LUNES DE LA SEMANA 25ª DEL TIEMPO ORDINARIO 

 

1.- Esd 1, 01-06

1-1.

Durante dos semanas leeremos unos extractos de Libros del Antiguo Testamento que se refieren al siglo siguiente al retorno del exilio en Babilonia. En 538 se derrumba el imperio babilónico, bajo la ofensiva del persa Ciro, que promulga un edicto famoso por el que permite que los deportados vuelvan a su patria. Después de un duro y largo cautiverio, de 587 a 538, los judíos retornan a su país y algunas personalidades excepcionales animan a la «restauración»: Nehemías, el constructor... Esdras, el sacerdote... Ageo y Zacarías, los profetas... Se emprende la reconstrucción del Templo de Jerusalén, luego de las murallas de la ciudad; y ante todo se reconstruirá el alma de la comunidad, en derredor de la Ley. Es una de las más grandes épocas del judaísmo.

-En el año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor inspiró a Ciro quien mandó publicar a todo el imperio: «Quienes de entre vosotros pertenezcan a su pueblo sea su Dios con ellos, y suban a Jerusalén a edificar el templo del Señor...».

Este edicto de Ciro corresponde enteramente a la política conciliadora y abierta que esta dinastía persa va a inaugurar. Más que imponer su yugo a las provincias conquistadas, como lo hizo el imperio babilónico, Ciro intenta una «regionalización»: cada región tendrá una cierta autonomía, cada religión podrá ser libremente practicada. El autor bíblico ve en esta apertura una inspiración de Dios.

Más allá del aspecto de habilidad política podemos ver, en efecto en esta decisión; un "respeto al hombre" que va por completo en el sentido del proyecto universal de Dios. HOY todavía, unas potencias, unos grupos de presión, una culturas poderosas, unas ideologías de moda querrían imponerse a todos y dominar. El edicto de Ciro puede ayudarnos a orar por el respeto a las minorías.

-A todo el resto de Israel donde residan, que las gentes del lugar les ayuden, proporcionándoles oro, plata, hacienda y ganado, así como ofrendas voluntarias para el Templo de Dios que está en Jerusalén.

Como puede verse, si se reflexiona sobre ello, esto va muy lejos. A persas y a babilonios se les pide que ayuden a los judíos a reconstruir su Templo. Ese edicto va pues mucho más allá de la yuxtaposición de culturas y de religiones que se soportan ignorándose mutuamente. Hay aquí una tentativa admirable de «diversidad» y de interés respecto a la manera de pensar de los demás. En nuestro tiempo de recrudescencia de los sectarismos, es una lección siempre actual.

Si conozco a personas que practican una religión diferente de la mía, ¿cuál es mi actitud hacia ellas?

¿Y mi propia convicción personal? ¿me contento con una práctica religiosa totalmente exterior? O bien, ¿profundizo en mi propia fe para ser capaz, eventualmente, de dar cuenta de ella a los que practican otras religiones, o a los ateos ?

-Entonces, los cabeza de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, todos aquellos cuyo ánimo había movido Dios, se pusieron en marcha para subir a reconstruir el Templo del Señor en Jerusalén.

No nos hagamos ilusiones, fue sin duda un "pequeño resto" el que se comprometió así... ¡unos pioneros! La gran masa de los deportados, después de cincuenta años de exilio, se había instalado en tierra extranjera.

De este modo, comienza una especie de nuevo Éxodo.

Hay que arrancarse de las seguridades adquiridas, y lanzarse a la aventura... bajo la inspiración de Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 296 s.


1-2. /Esd/01/01-08 /Esd/02/68-70 /Esd/03/01-08 CIRO:

Una caravana se pone en camino. Un estremecimiento de alegría la sacude de una punta a la otra. Es la caravana de los judíos rescatados de Babilonia que se encaminan hacia Jerusalén. 

Todavía resuena la proclamación liberadora de Ciro (1,2-5), el persa vencedor de los opresores caldeos, y el pueblo se apresura, al modo de un nuevo éxodo, a la partida, después de haber recuperado los vasos sagrados del primer templo (2, 5-8; Ex 11,2). Al llegar, todos comparten las responsabilidades, se reanuda precariamente el culto, se proyecta el segundo templo (2,68-3,8). 

Así, para el autor, el regreso del exilio no será sino el cumplimiento del designio de Dios en orden a la restauración del templo y del culto, como centro de la vida religiosa del pueblo. El culto será el lugar del encuentro con Dios, pero un encuentro dinámico que actualizará las acciones de Dios en favor del pueblo a lo largo de la historia. Precisamente, Israel acaba de vivir la experiencia, como la antigua de Egipto y del éxodo, del Dios que gobierna la historia marchando al lado de un pueblo débil, esclavo, oprimido.

El Dios de la Biblia no es el Dios de los metafísicos -¡qué actual es todavía la requisitoria que le hacía Pascal!-. El Dios vivo, precisamente porque es fiel a las promesas (1,1) -fidelidad no quiere decir inmovilidad-, irrumpe constantemente en la historia, provoca el cambio, innova, no deja esclerotizar situaciones e instituciones. Pensemos en la absoluta novedad del éxodo y, sobre todo, de la resurrección. Parecidamente nuestro texto representa un momento bien significativo de la acción innovadora de Dios: para que no se institucionalice la situación de exilio de su pueblo, Dios se sirve de Ciro rey de Persia, para liberar Israel de la cautividad de Babilonia. ¡Un pagano, un extranjero, agente de la salvación del Dios de Israel! Más todavía: es su ungido, su mesías, equiparado a los reyes de la dinastía davídica (Is 45,1). Es una novedad escandalosa para la mentalidad israelita y, sin embargo, provocada por Dios en orden a continuar la historia de salvación. Nos es necesario estar atentos a los signos de los tiempos. El marxismo por ejemplo, ¿no nos ha hecho tomar conciencia más radical de que ser cristiano es también un compromiso a nivel mundial y no sólo un asunto privado de cada uno con Dios?

R. VIVES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 268 s.


1-3. /Esd/04/01-05 /Esd/04/24 /Esd/05/01-05 HOY/PRESENTE 

Después de la euforia, la depresión. Los que han regresado de Babilonia se enfrentan con la cruda realidad: la tierra empobrecida, la cosecha menguada, la lluvia negada (Ag 1,10-12). No, el país recuperado no será el paraíso verde de aguas encabritadas que soñaba Isaías II (Is 41,17-20). Y como las desgracias no vienen nunca solas, a las dificultades de los elementos se añaden las suscitadas, en cuanto a la reconstrucción del templo por los descendientes de aquellos inmigrantes que los asirios habían fusionado con la población autóctona, practicando un sincretismo religioso en el que también había un lugar para Yahvé, el Dios de Israel. Los conocemos bajo el nombre de samaritanos. Con todo, las obras del templo se paralizan y sobre la comunidad restaurada se cierne, densa como un nubarrón, la sombra del pesimismo y del desencanto. Pero justo entonces, en las horas bajas, el soplo vital del Dios viviente resucita, una vez más, el cuerpo muerto de Israel. Y los profetas Ageo y Zacarías lo transmiten al pueblo. Y el pueblo recobra la confianza y se entusiasma y reanuda la reconstrucción del templo. El plan de Dios continúa. La historia de salvación no se interrumpe. Como el brote blanco y oloroso del almendro en el corazón del invierno, así -siempre nueva. siempre joven- la presencia salvadora de Dios. Dios no se repite. La historia de salvación es irrepetible. Siempre adelante. No se puede vivir en el recuerdo y en la nostalgia de los antiguos hechos al inicio de la salida de Egipto (Is 43,16-21) o los más recientes de la salida de Babilonia, sino que se ha de vivir el hoy de Dios, el Dios que suscita a los profetas, y que en las horas oscuras derrama una corriente de gracia y proyecta sobre el camino un haz de luz. Y este vivir el hoy de Dios es también una exigencia para el cristiano. No vale mirar atrás y dejarse llevar por la nostalgia de los tiempos pasados, tan gloriosos como se quiera, pero pasados. Dios nos pide docilidad a los signos de hoy, docilidad al soplo siempre nuevo siempre creador, de su Espíritu.

R. VIVES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 269 s.


2.- Pr 3, 27-34

2-1.

Durante quince días volveremos a la lectura de los Libros del Antiguo Testamento, los Libros "Sapienciales". Con este título se agrupan varios Libros cuya característica es recoger las reflexiones de tipo moral y filosófico que estaban en curso en los países limítrofes de Israel. Esas máximas de Sabiduría, -que podrían también llamarse de «buen sentido»- son un bien común de todos los pueblos. Si se han introducido en la Biblia, libro sagrado, es debido al criterio de los «sabios» que las recogieron y recopilaron. Estos creyeron que toda «sabiduría humana» deriva de la Sabiduría de Dios, puesto que, cuando el hombre es inteligente, cuando descubre una parte de verdad, participa de alguna manera de la Inteligencia divina.

Por esto, todo hombre, desde que existe la humanidad hasta ahora, está bajo el influjo del Verbo de Dios, como dirá el prólogo de san Juan.

De otra parte, los Libros Sapienciales son los últimos escritos del Antiguo Testamento, se escribieron justo antes de la aparición de Jesús, «hombre-Dios» y poco antes de la redacción de los escritos del Nuevo Testamento. A través de un «humanismo» muy simple, son ya una afirmación de la Encarnación: la Sabiduría divina está ya ahí, encarnada en esos sencillos «proverbios» humanos.

¿Estoy también yo atento a los movimientos del pensamiento humano de «mi época» tratando de contemplar la Verdad divina que se encuentra expresada en ellos?

-Hijo mío, no niegues un favor a quien es debido, si en tu mano está el hacérselo.

No digas a tu prójimo «vete, te daré mañana» si tienes algo para darle.

En Oriente y en África, se viven mejor estos valores humanos que entre nosotros los occidentales: ¡Si tienen, dan!

Entre nosotros, muchos no cristianos viven también esas sencillas actitudes de solidaridad profunda.

Señor, ayúdanos a ver en ellas tu presencia... aun cuando la ignoran los que las viven. Y ayúdanos a que pongamos en práctica estas actitudes tan humanas. No solamente, ni ante todo importa "dar limosna", sino estar en continua disponibiiidad para los demás: dar, equivale a darse, es decir, a servir.

-No te querelles sin motivo contra nadie, que no te ha hecho ningún mal. No envidies al hombre violento, ni elijas ninguno de sus caminos.

Son también máximas de buen sentido. Pueden parecer muy a ras de tierra; pero la vida cotidiana es así. Y allí nos espera Dios.

Ser un hombre de "paz", de "perdón", de "reconciliación": el evangelio está cerca... es Jesús quien está ahí en esas máximas humanas. Y es Jesús quien está presente cada vez que un hombre toma estas actitudes.

-Porque el Señor abomina a los perversos, pero abre su intimidad a los hombres que obran con rectitud.

Todavía no se había hecho mención de "Dios" en ese texto, todo se refería a comportamientos humanos. Pero: ¡ahí está! Ya estaba. Ayúdanos Señor, a tomarnos en serio nuestra sencilla vida humana.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 296 s.


3.- Lc 8, 16-18

3-1.

La tercera unidad (8, 18) es uno de los textos más externamente escandalosos de todo el evangelio. Resulta que el mensaje de Jesús se resumía como un don que se halla abierto hacia los pobres: al que no tiene se le ofrece la plenitud del reino; al que confía en su riqueza se le dice que vendrá a quedar vacío. Pues bien, ahora se proclama algo totalmente contrario: "Al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener". ¿Cómo se entiende esta palabra? Veamos. La primera sentencia se refiere a la condición del hombre ante la gracia; frente al don original de Dios es necesario estar vacíos, por eso la ventaja es de los pobres, los hambrientos, los que saben su pecado y se mantiene a la espera. Nuestro texto (8,18) se sitúa sobre un fondo diferente; nos hallamos frente al hombre, que se ha abierto ante la gracia o se ha creado. "El que tiene", es decir, el que se mantiene abierto ante el don de la vida que Cristo le ofrece "recibirá más" (recibirá la plenitud del reino); por el contrario, "aquél que no tiene" (no ha dejado que la gracia le penetre) perderá aun aquello que parecía poseer, fracasando totalmente. Nos hallamos ante el misterio de la perdición definitiva (del fracaso) de aquél que no ha vivido en el plano de la gracia, por más que su existencia fuera rica en otros planos (en lo económico, intelectual, social).

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1296 s.


3-2.

-Jesús decía a sus discípulos: "Nadie enciende una lámpara para cubrirla con una vasija o ponerla debajo de la cama..."

Se dice a veces, y es verdad, que la mentalidad moderna se ocupa mucho de rendimiento y de eficacia. Pero en todo tiempo el hombre ha buscado el rendimiento máximo para sus empresas: es una característica del hombre creado por Dios. Sí, dice Jesús, cuando se enciende una lámpara se la coloca en el lugar más adecuado para que alumbre al máximo.

-Se la pone sobre un candelero, para que los que entran vean la luz.

Me gusta, Señor, descubrir que eres una persona práctica y procuras la eficacia.

En medio de ese mundo moderno tan apegado al rendimiento, ayúdanos a comprender ese valor humano, que tan firmemente recomienda el evangelio.

¡Dar fruto en abundancia, si es un árbol! ¡Dar ciento por uno, si es una semilla! ¡Iluminar todo el entorno, si es una lámpara! Pero cuidado a no aplicar esta exigencia... a los demás solamente.

Yo, en mi vida ¿tengo una verdadera solicitud por "hacer que la luz rinda" al máximo su resplandor y claridad?

-Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no llegue a ser conocido y manifiesto.

San Lucas cita esta parábola como una especie de conclusión al discurso de Jesús: es ciertamente la "Palabra de Dios" esa luz que hay que colocar y presentar en su máximo valor.

¿Tengo yo esa solicitud? Jesús piensa en sus propias palabras: cuando las pronuncia ante el pequeño auditorio de sus primeros discípulos, sabe que son aún como una luz "escondida", pero Jesús entrevé el día en el cual el evangelio será proclamado "a plena luz" . ¿Procuro que mi vida y mis palabras, en ocasiones oportunas, sean evangelizadoras?

¿Guardo mi fe solamente como un "secreto" personal? ¿Considero mi religión como un "asunto privado"? ¿Se sabe, a mi alrededor que soy cristiano que amo a Dios y a todos los hombres mis hermanos, como Cristo nos enseña? ¿Por medio de qué signos visibles, se traduce exteriormente mi Fe?

-Estad atentos al modo como escucháis y aprendéis...

Hay que "ser luz" antes de querer alumbrar a los demás; porque esa luz, que es divina, hay que recibirla primero.

"Estad atentos... escuchad..." Hay muchos modos de escuchar. La calidad de la luz depende de esa disposición. En un aula de alumnos, en un grupo que escucha una conferencia, hallamos todos los grados de recepción. Algunos asistentes están soñolientos, distraídos y no retendrán nada de lo que se ha dicho. Otros están allí, ávidos, activos, los ojos fijos en el que habla, la inteligencia despierta, el bolígrafo en la mano sobre el bloc de notas, dispuestos a contestar, si se hace una pregunta...

¿Cuál es mi avidez por la luz, por la Palabra de Dios? ¿Cómo me esfuerzo para conocerla mejor? ¿Cuánto tiempo le dedico? ¿Con qué atención? ¿Cuál es el rendimiento de mi atención?

-Porque al que tenga se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará...

Sí, es una verdad popular, de experiencia: se pierden los dones que no se hacen fructificar... se atrofian los músculos que no se hacen actuar... se apaga poco a poco la Fe que no se lleva a la práctica.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 188 s.


3-3.

1. (Año I) Esdras 1,1-6

a) Durante tres semanas escuchamos lecturas del AT, empezando por las que se refieren a la vuelta del destierro de Babilonia, un tiempo muy intenso y también aleccionador para nosotros.

El año 538 antes de Cristo, habiendo derrotado estrepitosamente al imperio de Babilonia, el rey Ciro publica el edicto que leemos hoy, permitiendo la repatriación a los judíos que lo deseen. Los reyes persas, nuevos dueños de la situación, tuvieron, no sólo con Israel sino con otros pueblos sometidos a su imperio, una política bastante tolerante para con sus libertades y autonomía, sobre todo en cuanto a la religión. Cosa que fue interpretada en Israel como providencial: Dios se sirvió de Ciro para sus planes de salvación.

El destierro había durado unos cincuenta años: una generación. Esta vuelta a Jerusalén permitía que se conservara la única religión monoteísta y no se rompiera la línea de las promesas mesiánicas. Aunque no todos volvieron: bastantes se habían instalado ya en su nueva tierra. Además, los que volvieron lo hicieron en sucesivas oleadas, unos con Sesbasar, otros con Zorobabel y otros con Esdras.

b) ¡Cuántas veces hemos leído en los profetas -por ejemplo, en el Adviento, en labios de Isaías- las promesas y luego la alegría de esta vuelta del destierro, interpretada como un nuevo éxodo de la esclavitud a la libertad!

Dios va escribiendo su historia, para salvación de todos. Los años del destierro habían sido ruinosos social y religiosamente. Recordemos el dramático salmo "¡capital de Babilonia, criminal!". Pero las promesas de Dios se cumplen, y empieza de nuevo la historia. Dios nunca deja las puertas cerradas del todo.

¿Somos nosotros de los que desesperan fácilmente del futuro de la Iglesia, o de la vida religiosa, o de la juventud? Deberíamos aprender las sorpresas de la historia: Dios conduce la historia a veces por medio de personas que no esperaríamos, como los reyes paganos de Persia.

Eso sí, no fue nada fácil la vuelta de los israelitas a su antigua tierra. Encontraron oposición en los habitantes que mientras tanto se habían instalado allí (aunque el relato de hoy lo suaviza y mitifica un tanto), y también sintieron ellos mismos el trauma de tener que ajustarse a nuevas situaciones. Deberíamos estar, también en nuestro tiempo, siempre dispuestos a empezar de nuevo, confiando en los planes salvadores de Dios, que nos guía también a través de los períodos de turbulencia.

No perdamos la confianza en Dios. Por oscura que nos parezca una situación, el salmo nos invita a decir: "cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar... el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres".

1. (Año II) Proverbios 3,27-35

Durante dos semanas leeremos en Misa una pequeña selección de los Libros Sapienciales, esos libros en que se nos invita a una reflexión entre humana y creyente sobre la historia y la vida.

En ellos hablan aquellos "sabios" del AT que guiaron a su pueblo y prepararon la venida de Jesús, el auténtico Maestro y Sabio.

a) Empezamos leyendo durante tres días unos pasajes del Libro de los Proverbios, hecho de centenares de frases breves, atribuidas a Salomón o a otros sabios del AT y que, basándose en la fe en Dios, pero también en el buen sentido y en la experiencia de la vida, nos quieren orientar en nuestra conducta de cada día.

La página de hoy se refiere a nuestra relación con el prójimo, con exhortaciones que escuchamos muchas veces también en el NT:

"no niegues un favor a quien lo necesita", "si tienes, no digas al prójimo: anda, vete, mañana te lo daré", "no trames daños contra tu prójimo", "no envidies al violento ni sigas su camino"...

Una idea muy subrayada es que Dios no es amigo de los malvados. Estos pueden reírse de todos, incluso de Dios, pero al final "Dios se burla de los burlones y concede su favor a los humildes". Es la idea que recoge el salmo. El justo es el que acierta en la vida, a pesar de que parezca que los cínicos se salen con la suya: "el que procede honradamente... el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino... el que así obra, nunca fallará".

b) Todos quisiéramos la verdadera sabiduría, para caminar por esta vida sobre seguro, sin equivocar la dirección.

Tenemos a Cristo Jesús como al Maestro auténtico, pero también nos aprovechamos de las reflexiones de esos sabios del AT que nos ayudan a caminar por el sendero de la verdadera felicidad.

Las recomendaciones a una caridad concreta -sin dejar la ayuda al prójimo para mañana- y a no envidiar la suerte de los malvados, pueden resultarnos también útiles a nosotros. Claro que, al escucharlas, nos acordamos de las motivaciones más plenas que nos dio Jesús: "amaos como yo os he amado"... "a mí me lo hicisteis". Y nos sentimos todavía más estimulados para imitar su estilo de vida en la jornada de hoy. Si seguimos esas orientaciones se podrá repetir lo del salmo: "el que así obra, nunca fallará".

2. Lucas X,16-1X

a) El sábado pasado leíamos la parábola de la semilla, la Palabra de Dios, que debería dar el ciento por uno de fruto si la escuchamos "con un corazón noble y generoso" y la guardamos.

Las breves enseñanzas de hoy son continuación de aquélla. Jesús quiere que seamos luz que ilumine a los demás: un candil no se enciende para esconderlo. No tiene que quedar oculto lo que la Palabra nos ha dicho: debe hacerse público. Si actuamos así, será verdad lo de que "al que tiene, se le dará", porque la Palabra multiplica sus frutos en nosotros. Y al revés, al que no le haga caso, "se le quitará hasta lo que cree tener" y quedará estéril.

b) Uno de los frutos mejores de la Palabra de Dios que escuchamos -por ejemplo en nuestra Eucaristía- es que se convierta en luz dentro de nosotros y también en luz hacia fuera.

Para eso la escuchamos: para que, evangelizados nosotros mismos, evangelicemos a los demás, o sea, anunciemos la Buena Noticia de la verdad y del amor de Dios. Lo que recibimos es para edificación de los demás, no para guardárnoslo. Como la semilla no está pensada para que se quede enterrada, sino para que germine y dé fruto.

Tenemos una cierta tendencia a privatizar la fe, mientras que Jesús nos invita a dar testimonio ante los demás. ¡Qué efecto evangelizador tiene el que un político, o un deportista, o un artista conocido no tengan ningún reparo en confesar su fe cristiana o su adhesión a los valores más profundos!

¿Iluminamos a los que viven con nosotros? ¿les hacemos más fácil el camino? No hace falta escribir libros o emprender obras muy solemnes. ¡Cuánta luz difunde a su alrededor aquella madre sacrificada, aquel amigo que sabe animar y también decir una palabra orientadora, aquella muchacha que está cuidando de su padre enfermo, aquel anciano que muestra paciencia y ayuda con su interés y sus consejos a los más jóvenes, aquel voluntario que sacrifica sus vacaciones para ayudar a los más pobres! No encienden una hoguera espectacular. Pero sí un candil, que sirve de luz piloto y hace la vida más soportable a los demás.

El día de nuestro Bautismo -y lo repetimos en la Vigilia Pascual cada año se encendió para cada uno de nosotros una vela, tomando la luz del Cirio pascual símbolo de Cristo. Es un gesto que nos recuerda nuestro compromiso, como bautizados, de dar testimonio de esa luz ante las personas que viven con nosotros.

El Vaticano II llamó a la Iglesia Lumen Gentium, luz de las naciones. Lo deberíamos ser en realidad, comunicando la luz y la alegría y la fuerza que recibimos de Dios, de modo que no queden ocultas por nuestra pereza o nuestro miedo. Jesús, que se llamó a sí mismo Luz del mundo, también nos dijo a sus seguidores: vosotros sois la luz del mundo. Somos Iglesia misionera, que multiplica los dones recibidos comunicándolos a cuantos más mejor.

"El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres" (1ª lectura I)

"No niegues un favor a quien lo necesita" (1ª lectura II)

"El que así obra, nunca fallará" (salmo II)

"Nadie enciende un candil y lo mete debajo de la cama" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 92-96


3-4.

Ef 4, 1-7.11-13: La vida cristiana

Mt 9, 9-13: Llamado a los recaudadores

Algunos discípulos habían sido publicanos. Los recaudadores o publicanos se dedicaban a cobrar impuestos para el imperio romano y recibían una parte de las ganancias. Tenían fama de estafadores, aprovechados y serviles. Por esta razón, eran repudiados por los principales y por el pueblo sencillo.

Los fariseos despreciaban a los recaudadores porque los consideraban impuros. La impureza se daba porque permanecían en contacto con extranjeros y porque comerciaban con monedas romanas. El pueblo los rechazaba porque generalmente cobraban más de lo debido y se enriquecían de manera escandalosa.

Los publicanos estaban, así, en una doble condición de excluidos. Eran rechazados por el pueblo y por las autoridades. Sin embargo, Jesús se hace amigo de ellos y los llama para que lo acompañen en el anuncio de la Palabra. Mateo encabeza el grupo de "recaudadores y descreídos" que abandonaron las rentas del imperio y salieron a proclamar la nueva justicia de Dios, hecha de misericordia y no de vacuos ritos sacrificiales.

Los fariseos se molestaron mucho por esta actitud de Jesús y cuestionaron a los discípulos por la conducta del Maestro. Jesús, basado en los profetas, controvierte la falsa religiosidad de los fariseos. Pues, la verdadera religión no son los muchos ritos sino la justicia interhumana. Jesús no llama a los que se creen perfectos, sino a aquellos que son conscientes de su miseria y quieren cambiar su vida para ponerla al servicio del Reino.

Hoy, en nuestra iglesias, consideramos que los llamados son únicamente una selecta élite compuesta por personas de maravillosas virtudes. El evangelio, sin embargo, nos muestra lo contrario: Jesús convoca grupos de personas que generalmente no tienen mucha aceptación social. Ellos son los testigos de la maravillosa manera como Dios está cambiando el mundo desde los humildes.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Esta semana reflexionaremos guiados por dos grandes sabios de Israel: el autor de los Proverbios y el del Eclesiastés; y el evangelista Lucas nos paseará por el campo más específico de la enseñanza de Jesús.

Cuantos hemos tenido la suerte de convivir con alguno de nuestros abuelos en avanzada ancianidad, tenemos alguna idea de lo que significa sabiduría. El abuelo guardaba largos silencios, hablaba lento, y sentencioso; no era un erudito; pero los años le han dado sabiduría de la vida, luz para distinguir lo que vale de lo que no. Tendía a moralizar. Así el autor de los Proverbios ha coleccionado la sabiduría de sus predecesores, la ha reflexionado, se la ha apropiado, y finalmente la brinda a los demás en frases breves y enjundiosas. Para él, el perverso y burlón es, en definitiva, un necio; y el justo y humilde es el sabio de verdad. Los proverbios no son erudición, sino mucho sentido común.

Esa ética natural ha sido fecundada por la fe en Yahvé, que "maldice la casa del malvado". En definitiva se trata de distinguir lo que realiza la vida de lo que la malogra; y Yahvé tiene en ello la palabra definitiva. La Santa castellana supo decirlo en sus conocidos versos:

"...porque al fin de la jornada
Aquel que se salva sabe,
Y el que no, no sabe nada"

Como los sabios del antiguo Israel, también Jesús habla a veces en refranes, seguramente liberándolos de toda abstracción y encarnándolos en la situación que él vive. Nuestro fragmento lucano de hoy está constituido por tres refranes o dichos sapienciales acerca de la función de la luz y la necesidad de usarla bien. En su origen pueden haber sido una invectiva de Jesús contra los jefes judíos que no supieron orientar al pueblo de modo que le reconociese como Mesías; pero también los puede haber dirigido a sus seguidores para trazarles su misión tanto presente como futura. No cabe duda de que el evangelista quiere amonestar a su iglesia para que cumpla con su vocación de ser sal de la tierra y luz del mundo; debe dar testimonio público y valiente, no guardar para sí el tesoro religioso que ha recibido. Hay un rasgo típico de Lucas en la transmisión de estos dichos, la referencia a "los que entran en casa": los nuevos creyentes tienen derecho a recibir un rico testimonio de los experimentados. Estos son "los que tienen"; si no lo saben utilizar, sobre ellos recae la amenaza paradójica del último refrán: "se les quitará".

Severiano Blanco, cmf (severianoblanco@yahoo.es)


3-6.  COMENTARIO 1

¡ATENCION A COMO ESCUCHÁIS!

Acoplada a la explicación de la parábola del sembrador, viene una breve enseñanza a base de comparaciones, donde se insiste en la necesidad de mostrar con hechos («luz», «productividad») la asimilación del mensaje.

Esta explicación consta de una triple comparación: una luz no se enciende para taparla con una vasija / ni para meterla debajo de la cama sino para ponerla en el candelero a fin de que ilumine a los que entran en la comunidad.

La comparación viene reforzada por la comprobación de dos maneras de hacer encontradas: no hay nada secreto u oculto que no se haga manifiesto ni nada escondido que no salga a la luz

Todo termina con una invitación a hacer producir lo que se ha recibido, o, de lo contrario, «le quitarán hasta lo que cree tener».


COMENTARIO 2

En medio de las diversas intolerancias que nos rodean, la tolerancia es una virtud que debemos cultivar. Sin embargo, a menudo bajo el manto de la tolerancia queremos encubrir las exigencias que comporta el mensaje evangélico para nosotros y para la vida de relación social. Por ello, ante los conflictos existentes en la sociedad, adoptamos una actitud neutral con el fin de evitar los problemas que pueda suscitar la radicalidad del seguimiento de Jesús.

La Parábola de la lámpara que hemos leído nos recuerda que proclamarse encendidos con la luz significa hacer presente a cada paso la memoria de un Crucificado, incómodo para los poderes que le dieron muerte y que, por lo mismo, siguen reaccionando con agresividad ante su mensaje.

Del mismo modo, bajo la imagen de la lámpara que alumbra, se nos hace un llamado a enfrentar decididamente los falsos valores de temor, codicia y búsqueda de placeres que se han erigido como fundamentos imprescindibles para la construcción de toda sociedad.

El cristiano no puede esgrimir la tolerancia para justificar su traición al proyecto de Jesús. En él, éste brota de una opción decidida, hecha a contramano de la historia y que exige ser renovada a cada momento.

Cada momento y cada circunstancia deben ser ocasión para renovar la opción del primer momento para no encontrarse al final de la existencia con las manos vacías merecedoras de las duras palabras: "al que no tiene se le quitará hasta lo que él cree tener".

La existencia vivida en fidelidad, por el contrario, hace realidad en la vida de cada hombre la verdad de la afirmación reconfortante y aseguradora: "Al que tiene se le dará".

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. Lunes 22 de septiembre de 2003

Esd 1, 1-6: Regreso de los exiliados
Salmo responsorial: 125, 1-6
Lc 8, 16-18: : La vela se pone en el candelero

Las sentencias que encontramos en el evangelio de hoy, forman parte de la vida misionera de la comunidad, que opone la oscuridad o aparente fracaso de la predicación de Jesús a la predicación eclesial que proclama públicamente lo que cree. La comunidad no puede ser un espacio cerrado, exclusivo, sectario, como si la fe fuera un privilegio, y no un don de Dios y un servicio a los seres humanos. El creyente tiene el conocimiento de los misterios del Reino y no se apoya en sí mismo, sino en la fe a la que ha llegado por la escucha de la predicación.

A nadie se le ocurre la idea de tapar una lámpara encendida. Pero ¿por qué ocultarla bajo un recipiente o bajo una cama? La lámpara es un objeto ritual que está prohibido apagar. Para conseguir la oscuridad, lo único que se puede hacer es esconder la luz, sin apagarla, ocultarla para que no se pueda ver. En el texto anterior, Lucas nos había dicho que la Palabra hay que escucharla y aceptarla; ahora nos dice que hay que irradiarla, que no la podemos ocultar, que hay que ponerla sobre un candelero para que los que entren la vean. La sentencia es un llamado a encender la luz del evangelio para que disipe las tinieblas del mundo.

En la segunda sentencia, Jesús plantea que todavía no es tiempo de hablar abiertamente; pero nada de lo que ahora queda escondido quedará sin manifestarse, ni nada de lo oculto dejará de ser revelado. Se trataba de una especie de clandestinidad provisional, necesaria en el momento por la situación de amenaza, pero que se romperá a su debido tiempo.

Estos versículos podríamos entenderlos como conclusión de la parábola del sembrador, y en este caso estarían más en armonía con el propósito original de las parábolas en la predicación de Jesús. Una lámpara se enciende para ayudar a ver. Por eso llegará otra época (la de la misión eclesial), en la que lo que está oculto será manifestado. Jesús intentaba con sus palabras revelar el plan salvífico de Dios. Los que la han escuchado han podido percibir en ellas la presencia efectiva del Reino.

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3-8. DOMINICOS 2003

Hoy es mi día ¿quiero vivirlo?

El telón de fondo de nuestra celebración litúrgica puede ser  hoy un canto de ‘liberación’, y el retorno de los hijos de Israel desde Babilonia a su tierra.

En la oración tratemos de escuchar ese canto en labios de los ‘liberados’: ‘Ya somos nosotros mismos’, ‘ya somos libres’. Pero no nos contentemos con eso. Dichosos de nosotros mismos si, como derivación del júbilo litúrgico, nos proponemos vivir durante todo el día ‘liberados’, en actitud positiva, no desperdiciando oportunidad alguna para hacer el bien y mirando todas las cosas en horizonte de eternidad. Tengamos ante Dios un hoy continuo, responsable, feliz.

Anímenos a ello estas bellísimas palabras de san Maximiliano María Kolbe:

‘Vive siempre el hoy que tienes en tus manos  como si fuera el último día de tu vida. Mira que para ti el mañana es muy inseguro, y  acaso no llegue a ser ‘hoy, y el ‘ayer’ no te pertenece. Feneció. Ya pasó. Solamente el ‘hoy’ es tuyo. Aprovéchalo’

Esas reflexiones vendrán acompañadas en la liturgia por el mensaje de Jesús en el evangelio: ‘al que tiene se le dará’ , y al que lo malgaste lo que tiene en sus manos lo veremos un día  ‘víctima de sí mismo’. ¡Qué desgracia la suya!

SEÑOR,

Hoy es el momento, la oportunidad única, la ocasión propicia de que yo sea quien verdaderamente estoy llamado a ser ante ti, ante mi conciencia,  ante los hombres, ante la naturaleza, la justicia, el deber, la caridad, la solidaridad...

Concédeme que este ‘hoy’ lo llene de vida, de gracia, de merecimiento; que no lo tenga ‘vacío’ de amor, justicia, gratuidad, solicitud, compasión...

Que hoy vuelva  de mi destierro y comience a construir mi templo y a escribir mi libro  de vida, para responder a tu amor con fidelidad. Amén. 

Palabra de libertad y verdad

Libro de Esdras 1, 1-6:

“En el año primero de su reinado, el Señor movió a Ciro, rey de Persia..., a que proclamara este decreto: ... Todos los reinos de la tierra los ha puesto en mis manos el Señor, Dios del cielo, y me ha encargado edificarle un templo en Jerusalén de Judá. [Digo, pues]: A los que pertenezcan a ese pueblo, que su Dios les acompañe, y que suban a Jerusalén a edificar el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que habita en Jerusalén. Y a todos los judíos supervivientes, dondequiera que residan, la gente del lugar les proporcione plata, oro, hacienda y ganado, además de las ofrendas que quieran hacer voluntariamente para el templo del Dios de Jerusalén´.

En virtud de ese decreto, se pusieron en marcha los cabezas de la familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y levitas..., impulsados por Dios para ir a edificar el templo del Señor...”

Esta es la gran noticia de la nueva liberación de los hijos de Israel. Por el año 538 antes de Cristo, el rey Ciro autoriza el retorno a Jerusalén y sus tierras, a su templo, a sus costumbres. Por eso se le considera como ‘movido por el Dios de Israel’ a hacerles tan gran bien. Comienza una nueva época. Hoy se hace la luz.

Evangelio según san Lucas 8, 16-18:

“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama sino que lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis: al que tiene se le dará; y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener”.

Estas sentencias de Jesús, como experiencias de sabio y maestro, nos invitan a actuar conforme a las exigencias de una vida realista, veraz, prudente. Cada frase es un tema de meditación. Leámosla con nuestro candil y luz.

Momento de reflexión

Alegrémonos con Esdras y con el retorno del pueblo desterrado.

El libro de Esdras, y el de Nehemías, son una narración que da continuidad literaria a la historia cronística  o Libro de las Crónicas I-II.

El periodo histórico a que hace referencia Esdras comienza el año 538, fecha en que Ciro publica su edicto autorizando el retorno de los israelitas a su tierra y el cultivo de su religión y templo.

A partir de ese movimiento de los grupos que vuelven de tierras de Babilonia a su tierra, se pondrá en marcha en el siglo V la restauración del templo y la reorganización del culto; se procederá a la reforma espiritual con rigorismo en moral y costumbres; y las tradiciones culturales-religiosas se recogerán, se clasificarán y quedarán ordenadas en numerosos libros de los que forman el Antiguo testamento.

Tal será, además, el ambiente en que la Ley, la pureza legal y las estructuras teocráticas tomarán de nuevo fuerza. Con ello se fortalecerá, o se dará origen a un judaísmo que permanecerá hasta el Nuevo Testamento.

Proverbios que hacen pensar: el que tiene se le dará.

Entre los textos de Esdras y los del Evangelio han transcurrido cinco siglos de historia de salvación; y el lenguaje de Jesús tiene otro tono. Lo suyo es anunciar la llegada del Reino de Dios en el que ha de vivir el ‘hombre nuevo’, liberado de toda iniquidad.

En él la luz no se esconderá sino que alumbrara a todo viviente. Será inútil querer ocultar la verdad o alterar el sentido de las cosas: la luz nos alumbrará y condenará... En campos de verdad, luz, justicia, amor, solidaridad, generosidad...,  seremos hijos de Dios.


3-9.

LECTURAS: ESD 1, 1-6; SAL 125; LC 8, 16-18

Esd. 1, 1-6. Ha concluido el destierro; hay que volver a la tierra prometida; frente a ellos irán los jefes de familia. Al igual que a su salida de Egipto, los habitantes del lugar les entregan oro, plata, utensilios, ganado y objetos preciosos; además, ofrendas voluntarias. El Rey no es castigado, sino que es movido por Dios, pues Él mismo se reconoce siervo del Dios de Israel escuchando sus mandatos y poniéndolos en práctica. El Rey es comparado con David y Salomón, que construyeron el Templo al Señor, y ahora hay que aportar todo lo necesario para que dicho templo se reconstruya. Dios, a nosotros, por medio de Jesús, ha venido a reconstruir nuestra vida, no a ejemplo de nuestros antiguos padres, sino como el Dios de misericordia que nos quiere conforme a la imagen de su propio Hijo. Por eso, también a nosotros nos corresponde reconstruir ese templo del Señor. Y la Escritura nos dice: y ustedes son el templo de Dios. Que nuestra vida esté firmemente edificada en Cristo; que quede adornada por las virtudes coronadas por el amor. Que en verdad seamos una digna morada del Espíritu de Dios en nosotros, para que, saliendo de nuestras esclavitudes, seamos un signo cada vez más claro del amor de Dios en medio de nuestros hermanos.

Sal 125. Qué alegría es volver del cautiverio; y volver trayendo todo aquello que se necesita para reconstruir el templo de Dios. Sin embargo la obra se torna difícil y el ánimo decae; por eso se pide a Dios que cambie la suerte de su pueblo como cambian los torrentes del Négueb. No es fácil vivir constantemente comprometidos con el Señor y con su Iglesia. Los ánimos de quienes se comprometen como colaboradores en el anuncio del Evangelio, podrían poco a poco venirse abajo ante lo duro en que se convierte la obra, ante la poca respuesta de aquellos a quienes uno va en nombre de Dios. No podemos bajar la guardia, dar la vuelta y dejar la obra a medio concluir. No confiemos en nuestros débiles esfuerzos. Pongámonos en manos de Dios y, fortalecidos por su Espíritu, seamos perseverantes en hacer el bien y en proclamar el Nombre del Señor con la vida y con las palabras. Roguémosle a Dios que sea Él quien haga su obra de salvación por medio nuestro, y que no dé la fortaleza necesaria para que el desaliento no nos domine aun cuando pareciera que avanzamos demasiado lento.

Lc. 8, 16-18. El Señor ha sembrado, en nuestros corazones, su Palabra que nos santifica. Ojalá esa Palabra sea fecunda y produzca en nosotros abundantes frutos que no sólo los disfrutemos nosotros, sino que otros se alimenten de ellos para que tengan vida en abundancia. La vida que hemos recibido de Dios, vida que nos ha iluminado sacándonos de nuestras tinieblas y esterilidades, no puede ocultarse cobardemente, ni puede vivirse como si fuera de un grupo cerrado incapaz de dar vida a los demás. El Señor nos quiere apóstoles, capaces de llevar su vida, su salvación a todos. Él nos envía a todo el mundo, hasta sus últimos rincones, para que el don de la salvación que se nos ha comunicado, pueda iluminar la vida de todos los hombres y puedan todos caminar a la luz del Señor, ya no como enemigos, ni como esclavos del pecado, sino como hijos de Dios, purificados gracias a la Sangre del Cordero inmaculado. Quien se convierta en mensajero de salvación recibirá en abundancia los dones que Dios quiere hacer llegar a todos. A quien quiera llevar su vida con una piedad personalista, pensando que mientras uno se salve no importa que los demás se condenen, finalmente se le quitará aquello que pensaba poseer, pues sólo serán dignos de estar junto con Cristo quienes hayan hecho de su vida un fruto que haya alimentado a los demás, y no sólo una vida que, como la sabia que corre oculta entre las ramas, se hubiera quedado sin hacernos saber su bondad y sabrosura por medio de sus frutos; eso mismo pasa con quien posee al Señor y no nos manifiesta la gran bondad y santidad que posee a través de los frutos de que nos alimentamos mediante su trato, su preocupación por los desvalidos, y su misericordia hacia los que han fallado.

Cristo, Luz de las naciones, se hace presente entre nosotros con toda la fuerza salvadora de su Pascua, mediante este Sacramento de su amor que estamos celebrando. Él no sólo ilumina nuestra vida, sino que nos convierte también a nosotros en luz de las naciones. Efectivamente, la luz de Cristo resplandece sobre el rostro de la Iglesia. Unidos a Él, participamos de todo aquello con lo cual vino a hacérsenos cercano. La Iglesia debe ser, ante el mundo, el sacramento, o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano que Cristo vino a iniciar entre nosotros. Entrar en comunión con Cristo, mediante la participación en su Misterio Pascual, no puede considerarse simple y sencillamente un acto de piedad personal, sino todo un compromiso para esforzarnos denodadamente para que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros.

La Palabra y la Vida que Dios ha sembrado en nosotros, no es para que se quede escondida, sino para que brote y produzca abundancia de frutos, pues el Señor espera que no seamos como terrenos inútiles, incapaces de hacer que la vida de Dios se haga vida nuestra, sino de que, a impulsos del Espíritu, realicemos obras que manifiesten la bondad, la salvación, la misericordia, la paz que Dios, por medio nuestro sigue ofreciendo al mundo. Es así, dando luz, como nosotros colaboramos a la salvación de nuestros hermanos. Es menos pecador el que nunca ha encendido su luz en las tinieblas, que aquel que, encendiéndola, la ha ocultado evitando que los demás sean iluminados por ella. Creer en Cristo y actuar como si no creyéramos en Él, tal vez nos haga del agrado del mundo, pero no de Dios, que nos quiere colaboradores en el bien y no cómplices de la maldad. Iluminados por el Señor, hechos, por Él, luz para las naciones, cobremos tal fortaleza en el Señor mediante la oración y la meditación de su Palabra, que la vivamos y testifiquemos con la fuerza de su Espíritu, de tal modo que a pesar de la fuerza de los vientos, no nos apaguemos, sino continuemos brillando como punto de referencia del actuar en la bondad, en la justicia, en la rectitud, en la generosidad, en la misericordia, en el amor verdadero que necesita nuestro mundo.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de ser, como Jesucristo, luz que ilumine el camino de quienes, viviendo en las tinieblas del pecado y del error, necesitan de quien les ayude a encontrar el camino de la salvación, del amor y de la paz. Amén.

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3-10. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Tras la parábola del sembrador y su explicación, el evangelista se refiere a la semilla del mensaje que los discípulos-misioneros tendrán que anunciar utilizando la doble imagen de la lámpara y de la luz. El evangelio es como una lámpara, cuya función es hacer que los que entren en la casa de la comunidad vean la luz y dejen de estar en tinieblas. No puede permanecer escondido Es el designio de Dios que estuvo oculto a lo largo de los siglos y que, al fin, hay que proclamar para que se manifieste y pueda ser conocido por todos.

Tras la parábola del sembrador y su explicación, el evangelista se refiere a la semilla del mensaje que los discípulos-misioneros tendrán que anunciar utilizando la doble imagen de la lámpara y de la luz. El evangelio es como una lámpara, cuya función es hacer que los que entren en la casa de la comunidad vean la luz y dejen de estar en tinieblas. No puede permanecer escondido Es el designio de Dios que estuvo oculto a lo largo de los siglos y que, al fin, hay que proclamar para que se manifieste y pueda ser conocido por todos.

Para el cristiano, sin embargo, no acaba todo en ver la luz del evangelio o en que éste sea manifestado a todos. Quienes han recibido el mensaje-luz del evangelio, tienen que hacerlo producir, o lo que es igual, hacerlo vida. El cristiano tiene que mostrar con hechos la asimilación del mensaje evangélico. Al que produce, esto es, al que pone por obra ese mensaje se le dará; al que no, se le quitará hasta lo que cree tener. Esta frase la utilizan los evangelistas Mateo (25,14-30) y Lucas (19,11-27) como conclusión de la parábola de los talentos u onzas, figura del mensaje que ha de fructificar. No se entiende que el discípulo que ha conocido la luz, pueda seguir viviendo en tinieblas. Tiene que convertirse, a su vez, en luz que ilumine, pues una luz que no ilumina, no sirve para nada. “Por sus frutos los conoceréis”, dice Jesús en el evangelio. Juan Bautista había invitado a producir los frutos propios de la conversión amenazando con que “todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego” (Lc 3,9) y Jesús había avisado que “no hay árbol sano que dé fruto dañado ni, a su vez, árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto: ¡no se cogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas! El que es bueno, de la bondad que almacena en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal: porque lo que rebosa del corazón lo habla la boca” (Lc 6,43-46). Y el evangelista Juan insiste: “Todo sarmiento que en mí no produce fruto, lo corta, y a todo el que produce fruto lo limpia, para que dé más fruto (Jn 15,2). “Advertencia severa que define la misión de la comunidad. Jesús no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, a nivel de individuo y comunidad; no se produce fruto cuando no se comunica la vida que se recibe; el que se niega a amar y no hace caso al Hijo, se coloca en la zona de la tiniebla; pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu. Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace, que elimina factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y más libre, y aumente así su capacidad de entrega y de eficacia”.


3-11.

Reflexión

Una de las actividades más importantes de nuestra actividad comercial es la publicidad. Las compañías gastan verdaderas fortunas para hacer conocer su producto para que conociéndolo el público se sienta no solo invitado a adquirirlo, sino persuadido de que lo necesita de manera indispensable. Esto es lógico pues es a través de nuestros sentidos como conocemos y llegamos a desear lo que se nos ofrece. Este es el centro del evangelio de hoy: que la vida cristiana sea conocida por todos para que se sientan persuadidos de que solo en ella es posible la felicidad. Por ello Jesús invita a todos sus seguidores a que esta vida, este estilo de pensar, de hablar de vivir, sea notorio a todos los que nos rodean. En otras palabras, nuestra vida, nuestra propia persona es el mejor medio de publicidad para el evangelio. Una buena publicidad atraerá a muchos a imitar y a desear vivir de acuerdo a lo que ven en nosotros; por el contrario una mala publicidad o una publicidad negativa alejará a aquellos que están buscando un camino a la felicidad. Permite que en tu vida se transparente Cristo; busca con todas tus fuerzas vivir de acuerdo al Evangelio. Recuerda que las palabra convencen, pero que el testimonio arrastra.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-12. Lunes, 20 de setiembre del 2004

El hombre perverso es abominable para el Señor

Lectura del libro de los Proverbios 3, 27-34

No niegues un beneficio al que lo necesite,
siempre que esté en tus manos hacerla.
No digas a tu prójimo: «Vuelve después,
mañana te daré», si tienes con qué ayudarlo.
No trames el mal contra tu prójimo,
mientras vive confiado junto a ti.
No litigues con un hombre sin motivo,
si no te ha causado ningún mal.

No envidies al hombre violento
ni elijas ninguno de sus caminos.
Porque el hombre perverso es abominable para el Señor,
y Él reserva su intimidad para los rectos.
La maldición del Señor está en la casa del malvado,
pero Él bendice la morada de los justos.
El se burla de los insolentes
y concede su favor a los humildes.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL 14, 2-4b. 5

R. ¿Quién habitará en tu Casa, Señor?

El que procede rectamente
y practica la justicia;
el que dice la verdad de corazón
y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo
ni agravia a su vecino,
el que no estima a quien Dios reprueba
y honra a los que temen al Señor. R.

El que no se retracta de lo que juró,
aunque salga perjudicado;
el que no presta su dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que procede así nunca vacilará. R.

EVANGELIO

La lámpara se coloca sobre un candelero,
para que los que entren vean la luz

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 8, 16-18

Jesús dijo a sus discípulos:

No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.

Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.

Palabra del Señor.

Reflexión:

Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para los que entren tengan luz (Lucas 8, 16-18) Quien sigue a Cristo –quien enciende un candil- no sólo ha de trabajar por su propia santificación, sino también por la de los demás. Vosotros sois la luz del mundo (Mateo 5, 14) dice en otra ocasión el Señor a sus discípulos. La luz del discípulo es la misma del Maestro. Sin la luz de Cristo, el mundo se vuelve difícil y poco habitable. Los cristianos están para iluminar el ambiente en el que viven y trabajan. No se comprende a un discípulo de Cristo sin luz. El Concilio Vaticano II puso de relieve la obligación del apostolado, derecho y deber que nace del Bautismo y de la Confirmación (CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium). Este apostolado debe ser continuo, como es continua la luz que ilumina la casa. Examinemos hoy si los que están cerca de nosotros reciben esa luz que señala el camino amable que conduce a Dios.

El trabajo, el prestigio profesional, es el candil en el que ha de lucir la luz de Cristo. La vida entera nos hace entender que sin la diligencia, la laboriosidad y la constancia de un buen trabajador, la vida cristiana queda reducida a deseos, quizá aparentemente piadosos, pero estériles, tanto en la santidad personal como en la influencia que hemos de ejercer a nuestro alrededor. Desde el comienzo de su vida pública conocen al Señor como el artesano, el Hijo de María (Marcos 6, 3). Y a la hora de los milagros la multitud exclama: ¡Todo lo hizo bien! Lo grande y lo pequeño. Para tener prestigio profesional es necesario cuidar la formación continua de la propia actividad u oficio, y sin apenas darse cuenta el cristiano estará mostrando cómo la doctrina de Cristo se hace realidad en medio del mundo, en una vida corriente. Todos tienen derecho a nuestro buen ejemplo.

La doctrina de Cristo se ha difundido a impulsos de la gracia y no a fuerza de medios humanos. Pero la acción apostólica edificada sobre una vida sin virtudes humanas, sin valía profesional, sería hipocresía y ocasión de desprecio por parte de los que queremos acercar al Señor. San Pablo escribe a los primeros cristianos de Filipo y les exhorta a vivir como luceros en medio del mundo. Para llevar la luz de Cristo también hemos de practicar las normas de la convivencia, que deben ser fruto de la caridad y no solamente por costumbre o conveniencia. Todo esto es parte de la luz divina que hemos de llevar a los demás con nuestra vida.

Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-13.

Comentario: Rev. D. Joaquim Font i Gassol (Piera-Barcelona, España)

«Pone la lámpara sobre el candelero para que los que entren vean la luz»

Hoy, este Evangelio tan breve es rico en temas que atraen nuestra atención. En primer lugar, “dar luz”: ¡todo es patente ante los ojos de Dios! Segundo gran tema: las Gracias están engarzadas, la fidelidad a una atrae a otras: «Gratia pro Gratia» (Jn 1,16). En fin, es un lenguaje humano para cosas divinas y perdurables.

¡Luz para los que entran en la Iglesia! Desde siglos, las madres cristianas han enseñado en la intimidad a sus hijos con palabras expresivas, pero sobre todo con la “luz” de su buen ejemplo. También han sembrado con la típica cordura popular y evangélica, comprimida en muchos refranes, llenos de sabiduría y de fe a la vez. Uno de ellos es éste: «Iluminar y no difuminar». San Mateo nos dice: «(...) para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres para que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,15-16).

Nuestro examen de conciencia al final del día puede compararse al tendero que repasa la caja para ver el fruto de su trabajo. No empieza preguntando: —¿Cuánto he perdido? Sino más bien: —¿Qué he ganado? Y acto seguido: —¿Cómo podré ganar más mañana, qué puedo hacer para mejorar? El repaso de nuestra jornada acaba con acción de gracias y, por contraste, con un acto de dolor amoroso. —Me duele no haber amado más y espero lleno de ilusión, estrenar mañana el nuevo día para agradar más a Nuestro Señor, que siempre me ve, me acompaña y me ama tanto. —Quiero proporcionar más luz y disminuir el humo del fuego de mi amor.

En las veladas familiares, los padres y abuelos han forjado —y forjan— la personalidad y la piedad de los niños de hoy y hombres de mañana. ¡Merece la pena! ¡Es urgente! María, Estrella de la mañana, Virgen del amanecer que precede a la Luz del Sol-Jesús, nos guía y da la mano. «¡Oh Virgen dichosa! Es imposible que se pierda aquel en quien tú has puesto tu mirada» (San Anselmo).


3-14.

Jesús me habla el día de hoy sobre el uso que debo dar a los bienes y dones recibidos. No puedo creer que los mismos me hayan sido dados para disfrute propio sino para compartirlos con todo el mundo. Como hija de Dios he sido llamada a ser luz, a brillar con la luz que se me proporciona por medio del Espíritu Santo y así llegar a todas aquellas personas que, al día de hoy, no han conocido la luz verdadera. Por otra parte Jesús también me dice que, en la medida que dé, en esa medida recibiré. Las bendiciones llegarán a mi vida en la medida en que yo las deje fluir. Si me ufano de lo que tengo o creo que lo tengo por mérito propio y no lo comparto Jesús me dice que realmente no tengo nada y más aún, hasta eso que creo tener me será quitado.

Todas las cosas que tengo le pertenecen a Dios. El las ha puesto a mi
disposición. Yo soy solo una administradora temporal de sus bienes.

Señor te pido que me des un corazón humilde que comprenda que todo lo que tengo te pertenece y que a ti debo darlo.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-15. No hay nada oculto

Autor: Comunidad de Carmelitas Descalzas de Toro

Reflexión:

¿Qué es esto de que al que tiene se le dará? Si ya tiene para qué darle mas. ¿ y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener? Es una injusticia quitarle lo poco que tiene. ¿Cómo entender esta enseñanza evangélica?

Quién vive seguro en sus cosas pensando que con comer y vestir tiene resuelta su vida, ahí mismo se queda atrapado y poco a poco se va ahogando en su propio egoísmo. Es como el que teniendo dinero en el banco se fía de los intereses y se dedica a gastar; si no hace ingresos , poco a poco el dinero se agota y pierde lo que tenía.
Por el contrario una persona que vive de los valores del espíritu, que goza compartiendo su tiempo y su dinero con los hombres, su vida se carga de densidad, sus fuerzas se renuevan y todo parece renacer cada día.

Es cuestión de jugar a la banca rota del AMOR: dando te enriqueces; cuanto más te entregas más te posees. Es la paradoja del evangelio: morir para nacer; servir para reinar; dar para recibir...

Señor Jesús, que viniste a luminar el mundo, te pedimos quieras acogernos en el esplendor de tu verdad para que guiados por tu luz caminemos siempre en la paz y podamos servir a nuestros hermanos con amor.


3-16.“Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado”
(Lc 8, 16-18)

Jesús dijo a sus discípulos: No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.

El evangelio es como una lámpara, que cumple con la función de mostrar con la luz, lo que no se ve por estar en las tinieblas, a la luz nada puede permanecer escondido.

Para el cristiano, sin embargo, no acaba todo en ver la luz del evangelio o en que éste sea manifestado a todos. Quienes han recibido el mensaje-luz del evangelio, tienen que hacerlo producir, o lo que es igual, hacerlo vida.

Pero al mismo tiempo tiene que convertirse, a su vez, en luz que ilumine, pues una luz que no ilumina, no sirve para nada.

‘Te he destinado a ser luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta el último rincón de la tierra’”. (Hechos de los Apóstoles 13,14. 43-52)

En otra oportunidad, Jesús también les dijo a sus discípulos: “Ustedes son la luz del mundo”. La luz de los discípulos es la misma que la de su Maestro Jesús. Sin la luz de Cristo, el mundo queda en tinieblas. Y cuando se camina en la oscuridad, se tropieza y se cae.

Para la Luz de Cristo, nada queda oculto.

“Yo soy la luz del mundo –dice el Señor–; el que me sigue tendrá la luz de la vida”.

Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.

¿Qué se le puede ocultar a Dios?, ¿Qué se puede tapar, encubrir a la vista o impedir que se note a los ojos de Dios?, absolutamente nada se le puede esconder, pero Dios no se conforma con lo exterior, con demostraciones mediante ritos o ceremonias, porque estas cosas tienen sentido solo cuando nacen en el interior, y es porque El mira el corazón, “La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, el hombre mira las apariencias, pero Dios, mira el corazón” (1 Sam 16,7). En consecuencia, nuestro corazón sebe ser puro, libre de odio, rencor, vanidad, libre de todo lo que nos impida amar, transparente a la Luz de Cristo.

Pero la purificación del corazón es obra del Espíritu Santo, y esto sucede cuando se abre el corazón al Espíritu, es así como con un corazón abierto, entregado al Espíritu Santo, poseído por El, nos libera de todo los que no es agradable a Dios, no deja nada oculto al Señor, entonces surgen rectos y buenos sentimientos, buenas obras y buenas acciones.

Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener

Algo que debemos tener es transparencia, esto es la capacidad de un cuerpo para dejar pasar la luz, los cristianos debemos ser transparente con el Señor, debemos iluminar nuestro corazón, nuestro interior e iluminar el ambiente en que vivimos y trabajamos, no se comprende un discípulo del Señor sin luz, sin la luz de Cristo.

Cristo es la Luz ¿Qué significa la luz? La luz ilumina el mundo para que el hombre pueda ver y orientarse. Ilumina los caminos de la vida y pueden por eso ser recorridos, y sacarnos de las tinieblas, que es la falta luz, es gran ignorancia y confusión por falta de conocimientos, de visión y fe.

La luz esta en esa lámpara que es el mensaje del Evangelio, y el cristiano tiene que mostrar con hechos la asimilación del mensaje evangélico. Al que produce, esto es, al que pone por obra ese mensaje se le dará; al que no, se le quitará hasta lo que cree tener. No se entiende que el discípulo que ha conocido la luz, pueda seguir viviendo en tinieblas.


3-17. 25ª Semana. Lunes

«Nadie que ha encendido una lámpara, la oculta con una vasija o la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre un candelero para que los que entran vean la luz.

Porque nada hay oculto que no haya de manifestarse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís: porque al que tiene se la dará, y a todo aquel que no tiene, incluso lo que piensa tener se le quitará». (Lc 8, 16-18)

I. Jesús, con el Bautismo, has encendido una luz en mi alma. La luz de la gracia. La gracia es esa vida divina -Tú mismo- que habita en mí si yo no te expulso por el pecado mortal. Pero no me has dado la gracia para mí solo, igual que la luz no se enciende sólo para alumbrar la lámpara, sino para que los que entren vean la luz.

Jesús, quieres que la vida sobrenatural que has puesto en mi alma, esa gracia que recibo especialmente en los sacramentos, no quede infecunda, sino que brille ante los demás. ¿Cómo? A través de mi ejemplo: de mi trabajo bien hecho; de mi amor a los demás, con detalles de servicio que hago sin que se noten; de mi fortaleza para saber decir que no a lo que es una vida fácil, materialista o hedonista.

Al que tiene se le dará; y a todo aquel que no tiene, incluso lo que piensa tener se le quitará. Jesús, sigues hablando de esa luz, de la gracia. Al final, en la vida eterna, obtendremos aquello que tengamos capacidad de recibir. Si te he aprendido a amar, si tengo luz, recibiré Tu amor que me llenará por completo de felicidad. Si no soy capaz de amarte más que a mí mismo, aun las pocas cosas que me daban un poco de placer y consuelo en esta tierra me serán quitadas. Además, el no ser capaz de amar a Dios por toda la eternidad será el peor de los castigos.

Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: «Quien no ama permanece en la muerte: Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él».

Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos [19].

II. Te aseguro que, si los hijos de Dios queremos, contribuiremos poderosamente a iluminar el trabajo y la vida de los hombres, con el resplandor divino -¡eterno!- que el Señor ha querido depositar en nuestras almas.

-Pero «quien dice que mora en Jesús, debe seguir el camino que Él siguió», como enseña San Juan: camino que conduce siempre a la gloria, pasando -siempre
también- a través del sacrificio [20].

Jesús, Tú eres la luz de los hombres [21]. Pero quieres contar conmigo para iluminar el trabajo y la vida de los hombres, con un resplandor divino
-¡eterno!- que has depositado en mi alma: la gracia de Dios. Para que mi luz personal esté encendida y pueda iluminar a los demás, he de cuidar mi vida interior, mi vida cristiana. Y la vida cristiana requiere sacrificio.

Jesús, a veces siento todo tipo de vientos -tentaciones, hábitos, amigos que me tiran hacia abajo, ambientes- que quieren apagar esa luz. Ayúdame a defenderla por encima de todo, pues es lo más importante que tengo. Y si alguna vez se apaga, sé que Tú me la vuelves a encender a través de la Confesión.

Jesús, ser cristiano significa precisamente participar de esa luz que eres Tú, viviendo esa vida sobrenatural que recibo por la gracia. Necesito tu gracia para imitarte y recorrer el camino que Tú seguiste: camino que conduce siempre a la gloria, pasando -siempre también- a través del sacrificio.

Ayúdame a vivir siempre en gracia. Ayúdame a cuidar esa luz en mi alma, ese fuego divino de tu amor. Ayúdame a iluminar con tu luz a otros, para que descubran también la verdad que les oculta el mundo materialista y hedonista en el que viven. Porque nada hay oculto que no haya de manifestarse y hacerse público.

[19] Catecismo, 1033.
[20] Forja, 1018.
[21] Jn 1, 4.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-18. CLARETIANOS 2004

Queridos hermanos y hermanas,

En nuestros días la luz está al alcance de la mano. Alargamos la mano, damos un botón y ya está, la sala iluminada. Hemos superado tantas fronteras, tantos obstáculos de la naturaleza gracias nuestro ingenuo que nos hemos creído que somos capaces de casi todo por nosotros mismos. Pero el Evangelio no nos habla de esta luz producto de la técnica, sino de otra luz, y de esa nos falta tanto… esa luz que es capaz de dar alegría, esperanza, ilusión por la vida, esa luz que hace que la luchas, los esfuerzos, los sacrificios merezcan la pena. Es la luz de Jesús que ha venido a iluminar el mundo para que veamos la Verdad de todas las cosas. Pero lo que de verdad me inquieta del evangelio de hoy es el final: “al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo poco que cree tener”, porque ¿no será que creemos que vemos tanto, que no veamos nada? ¿No será que estamos ciegos creyendo que vemos? Necesitamos más humildad para reconocer nuestra ceguera, para reconocer el “misterio” que es nuestra vida y la de los demás, más humildad para acoger la única luz capaz de iluminar nuestro corazón.

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