CATECUMENADO 58 
PRESBITERADO
 


SACERDOCIO MINISTERIAL:
AL SERVICIO DE LA MISIÓN DE CRISTO
Y DE LA IGLESIA



OBJETIVO CATEQUÉTICO 
* Descubrir el significado del sacerdocio ministerial. 

128. Cristo eligió a los Apóstoles 
Jesucristo eligió en primer lugar a los doce Apóstoles. En sustitución 
de Judas, los once, iluminados por el Espíritu Santo, eligieron a Matías 
como testigo y apóstol de Cristo, incorporándole al grupo. Igualmente 
Pablo recibió de Cristo resucitado la misma misión y autoridad que los 
demás Apóstoles. A los Apóstoles confió Cristo la plenitud de la misión 
que El recibió del Padre. Puso al frente del grupo de los Apóstoles a 
Pedro. Este Colegio Apostólico constituido por el conjunto de los 
Apóstoles presididos por Pedro recibieron una misión y una potestad que 
había de permanecer hasta el fin de los tiempos. Los Apóstoles fueron 
eligiendo colaboradores que les sucedieron en su oficio apostólico hasta 
el fin de los siglos (cfr. 1 Tm 5, 22) (150). 

129. El ministerio de los Apóstoles pertenece a la estructura misma de 
la Iglesia, desde los orígenes 
En los escritos del Nuevo Testamento aparece claro que a la 
estructura original de la Iglesia pertenecen los Apóstoles y la comunidad 
de los fieles, unidos entre sí por mutua conexión, bajo Cristo cabeza y 
bajo el influjo de su Espíritu. Los Apóstoles tuvieron colaboradores en el 
ministerio (cfr. Hch 6, 2-6; 1 1 , 30; 1 3, 1 ; 1 4, 23; 20, 1 7; 1 Ts 5, 1 2-1 
3; Flp 1 , 1 ; Col 4, 1 1 -1 2), y con el fin de que la misión a ellos confiada 
se continuase después de su muerte, dejaron a modo de testamento a 
sus inmediatos colaboradores el encargo de perfeccionar y confirmar la 
obra comenzada por ellos (cfr. Hch 20, 25-27; 2 Tm 4, 5; 1 Tm 5, 22; 2 
Tm 2, 2; Tt 1, 5; Clemente Romano, Ad Cor 44, 3), encomendándoles 
que atendieran a toda la grey, en medio de la cual les había puesto el 
Espíritu de Dios (cfr. Hch 20, 28). Así establecieron colaboradores y les 
dieron además la orden de que, al morir ellos, otros varones probados se 
hicieran cargo de su ministerio (cfr. Clemente Romano, ad Cor 44, 2; LG 
20). Las cartas de San Pablo muestran que él mismo era consciente de 
actuar en virtud de la misión y del mandato de Cristo (cfr. 2 Co 5, 1 8ss). 
Los poderes confiados al apóstol en favor de las Iglesias eran 
entregados en cuanto comunicables a otros varones (cfr. 2 Tm 1, 6), los 
cuales a su vez quedaban obligados a entregarlos de nuevo (cfr. Tt 1, 5) 
(151). 

130. Los Obispos, sucesores de los Apóstoles 
El sucesor de Pedro como cabeza del Colegio Apostólico es el Papa. 
Sucesores de los Apóstoles son los Obispos. Desde los primeros tiempos 
de la vida de la Iglesia, los Apóstoles y sus sucesores inmediatos, 
guiados por el Espíritu Santo, y con potestad recibida de Cristo, 
establecieron otros ministerios, siempre vinculados al ministerio 
apostólico. «Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo (Jn 10, 
36), ha hecho participantes de su consagración y de su misión a los 
obispos por medio de los apóstoles y de sus sucesores. Ellos han 
encomendado legítimamente el oficio de su ministerio en diverso grado a 
diversos sujetos en la Iglesia (S. Ignacio Mártir, Ad Ephes 5, 1). Así el 
ministerio eclesiástico de divina institución es ejercitado en diversas 
categorías por aquellos que ya desde antiguo se llamaron obispos, 
presbíteros, diáconos» (LG 28). En la Iglesia primitiva la distribución de 
los ministerios eclesiásticos no se logró de golpe, sino que se fue 
desarrollando de manera progresiva, según las necesidades. Muy pronto 
aparecen en la Iglesia no sólo los Obispos como sucesores de los 
Apóstoles, sino también los presbíteros y diáconos como colaboradores 
del ministerio apostólico, si bien la terminología que encontramos en los 
escritos del Nuevo Testamento no corresponde con toda exactitud a la 
actual terminología de la Iglesia (152). 

131. El rito de la imposición de las manos 
Los Apóstoles transmiten a sus colaboradores y sucesores mediante el 
rito de la imposición de las manos (cfr. 1 Tm 1, 18; 4, 14; 2 Tm 1, 6; 2, 2; 
Tt 1, 5), la potestad y misión que ellos recibieron de Cristo. Por este rito 
de la imposición de las manos Cristo comunica el «carisma de Dios» (2 
Tm 1, 6), es decir, el don del Espíritu que capacita a quien lo recibe para 
desempeñar el ministerio. Este carisma ministerial se comunica de una 
vez para siempre; puede ser descuidado o «reavivado». Esta imposición 
de manos se hace en la Iglesia primitiva guardando un cierto ceremonial 
que fundamentalmente consiste en la oración (cfr. Hch 13, 3; 14, 23), en 
la entrega de la doctrina apostólica, probablemente mediante la 
recitación de alguna fórmula breve y en la confesión de fe por parte del 
elegido (cfr. 1 Tm 6, 12) (153). 

132. Jesucristo-Sacerdote 
Tanto el sacerdocio de todo el Pueblo de Dios como el de aquellos 
cristianos que han recibido además el sacerdocio ministerial, no son 
sacerdotes por vía de adaptación del sacerdocio existente en otras 
religiones o incluso en el Antiguo Testamento. El fundamento del 
sacerdocio del Nuevo Testamento es Cristo (161). 

133. En su entrega sacrificial 
Jesucristo es sacerdote en su entrega sacrificial. Numerosos pasajes 
del Nuevo Testamento hablan de la entrega sacrificial de Jesucristo. El 
ha venido «a servir y a dar su vida en rescate de muchos» (Mc 10, 45). 
En la celebración de la última cena, la Eucaristía aparece como la 
realidad de la ofrenda que de sí mismo hará en la cruz: «Este es mi 
cuerpo, que es entregado por vosotros» (Lc22, 19). «Esta es mi sangre 
de la alianza, que es derramada por muchos» (Mc 14, 24). 
«Considerando que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir 
según la tradición de vuestros padres, no con plata y oro, corruptibles, 
sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni 
mancha» (1 P 1, 18-19; cfr. 1 Co 5, 7; Ga 2, 20; Ef 5, 25; Jn 6, 51; 17, 
19; 1 Jn 2, 2). El sacerdocio de Cristo es objeto de especial atención en 
la Carta a los Hebreos. Por el hecho de haberse ofrecido a sí mismo, 
obedeciendo la voluntad del Padre, el autor de la carta lo llama 
expresamente «pontífice» (Hb 2, 17; 3, 1; 4, 14; 7, 26) a quien Dios ha 
constituido sacerdote para siempre (Hb 7, 20-21). Lo nuevo en el 
sacrificio de Cristo es la entrega total de sí mismo aceptando libremente 
por amor la muerte de cruz: «Por lo cual entrando en este mundo, dice: 
no quisiste sacrificios ni oblaciones, pero me has preparado un cuerpo. 
Los holocaustos y sacrificios por el pecado no los recibiste. Entonces yo 
dije: heme aquí que vengo... para hacer, oh Dios, tu voluntad» (Hb 10, 
5-7) (162). 

134. Jesucristo, sacerdote, maestro, pastor 
Cristo, en cuanto sacerdote, es también pastor, maestro, testigo, etc. 
Este sacerdocio de Cristo no puede ser considerado aisladamente, 
independientemente de toda su obra salvífica, y de las demás funciones 
que Cristo realiza. Cristo en cuanto pontífice es también el pastor de la 
Comunidad de la nueva alianza: Dios «sacó de entre los muertos, por la 
sangre de la alianza eterna, al gran pastor de las ovejas descarriadas; 
mas ahora os habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas» (1 P 
2, 25). Si la misión de los presbíteros es apacentar el «rebaño de Dios» 
(1 P 5, 2), Cristo es el «pastor soberano» (cfr.1 P 5, 4), el testigo fiel (Ap 
1, 5; 3, 14). Exaltado a la diestra de Dios El es nuestro mediador (Rm 8, 
34), es nuestro abogado ante el Padre (1 Jn 2, 1) y vive siempre para 
interceder por nosotros. El sacerdocio de Cristo es manifestación del 
amor redentor de Dios, plenitud de su ministerio profético y de su realeza 
(165). 

135. Obispos, presbíteros y diáconos participan de la misión de Cristo 

El ministerio del Obispo, del presbítero y del diácono es participación 
de la misión de Cristo. Es Cristo mismo quien actúa por medio del 
Obispo, del presbítero y del diácono cuando éstos ejercen el ministerio 
sagrado en su triple función: enseñar, santificar y regir (166). 

136. El carácter sacerdotal 
Por el sacramento del Orden, el Obispo, el presbítero y el diácono 
reciben la misión y el sacerdocio de Cristo no de manera funcional, como 
si fuera sólo un oficio o cargo análogo a los de la sociedad civil. Esta 
singular participación en el sacerdocio de Cristo supone algo más 
profundo, que afecta a lo más hondo de la persona, y la transforma en 
su mismo ser, del mismo modo que el sacerdocio de Cristo pertenece al 
ser mismo de Cristo Mediador. El Concilio Vaticano II se expresa así a 
propósito de los presbíteros: «El sacerdocio de los presbíteros... se 
confiere por aquel especial sacramento con el que los presbíteros, por la 
unción del Espíritu Santo, quedan sellados con un carácter particular, y 
así se configuran con Cristo sacerdote, de suerte que puedan obrar 
como en persona de Cristo cabeza» (PO 2) (174). 

137. "... Como en persona de Cristo Cabeza» (PO 2) 
El carácter del sacerdocio es una realidad dinámica. Se trata de la 
configuración de toda la persona del ministro con Cristo, que le hace 
partícipe de su misión como Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia. En el 
cumplimiento de esta misión, Cristo sigue realizando su mediación de 
único sacerdote: bajo las diversas formas del sacerdocio ministerial, se 
manifiesta la acción personal del mismo Cristo, como Cabeza de la Iglesia 
y Buen Pastor de su rebaño. Los ministros sagrados no son simples 
delegados de la comunidad. El Obispo, el presbítero, el diácono actúan 
no directamente en nombre de los fieles, sino en nombre de Cristo. 
Indirectamente también representan a los fieles, a todos los fieles, en 
cuanto que éstos constituyen el Cuerpo de Cristo. Como ministros de 
Cristo-Cabeza no es su función suplir la presencia de Cristo, sino ser 
signos en los que se actualiza su misma presencia (176). 

138. La autoridad pastoral como servicio 
El Obispo, el presbítero, el diácono han de actuar en todo momento 
según la enseñanza de Jesús: «Sabéis que los jefes de las naciones las 
gobiernan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su 
poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera 
llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera 
llegar a ser el primero entre vosotros será esclavo vuestro; de la misma 
manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y 
a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20, 25-28) (177). 

139. El celibato, imitación de Cristo 
La perpetua y perfecta continencia por el reino de los cielos fue 
recomendada por el Señor (cfr. Mt 19, 12). En el decurso de los siglos 
fue aceptada con alegría y generosidad por muchos fieles cristianos, que 
de este modo quisieron imitar plenamente a Jesucristo. Fue siempre 
tenida en mucho aprecio por la Iglesia especialmente para la vida 
sacerdotal. No es exigida por la naturaleza misma del sacerdocio como 
aparece en la práctica de la Iglesia primitiva (cfr. 1 Tm 3, 2-5; Tt 1, 6) y 
en las iglesias orientales. 
Pero en toda la Iglesia se vio siempre la perfecta castidad como muy 
conforme con la misión propia del sacerdote. Con esto no se desconoce 
el valor propio del matrimonio cristiano, como camino para expresar el 
amor de Cristo a su esposa la Iglesia (cfr. Ef 5, 25ss). 
Por el celibato asumido como forma de imitación y seguimiento de 
Cristo, el sacerdote se muestra plenamente disponible (181). 

140. Promover la vida comunitaria: crear comunidad 
El ministerio sacerdotal tiene como exigencia interna el promover la 
vida comunitaria. Su preocupación no se orienta sólo a transformar 
interiormente a los individuos, sino a crear comunidad. Dice el Concilio 
Vaticano ll: «El deber del pastor no se limita al cuidado particular de los 
fieles, sino que se extiende propiamente también a la formación de la 
auténtica comunidad cristiana. Mas para atender debidamente al espíritu 
de comunidad, debe abarcar no sólo la Iglesia local, sino la Iglesia 
universal. La comunidad local no debe atender solamente a sus fieles, 
sino que, imbuida también por el celo misionero debe preparar a todos 
los hombres el camino hacia Cristo» (PO 6) (187). 
........................................................................

TEMA 58 

OBJETIVO: 
DESCUBRIR EL SIGNIFICADO DEL SACERDOCIO MINISTERIAL: 
AL SERVICIO DE LA MISIÓN DE CRISTO Y DE LA IGLESIA 

PLAN DE LA REUNIÓN 
* Información: personas, hechos, problemas. 
* Oración inicial: salmo compartido. 
* Presentación del objetivo, recogida de interrogantes, presentación 
del tema 58 
en sus puntos clave (pista adjunta). 
* Diálogo: lo más importante. 
* Oración comunitaria: Sal 23 compartido desde la propia situación, 
canción. 

PISTA PARA LA REUNIÓN 
1. Cristo eligió a los Apóstoles. 
2. Los obispos sucesores de los Apóstoles. 
3. Presbíteros y diáconos. 
4. Como en persona de Cristo Cabeza. 
5. Participando de la misión de Cristo: sacerdote, maestro, pastor. 
6. El celibato, imitación de Cristo. 
7. Promover la vida comunitaria.