MARTES DE LA SEMANA 31ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Rm 12, 5-16a

1-1.

Terminada la exposición «doctrinal», he ahí la parte de «aplicaciones prácticas» de orden más moral: hay que sacar conclusiones concretas... ¿cómo viviremos, ahora que hemos comprendido mejor el designio de Dios?

-Todos nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros.

La primera consecuencia concreta es la «unidad» de la comunidad cristiana. Era uno de los grandes problemas de san Pablo. Los primeros cristianos venían de ambientes muy diferentes, con usos y costumbres diametralmente opuestos los unos a los otros. El peligro de cisma, de escisión, de secta, amenazaba siempre. También ocurre así HOY, en que los conflictos parecen exasperarse.

San Pablo empieza dando el «principio» de la unidad, el «Cuerpo único que nosotros formamos». La frase es casi intraducible; en el texto griego, las palabras «oí polloi en soma esmen» son voluntariamente aproximativas... «los muchos un cuerpo somos»...

La unidad de la Iglesia queda así establecida en su más profundo nivel: aquel a quien no acepto, aquel que me pone los nervios de punta, aquel que tiene opiniones enteramente opuestas a las mías, aquel que me hace sufrir... ¡es un «miembro de mí mismo»! somos «miembros los unos de los otros».

-Según la gracia de Dios, hemos recibido dones «diferentes».

¡No nos parecemos! Tanto mejor. Somos «diferentes».

Tanto mejor. Ha sido hecho adrede. Dios lo ha querido así. Es un don de Dios. Pero, en conjunto, no nos gusta.

No nos gustan las diferencias entre nosotros. Esto no es agradable. Las cosas serían mucho más fáciles si todo el mundo se pareciese a «mi» y pensara como «yo».

-Don de profecía... Don de servicio... Don de enseñar... Don de animar... Don de dirigir... Don de abnegación...

Pablo insiste sobre la diversidad de los dones de Dios.

Ningún orgullo, dice. Lo recibido no es para sí.

Concédeme, Señor, no humillar los «dones» de los demás...

Concédeme, Señor, no humillar a los demás con mis propios dones...

Concédeme poner todos mis dones al servicio del conjunto.

Ayúdanos, Señor, a descubrir y a valorar los dones de los demás... a ayudarlos a desplegar su personalidad, a ocupar su lugar en la comunidad. Dedico un rato a descubrir los «dones» de los que me rodean... Es una oración que ha de hacerse a menudo.

-Manteneos unidos los unos a los otros con afecto fraterno...

Fraternidad...

-Sed respetuosos, rivalizando en la estima mutua...

Es el reconocimiento de los dones...

-No frenéis el empuje de vuestra generosidad... dinamismo, empuje...

-Dejad surgir el Espíritu... ¡Es extraordinaria esta fórmula audaz!

-Manteneos siempre al servicio del Señor... Pablo nos lo dijo ya: «servidores».

-Que la esperanza os mantenga alegres... Cuando viene la alegría, aceptarla.

-En las tribulaciones sed enteros... No os rajéis. Aguantad.

-Compartid... Que vuestra casa sea siempre acogedora...

¡Todo un programa!

-Bendecid a los que os persiguen. Desead el bien para ellos...

No es nada fácil, Señor.

-Alegraos con los que se alegran. Llorad con los que lloran...

Adaptarse a los sentimientos de los demás: mantened relaciones interpersonales.

-Estad de acuerdo entre vosotros... San Pablo es reiterativo ¡Las cosas no se arreglan en seguida!

-No penséis en grandezas... No queráis dominar. Dejaos atraer por lo humilde...

Así, las altas consideraciones doctrinales, teológicas. terminan en estos consejos sencillos y concretos que es preciso releer y a partir de los cuales hay que orar.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 370 s.


2.- Flp 2, 5-11

2-1.VER SEGUNDA LECTURA DEL DOMINGO DE RAMOS


2-2.

Lo que Pablo propone a los cristianos de Filipos, es mucho más que un ideal humano de «buena armonía», es mucho más que «ceder para que haya paz»... La búsqueda de la unidad por la humildad, es mucho más que una exhortación moral al uso entre los soñadores de «comunidades unidas»...

-Es lo que Jesús ha hecho.

He ahí la manera de vivir «en Cristo», el cual, siendo de condición divina, no quiso reivindicar su igualdad con Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres...

Vosotros, miembros de la comunidad que es la Iglesia, trataos unos a otros como miembros de Cristo... recordaos que sois miembros de Aquel que, siendo de condición divina, se humilló, se despojó, se anonadó... sin reivindicar la superioridad divina a la cual estrictamente tenía derecho.

En esa frase, se encuentra, a la vez:

--la Gloria divina de Jesús, la afirmación de su «preexistencia» divina...

--la encarnación de Jesús, la afirmación que, por su humanidad, ha renunciado a todas las prerrogativas de gloria y de honor, que pertenecían de derecho a su condición de Hijo eterno de Dios.

El término griego es además mucho más fuerte que el término «servidor»: se trata de la palabra «doulos», ¡que significa «esclavo»! Jesús ha querido ser un hombre «como nosotros» un hombre de condición humilde... y sobre todo quiso ser un "hombre sumiso", un "hombre obediente", un hombre totalmente "dependiente de la voluntad de otro" Todo esto está contenido en la palabra "imagen del servidor".

-Apareciendo, en su porte, un hombre como los demás, se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz.

Esta humillación, esta obediencia del Hijo de Dios han sido siempre meditadas con predilección por los santos de todos los tiempos. "Hay servicio" y "servicio", escribe el Padre de Grandmaison: el servicio vistoso, recompensado, glorioso, brillante... y el servicio humilde, penoso, duro, servil, perseverante: el de un apuesto soldado y el de un esclavo...

Tal fue el servicio de Cristo. Hay que entrar en este espíritu cuando se quiere servir seriamente a Dios y revestirse de Jesucristo. De otro modo es hacer comedia.

Ayúdame, Señor, a mirar de veras mi vida desde ese ángulo.

¿Cómo nos ha rescatado Cristo? Por la libre aceptación de las insondables disposiciones de Dios; por la aceptación del carácter rudo, inflexible, oneroso de la vida humana; por la obediencia a su "condición humana" que incluye la mortalidad. Aceptar la condición de hombre incluida la muerte que anida en su seno y hacia la cual se dirige día a día, viendo en ella una insondable disposición divina provinente del amor del Padre.

«Salvarse» es seguir las huellas de Cristo y, contando con su gracia, adoptar su misma actitud.

-Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre; para que, al nombre de Jesús, toda rodilla se doble, y toda lengua proclame que «Jesucristo es Señor» para gloria de Dios Padre.

Descendido de las alturas de la gloria divina donde preexistía... Hasta el fondo de la humillación y de la muerte... ¡Jesús está ahora en la cumbre de la exaltación! Tiene derecho a esas dos prerrogativas divinas: la genuflexión y la aclamación.

En todos nuestros «credo» repetimos este himno de san Pablo. Pero, sobre todo debemos vivirlo en el hondón mismo de nuestra existencia. ¿Cómo he de hacerlo yo?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984. Pág. 370 s.


3.- Lc 14, 15-24

3-1. D/ESPOSO  D/A:

Dios es como un rey que ha preparado las bodas de su hijo, con la fiebre característica de los días que preceden a esa fiesta. El Rey ha mandado a decir: "Ya está todo preparado para el festín".

Pero aunque salga de la cocina un olor apetitoso y esté la mesa bien preparada y las lámparas encendidas y las flores llenando con su aroma la sala del banquete, falta lo esencial al festín: ¡los invitados, que no han venido¡ !Imaginaos la gran mesa del rey sin convidados! Todos lo que él esperaba, los viejos amigos, los conocidos, los parientes, se han mostrado sordos a su invitación. Y Dios se encuentra solo, con la mesa puesta... ¿Va a apagar las lámparas? No. Dios manda a buscar a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos. Nadie está excluido de la fiesta: en la casa de Dios la mesa estará siempre puesta para todo el mundo.

Dios invita a las bodas de su Hijo con la humanidad. No va a casarle con una humanidad de ensueño, santa y pura. La novia ha mancillado su inocencia y se ha ensuciado en las peripecias de la historia. Lleva los estigmas de muchos amores adúlteros... El Hijo del Rey será un "mal casado": la novia no es digna de El, pensarán los invitados que se excusaron.

Pero los pobres, los marginados, se alegraron: Dios no ha retrocedido ante el pecado.

No alimenta espejismos acerca de la humanidad, y su cariño tiene unas veces los acentos del amor decepcionado; otras, los de los celos, la amenaza, la pasión loca. Pero Dios -y nada ni nadie podrá cambiarlo- mantiene su promesa increíble: "Te desposaré conmigo para siempre". Se sentarán a su mesa los Zaqueos, los Mateos, las Magdalenas, los ciegos de Siloé y los paralíticos de Cafarnaúm, las samaritanas y las adúlteras perdonadas. Dios celebrará las bodas de sangre entre su Hijo y la humanidad.

Hoy Dios sigue recorriendo las plazas. ¿Es verdad, entonces, que estamos invitados a la cena real de Dios, a las bodas del hijo del rey, a la mesa pascual? ¡No penséis en ello!

¡Más vale que busquéis un pretexto aparente para no acudir! ¡Ah, si la humanidad supiera la ambición de Dios sobre ella! Humanidad coja, lisiada, ciega; es a esa humanidad a la que Dios invita a las bodas, ¡no a una humanidad de ensueño! Y la alegría no será la exuberancia ficticia y sin futuro de las cenas de negocios y sin alma. La alegría será a la medida del asombro de encontrarse ahí en la sala de bodas, a pesar de nuestros defectos y de nuestras miserias.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 165


3-2. PARABOLA/VOCACION  

Para meditar sobre las parábolas de la llamada seguimos el mismo orden que usamos para los otros grupos. Cuáles son, qué dicen fundamentalmente, a qué clase de gente van dirigidas y qué hay en el corazón de Jesús al pronunciarlas. Finalmente, veremos dos consecuencias para aplicar: sobre la misión y sobre la acción vocacional.

LA LLAMADA Y LA INVITACIÓN

Ante todo, viene a la mente la parábola del gran banquete, de la doble tradición /Mt/22/01-13 y Lucas. La leemos en Lc 14, 15-24 porque todo el capítulo se desarrolla sobre nuestra temática. (...)

La parábola es tan rica que muchos elementos traen a otros. El rechazo de algunos y la aceptación de otros nos recuerda, por ejemplo, la distinta suerte de la semilla (comida, sofocada, que madura y produce). La invitación que se extiende a los pobres, a los ciegos, a los cojos hace pensar en la búsqueda de los perdidos. La palabra final: "Ninguno de aquellos que habían sido invitados, probará mi mesa" recuerda las parábolas del juicio.

Sin embargo, me parece evidente que el tema central es la invitación, la llamada, la vergüenza de rechazar la invitación, las excusas mezquinas para justificar el rechazo, la liberalidad de quien sigue invitando sin cansarse. Junto a esta parábola fundamental de llamada, podemos enumerar otras que, aun sin tener la misma estructura, tocan el mismo argumento:

- Mt 20, 1-16: el reclutamiento de los obreros para la viña en distintas horas. Está el patrón que llama y después, al pagar el salario, mira más a su liberalidad que al trabajo realizado: el acento, pues, está en la magnanimidad del patrón y en la gracia de la llamada.

- Mt 21, 28-32: la breve parábola de los dos hijos (¡se usa poco porque es muy peligrosa!). Un hijo dice: Voy, y no va; el otro dice: No voy, y va. Son distintas respuestas a la llamada del padre que formula una invitación, una orden, una petición. ¿Quién escucha en realidad la llamada? El que de hecho va, no el que solamente dice sí.

Lc 14, 12-14: es un dicho sapiencial, pero que se cita por su afinidad con nuestro tema. Si nos colocamos de parte de quien invita y de su liberalidad, estamos en el cuadro de la llamada, de una llamada gratuita, que no espera ninguna recompensa: espera la respuesta, pero no para sacar provecho.

- Mt 13, 44-46: las parábolas del tesoro escondido y de la perla. El descubrimiento del tesoro y de la perla es una ocasión única, providencial, y responsabiliza ante una llamada: ¿qué hago ahora, cómo respondo? ¡Muévete, vende lo que tienes!

- Lc 14, 28-33: en este contexto yo añadiría la construcción de la torre y la guerra. Quien quiere construir una torre, debe primero hacer sus cuentas. Quien quiere hacer la guerra, tenga cuidado de no ir con pocos hombres. ¿Qué quiere decir? Que quien quiera seguir a Jesús tiene que renunciar a todo, tiene que hacer sus cuentas con la secuela. Son dos parábolas que indican la decisión total con que es necesario seguir la invitación de Jesús y, por tanto, ponen en parábola la narración histórica de la invitación del joven rico. El joven rico representa una típica escena de invitación con las condiciones de la secuela: "Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres". Tiene un paralelo muy estrecho con el tesoro escondido en el campo, la perla preciosa, la construcción de la torre y la guerra. La llamada parte de un corazón gratuito, pero compromete al hombre en su totalidad, exige que lo deje todo. Por esto, el hombre se defiende instintivamente: me casé, compré campos, bueyes... Solamente acepta gustoso quien es pobre de espíritu: "Dichosos los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos".

- /Lc/10/29-37 PROJIMO/QUIEN-ES: la parábola del buen samaritano. Al principio de nuestras meditaciones dije que no sabía en dónde colocarla y, en efecto, es una narración aparte, precisamente por su grandiosidad. Pero para unirla a las demás (uniones que no se hacen a priori, sino tratando de dar un orden a las muchas cosas que Jesús dijo en tantas situaciones diversas), me parece que el encuentro con el herido es una llamada, una ocasión de invitación. ¿Quieres ser prójimo? Uno responde que no, el otro también dice que no, y otro responde que sí. Y ser prójimo quiere decir olvidar el propio camino, dejar el propio camino, bajarse de la cabalgadura, ocuparse del hermano, tener misericordia. Aunque con distintas palabras, están presentes las condiciones de la secuela para vivir el mandamiento del amor.

Estas son las parábolas de la llamada: nueve en total. (...)

CARACTERÍSTICAS DE LA INVITACIÓN:

BANQUETE/PARABOLA 

¿Qué dicen las parábolas de la llamada? Partiendo de la más importante, la del banquete, enumero algunas características que nos ayuden a comprender mejor el pensamiento de Jesús:

1. El reino de Dios es festivo, precioso, alegre: en efecto, es semejante a un banquete, a un tesoro, a una perla maravillosa.

2. La entrada al banquete no es libre, se requiere una invitación. Un patrón llama, un rey invita; se coloca a los invitados ante una situación de responsabilidad, de elección. La invitación es un acto de gracia y quien invita quiere difundir su alegría, manifestarla, participarla.

3. La invitación es seria, empeñativa. El acento es muy fuerte sobre este aspecto. Es una invitación de amor que compromete la vida, que la empeña seriamente. Es evidente el salto de cualidad entre lo humano y lo divino. Una invitación humana se puede aceptar o rechazar. Si se rechaza, no hay ningún perjuicio serio; si se la acepta, no queda uno comprometido existencialmente. En cambio, Dios es tan misterioso, maravilloso, que, al invitar, compromete, y es un compromiso que cambia totalmente la vida, la transfigura, la hace nueva.

4. Quien rechaza la invitación es insensato e irrazonable. Quien no va al banquete del rey presenta pretextos, porque sabe que ofende al rey, sabe que se equivoca y, por tanto, no razona bien, se comporta como insensato.

5. Quien rechaza legitima su respuesta. El hombre tiende a legitimar su rechazo a la palabra de Dios, a su llamada. Aun cuando se trata de llamadas sencillas, que expresan el reino en los acontecimientos cotidianos, quien rechaza encuentra siempre excusas que parecen buenas. El hombre se avergüenza de decir: Dije no a la palabra de Dios. Prefiere más bien imputar su no a las circunstancias externas, a la inoportunidad del momento: Después, ahora no, hay una cosa importante por hacer... La parábola escruta aquí las profundidades tenebrosas de la sique que racionaliza siempre lo que hace para demostrar que por lo menos tenía alguna razón.

6. La invitación se hace libremente. Se necesita la invitación, porque la entrada no es libre, pero no está reservada a una élite: está dirigida a los pobres, a los tullidos, a los cojos, a todos. Ya lo vimos en la búsqueda de los perdidos y aquí lo vemos bajo el tema de la invitación: están invitados todos los desgraciados, los pobres, y no solamente los doctos, los sabios, los inteligentes, los nobles. La parábola parte de estos precisamente porque tiene un fondo humano, luego lo supera y revela que el rey, el amo quiere a todos, hasta a los más miserables.

No hay, pues, una Iglesia de élite, hay una Iglesia para todos indistintamente y la invitación se hace a la primera hora, a las horas intermedias y a la última hora, a todas las horas, en todos los tiempos.

Con liberalidad. El salario que el dueño de la viña da a los trabajadores de la última hora indica que, en el fondo, al dueño no le importaba tanto el trabajo, sino más bien que la persona respondiera y que se fuera contenta. Como ya lo decíamos, la liberalidad del dueño, la falta de la justicia distributiva nos crea siempre dificultades, cuando tenemos que explicar esta parábola.

7. La invitación exige obediencia y desapego. Es una característica que recuerda la del tercer punto: invitación seria y empeñativa. Pero aquí se profundiza: no basta decir sí con las palabras, y obedece el hijo que con las palabras había dicho que no, pero después va. Fuera del lenguaje parabólico está la palabra de Jesús: "No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre" (/Mt/07/21). La invitación exige totalidad, porque quien encuentra el tesoro vende todo lo que tiene, para comprarlo, y el que encuentra la perla vende todo para comprarla. Exige seriedad, porque no se puede construir un casa sin seriedad, no se puede ir a la guerra sin la debida preparación. Responder a la invitación supone exigencias que tocan de lleno a la vida.

8. La invitación está a tu lado, imprevista, en la esquina de la calle. El samaritano no esperaba encontrar aquella invitación. A un cierto momento interviene la llamada: ¿Quieres ser prójimo, quieres amar al prójimo? Entonces tienes que hacer así y así, pues de lo contrario no amas al prójimo. No es sólo una invitación genérica a la fe: evidentemente también está este aspecto, pero se especifica en todas las situaciones de responsabilidad seria ante la que se pone la vida y que son oportunidades y al mismo tiempo posibilidades de fallar.

EL NEGOCIO DEL REINO

¿Qué clase de personas tiene ante sí quien dice estas parábolas?

1. Personas que saben qué es un negocio, saben qué es una buena ocasión en la vida. Pero creen que "negocio" son sólo los asuntos cotidianos: dinero, casas, bienes de consumo, realidades de la vida común y corriente. Y creen que el negocio del reino no es tan importante. Es, pues, gente que tiene que ser sacudida, que debe comprender: Pongan mucha atención porque ustedes por los negocios pierden el "negocio", pierden el "chance" funda- mental de su vida, la ocasión única e irrepetible de su plenitud humana, de su salvación. Es un auditorio que necesita quedar comprometido en el discurso parabólico: Estos hombres que rechazaron la invitación al banquete del rey son unos maleducados, se ¡equivocaron! ¿Y tú?

Hubieran podido perfectamente ir a ver los bueyes el día siguiente, sin preferir la compra de los animales a una invitación tan importante y tan gentil! ¿Y tú?

2. Personas que creen que la vocación cristiana es una cosa junto a otras, que se puede mezclar con las otras. La vocación no es para ellos "la cosa", el "negocio", que no sufre y no admite mezclas. De aquí la necesidad de insistir sobre la seriedad de las exigencias: la fe compromete toda la vida, a todo el hombre, a la persona en su totalidad: "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con todo el alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas".

El reino compromete al hombre en su totalidad y, a partir de esta intuición fundamental, se colocan las otras realidades. No basta un poco de religión, un poco de honestidad humana, la misa del domingo, un poco de oración, un poco de diversión, en el sentido de una medida.

Entonces comprendemos cuán actual es el público de las parábolas de la llamada ¡y cuán dentro está de nosotros! Nosotros somos los destinatarios de estas parábolas, debemos sentirnos comprometidos, porque fácilmente hay en nuestra vida y en nuestra jornada muchas cosas que no van con la seriedad de las exigencias de Jesús.

"Concédenos, Señor, comprender que somos nosotros, aquí, los destinatarios de estas parábolas y que el tema de la llamada es sobre todo para nosotros. Señor, tú que nos llamas, haznos conocer la seriedad, la univocidad, lo unívoco, la exigencia, la totalidad de la llamada bautismal y de esta llamada vocacional que no es sino la explicitación histórica, personal, ministerial de la llamada bautismal en la Iglesia".

LA INVITACIÓN A LAS BODAS

¿Qué tiene en el corazón Jesús que habla, que narra las parábolas de la llamada? Me parece que pueden leer en su corazón sobre todo tres convicciones:

1. Quien habla así está convencido de que el Evangelio es una ocasión preciosísima para el hombre, no comparable con nada. Jesús está convencido de que el Evangelio y la adhesión al Evangelio, la fe, la justicia, la santidad que son consecuencias del mismo, son una oferta a la libertad del hombre que no debe dejar perder por ningún motivo, porque es el verdadero bien del hombre.

2. Quien habla así tiene un gran sentido de que Dios es todo para el hombre y, por tanto, a Dios que llama no se le puede decir que no. Jesús sabe que el Dios amor es quien hace al hombre, quien lo realiza, quien constituye su plenitud.

3. Hay otra verdad que me parece se deba leer en el corazón de Jesús, aunque no se la diga muy directamente en las parábolas, porque hablan sobre todo del Padre. Quien pronuncia estas parábolas tiene la autoridad divina y mesiánica para decir: ¡Sígueme!, ven detrás de mí. Y para poner las condiciones: el que viene detrás de mí y no reniega la propia vida no puede ser mi discípulo. En el ámbito de todo el Evangelio es claro que aquí Jesús es Mesías, Hijo del hombre e Hijo de Dios, Señor de la historia humana, capaz de llamar en la historia humana. Para nosotros hay algo más. Las parábolas presentan el tema del banquete y también del banquete nupcial, de las bodas; entonces tenemos que decir que en el contexto neotestamentario no solamente el Señor puede llamar y llama en la historia, me ha llamado y me llama, sino que es el Esposo que invita a las bodas, me invita a la intimidad: "He aquí que estoy a la puerta y llamo (...) el que me abre cenará conmigo y yo con él" (/Ap/03/20).

"Concédenos, Señor, saberte leer así en mi vida y comprender ese "chance", esa ocasión providencial, formidable, que es para mi vida la llamada, la vocación, en la que se expresa tu apelación histórica, irrepetible y poderosa hacia mí, en el ámbito de la Iglesia y de su posibilidad de llamar".

MISIÓN Y ACCIÓN VOCACIONAL

Podemos sacar de la meditación dos consecuencias.

1. La primera es sobre la misión de la Iglesia y de cada uno en la Iglesia. ¿De dónde nace el impulso misionero que caracteriza a la Iglesia, que es parte esencial de la Iglesia?

a) En las personas nace, ante todo, del sentido de la preciosidad del "bonum fidei", del bien de la fe, de la certeza de que la fe vale más que cualquier otra cosa. Vale más que cualquier otra cosa para mí, y más que cualquier otra cosa para los demás. La fe es el bien supremo para mí y para los demás porque es fundamento y raíz de la salvación plena y total del hombre. El impulso misionero nace, pues, de la profundidad de la fe, de la viveza de la fe, de la alegría de la fe, de la fatiga de la fe, del sufrimiento por la fe. Es la proclamación de la fe. FE/MISION

b) En segundo lugar, considerando la fe en sí misma, no las personas, podemos decir que el impulso misionero nace del hecho de que siendo la fe un "bien", pide por su naturaleza misma ser difundido, sobre todo la fe vivida en la caridad, en el amor. Si la Iglesia es amor y amor que nace de la fe, este amor no puede menos de difundirse, no puede no comunicarse: la comunicatividad intrínseca de la fe como bien, si las personas la viven, es la que se convierte en ellos en deseo de comunicarla. Por eso la misma Iglesia, en cuanto comunidad de fe, es misionera, lugar abierto y difusivo. Una comunidad cristiana no puede contentarse con decir: a nosotros se nos ha dado el don de la fe y por esto ¡demos gracias al Señor! Si es verdadera comunidad cristiana tiene que vivir la necesidad de difundir siempre la fe, en todas partes, en todo.

Ya antes del Vaticano II, ·Pío-XI, en su encíclica sobre las misiones, escribía: "Para todos los que, por gran don misericordioso de Dios, tienen la fe, y no hay obra de caridad más agradable a Dios y obra de amor más insigne para con el prójimo, ni hay deber más grave y urgente que el de propagar el don de la fe según sus propias fuerzas".

Propagar la fe es el primer deber del cristianismo, es la caridad más grande; todas las otras obras de caridad están unidas y subordinadas a esta obra suma.

Entonces nosotros somos tanto más misioneros, cuanto más profunda es nuestra fe, cuanto está más radicada en nosotros y expresada en el amor. Profundidad de la fe no quiere decir necesariamente fe pacífica o fe que no nos pone problemas: más bien quiere decir lucha por la fe, amor por la fe, oscuridad en la fe, desierto de la fe, desierto en donde el hombre siente cada vez más que la fe es su salvación, su plenitud, la totalidad de sí, y se hace incapaz de definirse sin ella.

2. La segunda consecuencia es sobre la actividad vocacional. ¿De dónde nace el impulso vocacional? Como para la fe, nace de la conciencia profunda, personal y comunitaria, que es el bien supremo, en el que se realiza para cada uno el don de la fe. Se realiza para mí y para los demás.

El impulso vocacional no tiene, pues, nada que ver con el sentido de propaganda humana, con el sentido de ambición de aumentar el número de los miembros de la Congregación, con el deseo de no morir solos, sino viendo el rostro de nuevos hermanos de religión. Lo que vale es la vocación para mí, es el lugar en donde he encontrado la plenitud de la cruz y de la vida y por este deseo que valga para los demás. Entonces la vocación se propondrá como bien sumo, a la luz de Dios, no como empujón, como trampa (ven y verás que te vas a encontrar bien, que hay muchas cosas que te gustarán...).

Tal vez podemos responder a la pregunta tan frecuente hoy: ¿Por qué hay pocas vocaciones? Evidentemente porque hay quien se va a casar, quien ha comprado un campo, quien tiene que ir a ver los bueyes: por tanto, la excusa, la legitimación, el rechazo por parte de quien recibe la llamada. Y también, quizás, porque la llamada es flaca, débil. Hay estos dos elementos. No basta decir que los jóvenes son poco generosos. Hay que añadir que, tal vez, nuestra vida -religiosa y sacerdotal- no se vive con alegría, con el entusiasmo y con la plenitud del amor a la cruz, con la totalidad de la donación, con la luminosidad del ejemplo, con la fuerza de la unidad y del amor, con la convicción de que en la comunidad uno se santifica realmente.

Reflexionemos seriamente y pidámosle al Señor que sepamos traducir para nosotros, para mí, la parábola de la llamada. No debemos temer preguntarnos: ¿Por qué mi llamado es débil? Cumplo bien con mi deber, trato de servir con generosidad y, sin embargo, me siento incómodo al tener que llamar a otros: ¿por qué? Si ponemos toda nuestra buena voluntad para aclarar en nosotros todos estos motivos, el Señor nos concederá una luz nueva para nosotros y para los demás.

CARLO M. MARTINI
¿POR QUE JESUS HABLABA EN PARABOLAS
EDIC. PAULINAS/BOGOTA 1986.Pág. 135ss.


3-3.

-Jesús estaba a la mesa. Uno de los comensales le dijo: "¡Dichoso el que coma en el banquete del Reino de Dios!"

Leeremos una serie de frases muy propias para cuando se está comiendo alrededor de la mesa. Con ellas tenemos un ejemplo de conversación de Jesús con los que le invitaban o con los que eran invitados con El.

La hora de la comida es un momento importante de la vida humana.

Los evangelios nos relatan muchas de las comidas de Jesús.

Nuestras comidas de la tierra son una imagen y un anuncio del "banquete mesiánico" en el Reino de Dios. La eucaristía ha asumido ese simbolismo de la comida.

-Jesús dijo: "Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora del banquete mandó al criado a decir a sus invitados: Venid que ya está preparado". Dios invita.

Yo soy el invitado.

-Pero todos, en seguida, empezaron a excusarse. El primero dijo: He comprado un campo... otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes... otro dijo: Me acabo de casar, no puedo ir.

¿Cuáles son mis excusas habituales cuando rehúso la invitación de Dios? ¿Qué contrapongo a lo que Dios espera de mí? ¿Qué es lo que ocupa el lugar de Dios en mi vida?

-Entonces el dueño de la casa indignado dijo a su criado: sal corriendo a las calles y plazas de la ciudad y tráete a los "pobres", a los "lisiados", a los "ciegos" y a los "cojos". ¡Y la cosa vuelve a empezar!

Decididamente Jesús está muy empeñado en favor de todos los desafortunados. ¡Ellos son los invitados a la "mesa de Dios"!

Los ricos estaban embarazados

en sus propiedades -"mi campo"-;

sus asuntos -"mis bueyes"-; o

su felicidad familiar -"mi esposa"-.

Cuando se está satisfecho con lo que uno tiene, no se siente necesidad de nada más.

¡Ser pobre, estar insatisfecho!

¡Señor, que "mis asuntos" no me impidan estar disponible!

Ayúdame a estar siempre a punto de responder a tus invitaciones.

-El criado dijo: "Señor, todavía queda sitio". El dueño le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa".

¡Qué amasijo más heteróclito! Cuando se miraron los unos a los otros, vieron un conjunto inverosímil de "lisiados, cojos, algunos con los ojos enfermos, pobres"... aumentado con los "transeúntes" recogidos tal cual por la calle, sin el traje adecuado. ¡Vaya festín elegante!

Tal es la voluntad de Dios. Tal es la "comida" que Dios nos ofrece. Tal debería de ser la Iglesia; abierta a todos los desgraciados de la tierra, a todos los que sufren, y salvadora de todas las miserias.

El mundo moderno no cree que sea siempre posible reunir gente de razas distintas, de todos los niveles sociales, de todas las mentalidades.

Ciertamente, Jesús, en nombre mismo del Padre de todos esos hombres, nos pide aquí, una fraternidad muy difícil.

Pero, para ese mundo desgarrado, es urgente que los cristianos tomen conciencia de la originalidad del evangelio y de las responsabilidades que supone el estar bautizados.

Hoy a veces se pregunta ¿qué tienen los cristianos de más que los que no lo son", en qué "se diferencian": pues bien, la diferencia se halla ¡en esta exigencia extraordinaria de amor universal!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 262 s.


3-4

1. (Año I) Romanos 12,5-16

a) Pablo ha terminado el tema del destino de Israel y, con él, la parte más teológica de su carta. Ahora, a partir del capítulo 12, se fija en algunos aspectos de la vida de la comunidad cristiana.

Sobre todo es la unidad la que le preocupa. La Iglesia es como un cuerpo orgánicamente unido y diversificado en sus miembros. Cada miembro de este cuerpo tiene sus dones particulares: predicación, servicio, enseñanza, distribución, presidencia. Y todos ellos deben ser ejercitados en beneficio del único cuerpo: "somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros".

Para que vaya bien la vida de comunidad, hace Pablo una enumeración de actitudes, a la vez sencillas y difíciles: caridad, cariño, diligencia en el trabajo, esperanza alegre, firmeza, acogida y hospitalidad, solidaridad con los que ríen y con los que lloran, humildad...

b) ¡Vaya programa de vida comunitaria el que se nos propone también a nosotros, después de dos mil años!

La imagen del cuerpo humano, diverso y uno, es una de las preferidas de Pablo para describir cómo debe ser la Iglesia de Jesús. Aquí sí que no nos podemos excusar en que han cambiado las circunstancias sociales, porque también ahora sigue siendo fundamental que nos sintamos un único cuerpo eclesial, el cuerpo de Cristo. Y que unos a otros nos apoyemos y ayudemos, como los miembros de un cuerpo trabajan parael bien del conjunto. Cada uno con lo que pueda. No todos presiden ni enseñan ni están encargados de la administración. Pero todos pueden aportar su granito de arena a la construcción unitaria de la comunidad.

Habrán cambiado muchas cosas, pero sigue siendo muy actual que nos digan que "nuestra caridad no sea una farsa", que seamos "cariñosos unos con otros, como buenos hermanos", que nos mantengamos "firmes en la tribulación" y "asiduos en la oración", que "riamos con los que ríen y lloremos con los que lloran", que respetemos y amemos a todos, y que colaboremos sinceramente en la tarea común.

En la base de toda esta fraternidad, Pablo nos urge a que no nos busquemos a nosotros mismos, que "no tengamos grandes pretensiones, sino que nos pongamos al nivel de la gente humilde". Es lo que el salmo nos hace decir: "guarda mi alma en la paz... mi corazón no es ambicioso, no pretendo grandezas que superan mi capacidad". Esta humildad nos ahorrará disgustos y nos pondrá en la debida actitud en la presencia de Dios y de nuestros hermanos de comunidad.

1. (Año II) Filipenses 2,5-11

a) El pasaje de hoy es continuación del de ayer. Si Pablo pedía a los de Filipos que tuvieran un ánimo humilde y fraterno en sus relaciones comunitarias, ahora les pone delante el mejor modelo: "tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús".

Y nos transmite un himno cristológico, seguramente anterior a él, que tal vez la comunidad conocía y cantaba. Es un himno que en pocas líneas expresa el misterio pascual de Cristo, su muerte y su resurrección, su humillación y su glorificación por Dios: se despojó de su rango... se rebajó incluso hasta la muerte... por eso Dios lo levantó sobre todo .. como Señor de cielo y tierra.

En griego se emplea primero el término "kénosis", anonadamiento, para terminar gozosamente exaltando a Jesús como el "Kyrios", como el Señor.

b) A veces cantamos este himno como alabanza a Cristo, por ejemplo cada sábado en vísperas, inaugurando la celebración del domingo: "él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios...". Y podemos exclamar con alegría y convicción: "Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre".

Pero aquí Pablo nos lo trae para que aprendamos una lección de humildad y entrega por los demás. Igual que Jesús no "hizo alarde de su categoría de Dios" y se hizo igual a nosotros, se rebajó hasta una muerte de cruz, nosotros también debemos estar abiertos a los demás, sin creernos superiores a nadie ni pretender grandezas. Al contrario, abajándonos como los últimos, "como el que sirve".

Si a lo largo de la jornada tenemos dificultades en nuestro trato con los demás y no nos decidimos a una caridad concreta, pensemos en el criterio que nos ha sugerido Pablo: tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús, que se entregó humilde y generosamente por los demás. Basta que pensemos con sinceridad: ¿cómo actuaría Jesús en este momento? Seguro que acertamos. Tenemos un buen Maestro.

2. Lucas 14,15-24

a) Sigue el clima de una comida ( ¡la de cosas que pasaban en las comidas en las que participaba Jesús!). Esta vez propone Jesús la parábola de los invitados al banquete del Reino.

La alusión debía ser muy clara: los del pueblo de Israel eran los que antes que nadie recibieron la invitación para el "banquete del Reino de Dios". Pero, cuando llegó la hora, rehusaron asistir, poniendo excusas: la compra de un campo o de unos bueyes, la boda reciente.

Pero Dios no cierra la puerta del convite: invita a otros, los que los israelitas consideraban "pobres, lisiados, ciegos y cojos". Dios quiere "que se le llene la casa". Ya que no han querido los titulares de la invitación, que la aprovechen otros.

b) ¿Son sólo los israelitas los ingratos, que no saben aprovechar la invitación y se autoexcluyen del banquete?

Cada uno de nosotros debería hacerse un chequeo -una ecografía de intenciones y de corazón- para ver si mereceríamos también la queja de Jesús por no haber sabido aprovechar su invitación.

Si nos invitaran a hacer penitencia o a un trabajo enorme, se podría entender la negativa. Pero nos invita a un banquete. A la felicidad, a la alegría, a la salvación. ¿Cómo es que no sabemos aprovechar esa inmensa suerte, mientras que otros, mucho menos favorecidos que nosotros, saben responder mejor a Dios? Cuando Lucas escribía este evangelio, ya se veía que Israel, al menos en su mayoría, había rechazado al Mesías, mientras que otros muchos, procedentes del paganismo, sí lo aceptaban.

La Palabra de Dios que escuchamos, su perdón, su gracia, la fe que nos ha dado, la comunidad eclesial a la que pertenecemos, los sacramentos, la Eucaristía, el ejemplo de tantos Santos y Santas, el ejemplo también de tantas personas que nos estimulan con su fidelidad: ¿no estamos desperdiciando las invitaciones que nos envía continuamente Dios? ¿qué excusas esgrimo para no darme por enterado? ¿hago como los niños que no aceptaban ni la música alegre ni la triste? ¿o como los que no acogieron ni al Bautista, por austero, ni a Jesús, por demasiado humano? Cuando llegue la hora del banquete, Irán delante de nosotros Zaqueo, y la Magdalena, y el buen ladrón, y la adúltera: ellos no eran oficialmente tan buenos como nosotros, pero aceptaron agradecidos y gozosos la invitación de Jesús.

En cada Eucaristía somos invitados a participar de este banquete sacramental, que es anticipo del definitivo del cielo: "dichosos los invitados a la cena del Señor" (en latín, "a la cena de bodas del Cordero"). Celebrar la Eucaristía debe ser el signo diario de que celebramos también todos los demás bienes que Dios nos ofrece.

"Somos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está al servicio de los otros" (1ª lectura I)

"Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús" (1ª lectura II)

"`Dichoso el que coma en el banquete del Reino de Dios" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 245-248


3-5.

Fil 2, 5-11: El Señor no retuvo la vida para sí mismo, sino que la entregó para otros

Lc 14, 15-24: El banquete del Reino de los cielos

La comida, la cena festiva, es en todas las culturas uno de los símbolos más grandes de unidad comunitaria y familiar. En la cultura semita era símbolo de la máxima comunión. Participar de la mesa de otra persona comprometía a los invitados con el oferente de la cena.

Jesús aprovecha este valor cultural para resaltar los valores del Reino. Pues, éste no es una realidad ajena a nuestra cotidianidad, al devenir histórico, a los valores humanos. El Reino de Dios es precisamente la máxima realización de los ideales humanos de fraternidad, solidaridad y justicia. Y, precisamente, en la comida comunitaria se viven los signos que muestran como posible o realizable el Reino entre los seres humanos.

La parábola del banquete del Reino muestra cómo los que están empeñados exclusivamente en sus negocios ("Compré un campo y es necesario que me disculpes"), en el frenesí de su trabajo ("Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas") o en la exclusividad del círculo familiar, no pueden entrar a participar plena y gozosamente en la vida comunitaria. Ésta exige, una disponibilidad generosa y la aspiración de construir algo más grande que los pequeños negocios y trabajos familiares.

Por estas razones, aquellos que están empeñados en sus propias preocupaciones sin mirar el horizonte de los pueblos, sin valorar las utopías históricas no están aptos para participar del banquete del Reino. Éste necesita de una apertura a todos los seres humanos y a todos los ideales de humanización. Por esto, los invitados son aquellos que realmente tienen esperanza histórica y confían en que pueden construir la nueva casa del Señor. Ésta es un proyecto alternativo, un mundo donde no hay excluidos y donde lo importante no es la productividad ni el lucro, sino la máxima expresión de la creación: el ser humano.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-6. CLARETIANOS 2002

¿Cuántas veces nos hemos sumergido en el himno que Pablo inserta en esta carta a la comunidad de Filipos? Siguiendo con la reflexión de ayer, podríamos decir que este es el "himno del desinterés", el canto al Cristo que no buscó lo suyo sino que "se rebajó hasta someterse incluso a la muerte". En la identificación con este viaje de bajada-subida, de humillación-exaltación, encontramos la clave para compartir los sentimiento de Jesús. En la vida social solemos proceder al revés: avanzamos de abajo arriba. Casi todos aspiran a "subir". Las personas se alegran de sus ascensos académicos, laborales, sociales: "Fíjate cómo ha subido fulano de tal". Jesús aparece como el que baja: "Fíjate dónde se ha metido". Todos queremos ser más, nunca menos. Por eso nos cuesta tanto entender que la plenitud pueda residir en lo que algunos han llamado la "movilidad hacia abajo".

La parábola de Jesús de los invitados que se autoexcluyen del banquete escenifica el misterioso diálogo entre la gracia y la libertad. Jesús habla de un Reino gratuito, representado por un banquete, pero los invitados no se fían de la gratuidad, prefieren asegurar sus posiciones económicas (un campo, cinco yuntas de bueyes) o afectivas ("me acabo de casar"). Quien busca la seguridad en lo suyo se autoexcluye de la gracia, que pasa a ofrecerse a los "no seguros", representados por esa retahíla de pobres, lisiados, ciegos y cojos, a los que están siempre fuera, o abajo, o al margen.

No te entiendo, Cristo de los bajos fondos.
No entiendo tu viaje a la mina del corazón humano,
donde todos los sinsabores se pudren,
donde todos los sueños se tornan fracasos.
Pero llévame hasta el hondón del sufrimiento,
rebájame de mis falsos cielos
hasta que aprenda a ascender contigo.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-7. 2001

COMENTARIO 1

Un invitado expresa su deseo de participar en el banquete del mundo futuro (15); no sabe que el banquete del Reino ya se da en la comunidad de Jesús (5,29).

Respuesta, una parábola: los que van a gozar de ese banquete son los que él menos se espera; quienes ponen los propios intereses por encima del reino de Dios quedan excluidos de él (16-20). Los tres ejemplos resumen la respuesta de todos (18); los que viven para sí no aceptan la invitación (cf. 8,14: "preocupaciones, riquezas, placeres"; 14, 26.33; 18,24)

Indignación del dueño de la casa ante el desprecio. El designio divino de salvación universal (el reinado de Dios) se realizará aunque Israel, el primer invitado, lo rechace. Gratuidad absoluta: se invita entonces a los que no poseen nada, figura de los paganos (21). Como no se consideran dignos, han de ser persuadidos a entrar (23). Los primeros quedan excluidos definitivamente (13,25-10) (24).


COMENTARIO 2

No es suficiente proclamar la dicha de compartir el alimento del Reino de Dios con la implícita esperanza de ser uno de los afortunados. Se requiere una respuesta adecuada a las exigencias de la invitación.

La respuesta adecuada sólo puede tener lugar si somos capaces de acompañar al servidor que nos invita a acompañarlos al banquete. Y ante este anuncio de que el banquete está pronto no podemos aducir pretextos para evitarnos el camino hacia el lugar de la fiesta. Ni el cuidado sobre nuestros negocios (de campos, de bueyes o de cualquier tipo) ni la propia realidad familiar, sirven de justificativo para no emprender la marcha cuando se nos anuncia el comienzo de la celebración.

La historia de la dirigencia oficial judía es la trágica historia del rechazo de la oportunidad decisiva de la salvación. Y sin embargo, la fiesta mesiánica debe tener lugar a pesar de ese rechazo. Este únicamente puede servir para hacer llegar la invitación a todos los pobres de la tierra, judíos y paganos, capaces de la respuesta exigida.

Su carencia de bueyes, campos, es decir, su marginación de la sociedad comercial los hace aptos a comprender la llamada y a seguir al servidor salido a su encuentro. Desde las plazas o calles de la ciudad o desde los caminos y cercados de fuera de ella, se dirigen a engrosar la lista de los invitados y a ocupar los puestos destinados primeramente a otros.

Sólo compartiendo su actitud ante la gratuidad de la salvación seremos capaces de compartir la mesa con el dueño de casa y más que con palabras seremos capaces de proclamar con nuestras obras la felicidad de quien participa del pan ofrecido en el Reino de Dios.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. 2002

La primera lectura de hoy merece comentario propio… Es un conocido pasaje, que parece ser un himno antiquísimo, de los primeros cristianos, que Pablo estaría citando, incorporándolo a su carta a los cristianos de Filipos…
Es una de las primeras "interpretaciones globales" del misterio de Cristo. Diríamos que "Jesús" fue un "hecho", fundamentalmente. También fue palabras, por supuesto, pero no se interpretó a sí mismo. Fue un acontecimiento de salvación que quedó ahí, expuesto ante los discípulos, y cupo a éstos la tarea de interpretarlo. Interpretaciones posteriores ("teologías", o más concretamente "cristologías") habrá muchas a lo largo de la historia, y ninguna podrá ser definitiva, ni podrá encerrar el "misterio" en sí mismo. Siempre los cristianos tendrán derecho a "volver a Jesús", o sea, a no quedarse en las palabras o explicaciones intermedias, sino a volver directamente al "hecho" mismo (que en realidad fue la palabra original que Dios pronunció en Jesús), y aventurar una interpretación que dé cuenta mejor del "significado para nosotros" -aquí y ahora- de ese hecho revelatorio. Porque siendo el mismo siempre el hecho de Jesús ("ayer, hoy y siempre"), no es idéntica la interpretación que del mismo puede hacer cada generación, cada cultura, y hasta cada persona, porque cada una de ellas tiene sus propias preguntas, a las que no responden las respuestas dadas a preguntas ajenas…Cristologías del siglo XVI pueden dejar de ser significantes para nosotros, sin dejar de ser verdaderas… Sencillamente, no responden a nuestras preguntas, sino a preguntas ajenas, pregunts de otras generaciones.
En todo caso, la "cristología" de este texto que recoge Pablo, es "revelación neotestamentaria" y tiene un estatuto especial. Con un contenido bien simple y a la vez profundo, no echa mano de sutiles categorías filosóficas para interpretar el hecho de Jesús. Más bien lo simboliza con ese itinerario de bajada (kénosis, abajamiento), humildad y exaltación ("un nombre sobre todo nombre"): una forma casi plástica -de descenso y ascenso- simple y muy elocuente.
El misterio de Jesús significado en ese himno es bien fácilmente aplicable a nuestra vida. Todos los días tenemos ocasiones para ejercitar ese servicio amoroso, esa solidaridad con los más pequeños, que no pretende recibir nada a cambio -como nos decía el evangelio de ayer-, imitando la encarnación humilde y servidora de Dios en Jesús. Como aquel invitado, también nosotros podemos decir: "¡Feliz el que (así) tome parte en el banquete del Reino de Dios!"… (Lc 14, 15).

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


3-9. ACI DIGITAL 2003

16. En la presente parábola el que convida es el Padre Celestial, la cena es figura del reino de Dios. Los primeros convidados son los hijos de Israel, que, por no aceptar la invitación, son reemplazados por los pueblos paganos. Véase Mat. 22, 2 - 14.

17. Jesús, siervo de Yahvé (Is. 42, 1 ss.), se retrata aquí admirablemente como tal y muestra que venía a la hora del festín, es decir, cuando todo estaba dispuesto para el cumplimiento de las profecías (cf. Rom. 15, 8; Juan 18, 36 s.). Bien sabía El que lo iban a rechazar y por eso anuncia (v. 23 s.) la entrada del nuevo pueblo de que habla Santiago en Hech. 15, 13 ss. Cf. Is. 35, 5.


3-10. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Martes 4 de noviembre de 2003
Carlos Borromeo

Rom 12, 5-16: Vida en comunidad: un sólo cuerpo en Cristo
Salmo responsorial: 130, 1-3
Lc 14, 15-24: Los invitados al banquete del Reino

Seguimos acompañando a Jesús en su viaje a Jerusalén, tratando de aprender a ser discípulos de Jesús y misioneros del Reino. Estamos todavía también en el contexto de la cena del jefe de los fariseos en día sábado, donde fue invitado Jesús. El tema gira igualmente en torno a la mesa y la cena.

El primer versículo (v. 15) es una exclamación de gozo de uno de los que participan en la cena por lo que había dicho Jesús. Se une aquí Resurrección con comida en el Reino de Dios. La relación es correcta, pues Resurrección, comida y Reino van casi siempre unidos. La comida supone la resurrección del cuerpo. Lucas insiste que cuando Jesús resucitó comió con sus discípulos. El resucitado no es un fantasma.

La nueva enseñanza de Jesús continúa la anterior. Se trata otra vez de los valores del Reino de Dios que contradicen los valores de la sociedad dominante. El Reino destruye la racionalidad y la lógica económica y religiosa del sistema dominante.

Jesús narra a sus anfitriones que un hombre dio una gran cena. Cuando todo está preparado, todos comienzan a excusarse. Las dos primeras excusas son de orden económico: he comprado un campo, he comprado cinco yuntas de bueyes. La tercera excusa es más racional: ‘me he casado’; pero no difiere tanto de las anteriores, pues el casamiento implicaba tratar complicados asuntos económicos y sociales.

Los invitados a la cena no llegan, lo que provoca la ira del dueño de la casa, el cual toma una extraña e inusitada decisión: invitar a los pobres, lisiados, ciegos y cojos. Son los mismos que aparecen en el texto anterior (24, 13). La invitación tiene dos espacios diferentes. Primero se invita a los pobres de las plazas y calles de la ciudad y luego a los de los caminos y cercas. Se invita así primero a los de la ciudad y luego a los del campo. Curiosamente a los pobres del campo la invitación es compulsiva, pues son obligados a entrar en la casa donde se celebra la cena.

Tenemos aquí una imagen magnífica del Reino de Dios. Primero el uso del símbolo del banquete. Luego los invitados al banquete: ricos y pobres. Los ricos no participan por razones fundamentalmente económicas. Dos veces se usa la palabra 'comprar'. Hay aquí una racionalidad y actividad económica que es incompatible con el Reino de Dios. Los que están centrados en esta actividad no encuentran interesante participar en el Reino. Por otro lado los pobres, lisiados, ciegos y cojos, de la ciudad y del campo, participan del banquete del Reino de Dios.

La referencia principal en Lucas aquí es ricos-pobres, pero podría subyacer también la referencia judíos-griegos (en Mateo ésa es la referencia). La preferencia de la simbólica económica hace especialmente interesante esta parábola para el tiempo actual. Es importante también tener presente que esta contraposición de los valores del Reino con la lógica del sistema dominante se vive ya desde ahora en nuestra historia y no sólo en la realización plena del Reino al fin de la historia.


3-11. DOMINICOS 2003

Todos formamos un solo cuerpo

Somos muchos, pero formamos un solo cuerpo en Cristo. Los dones recibidos son diversos, pero el Espíritu, es uno. Que vuestra caridad no sea una farsa (Pablo)

En la liturgia de hoy, al mismo tiempo que participamos de la Eucaristía con el mayor afecto, se nos insiste en la dimensión comunitaria que deben poseer todos los dones y cualidades que adornan a nuestras personas.

Dios pensó en nosotros, y nos hizo mutuamente necesitados, complementarios, solidarios; olvidarlo es alejarnos del proyecto creador e introducir el desorden en nuestra vida. En la caridad, celo, servicialidad, bienestar, cultura, asistencia, todos hemos de vernos como miembros de un solo cuerpo social, religioso, convivencial.

Nos lo recuerda el celoso pastor y maestro, san Carlos Borromeo (1538-1584). Él, profeso jesuita, fue elevado prematuramente al cardenalato y al arzobispado de Milán, a los 21 años,  pero superó todas las esperanzas y ambiciones humanas: se convirtió en gran animador del Concilio de Trento, actuó como celosísimo pastor de su diócesis, de la formación del clero y fieles; fue custodio de los pobres, y vivió olvidado de sí mismo.

Cuando la peste, en 1576, aterrorizó a Milán, otros huyeron, pero él se quedó y organizó los servicios de caridad, con heroísmo. Murió, muy llorado y admirado, a sus 46 años de edad, en 1584.

ORACIÓN:

Danos, Señor, espíritu de amor a Cristo, a su Iglesia, a la verdad, a las personas más necesitadas de luz y pan, de compañía y caridad. Así seremos, como san Roberto, maestros y testigos de nuestra fe. Amén.

 

Palabra sin engaños

Carta de san Pablo a los romanos 12, 5-16:

“Hermanos: Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está al servicio de los otros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: Si ese don es la predicación, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; si es la enseñanza, dedicándose a enseñar...

Hermanos, que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo...”

Diversidad y armonía; reconocimiento de los valores de cada uno y puesta en servicio de los mismos; acogida de los dones de Dios y fructificación en obras de solidaridad que nos traigan felicidad en la verdad. Sea éste nuestro lema de vida.

Evangelio según san Lucas 14, 15-24:

“Estando sentados a la mesa, uno de los comensales dijo a Jesús: ¡Dichoso el que coma el banquete del Reino de Dios!. Jesús aprovechó la oportunidad y habló así:

Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente, y a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: Venid, ya está todo preparado.

Pero ellos no quisieron acudir y se excusaron uno tras otro:... Dispénsame, por favor, pues he comprado un campo... Dispénsame, he comprado cinco yuntas de bueyes... No puedo ir, pues acabo de casarme...

Entonces el amo dijo al criado: sal por los caminos, invita a todos e insísteles que entren al banquete. Os digo que ninguno de aquellos convidados primeros probará mi banquete”.

Leído el texto, reconozcamos que la complacencia de Jesús está en que todos nos sintamos dichosos de ‘comer en el banquete del Reino’; y que su tristeza se hace patente cuando contempla nuestras ingratitudes y desprecios, no acudiendo a su llamada.

 

Momento de reflexión

Sintámonos miembros de miembros, y seamos felices en ello.

Nuestra vocación de “comunidad” está muy clara en la naturaleza que poseemos,  en las deficiencias que nos hacen depender de los demás, en el beneficio de la colaboración, en la capacidad de vivir la felicidad que genera el “hacer felices a otros”.

Si esa es nuestra condición de naturaleza y de gracia, resulta muy atinada la amonestación de san Pablo: En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Que el proyecto-esperanza os mantenga alegres; que en la tribulación os mostréis firmes y apoyados. Que mantengáis igualdad de trato unos con otros, sin grandes pretensiones, en humildad y sencillez de vida...

Seamos corresponsables y vivamos atentos a la llamada del otro.

Tomemos buena nota de la advertencia que Jesús dirige a los miembros de la comunidad que aparecen como infieles a la llamada del hermano: no probarán de su banquete; es decir, pagarán las consecuencias de su ingratitud, al mismo tiempo que otros invitados -nuevos y pobres- de última hora, gozarán de sus manjares y amistad. Quien tenga oídos para oír que oiga esta palabra del Señor y no se engañe fatuamente.

 Si ayer nos decía Jesús que lleváramos a nuestra mesa a pobres, lisiados, gente sencilla que sólo puede devolver amor, entendamos,  hoy nos da la misma lección de vida: en la comunión de personas, estando Dios y los hombres implicados, es pecado servirse de los demás para provecho propio. Hemos nacido para ser solidarios con Cristo y con los hermanos.


3-12. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

(11-04: Valiente y lúcido nos presentan algunos hagiógrafos a San Carlos Borromeo, cuya memoria podemos celebrar hoy. “Carlos” significa “hombre prudente”. Talante muy adecuado para llegar a ser valiente y lúcido).

Valientes y lúcidos tenemos que ser para sentirnos “un solo cuerpo en Cristo” y estar al servicio los unos de los otros. Ésta es la exhortación de hoy en la carta a los Romanos. Y para ello cada cual tiene que hacer buen uso de los dones que ha recibido de Dios. Reconociendo siempre que vienen de Él, pues es la mejor forma de hacer buen uso. Y tomando conciencia de la admirable dinámica de gratuidad que encierran los dones. Dinámica que viene de Dios y a él vuelve pasando por los hermanos. Dinámica que renueva y enriquece la vida con toda suerte de matices y colores, sin tener que acaparar los de nadie. Cada uno es valioso, preciosísimo, lleno de posibilidades reales para los demás, porque es valioso a los ojos de Dios.

La perspectiva de Pablo es, una vez más, el amor. El amor del Dios de Jesús que se convierte en dinamismo de vida novedosa. Vida para los otros: entrega atenta, acogida, compasión, empatía, igualdad, humildad, bendición...

¿Estamos preparados para un banquete de dones así? ¿O estamos más bien pendientes de nuestras cualidades-posesiones? ¿Vivimos para los otros o para nosotros? ¿Tendrá que salir nuevamente el criado a las plazas y calles a buscar pobres, lisiados, ciegos y cojos para que se pueda celebrar el banquete? Confiemos que no, aunque ninguno de ellos tiene que quedar excluido. Confiemos alcanzar la lucidez cristiana -mezcla de valor, sabiduría y gracia- que nos permita responder a la invitación del banquete del Reino, sin peligro de excusas.

Os deseo una gran lucidez cristiana.

Vuestro hermano en la fe,

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)


3-13. 2003

LECTURAS: ROM 12, 5-16; SAL 130; LC 14, 15-24

Rom. 12, 5-16. La Iglesia forma un solo Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo. Cada uno tiene su propia función en ella, y hemos de cumplirla por el bien de todos. No podemos convertirnos en miembros inútiles, que sólo se alimentan de la vida divina, pero que se quedan paralizados cuando les corresponde ponerse al servicio de los demás conforme a la Gracia recibida. No todos tienen la misma función, pues unos tienen el don de servicio, otros el de enseñanza, otros el de exhortación, otros el de presidir a la comunidad; y todos el de atender, con alegría a los necesitados. Cumplir con amor lo que nos corresponde nos lleva a colaborar para que la Iglesia sea un signo vivo, actuante, del amor de Dios en todos los tiempos y lugares. Preocupémonos de ser un signo del amor solidario de Cristo especialmente para los pobres, a quienes hemos de ayudar en sus necesidades. Seamos motivo de bendición para todos, pues Dios no nos hizo maldición, sino signos de su bendición para el mundo. Vivamos unidos por un mismo Espíritu, desterrando de nosotros toda división y rivalidad. Así, viviendo en comunión fraterna por nuestra unión con Cristo y participando del mismo Espíritu, seremos colaboradores eficaces en la construcción del Reino de Dios entre nosotros, conforme a la Gracia recibida.

Sal 130. A cada uno, Dios nos ha concedido su Gracia, su Espíritu y los carismas necesarios para que contribuyamos a la construcción del Reino de Dios entre nosotros. Hemos de aceptar con amor el lugar que nos corresponde en la Iglesia y cumplir, sin envidias ni rivalidades, aquello que el Señor nos haya confiado. No seamos siervos inútiles en el cumplimiento de lo que nos corresponda llevar a cabo en la Evangelización, que el Señor nos ha confiado. No claudiquemos, no seamos mediocres ni miedosos ante los retos que la vida nos presenta, ni nos detengamos ante la persecución de los poderosos que quisieran apagar la voz de los profetas. Seamos fieles al Señor sabiendo que Él velará siempre de nosotros. Que esa sea parte de nuestra fe y de nuestra confianza en los brazos de Dios.

Lc. 14, 15-24. Dios, por medio de su Hijo Jesús, se acerca como Salvador a todo hombre de buena voluntad. Muchos le han aceptado; pero muchos también lo han rechazado. En verdad que los publicanos y las prostitutas se han adelantado a muchos en el Reino de los cielos. Por eso, hemos de reflexionar con seriedad acerca de la sinceridad no sólo con que le damos culto a Dios, sino de nuestra respuesta vital a Él, siendo fieles a su Palabra y a su invitación a ir tras de Él cargando nuestra propia cruz. A quienes se nos confió el anuncio del Evangelio, no podemos vivir tranquilos porque algunos han dado su respuesta de fe a Dios y perseveran en ella, renovando día a día su Vida en el Espíritu de Dios. Hemos de abrir los ojos ante tantos que viven lejos del Señor y de la salvación que Él nos ofrece y no darnos descanso hasta que Cristo logre, por medio de su Iglesia, que todos participen de su Banquete, mediante el cual quiere hacer una alianza de amor, nueva y eterna con todos y cada uno de nosotros.

Cristo Jesús nos invita a participar de su Banquete Eucarístico mediante el cual Él continúa comunicándonos su Vida y su Espíritu. Él no se fija en nuestras pobrezas y limitaciones, sino sólo en que no rechacemos la invitación que nos hace. Si acudimos a su llamado, su Palabra nos santifica; su Muerte en la cruz nos purifica de nuestros pecados, y su gloriosa Resurrección nos da nueva vida. Entrar en comunión de vida con el Señor nos hace participar de su amor salvífico, que nos impulsa a vivir como criaturas nuevas, revestidas de Cristo y liberados de la carga de nuestros pecados. Permitámosle al Señor que por medio de su Eucaristía nos haga vivir unidos a Él y, fortalecidos con su Espíritu, nos convierta en miembros, no inútiles, sino activos en su Iglesia, capaces de esforzarnos continuamente por hacer el bien a todos.

Alimentados de Cristo, unidos a Él, seamos portadores de su vida para todos. No hagamos de nuestro trabajo un esfuerzo de grupos cerrados. No tengamos una Iglesia "de los nuestros", "de nuestro grupo". Abramos los ojos ante quienes viven entre necesidades y angustias, limitaciones y pobrezas; interesémonos por ellos en la misma forma en que en un cuerpo los miembros se preocupan unos de otros. Tratemos así hacer de la Iglesia una comunidad de hermanos, unidos por el amor. Entonces podremos alimentar la fe, la esperanza y el amor de todos los hombres; entonces, rompiendo nuestros grupos cerrados, saldremos a los cruces del camino para hacer llegar la salvación a todos, incluso a quienes han sido despreciados a causa de su pobreza, de sus limitaciones, de su cultura o de su edad avanzada. Cristo nos ha llamado para hacernos comprender que Él ha sido enviado a todos sin excepción, para que, quienes creemos en Él sepamos que hemos sido enviados para continuar su obra de salvación en la misma forma en que Él la realizó en favor de todos los hombres.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vernos y amarnos como hermanos para poder ser un signo de Cristo para todo el mundo. Así podremos cumplir la misión de hacer llegar la salvación, de un modo creíble, a todos los hombres. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-14.

Los invitados que se excusan

Fuente:
Autor: Juan Gralla

Lucas 14, 15-24
En aquel tiempo, uno de los comensales le dijo: ¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios! Él le respondió: Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: "Venid, que ya está todo preparado." Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses." Y otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses." Otro dijo: "Me he casado, y por eso no puedo ir." Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: "Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos." Dijo el siervo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio." Dijo el señor al siervo: "Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa." Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.


Reflexión:
La gratitud es una flor exótica que cada día resulta más difícil encontrar. Quizás esta florecilla no abundó nunca en la historia de la humanidad.

Hoy Jesucristo nos presenta la parábola de los invitados que rechazan acudir a la boda. ¿Por qué estas personas rechazan la invitación? Era una gran cena; el que la organizaba seguro que no habrá escatimado nada en su preparación.

Seguramente habría platos exquisitos, y además, siendo un señor de importancia, habría invitado a personas distinguidas de la sociedad de entonces. ¿porqué se rechaza la invitación? Yo no tengo la respuesta, pero tengo otra pregunta.

Cristo se encarnó. Dios hecho hombre por nosotros. Nos suena “de toda la vida” esta frase, sobre todo repetida en los días de Navidad que se están acercando, pero de tanto repetirla, quizás no caemos en la cuenta de que ahí cometimos la mayor ingratitud que se ha cometido en la historia de la humanidad: “los suyos no le recibieron”. Porque si la gratitud es el reconocimiento por un don que se recibe, para un cristiano la gratitud nace de la fe en Cristo. Y a veces parece que Cristo necesita mendigar para que los hombres acepten el amor que les ofrece, cuando somos nosotros los que deberíamos esforzarnos por mostrarle nuestro amor.

Está en nuestras manos hacer del mundo un inmenso jardín en el que la gratitud no sea una flor exótica, sino que sea la flor de cada hogar, de cada familia, de cada sociedad.