LUNES DE LA SEMANA 34ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Dn 1, 1-6.8-20

1-1.

El capítulo primero de Daniel expone el marco histórico en que se desarrollará la acción de Daniel -la actividad de los judíos en el ambiente pagano del exilio babilónico- y mantiene una tesis central: que podemos y debemos servir al mundo en que vivimos (vv.4/17-20), pero sin identificarnos con él ni llegar a un compromiso que nos haga perder nuestra peculiaridad (v.8). Esta peculiaridad la pone el relato concretamente en la negación a tomar de los manjares del palacio sea porque hubieran sido sacrificados antes a los dioses de la ciudad, sea porque pertenecieran a animales vedados en la ley judía. Todo esto será superado en la nueva alianza (cf. Hch 10. 9ss y los matices de 1 Co 10. y Rm 14. 1ss) pero no deja de ser aquí el modo de manifestar la confianza de que ese orden de la fe es superior al orden del poder y de las manifestaciones seculares que nos pueden deslumbrar. De hecho se resalta cómo Dios bendice con el éxito (vv. 15/7/19-20) si bien Daniel es el primero en admitir que no siempre Dios traducirá necesariamente su bendición en éxito mundano (cf. 3. 18: "y si Dios no quisiere...")

COMENTARIOS BIBLICOS-5.Pág. 343


1-2.

En la última semana del «año litúrgico», la Iglesia nos propone unos textos "escatológicos», es decir, que evocan el «fin de los tiempos». La Historia humana avanza hacia un final. Con Jesús, ha llegado el gran giro de la historia. Nos encontramos ya en los «últimos tiempos» anunciados por los profetas; pero esperando la «manifestación definitiva» del Reino de Dios.

Esta semana leeremos algunas páginas del Libro de Daniel. Vivía éste alrededor de los años 170 antes de Jesucristo. Cuando Palestina estaba «ocupada» y "administrada" por el rey Antíoco Epifanes, que trataba de imponer las costumbres griegas. Es una época de mártires -recordemos el Libro de los Macabeos-. El Libro de Daniel se escribió para animar a los "resistentes" a guardar la integridad de su Fe.

-Cuatro jóvenes... Daniel Ananías, Misael, Azarías.

El autor del libro cuenta una historia edificante -se trata de una parábola- que se sitúa ficticiamente en el momento heroico de la cautividad en Babilonia, en el período en el cual el Pueblo de Dios se verá afrontado a los paganos y perseguido.

El relato dice así: «...érase una vez tres jóvenes que habían sido llevados a la fuerza a la corte del rey Nabucodonosor, y que este rey pagano quería convertir a la manera pagana de vivir..." Y la historia continúa.

Yo también, Señor, he de vivir mi Fe en un contexto pagano. Vivo en medio de gentes que no tienen Fe... o, por lo menos, de gentes para las cuales el evangelio no es -o es muy poco- la regla de vida: la falta de fe, el ateísmo, el materialismo, me rodean y me influyen, a pesar mío.

Acepto, Señor, contemplar ese contexto de vida. No para juzgar y condenar a mis hermanos, sino para preguntarme si soy fiel a mi Fe y al tipo de vida que ella exige.

-Se les enseñaba la escritura y la lengua de los caldeos... Se les asignaba una ración diaria de los manjares y vinos del rey.

El paganismo, el olvido del verdadero Dios, pasa concretamente, por una serie de pequeños detalles, aparentemente faltos de importancia, de los modos de vivir.

¿Cuáles son los detalles que me siento inclinado a adoptar y que HOY, en el siglo xx, me desviarían hacia la no-fe? No dudo en buscarlos en las cosas más ordinarias: detalles de vestuario, compras, organización de mis fines de semana, gustos, elección de emisiones...

En todo esto puede estar en juego mi «fidelidad a Dios».

-Los tres jóvenes eligieron «rechazar» los alimentos paganos.

Al cabo de diez días tenían mejor aspecto y muy buena salud.

La demostración que trata de hacer Daniel a través de este relato gráfico es la siguiente:

¡Los que siguen la Ley de Dios no perjudican su salud ni su moral! Después de todo, vivir como buen cristiano no conduce a ser un "disminuido" un «desgraciado», al contrario. Los tres jóvenes, viviendo de legumbres, verduras y agua fresca, tienen buen aspecto y muy buena salud, a pesar de las renuncias aceptadas por su Fe.

Es un símbolo. Y ¡cuán elocuente!

A los paganos que nos ven vivir, no ha de parecerles la Fe como restrictivo, rebajante, insana, triste. Es esencial que la «manera de vivir según Cristo» aparezca como expansiva: ¡formadora de hombres y mujeres serenos, abiertos y más «cabales»!

Señor, aprovecho esta lectura-contemplación, para preguntarme qué rostro presento a los que me rodean. ¿Qué rostro presento de tu religión? ¿Qué piensan de mi Fe los que me ven vivir? ¿Soy un cristiano abierto? ¿o un cristiano sombrío, taciturno?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 404 s.


1-3. /Dn/01/01-21

Si bien el libro de Daniel es muy difícil en lo que concierne a su historia, no resulta tanto en su contenido teológico. Ciertamente dicho libro inicia la teología apocalíptica, que habla por medio de símbolos y visiones espectaculares, pero, si sabemos leerlo bajo su debida perspectiva, se dilucidan muchas cosas.

Casi siempre el protagonista es Daniel. A veces aparecen sus compañeros. Y siempre Daniel tiene razón por el hecho de ser fiel servidor de Dios.

El mismo nombre de Daniel (Dios es mi juez) es un símbolo para indicar que, en cada momento de la historia, en el fondo está Dios como el gran protagonista que lleva el mundo adonde quiere y que los hombres únicamente son sus instrumentos. Pero, de hecho, lo que cuenta es la fidelidad a sus preceptos.

Daniel, hombre o ficción -eso no importa- da nombre a uno de los libros más conocidos gracias a la iconografía y a las gestas heroicas de su protagonista. Su vida es fabulosa y está siempre protegida por Dios, incluso en medio de los grandes Imperios paganos.

Nabucodonosor hacía años que había muerto cuando fue escrito el libro, pero quedó a modo de un mito para el pueblo judío, ya que él había destruido Jerusalén. El autor tiene la osadía de presentarlo como opresor del pueblo y de demostrar que un hombre joven como es Daniel, si confía en Dios, puede desafiarle con éxito. Se cumple lo que dice el salmo 119: la ley de Dios hace más prudentes que los sabios.

En el texto de hoy, unos jóvenes son invitados a desobedecer a Dios. Puede que bajo la presión de Antíoco, los judíos se veían obligados a comer carnes impuras. Pero he aquí que unos muchachos judíos de Babilonia se abstienen y, con ello, su cuerpo y su espíritu alcanzan mayor hermosura.

Si el autor es integrista, posee ciertamente una fe muy luminosa. El problema no tiene una solución única, pero la fidelidad a Dios, en realidad, no es negociable.

J. MAS BAYÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 424 s.


2.- Ap 14, 1-3.4b-5

2-1. VIRGINIDAD/IDOLATRIA

Juan ha explicado que dos bestias (el paganismo y el Imperio romano) se enfrentan con el reino del Cordero sobre la historia (Ap 13, 9-16). Este está sobre el monte Sión con su pueblo que le prestó su adhesión y que constituye un pequeño Resto perdido en el mundo enteramente dominado por las dos bestias enemigas.

Este Resto se compone, sobre todo, de vírgenes (v. 4a, que no se lee en la lectura de hoy); Juan hablará también de mártires (cf. Ap 7, 14). Para él, la virginidad es lo contrario de la idolatría que es, efectivamente, presentada como una prostitución en el Antiguo Testamento. Los ciento cuarenta mil son vírgenes porque se negaron a adorar a la Bestia. La virginidad, como el martirio (Ap 7) es la característica del pueblo de Dios en la medida en que él rompe con el culto a los falsos dioses y a los poderes terrestres.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág 273


2-2.

Estamos en la última semana del año litúrgico. Juan, en el Apocalipsis, para volver a dar ánimo y esperanza a los perseguidos, les "hace ver" a través de símbolos expresivos el término de la historia, el objetivo final... No nos paremos en esos símbolos, tratemos más bien de contemplar, también nosotros, "aquello hacia lo cual nos encaminamos"... y que esto ilumine el HOY de nuestras pruebas terrestres, pasajeras.

-Vi al Cordero, de pie sobre el monte de Sión.

Quiero contemplar a Cristo de pie... en la gloria del cielo.

A Jesús que fue inmolado, que terminó su vida terrestre en la ignominia del fracaso, como un condenado a muerte, rechazado de su pueblo, abandonado de sus amigos... el "Cordero conducido al matadero, mudo ante aquellos que le atormentaban"... y HOY ¡feliz, victorioso, de pie! Es el "Cordero Pascual" la víctima voluntaria, que ha "ofrecido" su vida, que ha "entregado" su cuerpo y su sangre: cada misa es el signo del sacrificio que hizo de sí mismo, por nosotros, porque nos ama.

-Y he visto, con El, ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente, "su nombre y el de su Padre".

Ciento cuarenta y cuatro mil... No hay que tomar esa cifra al pie de la letra. Es también una cifra simbólica. Doce es la cifra de Israel. Ciento cuarenta y cuatro mil es el cuadrado de doce: doce multiplicado por doce. Mil representa una cantidad muy grande.

"He visto ciento cuarenta y cuatro mil alrededor del Cordero" = "He visto el nuevo Israel, el pueblo de Dios, innumerable". Hoy diríamos: "He visto millones y millones de cristianos".

La víctima del Calvario ya no está abandonada, en la soledad del Gólgota: Jesús está ahora «rodeado» de millones de amigos y hermanos, que llevan todos «su nombre», son unos «cristos», unos «cristianos».

Quiero contemplar el proyecto de Dios cumplido: Innumerables hombres y mujeres introducidos por «su Hijo» en su propia familia, en sus relaciones... un Dios Padre, cuya paternidad es infinita, y que ha dado su vida y su nombre a múltiples hijos... una humanidad «hija de Dios», amada de Dios... unos hombres que llevan «marcada la frente» por Dios, de una dignidad infinita...

Quiero levantar «esa» frente donde tu Nombre está inscrito: es mi mayor dignidad, en mi pobreza y mis limitaciones. Quiero también trabajar en el mundo que me rodea por el respeto y la dignidad inaudita de cada uno de mis hermanos.

Y oí un ruido como de grandes aguas... Como el fragor de un trueno... Como muchos citaristas que tocaban sus cítaras.

Los símbolos se acumulan, incoherentes, contradictorios... pero esto no tiene importancia: lo que Juan quiere decir está muy claro en su mente. Estos hombres reunidos en torno a Cristo no están pasivos, abren la boca, cantan, dan gritos de alegría, exultan como una avalancha de las aguas del torrente imposible de contener, de ello resalta el potente fragor del trueno y ¡la dulce armonía de una orquesta de cítaras! Quiero contemplar la «alegría» de la humanidad en su plenitud.

Nadie podía aprender aquel cántico, salvo los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron rescatados.

¿Seré uno de ellos, Señor? ¿del número de los que oyen, de los que comprenden? La historia de la humanidad es incomprensible, inaudible para los que no tienen Fe...

Hay hombres cuyos oídos son sordos a la música que Dios ejecuta con la humanidad rescatada. Abre sus oídos, Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 404 s.


2-3. /Ap/14/01-13

La antítesis entre los primeros versículos de este capítulo y la narración del capítulo precedente pone de relieve la oposición tajante que hay entre la bestia y sus seguidores y el Cordero y los suyos. A través de unas descripciones paralelas se resalta la separación radical entre «los habitantes de la tierra», adoradores de la imagen idolátrica, y los ciento cuarenta y cuatro mil escogidos, propiedad indiscutible del Padre y del Cordero (o sea, del Hijo).

Estos ciento cuarenta y cuatro mil -ya se ha dicho que la cifra no tiene un valor numérico preciso- son los cristianos que han permanecido fieles hasta el final, hayan sido o no mártires (expresión máxima del testimonio). Ellos guardan la fe y los mandamientos, han sabido responder a la elección divina y son ahora los primeros en compartir la victoria del Cordero. Su actitud martirial, modelo y punto de referencia, puede describirse con tres características: siguen al Cordero adondequiera que va, tal como los Doce iban siguiendo a Jesús por los caminos de Palestina ("los dos discípulos... siguieron a Jesús": Jn 1,37; «dejaron al instante las redes y le siguieron»: Mt 4,20); aman la verdad, no han querido profesar la falsa doctrina de Satanás y la bestia; son vírgenes, porque no se han prostituido en la adoración de las imágenes idolátricas y han rehusado hacer el juego colaboracionista y alienador al Imperio.

La segunda visión hace referencia precisamente a la conducta de los idólatras, a quienes se dirige el juicio de Dios. Tres ángeIes lo pregonan. El primero anuncia el evangelio eterno; el mensaje fundamental de Jesús sobre el reino de Dios es proclamado ahora con la fuerza que le da la próxima realización definitiva. La invitación última dirigida a todos («respetad a Dios y dadle gloria»: v 7) es un eco de la primera palabra de Cristo («enmendaos y creed en el evangelio»: Mc 1,15). El segundo ángel esparce la noticia de la caída de Babilonia (el Imperio Romano), orgullosa de su poder y autosuficiente ante el Dios único. El tercer enviado predice el castigo terrible de los adoradores de la bestia a base de las comparaciones veterotestamentarias del fuego, del azufre y de la copa de la cólera del Señor, que contiene el vino de la ira de Dios -en contraposición con el vino orgiástico de los que se han prostituido al servicio de la bestia-. Mientras que a éstos les está reservado un tormento eterno («día y noche») en la Gehenna, los santos celebrarán un culto también eterno ("día y noche": Ap 7-15) en el templo de Dios.

Según la bienaventuranza final, tan maravillosa, los que al morir sellan su testimonio son ya ahora bienaventurados, es decir, participan de la alegría y del reposo eternos. Han sufrido como sufrió el Cordero. Desde ahora, pues, son glorificados con él en el reino del Padre.

A. PUIG
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 602 s.


2-4. /Ap/14/01-05   /Ap/19/05-09

La Iglesia celebra la gloria de sus doctores. Y el cuadro de la visión apocalíptica del texto de hoy le sirve para manifestar la estima en que los tiene. Con todo, no es precisamente su ciencia ni el alcance de sus conocimientos el primer motivo para ensalzarlos. Lo hace, más bien por el hecho de llevar escrito en su frente el nombre del cordero y el del Padre. Esta es la señal que acredita que no han apetecido en la ciencia la propia gloria, sino la del Señor. Por eso sus voces, que se han alzado a lo largo de los siglos, han formado como un gran clamor de alabanza, resonante «como el estruendo de mar gruesa y como el estampido de un gran trueno», con toda su majestad, pero asimismo con la finura de «citaristas que tañían sus cítaras».

Los doctores constituyen el coro de los que cantan las alabanzas del Cordero ante su trono. Porque la ciencia y la sabiduría cristianas son «un canto nuevo». Su objetivo no es el de dominar a los hombres, sino el de liberarlos. Ellas mismas vienen a ser liberadoras de aquel que las cultiva. Llevan en su seno el dinamismo liberador del pensamiento, del esfuerzo escrutador de la mente, que eleva y transfigura, ante todo, a quien se les entrega plenamente, con generosidad y desinterés. A ése, la alada sabiduría le arrebata y se lo lleva, y le aligera de inquietudes efímeras, cautivadoras y aletargantes.

La sabiduría cristiana pretende ser, para quienes la buscan y aprecian, no un amor raquítico y fugaz, sino una sólida opción para toda la vida. Reclama, eso sí, una total entrega. Porque quien se le rinde no se pertenece ya a sí mismo, sino que realmente ha sido "comprado en el mercado de hombres". Es decir, la sabiduría cristiana, celosa cual ninguna, y encelada del que ha cautivado, se obstina en no compartir de modo alguno su amor.

Se aleja del corazón repartido. Diríase que hay en ella como un trasunto de virginidad, que busca penetrar y apoderarse del corazón de quienes la aman. A éstos sólo les exige que rehuyan toda falsedad, porque únicamente así podrá florecer en sus labios el «cántico nuevo».

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 871 s.


3.- Lc 21, 1-4

3-1.

Ver paralelo Mc, 12, 38-44 


3-2.

El episodio narrado en este pasaje acaba la serie de discusiones que Jesús mantiene con las sectas judías. Está directamente unido a la maldición de los escribas que roban a las viudas (Lc 20, 45-47). Estos dos textos del Evangelio ilustran la doctrina escatológica de los versículos siguientes (Lc 21, 2-36): los jefes del pueblo van a ser desposeídos de sus privilegios y se va a entregar en manos de los pobres la dirección del pueblo.

La antítesis ricos-pobres aparece frecuentemente en los discursos escatológicos de Cristo. Sigue el mismo procedimiento de las bienaventuranzas en donde la oposición entre ricos y pobres (Lc 6, 20-24) sirve para anunciar la inminencia del Reino y el cambio de las situaciones abusivas. No se trata tanto de hacer la apología o la crítica de una situación social existente cuanto de subrayar la transformación que la llegada de los últimos tiempos -aquellos que participan del modo de ser de Dios- llevará consigo en las estructuras humanas. Los primeros cristianos van a utilizar con frecuencia este procedimiento para explicar el hecho de que la Iglesia de los pobres ha ocupado el puesto de los jefes de Israel en la realización de los designios de Dios.

La viuda entrega su indigencia, en oposición a los ricos que entregan su poder y sus privilegios. Es decir, que ella contradice al proverbio según el cual sólo se da aquello que se tiene: ella, por el contrario, solo posee lo que ha dado.

¿Podemos ver ahí una imagen de Dios? Si El solo nos ha dado de su abundancia, está mejor representado por la imagen de los ricos que por la de la viuda y no se comprendería la importancia que Cristo da al gesto de esta última. ¿Y si Dios, El también, diera de su indigencia? ¿Si renunciáramos a lo que dice de Dios un determinado teísmo para fijarnos en lo que Cristo manifiesta con sus acciones? ¿No comprenderíamos entonces que ser Dios es servir y dar no de aquello que se tiene, sino de aquello que se es? Jesús, pobre y esclavo, no es un paréntesis en la vida de Dios, sino la condición misma de Dios; El no es un rico que ha venido a visitar las tierras subdesarrolladas de la humanidad, es esclavo porque su manera de ser Dios es la pobreza.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág 274


3-3.

Hemos llegado a la «última» semana del año litúrgico. Las últimas páginas que leeremos, del evangelio según san Lucas, se refieren a los últimos días de la vida terrestre de Jesús, justo antes de la Pasión.

Jesús, cercana su muerte, tenía plena conciencia de su «fin» humano.

Su último y gran discurso versa también sobre el «fin» de Jerusalén, y el «fin» del mundo...

Este es un pensamiento que no debo evitar.

Porque también yo camino hacia mi «fin»

-Jesús enseñaba en el Templo.

Antes de que hayan acallado su potente voz, esa voz que dice «las cosas de Dios», Jesús habla y enseña.

Después de haber hablado tanto, en los caminos, en los pueblos, a la orilla del mar, en las sinagogas provincianas, mirad, está enseñando «en el Templo». No desempeña ningún papel oficial, no es ni un «sacerdote del servicio» -sacerdocio levítico-, ni un «doctor de la Ley». No tiene derecho a entrar en el santuario, lo que es exclusivo del sumo sacerdote. No toma la palabra desde un lugar ritual, en el curso de un acto litúrgico. El, el Hijo de Dios, el Portavoz de Dios, se contenta con reunir a su alrededor, como lo hace un simple orador de paso, a los pocos oyentes que tengan a bien escucharle.

Es precisamente en el interior del recinto del Templo -y ese detalle es muy significativo: allí termina su misión- pero es también en espacio descubierto, en la explanada del templo o bajo una de sus columnatas.

-Alzando los ojos vio a los que depositaban sus ofrendas en el arca del Tesoro.

Los «ojos» de Jesús. Los contemplo.

Observo lo que hacen sus ojos.

Bajo el peristilo del templo, galería de columnas de mármol que adornaban la fachada, había, ante el vestíbulo de la «Tesorería», trece grandes arcas, cuya cubierta formaba un embudo o buzón de amplia ranura.

Un sacerdote de servicio se ocupaba de anotar el valor total de la ofrenda y la «intención» que le comunicaba el donante. Jesús lo está observando.

-Vio a los ricos que depositaban sus donativos.

Vio también a una viuda necesitada que echaba unos cuartos.

Dos «lepta»... dos «cuartos»... Las monedas más pequeñas de entonces.

Miro el gesto de los «ricos», como Jesús lo miraba.

Miro el gesto de la viuda, también, como Jesús.

Abre mis ojos, Señor, que sepa «mirar» mejor y en profundidad.

Escucho el ruidito, modesto y humilde, de las dos moneditas al caer en el arcón, en medio de las voluminosas ofrendas ya depositadas.

-Jesús dijo: «En verdad os digo: Esa pobre viuda ha echado más que nadie. Porque todos esos han echado de lo que les sobra, mientras que ella, de lo que le hace falta. Ha dado todo lo que tenía."

La mirada de Dios, la apreciación de Dios... ¡Cuán diferente es de la mirada habitual de los hombres! Dios ve de un modo distinto. Los ricos parecen poderosos, y hacen ofrendas aparentemente mayores. Pero, para Jesús, la pobre mujer ha dado «más». ¡Cuánta necesidad tenemos de cambiar nuestro modo de «ver», para ir adoptando, cada vez más, la manera de ver de Dios!

«Ella dio todo lo que tenía para vivir... dio de su indigencia»

¡Que la admiración de los que son discípulos de Jesús no se dirija nunca hacia los gestos aparentes, ostentosos sino hacia los pobres, los humildes, los pequeños! ¡Cuánta necesidad tenemos de un cambio en nuestros corazones!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 296 s.


3-4.

1. (Año I) Daniel 1,1-ó.8-20 a) El libro de Daniel, que leeremos en esta última semana del Año Litúrgico, sitúa sus relatos edificantes -no necesariamente históricos- en tiempos del rey Nabucodonosor, el que llevó al destierro al pueblo de Israel.

Pero su intención va para los lectores de la época en que se escribió, cuando el pueblo estaba sufriendo el ataque paganizante del rey Antíoco Epífanes hacia el 170 antes de Cristo. Por tanto, es contemporáneo de los libros de los Macabeos,

Daniel no es el autor del libro, sino su protagonista. Además del ejemplo de unos jóvenes en la corte real, el libro presenta unas visiones escatológicas referentes al final de los tiempos o a la venida del Mesías. Su estilo es el llamado "apocalíptico" o "de revelación", con visiones llenas de simbolismo sobre los planes de salvación que Dios quiere llevar a cabo en el futuro mesiánico, en el mismo tono como nosotros celebramos ayer la fiesta de Jesucristo Rey del Universo.

Tiene mérito la postura de fidelidad a su fe de estos cuatro jóvenes, a pesar de los halagos y del ambiente pagano de la corte real. Pero Dios está con ellos y tanto en salud como en sabiduría son los mejores de entre todos los jóvenes al servicio del rey.

b) La lección es clara para los judíos que estaban luchando por resistir a la tentación helenizante de Antíoco Epífanes. Les anima a que sigan teniendo esperanza y sean fieles a la Alianza, en medio de esa persecución, como lo fueron Daniel y sus compañeros en circunstancias parecidas o peores.

Pero también es estimulante para nosotros, los que sentimos la fuerza de atracción de los valores de este mundo, a veces muy diferentes de los que nos enseña la fe en Cristo. Lo de comer carne de cerdo o beber vino, es lo de menos: lo que importa es saber conservar el estilo de vida que comporta la Alianza con Dios, en contra de las costumbres de una sociedad pagana, significadas en esas normas. Los cristianos nos damos cuenta, sobre todo cuando escuchamos la Palabra de Dios, que no podemos seguir la mentalidad de la sociedad en que vivimos, aunque sea mayoritariamente aplaudida, si va en desacuerdo con el evangelio de Cristo.

Tendremos que aprender la lección de valentía y perseverancia que nos dieran el anciano Eleazar o la madre de los siete hijos, en tiempos de los Macabeos, o aquí estos cuatro jóvenes en la corte de un rey pagano.

Cada vez que en Laudes de los domingos cantamos el "cántico de Daniel y sus compañeros" -cántico que a lo largo de esta semana iremos desgranando como salmo responsorial- podríamos acordarnos de cómo ellos, envueltos en mil tentaciones más inmediatas y atrayentes, entonan una alabanza al Dios creador del universo, y tratar de imitar su fe y su capacidad de admiración de la obra de Dios.

1. (Año II) Apocalipsis 14,1-5

a) Naturalmente no podemos leer, en misa, todo el Apocalipsis. Vamos saltando capítulos. Hoy aparece "el Cordero, de pie, sobre el monte Sión", librando la gran batalla contra el mal.

Y con él "ciento cuarenta y cuatro mil: que llevan grabado en la frente el nombre del Cordero y el del Padre". El número no es aritmético, sino simbólico: doce por doce por mil. O sea, la plenitud aplicada a las doce tribus de Israel. Son los que han permanecido fieles y forman el cortejo triunfal de Cristo, las primicias de la humanidad salvada, los que no se han dejado manchar por la idolatría.

b) La visión es optimista, presidida por ese Cordero que conduce a los suyos a la victoria. Desde el Bautismo y la Confirmación, tenemos grabado en nuestras personas el nombre de Jesús y del Padre, y estamos marcados por su Sello, que es el Espíritu. Por tanto, estamos enrolados en el ejército del Cordero, que lucha contra el mal, con la esperanza de formar parte del pueblo de los salvados. Lo cual nos debe dar ánimos para seguir en la lucha, que para nosotros todavía no ha terminado. Algunos se quedan en el camino, engañados por el Malo. Otros muchos resisten y son fieles.

Vuelve a aparecer la "liturgia del cielo", que ya veíamos la semana pasada: con cánticos que sólo aprenden los rescatados de la tierra. Y además, se ve que los cantan con fuerza en sus gargantas: "un sonido parecido al estruendo de grandes cataratas y al estampido de un trueno poderoso: el son de arpistas que tañían sus arpas delante del trono".

Cuando en Vísperas entonamos a veces los cánticos del Apocalipsis -sobre todo el domingo, "La salvación y la gloria"- o cuando en Misa cantamos la aclamación del "Santo, Santo, Santo" en honor del Dios Trino, estamos sintonizando con otro coro que canta lo mismo, pero con voces más convencidas: la voz de la Esposa del Cordero, la comunidad de los ángeles y los bienaventurados, que participan en la gloria del Vencedor de la muerte. El camino nos lo dice ya el salmo: "el hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos, ese recibirá la bendición del Señor: éste es el grupo que busca al Señor".

2. Lucas 21,1-4

a) Ella creyó que nadie la veía, pero Jesús sí se dio cuenta y llamó la atención de todos.

Otros, más ricos, echaban donativos mayores en el cepillo del templo. Ella, que era una viuda pobre, echó los dos reales que tenía.

b) No importa la cantidad de lo que damos, sino el amor con que lo damos. A veces apreciamos más un regalo pequeño que nos hace una persona que uno más costoso que nos hacen otras, porque reconocemos la actitud con que se nos ha hecho.

La buena mujer dio poco, pero lo dio con humildad y amor. Y, además, dio todo lo que tenía, no lo que le sobraba. Mereció la alabanza de Jesús. Aunque no sepamos su nombre, su gesto está en el evangelio y ha sido conocido por todas las generaciones. Y si no estuviera en el evangelio, Dios sí la conoce y aplaude su amor.

¿Qué damos nosotros: lo que nos sobra o lo que necesitamos? ¿lo damos con sencillez o con ostentación, gratuitamente o pasando factura? ¿ponemos, por ejemplo, nuestras cualidades y talentos a disposición de la comunidad, de la familia, de la sociedad, o nos reservamos por pereza o interés? No todos tienen grandes dones: pero es generoso el que da lo poco que tiene, no el que tiene mucho y da lo que le sobra.

Dios se nos ha dado totalmente: nos ha enviado a su Hijo, que se ha entregado por todos, y que se nos sigue ofreciendo como alimento en la Eucaristía. ¿Podremos reservarnos nosotros en la entrega a lo largo del día de hoy?

Al final de una jornada, al hacer durante unos momentos ese sabio examen de conciencia con que vamos ritmando nuestra vida, ¿podemos decir que hemos sido generosos, que hemos echado nuestros dos reales para el bien común? Más aún, ¿se puede decir que nos hemos dado a nosotros mismos? Teníamos dolor de cabeza, estábamos cansados, pero hemos seguido trabajando igual, y hasta hemos echado una mano para ayudar a otros. Nadie se ha dado cuenta ni nos han aplaudido. Pero Dios sí lo ha visto, y ha sonreído, y lo ha escrito en su evangelio.

"Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, a ti gloria y alabanza por los siglos" (salmo I)

"Los rescatados de la tierra cantaban un cántico nuevo" (1ª lectura II)

"Esa pobre viuda ha echado más que nadie" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 316-319


3-5.

Ap 14, 1-3.4b-5: Los ciento cuarenta y cuatro mil es el símbolo de la totalidad del pueblo

Lc 21, 1-4: La pobreza y la generosidad van de la mano

El evangelio nos presenta a través de los ojos de Jesús una escena muy significativa.

Una viuda se acerca y deposita dos monedas de escaso valor, mientras los ricos depositaban en el cofre cuantiosas sumas. A los ojos de los humanos, los ricos eran generosos, a los ojos de Dios la única generosa era la viuda.

La viuda en su condición de mujer, pobre y marginada hacía un inmenso esfuerzo al depositar la ofrenda. Daba todo lo que tenía, el fruto de su trabajo que le era necesario para vivir. De este modo entregaba totalmente su vida al servicio de Dios, con modestia y humildad. Los ricos sólo daban algunos excedentes de sus lucrativos negocios; su ofrenda era el fruto de la explotación de los peones y esclavos.

Jesús aprovecha la situación para instruir a sus discípulos y discípulas acerca del valor de las ofrendas. La ofrenda de los ricos y poderosos viene manchada por el hambre y la indigencia de aquellos que han sido sometidos para que alguno alcance la riqueza. "El maldito dinero" sólo les ha servido a quienes lo poseen en abundancia para aumentar la riqueza pero no para incrementar la solidaridad (Lc 16, 9). Jesús pensaba que la nueva comunidad no se debía meter en este plan. Los discípulos de Jesús precisamente se debían distinguir por tener conciencia crítica ante esta situación y por plantear alternativas.

La actitud de la viuda, en cambio da pie para una enseñanza enteramente positiva. A Dios no le podemos ofrecer lo que nos sobra, aquello de lo que podemos prescindir. A Dios se le hace una verdadera ofrenda cuando damos, desde nuestra pobreza, lo que somos y tenemos. A Dios no le entregamos cosas, sino ante todo, nuestras vidas. Y se las entregamos no porque la consideremos de poco valor. Las donamos generosamente porque sabemos que el hará con ellas lo mejor para nosotros y para nuestra comunidad. Dios recibe nuestras vidas y las transforma en una ofrenda generosa y solidaria que alegra a toda la comunidad.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6.

Ap 14,1-3.4b-5: La visión de los 144.000 salvados.

Lc 21,1-4: La ofrenda de la viuda en el Templo.

Muchos grupos religiosos hablan hoy de la salvación, incluso hasta de números de salvados y la manera en que se salvarán. El fin de siglo es un caldo de cultivo para quienes tienen una visión fatalista de la historia y de Dios. Así, muchos hermanos y hermanas de nuestro Continente (y aun perteneciendo a nuestras comunidades), son invadidos por temores de amenazas apocalípticas.

Grupos que van por las casas de nuestros vecinos acosan con mensajes que nada tienen que ver con el Dios de la Biblia.

El libro del Apocalipsis les sirve de instrumento. Y una carencia en el trabajo popular con este libro hace que no se llegue a interpretar su mensaje de salvación y esperanza.

Los 144.000 de este pasaje, símbolo de la multiplicidad de las personas salvadas, ha causado muchos interrogantes. El libro del Apocalipsis es un libro cargado de simbolismo.

Este número es producto de la multiplicación del número 12 (en referencia a las Doce Tribus de Israel) por 2 (símbolo del Nuevo Pueblo de Dios) y nuevamente por 1.000 (referencia a una cantidad incontable) y no una cantidad predeterminada de salvados.

De hecho, la condición de salvación no está en una predestinación de Dios sino en la opción que quienes han sido salvados habían hecho al seguir al Cordero en el testimonio con sus vidas.

La imagen que el libro del Apocalipsis presenta en la lectura de este día es, contrariamente a lo que proponen esos grupos religiosos del temor, un llamado a la esperanza.

Ellos cantan un Canto Nuevo, el canto del triunfo, que gozosamente emerge no sólo de sus bocas sino de lo más hondo de sus corazones. Han sufrido persecuciones, han padecido el martirio, han debido soportar difamaciones provenientes del imperio del mal , han muerto por sus ideales de un Mundo Nuevo y Reconciliado. Ahora les toca cantar. Es el canto del pueblo liberado, igual que el canto que surgió de los labios del pueblo que salió de la opresión de Egipto, igual que el canto de María ante Isabel, igual que el canto de las fiestas de nuestros pueblos. Porque la liberación no terminar á en nuevas opresiones, ni en un acto de venganza. La liberación culminará con una Fiesta, junto a Dios, junto al Cordero, en el Trono Eterno.

Los que cantan no han sabido de mentiras, no tuvieron dobleces en sus opciones. Se han “jugado” por entero. Y ahora les toca cantar.

Por eso es un llamado a la esperanza. Porque mientras que estamos en el exilio de las opresiones a nuestros pueblos, sentimos y sabemos que esa situación no es eterna. La palabra de Dios se cumplió en los que supieron dar su vida por el pueblo, y se cu mplirá en quienes hoy caminan dolorosos por el camino del compromiso evangélico. El salmista también cantaba, en tiempos del exilio en Babilonia:

¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! ¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas” (Sal 126,3-6).

Y sabía que su retorno a la tierra no era una ilusión sino una esperanza fundada en la promesa del Dios de la Alianza.

Hoy también creemos lo mismo. La Palabra de Dios no es una ilusión, ni un sueño. Creemos en la utopía de esa Palabra realizada. Y por eso luchamos para su cumplimiento. No solamente para “el más allá”, sino que esperamos que los cantos de nuestros pueb los sean, algún día, un canto de victoria.

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3-7. CLARETIANOS 2002

La celebración de Cristo Rey despierta en mí dos sensaciones. Por una parte, un cosquilleo acelera la prisa con la que hago normalmente las cosas. Y, por otra, deseo tender un puente de domingo a domingo, como si estos días últimos del año litúrgico fueran un puro relleno para preparar el paso siguiente del Adviento, tiempo engullido por la navidad del escaparate.

Mi tentación es dedicar el tiempo libre a desempolvar el tomo uno de la Liturgia de las Horas y a preparar la audición del Mesías de Händel. Pero mira por dónde, obligado a pararme ante la Palabra, me sorprende el testigo Juan. Repetidamente reclama atención: Yo, Juan, vi; yo Juan, oí. Nos invita a ver y oír los días de los últimos tiempos. Y yo enredado en esta historia local y alocada.

Hoy, Juan, ve a ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabado en la frente el nombre de Jesús, el Cordero y el nombre de su Padre. A través de los ojos de Juan, veo los rostros de los adolescentes con quien comparto la búsqueda de su verdad, y entre ellos a los pocos que "llevan con valentía en su frente el nombre de Jesús".

Juan oye un sonido de arpas y de voces que bajaba del cielo. Era la voz de los salvados. En sus labios no se encontró mentira. A través de los oídos de Juan, oigo las voces adolescentes que hablan de sus cosas y aclaran sus medias verdades.

Vidas adolescentes paralelas a las de los adultos, unidas en el mismo proceso educativo que culmina con la bendición del Señor para quien vive con manos inocentes, corazón puro, y no confía en los ídolos.

También Jesús alza la mirada y ve a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; ve también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas. Unos echan como donativo de lo que les sobraba, y la viuda, en cambio, echa de lo que necesitaba para vivir. Ya lo decían los antiguos: "Nada vale quien nada ama" (Plauto). "Creo que no hay nada difícil para el que ama" Cicerón).

Concédenos, Señor, en esta jornada, descubrir los colores de la vida adolescente, su verdad; sus colores irisados, deslumbradores, centelleantes, como el color de una mirada o el color de una sonrisa o el color de un bonito recuerdo.

Miguel, cmf. (cormariam@planalfa.es)


3-8. 2001

COMENTARIO 1

DIOS NO VALORA LA CANTIDAD, SINO LA CALIDAD DE LA OFRENDA

«Alzando los ojos, vio a los ricos que echaban sus donativos en el tesoro del templo; vio también a una viuda muy pobre que echaba dos reales» (21,1-2). 'Alzar los ojos', 'ver', son medios estilísticos equivalentes al 'y mira', es decir, son una forma de llamar la atención al lector. Sin embargo, esta vez son los ojos de Jesús los que contemplan la realidad de distinta manera de como lo hace la sociedad. A través de los ojos de Jesús se nos invita a contemplar la distancia abismal que existe entre estos dos personajes: «Esa viuda, que es pobre, ha echado más que nadie, os lo aseguro» (21,3). La fórmula 'Os lo aseguro' sirve para recalcar la importancia de ese dicho. En el reino de Dios los valores se invierten: «Porque todos ésos han echado como donativo de lo que les sobra, pero ella ha echado de lo que le hace falta, todo lo que tenía para vivir» (21,4). La viuda repre­senta a Israel, el pueblo falto de todo, dejado en la estacada por sus dirigentes, pero que lo da todo a Dios, mientras que éstos, representados por los ricos, solamente dan de lo que les es super­fluo. La lección va dirigida a los discípulos.

A través de los discípulos se nos invita a dar a Dios, es decir, a poner al servicio de Dios, todas nuestras cualidades y potencia­lidades. Dios no valora, como hacemos nosotros, lo que aparece -y menos todavía la ostentación de los ricos-, sino las dispo­siciones interiores de la persona. Israel, a pesar de su indigencia, está bien dispuesto. De hecho, es el pueblo el que impide, con su presencia y avidez de escuchar, que los dirigentes lleven a cabo su conspiración contra Jesús. Lucas insiste en los rasgos positivos del pueblo sencillo. Su situación es desesperada. La alianza con Dios, 'su marido', se ha ido al traste por culpa de la prevaricación de sus jefes religiosos y políticos. Debe hacer una opción por la causa del reino que Jesús le propone. Es la única vía de salvación que le queda si quiere liberarse de esta penuria e indigencia que ya le es proverbial. ¿Lo hará? De mo­mento escucha atentamente. Veremos más adelante hasta qué punto se dejará influir por sus dirigentes.


COMENTARIO 2

Cada uno de nosotros debe medir su propia relación religiosa a partir de las dos formas de la donación que aparecen en este pasaje evangélico. Dichas formas se distinguen entre sí en cuanto son capaces de colocar a la propia persona implicada de forma integral o sólo de manera parcial.

Podemos multiplicar las ofrendas a Dios y, sin embargo, estas pueden continuar situándose en la periferia de la vida. Tales ofrendas no tienen valor a los ojos de Dios ya que esconden una voluntad dirigida a retener para nosotros mismos lo que consideramos de verdadero valor.

Frente a esta actitud se nos propone hacer propio el gesto de la viuda. En ella, el don brota de su voluntad decidida de ofrecimiento total a Dios. Es este ofrecimiento la verdadera medida del valor de nuestras acciones religiosas. En ellas no cuenta el valor que las cosas tienen o pueden tener en la economía de mercado.

Los bienes manifiestan así su valor relativo. Este término no indica ningún juicio de valor sobre la mayor o menor importancia de ellos. Con él expresamos que todo su valor está dado a partir de la relación con las personas que participan de la comunicación religiosa. En primer lugar, por tanto, el valor auténtico de los bienes nace de la referencia que ellos tienen con la vida del hombre y con el compromiso de éste con Dios. En segundo lugar, es desde éste, Valor Absoluto, desde donde nace la verdadera medida de valoración de todo lo creado.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. 2001

El evangelio nos presenta una escena conocida: la ofrenda de la viuda. Jesús introduce esa perspicaz distinción: los demás dieron de "lo superfluo"; ella dio de "lo necesario". Magistral.
Tras haber censurado el comportamiento de los fariseos "que devoran los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones" (Lc 20,47), Jesús, en el evangelio de hoy, elogia la actitud de la viuda pobre que "ha echado todo lo que tenía para vivir". Esta historia forma parte de sus enseñanzas en el templo de Jerusalén. Lucas deriva el relato del que aparece en Mc 12,41-44, que ya comentamos en el domingo XXXII. El episodio no figura en Mateo. Se trata técnicamente de un "apotegma biográfico" del que pueden extraerse varias enseñanzas:
a) lo que mide verdaderamente un don no es la cantidad que se da sino la que uno se reserva para sí;
b) lo que importa no es tanto la cantidad cuanto el espíritu con el que se da;
c) el verdadero don es dar todo lo que uno tiene;
d) las ofrendas tienen que corresponderse con las posesiones. Parece que el acento de Jesús se centra en la primera. Al elogiar el comportamiento de la viuda Jesús pretende, en el fondo, criticar la conducta de los líderes religiosos que utilizan la religión para lucrarse.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Lunes 24 de noviembre de 2003. Andrés Dung Lac, Flora

Dn 1, 1-6.8-20: Los jóvenes hebreos en la corte de Nabucodonosor
Interleccional: Dn 3, 52.54-56
Lc 21, 1-4: El óvolo de la viuda

Jesús está en el Templo enseñando al pueblo. Pero no sólo enseña, también observa. Y todo lo mira desde la perspectiva del pobre. Está frente al arca del Tesoro, donde los judíos echaban sus donativos. Jesús discierne la realidad que está viendo, desde la perspectiva de una viuda pobre. El Templo en aquel entonces no era sólo un lugar de culto. Ahí estaba el arca del Tesoro, que funcionaba como un Banco Central. También en el Templo estaba el Sanedrín, que era el poder político; y ahí estaba la guardia. El centro era ciertamente el espacio dedicada al culto. En el Templo por lo tanto se concentraba todo el poder económico, político, militar y religioso. Toda esa realidad Jesús la observa y la juzga desde la perspectiva de una viuda pobre.

El centro de atención de las multitudes que acudían al Templo debió ser los donativos de los grandes ricos. Para la fiesta de Pascua acudían a Jerusalén unos 300 a 400 mil peregrinos. El Templo era para los judíos un motivo de orgullo y la grandeza del Templo dependía en gran medida de las donaciones de las familias ricas. En esos tiempos de dominación imperial romana, el templo representaba además la identidad y la resistencia del pueblo de Israel. Por eso los que donaban dinero al Templo eran muy apreciados, no sólo por razones religiosas, sino también por razones políticas. Los pobres, tipificados en la Biblia por los huérfanos, las viudas y los extranjeros era una multitud despreciada e insignificante.

Jesús, en medio de esa multitud de peregrinos, no sólo se fija en la viuda pobre, sino que también hace público y visible un juicio y una valoración diferente de todo el sistema económico, político y religioso del Templo. Jesús dice algo extraordinario: la viuda pobre ha echado en el tesoro del Templo más que todos los demás. Los ricos han donado lo que les sobraba, la viuda ha echado lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir. Desde la viuda pobre Jesús ha cuestionado todo el sistema del Templo, ha hecho un análisis radicalmente diferente de esa realidad global y ha hecho un juicio que subvierte los valores que sostenían y legitimaban toda la institución económica, política y religiosa del Templo. Jesús no desarrolla una alta teología o una larga discusión sobre la ley y los Profetas, sino que simplemente se fija en la viuda pobre y desde ella hace un juicio profético que subvierte toda la realidad del Templo. Su argumento principal es la viuda pobre. Ya en Lc 18, 1-8 también una viuda pobre e insistente ante el juez había sido su referencia principal para valorar el clamor de los pobres ante Dios.


3-11. DOMINICOS 2003

 Habla el profeta Daniel
En la liturgia de la palabra de hoy se da comienzo al libro de Daniel. Este libro, escrito probablemente en el siglo II antes de Cristo, tiene rasgos de carácter profético, junto a otros de carácter hagiográfico, pero predominan en él los que son peculiares del género de escritos que se enmarcan dentro de la “literatura apocalíptica”. Propio de esta literatura es hacer referencia a algunos hechos concretos, históricos, del pasado, tomándolos como anunciadores de un futuro incierto, futuro que después -poco a poco- se va clarificando parcialmente.

En su aspecto histórico, el libro de Daniel se refiere a los imperios que han dominado al pueblo elegido, desde el babilónico hasta el de los seléucidas; y, en su aspecto profético, anuncia confusamente la inminencia de “tiempos mesiánicos”. Y, al hacer lo uno y lo otro, consuela e instruye a su pueblo para que sepa interpretar “providencialmente” el pasado como lucha entre la virtud y el vicio, la fidelidad y la infidelidad, y para que vislumbre el futuro como triunfo de un “reino de santidad”.

OREMOS:

Señor, Dios nuestro, tú has querido iluminar nuestro camino para llegar a ti, y has enviado profetas y apóstoles que despertaran nuestra conciencia dormida, advirtiéndonos de que al final sólo el amor y la verdad nos salvarán. Concédenos la gracia de serte fieles, corregir nuestra conducta y contribuir al ‘reino de santidad’ en la tierra. Amén.



Palabra apocalíptica
Lectura del profeta Daniel 1, 1-6.8-12:
“En el tercer año del reinado de Joaquín, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la asedió... y se llevó a Joaquín y muchos otros... En Senaar..., el rey ordenó que seleccionaran algunos israelitas de sangre real y de nobleza... y que les enseñasen la lengua y literatura caldeas... Entre los judíos seleccionados estuvieron Daniel, Ananías, Missael y Azarías. (Daniel hizo el propósito de no contaminarse con los manjares y el vino de la mesa real...)

Dios concedió a los cuatro jóvenes un conocimiento profundo de todos los libros de la sabiduría. Y Daniel sabía, además, interpretar visiones y sueños... El rey no encontró [en su reino] ninguno como Daniel, Ananías...”

Este párrafo pertenece a la parte histórica que contiene el libro, capítulos 1 al 6. En ella se hace referencia a la época del imperio babilónico y persa, y se destaca la prestancia de los hijos de Israel, su ingenio, los dones con Dios los ha honrado, y la proximidad de los tiempos mesiánicos.

Evangelio según san Lucas 21, 1-4:
“En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el cepillo del templo, y vio también a una viuda que echaba dos reales, y dijo: Sabed que esta viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra; pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

En este relato conviene destacar un rasgo intencionado: cuando se vive en la edad mesiánica, en el reino de santidad, lo más importante es el corazón del hombre que vive fielmente ante Dios y abierto y preocupado por los demás. La viuda humilde es su modelo.



Momento de reflexión
El Señor estaba con Daniel, Ananías, Misael, Azarías.
Por el comienzo del relato de Daniel que hemos leído se adivina ya que el autor sagrado nos va a presentar las maravillas que Dios hace con sus siervos cuando estos le son fieles y son llamados a dar testimonio de le verdad. La imagen de los cuatro jóvenes es perfecta: físicamente robustos, culturalmente selectos, religiosamente amigos de Dios, ascéticamente muy dueños de sí mismos.

Con esas piezas Dios va a realizar gestos extraordinarios por los que quede claro cómo el Dios de Israel somete a los suyos a pruebas, pero permanece fiel y dispuesto a mostrar con ellos su amor y misericordia.

Por su parte, y en medio de la compleja política del imperio de Nabocodonosor, los cuatro jóvenes estarán siempre dispuestos a elevar su voz proclamando al Señor, la gloria y alabanza por los siglos, diciendo:

Bendito tu nombre santo y glorioso.
Bendito eres en el templo de su santa gloria.
Bendito eres en el trono de tu reino.
Bendito eres tú, que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos.
A ti, Señor, gloria y alabanza por los siglos (Daniel 3,52-56)

Lección de vida noble.
En la reflexión del día, y uniendo el mensaje de Daniel con el de Jesús, hagamos por nuestra parte dos cosas:

Primera: aprendamos de los tres jóvenes judíos en Babilonia el cántico al Señor y al Cordero, y cantémoslo en cualquier ocasión; y teniendo como fondo esa divina alabanza, mientras realizamos nuestro trabajo, colmemos nuestras manos con obras de amor y misericordia. Ellas serán nuestra mejor preparación para las bodas eternas.

Segunda: apropiémonos el espíritu y actitud de la ‘viuda generosa’ que, ‘pasando necesidad, da hasta lo que le queda para sobrevivir’. Quien practica la caridad, prudencia, vigilancia, solidaridad, justicia, paz, misericordia..., todo lo tiene seguro, en el tiempo y en la eternidad.


3-12. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

Tendría entonces unos 67 o 68 años. Era religiosa. Seguía atendiendo a los ancianos de una residencia. Pero notaba señales de deterioro: le faltaban las fuerzas, quizá la columna protestaba contra los esfuerzos, se sentía desmañada. Tampoco la ayudaban gran cosa las palabras de la responsable de la planta, que la punzaba con sus observaciones. Era así fácil presa del abatimiento.

La volví a ver varios años después. Seguía con las mismas limitaciones y torpezas, algo más agudizadas; quizá estuviera más pacificada en su espíritu, tras aceptar poco a poco su situación.

Le recordé la historia de la viuda: esta mujer echó más que nadie, porque dio los dos reales que le quedaban para vivir, un pobre céntimo de euro. En cierto modo, ese era su retrato. En el relato de la viuda tenía la religiosa un estímulo singular para aceptar más a fondo aún su estado y desde él seguir ejerciendo una labor en que todavía estaba empeñada, dentro de las propias limitaciones.

Sin duda eran verdad las consideraciones que formulaba la responsable de la planta; pero más verdadera es la inesperada observación de Jesús. También la religiosa estaba entregando todas las energías disponibles. La valoración de los hombres dista, una vez más, de la que hace el Maestro. Y la apreciación de Jesús es un motivo de paz y un estímulo; otras, en cambio, producen inseguridad y aumentan la torpeza. Quien hace todo lo que puede hacer, hace todo lo que debe hacer, ha recordado el Papa, si no recuerdo mal yo.

Vuestro hermano en la fe.

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail)


3-13. 2003

LECTURAS: DAN 1, 1-6. 8-20; DAN 3; LC 21, 1-4

Dan. 1, 1-6. Dios es la Sabiduría e Inteligencia infinita y eterna. Y para nosotros es la fuente de la misma Sabiduría e Inteligencia. Quien beba de esa fuente estará muy por encima de cualquier persona. Si en verdad lo amamos y vivimos en comunión de vida con Él, Él velará por nosotros y nos librará de la mano de nuestros enemigos. Por eso, a pesar de todos los riesgos, hemos de ser fieles a sus enseñanzas y mandatos, tratando de no contaminar nuestra vida con el pecado. Que sólo el Señor sea el centro de nuestra vida, pues Él siempre estará a nuestro lado velando por nosotros. Si le damos cabida a Dios en nuestra existencia, Él hará brillar su luz, su verdad, su sabiduría, su inteligencia desde nosotros, que somos su Iglesia, y a quienes ha hecho portadores de su Evangelio, de su Gracia y de su Vida para todos los hombres.

Dan. 3, 55-56. Bendito sea el Señor, Dios de nuestros Padres; y cuya fe ha llegado hasta nosotros. Bendito sea porque Él es el creador de todo, que conoce hasta lo más íntimo de las entrañas de nuestros pensamientos y de nuestro corazón. ¿Acaso hay algo oculto al Señor? Él lo conoce todo y con su mirada penetra hasta lo más profundo de los abismos. Él revela sus pensamientos y su voluntad a quienes ama, y les confía el mensaje de salvación para que lo anuncien a todos los hombres. Glorifiquemos el santo Nombre de nuestro Dios, pues a nosotros, pobres y pecadores, nos ha escogido para hacernos hijos suyos, y para darnos a conocer lo insondable de su Misterio de Salvación, que nos ha concedido en su Hijo Jesús; y nos ha llamado para confiarnos el anuncio de su Evangelio. Dios sea bendito ahora y siempre.

Lc. 21, 1-4. Cristo Jesús, el Hijo de Dios encarnado, se hizo pobre por nosotros, no aferrándose a su dignidad de Hijo; despojándose de todo se humilló y se hizo Dios-con-nosotros; bajó hasta nuestra miseria para enriquecernos con su pobreza, con aquello de lo que se había despojado; elevándonos así, a la dignidad de hijos en el Hijo de Dios. Él se convirtió en el buen samaritano que se baja de su cabalgadura para colocarnos a nosotros en ella; que paga con el precio de su propia sangre para que nos veamos libres de la enfermedad del pecado, y que con su retorno glorioso nos eleva a la dignidad de hijos de Dios. Él no nos dio de lo que le sobraba, sino que lo dio todo por nosotros, pues amándonos, nos amó hasta el extremo, cumpliendo así, Él mismo, las palabras que había pronunciado: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Y el Señor nos pide que por el bien y por la salvación de nuestro prójimo no demos lo que nos sobra, sino que lo demos todo, pues toda nuestra vida se ha de convertir en causa de salvación para todos, por nuestra permanencia en la comunión y en el amor con Cristo.

El Señor nos reúne para celebrar su Eucaristía. Él nos manifiesta que su amor no se nos ha dado con tacañería, pues Él lo ha dado todo por nosotros. No recibimos de Dios como don una limosna, sino la entrega total de su vida para que nosotros tengamos vida, y la tengamos en abundancia. Quienes escuchamos su Palabra recibimos también su Espíritu para ser fortalecidos, y poderla entender y cumplir con amor. Quienes entramos en comunión de vida con el Señor lo recibimos a Él sin reservas ni fronteras, para que, por obra del Espíritu Santo en nosotros, seamos transformados en Él, y el Padre Dios nos contemple con el mismo amor y ternura con que contempla a su Hijo amado, en quien se complace. Ese es el amor que Dios nos tiene.

Y ese amor es el que nos pide que tengamos hacia los demás cuando nos dice: como yo los he amado a ustedes, así ámense los unos a los otros. A pesar de que muchas veces el pecado ha abierto brecha en nuestra vida y ha deteriorado la imagen de Dios en nosotros, el Señor quiere que nos alimentemos de Él para que nuestro aspecto vuelva a recobrar la dignidad de hijos que Él quiere que tengamos. Por eso, quienes vivimos en comunión de vida con el Señor no podemos deteriorar nuestra existencia con un amor contaminado por la maldad o por el egoísmo. No podemos sólo amar a los que nos aman y hacer el bien a los que nos lo hacen a nosotros. Dios nos pide amar sin fronteras. El: Mirad como se aman, que exclamaban los paganos al ver el estilo de vida de los primeros cristianos, no puede desaparecer de entre nosotros. No podemos vivir de tal forma que mordiéndonos como animales rabiosos, o acabando con la vida de los inocentes, o persiguiendo a los malvados en lugar de ganarlos para Cristo, tengamos el descaro de seguir llamando Padre a Dios, pues, en verdad, estaríamos traicionando nuestra fe y defraudando la confianza que el Señor depositó en nosotros, para que proclamáramos su Evangelio.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, que nos conceda amar hasta el extremo, como nosotros hemos sido amados por Dios. Que así podamos decir que en verdad somos un signo creíble del amor salvador de Dios para nuestros hermanos. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-14.

En nuestro país hay una canción que dice: - El tiempo que te quede libre dedícalo a mi -. Esta canción ejemplifica lo que significa: "No te amo". El dar solo lo que sobra, es una verdadera muestras de "no-amor" hacia cualquiera. Creo que la persona que ama no solo da de lo que tiene sino que busca que eso que dará sea lo mejor, pues a quien lo dará es a la persona amada. Pensemos y apliquemos este pensamiento, a las personas que tenemos cerca, a nuestros padres, a la esposa(o), novio(a) y al mismo Dios. ¿Les damos lo mejor de nosotros o solo "lo que nos sobra"? Si quieres saber a quien verdaderamente amas, solo piensa, para quién siempre tienes tiempo, a quién le das lo mejor de ti... ahí habrás encontrado la respuesta. Es triste que muchos de nosotros, para Dios solo tengamos las sobras.

Ernesto María, Sac.


3-15. El óbolo de la viuda

Autor: P. Clemente González

Lucas 21, 1-4

En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.

Reflexión

¡Qué hermosos ojos tiene nuestro Redentor que tan bellamente posa su mirada en cada uno de nuestros actos! A Cristo no le es indiferente cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas menudencias que sólo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo.

Hay en la escena algunos ricos echando grandes cantidades de dinero para Dios. Es lo que significa su ofrenda al Templo. Está lejos de Él una condena a los ricos, como alguna literatura ha querido ver en este y otros pasajes. Al contrario, seguramente se sintió a gusto al ver cómo los que cuentan con los medios necesarios, ponen en práctica la hermosa virtud de la magnificencia. ¡Qué sería del Templo, de las grandes obras de la Iglesia si no hubiera gente generosa a lo grande! Además está muy lejos de Cristo esa clase de favoritismos por unos o por otros. Y es que Dios no mira las apariencias como los hombres.

Precisamente porque no mira las apariencias se impresionó por el gesto de esa mujer pobre. Lo ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para su existencia! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante tan grandioso gesto. Si hasta lo ha comunicado a sus apóstoles como diciendo: “aprended de esa mujer lo que es creer de veras en Dios”. Darlo todo. Y hay tanta gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo XXI y, quizás sería importante abrir más los ojos y no dejarnos impresionar por las apariencias sino mirar con la mirada de Cristo y obrar con la generosidad de esa viuda. Porque para Dios ella no ha quedado desamparada. Porque a los que así obran Dios no los abandona sino que se conmueve de amor ante sus pequeños actos de generosidad. Pensemos sólo que gracias a ese pequeño acto de la viuda ella sigue siendo hasta ahora modelo para nosotros.


3-16.Las ofrendas

Jesús, era tu última semana en la tierra. Tenías aún bastantes cosas que decirnos antes de que te entregaran a los romanos para ser crucificado. Muchos discípulos te acompañaban en el Templo, esperando ver grandes signos. Pero Tú te fijas en una pobre viuda, que entrega a Dios todo lo que tiene: dos pequeñas monedas. Te conmueves al ver la generosidad de ese corazón sencillo, que gana en valor a la de todos los ricos allí presentes. Porque el amor no se mide por unidades, sino en tantos por ciento: no importa la cantidad, sino la totalidad de la entrega.

Jesús, mirando mi vida, ¿puedes también decir: éste ha dado todo lo que tenía para vivir; o más bien: ha entregado como ofrenda parte de lo que le sobra? No cuentan los títulos, ni los honores, ni la espectacularidad de los éxitos humanos. Tú miras el corazón. Y esperas de cada uno esas dos monedas diarias: el servicio a Dios y el servicio a los demás.

Jesús, la escena de hoy me recuerda de una manera gráfica que no hay cosas pequeñas en la vida espiritual, si se hacen con amor y por amor. Levantarse con puntualidad por la mañana, ordenar la habitación, arreglar un desperfecto, acabar la tarea con la mayor perfección posible, escuchar con paciencia a un familiar o a un amigo, ayudar al hermano pequeño, y muchas otras pequeñas exigencias de la vida cristiana: son esas dos pequeñas monedas que, por el amor a Ti que demuestran, tiene un gran valor a tus ojos.

Haz todas las cosas, por pequeñas que sean, con mucha atención y con el máximo esmero y diligencia; porque el hacer las cosas con ligereza y precipitación es señal de presunción; el verdadero humilde está siempre en guardia para no fallar aun en las cosas más insignificantes. Por la misma razón, practica siempre los ejercicios de piedad más corrientes y huye de las cosas extraordinarias que te sugiere tu naturaleza; porque así como el orgulloso quiere singularizarse siempre, el humilde se complace en las cosas corrientes y ordinarias [León XIII, Práctica de la humildad, 27].

Hacedlo todo por Amor. -Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. -La perseverancia en las cosas pequeñas, por amor, es heroísmo [Camino, 813].

Jesús, Tú llamas a todos a la santidad; es decir, a la práctica heroica de las virtudes cristianas por Amor a Dios. Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro padre celestial es perfecto [Mt 5,48]. A veces, al mirar mi vida llena de defectos, me puedo desanimar y pensar que el ideal de la santidad no es para mí, sino sólo para algunos escogidos a quienes no les cuesta luchar contra sus flaquezas. O pienso que, para llegar a ser santo, necesito hacer cosas grandes y espectaculares.

Jesús, la viuda del Evangelio me muestra el valor de las cosas aparentemente pequeñas, cuando se hacen por amor. La santidad está al alcance de la mano, porque cuando trato de hacerlo todo por Ti no hay cosas pequeñas: todo es grande. Por eso, es importante que cada mañana te ofrezca todo lo que voy a hacer ese día: Mis pensamientos, palabras y obras, y mi vida entera, te ofrezco a Ti con amor.

La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor es heroísmo. Jesús, me pides que sea santo, que viva heroicamente las virtudes cristianas. En definitiva, me pides que persevere en esos pequeños vencimientos diarios hechos por Amor: puntualidad, orden, servicio. Ayúdame a vivir así, con la generosidad de la pobre viuda que supo dar lo poco que tenía para vivir. Y al final de mi vida me podrás decir: Siervo bueno y fiel; porque has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu Señor [Mt 25, 20].

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-17. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Ap 14, 1-3.4-5: Los 144 mil
Salmo 23, 1-6: ¿Quién puede subir al monte del Señor?
Lc 21, 1-4: Todo cuanto tenía para vivir

Toda esta semana conserva la tónica inaugurada por el domingo pasado, en que proclamamos la soberanía de Dios y del Cordero sobre la Historia, el triunfo de la utopía del Reino.

Durante todos estos días seguiremos leyendo del libro del Apocalipsis como primera lectura. En estos últimos capítulos, luego de las muchas tribulaciones de los justos y justas, se anuncia finalmente el triunfo definitivo del Cordero degollado, de Cristo, Señor de la Historia.

El mensaje del Apocalipsis es una radiante afirmación de fe y esperanza: el Cordero degollado, está en pie sobre el monte Sión, en la Nueva Jerusalén, y con él 144 mil justos y justas “que llevan en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre”. Quienes que se negaron a recibir la marca de la bestia del poder opresor, de la idolatría del dinero injusto; los que fueron capaces de resistir hasta el final.

El número 144 mil se ha interpretado equivocadamente en sentido literal, como si fuera únicamente un número limitado de personas las que podrán ser salvas. En realidad el sentido del texto es todo lo contrario: se trata de un número ilimitado de gentes de todas razas, tiempos y lugares. Recordemos que en la cultura judía los números tienen sentido simbólico. El 12 representa la totalidad de los pueblos. Aparece aquí multiplicado por 12, lo que es una manera de enfatizar que realmente se trata de la totalidad, sin excepciones, de “un mundo en el que quepan todos los mundos”, todos los justos y justas, los que fueron capaces de tener “la resistencia de los santos y santas”. Además, para remarcar por tercera vez este mundo inclusivo, la cifra 144 (producto de multiplicar 12 por 12) se multiplica a su vez por mil.

- El salmo que leemos hoy, uno de los más bellos tanto teológica como literariamente, hace la pregunta ¿Quién puede subir al monte santo? y ofrece la respuesta: la persona de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos”. Quienes no se hayan contaminado con la idolatría del poder y del dinero, de la corrupción, de la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Quienes hayan sido capaces de reconocer y convertirse de sus pecados y errores; quienes hayan perdonado y recibido el perdón. Quienes se hayan comprometido en la construcción del Reino, en nuevas relaciones de poder.

- Un ejemplo de persona que no confía en los ídolos y mantiene un corazón limpio y generoso nos lo presenta Jesús en la persona de la viuda, que da como ofrenda lo único que tiene para vivir: dos moneditas de cobre. Esta mujer sirve a Jesús de señal de que hay llegado su hora, la hora de entregarse totalmente en manos de Dios, la hora de ir a la pasión y a la cruz: ella, que entrega todo lo que tiene, indica a Jesús que ha llegado para él el momento de hacer otro tanto: entregar lo único que tiene: su vida. Esta clase de gente, que ha existido y existirá a lo largo de la historia, forman los “144 mil” que llevan en la frente el sello de Dios y del Cordero.


3-18. Fray Nelson Lunes 22 de Noviembre de 2004

Temas de las lecturas: Llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre * Vio una viuda pobre que echaba dos monedas .

1. Voces y Cantos
1.1 Varias veces el Apocalipsis compara la voz del Señor o en alabanza del Señor con "muchas aguas" (cf. Ap 1,15; 19,6). La experiencia enseña que el estruendo de las aguas es capaz de imponerse a cualquier voz que esté cerca por una sencilla razón física: las gotas de agua al chocar unas con otras en tan diversas velocidades, cantidades y ángulos producen un elenco de frecuencias que recubre casi cualquier sonido. Si la voz del Señor es como "muchas aguas" quiere decir que su Palabra domina sobre toda otra palabra. Y esto es importante porque a veces creemos que las palabras del pesimismo, de la amargura o de la fantasía se van a imponer, y no es así.

1.2 El vidente pasa a darnos otra descripción: un canto que nadie puede aprender, sino los elegidos. El canto une la idea de la palabra con la fuerza de la música. La palabra es la Palabra poderosa por excelencia, pues así se simboliza a Cristo en este libro (cf. Ap 19,13); la música es símbolo de la inspiración, el compartir de un mismo espíritu. Poseídos por la Palabra y el Espíritu, los elegidos tienen su propio modo de cantar, que no puede ser falsificado porque nadie puede reemplazar ni a esa Palabra ni a ese Espíritu.

2. Perfil de los elegidos
2.1 El Apocalipsis da una razón para esas bendiciones de los elegidos: sus labios son sinceros y su conducta irreprochable (Ap 14,5). Quizá no deberíamos entender estos términos en primer lugar como calificaciones morales, esto es, como si la Biblia estuviera diciendo: "se portaron tan bien y tan correctamente, que merecen estar con el Cordero". La perspectiva entera del libro es profética: los que son alabados son ante todo los que han sostenido en sus labios la palabra, "el testimonio" (cf. Ap 1,9; 6,9; 12,11). Los "labios sinceros", o mejor: labios "sin engaño" son aquellos que han mantenido el testimonio y no han caído en la "falsedad", que, en lenguaje de los profetas, es, sobre todo, la idolatría.

2.2 Algo parecido hay que decir de la "conducta irreprochable". Más que un apelativo moral construido por el esfuerzo humano es el fruto natural de los redimidos. San Pablo llama así, "irreprochables" (ámòmoi) a los redimidos: "El os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de El" (Col 1,22). Tal vez el sentido es: "aquellos en quienes está viva la gracia de la redención". No excluye el esfuerzo, la voluntad, los buenos hábitos, pero se funda ante todo en la obra de Dios por Cristo. Aquellos que viven así, hasta esa dimensión de permanencia en la gracia primera, son los elegidos.

3. "El todo por el todo"
3.1 Vivir con la gracia de la redención fresca en nuestras almas supone una especie de radical apuesta por Dios. El mundo tiene sus propias propuestas y reclama sus propios tributos. Tarde o temprano el cristiano descubre que, aunque su vida sea "normal" entra en conflicto con esos intereses e ídolos. Por eso hablamos de una "apuesta".

3.2 Es claro que en la medida en que el conflicto se hace más intenso la apuesta se hace más radical, si subsiste. Es lo que acontece en tiempos de persecución. Y los tiempos finales son sin duda tiempos de persecución. Por eso la perspectiva apocalíptica es siempre una perspectiva de apostarlo todo para ganarlo todo.

3.3 Desde este contexto podemos entender en toda su fuerza al escena de la viuda. Jesús está en Jerusalén. Mas no anda de turista; ni tampoco se trata de una peregrinación más. Son sus días finales; Él está dando el todo por el todo y por eso tiene ojos para descubrir qué implica eso de " ha echado desde su pobreza todo lo que tenía para vivir".

3.4 Si lo pensamos, es también el lenguaje de la Eucaristía. En la Cena de su amor el Señor se ofrece totalmente. No hay partes en este Pan que, al partirse sigue siendo uno y creando unidad. La Cena del Altar es la cena del final, ya hecha presente entre nosotros.


3-19. Comentario: Rev. D. Àngel Eugeni Pérez i Sánchez (Barcelona, España)

«Ésta ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir»

Hoy, como casi siempre, las cosas pequeñas pasan desapercibidas: limosnas pequeñas, sacrificios pequeños, oraciones pequeñas (jaculatorias); pero lo que aparece como pequeño y sin importancia muchas veces constituye la urdimbre y también el acabado de las obras maestras: tanto de las grandes obras de arte como de la obra máxima de la santidad personal.

Por el hecho de pasar desapercibidas esas cosas pequeñas, su rectitud de intención está garantizada: no buscamos con ellas el reconocimiento de los demás ni la gloria humana. Sólo Dios las descubrirá en nuestro corazón, como sólo Jesús se percató de la generosidad de la viuda. Es más que seguro que la pobre mujer no hizo anunciar su gesto con un toque de trompetas, y hasta es posible que pasara bastante vergüenza y se sintiera ridícula ante la mirada de los ricos, que echaban grandes donativos en el cepillo del templo y hacían alarde de ello. Sin embargo, su generosidad, que le llevó a sacar fuerzas de flaqueza en medio de su indigencia, mereció el elogio del Señor, que ve el corazón de las personas: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir» (Lc 21,3-4).

La generosidad de la viuda pobre es una buena lección para nosotros, los discípulos de Cristo. Podemos dar muchas cosas, como los ricos «que echaban sus donativos en el arca del Tesoro» (Lc 21,1), pero nada de eso tendrá valor si solamente damos “de lo que nos sobra”, sin amor y sin espíritu de generosidad, sin ofrecernos a nosotros mismos. Dice san Agustín: «Ellos ponían sus miradas en las grandes ofrendas de los ricos, alabándolos por ello. Aunque luego vieron a la viuda, ¿cuántos vieron aquellas dos monedas?... Ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en su corazón. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca». Bien cierto: si somos generosos con Dios, Él lo será más con nosotros.


3-20.

Reflexión

En nuestro país hay una canción que dice: -El tiempo que te quede libre, dedícalo a mí-. Esta canción ejemplifica lo que significa: “No me amas”. El dar sólo lo que sobra, es una verdadera muestra de “no-amor” hacia cualquiera. Creo que la persona que ama no sólo da de lo que tiene, sino que busca que eso que dará sea lo mejor, pues a quien lo dará es a la persona amada. Pensemos y apliquemos este pensamiento a las personas que tenemos cerca, a nuestros padres, a la esposa(o), novio(a) y al mismo Dios. ¿Les damos lo mejor de nosotros o sólo “Lo que nos sobra”? Si quieres saber a quién verdaderamente amas, sólo piensa para quién siempre tienes tiempo, a quién le das lo mejor de ti… ahí habrás encontrado la respuesta. Es triste que muchos de nosotros, para Dios sólo tengamos las sobras.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-21. La viuda de las dos monedas

Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González

Reflexión

¡Qué hermosos ojos tiene nuestro Redentor que tan bellamente posa su mirada en cada uno de nuestros actos! A Cristo no le es indiferente cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas menudencias que sólo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo.

Hay en la escena algunos ricos echando grandes cantidades de dinero para Dios. Es lo que significa su ofrenda al Templo. Está lejos de Él una condena a los ricos, como alguna literatura ha querido ver en este y otros pasajes. Al contrario, seguramente se sintió a gusto al ver cómo los que cuentan con los medios necesarios, ponen en práctica la hermosa virtud de la magnificencia. ¡Qué sería del Templo, de las grandes obras de la Iglesia si no hubiera gente generosa a lo grande! Además está muy lejos de Cristo esa clase de favoritismos por unos o por otros. Y es que Dios no mira las apariencias como los hombres.

Precisamente porque no mira las apariencias se impresionó por el gesto de esa mujer pobre. Lo ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para su existencia! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante tan grandioso gesto. Si hasta lo ha comunicado a sus apóstoles como diciendo: “aprended de esa mujer lo que es creer de veras en Dios”. Darlo todo. Y hay tanta gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo XXI y, quizás sería importante abrir más los ojos y no dejarnos impresionar por las apariencias sino mirar con la mirada de Cristo y obrar con la generosidad de esa viuda. Porque para Dios ella no ha quedado desamparada. Porque a los que así obran Dios no los abandona sino que se conmueve de amor ante sus pequeños actos de generosidad. Pensemos sólo que gracias a ese pequeño acto de la viuda ella sigue siendo hasta ahora modelo para nosotros.


3-22. 22 de Noviembre La viuda pobre

I. Hoy consideramos en el Evangelio (Lucas 21, 1-4) cómo se conmovió el Señor cuando vio a la viuda pobre depositar dos monedas insignificantes para el sostenimiento del Templo: mientras los demás daban de lo que les sobraba, esta mujer dio todo lo que tenía para vivir. Haría la ofrenda con mucho amor, con una gran confianza en la Providencia divina, y Dios la recompensaría incluso en sus días aquí en la tierra. A nosotros nos enseña este pasaje a no tener miedo a ser generosos con Dios y con las buenas obras en servicio del Señor y de los demás, incluso sacrificar aquello que nos parece necesario para la vida. ¡Qué poco nos es realmente necesario! A Dios hemos de ofrecerle lo que somos y lo que tenemos, sin reservarnos ni siquiera una parte pequeña para nosotros. A Dios se le conquista con la última moneda. ¿Hay algo en nuestro corazón que no sea del Señor? ¿Qué nos pide Jesús ahora?

II. El Señor, a lo largo de su predicación, llama a quienes le siguen a ofrecerse a Dios Padre. Especialmente en la Santa Misa, el cristiano puede y debe ofrecerse juntamente con Cristo: Esta entrega se realiza cada día, ordinariamente en pequeños actos que van desde el esmero en ofrecer el día al comenzar la jornada, hasta las atenciones que requiere la convivencia con los demás; con el corazón siempre dispuesto a lo que el Señor quiera pedirnos, con una disposición de no negarle nada. Nuestra entrega ha de ser plena, sin condiciones, porque la media entrega acaba rompiendo la amistad con el Maestro. Sólo una generosidad plena nos permite seguir el ritmo de sus pasos. No temamos poner a disposición de Jesús todo lo que tenemos, no dudemos de darnos por entero. Le confesaremos rendidamente ¡Tú eres mi Dios y mi todo!

III. El Señor nos ha prometido el ciento por uno en esta vida, y luego la vida eterna (Lucas 18, 28-30). Él nos quiere felices también en esta vida: quienes le siguen con generosidad obtienen, ya aquí en la tierra, un gozo y una paz que superan con mucho las alegrías y consuelos humanos. Esta alegría es un anticipo del Cielo. El tenerle cerca es ya la mejor retribución. Nuestras ofrendas a Dios, muchas veces de tan poca importancia aparente, llegarán mejor hasta el Señor si lo hacemos a través de Nuestra Madre. “Aquello poco que desees ofrecer –recomienda San Bernardo-, procura depositarlo en las manos graciosísimas de María, a fin de que sea ofrecido al Señor sin sufrir de Él repulsa” (Homilía en la Natividad de la Virgen María).

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-23. 34ª Semana. Lunes

Al levantar la vista, vio a unos ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio. Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos pequeñas monedas, y dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos; pues todos éstos han entregado como ofrenda parte de lo que les sobra, ésta en cambio ha dado de lo que necesita, todo lo que tenía para vivir». (Lc 21, 1-4)


I. Jesús, era tu última semana en la tierra. Tenías aún bastantes cosas que decirnos antes de que te entregaran a los romanos para ser crucificado. Muchos discípulos te acompañaban en el Templo, esperando ver grandes signos. Pero Tú te fijas en una pobre viuda, que entrega a Dios todo lo que tiene: dos pequeñas monedas. Te conmueves al ver la generosidad de ese corazón sencillo, que gana en valor a la de todos los ricos allí presentes. Porque el amor no se mide por unidades, sino en tantos por ciento: no importa la cantidad, sino la totalidad de la entrega.

Jesús, mirando mi vida, ¿puedes también decir: éste ha dado todo lo que tenía para vivir; o más bien: ha entregado como ofrenda parte de lo que le sobra? No cuentan los títulos, ni los honores, ni la espectacularidad de los éxitos humanos. Tú miras el corazón. Y esperas de cada uno esas dos monedas diarias: el servicio a Dios y el servicio a los demás.

Jesús, la escena de hoy me recuerda de una manera gráfica que no hay cosas pequeñas en la vida espiritual, si se hacen con amor y por amor. Levantarse con puntualidad por la mañana, ordenar la habitación, arreglar un desperfecto, acabar la tarea con la mayor perfección posible, escuchar con paciencia a un familiar o a un amigo, ayudar al hermano pequeño, y muchas otras pequeñas exigencias de la vida cristiana: son esas dos pequeñas monedas que, por el amor a Ti que demuestran, tiene un gran valor a tus ojos.

Haz todas las cosas, por pequeñas que sean, con mucha atención y con el máximo esmero y diligencia; porque el hacer las cosas con ligereza y precipitación es señal de presunción; el verdadero humilde está siempre en guardia para no fallar aun en las cosas más insignificantes. Por la misma razón, practica siempre los ejercicios de piedad más corrientes y huye de las cosas extraordinarias que te sugiere tu naturaleza; porque así como el orgulloso quiere singularizarse siempre, el humilde se complace en las cosas corrientes y ordinarias [221].

II. Hacedlo todo por Amor. -Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. -La perseverancia en las cosas pequeñas, por amor, es heroísmo [222].

Jesús, Tú llamas a todos a la santidad; es decir, a la práctica heroica de las virtudes cristianas por Amor a Dios. Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro padre celestial es perfecto [223]. A veces, al mirar mi vida llena de defectos, me puedo desanimar y pensar que el ideal de la santidad no es para mí, sino sólo para algunos escogidos a quienes no les cuesta luchar contra sus flaquezas. O pienso que, para llegar a ser santo, necesito hacer cosas grandes y espectaculares.

Jesús, la viuda del Evangelio me muestra el valor de las cosas aparentemente pequeñas, cuando se hacen por amor. La santidad está al alcance de la mano, porque cuando trato de hacerlo todo por Ti no hay cosas pequeñas: todo es grande. Por eso, es importante que cada mañana te ofrezca todo lo que voy a hacer ese día: Mis pensamientos, palabras y obras, y mi vida entera, te ofrezco a Ti con amor.

La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor es heroísmo. Jesús, me pides que sea santo, que viva heroicamente las virtudes cristianas. En definitiva, me pides que persevere en esos pequeños vencimientos diarios hechos por Amor: puntualidad, orden, servicio. Ayúdame a vivir así, con la generosidad de la pobre viuda que supo dar lo poco que tenía para vivir. Y al final de mi vida me podrás decir: Siervo bueno y fiel; porque has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu Señor [224].

[221] León XIII, Práctica de la humildad, 27.
[222] Camino, 813.
[223] Mt 5,48.
[224] Mt 25, 20.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-24. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Llegan los últimos días del año litúrgico y nos preparamos para el Tiempo Nuevo. Últimos días que nos enfrentan al destino que van preanunciando nuestras acciones cotidianas y portadores del vale para acompañar a quienes son el “cortejo del Cordero adondequiera que vaya”; días penúltimos para quienes estamos en camino y, por gracia, futuros compañeros de “los rescatados como primicias de la humanidad para Dios y el Cordero”; últimos días, “el ahora”, para desterrar de nuestros labios la mentira y ser depositarios de la marca de los “irreprochables.” Como hombres y mujeres de manos inocentes y puro corazón, os invito a mirar hacia el ayer con mirada agradecida a quien nos consuela en tanto sufrimiento como hemos compartido en estos meses. Seguimos siendo el animal que tropieza dos veces en la misma piedra y no dejamos de “confiar en los ídolos”, mientras el Señor sigue ante nosotros sin renunciar a su amor, “porque ama a todo cuanto ha creado”. Todos somos causa o parte de las horas de violencia y de odio que os ha tocado de un modo especial a alguno de vosotros, y todos somos responsables de los pedestales de intolerancia de hermanos que han perdido la humanidad. Porque cuanto más sanguinario es el dios a quien se sigue menos humano se es. Últimos días en los que podemos renovar nuestro compromiso con la gratuidad para no echar en saco roto lo que nos sobra, sino para añadir en el saco de la virtud todo lo que tenemos para vivir. Todo. Todo lo que tenemos porque todo lo hemos recibido. Todo lo que se nos ha dado para vivir. Que la sensibilidad de Jesús en el evangelio de hoy te contagie de mirada penetrante para que valores esas minucias a las que no das importancia y de las que depende en tantas ocasiones tu propia calidez. Minucias en las que das lo mejor de ti mismo/a y a las que nos tienes ¡tan acostumbrados!. Permanece en tu camino y quizá nos veamos algún día acompañando con cantos al Cordero con Santa Cecilia y cuantos interpretan la melodía de la creación.

Como Cecilia ya trasciende el tiempo y está por encima de los defectos humanos que ella sabe comprender y disculpar, atenderá la súplica de los aún viandantes para formar parte un día del maravilloso coro del cielo, sin importarle mucho que seamos sordomudos, tengamos mal oído o no seamos capaces de disfrutar del pentagrama.

Vuestro hermano en la fe:
Miguel A. Niño de la Fuente, cmf.
cmfmiguel@yahoo.es