Denuncias desde la capital:

El primer Isaías

José L. Caravias S.I.

Alrededor del 740 aparece el gran profeta Isaías. Es un joven de Jerusalén, perteneciente a un medio social próspero. Es muy culto y tiene una profunda fe.

La producción de Isaías es amplia. La santidad de Dios quizás sea el centro originante de su pensamiento religioso. El sitúa los pecados de Judá a la luz de la santidad divina.

La juventud del profeta se desarrolla durante el reinado del rey Jotán. Fue una época de bastante prosperidad, en la que parecía que todo marchaba bien. Pero Isaías descubre la situación real del pueblo, bien diferente a lo que parecía por de fuera.

Para él Jerusalén dejó de ser la esposa fiel del Señor para volverse una prostitua (1,21-26). La viña del Señor sólo produce frutos amargos (5,1.7).

"¡Oh pueblo mío!, tus opresores te mandan y tus prestamistas te dominan. ¡Oh pueblo mío!: tus dirigentes te hacen equivocar y echan a perder el camino que sigues" (3, 11s).

Dirigiéndose a los hombres de la capital, el profeta denuncia los sufrimientos de los campesinos: "Ustedes son los que han devorado los frutos de la tierra; en sus casas están los despojos del pobre. ¿Con qué derecho oprimen a mi pueblo o pisotean a los pobres?, dice el señor Yavé de los Ejércitos" (3, 14s).

"¡Ay de los que teniendo una casa, compraron el barrio poco a poco! ¡Ay de los que juntan campo a campo! ¿Así que ustedes se van a apropiar de todo y no dejarán nada a los demás?" (5,8).

"Ay de los que dictan leyes injustas y con sus decretos organizan la opresión, de los que despojan de sus derechos a los pobres de mi país e impiden que se les haga justicia" (10, 1s).

En la época de Isaías el pueblo de Judá conocía y a veces practicaba cultos en honor de Tammmuz, un dios de la fertilidad de la tierra. Era una divinidad asiria, célebre en Israel bajo el nombre de Adonis. La idolatría a Adonis y a los baales de la fertilidad tenía la consecuenica desastrosa de suprimir la autonomía de la producción de los campesinos, echando así por tierra la esperanza y confianza en sus propios recursos. En cambio la fe en Yavé apoyaba el esfuerzo de la familia-comunidad en busca de satisfacer ante todo sus propias necesidades. La idolatría introducía en los campesinos costumbres extranjeras, abandonando así su sabiduría comunitaria.

Isaías denuncia y condena esta realidad en Judá: "Porque olvidaste a Dios tu Salvador, y no te acordaste de la Roca que te protege, te ponías a plantar jardines de Adonis e injertabas esquejes extranjeros..." (17, 10). "Ustedes se avergonzarán de las encinas que tanto les gustan, y se pondrán colorados al ver los jardines que tanto le encantan. Pues ustedes serán como una encina a la que se le caen las hojas y como un jardín al que le falta agua" (1, 29s).

El profeta cultiva la tradición y la sabiduría de los campesinos: "Paren la oreja y escuchen lo que les digo, pongan atención y oigan bien mis palabras. ¿Acaso el campesino emplea todo el tiempo en arar, partir los terrones y pasarle el rodillo a su tierra? ¿No es cierto que después de haberla aplanado siembra hinojo y esparce comino, y luego tira el trigo y la cebada y la avena en los surcos? Su Dios es el que le enseñó a hacerlo así y el que le instruyó... Todo esto lo ha aprendido de Yavé..." (28,23-29).

Así como la tierra, don divino y morada de su pueblo, está en el centro del juicio y el castigo de Dios, de igual manera en medio de la tierra se reflejará también hecha realidad la esperanza en el futuro.

Isaías, en medio de aquella confusión, siempre tiene fe en el futuro porque tiene fe en Dios. El habla de la renovación del pueblo por la presencia de Dios en medio de él. Todo se realizará en una tierra nueva, por Dios mismo transformada. Habrá en esa tierra justicia entre los hombres y paz en todo lo creado (11,1-9). Será una tierra donde de veras el hombre podrá vivir plenamente: "La obra de la Justicia será la Paz, y los frutos de Justicia serán tranquilidad y seguridad para siempre" (32, 17; ver 9,1-7; 2,4). Esta es la gran luz que vio el pueblo que caminaba en la noche (9,1). Entonces la tierra será hermosa y producirá abundancia para todos (30, 23-25).