VIERNES DE LA SEMANA 31ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Rm 15, 14-21

1-1. Al terminar su carta, Pablo, una vez más, se siente obligado a hacer la apología de su ministerio. Va a justificar el derecho y el deber que siente de decir todo lo que dijo a los cristianos de Roma. En particular, se excusará de haber, de algún modo, intervenido en una comunidad que él, directamente, no fundó: son muchas las regiones paganas a evangelizar para que entre en conflicto de jurisdicción con los otros apóstoles.

-Me propuse, por mi honor, anunciar el Evangelio solamente allá donde el nombre de Cristo fuera desconocido, para no construir sobre los fundamentos puestos por otro.

San Pedro fundó la Iglesia de Roma. Al dirigirse a ella, Pablo siente un cierto escrúpulo.

Esto dará tanto más peso a lo que está dispuesto a decir. Toda la doctrina del «sacerdocio cristiano» va a ser revisada. Y es de todos conocida su actualidad hoy.

El «ministro» no es solamente una emanación de la comunidad. Recibió una "función" que le viene de Dios... y que no es exclusiva de la comunidad de la cual es directamente responsable... es una función de "Iglesia".

-Os he escrito a veces con un cierto atrevimiento, en virtud del don que Dios me ha otorgado.

No son los hombres quienes le dieron la palabra. Esto le viene de Dios y ello le confiere un cierto "atrevimiento".

Ocasión de rogar por los sacerdotes de HOY. ¡Que sean dóciles a la gracia que Dios les hace! ¡Que sean atrevidos para escribir o hablar con valentía!

-El don recibido de Dios me ha hecho un ministro de Jesucristo para con los paganos, ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios...

Esta frase ha sido de las más utilizadas, en los textos conciliares, para definir el «sacerdote».

El "ministerio" del sacerdote es presentado por san Pablo como «un oficio litúrgico», como un acto sagrado... y esta liturgia es la «evangelización» del mundo pagano... el anuncio sagrado de la Palabra de Dios, la buena "nueva" de la salvación.

-Para que la ofrenda de los paganos sea agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo...

El sacerdote cristiano es, como en la antigua Alianza, el especialista de ritos sacrificiales a la manera de los sacerdotes del Templo de Jerusalén: lo que él ofrece es la «vida misma de los hombres»... o, más exactamente, su palabra evangelizadora induce a sus oyentes a «ofrecerse a sí mismos».

Lo esencial de la misión del sacerdote podría resumirse así:

- revelar a los hombres el sentido pascual de todas las cosas, la salvación de Jesucristo.

- a fin de inducirlos a unas actitudes de Fe, de conversión, de compromiso al servicio de Dios: ofrecer su vida en «sacrificio espiritual».

La misa es, ante todo, esto. Y la evangelización es ante todo esto. "Pasar a ser una ofrenda agradable". «Ofrecer nuestras personas, nuestras vidas.» "Por efecto del Evangelio que nos ha transformado." Nuestra vida cotidiana entera «consagrada» por el evangelio pasa a ser materia de una ofrenda continua a Dios, resumida en la misa.

-Así, partiendo de Jerusalén hasta Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo.

Es la evocación de la "colegialidad apostólica". Pablo, por esta fórmula se une al colegio de los Doce y a su envío en misión: "de Jerusalén hasta los confines de la tierra". Es lo que Jesús les había dicho.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 376 s.


1-2. /Rm/15/14-33

El epílogo de la carta, afín en muchos aspectos al prólogo, es una meditación sobre el carisma apostólico, ahora encarnada en un momento concreto de la vida de Pablo. Si la vida del cristiano consiste en inmolar a Dios todo el ser del hombre (inmolación concebida con la solemnidad y el ambiente festivo de los sacrificios del templo de Jerusalén o de los sacrificios paganos), el apóstol es aquel que «santifica» (purifica, prepara) las víctimas que se han de inmolar. Porque los paganos serían de suyo unas víctimas impuras que sólo un milagro puede convertir en ofrenda agradable a Dios.

De ahí que Pablo hable tanto de lo que «Cristo ha obrado en mí», de la "fuerza del Espíritu" y de milagros en sentido estricto. Porque, comparaciones aparte, sólo un milagro puede hacer que un hombre se entregue en cuerpo y alma a un ideal tan superior a sus fuerzas.

En este momento de su vida Pablo contempla ya el triunfo del evangelio (no tiene inconveniente en decir que ha «completado el anuncio de la buena nueva») como cumplimiento de las profecías mesiánicas, como la marcha triunfante del sol, que sale de Oriente y llega sin obstáculos a Occidente. Eso no significa que no quede nada por hacer (¡todavía queda mucho al cabo de veinte siglos!); únicamente subraya el valor que tiene la «proclamación del nombre de Cristo» en una región determinada, el hecho de que ya se puede edificar sobre un cimiento (Pablo iba en busca de lugares en que no existiese ese cimiento, pero lo aprovechaba cuando ya existía).

El viaje a Jerusalén significa llevar a Sión, según las profecías, el diezmo de la cosecha evangélica. Las incomprensiones y los peligros (nada imaginarios) que prevé demuestran que, en la tierra, el triunfo de Cristo lleva siempre una corona de espinas.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 503 s.


2.- Flp 3, 17-4, 1

2-1.

Ver CUARESMA 02C


2-2.

-Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros.

Esta es también una fórmula que hoy nos choca. Sin embargo es pronunciada sin orgullo.

Toma de nuevo una fórmula de Jesús: «se coloca la lámpara sobre el lampadario... a fin que los hombres vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos...» Dar ejemplo. Tratar de ser un modelo para los demás. Irradiar. No vivir para sí. Atraer.

-Porque os lo dije a menudo y ahora lo repito llorando: muchos viven como «enemigos de la cruz de Cristo».

Van a la perdición. Su Dios es el vientre... El objetivo de su vida es terreno.

La condena, aquí también, es vigorosa. «Su Dios es el vientre.» Cuán frecuente hoy, como en tiempo de san Pablo, nos dejamos acaparar por las «cosas de la tierra», por todo lo que nos impide ver más lejos y más alto: entonces, estamos faltos ya de horizonte... nuestro objetivo es terreno... nuestra existencia corre el riesgo de concentrarse en Si misma.

El «vientre» es una imagen que representa todo lo que, siendo perecedero, ocupa demasiado lugar en la vida, todo lo que «achata la existencia» reduciéndola a un horizonte demasiado restringido, desprovisto de más elevadas aspiraciones. Se trata tanto de comidas demasiado copiosas y refinadas, como de placeres sexuales no controlados... pero se trata también de nuestros egoísmos perezosos, y de esa búsqueda del confort tranquilo y comodón que nos hace olvidar a los demás...

Antes de aplicar estos textos a los otros miro hasta qué punto estoy yo apegado a ellos. ¿Cuál es mi objetivo?

-Pero nosotros somos «ciudadanos del cielo»; y es a este título que esperamos como salvador al Señor Jesús...

Oponiéndose a esas perspectivas demasiado pequeñas porque se reducen a la tierra, Pablo propone «esperar la Venida del Señor». Jesús es «el que viene». Nuestra vida es una larga marcha. Nuestro fin es grandioso, es infinito.

Nuestro fin es Dios... No hay que detenerse antes: por lo tanto decimos que nuestro horizonte es inmenso... ¡somos ciudadanos «del cielo»! Nuestra patria está en el cielo.

Aquí abajo estamos «de paso». Nuestra vida, ya empezada, se acaba allá arriba. ¿Me es familiar esta perspectiva?

-Esperamos al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene sobre todas las cosas.

¡Para esto hemos sido hechos!

No, no hay en estas palabras ningún «desprecio» del cuerpo ni «del mundo». Por el contrario, es una visión más completa del cuerpo y del «mundo»: las enfermedades y limitaciones de nuestra «pobre» carne -que constatamos más cuando nos vamos acercando a la muerte, pero que existen desde la juventud- son sólo temporales. De hecho, nuestros cuerpos están destinados a la resurrección, «¡a imagen de su Cuerpo glorioso!».

Gracias, Señor, gracias. Amo absoluto de la materia, Jesús tiene «poder» de dominarlo todo y de comunicarnos su vida.

¿Tengo, de veras, esta esperanza? Y además ¿empiezo ya HOY a orientar según ella mi existencia, mi manera de apreciarlo todo?

-Así, hermanos míos queridos, que sois mi gozo, manteneos firmes en el Señor.

Ninguna tristeza. Puesto que el Señor hace al hombre más hombre, puesto que vamos hacia aquello que nos ha prometido y donde El está ya, ¿por qué estaríamos tristes?

Tenemos que anunciar y vivir una gozosa noticia: ¡Cristo viene a instaurar en el hombre una fiesta eterna!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 376 s.


3.- Lc 16, 1-8

3-1.

Ver DOMINGO 25C


3-2. PARA/ADMINISTRADOR:

Una vez más, Lucas es el único que relata la parábola siguiente.

-Un hombre rico tenía un administrador... que fue denunciado por malbaratar su hacienda." ¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración".

Toda la parábola gira en torno a esa idea de gerencia.

Delante de Dios no somos "propietarios" sino "gerentes". Todo lo que poseo: mis bienes, mis cualidades, mis riquezas intelectuales y morales, mis facultades afectivas, los aspectos de mi carácter... De todo ello, se me pedirá cuenta. No soy más que el gerente de todo esto que me ha sido "confiado" por Dios, y que continúa perteneciendo a Dios.

No tengo derecho a "malbaratar" los dones de Dios. Tendré que dar cuenta de las riquezas que no hubiere acrecentado.

-El administrador pensó: Qué voy a hacer ahora... para que cuando me echen de la administración, haya quien me reciba...

Se trata de asegurar el futuro.

¿Tengo yo también esa preocupación... que evidentemente hay que referirla al "futuro escatológico"? Jesús, a menudo ha repetido la idea de que nuestra vida aquí abajo y nuestras decisiones actuales, comprometen nuestro "futuro eterno".

El gerente aprovecha el tiempo que le queda, para preparar su porvenir.

-El amo alabó al administrador injusto: Efectivamente, había obrado sagazmente.

A la apreciación del amo no le falta el sentido del humor.

"¡Es injusto; pero ha mostrado habilidad y astucia!" Este elogio, procediendo de un amo corriente es muy poco verosímil.

Pero, viniendo de Jesús, ese elogio "es penetrante". Respecto a las riquezas tan codiciadas por los amos de la tierra en general, Jesús, el Mesías de los pobres, deja entrever un irónico desdén, que lleva a felicitar al intendente injusto por usarlas tan sagazmente. En el fondo, ese dinero, para aquel amo, no tiene mucha importancia.

Para Jesús, es una manera paradójica de volver a decir lo que no ha cesado de repetir: "Vended lo que poseéis y dadlo a los pobres. Haceos bolsas que no se deterioren, un tesoro inagotable en el cielo." (Lucas 12, 33) Sin embargo, interpretemos bien ese humor.

¡Evidentemente, Jesús no puede recomendarnos ser injustos! ¡Y menos aún con el dinero de los demás!

-Porque los "Hijos de este mundo" son más astutos para sus cosas que los "Hijos de la luz".

¡Desoladora constatación! En los asuntos económicos y financieros, los hombres despliegan maravillas de ingenio y de inteligencia para asegurar el mejor rendimiento, la eficacia. El hombre moderno, sobre todo es muy sensible a ese aspecto. ¡Y Jesús no parece reprochárselo! Jesús reprocha más bien a los cristianos el hecho de no tener el mismo ingenio ni la misma inteligencia para "sus asuntos espirituales". El Reino de Dios, en algunos aspectos, no está condenado a la ineficacia ni a la incomprensibilidad. ¿Pongo yo todas mis cualidades humanas, todo mi ingenio, al servicio del Reino? "Hijos de la luz" Es así como quisieras a los cristianos, Señor. Seres luminosos. Hijos de Dios-Luz. Dios es amor. Dios es luz. Dios es nuestro Padre.

Hacer en virtud de la luz, lo que otros hacen por el poder de las tinieblas.

No quedarme en los hermosos principios. Preocuparme por llegar hasta la eficacia.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 268 s.


3-3.

1. (Año I) Romanos 15,14-21

a) Está terminando la carta a los Romanos. Y Pablo siente un poco de temor que sea mal interpretado el que les "haya escrito, a veces propasándose un poco". Como la de Roma no era una comunidad que hubiera fundado él, siente la necesidad de justificar el haberles dedicado una carta, porque normalmente él escribe sólo a las comunidades que conoce.

Es que Pablo no puede vivir sin evangelizar. Su interés básico y casi único es "anunciar la buena noticia de Dios a los gentiles". Igual que "desde Jerusalén y llegando hasta la Iliria, todo lo ha dejado lleno del evangelio de Cristo", también se interesa por Roma, la capital del mundo, a la que piensa ir próximamente, y de la que se siente corresponsable, aunque todavía no les conozca.

b) Es admirable el orgullo que Pablo siente por la misión recibida: predicar la buena noticia de Jesús a todos los pueblos. Ha dedicado toda su vida a eso. Este orgullo no es vanidad, porque reconoce que todo eso es "lo que Cristo hace por mi medio para que los gentiles respondan a la fe". Él, Pablo, ha puesto todas sus energías para que llegue el evangelio a todas partes, pero es obra de Cristo y de su Espíritu.

Aquí emplea una comparación litúrgica para describir lo que ha hecho: él es "ministro (en griego "liturgo") de Cristo para los gentiles", y su "acción sagrada consiste en anunciar el evangelio" (en griego: ejercer el culto del evangelio), "para que la ofrenda de los paganos" ("prosforá", ofrenda sacrificial) sea agradable a Dios". Es la liturgia de la vida. El apostolado de Pablo se une a la ofrenda vital de la fe de los creyentes, en una única liturgia ofrecida a Dios.

Si nosotros tuviéramos tanto amor a Cristo como él, tampoco nos pararíamos ante nada con tal de seguir evangelizando este mundo, a los niños y a los jóvenes y a los mayores, a los de cerca y a los de lejos. No nos asustarían las dificultades y ya encontraríamos el lenguaje y la pedagogía oportunos. Lo importante es si estamos convencidos de que vale la pena esta buena noticia: ése era el motor de Pablo en su admirable actividad evangelizadora.

El salmo nos ha hecho expresar un sentimiento misionero: "el Señor revela a las naciones su justicia... los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Señor". No sé si podremos decir, al final de un año o de la vida, como Pablo: "lo he dejado todo lleno del evangelio de Cristo". Pero sí tenemos que hacer todo lo posible para comunicar nuestra fe a otros.

1. (Año II) Filipenses 3,17- 4,1

a) Si ayer se puso Pablo como ejemplo de los que han sabido descubrir a Cristo en su vida y dejar por él otras posibilidades que tenían, hoy se vuelve a poner como ejemplo, en cuanto al estilo de vida.

En la comunidad de Filipos, como en todas, hay algunos que "andan como enemigos de la cruz de Cristo", que "sólo aspiran a cosas terrenas", más aún, "su dios es el vientre y su gloria, sus vergüenzas". No han sacado las consecuencias de su fe en Jesús.

Un cristiano debe considerarse "ciudadano del cielo" y tener la mirada fija en el futuro, "de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo, que transformará nuestra condición humilde en condición gloriosa, como la suya".

b) Ser cristiano no es sólo cuestión de algunos rezos o prácticas religiosas: afecta a la manera de vivir, al estilo de conducta.

En dos direcciones lo concreta hoy Pablo. La primera es la moralidad de las costumbres: los cristianos no podemos tener "como dios a nuestro vientre", lo que Pablo en otras ocasiones llama "bajos instintos". Aunque el mundo parece ofrecernos como criterio primario de la vida la satisfacción de nuestros instintos y el placer de los sentidos, un cristiano sabe que hay otros valores superiores a los que dar prioridad en su vida. No podemos ser "enemigos de la cruz de Cristo", o sea, aceptar a Cristo en todo lo suave y consolador, y esquivar lo que suponga sacrificio.

Otra dirección es la actitud de esperanza y vigilancia hacia el futuro. Un cristiano tiene memoria: recuerda el acontecimiento pascual de Cristo, que perdura todavía y se nos comunica, sobre todo en los sacramentos. Un cristiano tiene también visión profética y mira al futuro: aguarda la manifestación final del Señor Jesús y sabe que estamos destinados a una transformación gloriosa, a ser semejantes a Jesús, que ahora está en su existencia glorificada, desde la que quiere salvarnos "con esa energía que posee para sometérselo todo".

Mientras tanto, entre el ayer y el mañana, un cristiano vive el hoy con alegría, con coherencia, con vigilancia. Y así es como puede dar ejemplo a los demás, no poniendo su meta en "las cosas terrenas" -¿dinero, placer, prestigio, eficacia?-, sino sintiéndose "ciudadano del cielo" y destinado a compartir con Cristo su mismo destino de gloria y felicidad definitiva.

2. Lucas 16,1-8

a) La parábola del administrador infiel pero listo, puede parecernos un poco extraña.

Parece como si Jesús -o el amo del relato- alabara la actuación de ese empleado injusto.

No alaba su infidelidad: por eso le despide. Lo que le interesa a Jesús subrayar aquí es la inteligencia de ese gerente que, sabiéndose despedido, consigue, con nuevas trampas, granjearse amigos para cuando se quede sin trabajo.

Jesús no nos cuenta esta parábola para criticar las diversas trampas del mundo de la economía que también ahora se dan: las dobles contabilidades o los desvíos de capital o el cobro de comisiones ilegales que hace el gerente de esa empresa. Sino para que los cristianos seamos tan espabilados para nuestras cosas como ese gerente lo fue para las suyas: "los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz".

b) ¿Somos igual de sabios y sagaces nosotros para las cosas del espíritu?

En nuestra vida personal, debemos hacer los oportunos cálculos para conseguir nuestros objetivos. Hace unos días nos ponía Jesús el ejemplo del que hace presupuestos para la edificación de una casa o para la batalla que piensa librar contra el enemigo. Hoy nos amonesta con el ejemplo de este administrador, para que sepamos dar importancia a lo que la tiene de veras y, cuando nos toque dar cuentas de nuestra gestión al final de nuestra vida, ser ricos en lo que vale la pena, en lo que nos llevaremos con nosotros, no en lo que tenemos que dejar aquí abajo.

También en nuestra vida misionera -evangelización, catequesis, construcción de la comunidad- debemos mantenernos despiertos, ser inteligentes para buscar los medios mejores. Al menos con la misma diligencia que ponemos para nuestros negocios materiales.

Para que vaya bien el negocio nos sentamos y hacemos números para ver cómo reducir gastos, mejorar la producción, tener contentos a los clientes. ¿Cuidamos así nuestra tarea evangelizadora?

Los hijos de este mundo se esfuerzan por ganar más, por tener más, por mandar más. Y nosotros, los seguidores de Jesús, los que hemos recibido el encargo de ser luz y sal y fermento de este mundo, ¿ponemos igual empeño y esfuerzo para ser eficaces en nuestra misión? ¿somos hijos de la luz que iluminan a otros, o escondemos esa luz bajo la mesa?

"Lo he dejado todo lleno del evangelio de Cristo" (1ª lectura I)

"Él transformará nuestra condición humilde, con esa energía que posee para sometérselo todo" (1ª lectura II)

"Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 256-260


3-4.

Fil 3,17 - 4,1: Una iglesia que se mantiene firme en el Señor

Lc 16, 1-8: La astucia puede beneficiar a los demás

¿Para qué son los bienes, las riquezas, las posesiones que tenemos en este mundo?: ¿para acumularlos en fortunas descomunales? Para derrocharlos en francachelas interminables? ¿Para reprimir a otros? ¿Para crear imperios multinacionales que rijan el destino de los pueblos? ¿Para dar una imagen de solidez y éxito? Pareciera que en el mundo las riquezas siempre han servido únicamente para esto. Sin embargo, Jesús nos plantea otro camino: emplear el «dinero maldito» en buenas obras.

La parábola del administrador astuto, leída en su totalidad, nos ofrece la imagen de un hombre que aprovecha sus últimos momentos al frente de una gran fortuna, para beneficiar a los deudores. Es un administrador que emplea el dinero para reducir la carga de los demás y para procurarse amistades duraderas. Esta parábola no quiere ser un elogio a la corrupción, sino una invitación a que no aumentemos las cargas de los demás, porque podemos estar a punto de perderlo todo.

Jesús plantea un desafío enorme: convertir la economía de la explotación en una economía de los beneficios. Él quiere un nuevo ser humano que rompa con la mentalidad acaparadora y vea el horizonte de fraternidad y solidaridad que se alza más allá de la acumulación desmedida.

Ilusiones, tonterías, simples ideales: así tildaron la propuesta de Jesús en su época. Y así continúan llamando a la utopía aquellos que están interesados en hacernos creer que el mundo actual es el máximo bien posible. Sin embargo, Dios en Jesús nos sale al encuentro con una alternativa. De nosotros depende que la veamos como posible y realizable.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Los antiguos tenían una visión del mundo que no coincide con la nuestra. Concebían la tierra como una enorme superficie plana. Por debajo estaba el "sheol", el lugar de los muertos. Por encima, diversas bóvedas celestes. En la más alta habitaba Dios. Con este trasfondo se comprende mejor lo que Pablo nos dice hoy en su carta. Nosotros, aunque vivimos en la superficie de la tierra, "somos ciudadanos del cielo". Por eso, como dirá en otro lugar, "debemos buscar las cosas de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha del Padre".

No creo que hoy, que tan rabiosamente defendemos nuestra condición mundana, que tanto acentuamos (y con razón) el misterio del Cristo "hecho carne", estemos habituados a considerarnos "ciudadanos del cielo". Y, sin embargo, a medida que nos dejamos educar por el Espíritu, sintonizamos más con estas expresiones del nuevo testamento. Ser ciudadano del cielo no significa refugiarse en un paraíso feliz para huir de la compleja vida de esta tierra. Por si hubiera alguna duda, bastaría dejarse iluminar por la parábola que hoy nos propone el evangelio de Lucas y sobre la cual volveremos luego. Ser ciudadano del cielo significa creer profundamente, sin glosas que desnaturalicen el espesor del misterio, que "Él transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo".

Nos asomamos ahora a la parábola del "administrador injusto". Quizá deberíamos llamarlo, más bien, el "administrador astuto". En su apariencia no es un cuento muy edificante y, sin embargo, nos abre los ojos ante un aspecto de nuestra vocación cristiana que no figura entre los más destacados. El cristiano es un ciudadano del cielo ... "astuto", con los ojos abiertos, capaz de caer en la cuenta de los entresijos del mal para no dejarse dominar ingenuamente.

La imagen social del cristiano suele ser un poco blandengue. Cuando uno quiere decir que no es un ingenuo, utiliza frases como: "No creas que soy una hermanita de la Caridad" o, en su versión modernizada, "No te creas que soy Teresa de Calcuta".

La humildad es siempre fortaleza. La lucidez es astucia. La caridad es energía. Y, si no, basta contemplar cómo era Jesús. No creo que nadie, salvo quizá Nietzsche y sus teloneros, se atreva a calificar a Jesús de blandengue o de ingenuo. Naturalmente, para evitar este extremo, tampoco es necesario caer en esa literatura que habla del creyente en términos grandilocuentes: "madera de héroe", "aprendiz de caudillo" y lindezas por el estilo.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2002

EVANGELIO
Lucas 16, 1-8
(trad. Juan Mateos, Nuevo Testamento , Ediciones El Almendro, Córdoba)

16 1Y añadió dirigiéndose a sus discípulos:
-Había un hombre rico que tenía un administrador, y le fueron con el cuento de que éste derrochaba sus bienes. 2Entonces lo llamó y le dijo:
-¿Qué es eso que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu gestión, porque no podrás seguir de administrador.
3El administrador se dijo:
-¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. 4Ya sé lo que voy a hacer, para que, cuando me despidan de la administración, haya quien me reciba en su casa.
5Fue llamando uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero:
-¿Cuánto debes a mi señor?
6Aquél respondió:
-Cien barriles de aceite.
Él le dijo:
-Toma tu recibo; date prisa, siéntate y escribe "cincuenta".
7Luego preguntó a otro:
-Y tú, ¿cuánto le debes?
Este contestó:
-Cien fanegas de trigo.
Le dijo:
-Toma tu recibo y escribe "ochenta".
8El señor elogió a aquel administrador de lo injusto por la sagacidad con que había procedido, pues los que pertenecen a este mundo son más sagaces con su gente que los que pertenecen a la luz.


COMENTARIO 1

"LO HAN DEJADO TODO"... MENOS LAS RIQUEZAS
Se ha hecho tanta literatura sobre la frase "y, dejándolo todo, lo siguieron" (5,11) y se han fabricado sobre esto tantas reglas e ideales comunitarios, que sorprende la insistencia apabullante de Lucas, precisamente dentro de la doble instrucción que Jesús imparte a los discípulos, en términos que pertenecen al arco semántico de la "riqueza": bodega, despensa, vender, valer, repartir la herencia, codicia, cosas superfluas, posesiones, frutos, graneros, bienes, tesoro, amontonar riquezas, preocuparse, señor/esclavo, servir, administrador, administración, administrar, deber, deudor, el Dinero, "un hombre rico" (¡tres parábolas!...)/"un pobre", etc. Sorprende igualmente que la palabra clave de estas secuencias destinadas al aleccionamiento de los discípulos sea la administración de los bienes. En un caso precedente se alababa "al administrador fiel y sensato" (12,42), ahora "el amo felicita al administrador de lo injusto por la sagacidad con que había procedido" (16,8). El administrador que derrochaba los bienes de su amo (cf. 16,1) y a quien el señor le va a quitar el empleo por la malversación de sus bienes (16,2-3), no defrauda a su amo rebajando notoriamente la cantidad que le debían en especie cada uno de sus deudores ("cien barriles de aceite / cincuenta", "cien fanegas de trigo / ochenta", 16,5-7), sino que ante la imposibilidad física ("para cavar no tengo fuerzas") o moral ("mendigar me da vergüenza") de ganarse la vida, opta por hacer un último y sonado "derroche", ahora en beneficio propio, renunciando a la comisión que le correspondía. Así, los acreedores de su amo, muy agradecidos por su generosidad, lo recibirán "en su casa" (16,4) una vez el dueño lo haya despedido.
Todo dinero es injusto. Ahora bien: si uno lo usa para "ganarse amigos", hace una buena inversión, no en términos bursátiles ni bancarios, sino en términos cristianos y humanos.


COMENTARIO 2

Cuando estaba en el Seminario Menor, le pregunté a mi formador qué quería decir esta parábola. No me cabía en la cabeza cómo Jesús podía alabar al administrador injusto. Quizá a otros muchos les pase lo mismo. Me costó tiempo llegar a entender que Jesús no alababa el comportamiento injusto del administrador. Jesús no está dando una clase sobre lo que es justicia y lo que no lo es. Simplemente está poniendo delante de nuestros ojos a una persona que se encuentra en una situación realmente difícil. Va a ser despedido y ya no tiene fuerzas para trabajar duro, ni quiere ponerse a mendigar en la calle.
Lo que Jesús alaba es la capacidad del administrador para buscar la mejor salida posible, para arreglarse del mejor modo la difícil situación que le tocó afrontar. Éste es uno de los temas preferidos de Jesús: debemos estar atentos al momento presente, porque ahora, no mañana ni ayer, es cuando tenemos en nuestras manos las posibilidades reales de hacer algo, de solucionar la situación nuestra y la de los demás. Y además es eso lo único que tenemos. Nada más.
No se trata de soñar con lo que haríamos si estuviéramos en algún escenario irreal creado por nuestros sueños. Nuestra fidelidad al Evangelio se juega aquí y ahora. Porque es precisamente ahora cuando hemos sido invitados al banquete.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7.  ACI DIGITAL 2003

6. El barril corresponde al bat hebreo = 36,4 litros.

7. Cien medidas hebreas son 364 hectólitros.

8. Los hijos de la luz son los hijos del reino de Dios. Jesús no alaba las malas prácticas del administrador, sino la habilidad en salvar su existencia. Como el administrador asegura su porvenir, así nosotros podemos "atesorar riquezas en el cielo" (Mat. 6, 20) y no hemos de ser menos previsores que él. Aun las "riquezas de iniquidad" han de ser utilizadas para tal fin. Es de notar que no se trata de un simple individuo sino de un mayordomo y que las liberalidades con que se salvó no fueron a costa de sus bienes propios sino a costa de su amo, que es rico y bueno. ¿No hay aquí una enseñanza también para los pastores, de predicar la bondad y la misericordia de Dios, que viene de su amor (Ef. 2, 4), guardándose de "colocar pesadas cargas sobre los hombros de los demás?". (Mat. 23, 4). Cf. Jer. 23, 33 - 40 y nota; Cat. Rom. III 2, 36; IV, 9, 7 ss.9. Enseñanza concordante con la de 11, 40.

9. Enseñanza concordante con la de 11, 40.

10. En lo muy poco: He aquí una promesa, llena de indecible suavidad, porque todos nos animamos a hacer lo muy poco, si es que queremos. Y Él promete que este poquísimo se convertirá en mucho, como diciendo: No le importa a mi Padre la cantidad de lo que hacéis, sino el espíritu con que obráis (cf. Prov. 4, 23). Si sabéis ser niños, y os contentáis con ser pequeños (cf. Mat. 18, 1 ss.), El se encargará de haceros gigantes, puesto que la santidad es un don de su Espíritu (I Tes. 4, 8 y nota). De aquí sacó Teresa de Lisieux su técnica de preferir y recomendar las virtudes pequeñas más que las "grandes" en las cuales fácilmente se infiltra, o la falaz presunción, como dice el Kempis, que luego falla como la de Pedro (Juan 13, 37 ss.), o la satisfacción venosa del amor propio, como en el fariseo que Jesús nos presenta (18, 9 ss.), cuya soberbia, notémoslo bien, no consistía en cosas temporales, riquezas o mando, sino en el orden espiritual, en pretender que poseía virtudes.


3-8. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Viernes 7 de noviembre de 2003
Vilibrordo, Florencio, Ernesto

Rom 15, 14-21: El sagrado oficio del Evangelio de Dios
Salmo responsorial: 97, 1-4
Lc 16, 1-8: El administrador injusto

Una vez terminada la revelación sobre la misericordia de Dios (15, 1-32), Jesús tiene ahora una instrucción para sus discípulos sobre el 'dinero' (16, 1-31). La estructura de este sección es así:

Instrucción a los discípulos sobre el dinero: 16, 1-18

El administrador injusto: vv. 1-8

Opinión de Jesús: buen uso del Mamón de iniquidad (No se puede servir a Dios y a Mamón: vv. 9-13)

Contra los fariseos amigos del Dinero: vv. 14-15

(Paréntesis: vv. 16-18)

El hombre rico y el pobre Lázaro: vv. 19-31


El texto de hoy es 16, 1-8.

El v. 1 y el v. 19 comienzan igual: "Era un hombre rico…".

Se trata de un hombre rico, que tiene un administrador corrupto. Éste también es de familia rica, pues no sabe trabajar manualmente y le da vergüenza mendigar. Cuando sabe que va a ser despedido, empieza a hacer arreglos con los deudores de su señor. Al que debía 100 medidas de aceite, le cobra 50. Al que debía 100 cargas de trigo, le cobra 80. ¿Cómo interpretar este comportamiento? ¿Es un acto corrupto como todo lo que había hecho anteriormente o es ahora algo legal? Posiblemente hace algo legal: lo que el deudor debía al señor era posiblemente 50 medidas de aceite, las otras 50 que está perdonando son el interés por la deuda o lo que le correspondía a él por cobrar. Algo semejante para con las cargas de trigo. El administrador se gana el favor de los deudores, perdonando los intereses por la deuda.

La conclusión del v. 8 nos deja perplejos: "El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente". El 'señor' que aparece aquí no es Jesús, sino el hombre rico, que es llamado así 3 veces en el relato. En el versículo siguiente (9) sí es Jesús, y por eso comienza con un Yo enfático. La segunda parte del versículo es una reflexión del relator o de Lucas.

Este texto, y más aun los que siguen, son muy difíciles de interpretar. En 16, 1-8 se trata de intereses altísimos por una deuda. Este interés es legal, pero claramente injusto. El administrador se hace de amigos perdonando estos intereses injustos por la deuda. Actúa en forma semejante a Zaqueo (19, 1-10). En el texto que sigue (16, 9-15) esta actitud frente al dinero adquiere mayor radicalidad.

Una aplicación al contexto actual sería que el Primer Mundo perdonara todos los intereses 'legales', pero injustos, que pesan sobre la famosa ‘deuda externa’ (de interés ‘flotante’) de los pueblos del Tercer Mundo, que tiene a pueblos enteros condenados a entregar hasta el 30% y más de su producto nacional bruto sólo para pagar intereses (no siquiera para devolver la deuda); es decir, con unos intereses claramente usureros. Los Gobiernos y Bancos que aceptan recibir esos intereses son injustos, pero serían alabados por el sistema si perdonasen esos intereses ‘legales’ pero injustos, con el fin de salvar la vida de los pobres que son quienes pagan con su carencia de salud, educación,vivienda… los intereses de la deuda. Así ‘recibiríamos a los ricos del norte en nuestras casas’.


3-9. DOMINICOS 2003

Hablar de Cristo al mundo

Palabra y corazón

Sintonicemos hoy con el espíritu y estilo de san Pablo que nos dice en su carta a los romanos: pongo mi orgullo en los asuntos que se refieren a Dios.

Si a nosotros nos hicieran un análisis profundo, sincero, ¿podrían concluir los analistas que, al modo de Pablo, también ‘nosotros’, ‘cada uno de nosotros’, hemos puesto nuestro ‘santo orgullo’ en pregonar la gloria de Dios en Cristo?

¡La vida de los hombres es pobre! Suele tener demasiados centros de referencia que reclaman para sí el privilegio de tenernos ‘encadenados’ afectiva, espiritual, socialmente.

Quien, por ejemplo, se cree o es en verdad ‘rico’, y se ceba en ello,  tiene su centro en el dinero, en sus bienes, y  ‘está encadenado a ellos’. Quien ambiciona ‘poder’, y se ceba en ello, hace cualquier sacrificio por lograr que los demás le estén sometidos, aunque haya de cometer injusticias, engaños, manipulaciones, y así ‘está encadenado’, y no dejará de estarlo hasta que cambie el centro de sus intereses y se haga persona más convivencial y preocupada por la felicidad de los otros en su dignidad.

¡Qué distinta es la actitud personal de quien, sin dejar de ser hombre/mujer en toda su riqueza, busca la integridad de valores –físicos, culturales, convivenciales, económicos, sexuales, afectivos, sociales, religiosos- y los armoniza y entrelaza y hace fructificar su existencia en todas las dimensiones de su ser humano!

¿Por qué empequeñecernos, si podemos ser muy grandes en amor, felicidad, cultura, bienes materiales y espirituales, colocando a cada uno en su sitio?

ORACIÓN:

Danos, Señor, ojos para ver, manos para trabajar, corazón para amar, cultura para saber estar en el mundo como personas, apertura para vislumbrar la propia vocación como regalo del cielo y empeño en responder con dignidad a la dignidad impresa en nuestra naturaleza. Amén.

 

Palabra y ministerio

Carta a los romanos 15, 14-21:

“Hermanos:...El don recibido de Dios me hace ministro de Cristo Jesús para con los gentiles. Mi acción sacra consiste en anunciar la buena noticia de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, agrade a Dios.

Como cristiano, pongo mi orgullo en lo que a Dios se refiere. Seria presunción hablar de algo que no fuera lo que Cristo hace por medio de mí para que los gentiles respondan a la fe, con mis palabras y acciones, con la fuerza de señales y prodigios, con la fuerza del Espíritu Santo. Tanto, que en todas direcciones, a partir de Jerusalén y llegando hasta Iliria, lo he dejado todo lleno del Evangelio de Cristo...”

Santo orgullo de Pablo, que es celo de Dios: ocuparse de las cosas santas para gloria del Señor, movido por el Espíritu; y hacerlo a favor de quienes todavía no recibieron la luz de la fe y el mensaje de salvación. Cada apóstol recibe sus talentos; Pablo los recibe para ayudar a los gentiles.

Evangelio según san Lucas 16, 1-8:

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Lo llamó y le dijo:.. Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.

El administrador hizo sus cálculos: …Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya se lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero: ¿Cuánto debes? Cien barriles de aceite. Siéntate y escribe ‘cincuenta’... El amo felicitó al administrador injusto por su astucia....”

Es demasiado frecuente usar el ingenio humano para  fines injustos, egoístas, engañosos. ¿Por qué no lo usaremos mucha veces cn esa misma intensidad para ayudar, servir, favorecer a los demás generosamente? Nos lo exige la verdad y amor a Cristo.

 

Momento de reflexión

Meditemos estas palabras: ‘Desde Jerusalén hasta Iliria, lo he dejado todo lleno del Evangelio de Cristo’.

¿Hay algún camino en mi vida por el que yo también voy dejando la huella de discípulo de Cristo, compañero de Pablo,  en servicio de la fe,  del Evangelio, de la paz, de la solidaridad, de la justicia, del amor limpio...?

Cambiemos astucia por generosidad.

La ironía de Jesús hablando sobre el administrador infiel, que prepara su futuro a base de traicionar a su amo y a quien se le interponga en el camino, nos pone en guardia.

Donde no hay corazón limpio, generoso, con sentido del deber y la justicia, puede ocurrir eso y mucho más, pues la iniquidad humana llega incluso hasta derramar la sangre del inocente. No volvamos de la ley nueva del amor a la ley del talión o a la ley de la selva.


3-10. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

A veces me cuesta aceptar que Jesús ponga de ejemplo al administrador injusto. Aunque sea para decirnos que los creyentes deben hacerse amigos de los bienes de este mundo poniéndolos al servicio de los demás, para evitar caer en la adoración del dinero. O, según otras interpretaciones, para decirnos que la persona en una situación difícil puede y debe reaccionar de la mejor manera posible. Me parece un camino peligroso para llegar a tan loables metas. Pero quizá esté lleno de realismo y haya que aceptarlo con todos sus peligros, siendo cada vez más conscientes del objetivo y sin desviarnos del sendero. Es muy fácil despistarse con dinero entre las manos. Y esto también es realista. Conviene tenerlo en cuenta.

Pablo también tiene miras realistas cuando evita dárselas de maestro ante los cristianos de Roma al tiempo que no quiere aparecer como un intruso entre ellos. Realismo hábil el de Pablo. El que le permite situarse como servidor, acompañante en la fe y evangelizador de paganos. El que le permite “seguir a Cristo con más libertad e imitarlo más de cerca” (Perfectae caritatis, 1). El Cristo que va más allá, que arriesga. Que no se conforma, que inventa y recrea. Que no pone la clave del éxito del Reino en la aceptación o el rechazo de los “evangelizandos”, sino en la consagración total del evangelizador.

Seamos administradores hábiles como Pablo.

Vuestro hermano en la fe,

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)


3-11. 2003

LECTURAS: ROM 15, 14-21; SAL 97; LC 16, 1-8

Rom. 15, 14-21. Nuestra misión consiste en anunciarles a todos los hombres a Cristo, Buena Nueva del Padre. Quien no sólo llegue a conocerle sino que, por la fe, lo acepte en su vida, estará aceptando la salvación que en Él nos ofrece el Padre Dios. El cumplimiento, así, de la misión de la Iglesia, le lleva a que quienes, por su testimonio y por el anuncio del Evangelio, se acercan a Cristo, por medio de Él se conviertan en una ofrenda de suave aroma a Dios. Digamos, pues, que el anuncio del Evangelio se convierte en una acción litúrgica de la Iglesia. Pareciera que nuestros ambientes familiares, y el de muchos grupos así llamados cristianos, tuviesen ya a Cristo y viviesen un verdadero compromiso de fe con el Señor. Sin embargo vemos cómo se ha deteriorado la fe en muchas personas, familias y grupos. No importa que otros hayan edificado o puesto ya los cimientos de la fe. Ahí llegaremos también nosotros con nuestra labor evangelizadora, pues la Iglesia, para ser evangelizadora, primero ha de ser evangelizada. Y, probablemente, tengamos que edificar y reedificar sobre antiguas ruinas, hasta lograr que todos, con una vida intachable, se conviertan en una ofrenda agradable a Dios.

Sal 97. Dios, por medio de su Hijo Jesucristo, nos ha manifestado su amor y su lealtad, cumpliéndose en Él las promesas hechas a nuestros antiguos padres: que nos suscitaría un Salvador de la casa de David, su siervo. Por medio de la entrega de Jesús por nosotros, el Señor ha realizado la obra más maravillosa de su amor en favor nuestro. Al resucitar Jesús de entre los muertos el Señor se ha levantado victorioso sobre el pecado y la muerte a la vista de todas las naciones. Por eso aclamemos con júbilo al Señor. Que nuestra aclamación reconociéndolo como Señor nuestro, no sólo la hagamos con los labios sino con una vida íntegra, conforme a nuestra fidelidad amorosa a su Palabra y guiados por su Espíritu Santo, que habita en nosotros.

Lc. 16, 1-8. Administrar los bienes de Dios. El Señor nos ha enriquecido con su Vida y ha derramado abundantemente su Espíritu Santo en nosotros. Tal vez nos ha pasado lo del hijo pródigo, que hemos malgastado los bienes del Señor y nos hemos quedado con las manos vacías. El Señor nos pide dejar nuestras miradas egoístas y miopes, y abrir nuestros ojos para trabajar colaborando para que el Reino de Dios llegue a quienes se han alejado de Él, o viven hundidos en el pecado y dominados por la maldad. Pero no sólo hemos de proclamar el Nombre de Dios; también hemos de compartir los bienes que tenemos, con quienes viven en condiciones menos dignas que las nuestras. Cuando anunciamos el Evangelio, o cuando alguien reciba, por medio nuestro, la Vida Divina, o cuando alguien reciba nuestra ayuda en bienes materiales, recordemos que no estamos compartiendo o repartiendo algo nuestro, sino los bienes de Dios que Él puso en nuestras manos, no para acumularlos, sino para socorrer a los necesitados. Esa es la sagacidad que el Señor espera de nosotros: compartir lo nuestro para hacernos ricos ante Dios; pues quien atesora para sí mismo se empobrece ante Dios y pierde su alma.

En esta Eucaristía el Señor nos reúne para llenarnos de su Vida y de su Espíritu. Él no limita su entrega hacia nosotros. Él se da plenamente a todos y a cada uno de nosotros. La presencia del Señor en nosotros es como una gran luz que se enciende; pero esa luz no puede quedar encerrada, sino que debe iluminar a todos. Así, quienes hemos entrado en comunión de vida con Cristo, nos convertimos en portadores de su amor salvador para todos los hombres. Hechos luz, por nuestra unión a Cristo, el Padre Dios no sólo acepta la ofrenda que hacemos de su Hijo mediante estos signos sacramentales de su Pascua; sino que nos contempla también a nosotros, que nos convertimos en una ofrenda agradable a Él por saber escuchar su Palabra y ponerla en práctica. Sabemos que hemos malgastado la vida de Dios en nosotros. Pero Dios, nuestro Padre lleno de misericordia, vuelve hacia nosotros su mirada para perdonarnos y volver a confiarnos el anuncio de su Evangelio, para que lo anunciemos tanto con las palabras, como, especialmente, con las obras. Ojalá y no defraudemos la confianza que el Señor ha depositado en nosotros.

El Señor, por medio nuestro, quiere continuar haciendo su obra de salvación en favor de todos los pueblos. Quien se convierta en portador de Cristo debe amoldar sus palabras, sus obras, sus actitudes y su vida misma al Señor. A nosotros corresponde permitirle al Señor, desde nuestra propia vida, consolar a los tristes, perdonar a los pecadores, socorrer a los pobres y hacer a todos hijos de Dios en Cristo, para que, convertidos en una ofrenda agradable a Él, todos lleguemos a participar de su Gloria. No denigremos el Nombre de Dios entre nosotros con actitudes pecaminosas. Más bien propiciemos el que al ver los hombres nuestras buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre Dios, que está en los cielos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de vivir amando a todos. Que nuestro amor no se limite a algún grupo, sino que esté abierto a todos para que, distribuyendo con amor la Gracia de Dios, todos lleguemos algún día a alabar su Nombre eternamente. Amén.

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3-12. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Fil. 3, 17 - 4, 1: Pablo un ejemplo de vida
Salmo responsorial: 121
Lc 16, 1-8: El administrador astuto.

En la parábola de hoy encontramos varios puntos de apoyo que nos sirven para que profundicemos sobre nuestra vida cristiana. Jesús ya no se dirige a los fariseos, como hizo en las parábolas anteriores; se dirige directamente a sus discípulos y a través de ellos, a los cristianos de todos los tiempos. La parábola del administrador astuto nos puede parecer extraña porque el amo alaba al administrador injusto, no porque haya procedido sin honradez con relación a sus deberes, sino más bien por la sagacidad con la que ha obrado y por la coherencia entre sus planes y los medios que ha empleado para conseguirlos. Es el proceder de aquellos que el evangelio llama “hijos de este mundo”.

Los cristianos estamos llamados a ser “hijos de la luz” y somos invitados por el evangelio, no a imitar las deshonestidades del administrador de la parábola, pero sí a buscar asiduamente, como lo hizo él, los medios que conduzcan a los fines que buscamos. Es decir, a ser “astutos” en la construcción del Reino de Dios. Está claro que esta parábola no nos invita a ser inicuos. Si en algo el administrador es un ejemplo es por su habilidad. No nos invita, por lo tanto, a malgastar los bienes, sino a ser sagaces, o lo que es lo mismo, a hacernos amigos utilizando los bienes de este mundo para ponerlos al servicio de los más necesitados.

Pero hay una diferencia radical entre la astucia de los “hijos de este mundo” y la astucia de los “hijos de la luz”. La de los primeros es una astucia encaminada a su propio provecho, una astucia en la que los demás entran sólo en calidad de objetos utilizables, una astucia en la que aplastar al otro es algo totalmente normal, una astucia que consiste fundamentalmente en el culto del dios-dinero.

La astucia de los hijos de la luz debe ser diametralmente opuesta. No se trata para el cristiano de aprovecharse del otro, sino más bien de extraer de sí mismo toda capacidad de amor, de servicio, de colaboración para ponerla a disposición de los demás. No se trata de despojar a otro, sino de despojarse a si mismo del egoísmo y de las ambiciones desmedidas y poner la propia capacidad de acción en servicio de los demás.


3-13.

Reflexión:



Flp. 3, 17-4, 1. Mantengámonos firmes en el Señor. Vayamos tras sus huellas. No podemos fabricarnos dioses pasajeros y continuar llamando Padre a Dios. Ni siquiera nosotros somos quienes salvan a la humanidad; sólo somos servidores que entregan a los demás, con amor y fidelidad, aquello que nos ha sido confiado. Los que, por medio nuestro, alcanzan a conocer a Cristo e inician un camino de fe tras sus huellas, se convierten para nosotros en nuestra alegría y nuestra corona; sin embargo la salvación no la esperamos como consecuencia de nuestros trabajos, sino como un don gratuito de Dios, en quien hemos puesto nuestra confianza. Por eso hemos de pedirle al Señor que nos conceda la humildad necesaria para trabajar por su Reino, como consecuencia de su presencia en nosotros, pues, teniéndolo en nuestra vida no podemos dejar de iluminar al mundo conforme al Don que hemos recibido.

Sal. 122 (121). Qué alegría saber que estamos llamados a participar de la Gloria de nuestro Señor Jesucristo. Ojalá y nuestros pasos se encaminen continuamente a la Ciudad Santa de sólidos cimientos, donde disfrutaremos de la paz eternamente. Ya desde ahora nos hemos de sentir amados y protegidos por Dios, pues el Señor vela por los suyos. Él administra su justicia para que seamos objeto de su misericordia, pues Él a nadie quiere condenar; más bien quiere que todos se arrepientan y se salven, y lleguen al conocimiento de la Verdad. Dios nos ama; dejémonos amar por Él. Roguémosle que nos conceda que reine su paz en nosotros, y que nos ayude a trabajar por la paz de tal forma que todos vivamos como hermanos y amigos unos de otros, buscando no sólo nuestros propios intereses, sino el bien y la salvación de todos los que nos rodean. Sea Dios bendito por siempre.

Lc. 16, 1-8. Dios nos ha confiado la distribución de la Gracia a la humanidad entera. Ojalá y no mal barateemos este Don tan precioso que Dios ha puesto en nuestras manos, pues podría ser que sólo buscásemos nuestros propios intereses y nuestra vanagloria a costa del Evangelio, y que el Señor fuera relegado o quedara mal parado por no ser capaces de entregarlo a los demás y de comunicarles el perdón y la salvación de Dios, que es aquello para lo cual fue constituida la Iglesia. Ante un posible riesgo de ser juzgados con severidad, pues a quien se le dio más se le exigirá mucho más, pongámonos a trabajar incansablemente por Cristo y su Evangelio, dejando atrás nuestros falsos prestigios y nuestras comodidades, y poniéndonos al servicio de nuestro prójimo, a quien muchas veces, por desgracia, pudimos haberle defraudado en su fe.

El Señor nos ha reunido a los que somos ciudadanos del Reino. El Señor es el que nos fortalece para que permanezcamos firmes en la fe y fieles en el amor hasta que Él vuelva, entonces seremos la alegría y la corona de todos los que, con la gracia de Cristo, colaboraron en nuestra salvación, pues su trabajo y la Gracia de Cristo no habrán sido inútiles en nosotros. En la Eucaristía Dios nos concede en una abundancia incalculable, su Vida y su Espíritu Santo. No ocultemos estos dones de Dios debajo de nuestras cobardías sino que trabajemos para que llegue a todos como la gran oportunidad que Dios les ofrece de salvarlos y de darle un nuevo sentido a su vida. De nosotros depende, por pura gracia de Dios, que su salvación llegue a la humanidad entera; no defraudemos la misión que el Señor nos ha confiado quedándonos únicamente en buscar nuestra santificación y salvación de un modo egoísta.

Trabajar con astucia por el Reino de Dios, como hijos de la Luz, nos debe llevar a buscar todos los medios necesarios, y a no perder oportunidad alguna para hacer que Cristo sea conocido y aceptado, como fuente de amor y de salvación por toda la humanidad. ¿Estamos dispuestos a despojarnos de nuestras injusticias, y a socorrer a los necesitados con tal de ganar a todos para Cristo? ¿Estamos dispuestos, incluso, a entregar no sólo nuestros bienes, sino nuestra vida misma para que los demás tengan en Cristo Vida, y Vida eterna? Hemos de ser imitadores de Cristo y de todos aquellos que viven un auténtico compromiso con el Señor y su Evangelio; sólo así podremos realmente convertirnos en un auténtico signo de salvación para todos los pueblos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber unirnos fielmente a Cristo para colaborar con nuestras palabras y ejemplo en la comunicación del amor, del perdón y de la salvación a toda la humanidad. Amén.

Homiliacatolica.com


3-14. El administrador astuto

Fuente: Catholic.net
Autor: P Clemente González

Reflexión

El administrador infiel del Evangelio se las ingenia para resolver su futura situación de indigencia. El Señor da por supuesta, pues era evidente, la inmoralidad de tal actuación, pero resalta y alaba, sin embargo, la agudeza y empeño que demuestra este hombre para sacar provecho material de su antigua condición de administrador.

Cuántas, cuántas veces caemos en la excesiva confianza en Dios y creemos que Él va a resolver nuestros problemas sin que nosotros hagamos ningún esfuerzo por solucionarlos.

Dios pone los medios, y hay que usarlos con la misma sagacidad y el mismo esfuerzo que ponen los hombres en sus negocios materiales o en la lucha por hacer triunfar un ideal humano. El hecho de contar con la gracia de Dios no es excusa para no poner esos medios si son honestos y buenos, aunque esto implique grandes sacrificios. El mismo afán que ponemos en nuestros deberes cotidianos (estudios, trabajo, mantener el hogar, educar a nuestros hijos,...), el mismo que ponemos en nuestras ilusiones y ambiciones, incluso en superficialidades, debemos poner en los asuntos del alma. Si obramos de esta forma, no habrá percance que nos venza, fracaso que nos hunda, ni tentación que nos haga perder la esperanza puesta en Cristo.


3-15.

Comentario: Rev. D. Salvador Cristau i Coll (Barcelona, España)

«Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz»

Hoy, el Evangelio nos presenta una cuestión sorprendente a primera vista. En efecto, dice el texto de san Lucas: «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente» (Lc 16,8).

Evidentemente, no se nos propone aquí que seamos injustos en nuestras relaciones, y menos aún con el Señor. No se trata, por tanto, de una alabanza a la estafa que comete el administrador. Lo que Jesús manifiesta con su ejemplo es una queja por la habilidad en solucionar los asuntos de este mundo y la falta de verdadero ingenio por parte de los hijos de la luz en la construcción del Reino de Dios: «Los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz» (Lc 16,8).

Todo ello nos muestra —¡una vez más!— que el corazón del hombre continúa teniendo los mismos límites y pobrezas de siempre. En la actualidad hablamos de tráfico de influencias, de corrupción, de enriquecimientos indebidos, de falsificación de documentos... Más o menos como en la época de Jesús.

Pero la cuestión que todo esto nos plantea es doble: ¿Acaso pensamos que podemos engañar a Dios con nuestras apariencias, con nuestra mediocridad como cristianos? Y, al hablar de astucia, tendríamos también que hablar de interés. ¿Estamos interesados realmente en el Reino de Dios y su justicia? ¿Es frecuente la mediocridad en nuestra respuesta como hijos de la luz? Jesús dijo también que allí donde esté nuestro tesoro estará nuestro corazón (cf. Mt 6,21). ¿Cuál es nuestro tesoro en la vida? Debemos examinar nuestros anhelos para conocer dónde está nuestro tesoro... Nos dice san Agustín: «Tu anhelo continuo es tu voz continua. Si dejas de amar callará tu voz, callará tu deseo».

Quizás hoy, ante el Señor, tendremos que plantearnos cuál ha de ser nuestra astucia como hijos de la luz, es decir nuestra sinceridad en las relaciones con Dios y con nuestros hermanos.


3-16. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

No es probable que Pablo insulte despiadadamente a sus hermanos judíos, llamándoles lujuriosos y comilones. En unos pasajes de la carta a los Romanos -posterior a Filipenses- nos jura que lo daría todo por ellos (¡incluso su propia salvación! Cf Rm 9,3), porque llegasen a conocer a Cristo; y asegura que siguen siendo pueblo elegido, amados de Dios, porque los dones de Dios son irrevocables (Rm 11,29). Muy probablemente, con la referencia a “su vientre y sus vergüenzas”, trata de descalificar el camino tradicional de fidelidad del judaísmo, con su especial orgullo por la circuncisión y con una atención exquisita a distinguir alimentos puros e impuros. De eso Pablo entiende mucho, pues durante un tiempo constituyó su propia “ganancia”, que ahora tiene por “pérdida”, como veíamos ayer. Seguir afirmando esas “ganancias” es buscar un camino de salvación distinto del que Dios acaba de proponer: Cristo crucificado. Por eso les llama también “enemigo de la Cruz de Cristo”.

Ya Jesús había quitado toda importancia a las observancias externas de alimentos puros e impuros, declarando que ningún alimento es capaz de hacer impuro al hombre (Mc 7). Él no se preocupó mucho de la pureza de su vientre; quizá por ello le tildaron de “comilón y borracho”. Y es claro que le encantaba compartir la mesa con todo el mundo, potenciando ese ámbito humano de comunión.

La religión nace siempre de una fuerte experiencia de fe, de encuentro con lo trascendente, con lo divino. Y esa experiencia se pretende prolongarla o renovarla mediante algunas acciones o signos; el problema surge el día en que esos signos se desligan de su origen y se vuelven vacíos, pura exterioridad, en la que el ser humano, a pesar de todo, sigue poniendo su confianza. Esto es la rutina religiosa, de la que Jesús quiso sacar a sus contemporáneos; es un camino de comodidad, donde ya no hay vida ni fidelidad creativa. Y Pablo no quisiera que eso se diese en sus comunidades.

Cada día el Señor nos dirige una llamada a vivir despiertos, a superar toda modorra. Es lo que hacía durante su existencia terrena, y muchas veces percibió que los oyentes estaban dormidos, que dejaban pasar la ocasión, que no eran avispados. Eso enseña la parábola del mayordomo infiel y su comentario por Lucas; Jesús, formidable catequista, ponía ejemplos llamativos. ¿Será posible que alabe a un tramposo? No, no es eso lo que hace Jesús; él elogia a un hombre astuto que va por la vida con los ojos abiertos y que sabe conjurar el peligro a tiempo. Es el ejemplo del que se deja sorprender por la Palabra y no sucumbe a la despreocupación o inconsciencia; despertado por ella, reorganiza toda su vida.

Curiosa la aplicación que hace Lucas: así como el mayordomo tramposo se aseguró el futuro repartiendo beneficios a gente que pudiera recibirle en sus casas, así el seguidor de Jesús, si da limosnas de lo que tiene, se asegura una casa eterna. ¿Será posible que el que ha conocido a Jesús ponga menos sagacidad en realizar ese nuevo camino que la que usa un mayordomo ladrón y traidor a su dueño?

Severiano Blanco
severianoblanco@yahoo.es