CAPÍTULO 11


III. FIDELIDAD DE DIOS A SUS PROMESAS EN FAVOR DE ISRAEL (11.1-36)

Al presente, Israel se ha desviado de su salvación. ¿Quiere esto decir que ha perdido definitivamente su elección? La respuesta sólo puede darse con palabras en que Dios muestra su elección. En cuanto que quien elige es el mismo Dios y la elección sólo procede de él, su «palabra no será vana» (9,6). Ahí radica la oportunidad permanente de Israel: Dios no ha retirado su elección ni sus promesas a Israel. Al presente ya ha iniciado el cumplimiento de su palabra, y hasta en el endurecimiento de Israel contra él deja abierta la posibilidad a la gracia. El destinatario primero de las promesas no ha sido olvidado en el acontecimiento presente de la salvación, sino que es aguantado pacientemente por la acción de la gracia divina como interlocutor obstinado de Dios. Por todo el contexto precedente la culpa de Israel aparece en toda su gravedad; pese a lo cual, Dios, como Dios de las promesas, alcanzará su objetivo en Israel y con Israel.

1. EL «RESTO» DE ISRAEL (Rm/11/01-10)

1 Sigo, pues, preguntando: ¿Es que Dios ha rechazado a su pueblo? ¡Ni pensarlo! Que también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. 2a Dios no rechazó a su pueblo, al que de antemano reconoció por suyo.

Habida cuenta del presente cristiano, el problema de Israel se plantea ahora en estos términos: ¿Es que Dios ha desechado a su pueblo? Afirmarlo equivaldría a sacar una consecuencia falsa de las reflexiones expuestas en los capítulos 9 y 10. Pablo no ve en Israel al pueblo desechado como contrapuesto radicalmente al nuevo pueblo de Dios que ha sido aceptado en razón de la fe. Por lo que hace al presente, hay que reconocer de modo manifiesto que Dios se ha reservado un «resto» de Israel, el cual ha entrado en el nuevo pueblo de Dios. A este respecto el Apóstol puede empezar aduciendo su caso personal. Pablo pertenece al pueblo de Israel, es heredero legítimo de Abraham y concretamente de la tribu de Benjamín. Esta primera alusión, a la que seguirán otras, debe contribuir a reforzar lo que Pablo tiene ahora que decir sobre el destino de Israel. Dios no ha desechado a su pueblo que antes eligió. La elección y promesas hechas a Israel, que encuentran su confirmación en la misma fe de los individuos que creen en Cristo, a la que pueden seguir otros y finalmente Israel como pueblo. Pero de momento Dios ha empezado por actuar en Israel provocando una crisis por medio del Evangelio. Al igual que en 9,s13 había que distinguir entre el Israel histórico y material y el Israel de Dios, entre los «hijos de la carne» y los «hijos de la promesa», así ahora hay que reconocer la elección como referida a un «resto».

2b ¿O es que no sabéis qué dice la Escritura en la historia de Elías? Así interpela éste a Dios contra Israel: 3 Señor, «mataron a tus profetas, demolieron tus altares; he quedado yo solo, y aun pretenden quitarme la vida» (IRe 19,10.14). 4 Pero ¿qué le contesta el oráculo divino? «Me he reservado siete mil hombres: los que no doblaron su rodilla ante Baal» (IRe 19,18).

Lo que ocurre al presente en Israel tiene un precedente profético en Elías y en los siete mil hombres que Dios se ha «reservado». Elías fue perseguido un tiempo por Jezabel, la esposa del rey Acab que se había entregado a la idolatría. En tal situación el profeta se queja a Dios contra Israel. Israel es un pueblo apóstata, sólo el profeta se ha mantenido fiel, y aun ahora le persiguen a muerte. Pero Dios va más allá de la desesperación de su profeta. Con los siete mil hombres, que Dios se ha «reservado», Dios continúa su causa en Israel. Ese mismo hecho se repite al presente, o mejor dicho, lo que ahora ha acontecido con los israelitas que se han convertido a la fe cristiana, adquiere una importancia especial por el hecho de que Dios se los ha reservado para poder ser reconocido, incluso ahora, al igual que en la historia de Israel, como el Dios de la elección.

5 Igualmente, pues, también en el tiempo presente ha quedado un resto, en conformidad con la elección por gracia. 6 Pero, si es por gracia, ya no es por las obras; de lo contrario, la gracia ya no sería gracia.

Lo que ha ocurrido ahora, «en el tiempo presente» (cf. 3,26), se define por la acción electiva de la gracia en Jesucristo. El «tiempo presente» es, por lo mismo, un tiempo de salvación en un sentido único e incomparable. Pues, no se trata simplemente de una época cualquiera, sino el tiempo en el que Dios nos sale al encuentro en Jesucristo y su Evangelio creando la salvación. Esta condición escatológica define también al «resto» que Dios se ha «reservado» (v. 3; cf. 9,27).

Pablo no habla de un cierto «resto» indeterminado. El judaísmo coetáneo estaba perfectamente familiarizado con la idea de un «resto» entresacado de Israel 40. Con tal resto aparece al presente el pequeño puñado de los israelitas que creen en Cristo. Pero el acento no recae tanto en la salvación del resto, por contraposición consagrado a la ruina, sino sobre el hecho de su «elección» por parte de Dios, y desde luego «por gracia». Así ha entendido Pablo su ser cristiano: ha sido elegido por gracia, lo cual quiere decir que no lo ha sido por las obras. Por lo mismo, no presenta su ser cristiano con una arrogancia farisaica frente a Israel, sino que acentúa el carácter inmerecido de esa elección gratuita para ser cristiano.

Pero el resto que al presente ha sido elegido por Dios no es todavía la meta de la acción salvífica de Dios. Respecto de Israel como pueblo este resto aparece más bien como una muestra preliminar de la actuación del Dios que elige. Su objetivo sigue siendo siempre la totalidad del pueblo de Israel, como se demostrará de forma más clara en los versículos siguientes.
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40. La idea del «resto», bien conocida del Antiguo Testamento, se difundió sobre todo entre los grupos y movimientos apocalípticos del judaísmo, alcanzando en ellos una importancia notable. Véase el Henoc etiópico 83,8; 90,30; 4Esd 9,7; 12,34; 13,48. La comunidad de Qumrán se vio a si misma como el «resto» escogido por Dios de entre el Israel que se había desviado de la alianza: «Pero porque se acordó de la alianza con los patriarcas, se ha reservado un resto en Israel y no han sido entregados a la destrucción» (CD 1,4s). Resulta notable que, por lo contrario, en la teología rabínica la idea del resto pasa a un segundo plano tras la espera de la salvación de todo Israel.
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7 Entonces, ¿qué? Que Israel no ha logrado lo que anda buscando, mientras los elegidos lo han logrado. Los demás quedaron endurecidos, 8 conforme a lo que está escrito: «Dios les infundió un sopor en el espíritu, ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy» (Is 29,10). 9 David dice también: «Conviértase su mesa en trampa y lazo, en piedra de tropiezo y en justo castigo; 10 que sus ojos se obscurezcan para no ver, y encórvales la espalda para siempre» (Sal 69,23s).

Del «resto» elegido se desprende, sin embargo, una luz para la totalidad del pueblo de Israel. Como la gracia de Dios ha aparecido «en el tiempo presente» y la mayor parte de Israel no ha tomado conocimiento de ella, sino que sigue empecinado en su principio de las obras, sobre Israel pende necesariamente el juicio. Y es que el juicio viene a ser el reverso de la gracia. Así como la gracia está subordinada a la elección y a la fe, así el juicio lo está al endurecimiento y a las obras. No cabe la menor duda: el resto elegido se convierte en signo del juicio contra Israel. La gracia rechazada es al presente la razón de ser del juicio. Mas no se trata de un juicio aniquilador, desprovisto de misericordia y de gracia; bajo el juicio presente se mantiene más bien la elección, y la gracia vuelve a alumbrar como una posibilidad para el futuro de Israel. Las citas del Antiguo Testamento en los v. 8-10 subrayan, sin embargo, de forma explícita y en primer término el juicio que ha llegado en la hora presente como endurecimiento, sordera y obscuridad sobre Israel.

2. EL NUMERO COMPLETO DE ISRAEL (11,11-32)

a) Provocación a celos (Rm/11/11-16)

11 Y ahora pregunto: ¿Tropezaron para quedar siempre caídos? ¡Ni pensarlo! Al contrario, por un mal paso ha venido la salvación a los gentiles, a fin de provocar celos en aquéllos. 12 Ahora bien, si ese mal paso de aquéllos es riqueza para el mundo, y su reducción a un resto es riqueza para los gentiles, ¡cuánto más lo será la inclusión total de aquéllos!

Si al presente los miembros del pueblo de Israel «tropezaron», concretamente en la «piedra de tropiezo» (9, 32S), no quiere decir que por ello hayan caído definitivamente. De su caída en el tiempo presente no se puede dudar, ni tampoco cabe pasarla por alto; pero aun en esta hora tiene ya algo de muy positivo: con esa caída se pone de manifiesto que la salvación ha venido a los gentiles. Con ello enjuicia Pablo al pueblo de Israel en su conjunto, afrontando en concreto el problema de la importancia que tiene el endurecimiento de Israel con respecto al mundo de los gentiles. En el v. 11 no tanto hay que ver expresado el fundamento de la salvación de los gentiles cuanto un indicio esclarecedor de la misma. Pablo evidentemente no quiere decir que los gentiles se salven por la caída de los judíos, sino que existe una conexión entre el endurecimiento de Israel y la acogida de los gentiles. Esta última tiene lugar por la gracia, no por las obras (v. 6), mientras que Israel todavía se obstina en las obras. Pero al mismo tiempo existe una relación de intercambio entre Israel y el mundo gentil. No sólo en cuanto que la salvación destinada a Israel llega hasta los paganos, sino también porque este resultado de su obstinación pone celoso a Israel. Sin duda alguna que el Apóstol ha podido pensar aquí en sus experiencias y resultados misionales así como en la reacción de los judíos al respecto. Ahora bien, considerada históricamente, la misión paulina entre los gentiles más bien ha contribuido al endurecimiento de los judíos que a excitar sus sentimientos de emulación por la salvación de los gentiles. Mas para Pablo ambas cosas están conectadas, y espera confiadamente que al presente la obstinación de Israel vaya transformándose cada vez más en un celo santo y emulador.

En el v. 12 se expresa de forma inequívoca el objetivo al que Pablo apunta: la totalidad de Israel y su acogida definitiva por parte de Dios. Ello quiere decir que la elección del pueblo de Israel en su conjunto es lo que interesa al Apóstol, aun cuando haya hablado antes del endurecimiento de ese mismo pueblo. La relación, que según el v. 11 media entre Israel y la salvación del mundo entero, se mantendrá por lo mismo con la salvación definitiva de Israel, y desde luego en forma mucho más generosa incluso para los propios gentiles.

13 Estoy hablando a vosotros, los gentiles: En el grado en que soy precisamente apóstol de los gentiles, hago honor a este servicio, 14 por ver si con ello logro provocar celos en los de mi raza y así salvar siquiera a algunos de ellos. 15 Porque, si su exclusión es reconciliación del mundo, ¿qué no será su reintegración, sino un retornar de entre los muertos a la vida?

Pablo se dirige aquí abiertamente a los gentiles, y más en concreto a los cristianos procedentes de la gentilidad. Para ellos la conexión intrínseca de su salvación con la elección de Israel representa una obligación constante hacia ese pueblo. De ahí también que Pablo tampoco entienda su ministerio de «apóstol de los gentiles» -que, por otra parte, intenta desarrollar con la plena entrega a la salvación del mundo pagano- como un volver la espalda a Israel, sino más bien como una incitación indirecta a su pueblo para que se sume al ejemplo de los gentiles y busque y obtenga la salvación únicamente por la fe en Cristo. La primera parte del v. 15 repite la idea de los v. 11s. En la segunda parte la idea se desvía hacia una nueva afirmación. Sin duda alguna que al rechazo provisional de Israel responde su acogida definitiva por parte de Dios. Pero ésta no es algo natural, sino tan extraordinario como «un retornar de entre los muertos a la vida». Esa es la vida que se vive al presente como una libertad otorgada por Dios frente a las obras mortíferas de la ley. Si Israel se aparta del anticuado principio de las obras, Dios lo tornará a la vida. El hecho mismo de apartarse de las obras hace que la gracia de Dios se ponga en acción para crear la vida.

Lo que el pueblo de Israel será alguna vez, lo será única y exclusivamente por la gracia de Dios que suscita a una nueva vida.

16 Si las primicias son santas, también lo es la masa, y si santa es la raíz, también lo son las ramas.

Mediante una doble comparación llega Pablo a introducir una vez más, y en conexión con lo precedente, la idea de la elección. La elección histórica de Israel por Dios no ha desaparecido sin dejar hueLla, sino que mantiene su eficacia hasta en la hora presente. La primera imagen está tomada del campo litúrgico. Mediante la ofrenda de «las primicias» de la cosecha del año queda santificada toda la «masa» 41. Idéntica es la relación que media, por lo que hace al Israel de la hora presente, que ya ha sido cualificado en sus «primicias», las cuales aquí no pueden ser otras que los patriarcas.

En la segunda comparación, la imagen se desvía un poco de la precedente, porque Pablo no dice que si la raíz es santa, lo será también todo el árbol, sino que «también lo son las ramas». Evidentemente que, al establecer la comparación, el Apóstol está pensando ya en su argumentación ulterior. Por cuanto la santificación, según las ideas veterotestamentarias, supone siempre una segregación para Dios, la acción divina que segrega y elige se pone también de relieve por lo que a la santidad de las ramas se refiere, como demostrará Pablo en los versículos siguientes.

Esta segunda comparación sirve al propio tiempo en el contexto como transición para el discurso alegórico del olivo (v. 17-24), aunque la imagen del v. 16b no haga pensar todavía en un olivo.

b) El olivo silvestre (Rm/11/17-24)

17 Si algunas ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, fuiste injertado en las restantes, para compartir con ellas la raíz y la savia del olivo, 18 no te engrías contra aquellas ramas, y si te engríes, piensa que no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz a ti. 19 Claro que tú dirás: Es que algunas ramas fueron desgajadas precisamente para que yo fuera injertado. 20 Muy bien: por su incredulidad fueron desgajadas, mientras que tú estás firme por la fe. Pero no presumas tanto, sino más bien teme. 21 Pues, si Dios no perdonó las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará. 22 Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios: para con los que cayeron, severidad; para contigo, en cambio, bondad divina, si es que permaneces acogido a esta bondad. De otro modo, también tú serás cortado.

El lenguaje metafórico del olivo silvestre y del buen olivo hay que entenderlo en conexión real con todo el problema de Israel. Pablo plantea a sus lectores esta cuestión en cuanto que, pese a la obstinación presente de Israel, ya no puede caber la menor duda de que esa obstinación es transitoria y de que aun en el mismo endurecimiento hay esperanza en razón precisamente de la fidelidad de Dios a sus promesas. Si al presente algunas de las «ramas» (cf. v. 16) han sido desgajadas del olivo bueno, cuya existencia se debe a la elección de Dios, esto no solamente ha ocurrido para que dejen lugar a las ramas del olivo silvestre, sino también porque en ellas tiene que manifestarse el juicio de Dios y porque Dios tiene poder para terminar injertándolas de nuevo (v. 23s). Pablo tiene ante los ojos este objetivo, aun cuando de primeras empiece su discurso amonestando a los cristianos procedentes de la gentilidad para que no se engrían contra Israel (v. 18). El tema del que Pablo quiere hablar determina hasta tal punto la imagen, que no es posible volverse contra ésta, aunque en la práctica la que se injerta en el olivo silvestre es la rama buena, y no al revés, como aparece aquí 42. Lo que importa demostrar es que Dios hace su elección en favor de Israel y que también los gentiles tienen parte en esa elección israelita.

Con relación a Israel, y por causa de su propio origen, el cristiano gentil es un «olivo silvestre»; Israel, al contrario, es el olivo bueno que Dios ha plantado43. De su savia y raíz participa el cristiano procedente de la gentilidad. Estas relaciones entre Israel y los cristianos gentiles no son reversibles, aun cuando las ramas hayan sido desgajadas del olivo de Israel y Dios acabe por reinjertarlas (v. 23s).

Tras los versículos 19-22 se transparenta la tentación cristiana de enorgullecerse contra el Israel incrédulo y de olvidar que el cristiano está firme por la fe, o, lo que es lo mismo, por la gracia del Dios que elige. El que Pablo llegue incluso a amenazar al orgullo de los cristianos con la severidad de Dios, hace pensar que ya en su tiempo hizo sus primeras apariciones algo que tenía que ver con el funesto fenómeno que más tarde iba a manifestarse más claramente como un antisemitismo cristiano. Tal vez Pablo había de encontrarse con ciertas tensiones entre los judeo-cristianos y los cristianos gentiles de Roma.
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41. Cf. Núm. 15.17-21. Ciertamente que de este pasaje no se deduce sin más la conclusión que saca Pablo en Rom 11,16 (también lo es la masa).
42. H. LlETZMANN observa al respecto con una cierta ironía: «Pablo era justamente un hombre de ciudad, mientras que Jesús era un hombre del campo.» De hecho las parábolas tomadas de la naturaleza las desarrolla mejor Jesús que el apóstol Pablo. 43. Así ya en el AT; por ejemplo, Jr 11,16.
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23 Pero también aquéllos, si no persisten en su incredulidad, serán injertados; pues poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. 24 Efectivamente, si tú fuiste cortado del que era por naturaleza olivo silvestre, y contra tu natural condición fuiste injertado en un olivo bueno, ¡con cuánta mayor razón ellos, que son ramas legítimas, podrán ser injertados en el propio olivo!

Si al final, incluso aquellos de Israel, que dejan de lado su incredulidad, vuelven a ser reinjertados, ello no será por causa de su elección primitiva, sino únicamente por obra de Dios que puede hacerlo en exclusiva. En esta reinserción, que no sólo tiene carácter de restauración sino de creación nueva, acabará por demostrarse que el Dios de la elección sigue siendo siempre el Dios fiel a sus promesas a través de todos los aprietos y dificultades de la historia de Israel, el Dios cuya palabra nunca queda sin efecto (9,6). El v. 24 («¡con cuánta mayor razón!») permite conocer hasta qué punto esta idea responde a los afanes del Apóstol. No obstante lo cual, también Pablo sabe que a esa meta sólo conduce un camino, el camino de la gracia y misericordia de Dios que suscitan la vida incluso para el Israel endurecido.

c) El misterio de la salvación de Israel (Rm/11/25-32)

25 No quiero, hermanos, para que no presumáis de vosotros mismos, que ignoréis este misterio: que el encallecimiento ha sobrevenido a Israel parcialmente, hasta que la totalidad de los gentiles haya entrado. 26 Y entonces todo Israel será salvo, según lo que está escrito: «Vendrá de Sión el libertador, apartará de Jacob la impiedad» (Is 59. 20). 27 «Y ésta será, por mi parte, la alianza con ellos, cuando yo haya quitado sus pecados» (Is 27,9 con Jr 31,33s).

Pablo tiene un «misterio» que comunicar a los «hermanos» de Roma. Este anuncio se destaca claramente en el contexto precedente, incluso por lo que hace al estilo, ya que Pablo se había servido de la forma de diálogo con preguntas. argumento y contraargumento.

Por mucho que Pablo se esfuerce por afrontar el problema de Israel tal como se le plantea al presente, y por poner de acuerdo la elección histórica con el endurecimiento presente, Israel sigue siendo en definitiva un problema que sólo Dios puede resolver. Tal es el contenido del misterio que Pablo tiene que comunicar. Ya en la Biblia de los judíos que hablaban griego -la versión de los Setenta- emplea la palabra griega mysterion para indicar el anuncio velado de los acontecimientos futuros que dependen de Dios. Su desvelamiento se debe a Dios y al depositario a quien él ha confiado ese misterio, que en nuestro caso concreto es el Apóstol. Frente a este misterio y su manifestación toda prudencia y astucia humana tiene que aparecer como una arbitrariedad. Por ello empieza el Apóstol por reducir al silencio todas las especulaciones humanas relativas al destino de Israel. Como tal representación insensata hay que enfocar también ese afán celoso de querer pedir cuentas a los «asesinos de Dios», como a menudo se designa a los judíos, de cuya historia frecuentemente se hacen también culpables los cristianos. El misterio, que Pablo tiene para comunicar, es la interpretación inteligente e inspirada por Dios del endurecimiento actual de Israel. Teniendo ante los ojos las exposiciones precedentes, esa interpretación no puede referirse a todo Israel, toda vez que al presente hay un resto que reconoce la fe salvadora en Cristo. Se trata incluso de una obstinación limitada en el tiempo: «hasta que la totalidad de los gentiles haya entrado». Difícilmente ha podido Pablo pensar aquí en una cristianización total del mundo. La cuestión es saber si se trata de establecer un término y o si más bien no se trata de establecer las relaciones consiguientes entre gentiles y judíos.

La conversión de los gentiles, que entonces estaba en pleno desarrollo, precederá a la conversión de Israel (cf. v. 12 y 23). Ni sobre el momento ni tampoco sobre el «cómo» de la salvación de Israel se dice nada. El misterio que Pablo comunica podría así aparecer como pobre si se enfoca sólo desde el punto de vista de su contenido. Pues con lo que Pablo nos dice en el capítulo 11 no sabemos mucho al respecto. Pero es aquí donde se manifiesta el verdadero carácter del misterio como promesa de Dios. Lo esencial de su revelación no hay que verlo en la presentación y anticipación lo más detalladas que sea posible del curso futuro de la historia humana, sino en que Dios se encuentra detrás de esa historia que aún permanece en la penumbra del futuro. Mas es precisamente a través de esa revelación que la obscuridad del futuro se ilumina hasta convertir para nosotros el futuro de Dios en un futuro cierto por la fe. Que Dios se encuentra tras el futuro presentado como misterio, es lo que Pablo termina poniendo en claro con las palabras de Isaías, el profeta escatológico. En ellas mantiene Dios su promesa a Israel.

28 Mirando al Evangelio, es verdad que son enemigos de Dios en beneficio vuestro; pero mirando a la elección, son amados por Dios, en atención a los patriarcas; 29 pues los dones de Dios y su llamada son irrevocables. 30 Así como vosotros fuisteis desobedientes a Dios en otro tiempo, pero ahora, con ocasión de la desobediencia de ellos, obtuvisteis misericordia, 31 así también ellos ahora fueron desobedientes, para que, con ocasión de la misericordia a vosotros concedida, también ellos obtengan a su vez misericordia. 32 Pues Dios incluyó a todos por igual en desobediencia, a fin de tener misericordia de todos.

Pablo compendia. El problema de Israel se le plantea desde un doble punto de vista: desde el punto de vista del Evangelio y desde la elección histórica. A la luz del Evangelio los miembros del pueblo de Israel aparecen como «enemigos» de Dios, por cuanto se niegan a aceptar la revelación de Cristo. Mas, a la luz de su propia historia, aparecen como amados de Dios, y así continúan siéndolo incluso ahora que se resisten contra Dios. El fundamento último de este estado de cosas es Dios mismo, que no deja sin efecto los dones de su gracia y su vocación.

Los v. 30 y 31 aluden una vez más al intercambio efectivo que, según los v. 11ss, se da entre Israel y el mundo gentil. Esta relación no es ciertamente computable hasta el punto de que en la conducta de uno pueda leerse o regularse el estado de salvación o de ruina de otro. Existe más bien una conexión por parte de Dios, que ha elegido y llamado en la historia de Israel y que al presente intenta la salvación del mundo. De parte de los hombres, por el contrario, sólo cabe establecer que todos están necesitados, tanto judíos como gentiles, y que Dios los ha encerrado a todos en la desobediencia «a fin de tener misericordia de todos». Y es que la misericordia es la auténtica forma de la revelación de Dios a los hombres, aun cuando haya que establecer, como el reverso de la medalla, su «severidad» en el juicio (v. 22).

3. LOA EN HONOR DE LOS CAMINOS DE DIOS (Rm/11/33-36)

33 ¡Oh profundidad de la riqueza y de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus decisiones, y qué inexplorables sus caminos! 34 Pues «¿quién conoció el pensamiento de Dios? ¿O quién llegó a ser su consejero?» (Is 40,13). 35 «¿O quién le dio algo de antemano, de suerte que a éste haya que darle recompensa por ello?» (Job 41,2). 36 Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por siempre. Amén.

Pablo concluye con un himno de alabanza a los designios de Dios. Nadie se adelanta a sus planes y operaciones, nadie puede por lo mismo entrever sus designios. Pero esos designios de Dios se han manifestado ahora, de tal modo que el hombre que se somete a su dirección entiende cada vez mejor que «todas las cosas», la historia entera de la humanidad, es «de él, por él y para él». En la medida en que el mundo reconoce la soberanía de Dios, alcanza su salvación definitiva.