LA
RESPONSABILIDAD
35 Por nuestras acciones voluntarias merecemos alabanzas o reproches. Por las
involuntarias, indulgencia o compasión. El legislador debe tener esto en cuenta
a la hora de recompensar o castigar una conducta.
36 Son involuntarias las cosas que se hacen por fuerza o ignorancia. A la fuerza
puede un hombre ser raptado o llevado a la deriva por el viento y las olas. En
cuanto a lo que se hace por temor a males mayores y por una causa noble - por
ejemplo, pagar un gran rescate por un familiar amenazado de muerte -, es dudoso
si tal conducta debe llamarse voluntaria o involuntaria. Algo semejante ocurre
cuando se arroja al mar el cargamento en las tempestades: nadie lo haría en
circunstancias normales, pero cuando está en juego la vida de los demás y la
propia, lo hacen todos los que tienen sentido común. En tales acciones se
mezcla lo voluntario y lo involuntario: son voluntarias porque el que las hace
puede no hacerlas, y son involuntarias porque nadie elegiría hacer eso si no se
viera forzado a ello.
37 De todas formas, hay cosas a las que uno no puede ser forzado, y debe
preferir cualquier sufrimiento e incluso la muerte: resulta ridículo el caso
del Alcmeón de Eurípides, que mata a su madre por escapar a la maldición de
su padre.
38 A veces no es fácil saber qué cosas se deben preferir sobre otras, porque
las cuestiones y situaciones particulares son diversísimas. Pero eso no
autoriza a pensar que lo que más nos gusta nos resulta forzoso. Sería como
echar la culpa de lo que hacemos a lo que está fuera de nosotros, y no a
nosotros mismos, que tan fácilmente nos dejamos arrastrar. Las mismas pasiones,
no por irracionales son menos humanas. Por eso, dejarse llevar por la ira o por
el deseo de placer es propio del hombre, y es ridículo considerar involuntaria
tal conducta.
39 Hay diferencia entre acciones no voluntarias y acciones involuntarias. Lo que
se hace por ignorancia es no voluntario. En cambio, lo involuntario es lo que se
hace con dolor y pesar.
40 La ignorancia puede darse de muchas maneras: uno puede equivocarse sin
querer, puede juzgar mal por falta de datos, se le puede disparar un arma,
ofrecer una medicina que mate en lugar de sanar, herir sin pretenderlo, etc.
Pero el que se equivoca involuntariamente en virtud de esta clase de ignorancia,
tiene que sentir pesar y arrepentimiento por su acción.
41 La voluntariedad está en las obras, pero también en las intenciones. Por
eso debemos aborrecer ciertas cosas y desear otras, como la salud y la
educación.
42 Toda acción razonable debe ir precedida por la deliberación. La
deliberación se da respecto a las acciones cuyo resultado no es claro. Y si son
cuestiones importantes nos hacemos aconsejar y desconfiamos de nosotros mismos.
No deliberamos sobre los fines, sino sobre los medios. En efecto, el médico
siempre pretenderá curar, y el orador persuadir, y el político legislar: el
fin lo dan por sentado, y sólo deliberan sobre el modo y los medios de
alcanzarlo. Quiero decir, por ejemplo, que nadie elige estar sano, sino hacer
ejercicio o descansar para estar sano; y nadie elige ser feliz, sino ganar
dinero o correr algún riesgo para alcanzar la felicidad.
43 El objeto de la voluntad debe ser el bien, pero cada uno toma como bien lo
que le aparece como tal: el hombre bueno toma como bien lo que de verdad lo es,
y el hombre malo toma como bien cualquier cosa. Para cada hombre hay bellezas y
placeres diferentes, y seguramente en lo que más se distingue el hombre bueno
es en juzgar correctamente todas las cosas, siendo así como el canon y la
medida de ellas. En cambio, el error de la mayoría parece debido al placer,
pues sin ser un bien lo parece, y por eso eligen el placer como si fuera un bien
y rehuyen el dolor como un mal.
44 Si lo propio del hombre es obrar voluntariamente después de deliberar, es
claro que tanto la virtud como el vicio van a depender de nosotros. En efecto,
siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y
siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí. Por tanto, la
posibilidad de hacer lo bueno y lo malo nos da también la posibilidad de ser
virtuosos o viciosos.
45 Cada hombre es responsable de sus acciones voluntarias, y es evidente que la
virtud y el vicio están entre las cosas voluntarias, pues no hay ninguna
necesidad de cometer acciones malas. Por esto, el vicio es censurable, y la
virtud elogiable.
46 Decir que nadie es malo voluntariamente es una verdad a medias. Cualquier
persona sabe que la mal-dad es voluntaria, y los legisladores así lo aceptan
cuando penalizan a los que van contra la ley sin haber sido obligados y sin
ignorancia responsable. No depen-de de nosotros sentir calor o frío, pero sí
dependen nuestros actos libres. Incluso la ignorancia puede cas-tigarse si el
delincuente parece culpable de ella. Por eso a los embriagados se les impone
doble castigo, pues eran muy dueños de no embriagarse. También se cas-tiga a
los que desconocen leyes que debían conocer. Y, en general, a todos los que
ignoran algo por negligen-cia.
47 Hay hombres tan echados a perder que no pare-cen responsables de sus actos.
Pero no es así, porque ellos mismos han sido causantes de su modo de ser por la
dejadez con que han vivido. Uno es injusto o depra-vado a base de cometer
injusticias o de pasarse la vida bebiendo y en cosas semejantes. Esto es
evidente en los que se entrenan para cualquier competición o activi-dad. Por
eso, si alguien desconoce que la práctica de unas cosas u otras es lo que
produce los hábitos, es un perfecto estúpido.
48 Además, es absurdo decir que el injusto no quiere ser injusto, y que el que
se desmadra no quiere desmadrarse. Porque si alguien comete de forma cons-ciente
acciones injustas, será injusto voluntariamente. Con el agravante de que no por
querer dejar de ser injusto se volverá justo, como tampoco el enfermo, sano. El
injusto y el desmadrado podían no haber llegado a lo que ahora son, y por eso
lo son voluntaria-mente; pero una vez que ya son así, no está en su mano
cambiar de forma de ser.