COMENTARIOS AL SALMO 128

 

1. MIS ENEMIGOS

Me resulta duro admitirlo, aun ante mí mismo, pero es un hecho que no puedo seguir pasando por alto, y haré bien en confesármelo a mí mismo: tengo enemigos. Hay personas a las que no agrado, personas que se me oponen, personas que tratan de poner obstáculos a mi trabajo y estropear mis éxitos. Hay personas que me critican a mis espaldas, que se alegran cuando fracaso y se entristecen cuando las cosas me salen bien. No es que yo tenga manía persecutoria, sino que simplemente veo y admito esta desagradable realidad. No les gusto a todos, y a mí me conviene saberlo.

«¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud! En mis espaldas metieron el arado y alargaron los surcos».

La imagen es brutal, pero la realidad no es menos inhumana. Araron mi espalda como el labrador ara sus campos con una hoja de acero. Llevo las cicatrices del odio en los tejidos del alma. Y quiero llegar a aceptar la realidad de los sufrimientos que me han causado otros, sin que yo sienta enemistad personal o amargura interna por la conducta enemiga de seres a los que llamo hermanos.

No pienso en ellos hoy, sino en mí mismo. El hecho de tener enemigos me humilla. Yo creía ser una persona de primera, creía ser atractivo y agradable a todos. Y resulta que no lo soy. No lo digo para culpar a nadie, y menos a mí mismo, sino simplemente para hacer constar el hecho y derivar de él la humildad que me corresponde. No les gusto a todos. Lástima, pero así es. Acepto la carga y aprendo la lección.

Lo interesante es que puedo aprender más cosas sobre mí mismo de mis enemigos que de mis amigos. Los que me quieren bien me halagan con su afecto y su aprecio, mientras que aquellos que se me oponen me revelan mis puntos flacos con sus críticas y sus ataques. Si me fijo en los mensajes ocultos tras la oposición que encuentro en mi trabajo, puedo aprender a conocerme mejor que con muchas horas de autoexamen. El conocimiento propio es un tesoro, y el mejor sitio para encontrarlo es la crítica de mis adversarios. No trato de justificar la penosa situación que sufro, sino de sacar de ella un valioso fruto para mi alma. Quiero avanzar en el conocimiento propio estudiando las reacciones que mi conducta provoca en los demás, no ya la reacción favorable de mis amigos, sino, con mayor interés, la desfavorable de mis enemigos.

Gracias, Señor, por los que se me oponen. Me están ayudando a conocerme mejor.

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 241