Además de la liturgia sacramental y de los
sacramentales, la catequesis debe tener en cuenta las formas de piedad
de los fieles y de religiosidad popular. El sentido religioso del pueblo
cristiano ha encontrado, en todo tiempo, su expresión en formas
variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia: tales
como la veneración de las reliquias, las visitas a santuarios, las
peregrinaciones, las procesiones, el Vía crucis, las danzas religiosas,
el rosario, las medallas, etc.
- Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no
la sustituyen: «Pero conviene que estos ejercicios –dice la
constitución Sacrosanctum Concilium, del Vaticano II– se organicen
teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, para que estén de acuerdo
con la sagrada liturgia, deriven en cierto modo de ella y conduzcan al
pueblo a ella, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por
encima de ellos».
- Se necesita un discernimiento pastoral para sostener y apoyar la
religiosidad popular y, llegado el caso, para purificar y rectificar el
sentido religioso que subyace en estas devociones y para hacerlas
progresar en el conocimiento del misterio de Cristo. Su ejercicio está
sometido al cuidado y al juicio de los obispos y a las normas generales
de la Iglesia.
Catecismo de la Iglesia católica
núm. 1674-1676
La religiosidad del pueblo, en su núcleo, es un
acervo de valores que responde con sabiduría cristiana a los grandes
interrogantes de la existencia. La sapiencia popular católica tiene una
capacidad de síntesis vital; así conlleva creadoramente lo divino y lo
humano; Cristo y María, espíritu y cuerpo; comunión e institución;
persona y comunidad; fe y patria; inteligencia y afecto. Esa sabiduría
es un humanismo cristiano que afirma radicalmente la dignidad de toda
persona como hijo de Dios, establece una fraternidad fundamental, enseña
a encontrar la naturaleza y a comprender el trabajo, y proporciona las
razones para la alegría y el humor, aun en medio de una vida muy dura.
Esa sabiduría es también para el pueblo un principio de
discernimiento, un instinto evangélico por el que capta espontáneamente
cuándo se sirve en la Iglesia al Evangelio y cuándo se lo vacía y
asfixia con otros intereses.
Conferencia Episcopal
Latino Americana (CELAM)
del Documento de Puebla