Espiritualidad Bíblica
Espiritualidad de la Justicia y el Amor (1)


Albert Nolan op 


Contenido:

1. La vida del espíritu 

2. El Espíritu de los Profetas
1. Ellos denuncian
2. Ellos hablan antes
3. Ellos hablan por

3. El Dios de Justicia y Amor
1. Justicia: La Espiritualidad del Antiguo Testamento
2. La justicia y la espiritualidad del amor y del Nuevo 
Testamento

4. Espiritualidad del Reino
1. La Buena Nueva del Reino
2. La Salvación vista como Liberación

5. Valores del Evangelio
1. Repartición
2. La Dignidad Humana
3. Solidaridad Humana
4. Servicio

Este librito contiene poco más que algunas anotaciones para un 
curso sobre espiritualidad bíblica. Yo corregí y aumenté alguna 
cosa aquí y allá, y dividí el material en capítulos. No necesito decir 
que la espiritualidad bíblica abarca mucho más que todo aquello 
que aparece en este librito, y que percepciones valiosas que 
siempre surgen de las discusiones durante el curso no fueron 
registradas aquí.

El curso Fe y Vida es un intento de crear una nueva 
espiritualidad para religiosos que viven y trabajan en Africa del Sur. 
Es un intento de unir e integrar la fe y la experiencia de vida en el 
Africa del Sur, espiritualidad y justicia social, oración y política. Es 
un intento de hacer crecer nuestra conciencia con relación a lo que 
está sucediendo con nosotros personalmente (psicología religiosa) 
y socialmente (justicia social) y de desarrollar una vida espiritual 
adecuada a esas circunstancias de la vida.

Las conferencias sobre espiritualidad bíblica constituyen, está 
claro, una pequeña parte del curso. En verdad son sólo un conjunto 
de informaciones básicas sobre la vida del espíritu, conforme nos es 
revelada en la Biblia.

El desarrollo de una espiritualidad sudafricana es tarea de los 
participantes del curso, trabajando juntos en equipo, usando la 
información prevista y aprendiendo el uno con el otro.

Estas notas fueron reunidas en forma de folleto básicamente 
para el uso de los participantes del curso, pero se pensó que 
también podrían llegar a tener valor para otras personas.

Albert Nolan

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1. La vida del espíritu 

CARNE/ESPIRITU: La vida espiritual no es un compartimento de 
la vida que puede ser separado de los otros compartimientos, como 
la vida física (salud), la vida social (deporte y diversiones), la vida 
intelectual (estudio), la vida económica (patrón de vida), la vida 
apostólica, la vida política o la profesional.

La vida espiritual es la totalidad de una vida, en la medida en que 
es motivada y determinada por el Espíritu Santo, el Espíritu de 
Jesús. Cuanto más fuéremos motivados por ese Espíritu en todo lo 
que hiciéremos, tanto más podremos decir que tenemos una vida 
espiritual.

A muchos de nosotros se nos enseñó a considerar a la vida 
espiritual como la parte de la vida en la que realizamos ejercicios 
espirituales, como oraciones, meditación, lectura espiritual, examen 
de conciencia, retiros, días de recogimiento y frecuencia a los 
sacramentos. El resto de nuestras vidas, los otros compartimientos, 
eran considerados como vida material. Nosotros percibíamos 
suficientemente bien que nuestra vida espiritual debía influenciar en 
nuestra vida material, pero todavía pensábamos que las dos eran 
compartimientos o áreas distintas.

Lo primero que necesitamos aprender con respecto a la 
espiritualidad bíblica es que la Biblia no divide a la persona humana 
en una parte espiritual y otra material por lo menos, no del modo 
como acostumbramos hacerlo. en la Biblia la persona humana es 
considerada como un todo y no como un alma que habita un 
cuerpo. Esa división entre cuerpo y alma, que vuelve a la persona 
humana en un alma aprisionada en un cuerpo, no tiene su origen 
en la Biblia, sino en la filosofía griega.

Si partimos del presupuesto de que el ser humano es un alma 
aprisionada en un cuerpo, es muy fácil entonces encontrar eso en 
la Biblia y encarar la vida espiritual como algo que dice respecto al 
alma y no al cuerpo. Eso es particularmente cierto con relación a la 
diferencia que Pablo hace entre espíritu y carne. El habla sobre 
aquellos que viven según la carne y aquellos que viven según el 
Espíritu (Rom 8, 4), o aquellos que desean las cosas de la carne y 
aquellos que desean las cosas del espíritu (Rom 8,5). Pablo no 
está dividiendo a la persona humana, aquí, en dos partes: espíritu y 
carne; ni está diciendo que debemos pensar sólo en nuestras almas 
y rechazar nuestros cuerpos. Veamos entonces, que es lo que él 
quiere decir.

Los traductores han encontrado dificultad en traducir la palabra 
carne . La Biblia de Jerusalem la traduce como: viviendo vidas no 
espirituales , lo que no ayuda mucho. La Nueva Biblia Inglesa la 
traduce como viviendo al nivel de nuestra naturaleza inferior . Pero 
la Biblia no conoce nada sobre naturalezas inferiores o superiores 
en una persona humana. La carne no significa nuestra naturaleza 
inferior. La peor traducción la da la Biblia de la Buena Nueva. Ellos 
traducen esta palabra como viviendo al nivel de nuestra naturaleza 
humana . Esto podría parecer significar que para tener una vida 
espiritual tenemos que luchar contra nuestra naturaleza humana. 
Esta es la filosofía de los estoicos y griegos y no de la Biblia.

En primer lugar, necesitamos recordar que en la Biblia las 
palabras no son usadas de manera fija, definida y filosófica. Las 
mismas palabras significan cosas diferentes en contextos diferentes. 
En este contexto específico, Pablo no está usando la palabra carne 
en el sentido de deseo sexual o de naturaleza inferior o naturaleza 
humana. El está hablando sobre el pecado y mundanismo en 
general. El está hablando sobre un modo de vida que no está 
motivado e inspirado por Dios.

Eso queda muy claro para nosotros a través de la relación que 
nos da de las obras de la carne (Gál 5, l9-2l). La relación incluye 
no solo los pecados del sexo, sino también los pecados de idolatría, 
celos, envidia, mal humor. Estas también son obras de la carne, 
aunque nada tengan que ver con la naturaleza inferior o con las 
tentaciones del cuerpo . Más aún, la carne está también asociada a 
la Ley Mosaica o al espíritu del legalismo (Gál 5, l8; 3, 2-3). Y en 
otros lugares la vida según la CARNE es descrita como el ESPIRITU 
de esclavitud (Rom 8,l4) o el ESPIRITU del mundo (l Cor 2, l2) o 
el ESPIRITU del anticristo (l Jn 4, 3) o el ESPIRITU del error (l Jn 4, 
6).

En los Evangelios leemos sobre los malos espíritus , espíritus 
inmundos , un espíritu de debilidad (Lc l3, ll), un espíritu sordo y 
mudo (Mc 9, 25), etc. La vida según la carne es, entonces, una 
vida motivada por malos espíritus, por espíritus mundanos o por 
valores mundanos. En cuanto que la vida según el espíritu es una 
vida motivada por el espíritu del bien o Espíritu de Dios.

El punto que estoy tratando de aclarar es que, en la Biblia, tener 
una vida espiritual o una vida según el espíritu no es una cuestión 
de estar siendo movido por un espíritu cualquiera, que baste que 
sea espíritu y no materia. La vida espiritual es una cuestión de estar 
siendo movido por el ESPIRITU DE DIOS y no por cualquier otro 
espíritu. Lo opuesto a la carne no es el espíritu en general, sino el 
Espíritu Santo. La palabra espíritu en vida espiritual significa el 
Espíritu de Dios como oposición a cualquier otro espíritu. Así, lo 
opuesto a la vida espiritual no es la vida material, sino una vida 
mundana o sin fe.

El problema no está, entonces, en preferir mi alma a mi cuerpo, 
sino en saber cómo discernir el Espíritu de Dios en el mundo y en 
mí, en ver la diferencia el Espíritu Santo y todos los otros espíritus 
prófanos que motivan a las personas. Como dice Juan: . . .no 
creáis en cualquier espíritu sino examinad los espíritus para ver si 
son de Dios (l Jn 4, l).

La vida espiritual es entonces el esfuerzo constante y diario para 
asegurar que el espíritu que nos mueve es el Espíritu de Dios y no 
cualquier otro espíritu. Esto significa que tomamos en serio el 
consejo de Pablo cuando dice: Y no os conforméis con este mundo 
(Rom l2, 2). en vez de eso, buscamos los caminos de Dios, los 
caminos del Espíritu.

Digo buscar porque el Espíritu de Dios es difícil de captar. Es 
como el viento que sopla donde quiere: oyes su ruido, pero no 
sabes de dónde viene, ni para dónde va (Jn 3, 8). El espíritu de 
Dios no puede ser fijado en leyes, reglas o reglamentos. La nueva 
alianza no es de la letra, y sí del Espíritu, pues la letra mata, pero el 
Espíritu comunica la vida (2 Cor 3, 6). Es el espíritu de la ley el 
espíritu de la Biblia que nosotros estamos buscando porque el 
espíritu de la Biblia es el espíritu de Dios. 

Sabemos que es el Espíritu del Amor (l Jn 4, l3-l6), el espíritu de 
Verdad (Jn l4, l7; l6, l3-l4; l Jn 5, 7), el Espíritu de Libertad (2 Cor 3, 
l7; Rom 8, l-13), el Espíritu de Sabiduría y Entendimiento y así 
sucesivamente. Pero, qué significa todo eso en la práctica?. Nos fue 
dicho que los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, 
magnanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, 
autodominio (Gál 5,22). Pero ¿cómo alcanzar todo eso?. Hay 
manifestaciones o dones del Espíritu que varían enormemente de 
época a época, de lugar a lugar (comparar l Cor l2-l4; Rom l2, 6-8; 
Ef 4, 11). Las relaciones que Pablo nos presenta de los dones varía 
y no pretenden ser exhaustivos. En verdad, uno de sus puntos más 
importantes es que hay mayor variedad de dones de los que la 
mayoría de sus lectores imaginan. ¿Cuáles son pues los dones o 
manifestaciones del Espíritu hoy en Africa Sur?.

La espiritualidad bíblica es un intento de descubrir cómo el 
Espíritu de Dios se manifiesta en las vidas de los personajes 
bíblicos que fueron movidos por el Espíritu, que tuvieron una vida 
espiritual ejemplar. Buscamos en la Biblia más el Espíritu que la 
letra, a fin de proporcionar al Espíritu más libertad para actuar en 
nuestras vidas y en nuestro país hoy.


2. El Espíritu de los Profetas

No apaguen el Espíritu, no desprecien, 
lo que dicen los profetas.
/1Ts/05/19

En la Biblia, el Espíritu Santo está íntimamente asociado a las 
profecías. Los profetas eran personas movidas y motivadas por el 
Espíritu más que cualquier otras. En la Biblia, ser movido por el 
Espíritu y ser un profeta es prácticamente la misma cosa. Tanto que 
cuando queremos identificar al Espíritu en el que creemos, decimos: 
creemos en el Espíritu Santo que habló por los profetas . (Credo 
niceno- constantinopolitano).

Antes de Cristo, ese Espíritu sólo era dado a pocas personas, 
pero en Pentecostés el Espíritu de Dios fue derramado sobre 
muchos y se tornó accesible a todos. El resultado inmediato es que 
todos ahora pueden ser como los profetas, pueden compartir el 
Espíritu de los profetas de una u otra forma. Como Pedro nos dice 
en los Hechos 2, l5-21, la profecía de Joel ahora se realiza: 
sucederá en los últimos días, dice Dios derramaré mi Espíritu sobre 
todos los hombres. Sus hijos y sus hijas profetizarán y los jóvenes 
tendrán visiones y los ancianos tendrán sueños. Tendrán visiones 
y tendrán sueños , son maneras metafóricas de referirse a la 
actividad de los profetas.

En el Nuevo Testamento, la palabra profecía es usada tanto de 
un modo restringido como en sentido amplio y general. En sentido 
restringido sólo se aplica a un grupo específico de cristianos que 
son llamados profetas (He 21, 10-11; l Cor l2, 28-29), pero en su 
sentido general y amplio se aplica a todos los cristianos que son 
movidos por el espíritu, no importa qué dones del Espíritu ellos 
manifiesten (He 2, l7-18; l9, 6; Stgo 5, l0). en este sentido más 
general, podemos decir que la vida espiritual es siempre una vida 
profética, que en la Biblia la vida en el Espíritu es una vida vivida de 
acuerdo con el espíritu de los profetas: Ustedes son herederos de 
los profetas (He 3, 25).

Eso significa que si quisiéramos saber lo que significa una 
verdadera vida espiritual, tendremos que comenzar por un estudio 
más profundo de los profetas bíblicos. Ahí veremos las primeras 
grandes manifestaciones del Espíritu.

La palabra griega prophetas , posee tres significados 
inter-relacionados. Significan los que DENUNCIAN, los que HABLAN 
ANTES y los que HABLAN POR. Ellos DENUNCIAN, porque son 
valientemente críticos de su mundo; ellos HABLAN ANTES, porque 
consiguen preveer el futuro; ellos HABLAN POR, porque hablan 
como mensajeros de Dios, en su nombre. Vamos a considerar más 
detalladamente el significado de estos tres aspectos de la profecía.


1. Ellos denuncian

La diferencia entre los apóstoles antes y después de 
Pentecostés es bastante clara. Antes de recibir el Espíritu Santo 
eran débiles, tímidos, vergonzosos, callados e inseguros. Tan 
pronto fueron movidos y motivados por Espíritu Santo, se volvieron 
valientes y confiados, hablaban con coraje y vigor, sin importarles 
las consecuencias. El Espíritu de Dios nos permite denunciar.

Esto es bastante evidente en la vida de los profetas del Antiguo 
Testamento. Ellos hablaban contra casi todo lo que los judíos de su 
tiempo hacían, contra todos los presupuestos y las normas de 
comportamiento aceptadas. se caracterizaban por su crítica o 
denuncia no solamente contra los enemigos de Israel, sino también 
contra el mismo Israel, contra los líderes del pueblo, los sacerdotes, 
los falsos profetas, contra los ricos y los sacrificios en el Templo. 
Por eso eran generalmente muy impopulares y frecuentemente 
perseguidos y martirizados. En la época del Nuevo Testamento se 
tenía como cierto que la persecución caminaba lado a lado con la 
profecía (Lc 6, 22-26) y que un profeta era también un mártir (Mt 
23, 29-33).


Los signos de los tiempos

La crítica de los profetas contra el statu quo , era siempre 
constructiva. Ellos clamaban por transformaciones o metanoia , a la 
luz de lo que veían. Y lo que veían eran los signos de los tiempos . 
Aquello que volvía al profeta diferente de los otros hombres era su 
interpretación divinamente inspirada de los signos de su tiempo. el 
mensaje de los profetas no es deducido de principios eternos; ni 
tampoco sacan conclusiones eternamente válidas. El mensaje de 
los profetas es limitado en el tiempo, en el sentido de que provienen 
de los signos de una época y situación determinadas, y es dirigido a 
personas específicas que viven em aquella época y en aquel lugar. 
Así, para poder comprender el mensaje de un profeta, necesitamos 
conocer la época y su situación histórica. Los signos de los tiempos 
varían de época a época, obviamente. Los signos de la época de 
Jeremías eran muy diferentes de los de la época de Naum, y los 
signos que Amos leía eran muy diferentes de aquellos que Isaías 
interpretaba. Por otro lado, los apóstoles y profetas del Nuevo 
Testamento tienen un conjunto totalmente nuevo de signos para 
interpretar.

Los signos de los tiempos eran siempre acontecimientos histórios 
que hoy nosotros clasificaríamos como acontecimientos políticos, 
sociales, económicos, culturales, religiosos y hasta psicológicos. 
Muchos profetas eran perspicaces observadores políticos que 
examinaban cuestiones como la guerra o la amenaza de guerra, el 
crecimiento o expansión de los imperios, el valor de esta o aquella 
alianza militar, la política de un rey o emperador. En cuanto a esto, 
en la vida interna del país ellos prestaban atención a la explotación 
de los pobres, al estilo de vida de los ricos, a los pesos y medidas 
falsificadas por comerciantes, y así sucesivamente. Ellos tenían 
también una extraordinaria percepción de la verdadera naturaleza 
de las prácticas religiosas como dar limosna y rezar, así como el 
ayuno y el legalismo hipócrita de los fariseos.

Todos esos acontecimientos eran vistos como señales: buenas y 
malas señales, señales de lo que Dios estaba haciendo o 
planeando hacer, señales de aquello que él está condenando y 
rechazando; signos de su misericordia y de su ira, signos de 
esperanza y signos de una desgracia inminente. El hecho es que 
Dios hablaba con los profetas en una especie de lenguaje de 
signos, sólo que los signos eran acontecimientos de su época. El 
Espíritu de dios los volvía capaces de leer los signos de su época 
de forma correcta y de proclamar lo que veían y preveían.


2. Ellos hablan antes

Un profeta es esencialmente un hombre que mira hacia el interior 
del futuro. No es un adivino o cartomancista que hace profecías 
absolutas e incondicionales respecto del futuro. La previsión o 
predicción de un profeta es siempre condicional.

El mensaje de todos los profetas tiene la misma estructura. Hay 
una llamada a la metanoia (arrepentimiento, conversión, 
transformación) como una advertencia sobre el juicio que vendrá si 
el pueblo no cambia, y una promesa de salvación si el pueblo 
realmente cambia. El juicio futuro o la salvación futura no son 
absolutos inevitables. Están limitados por cláusulas condicionales: 
si ustedes no cambian , si ustedes no cambian . En otras palabras, 
lo que los profetas preveen son las consecuencias de aquello que 
está o no está siendo hecho ahora. Ellos preveen el futuro en el 
presente, en las tendencias actuales, en los signos de los tiempos.

Consecuentemente, si las personas cambiaran ahora, el futuro 
sería diferente. Dios tiene piedad cuando los hombres se 
arrepienten. Este principio puede ser hallado explícitamente en 
muchos pasos de la Biblia, (ej.: Jer 26, l3, l6-23; Jn 3, l0; 4, 2; Am 7, 
3-6; Ex 32, l4) y está implícito en todas las profecías.

Debemos examinar más de cerca esta estructura o patrón del 
mensaje profético. Todas las palabras pronunciadas por los 
profetas se refieren al juicio o a la salvación o metanoia.

a) JUICIO: En los profetas esto no se refiere principal e 
inmediatamente a un acontecimiento en la vida después de la 
muerte. Se refiere a algún acontecimiento histórico futuro, tal como 
la pérdida de una batalla, la caída de Jerusalén, el cautiverio o el 
exilio. En otras palabras, sus profecías de sentencia son profecías 
de algún desastre que resultará en sufrimientos terribles para el 
pueblo. El juicio de Dios es el castigo futuro y presente, en este 
caso, es la ligazón existente entre el sufrimiento y el pecado.

El sufrimiento que se sigue al pecado no es un castigo impuesto 
arbitrariamente, sino lo que podemos llamar consecuencia natural 
del pecado. El pecado por su propia naturaleza perjudica a quien 
peca y a los otros también, sino inmediatamente, por lo menos en el 
futuro. Todo pecado tiene consecuencias nocivas. Las advertencias 
de los profetas no son como las amenazas de los padres que 
castigan a los hijos por no haber hecho sus deberes en la casa, 
mandándolos a la cama sin comer. Las advertencias de los profetas 
se parecen más a las de los padres que explican a su hijo las 
consecuencias que puede tener el no haber hecho las tareas 
escolares, por ejemplo y repetir el año escolar.

De esa forma, el objetivo de las advertencias de los profetas con 
respecto al futuro es incentivar a sus contemporáneos a cambiar de 
vida (metanoia).

b) SALVACION: Del mismo modo, la salvación a la que los 
profetas se refieren, no es principal e inmediatamente la salvación 
eterna del cielo. Ellos preveen un futuro de bendiciones, 
prosperidad, paz, felicidad y justicia en los términos concretos de un 
retorno del exilio o de la liberación de la guerra, de la dominación, 
del cautiverio. Y, nuevamente, eso está previsto como una 
consecuencia natural de la justicia que está siendo practicada 
ahora o que el pueblo está siendo incentivado a practicar ahora. La 
única razón, por la cual el profeta predice eso, es asegurar, que el 
pueblo continúe en el buen camino o corrija sus errores.

Mientras tanto, hay una importante diferencia entre las profecías 
de juicio y las de salvación. Al final la salvación vendrá. Al final el 
bien vencerá al mal. Al final el pueblo se transformará. Esto está 
garantizado por Dios. Por más sombríos que el presente y el futuro 
inmediato puedan ser, por más que puedan sobrevenir el juicio y el 
infortunio, los profetas tienen siempre esperanza respecto del 
resultado final.

c) METANOIA: En general traducimos esta palabra como 
arrepentimiento o conversión, pero literalmente significa cambio de 
mentalidad, un cambio interior, un cambio de actitud, de 
comportamiento. Y este cambio es siempre visto como el cambio de 
un comportamiento injusto a uno justo. El cambio que Dios exige es 
siempre una exigencia de justicia (como veremos más adelante).

Además, es también una cuestión de transformación social mas 
que individual. Es una conversión de todo el pueblo, o por lo menos, 
de los líderes del pueblo. Conviértete, Jerusalén . En las últimas 
frases de Jeremías, Ezequiel y Juan Bautista, la conversión del 
individuo comienza a tener alguna importancia, pero aún así, es por 
el bien de la Nación o por lo menos del resto de Israel.

La llamada hacia una metanoia toma forma diferente cuando el 
pueblo ya se convirtió o está intentando hacerlo. En estos casos, 
los profetas tienen un mensaje de aliento, consolación, y 
exhortación, un mensaje de esperanza. Eso es particularmente 
evidente en Isaías en la parte que conocemos como el libro de la 
Consolación (40-55).

Ese elemento de la metanoia es importante, porque pone en 
evidencia la creencia profética de que aún cuando la historia sea 
hecha por Dios, el Señor de la historia, lo que él hará en el futuro 
depende de aquello que hagamos ahora. En otras palabras 
podemos, nosotros cambiar la historia, determinar el futuro, por 
nuestras acciones.


Una espiritualidad vuelta hacia el futuro

Los profetas desviarán la atención del pueblo, del pasado hacia 
el futuro. Ellos, al contrario de intentar entender el presente en 
términos de acontecimientos pasados (Exodo, Monte Sinaí, Rey 
David, etc.) piden al pueblo que entienda el presente en términos 
de una futura acción de Dios. Los profetas estaban orientados 
hacia el futuro, avisoraban el futuro, eran progresistas . Ellos 
querían que el pueblo cambiase, planease, actuase en vistas al 
futuro. Ya ese acontecimiento futuro o escathón sería un 
acontecimiento cualitativamente nuevo, ellos pedían al pueblo que 
hiciese cosas nuevas, que realizase transformaciones inauditas.

Es muy interesante que notemos la frecuencia con que los 
profetas usan la palabra nuevo : un nuevo pacto, una nueva era, 
un nuevo corazón, un nuevo espíritu, un nuevo cielo y una nueva 
tierra, una nueva Jerusalén, o simplemente que Dios haría una cosa 
nueva. Ellos incentivaban al pueblo a romper con su pasado y a 
mirar hacia la novedad del futuro de Dios.

No se acuerden más de otros tiempos, ni sueñen ya más en las 
cosas del pasado. Pues yo voy a realizar una cosa nueva (Is 43, 
l8-l9). Esto no significa que los profetas querían que el pueblo de 
Israel rechazase todas sus tradiciones: ellos tomaban las tradiciones 
y las interpretaban de nuevo modo, en términos de la nueva era o 
del nuevo futuro. Así la antigua alianza es usada para hablar de una 
nueva alianza futura o nuevo testamento, el Exodo o Reino del 
Pasado serán usados para llamar la atención sobre el nuevo Exodo 
o Nuevo Reino del Futuro. Cuando los profetas miraban hacia atrás, 
hacia los acontecimientos pasados, ellos los veían como profetas de 
Dios hacia el futuro. Por lo tanto, el mismo pasado apunta hacia el 
futuro y al final nosotros nos encontramos nuevamente cara a cara 
con el futuro.

Lo último que se podría decir al respecto de los profetas es que 
ellos no fueron conservadores. Ellos estaban muy enfrentados a su 
tiempo y por eso raramente eran apreciados por sus 
contemporáneos. Estaban orientados hacia el futuro, y en este 
sentido eran progresistas. Eso tampoco significa que querían 
cualquier progreso. Lo que ellos buscaban era la novedad total del 
futuro de Dios.


3. Ellos hablan por

Los profetas tenían mucha conciencia de ser mensajeros de 
Dios. Siempre hablaban en nombre de Dios: Yahveh Dice . Por lo 
tanto, su mensaje no era de ellos mismos, sino mensaje de Dios, 
era una REVELACION de Dios. No que Dios murmurase en sus 
oídos o mandase un ángel para dictarles un mensaje. Dios hablaba 
con los profetas y se revelaba a ellos en los signos de los tiempos.

Hay, no obstante, una diferencia entre la manera como Dios 
habló a los profetas y como él nos habla hoy. En ambos casos 
habla a través de los signos de los tiempos y en ambos casos es 
una revelación, al menos para la persona que oye cuando Dios 
habla con él. Sin embargo, en el caso de los profetas bíblicos. Dios 
reveló cosas nuevas respecto de si mismo, cosas que antes no 
habían sido reveladas a nadie. Esta revelación de cosas nuevas 
TERMINO con Jesús y con el último libro de la Biblia. Jesús fue la 
revelación final y definitiva de Dios, su última palabra.

Pero desde entonces, aunque Dios no tenga nada nuevo que 
revelar respecto a si mismo, continúa revelándose a cada nueva 
generación y a cada creyente. Ahora se revela de MODO NUEVO 
en cada época. El mensaje de los profetas, completado por el 
mensaje de Jesús, necesita ser revelado a nosotros 
constantemente por Dios en una serie totalmente nueva de signos 
para nuestro tiempo.

Con los signos de los tiempos Dios no trata de darnos hoy un 
nuevo mensaje diferente del mensaje de Jesús. Pero para 
revelarnos el mensaje de Jesús de modo nuevo en las situaciones 
concretas de nuestro tiempo, el usa NUEVOS SIGNOS, los signos 
de nuestro tiempo. La característica especial de los profetas, 
entonces, es que Dios les reveló cosas totalmente NUEVAS, con 
respecto de si mismo, y ellos fueron especialmente inspirados por el 
Espíritu Santo para descubrir esas cosas nuevas para el bien de 
todos los hombres. En este sentido, su mensaje tiene de modo 
especial una garantía de verdad; la Biblia es inspirada.

Digo esto sólo para enfatizar que en todos los otros aspectos 
nosotros somos y podemos ser como los profetas.

Cómo leer los signos de los tiempos

¿Cómo es que los profetas leen los signos de los tiempos?. 
¿Cómo es que ellos fueron capaces de reconocer lo que Dios les 
decía?. Esta es realmente la cuestión crucial.

La respuesta es que el Espíritu de Dios los hacía capaces de 
SENTIR CON DIOS. Ellos eran capaces de compartir las actitudes 
de Dios, o sea sus valores, sentimientos y emociones. Eso los volvía 
aptos para ver los acontecimientos de su tiempo como Dios los veía 
y sentir lo que Dios sentía respecto de esos acontecimientos.

Ellos compartían la ira, la compasión, la tristeza, la desilución, la 
aversión de Dios, su sensibilidad por el pueblo y su seriedad. Esos 
sentimientos no eran compartidos de forma abstracta, sino en 
relación a los hechos concretos de su época. Se puede decir que 
tenían un tipo de EMPATIA con Dios, que los capacitaba a ver el 
mundo a través de los ojos de Dios. La Biblia no separa emociones 
y pensamientos. La palabra de Dios expresa el modo como él siente 
y piensa. Los profetas tenían los pensamientos de Dios, porque 
ellos compartían sus sentimientos y valores. Eso es lo que significa 
estar lleno del Espíritu de Dios, y eso es lo que nos hace capaces 
de leer los signos de los tiempos con honestidad y veracidad.

Esto es también lo que significa la unión mística con Dios. Antes, 
sin embargo, de desarrollar esa idea, vamos a examinar más 
cuidadosamente y detalladamente la manera cómo los profetas 
experimentaron es empatía con Dios. Nos vamos a limitar al profeta 
Jeremías y examinar primeramente algunos textos que expresan los 
sentimientos de Dios; después, algunos textos en los cuales 
Jeremías comparte los sentimientos de Dios al respecto de los 
acontecimientos de su tiempo; y finalmente algunos textos en los 
cuales los sentimientos de Jeremías se contraponen a los 
sentimientos de Dios. Aquí, finalmente, estaremos examinando la 
médula de la vida espiritual de Jeremías, su oración y su lucha para 
alcanzar la unión con Dios.

a) Hay muchas expresiones de la ira de Dios, pero será 
suficiente examinar el texto 5, 7-11. En 2, l-l3 vemos la desilusión y 
desánimo de Dios y en l4, l7-l8 su tristeza. Nuevamente, en 30, 
l0-11, tenemos un ejemplo de la inmensa compasión de Dios por su 
pueblo.

b) En 23, 9, cuando Jeremías se siente oprimido por las palabras 
de Dios, debemos acordarnos que una palabra no es sólo un 
pensamiento, sino la expresión de un sentimiento. Jeremías sintió la 
ira de Dios de modo especial saturando todo su ser. El nos habla de 
eso en 6, 10-11 y l5, 17.

c) En los pasos del texto que llamamos Oraciones o Confesiones 
de Jeremías, vemos al profeta quejándose a Dios y entrando en 
conflicto con Dios ya sea porque Jeremías no consigue compartir la 
ira de Dios y clama por bondad (10, 23-25) o porque la ira egoísta 
de Jeremías no es compartida por Dios (11, 20; l2, l-6; l8, 19-23). 
Esto se convierte en una crisis de Jeremías. Desea no haber nacido 
y quiere renunciar a ser profeta (15, 10-21; 20, 7-18).

A veces Jeremías encontraba difícil entender lo que Dios hacía y 
el por qué. Pero no se limita a aceptar todo ciegamente. El 
cuestionaba a Dios. Reclama y medita sobre el problema con 
espíritu crítico. Sentía que necesitaba cuestionar para tratar de 
entender. Si él no hubiese hecho esto, hubiera tenido poca 
percepción de los signos de su tiempo, nunca hubiera conseguido 
realizar aquella unión con Dios que le permitió la que Dios veía en 
los acontecimientos de su tiempo.

Jeremías experimentó, está claro, momentos de paz (31, 26), 
pero esa paz fue duramente conquistada, después de mucho 
esfuerzo y verdadera agonía mental. Tenemos la tendencia de 
pensar que rezamos bien solamente cuando sentimos paz, y que la 
unión con Dios es siempre una experiencia plácida, pacífica y sin 
emociones. Eso no es verdad porque, a veces hasta el propio Dios 
no está calmo ni pacífico, sino por el contrario, muy perturbado y 
airado.


La ira de Dios

IRA/D D/IRA: Nuestra tendencia hoy es encontrar que la ira de 
Dios es una limitación. La expresión profética de la furiosa ira de 
Dios, tiende a llenarnos de consternación. Pero, de verdad, 
mientras no podamos compartir algo de ese sentimiento divino, 
nuestra vida espiritual continuará siendo inmadura, y nuestra unión 
con Dios será abstracta e irreal.

La compasión de Dios está siempre acompañada de su ira e 
indignación. Son los dos lados de una misma moneda, porque no 
podemos realmente amar o tener una verdadera compasión si no 
somos capaces de sentir ira e indignación. Cuando una persona 
perjudica a otra, cuando algunas personas son crueles para con las 
otras, cuando explotan y oprimen a los demás, entonces la 
verdadera compasión por aquellos que están siendo oprimidos, 
necesariamente lleva consigo ira e indignación contra aquellos que 
los hacen sufrir.

Esa no es la ira del egoísmo o del odio, es la ira de la compasión. 
Dios se enfada con ellos por su propio bien. Es la ira que los 
desafía a cambiar, mostrando claramente la GRAVEDAD de aquello 
que están haciendo. Jesús sintió compasión por los pobres que 
estaban siendo explotados por los mercaderes y cambistas en el 
patio del Templo. Su ira mostró claramente que ese pecado de 
explotación era terriblemente grave.

Necesitamos tener cuidado de no trivializar a Dios. El es muy 
serio con relación a la crueldad de una persona para con otra en el 
mundo de hoy. A menos que consigamos compartir su seriedad, 
estaremos siempre DISTANTES de él, y cualquier experiencia de 
aparente proximidad con él sería una ilusión.

Compartir la ira de Dios puede ser una experiencia liberadora y 
una fuente de fuerza, energía y decisión en nuestra vida espiritual. 
Todos nosotros tenemos un instinto agresivo. Podemos usarlo de 
forma egoísta contra nuestro vecino, o podemos volverlo contra 
nosotros mismos o introyectarlo. Pero también, podemos usarlo 
como fuente de energía y decisión para luchar contra el pecado y el 
sufrimiento del mundo. Eso fue lo que los santos hicieron, y por eso 
eran tan decididos y tenían un sentimiento tan saludable de 
indignación en relación a los pecados de las personas.


Hoy

Cualquier espiritualidad nueva hoy, y especialmente una 
espiritualidad bíblica, debería incluir un esfuerzo muy serio PARA 
LEER LOS SIGNOS DE NUESTROS TIEMPOS. No podemos hacer 
esto solos. Necesitamos hacerlo juntos. Lo más importante sin 
embargo, es no dejar de hacerlo, sino ocultaremos el Espíritu y 
destruiremos cualquier posibilidad de vida espiritual verdadera. El 
mismo Jesús nos dice que debemos leer los signos de los tiempos 
(Lc 12, 54-57) y el Concilio Vaticano II nos recuerda la urgente 
necesidad de hacerlo hoy (ver los primeros capítulos de la Gaudium 
et Spes).

Además de esto, una vida espiritual saludable incluye una 
constante conversión o deseo de cambiar y una tendencia de mirar 
hacia la novedad del futuro mas que a detenerse en el pasado. El 
deseo de que el pasado vuelva no es una actitud que viene del 
Espíritu Santo. Necesitamos estar dispuestos a santificar la 
seguridad que obtenemos al confiarnos en los valores y en las 
prácticas del pasado.

Una vida en el Espíritu es una vida de denuncia de aquello que 
está errado en nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestra Iglesia y 
nuestra comunidad, de hablar abiertamente sobre el futuro para el 
cual caminamos o deberíamos estar caminando, de decir lo que 
Dios debe sentir con relación a los acontecimientos de nuestro 
tiempo. Esta es, por lo menos, la dirección hacia la cual debemos 
caminar, si queremos ser fieles al Espíritu de los profetas, que es el 
Espíritu de Dios.

En la esencia de todo esto, está nuestro esfuerzo personal para 
con Dios en la Oración. Es preciso que nos volvamos totalmente 
honestos delante de Dios con respecto a nuestros verdaderos 
sentimientos y actitudes relativos a los ACONTECIMIENTOS DE 
NUESTRO TIEMPO. Necesitamos también ser honestos con relación 
al por qué sentimos eso y ver honestamente si Dios siente de la 
misma manera que nosotros en relación a esos acontecimientos. 
¿Compartimos verdaderamente el amor de Dios y su compasión por 
los pobres y oprimidos, y compartimos realmente su ira e 
indignación?. ¿Hacemos a Dios a nuestra imagen y semejanza, o 
permitimos que él nos rehaga de acuerdo con su imagen y 
semejanza?.


3. El Dios de Justicia y Amor


1. Justicia: La Espiritualidad del Antiguo Testamento

Si nos pidiesen, para condensar el Nuevo Testamento en una 
sola palabra, todos responderíamos: AMOR. Del mismo modo, si 
quisiéramos resumir el Antiguo Testamento en una palabra, 
podríamos decir: JUSTICIA. Todo el Antiguo Testamento versa 
sobre justicia. Sin embargo, cuando lo leemos en español, como es 
el caso de la mayoría de nosotros, no es obvio, de ninguna manera, 
que todo él versa sobre la justicia. ¿Por qué?.


Palabras

Es una cuestión de palabras. El Antiguo Testamento fue escrito 
en hebreo y hay dos palabras, en hebreo para justicia : MISPAT y 
SEDAKAH. Ambas significan exactamente lo mismo, pero en 
nuestras traducciones de la Biblia son frecuentemente traducidas 
por otras palabras, tales como rectitud, honradez, integridad, 
honestidad o juicio. Eso desorienta al lector, que no sabe que esos 
términos se refieren todos a las mismas dos palabras hebraicas que 
designan justicia. Hay igualmente verbos hebraicos que significan 
literalmente hacer justicia o volver justo lo que está errado. En las 
traducciones, sin embargo, tales palabras son generalmente 
traducidas por juzgar . Esto desorienta porque nos hace pensar en 
un juez que condena y castiga a las personas, mientras que la 
expresión hebraica significa alguien que vuelve justo lo injusto 
defendiendo o salvando al inocente. El juicio final, en la Biblia, 
significa el acto final de justicia de Dios, cuando él vuelve correcto 
todo lo que en el mundo está errado o es injusto. Los jueces del 
Libro de los Jueces (Gedeón, Sansón, Débora, etc.) no son jueces 
que se sientan en tribunales para oír causas; son libertadores de 
Israel que reúnen ejércitos para hacer justicia, corrigiendo el error o 
liberando a los israelitas de sus opresores.

Es verdad que las palabras hebreas que en la Biblia significan 
justicia, tienen un sentido más amplio que justicia para nosotros, 
pero el hecho de traducirlas por rectitud, integridad, honestidad o 
juicio, no nos ayuda a comprender ese significado más amplio.


El Dios de la Justicia

D/JUSTICIA: Ya todos observamos, especialmente en los salmos 
la frecuencia con que la Biblia habla sobre hombre justo . El ideal 
espiritual que todo judío debía luchar por conseguir generalmente 
no era llamado virtud, santidad o bondad, sino justicia. No hablan de 
hombre santo, de hombre bueno, sino de hombre justo, esto es, del 
hombre que practica la justicia. Hablando sencillamente, el justo es 
el hombre que observa la LEY de Dios. Buena parte del Antiguo 
Testamento, como sabemos, versa sobre la ley de Dios. De hecho, 
en el Antiguo Testamento, la revelación fundamental hecha por Dios 
es su ley, sus mandamientos (no sólo los famosos diez 
mandamientos). Pero, ¿qué es lo que eso tiene que ver con la 
justicia?. La Ley Mosaica es simplemente la revelación de Dios 
sobre lo que sería justo y lo que sería injusto en las circunstancias 
de aquellos tiempos. Es una expresión de la exigencia de justicia 
por parte de Dios. Todo es visto en términos de justicia. El adulterio 
y la prostitución son vistos como formas de injusticia. Aún la idolatría 
y el culto a los falsos dioses son tenidos como injusticia, o por lo 
menos como algo que lleva a la injusticia.

La idolatría no es sólo una cuestión de dar culto a imágenes de 
manera mental. La idolatría era abominable porque envolvía tres 
cosas: l. rechazo de la ley; 2. prostitución del culto; 3. sacrificio 
humano.

l. El principal problema con relación a los falsos dioses, ídolos o 
baales, era el hecho de que ellos no exigieron ninguna especie de 
justicia o moralidad por parte de los que les prestaban culto. Al 
contrario del Dios verdadero, ellos no tenían ningún mandamiento 
moral, ninguna ley, ninguna exigencia de hacer justicia. En vez de 
esto, esos falsos dioses que eran frecuentemente dioses de la 
fertilidad, exigían solamente ritos y sacrificios como precio que el 
pueblo tenía que pagar para garantizar que sus tierras y sus 
mujeres fueran fértiles, a fin de asegurarse una buena cosecha y 
muchos hijos.

2. Más allá de esto, los ritos de fertilidad exigidos por los falsos 
dioses incluían prostitución pública, como forma de culto bajo los 
árboles o en lugares elevados, esto es, en altas plataformas para 
que todos pudiesen ver. Los profetas consideraban inmoral esa 
exigencia, no porque fuesen puritanos en materia sexual, sino 
porque tal comportamiento era injusto. El sexto mandamiento del 
Dios verdadero prohibe tener relaciones con la mujer de otro 
hombre, porque esto es una injusticia contra ese hombre.

3. Otra cosa que esos falsos dioses exigían del pueblo, 
principalmente cuando estaban enfadados y necesitaban ser 
aplacados, era que el pueblo sacrificase lo que para ellos era lo 
más precioso y valioso que cualquier otra cosa, o sea sus propios 
hijos. De ahí la práctica del sacrificio humano que los profetas 
rechazaban como injusta y destructora de toda justicia. Eso, una vez 
más, contrariaba la exigencia del Dios verdadero: no matarás .

La idolatría, pues, lleva a la injusticia. De hecho, la idolatría ya 
era, por sí misma, una forma de injusticia, porque era una expresión 
cultural de las actitudes y del comportamiento injusto del pueblo. 
Los ídolos eran falsos dioses porque eran dioses de la injusticia, 
inventados y adorados por personas que eran injustas.

El Dios del Antiguo Testamento es un Dios de justicia. El hace 
justicia y quiere ver la justicia hecha. Corrige lo que está errado y 
quiere que su pueblo corrija lo que está errado en todos los 
aspectos de su vida. En el Antiguo Testamento, justicia no es una 
idea secular o puramente política; es un concepto enteramente 
religioso. En realidad, el único pueblo que luchaba conscientemente 
por la justicia era el pueblo que adoraba al verdadero Dios. 
Podemos incluso llegar a afirmar que en el Antiguo Testamento, 
DIOS ES JUSTICIA.

Los profetas tenían una aguda conciencia de esto. Es por eso 
que no sólo condenan el culto a los falsos dioses; también 
condenan la adoración ritual del Dios verdadero CUANDO ESTA 
DIVORCIADA DE LA PRACTICA DE LA JUSTICIA. Por ejemplo, en 
Isaías 1, 11-17; 58, 1-12; Am 5, 21-24; Jer 6, 19- 20 y en muchos 
otros pasajes, los profetas nos advierten que Dios halla detestables 
y repulsivas todas las prácticas religiosas, como sacrificios, 
oraciones, incienso, ayunos y días festivos, cuando no son 
acompañadas por la práctica de la justicia.

Los profetas estaban listos a ir incluso más allá. En Jeremías, por 
ejemplo, Dios y justicia están de tal forma inter-relacionados, que 
practicar justicia ES conocer a Dios, y conocer a Dios ES practicar 
la justicia (Jer 22,16). La palabra conocer , aquí, (YADA en 
hebraico) significa experiencia . Jeremías quiere decir, pues, que la 
experiencia de luchar por la justicia ES la experiencia de Dios.

Todos nosotros ya encontramos esa idea antes con referencia al 
amor, en la primera Carta de Juan, cuando él dice: El amor es de 
Dios, y todo aquel que ama nació de Dios y conoce a Dios (tiene la 
experiencia de Dios). Aquel que no ama, no conoció a Dios (no tuvo 
la experiencia de Dios), porque Dios es Amor (Jn 4, 7-8). Pocos, 
sin embargo, perciben que, en otro lugar de la misma carta, Juan 
dice lo mismo respecto de la justicia. Naturalmente esto es, una vez 
más, cuestión de palabras. En las traducciones se usa la palabra 
recto en vez de justo . Veamos el texto de San Juan: Ustedes 
saben que Dios es el justo ; reconozcan entonces que quien obra la 
justicia, ese ha nacido de Dios (1 Jn 2, 29). Esto es exactamente 
lo que Jeremías dice.

Todo esto tiene consecuencia de largo alcance para nuestra fe y 
nuestra vida espiritual. Significa: si DECIMOS que creemos en Dios, 
pero en nuestra vida cotidiana no practicamos la justicia, no 
tenemos, de verdad ninguna experiencia verdadera de Dios, o 
mejor no tenemos una experiencia real del verdadero Dios. Y eso 
hace surgir la pregunta: ¿a quién rezamos en nuestras oraciones?. 
¿A un falso Dios?. ¿A un Dios imaginario?. ¿A un ídolo, un espejo 
de nuestros propios intereses y preocupaciones egoístas?. Y si así 
fuera, ¿no seremos en la practica, sino en teoría, idólatras o 
ateos?.

Otra consecuencia de esto es que nuestra experiencia de Dios 
depende totalmente de nuestra práctica y de nuestro 
comportamiento. Sabremos y comprenderemos lo que Dios es, sólo 
en la medida en que vivamos como él vive, sintamos lo que él 
siente, practiquemos la justicia como él lo hace o por lo menos nos 
esforzamos por conseguirlo. Descubrir la verdad con respecto de 
Dios es pues un proceso gradual de llegar a vivir esa verdad. A 
menos que practiquemos la verdad, jamás llegaremos a entender la 
verdad. La unión con Dios en la oración y en nuestra vida diaria es 
simplemente imposible sin una preocupación apasionada por la 
justicia y sin la práctica diaria de tratar, siempre que podamos, 
corregir lo que está errado.


¿Qué clase de Justicia?

JUSTICIA-BICA/QUE-ES: Si la justicia es tan importante en la 
Biblia, entonces, aún antes de comenzar a reflexionar sobre el 
significado del amor en el Nuevo Testamento, debemos 
preguntarnos que clase (tipo) de justicia de Dios nos exige.

Ya vimos que la justicia de Dios es un concepto amplio que 
abarca todos sus mandamientos, inclusive los mandamientos sobre 
el adulterio y la idolatría. Pero, tal vez, lo que necesitamos que nos 
muestren es que en el Antiguo Testamento, especialmente en los 
profetas, la justicia incluye lo que llamaríamos JUSTICIA 
ECONOMICA.

Se puede notar que en la Biblia, las personas a quienes se debe 
hacer justicia son generalmente descritas como los pobres y los 
necesitados, o las viudas y los huérfanos. Ellos eran el pueblo que 
sufría de carencias económicas. Eran el pueblo abandonado, aún 
explotado por el hombre injusto y auxiliado y salvado por el hombre 
justo. Hoy en día, muchas veces denominamos el auxilio al pobre o 
al necesitado obras de misericordia . En el Antiguo Testamento eso 
era considerado como obras de justicia .

El ideal de justicia económica en el Antiguo Testamento era un 
ideal de igualdad económica. La tierra y los recursos económicos en 
Israel pertenecían a Dios y se entendían que todo eso debía ser 
igualmente compartido por las tribus y familias de Israel. Eso era un 
mandamiento de Dios (véase por ej. No. 33, 50-54; Jos 13, 21). 
Pero a medida que el tiempo pasaba, surgía cada vez más la 
desigualdad. Esto porque, cuando la cosecha de una familia se 
perdía, era forzada a vender alguna tierra a otra familia. Como 
siempre, eso llevaba a más deudas y a más ventas de tierra, en 
tanto que el rico se volvía más rico y el pobre más pobre, hasta que 
el pobre era forzado a vender toda su tierra, y aún así quizás no era 
capaz de saldar sus deudas. Y por fin, como última solución, se veía 
forzado a pagar sus deudas vendiéndose a si mismo como esclavo 
al hombre rico.

Para los judíos, ese desequilibrio era una injusticia que Dios no 
podía tolerar, porque Dios amaba a todo su pueblo y se 
preocupaba por él. Y así recibieron el mandamiento del Dios de 
justicia, según el cual la igualdad debía ser restaurada por medio de 
un Año Jubilar (Lc 25). Cada año Jubilar (quiere decir, cada 
cincuenta años) el pueblo de Israel debía emancipar a sus esclavos, 
cancelar todas las deudas de los pobres y devolver toda la tierra a 
las familias que las poseían inicialmente. Como lo expresa el 
comentario de San Jerónimo, esto equivalía a un proyecto social 
basado en los conceptos, profundamente religiosos, de justicia e 
igualdad... Su espíritu de respeto por los derechos de la persona y 
por la dignidad humana sintetiza buena parte de las enseñanzas del 
Antiguo Testamento .


2. La justicia y la espiritualidad del amor y del Nuevo 
Testamento

Si JUSTICIA resumen el Antiguo Testamento, entonces AMOR 
sintetiza el Nuevo Testamento. Esto, con todo, no significa que el 
Nuevo Testamento no tenga nada que decir en relación a la justicia. 
En cierto sentido, todo el Nuevo Testamento, versa también, sobre 
la justicia. No estoy tratando de decir ahora que todo él no trata del 
amor; estoy intentando decir que, en el Nuevo Testamento, justicia y 
amor están íntimamente ligado entre sí.

Es verdad que la palabra justicia no es usada con mucha 
frecuencia en el Nuevo Testamento (aunque debamos recordar que 
la palabra rectitud significa justicia). Pero la palabra amor 
tampoco es usada con mucha frecuencia, excepto en el Evangelio 
de Juan. No es esta, entonces la cuestión. Aunque los términos 
justicia y amor no sean usados con frecuencia, todo el conjuento 
del Nuevo Testamento es sobre la justicia y el amor. Déjenme 
explicar.


Sermón de la Montaña

En el Sermón de la Montaña, Jesús expone su mensaje como 
algo que VA MAS ALLA de la justicia de los escribas y fariseos. Dice 
que él no vino para revocar la ley (esto es, la exigencia de justicia 
por parte de Dios), sino para completarla. Y después explica: Si 
vuestra justicia no supera la de los escribas y de los fariseos, no 
entrarán en el Reino de los Cielos (/Mt/05/17-20). Aquí está 
proponiendo una espiritualidad más profunda. Jesús entonces pasa 
a tomar ejemplos extraídos de los mandamientos de la Ley del 
Antiguo Testamento para profundizarlos, ir más allá de ellos y 
realizarlos. Toma el mandamiento no matar y lo profundiza, 
acentuando que no es sólo el acto exterior del asesinato que debe 
ser evitado, sino incluso el acto interior de odiar al hermano y 
maldecirlo. A esto podemos llamar asesinato de corazón . 
Igualmente, no es sólo el acto exterior del adulterio lo que debe ser 
evitado por el hombre justo, sino también el acto interior de desear 
a la mujer del prójimo. Es lo que podemos llamar adulterio de 
corazón .

¿Qué es lo que Jesús está haciendo?. Está tratando de 
INTERIORIZAR los mandamientos del Antiguo Testamento, está 
tratando de interiorizar la justicia. O en otras palabras, está 
preocupado con la MOTIVACION INTERIOR que lleva a las 
personas a practicar la justicia y observar los mandamientos. ¿Cuál 
es tu motivo para no matar a tu hermano o a tu hermana?. ¿Es 
porque temes el castigo de Dios y de los tribunales, o porque tú 
quieres amar a tu prójimo y ser justo con él o ella?. ¿Y por qué 
evitas tú el acto exterior del adulterio?. ¿Por qué tienes miedo de 
ser atrapado in-fraganti o por qué tú no quieres, sinceramente, 
perjudicar a tu prójimo?. Aquello que Jesús pide es el tipo de justicia 
que brota espontáneamente del CORAZON. Para Jesús, el hombre 
verdaderamente justo es aquel que no sólo hace lo que es justo y 
cierto, sino alguien que lo hace porque está fuertemente motivado 
por una PASION por la justicia.

Compasión

COMPASION/QUE-ES: Los evangelios no usan términos tales 
como justicia del corazón o pasión por la justicia. Los evangelios 
hablan de compasión y amor. Nos dicen repetidamente que a Jesús 
estaba movido por la compasión (por ej. Mt l4, l4; 20, 34; Mc l, 41; 6, 
34; 8, 2).

A través de todos los Evangelios, aún cuando el término no es 
usado, se puede percibir el impulso de compasión en Jesús. Gran 
parte de su enseñanza versa también sobre la compasión; por ej. 
las parábolas del buen samaritano (Lc 10, 33-37) y del hijo pródigo 
(Lc 15, 20-31). De varias maneras, lo que hace que el mismo Jesús 
y su mensaje fuesen diferentes fue su excepcional compasión por el 
pobre y por el oprimido.

La compasión es la interiorización de la justicia; es la fuerza 
impulsadora que nos empuja a hacer justicia espontáneamente y de 
buena voluntad. Sentir simplemente pena de alguien o piedad 
sentimental y pasiva no es compasión evangélica. La compasión 
lleva a la acción. La compasión lleva a la práctica intrépida de la 
justicia, a enderezar aquello que, en nuestro mundo, está errado.

Además en el Nuevo Testamento, el criterio para distinguir lo que 
es justo de lo que es injusto no es sólo la Ley Mosaica; el criterio 
ahora es una preocupación espontánea de un corazón movido por 
la compasión. Esta afirmación profundiza y corrige ciertos conceptos 
superficiales sobre lo que es cierto a lo que es errado.

Para percibir cómo esto hace las cosas diferentes, necesitamos 
considerar otros ejemplos del modo como Jesús profundiza o aún 
corrige ideas de justicia que eran comunes en su tiempo. Tales 
ejemplos podrían incluso servir de temas para nuestra meditación. 
Podríamos comparar nuestros sentimientos con respecto a la 
justicia con los sentimientos de Dios sobre la justicia.

En la parábola de los trabajadores de la viña, el mismo salario 
pagado a todos, no obstante la gran diferencia entre las horas de 
trabajo de cada uno, PARECE una injusticia. Jesús dice que no. 
Este es un ejemplo de justicia verdadera, porque la justicia no es 
comparativa. El viñatero ve que las NECESIDADES de todos los 
hombres son las mismas, son iguales. Y, por tanto, da a cada uno 
de acuerdo con la necesidad de cada uno. Esta es la justicia del 
corazón. 

En la parábola del hijo pródigo, la justicia PARECE exigir que el 
hijo pródigo sea castigado. Es el tipo de justicia exigido por el hijo 
mayor. Pero el padre tiene compasión por el hijo pródigo y reconoce 
la NECESIDAD que el hijo tiene de ser aceptado y perdonado. La 
justicia verdadera, en este caso, exige que el hijo sea perdonado, 
no castigado. No hay diferencia entre la justicia de Dios y el perdón 
de Dios. La justicia del corazón lleva al perdón.

Los fariseos consideraban como justicia el acumulo de riqueza 
por los hombres que las conquistaron honestamente. Pero en la 
parábola del hombre rico y del mendigo Lázaro, el rico es señalado 
como hombre injusto simplemente porque acumulaba riquezas 
cuando había pobres a su alrededor. Injusticia aquí es negarse a 
reconocer la NECESIDAD del mendigo y no compartir con él. El 
hombre rico es condenado por la injusticia de no repartir su fortuna. 
El no tuvo compasión.

Un último ejemplo. La idea de ojo por ojo y diente por diente , 
era el concepto primitivo y burdo de la justicia en el desierto. 
Injusticia, aquí sería arrancar dos ojos por uno. Jesús, 
naturalmente, contradice esto. Para Dios, justicia es no-venganza. 
Dos errores no hacen un acierto. Justicia significa volver cierto lo 
que está errado, y esto no se consigue con una venganza 
proporcionada.

Muchos otros ejemplos podrían ser citados. Estos, sin embargo, 
serán suficientes para mostrar que Jesús fue más allá de la justicia 
de los escribas y fariseos para llegar a una justicia mucho más 
profunda y mucho más exigente, motivada por la compasión hacia 
cualquier persona que necesite algo.


Amor

A/JUSTICIA: Todo esto tiene consecuencias de gran alcance 
para nuestra comprensión de lo que Jesús entiende por amor. 
Compasión es un aspecto del amor. Es amor por los que sufren y 
por los que les falta algo. Debemos también amar a los que no 
sufren necesidad, pero la manera decisiva de probar que nuestro 
amor es genuino, es corresponder al sufrimiento y a la necesidad 
con la compasión y la práctica de la justicia. La cualidad de nuestra 
respuesta al pobre y al necesitado en el mundo hoy será una 
excelente indicación de la cualidad y de la profundidad de nuestro 
amor, de nuestra vida espiritual y de nuestra unión con Dios.

Amor y justicia no pueden ser separados y opuestos el uno al 
otro. El amor compasivo es el corazón de la justicia, nuestro motivo 
para practicar la justicia. Y justicia es la práctica del amor en las 
circunstancias de un mundo en que billones de personas están 
sufriendo por causa de la injusticia.

Hay muchos malentendidos sobre las exigencias de una 
verdadera vida según el Espíritu, por causa de la tendencia a 
separar el amor de la justicia. Esto sucede de dos formas.

Primero, el amor está divorciado de la justicia cuando el amor al 
prójimo es considerado como hacer un FAVOR al prójimo en vez de 
hacerle JUSTICIA. Vemos esto todos los días, cuando alguien ayuda 
a un pobre o un necesitado de una forma condescendiente y 
paternalista, como si él no mereciese o no tuviera derecho a eso. Es 
por eso que muchos pobres, hoy, rechazan nuestra caridad como 
un insulto a su dignidad humana. No me den caridad , dicen ellos, 
denme mis derechos . 

¿Dónde está el error aquí?. Parece que muchos de nosotros nos 
olvidamos de que el amor es un MANDAMIENTO, el mayor de los 
mandamientos de la Ley de Dios. Amor no es un favor, un extra 
opcional. Amor es cuestión de justicia. Dios nos ORDENA amar al 
prójimo. Por lo tanto, mi prójimo tiene ahora derecho a mi amor. El lo 
merece, porque es otro ser humano como yo -hecho a imagen y 
semejanza de Dios-.

En segundo lugar, se divorcia el amor de la justicia siempre que 
el amor es considerado en términos puramente individualistas. 
Algunas personas piensan que el amor se refiere a las relaciones 
personales y la justicia a las relaciones sociales. En el Nuevo 
Testamento no existe ninguna distinción de este tipo entre el amor y 
justicia. Amor y justicia deben ser ambos aplicados a todas nuestras 
relaciones. En realidad, la Biblia no hace ninguna distinción entre 
relaciones personales y relaciones sociales, entre individuo y 
sociedad, entre vida privada y vida social, o entre nuestra vida 
espiritual y nuestra vida social. La Biblia se refiere a toda la 
persona, cuerpo y alma, individual y social.

Cuando pensamos en el amor, pensamos en una relación entre 
una persona y otra. No era eso, sin embargo, lo que Jesús tenía en 
mente. La palabra usada en el Nuevo Testamento para significar 
amor es AGAPE. Y AGAPE significa el sentimiento de estar juntos 
de comunión, de solidaridad, o de unión dentro de una comunidad 
de personas; en otras palabras, AGAPE no es sólo una relación de 
individuo a individuo, es toda la compleja relación entre muchas 
personas. Cuando Jesús emitió su mandamiento de amor, estaba 
proponiendo un mundo totalmente nuevo, en el cual las personas, 
grupos y naciones estuvieran inter- relacionados, con mutuo 
respeto y preocupación unos por los otros. Ese es el mandamiento 
de Dios, la justicia de Dios, la justicia del corazón. Amor en el Nuevo 
Testamento es simplemente el cumplimiento y la profundización del 
concepto supremo de justicia en el Antiguo Testamento. La 
espiritualidad bíblica no es, en absoluto, una espiritualidad privada 
e individualista.