Am/01/01-15

Am/02/01-03

Como todos los libros proféticos, también el de Amós es introducido por un  encabezamiento breve y denso. La finalidad del preámbulo es presentar el libro como la  colección de los dichos de un hombre cuidadosamente identificado por su nombre, patria,  llamada divina, época y destinatarios. La fecha es notablemente precisa: por una parte se  refiere a los reyes que en aquel momento ejercían el poder; por otra, una indicación  temporal todavía más precisa, es la referencia a "dos años antes del terremoto".

Este detalle  define la palabra profética como una palabra histórica. No solamente porque fue predicada  en tiempos pasados, sino, sobre todo, porque tuvo su origen en un momento completamente  preciso y determinado y, por tanto, en un momento concreto e históricamente contingente.    

La palabra profética hunde sus raíces en la historia, a la cual está destinada y por la cual  está determinada. Nunca es el sonido de un manual dogmático, que expone una serie de  verdades abstractas, atemporales, que giran en un espacio vacío. «Dos años antes del  terremoto», sin embargo, no es solamente datación cronológica, sino también definición de  la situación espiritual del llamado, profetismo clásico iniciado con Amós. Este profeta, uno de  los que ha experimentado y expresado con mayor claridad el carácter absoluto de la llamada  divina, considera esa llamada tan imperativa como un rugido de león. Y a partir de aquí  define la irrupción de Dios en la historia bajo la imagen de un movimiento sísmico, el juicio  de Dios que pone en cuestión todas las cosas.    

Todo el mensaje del pastor de Tecua está traspasado de un elevado concepto de Dios y  del hombre. Sus palabras nos llega en forma de una incisiva reiteración divina. Una  tipificación clara de ello es la serie de acusaciones contra las naciones, en un estilo  literariamente unificado por razones de eficacia pedagógica. Yahvé aparece como el único  supremo dominador de los pueblos y de la historia, como el único que puede plantear  exigencias morales a todos los pueblos, no solamente a Israel. Es un Dios que castiga la  violencia y la injusticia social. Condena la crueldad de Damasco con los vencidos, la  deportación y el tráfico con prisioneros que practican filisteos y tiros, la ofensa continua de  los idumeos a sus hermanos judíos, el crimen de Amón que por razones nacionalistas y de  Estado abre en canal a las preñadas de Galaad, el sadismo de los moabitas contra el rey de  Edom, las transgresiones de la ley mosaica por parte de Judá y las injusticias sociales de  Israel. Desde un principio el pastor de Tecua deja bien claro que el Dios de Israel es un Dios  honesto: no se le puede honrar sin respetar la ley moral.    

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 730 s.