivocada. ¿Qué hacer? Pueden 
darse los casos siguientes:

1º.El interesado ni siquiera sospecha que está equivocado, por 
ignorancia, por mala formación, o por lo que sea. En tal caso, debe 
seguir lo que le dice la conciencia.
2º.El interesado sospecha que está equivocado. Debe consultar, 
debe informarse. Y después, obrar en conciencia.
3º.El interesado tiene cierta formación; sabe lo que dice el evangelio, 
y sin embargo su conciencia le dice otra cosa. En este caso, debe 
también obrar en conciencia; eso ante todo. Pero además debe 
hacerse dos preguntas:
­Primera: si esa oposición es sobre un punto fundamental del 
evangelio, debe preguntarse si él es realmente cristiano, puesto 
que cristiano es el que acepta el evangelio.
­Segunda: si esa opción es sobre un punto muy concreto y no 
fundamental, debe preguntarse si ese punto es una concreción 
hecha para aquella época.
Además, en ambos casos, debe consultar a una persona bien 
preparada, cuanto antes. Para este tipo de consultas, la ciencia o 
preparación del consejero es fundamental. El que no consulta a una 
persona preparada. no actúa responsablemente.
4º.Cuarto caso: el interesado no sabe que está equivocado; pero 
sabe que no tiene formación. Entonces lo que debe hacer es 
buscar el modo de formarse, aunque no tenga dudas en tal o cual 
caso concreto.

En conclusión, en caso de conciencia errónea se mantiene en pie la 
afirmación de que el criterio supremo es la conciencia.

b) Conciencia-dudosa.
Es el caso de la persona que vacila entre dos o más opciones 
contrarias. Unas veces ve el bien en un lado; otras, en otro. Duda, 
no ve con claridad cuál es el comportamiento moralmente bueno. 
¿Qué hacer? 

1º.Supongamos que se trata de una persona habitualmente dudosa. 
Lo más conveniente es que busque un consejero y que, durante 
una temporada, se entreviste regularmente con él hasta adquirir 
claridad y seguridad.
2º.Supongamos que la persona no es habitualmente dudosa; lo que 
tiene es una duda concreta. En tal caso.
-Si puede consultar y formarse, debe hacerlo.
­Si no tiene tiempo de consultar, debe sopesar los pros y los contras 
de cada posibilidad; y luego elegir la decisión que le parezca más 
moral. Todo ello, con plena tranquilidad. Ahora bien, puede efectuar 
la consulta después de haber actuado, con objeto de formarse para 
ulteriores veces.

Como se ve, volvemos siempre a la misma conclusión: al final, 
después de las consultas, el criterio supremo sigue siendo la 
conciencia.

15. No intentemos engañar a nuestra conciencia
Hay personas que entienden la conciencia de una manera muy 
peculiar: la conciencia es lo que más les gusta, lo más cómodo, lo 
que más les atrae, etc. No hace falta decir que tales personas se 
engañan; o mejor dicho, intentan engañarse. Acaban en el peor 
mal, que es la hipocresía.
Otras personas, cuando la dificultad es grande, sacan excusas 
inmediatamente. «Es que no puedo», «Es superior a mis fuerzas», 
etc. También estas personas intentan engañar a su propia 
conciencia. Se olvidan, voluntariamente, de que obrar bien es a 
veces muy costoso, porque llevamos dentro la inclinación al mal.

­Y ¿si realmente no puedo? Por ejemplo: «Yo no puedo perdonar 
¿qué hago?» Reconoce tu debilidad humildemente ante Dios, ora 
con fuerza, y esfuérzate poco a poco con constancia.
­Y ¿si el inconveniente es muy grave? Por ejemplo, un embarazo 
imprevisto; y la familia es pobre. ¿Qué hacer? Ni la pobreza ni la 
incomodidad justifican un caso tan contrario a la Biblia como la 
eliminación de una posible vida humana.

Otras veces jugamos con las consultas. Consultamos para confirmar 
nuestros deseos y buscar una justificación. Y si no nos dicen lo que 
queremos, nos justificamos apelando a la conciencia. «Si, pero yo lo 
veo de otra forma».­Pero eso ¿no lo veías antes de consultar? 
¿Qué buscabas en la consulta? Y ese «ver de otra forma» ¿qué 
significa? ¿Que lo ves así con razones serias de conciencia, o con 
tu inclinación egoísta? Estas observaciones no quieren decir que, 
después de una consulta, debamos hacer al pie de la letra lo que 
nos han aconsejado. Las consultas son para iluminarme. Después, 
debo decidir yo en conciencia. Lo que aquí se critica es el caso de 
las consultas «interesadas». Consultemos con libertad y 
sinceridad.
Se podrían poner muchos casos semejantes. La conciencia es el 
criterio supremo, pero no juguemos con la conciencia, porque 
jugamos con los valores morales, con nosotros mismos y con Dios. 
Pero si obramos con sinceridad, no tengamos el menor miedo. Dios 
nos llama al gozo y a la libertad.


D. CONCIENCIA, EVANGELIO, LIBERTAD

16. Voluntad de Dios y conciencia
Nos dicen que hay que poner la voluntad de Dios por encima de 
todo. ¿Qué es antes: la voluntad de Dios o la conciencia? Pues la 
verdad es que no hay oposición entre voluntad de Dios y 
conciencia, sino todo lo contrario. Veámoslo:

a) Es cierto que hay que poner la voluntad de Dios por encima de 
todo.
b) Pero ¿cómo conocemos la voluntad de Dios? Por dos criterios, 
que debemos aplicar a las situaciones concretas: uno objetivo, que 
son los valores morales del evangelio; otro subjetivo, que es la 
conciencia. Pero de estos dos criterios, el supremo es la 
conciencia.
c) Por lo tanto, la voluntad de Dios coincide con la conciencia.

En conclusión, podemos hacer estas dos afirmaciones:
- La voluntad de Dios es lo que me dice mi conciencia.
- La voluntad de Dios es mi propia voluntad, cuando obro en 
conciencia.

Y ¿cuando no obro en conciencia? En ese caso, voy contra la 
voluntad de Dios, no por oponerme a una supuesta orden de Dios, 
sino por destruirme a mí mismo. Dios quiere que sea yo mismo, y 
que lo sea a tope. Me quiere adulto y libre.

17. Formación de la conciencia
CONCIENCIA/FORMACION: Según todo lo anterior, la formación de 
la conciencia es la tarea más urgente del cristiano. La formación de 
la conciencia incluye tres estratos:

­ Primero, formación intelectual; conocimiento básico serio del 
evangelio y de los valores morales cristianos.
­ Segundo, asimilación del evangelio y de esos valores por la oración 
y la reflexión personal y grupal.
­ Tercero, esfuerzo práctico de cambio, es decir, de práctica de todo 
lo anterior.

Hacen falta los tres estratos. Cuando sólo cultivamos el primero, el 
cristianismo queda reducido a un intelectualismo, que no da vida 
nueva; con sólo el segundo, caemos en el espiritualismo 
sentimental y a veces fanático; con sólo el tercero, incurrimos en el 
voluntarismo del puro hacer, y al final en el vacío.
CADO/QUE-ES: Cuando se cultivan equilibradamente los tres 
estratos, se producen paulatinamente los tres cambios: cambio de 
disposición interior, de escala de valores, y de comportamiento. 
Precisamente esto es el catecumenado. El catecumenado o escuela 
de fe, es la escuela del nuevo nacimiento, y a la vez la escuela de la 
formación de la conciencia.

18. Tres grados de conciencia2
Los cristianos podemos tener tres grados de conciencia. El grado superior, si 
es correcto, contiene el o los inferiores.

a) La conciencia humanista, basada en los valores morales humanistas.
b) La conciencia cristiana, basada en los valores morales del evangelio.
c) La conciencia cristiana profética. Se basa también en los valores 
evangélicos. Pero se identifica de tal forma con la persona de Jesús, que 
rompe los moldes de lo normal y de lo sensato. Y, como Jesús, empieza a dar 
y arriesgar por él, incluso los bienes legítimos y positivos.

La conversión cristiana, el nuevo nacimiento, es un proceso creciente de 
radicalización evangélica, que empieza por la conciencia humanista, la 
honradez y la integridad. y va avanzando hacia los valores evangélicos y las 
opciones proféticas. La opción profética máxima fue la cruz. Jesús no buscó la 
cruz; la temió y la rehuyó. Pero se radicalizó de tal forma por el Reino de Dios, 
que se hizo pobre hasta carecer de lo necesario; se unió a los últimos de la 
tierra, y acabó en la cruz.
Las «vocaciones especiales» suelen nacer cuando una persona empieza a 
entrar al tercer grado de conciencia; aunque este grado se puede alcanzar 
igualmente con la vocación más normal y ordinaria. Pero recordemos que, 
incluso en ese tercer grado, seguimos teniendo «pecado original» (= egoísmo 
de raíz), y necesitamos descender humildemente a la conversión más 
elemental. a la sinceridad y la honradez 

19. El discernimiento
Frecuentemente no está clara la voluntad de Dios, sencillamente porque no 
está claro lo que debo hacer en conciencia. En estos casos hace falta 
discernimiento cristiano. El discernimiento es uno de los signos evangélicos 
más importantes, puesto que los cristianos ponemos la conciencia por 
encima de cualquier ley.
El discernimiento cristiano puede ser personal y grupal. Algunos llaman 
discernimiento a la discusión de un problema para tomar una decisión. 
Ciertamente, el discernimiento acaba en una decisión. Pero es una actividad 
mucho más lenta y profunda que una discusión grupal.
Para hacer bien el discernimiento, sea personal o grupal, hace falta el 
acompañamiento de un experto (persona de ciencia y experiencia cristiana, y 
de don de consejo). Aquí nos limitamos a indicar algunos puntos.

a) El discernimiento cristiano no puede ser rápido. Cuanto más influyente sea 
una decisión, más lento y pensado debe ser el discernimiento.
b) El discernimiento cristiano es una síntesis de análisis de los datos y oración. 
Se añaden ejercicios comparativos entre las consecuencias de las dos o tres 
opciones posibles, con objeto de ver con mayor claridad, o confirmar lo que ya 
vemos. El análisis de datos a favor y en contra de una opción, se hace 
friamente, como lo haría un ateo.
c) Hay un paso previo, que consiste en templar la disposición interior por medio 
de la oración, para evitar el estar más inclinado a un lado que a otro. Después, 
sólo después, se desarrolla la generosidad: no para optar necesariamente 
por lo más duro, sino precisamente para adquirir el debido equilibrio. Sólo la 
disposición y la generosidad nos sitúan en el justo medio. A partir de ahí, 
puedo pasar a los ejercicios del punto b).

El discernimiento cristiano no vale solamente para tomar una buena decisión, 
sino que produce otro efecto sorprendente: que, mientras lo voy haciendo, me 
voy transformando más y más. Lo cual no quiere decir que el discernimiento 
sea una trampa para tomar la opción más costosa. ¡Ni mucho menos! El 
evangelio es radical, pero no rigorista. Lo cristiano no es lo más costoso.

20. Cristiano adulto, libertad y conciencia
Dios nos quiere adultos. Dios quiere que caminemos por nuestro 
propio pie.
Dios nos quiere también libres, con libertad exterior, y con libertad 
interior.
¿Adultez y libertad van unidos? Pues sí. La adultez comprende 
además el hacer mía la tarea del Reino de Dios, pero va totalmente 
ligada a la libertad. Y resulta que ambas se consiguen por la 
conciencia.
A más conciencia, más adultez y más libertad. Porque vivir de la 
conciencia no es vivir de leyes, sino de mi propio yo; de lo mejor de 
mi yo; de mi yo moral, donde radica mi dignidad. Y, al mismo tiempo, 
vivir de mi conciencia es vivir de Jesús.
(Magnifica simbiosis! La conciencia unifica adultez, libertad y 
evangelio. ¿No habíamos oído mil veces que el evangelio es 
libertad y que el evangelio es Jesús? Pues ahora lo entendemos 
claramente: la clave está en la conciencia. La voluntad de Dios es 
mi propia voluntad, si obro en conciencia.
Esto es la gran Carta a los Gálatas. Esto es el evangelio. Esto es 
Jesús. Esto es el Dios gratuito, que sólo quiere que yo sea yo; que 
alcance mi verdadero yo.


APÉNDICE:
LA AMORALIDAD

1. La moral o ética abarca todas las acciones humanas
A veces, las palabras «moral» e «inmoral» se aplicaban solamente a 
ciertas zonas del comportamiento humano, especialmente a la 
sexualidad. Por ejemplo, se dice que hay mucha inmoralidad para 
referirse a falta de moral en el terreno sexual.
Este uso es inadecuado, porque las palabras «moral» o «inmoral» 
se aplican a todo el comportamiento humano. Inmoral puede ser, no 
solamente una película pornográfica, sino también la expulsión 
indebida de un trabajador; la murmuración que ha quitado el buen 
nombre a una persona; el abandono de un padre necesitado; la 
ganancia excesiva de un bar o de una tienda cualquiera, etc.
Esto significa que la dimensión moral es parte esencial de la 
persona humana. De tal forma que, como sabemos, la dignidad de 
la persona procede sobre todo de su carácter moral. El carácter 
moral del ser humano no está solamente en sus acciones, sino en 
el centro de su personalidad, en la conciencia del yo. Por eso dice 
el evangelio que el bien y el mal de nuestras acciones nacen de 
más adentro; del centro de la personalidad, que el evangelio llama 
«el corazón».

2. Moral-inmoral-amoral
Es importante distinguir bien estas tres palabras. Vamos a 
explicarlas de una manera simple, para que se vea la diferencia con 
facilidad.

Moral. Esta palabra tiene dos significados:

­ En general, lo referente al bien y al mal. Por ejemplo, la expresión 
«conciencia moral» = conciencia del bien y del mal.
­ En concreto, lo que está de acuerdo con la moral; por lo tanto, lo 
bueno. Por ejemplo, la frase «esto es moral» = esto es bueno.

Inmoral. Con esta palabra nos referimos a una acción, 
comportamiento o actitud que no está de acuerdo con la moral; por 
lo tanto, algo que es moralmente malo.

Amoral. Significa lo que es ajeno a la moral: lo que queda fuera de 
la dimensión moral de la persona humana. Por lo tanto, lo que no es 
ni bueno ni malo moralmente.

Ningún acto humano consciente puede ser amoral; porque no hay 
acciones neutras; todas son buenas o malas. Pero resulta que 
algunas personas niegan el carácter moral de las acciones 
humanas. Pues bien: esto es lo que recibe el nombre de 
amoralidad.
Veámoslo más despacio.

3. La amoralidad
La palabra «amoralidad» viene de «amoral». Amoralidad es una 
mentalidad, un modo de pensar, que consiste en rechazar la 
moralidad de los actos humanos y prescindir de ella. Los que 
defienden esta postura no tienen en cuenta para nada si una 
acción es buena o mala; sino que miran únicamente su aspecto 
técnico, el segundo nivel: si la acción es correcta o incorrecta; si es 
acertada o desacertada; si es ventajosa o desventajosa, etc. Dicho 
brevemente: la amoralidad es la carencia de sentido moral.
Ordinariamente casi nadie hace una afirmación expresa y clara de 
amoralidad; es decir, los teóricos, los entendidos, no suelen negar 
la dimensión moral de la persona humana (hay algunas 
excepciones). La amoralidad es sobre todo una corriente práctica; 
una forma de vivir, que consiste en no tener en cuenta el bien y el 
mal de las acciones. ¡Eso sería crearse problemas!, vienen a 
decir.
Hoy en día se extiende cada vez más, de forma difusa, un ambiente 
de amoralidad. Sin rechazar expresamente la idea del bien o del mal 
moral, ocurre que se tiene muy poco en cuenta y, a veces, hasta se 
acusa de «moralistas» a los que se preocupan de ello. Es decir: el 
tercer nivel, la dimensión moral, pierde peso frente al acierto de la 
acción, su corrección técnica (segundo nivel), o simplemente frente 
al interés, el provecho o el gusto («me apetece», «no me 
apetece»). Y ocurre que esta mentalidad amoral se da en personas 
educadas y atentas, que son agradables en el trato, pero que 
«pasan» olímpicamente de todo lo que suene a conciencia moral o 
responsabilidad moral. «Si a mí me apetece ¿qué?» 

4. Amoralidad, alarma roja
La amoralidad es un mal gravísimo, infinitamente más grave que la 
inmoralidad. Porque, mientras se siga hablando de inmoralidad, 
subsiste todavía la noción del bien y del mal, aunque se pisotee el 
bien. Pero si se pierde esa noción, perdemos el sentido moral, y 
con él, los bienes más importantes del ser humano.
Primero, perdemos a Dios; porque la fe en Dios va siempre 
acompañada de un fuerte sentido ético. Sin sentido moral no puede 
haber fe en Dios. Esto no quiere decir que el ateísmo sea siempre 
amoral (hay no creyentes de mucho sentido moral); solamente 
decimos que la amoralidad suele ser siempre atea. Brevemente: un 
ateo puede tener sentido moral; un amoral no puede ser creyente.
Además, perdemos también al ser humano. Perdemos la dignidad 
de la persona, como sujeto de derechos y deberes, puesto que tal 
dignidad procede fundamentalmente de la conciencia del yo, y de la 
conciencia moral.
Así pues, hay que hablar abiertamente de «alarma roja», porque la 
pérdida del sentido moral supone una degradación tremenda para 
el ser humano.

5. Causas de la amoralidad
Probablemente la causa más profunda de la amoralidad es el afán 
de lucro, que se ha apoderado del ser humano en los dos últimos 
siglos, con el capitalismo. Todos, pobres y ricos, estamos "tocados" 
por ese cáncer. El dinero es el dios supremo. El ansia de tener más 
y tener lo más posible, domina la vida y las relaciones humanas. Es 
la idolatría del dinero, que corrompe profundamente el corazón 
humano, porque reduce la propia vida a una carrera de ganancias; 
y al prójimo, a objeto de negocios. Robar ya no se considera 
pecado, sobre todo si se roba legalmente. «En los negocios no hay 
moral». Etc., etc. Pues bien, en todo eso empieza la amoralidad, 
que se extiende luego a otras zonas de la vida.
CONSUMO/ALIENACION: Así llegamos a la sociedad de consumo, 
cuyo mal mayor no es el mero consumo, sino la reducción del ser 
humano a simple «objeto-sujeto» de negocios, de economías, de 
gastos, de aciertos en la forma de administrar sus bienes. Es el 
hombre o mujer carente de criterios, que consume lo que sea, lo 
que le echen, lo que le presenta la sociedad: desde ropa y comida, 
hasta una película elevada seguida de una pornográfica, si cae así 
en la programación; desde un mitin político hasta una arenga 
publicitaria. Se consume de todo. Todo va al mismo saco y todo 
cabe, y no pasa nada. El hombre o mujer consumidora pierde. ha 
perdido. la noción de los valores morales, ha perdido el sentido 
moral.
H/MASA: Entre las causas o consecuencias de la amoralidad no 
hemos de dejar de citar al hombre-masa. En una sociedad 
puramente economicista, el ser humano queda reducido a un 
número; es un ser sin rumbo, sin sentido ni tarea, sin programa de 
vida. Pasa de todo. No se siente movido por los grandes proyectos 
humanistas, ni por los ideales elevados. Es un hombre sin moral, en 
ambos sentidos: sin conciencia moral, y sin entusiasmo para nada 
grande.
En todo este proceso ejerce gran influencia la propaganda, que 
lleva la corrupción casi en su propia naturaleza. Es otra de las 
causas de la amoralidad. Porque la propaganda no está basada en 
la verdad, sino en la seducción del cliente. Se trata de convencer al 
presunto comprador, independientemente de que el producto sea 
bueno o malo. Un producto es bueno, bonito y barato porque lo dice 
la propaganda; es el mejor, porque es el que dispone de mayor 
propaganda. No vence lo bueno, sino lo más difundido por la 
publicidad. La propaganda, tal como se ha desarrollado 
actualmente, lleva la inmoralidad en su propio seno. E influye más 
de lo que parece en la baja conciencia moral; influye muy 
negativamente.
La amoralidad ­producto del lucro, del consumo, de la masificación y 
de la propaganda­ es uno de los mayores obstáculos para cualquier 
ideal: para la lucha por la libertad; para el compromiso de 
solidaridad; para el empeño por la justicia. La inhibición, el 
«pasotismo» no es más que la otra cara de la amoralidad. El 
hombre amoral es tan impermeable a los problemas sociales como 
a la fe. Para el trabajo misionero, la amoralidad puede ser un 
obstáculo tan grande o mayor que el ateísmo.
Ante esta grave situación, el cristiano está llamado a desarrollar y 
extender una fuerte conciencia moral. Tendrá que ir contra 
corriente, porque el ambiente le es hostil. Necesitará mucha 
energía, mucha libertad, mucha conversión. Y no poca tranquilidad, 
para no dejarse impresionar por este ambiente de decadencia, 
porque se verá expuesto más de una vez a pasar por tonto. Pero se 
animará pensando que, con su testimonio y su trabajo, hace labor 
de humanización, labor por la dignidad humana, para que el ser 
humano no quede reducido a objeto. El Reino de Dios pasa también 
por ahí.


GUÍAS DE PROFUNDIZACIÓN3

GUÍA N.° 1 
A. Grupo pequeño 
Comentar en grupos pequeños los números 7 y 8 

B. Oración comunitaria 
Con /Mt/06/25-33.

Breve explicación del pasaje 

Destacamos cuatro puntos.
- Primero, el Reino de Dios por encima de todo. Es la idea principal 
de todo el pasaje, y está expresada con fuerza en el v. 33. «Buscad 
primero que reine su justicia».
Otros traducen: Buscad por encima de todo el RD y su justicia. En 
resumen: Dios y su reino. Subrayar esa frase.
El centro de la experiencia religiosa cristiana es este punto, junto 
con la relación amorosa con Dios. Un cristiano se hace adulto 
cuando el RD se convierte en el centro de su vida.
En este pasaje, como en tantos otros, Jesús habla desde la propia 
experiencia. El núcleo de la personalidad de Jesús está aquí Nada 
mejor que contemplarle desde esta clave para captar y asimilar este 
pasaje y su persona.
El RD fue el eje y el motor de su vida, su único absoluto. Todo lo 
demás quedó no sólo en segundo plano, sino barrido por este 
sentimiento y esta opción.
Medita mucho en este versículo desde la contemplación de Jesús. 
Repite despacio las palabras: por encima de todo; eje; motor; único 
absoluto.

- Segundo, los problemas de la vida deben quedar subordinados a 
esta preocupación. Se entiende fácilmente a partir del punto 
anterior. Jesús lo dice incluso de las necesidades primarias, como el 
comer, el vestir, el futuro.
Subrayar: no andéis agobiados por la vida, pensando qué vais a 
comer o beber (25); son los paganos los que ponen su afán en 
esas cosas (32); Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis 
necesidad de todo eso (32).

- Tercero, confiar en Dios y no vivir agobiado. Una actitud tan radical 
como la que pide Jesús sólo puede tomarse desde la confianza en 
Dios. Jesús nos invita a una confianza total, la misma que El tenía. 
Es esa confianza la que nos permite dejar en segundo plano 
nuestros problemas económicos, culturales e incluso religiosos. No 
debemos agobiarnos, porque Dios vela por nosotros. Lo cual no 
quiere decir que debamos dormirnos. Es preciso poner los medios 
debidos, pero desde el único absoluto, con total confianza en Dios y 
sin agobios.
Contempla a Jesús y medita sobre su confianza en Dios. El llegó al 
límite de la confianza, porque se puso al borde de perderlo todo, y 
de hecho lo perdió. ¿O lo ganó? Es mucho lo que hablamos de la 
salud, el trabajo, el cansancio, las necesidades, los agobios, los 
gastos... ¿Qué denota esa abundancia de comentarios y 
conversaciones?
Subrayar: vuestro Padre Celestial las alimenta (26); ¿no valéis 
vosotros mucho más que ellos? (26); ¿no hará mucho más por 
vosotros, gente de poca fe? (30).

- Cuarto, la entrega a Dios y su reino tiene que ser exclusiva. Es 
como la introducción al pasaje, colocado en el primer versículo del 
mismo. Al estar redactadas en forma negativa, las frases tienen una 
contundencia tremenda.
Dios y su reino es lo único absoluto. Todo lo demás es relativo. No 
hay experiencia religiosa auténtica, mientras Dios no sea el único 
señor de mi vida. Y tampoco adultez cristiana, conciencia, libre, 
gratuita. Subrayar: nadie puede estar al servicio de dos amos (24); 
no podéis servir a Dios y al dinero (24).
Adultez cristiana, experiencia religiosa, conciencia moral verdadera: 
este pasaje nos conduce a estos grandes valores. Pero no lo 
medites friamente, como si fueran solamente enseñanzas. Son 
mucho más; son vida, la vida de Jesús, en cuatro puntos. Mírale 
mucho a Jesús, amorosamente. El te transmitirá sus valores.
Para orar puedo utilizar este comentario, con sus llamadas al texto 
evangélico, y seguir dos vías: la contemplación de Jesús; la lectura 
por trozos. Pero ha de predominar el corazón sobre las ideas, con 
gran deseo de Dios.

GUÍA N.° 2 
A. Repaso de la catequesis 
Leer atentamente los números 1-6. Después responder por escrito 
a las preguntas siguientes, para comprobar si las has asimilado 
bien.

1. ¿Cuáles son los dos significados de la palabra conciencia? 
2. Recuerda los tres niveles de una acción humana. ¿En cuál de 
ellos se sitúa la dimensión moral? 
3. ¿A qué llamamos sentido moral? ¿Nace y se desarrolla solo?
4. ¿Qué es la dignidad de la persona humana y qué relación hay 
entre esa dignidad y la dimensión moral del ser humano? 
5. La dimensión moral consiste en la responsabilidad. Explícalo.
6. ¿Sabes explicar por qué la moral de responsabilidad es una buena noticia? 


B. Aplicación personal 
Sobre mi sentido moral. N.° 3.
Pregúntate si tienes mucho sentido moral, tanto para lo grande e 
importante, como para lo pequeño.
¿Qué cosas hay en mi persona que colaboran al sentido moral y 
cuáles influyen en contra? ¿Qué puntos debo tener más en cuenta 
sobre esto? 

Puedes seguir los pasos siguientes:
- Te presentas ante Jesús y oras durante 5 minutos. Le pides ayuda 
para hacer bien esta aplicación personal.
- Después lees con atención ese N.° 3, subrayas lo principal y 
reflexionas sobre ello en clima de oración. (Unos 20 minutos). Vas 
anotando tus reflexiones.
- A continuación, haces nuevamente oración. Le presentas a Jesús 
tus reflexiones, tus deseos, dudas, dificultades y facilidades, etc. Y 
le das las gracias.

C. Oración 
Con /Mc/07/01-23.

Breve explicación del pasaje 
El pasaje tiene dos partes: la primera hasta el v. 12 y la segunda el 
resto.
La primera parte es una critica de la hipocresía religiosa: en 
concreto, critica a los fariseos por anteponer una tradición 
secundaria, como la de lavarse las manos antes de las comidas, a 
un mandamiento de Dios, como el de atender a los padres. 
Conviene subrayar: fariseos (v. 1); letrados (1); vieron que algunos 
discípulos comían con manos impuras (2); por qué comen tus 
discípulos con manos impuras (5); este pueblo me honra con los 
labios, etc., hasta «son preceptos humanos» (6-7); soltáis el 
mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres 
(v. 8).
La segunda parte (14-23) es la defensa de la religión interior, de la 
conciencia; y la declaración de que el bien y el mal nacen del 
corazón del hombre. Merecen subrayarse: nada que entra de fuera 
puede manchar al hombre; lo que sale de dentro es lo que mancha 
al hombre (v. 15); porque de dentro, del corazón del hombre, etc., 
hasta «arrogancia, desatino» (21-22).

Jesús dice básicamente:
- La sede del bien y del mal es su interior, su conciencia, y no leyes 
o tradiciones externas, por venerables que sean.
- Antes de pecar u obrar mal externamente, ya hemos pecado en 
nuestro interior, con la actitud. Ahí está la raíz del bien y del mal.

Para orar con este pasaje dar los pasos siguientes:

- Primero me pongo ante Jesús o el Padre y le pido ayuda para 
hacer una buena oración.
- Leo el pasaje y el comentario, con ganas de que Dios me hable y 
me llegue muy adentro.
- Luego me meto dentro de esta escena y recorro así el pasaje.
­ Primero, en la piel de los fariseos, para ver mis hipocresías. 
Escucho, como dichas para mí, las frases que les dice Jesús a 
ellos.
­ Segundo, en la piel de los discípulos, que no entienden: yo también 
deseo aprender; pido luz y fuerza a Jesús.
- Después contemplo a Jesús: sincero, valiente, claro, profundo, 
cercano a los que desean aprender de verdad, y también a los 
fariseos para que cambien. Deseo vivamente ser como él. Le 
contemplo largamente. con admiración y ganas, y dialogo con El.
- Al final resumo en una frase breve lo principal que saco de la 
oración. La grabo en mi mente.

GUÍA N.° 3 

A. Repaso de la catequesis 
Leer con atención, usando el bolígrafo, los números 7-13 de la 
catequesis. Después, para comprobar si los has asimilado, 
responde por escrito a las preguntas siguientes:

1. ¿Cuáles son las tres condiciones necesarias para que una acción 
tenga dimensión moral? Y ¿si falta una sola de ellas? 
2. Hay causas que disminuyen o suprimen la dimensión moral de una 
acción. ¿Cuáles son y a cuál de las tres condiciones anteriores 
afecta cada una de ellas? 
3. Hay tres factores de moralidad. ¿Cuáles son? ¿Sabes explicar 
cómo se combinan la acción y la intención según sea buena o mala 
cada una de ellas? 
4. ¿Cómo influyen las circunstancias sobre la acción y la intención? 
¿Pueden influir mucho? 
5. Definición y actividades de la conciencia antes y después de un 
acto.
6. ¿Cuáles son para un cristiano la ley moral y los valores morales? 


B. Aplicación personal 
Con el N.° 12.

Ver qué función desempeñan en mi vida moral la ley y la 
conciencia.

- ¿Qué es lo que tiene más peso en mi vida: la ley o la conciencia? 
Debiera pesar más la con ciencia, sin saltarme tampoco la ley 
cuando no haya motivos.
- Mi conciencia ¿es realmente sensible, aunque no escrupulosa? 
- ¿Vivo atento a lo que me dice la conciencia? ¿Oigo sus voces? 
¿Le pregunto lo que debo hacer? Para hacer esta aplicación 
personal, seguir los pasos indicados en la Guía N.° 2.

C. Oración 
Con /Lc/13/10-17.

Breve explicación del pasaje 
Este texto nos cuenta una curación realizada en sábado. La ley de 
no trabajar en sábado la interpretaban los judíos, y especialmente 
los fariseos, tan estrictamente, que llegaban al extremo de evitar las 
tareas caseras y hasta los paseos largos. En todo esto había, en 
principio, una actitud sincera, consistente en el deseo de que el 
sábado fuera un día consagrado exclusivamente a Dios. Esta 
postura es la que aparece en la argumentación del Jefe de la 
sinagoga, que tiene mucho de verdad: Hay seis días para que os 
curen; hay seis días para trabajar. Lo que ocurría es que, al llevar 
las cosas al extremo, incurrían en graves exageraciones y también 
en hipocresía. Es lo que denuncia Jesús en este pasaje.

En la actuación de Jesús en plena sinagoga, observamos cuatro 
puntos.

* El amor por encima de la ley. Para Jesús, el amor está por encima 
de la ley religiosa y de cualquier ley, incluso por encima del culto a 
Dios. Ante una necesidad del prójimo, la ayuda al mismo está por 
encima de todo. Aquí una de las grandes revoluciones religiosas y 
humanas de Jesús.
* El verdadero valor de la ley. Cuando su actuación, Jesús nos 
muestra el verdadero valor de la ley, que nunca es un absoluto, 
sino un medio, un indicador para la buena realización de los valores 
y de la voluntad de Dios. Con lo cual queda también más clara la 
primacía de la conciencia.
* Descubrimiento y critica de la hipocresía. La actuación de Jesús 
deja al descubierto la hipocresía encerrada en el excesivo celo por 
la ley. En efecto, aquellos hombres permitían atender a los animales 
en sábado; en cambio, la curación de una persona les causaba 
escándalo. (Leer la argumentación en los v. 15-16).
* Provocación. Todo lo anterior lo muestra Jesús con un acto de 
provocación, puesto que, tratándose de una enfermedad tan larga, 
podía haber esperado tranquilamente al día siguiente. Es una forma 
de destacar y dar fuerza a los puntos anteriores, frente al rigorismo 
legal. Pero es también la provocación que produce el amor 
auténtico. El amor de Jesús era tan grande, que quemaba, y 
provocaba, y causaba escándalo.

Podemos subrayar: un sábado enseñaba en una sinagoga (10); 
enferma, encorvada (11); mujer, quedas libre de tu enfermedad 
(12); y le aplicó las manos (12); el jefe de la sinagoga, indignado 
porque había curado en sábado (14); hay seis días de trabajo (14); 
hipócritas, al buey o al burro, aunque sea sábado (15); a ésta que 
es hija de Abraham, no había que soltarla de su cadena en 
sábado? (16); se abochornaban sus adversarios, la gente se 
alegraba (17).

Para orar puedo utilizar varias vías.

* La primera y principal es la contemplación de Jesús liberador, 
comprometido, lleno de amor, valiente, que afronta por amor el 
legalismo y aparato religioso representado en el jefe de la 
sinagoga. No temió las consecuencias, porque amaba mucho, 
especialmente a los débiles y dolientes.
* Otra vía es la de meterme en la persona de la mujer encorvada y 
verme a mi mismo atado por el pecado, y por los falsos dioses: 
dinero, prestigio social, poder, Jesús desea liberarme. ¿Quiero 
realmente ser liberado por él? 
* Tercera vía: después de liberarme, Jesús me envía a liberar a 
otros; a comprometerme por la justicia y por la fe. Me da su gracia, 
su fuerza, su compañía. ¿Me negaré a seguirle, después de lo 
mucho que he recibido? 

Le pido mucha ayuda, cálidamente, le doy gracias, me ofrezco, etc, 
con gran confianza.

GUÍA N.° 4 

A. Repaso de la catequesis 
Leer atentamente, usando bolígrafo, los números 14-20 de la 
catequesis. Tratar de asimilarlos. Luego, para comprobar si los has 
captado, responde a las preguntas siguientes:

1. En caso de conciencia errónea ¿qué se debe hacer? Y ¿en caso 
de conciencia dudosa?
2. ¿Recuerdas algunas formas de engañar a la propia conciencia? 
3. ¿Qué es antes, la voluntad de Dios o la conciencia? 
4. La formación de la conciencia incluye tres estratos. ¿Cuáles son? 
¿Sabes lo que ocurre en cada caso cuando se abandona uno de 
ellos? 
5. Explica lo que es la conciencia cristiana profética. Cuando se llega 
a este grado ¿se puede prescindir del primero? 
6. El discernimiento sirve para tomar una decisión cristianamente. 
Pero produce otro gran efecto positivo. ¿Cuál? 

B. Aplicación personal 
Con el N.° 20.

- ¿Soy verdaderamente libre en mi interior, ante mí mismo, ante la 
gente, ante el dinero y el resto de las realidades? 
- ¿Soy libre precisamente por hacer mucho caso a mi conciencia? 
- ¿Soy adulto en la fe? 
- ¿Me siento cada vez más feliz por tener más conciencia y libertad? 


Para hacer esta aplicación personal, puedo seguir los pasos 
señalados en la Guía N.° 2.

C. Oración 
Con /Lc/15/25-32.

Breve explicación de este pasaje 
Es la segunda parte de la parábola del hijo pródigo, la parte 
correspondiente al hermano mayor. Los rasgos de este personaje 
son los siguientes:

- Se enfada porque su padre no sólo perdona al hermano menor, 
sino que además, hace fiesta. Estrictamente, en pura justicia 
distributiva, tiene razón. Pero de hecho, es como un niño, poco 
maduro. Subrayar: llamó a uno de los mozos (26); porque ha 
recobrado a su hijo sano y salvo (27); él se indignó y se negó a 
entrar (28).
- No entiende lo que es amor. El mismo no está en casa con amor, 
sino que trabaja por una recompensa: se queja de que nunca le ha 
dado el padre ni siquiera un cabrito. No está como hijo, sino como 
criado. Está centrado en su propio yo y no en la hacienda del 
padre, que es también suya. Subrayar: «te sirvo sin desobedecer 
una orden tuya, jamás me has dado un cabrito (29): ese hijo tuvo 
(30):
- El padre corrige amorosamente al hermano mayor: «Este hermano 
tuyo» le dice (32; subrayar). Sobre todo le muestra el amor gratuito: 
«Tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo», (31; subrayar). 
El no le entiende, porque es egoísta, infantil. Subrayar también: 
había que hacer fiesta (32).

Este pasaje nos muestra el rostro de Dios y lo que no debe ser el 
cristiano auténtico.

- Dios es puro amor: Con el hijo pequeño, calavera, y con el hijo 
mayor, egoísta y poco adulto. Subrayar: se había perdido y se le ha 
encontrado (32).
- Lo que no debe ser el cristiano auténtico está claro en este 
hermano mayor, que no tiene nada de mayor y adulto.
­ Es egoísta y vive centrado en su yo.
­ No siente como propios los problemas de Dios: los pobres, 
pecadores y aplastados.
­ No es de casa; es un asalariado. No ve que todo lo de casa es 
suyo.
­ En resumen no entiende a Dios.

La auténtica conciencia cristiana debe ser todo lo contrario: filial y 
fraternal; con sentimiento de familia; adulta, libre, gratuita en su 
amor y trabajo. Y poner el centro en Dios y su Reino; en el Padre y 
su hacienda, que es también nuestra. Nada de legalismo. Nada de 
asalariado. Hijo y hermano en todo.
La nueva experiencia religiosa, que quiere unir el encuentro 
amoroso con Dios y el compromiso con los pobres, debe seguir este 
mismo camino.

Para orar métete en la piel del hermano mayor y contempla 
sucesivamente al Padre y a ti mismo. Rechaza ante el Padre, 
confiadamente, los defectos del hermano mayor que se den en ti. 
Desea y pide las cualidades opuestas, que se dan en Jesús: El es 
el polo opuesto del hermano mayor: El es nuestro buen hermano 
mayor. Y contempla también al Padre, goza mucho con su amor.


GUÍA N.° 5 
A. Balance personal del mes 

1. Ver cómo he llevado el mes 
a) La catequesis: si la he trabajado bien; si he ahondado en la 
aplicación personal y en la oración, etc. ¿He sacado mucho 
provecho? 
b) Grado de satisfacción: por mi vida cristiana; trabajo, familia, etc.
2. Repaso de una meta que previamente señala el Responsable, a 
poder ser con dos o tres preguntas.

B. Repaso mensual de la marcha de la comunidad 
El responsable prepara el cuestionario más adecuado para este 
mes 

C. Oración 
Con /Mt/23/16-28.

Breve explicación del pasaje 

Este pasaje refleja la oposición frontal que hubo a finales del siglo I 
entre los cristianos v los fariseos en Palestina. Jesús también tuvo 
polémicas agrias con los fariseos a causa del legalismo estricto de 
éstos. Pero los principales enemigos de Jesús, que lo llevaron a la 
cruz, estaban entre los saduceos, donde se hallaba la aristocracia 
laica (= los llamados «ancianos» o «senadores») y la sacerdotal.
Por lo tanto, en este pasaje y otros parecidos los fariseos aparecen 
caracterizados, probablemente, de forma exagerada, como 
prototipos de la hipocresía religiosa.
El pasaje denuncia dos hipocresías, como modelo de otras muchas: 


a) v. 16-22, el juramento por el santuario o por el oro del santuario; 
por el altar o por las ofrendas. En el primer caso no obligaba; en el 
segundo, sí 
b) v. 23-24, el escrúpulo en lo pequeño y externo, con olvido de lo 
esencial y profundo, como la justicia, el buen corazón y la lealtad.

Al mismo tiempo, el pasaje nos dice dónde está lo esencial de 
cualquier ley y, sobre todo, de la ley moral: está en el interior, en la 
conciencia (v. 25-28). No vale cumplir lo externo, la ley, y tener la 
conciencia y el corazón manchados. Para presentarlo más 
plásticamente, usa una dura comparación: la de los sepulcros, 
encalados por fuera, y llenos de podredumbre y huesos por dentro. 
La línea del evangelio queda clara en el v. 26: «Limpia primero la 
copa por dentro, que así quedará limpia también por fuera». O sea, 
cuando nos convertimos de corazón, cambia nuestro 
comportamiento. Subrayar esa frase.
Subrayar además: Jurar por el santuario no es nada, pero jurar por 
el oro del santuario obliga. Necios y ciegos (16); jurar por el altar no 
es nada, pero jurar por la ofrenda que está en el altar obliga. 
Ciegos (18); hipócritas, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, del 
anís y del comino y descuidáis lo más grave de la Ley: la justicia, el 
buen corazón y la lealtad (23); hipócritas, que limpiáis por fuera la 
copa y el plato, mientras dentro rebosan de robo y desenfreno (25); 
hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados (27).

Para orar seguir los pasos señalados en la Gula N.° 2. Meterse en la 
piel de los fariseos y ver las propias hipocresías. Pedir la gracia de 
empezar las conversión por la conciencia y el corazón.

...................
1. Los números y párrafos en letra más pequeña están escritos para los que 
pueden profundizar más. Cada responsable decidirá, de acuerdo con el nivel 
cultural de la comunidad, si se tratan o no estos números. Esto vale para el 
trabajo de casa y para la reunión de grupo pequeño. Pero aunque la 
comunidad no las haga, el que quiera profundizar más puede leer esos 
párrafos por su cuenta.
2. Este número es de carácter pedagógico y pastoral. No se olvida la 
enseñanza, fundamental, del Concilio Vaticano ll: que hay una sola vocación 
cristiana y una común y única llamada a la santidad. Tampoco se olvida que la 
distinción de tres grados de conciencia no tendrá cabida probablemente en 
ningún tratado de teología moral. El objetivo de este número es, por un lado, 
superar lo que pudiéramos llamar «conciencia del término medio», que 
fácilmente puede quedarse en una actitud gris, de puro sentido común, quizás 
incluso en moral de mínimos; y, por otro, empujar más allá, hacia un horizonte 
de generosidad, de moral de máximos y hasta de entrega radical, si Dios nos 
concede ese don para servicio de todos.
3. En las guías siguientes, la letra más pequeña la hacen los que deseen 
profundizar más.

PATXI-LOIDI
CONCIENCIA MORAL
Cuadernos FE Y JUSTICIA 3
Ediciones EGA. Bilbao-1987