CATECUMENADO 63 
 


EL ESPÍRITU, CONSUMADOR DEL MUNDO



OBJETIVO CATEQUÉTICO 
* Descubrir la función del espíritu como consumador del mundo. 

24. El estado actual del hombre implica algo de menos natural, de 
inacabamiento, de irredención 
Es un dato elemental de toda existencia humana, ya se encuentre en 
crisis de crecimiento o de disminución, la experiencia de una limitación 
fundamental, de una desolación, de una secreta convicción de la 
inseguridad de su ser, de una especie de situación irredenta en la que 
está inmerso y de la que lucha por evadirse. El hombre percibe su 
misterio y el de sus limitaciones inherentes y elegidas; se siente asediado 
por esos poderes que le desbordan y a los que difícilmente escapa: 
muerte, enfermedad, injusticia, tiranía... Esa vivencia fundamental de 
todo existir humano, que percibe su propia debilidad, esa angustia 
insuperable que carcome su ser. desemboca en la convicción de que el 
estado actual del hombre implica algo de menos natural, de 
inacabamiento, de irredención. Es la certeza de que no es posible desde 
dentro de sí la plenitud de lo humano e histórico (29). 

25. También la naturaleza se lamenta por un bien perdido 
La naturaleza no es sólo maravillosa y suscita admiración. Es 
dramática. Está también sujeta a la finitud y a la destrucción. Sufre y 
suspira con nosotros. Atentos percibimos el sufrimiento de los animales, 
la destrucción y la decadencia, la agresión, la huida, el miedo universal a 
la muerte. Pensadores y poetas expresan de diverso modo la tristeza de 
la naturaleza: «Un velo de tristeza se extiende sobre toda la naturaleza, 
una profunda, implacable melancolía recubre toda vida.» En el fondo, la 
naturaleza también se lamenta por un bien perdido. Al fin y al cabo, el 
mundo es el cuerpo prolongado y ensanchado del hombre (30). 

26. La naturaleza, ligada al destino del hombre 
El drama de la naturaleza está ligado al drama del hombre, así como la 
plenitud de la naturaleza depende de la consumación del hombre. El 
mundo material creado para él participa de su destino. Maldito a causa 
del pecado humano (/Gn/03/17), el mundo se halla actualmente en un 
estado violento. El pecado del hombre contamina la tierra. Según los 
profetas, las abominaciones del pueblo profanan su mundo ambiente, 
que ha de sufrir por ello la cólera de Yahvé (Jr 7, 20; 9, 10ss; Ez 6, 14; Is 
13, 9-11). En justa correspondencia, el mensaje de la salvación se dirige 
también a los cielos y a la tierra que serán beneficiarios de las 
bendiciones divinas: «Pero esperamos, según nos lo tiene prometido 
(Dios), nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia» 
(/2P/03/13; cfr. /Is/65/17; /Is/66/22; /Ez/36/08-12) (31). 

27. Con dolores de parto 
Como dice San Pablo, la naturaleza está sometida a la vanidad 
(idolatría) y a la servidumbre de la corrupción y desde su ser más 
profundo anhela ser liberada juntamente con el hombre. Pero la nueva 
creación en Cristo, anunciada por los profetas (Cfr. ls 65, 17-21; 66, 22), 
se está gestando ya en el mundo presente y será alumbrado por él, 
trabajado por el Espíritu de Cristo que suscita, sostiene y dirige la 
colaboración humana: «La ansiosa espera de la creación desea 
vivamente la revelación de los hijos de Dios. La Creación, en efecto, fue 
sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la 
sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la 
corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre 
dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las 
primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior 
anhelando el rescate de nuestro cuerpo» (/Rm/08/19-23) (32). 

28. El destino del hombre depende del Espíritu de Dios 
La creación espera ansiosamente la manifestación de los hijos de 
Dios. Si la naturaleza permanece ligada al destino del hombre 
(solidaridad hombre-mundo), del Espíritu de Dios depende, a su vez, el 
destino del hombre (alianza hombre-Dios). Aunque seamos una criatura 
nueva en Cristo, vivimos aún en las condiciones de este mundo viejo 
destinado a pasar. Pero poseemos ya las primicias del Espíritu. Para 
Pablo, la presencia del Espíritu de Cristo en nosotros es la garantía de 
nuestra esperanza, según la cual se consumará el rescate de nuestro 
cuerpo: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8, 26; cfr. 
8, 23-24). Y también: "Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los 
muertos habita en vosotros el que resucitó de entre los muertos a Cristo 
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu 
que habita en vosotros» (/Rm/08/11) (33). 

29. Reconocer a Dios y amar de veras, primicias del Espíritu 
consumador
El hombre, abandonado a sus propias fuerzas, es incapaz de entrar en 
el Reino de Dios: «Trabajosamente conjeturamos lo que hay sobre la 
tierra y con fatiga hallamos lo que está a nuestro alcance; ¿quién, 
entonces, ha podido rastrear lo que está en los cielos? ¿Y quién hubiera 
conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la Sabiduría y no le 
hubieses enviado de lo alto tu Espíritu Santo? Sólo así se enderezaron 
los caminos de los moradores de la tierra, así conocieron los hombres lo 
que a ti te agrada y gracias a la Sabiduría se salvaron» (/Sb/09/16-18). 
Tampoco por sí mismo el hombre puede alcanzar su plenitud humana. No 
hay plenitud humana al margen de Dios: «La carne no sirve para nada» 
(Jn 6, 63), «lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, 
es espíritu» (Jn 3, 6). Por la fuerza del Espíritu, del que poseemos ya las 
primicias, el hombre se vuelve capaz de reconocer a Dios en el centro de 
su propia vida y, al mismo tiempo, de amar de veras (34). 

30. El Don del Espíritu, promesa para la nueva creación 
El Espíritu Santo, del que tenemos las primicias, es el Don y la Fuerza 
de Dios, prometida por los profetas para los últimos tiempos, para los 
tiempos mesiánicos. Dios infundirá su Espíritu a los suyos, les dará un 
«corazón nuevo» poniendo su ley en el interior de éste, y aun cambiará 
las condiciones del mundo en que han de habitar. De este modo, el 
Espíritu de Dios será el principio de la Nueva Alianza (Ez/36/27-28; Jr 31, 
31). Esta efusión del Espíritu de Dios se realizará por la mediación del 
Mesías (Is 11, 1-3; 42, 1; 61, 1) (35). 

31. La plenitud, inaugurada en Pentecostés ES/CREADOR Cristo, 
teniendo en sí la plenitud del Espíritu (Mc 1, 10; Lc 4, 1) y constituido 
Señor por su resurrección, comunica esa plenitud a otros hombres 
renovándolos interiormente y haciendo de ellos una criatura nueva (Rm 
8, 14-17; Ga 3, 26ss; cfr. Jn 1, 12). Esta nueva creación ha sido 
inaugurada en Pentecostés. El Espíritu que llena a los apóstoles el día 
de Pentecostés (Hch 2,4) es el Don que les hace Cristo resucitado y 
manifiesta y lleva a cabo la victoria sobre el pecado y la muerte (Cfr. Hch 
2,32-36; 4, 7- 12). Los apóstoles convierten los corazones con su 
palabra, perdonan los pecados (Jn 20, 21 ss) y por su mediación reciben 
los creyentes el Don de Dios, el Espíritu Santo (Hch 8,17). La expansión 
de la Iglesia confirma la promesa de Jesús a sus discípulos: hacen obras 
más grandes que las suyas y obtienen del Padre todo lo que piden en 
nombre de su Hijo (Jn 14, 12ss; 16, 23-24) (36). 

32. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra 
Con la resurrección de Jesús, la hora del Espíritu ha llegado y la 
plenitud inaugurada en Pentecostés, continúa ahora en el misterio de la 
Iglesia, en la cual el Espíritu Santo actúa maravillosamente (cfr. LG 44; 
49). Consciente de ello, la Iglesia pide confiadamente el Espíritu, que es 
para ella como su alma (cfr. LG 7): «Ven, Espíritu Creador, / visita las 
almas de tus fieles / llena con la gracia de lo alto / los corazones que tú 
creaste» (Liturgia de Pentecostés, Himno de Vísperas}. «Mira el vacío del 
hombre / si tú le faltas por dentro; / mira el poder del pecado / cuando no 
envías tu aliento» (Domingo de Pentecostés, Secuencia). «Rey del cielo, 
Consolador, Espíritu de verdad, / tú que en todo estás presente y lo 
llenas todo; / tesoro de bienes y fuente de vida, / ven y haznos tu 
morada; / purifícanos y haznos salvos / tú, que eres la misma bondad» 
(Liturgia bizantina, Invocación Rey del Cielo, Consolador) (37). 

33. El Espíritu, consumador del mundo 
La plenitud, inaugurada en Pentecostés, no ha alcanzado todavía su 
consumación, que sólo se realizará al final de los tiempos. Hacia este 
término camina la historia, hacia esos nuevos cielos y esa nueva tierra 
que anunciaban en otro tiempo las Escrituras (/2P/03/13), que el 
Apocalipsis evoca anticipadamente (/Ap/21/01-05): perspectiva 
grandiosa en la que el término de los designios de Dios alcanza la 
perfección de los orígenes, después del largo paréntesis que había 
abierto el pecado humano. He aquí que hago nuevas todas las cosas (Ap 
21, 5). Tal será la consumación final de un mundo transfigurado por el 
Espíritu (38). 

34. Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida 
Como Jesucristo, el Hijo, está en el origen de todas las cosas, también 
el Espíritu Santo, Consumador del universo, es en Dios el Creador de 
todos los seres. Esta ha sido la fe constante de la Iglesia. Entre las 
muchas expresiones de esta fe podríamos citar la del can. 1.° del 
Concilio segundo de Constantinopla que enseña, con el lenguaje 
tradicional de los Padres griegos, que las tres Personas divinas están 
asociadas en su común acción creadora: Única es la divinidad y único es 
el poder del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. «Pues uno es Dios el 
Padre, de quien son todas las cosas; uno el Señor Jesucristo, por quien 
son todas las cosas y uno el Espíritu Santo, en quien son todas las 
cosas» (DS 421). En el Amor personal del Padre a través de su Hijo, 
Jesucristo, tiene origen y plenitud todos los seres (39). 
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TEMA 63 

OBJETIVO: 
INICIACIÓN EN LA VISIÓN CRISTIANA DEL MUNDO: 
EL ESPÍRITU, CONSUMADOR DEL MUNDO 

PLAN DE LA REUNIÓN 
* Presentación del objetivo y plan de la reunión.
* Oración inicial: Sal 43. 
* Presentación del tema 63 en sus puntos clave. 
* Lectura de Sb 9,16-18; Rm 8,19-23; Jn 3,1-8. 
* Diálogo: lo más importante. 
* Oración comunitaria: desde la propia situación . 

PISTA PARA LA REUNIÓN
PUNTOS CLAVE 
* En estado de irredención. 
* También la naturaleza. 
* Con dolores de parto. 
* El destino del hombre depende del Espíritu de Dios. 
* La plenitud, inaugurada en Pentecostés. 
* He aquí que hago nuevas todas las cosas (Ap 21,5): 
consumación final de un mundo transfigurado por el Espíritu.