FUNCIÓN EDUCATIVA DE LAS LEYES

154 Hemos hablado de la felicidad y del placer, de las virtudes y de la amistad. Pero cuando se reflexiona sobre algo tan práctico, lo importante no es teorizar sino llevar a la práctica lo que se dice. Porque no basta conocer la virtud: hemos de procurar vivirla.

155 Silos razonamientos bastaran para hacer buenos a los hombres, los compraríamos a cualquier precio. Pero no es así. De hecho, sirven para estimular a los jóvenes idealistas y a las personas nobles; en cambio, resultan ineficaces para corregir la conducta de la mayoría, que no se aparta del mal por vergüenza sino por temor a la ley. Porque la mayor parte de los hombres viven a merced de sus pasiones, buscan los placeres, huyen de los dolores y no tienen ni idea de lo que es verdaderamente hermoso y agradable, pues no lo han probado nunca.

156 No es nada fácil desarraigar con razones lo que está arraigado con hábitos en el carácter.

157 Se puede ser bueno por naturaleza, por hábito y por educación. Pero los buenos por naturaleza se lo deben a los dioses, no a sí mismos.

158 El razonamiento y la instrucción mejoran a los hombres cuando la conducta ha sido previamente abonada por los hábitos, como tierra destinada a la siembra, para querer lo que se debe querer y rechazar lo que se debe rechazar. Porque quien sigue a sus pasiones no sigue a su razón, y ni siquiera la comprende.

159 La vida templada y firme no es agradable al vulgo, y menos a los jóvenes. Por eso es preciso que la educación y las costumbres estén reguladas por leyes, pues lo que se hace habitual deja de ser penoso. Y no basta la buena conducta durante los años jóvenes: es preciso mantenerla en la madurez. También entonces necesitamos leyes, y durante toda la vida, porque los hombres obedecen mejor con órdenes y castigos que con razones y bondad.

160 Por eso se piensa que los gobernantes deben animar a los que ya obran bien. En cambio, deben corregir y castigar a los que no cumplen las leyes, y desterrar a los delincuentes incorregibles.

161 Un particular no puede obligar a los demás, y se hace odioso si lo intenta. En cambio, la ley es buena porque puede obligar, y porque refleja cierta pruden-cia e inteligencia. Por eso es evidente que la sociedad necesita leyes, y leyes buenas si quiere funcionar bien.

162 Pero la mejor educación se logra en el seno de la familia, gracias a la palabra y a las costumbres del padre, porque los hijos aman a sus padres y les obede-cen por naturaleza. Además, la familia educa mejor que el Estado porque conoce personalmente a cada uno de sus miembros, y sabe lo que más le conviene, como el médico o el entrenador que proponen diferentes remedios y planes de entrenamiento.

163 Hemos hablado de cada una de las virtudes. El que consigue practicar todas, manifiesta una exce-lencia que llamaremos nobleza. La nobleza es la virtud perfecta, y consiste en vivir según el principio rector. El hombre, en efecto, se compone de una parte que manda y de otra que obedece, y la segunda está en función de la primera, como la medicina está en fun-ción de la salud. Nuestra facultad superior es la facul-tad contemplativa, y los bienes naturales -riquezas, amigos y demás - deben buscarse como camino hacia la contemplación de las verdades últimas. El hombre es espectador de la verdad, y todo lo que por exceso o defecto impida la contemplación de la divinidad, será malo. Por eso, la mejor norma para el alma será percibir lo menos posible su parte irracional.