CAPÍTULO 2


Parte segunda

RESISTIR A LA NUEVA DOCTRINA (2,1-3,16)

Los fieles a quienes se dirige la segunda carta de Pedro están amenazados por falsos maestros, cuya nueva doctrina proclama la libertad de toda ley moral; los creyentes no pueden ceder a este «libertinaje» (2,1-22). Los nuevos mensajeros de la fe niegan también la parusía del Señor; los fieles no deben dejarse engañar por sus argumentos (3,1-16).

I. FALSA DOCTRINA DE LA LIBERTAD (2/1-22).

La actividad de los falsos maestros (2,1-3) no queda sin castigo (2,4-9). Se desenmascara a los falsos maestros (2,10-14a) y se muestran los castigos que les esperan (2, 14b-l9). Lo que ellos intentan es volver al paganismo (2,20-22) 25.
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25. Entre la carta de Judas y la segunda carta de Pedro se encuentran muchas coincidencias en la linea de pensamiento, en palabras y frases. Este hecho no puede explicarse sino por dependencia mutua. Una debe haber utilizado la otra. Penetrando profundamente en el texto aparece que es la segunda carta de Pedro la que ha utilizado la carta de Judas, pues la segunda carta de Pedro está más pensada, más limada y más elaborada teológicamente. Descarta todo aquello que procede de fuentes no reconocidas por el magisterio eclesiástico (Jds 6.9.14). Su sensibilidad pastoral utiliza lo que encuentra, pero criticándolo. Distingue entre escritos inspirados por Dios y escritos piadosos tras los cuales está sólo un testimonio humano. No intenta ser original; su deseo era servir a la salvación de los fieles.
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1. CORRUPTORES (2,1-3).

Los predicadores de la verdad enviados por Dios van acompañados de falsos profetas, falsos mesías y falsos maestros. La Iglesia debe contar con esta «ley» de la historia de la revelación. Los falsos maestros atentan contra el Señor (2,1) y contra el mismo pueblo de Dios (2,2-3); por eso la perdición pende sobre ellos.

a) Contra el Señor (2,1).

1 Hubo también falsos profetas en el pueblo, como también entre vosotros habrá falsos maestros, que introducirán herejías demoledoras y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí rápida perdición.

Junto a los verdaderos profetas había ya en el pueblo de Israel falsos profetas que le arrastraban hacia los ídolos y los vicios paganos, le prometían paz y salvación terrena y se burlaban de las afirmaciones y amenazas de los verdaderos profetas 26. El pueblo de Dios del Nuevo Testamento corre la misma suerte. Junto a los predicadores de la verdad surgen maestros de la herejía 27. El pueblo de Dios del Nuevo Testamento corresponde al pueblo de Dios del Antiguo. El Antiguo Testamento es un precedente del Nuevo. El destino del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento ilumina los derroteros del nuevo pueblo de Dios y nos enseña a entender con mayor profundidad nuestra situación.

Los falsos maestros se introducen disimuladamente. Se presentan con apariencia de piedad y halagan los apetitos humanos, pero no han recibido misión de Dios. Dios permite que surjan falsos profetas para poner a prueba a su pueblo, para ver si ama al Señor, su Dios, con toda su alma y con todo su corazón y si sabe distinguir la verdad del error. La doctrina que propalan los falsos maestros conduce a la división; destruye la unidad de la Iglesia. El que falsea la doctrina recibida de la Iglesia y propala falsas doctrinas, que conducen a la perdición, niega a Cristo como Señor y dueño, como al único que puede disponer de los fieles. Niega a Cristo el derecho que ha adquirido a alto precio 28. Somos un pueblo propiedad de Cristo, y Cristo vela sobre nosotros como propietario. Quien atenta contra el pueblo de Cristo atenta contra Cristo y contra sus derechos. La doctrina transmitida es santa e intocable. En la doctrina se ofrece Cristo. El Espíritu de verdad que Cristo ha dado a su Iglesia y que la conduce a la verdad plena, glorifica a Cristo, pues toma de lo suyo y lo proclama (Jn 16,13s).

Los falsos maestros atraen sobre sí rápida perdición. Su destino es el de los falsos profetas, de los que se dice: «Extiendo mi mano contra los profetas... entonces conocerán que yo soy el propietario y el Señor» (Ez 13,9). Quien divide la doctrina de Cristo se juzga a sí mismo, su acción misma le condena. La verdad es un tesoro valioso que ha sido dado a la Iglesia para que lo conserve fielmente. No podemos aceptar ningún compromiso turbio. Naturalmente, nunca se puede faltar al amor ni transformar la fidelidad en intolerancia. Nosotros no tenemos ningún derecho a la verdad de Dios; al contrario, es ella quien dispone de nosotros.
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26. Cf. Dt 13,1-6; Jr 6,13ss; 14,13-16; 23,9-40; 28; 29,28s; Ez 13.
27. Cf. Mt 24,11-24; Act 20,30; 1Jn 2,18ss.
28. Cf. 1Co 6,20; 7,23; 1P 1,18.
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b) Contra el pueblo de Dios (2,2-3).

2 Muchos seguirán sus torpezas y por causa de ellos será maldecido el camino de la verdad. 3 En su codicia se aprovecharán de vosotros con palabras mentirosas. Su condenación hace tiempo que no está inactiva y su perdición no duerme.

Los falsos maestros practican la lujuria. Su lema se parece al de los liberales de Corinto: «Todo me está permitido» (lCor 6,12). Muchos sucumben a su influjo. El hombre es débil frente al impulso sexual, y escucha fácilmente a quien proclama que no es malo disfrutar de la vida.

Los falsos maestros pertenecen aún a la Iglesia. Su actividad es un lastre para toda la Iglesia ¡Los incrédulos son para ella un peso muerto! La doctrina de Jesús -camino de verdad- proclama una forma de vida moral que brota de la revelación divina imperecedera. Así como la vida moral de los cristianos debe ser fuerza que atraiga hacia el camino de la verdad, su actividad inmoral será motivo de que se maldiga lo santo que Dios les ha confiado. La conducta inmoral de los cristianos repercute en el camino de la verdad, en Cristo y, por último, en Dios...

Con su conducta los falsos maestros se parecen a los comerciantes. Pero toda su propaganda no es más que engaño. Hablan de la libertad moral, de la fuerza del Espíritu, del conocimiento que poseen y dan, pero tras esto acecha la perdición, que ellos introducen entre los hombres. Su celo es codicia; no son maestros y apóstoles que hablan por misión de Dios, sino mercaderes que quieren ganar dinero (2,14) 29. Su mentalidad es totalmente opuesta a la de Cristo, que dio su vida como precio para comprar a muchos (Mc 10,45).

Para los falsos maestros, hace tiempo que la condenación no está inactiva. Su conducta suscita difíciles problemas a los fieles. ¿Por qué tienen éxito los falsos maestros? ¿Por qué atraen a tantos? ¿Por qué no interviene Dios? ¿Por qué Dios no hace nada como juez? ¿Por qué duerme la mano castigadora de Dios? Dios no duerme, no está inactivo. Hace tiempo que la condenación está ya en acción; es tan actual en la historia como su misericordia.
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29. Cf. 1Ts 2,5; 1Tm 6.5; Tt 1,10.
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2. JUICIO JUSTO (2,4-9).

Tres juicios de la historia primitiva que narra el libro del Génesis muestran que los impíos no quedan sin castigo y que Dios perdona a los justos. Los falsos maestros, apoyándose en la esperanza de que Dios nos perdonará, piensan haber refutado la advertencia que se nos hace mediante el juicio y la condenación; en los juicios de Dios nunca perecieron todos, siempre quedaron algunos con vida. La segunda carta de Pedro quiere refutarlos. Sólo unos pocos fueron perdonados, los justos. Pero los juicios históricos no son todavía el juicio definitivo. Los impíos que no reciben su castigo en el curso de la historia están reservados para el juicio final. Los tres juicios son: el juicio de Dios sobre los ángeles (2,4), sobre la generación del diluvio (2,5) y sobre los habitantes de Sodoma y Gomorra (2,6-8).

a) El juicio sobre los ángeles pecadores (2,4).

4 Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en el tártaro en cavernas tenebrosas, los entregó para ser custodiados para el juicio.

Los ángeles pecaron. ¿Cómo? No se nos dice nada de esto. Pero en la carta de Judas se dice: «No conservaron su primacía, sino que abandonaron su propia morada... se prostituyeron y marcharon tras carne ajena» (Jds 6s). Es una referencia a Gén 6,2: «Vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas y las tomaron como mujeres, a su gusto» 30. Pedro, por su parte, no dice cómo pecaron los ángeles; se limita a establecer el hecho. La Sagrada Escritura encierra enigmas que no podemos resolver satisfactoriamente.

Los ángeles son criaturas predilectas de Dios; a pesar de ello no encontraron perdón cuando pecaron. Dios, en su juicio, no atiende a la persona, sino a los hechos (Rom 2, 6,11). Los falsos maestros conciben el don salvífico de Dios como algo grande, tan grande que creen que pueden pecar sin incurrir, a pesar de ello, en la condenación de Dios. Con palabras semejantes se habla en la carta a los romanos de los falsos maestros, que dicen: «Permanezcamos en el pecado para que aumente la gracia» (Rom 6,1). Los dones salvadores que ya poseemos no nos desligan de la obligación de llevar una vida mora1 y temer el juicio de Dios. La sobreabundancia de la gracia debe llevarnos a la humildad, no a la temeridad.

Dios ha sepultado a los ángeles caídos en el tártaro, en cavernas tenebrosas. Tártaro es una palabra entonces usual para designar el lugar de castigo eterno. Se concebía como una caverna oscura debajo tierra. Los ángeles pecadores fueron desterrados de la faz de Dios, que es plenitud de luz y arrojados al tormento del alejamiento de Dios, a las tinieblas. Pero aún no ha caído sobre ellos la condenación definitiva de Dios. Se les guarda para el juicio definitivo, más severo, que caerá sobre ellos cuando venga Cristo 31. La parusía de Cristo trae consigo el juicio final.
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30. La exégesis judaica tardía y la exégesis cristiana primitiva pensaban que una parte de los ángeles habían abandonado antiguamente el cielo, su morada, habían olvidado su dignidad (gloria) y habían tomado mujeres humanas, con las cuales engendraron gigantes. Esta interpretación presupone que los ángeles tienen cuerpo. ¿Era intención de la segunda carta de Pedro purificar el texto de la carta de Judas ?
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b) El juicio del diluvio (2,5).

5 Y no perdonó al mundo antiguo; sólo guardó a Noé, predicador de la justicia y a otros siete, haciendo caer el diluvio sobre un mundo de impíos.

Dios no perdonó al mundo antiguo. La segunda carta de Pedro conoce tres mundos: el mundo antiguo, anterior al diluvio, el actual y el futuro (3,13). También el mundo antiguo era creación de Dios, y Dios lo amaba: «Vio que era bueno» (Gen 1,31). Amaba a los hombres que lo habitaban, porque eran imagen suya (Gén 1,27). Pero a pesar de ello no perdonó al mundo ni a los hombres cuando se separaron de él. ¡Tal es el peso del pecado! Sólo guardó a Noé y a su familia: su mujer, sus tres hijos y sus mujeres. Perdonó a Noé «y a otros siete». Por él fueron salvados los otros siete. Dios le protegió con el arca porque era predicador de la justicia. Predicaba la conversión y la penitencia (lPe 3,20). Como predicador de la justicia de Dios caminaba delante del Dios justiciero. Los juicios de Dios no irrumpen ciegamente trayendo la perdición. Quien cumple la voluntad de Dios y permanece fiel a su servicio no será alcanzado por la condenación general, sino protegido por Dios. El diluvio lo trajo Dios. Alcanzó al mundo a causa de los hombres malos. El mundo y el hombre forman una unidad. El mundo ha sido creado en función del hombre y es partícipe de la culpa y del castigo del hombre 32. Sobre el mundo vino el juicio del diluvio, porque se había separado de su principio y se había rebelado contra la voluntad santa de Dios.
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31. Cf. Mt 8,29; Ap 20,10.
32. Cf. Gn 1,11; Rm 8,19ss.
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c) El juicio sobre Sodoma y Gomorra (2,6-8).

6 Y condenó a la destrucción a las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a ceniza, y poniendo un ejemplo para los impíos venideros; 7 y libró al justo Lot, acosado por la conducta desenfrenada de aquellos impíos, 8 pues este justo, vivía entre ellos, día tras día, con su alma recta, torturada por las obras malas que veía y oía.

La destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra por medio del fuego (Gén 19) fue un juicio aniquilador de Dios y un ejemplo terrible para los tiempos futuros. Lo que aparece en la Escritura está escrito para instruirnos 33. Sólo Lot escapó al castigo general, porque era justo y no practicaba la lujuria, como hacían los que le rodeaban. ¡Qué martirio hacer la voluntad de Dios sin fallos cuando nadie la cumple! ¡Qué heroísmo conservarse limpio en medio de los corrompidos!

El justo que vive entre lujuriosos sufre torturas en su alma. Las imágenes, las palabras y los hechos le asedian, le atormentan y quieren hacer también de él un lujurioso. Ya la colocación de las palabras en la frase refleja ese cautiverio. Al principio y al final se habla de lo que debía ver y oír y de las obras malas. En el centro vive el justo, día a día. Vive allí, como justo, con su alma recta, temerosa de Dios. Los hombres que le rodean se han entregado al cuerpo; su vida es libertinaje. Dios conoce este sufrimiento, este martirio, este heroísmo; a la hora del juicio sobre los pecadores se tiene en cuenta a aquél que permanece fuerte en medio de todas las tentaciones.
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33. Cf. Rm 15,4; 1Co 10,6; 2Tm 3,16s.
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d) Dos alternativas (2,9-lOa).

9 Sabe el Señor librar de la prueba a los piadosos y reservar a los impíos bajo castigo hasta el día del juicio, 10 sobre todo a los que caminan tras la carne en deseos de impureza y despreciando la soberanía (del Señor).

Ahora Pedro se dedica a sacar las consecuencias que se deducen de los tres juicios del Antiguo Testamento. Se dice primero: el Señor sabe. Esta es la respuesta al problema de por qué no interviene el Señor como intervino antes en los grandes juicios. Jesús es el Señor de los justos y de los impíos. Ve, oye y conoce a todo individuo y no deja las riendas de su mano.

El Señor libra de la prueba a los piadosos. Deben soportar apuros y miserias. Mediante esas pruebas Dios quiere robustecer la paciencia de los justos (Sant 1,2). Aunque el justo sufra tanto como Job, sabe que el Señor le librará de todo. Dios permite que Noé pase apuros como predicador de la justicia, y Lot debe cumplir la voluntad de Dios en medio de un ambiente lujurioso. El número y la cantidad nunca son decisivos ante Dios; lo decisivo es la pureza de vida, aun la de uno sólo...

A los impíos, que no cumplen la voluntad de Dios, se les guarda para el día del juicio. Aunque durante cierto tiempo Dios los deje hacer, no quiere decir esto que no se preocupe. Juzgará y castigará. El día del juicio pende sobre todo el quehacer humano.

La conducta lujuriosa no es moralmente indiferente. Según las fuentes bíblicas, la causa de los tres juicios es la lujuria entre los hombres. La caída de los ángeles se pone en relación con la incontinencia sexual (Jds 6); la introducción a la narración del diluvio muestra la desviación de la moral matrimonial (Gén 6,1ss); la destrucción de las dos ciudades viciosas se debe a su lujuria contra naturaleza. Los lujuriosos caminan tras la inmundicia de la carne y tras sus apetitos. La lujuria semeja una señora a la que los lujuriosos siguen obedientemente, un maestro tras el que van los discípulos. En lugar de seguir al Señor, se van tras el placer. «Su Dios es el vientre» (Flp 3,19). Con su conducta desprecian la soberanía de Cristo, su Señor (Jds 8). Al los ha comprado y por eso le pertenecen en cuerpo y alma, pero el lujurioso usa mal de lo que es propiedad del Señor 34.
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34. Cf. 1Co 6,12-20.
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3. DESENMASCARAMIENTO DE LOS FALSOS MAESTROS (2/10b-14).

MAESTROS/FALSOS: En la conducta de los falsos maestros se manifiesta su falta de respeto (2,10b-12) y su búsqueda del goce (2,1314a). En 2,10a se ha dado ya un esquema de este pasaje.

a) Arrogantes (2,10b-12).

Los falsos maestros no respetan nada (2,10b-11). La palabra central de este pasaje es «injuriar». Se repite tres veces. Los falsos maestros no tienen ningún respeto. Son osados y arrogantes. Por eso su fin será ignominioso (2,12).

10b Osados, arrogantes, no temen injuriar a los seres gloriosos 11 cuando los ángeles, superiores en fuerza y en poder, no pronuncian contra ellos en la presencia del Señor ningún juicio injurioso.

El cristiano se inclina con respeto ante la soberanía de Cristo, mientras que estos falsos maestros niegan que Cristo sea Señor. El hombre respetuoso tiembla ante los seres gloriosos, los malos espíritus, mientras que los falsos maestros se consideran más fuertes que Satán y los malos espíritus. El hombre respetuoso se inclina ante las leyes y decisiones de Dios, mientras que los falsos maestros desprecian las leyes morales de Dios. Ni siquiera el saber que Dios nos ama y es nuestro Padre puede hacer desaparecer el santo temor ante su grandeza.

Incluso los ángeles, que superan a los hombres en fuerza y poder, se respetan entre sí, pues no osan pronunciar juicio alguno injurioso contra los ángeles caídos (Jds 9). Con mayor razón los que han sido comprados por Jesús deben sentir temor ante las potencias celestiales y no creerse superiores a ellas. No se ataca aquí la repulsa a las potencias diabólicas enemigas de Dios, el odio al mal, sino la arrogancia que es propia de estos extraños «cristianos», la opinión de que se puede observar todo desde una atalaya elevada sin que amenace ningún peligro. Dios nos pide humildad; en la propia sabiduría y en el propio poder no hay «nada de que gloriarse».

En estos falsos maestros la lujuria y la falta de respeto se relacionan íntimamente. Pablo refuta a los apóstoles de la incontinencia sexual recordándoles la plenitud de gracia que inunda también el cuerpo del cristiano: «¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es como un templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y que habéis recibido de Dios? Ya no os pertenecéis a vosotros, porque habéis sido comprados a buen precio. Honrad, pues, a Dios en vuestro cuerpo» (lCor 6,19s).

12 Mas éstos, como animales irracionales, nacidos para ser presa y perecer, injurian lo que ignoran. En su corrupción serán destruidos. 13a Recibirán injusticia en pago de su injusticia.

El fin de estos impíos, que se parecen a los animales irracionales, es el mismo que el de éstos: cautiverio y perdición. Los lujuriosos traen consigo corrupción y serán aniquilados. Obran injustamente y recibirán su merecido por su injusticia. Dios les tratará sin respeto, como ellos le trataron a él y a lo suyo.

b) Sensuales (2,13-14).

Los falsos maestros se entregan a los vicios que más a menudo aparecen en los catálogos de vicios del Nuevo Testamento 35: sensualidad (2,13), lujuria (2,14a) y avaricia (2,14b).
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35. Por ejemplo Rm 1,24-32; 13,13; 1Co 5,10s; 6,9s; 2Cor 12,20; Ga 5,19ss; Ef 5,3ss; Col 3,5ss; 1Tm 1,9s.
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13b Juzgan un placer el libertinaje en pleno día, son vergüenza y deshonor se deleitan en sus extravíos cuando banquetean con vosotros.

La ocupación diaria de estos nuevos apóstoles del desenfreno moral es el libertinaje. No celebraban los grandes banquetes por la noche, según era costumbre, sino durante el día. Comer y beber llena su vida. Incluso el ágape que va unido a la celebración de la eucaristía 36 les sirve de ocasión para satisfacer su sensualidad 37. ¡Su falta de respeto no retrocede ante lo más santo! ¡Qué inversión de valores! ¡Cuán comprensible nos parece ante tales desafueros la irritación y el juicio severo de la carta!
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36. Cf. Judas 12; cf. 1Co 11,17-22.33s.
37. Cf. 1Co 11,20; Ef 5,18.
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14a Tienen sus ojos cargados de pasión por la adúltera e insaciables de pecado.

Cuando se celebran banquetes suntuosos, la lujuria no anda lejos. Parece ser que incluso los ágapes eran para ellos ocasión de entregarse al adulterio con miradas y deseos. El banquete santo sirve a éstos, que el autor llama «vergüenza» y «deshonor», para satisfacer su concupiscencia.

14b Seducen las almas débiles; tienen el corazón ejercitado en la codicia; son hijos de maldición.

Su celo de apóstol se dirige a los que acaban de convertirse y no están aún enraizados en la fe y en la moral. El fundamento de su celo es la codicia. Su actividad apostólica no está dirigida por la gloria de Dios y la salvación de las almas, sino por la codicia (2,3), que envenena el apostolado.

Estos vicios se hacen más odiosos y reprobables si se realizan con vestidura religiosa. También lo sagrado es accesible a los vicios fundamentales del hombre. La maldición de Dios alcanza a la sensualidad, a la lujuria y a la codicia. Los que se entregan a estos apetitos son «hijos de maldición», incurren ya en la maldición de Dios. Se hacen públicos los desafueros que se producen en la comunidad y se descubre la actividad de algunos de sus miembros. Para eso «no hay pelos en la lengua», pues sabemos que cuanto mayor es el don, más urgente es la obligación de vivir según él. El desorden y el libertinaje en la vida de un cristiano, sobre todo si está en relación, de cualquier forma que sea, con el servicio sagrado, pesa ante Dios mucho más que el de aquellos que no conocen su voluntad.

4. ASPAVIENTOS SIN FRUTO (2/15-19).

Los falsos maestros multiplican sus esfuerzos y despliegan una actividad inmensa. ¿Qué vale eso ante Dios? Por la sagrada Escritura (2,15-16) y por la naturaleza (2, 17-19) se muestra que esa actividad es infructuosa. La Escritura y la naturaleza son fuentes de sabiduría divina, ambas son palabras de Dios: palabra en la palabra, palabra en la obra.

a) Fuera del camino recto (2,15-16).

15 Abandonando el camino recto, se extraviaron y siguieron la senda de Balaam, hijo de Bosor, quien apeteció la paga de la injusticia, 13 pero fue reprendido por su maldad: un jumento sin habla, expresándose en voz humana, impidió la insensatez del profeta.

El juicio sobre los falsos maestros suena así: abandonaron el camino recto y caminaron hacia el error, por sensualidad, lujuria y codicia. El camino recto es la verdad recibida; es el camino de Dios. Lo que los falsos maestros predican es un camino equivocado, un camino en el que son las pasiones desordenadas las que marcan la dirección.

El camino de los falsos maestros se compara con el camino de Balaam (Núm 22-24) 38. Balaam debía abominar del pueblo de Israel, pero Dios se lo prohibió. A pesar de todo, Balaam, por codicia, se dejó arrastrar fuera del camino que Dios le había marcado 39. La empresa de Balaam no tuvo éxito. Un asno parlante impidió sus propósitos.

Balaam, a quien se llama profeta porque estaba impulsado por Dios, es puesto en ridículo por un animal. Dejándose atraer por el premio de una mala acción (una injusticia) intenta una empresa alocada. Un animal de carga, sin habla-inferior al hombre, porque ni siquiera habla- le volvió a la razón. Los falsos maestros abandonan el camino de la verdad y, por tanto, el camino de Dios; obran con limitación humana, arrastrados por la pasión. El camino de Dios, su verdad iluminadora, nos revela el conocimiento exacto y refrena los apetitos, que quisieran desbordarse.
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38. El padre, según Núm 22,5, se llama Beor, no Bosor (error de lectura). La segunda carta de Pedro no dice nada de la aparición del ángel; habla sólo del asno parlante. Esta forma de concebir sigue una interpretación judía, sin decir que haya que considerar cierta esta tradición popular.
39. Cf. Núm 22,28; tradición judía.
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b) Fuentes sin agua (2,17-19).

17 Estos son fuentes sin agua, nubes arrastradas por el viento; para ellos está reservada la oscuridad de las tinieblas.

La actividad de los falsos maestros es mucho ruido y pocas nueces. Hacen grandes promesas, pero conducen a la perdición. Las fuentes y las nubes prometen agua, refrigerio y vida. Las fuentes sin agua, que la sequía agota temporalmente, las nubes arrebatadas por el viento, decepcionan; no contienen lo que prometen. Los falsos maestros no llevan a la luz, sino a la «oscuridad de las tinieblas» a la enemistad con Dios y a la condenación. A los falsos maestros se les conoce por experiencia, como el labrador y el caminante conocen las fuentes y las nubes. Es válida la regla de Jesús: «Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,16).

18 profiriendo discursos ampulosos y vacíos, seducen con pasiones de la carne, con desenfreno, a los que apenas han escapado de los que viven en el error.

Los falsos maestros usan palabras ampulosas, frases biensonantes y concesiones a la sexualidad. Con este «cebo» no pueden atrapar más que a los incautos y a los inexpertos, pero no pueden atraer a quienes los conocen ni a los que se dominan. Semejan pescadores que engañan a los peces con un cebo; el cebo es perdición bajo una apariencia hermosa.

19 Les prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción, pues cada uno es esclavo del que lo ha vencido.

El lema que predican los falsos maestros es: «libertad». Los cristianos se saben libres 40. Pero los falsos maestros interpretan la libertad como desenfreno, sin preocuparse por ninguna ley moral, y la usan como pretexto para la maldad. La libertad que predican los falsos maestros es, en realidad, esclavitud, pues conduce al pecado y a la perdición. Quien peca no es libre, sino esclavo 41, pues el que ha pecado no puede librarse él mismo del pecado (Jn 8,36). La verdadera libertad no es libertinaje ni desenfreno de la acción, sino libertad para el bien. Esta libertad debe ser reflejo de la libertad del Dios santo.

«Quien está sometido a uno es su esclavo»; así reza un axioma del antiguo derecho bélico. El que ha sido vencido pasa a ser propiedad del vencedor. El pecado hace la guerra al hombre. Si vence, éste es esclavo del pecado. El hombre debe ganar su libertad en lucha continua contra el pecado. Sólo quien vence en esta batalla es verdaderamente libre.
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40. Cf. 1Co 9,19; Ga 5,1.13; St 1,25. 41. Cf. Jn 8,34; Rm 6,16.
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5. LA APOSTASIA LLEVA A LA PERDICIÓN (2/20-22).

Los falsos maestros corren el peligro de volver al paganismo, que antes abandonaron (2,20). Mejor hubiera sido haber permanecido paganos, que volver al paganismo después de la conversión (2,21); Dios condena la apostasía (2,22).

a) Recaída (2,20).

20 Si, pues, después de haber huido de las impurezas del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredados de nuevo en ellas, son vencidos, su último estado será peor que el primero.

Los cristianos, desde el bautismo, estaban fuera del alcance de la corrupción moral que los rodeaba. Lo que los salvaba era el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo. Quien ha recibido este don reconoce a Jesucristo como Señor y Salvador, como Dios y Redentor, y el mismo Cristo le introduce en la esfera de su poder y de su redención. Pablo llama a este estado «estar en Cristo». El conocimiento coloca dentro del círculo de influencia de Jesús, pero esta inclusión debe ser ratificada continuamente con la fe.

Satán y sus potencias de corrupción no cejan después del bautismo. Buscan por todos los medios enredar de nuevo a los convertidos en la corrupción moral. Embaucan a los hombres con sus negocios (2Tim 2,4), preocupaciones y placeres, para que pierdan el conocimiento de Cristo y su libertad. Si le sale bien, el hombre se parece a una oveja que se ha enredado con la lana en las espinas.

Diariamente experimentamos cuán difícil es permanecer en la luz a la que hemos sido llamados. El estado último del que recae es peor que el primero. Este proverbio, que tiene su origen en la experiencia humana, es también válido en el cristianismo. Jesús se sirvió de él para precaver nuestra recaída 42. Pensemos que cuanto mayor sea la gracia mayor es la caída. El Señor nos da todo lo que necesitamos en la lucha por una vida auténtica y pura, en él.
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42. Mt 12,45; Lc 11,26; cf. Mt 27,64.
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b) Serias consecuencias (2,21).

21 Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que, después de haberlo conocido, volverse atrás del santo precepto que les fue entregado.

Quien se ha apartado de la fe cristiana y ha vuelto a la vida pagana está en situación totalmente diversa de la del pagano que (tal vez sin culpa) no conoce otra cosa. La culpa crece con el conocimiento. «Aquel criado que habiendo conocido la voluntad de su señor, no preparó o no hizo nada conforme a esa voluntad, será castigado muy severamente. Pero el que no habiéndola conocido hizo cosas dignas de castigo, será castigado con menos severidad» (Lc 12,47). Si Jesús no hubiera venido y no hubiera hablado a los judíos, no tendrían pecado; pero ahora no tienen disculpa (Jn 15,22). La Iglesia antigua ha experimentado repetidas veces que los apóstatas la perjudicaban más que los paganos 43. Esto mismo se desprende de esta carta.

La fe señala el camino de la justicia, la doctrina que el hombre debe seguir, si quiere aparecer sin mácula ante Dios. El mensaje cristiano no enseña sólo verdades de fe; enseña también el camino práctico para obrar de modo agradable a Dios. Contiene doctrina de fe y doctrina de vida. Ambas están íntimamente unidas; la vida recta no es más que consecuencia y aplicación de la fe.

El camino de la justicia se conoce mediante el santo precepto entregado a los cristianos. El Señor ha dado este santo precepto y ha sido transmitido por los apóstoles. Siendo precepto santo, el cristiano se inclina con respeto ante él y no se atreve a cambiarlo ni a poner sus manos en él. Sabe que si quiere subsistir ante su Señor debe vivir conforme a ese precepto. ¿Qué otro precepto puede ser éste que el del amor, del que el mismo Jesús dijo: «Este es mi precepto: que os améis unos a otros, como yo os he amado» (Jn 15,12)?
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43. Cf. Hb 6,4-8; 10,26; 1Jn 5,16s; 1Tm 6,3-5.
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c) Actividad maligna (2,22).

22 En ellos se cumple lo del proverbio verídico: «El perro vuelve a su vómito.» Y también: «Cerda lavada vuelve a revolcarse en el cieno.»

Los proverbios son expresión drástica de la antigua experiencia y conocimiento de la vida. El proverbio del perro que vuelve a su vómito procede de la sabiduría bíblica (Prov 26,11): «Semejante a un perro que vuelve a su vómito es un tonto que repite su tontería.» En el mundo antiguo el perro y el cerdo eran considerados animales impuros y despreciables. También en el sermón de la montaña se les menciona juntos al advertir que no se debe dar lo santo a hombres que no saben apreciarlo (Mt 7,6). Las consideraciones bíblicas proceden de la palabra de Dios y de la experiencia humana.

En ambos proverbios se expresa la repugnancia del hombre mentalmente sano. Es propio de los perros volver a comer lo que han vomitado; es propio de los cerdos volver a la basura cuando se les ha limpiado. Estos duros ejemplos deben poner en claro cuán odioso es volver a la vida viciosa de la que uno había abjurado en el bautismo.

La sana sensibilidad humana es un poderoso apoyo de la vida cristiana. Cuando han desaparecido el tacto humano y la sensibilidad natural para percibir lo recto, apenas es posible mantener la ley moral cristiana. La conciencia es una facultad profundamente enraizada en el hombre. Cuando no funciona, la actividad del Espíritu Santo queda cojeante. El Espíritu despliega plenamente lo que ya está en la ley de la conciencia.