Espiritualidad Bíblica
Espiritualidad de la Justicia y el Amor (2)


Albert Nolan op 

4. Espiritualidad del Reino
1. La Buena Nueva del Reino
2. La Salvación vista como Liberación

5. Valores del Evangelio
1. Repartición
2. La Dignidad Humana
3. Solidaridad Humana
4. Servicio

* * * * *

 

4. Espiritualidad del Reino

Jesús estaba repleto del Espíritu Santo. Mas que nadie, él nos 
revela lo que es vivir enteramente en el Espíritu, llevar una 
verdadera vida espiritual. Jesús era más que un profeta porque 
mientras que los profetas estaban parcialmente movidos por el 
Espíritu, Jesús se identificaba totalmente en su propio ser, con el 
Espíritu de Dios. Esto quiere decir que los SENTIMIENTOS de Jesús 
eran siempre exactamente iguales a los sentimientos de Dios; todas 
las preocupaciones de Jesús, sus actitudes, luchas y valores eran 
un reflejo perfecto de las preocupaciones, actitudes, luchas y 
valores de Dios. Por eso decimos que Jesús es divino, que es el Hijo 
de Dios.

Si queremos participar de los sentimientos de Dios con respecto 
de cualquier cosa, podemos mirar hacia Jesús y ver lo que siente 
respecto de tales cosas, y confrontar nuestros sentimientos, 
preocupaciones o valores con los de él. He aquí el porqué todos los 
escritores espirituales dicen que la vida espiritual es una simple 
cuestión de IMITAR A JESUS, (SEGUIR A JESUS).

Ya vimos la compasión, el amor de Jesús y la forma como 
profundizó el sentido de justicia. Podríamos continuar, y reflexionar 
sobre su ira e indignación, su manera de criticar y enfrentar a los 
fariseos y los ricos, su actitud en relación a la política, al sufrimiento 
y a la muerte, las curaciones que realizó, y así sucesivamente. Esto, 
sin embargo, nos llevaría mucho más allá de los límites de este 
pequeño libro. Con todo, hay dos cuestiones sobre Jesús que 
debemos examinar con mucho cuidado, si queremos entender algo 
respecto de lo que significa espiritualidad bíblica. Ellas son: el 
mensaje profético de Jesús (la Buena Nueva del Reino) y sus 
valores. Vamos a analizar la primera en este capítulo y la otra en el 
capítulo siguiente.


1. La Buena Nueva del Reino

RD/J: El mensaje de Jesús tenía la misma estructura triple del 
mensaje de todos los profetas. Hacía una llamada al cambio o 
METANOIA, prevenía al pueblo sobre el JUICIO de Dios sino 
cambiaban, y prometía la SALVACION de Dios si cambiaban. La 
diferencia estaba en que Jesús daba más énfasis a la salvación que 
al juicio (y es por eso que su mensaje es llamado Evangelio de la 
Buena Nueva). Y, más importante que esto, mientras que los 
profetas hablaban sobre la salvación parcial o temporal, Jesús 
hablaba de la salvación TOTAL Y ETERNA. El símbolo que Jesús 
usó para hablar de esa salvación total y perenne fue el Reino de 
Dios.

Hoy día los estudiosos de la Biblia, casi sin excepción, 
concuerdan en que el tema central de la predicación de Jesús era el 
Reino de Dios. Directa o indirectamente siempre estaba hablando 
sobre el Reino, y los propios evangelistas resumen toda la 
predicación de Jesús en estas palabras: Conviértanse . El Reino 
de Dios está próximo . La esencia del mensaje de Jesús era la 
proximidad del Reino de Dios. Para él, el Reino estaba realmente 
muy próximo y era muy querido. El juzgaba todo en base a la venida 
del Reino; lo pregonaba, luchaba por él, rezaba por él, lo esperaba, 
vivió por él y murió por él. Y finalmente resucitó de entre los muertos 
para que el Reino de Dios pudiese venir.

Como son diferentes hoy muchos de los cristianos. Para 
nosotros, la venida del Reino de Dios es algo muy distante y 
remoto, algo totalmente irrelevante con relación a aquello por lo que 
vivimos, rezamos, luchamos y tal vez morimos. Tendemos a pensar 
en el Reino como algo que pertenece a un futuro lejanísimo y de 
hecho lo usamos como sinónimo de ese futuro: decimos que algo se 
va a prolongar o atrasar hasta que venga el Reino .

Esta es la medida de nuestro alejamiento de los sentimientos, 
actitudes, luchas y preocupaciones de Jesucristo. Ninguna de las 
tentativas de profundizar nuestra vida espiritual o de imitar a Jesús 
podrá ser completa y eficaz sin algún entendimiento de aquello que 
significaba para él el Reino de Dios.

¿Qué es el Reino de Dios?

RD/QUE-ES: La esencia del mensaje de Jesús no es sólo amor, 
compasión y justicia. Jesús no nos presentó simplemente una nueva 
moral o un nuevo código de conducta. Jesús profetizó la venida de 
un reino en el que el amor, la justicia, la compasión y todos los 
valores de Dios serían concreta y totalmente realizados. Profetizó 
un mundo en el que Dios sería el Supremo Señor. Nuestras 
tentativas de amar, sentir compasión y justicia tienen sentido en 
referencia a ese Reino prometido.

El Reino no es pues simplemente la Iglesia, ni tampoco es 
simplemente el cielo. La Iglesia es la comunidad de creyentes 
peregrinos, que viven, luchan y esperan la venida del Reino. Pero la 
Iglesia en sí no es el Reino. Y el cielo es una forma de decribir la 
felicidad de las almas que esperan por la venida del Reino y por la 
resurrección de sus cuerpos.

El mismo Reino es un ACONTECIMIENTO FUTURO. Algo que 
Dios nos promete. Algo por lo cual aún estamos esperando y 
luchando. Es la transformación futura de este mundo en otro 
mundo, un nuevo mundo, el mundo que viene.

Es difícil imaginar como será ese mundo futuro. Los ojos no 
vieron, los oídos no oyeron, ni entró en el corazón (imaginación) del 
hombre... como dice San Pablo. El Reino será CUALITATIVAMENTE 
diferente del mundo, tal como lo experimentamos ahora, y por eso 
muchas veces concebimos al Reino como un mundo de cuento de 
hadas, muy lejano y remoto, sin relación con nuestras 
preocupaciones y sentimientos cotidianos.

De hecho, sin embargo, el Reino es el DESTINO de la raza 
humana. Fue para él que Dios nos hizo, y es lo que hace la vida 
digna de ser vivida. Es el acontecimiento futuro que puede dar 
sentido y propósito a todos nuestros esfuerzos.

El Reino es el retrato, la imagen, el símbolo, propuesto por 
Jesús, de la salvación en que creemos. Se refiere al gran acto 
salvífico de Dios. Todos los actos salvíficos de Dios, en el pasado y 
en el presente, señalan el gran acto final de liberación que Dios nos 
prometió. Hay naturalmente otros símbolos de ese gran acto final de 
liberación: la nueva era, el otro mundo, la vida eterna, la segunda 
venida, el último día, el juicio final y la resurrección de los muertos; 
pero Jesús prefirió hablar del Reino de Dios.


Teniendo la experiencia 
de que el Reino está próximo

RD/PROXIMO: La conversión por la que todos debemos pasar, 
si quisiéramos profundizar nuestra vida espiritual, es una 
conversión, un volverse en dirección al Reino de Dios. El Reino 
debe volverse la más importante realidad de nuestra vida, debe 
volverse el acontecimiento o futuro que nos determina y que define 
el sentido total de nuestra existencia aquí y ahora. Si pudiéramos 
aprender a unir con el Reino cada cosa que hacemos o decimos, y 
si intentaramos comprender todo lo que acontece en el mundo en 
términos del Reino, entonces nuestra vida sería transformada y la 
cualidad de todo lo que hacemos cambiaría. Es lo que los autores 
espirituales quieren decir cuando afirman que deberíamos vivir SUB 
SPECIE AETERNITATIS (bajo cierta forma de eternidad).

Pero, ¿cómo haremos esto?. Leyendo los signos de los tiempos, 
aprendiendo a criticar al mundo en que vivimos, llegando a tener la 
experiencia de que este mundo actual es IRREAL, INHUMANO, SIN 
AMOR y totalmente FALSO. El Reino es lo opuesto de todo lo que 
está errado y es falso en nuestro mundo. En tanto no estemos 
perfectamente conscientes de cuan errado está el mundo y de qué 
es exactamente lo que está errado en él, nunca valoraremos 
realmente la necesidad urgente del Reino de Dios, Reino de Justicia 
y Paz. 

Además de eso, cuando en espíritu de oración, intentamos leer 
los signos de los tiempos, comenzamos también a descubrir las 
SIMIENTES del Reino de Dios tal y como se manifiestan en medio de 
toda la podredumbre. El Reino es básicamente un acontecimiento 
futuro, pero podemos encontrar en nosotros mismos y en el mundo 
de hoy, algunas simientes del Reino, algunas señales del Reino, 
algunas realizaciones parciales del Reino. El Espíritu de Dios está 
actuando en medio de toda la falsedad y la crueldad. 
Encontraremos valores del Reino vividos por algunas personas, y 
encontraremos el Reino dentro del corazón de los que realmente 
creen en él y esperan en él.

El Reino puede, gradualmente, volverse en una realidad para 
nosotros, una realidad que domina nuestras vidas y 
preocupaciones, como sucedió con Jesús.


El Reino y la Salvación Social

El Reino es una imagen social, se refiere a una sociedad salvada 
y libre, la futura comunidad de Dios, la comunión con los santos. Al 
escoger una imagen social como el Reino para describir la 
salvación. Jesús aclara que él no concibe la salvación como una 
forma individualista y aislada de felicidad, sino como una nueva 
sociedad salvada. Ser salvo es formar parte de una comunidad. O, 
en otras palabras, lo que necesita ser salvado no son meramente 
las almas individuales, sino todo el mundo: cuerpo y alma, individuo 
y sociedad, seres humanos y todas las cosas creadas. Volveremos 
más adelante sobre este asunto.

Una espiritualidad individualista ve el acontecimiento futuro como 
la salvación de mi alma individual, en el cielo, después de mi 
muerte. La espiritualidad del Reino ve el acontecimiento futuro como 
la salvación del mundo en el último día, después de la muerte de 
este mundo con toda su perversidad. La espiritualidad individualista 
se basa en una preocupación egoísta con la propia salvación. La 
espiritualidad del Reino se basa en la preocupación con la salvación 
de todo el mundo.


2. La Salvación vista como Liberación

SV/LIBERACION: Cada época tiene su propia forma de 
expresión, y su concepto propio de aquello que el pueblo 
necesitaba por encima de todo y por lo que debería estar luchando. 
En la época del Nuevo Testamento, muchos pueblos, especialmente 
los gentiles, estaban en búsqueda de algo que ellos llamaban 
SALVACION (por ej. las religiones basadas en el misterio); en la 
Edad Media, se describía la meta final de los seres humanos como 
la FELICIDAD (bien-aventuranza); en otros tiempos, la necesidad 
máxima fue designada de varios modos: REDENCION, PERDON, 
SABIDURIA, PROGRESO, JUSTICIA, DESARROLLO, etc. Hoy, para 
un número cada vez mayor de personas, el ideal y el destino de la 
raza humana es concebido como INDEPENDENCIA o LIBERACION.

Liberación es un término que ya fue usado en la antigüedad, 
Buda propone sus ideas religiosas como medio de liberación. Y en 
varios lugares de la Biblia podemos encontrar referencia a 
independencia, libertad y liberación, como algo que Dios da a su 
pueblo. Hoy, algunos pueblos todavía luchan por la salvación, la 
redención, el desarrollo, etc., pero en cada era o cultura hay 
generalmente un término predominante para expresar el ideal 
humano; y hoy ese término es liberación. 

En el área política, tenemos movimientos de liberación y ejércitos 
de liberación. en el campo económico tenemos la lucha de los 
obreros por la liberación. En el campo de la psicología, del 
condicionamiento social y del crecimiento personal nos esforzamos 
por volvernos personas liberadas. Algunos luchan para liberarse de 
sentimientos de inferioridad (concientización del negro), otros por la 
liberación sexual. Y por último, pero de no menor importancia, viene 
la liberación de la mujer, la necesidad que sienten las mujeres de 
liberarse de la dominación masculina.

No hay ninguna razón para que no describamos la salvación que 
Jesús nos trae como liberación. En realidad, para la mayoría de las 
personas hoy tiene mucho más sentido llamarla liberación, que 
salvación o redención. Pero, si optamos por decir que Jesús es 
nuestro liberador, aquel que trae una liberación verdadera y 
genuina, entonces tenemos que explicar como es que esa 
verdadera liberación está relacionada con la liberación política, 
económica, racial, personal y de la mujer. ¿Es liberación 
simbolizada por el Reino de Dios totalmente diferente de todas esas 
otras formas de liberación, o está de cierta forma, íntimamente 
relacionada con ellas?. 

La respuesta es que el Reino de Dios o la liberación divina es 
trascendente, lo que la hace diferente, en dos sentidos, de todas 
las otras formas de liberación: 

a) La liberación trascendente es TOTAL, mientras que son 
parciales todas las otras formas de liberación;

b) La liberación trascendente es considerada como una gracia o 
una dádiva de Dios y no simplemente como una realización 
humana.


a) LIBERACION TOTAL

En Jesús, Dios nos ofrece una liberación total, la liberación de la 
persona toda, la liberación de todo y de cualquier cosa que nos 
exclavice. Si esto es cierto, la liberación divina INCLUYE la liberación 
política, la liberación del negro y de la mujer, la liberación 
psicológica y cualquier otra forma de liberación que se pueda 
imaginar. En otras palabras, la liberación divina no es otra forma de 
liberación, paralela a todas esas formas; la liberación divina son 
TODAS esas formas de liberación juntas además de cualquier otra 
que pueda surgir en el futuro o cualquier otra de la cual todavía no 
tengamos conciencia. El ideal del Reino de Dios es el ideal de una 
liberación completa, total y perenne, una liberación que incluye, y 
por lo tanto, trasciende a todas las otras formas de liberación.


Pecado

P/LIBERACION-TOTAL: La razón por la cual la liberación del 
Reino de Dios es total o trascendente, mientras que las otras 
formas son parciales e incompletas, es que Jesús va al fondo de la 
cuestión, él ataca la causa fundamental de todas las formas de 
dominación, de opresión y de esclavitud. Y la raíz de todas las 
formas de no- liberación es el PECADO. Todas las formas de 
sujeción, desde la esclavitud institucionalizada del pasado hasta la 
dominación política del presente, o cualquier forma posible de 
opresión en el futuro, no son más que una consecuencia del 
pecado.

Uno de los más lamentables malentendidos del pasado reciente, 
una de las razones más significativas por la cual la liberación 
cristiana ha parecido irrelevante, es que, con excesiva frecuencia, 
los cristianos hablaban sobre la liberación del pecado pero se 
olvidaban de la igualmente necesaria liberación de las 
consecuencias del pecado en el mundo. El resultado fue que, 
mientras los cristianos hablaban sólo sobre la liberación de pecado, 
otros tuvieron que organizar movimientos para liberar al pueblo de 
las consecuencias del pecado, tales como estructuras injustas, 
opresión política, dominación masculina, pobreza, hambre, etc.

Lo que necesitamos descubrir, para nosotros mismos, es la 
relación muy íntima entre EL PECADO Y LAS CONSECUENCIAS 
DEL PECADO. Pecado, decimos nosotros, es una ofensa a Dios. 
Esto es correcto. Debemos, sin embargo, recordar que nuestros 
pecados no pueden hacer mal al mismo Dios. Nuestros pecados nos 
hacen mal a nosotros, al mismo pecador y a otras personas, y esto 
es lo que ofende a Dios. Un pecado es cualquier acto que perjudica 
a las personas, a la propia persona que lo comete y a otros. Este 
mal o sufrimiento, que es la consecuencia de cada uno y de todos 
los pecados (incluido el pecado original de Adán y Eva), puede 
perdurar por siglos, puede continuar por mucho tiempo después 
que el pecado fue cometido.

Hay tres cosas muy importantes a observar aquí.

a) El pecado de una persona o de un grupo de personas puede 
tener consecuencias perjudiciales para muchas otras personas que 
no son, ellas mismas, culpables del pecado. Así, hay millones de 
personas en el mundo, hoy, que sufren hambre, pobreza, opresión, 
etc., por causa de la avaricia, del egoísmo y de la injusticia de otras 
personas. Millones de personas necesitan ser liberadas, no sólo de 
sus propios pecados, sino de los pecados de aquellos que las 
oprimen, o mejor, de las consecuencias de los pecados de otros. 

b) Otra cosa importante a observar es que hay dos clases de 
pecados: pecados de acción y pecados de omisión. Millones de 
personas en el mundo, hoy sufren no sólo por causa de actos 
pecaminosos practicados por otros, sino también por causa de los 
pecados de omisión de aquellos que podrían hacer algo pero que 
escogen no hacer nada. Los pecados por omisión también tienen 
consecuencias devastadoramente perjudiciales para el pueblo. 

c) Y, finalmente, al evaluar la gravedad de un pecado, 
necesitamos distinguir entre la proporción de culpa y la proporción 
del mal causado. Por un lado, un pecado puede ser muy grave en 
razón del tremendo mal que causa a millones de personas, mientras 
que el pecador, por falta de conocimiento total o del total 
consentimiento, sólo es levemente culpable. Mientras que por otra 
parte, un pecador puede ser totalmente culpable por practicar, 
consciente y deliberadamente, un acto, pero el hecho no es serio o 
grave, porque el pecado causa muy poco daño a cualquier otra 
persona. Una de las peores perversiones de la espiritualidad, en los 
últimos siglos, consiste en haberse concentrado casi exclusivamente 
en el grado de culpa individual envuelta en el pecado, y haber 
ignorado la mayor o menor gravedad del mal causado al pueblo. 
Algunos cristianos se vuelven verdaderamente neuróticos sobre su 
culpa en relación a actos que no tienen consecuencia alguna, 
mientras que no se preocupan por su participación en cualquier otra 
cosa que causa un perjuicio incalculabe a millones de personas. 
Hay algo aquí que está decididamente fuera de perspectiva. Una 
vida espiritual saludable debe abarcar no sólo una preocupación 
con la culpa del pecado, sino también con las consecuencias del 
pecado.


Liberación Total en la Biblia

A través de toda la Biblia, Dios es presentado liberando su 
pueblo del pecado y de las consecuencias del pecado. De hecho el 
primer gran acto de liberación de Dios fue liberar a los hebreos de 
la opresión y de la esclavitud en Egipto. En este caso, el pueblo 
judío está siendo liberado no de sus propios pecados, sino de los 
pecados de los egipcios que los estaban oprimiendo y explotando. 
Más tarde, leemos que Dios los libera de la opresión de los 
cananeos, de los filisteos, de los babilonios y de otros grandes 
poderes imperiales.

Jesús trae el perdón o liberación del pecado y de la culpa, pero 
él se preocupa también en liberar a los pecadores de las cargas 
que les son impuestas por los pecados de hipocresía de los 
fariseos. Hay también una preocupación en liberar al pobre de los 
pecados del rico y en liberar a los cuerpos dolientes de las 
molestias y otros defectos que los afligen. Estos últimos podrían ser 
considerados como consecuencia del pecado original, aunque fuera 
preciso tomar en cuenta, también, los pecados sociales de la 
sociedad, pero la Biblia no hace distinción entre pecado original, 
pecado social y pecado individual. Cualquier pecado es visto como 
un todo, y todo sufrimiento es considerado, de una forma o de otra 
como consecuencia del pecado.

La liberación que viene con el Reino incluye la resurrección del 
cuerpo. Un cuerpo resucitado y glorificado es un cuerpo que fue 
liberado de todas las consecuencias del pecado desde Adán.

En San Pablo encontramos no solamente el perdón del pecado, 
sino también la liberación de la Ley de la muerte. La Ley, o mejor, el 
legalismo es considerado como una consecuencia del pecado, y la 
muerte es el último de nuestros enemigos, el fruto del pecado. Más 
aún, según San Pablo, ...nosotros gemimos interiormente, 
suspirando por la redención de nuestro cuerpo (Rom 8, 23). Y 
finalmente la liberación se vuelve cósmica cuando Pablo habla de 
todo el mundo material que gime, en la ansiosa espectativa y 
esperanza de verse libre de su esclavitud (Rom 8, 12-23). La 
liberación del mundo material está considerada aquí como 
dependiente de la completa realización de la liberación humana, 
porque la esclavitud o no-libertad del cosmos es considerada como 
una consecuencia del pecado del hombre y de su falta de libertad.

Nada pues, puede ser excluido del deseo de Dios de salvar y 
liberar. Todas las cosas deber ser redimidas, transformadas y 
liberadas. Todas las relaciones personales, políticas, sociales, 
económicas y aún incluso nuestras relaciones con las cosas 
materiales que usamos, explotamos y transformamos en bienes 
manufacturados, tienen que ser cambiadas y transformadas. No hay 
ningún límite para la liberación que Dios nos promete en Jesús. El 
Reino de Dios representa una liberación trascendentalmente total.

b) UN DON DIVINO

LBC-SV/DON-CONQUISTA SV-LBC/DON-CONQUISTA: 
Volvamos ahora a la segunda característica de la liberación 
trascendente, o sea, ella es un don divino: Y tenemos que enfrentar 
aquí uno de los más misteriosos de todos los misterios de nuestra 
fe: la relación entre la acción de Dios y nuestra libertad, entre 
predestinación y libre albedrío, entre gracia y liberación. Tomás de 
Aquino nos presenta la paradoja total de ese misterio cuando nos 
dice que no se trata de algo que es hecho EN PARTE, por Dios y 
EN PARTE por seres humanos, sino algo que es hecho 
TOTALMENTE por Dios y TOTALMENTE por seres humanos. La 
formulación más práctica que encontré de ese misterio fue la de la 
Santa Teresita de Lisieux: ella decía que deberíamos actuar como si 
todo dependiese de nosotros y después creer que todos nuestros 
éxitos provienen de Dios.

Consecuentemente, cuando decimos que alguna cosa es un don 
de Dios, no estamos excluyendo el hecho misterioso de que es al 
mismo tiempo obra de hombres y mujeres, el resultado del esfuerzo 
humano. Cuando alguien peca, actúa solo, sin Dios, pero si una 
persona practica el bien, entonces aquella persona y Dios son, 
juntos responsables de ese bien.

Ese es el misterio y para nosotros es difícil mantener juntos, en 
equilibrio, las dos partes (acción de Dios y acción humana). En 
todas las épocas hubo cristianos que caían en la herejía de dar 
énfasis a una de las dos partes en detrimento de la otra, o 
descuidando la otra. Y ahora nosotros no somos ninguna 
excepción. Con bastante frecuencia sucumbimos a la tentación de 
ver la acción de Dios mientras ignoramos el esfuerzo humano o de 
reconocer el esfuerzo humano e ignorar la participación de Dios. 

Permítanme que les presente algunos ejemplos concretos y 
espero relevantes:

a) Cuando hablamos de la salvación divina o de la venida del 
Reino de Dios, podemos dar tanto énfasis en el hecho de ser esta 
obra de Dios y de que proviene TOTALMENTE de Dios, que somos 
guiados a olvidar que la salvación divina es también una realización 
humana, algo que depende también totalmente del esfuerzo 
humano. El Reino vendrá por causa de Dios y por causa de los 
hombres. La salvación viene de Dios y mientras tanto, debemos 
realizar nuestra salvación , o para usar la fórmula de Santa 
Teresita, debemos actuar como si todo dependiese de nosotros 
mientras creemos que todo el éxito que obtengamos será un don de 
Dios. En consecuencia, nunca podemos sentarnos a ESPERAR que 
Dios nos traiga la salvación, o quedarnos esperando que Dios nos 
traiga su Reino, o esperar que Dios traiga la liberación total (o aún 
parcial) de la raza humana. NOSOTROS estamos involucrados, 
NOSOTROS tenemos que hacer el esfuerzo, NOSOTROS tenemos 
que encontrar los medios y modos de actuar, y entonces confiar 
que Dios dará, a su modo, éxito a nuestros esfuerzos. No hay nada 
tan inútil como quedarse sentado y esperar que Dios haga todo 
solo.

b) Pero a veces nos ponemos en el otro extremo. Cuando 
alguien hace un esfuerzo, por imperfecto que sea, y tiene algún 
éxito aunque sea limitado, nos olvidamos que Dios está involucrado 
en ese suceso. Cuando las personas luchan por la liberación, 
aunque sea por una liberación parcial, y cuando consiguen obtener 
algún nivel de liberación genuina, Dios está involucrado, lo que ellas 
consiguen es un don de Dios y podemos decir que ese 
acontecimiento fue realmente un acto SALVIFICO DE DIOS.

Casi todos los teólogos actuales concordarían en que los actos 
de salvación o liberación de Dios no suceden sólo en los tiempos 
bíblicos, ni que los actos salvíficos de Dios pueden ser restringidos 
a la Iglesia y sus sacramentos. Dios actúa fuera de los movimientos 
políticos, de los movimientos de liberación, de los movimientos 
obreros o cualquier otra clase de movimientos. Dios se sirve de 
líderes extraños a la Iglesia, líderes ateos, líderes comunistas o 
cualquier otro líder que pueda servir a sus propósitos de traer algún 
nivel de liberación a la humanidad sufriente. Del mismo modo como 
él usó una vez a los babilonios para castigar a los judíos y después 
a Ciro, a los Persas, para salvarlos, así hoy está usando los 
esfuerzos del pueblo para realizar una cierta medida de liberación. 
Dios no puede esperar que los cristianos se sacudan. El Espíritu 
Santo sopla donde quiere. Y Dios, como dice San Agustín, puede 
hasta escribir derecho con líneas torcidas.

Reconocer que los acontecimientos históricos humanos son 
actos salvíficos de Dios o dones de Dios, es reconocer en ellos el 
elemento de trascendencia. Van sobrepasando las formas usuales 
de esclavitud y dependencia, van sobrepasando las limitaciones 
usuales de la actividad humana y están abriendo nuevas 
perspectivas para el futuro. Toda libertad genuina es trascendente 
y viene de Dios, aunque todavía sólo sea una realización parcial del 
Reino. 

La trascendencia es difícil de entender. Es parte del misterio de 
Dios. Digamos solamente que cuanto más experiencia de libertad 
tengamos, tanto más comprenderemos y experimentaremos la 
trascendencia, y cuanto más experiencia tengamos de 
trascendencia, más comprenderemos y tendremos experiencia de 
Dios.


Resumiendo

La espiritualidad bíblica es la espiritualidad del Reino. Ser movido 
y motivado por el Espíritu de Jesús es ser movido y motivado por 
una preocupación totalmente polarizada por la venida del Reino de 
Dios. Cuando dejamos que el Espíritu de Dios actúe en nosotros, 
adquirimos una visión crítica del mundo en que vivimos, pasado y 
presente, y comenzamos a luchar, a esperar y ansiar por el mundo 
futuro de Dios, el mundo de justicia, amor y libertad.

El Espíritu de Dios es un espíritu de libertad. Cualquier forma de 
espiritualidad que sea opresiva, estrecha y restrictiva no proviene 
del Espíritu de Dios. Una vida espiritual verdadera es una lucha 
continua y diaria por independencia y liberación.

El mensaje del Evangelio es un mensaje de libertad. Evangelizar 
el mundo es transmitir a otros ese mensaje de libetad, porque es la 
salvación nuestra y de ellos. Cualquier otra forma así llamada 
espiritualidad que nos lleve a luchar solamente por nuestra propia 
libertad, salvación o autorealización, es una perversión del mensaje 
evangélico. El Espíritu de Dios nos induce a trabajar 
incesantemente por nuestra propia libertad y por la libertad de 
otros.

Es el Espíritu de Dios el que nos va a abrir los ojos cuando 
intentemos leer los signos de los tiempos, para que veamos todo 
acontecimiento verdaderamente liberador como una señal de la 
acción de Dios, una realización parcial del Reino, y una gracia o don 
de Dios.


5. Valores del Evangelio

EV/VALORES: El gran paso adelante, dado por el Nuevo 
Testamento con relación al Antiguo, puede ser descrito como el 
paso del cumplimiento exterior de las leyes hacia la interiorización 
de valores, del cumplimiento de la letra de la ley hacia la libertad del 
Espíritu. En algún estadio de nuestra vida espiritual tenemos que 
dar un paso adelante así en dirección a la libertad.

Jesús nos desafía a ir más allá de todas las leyes, reglas, 
principios, y aún de los diez mandamientos, a fin de que nos 
volvamos totalmente responsables de nuestros actos. Jesús nos 
desafía a volvernos libres y a juzgar por nosotros mismos lo que es 
cierto y lo que es errado. La capacidad de decidir por nosotros 
mismos cuando es apropiado observar una ley o una regla, y 
cuando no lo es requiere de una dosis muy grande de libertad y 
responsabilidad personal.

Muchos prefieren que les digan qué hacer o sino prefieren tener 
leyes y reglas tan rígidas que no necesitan asumir la 
responsabilidad de decidir por sí mismos. Ese es un obstáculo muy 
serio al progreso en la vida espiritual. Sofoca el Espíritu de libertad. 


Y, de tal modo, el Evangelio nos presenta directrices. Nos 
presenta al mismo Jesús como modelo de la verdadera libertad y 
aclara los valores por los cuales el vivió. Podemos experimentar la 
libertad del Espíritu aprendiendo a interiorizar esos valores y a vivir, 
nosotros mismos, según esos valores.

Básicamente, existe solo un VALOR en el Evangelio. El valor del 
amor y la compasión-justicia del corazón. Podríamos expresar esto 
de otra forma, y decir que el único valor del Evangelio son las 
PERSONAS. Las personas son más importantes que el dinero, el 
status , la sabiduría, el poder o cualquier otra cosa del mundo. Para 
Dios sólo hay un gran valor: las personas. Es por eso que hablamos 
de amor, compasión, justicia. Esos valores sólo enfatizan la 
importancia de las personas.

Con todo, para entender las implicaciones prácticas de este 
grande y único valor, necesitamos SUBDIVIDIRLO en muchos 
valores diferentes, que se refieren a diferentes áreas de la vida o a 
diferentes formas de desamor y de injusticia, que necesitan ser 
superadas. En el Evangelio encontramos cuatro valores 
predominantes. Son simplemente cuatro maneras de amar o 
practicar la justicia y corresponden (y son opuestos) a cuatro 
valores mundanos que predominaban en la sociedad en la que 
Jesús vivió.

Jesús vivió en una sociedad judaica, pero los valores 
predominantes en esa sociedad eran los del Antiguo Testamento, 
así como los valores de nuestra sociedad no son los del Nuevo 
Testamento. Los valores de la sociedad de Jesús, como los de la 
nuestra, eran valores muy mundanos: dinero, poder, status , 
egoísmo de grupo. Jesús respondió a cada uno de esos valores 
mundanos, presentando el valor divino correspondiente. Así, si 
dividimos el único gran valor que es el amor, en cuatro, es para 
corresponder a los cuatro valores predominantes del mundo. Vamos 
ahora a abordar esos valores uno por uno. Primero vamos a definir 
el área a la que se refieren, y enseguida el valor mundano y el valor 
evangélico correspondiente a esa área.


1. Repartición

RIQUEZA/DINERO DINERO/RIQUEZA: El área de la vida de la 
que vamos a tratar ahora abarca todo aquello relacionado con el 
dinero y con la posesión. Incluye todo lo que hoy se llama patrón 
de vida : el tipo de casa en que nosotros vivimos, el tipo de comida 
que comemos, la ropa que usamos y todos los otros bienes 
materiales que utilizamos. También incluye la compra venta de 
bienes y la manera cómo esos bienes son producidos, 
manufacturados y consumidos. El Espíritu de Jesús nos debe 
motivar en esta amplia área de la vida, tanto como en cualquier 
otra.

Una gran parte de los dichos y parábolas de los cuatro 
Evangelios, especialmente el de Lucas, se refieren al dinero y a las 
posesiones. Esto no se da por casualidad, sino porque el dinero y 
los bienes tenían gran importancia en el pensamiento de los 
contemporáneos de Jesús. Los fariseos son descritos como 
amantes del dinero (Lc l6, 14) y la mayoría de las personas, ricos y 
pobres, consideraban la posesión de una gran fortuna como una 
bendición de Dios. En otras palabras, el valor mundano aquí, por el 
cual las personas estaban luchando, era el de ser RICO, tener un 
patrón de vida alto .

Contra ese valor Jesús adoptó una posición inflexible: no se 
puede servir a ambos, a Dios y al dinero (/Mt/06/24). Es necesario 
escoger uno u otro, nadie puede tener ambos. Aquellos que 
escogen el dinero excluyen a Dios de hecho, aunque piensen que 
no lo hicieron. Aquellos que escogen el dinero se excluyen a si 
mismos del Reino. Son como camellos imaginando que pueden 
atravesar el ojo de una aguja (Mc 10, 25).

Jesús llama ricos a aquellos que escogen el dinero en vez de 
Dios. El no dice: aquellos ricos que están presos de su dinero, o 
aquellos que se quedaron ricos por explotar a otros. El simplemente 
condenó a cualquier persona que es rica, mientras continúa siendo 
rica. Ay de aquellos que son ricos (Lc 6, 24). La única calificación 
posible para esto que se encuentra en los Evangelios es la 
calificación implícita en la parábola de Lázaro y el hombre rico (lc 
16, 19-31). El hombre rico fue condenado al infierno por una sola 
razón: el era rico y permaneció rico, MIENTRAS HABIA UN MENDIGO 
EN EL UMBRAL DE SU PUERTA, o sea, mientras otras personas 
estaban en la miseria y hambrientas.

¿Qué deben hacer entonces los ricos?. Deben simplemente 
dejar de ser ricos. Deben pasar por una conversión fundamental. 
Dejar el dinero y volverse hacia Dios. Necesitan desligarse de su 
riqueza y luego probarlo en la práctica, distribuyendo, 
compartiéndola con los necesitados. Jeús puso esto de forma muy 
simple y directa. Su consejo para los ricos es simple: vende tus 
bienes y comparte el producto con los pobres (Mt 6, 19-21; Lc 12, 
33-34). Ha habido una tendencia de aplicar esto solamente a los 
religiosos, que hicieron voto de pobreza. Pero en el Evangelio, 
Jesús aplica esto a todos los que desean ser sus discípulos, a todos 
los que quieren seguirlo (y, está claro, tienen bienes para vender). 
El dice esto muy explícitamente en Lc 14, 33: Ninguno de ustedes 
podrá ser mi discípulo sino se deshace de todos sus bienes .

En tiempos de Jesús y en los primeros de la Iglesia, esta era una 
de las más importantes condiciones para hacerse cristiano, era 
parte del precio que se pagaba para ser discípulo (Lc 14, 28-33). 
Vemos a Zaqueo deshaciéndose de todo, excepto de aquello de lo 
que realmente necesitaba (Lc 19, 8). Vemos a los primeros 
cristianos vendiendo tierras y casas, y compartiendo el producto (Hc 
2, 44-46; 4, 34; 5, 11). El valor evangélico aquí es el de REPARTIR. 
Y el objetivo de esa repartición no es simplemente probar nuestro 
despego de las cosas materiales; el objetivo de esa repartición es 
asegurar que los pobres sean alimentados, que cada uno pueda 
tener lo que necesita, y que nadie sufra necesidades. En otras 
palabras, repartir es simplemente el amor, la compasión y la justicia, 
vividas en el área del dinero y de los bienes. Si permaneciéramos 
indiferentes a las necesidades del pobre y del necesitado y si nos 
rehusaramos a repartir con ellos lo que tenemos no habremos aún 
comenzado a amar a nuestro prójimo o a practicar la justicia, y 
ciertamente no podremos decir que somos compasivos.

Nada en los evangelios ha sido tan claramente debilitado y 
diluido, como las enseñanzas de Jesús sobre el dinero y la 
repartición. El valor humano del dinero y el alto patrón de vida han 
obscurecido por completo el valor evangélico de repartir. La 
mayoría de los cristianos intenta poseer ambos: a Dios y al dinero. 
Pero, en la práctica, como Jesús dice: ello significa qe veneran al 
dinero o aquello que denominan patrón de vida , en vez de Dios 
porque no se puede servir a dos señores .

Este es un obstáculo muy serio al progreso en la vida espiritual. 
Tantos de entre nosotros somos esclavos de nuestros bienes, de 
nuestro confort material, de nuestro patrón de vida . Muchas veces 
estamos dispuestos a sacrificar otras cosas, como tiempo y energía 
pero nuestro patrón de vida es sagrado. Y, mientras tanto, una de 
las experiencias más liberadoras en la vida espiritual es la 
experiencia de liberarnos de nuestro sentimiento de posesión, 
haciéndonos realmente desligados de las cosas materiales y 
repartiendo con los necesitados.

Esto no es sólo cuestión de caridad para con los mendigos que 
están en nuestra puerta . Es una cuestión de política y economía, 
de explotación capitalista, de estructuras que posibilitan al rico 
hacerse más rico mientras que el pobre se hace más pobre; es una 
cuestión de patrones de vida totalmente desiguales. La vida del 
Espíritu se refiere más a la calidad de nuestra vida que al patrón 
material de nuestro modo de vivir. La solidaridad para con el pobre 
es el centro de toda la espiritualidad bíblica.


2. La Dignidad Humana

H/DIGNIDAD: La segunda área de la vida a ser enfocada aquí es 
la de las RELACIONES SOCIALES. Lo que nos interesa ahora es el 
modo cómo las personas se relacionan entre sí en la sociedad, la 
base sobre la cual unas confieren a las otras dignidad, respeto, 
honra y prestigio, y los valores que determinan esas relaciones.

En la sociedad de Jesús, las personas eran tratadas con 
diferentes grados de honor y dignidad, o eran tratadas con poco o 
ningún respeto, de acuerdo con el status o posición ocupada en la 
sociedad. Lo que las personas más valorizaban, era el status, y el 
hecho más importante con relación a cualquier otra persona era su 
posición en la escala social. Ese valor falso y mundano 
determinaba todas las relaciones sociales: la forma como una 
persona se dirigía a otra, el tono de voz que se debía usar, donde 
se debía sentar en los banquetes y en la sinagoga, el tipo de ropa a 
ser usado, con quién relacionarse y a quién convidar a una 
comida.

Jesús contestó de modo incisivo ese valor mundano. Criticó en 
particular a los fariseos por causa del deseo de status. Condenó los 
símbolos de status, como los tipos especiales de vestimenta (Mt 23, 
6), títulos especiales y formas de saludos (Mt 23, 7), pero sobre 
todo rechazó cualquier uso de prácticas religiosas para que alguien 
se proyecte en la sociedad (Mt 6, 1-18).

Jesús incluso consideró necesario corregir a sus propios 
discípulos, frecuentemente, por su búsqueda de status . Estaban 
siempre preguntando cual de entre ellos era el mayor (Mt 18, 1; Mc 
9, 33-34) y competían entre si por los lugares honrosos a su 
derecha e izquierda (Mc 10, 35-37).

Lo que Jesús exige, entonces, es que abandonemos toda la 
preocupación por el status y el prestigio. Debemos satisfacernos 
con el último lugar, con la última grada de la escala social; no 
porque deseemos especialmente el último lugar, sino porque 
nuestro lugar en la sociedad no es lo más valioso para nosotros. 
Jesús demostró esto claramente en su propia vida. Trató a todos 
con igual respeto y honra. Se mezcló con los parias de la sociedad: 
mendigos, proscriptos, prostitutas y recolectores de impuestos. 
Favoreció a los pobres y a todos los que eran despreciados y 
maltratados por la sociedad (Lc 6, 20-23). Trató a las criaturas con 
el mismo respeto que a los adultos, y a las mujeres les dio el mismo 
trato que a los hombres. Jesús se hizo muy famoso por ignorar el 
status y la posición que la sociedad confería a las personas (Mc 12, 
14), y él mismo perdió completamente el status. La sociedad de su 
tiempo lo acusó de ser borracho, glotón, pecador y blasfemo (Mt 11, 
19; 26, 65) y finalmente lo ejecutaron como un criminal común.

El valor opuesto a este, el valor evangélico, es la DIGNIDAD 
HUMANA. Eso significa que una igual dignidad, respeto y honra 
deben ser conferidos a TODAS las personas humanas, porque 
TODAS son hechas a imagen y semejanza de Dios. A los ojos de 
Dios, somos iguales en status, dignidad y valor. La escala social de 
toda y cualquier sociedad (incluyendo la Iglesia) debe ser 
rechazada como mundana, pagana y pecaminosa.

La interiorización de este valor evangélico es muy importante 
para nuestra vida espiritual.

En primer lugar, esta es la base de toda verdadera humildad. Si 
tomamos como modelo a la sociedad en la cual vivimos, y basamos 
nuestro respeto propio en nuestro status, posición, clase, raza, 
nacionalidad, educación, inteligencia o aún incluso virtudes, nuestro 
respeto propio se vuelve orgullo. Si nos vamos al extremo opuesto y 
tratamos de no tener ningún respeto propio, somos culpables de 
una falsa humildad o autodesprecio, lo que no deja de ser un insulto 
a Dios, que nos hizo a su imagen y semejanza. Mientras que si 
basáramos el respeto propio en nuestra dignidad de seres 
humanos, conferida por Dios, reconociendo que compartimos esa 
dignidad con todos los otros seres humanos, tendremos una 
humildad verdadera y liberadora. Todas las pesadas 
preocupaciones en cuanto a la obtención de dignidad y valor a 
través de la educación, la promoción, el prestigio y el éxito, son 
quitador de nuestros hombros. Tenemos la libertad de ser nosotros 
mismos. De volvernos verdaderos y genuinos.

En segundo lugar, el respeto por la dignidad humana es la base 
del AMOR y de la JUSTICIA en las relaciones sociales. Amar a todos 
en nuestra sociedad es tratar a todos con igual respeto. Practicar la 
justicia es corregir los errores de la discriminación, el preconcepto, 
el privilegio, y trabajar para que haya verdadera igualdad, 
verdadera fraternidad en la Iglesia y en la sociedad. Ese es el 
Espíritu de Jesús que nos impulsa a luchar de todos los modos 
posibles por la igualdad y la justicia.

Esto es más fácil de decir que de hacer. La desigualdad interfiere 
no sólo en las estructuras de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia, 
sino también en las propias estructuras de nuestro pensamiento. 
Mientras no nos podamos liberar de esa preocupación por el status, 
no estaremos sintonizados con Jesús.


3. Solidaridad-Humana

La tercera área de la vida es la que los GRUPOS SOCIALES y 
nuestra preocupación es el fenómeno de la solidaridad grupal y el 
egoísmo grupal. La raza humana está dividida en grupos sociales, 
tales como: naciones, tribus, clanes, familias, culturas, clases, razas, 
religiones y sectas religiosas. Estas conformaciones sociales nos 
dan un sentimiento de integración y frecuentemente desarrollamos 
fuertes sentimientos de lealtad y solidaridad de grupo.

En la sociedad de Jesús, los grupos sociales eran muy 
importantes. Las personas experimentaban sentimientos tan fuertes 
de solidaridad para con los otros miembros de su grupo que sería 
posible decir a alguien de fuera del grupo: cualquier cosa que 
hagas al más pequeño de mis compañeros, me lo harás a mí .

Aquí el problema no es el hecho de que hayan grupos sociales ni 
aún su solidaridad. El problema es el egoísmo de un grupo frente a 
los otros grupos. Tenemos la tendencia de pensar en el egoísmo 
sólo en términos individuales, pero en el tiempo de Jesús y en 
verdad también en el nuestro, el egoísmo de grupo era algo mucho 
más serio, peligroso y perjudicial. El valor pecaminoso y mundano 
aquí es el egoísmo y el exclusivismo de la solidaridad del grupo.

Jesús contradice este valor social. El salió fuera de su propio 
grupo religioso, social y cultural, para abrazar a toda la raza 
humana como a sus hermanos y hermanas, como a sus parientes y 
vecinos. El mandamiento del Antiguo Testamento de amar al prójimo 
había sido interpretado siempre en el sentido de vivir en solidaridad 
con aquellos que están próximos, los miembros de nuestro grupo 
social (ver Lev 19, 16-18). Esto eventualmente llevó a la frase que 
no está en la Biblia: Ama a tu vecino y odia a tu enemigo . Jesús 
contradice esto con su bien conocido mandamiento: Ama a tus 
enemigos . Prójimo es todo otro ser humano, inclusive los de fuera 
del grupo, incluso aquellos que son tus enemigos, que te odian, 
aquellos que te ofenden (Lc 6, 27-35). En otras palabras, el valor 
para Jesús no es la solidaridad de grupo, sino la SOLIDARIDAD 
HUMANA.

El hecho de considerar a la solidaridad para con la raza humana 
como un valor, no significa que ya no valoricemos la lealtad y la 
solidaridad para con nuestro grupo social. Significa que la 
solidaridad humana se hace MAS IMPORTANTE para nosotros que 
cualquier solidaridad de grupo. La única manera de asegurar que 
ninguna de nuestras lealtade de grupo se vuelva egoísta y 
pecaminosa es subordinarla al valor más fundamental que es la 
solidaridad para con la raza humana.

Esto puede ser una experiencia increíblemente liberadora y un 
descubrimiento muy profundo de nuestra verdadera identidad. Esto 
me posibilita trascender las limitaciones de los varios grupos 
sociales que me definen y me clasifican. ¿Quién soy yo?. ¿Un 
cristiano?. ¿Un católico?. ¿Un Dominico?. ¿Un padre?. ¿Un 
Sudafricano?. No, antes que nada, en primer lugar soy un miembro 
de la raza humana, hecho a imagen y semejanza de Dios. Mi 
primera lealtad es para con la familia humana. Todo lo demás es 
secundario.

Paradójicamente, es esta lealtad básica para con la raza humana 
la que hace de mi un cristiano, un seguidor de Jesucristo, que se 
identificó con todos los seres humanos. Todo lo que hagan con el 
menor de mis hermanos a mí me lo hacen . Descubrir a Cristo o a 
Dios en otro ser humano es trascender todas las otras cosas que yo 
puedo tener en común con aquella persona y experimentar muy 
simple y profundamente la humanidad que tenemos en común. Esto 
es amor cristiano, eso es compasión divina, eso es lo que llevó al 
buen samaritano a hacer lo que él hizo para con un judío 
socialmente despreciado. Todos somos hermanos y hermanas, y 
Dios es nuestro Padre.


4. Servicio

PODER/SERVICIO SERVICIO/PODER: Nuestra cuarta área de 
interés es la del poder. La mayoría de nosotros tiene un cierto 
poder y autoridad, algún tipo de responsabilidad para con otra 
persona. El poder no es sólo un factor en la política y en la 
sociedad, es también un factor en la Iglesia, en los conventos, en 
las parroquias, en las familias, en las asociaciones. En casi todos 
los rincones de la vida encontramos personas luchando por poder, 
usando y abusando de él, dominando a otras personas y tratando 
de controlarlas.

El poder en si mismo no es un valor falso, mundano. El falso 
valor es la manera mundana de ejercer el poder y la autoridad, el 
uso del poder y de la autoridad para DOMINAR y OPRIMIR a los 
otros.

Así fue cómo en la sociedad de Jesús el poder y la autoridad 
fueron generalmente usados. El lo contestó (rechazó) como a un 
valor PAGANO que debería ser sustituido por el valor evangélico de 
usar todo poder y autoridad para servir a los otros.

Jesús los llamó y les dio esta lección: Como ustedes saben, los 
que son considerados como jefes de las naciones las gobiernan 
como si fueran sus dueños; y los poderosos las oprimen con su 
poder. Pero entre ustedes no ha de ser así. Al contrario, el que 
quiera ser el más importante entre ustedes, que se haga el servidor 
de todos, y el que quiera ser el primero, que se haga el siervo de 
todos. Así como el Hijo del Hombre no vino para que lo sirvieran, 
sino para servir y dar su vida por los hombres, para rescatarlos (Mc 
l0, 42-45).

No hay duda de que existen dos maneras diferentes de ejercer el 
poder y la autoridad. Es la diferencia existente entre dominación y 
servicio, entre desear ser servido y desear servir, entre usar el 
poder como opresor y usar el poder como libertador. No es posible 
ninguna vida espiritual verdadera sin una percepción de la 
diferencia entre estos valores, estos dos espíritus: el espíritu de 
dominación y opresión y el espíritu de servicio y liberación.

Sabemos que el Espíritu de Dios nos está inspirando cuando 
dejamos de dominar a los otros de alguna manera, y cuando no 
sentimos más la necesidad de autoafirmarnos controlando todo lo 
que ellos hacen. La experiencia liberadora de superar nuestro 
egoísmo incluye la experiencia de servir a las personas porque las 
amamos, y no porque nosotros deseemos su admiración, 
reconocimiento y gratitud. Nosotros sabemos que el Espíritu de Dios 
está inspirado a la Iglesia, cuando sus estructuras se hacen cada 
vez más estructuras de verdadero servicio y ministerio, en vez de 
estructuras de dominación y control. Sabemos que el Espíritu de 
Dios está inspirado en nuestra sociedad, cuando vemos que las 
estructuras políticas dejan de ser estructuras de opresión y 
esclavitud y comienzan a ser usadas para servir las necesidades de 
todo el pueblo.


Conclusión

Estos son los valores de Dios. Son los valores implícitos en la 
pasión que Dios tiene por la justicia, y en su amor por la raza 
humana. Son los valores que gobiernan los sentimientos y 
emociones de Dios. Estos son los valores del Espíritu conforme 
fueron revelados en Jesucristo.

Estos son los valores que necesitan transformar nuestra vida 
espiritual y especialmente nuestro esfuerzo en dirección a Dios en 
la oración. Son los valores que debemos difundir en todas las 
formas de apostolado, ministerio o evangelización, de modo que 
puedan gradualmente transformar y liberar al mundo entero. En 
nuestra lectura de los signos de los tiempos, son estos los valores 
que nos posibilitan reconocer los signos de esperanza, las simientes 
del Reino en nuestro mundo hoy.

Albert Nolan