LA
AMISTAD
115 Las características de la amistad y de los amigos son cuestiones que
requieren la misma atención que la conducta humana y la naturaleza del bien.
116 La amistad es una virtud, va acompañada de virtud y, además, es lo más
necesario en la vida. Sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviera todo tipo
de bienes.
117 En la pobreza y en las demás desgracias se considera a los amigos como el
único refugio. Los jóvenes los necesitan para evitar el error; los viejos,
para sostener su debilidad. Los que están en plenitud de facultades, porque
siempre la unión hace la fuerza.
118 Parece darse de modo natural entre padres e hijos, y en general entre los
hombres. Por eso alabamos a los que aman a sus semejantes. Los legisladores
aspiran sobre todo a la concordia, una especie de amis-tad que mantiene unida la
ciudad, y lo que más procu-ran expulsar es la discordia, pues cuando los
hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia. La política debe, por
encima de todo, promover la amistad, pues si uno desea que los hombres no se
traten injustamente basta con hacerlos amigos.
119 Además de necesaria, la amistad es también algo hermoso.
120 El amigo es uno de los mayores bienes, y la carencia de amigos y la soledad
es lo más terrible, porque toda la vida y el trato voluntario se desarrolla
entre amigos: pasamos la mayor parte del tiempo con nuestros familiares y
amigos, o con los hijos, padres y esposa.
121 Dice Eurípides que "cuando Dios da bienes, ¿qué necesidad hay de
amigos?". Pero parece absurdo atribuir al hombre feliz todos los bienes y
no darle amigos, que parecen constituir el mayor de los bienes exteriores.
Además, nadie querría poseer todas las cosas y estar solo, pues el hombre es
animal social, y por naturaleza necesita convivir.
122 Igual que los que se aman desean, por encima de todo, verse, lo que más
buscan los amigos es la convivencia. Amistad es, en efecto, convivir, y desear
para el amigo lo mismo que para sí. Igual que nos resulta agradable la
sensación de vivir, nos resulta grata la vida de nuestros amigos, y por eso
buscamos su compañía. Y aquello en lo que ponemos el atractivo de la vida es
lo que deseamos compartir con ellos. Por eso unos beben juntos, otros disfrutan
con el mismo juego practican el mismo deporte, o salen de caza, o charlan sobre
filosofía. Y todos ellos pasan el tiempo junto aquello que más les gusta de la
vida. Porque para convivir hay que buscar lo que favorezca la convive
123 Por eso es peligrosa la amistad entre hombres de mala condición, pues se
asocian para cosas bajas, y se vuelven malvados al hacerse semejantes unos a
otros. En cambio, es buena la amistad entre los buenos, y los hace mejores
conforme aumenta el trato, pues mutuamente se toman como modelo y se corrigen.
124 Los malos prefieren los bienes materiales a los amigos, pues no aman a las
personas más que a las cosas. El amigo resulta para ellos un accesorio de las
cosas, y no las cosas un accesorio de los amigos.
125 Puede ser objeto de predilección lo que es bueno, agradable o útil. Por
eso hay diversas clases de amistad. Pero nunca será amistad el gusto por los
objetos, porque no hay reciprocidad ni se desea el bien del objeto. Se desea el
vino, pero no el bien del vino; en cambio, debemos desear el bien del amigo. Y
hay amistad precisamente cuando esa benevolencia es recíproca.
l26 La amistad por interés no busca el bien del amigo, sino cierto beneficio.
Tampoco los frívolos son desinteresados, pues buscan su propio agrado. Estas
amistades no son auténticas, y son fáciles de disolver cuando el amigo deja de
ser útil o agradable.
l27 La amistad interesada parece darse sobre todo en los viejos, y en los
hombres maduros y jóvenes, que buscan la propia conveniencia. Tales amigos no
suelen convivir mucho, pues sólo se estiman el uno al otro en la medida en que
tienen esperanzas de beneficio.
l28 En cambio, la amistad entre los jóvenes suele tener por causa el
sentimiento de agrado y las ganas de pasarlo bien. Eso es lo propio de la
juventud, y por eso los jóvenes son amigos y dejan de serlo con facilidad, pues
el sentimiento cambia fácilmente.
129 La amistad perfecta es la de los hombres bue-nos e iguales en virtud, porque
estos quieren el uno para el otro lo auténticamente bueno. Como la virtud es
permanente, estas amistades también lo son, además de útiles y agradables. Es
natural, sin embargo, que tales amistades sean raras, porque los hombres no
suelen ser así. Además, requieren tiempo y trato, pues no es posible conocerse
en poco tiempo, ni tampoco aceptarse mutuamente como amigos hasta que cada uno
se ha mostrado al otro como digno de afecto y confianza. Los que se apresuran a
cambiar entre sí pruebas de amistad quieren, sin duda, ser amigos, pero no lo
son aún, porque el deseo de amistad surge rápida-mente, pero la amistad no.
130 Solamente la amistad entre hombres buenos está fuera del alcance de la
calumnia, porque no es fácil creer lo que nadie diga sobre un amigo a quien uno
mismo ha puesto a prueba durante mucho tiempo. Además, en los buenos se da la
confianza mutua, y la imposibilidad de agraviarse, y todas las demás cosas que
se consideran requisitos de la verdadera amistad. En cambio, en las otras
amistades nada impide que surjan estos males.
131 El bueno, al hacerse amigo de alguien, se con-vierte en un bien para aquel
de quien es amigo.
132 La distancia no impide la amistad, sino su ejercicio. Pero si la ausencia se
prolonga, también la amistad parece caer en olvido, y por eso se dice que la
falta de trato deshace muchas amistades.
133 Es claro que ni los viejos ni las personas de carácter agrio se prestan a
la amistad, porque es poco el agrado que puede encontrarse en ellos, y nadie
puede pasar mucho tiempo con una persona molesta o desagradable, pues la
naturaleza aspira a lo agradable.
134 Por eso los jóvenes se hacen pronto amigos, y los viejos no, y tampoco los
de mal carácter. Pueden tener buenos sentimientos y ayudarse mutuamente, pero
no serán del todo amigos, porque no les resulta agradable la mutua compañía y
no conviven mucho.
135 No es posible ser amigo de muchos con amis-tad perfecta, pues la intimidad
requiere tiempo y es difícil. En cambio, por interés o por pasarlo bien es
posible tener bastantes amigos, pues ambas condicio-nes las reúnen muchos y no
requieren mucho tiempo.
136 Los poderosos suelen buscar amigos útiles y frívolos: útiles para hacer
con habilidad lo que se les manda; frívolos para el placer. El hombre bueno no
suele hacerse amigo del poderoso, a menos que el poderoso le aventaje también
en virtud, y esto no es nada frecuente.
137 Las amistades mencionadas se apoyan en la igualdad: los amigos obtienen lo
mismo el uno del otro, y quieren lo mismo el uno para el otro. Pero también hay
amistades fundadas en la desigualdad, como la del padre hacia el hijo, la del
mayor hacia el más joven, y la del gobernante hacia el gobernado. En estos
casos no obtienen lo mismo el uno del otro, ni deben pretender-lo, pues en las
amistades fundadas en la superioridad el afecto debe ser también proporcional.
La proporción consiste en que el mejor recibe más afecto que profesa, porque
cuando el afecto es proporcionado al mérito se establece en cierto modo una
igualdad, característica necesaria de la amistad.
138 La importancia de la igualdad se pone de manifiesto cuando se produce entre
los amigos una gran diferencia en virtud, vicio, prosperidad o cual-quier otra
cosa: entonces dejan de ser amigos, y ni siquiera aspiran a serlo. Por eso es
tan difícil que un hombre normal sea amigo de un rey o de un sabio.
139 Preferimos ser queridos, pero la amistad consis-te más en querer. Como las
madres, que se complacen en querer sin pretender que su cariño sea
correspondido. Por eso, los amigos que saben querer, son seguros.
140 Los buenos amigos no hacen peticiones torpes ni se prestan servicios de esa
clase. Más bien impiden la torpeza, pues es propio de los buenos no apartarse
del bien, y no permitir que se aparten sus amigos.
141 El hombre íntegro hace muchas cosas en favor de sus amigos y de su patria,
hasta dar la vida si es preciso. Estará dispuesto a renunciar a las riquezas, a
los honores y a cualquier ambición, si fueran incompa-tibles con una conducta
noble. Preferirá poco tiempo de felicidad antes que toda una vida gris, y una
sola acción hermosa y grande antes que muchas insignifi-cantes. Si da su vida,
gana un gran honor. Si da su dinero, consigue que su amigo tenga dinero, y
alcanza la propia gloria. Puede llegar a no actuar para que actúe y se luzca su
amigo. A un hombre así, es lógico que se le considere bueno, pues elige y
antepone siempre lo más noble.
142 ¿Debemos buscar el mayor número posible de amigos, o un término medio
entre demasiados y nin-guno? Desde el punto de vista de la utilidad, lo mejor es
un término medio, porque corresponder a los servi-cios de muchos es trabajoso y
quizá imposible. Tam-bién para pasarlo bien son suficientes unos pocos, como
un poco de condimento en la comida. Si tenemos más amigos de los que
necesitamos, resultarán molestos y embarazosos.
143 Por tanto, el número de amigos debe ser limi-tado y relativo: el mayor
número con el que podamos convivir, ya que la convivencia parece condición
nece-saria de la amistad.
144 Por eso la amistad estrecha no se da con muchos, pues sería preciso
convivir mucho con cada uno, y por eso es correcto afirmar que el que tiene
muchos amigos no tiene ninguno.
145 Está claro que no es posible dedicar tiempo a muchos. Tampoco es fácil
identificarse con las alegrías y las penas de muchos, pues a veces hay que
alegrarse con unos y entristecerse al mismo tiempo con otros.
146 Como no somos capaces de amar a muchas personas, no parece posible ser muy
amigo de muchos. De hecho, una gran amistad sólo es posible con pocos. Y los
que tienen muchos amigos y los tratan familiar-mente, dan la impresión de no
ser amigos de nadie, y de obrar así por buena educación. Por cortesía y buen
carácter se puede llegar a tener muchos amigos, pero
no muchos íntimos. Tener amigos íntimos es, además, una suerte que no todos
tienen.
147 No hay amistad estable sin confianza mutua, y no hay confianza sin tiempo.
Por tanto, no hay amigos sin tiempo. El tiempo somete a prueba a la amistad,
como dice Teognis: -No puedes conocer la mentalidad de un hombre o de una mujer
antes de ponerlos a prueba como a una bestia de carga. El tiempo revela al
amigo, y la desgracia pone de manifiesto quiénes no son realmente amigos.
148 Algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano
bastara desear la salud.
149 Para que alguien sea un verdadero amigo, no sólo debe ser bueno, sino
también bueno para ti.
150 ¿Necesitamos más a los amigos en la prosperidad o en la desgracia? En
ambas situaciones los buscamos: para pedir ayuda o para compartir la alegría.
Pero es más necesaria la amistad en el infortunio, y más noble en la
prosperidad. Y la presencia de los amigos es grata tanto en los buenos momentos
como en los malos. El amigo consuela con la presencia, y también con la palabra
oportuna.
151 Nadie desea entristecer a los amigos con las propias desgracias. Por eso los
hombres fuertes procuran evitar que sus amigos tomen parte en sus penas, y no
admiten compañeros de duelo. En cambio, las mujeres y los hombres que se
parecen a ellas, se gozan en tener quienes se lamenten con ellos, y los quieren
como amigos por ser partícipes de su dolor.
152 La presencia de los amigos en los momentos buenos supone disfrutar juntos y
tener conciencia de que ellos se alegran con nuestra alegría. Por eso parece
que deberíamos invitarlos en esas ocasiones, y evitar en lo posible que
participen en nuestras desgracias, porque los males se deben compartir lo menos
posible. Sí debemos acudir a ellos cuando, a costa de una pequeña molestia
suya, pueden hacernos un gran favor.
153 Por nuestra parte, deberemos acudir en su ayuda de buena gana, antes de que
nos llamen. Eso será grato para ambos y más noble. Participaremos con gusto en
las alegrías, pues también en ellas se necesita a los amigos. Y seremos lentos
en aceptar favores, porque no es noble estar ansioso de beneficios. Cuidaremos,
sin embargo, no caer en el extremo de rechazarlos con displicencia y por
sistema, como algunas veces ocurre.