Coloquio de Christus totus con el Padre

Hace ya casi treinta años, cuando Jordi Pinell OSB tomó posesión de 
la cátedra De Officio divino en el Pontificio Instituto Litúrgico 
Anselmianum, considerando la orientación didáctica del tratado que le 
correspondía exponer, concibió el título De Liturgia laudis.1 En efecto, 
la celebración de la Liturgia de las Horas se resuelve, en definitiva, en 
una Liturgia de alabanza. Es la oración que mejor congenia con la 
Iglesia, aquella en la que mejor se reconoce a Sí misma.2 
"El cántico de alabanza que resuena eternamente en las moradas 
celestiales y que Jesucristo, Sumo Sacerdote, introdujo en este 
destierro, ha sido continuado fiel y constantemente por la Iglesia."3 
Estas son las palabras iniciales de la Constitución Apostólica Laudis 
cánticum de Pablo VI, verdadera piedra miliar en la reforma litúrgica 
del Oficio divino. A lo largo de sus páginas aflora -proveniente del 
tesoro de la antigua tradición monástica-,4 el concepto de oración 
como coloquio de Cristo, y su Cuerpo Místico, con Dios Padre. Y ¿cuál 
es el medio por el que se realiza aquella continuación, aquella 
prolongación?: la celebración de la Liturgia de las Horas. A través de 
ella, participamos de una manera simbólica y eficaz, por consiguiente, 
'sacramental', en la oración de Cristo que se dirige -con la plenitud de 
su Cuerpo, la Iglesia-, al Padre en la unidad del Espíritu Santo.5 
Así "el diálogo del Verbo con el Padre, del cual procede el Espíritu 
Santo, asume dimensiones humanas en la Liturgia de las Horas."6 
Cristo, que "lleva en Sí mismo todo el mundo íntimo de la Divinidad, 
todo el Misterio trinitario y a la vez el misterio de la vida en el tiempo y 
en la inmortalidad",7 continúa orando en sus miembros y la oración de 
éstos prolonga en la tierra el coloquio eterno intratrinitario. El 
testimonio orante de Jesús ha sido siempre punto de referencia para 
los cristianos de todos los tiempos. Tal es, pues, la dignidad de esta 
actio litúrgica que constituye la celebración del Oficio-divino.
EPAD-LItTÚRGICA: Que la espiritualidad litúrgica es, entre otras 
características, una espiritualidad cristocéntrica, lo han puesto de 
relieve muchos autores, entre los que destaca, por su autoridad, el 
abad benedictino italiano Salvatore Marsili (1910-1983).8 Para la 
primitiva comunidad cristiana Jesucristo fue, ya desde los comienzos, el 
objeto de su plegaria. La oración de la comunidad estaba centrada en 
Cristo porque Él era el motivo esencial de la acción de gracias a Dios y 
el fundamento de toda esperanza para los fieles. En la primera oración 
cristiana se aprecia una tensión de búsqueda conducente a penetrar 
en una comprensión siempre más lúcida del Misterio de Cristo y de su 
obra salvadora. Los primeros cristianos percibían hasta qué punto 
eran grandes las riquezas de Verdad y Amor que podían alcanzarse 
reflexionando sobre El. De esta riqueza cristológica bebe la Liturgia de 
las Horas, la cual actualiza -desde su centro y en el marco de la 
historia salutisel Misterio Pascual de Cristo.
De ahí que pareciera oportuno reunir ordenada y cómodamente un 
material que facilitara la oración cristológica en torno a la celebración 
de la Liturgia de las Horas; en concreto, alrededor de la Salmodia de 
las dos Horas cardinales del Oficio Divino: Laudes y Vísperas. Sin 
olvidar que, puesto que hablamos de oración, "el Libro de los Salmos, 
es -con palabras de Juan Pablo II-9 insustituible".
Hemos concebido este empeño como si se tratara un desarrollo del 
n. 202 de la «Ordenación General de la Liturgia de las Horas», en el 
que se expone: "...para lograr la plena resonancia de la voz del 
Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la 
oración personal con la Palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia, 
es lícito dejar un espacio silencioso después de cada salmo, una vez 
repetida la antífona, según la costumbre tradicional ..." Con este fin, 
hemos pretendido aportar unas notas breves cuya meditación podría 
servir para llenar de contenido el silencio sagrado previsto para la 
celebración de la Liturgia de las Horas.

El Salterio y la exploración del Mysterium Christi 
·GREGORIO-MAGNO-SAN: Disce cor Dei in verbis Dei; se trata de 
una expresión contundente de San Gregorio Magno: "Conocer el 
corazón del Dios a través de las palabras de Dios." Palabras, en 
nuestro caso, contenidas en esa mansión de la Escritura que es el 
Salterio, donde convergen todas las luces del Antiguo Testamento 
para fundirse en el entusiasmo del amor y de la acción de gracias. Si 
es un pecado pictórico pretender comprender un cuadro con una 
rápida mirada de soslayo, sin advertir la intensidad y contraste de 
colores, sin hacerse cargo de las luces y sombras, sin dimensionar la 
perspectiva ni valorar cada uno de los detalles, sin meterse 
contemplativamente en el cuadro, no es menos pecado estético recitar 
un poema -los salmos lo sonatropellando burda prosa.11 
No hay ningún libro de la Biblia que no tenga su resonancia en el de 
los Salmos. En efecto, la cultura del pueblo de Israel, centrada 
absolutamente en el valor humano de la palabra, y completamente 
consagrada al culto de Dios que se manifiesta a su pueblo mediante la 
palabra, produjo este singular monumento de oración que es el 
Salterio.
El Viejo Testamento, en su integridad, es una anticipación figurada 
de los grandes misterios de la nueva Alianza, pero especialmente los 
salmos están tan sumergidos en una atmósfera cristológica, que son 
una alusión continua -aunque de intensidad variable a la persona de 
Cristo. Todo sucede como si al principio de la partitura bíblica se 
encontrase escrita, como clave musical que todo lo determina, la 
presencia de Cristo.12 
El tema no es nuevo; por el contrario, aparece enraizado en la más 
antigua tradición cristiana. De hecho, Ambrosio y Agustín, Orígenes e 
Hilario, Casiodoro y Arnobio concuerdan en el mismo principio: Cristo 
es el personaje más eminente del Salterio. En sus Comentarios a los 
salmos le buscaron movidos por un deseo de fidelidad a la Palabra 
inspirada, según la cual "es necesario que se cumpla todo lo que está 
escrito en los Salmos acerca de mí."13 
SALMOS/SENSU-XLOCO: Ya desde los albores de la revelación 
neotestamentaria, este mismo deseo de conocer a Jesús en lo más 
íntimo de su sensibilidad humana había llevado al autor de la Epístola 
a los Hebreos a describir el primer sentimiento de sumisión del Hijo de 
Dios, hecho Hombre, a su Padre eterno sirviéndose de las palabras de 
un salmo. En efecto, Hb 10: 5-7 coincide y viene a ser la cita textual del 
Ps 39: 7-9. Además, el primer discurso de Pedro -tal y como lo 
encontramos en los Hechos de los Apóstoles no es otra cosa sino una 
exposición de la cuestión de la Divinidad de Cristo, estructurada 
precisamente sobre un mosaico de citas sálmicas. Por último, en los 
Sinópticos se opera también el recurso a la misma técnica cuando, a la 
hora de describir los acontecimientos de la Pasión, se acude al 
vocabulario propio de algunos salmos, interpretados en sentido 
cristológico.
Y es que a la hora de presentar a la posterioridad la figura de Jesús 
de Nazareth, la comunidad apostólica -así lo afirma el canónigo A. 
Rose,l4no se sentía suficientemente informada por la tradición en 
torno a los hechos y palabras obrados y dichas por el Señor. No hay 
que olvidar que la mayor parte de lo que Jesús habló con su Padre 
celestial, durante su vida en la tierra, ha quedado velado en el ámbito 
de la intimidad de su existencia. Lucas nos presenta a Jesús nueve 
veces hablando en la intimidad con su Padre.15 En el Evangelio de 
Juan, en cambio, algunas veces no es fácil distinguir con precisión 
cuándo nos presenta las palabras exactas de la oración de Jesús, 
pues el evangelista parece mezclar las palabras propias del Señor -las 
ipsissima verba Iesu-, con reflexiones del mismo evangelista. Mateo y 
Marcos son algo más claros a este respecto.
En consecuencia, los primeros cristianos se esforzaron por 
interpretar la figura de Cristo sirviéndose de las páginas del Antiguo 
Testamento. Como acertadamente dice Fischer:16 "La Iglesia de los 
mártires no se contenta viendo en el Salterio un puñado de pasajes 
iluminados por la luz de Cristo; todo el Salterio es para ella un libro 
profético que tiene su cumplimiento en Cristo". Y así, por ejemplo, del 
mismo modo que el poema del Siervo de YahwEl7 sirvió para 
encuadrar la figura de Jesús en la historia de la revelación de Dios, así 
también los salmos han permitido a los primeros cristianos intuir 
algunos sentimientos y pensamientos que movieron el ánimo del 
Maestro, en el momento en que acaecieron algunos hechos cuyo 
significado los mismos discípulos confesaron después no haber 
entendido.
J/TESORO: Es en este sentido en el que entendemos el Salterio 
como un nuevo Evangelio -aunque tampoco sea nuevo, sino mucho 
más antiguo aún que él pero donde, por la analogía de la fe 
escriturística, encontramos, de hecho, vetas magníficas en la 
exploración de aquello que debe ocupar nuestras mejores empeños: la 
exploración del Mysterium Christi18. La idea proviene de San Juan de 
la Cruz:19 " hay mucho que ahondar en Cristo, porque es como una 
abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que se 
ahonde, nunca se halla fin ni término, antes se va hallando en cada 
seno nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá." Haciéndose eco de 
este mismo pensamiento, un autor contemporáneo ha escrito:20 "Hace 
ya muchos años, casi una vida entera, que por la gracia y con la ayuda 
de otros hombres, busco apasionadamente a Cristo. Sé que del todo 
no lo encontraré hasta pasar el umbral de la eternidad, y que aquí le 
encuentro mientras busco sin cesar. No me cabe en el alma la gratitud 
que siento por todos los que me han venido ayudando, guiando y 
sosteniendo en esa búsqueda con su ejemplo, con su consejo, con su 
aliento..." 
La Liturgia de las Horas no se habría conformado jamás, o, por lo 
menos, no se hallaría radicada de modo tan profundo en la tradición, si 
las primeras generaciones de cristianos no hubieran tomado 
conciencia de la contribución sustantiva que la salmodia era capaz de 
prestar en orden a una continua indagación del designio de la 
salvación, personificado en Cristo.
También en nuestros días -la «Ordenación general de la Liturgia de 
las Horas»21 es un buen exponente el Espíritu Santo, que ha inspirado 
los salmos, sigue ayudando a los que se sirven de ellos para su 
oración, de manera que se sientan inmersos en la historia salutis, 
siempre en acto. Para el cristiano, rezar con los salmos supone 
saberlos decir en unión con toda la Iglesia, con Cristo y en Cristo. 
ORA/SALMOS SALMOS/ORACION: Desde este punto de vista se 
puede decir que "el Salterio recoge la extraordinaria experiencia de un 
pueblo que sabía orar, o sea, que en las más diversas circunstancias 
de la vida sabía comunicar al Señor sus propios sufrimientos, las 
esperanzas, los gozos y el agradecimiento, que por lo demás son 
comunes a todos los hombres. Desde el momento en que Jesús hizo 
suyos los salmos, éstos pasaron a ser verdaderamente una escuela de 
oración para los hombres de todos los tiempos que desean ser sus 
discípulos."22 
He aquí por qué nos propusimos atisbar -con asombro, llenos de 
respeto, desbordados- la intimidad que esconde la Persona adorable 
de Cristo y entender mejor -in quantum humana sinit infirmitas- el 
Evangelio a la luz de los salmos. Pues, como decía el Cardenal 
Ildefonso Schuster OSB, el Evangelio nos ofrece la historia de Jesús, 
pero los salmos expresan su psicología. Y no olvidemos que, con 
palabras de un Padre del desierto, en el caso de los salmos, un solo 
versículo puede llenar valles y excavar abismos.23


1.Los Salmos de Laudes LAUDES/SALMOS SALMOS/LAUDES:
En este primer volumen no se contempla todo el Salterio, sino tan 
sólo aquellos salmos que se incluyen en la Liturgia de las Horas como 
salmos matutinos, o, en otras palabras, salmos incluidos en el Oficio de 
Laudes: un total de 54; algo más, por tanto, de la tercera parte de todo 
el Libro. No todos los salmos sirven para expresar lo mismo, ni todos 
tienen un idéntico valor oracional.
En 1971, con la publicación de la edición típica de la Liturgia 
Horarum, se inauguraba en la Iglesia una nueva distribución del 
Salterio. En la actualidad está ordenado según un esquema de cuatro 
semanas. Para Laudes, los salmos se emplean una sola vez, 
exceptuados los más significativos, que se repiten dos veces. El primer 
salmo suele tener un carácter matutino y el último, manteniendo una 
antiquísima tradición, es siempre un salmo de alabanza.24 
En el actual Oficio de Laudes hay salmos -por ejemplo el S, 42, 50, 
62, 64, 89, 99, 148, 149, 150que ya fueron escogidos por los antiguos 
como propios de esta Hora debido a su carácter matinal y aún hoy 
perduran porque tienen detrás una gran tradición litúrgica que los ha 
usado por la mañana durante más de quince siglos. Otros, lejos de 
constituir un mero elenco indiscriminado de textos colocados al azar, 
han sido cuidadosamente seleccionados por la reforma 
post-conciliar.25 Así, por ejemplo, el 23, 41, 56, 76, 79, 83, 85, 86, 
117, 118, 145, 152.
Entre las motivaciones por las que los especialistas del coetus 
incorporaron estos salmos a Laudes encontramos las siguientes:
-entrañan profecías del Misterio pascual, celebrado diariamente en 
la Hora de Laudes (Ps 23: 7-10), 
-invitan a celebrar a Dios en la mañana (Ps 56: 8-12), 
-contienen expresiones de deseo y hambre de Dios, muy oportunas 
para el inicio de la jornada (Ps 56: 8-12; estos versículos incluyen 
expresiones paralelas a las del salmo 62, el salmo matinal por 
excelencia), 
-aluden repetidamente a la aparición de la "luz" del rostro de Dios 
(Ps 79: 3.4.8.20), 
-incluyen cantos de tipo escatológico referidos a la futura ciudad 
mesiánica inaugurada con la Resurrección de Cristo (Ps 86), 
-curiosamente, debido a motivos de tipo histórico (supresión de la 
Hora de Prima, etc.), el salmo 117, que es el salmo pascual por 
excelencia, el texto sálmico más expresivo de la acción de gracias por 
la victoria pascual del Señor, no se recitó en los Laudes de los 
Domingos -salvo Cuaresma y la antigua Septuagésima hasta 1971.

LAUDES/ESPIRITUALIDAD: La espiritualidad de la Hora de 
"Laudes" 
Acabamos de exponer que algunos salmos de Laudes se han 
seleccionado por el hecho de que el Misterio pascual de Cristo 
encuentra en ellos una adecuada expresión profética. Esto nos lleva a 
relacionar la Hora de Laudes con Cristo y su Misterio pascual, es decir, 
nos conduce a considerar, aunque sea brevemente, el sentido litúrgico 
de la Hora de Laudes.
DIA-JUDIO: Es bien sabido que los judíos, como en general todos 
los orientales, contaban el día a partir del ocaso del sol. La jornada 
concluía con las últimas luces de la tarde. Desde ese momento 
comenzaba un nuevo día. El recogimiento vital, propio de la noche, 
marcaba el inicio de una nueva etapa de tiempo, de una nueva 
jornada. De este modo, la primera etapa del día -la noche- significaba 
la gestación, la espera de la actividad luminosa de la mañana 
siguiente. La ofrenda matutina que se realizaba cotidianamente en el 
Templo26 correspondía a la aparición de la luz, al momento de retomar 
la actividad laboral. Al momento, si se quiere, de la manifestación de la 
vida en toda su plenitud; pero propiamente no era el inicio de la 
jornada. 
En este sentido, Laudes siempre ha sido la oración de la mañana o, 
mejor, de la aurora (orthros); la plegaria que se rezaba al clarear el 
día. De ahí que su nombre primitivo fuese Agenda matutina, 
Matutinorum sollemnitas, Psalmi matutini o, simplemente, Matutinum. 
Más tarde, debido al grupo salmódico {148-150}, que lleva el título de 
«Laudes» porque la primera palabra es Laudate, se utilizó ese término 
para designar esta Hora del Oficio divino.27 Después de la paz de 
Constantino (313), Laudes y Vísperas constituían ya la plegaria 
pública cotidiana en las basílicas y en los monasterios.
En la Constitución sobre la sagrada Liturgia se afirma:28 "Laudes, 
como oración matutina, y Vísperas, como oración vespertina, que, 
según la venerable tradición de la Iglesia, son el doble quicio sobre el 
que gira el Oficio cotidiano (duplex cardo Officii cotidiani), se deben 
considerar y celebrar como Horas principales." A su vez, la Laudis 
canticum añade:29 "Esta oración está dirigida y ordenada a santificar 
la mañana." El testimonio de la tradición nos habla de tres aspectos 
involucrados en esta Hora:
-Por ser la oración del momento de levantarse y la oración del 
amanecer, la Hora de Laudes está vinculada con el pensamiento de la 
Resurrección de Cristo, a la que nos referiremos más adelante.
-Por coincidir con el momento de la aurora reviste un marcado 
simbolismo cristológico pues el Evangelio nos presenta a Cristo como 
Oriens ex alto, como "Sol que nace de lo alto",30 como "la Luz 
verdadera que ilumina a todo hombre"31 
-Los liturgistas orientales añaden unas oraciones y unos himnos que 
evocan el día escatológico, la mañana sin ocaso que proseguirá 
indefectible en la luz eterna.32 En todo caso -y esto es válido para 
toda la familia de liturgias sin excepción-, esta plegaria matinal se 
caracteriza por la alabanza divina.
Pero convendrá, antes de concluir este epígrafe, detenerse 
brevemente en algunas consideraciones en torno al significado de la 
"luz" que, como vemos, se encuentra en la base de la Hora de Laudes. 
Para los autores de los textos de la Liturgia de las Horas, el tema de la 
luz presenta la ventaja de englobar en sí dos temas fundamentales 
para la celebración de la alabanza eclesial: el tiempo y el opus 
Redemptionis.
"En las oraciones y en los himnos se menciona la luz del día como 
elemento que señala las fases del tiempo que discurre y que el hombre 
trata de dividir en horas, días, semanas y años. De este modo procura 
alcanzar un cierto control y hacerse consciente de esa fuga continua 
de su propia existencia, que es el tiempo. Los cambios cíclicos de la luz 
solar están en la raíz de esa distribución del tiempo que llamamos días 
y, a su vez, de cada jornada en horas. Así pues, referirse al 
movimiento de la luz es un modo de relacionar la celebración de la 
plegaria eclesial con el ritmo del tiempo.
Por otra parte, el tema de la luz tiene una gran raíz bíblica y, según 
la Sagrada Escritura, la luz de Dios que ilumina al hombre es una 
imagen de su acción salvífica. Cristo es la Luz del mundo porque se 
identifica con el mysterium salutis, a través del cual la luz inaccesible 
de Dios alcanza al alma del hombre y la transforma. Por eso a los 
cristianos se les llama «hijos de la luz» y son invitados a caminar y vivir 
en la luz.
Además, este carácter central del tema de la «luz» en el Oficio divino 
se justifica porque precisamente es en la luz donde se realiza el nexo 
entre «tiempo del hombre» y «redención obrada por Dios en el 
tiempo». Cuando profundizamos en la potencialidad del tema de la luz, 
llegamos a apreciar que «el tiempo de la existencia humana» adquiere 
valor en la medida en que permite al hombre dar una respuesta de 
amor a la llamada con la que Dios le invita a «una vida eterna»."33 
Por eso, en definitiva, los cambios de la luz visible, que señalan las 
divisiones de «nuestro tiempo» -el tiempo de una vida en la que debe 
madurar la vocación a la eternidad- resultan útiles para actuar jornada 
tras jornada la celebración de la alabanza divina, que es acción de 
gracias a Dios que nos ha manifestado y comunicado su Luz, en Cristo 
Jesús." 

La Resurrección de Cristo 
Llamará probablemente la atención del lector el elevado número de 
veces que se alude al acontecimiento de la Resurrección de Cristo en 
estos comentarios a los salmos. Casi sesenta veces. La cuestión -si 
bien ya ha sido atisbada más arriba- merece un breve comentario.
Es bien sabido que, en su convivencia con Jesús, los Doce no tenían 
conciencia de haberse convertido a una nueva religión, sino de haber 
entendido, con la ayuda de la gracia divina, la culminación de la 
antigua en la que habían nacido. Pero dentro de esa continuidad con 
la religión del Viejo Testamento, las palabras y la vida del Señor les 
presentaba una honda discontinuidad. Se trataba de un verdadero 
salto, que en muchos aspectos, dejaba caducos y vacíos muchos 
conceptos. Era el cumplimiento -por elevación- de esperanzas que 
databan de hacía muchos siglos. Abrazar la doctrina y la vida de Jesús 
les conducía a entender que el Mesías largamente esperado era Jesús 
de Nazaret. Aquella discontinuidad que, apenas intuida, ya comenzaba 
a dejarse sentir, alcanzó su cenit en los sucesos históricos de la 
Resurrección y de la Ascensión, los cuales llevaron a los Discípulos a 
una ingente transfiguración y profundización en la imagen del Señor. 
Antes le contemplaban en su Carne mortal, ahora en su Carne 
glorificada. De ahí, el grito de Kyrios -Señor-, que no se apartaba de 
sus labios: en la confesión de Tomás, en los discursos de Pedro, en el 
grito de Juan desde la barca .... En el Kyrios veían al Señor con todo 
el poder salvífico universal que radica en su condición divina.
El acontecimiento cumbre de la Resurrección conlleva, pues, el 
hecho de que la vida eterna es esencialmente resurrección y 
renovación del hombre entero, de su cuerpo y de su alma. "Yo soy la 
Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque haya muerto 
vivirá".34 "Nos resucitó y sentó juntamente en el Cielo en Cristo 
Jesús".35 Esto es el Cristianismo: el mensaje de la nueva vida, del 
Cielo nuevo y de la tierra nueva.
Pero esta realidad no podía carecer de su reflejo litúrgico inmediato; 
y éste consiste en que el objeto del discurso litúrgico es precisamente 
Cristo glorificado. Ya sucede así en el Nuevo Testamento donde, en el 
Apocalipsis,36 hallamos el ejemplo de una alabanza litúrgica dirigida a 
Dios y a Cristo, el Cordero. En concreto, conviene destacar que 
cuando el Apocalipsis dice: "Tiene escrito sobre su manto y sobre su 
muslo un Nombre: «Rey de reyes y Señor de señores»", observamos 
que el atributo «Rey de reyes y Señor de señores» ha sufrido un 
desplazamiento desde Dios Padre hasta Cristo. Sería éste un ejemplo 
que confirmaría la teoría de Mons. Cassien:37 en la tercera fase de la 
composición del Nuevo Testamento, Cristo es contemplado como 
término ad quem de la alabanza litúrgica puesto que se le han 
transferido, in toto, los atributos divinos. Y esta es también la idea que 
subyace en las alabanzas que encontramos en las liturgias griegas: se 
dirigen siempre a la maiestas Christi. Incluso en el Misal Romano la 
colecta de la Misa para el día 24 de Diciembre por la mañana se dirige 
también, aunque sea por excepción, a Cristo. Late, pues, en este 
punto el hecho central de la Pascua.
La Iglesia existe y vive como efecto de la presencia en Ella del poder 
de la Muerte y Resurrección del Señor. El Espíritu Santo descubre el 
significado salvífico del Misterio Pascual, lo hace presente y operante e 
introduce a todos los hombres en él. La Resurrección de Cristo está, 
por tanto, en el origen de la Liturgia de la Iglesia y es el motivo central 
de cada una de sus celebraciones.38 
Si consideramos que a la Liturgia de las Horas le corresponde de 
modo específico la actuación de una de las vertientes del Misterio 
pascual -el diálogo de los fieles en Cristo con Dios Padre-,39 no será 
extraño que en unos comentarios a los salmos de Laudes -cuando el 
sol apenas comienza a levantarse-, la Resurrección del Señor sea el 
humus que se halla en la raíz de muchos de los desarrollos que vamos 
a exponer. Así lo pide la naturaleza de la Hora y así lo ha entendido y 
vivido siempre la tradición.
Antes de concluir con este apartado señalemos que un elemento 
ciertamente misterioso de la Resurrección de Cristo lo constituye el 
hecho de que el paso de la muerte a la vida sucedió mediante la 
intervención del poder del Padre que, «resucitó» a Cristo, su Hijo. 
Según San Pablo,40 Dios ha actuado el máximo de su potencia en la 
Resurrección de Cristo. Así, introdujo de modo perfecto su Humanidad 
Santísima -también su Cuerpo- en el consorcio trinitario. Esta verdad, 
predicada desde el principio y no una sola vez por los Apóstoles,41 
subyace y justifica el que en nuestros comentarios hallen amplia 
cabida los diálogos entre Jesús y su Padre, que tanto fomentan la 
oración cristológica y que la tradición supo captar con admirable 
acierto y profusión, partiendo precisamente de esa realidad.
Y a nosotros, en verdad, ¡cuántas veces, meditando la estrofa de un 
salmo, nos parece tener delante al mismo Jesús en diálogo con su 
Padre! 
............

/Jn/04/23:
El Padre celestial busca o quiere verdaderos adoradores. Pudiera 
parecer extraño que Dios desee ser adorado y además de una forma 
determinada, no de cualquier manera. Sin embargo, eso es lo que dice 
el Evangelio: que Dios busca -quaerit- adoradores en Espíritu y 
verdad; o sea, adoradores verdaderos. Y eso es lo grandioso y 
sorprendente, que el Padre nos ame de tal forma que nos «necesite», 
que nos quiera y nos busque. Eso es lo que entraña el término quaerit 
que no puede ser leído por encima, sin percibir al menos ese misterio 
del querer divino que ahí late de modo apasionado y palpitante.
Dios Padre quiere, en primer lugar, que se le adore «en Espíritu». 
Según Atanasio, Hilario, Ambrosio y, posteriormente, también Ruperto 
de Deutz, es hoy opinión prácticamente unánime que se trata de la 
acción del Espíritu Santo. Esta intervención pneumatológica es 
necesaria ya que la verdadera adoración es una oración que responde 
a la realidad divina revelada por Jesucristo y para alcanzar esa 
realidad se requiere, como sabemos, la ayuda del Espíritu Santo. Por 
tanto, el culto «en Espíritu» es aquel que suscita en el orante el mismo 
Espíritu de Dios. Un culto que tiene por motor inspirador al mismo 
Espíritu Santo; un culto, pues, pneumatológico.45 
Además, Dios Padre quiere que se le adore «en verdad». En esta 
breve cláusula, "verdad" equivale a Revelación; es decir, el don que 
nos ha permitido conocer a Dios como Padre. Don de la Revelación 
que nos ha llegado por medio de las palabras y los gestos de Jesús. 
Adorar al Padre en verdad es adorarle según el conocimiento que de 
él tenemos. Pero convendrá explicitar un poco más lo que se inscribe 
en el interior de este enunciado.
La adoración de un cristiano ha de ser conforme a la Revelación de 
Cristo; por consiguiente, centrada en la realidad de la paternidad de 
Dios, centrada en nuestra filiación divina. De ahí que el modelo de 
nuestra adoración sea la adoración de Cristo. Más aún, ha de ser una 
participación en la plegaria del mismo Jesús. La adoración debería ser, 
pues, cristológica. «Adorar en verdad» es identificar a Cristo con la 
Verdad, apoyados en que Él mismo se autodefine al decir "Yo soy la 
Verdad".46 
Que la adoración sea cristológica conlleva no sólo que Él sea el 
Intercesor, sino, sobre todo, que hemos de adorar al Padre en Él. 
Surge aquí una adoración nueva en cuanto al modo de hacerla y 
distinta de la veterotestamentaria porque se funda en las nuevas 
relaciones del hombre con Dios que con Cristo han quedado 
inauguradas. Relaciones filiales que impulsan a adorar a Dios con 
amor de hijos, no con temor de siervos. Es quizá en esta dirección en 
la que podría interpretarse la fórmula «adorar en verdad». De hecho, 
en la lex orandi -concretamente, en un antiguo responsorio47 de fuerte 
sabor agustiniano-, hallamos resumidas estas ideas con precisa 
sobriedad: "Ruega Cristo por nosotros, como Sacerdote; ruega en 
nosotros, como Cabeza nuestra, es invocado por nosotros, como 
Dios." 
Concluimos, en definitiva, que el culto divino, ad mentem lesu, ha de 
ser trinitario. Es así, bajo la batuta del Espíritu Santo que persuade 
con la violencia irresistible y dulce del amor, y unidos a Cristo, que ora 
en nosotros en cuanto Cabeza, como debemos adorar al Padre.
..............
1. J. PINELL OSB, Liturgia delle Ore, en ANAMNESIS, 5, Génova 1991, p. 5.
2. IGLH, 18.20.
3. PABLO Vl, Const. Ap. 'Laudis canticum', proemium.
4. DIRECTORIO DE LA LlTURGIA MONASTICA DE LAS HORAS, 4.
5. SC, 84; IGLH, 6-7.
6. B. BAROFFIO, I fondamenti teologico-spirituali della Liturgia delle Ore. en 
AA.VV. Esperienza cristiana della preghiera. Per celebrare e vivere la Liturgia delle 
Ore, Milano 1978, 65. Citado por J.J. FLORES, en PHASE 197 (1993), p. 399.
7. JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona, 1994, p. 
61.
8. S. MARSILI OSB, Los signos del misterio de Cristo, Bilbao, 1993, p. 453 ss.
9. JUAN PABLO II. Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona, 1994, p. 
39.
10. S. GREGORIO MAGNO, Epistula 40.
11. A. APARICIO J.C. REY, Los salmos, oración de la comunidad, Madrid 1991, 
p. 18.
12. A. APARICIO J.C. REY, Los salmos, oración de la comunidad, Madrid 1991, 
p. 21.
13. Lc 24:44.
14. A. ROSE, L'influence des Psaumes sur les annonces et les récits de la 
Passion et de la Resurrection dans les Evangiles, en LE PSAUTIER, Etudes 
présentées aux Xlle Journées Bibliques (1960) (Orientalia et Biblica Lovanensia 
lV), Louvain 1962. 297-356.
15. P. GRELOT. Las Palabras de Jesucristo. Barcelona, 1988, p 299-340.
16. B. FISCHER, Le Christ dens les psaumes, LA MAlSON-DIEU, 27 1951 p 92
17. Is 52-53 
18. MISSALE ROMANUM, in Dominica I Quadragesimae, Collecta.
19. S JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, Canción 37, 4.
20. C, CARDO, Emmanuel, Madrid, 1989, p. 10 (Del Prólogo de Carlos 
Cardona).
21. IGLH, 104-109.
22. J GIBERT, Los salmos, en Nuevo Diccionano de Liturgia, Madrid. 1989. p. 
1851.
23. Citado por H. RAGUER OSB, Orar los salmos en cristiano. Dossiers CPL, 
Barcelona 1990, p. 66-67.
24. J. GIBERT, Los salmos, en NUEVO DICCIONARIO DE LITURGIA, Madrid, 
1989, p. 1866.
25. P. FARNÉS, Los salmos de Laudes, en Orar los salmos en cristiano, 
Dossiers CPL, 43, Barcelona 1990, p. 68 ss.
26. Ex 29: 38-42; Num 28: 3-8; Ex 30: 7-8; I Cr 23: 30-31.
27. J.A. ABAD M. GARRIDO, OSB, Iniciación a la Liturgia de la Iglesia, Madrid, 
1988, p. 879.
28. SC. 89. a).
29. IGLH. 38.
30. Lc 7: 48.
31. Io 1: 9.
32. También en el nuevo Himnario de la Liturgia romana se recogen algunas 
estrofas que expresan esta misma idea. Cfr. F. AROCENA, Los himnos de la 
liturgia de las Horas Madrid 1992, p. 123, 31 1, 390.
33. J. PINELL OSB, Liturgia delle Ore, en ANAMNESIS, 5, Génova 1991, p. 
212-213 
34. lo 11: 25.
35. Ephes 2:6.
36. Apoc 5: 13, 3: 18.
37. M. CASSIEN, La prière dans le Nouveau Testament, en AA.VV. La prières 
des Heures, Semaine d' Etudes Liturgiques de Saint Serge 1961, (Lex orandi 35), 
París 1963, p 1742. A pesar de que para muchos autores la argumentación 
resulte algo frágil, nos parece ilustrativo reseñar este artículo de Mons. Cassien. 
En su opinión, atendiendo a la parte que corresponde a Jesús en la fomma y 
contenidos de la oración cristiana, se podría establecer una división tripartita: a), 
documentos en la historia evangélica. En ellos, Jesús se presenta como ejemplo 
de oración, o, mejor todavía, ejemplo de orante. b), documentos en la época 
apóstolica anterior a la destrucción del Templo de Jerusalén. Aquí Cristo es 
contemplado como Mediador de la oración dirigida al Padre. Y c), documentos en 
el último periodo apóstólico. Durante esta época Cristo se convierte en el término 
ad quem de la alabanza y de la oración. Mons. Cassien subraya la coincidencia 
cronológica de la destrucción del templo de Jerusalén con el tránsito del segundo 
al tercer período. Para aquellos que habían adorado la majestad de Dios en su 
santuano de Jerusalén, al desaparecer el Templo, no quedaba más lugar en el 
que adorar la majestad divina que en la Humanidad Santísima del Verbo hecho 
Carne.
38. J, LOPEZ MARTIN, La Liturgia de la Iglesia Madrid, 1994 p. 20.
39. J. PINELL OSB, Liturgia delle Ore en ANAMNESIS, 5, Génova 1991, p. 213 
ss.
40. Eph I : 1 9-21.
41. Act 2: 24; 3: 15.; 4: 10 
45. Este tema, como desarrollo de un aspecto que la Sacrosanctum Concilium 
apenas había incoado, ha recibido un sólido respaldo magisterial en la 
introducción a la parte litúrgica del Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. CEC, 
1077-1109).
46. lo 14: 6 
47. LITURGIA HORARUM, Responsorium ad lectionem alteram Dominicae lll 
de Tempore per Annum: R./ Orat Christus pro nobis ut sacerdos noster; orat in 
nobis ut caput nostrum; oratur a nobis ut Deus noster.* Agnoscamus ergo in illo 
voces nostras et voces eius in nobis. V./ Quando loquimur ad Deum deprecantes 
non inde Filium separemus. Se trata de la respuesta a la lectura de los números 
7-8.106 de la Sacrosanetum Concilium, en donde se trata precisamente de la 
presencia de Cristo en su Iglesia. El Responsorio tiene como fuente 
·AGUSTIN-san, Enarrationes in psalmos 85 1.

FELIX AROCENA
EN ESPÍRITU Y VERDAD, vol. I
Colección Trípode. 
Edic. EGA. Bilbao-1995.Págs. 13-29