COMENTARIOS AL SALMO 119

 

1. CANCIÓN DEL DESTERRADO

«¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar!».

Nombres extraños, Masac y Cadar. Tierras extrañas para el hombre que ama a su patria y se ve forzado a vivir en sitios lejanos, entre gente que no conoce y con una lengua que no entiende. La maldición del hombre moderno. El pecado de nuestra civilización. El desterrado, el expatriado, el refugiado. Grupos enteros de hombres y mujeres desplazados de su tierra, o a veces un solo individuo perseguido por sus convicciones. El hombre huye ente el hombre y ha de ocultar su rostro ante sus hermanos. Cicatrices de terror en la faz de la humanidad.

Rezo por todos aquellos a quienes se ha privado de su derecho a vivir en su tierra, que han sido expulsados por la fuerza, perseguidos, separados, exiliados. Por todos aquellos que han tenido que construir una casa lejos de su propia casa y tienen que vivir en una cultura ajena a la suya. Por todos aquellos que provienen de un país, mientras que sus hijos nacen en otro; que sufren en sus propias familias la tensión de albergar dos tradiciones bajo un techo. Por todos aquellos que sueñan con la tierra prometida mientras acampan en el desierto. Rezo por todos los desterrados del mundo, para que preserven sus raíces al mismo tiempo que den flores nuevas; para que encuentren amistad y den cariño; para que sus vecinos se hagan sus amigos; y para que sus peregrinaciones sirvan para recordarles a ellos y a la humanidad que todos somos uno. Rezo por que no se consideren ya exiliados, sino que se encuentren a gusto y en su casa, estén donde estén, y prosperen en cualquier tierra con el calor de la esperanza y la fuerza de la fe.

Al rezar por ellos caigo en la cuenta de que también estoy rezando por mí. También yo soy un desterrado. También yo vivo en Masac y Cadar, lejos de mi casa y entre gente que no habla mi lengua. El lenguaje del espíritu se desconoce por aquí abajo. La sociedad en que vivo habla el lenguaje del dinero, el éxito, el poder, la violencia. Yo no entiendo ese lenguaje y me encuentro perdido en mi propio mundo. Ansío llegar a otras tierras y ver otros paisajes. Sé que estoy en camino y siento complejo de exiliado, junto con la impaciencia del peregrino.

Deseo para mí la síntesis que he pedido para los demás. Quiero preservar mis raíces y dar flores nuevas; valorar mi cultura y asimilar las de otras razas; amar a mi patria y amar también mi destierro; demostrar con resignación activa la esperanza que puede convertir el desierto en un jardín, y en cielo la tierra.

Hoy soy un desterrado para llegar a ser ciudadano del cielo por siempre.

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 228