FRANCESCA: «ME DI CUENTA DE LA NADA CON LA QUE HABIA LLENADO MI VIDA»
Ex adepta del grupo destructivo Cienciología, fundado por Ronald Hubbard


MILAN, 7 abril (ZENIT.org).- «Conocí Cienciología en los años ochenta en 
Milán. Tenía 30 años y estaba separada y con un hijo. Trabajaba pero estaba 
insatisfecha e inquieta. Aparte del matrimonio, mi vida me parecía un 
fracaso. Un día me encontré entre las manos una hoja publicitaria que 
invitaba a "conocerse a sí mismo". Fui a hacer un test con 200 preguntas. 
Al final, me dijeron que era inestable e infeliz porque no podía expresar 
todo mi potencial».

Así comienza la aventura de diez años que pasó Francesca en Cienciología. 
Un grupo que en algunos países del mundo disfruta del reconocimiento como 
nueva religión y de la exención de impuestos. Con el mismo colaboran 
personajes como John Travolta. La ha revelado ahora al diario italiano 
«Avvenire».

Francesca ha salido hace tiempo de Cienciología. Cuenta con serenidad la 
experiencia. «Tras veinte lecciones sobre "anatomía de la mente humana" se 
me acercaron personas que me contaron cómo la Cienciología había cambiado 
sus vidas mejorándolas y me invitaron a hacer más cursos. Aprendí que era 
un "tethan", un ser actuante y consciente pero a causa de mis 
"aberraciones" (es decir los traumas de mi vida) estaba atrapada en un 
cuerpo y había perdido conciencia. Mi existencia estaba constituida por una 
cadena interminable de vidas precedentes, en las que había seguido 
perdiendo conciencia. Ahora, sin embargo, gracias a Cienciología, podía 
salir de esta espiral para alcanzar la libertad total. Esta perspectiva de 
libertad, de dominio sobre la realidad, me fascinó. Además, practicar 
Cienciología no era abrazar ciegamente una creencia sino seguir un método 
científico probado por muchos con éxito. Este no ser una fe sino una 
ciencia me daba seguridad».

A Francesca le dijeron que el mejoramiento le vendría través de una serie 
de grados en el Puente o Camino hacia la felicidad. Cada grado es un nuevo 
curso y nuevos dineros que hay que pagar ala organización. «Hay una técnica 
para todo y un coste para cada técnica, coste que sube a medida que se 
avanza por el Puente».

Tras algunos meses, Francesca decide que esto es lo más importante de su 
vida, abandona el trabajo y confía su hijo a una pariente. Entra en la 
organización de la Cienciología donde la hacen trabajar 12 ó 15 horas al 
día por muy poco dinero. No se preocupa porque tiene el dinero de la 
liquidación y además, piensa «dentro de poco seré tan capaz y libre que 
podré hacer lo que quiera».

Pero las cosas no van como había pensado. Cuando llega a la condición de 
«claro» (un nivel de conciencia y libertad capaz de hacer a la persona 
autónoma) experimenta una gran alegría que le dura poco: «me parecía en 
realidad estar exactamente como en el punto de partida. Yo me decía que en 
los niveles superiores resolvería mis problemas pero siempre se va adelante 
y el Puente no acaba nunca».

En aquel momento debía ir a Copenhague para pasar el nivel OT3, llamado el 
«muro de fuego». «Trabajé muchísimo para lograr mi nivel OT3 aunque cada 
vez más me parecía ciencia ficción y no ciencia. Pero estaba ha habituada a 
pensar poco y a fiarme totalmente de los escritos de Hubbard. Volví a casa 
y no olvidaré aquel viaje porque empecé a tener perturbaciones mentales que 
antes no había tenido nunca: sentido de asfixia, pánico, incapacidad de 
mantener el control de mi conciencia. Luego he sabido que otros tuvieron 
perturbaciones semejantes al acabar el OT3».

Al llegar a Italia, se sentía cada vez más fuera de la realidad: «creía que 
habría sido libre y en cambio me encontraba incapaz de resolver las cosas 
más banales de mi vida cotidiana. Mientras tanto, tras cinco años, el 
dinero de la liquidación se había acabado y yo no podía hacerme cargo de mi 
hijo. Decidí salir pero no fue fácil. Me hicieron acusaciones de todo tipo, 
intentos de hacerme confesar cosas que no había hecho, la amenaza (para mí 
gravísima) de no poder practicar nunca más la Cienciología por toda la 
eternidad (por tanto me negaban la vida eterna). Me dijeron incluso que 
usarían todo lo que dije en las sesiones de "auditing" (una especie de 
confesión ante un rudimentario detector de mentiras llamado "E-meter") 
sería publicado. Mientras tanto, me llamaban por teléfono muy amables 
diciéndome que yo era tan estupenda que justamente ahora no podía 
abandonar. Me fui durante algún tiempo a un lugar escondido porque me 
sentía acosada».

La conclusión de Francesca es elocuente: «Se entra en Cienciología para 
autorrealizarse y uno se convierte en completamente dependiente de esta 
"ciencia". Para entrar en la organización avanzada, yo había firmado un 
contrato de dos mil millones de años: estaba completamente fuera de la 
realidad. La noche en que cumplí 40 años, me di cuenta de la nada con la 
que había llenado mi vida. ¿Y mi hijo, y mi trabajo? Con un terror mezclado 
con alegría, comprendí que tenía que comenzar todo desde el principio»