JUEVES DE LA SEMANA 27ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Ml 3, 13-20

1-1.

-Duras me resultan vuestras palabras, dice el Señor.

No es sólo de HOY que los hombres «contestan» a Dios. Al regresar a Palestina los exiliados soñaban en que todo les resultaría fácil. Mas, después de la alegría exultante del retorno, se instaura la monotonía y vienen las dificultades.

Ahora el Templo está reconstruido. Pero, en medio de las pruebas cotidianas, la fidelidad a Dios resulta difícil.

-He aquí lo que habéis dicho: «Servir a Dios es cosa vana. ¿Qué ganamos con guardar sus preceptos o con llevar una vida gris en la presencia del Señor del universo?»

La tentación de vivir «sin Dios». ¡Servir a Dios es cosa vana! ¿Por qué privarse? ¿Por qué no vivir como los paganos que nos rodean y que parecen muy felices, mientras que nosotros vivimos «sin alegría»?

Es una tentación permanente, también HOY para nosotros, el dejarse influenciar por el paganismo y el materialismo ambiental.

Danos, Señor, la alegría de servirte, incluso cuando las circunstancias exteriores tiendan a entristecernos.

-Más bien declaramos felices a los arrogantes. Aun haciendo el mal prosperan. Aun tentando a Dios, salen adelante.

Es la eterna cuestión de la felicidad de los malos y de la desgracia que sobreviene al justo.

¿Quién de nosotros no ha formulado a Dios esa temible cuestión? Hoy, menos que nunca, no podemos taparnos los ojos. ¿Por qué hay tanto mal, tanto pecado, tanta desgracia?

Respóndenos, Señor.

El Señor prestó atención y oyó. Se escribió ante él un memorial en favor de los que temen al Señor y que cuidan de su nombre.

Primera respuesta: el mundo no está acabado. Dios recuerda. Hay que esperar el fin. Dios se pondrá de parte de los que le temen.

-Serán ellos para mí, en el día que yo preparo. Seré indulgente con ellos como es indulgente un padre con el hijo que le sirve fielmente.

Segunda respuesta: Los justos obtendrán su recompensa.

Dios los ama, como un padre ama a sus hijos fieles.

-De nuevo distinguiréis la diferencia entre el justo y el impío; entre quien sirve a Dios y el que no quiere servirle.

Tercera respuesta: Aun cuando, aquí abajo, ahora no parece haber justicia, esta justicia vendrá.

No juzguemos pues precipitadamente, ni según las apariencias.

Dios no tiene prisa. Ve más allá. Ayúdanos, Señor, a tomar distancias para juzgar según tu punto de vista.

-Pues he aquí que viene el Día abrasador como un horno.

Todos los arrogantes y los que cometen impiedad serán como paja. Los consumirá el Día que viene.

Es una imagen. Pero, ¡cuán terrible!

-Pero para vosotros, que teméis mi nombre, brillará el sol de justicia: aportará la salud en sus rayos.

Finalmente, pues, surge la esperanza.

Señor, haz que crezca en nosotros esta esperanza.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 326 s.


2.- Ga 3, 1-5

2-1.

Pablo no se opuso a Pedro, el primer Papa, por prurito adolescente de contradecir la autoridad... sino porque ¡afectaba a la Fe! El criterio es «seguir la verdad del Evangelio».

Pedro acepta la voz ruda y fraterna de aquel que le recuerda la común sumisión de ambos a un evangelio que no es propiedad exclusiva de ninguno de ellos: «¿Cómo puedo obligar a los paganos a hacerse judíos?»... pues si resulta que lo que salva a los hombres es la observancia de la Ley, entonces ¡la cruz de Cristo ha sido inútil!

-Gálatas insensatos, ¿quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?

El reproche es tajante: «¡hombres insensatos, necios!» El ejemplo de Pedro resultó contagioso y algunos gálatas rehusaron, a su vez, comer con los cristianos, venidos del paganismo. Es grave, dice Pablo, es no haber entendido nada de la Cruz, ¡única tabla de salvación!

No, la circuncisión no aporta nada respecto a la salvación, es una costumbre que puede tener su valor cultural, es una señal perteneciente a un grupo, a una raza, a una tradición, pero no es esto lo que cuenta.

Para salvarse ¡hay que mirar a Jesucristo "crucificado"! Señor, concédenos esta gracia... la de contemplar en profundidad tu Cruz... y de penetrar el misterio que en ella se revela... Señor, danos una libertad total respecto a todas las costumbres, incluso las más venerables para que sepamos valorar lo «esencial» de la Fe, aceptando de todo corazón que otros cristianos tengan otras costumbres y otros gustos distintos a los nuestros.

-Os hago una sola pregunta: «Vosotros habéis recibido el Espíritu Santo: ¿Ha sido porque habéis practicado las obras de la Ley, o bien porque habéis escuchado la llamada de la Fe?»

Pedro, sin duda, no había considerado las consecuencias de su actitud «temerosa»... pero contagiosa a causa precisamente de su autoridad. Pablo estima que debe decirle muy alto a la cara su convicción esencial: el Evangelio no tolera acomodamientos diplomáticos... «¿es la Ley o es la Fe?» Decimos que es un dilema radical: «o bien esto... o bien aquello...»

Tenemos aquí el resumen mismo del evangelio de san Pablo, que se desarrollará de manera teológica en la Epístola a los Romanos. He ahí como podría expresarse: «Nosotros, los judíos, hemos sido objeto de una elección particular de Dios. Pero no es un privilegio. Para nosotros, como para los gentiles, el único medio de llegar a ser «justos» y de librarnos de nuevos pecados, es la fe en Cristo, y no la observancia de la Ley de Moisés.»

Nuestro cristianismo, no lo diremos nunca bastante, no es una moral, ni una ideología... es una persona, es «alguien».

El rigor de las fórmulas y de las definiciones doctrinales es necesario... el esforzarse para una vida moral y responsable según la propia conciencia es necesario...

Pero lo esencial es la «llamada de la Fe»: una llamada... un caminar hacia Cristo... la respuesta a esta llamada personal... el encuentro de Aquel que nos llama...

-El que os otorga el «don» del Espíritu, no obra así porque habéis practicado las «obras de la Ley», sino porque habéis escuchado «la llamada de la Fe».

Dios no salva al hombre en razón del mérito -porque ¡no tenga nada que reprocharse!-... sino por puro amor, por «donación». Hay que aceptar ser amado: Gracias, Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 326 s.


3.- Lc 11, 5-13

3-1.

Nuestra oración es ciertamente petición, pero nada tiene que ver con un regateo mercantil, o con una victoria que alcanzar. En ella pedimos, invocamos: es decir, apelamos a una realidad reconocida y -¿me atreveré a decirlo?- a un derecho. "Acuérdate, Dios Padre, de lo que has realizado por tu Hijo amado". Esa es la razón profunda de nuestra audacia y de nuestra temeridad: nos atrevemos a "asediar" a Dios, ya que no hacemos más que enfrentarlo -una vez más me atrevo a decirlo- con su responsabilidad. Dios ha caído en la trampa que El mismo se ha fabricado: nos atrevemos a correr el riesgo de pedirle algo, precisamente porque El mismo ha establecido con nosotros vínculos de familiaridad.

"Juntos, nos atrevemos a decir": ésta es la invitación que propone el misal antes del Padrenuestro. Nuestra audacia no es la insolencia de unos hijos mal educados, sino la prerrogativa de unos hijos que pueden permitírselo todo, porque "son de casa". Nuestra oración puede hacerse insistente, porque Dios mismo nos da la seguridad del corazón renovado por el Espíritu.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 103


3-2.

-Si uno de vosotros tiene un amigo...

"¿Sabéis qué es la amistad? ¿Sabéis qué es tener un amigo?" La enseñanza de Jesús es a menudo interrogativa...

-... que llega a mitad de la noche para pedirle: "Préstame tres panes".

Es concreto. Sencillo. Jesús acaba de aconsejarnos "pedir a Dios el pan nuestro de cada día", el necesario.

-... un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y si, desde dentro, el otro le responde: "¡Déjame en paz! la puerta está cerrada; los niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a darte el pan".

Escena viva. El visitante llegó tarde; aprovechó el fresco de la noche para viajar; hace calor en Palestina. Las viviendas de entonces, en el país de Jesús, constaban de una sola pieza; eran casas sencillas para gente sencilla. Todo el mundo duerme en el suelo, sobre una alfombra o una estera. Levantarse supone molestias para todos ¡y es complicado!

Dejadnos en paz.

-Yo os digo: que acabará por levantarse y darle lo que necesita, si no por ser amigos, al menos para librarse de su importunidad.

El amigo no ha cedido por amistad, sino para que le deje en paz, como el juez del que hablará Jesús más tarde. (Lucas 18, 4-5) Eso no significa que Dios sea así, que ceda por cansancio: pero esta conducta pone de relieve "con mayor razón" la actitud del Padre que es bueno. "Si pues vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas... cuanto más vuestro Padre del cielo..."

-Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá.

Jesús afirma solemnemente que ¡Dios atiende la oración! Lo repite incansablemente y de diferentes modos.

-El que pide recibe. El que busca encuentra. Al que llama le abren.

Hay que ir a Dios como pobre en la necesidad. La plegaria es ante todo una confesión de la propia indigencia: Señor, yo a eso no alcanzo... Señor, ando buscando... Señor, no comprendo... Señor, te necesito...

-¿Qué padre, si su hijo le pide pescado, le ofrecerá una culebra? y si le pide un huevo ¿le dará un alacrán? Pues si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos...

Sería impensable que una madre no reaccionara así. Siguiendo la invitación de Jesús, voy a contemplar detenidamente el amor del corazón de las madres y de los padres de la tierra: tantas "cosas buenas" son "dadas" cada día, por millones de padres y madres, bajo el cielo de todo el orbe de la tierra.

EI calificativo "malos" no parece ser usado aquí para subrayar la corrupción del hombre, sino para valorar, a fortiori, la "bondad" de Aquel que da tantas "cosas buenas" a sus hijos.

-¡Cuánto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden! Mateo solamente hablaba de "cosas buenas" (Mateo 7, 11) Lucas se atreve a hablar del "don del Espíritu", que es para él, el don por excelencia, ese don maravilloso del cual tanto hablará en su libro Hechos de los Apóstoles (53 citas). La mejor respuesta a nuestras oraciones, es recibir todo un Espíritu Santo.

¡Ah, no! Dios no se mofa de nosotros. ¡Nos da, nada menos que su propio Espíritu! El que pide, recibe. Pedid y recibiréis.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 218 s.


3-3.

1. (Año I) Malaquías 3,13-18; 4,2a

a) Hoy leemos una página de otro profeta menor, Malaquías. No su anuncio más famoso de la Eucaristía (cuando prometía que "desde el levante hasta el poniente se ofrece a mi nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura": Ml 1,11), sino unas palabras que hacen referencia a la gran pregunta del bien y del mal.

Como en Job, aquí resuena la duda: "no vale la pena servir al Señor, ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?". Los justos no parecen recibir ningún premio, mientras que los malos prosperan. ¿Vale la pena ser buenos? Seguramente se sitúa este escrito en el tiempo después de la vuelta del destierro, cuando ya han reconstruido el templo, pero las cosas no parece que mejoren mucho, y cunde el desánimo.

La respuesta de Malaquías es apelar al gran día del juicio, "ardiente como un horno", en que se decidirá el destino de los buenos y los malos: "los malvados los quemaré y no quedará de ellos ni rama ni raíz", mientras que a "los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas".

b) Es la pregunta de Job y la de Jeremías y la de tantos y tantos, de entonces y de ahora, que no entienden el silencio de Dios y quisieran que la cizaña fuera ya separada del trigo y que un rayo fulminara a los pueblos de Samaria que no reciben a Jesús...

Pero Dios tiene paciencia. Jesús enseña a no precipitarse y a no adelantar el juicio, sino a dar tiempo a la libertad y a la conversión. Eso sí: en el horizonte -pronto o tarde, no lo sabemos- Dios anuncia que se celebrará el juicio justo, y "entonces veréis la diferencia entre justos e impíos".

Malaquías nos asegura que Dios lleva cuenta de nuestras buenas obras: "ante él se escribía un libro de memorias a favor de los que honran su nombre". A pesar de que parece estar callado, se da cuenta de todo: "me pertenecen... me compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que le sirve". Y no se dejará ganar en generosidad. Jesús dijo que recibiríamos el ciento por uno.

El salmo nos quiere infundir esta confianza: "dichoso el que ha puesto su confianza en el Señor, que no sigue el consejo de los impíos ni entra por la senda de los pecadores, sino que su gozo es la ley del Señor. No así los impíos, no así, serán paja que arrebata el viento". Es la confianza que Jesús nos confirmó más gozosamente: "venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros" (Mt 25,34).

1. (Año II) Gálatas 3,1-5

a) Es duro el lenguaje con el que Pablo reprocha a los cristianos de Galacia su ligereza en "cambiar de evangelio": les llama insensatos y estúpidos, porque se han dejado embaucar o embrujar.

Resulta que ya tenían lo mejor, y ahora lo dejan escapar. Les había tocado la suerte de seguir a Jesucristo, el verdadero salvador, y de recibir su Espíritu y sus carismas, y ahora se ponen a dudar de si tienen que servir a Moisés. Caminan hacia atrás: "empezasteis por el espíritu para terminar con la materia". Es como si, después de salir libres de Egipto, quisieran volver atrás.

b) Hay momentos en la vida de un cristiano, y de la comunidad entera, en que es bueno repensar la dirección que llevamos, y qué valores estamos descuidando o perdiendo, empobreciéndonos y caminando hacia atrás.

¿Se podría decir de mí que de alguna manera, seducido por argumentos falaces, estoy volviendo atrás en mi fe en Cristo y perdiendo facultades en mi estilo de vida? ¿me pasa, como en el caso de los Gálatas, que me dejo arrebatar la alegría y la libertad interior, como hijo de Dios y hermano de Jesús, dejándome encerrar en ideas más mezquinas, esclavo de mis propias obras y leyes?

Ciertamente Pablo no nos está invitando a no cumplir con las reglas de la vida comunitaria, ni nos presenta una fe cristiana poco exigente. Lo que no quiere es que, centrados como estamos gozosamente en Cristo Jesús, nuestra espiritualidad cambie y se apoye de nuevo en nuestros propios legalismos. Que, siendo hijos que aman y se sienten libres, volvamos a hacer caso a los que nos quieren convertir en esclavos de normas quisquillosas y caducas.

Es lo que el cántico del Benedictus, en labios de Zacarías, nos invita a mantener: "para que, libres de temor, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días".

2. Lucas 11,5-13

a) Siguiendo con su enseñanza sobre la oración -anteayer la escucha de la palabra, ayer el Padrenuestro-, hoy nos propone Jesús dos pequeños apólogos tomados de la vida familiar: el del amigo impertinente y el del padre que escucha las peticiones de su hijo.

En los dos, nos asegura que Dios atenderá nuestra oración. Si lo hace el amigo, al menos por la insistencia del que le pide ayuda, y si lo hace el padre con su hijo, ¡cuánto más no hará Dios con los que le piden algo! Jesús nos asegura: "vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden", o sea, nos dará lo mejor, su Espiritu, la plenitud de todo lo que le podemos pedir nosotros.

b) Jesús nos invita a perseverar en nuestra oración, a dirigir confiadamente nuestras súplicas al Padre. Y nos asegura que nuestra oración será siempre eficaz, será siempre escuchada: "si vosotros sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial...?".

La eficacia consiste en que Dios siempre escucha. Que no se hace el sordo ante nuestra oración. Porque todo lo bueno que podamos pedir ya lo está pensando antes él, que quiere nuestro bien más que nosotros mismos. Es como cuando salimos a tomar el aire o nos ponemos al sol o nos damos un baño en el mar: nosotros nos ponemos en marcha con esa intención, pero el aire y el sol y el agua ya estaban allí. Cuando le pedimos a Dios que nos ayude -manifestando así nuestra debilidad y nuestra confianza de hijos-, nos ponemos en sintonía con sus deseos, que son previos a los nuestros.

Lucas tiene una variante expresiva: Dios nos concederá su Espíritu Santo. Nos concederá el bien pleno que él nos prepara, no necesariamente el que nosotros pedimos, que suele ser muy parcial. Es como cuando Jesús pidió que "pasara de él este cáliz", o sea, ser liberado de la muerte. En efecto, dice la Carta a los Hebreos (Hb 5,7) que "fue escuchado", pero fue liberado de la muerte a través de ella, después de experimentarla, no antes. Y así se convirtió en causa de salvación para toda la humanidad. No sabemos cómo cumplirá Dios nuestras peticiones. Lo que sí sabemos -nos lo asegura Jesús- es que nos escucha como un Padre a sus hijos.

Podríamos leer hoy unas páginas del Catecismo que nos pueden ayudar a entender en qué consiste la eficacia de nuestra oración. Son las que dedica al "combate de la oración", describiendo las objeciones a la oración en el mundo de hoy, por ejemplo las "quejas por la oración no.escuchada", a la vez que invita a orar con confianza y perseverancia (números 2725-2745).

"El Señor protege el camino de los justos pero el camino de los impíos acaba mal" (salmo I)

"Empezasteis por el espíritu para terminar con la materia" (1ª lectura II)

"Para que, libres de temor, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días" (Benedictus)

"Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 154-157


3-4.

Gal 3, 1-5: El Espíritu actúa en quienes obran con fe en Jesús

Lc 11, 5-13: Insistencia en la oración

El evangelio nos recomienda que seamos persistentes en la oración no porque Dios sea sordo, sino porque nosotros necesitamos perseverar para alcanzarlo. La naturaleza humana está generalmente caracterizada por la inconstancia. Nos amilanamos ante el primer obstáculo que se nos presenta en la consecución de nuestras metas y proyectos. Abandonamos la nave ante el menor indicio de tormenta.

Por esto, el evangelista nos invita a crecer en nuestras aspiraciones y a fortalecer nuestro espíritu con la oración constante. Pues el Reino no es una autopista ancha por la que entra el primero que lo intenta, sino un camino angosto que exige mucha calidad personal y mucho apoyo comunitario.

Si logramos cultivar una actitud perseverante, una entrega decidida, una sobriedad ante las dificultades, veremos que al término de nuestro esfuerzo está la generosa voluntad de Dios que nos ha acompañado desde el comienzo. Pero, tendremos una interesante ventaja: el esfuerzo nos hará crecer como personas y apreciaremos en su justo valor lo que hemos alcanzado, lo que Dios nos da. Pues, las cosas fáciles no son valiosas. Además, las parábolas nos ofrecen una visión de Dios como amigo. Esto resulta muy interesante en nuestra sociedad contemporánea. Pues, tendemos a considerar amigos a muchos que únicamente tienen alguna relación con nosotros. Sin embargo, las parábolas nos muestran a Dios como un amigo exigente y generoso en gran medida. Esta combinación no es muy frecuente en los que consideramos nuestros compañeros y amigos. Sin embargo, el evangelio nos la muestra como el verdadero rostro del Dios amistoso y espléndido.

Esa amistad con exigencia y vida en comunidad es lo que Jesús nos ofrece. Su propuesta no es una lánguida complicidad, un consuelo superfluo. Su amistad es un proyecto que nos hace crecer como personas, que nos convierte en mejores seres humanos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Hay tres verbos que sólo practican los sencillos: pedir, buscar, llamar. Si a estos verbos se les añade el adverbio "insistentemente" tenemos esbozado el programa de un verdadero seguidor de Jesús.

Pedir supone reconocer que no tenemos todo lo que necesitamos, tomar conciencia de nuestros límites, admitir que Alguien tiene más que nosotros. Piden los pobres y los mendigos. No piden los autosuficientes.

Buscar implica experimentar la atracción de algo que tira de nosotros, admitir que hay un tesoro por el que merece la pena arriesgarse, sentir el aguijoneo de muchas preguntas para las cuales no existen respuestas prefabricadas. No buscan los que han sucumbido a la rutina, los perezosos y los desesperanzados.

Llamar es dirigirse a alguien con la confianza de que vamos a ser escuchados, invocar una presencia que nos supera y que al mismo tiempo se hace cargo de nosotros. No llaman los que temen que no haya nadie al otro lado de la puerta, los que no está preparados para entrar en el caso de que se abra.

Insistentemente significa todos los días, a todas horas, no sólo en ciertos momentos críticos, o cuando no encontramos otra cosa mejor.

Estas lecciones esenciales se pueden explicar así, con un lenguaje un poco árido, o se pueden explicar diciendo: "Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche ...". Evidentemente, Jesús elige el modo más eficaz. Y por eso nos remueve por dentro.

Cuando uno pide, recibe; cuando busca, encuentra; cuando llama, se le abre. ¿Qué recibimos y encontramos? La síntesis de todo lo que podemos recibir y encontrar es el Espíritu Santo; es decir, todo lo que necesitamos para decir "Abbá" y para reconocer con nuestros labios y nuestro corazón que "Jesús es Señor".

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

INSISTENCIA EN LA ORACION COMO TOMA DE CONCIENCIA COMUNITARIA

La segunda parte de la secuencia contiene una parábola. Dios es comparado a un «amigo» a quien otro amigo acude de noche, a una hora intempestiva, para pedirle unos panes. Gracias a la insistencia, aquél terminará por dárselos. También Dios, dice Jesús, hará lo mismo. Hay que «pedir», «buscar», «llamar», con la seguridad de que «se recibe lo que se pide», que «se encuentra lo que se busca», que «se abren las puertas cuando se llama» (11,9-10). Triple búsqueda, insistencia total. A continuación se pone una serie de ejemplos entresacados de la vida cotidiana. Para concluir con una frase lapidaria: «Pues si vosotros, aun si sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden! »(11,13). A diferencia de Mateo (Mt 7,11: «dará cosas buenas»), Lucas explicita que el don por excelencia es «el Espíritu Santo». La comunidad no tiene que pedir cosas materiales: es necesario que concentre su oración en el don del Espíritu, la fuerza de que Dios dispone para llevar a cabo el proyecto de comunidad fraterna que propugna Jesús.


COMENTARIO 2

Muchas veces nuestra oración no obtiene lo que pide. Y por ello, surge en nosotros el desaliento y el cansancio que nos llevan a abandonar sus práctica. La parábola del amigo importuno se nos presenta para advertirnos de lo irracional de este abandono.

Orar siempre sin desfallecer, aun cuando parece a nuestros ojos y a los de los que nos rodean que no obtenemos respuesta a nuestras peticiones, es la enseñanza fundamental de esta parábola que debemos asumir profundamente en nuestra vida.

Nuestros amigos reaccionan ante nuestra insistencia buscando la calma en momentos en que preferirían hacer traición a la amistad, los padres de la tierra, a pesar de sus carencias, conceden las cosas buenas que sus hijos solicitan. Comparándolo con ellos, Dios es para nosotros un amigo siempre fiel que atiende a nuestras necesidades y es también el Padre bueno, ante Quien se ponen de manifiesto las carencias de toda otra paternidad.

Pero de ese Amigo fiel y de ese Padre bueno no debemos esperar siempre una respuesta idéntica a la esperada. Podemos pedir muchas cosas buenas que tal vez no sean concedidas. Sin embargo, tengamos la certeza de que Dios responde siempre con un don que, a menudo, es superior a lo que habíamos pedido: el Espíritu Santo.

Con Él se nos concede la fuerza necesaria para enfrentar todos los problemas y dificultades que entrecruzan nuestra existencia. Acompañados por Él podemos superar las angustias y medios que nos amenazan. Este es el fruto principal de la oración que justifica nuestra constancia y nuestra perseverancia en su práctica.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

El texto de hoy es continuación de la enseñanza sobre la oración que Jesús da a sus discípulos. Esta segunda parte contiene una parábola en la que Dios es comparado a un amigo a quien otro amigo acude de noche, a una hora inesperada, para pedirle unos panes. Gracias a la insistencia aquél termina por dárselos. También Dios -dice Jesús- hará lo mismo
Hay que pedir, buscar, llamar, con la seguridad de que se recibe lo que se pide, que se encuentra lo que se busca, que se abren las puertas cuando se llama. El evangelio nos presenta una triple búsqueda, es decir, insistencia total. Hay que saber pedir al Padre celestial. Hay que pedir que nos disponga para el Reino, que nos capacite para trabajar con valentía y con alegría en la instauración de su proyecto en la historia. No podemos pedirle al Padre de Jesús, nuestros caprichos, nuestros antojos, nuestras bobadas. Al Padre de Jesús, hay que acercársele con seriedad y con la certeza de que en la medida en que nuestra oración sea una confrontación con el Reino y una actitud de apertura al Espíritu, lo vamos a sentir muy cerca de nosotros como Padre misericordioso.
La última frase del relato nos permite aclarar todo este consejo de Jesús: quien pide el Espíritu de Dios, o sea, la fuerza que nos impulsa hacia el Reino, no quedará defraudado. Ésa es la promesa de Jesús.
¿Cómo oramos nosotros a nivel personal y comunitario? ¿Qué le pedimos al Padre de Jesús, cuando oramos? El Reino, y su irrupción en la historia, ¿es parte importante en nuestra oración? O por el contrario, ¿pedimos lo que nos interesa? ¿Queremos manipular a Dios con nuestra oración? Es hora que despertemos de la falsedad en la que hemos caído con los modelos absurdos y poco evangélicos de oración que hemos inventado. Oremos, pero hagámoslo de verdad, así como lo hizo Jesús, para hacer la voluntad de su Padre.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. Jueves 9 de octubre de 2003
 
Mal 3,13–24:El triunfo de los justos
Salmo responsorial: 1, 1-4.6
Lc 11, 5-13: Enseñanza sobre la oración

Encontramos en el texto del evangelio de hoy un pequeño tratado sobre la oración. En primer lugar, la parábola del amigo inoportuno, y finalmente unas consideraciones sobre la confianza en la oración. Todo el texto ofrece una gran unidad y viene a ser como un comentario a la eficacia de la oración.

En la parábola del amigo inoportuno tenemos una verdadera catequesis sobre la confianza en la oración. En ella se subraya la importancia de la oración continua y la perseverancia. Era muy frecuente en Palestina que los viajeros llegaran a sus destinos cuando ya había caído la tarde e incluso a media noche. La hospitalidad era un deber sagrado, sin importar el momento de la llegada; se ofrecía algo de comer, aunque fuera necesario pedirlo prestado a un vecino. Si un amigo da lo que se le pide ante la insistencia del otro, con más motivo Dios actuará así con los que se dirigen a él.

En la segunda parte del texto vemos cómo la oración siempre alcanza su objetivo: el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama se le abre. Dios no necesita de nuestros halagos para darnos lo que necesitamos porque él ya sabe lo que nosotros necesitamos antes de que nosotros se lo pidamos. En este sentido, Lucas nos dice que la oración constituye una urgente invitación a la confianza y a la insistencia, con la certeza de ser escuchados. Basta precisar que Dios nos escucha, pero no en los tiempos y en los modos que fijamos nosotros. La oración oída es la oración que nos transforma, que nos hace entrar, bajo el impulso del Espíritu, en el proyecto de Dios, que nos introduce en su acción. Lo que se recibe no es automáticamente lo que se pide sino el don del Espíritu, que nos permitirá afrontar las situaciones de la vida con la fuerza de Dios, así la oración es confianza y no acción mágica que resuelve nuestros problemas o carencias.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. ACI DIGITAL 2003

5. Hijo de paz es aquel que está dispuesto a aceptar la palabra de Dios. Hermosa fórmula de saludo (v. 5), que debiéramos usar en la vida, como se la usa en la Liturgia. Cf. 1, 28: "Y entrado donde ella estaba, le dijo: "Salve, llena de gracia; el Señor es contigo" y Mat. 10, 12: "Al entrar a una casa decidle el saludo (de paz)".

12. El rechazo de los predicadores del Evangelio es para Jesús el peor de los agravios (Juan 12, 47 s.).

13. Él ¡ay! del Señor se ha cumplido de modo espantoso. Las ruinas de esas ciudades lo denuncian hasta hoy. Cf. 11, 21 - 23: "Cuando el hombre fuerte y bien armado guarda su casa, sus bienes están seguros. Pero si sobreviniendo uno más fuerte que él lo vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos. Quien no está conmigo, está contra Mí; y quien no acumula conmigo, desparrama".


3-10. DOMINICOS 2003

Palabra de justicia, sin conformismos

Lectura del profeta Malaquías 3, 13-4,2:

“Oráculo del Señor: Gentes impacientes, vuestros discursos contra mí son arrogantes..., pues decís: No vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?... Miremos más bien cuán dichosos parecen los malvados, y cómo a los impíos les va bien; tientan a Dios y quedan impunes...

Pues, mirad que llega el día ardiente como un horno. En el horno, perversos y malvados serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir... En cambio, a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”

En este texto el profeta Malaquías recoge una queja frecuente entre los fieles del Antiguo Testamento, pues tienen la impresión o la evidencia de que a los malos (engañadores, tramposos, egoístas, dominadores injustos)  las cosas les van bien, mientras que los buenos (honestos, justos, cumplidores de la ley)  no prosperan. ¡Tentación continua en el hombre!

Evangelio según san Lucas 11, 5-13:

“Dijo Jesús a sus discípulos: Imaginemos que alguno de vosotros tiene un amigo y que éste viene a medianoche a decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”...

Aunque el amigo responda: “no me molestes”, si el necesitado insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y le da los panes por ser amigo suyo, se los dará para que el otro no siga importunándole. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá...”

Reparemos en este texto cómo Jesús toma la imagen del ‘amigo comodón’ que, por no aguantar más, atiende al suplicante, para que nosotros llamemos a Dios, ‘como si Él también gustara de que le insistamos”. En realidad, no aplaude al ‘amigo comodón, que sería Dios’, sino que alaba la ‘insistencia’, la ‘perseverancia’ en el propósito.

 

Momento de reflexión

¡Qué bien les va a los malvados!

Confesemos sinceramente que esa impresión la tenemos nosotros mismos muchas veces cuando, teniéndonos por honrados y justos, nos vemos agobiados, tristes, enfermos, no correspondidos en el amor, faltos de trabajo, mientras que otros prosperan y se dan a la buena vida...

Nuestros ojos, casi siempre egoístas, propenden a ver o suponer en el vecino más felicidad que la que hay, mayor y más fácil fortuna que la poseen,  familia mejor dotada que la suya,  premio rápido a sus trampas, mientras que la actuación en justicia crea situaciones de penuria...

Nos cuesta asumir que  la “naturaleza” y el “curso de los hechos de ella derivados” no entiende de “amigos de Dios” y de “amigos de las pasiones” o del “azar”.

Elevemos nuestra mirada, y comprendamos que nuestra fidelidad a Dios y al hombre ha de ser constantemente probada, y ha de consistir en ser honrados en cualquiera de las situaciones por las que atravesamos, sean placenteras o dolorosas.

Ser importunos incluso llamando a Dios.

Utilizamos unas palabras que encierran cierta paradoja.

¿Para qué llamar tanto a Dios, si sabemos y decimos que está despierto, nos mira y nos ama? ¿Para qué vocear, si aseguramos que se cuida de nosotros y sabe lo que nos conviene? ¿Cómo mostrarse Dios ‘comodón’, si Él es inmensamente generoso en sus dádivas?

La insistencia de Jesús alude a que nosotros hemos de estar y vivir siempre con la mente y el corazón en Dios, en sus manos. Veamos dos maneras de hacerlo:

Una persona creyente puede decir: Yo no voy a pedir a Dios nada para mí y para los míos. Me pongo en sus manos, y esto me basta, pues nada puedo decir al Señor que Él ya no sepa, y nada he de cambiar en el mundo con mis súplicas.

Esta es oración de amistad, conformidad, confianza. Pide todo sin pedir nada. Los amigos se aman y se comprenden mirándose.

Otra persona creyente puede decir: Yo, desde mi debilidad, necesito mostrar al corazón de Dios, mi Padre, todo lo que me pasa, poniéndome en sus manos. Éste tampoco añade nada que Dios no sepa, ni cambia el amor y solicitud de Dios, pero se siente más a gusto hablando, llamando, suplicando.  ¿Cuál de los dos agrada más a Dios? Ninguno más que el otro, si en ambos hay igual fe, amor, confianza


3-11. 2003

LECTURAS: MAL 3, 13-20; SAL 1; LC 11, 5-13

Mal. 3, 13-20. Hemos amado a Dios: reconstruimos su templo y hemos tratado de vivirle fieles; pero ¿cómo nos ha amado Dios a nosotros? Parece que premia mejor a los que se comportan mal que a nosotros que caminamos en su presencia. Y el Señor se muestra abrumado por esos reclamos e indica a su Pueblo que jamás deben desconfiar de Él. Ante Él no cuentan las riquezas, sino la fidelidad. Efectivamente: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su vida? Ojalá y no perdamos el rumbo cuando decimos dirigirnos a Dios. Ojalá y jamás dejemos de manifestarnos como hijos de Dios que, aún en las grandes pruebas le vivan fieles. Dios velará siempre por nosotros y siempre estará de nuestra parte. Si vivimos entre pobrezas y persecuciones, que no sea por culpa nuestra; si abundamos en bienes que no apeguemos a ellos nuestro corazón, pues el Señor nos quiere no como quien almacena buscando su seguridad en lo pasajero, sino como administradores de sus bienes en favor de los demás. Quien ha cambiado a Dios por lo pasajero al final, ya demasiado tarde, comprenderá que nadie puede comprar ante Dios su propio rescate, y que sólo vivirán con Él para siempre quienes le fueron fieles y no pasaron de largo ante las miserias de su prójimo.

Sal 1. Andemos conforme a la Inspiración del Espíritu de Dios en nosotros. Vayamos en el camino del Señor que nos conduce a la salvación. Sentémonos a los pies del Señor como discípulos para escuchar su Palabra y ponerla en práctica. Entonces no habremos equivocado del Camino que lleva a la Vida. Entonces seremos como árbol plantado junto al río y no como paja que se lleva el viento. Entonces, cuanto emprendamos tendrá éxito, pues, aun cuando tengamos que padecer, llegaremos a la perfección del Hijo que aprendió a obedecer padeciendo y que llegó a su perfección dando su vida por amor a su Padre y por amor a nosotros, convirtiéndose a sí en causa de salvación para todos. Por eso, apartémonos del camino que conduce a la muerte y vivamos, no como impíos, ni pecadores, ni cínicos, sino como quienes han sido reconciliados con Dios y hechos justos mediante la fe en Cristo Jesús.

Lc. 11, 5-13. No podemos extender constantemente los brazos hacia Dios esperando de Él que remedie nuestras enfermedades y pobrezas, esperando que le dé paz al mundo, esperando que Él haga desaparecer todos los males que aquejan a la humanidad. Una oración en la que esperáramos que Dios lo hiciera todo, además de ser una oración engañosa, sería alienante, de tal forma que, esquivando nuestra responsabilidad, le echaríamos a Dios la culpa de los males que no fueran resueltos conforme a nuestras peticiones hechas de modo equivocado. Por eso el Señor nos invita a orar con insistencia al Padre Dios pidiéndole el Espíritu Santo. Entonces seremos capaces de no eludir nuestra responsabilidad en el trabajo que hemos de realizar a favor de la paz, a favor de erradicar la pobreza en el mundo, a favor de superar las enfermedades que, como pandemias, azotan a nuestra humanidad, a favor de vivir libres de la esclavitud al pecado que nos encadena a cualquiera de sus manifestaciones. Recordemos que no hemos recibido un Espíritu de cobardía sino de fortaleza para que no dejemos de esforzarnos por construir el Reino de Dios entre nosotros.

En esta Eucaristía nos reunimos como amigos en torno al Señor. No sólo venimos de visita, venimos para permanecer con Él, no tanto quedándonos en el lugar de culto, sino porque Él se convierte en huésped de nuestro corazón; así, no sólo entramos en comunión de vida con Él en esta Celebración de su Misterio Pascual, sino que permanecemos con Él y Él con nosotros, caminando con nosotros en nuestra vida ordinaria y convirtiéndonos en un signo de su presencia y salvadora ahí donde se desarrolle nuestra existencia. Pidámosle que nos fortalezca con su Espíritu para que seamos sus testigos sin dejarnos amedrentar por los ambientes hostiles a nuestra fe.

El pedir y el recibir el Espíritu Santo no es para deleitarnos románticamente con su presencia en nosotros, es para proclamar el amor de Dios a todos mediante nuestro compromiso de esfuerzo constante para que se viva, no sólo con mayor dignidad, sino con la dignidad de hijos de Dios que, finalmente, no se han dejado dominar por el malo, sino que procuran que el amor, la verdad, la justicia social, la paz sean bienes que todos disfruten por participar, ya desde ahora, del Reino de Dios.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir nuestra fe manifestándola con obras y no sólo con palabras; entonces no sólo nos llamaremos, sino que en verdad seremos hijos de Dios. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-12. Contemplar el Evangelio de hoy

© mim.e-cristians.net

Día litúrgico: Jueves XXVII del tiempo Ordinario

Ref. del Evangelio: Lc 11,5-13

Texto del Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.

»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».

Comentario: Fra. Josep Mª Massana i Mola ofm (Barcelona)

«El Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan»

Hoy, el Evangelio es una catequesis de Jesús sobre la oración. Afirma solemnemente que el Padre siempre le escucha: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).

A veces podemos pensar que la práctica nos muestra que esto no siempre sucede, que no siempre “funciona” así. ¡Es que hay que rezar con las debidas actitudes!

La primera es la constancia, la perseverancia. Hemos de rezar sin desanimarnos nunca, aunque nos parezca que nuestra plegaria choca con un rechazo, o que no es escuchada enseguida. Es la actitud de aquel hombre inoportuno que a medianoche va a pedirle un favor a su amigo. Con su insistencia recibe los panes que necesita. Dios es el amigo que escucha desde dentro a quien es constante. Hemos de confiar en que terminará por darnos lo que pedimos, porque además de ser amigo, es Padre.

La segunda actitud que Jesús nos enseña es la confianza y el amor de hijos. La paternidad de Dios supera inmensamente a la humana, que es limitada e imperfecta: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo...!» (Lc 11,13).

Tercera: hemos de pedir sobre todo el Espíritu Santo y no sólo cosas materiales. Jesús nos anima a pedirlo, asegurándonos que lo recibiremos: «...¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,13). Esta petición siempre es escuchada. Es tanto como pedir la gracia de la oración, ya que el Espíritu Santo es su fuente y origen.

El beato fray Gil de Asís, compañero de san Francisco, resume la idea de este Evangelio cuando dice: «Reza con fidelidad y devoción, porque una gracia que Dios no te ha dado una vez, te la puede dar en otra ocasión. De tu cuenta pon humildemente toda la mente en Dios, y Dios pondrá en ti su gracia, según le plazca».


3-13.

¿Por qué Dios no escucha mis plegarias?

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Sergio Córdova

Se cuenta que el emperador romano Alejandro Severo, pagano, pero naturalmente honesto, tuvo un día entre sus manos un pergamino en donde se hallaba escrito el Padrenuestro. Lo leyó lleno de curiosidad y tanto le gustó que ordenó a los orfebres de su corte fundir una estatua de Jesucristo, de oro purísimo, para colocarla en su propio oratorio doméstico, entre las demás estatuas de sus dioses, ordenando pregonar en la vía pública las palabras de aquella oración. Una oración tan bella sólo podía venir del mismo Dios.

Se han escrito muchísimos comentarios sobre el Padrenuestro, y creo que nunca terminaríamos de agotar su contenido. No en vano fue la oración que Jesucristo mismo nos enseñó y que, con toda razón, se ha llamado la “oración del Señor”. Es la plegaria de los cristianos por antonomasia y la que, desde nuestra más tierna infancia, aprendemos a recitar de memoria, de los labios de nuestra propia madre.

En una iglesia de Palencia, España, se escribió hace unos años esta exigente admonición:

No digas "Padre", si cada día no te portas como hijo.
No digas "nuestro", si vives aislado en tu egoísmo.
No digas "que estás en los cielos", si sólo piensas en cosas terrenas.
No digas "santificado sea tu nombre", si no lo honras.
No digas "venga a nosotros tu Reino", si lo confundes con el éxito material.
No digas "hágase tu voluntad", si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas "el pan nuestro dánosle hoy", si no te preocupas por la gente con hambre.
No digas "perdona nuestras ofensas", si guardas rencor a tu hermano.
No digas "no nos dejes caer en la tentación", si tienes intención de seguir pecando.
No digas "líbranos del mal", si no tomas partido contra el mal.
No digas "amén", si no has tomado en serio las palabras de esta oración.

La parábola del amigo inoportuno, tan breve como tan bella, nos revela la necesidad de orar con insistencia y perseverancia a nuestro Padre Dios. Es sumamente elocuente: “Yo os digo que si aquel hombre no se levanta de la cama y le da los panes por ser su amigo –nos dice Jesús— os aseguro que, al menos por su inoportunidad, se levantará y le dará cuanto necesite”. Son impresionantes estas consideraciones. Nuestro Señor nos hacen entender que, si nosotros atendemos las peticiones de los demás al menos para que nos dejen en paz, sin tener en cuenta las exigencias de la amistad hacia nuestros amigos, ¡con cuánta mayor razón escuchará Dios nuestras plegarias, siendo Él nuestro Padre amantísimo e infinitamente bueno y cariñoso!

Por eso, Cristo nos dice: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”. Si oramos con fe y confianza a Dios nuestro Señor, tenemos la plena seguridad de que Él escuchará nuestras súplicas. Y si muchas veces no obtenemos lo que pedimos en la oración es porque no oramos con la suficiente fe, no somos perseverantes en la plegaria o no pedimos como debemos; es decir, que se cumpla, por encima de todo, la voluntad santísima de Dios en nuestra vida. Orar no es exigir a Dios nuestros propios gustos o caprichos, sino que se haga su voluntad y que sepamos acogerla con amor y genrosidad. Y, aun cuando no siempre nos conceda exactamente lo que le pedimos, Él siempre nos dará lo que más nos conviene.

Es obvio que una mamá no dará un cuchillo o una pistola a su niñito de cinco años, aunque llore y patalee, porque ella sabe que eso no le conviene.

¿No será que también nosotros a veces le pedimos a Dios algo que nos puede llevar a nuestra ruina espiritual? Y Él, que es infinitamente sabio y misericordioso, sabe muchísimo mejor que nosotros lo que es más provechoso para nuestra salvación eterna y la de nuestros seres queridos. Pero estemos seguros de que Dios siempre obra milagros cuando le pedimos con total fe, confianza filial, perseverancia y pureza de intención. ¡La oración es omnipotente!

Y, para demostrarnos lo que nos acaba de enseñar, añade: “¿Qué padre entre vosotros, si el hijo le pide un pan, le dará una piedra? ¿O, si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”

Efectivamente, con un Dios tan bueno y que, además, es todopoderoso, ¡no hay nada imposible!
Termino con esta breve historia. En una ocasión, un niño muy pequeño hacía grandes esfuerzos por levantar un objeto muy pesado. Su papá, al ver la lucha tan desigual que sostenía su hijito, le preguntó:
- "¿Estás usando todas tus fuerzas?"
- "¡Claro que sí!" -contestó malhumorado el pequeño.
- "No es cierto –le respondió su padre— no me has pedido que te ayude".

Pidamos ayuda a nuestro Padre Dios…. ¡¡y todo será infinitamente más sencillo en nuestra vida!!


3-14. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Gál 3, 1-5 ¿Recibisteis el Espíritu por observar la ley, o por haber respondido a la fe?
Interleccional: Lucas 1 Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.
Lc 11,5-13: El Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden

Este texto evangélico ha sido con frecuencia mal interpretado. Jesús insiste en la necesidad de ser constantes e insistentes en la oración de petición, corriendo el riesgo de rayar en la impertinencia. El ejemplo que pone el evangelista es extremo: se trata de un amigo a quien se le ha presentado de noche otro amigo que venía de viaje. La hora no es la adecuada. La circunstancia inesperada. Pues bien, ese amigo no duda en llamar hasta que le abran la puerta para conseguir de su amigo los panes que necesita. Si no por amistad, al menos por la insistencia y por la impertinencia de la hora, el amigo se los dará. Lo mismo con Dios: hay que insistir en la oración y Dios nos concederá lo que le pidamos.

Pero ¿qué es lo que va a concedernos Dios? En primer lugar aquello que le pedimos, si es conveniente. Y lo que es conveniente pedir, ante todo, es el don del Espíritu-Amor, para que se derrame sobre nuestros corazones, de modo que aprendamos a discernir qué es lo que debemos pedir para nosotros y para los demás, que debe ser en primer lugar todo aquello que abunde en la causa del amor y de la entrega de unos a otros dentro y fuera de la comunidad. No por ello, la comunidad no debe dejar de pedir las cosas materiales que ayuden a la creación de ese proyecto de comunidad fraterna que propugna Jesús. Qué mal se ha entendido este texto evangélico. Pues los cristianos están acostumbrados a pedir a Dios toda clase de favores, como si Dios fuese un tapahuecos que viene a socorrer siempre nuestras carencias o nuestras deficiencias. La verdadera petición debe ir siempre encaminada a conseguir de Dios las fuerzas suficientes para superar todos los obstáculos que el mundo pone para la puesta en práctica de su mensaje, o lo que es igual, de una vida de amor, servicio y entrega a los demás. Y para eso, lo que hay que pedir es que la fuerza del Espíritu Santo irrumpa en nuestros corazones y los transforme.


3-15.

Reflexión

Este evangelio tiene una doble enseñanza. La primera nos invita a no desfallecer en nuestra oración. Dios gusta de escuchar nuestra suplicas, aun cuando nos escuchó desde el principio, le gusta nuestra insistencia. Quizás para fortalecer nuestra fe. La segunda es que Dios se porta como un padre que no da cosas que puedan ser negativas o nocivas para sus hijos. Por ello, no todo lo que pedimos se nos dará. Estas dos enseñanzas deben ir siempre unidas, ya que como no sabemos que cosa es buena o mala para nuestra vida y la de los demás, debemos pedir con insistencia y sin desfallecer; pero por otro lado debemos de mantener la paz en nuestro corazón sabiendo que Dios no nos concederá lo que en su infinito amor sabe que podría ser peligroso para nuestra vida material y sobre todo espiritual. Aprendamos a confinar en el infinito amor de Dios y a no desfallecer en nuestra oración.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús


3-16.

El amigo inoportuno

Fuente: Catholic.net
Autor: Xavier Caballero

Reflexión:

Cuando recorremos alguna playa o las zonas costeras y percibimos la arena y los acantilados, no podemos menos que maravillarnos del poder del agua. No es que el agua sea fuerte en sí.. A base de la constancia y la perseverancia es capaz de perforar, limar o erosionar cualquier tipo de roca o de superficie.

El Evangelio de hoy nos habla de la perseverancia en la oración. “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá...”. Un ejemplo tan humano como el del amigo que nos viene a pedir tres panes a medianoche, es suficiente para hacernos pensar sobre la realidad de este hecho.

En el caso de la oración, no se trata de una relación entre hombres más o menos buenos o, más o menos justos. Se trata de un diálogo con Dios, con ese Padre y Amigo que me ama, que es infinitamente bueno y que me espera siempre con los brazos abiertos.

¡Cuánta fe y cuánta confianza necesitamos a la hora de rezar! ¡Qué fácil es desanimarse a la primera! ¡Cómo nos cuesta intentarlo de nuevo, una y mil veces! Y sin embargo, los grandes hombres de la historia, han sufrido cientos de rechazos antes de ser reconocidos como tales.

Ojalá que nuestra oración como cristianos esté marcada por la constancia, por la perseverancia con la cual pedimos las cosas. Dios quiere darnos, desea que hallemos, anhela abrirnos... pero ha querido necesitar de nosotros, ha querido respetar nuestra libertad. Pidamos, busquemos, llamemos, las veces que haga falta, no quedaremos defraudados si lo hacemos con fe y confianza. Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Colaboremos con Él. ¡Vale la pena!


3-17. 27ª Semana. Jueves 2004

Y les dijo: «¿Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a media noche y le diga: "Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío me ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle", le responderá desde dentro: "No me molestes, ya está cerrada la puerta; yo y los míos estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos?". Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará para darle cuanto necesite».

Así, pues, yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá. Pues, ¿qué padre habrá entre vosotros a quien si el hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dé una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dé un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?». (Lc 11, 5-13)

I. Jesús, con ejemplos humanos me quieres explicar el poder de la oración. Si una persona no va a desoír al amigo aunque venga en un momento inoportuno; si un padre no va a dar una serpiente al hijo que le pide un pez; cuánto más Dios -el verdadero amigo, el mejor padre- va a preocuparse de mí cuando le pido lo que necesito.

Por eso, la conclusión es clara: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Pero no es suficiente con pedir tímidamente, o con buscar sólo entre las posibilidades más sencillas, o con llamar una sola vez. Hay que pedir con insistencia. Para que mi petición sea escuchada Tú me pides fe y perseverancia.

Además, Jesús, Tú me darás lo que más me convenga, no necesariamente lo que más te pida. Porque ¿qué buen padre, si el hijo le pide una serpiente o un escorpión, le dará lo que pide? A veces te pido que se me solucione un problema -que apruebe un examen, que tal persona se fije en mí, que pueda ir de vacaciones a tal lugar- y Tú no me lo concedes. No es que no me oigas, es que te estoy pidiendo algo que no me conviene o que no me merezco.

Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mal¡, aut male, aut mala. «Mali», porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. «Male», porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. «Mala», porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros [78].

II. Para algunos, todo esto quizá resulta familiar; para otros, nuevo; para todos, arduo. Pero yo, mientras me quede aliento, no cesaré de predicar la necesidad primordial de ser alma de oración ¡siempre!, en cualquier ocasión y en las circunstancias más dispares, porque Dios no nos abandona nunca. No es cristiano pensar en la amistad divina exclusivamente como un recurso extremo. ¿Nos puede parecer normal ignorar o despreciar a las personas que amamos?
Evidentemente, no. A los que amamos van constantemente las palabras, los deseos, los pensamientos: hay como una continua presencia. Pues así con Dios.

Con esa búsqueda del Señor, toda nuestra jornada se convierte en una sola íntima y confiada conversación. Lo he afirmado y lo he escrito tantas veces, pero no me importa repetirlo, porque Nuestro Señor nos hacer ver -con su
ejemplo- que ése es el comportamiento certero: oración constante, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Cuando todo sale con facilidad: ¡gracias, Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no me abandones!
Y ese Dios, manso y humilde de corazón, no olvidará nuestros ruegos, ni permanecerá indiferente porque Él ha afirmado: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá.

Procuremos, por tanto, no perder jamás el punto de mira sobrenatural, viendo detrás de cada acontecimiento a Dios: ante lo agradable y lo desagradable, ante el consuelo... y ante el desconsuelo por la muerte de un ser querido. Primero de todo la charla con tu Padre Dios, buscando al Señor en el centro de nuestra alma. No es cosa que pueda considerarse como pequeñez, de poca monta: es manifestación clara de vida interior constante, de auténtico diálogo de amor [79].

[78] San Agustín, La ciudad de Dios, 20, 22.
[77] Amigos de Dios, 247.


Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-18.

En el día de hoy Jesús nos pide ser persistentes en la petición al Padre de que derrame su Espíritu Santo sobre nosotros. Una y otra vez debemos pedirle por su Espíritu, buscar su Espíritu y tocar nuestro corazón para que se abra a recibirlo. Jesús nos dice que estemos seguros que cuando pidamos se nos dará, que cuando busquemos encontraremos y que cuando toquemos se nos abrirá. Pero, es importante recordar que una de las principales puertas que debemos tocar es la de nuestro propio corazón para que este se abra a la acción de Dios en nuestra vida.

Señor te pido que me ayudes a que abra mi corazón para que tu Espíritu Santo more en él.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-19.