COMENTARIOS AL SALMO 25

 

1. LA ORACION DEL JUSTO

Yo no me hubiera atrevido a rezar este Salmo, Señor, pero te agradezco me lo ofrezcas y me invites a apropiármelo. Salmo de inocencia y sinceridad; plegaria de un hombre justo y sin tacha. No es ése mi retrato. Conozco mis fallos y deploro mis defectos; molesto a otros, me yergo por dentro, busco el placer, no soy fiel a mí mismo. Hay momentos negros en mi vida y rincones oscuros en mi conciencia. No soy puro y transparente. No puedo pretender ser justo en tu presencia.

Y, sin embargo, eso es lo que me invitas a hacer, y yo me alegro en secreto, casi contra mi propia voluntad, al recibir tu invitación y prepararme a aceptarla. Sé que me he portado mal, pero en el fondo amo la verdad y deseo el bien de todos. Aun al hacer el mal, no obro por malicia, no busco el daño de otros, sino mi propio interés; no lo hago por desobedecer, sino por flaqueza. Soy débil, pero no malvado. Amo la bondad y aprecio la honradez. Quisiera que todos fueran felices y el mundo entero estuviera en paz. Hay un fondo de bondad en mí, y ese fondo es lo más íntimo y genuino de mi ser. Quiero sentirme bueno, y acepto tu invitación a rezar la oración del justo.

«Camino en la inocencia; confiando en el Señor no me he desviado. Escrútame, Señor, ponme a prueba, sondea mis entrañas y mi corazón; porque tengo ante los ojos tu bondad, y camino en tu verdad. Lavo en la inocencia mis manos, y rodeo tu altar, Señor. Yo camino en la integridad; sálvame, ten misericordia de mí».

Ese soy yo en mis mejores momentos, y me hace feliz poder aparecer ante ti de esa manera, siquiera sea alguna vez. De pie ante ti, con la confianza que tú me has dado, con la cabeza alta y la mirada fija en tu rostro, con la sonrisa de la inocencia y el lenguaje de la libertad. Sí, soy tu hijo, y el pedirte tu bendición es pedir justicia. Tú me has dado el derecho a hablar así, y quiero hacer uso de él con toda sencillez. Dame tu bendición, dame mi herencia, dame paz en el alma y alegría en la vida. Quiero sentirme hijo tuyo, quiero sentirme bueno como sé que lo soy y he de serlo cada vez más con tu ayuda. Esa es la santidad que deseo, la justicia que espero de ti.

«Hazme justicia, Señor, que camino en la inocencia».

 

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 52