EL SERMÓN DEL MONTE 3
Juan Mateos sj
Contenido:
Presentación
1 - La opción personal por la justicia
2 - Para entender las Bienaventuranzas
3 - Los que eligen ser pobres
4 - Dichosos los que sufren
5
- Los sometidos
6 - Los que tienen hambre y sed de justicia
7 - Los que prestan ayuda
8 - Los que trabajan por la paz
9 - Los que viven perseguidos
10 - La sal de la tierra
11 - El cumplimiento de la Ley
12 - La verdadera piedad
13
- El Padre Nuestro (1» parte)
14 - El Padre Nuestro (2» parte)
15 - No sean como los hipócritas
16 - La mota en el ojo ajeno
17 - La confianza en la oración
18 - Los peligros de la comunidad
19 - Conclusión: Coloquio sobre el Sermón del Monte
13. EL PADRE NUESTRO (1· parte)
"Ustedes recen así: Padre nuestro del cielo..."
Ya empieza una oración comunitaria: "Padre nuestro". Aunque la
diga un individuo está hablando en nombre de su comunidad. Además,
no aparece el nombre de Dios. No ha aparecido en todo lo que hemos
visto: siempre aparece el de "Padre", que es el nombre cristiano de
Dios. Dios es palabra que sirve para todas las lenguas y esos nombres
han sido asumidos por los cristianos, de una manera u otra: el "theos"
griego lo usaban los griegos paganos y después lo usó la traducción
griega del Antiguo Testamento. Pero eso no es lo específico cristiano.
Lo cristiano es que Dios es Padre, el que por amor comunica su propia
vida, no el que manda, ni el que impone su voluntad. No el que
impone, sino el que potencia al hombre.
Ya en el Antiguo Testamento se usaba algunas veces para Dios el
nombre de "padre", pero con significado completamente distinto: allí el
padre es la figura de la autoridad. Además, se suele decir "el Padre del
pueblo". Pero este Padre, al que podemos llamar también "mío", de
cada uno de nosotros, porque a cada uno le ha comunicado su
Espíritu, es algo nuevo. Este nombre de "padre" funda una nueva
relación con Dios. No el Dios sentado en el trono del cielo, dando
mandamientos a los hombres, dirigiendo el mundo. Son falsas ideas de
Dios que Jesús ha venido a cambiar. "Padre", entendido como hemos
visto, nos cambia completamente el concepto de Dios y nuestra
relación con él.
Hay gente a quien le resulta enormemente difícil llamar a Dios
"Padre" pues, debido a su experiencia familiar negativa, tienen malas
asociaciones con esa palabra. Les suena al autoritario, al déspota, al
opresor. Pero aquí es otra cosa distinta: es el que comunica su propia
vida, no otra, y ésa es la señal de su amor. Y esa vida se llama el
"Espíritu". Por eso, la comunidad que reza el Padre Nuestro es una
comunidad que posee el Espíritu; si no, no lo puede rezar. La palabra
Padre se la dirige a una persona con la que se tiene una experiencia
particular: a un señor mayor, venerable, dignísimo, yo puedo llamarle
"señor", pero no "padre", pues con él no tengo ninguna experiencia
personal, ni me ha dado la vida. Por el contrario, el que llama "Padre"
a Dios es porque tiene la experiencia de la vida que Dios le ha dado, la
del Espíritu. Si no se tiene tal experiencia, no se le puede llamar a Dios
"Padre": sería una palabra vacía. Y ¿cómo sabemos esto?: por una
experiencia interna , pero que está convalidada por una experiencia
externa. ¿Qué es lo que ha dicho Jesús en las Bienaventuranzas?
"Dichosos los que trabajan por la paz -por la felicidad de los hombres-
porque a ésos los llamará Dios hijos suyos" : la comunidad que llama
"Padre" a Dios, no sólo tiene la experiencia interna de que Dios es su
Padre, sino que además está dedicada al trabajo por la felicidad de
los hombres, los que trabajan por la paz, en su sentido amplio, como
vimos. Porque el ser cristiano tiene siempre el doble aspecto: la
experiencia interior y la praxis externa. Si nos limitamos a la experiencia
interior el Espíritu queda mutilado, porque él se entrega y, si nosotros
no nos entregamos, acabamos por formar cenáculos de almas
escogidas: y eso no es el cristianismo. Pero, si nos entregamos a una
actividad sin una experiencia interna, somos unos activistas, que nos
vaciaremos y nos quemaremos, por falta de apoyo interior. La
actividad tiene que ser la expansión de la experiencia interior. Tiene
que nacer de ahí. Y, además, en comunidad: porque es el amor de la
comunidad el que nos sostiene ante la falta de amor que vamos a
encontrar y la falta de respuesta en nuestro trabajo...Y no importa que
no sepamos hacer la síntesis desde el principio, pero sin los dos
aspectos no estamos todavía en la plenitud de nuestra vocación
cristiana.
Padre nuestro "del cielo".
"Del cielo" no significa distancia, sino excelencia, como dije. Como
Jesús dirá más tarde en Mateo: "No llamen a nadie Padre sobre la
tierra" : este "Padre" suprime todo padre de la tierra, no en cuanto que
ha sido transmisor de la vida, ni en cuanto que se le debe respeto y
amor, sino en cuanto a ser modelo y transmisor de una tradición. En la
cultura judía, el padre es la figura de la autoridad y el que transmite a
los hijos la tradición recibida, o sea, la ideología del sistema; es,
además, el modelo para el hijo, y la gloria de un hijo es el parecerse a
su padre. Pues en la comunidad cristiana ya no hay eso, ni esa figura
de autoridad y de modelo. Esto es lo que pasó con Jesús: que no tuvo
padre terreno, y por eso él propone el mensaje de Dios con toda su
pureza, sin estar condicionado por ninguna cultura, ni por la Historia de
su pueblo: esto se traslada ahora a los discípulos. Nosotros tenemos
que renunciar a nuestro padre terreno, a una tradición, a un modelo
humano: nuestro modelo es nuestro Padre del cielo y la tradición que
recibimos es el Espíritu, el amor que él nos comunica. Por eso este
"Padre" excluye toda otra figura de padre, ya sea carnal o cualquier
otro modelo o autoridad que se transmita por doctrina. El Padre del
cielo no es autoritario, sino que comunica vida.
Por eso en la comunidad cristiana no se admite el poder de dominio,
ni la tradición transmitida, la tradición antigua. Ya hay una nueva
tradición: el Espíritu, que es una praxis, el amor sentido y el amor
ejercitado: ésa es la tradición, y no hay otra. Todas las tradiciones de
palabras son secundarias. Los cristianos del siglo IV, o del X, o de este
siglo, podemos expresar nuestra experiencia con palabras más o
menos acertadas, con fórmulas más o menos inteligentes: es
secundario cómo lo expresamos; lo importante es que tengamos la
experiencia y la praxis de amor. Esa es la tradición en la Iglesia. Cada
siglo ha querido anunciar eso de una manera, pero todas las
formulaciones son relativas. ¿Por qué los evangelistas usan tantos
símbolos y tantas figuras?: por lo difícil que resulta expresar una
experiencia. Y por eso usan tanta poesía: porque la poesía es lo que
está más cercano a la experiencia, lo que más sugiere: el concepto no
sugiere nada, el concepto es seco, pero la poesía no. Aquí podríamos
decir: "Padre nuestro excelente", pero decimos "Padre nuestro del
cielo" , y la resonancia de la palabra cielo, que es resonancia poética,
es infinitamente mayor que la de un adjetivo como "excelente".
Y ahora empiezan las peticiones. La comunidad cristiana va a orar,
va a pedir, y primero pide por "su misión en el mundo". La oración es
expresión de amor; cuando uno pide por algo, es porque eso le
interesa; y, en el caso de la comunidad, la expresión del amor se
concreta primero en la Humanidad entera, no en la comunidad misma:
así ocurría en la antigua "Oración de los Fieles", que ahora empieza
pidiendo por la Iglesia. No debe ser así: primero, por el mundo, por la
paz, los hombres y, después también, por la comunidad. Interesa
primero el mundo y después nuestra comunidad, porque el amor es
universal. Así nos lo enseña el Señor.
1· - "Proclámase ese nombre tuyo"
Esto es lo que decimos ordinariamente por "santificado sea tu
nombre". El "nombre" es una expresión semítica que designa a la
persona en cuanto es designable: si decimos "Antonio", no sólo es un
sonido, sino una persona que designo y que yo conozco: se me ha
manifestado y por eso se le puede nombrar. El "nombre" de Dios es
Dios mismo, en cuanto es conocido. Y ¿cómo es conocido Dios?: por
su acción en la Historia: así es como se ha hecho conocer en toda la
historia antigua. Aquí, viniendo después de la invocación "Padre", ya
sabemos cuál es ese nombre: sabemos bien, quién es ese Dios,
manifestado en la Historia y que se va a seguir manifestando: "ese
Dios es el Padre". Por lo tanto, "tu nombre" es "ese nombre tuyo" que
acabamos de pronunciar.
"Santificar" es otro hebraísmo, un verbo que se usa en la primera
carta de Pedro y que significa "reconocer": reconocer algo que es
excelente, eminente (por eso tiene la raíz de la palabra 'santo'), pero
no significa "santificar". Nadie puede santificar el nombre de Dios: no
podemos hacer santo su nombre. Eso tiene otro sentido, aunque no
nos damos cuenta porque estamos acostumbrados a decirlo. Es una
mala traducción del latín, traducido a su vez del griego, que está
inspirado en esa categoría semítica. Como dije, en el Antiguo
Testamento, significa 'reconocer algo eminente': así en la 1» Pedro se
dice "reconozcan a Jesús como señor en el fondo de su corazón para
evitar el miedo" (se dirige a unos cristianos perseguidos). Es decir,
reconozcan una realidad sublime. Por tanto, aquí es reconocer a Dios
como Padre, con este sentido de reconocer algo excelente y, por
tanto, se puede poner el verbo proclamar. "Proclámese ese nombre
tuyo" es la primera petición.
Así que, lo que pide la comunidad cristiana en primer lugar, es que
la Humanidad llegue a conocer que Dios es Padre. Y esto ¿cómo se
hace?: por la labor de la comunidad. "Ustedes son la luz del mundo" ,
dice en el cap. 5: "que vean el bien que hacen y glorifiquen a su Padre
del Cielo" : éste es el paralelo. Será proclamado que Dios es Padre
cuando la comunidad actúe en bien de la Humanidad, como Dios
actúa. Aquí se están pidiendo dos cosas: que la Humanidad vaya
teniendo conciencia de la realidad de Dios (que no es el soberano
déspota e impositivo), y que esa experiencia se haga universal. Es la
utopía realizada en la comunidad y por realizar en la Humanidad. Pero
¿de qué depende eso?: del trabajo de la comunidad: ésta se
compromete a trabajar y pide al Padre que le ayude. Primera
preocupación de la comunidad: "la misión", no la comunidad misma,
sino su misión en medio del mundo.
2· - "Llegue tu Reinado"
Esta petición se suele traducir por 'venga a nosotros tu reino', pero
ese 'nosotros ' ni está en el latín ni en el griego. Además, eso daría a
entender que la comunidad que esto reza no está todavía en el Reino,
lo cual es falso: porque ya ha recibido el Espíritu, puede llamar a Dios
"Padre" y, por tanto, está en el Reinado de Dios. Lo que se pide es
que "llegue su Reinado a los que no lo conocen", pues el Reino son
los hombres. Tenemos siempre la pequeña utopía realizada y la gran
utopía por realizar. Lo que se pide es: que esta experiencia que
tenemos de tu Espíritu, que es la manera de ejercer tu Reinado, se
vaya comunicando a la Humanidad entera.
Este fallo de la traducción española es muy grave, porque supone
que el Reinado de Dios no ha llegado todavía. Pero el Reinado de
Dios es algo actual, como vimos en las Bienaventuranzas: empieza
aquí con la opción por la pobreza, y es la comunidad la que dice ahora
"llegue tu Reinado" con vistas a la Humanidad entera. Y ¿cómo llega
ese Reinado? Ya se ha dicho cuál es la puerta: la primera
bienaventuranza, pasar de una sociedad de poder y rivalidad a otra de
solidaridad, renunciando a la acumulación de dinero para hacer una
sociedad solidaria: lo que se pide en el Padre nuestro es que los
hombres vayan aceptando ese mensaje, cambiando su escala de
valores y que el dinero vaya dejando de ser el dios del mundo. Cosa
que se ha de hacer a través de la comunidad. De modo que, con esta
petición, la comunidad se compromete y pide ayuda al Padre.
3· - "Realícese en la tierra tu disignio del cielo"
Se trata de lo mismo: de que la Humanidad vaya recibiendo el don
de Dios. La traducción conocida es "hágase tu voluntad así en la tierra
como en el cielo": otra traducción defectuosa. La palabra griega que
se traduce por 'voluntad' lo mismo significa la voluntad de un individuo
que voluntad referida a la Historia. Pero aquí se refiere sólo a la
Historia: y esto, en castellano, ya no se llama voluntad sino 'designio':
es el designio de Dios sobre la Historia humana.
"Hágase" es "realícese": "realícese tu designio" . Después entran
dos términos: cielo y tierra. El designio es un concepto que contiene en
sí dos momentos: el de la decisión y el de la ejecución; como en un
proyecto, está el momento de la confección y el de la ejecución. Lo
que Mateo nos está diciendo es: 'tu proyecto se ha decidido en el cielo
y tiene que realizarse en la tierra'. De manera que 'realícese tu
designio en la tierra, como está decidido en el cielo' y, poniéndolo de
una forma más elegante: "realícese en la tierra tu designio del cielo" .
Dios tiene un designio para la Humanidad, para la plenitud humana,
para que la sociedad corresponda a lo que es el ser profundo del
hombre, que es para lo que Dios la ha creado. Y aquí se pide que eso,
que está perfectamente concebido en el cielo -en Dios mismo-, se
realice en la tierra. Y ¿cómo se realiza?: de nuevo, con el trabajo de la
comunidad. El Señor está con nosotros, nos da su Espíritu, y nosotros
ponemos todo lo demás: los ojos, el talento, cuanto tenemos para que
ese proyecto se realice.
Siempre se había pensado, incluso los católicos, que Dios destina la
felicidad para la otra vida, pues aquí sólo hay sufrimiento, como si Dios
fuera un dios de dolor y muerte, que nos recompensará en la otra vida.
Pero no es esto lo que el Evangelio dice. Dios quiere que el hombre
sea feliz siempre . Con esa frase el Señor derriba la idea de que la
felicidad es para el mundo futuro.
Vemos que estas tres primeras frases son equivalentes: 1·: que la
Humanidad reconozca al verdadero Dios, al Padre; 2·: que tu Reinado
llegue a la Humanidad entera, que vaya aceptando el mensaje de
Jesús que da acceso al Reinado; y 3·: que ese designio tuyo del cielo
se realice en la tierra. Esta es la primera parte del Padre nuestro: tu
nombre, tu reinado, tu designio. El plan de Dios sobre la Humanidad
-"ésos serán saciados" -, realizado por la comunidad, "los que trabajan
por la paz" . Las Bienaventuranzas están reflejadas en el Padre
nuestro. Como no puede ser menos, por la coherencia del evangelista
y, detrás de éste, de Jesús. La coherencia absoluta de los evangelios
viene de la profundidad de su experiencia: el que tiene una experiencia
profunda de algo, no se equivoca al hablar, sabe lo que quiere decir y
lo dice.
14. EL PADRE NUESTRO (2· parte)
Esta segunda parte ya no habla de Dios, sino de la comunidad
cristiana. Por eso dice "nuestro pan, nuestras deudas, no nos dejes
caer, líbranos del mal" . En la primera parte se daba "la misión", que
era lo principal. En esta segunda, se habla de la comunidad, que es la
base de la misión: la comunidad tiene que estar en perfecto estado
(por así decirlo) para realizar su misión.
"Nuestro pan del mañana dánoslo hoy"
Ahora decimos "el pan nuestro de cada día dánoslo hoy": esta frase
está muy mal traducida. El "cada día" está traducida de la versión de
Marcos del latín, y está hecha por san Jerónimo de una palabra griega
que él no sabía lo que quería decir; y, hasta tal punto no lo sabía que,
cuando traduce el 'Padre nuestro' de Mateo, traduce por 'nuestro pan
supersustancial'; y, cuando traduce a Lucas pone 'nuestro pan
cotidiano o nuestro pan de cada día'; estaba tan dudoso que traduce
la misma palabra de dos formas distintas en un evangelio y en otro.
¿Cómo resolvemos nosotros el significado de esta palabra?
San Jerónimo mismo nos cuenta en cada una de sus cartas que ha
encontrado en el evangelio de los Hebreos -que era un evangelio
escrito en lengua aramea- la traducción de esta palabra, y la
traducción era "mahah", que significa "mañana", el día de mañana. Ya
hay una pista. La palabra griega 'epiousion' es una palabra nueva.
Orígenes, del s. III , griego de lengua, tiene un tratado sobre el Padre
nuestro y dice: "Esta es una palabra que parece que han inventado los
evangelistas". Esto hay que entenderlo: la han inventado en su forma
de adjetivo, porque 'al día siguiente', en griego, se decía 'tepious' = el
día que viene. De manera que sólo el adjetivo 'epiousion' es el
inventado por los evangelistas, como decía Orígenes, pero el
significado está claro: mañana, el día de mañana. De modo que, por
el arameo por un lado, y por el griego, por otro, aparece que es
"nuestro pan del mañana". Además, hay otro argumento, que es
definitivo: la iglesia de Egipto, la iglesia copta, tiene traducciones en su
antigua lengua copta -que se encuentra en cinco dialectos, de los que
el principales es el 'bohair '-; pues, bien el evangelio copto dice
"nuestro pan del mañana". Como esa lengua ya no se habla, está
traducida al árabe, y así lo dicen los egipcios cristianos de hoy, que
rezan en árabe, "nuestro pan del mañana"; cosa que les extraña, pues
no saben por qué tienen ellos esa diferencia con el resto de los
cristianos. Pero es la única lengua que conserva la traducción exacta.
Nuestro pan, no de mañana, sino del mañana: no del día siguiente,
pues Jesús dirá "no se preocupen del mañana": es un mañana más
lejano, el de la vida futura: el pan es sinónimo de alimento, de
banquete, es el banquete de la vida futura, la unión, la alegría y la
felicidad (expresión que usa Jesús para significar la vida futura): pues
que esa unión y alegría que se proponen para la vida futura sean
realidad hoy: "nuestro pan del mañana dánoslo hoy" : la unión de la
comunidad, el Reinado de Dios, prometido para después de la muerte
de Jesús. De modo que lo primero que hay que pedir para la
comunidad es que sea comunidad de amor, alegría, amistad, unión:
porque es el gran testimonio delante de los hombres.
"Y perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden"
Es una causal: perdónanos, porque también nosotros perdonamos.
La única petición que lleva una condición. El motivo es que también
nosotros perdonamos". Si no perdonamos, no hay perdón. ¿Por qué?
"Perdonar" es otra manifestación de amor: perdona porque ama.
Los que se cierran al amor, negándose a perdonar, no pueden recibir
el amor que Dios les ofrece. Cerrarse al amor con los demás significa
cerrarse al amor que Dios quiere dar. El amor es unívoco: el que no
sabe amar, no puede recibir amor. La primera manifestación de amor
en la comunidad era el 'amor interior ' , la segunda es 'el amor de
perdón'. Y de éste no dice que sea dentro de la comunidad
exclusivamente, no se limita a los miembros; perdón mutuo y fácil entre
los miembros, y también para los de fuera, de modo que se vea que la
comunidad es el núcleo de donde irradia el amor. Y, no es que Dios no
quiera perdonarnos, es que no puede, porque somos incapaces de
recibir amor, porque no tenemos sitio para el amor.
"Y no nos dejes ceder a la tentación, sino líbranos del Malo"
Aquí hay un peligro, que es la tentación: cualquiera, porque no
lleva artículo. Hay un peligro para la comunidad, y se pide a Dios que
no nos deje ceder a esa tentación y que nos libre del Malo. Para
interpretar este verso hay que ver si Mateo ha hablado antes de
"tentación". Y ha hablado una sola vez: cuando está Jesús en el
desierto. De manera que la tentación genérica, cualquier tentación,
está en relación con el desierto, donde se habla del "tentador". Según
Mateo, Jesús pasa en el desierto cuarenta días y cuarenta noches sin
comer, ayunando y, al final, siente hambre. Estos cuarenta días y
noches hay que tomarlos como una cifra tradicional, como un 'período'
de tiempo: como se dice de Moisés y Elías que habían estado ese
tiempo en el desierto, lo que quiere decir Mateo, es que Jesús no es
inferior a ellos; como Mateo tiene muy en cuenta el Antiguo
Testamento, quiere dejar claro que la figura de Jesús no tiene nada
que envidiar a la de Moisés y Elías. Bien, pues después, en ese
extremo estado de ayuno, Jesús vence la tentación. Hay tres
tentaciones, que son las mismas que se van a presentar luego a la
comunidad cristiana. Por eso tenemos que comentar las tentaciones
de Jesús al comentar el Padre nuestro.
Primera tentación de Jesús: se le acerca el 'tentador ', el 'Malo', y le
dice: "Si eres hijo de Dios, haz que estas piedras se transformen en
pan" . Y Jesús le contesta: "No sólo de pan vive el hombre, sino de
cualquier palabra que sale de la boca de Dios" . Y dice "el hombre" ç,
no Jesús, ni el Mesías, sino cualquier hombre. Las frases con que
contesta Jesús están tomadas del Deuteronomio y se aplican a
cualquier hombre. ¿Cuál es la propuesta del tentador?: que Jesús
utilice sus cualidades, sus poderes, su excelencia, en beneficio propio,
sin tener en cuenta el plan de Dios : por eso Jesús le responde con el
plan de Dios: ¡cuidado! , que no se trata sólo de comer, hay un plan
divino, el hombre no vive sólo de pan, sino de lo que Dios diga
también: el hambre propia no es el único elemento a tener en cuenta,
sino cuál es el designio de Dios en este momento.
De modo que la primera tentación es el ateísmo práctico, no tener
en cuenta el plan de Dios sobre los hombres y sobre Jesús, sino
satisfacer la necesidad propia, usando para propio beneficio las
cualidades que se tienen. Pero, primero es el plan de Dios, y luego...
ya veremos si conviene hacer eso o no. Y esa tentación, prescindir del
plan de Dios o ateísmo práctico, puede venirle a la comunidad. Como
está dotada de muchas cosas, porque tiene el Espíritu, las puede usar
para su propio provecho y prestigio, y no para ponerlas al servicio de
los demás.
Además, como en este episodio habla de 'panes', está en relación
con la llamada 'multiplicación' y reparto de los panes: no se satisface el
hombre con milagritos, usando esa cualidad para su propio provecho,
sino compartiendo los panes, que es como viene la saciedad de todos
y la abundancia. Esto está en la línea de la primera bienaventuranza:
el compartir es el designio de Dios, no el usar los dones para el propio
beneficio.
Segunda tentación de Jesús: En el evangelio de Mateo el diablo lo
lleva al alero del templo y le dice: "Échate abajo, porque está escrito
que los ángeles cuidarán de ti, te cogerán en volandas y tu pie no
tropezará contra ninguna piedra". El alero del templo era sitio donde,
según las fantasías del judaísmo del tiempo, se había de manifestar el
Mesías. Ese desconocido que debía venir echaría desde allí su
proclama al pueblo, pondría en marcha su milagrería para vencer a los
paganos, haría el juicio, etc. De manera que, lo que se le propone a
Jesús, es una manifestación mesiánica esplendorosa, aún más,
asombrosa: porque dejarse caer en el patio del templo, delante de la
gente, es digno de prestigio. Pero Jesús le dice: "No tentarás al
Señor tu Dios" . ¿Qué tentación es ésta? Por un lado, la del prestigio,
del relumbrón, de la apariencia (peligros de la comunidad cristiana);
por otro, es la irresponsabilidad. "No pasa nada, Dios se encarga de
las consecuencias". Y no se encarga. "Tú tírate abajo, que ya está
escrito que los ángeles te llevarán en volandas". Pues esté escrito o
no lo esté, eso no es verdad: eso es el providencialismo infantil. "Nada,
nada, Dios lo arregla todo". Y no lo arregla. Porque nosotros somos los
responsables de nuestras acciones, conducta y actividad como
comunidad cristiana. El Señor está siempre con nosotros, pero no
podemos hacernos irresponsables. "No, eso no cuenta; lo que cuenta
es lo que Dios hace": no es verdad, cuentan las dos cosas; Dios no
trabaja sin el hombre, y el hombre no construye sin Dios. Y esto es lo
que el Señor dice en los cuatro evangelios: "Sin mí no pueden hacer
nada" . Pero él no va a hacerlo: él ha hecho lo suyo y ahora nos toca a
nosotros. Hay una canción que dice: "Dios no tiene brazos, pero
nosotros le damos los nuestros; Dios no tiene pies, pero nosotros
caminamos por él". Está la colaboración de Dios, su fuerza, su Espíritu,
pero la responsabilidad es también nuestra. La comunidad no puede
ser atea -como dice la primera tentación-, pero tampoco puede ser
irresponsable, infantilmente providencialista y, mucho menos,
relumbrona.
La tercera tentación de Jesús es la más grande. El diablo se lo lleva
a un cerro altísimo y le muestra en un momento todos los reinos del
mundo con su gloria. La gloria es el esplendor. La gloria significa todo:
riqueza, poderío militar, económico, etc. Y ya no le llama 'hijo de Dios' ,
porque lo que le está proponiendo es que deje de serlo. Pero le dice:
"Todo esto te daré, si me rindes homenaje" . Le dará todos los
pueblos, será el emperador universal. Eso era lo que se pensaba
entonces: el Mesías judío debía ser el emperador universal. Había
varias concepciones del Mesías, pero la más común en tiempo de
Jesús era que el Mesías sería el rey de Israel y, además, sometería, a
todos los pueblos paganos, que serían sus súbditos. Y el diablo le
dice: "Con eso tienes seguro el triunfo, el poder, el dinero, la gloria, el
esplendor; todos irán detrás de ti. La gente lo que espera es eso: un
Mesías poderoso, rico. De modo que te aseguro la eficacia del
Reinado de Dios. Así todo el mundo lo aceptará, pero con una
condición: que me rindas homenaje" . Y Jesús le contesta: "Vete,
Satanás, porque está escrito: al Señor, tu Dios, rendirás homenaje y a
él sólo prestarás servicio" . Con esto está diciendo que, intentar
propagar el Reino de Dios por medio del dinero, del poder, del
dominio, del prestigio, es servir a Satanás, no a Dios.
Eso se ve clarísimo aquí y es Satanás quien lo propone. El
programa de Jesús es precisamente lo contrario, como lo ha
expresado su bautismo, que está inmediatamente antes. El está
dispuesto a dar la vida con tal de salvar a la Humanidad. Dar la vida:
no apoderarse de la vida de los demás, sino dar la suya para ayudar al
hombre a salir de su situación. Pero el diablo lo que dice es que nada
de dar la vida, que lo que le corresponde es la gran gloria, el ser rey
del mundo.
Aquí están las dos concepciones para la comunidad cristiana y para
cada cristiano en particular. Y para la Iglesia actual. ¿Cómo
pretendemos propagar el Reinado de Dios? ¿dando la vida por los
demás? o ¿dominando con el dinero, el poder, el prestigio, etc?. Pues,
ya sabemos la respuesta: la primera es la única que lleva al Reinado
de Dios, la segunda lleva al de Satanás: y Satanás, en el evangelio, es
el símbolo del poder. El poder es tentador, porque crea la ambición del
poder y todo hombre se siente atraído por la ambición y el deseo de
dominio. Todo lo que sea poder, ambición de poder, deseo de
dominar, está en el campo de Satanás: y éste es el enemigo, el
adversario del hombre y, por lo tanto, de Dios. Los evangelistas
traducen ese antiguo lenguaje en el que Satanás (que aparece por
primera vez en el libro de Job) es un nombre común, que significa el
adversario en un juicio, el contrincante delante del juez: de ahí se
traslada a esa 'entidad' que aparece en el libro de Job como un
ministro que forma parte de la corte divina, que no se fía de los
hombres y "arremete" contra ellos delante de Dios. Esa figura de
Satanás deja más tarde de estar en la corte divina, y bajo el influjo de
los persas -que tenían dos principios: el del bien y el del mal-,
convierten a Satanás en el principio del mal, mientras que Dios es el
principio del bien. Es otra concepción distinta. No se atreven los judíos
a hacer lo de los persas, el poner a los dos principios al mismo nivel (el
dios del bien y el dios del mal), y ponen a Satanás como subordinado,
pero la concepción judía responde a eso.
Los evangelistas aceptan el símbolo, pero le cambian el sentido.
Dicen: ¿Quién es verdadero y auténtico enemigo del hombre, el que lo
destroza, le impide el desarrollo y crecimiento como hombre, el dominio
del hombre sobre el hombre: éste es el Satanás: por eso es el
TENTADOR. Los antiguos símbolos cambian de sentido.
Esta es la tentación para la comunidad cristiana. Por eso "líbranos
del Malo": el "malo" es el poder. Y aquí, en este último binomio: "no nos
dejes ceder a la tentación, sino líbranos del Malo" está contenida la
última bienaventuranza: "dichosos los que viven perseguidos por su
fidelidad, porque ésos tienen a Dios por Rey" . Aquí se trata del
sistema: el malo son los sistemas del poder, que no pueden tolerar la
existencia de una comunidad alternativa de este género, que está
negando los valores fundamentales de una sociedad injusta. Y,
entonces, viene la tentación porque, no sólo es la persecución abierta,
sino también la seducción para que los cristianos pasen a adoptar otra
vez los valores de la sociedad.
Y ahora, después del Padre nuestro, el Señor insiste sobre el
perdón, por lo importante que es: "Pues si perdonan sus culpas a los
demás, también su Padre del cielo les perdonará a ustedes. Pero, si
no perdonan a los demás, tampoco su Padre perdonará sus culpas".
Esto lo anuncia como hecho. La razón es la que hemos visto antes: el
que no es capaz de amar, es incapaz de recibir amor. El Padre no
puede darle su amor, porque está cerrado a él.
OJO FALTA
15. NO SEAN COMO LOS HIPOCRITAS
"Cuando ayunen..."
Ya hemos visto el Padre nuestro, que es una sección del Sermón de
la Montaña, donde Mateo habla de las tres obras del fariseísmo:
limosna, oración y ayuno. Ya vimos la limosna y la oración -donde está
incluido el Padre nuestro- y siempre estamos en lo mismo: "No hagan
como los hipócritas que lo que buscan con la fama de santidad es
tener prestigio y dominio sobre el pueblo".
Ahora nos queda el ayuno. Mateo es el único evangelista que
habla del ayuno, porque se enfrenta al ambiente fariseo. Pero el punto
de vista de Mateo es el amor . La limosna no se da por exhibicionismo,
sino por amor a la persona necesitada: por eso es en secreto. La
oración -como ya hemos visto- significa petición y se hace a Dios por
amor. El mismo Padre nuestro es una expresión de amor a la
Humanidad entera (las tres primeras peticiones) y a la comunidad
(para que esté a la altura que le corresponde). Y, por último, el ayuno,
que también puede ser una expresión de amor. Aquí no se trata del
ayuno que pudiéramos llamar higiénico: el que se hace para tener la
cabeza despejada o para adelgazar. Se trata de un ayuno que tiene
alguna relación con el prójimo. En este caso el ayuno es expresión de
tristeza, que significa solidaridad con un dolor o con una muerte,
porque ayunar en este sentido, es acercarse a la muerte. Como el
alimento es el factor indispensable para la vida, la renuncia al mismo
significa que renunciamos, de algún modo, a esa vida y nos acercamos
a la muerte. Por eso, cuando hay un dolor grande, una desgracia
grande, por solidaridad y amor a esas personas, expresamos nuestro
dolor ayunando, como podemos hacerlo llorando: "yo me hago
solidario con ese dolor de muerte, renunciando un poco a lo que a mí
me da la vida": ese sentido tiene. Pero no se trata de exhibicionismo,
sino de demostración íntima de amor, que la ve el Padre, porque todo
lo que sea amor que sentimos en el corazón, y que es el que nos lleva
a actuar de determinada manera, viene de él, ya que el Padre es
amor. Leyéndolo así se entiende este pasaje del ayuno.
"Cuando ayunen..." No dice que hay que ayunar. Si uno quiere
ayunar... Cuando ayunen. Por supuesto, excluye todo ayuno
obligatorio: es algo puramente voluntario.
"...no se pongan cariacontecidos, como los hipócritas, que se afean
la cara para ostentar ante la gente que ayunan"
De hecho, cuando estaban de ayuno, no se afeitaban, ni se
peinaban, ni se lavaban; iban desastrados para que la gente notara
que estaban ayunando.
"Ya han recibido su recompensa, se lo aseguro"
¿Qué buscaban? ¿la gloria de la opinión de la gente?: pues ya la
tienen.
"Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la
cara, para no ostentar tu ayuno ante la gente, sino ante tu Padre que
está en lo escondido, y tu Padre, que ve lo escondido, te
recompensará"
La recompensa es siempre en Mateo la comunicación con Dios.
Dios se comunica. El que eso hace en secreto (pues exteriormente
está más contento que nunca) por amor a alguien, inmediatamente
consigue una mayor comunicación divina, ya que está en sintonía con
el Señor. Esta es la recompensa.
Con esto acabamos la sección de las tres obras de piedad, en la
que Jesús fustiga violentamente la hipocresía farisea. Naturalmente,
entre los fariseos había de todo: gente mejor y gente peor, pero como
tenían como dominador común la fidelidad a la Ley, poniéndola por
encima del hombre, aunque hubiera gente buena, supeditaban el
hombre a la Ley, y con esto tenían una escala de valores inversa. Pero
para Jesús el hombre está por encima de todo, es el valor supremo, no
hay ley que se ponga por encima, ni se puede hacer daño a nadie en
nombre de ley alguna.
Este legalismo es lo que los evangelios destacan de los fariseos.
Eso pasa también hoy, que hay gente muy buena, pero si se examina
el fondo y se les pregunta "¿qué es lo que más vale: la ley o el
hombre?", dirán que la ley. Lo que ocurre es que ese caso extremo se
presenta raramente pero, en última instancia, ellos estarían a favor de
la ley. Eso se nota mucho cuando hay jerarquía: suelen sacrificar al
hombre para salvar la ley. Eso es lo ordinario. Porque la ley es la que
les da seguridad, la que permite mantener el orden: que un individuo
se fastidie es menos grave que el que se venga abajo el orden que yo
mantengo. Y aquí está la gran revolución del Evangelio: que el hombre
es un valor tan supremo que no hay nada que se le pueda poner por
encima. Pero es un principio que no lo aguanta ninguna sociedad: es
sólo posible dentro de la sociedad nueva, del Reino de Dios, del grupo
cristiano.
16 - LA PELUSA EN EL OJO AJENO
Como ya vimos la última parte del capítulo 6 (vv. 19-34), al hablar
de la primera bienaventuranza, pasamos ahora a lo que nos queda del
Sermón de la Montaña. Son avisos a la comunidad cristiana. El Sermón
está dirigido, en primer lugar, a los discípulos, a los que han hecho la
opción por Jesús.
"No juzguen y no serán juzgados, porque les van a juzgar como
juzguen ustedes y, la medida que usen, la usarán con ustedes" (7,1)
Tenemos siempre la cuestión del amor. "Juzgar" se refiere a un
juicio condenatorio: condenar a otra persona, de tal forma que puedas
llegar a interrumpir la comunicación con ella. Aquí dice que Dios se
porta con nosotros como nosotros nos portamos con los demás. "No
juzguen y no les juzgarán" : si ustedes aceptan a la gente, Dios les
acepta a ustedes . "Y la medida que usen la usarán con ustedes": la
misma. ¿Qué quiere decir eso?: que nosotros podemos recibir el amor
del Padre en la medida en que nosotros demos amor a los demás: si
nosotros nos cerramos al amor, no podemos recibir el amor del Padre:
y cerrarnos al amor es condenar a una persona, juzgarla de esa
manera severa, como hacían los fariseos, que decían "éste es un
impuro, un descreído, uno que no cumple la Ley, que no tiene religión
y con él no se puede tener contacto". Pues esto se dice a la
comunidad cristiana. Puede haber actitudes dentro de ella que sean
parecidas a las de los fariseos. Y sabemos la tendencia que tenemos a
juzgar y condenar a los demás: es cosa, desgraciadamente, muy
espontánea eso de criticar por dentro. Se manifestará o no luego, pero
creo que todos podemos confesarnos del juicio espontáneo negativo.
Si eso se lleva a la práctica, interrumpe la relación con el otro y,
entonces, mala cosa: el Señor comenzará también a distinguir en ti y
no te aceptará como eres, ya que tienes también muchos lados
negativos. Y no es que Dios se proponga hacer eso, sino que el que
se cierra al amor con los demás, no puede, no tiene capacidad para
recibir amor. La 'cantidad' de amor que debemos recibir está en
función de la que demos. "La medida que usen la usarán con ustedes"
. Por eso, aunque sea una tendencia muy común, que llevamos dentro
como un lastre, hay que irla desechando: no juzguemos
negativamente.
"¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no
reparas en la viga que tienes en el tuyo? o ¿cómo vas a decirle a tu
hermano 'deja que te saque la mota del ojo' con esa viga en el tuyo?
Hipócrita, sácate primero la viga de tu ojo; entonces verás claro y
podrás sacar la mota del ojo de tu hermano"
La "viga" es la falta de amor. Ese es el gran defecto: cuando uno
tiene esa perspectiva maldita para ver lo que son los demás, esa
intuición malvada, esa mala actitud, que supone una total falta de
amor. Porque la lucidez esa no va más que al acto mismo o a lo que a
mí me choca en el acto de otra persona, sin considerar las
circunstancias, el temperamento, la ocasión, tantas cosas que hacen
cambiar la naturaleza, incluso, del acto mismo. Esta falta de amor es la
viga en tu ojo y por ella tú no puedes ver las cosas como son, ya que
el verdadero conocimiento se tiene a través del amor, no sólo a través
de la cabeza. El que no ama no conoce: no conocemos a una persona
si no la amamos. Cuando la queremos, entonces empezamos a
conocerla de verdad. Hay que guardarse de esto: la viga en el ojo es
la falta de amor. Y tú, que no tienes amor y no ves las cosas como son,
¿cómo te atreves a reprochar un defecto a otra persona?: el defecto
grande lo tienes tú, el defecto mortal de no tener amor. Y pone la
palabra "hipócrita" en paralelo con los fariseos: de modo que hay
peligro también de fariseísmo en la comunidad cristiana, de los que se
creen buenos y van a corregir a los malos. No se puede corregir a
alguien poniéndose uno en el papel de bueno: eso es muestra de
superioridad y falta de amor, porque el amor iguala. Lo que hay que
hacer es tener un amor mayor, porque sólo a través del amor podemos
hacer juicios.
El segundo peligro de la comunidad cristiana es el juicio implacable
estilo fariseo. Y ¿cómo podemos nosotros sabernos buenos mientras
los demás son malos?: no hay más que un criterio, el de la Ley;
cuando hay una norma clara, se juzga todo con la regla en la mano
-sea la de Moisés, sean las de ahora-, basta con un texto que sea
norma de moralidad, bondad y maldad: todo está clarísimo. Y, si es un
texto al que le damos valor divino, como los fariseos, que tenían claro
quién era bueno y malo, pues la ley estaba dada por Dios para que la
cumplamos: como yo la cumplo, soy bueno, y el que no, es malo. Ya
está dividida la Humanidad en dos partes: en cuanto hay ley, se acabó
la solidaridad humana. Por eso, Jesús lo primero que dice es "fuera la
ley, las normas de moralidad, bondad y maldad; hay bondad y maldad,
pero están dentro y se ven por las obras, no por atenerse a normas: el
que muestra amor y obras de amor, no hay más". Por eso, aquí, al
decir "hipócritas" -aludiendo a los fariseos- quiere expresar que
también dentro de la comunidad puede haber esas fidelidades a
códigos, a leyes, a reglamentos con los que uno se siente tan seguro,
puesto que es observante. Y de la observancia, en sí misma, no dice
nada Jesús: lo que hay que hacer es practicar el amor. Y la práctica
del amor muchas veces tiene que saltarse la ley, porque las leyes
pueden ser, y son a menudo, un impedimento para la verdadera
práctica del amor.
"No den lo sagrado a los perros, ni les echen sus perlas a los
cerdos, no sea que las pisoteen y, además, se vuelvan y los destrocen
a ustedes"
Los perros y los cerdos eran animales impuros. Este perro no tiene
nada que ver con el perro nuestro doméstico: era un animal
vagabundo, que comía carroña; y el cerdo ya sabemos que, en la
cultura judía, era el animal impuro por antonomasia. Y dice: "no den lo
sagrado a los perros" : esto es un aviso de cautela. El cristiano vive el
mensaje de Jesús, experimenta el amor del Padre y quiere eso para la
Humanidad entera. Naturalmente, él no excluye de su amor a nadie,
pero tiene que ser prudente: debe saber que no todo se puede decir a
todo el mundo. "Lo sagrado" es lo de Dios. "Sus perlas" es lo mismo,
pero desde el punto de vista nuestro. Lo sagrado es lo que pertenece
a Dios y nuestras perlas son nuestro tesoro. Perlas indica el gran
valor: la experiencia de Dios, del Espíritu, el nuevo amor, la nueva
entrega : y eso no se puede echar a los animales impuros. En Mateo
está el corazón limpio o puro, y el impuro. El corazón limpio, el de las
Bienaventuranzas, es el que no tiene segunda intención contra nadie
y actúa completamente abierto: nunca habrá que temerle zancadilla ni
mala jugada; es la persona perfectamente coherente con su interior, la
transparente que, como no tiene mala intención, no busca su propio
interés. En cambio, los que tienen el corazón impuro actúan con mala
intención; los que causan males a los demás por buscar su propio
interés, provocan injusticias, hacen daño. Porque ya la pureza no está
en observar la Ley, en tocar lo prohibido: está dentro del corazón.
Estar limpio o sucio -tener acceso a Dios o no tenerlo- es algo que
está dentro del corazón. Si el hombre está abierto a su prójimo, no
busca intereses bastardos, está en sintonía con Dios: y el que los
busca, no está.
Esas personas, que están positivamente en actitud contraria al
mensaje de Jesús, que no pueden tolerar el mensaje -porque toca
intereses suyos-, los que no pueden aguantar una propuesta como la
del Evangelio, a ésos no hay por qué proponérselo. No hay que decir:
"yo digo a todo el mundo lo que pienso": pues, no señor, no hay por
qué. La comunidad cristiana está dispuesta a aceptar la persecución
por su modo de vida, que provocará una molestia mayor o menor
dentro de la sociedad (cosa que puede llegar a la persecución violenta
o, al menos, a ser una cuña); pero lo que no tiene que hacer es
provocar eso por imprudencia, ni intentar convencer a gente que se
sabe que está en actitud completamente contraria y de modo
consciente. Hay otro dicho en el evangelio de Mateo, que dice: "Sean
cautos como serpientes e ingenuos como palomas" : se decía que la
serpiente, cuando la apaleaban, escondía la cabeza (la parte más
vital) y por eso tenía fama de prudente. Es decir, no hay que provocar
situaciones extremas. "No den lo sagrado a los perros, ni echen sus
perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y, además se vuelvan y
les destrocen a ustedes" . Primero, que no van a apreciar nada: lo que
para ustedes es un valor supremo, para ellos es despreciable. No se
puede proponer el mensaje para que se rían: tiene que ser a gente
que tenga cierta disposición a recibirlo, pero no a los que van a
despreciarlo. Es demasiado sagrado y valioso para eso. Además, es
que, como eso "toca a lo vivo", puede ser que se vuelvan contra
ustedes y los destrocen. No hay por qué provocar la persecución.
17. CONFIANZA EN LA ORACION
Otro aviso a la comunidad: la confianza en la oración.
"Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y les abrirán;
porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama
le abren" (7,7s)
Esto es la absoluta confianza. Esta es la oración de petición, que es
de la que trata el Evangelio. De manera que, por parte del Padre, está
claro que está dispuesto a dar todo lo que le pidamos. Y ésta es la
confianza que hemos de tener cuando pedimos algo.
"O es que, si a uno de ustedes le pide su hijo pan ¿le va a ofrecer
una piedra? O, si le pide un pescado, ¿le va a ofrecer una serpiente?
Pues si ustedes, aunque sean malos, saben dar cosas buenas a sus
hijos ¡cuánto más su Padre del cielo se las dará a los que se las
piden!"
Aquí tenemos la frase "Padre del Cielo" , que es la del Padre
nuestro. Se refiere a los que tienen experiencia de que Dios es su
Padre, de que son hijos de Dios. ¿Quiénes?: "...Los que trabajan por
la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos" . Estamos
siempre en el contexto de los que tienen experiencia de la paternidad
de Dios: la comunidad comprometida, y es la que puede tener una
confianza total en que el Padre está de su parte. Porque, si nosotros
más o menos malos -al lado del Padre del cielo todos estamos por
debajo del nivel- sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos, cuánto
más nuestro Padre del cielo dará lo que se le pide. Estamos, por tanto,
en un ambiente de misión. Eso pasa también en el evangelio de Juan,
donde en el Sermón de la Cena, insiste mucho en "pidan lo que
quieran, que se les dará" , pero siempre en el ambiente de misión,
cuando queremos las cosas para hacer el bien en la difusión del
Reino. Como el Señor y el Padre son miembros de la comunidad, y lo
característico de la comunidad es compartir, ellos comparten su
potencia.
La cuestión es hasta qué punto nosotros tenemos confianza y hasta
qué punto eso sirve para propagar el Reinado de Dios. Pero no
tengamos empacho en pedir. Aquí hay que evitar dos extremos: el del
milagrismo y el del escepticismo. No hay que ser milagristas,
esperando que Dios lo arregle todo; pero tampoco completamente
escépticos, porque el Señor ayuda cuando se pide con una necesidad
real, en bien de la gente. Y lo que tenemos que tener siempre
presente, los que trabajamos en actividades cristianas, es que nunca
estamos solos: nuestro trabajo se hace en equipo, el Señor y nosotros.
El, siempre colaborando, no sustituyendo; no toma nuestro lugar, pues
el Señor no anula a nadie. Pero, como miembro de nuestra comunidad
y compañero de vida, trabaja con nosotros y, aunque no podemos
medir lo que es suyo y nuestro, evidentemente hay un tino, un acierto,
hay algo nuevo que nos indica que estamos colaborando con él. Eso
es algo de lo que deberíamos ir tomando cada vez más conciencia, a
cualquier nivel: lo mismo en la enseñanza, en la comunidad de base,
en el compromiso social, en el estudio, en todo. Cuando estamos
trabajando por la Humanidad, siempre el Señor está con nosotros
ayudando: es una ayuda discreta, pero real, y la iremos notando si
tomamos conciencia de ello.
"En resumen: todo lo que querrían que hicieran los demás por
ustedes, Háganlo ustedes por ellos, porque eso significan la Ley y los
Profetas"
Esta es una regla general que engloba todo lo que ha dicho hasta
ahora. Ha considerado el Antiguo Testamento como profecía, en aquel
pasaje que ya vimos de "no piensen que he venido a echar abajo la
Ley y los Profetas" : aquella profecía magnífica del Reinado de Dios se
cumplirá. Aquí la considera como código moral y la resume en esta
frase sola. Si estrujamos el contenido moral del Antiguo Testamento, lo
que sale es eso: todo lo que querrían que hicieran los demás con
ustedes, háganlo ustedes con ellos. Y esta regla no es lo mismo que la
regla negativa que se proponía en el judaísmo, que decía : "No hagas
con los demás lo que no quisieras que hicieran contigo". Esta es la
regla de la convivencia: ¿qué es lo que no me gusta, que me pinchen
los llantas?: pues yo no pincho llantas. Jesús le da la vuelta por
completo (a esto le llaman los ingleses "la regla de oro"). La actitud es
totalmente diferente, que es la iniciativa del hombre. No estamos
viendo a qué estamos obligados según la Ley, sino que todo lo que
desearíamos que hicieran con nosotros, tenemos que hacerlo con los
demás. Y así son enormes las posibilidades de hacer el bien: es la
iniciativa contínua. No es que yo lo hago, si me lo hacen a mí, sino que
es completamente desinteresado: en el caso en que se encuentra esa
persona ¿qué me gustaría que me hicieran?: pues eso es lo que yo
tengo que hacer. Una persona desconsolada, enferma, desvalida, con
hambre, sin vivienda, etc.: qué desearía yo que hicieran si me
encontrara en ese caso. O sea, ponerse en el lugar del otro.
Jesús dice que esto significan la Ley y los Profetas. Es decir, él no
viene a proponer una moral muerta, viene a dar un Espíritu y, con ese
Espíritu, esto va a ser posible. De hecho, la regla que saca el Antiguo
Testamento es "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" , pero el Señor
le da una vuelta de rosca más, porque esto es una igualdad en la que
no sacrifico nada de lo mío por el otro: el otro como yo, pero no
renuncio a lo mío por él. El Señor le da una vuelta de tornillo más y
dice: "no depende de lo que tú tengas, sino de lo que tú querrías:
¿qué es lo que te gustaría que hicieran contigo?: eso es lo que tú has
de hacer, lo hagan o no lo hagan". Esto saca de todo egoísmo
individual y pone al servicio de todos. Pero esto es posible con el
Espíritu, es entrega, es una entrega con el Espíritu.
18 - LOS PELIGROS DE LA COMUNIDAD
Termina esta pequeña sección, vienen ahora unos avisos de
peligros para la comunidad.
"Entren por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia
la calle que llevan a la perdición y muchos entran por ellas. ¡ Qué
angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Y
pocos dan con ellos" (7,13s)
Aquí está hablando de una ciudad, que tiene una gran puerta que
da a la avenida principal, y por allí entra toda la población. Pero en la
muralla de la ciudad hay una puerta pequeñita, que no dice Jesús que
sea difícil entrar por ella, nada difícil, lo que pasa es que nadie se da
cuenta de que está ahí. Hay que salirse de la masa que va hacia la
puerta principal para entrar por esa puertecilla que lleva a un callejón.
Pero por ahí está la vida . "Pocos dan con ella" . O sea, aquí uno no
puede dejarse llevar: para ser cristiano se necesita una opción
personal y salirse de la corriente. La puerta está ahí, pero ni se dan
cuenta; aunque es pequeñita, por ahí se va a la vida, y no hay
dificultad.
En Lucas hay otra comparación que dice: "Forcejeen para abrirse
paso por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán
entrar y no podrán" . Allí es difícil, pero estamos en Mateo y aquí no
hay dificultad; lo que pasa es que todo el mundo va tan encandilado
con la gran manifestación que todos se dirigen hacia la puerta
principal; y hay que salirse de la manifestación y buscar el callejón.
Vemos una vez más la personalización que hay en el Evangelio: cómo
Jesús siempre apela a la decisión y a la responsabilidad de la persona.
La masa no es el Evangelio, pues éste necesita una opción personal
que nos saca de la masa.
"¡Cuidado con los profetas falsos, ésos que se les acercan con piel
de oveja, pero por dentro son lobos rapaces: por sus frutos los
conocerán; a ver, ¿se cosechan uvas de las zarzas o higos de los
cardos?
El profeta falso es uno que se presenta hablando en nombre de
Dios, que propone doctrinas que son de Dios, pero esas doctrinas son
falsas: se presentan con una apariencia suave, con palabras dulces,
se acercan con piel de oveja; pero por dentro son lobos rapaces, van
al grano, a lo suyo, a pesar de todas sus palabras. Aquí hay dos
concepciones del actuar de las personas. Dice Jesús: "¿Se cosechan
uvas de las zarzas o higos de los cardos?
"Así, los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan
frutos malos"
Para los fariseos, las obras, el actuar, formaban la actitud del
hombre. Jesús dice que no: las obras, el actuar no son más que el
reflejo de la actitud interior; la actitud existe, y nuestras obras son el
reflejo, la consecuencia, el efecto, la concreción de esa actitud. Por
eso, un árbol que está dañado no puede dar más que frutos malos, y
un árbol que está sano dar frutos buenos. Quiera o no quiera, porque
no sale otra cosa. Y por eso un espino no da higos, ni una zarza uvas,
porque no les sale de dentro, porque están hechos para otra cosa.
"Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar
frutos buenos, y todo árbol que no da fruto bueno se corta y se echa al
fuego. Total, que por sus frutos los conocerán"
Esto del árbol, que se corta y se echa al fuego, lo había ya dicho
Juan el Bautista en el Evangelio de Mateo, cuando dice: "El hacha está
ya tocando la base de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto
será cortado y echado al fuego". ¿Qué significa esto del Bautista? El
hablaba contra los fariseos y significaba 'los que no aceptaban la
enmienda que proponía, es decir, los que no renunciaban a la
injusticia'. Los fariseos, que eran los religiosos observantes, en el
fondo no renunciaban a la injusticia: su vida era una injusticia,
dominando al pueblo. Y Jesús avisa de que se puede presentar gente
de la misma calaña en la comunidad, gente que no ha aceptado el
mensaje, aunque venga con muchas protestas de ortodoxia y
afirmando que dicen lo que Dios quiere. A pesar de sus buenas
palabras, esa gente es destructora, porque no ha aceptado las
Bienaventuranzas: buscan el dinero, son sucios de corazón, no se
preocupan por el bien de los demás, no prestan ayuda, van a su
interés: por fuera son pura ortodoxia: falsos profetas.
Y añade: "Por sus frutos los conocerán" . ¿Qué producen?. Aquí
podemos ir un poco más al fondo. El hecho de que, lo que una
persona produce no sea más que el reflejo de lo que lleva dentro,
quiere decir que, si una persona -hable como hable, se inspire en lo
que se inspire- lo que produce es tristeza, escrúpulos, miedo,
inseguridad, desencanto, etc., esto, por mucho que lo adorne, no
puede ser de Dios. Vemos que está hablando de "fruto": lo mismo que
antes decía que un padre le da a su hijo pan y otro le da pescado -que
producen vida en la persona-, aquí también se trata de "frutos", de
algo que produce vida: de modo que el individuo que, con su
presencia, no produce vida es un falso profeta. El que ahoga la vida, la
impide, crea malestar, lleva a todo lo contrario de la libertad, la vida, la
alegría o el amor, con sus palabras o hechos, ése no es de Dios, por
muy profeta y observante que se presente. Porque lo que hace no es
más que reflejo de lo que lleva dentro. Aquí un matiz de apreciación
subjetiva: la impresión que causa una persona en un ambiente: si esa
impresión lleva a mayor alegría, libertad, amor, etc., eso es de Dios; lo
contrario, no. Porque Dios es el que da la vida, y lo que se oponga a la
vida, no puede ser del Padre.
"No basta decirme ¡Señor, Señor!, para entrar en el Reino de Dios;
no, hay que poner por obra el designio de mi Padre del cielo"
O sea, la piedad no basta; no es que sea mala. Hay que poner por
obra el designio de Dios. ¿Cuál?: lo ha dicho en el Padre nuestro:
"realícese en la tierra tu designio del cielo" : la extensión del Reino de
Dios en la Humanidad: el trabajo por la paz, la felicidad del hombre. No
bastan palabras devotas, sino una actividad real para hacer el bien al
hombre. No basta la piedad para formar parte de la comunidad, pues
esa piedad puede ser verdadera o falsa. Las experiencias interiores de
consuelo, alegría, comunicación con Dios, perdón, etc., pueden ser
verdaderas o ilusorias. ¿Cuándo sabemos que son verdaderas?:
cuando se traducen en conducta de amor al hombre. Hay gente de
mucha oración y devotísima, pero si eso no se traduce en una entrega
y acción, no vale nada. No basta decir ¡Señor, Señor!
"Aquel día muchos me dirán: ¡Señor, Señor, si hemos profetizado en
tu nombre, y echado demonios en tu nombre y hecho muchos
prodigios en tu nombre! Y, entonces, yo les declararé: nunca les he
conocido. ¡Lejos de mí los que practican la iniquidad! "
Es lo mismo de antes: el que hace muchas cosas extraordinarias,
pero no las hace por amor a los demás, sino por interés suyo. Dice
Jesús "nunca les he conocido" : no tengo nada que ver con ustedes, a
pesar de su apariencia cristiana; eso no sirve porque no iba movido
por el amor, no estaba en la dirección del designio de Dios.
Siempre volvemos al fondo del corazón: se pretende la limpieza del
corazón, que se manifiesta en una actividad completamente
transparente en favor de los demás; si no, Jesús lo rechaza por
viciado.
"En resumen: todo aquel que escucha estas palabras mías y las
pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre
roca"
La casa representa al hombre mismo: uno construye su vida sobre
roca, inamovible. Aquí aparece el éxito o fracaso individual del
cristiano: fundar sobre roca. Después vendrá la Iglesia, que estará
fundada sobre la roca, que es la fe en Jesús, la adhesión a él. Esto es
el éxito o fracaso del individuo, de la vida individual, y lo otro será el
éxito de la comunidad cristiana: por eso están en paralelo.
"Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron
contra la casa, pero no se hundió, porque estaba cimentada en la
roca"
Alude con esto a las persecuciones y dificultades.
"Y todo aquel que escucha estas palabras mías..."
Todos las escuchan, unos y otros; pero la diferencia está, no en
escuchar o no escuchar, sino en llevar a la práctica o no llevarlas,
cumplir las Bienaventuranzas o no cumplirlas.
"...y no las pone por obra, se parece al necio que edificó su casa
sobre arena: cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos,
embistieron contra la casa y se hundió. ¡Y qué hundimiento tan
grande!"
La ruina del hombre. Porque no basta decir ¡Señor, Señor!. Jesús
no quiere admiradores, sino seguidores . El que le sigue es el que
construye sobre roca, y eso no lo tumba nadie. El que sólo escucha y
admira es un necio que, en cuanto llega la dificultad, se viene abajo.
"Al terminar Jesús este discurso, las multitudes estaban
impresionadas de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad,
no como sus letrados. Y, al bajar del monte, lo siguieron grandes
multitudes de gente"
19. CONCLUSION:
COLOQUIO SOBRE EL SERMON DEL MONTE
Cuando la tentación de los panes, parece que Jesús está pasando
hambre de verdad.
Eso es metafórico y sólo aparece en Lucas: es hambre de
entregarse; por eso el pan que le ofrece el Malo no le sirve, el suyo sí
que le sirve.
¿Podemos esperar que el Reino de Dios llegue a su plenitud al fin
de los tiempos, por intervención divina o, simplemente, por evolución?
En los evangelios no se anuncia ninguna intervención divina
milagrosa o espectacular. La historia la va haciendo el hombre, con el
Espíritu de Dios. El hombre ha sido hecho dueño de su vida, y la
comunidad cristiana dueña de su vida y actividad. No es el Señor el
que está diciendo continuamente lo que tenemos que hacer, sino que
colabora con nosotros. La cosa es tan nuestra como suya. Es una
evolución, como el mismo Señor nos lo dice en la parábola del grano
de mostaza o en la de la levadura. Las parábolas son de desarrollo,
algo progresivo. Que eso llegue a la Humanidad entera yo creo que no
depende de Dios, sino de nosotros y, no sólo de nosotros, sino de la
libertad humana, pues si los hombres no aceptan...No creo que se
pueda pensar en un estado definitivo y perfecto en este mundo,
porque la libertad del hombre siempre puede decir que no. Por tanto,
sería ilusorio que algún día toda la Humanidad esté entregada a este
ideal. Nadie nos garantiza que alguno no diga que no. Una plenitud
total, una sociedad completa- mente nueva en este mundo no parece
factible. Al menos, los evangelios no hablan de eso, sino de que este
Reinado de Dios, que se va realizando aquí, pasa a través de la
muerte y va teniendo su estado definitivo más allá.
¿Hay algún fundamento escriturístico que apoye el milenarismo?
Eso está tomado de Apocalipsis, pero es un libro puramente
simbólico y no se puede hacer una lectura histórica de ello. Por
ejemplo, los evangelios, que son narraciones en las que hay un
segundo sentido teológico, nunca hablan de eso. Por eso, Dionisio de
Alejandría, en el s. III, excluyó el Apocalipsis del canon de los libros
inspirados. Ante el milenarismo, Dionisio dijo que no podía ser el
Apocalipsis un libro verdadero, y lo excluyó, como ha estado excluido
en el Oriente hasta el s. IX. El Apocalipsis es un libro muy bueno, pero
simbólico, por lo que hay que interpretarlo todo.
¿Cómo habría que interpretar el pecado en los Evangelios?: porque
siempre se nos ha dicho que el pecado es una transgresión de las
leyes de los Diez Mandamientos.
Se pueden dar varias formulaciones de lo que es el pecado. Una de
ella es "la injusticia". Cuando habla el Bautista de su bautismo "en
señal de enmienda, para obtener el perdón de los pecados", eso es la
injusticia. Pero hay otra formulación más profunda, que es la de Juan.
Para él el proyecto de Dios es que el hombre tenga la plenitud de vida.
Por lo tanto, el pecado es "suprimir la vida" en cualquier momento, en
sí mismo, en los demás. Y, como vida significa libertad y amor, como
base, todo lo que sea suprimir eso -o hacer el contra-amor, el odio, la
opresión- eso es pecado. Esta es la formulación más profunda que yo
he encontrado en el Nuevo Testamento. Y "pecado" quiere decir que
eso va contra el plan de Dios, que contradice lo que Dios quiere. Y
también, hacia los demás: toda opresión, toda injusticia. Dice Jesús:
"...el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" : no hay más
que un pecado: es esa actitud a reprimir o suprimir la vida: y de esa
actitud interior nacen los actos concretos, que se llaman los pecados.
Los pecados ya no son actitud. La actitud es el pecado, y desde esa
actitud, en cada circunstancia particular, irán saliendo injusticias
concretas males y daños concretos. Y vida es amor, libertad,
solidaridad. Pecado es suprimir eso.
Por el contrario, enfrente de ese pecado está el amor: el
mandamiento de Jesús, que es el Espíritu. El quita el pecado del
mundo dando el Espíritu, que es libertad y amor. Actitud opuesta a la
del pecado: suprimir vida - comunicar vida. Y, de ese amor, que es el
mandamiento, salen los mandamientos de Jesús: ¿cuáles?: nunca los
nombra, claro! Esa actitud irá actuando ante las exigencias concretas
de la realidad, y esa exigencia de la realidad se convierte, para el que
ama, es un mandamiento.
¿Se puede hablar de "adultez cristiana" en aquellas personas que
voluntariamente entran en una comunidad religiosa y se someten a un
código duro de conducta, anulando a veces su propia libertad? ¿Y se
puede decir "no hago esto", aunque esté en el reglamento?
Pregunta importante. Ha habido una interpretación un poco
peculiar en esto de la obediencia, religiosa o eclesiástica. Jesús nunca
habla de obediencia: esa palabra no aparece en ninguno de los cuatro
evangelios. Aparece el verbo "obedecer", pero referido a un demonio,
al mar, a la higuera, nunca a los hombres. No entra en el vocabulario
de Jesús, como es natural, porque él viene a proponer una sociedad
de iguales, y no puede haber uno que mande más que otro.
La vida monástica, de la que deriva la vida religiosa, no es
propiamente cristiana: es anterior al cristianismo; existía en la India,
entre los judíos y en otras partes. Y entonces "se bautiza" esa vida de
algún modo, y se toman categorías que no son específicamente
cristianas, entre ellas eso de la sumisión a un superior. Recordemos
que Jesús dice a sus discípulos "Les conviene que yo me vaya" ,
precisamente por eso; o sea, 'mientras esté yo aquí, ustedes nunca
actuarán con su propia responsabilidad, porque mi presencia física es
demasiado; les conviene que yo me vaya, porque entonces actuarán
por el Espíritu que les voy a dar, y eso es de ustedes; su adultez exige
que yo me vaya'.
Pero dentro de la órdenes religiosas eso se ha interpretado de
diferentes maneras. Por ejemplo, un autor jesuita italiano, Gallardi, del
s. XVI, escribió: "para el profeso no existen las reglas": no está sujeto a
ninguna regla. Este autor, que es un espiritual muy conocido en la
Compañía de Jesús, había comprendido que quizá, en la época de la
formación, era necesario, pero que, cuando el hombre llega a su
adultez- que sería la profesión religiosa- tiene que actuar por su
espíritu interior. De manera que, aun dentro de una orden tan estricta
como es la Compañía (San Ignacio se convirtió en "doctor de la
obediencia") se entendía esto así. Hoy la cosa cambia. Muchas de
esas órdenes se han fundado en una época en la que la jerarquización
social era un fenómeno tan introducido en cada uno de los individuos,
que se pensaba en esas categorías y no se podía pensar en otras.
Por ejemplo, San Benito nace en una época de una anarquía total en
Europa, que se está deshaciendo con la invasión de los Bárbaros,
hasta el punto de que el Papa toma el gobierno de Italia, porque
aquello era un caos; y, claro, ante esa situación, la reacción es que
tiene que haber alguien que tome el mando. Ignacio de Loyola era un
hombre que había sido militar y, sin embargo, cuando escribe los
Ejercicios no habla de obediencia allí. Y, cuando funda la Compañía,
en el primer grupo de los compañeros en París, no hay ninguno que
sea superior. Van a Roma y allí le quieren imponer que tengan un
superior, y se pasan quince días pensando si conviene o no conviene.
Es decir, que la cosa no estaba nada clara para Ignacio y sus
compañeros. Luego, como Roma era completamente jerárquica,
aceptaron. Pero ellos no tenían la intuición inicial de eso para la
Compañía de Jesús.
De manera que es una cosa delicada. En el Evangelio la formación
no se hace a través de la disciplina. Eso está clarísimo en aquella
pregunta que le hacen a Jesús: "los discípulos de Juan el Bautista y los
discípulos de los fariseos ayunan" , tienen una disciplina, les imponen
unos ayunos periódicos que tienen que observar en días precisos,
tienen días de oración establecidas, etc., "pero tus discípulos no
tienen nada de eso" . Es decir, tú no eres un maestro espiritual serio.
Y Jesús contesta: Mi presencia significa alegría y el ayuno es signo de
tristeza; por tanto, mientras yo esté aquí, no hay ayuno. "¿Cómo
pueden ayunar los amigos del esposo mientras el esposo está con
ellos?" . Se entiende que es la fiesta de la boda, el banquete, y ¿quién
va a ayunar en una fiesta de bodas?. De manera que aquí lo que hay
es alegría, libertad absoluta y una adhesión incondicional a Jesús: y
esa adhesión a Jesús es la que lo canaliza todo, pero no se impone.
Cada uno, según las necesidades que experimente para la eficacia de
su misión, sabrá de lo que tiene que privarse o a lo que tiene que
obligarse. Son las autodisciplinas que uno se impone para la mayor
eficacia, no porque eso me ponga mejor con Dios. De modo que, en
función de la misión que cada uno tiene, pero nunca por una disciplina
impuesta desde fuera. Afortunadamente, creo que la cosa está
cambiando, gracias al influjo de la sociedad que nos circunda.
Aumenta el sentido de la libertad y la autodeterminación, y va entrando
en los noviciados. Hay que enfocar la formación, no por la represión,
que es la disciplina, sino por la canalización de la amistad o adhesión a
Jesús. Todo lo demás se canaliza por ahí y no se reprime la vida. La
vida cristiana en su expresión máxima (si es que hay máximos en este
punto) tiene que ser de alegría, comunicación, facilidad; y ocurre que
muchas personas, que se han sometido a grandes accesis y
disciplinas, no presentan este aspecto; ¿qué pasa?: que algo falla;
que ese Espíritu no les ha llevado al desarrollo a que normalmente
lleva el Espíritu; ¿a qué se debe?: a esa represión.
Creo que es recíproca esa tentación: por parte de la sociedad
injusta que trata de influir en el cristianismo para que se integre en sus
valores; y, por parte de la comunidad, que muchas veces pretende
que, los que no son cristianos, lo sean a la fuerza.
Efectivamente, "hemos metido la pata" en la historia muchas veces,
ejerciendo el dominio sobre los demás, como en el caso de las
Cruzadas, el ir a quitar la vida por defender unos lugares: ¿qué
importa un sitio, al lado de la vida de un hombre?. Además, en el
Apocalipsis se dice: " La ciudad, ésa que en lenguaje profético se
llama Sodoma y Egipto -Sodoma, la ciudad maldita, y Egipto, la ciudad
de la opresión- donde fue crucificado el Señor de la gloria": eso es
Jerusalén para la comunidad, de modo que no hay tanta devoción por
los lugares santos; ya no hay lugares santos; lugar santo es donde
está el Señor y eso es todo el Universo.
¿Hemos hecho los cristianos una ruptura con la sociedad injusta?
Muchos cristianos no lo hemos hecho; además, nunca nos lo han
dicho. Mucha gente, que no es cristiana oficialmente, está
descubriendo esa ruptura ahora. Hay muchos grupos alternativos, no
cristianos, que rompen con el consumo y la ambición. Y es lo que
tenemos que hacer. Hay unas connivencias entre la Iglesia (o partes
de la Iglesia), el poder civil y los intereses económicos de la sociedad
capitalista. Y muchos es que ni saben que eso no se puede hacer. Por
eso, yo no me meto en la conciencia de los demás; pero nosotros ya
vamos sabiendo, y vamos constituyendo grupos con esa ruptura, esa
nueva realidad, esa calidad de vida, con plenitud, alegría y amistad. Y,
por supuesto, si no se debe ejercer el poder fuera, mucho menos
dentro de la comunidad; que también hay tentaciones, aunque sea
ridículo el pretender erigirse sobre cuatro gatos.
Por cierto, si uno es cristiano, no puede aceptar la palabra
"superior": en la comunidad cristiana nunca hay "superiores", sino
iguales. Se puede poner alguien el primero de la fila, pero no encima.
Los antiguos fundadores se llamaban "prepósitos" , el que está
delante, pero no encima. Luego se inventó la palabra superior. Si el
Señor se pone a nuestro nivel, e incluso por debajo, ¿quién se va a
poner por encima?
Si el amor de Dios no nos transforma el corazón ¿podremos amar,
sobre todo al enemigo?
El mismo paso de ser cristiano es que Dios nos cambia, aunque
hay una opción libre del hombre antes de todo. Como hizo Jesús: él se
bautiza, y eso quiere decir "estoy dispuesto incluso a dar la vida por
los hombres, por librarlos de la injusticia y la opresión". Y, ante ese
compromiso, viene el Espíritu. Esto nos pasa a nosotros, no con la
intensidad de Jesús. Pero, si lo hacemos, ya está todo hecho: tenemos
el testimonio del amor dentro, y ya con eso amamos a los enemigos y a
quien sea.
Pero eso es muy difícil: puedo decir que sí, y cambiar luego.
Eso pasa a todos. Lo del amor a los enemigos, que lo dice Mateo,
es la manera de parecerse al Padre. Mateo cambia en este punto la
doctrina de la perfección. La perfección aparece en la evangelios sólo
dos veces, y las dos en Mateo. Los demás no hablan de eso, porque a
Jesús no le interesa. Mateo lo pone porque está atacado por los
fariseos y ellos ponen la perfección en la observancia de la Ley.
Mateo le cambia el sentido y dice: "Sean perfectos, como es perfecto
su Padre del cielo" . ¿Cómo es perfecto Dios?: porque ama a los
buenos y a los malos, manda la lluvia sobre los justos e injustos, hace
salir el sol sobre unos y otros; porque Dios no discrimina: éste es el
Padre del cielo. Por lo tanto, la perfección ya no está en observar
ninguna ley, sino en ser capaz de tener un amor que no discrimine.
Ahora, el amor tiene muchos grados: una cosa es el amor "de afecto",
que es superior, más perfecto, y otra el amor a "un enemigo": el Señor
no puede mandar que sintamos por éste cariño volcánico. ¿Qué
significa, entonces, el amor?: no desearle mal, desearle bien y echarle
una mano, si se presenta; no incluye la afectividad, porque sobre los
sentimientos no manda nadie. En la acción sí hay libertad, y ahí es
donde tiene que notarse.
En esas otras comunidades, no cristianas, que cuestionan la
sociedad ¿se manifiesta también Dios?
Habría que verlas: si realmente se quieren y se entregan a los
demás ahí esta el Espíritu de Dios. El amor procede de Dios, esté
donde esté, se sepa o no se sepa. Eso lo dice Juan en la primera
carta: Dios es amor y todo amor procede de él. Que lo sepa o le llame
"Dios" es secundario.
¿Cómo se dejó Jesús llevar al alero del Templo?
Es una forma de expresión, son imágenes del evangelista para
describir las tentaciones; así es mucho más vivo y sugerente, y se
queda mejor en la memoria. El mismo Satanás es una figura.
¿Se podría poner la "capacidad de perdonar" como termómetro del
amor?
Si no perdono no estoy en sintonía con el Padre, pero en todo esto
hay un crecimiento, no hay leyes, sino direcciones hacia el crecimiento:
tenemos que aprender a querer, y no se aprende en un día. El Espíritu
de Dios nunca fuerza la libertad del hombre: si uno, cuando tiene un
defecto, lo justifica y no lo reconoce, jamás podrá quitárselo. Es la
autojustificación de nuestros defectos lo que impide al Espíritu que
vaya penetrando y eliminándolos para la convivencia.
El pobre no puede elegir, lo que puede hacer es aceptar su
pobreza.
El que es pobre no lo es por elección, sino por necesidad
sociológica; pero ese tipo de pobre puede decir: "aunque pudiera ser
rico, no quiero; quiero incorporarme a este grupo, donde se vive
esto".
¿Cómo pretendemos que el Evangelio tiene como destinatarios a
los pobres?
Hay que ofrecerles la comunidad, donde pueden ser pobres de otra
manera; sigue siendo pobre, pero ya no sufre las consecuencias de su
pobreza anterior, que eran la miseria y la dependencia. Y tiene que
optar por eso, si quiere ser destinatario de las promesas.