Rp. Cantalamessa
(predicador del Papa)
¿Qué hemos hecho con esta
proclamación fundamental que Jesús y Pablo llamaron “evangelio”, la Buena
Nueva?, ¿Qué lugar real ocupa en nuestros sermones?
En su carta a los
Romanos, San Pablo dice: “No estoy avergonzado del Evangelio; es el poder de
Dios para la salvación de aquel que tiene fe.” (Rom 1,16).
Obviamente, incluso en esa época también existía la tentación de avergonzarse
del Evangelio. Para los judíos era un escándalo y para los griegos, estupidez
(cf. 1 Cor. 1, 22-25).
Pablo escribe a los
Gálatas: “Estoy asombrado de lo rápido que estáis desertando de quien os llamó
en la gracia de Cristo y acudís a un evangelio diferente...”
CONFIAR EN LAS OBRAS
Creo que debemos repetir este grito de nuevo en nuestra época.
Tengo gran estima y respeto por la “teología de la liberación”. Sin embargo,
como todas la cosas buenas siempre hay un peligro que puede alejarla de la
plenitud del evangelio. El peligro, creo yo, no es tanto que acabe en la
ideología marxista, sino que es mucho más peligroso, una vez más, confiar en
las obras.
Esto sucede cuando la
liberación social y política se confunde con la liberación del pecado y de lo
malo, y la salvación material con la espiritual, haciendo que ambas dependan
sólo del esfuerzo humano. Cuando esto ocurre, creo que uno resbala
imperceptiblemente en lo que Pablo llama “otro evangelio”, un evangelio que ya
no es el “poder de Dios”.
Jesús se reduce a un
ejemplo de liberación más que a la “causa de salvación” para todos aquellos
que creen en él.
OTRO EVANGELIO
Este no es la única manera, sin embargo, en que podemos
predicar “otro evangelio”. Puede incluso no ser el más peligroso. También se
predica “otro evangelio” cuando uno habla de liberación espiritual a través de
la psicología, mediante el uso de técnicas orientales de meditación, Nueva
Era y otras cosas similares.
Estos son “débiles y
pobres elementos de este mundo” como Pablo los llamó comparándolos al poder
del Evangelio.
A través de ellos hay
un peligro que encontraremos nosotros mismos pensando como los Colosenses, que
vieron la salvación mediante sus especulaciones astrales sincréticamente
mezclaron a Cristo con otros espíritus y poderes. Como escribe el Apóstol
Pablo: “Mira que nadie haga una plegaria por tí mediante filosofías y vacíos
engaños, según las regiones humanas, según los espíritus elementales del
universo y no según Cristo.” (Col 2:8-9).
Estas parecen palabras
escritas para nuestra época. Hoy día hay una nueva invasión de Cristiandad de
retiros y ejercicios y cursos espirituales, todos inspirados en este
“evangelio” hecho por el hombre. Estos se concentran en el “yo”:
autoconocimiento, autoexpresión, autoaceptación, autojustificación,
autorealización y otras palabras, autosatisfacción en vez de autoabnegación y
autoolvido que yacen en el corazón del Cristianismo. En este evangelio
centrado en el hombre, la salvación viene del interior del hombre mismo y
Jesús viene a reducirse en un ingrediente más en este cocktail religioso.
Este “otro evangelio”
se origina en esos países que son ricos y saciados, de gente que cree que es
posible ir “más allá de la fe” y”más allá de Cristo”. Como si algo pudiera
existir más allá de la fe. “¡Sé maldito (anatema)!” dice Pablo. Esta es una
advertencia llena de amor. Significa “No tengáis nada que ver con esas
personas. Manteneos apartados de ello. Es una apostasía de Cristo.”
EVANGELIO DE GRACIA
Los cristianos que colocan el Cristianismo en el mismo plano que otras
religiones y las encuentran igualmente satisfactorias, muestran que no han
entendido la Unicidad del Cristianismo y su esencia, que es gracia. Las
religiones humanas tienen su propio modo de predicar la salvación. Buda, por
ejemplo, muestra como librarse uno mismo del dolor. Da un ejemplo y dice a sus
seguidores: “Yo he experimentado este método; si vosotros queréis, podéis
hacerlo del mismo modo....” Jesús también dijo a sus discípulos:”Yo os he dado
un ejemplo” (Jn. 13:14), pero no se paró ahí. El murió y resucitó por
nosotros, y por medio de esto, él no sólo nos ha dado un ejemplo, sino además
la gracia y la facultad de seguir su ejemplo. El Evangelio cristiano es el
Evangelio de la Gracia. En el cristianismo, lo primero no es el deber sino el
don. Nosotros sólo podemos amar porque “El nos amo primero”.
Gracias a Dios, hoy estamos viviendo una época en la que la Iglesia está rompiendo con estas antiguas contraposiciones. Aprovechémonos de esto una vez más: mientras no se olvide la importancia de las obras y virtudes de la vida cristiana, redescubramos la gloria y el poder del kerygma en nuestros sermones.