MIÉRCOLES DE LA SEMANA 20ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Jc 9, 6-15

1-1.

La Biblia contiene toda clase de géneros literarios. Ved HOY una «fábula» que recuerda un poco la de las «ranas pidiendo rey». Es un apólogo antimonárquico del que se sirvieron los profetas para condenar a la realeza podrida y a sus funcionarios creídos y opresores del bajo pueblo.

No olvidemos que el rey allí directamente apuntado es Abimélek quien, para tomar el poder, no encontró nada mejor que ¡ordenar el asesinato de sus setenta hermanos! (Jueces 9, 1-6).

-Un día los árboles se pusieron en camino para elegirse un Rey.

Fueron pues los mismos habitantes de Siquém los que «eligieron» a ese rey lamentable.

Responsabilidad del jefe.

Es una elección grave que compromete el futuro y la felicidad de todo un grupo. De ahí la importancia de esa elección. A través de la fábula siguiente, en forma paradójica, son precisamente las cualidades del buen responsable las que aparecen en contraste.

-Dijeron al olivo: «sé tú nuestro rey». Les respondió el olivo: «¿Voy a renunciar a mi aceite con el que se honra a Dios y a los hombres, para ir a vagar por encima de los otros árboles?»

Honrar a Dios y a los hombres.

No tener orgullo dominador alguno.

Tales deberían ser las primeras cualidades de un responsable.

-Entonces los árboles dijeron a la higuera: «Ven tú y reina sobre nosotros.» La higuera respondió: «¿Voy a renunciar a la dulzura de mis sabrosos frutos?"

Uno se figura a veces que un jefe debe tomar actitudes duras, distantes, autoritarias.

¿Por qué renunciar a la dulzura y a la agradable bondad?

-Los árboles dijeron a la vid: «Ven tú, reina sobre nosotros».

Les respondió la vid: «¿Voy a renunciar a mi mosto que alegra a Dios y los hombres para ir a vagar por encima de los árboles?"

Ser útil. Dar fruto.

Hacer feliz a la gente.

Puedo orar a partir de estas tres imágenes: la aceituna, el higo, el racimo de uvas. Y sobre todo a partir de las diversas cualidades sugeridas aquí. Revisar mis propias responsabilidades. Rogar por los responsables de todo orden.

-Todos los árboles dijeron a la zarza: «Ven tú, reina sobre nosotros.» Y la zarza les respondió: «Si con sinceridad venís a ungirme a mí para ser vuestro rey, llegad y cobijaos a mi sombra..."

Por desgracia, está dispuesto a aceptar ¡el que menos cualidades tiene! La sátira resulta patente.

Jesús dirá también que toda autoridad debe ser ejercida y vivida como un «servicio»: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiere ser grande entre vosotros, será vuestro servidor.» (Marcos 10, 4243).

¿Me tomo el trabajo de desarrollar mis posibilidades para ser verdaderamente capaz de llevar a cabo las responsabilidades recibidas?

-Si no es así, brote fuego de la zarza y devore hasta los cedros del Líbano.

La amenaza nunca ha sido a la larga un verdadero medio de gobernar. Esta parábola irónica y cruel para los grandes de este mundo quiere expresar la protesta de los humildes contra los que se valen del poder en propio provecho.

¡Esta protesta no es únicamente exclusiva de aquel tiempo!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 240 s.


1-2. /Jc/08/30-32   /Jc/09/01-15   /Jc/09/19-20

El c. 9 del libro de los Jueces está dedicado a Abimelec, hijo de Gedeón, medio israelita y medio cananeo (8,30-32). Abimelec no forma parte del grupo de los grandes jueces, ya que no salvó de nada a los israelitas. Al contrario, se hizo con el poder asesinando a sus setenta hermanos (9,1-6). Al cabo de tres años moría traicionado por los que le ayudaron a entronizarse.

Para iluminar esta historia desdichada, el narrador inserta aquí el apólogo de Yotán (9,7-15). Era el único hijo de Gedeón que se escapó de la matanza. El apólogo de Yotán, más antiguo que la narración de Abimelec, se adapta sólo parcialmente a las circunstancias a que lo hallamos aplicado: los árboles piden un rey, mientras que los siquemitas no piden ninguno. Pero el apólogo ilumina el episodio de Abimelec con una determinada luz, y éste es el enfoque que a nosotros llega.

Vemos tres grupos de árboles, todos ellos útiles en una civilización agrícola: el olivo, la higuera y la vid; no aceptan renunciar a su propia función, portadora de felicidad para todos, para ir a balancearse sobre los demás árboles. El lector, después de cada negativa, se pregunta: «Pero si ningún árbol bueno acepta ser el rey de los otros árboles, quién quedará, pues, para serlo?» El cuarto árbol, nocivo y espinoso, contrasta con los anteriores. No tiene nada que perder si acepta, y, naturalmente, lo hace. La utilidad de los tres primeros árboles pone de relieve la nocividad del espino, que corresponde a la de Abimelec. Yotán quiere hacer comprender por medio de su apólogo el error que han cometido los habitantes de Siquén cuando han aceptado por rey a un hombre tan pernicioso como Abimelec. En la aplicación de la fábula (16-20), Yotán reprueba la injusticia y la crueldad de Abimelec y de los siquemitas. Estos, consintiendo a la injusticia, tendrán en Abimelec la paga merecida: «Salga de Abimelec fuego que devore a los habitantes de Siquén... y salga de Siquén... fuego que devore a Abimelec» (20). Los siquemitas no se entenderán, pues, con Abimelec. Como leemos poco más adelante: «Mandó Dios un mal espíritu...» (23).

La narración de Jc nos hace ver que la violencia crea siempre una espiral de destrucción que acaba con los mismos que la han provocado (57). Dios es activo ante la injusticia.

D. ROURE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 650


2.- Ez 34, 1-11

2-1. J/BUEN-PASTOR:

Consideramos ayer que el evangelio es el objetivo y la plenitud de toda la tradición espiritual de Israel. Algunas páginas inspiraron directamente a Jesús. Es de toda evidencia, por ejemplo, que Jesús tenía en la mente esa página del profeta Ezequiel, cuando hablaba de los «malos pastores» y del «buen pastor». (Juan 10) Por lo tanto, al leer nosotros este pasaje de Ezequiel, estamos meditando una página de un libro que Jesús leyó y que El mismo meditó.

-La palabra del Señor me fue dirigida: "Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel... que se apacientan a sí mismos. ¿No deben los pastores apacentar las ovejas? Vosotros os habéis bebido la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más cebadas. No fuisteis pastores para el rebaño".

Ezequiel apunta directamente a los reyes de Israel que ejercieron el poder en provecho propio en lugar de ejercerlo como un servicio al bien común.

«Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos. No ha de ser así entre vosotros.» (Marcos I O, 42-43)

¿Soy servidor de los demás? ¿Me aprovecho egoístamente, poniendo mi interés personal por delante del bien común e incluso en detrimento del bien de los demás? ¿De qué modo ejerzo mis propias responsabilidades? ¿en mi profesión, en mi familia, en las asociaciones o grupos a los que pertenezco?

-No habéis fortalecido a la oveja débil, cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida. No habéis tornado a la descarriada ni buscado a la que estaba perdida.

Prioridad de los pobres, de los débiles, de los que sufren.

Es lo que Jesús ha estado siempre haciendo (Lucas 15, 4 7. Juan 10) No es solamente el rebaño, globalmente considerado, lo que Dios ama, sino cada una de las ovejas, una a una.

Puedo orar individualmente para tal o cual persona, enumerándolas en mi corazón: Pablo, Teresa, Ana, José...

-Mis ovejas se han dispersado por falta de pastor y son ahora presa de las fieras. Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados y nadie se ocupa de el, nadie sale a buscarlo.

Quizá hemos visto algún día, en un monte o en un carrascal unas ovejas aisladas del conjunto del rebaño y que parecen perdidas: están en peligro, a merced de un accidente o de un animal salvaje...

«Tengo otras ovejas que no son de este redil, a las que tengo que conducir... y no habrá más que un solo rebaño.» (Juan 10, 16)

«Jesús moría no sólo por la nación, sino también para reunir en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Juan 11, 52) Una de las misiones del jefe, del responsable es hacer la unidad: permitir que cada persona pueda realizarse en una comunidad, en una red de relaciones interpersonales satisfactorias. Ideal de la empresa, de la familia, de la escuela, de la Iglesia... y de todos los grupos humanos.

-Porque los pastores no se ocupan de mi rebaño... Pues bien, les reclamaré mi rebaño... Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y cuidaré de ellas.

El Señor tomará de nuevo en su mano a su pueblo. Jesús cumplirá esta profecía al decir: «Yo soy el buen Pastor.» Dios se ocupa de mí como se ocupa de cada ser humano.

Dios va a mi encuentro, como al de cada persona. Dios cuida de mí... como cuida de cada hombre.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 240 s.


3.- Mt 20, 1-16

3-1.

Ver DOMINGO 25A


3-2. PARA/ALEGORIA 

-La parábola de los obreros de la "Undécima hora" es célebre. Solamente la relata Mateo. Para interpretarla no olvidemos la regla elemental siguiente:

-"la alegoría" es un género literario en el cual el conjunto de los detalles aporta una significación...

-"la parábola", por el contrario, es un género literario en el que hay que buscar una lección central. El resto de los detalles está allí para ceñir el relato, forzar la atención, interesar. Está claro, por ejemplo, que ¡Jesús no pretende defender la injusticia social que consistiría en no pagar al obrero según su trabajo... o aun en establecer salarios completamente arbitrarios según el capricho del patrono!

-El Reino de Dios es semejante a un propietario que salió al amanecer a contratar jornales para "su viña"...

Todo el resto del relato muestra que no se trata de un propietario ordinario. No se va a contratar jornaleros cuando sólo falta una hora para terminar la jornada de trabajo. Esta "viña"... nos da ya una pista simbólica: en todo el Antiguo Testamento, y por lo tanto, para los primeros oyentes de Jesús, la "viña" de Dios, es el pueblo escogido, es el lugar de la Alianza (Is 5, 1-7) Sí, Tú quieres, Señor, introducirnos en tu hacienda, en tu gozo y en tu alegría.

-Les contrata... Al amanecer... A media mañana, sobre las nueve... Luego al mediodía... Luego a las tres... y a las cinco de la tarde -"la hora Undécima"-.

Adivinamos que no los contrata para su propio interés. Es un patrón que se preocupa profundamente del drama de los sin trabajo: "¿Cómo estáis aquí el día entero sin trabajar?"

-Los últimos llegados cobraron "un denario"... como los primeros...

Humanamente hablando esto es inverosímil.

Pero, precisamente, es el caso que ya no estamos en una historia "humana".

Ese amo sorprendente, lleno de bondad, que "favorece a los más pobres", para quien los "últimos son los primeros"... es Dios.

-Y ¡se protesta! "Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos cargado con el peso del día y el bochorno." Para Dios no hay privilegios. Las "naciones paganas", las últimas invitadas a la Alianza, son tratadas al igual con Israel, que se benefició más pronto de la Viña de Dios.

Veinte veces, en el evangelio, Jesús valora así a los pobres, a los excluidos, a los "últimos".

-"Amigo, quiero darle a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no tengo derecho de disponer de mis bienes? ¿o ves tú con malos ojos que yo sea generoso?"

Tal es la lección central de esa parábola. Si sabemos leer entre líneas y no nos escandalizamos de detalles accesorios, he aquí el retrato maravilloso que Jesús nos traza de su Padre:

-un Dios que ama a los hombres prioritariamente, y los ama y quiere introducirlos en su propia felicidad...

-un Dios que reparte sus beneficios a todos y llama sin parar...

-un Dios cuya generosidad y bondad no está "limitada" por nuestros méritos, sino que da con largueza, sin calcular...

-un Dios que aparta a cualquiera que pretendiera tener derechos y privilegios impidiendo a los demás a aprovecharse...

Esta parábola nos hace una revelación absolutamente esencial: la salvación que Dios nos da es totalmente gratuita y desproporcionada a nuestros pobres méritos humanos.

¿Qué podríamos esperar si contáramos con sólo nuestras fuerzas? Pero, Señor, nos has dicho que lo esperemos todo de tu "bondad". Gracias.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 132 s.


3-3.

1. (Año I) Jueces 9,6-15

a) La página de hoy es un apólogo o fábula, llena de ironía, que se burla del rey que se han buscado los habitantes de Siquén: el inútil Abimelec.

Ya a Gedeón le habían propuesto ser rey (fue Juez durante unos cuarenta años). Pero él se había negado: «vuestro rey será siempre Yahvé». Casi dos siglos tardarían los israelitas, con el último de los Jueces, Samuel -y a regañadientes-, en conseguir una de las ilusiones que durante más tiempo habían abrigado: tener un rey, como los pueblos vecinos.

Abimelec era uno de los numerosos hijos de Gedeón, medio israelita medio cananeo, y consiguió gobernar después de haber asesinado a traición nada menos que a setenta hermanos suyos. Sólo se salvó el más pequeño, Jotán, que es quien, en la lectura de hoy, proclama a gritos la fábula contra Abimelec.

La alegoría es expresiva: los árboles quieren un rey, pero los que son útiles -el olivo, la higuera, la vid- no aceptan, mientras que sí acepta en seguida la zarza, el arbusto más inútil y nocivo. Ese es Abimelec, claro. Que, por cierto, luego sería traicionado también él y moriría trágicamente.

b) Siempre ha sida un problema acertar en la elección de las personas que nos han de gobernar, tanto en lo civil como en lo eclesiástico.

Esta fábula no hay que entenderla, sin más, en el sentido de que los que buscan el poder son precisamente los más inútiles. Pero sí es un toque de atención. No siempre los más brillantes son los que más valen, sino que podrían resultarnos como la zarza, la esterilidad personificada. Muchas veces los mejores los encontramos entre los humildes y trabajadores.

Es evidente que el que gobierna debe tener unas cualidades nada fáciles: dotes de mando y liderazgo, equilibrio, vocación de servicio. Pero la Biblia lo ve todo desde el prisma religioso y, por eso, nos invita a elegir según los criterios de Dios, no según los meramente humanos. El salmo nos recuerda la ayuda de Dios como factor decisivo en la elección y en la actuación de quienes tienen el poder: «el rey se alegra por tu fuerza... le has concedido el deseo de su corazón, te adelantaste a bendecirlo con el éxito... le concedes bendiciones incesantes».

¿En qué cualidades ponemos nuestra confianza, cuando tenemos la posibilidad y el deber de elegir a los que nos gobiernan? ¿sólo en lo técnico y lo aparente, o también en los valores humanos y cristianos? ¿sabemos apreciar la humildad de una higuera o de un olivo, que muestran su fecundidad con sosiego y profundidad, o nos dejamos encandilar por lo que brilla y llama la atención externamente?

1. (Año II) Ezequiel 34,1-11

a) Esta vez la voz del profeta se alza contra los pastores de Israel: sus dirigentes, tanto civiles como religiosos.

Describe muy certeramente su pecado: «se apacientan a sí mismos». En vez de cuidar de las ovejas, curándolas, fortaleciendo a las débiles, recogiendo las descarriadas, defendiéndolas contra las fieras, lo que hacen es comer a costa de ellas y maltratarlas y, cuando hay peligro, abandonarlas. Son mercenarios.

La queja de Dios («me voy a enfrentar con los pastores») se convierte en promesa: «yo mismo en persona buscaré a mis ovejas». El mismo tendrá que remediar la situación. Por eso se alegra el salmista: «el Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas».

b) En Jesús hemos visto cómo Dios cumple su promesa de alimentar, buscar y defender a sus ovejas, al pueblo de Israel y a toda la humanidad. Les ha enviado como Buen Pastor a su propio Hijo.

Cuando Jesús, en el capitulo 10 del evangelio de san Juan, describe las cualidades del pastor bueno, enumera precisamente las actitudes contrarias a las que Ezequiel había tenido que señalar en los malos pastores de su época, los que llevaron al pueblo de Israel a la ruina total.

Jesús conoce a sus ovejas, va delante de ellas, las busca y rehabilita, las defiende, da la vida por ellas. He ahí el modelo para todos los que, de una manera u otra, somos «pastores» o encargados del bien de los demás: los obispos y los sacerdotes, los padres, los educadores, los catequistas, los responsables de un grupo, y también las autoridades civiles.

Criticamos, y a veces con razón, a los dirigentes corruptos y aprovechados. Pero hemos de examinarnos a nosotros mismos, porque podría ser que, en nuestro nivel, también tendamos a aprovecharnos de nuestros cargos.

Quien nos ve actuar en nuestro trato con los demás, ¿nos puede aplicar el retrato de Ezequiel o el de Jesús? ¿servimos a los demás o nos servimos de ellos? ¿somos mercenarios o pastores por vocación?

2. Mateo 20,1-16

a) Hoy escuchamos la desconcertante parábola de los trabajadores de la viña, que trabajan un número desigual de horas y, sin embargo, reciben el mismo jornal.

La idea central no es el paro obrero (aunque Dios parece preocupado de que nadie se quede sin trabajo, sea cual sea la hora) ni la cuestión de los salarios ni la justicia social. La parábola no se fija en los trabajadores, sino en la actuación de Dios. Él da a todos según justicia, pero también es generoso con los últimos, aunque hayan trabajado menos.

Cuando Mateo escribió su evangelio, muchos paganos se iban incorporando a la Iglesia de Cristo, y podían suscitar, entre los provenientes del pueblo judío, el interrogante de cómo los últimos llegados recibían la misma herencia y paga. Es la sorpresa que Jesús describe en quienes habían trabajado desde primera hora de la mañana. La respuesta es el amor gratuito de Dios, que sobrepasa las medidas de la justicia y actúa libremente, también con los de la hora undécima. El tema no es si a los primeros les paga lo justo. Sino que Dios quiere pagar a los últimos también lo mismo, aunque parezca que no se lo hayan merecido tanto.

b) Los caminos de Dios son sorprendentes. No siguen nuestra lógica.

Él sigue llamando a su viña a jóvenes y mayores, a fuertes y a débiles, a hombres y mujeres, a religiosos y laicos. ¿Tendremos envidia de que Dios llame a otros «distintos», o que premie de la misma manera a quienes no tienen tantos méritos como creamos tener nosotros?¿nos duele que en la vida de la comunidad eclesial, los laicos tengan ahora más protagonismo que antes, o que haya más igualdad entre hombres y mujeres, o que las generaciones jóvenes vengan con ideas nuevas y con su estilo particular de actuación?

Abrahán fue llamado a los setenta y cinco años. Samuel, cuando era un jovencito.

Mateo, desde su mesa de recaudador. Pedro tuvo que abandonar su barca. Algunos de nosotros hemos sido llamados desde muy niños, porque las condiciones de una familia cristiana lo hicieron posible. Otros han escuchado la voz de Dios más tarde. El ladrón bueno ha sido considerado como el prototipo de quienes han recibido el premio del cielo, habiendo sido llamados en la hora undécima.

Si nos sentimos demasiado «de primera hora», mirando por encima del hombro a quienes se han incorporado al trabajo a horas más tardías, estamos adoptando la actitud de los fariseos, que se creían superiores a los demás.

Esto no es, naturalmente, una invitación a llegar tarde y trabajar lo menos posible. Sino un aviso de que el premio que esperamos de Dios no es cuestión de derechos y méritos, sino de gratuidad libre y amorosa por su parte. La parábola parece una respuesta a la pregunta de Pedro, uno de los de la primera hora, que todavía no estaba purificado en sus intenciones al seguir al Mesías: «a nosotros ¿qué nos va a tocar?».

Hoy es un buen día para cantar el himno de Vísperas «Hora de la tarde, fin de las labores», que, en sus diversas estrofas, nos hace alabar a Dios por su insondable generosidad, a la hora de darnos el jornal por nuestro trabajo.

«El rey se alegra por tu fuerza, le concedes bendiciones incesantes» (salmo I)

«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo» (salmo II)

«Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 287-290


3-4.

Ez 34, 1-11: Los pastores egoístas

Mt 20, 1-16a: La justa retribución

Los discípulos pensaban con la lógica de la mentalidad vigente y esperaban que la retribución para ellos fuera mayor. Confiaban en que "sus sacrificios" les asegurarían un premio mayor, pero no contaron con la más importante: el Reino de Dios y su justicia no actúan según los parámetros de la legalidad humana.

En el Reino lo importante es la misericordia de Dios. Pues, para Dios no hay privilegios basados en el prestigio, en la cantidad de trabajo o en cualquier otra ventaja. Y esto es así, porque ha sido Dios quien ha llamado gratuitamente, y nuestra respuesta debe ser igualmente gratuita. Dios llama cuando le parece oportuno sea al comienzo o al final de la jornada. Lo importante es que él llama y que podemos participar.

El descontento de los empleados obedece a un privilegio que ellos mismos se conceden, no a una injusticia del patrón. Creen que por haber trabajado más tiempo tienen ventaja sobre los demás. Pero no es de este modo como funciona la lógica del Reino. El mérito está en haber sido llamado, en participar en la obra, no en los privilegios que se puedan sacar de ella.

Nosotros muchas veces queremos adueñarnos de la cosecha. Pensamos que al desempeñar un ministerio o servicio en la comunidad somos propietarios de ella. A veces, también, excluimos a otros porque consideramos que no están preparados o porque creemos que han llegado tarde. El evangelio, sin embargo, nos pide un cambio de mentalidad. Todos tienen derecho a participar en la obra del Reino. Y este derecho no nace de nuestra generosidad, sino que es algo que Dios mismo ha dado. Si Dios ha llamado a muchos a su obra, nosotros no somos quiénes para cerrar la puerta. Debemos reconocer la acción del Espíritu y permitir que en la comunidad todos participen por igual.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Érase un fraile que llega al cielo, tras una vida austera, con sus luengas barbas y lleno de buenas obras. En la puerta del cielo están apostados muchos hombres y mujeres que no logran alcanzar méritos suficientes para entrar. Al fin, San Pedro, y para no dejar el cielo con tantos escaños vacíos, decide que todos pasen al cielo, casi como una amnistía general. Y es entonces cuando el buen frailecico se tira de las barbas y se queja lastimero: "Esto se avisa, esto se avisa".

Gracias a Dios, la bondad de este Dios se apoya en una gran in-justicia.En Dios no hay justicia, adecuación entre las obras y el premio. Cuando asisto a la boda de los amigos, me gusta subrayar: Como Cristo ama a su Iglesia. Es decir, hemos de amar sin esperar nada a cambio, como exigiría la justicia distributiva, por pura gratuidad. En el ámbito de Dios todo es gracia; no es el trabajo del hombre lo que salva sino sólo Dios. Del hombre sólo se requiere que se abra y acoja.

Sigue habiendo fariseos, hombres que se creen los primeros, criaturas que pasan factura al cielo. Como en la parábola, no se escandalizan por la falta de justicia sino por la bondad de Dios. El denario estipulado se cumple, pero se añade la generosidad que desborda el contrato. Bien podían haber pensado los de primera hora: "Estupendo, hemos tenido la suerte de no vivir tanto tiempo en la angustia de un trabajo inseguro". Bien podían también pensar tantos "cristianos de toda la vida": "El Señor me ha regalado la gracia de la fe en Él desde mi primera edad".

Afortunadamente, Dios hace salir el sol sobre buenos y malos. Lo dijo el mismo Jesús, pero hay muchos seguidores de Jesús a los que no les cabe esto en la cabeza. Peor para ellos.

Conrado Bueno, cmf.
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-6. 2002

COMENTARIO 1

v. 1: Porque el reinado de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a contratar jornaleros para su viña.

La viña era símbolo del pueblo de Dios, antes Israel (cf. Is 5,7; Sal 80,9s.15s); ahora lo es del nuevo pueblo de Dios, la humanidad entera (cf. 21,41). La parábola ilustra el principio expuesto en 19,30: la cantidad o calidad del trabajo o del servicio, la antigüedad, las diversas funciones en la comunidad, el mayor rendimiento no crean situación de privilegio ni son fuente de mérito (el mismo jornal para todos), pues este servicio es respuesta a un llamamiento gratuito. El sentimiento del propio mérito produce descontento y división (vv. 11s.15). El llamamiento gratuito espera una respuesta desinteresada. En otras palabras: el trabajo, que es la vida en acción, no se vende: sería prostituirlo; no nace del deseo de recompensa, sino de la espontánea voluntad de ser­vicio a los demás (5,7.9). No se trabaja para crear desigualdad, sino para procurar la igualdad entre los hombres, y ésta debe ser patente en la comunidad.



v. 2: Después de ajustarse con ellos el jornal de costumbre, los mandó a la viña.

«El jornal de costumbre»: lit. «un denario cada día», jor­nal ordinario de un trabajador en aquel tiempo. En la parábola, la cuantía no es significativa, lo que importa es la igualdad de jornal para todos. Nótese que la menor cantidad de trabajo no se debe a negligencia, sino a la hora de la llamada.



vv. 3-14: Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo 4y les dijo: -Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo que sea justo. 5Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6Saliendo a última hora, encontró a otros parados y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? 7Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. Él les dijo: -Id también vosotros a la viña. 8Caída la tarde, dijo el dueño de la viña a su encar­gado: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empe­zando por los últimos y acabando por los primeros. 9Llegaron los de la última hora y cobraron cada uno el jornal entero. 10Al llegar los primeros pensaban que les darían más, pero también ellos cobraron el mismo jornal por cabeza. 11Al recibirlo se pusieron a protestar contra el propietario: 12 Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos cargado con el peso, del día y el bochorno. 13El repuso a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajus­taste conmigo en ese jornal? 14Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último lo mismo que a ti.

«A media mañana»: lit. «alrededor de la tercera hora», es de­cir, «a eso de las tres». El mundo antiguo dividía el día en doce horas de luz (salida a puesta del sol) y doce de noche (puesta a salida). En consecuencia, la longitud de las horas variaba según las estaciones: más cortas las del día en invierno y más largas en verano. «Las tres» = «media mañana / hacia las nueve» en nues­tro cómputo; paralelamente, v. 5 «a mediodía» (gr. «hacia las seis»), «a media tarde» (gr. «hacia las nueve»), y v. 6 «a última hora» (gr. «hacia las once»).



v. 15: ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío?, ¿o ves tú con malos ojos que yo sea generoso?

«Ves tú con malos ojos»: lit. «el ojo tuyo malvado es». «Ojo malvado» es un semitismo que significa envidia, tacañería (cf. 6,22). El modis­mo castellano enlaza con el primer significado.

v. 16: Así es como los últimos serán primeros y los pri­meros últimos.

«Los primeros»: el colofón repite (cf. 19,30) la clave de lectura de la parábola, la igualdad en el reino de Dios (= comu­nidad cristiana).

La respuesta positiva de los que aceptan trabajar en la viña, que significa la dedicación al servicio del hombre, equivale al se­guimiento de Jesús. El don que a todos se da es el Espíritu, en paralelo con lo sucedido con Jesús en el bautismo (3,16). Los momentos sucesivos de la llamada pueden indicar también la entrada de los paganos en la iglesia. Los israelitas, llamados en primer lu­gar, no pueden considerarse superiores a los nuevos miembros de la comunidad.


COMENTARIO 2

Una sociedad en que las relaciones comerciales han adquirido un puesto preeminente pone en serio peligro la comprensión del universo religioso. Los hombres transfieren a la relación religiosa los comportamientos adquiridos en el tráfico comercial y se construyen un imaginario libro de cuentas donde señalan sus méritos y deméritos, su debe y haber frente a Dios. De esta forma se ven imposibilitados de comprender la realidad de la acción divina, caracterizada por la gratuidad.

La parábola de los obreros con diverso tiempo de trabajo y con el mismo salario final quiere ser una advertencia para evitar que caigamos en ese error.

El personaje principal, presentado desde el comienzo, es un propietario que ejerce la posesión sobre una viña. Escuchando propietario y viña los oyentes de Jesús, familiarizados con el lenguaje de los profetas y de otros escritos del Antiguo Testamento, eran naturalmente conducidos a considerar la relación de Dios y su pueblo.

Ese propietario debe cosechar los frutos de su viña y para ello sale a contratar obreros para la tarea. Da la impresión que lo único que le interesa es que no haya desocupados ya que busca compartir con mayor número de personas los beneficios que la viña ha reportado o reportará.

En sucesivas salidas, que el texto tiene cuidado de señalar, repite la misma invitación desde la mañana hasta la tarde. La única diferencia es que a los primeros llamados señala el jornal exacto, un denario (v.2), a los segundos promete de manera más amplia “lo justo” (v.4) y en los casos siguientes no menciona el monto de la paga.

Al final del día por medio de su administrador, comienza a abonar los salarios desde los últimos llegados a los que se concede lo prometido a los de la primera hora. Estos viendo que reciben la misma paga comienzan a murmurar porque trabajos de duración desigual han sido remunerados idénticamente. La queja que les brota es que los que han trabajado “una hora” han sido igualados a los que se fatigaron durante todo el día.

Todo lector está tentado de acompañarlos en la crítica y considerar lo actuado por el propietario como una injusticia. Sin embargo, con el final de la parábola, Jesús nos invita a cambiar estos criterios más frecuentes por otros criterios en que la medida de la justicia brota de la generosidad del dueño de la viña.

En definitiva, el Reino es una realidad de gracia y no se puede cuantificar en términos de horas de labor. Hasta que no se llegue a comprender esto brotará el resentimiento por la “nivelación” de méritos personales que el Reino produce.

La parábola apunta directamente contra la conciencia de superioridad derivada de la elección de Israel. Esta conciencia de superioridad impide a “los hombres religiosos” considerarse iguales a publicanos, prostitutas y paganos llamados posteriormente. Pero al no admitir esa igualdad no pueden comprender la realidad del Dios de gracia que quiere que todos sus hijos participen de los beneficios de la viña.

Pero la parábola no agota su contenido con su aplicación a aquel momento del conflicto entre fariseísmo y cristianismo. Es también un llamado de atención a los integrantes de toda comunidad cristiana que no saben descubrir que el Reino es una gracia y que como tal debe ser aceptado.

1. Juan Mateos, El evangelio de Juan. Texto y comentario. Ediciones El almendro, Córdoba 2002 (en prensa).

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


3-7. DOMINICOS 2003

Palabras y mensaje

Libro de los Jueces 9, 6-15:

“En tiempo de los Jueces, un día, Jotán {único hermano superviviente de los setenta hijos de Yerubbaal, asesinados por Abimelek}, enterado de que los habitantes de Siquén y de El Terraplén iban a proclamar rey a Abimelek,... les dijo a voz en grito:

Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: “Sé nuestro rey”. Pero dijo el olivo: “¿Y voy a dejar mi aceite... para ir a mecerme sobre los árboles?”Entonces dijeron a la higuera: “Ven a ser nuestro rey”. Pero dijo la higuera: “¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso...?”Entonces dijeron a la vid: “¡Ven a ser nuestro rey!”. Pero la vid dijo: “¿Y voy a dejar mi mosto que alegra a dioses y a hombres...?”Entonces dijeron a la zarza: “¡Ven a ser rey!” Y les dijo la zarza: “Si de veras queréis ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano”.

Maravillosa simbología. Cuando se quiere elegir a quien dirija nuestros pasos no caigamos en el error de poner nuestros ojos en el tipo más insensible, frío, tirano, sino en el más rico en humanidad.

Evangelio según san Mateo 20, 1-16:

“Jesus siguió hablando a sus discípulos en parábolas: El Reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Se ajustó con ellos en un denario por jornada, y los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros, y los envió también diciendo: id a mi viña y os pagaré lo debido. Salió de nuevo a mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió, por fin, al caer de la tarde, encontró a otros parados, y les dijo: ¿cómo es que estáis aquí  el día entero sin trabajar? Le respondieron: nadie nos ha contratado. Él les dijo: id a mi viña.

Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: llama a todos los jornaleros y págales su jornal, comenzando por los últimos y acabando por los primeros. Como a todos pagaba lo mismo... , los de jornada completa protestaron: estos últimos han trabajado sólo una hora y les has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Jesús les replicó: ¿ no nos ajustamos en un denario? ¿Y si quiero dar al último igual que a ti? ¿Es que no tengo libertad para hacerlo?... Así, os digo: los últimos serán primeros y los primeros serán últimos”.

 

Momento de reflexión

Fábula de los árboles buscando rey.

El apólogo (cuento con mensaje moral) que se pone en labios de Jotán en el libro de los Jueces sería probablemente una fábula, que pudo ser utilizada -por aquellos siglos anteriores a Cristo- en Mesopotamia, Grecia, Egipto...

El autor sagrado la recoge aquí para enriquecer su narración sobre la cruel actitud de Abimelek quien, siendo uno de los setenta hijos de Yerubaal, envenenó el corazón de los habitantes de Siquém, y les convenció  de que en vez de ser gobernados por todos los descendientes de Yerubaal, le eligieran sólo a él como gobernador.  Y para ejecutarlo, mató a sus hermanos.

Jotán, el hermano más joven, que se libró de la muerte, viene a decir en la fábula que elegir a Abimelek como rey es igual que elegir rey de los árboles a la zarza, que acaba devorándolos a todos.

Reino de Dios y generosidad con los últimos allegados.

La parábola de los jornaleros que acuden al trabo a diversas horas del día, y luego reciben igual paga, es un canto a la gratuidad y generosidad de Dios para con nosotros. Tomada en términos de justicia proporcional, no la vemos correcta:  a más trabajo, mejor salario.

 Pero tomada en términos de magnanimidad y gratuidad (más allá de la estricta justicia), nos indica que la mano del Señor, Padre, Amigo, está abierta en sus dones para que nadie pase hambre, y se colma de misericordia a favor de los más necesitados, y de los más desprendidos, mansos, humildes de corazón y arrepentidos de sus pecados .

¿No tenemos cada uno experiencia probada del amor con que somos tratados, al inicio, a mediodía y al final de cada jornada o vida?


3-8. 2003

Jue 9, 6-15: Han dicho: un rey nos gobernará...
Salmo responsorial: 20, 2-7: Alegría y bendición infunde Señor a tu pueblo
Mt 20, 1-16:¿Eres envidioso porque soy bueno?

Nuestro texto parte de una situación muy real: la existencia de trabajadores desempleados que se presentan en la plaza para ser contratados por algún propietario que necesitase de su trabajo. El dueño de la viña representa a Dios en el reino (Is 5,1-7). La primera hora de contratar jornaleros era en torno a las seis de la mañana, el comienzo de la jornada laboral estaba limitada por la luz del día; esto era en torno a doce horas comenzando desde las seis de la mañana. Los tiempos que nos presenta la parábola son las seis de la mañana, las nueve de la mañana, el mediodía, las tres y las cinco de la tarde. El propietario ve a gente sin trabajo, y consiguientemente sin ingresos, y los llama a trabajar en su viña. Esta diversidad en la duración del trabajo tiende a poner de relieve la enseñanza principal de la parábola. Aproximadamente a las seis de la tarde, el propietario llama a su administrador para que, como manda la ley, pague a los trabajadores su jornal. El jornal diario normal era un denario. Según las prescripciones del Antiguo Testamento el salario debía pagarse el mismo día en que había sido realizado el trabajo (Lev 19,13; Dt 24,15). El dueño de la viña manda a su mayordomo que pague a los obreros en orden inverso a como habían sido contratados. Y que todos reciban la misma cantidad. Estos dos detalles tienen también importancia para la enseñanza de la parábola. Las protestas de los obreros de primera hora no estarían justificadas en la parábola si no hubiesen visto que los de última hora recibían un denario. Es entonces cuando se acusa de injusticia al señor de la viña. Este, sin embargo atribuye la protesta a que “tu ojo es malo”, es decir, a la envidia y animosidad contra los favorecidos.

El centro de interés lo tenemos en el versículo 15 “¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes” ¿O has de ver con mal ojo que yo sea bueno?”, y también en la recompensa, que es igual para todos. Como el dueño de la viña es Dios, la parábola pone todo su acento en la liberalidad soberana de su actuación independiente. Actuación divina que, juzgada con criterio humano, resulta incomprensible, pero lógica. ¿Quién puede pedir cuentas a Dios por su conducta? El ser humano es su siervo (Lc 17,7-10). No puede presentarse ante su Señor con pretendidos derechos. La recompensa que Dios otorga al ser humano será siempre pura gracia. El ser humano nunca tiene derecho a pasar la factura a Dios. Cierto que Pablo espera la recompensa que le es debida en justicia (2Tim 4,7). Pero este premio tiene su último fundamento en la gracia previamente concedida por el Señor.


Lo importante de esta parábola es que, en el reino, las bendiciones y recompensas se reciben por la bondad y el amor de Dios, y no según el mérito o el tiempo de servicio. En el reino no hay lugar para la envidia ni la codicia.

Nos puede sonar desconcertante oír que le preguntan a uno: “¿Eres envidioso porque yo soy bueno?”. El resentimiento por la bondad y generosidad de alguien es una de las peores actitudes humanas; pero se da frecuentemente. Hay quienes en los enfrentamientos sociales, políticos, familiares o religiosos no quieren ver nada bueno en el adversario. En cambio , Dios va siempre en busca de todos, llama a todos a cualquier hora, siempre quiere dar, acoge a los que en encuentra... Su llamado nos une en el trabajo y en su generosidad. Dios se da totalmente a cada uno; no podría dividirse. Tener envidia de su donación total a cada uno sería separarse de El, ponerse en el último lugar.

La sentencia final de los últimos y los primeros se halla en la misma línea de la parábola: los primeros son, en este caso, los fariseos y, en general, el pueblo elegido, que se creía con peculiares privilegios ante Dios y con el derecho de pasarle la factura. Jesús, con está parábola que podría haberse titulado: “recompensa igual para un trabajo desigual”, da el golpe de gracia al concepto que no sólo los fariseos y escribas tenían , sino también muchos de nosotros sobre Dios y su retribución.

Un “denario” era lo que el trabajador recibía para el sustento de la jornada. Jesús se ha hecho nuestro “pan de cada día”, que se ofrece en la misa a todos, sin discriminación de edad, condición social, nivel de santidad... El se da, para que también nosotros aprendamos a darnos a los demás generosamente.

El núcleo de la parábola está en la actitud de los trabajadores de la primera hora con respecto a los de la última hora. Todo lo demás sirve de marco para poner de relieve lo esencial. Quienes entran en el reino a última hora recibirán las mismas bendiciones de vida eterna que quienes llevan más tiempo en él (cf. Ez 18,21-23). Dios es bueno; los que han trabajado todo el día no lo son. La parábola desaprueba la situación de una comunidad en la que algunos se sienten con más derechos que los otros. El verdadero cristiano es el que imita la anchura de corazón del Padre.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. ACIPRENSA 2003

1. El padre de familia, Dios, invita al apostolado en su viña. El día de trabajo es la vida; el denario, el reino de los cielos. Llama la atención el hecho de que todos reciban "el mismo salario", aún los últimos. Es que el reino de los cielos no puede dividirse, y su participación es siempre un don libérrimo de la infinita misericordia de Dios (Luc. 8, 47; 15, 7).

12. El peso del día: El que así habla es como el de la parábola de las minas que pensaba mal de su Señor y que por eso no pudo servirlo bien, porque no lo amaba (Luc. 19, 21 - 23). El yugo de Jesús es "excelente" (11, 30) y los mandamientos del Padre "no son pesados" (I Juan 5, 3), sino dados para nuestra felicidad (Jer. 7, 23) y como guías para nuestra seguridad (S. 24, 8). El cristiano que sabe estar en la verdad frente a la apariencia, mentira y falsía que reina en este mundo tiranizado por Satanás, no cambiaría su posición por todas las potestades de la tierra. Esta parábola de los obreros de la viña nos enseña, pues, a pensar bien de Dios (Sab. 1, 1). El obrero de la última hora pensó bien puesto que esperó mucho de El (cf. Luc. 7, 47), y por eso recibió lo que esperaba (S. 32, 22). Esto que parecería alta mística, no es sino lo elemental de la fe, pues no puede construirse vínculo alguno de padre a hijo si éste empieza por considerarse peón y creer que su Padre le quiere explotar como a tal.

15. Nótese el contraste entre el modo de pensar de Dios y el de los hombres. Estos sólo avaloran la duración del esfuerzo. Dios en cambio aprecia, más que todo, las disposiciones del corazón. De ahí que el pecador arrepentido encuentre siempre abierto el camino de la misericordia y del perdón en cualquier trance de su vida (Juan 5, 40; 6, 37).

16. Así: es decir, queda explicado lo que anticipó en 19, 30. Sin duda la Parábola señalaba la vocación de nosotros los gentiles, no menos ventajosa por tardía. En ella el Corazón de Dios se valió también de las faltas de unos y otros para compadecerse de todos (Rom. 11, 30 - 36); y lo más asombroso aún es que igual cosa podamos aprovechar nosotros en la vida espiritual, para sacar ventajas de nuestras faltas que parecieran cerrarnos la puerta de la amistad con nuestro Padre. Véase Luc. 7, 41 ss.; 15, 11 ss.; Rom. 8, 28; Col. 4, 5.


3-10. DOMINICOS 2004

Sed fieles pastores de la grey

Habla, profeta, no ocultes la verdad, ni te acobardes. La palabra es vida.
Habla, profeta, arriésgate a denunciar injusticias y falsedades humanas.
Habla, profeta, para que nadie traicione a la confianza puesta en él.

¡Qué difícil oficio es el de ser y ejercer de profeta! Leámoslo entre líneas, al escuchar en la liturgia de hoy el mensaje de Ezequiel. Dios le urge a que hable contra los pastores infieles, contra todos los que asumen un papel en la historia, en la sociedad, en la Iglesia, y abandonan realmente su misión y compromiso para entregarse a sus caprichos o concupiscencias, sean las que fueren.

Dios le urge a que con sus palabras ponga en carne viva las miserias humanas, las crueldades, los abusos, los desprecios.

Los destinatarios de la palabra profética condenatoria son, por voluntad de Dios, los sacerdotes, obispos, diáconos, servidores del pueblo. Pero ¿quién se excluirá de la responsabilidad que tiene ante Dios y ante los hombres?

Cada uno podemos decirnos a nosotros mismos que somos unos sinvergüenzas, defraudadores, infieles, sacrílegos..., y sentirnos urgidos a cambiar de conducta para ser fieles al Señor, a los hermanos y a nosotros mismos.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Ezequiel 34, 1-11:
“Palabra del Señor a Ezequiel:

Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel...: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis su enjundia, os vestís de su lana..., no fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas...

Por eso, pastores, escuchad:... Me voy a enfrentar a los pastores, les reclamaré mis ovejas..., las libraré de sus fauces, para que no sean su manjar... Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro”.

Evangelio según san Mateo 20, 1-16:
“Jesús siguió hablando a sus discípulos en parábolas, y les dijo:

El Reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Se ajustó con ellos en un denario por jornada, y los mandó a su viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros, y los envió también diciendo: id a mi viña y os pagaré lo debido. Salió de nuevo a mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.

Salió, por fin, al caer de la tarde, encontró a otros parados, y les dijo: ¿cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: nadie nos ha contratado. Él les dijo: id a mi viña.

Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: llama a todos los jornaleros y págales su jornal, comenzando por los últimos y acabando por los primeros. Como a todos pagaba lo mismo..., los de jornada completa protestaron: estos últimos han trabajado sólo una hora y les has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Jesús les replicó: ¿no nos ajustamos en un denario? ¿Y si quiero dar al último igual que a ti? ¿Es que no tengo libertad para hacerlo?... Así, os digo: los últimos serán primeros y los primeros serán últimos”.


Reflexión para este día
En Dios se funden justicia y misericordia.
Leamos la parábola de los jornaleros como si leyéramos un canto hermoso a la gratuidad y generosidad de Dios para con nosotros.

Si quisiéramos entenderla y aplicarla en términos de justicia proporcional humana, según nuestro lenguaje social, no la encontraríamos correcta, pues es ley de vida que, en igualdad de condiciones, a más trabajo debe darse mayor salario.

Pero si la tomamos en términos de magnanimidad y gratuidad (más allá de la estricta justicia), la parábola nos habla en lenguaje de amor, en lenguaje de gracia, y nos dice que la mano del Señor es mano de Padre, Amigo; que está abierta en sus dones para que nadie, si le busca, pase hambre; y que rebosa misericordia a favor de los más necesitados, de los más desprendidos, mansos, humildes de corazón y arrepentidos de sus pecados ...

¿No tenemos cada uno experiencia probada del amor con que somos tratados, aún en medio de las adversidades?


3-11.

Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«Los últimos serán los primeros y los primeros, últimos»

Hoy, la Palabra de Dios nos invita a ver que la “lógica” divina va mucho más allá de la lógica meramente humana. Mientras que los hombres calculamos («Pensaron que cobrarían más»: Mt 20,10), Dios —que es Padre entrañable—, simplemente, ama («¿Va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?»: Mt 20,15). Y la medida del Amor es no tener medida: «Amo porque amo, amo para amar» (San Bernardo).

Pero esto no hace inútil la justicia: «Os daré lo que sea justo» (Mt 20,4). Dios no es arbitrario y nos quiere tratar como hijos inteligentes: por esto es lógico que haga “tratos” con nosotros. De hecho, en otros momentos, las enseñanzas de Jesús dejan claro que a quien ha recibido más también se le exigirá más (recordemos la parábola de los talentos). En fin, Dios es justo, pero la caridad no se desentiende de la justicia; más bien la supera (cf. 1Co 13,5).

Un dicho popular afirma que «la justicia por la justicia es la peor de las injusticias». Afortunadamente para nosotros, la justicia de Dios —repitámoslo, desbordada por su Amor— supera nuestros esquemas. Si de mera y estricta justicia se tratara, nosotros todavía estaríamos pendientes de redención. Es más, no tendríamos ninguna esperanza de redención. En justicia estricta no merecíamos ninguna redención: simplemente, quedaríamos desposeídos de aquello que se nos había regalado en el momento de la creación y que rechazamos en el momento del pecado original. Examinémonos, por tanto, de cómo andamos de juicios, comparaciones y cálculos cuando tratamos con los demás.

Además, si de santidad hablamos, hemos de partir de la base de que todo es gracia. La muestra más clara es el caso de Dimas, el buen ladrón. Incluso, la posibilidad de merecer ante Dios es también una gracia (algo que se nos concede gratuitamente). Dios es el amo, nuestro «propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña» (Mt 20,1). La viña (es decir, la vida, el cielo...) es de Él; a nosotros se nos invita, y no de cualquier manera: es un honor poder trabajar ahí y podernos “ganar” el cielo.


3-12.

Reflexión:

Ez. 34, 1-11. Un papel preponderante ocupa en la Iglesia aquel que ha sido elegido por Dios como Pastor de su pueblo. Debe velar por aquellos que le han sido confiados. Más que un honor es una grave responsabilidad de procurar en todo el bien de los suyos, aún a costa de entregar la propia vida. Ya el Señor nos dirá: No voy a perder ni uno sólo de aquellos que el Padre puso en mis manos. Aquel que, sabiendo cuál es la responsabilidad que se le ha confiado, en lugar de cumplirla se dedique a escandalizar, a oprimir y a explotar a los suyos, no puede decirse un buen pastor, a imagen de Cristo, aun cuando aparente alegría y cercanía a los demás, pues detrás de esas hipocresías se encontrará su egoísmo, que le llevará a querer aprovecharse de los demás. Seamos, como Iglesia, signo de la cercanía amorosa de Dios para el mundo entero, buscando en todo el bien de nuestro prójimo; aceptando todos los riesgos que nos vengan por amar con el mismo amor con que nosotros hemos sido amados por Dios.

Sal. 23 (22). El Señor se ha convertido para nosotros en el Buen Pastor desde el día en que fuimos sumergidos en la fuente bautismal, en que se nos comunicó su Espíritu de amor, de alegría y de paz. El Señor vela por nosotros con el mismo amor que un Padre vela por sus hijos. El mismo Dios nos ha preparado la mesa de su Palabra y de su Eucaristía, para enseñarnos el camino del bien y fortalecernos para iniciarnos en el seguimiento del mismo, sabiendo que, ungidos con el perfume del Espíritu Santo, el Señor nos acompaña para que no tropecemos, ni demos marcha atrás en el seguimiento de Aquel que nos ha precedido en la Gloria cargando su Cruz. Si en verdad queremos vivir en la casa del Señor por años sin término, dejemos que Él lleve a cabo su obra salvadora en nosotros.

Mt. 20, 1-16. Grande es el amor de Dios. Él no actúa conforme a nuestros intereses mezquinos. Para Él todos valemos el precio pagado con la Sangre del Cordero Inmaculado. Los que jamás se alejaron de la presencia del Señor y le han vivido en una fidelidad indefectible, (¿habrá alguno fuera de Cristo y María?), debe saber acoger a los demás en el seno de la Comunidad de fe, con la misma alegría del Padre Bueno y Misericordioso, que se alegra porque su hijo, que estaba perdido ha sido encontrado, que estaba muerto y ha vuelto a la vida. Nadie tiene derecho de ponerse celoso porque Dios es bueno con todos. Puestos en manos de Dios seamos fieles a Él. Teniendo en nosotros el amor de Dios, amemos a nuestro prójimo como Dios nos ha amado a nosotros.

El Señor convoca a todos a la participación del Banquete Pascual de su amor. Él se alegra por nosotros. Para Él no hay distinción de personas, pues nosotros vemos lo exterior, y tal vez eso hace que no respetemos, sino que despreciemos a los demás. Pero el Señor ve nuestros corazones; sabe que somos pecadores, y al amarnos, quiere perdonarnos, pues no quiere la muerte de pecador, sino que se convierta, se salve y viva para siempre. Habiendo entregado su vida por nuestra salvación hoy nos sienta a su Mesa, nos instruye con su Palabra salvadora, y con fortalece con el Pan de Vida eterna, para que vayamos y demos testimonio de su amor y de lo misericordioso que ha sido Dios para con nosotros. Sea Él bendito ahora y siempre.

El Señor quiere que a su Iglesia no le interesen las cosas de los demás, sino ellos mismos, su salvación. El Señor nos envió a Evangelizar y a salvar todo lo que se había perdido. Jesucristo es el Centro de la Acción de la Iglesia. Hacerlo cercano a los demás como Salvador debe ser lo que impulse constantemente nuestra vida. Por eso no podemos, a Nombre de Cristo, acercarnos a los demás, no tanto para proclamarles el Evangelio, sino para aparentar que les hablamos del Señor y oramos con ellos y por ellos, pero con la mirada puesta en sus bienes para arrebatárselos, haciéndoles creer de una y mil formas, que así ayudan a la Iglesia, o a los grupos o Institutos a los que pertenecemos y en los que vivimos aprovechándonos de la buena fe de los demás para nuestros turbios intereses, o para generara flojeras entre nosotros. El Señor nos pide caminar como testigos de su amor y de su Evangelio, libres de todas estas tentaciones y esclavitudes.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la Gracia de saber convertirnos en un signo verdadero, claro y creíble, de su amor en el mundo. Amén

Homiliacatolica.com


3-13. Parábola de los trabajadores de la viña

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clementre González

Reflexión

¿Quién dice que ya no hay trabajo? Jesucristo, en esta parábola, viene a ofrecernos uno: el trabajo por su viña, por su Iglesia. ¿Y con qué moneda nos pagará? Con la vida eterna.

Es necesario ver cuánta necesidad hay en el mundo. No sólo en las misiones; también en nuestra ciudad, en nuestra parroquia, quizás también en nuestra propia familia. Porque a unos les falta el pan y a otros el alimento espiritual, que es la palabra de Dios. ¡Qué importa la edad o los medios que tengamos! Cada uno tiene una vocación muy concreta que Dios le ha regalado, una misión insustituible. ¿Cuál es la mía? Mi primera misión es la de ser cristiano, por algo estoy bautizado. Y un cristiano lo es en la medida que da testimonio con su vida.

¿Hay otras maneras de trabajar en la viña del Señor? Desde luego: la oración, el consejo acertado, la ayuda económica, etc. Hay que echarle un poco de imaginación, y seguro que encontraremos un apostolado que nos venga a la medida. Y si no, pregúntale a tu párroco.

Cristo te necesita. Necesita tus manos, tu inteligencia, tu servicio para hacer algo por los demás. Decídete a ser un apóstol y prepárate para el premio de la vida eterna.


3-14.

Reflexión

Esta parábola de Jesús tiene un profundo significado y pueden sacarse diversas enseñanzas de él. Entre otras cosas quiere mostrarnos lo que significa tener “absoluta confianza en la Palabra del Señor”. Si nos fijamos veremos que solo a los primeros les dijo cuánto les iba a pagar… esto es un denario (es decir lo que un jornalero ganaba en aquel tiempo, cerca de $80.00 US Dls.); a los demás les dijo: “Les daré lo que sea justo”. Con esta promesa se fueron a trabajar. Hoy en día cuando alguien nos contrata lo primero que se pregunta es ¿cuanto voy a ganar?, pues que tal si lo justo para el señor es solo $5.00 o 10.00 por el trabajo de 8 horas. Los trabajadores confiaron totalmente en la palabra dada… nos dará lo justo: 80/8= $10.00 US Dls. por cada hora. Y sin embargo se llevaron la sorpresa de que les dio lo mismo que a los primeros. La primera enseñanza de este pasaje es que la justicia de Dios no es matemática y va mucho, pero mucho más allá de nuestra pobre justicia humana. Además nos deja ver que su palabra es de fiar, mucho más allá de lo que nosotros pudiéramos pensar. Cuando leemos las promesas hechas por Jesús, debemos siempre pensar que la realidad es mucho, pero mucho más grande de lo que la palabra expresa. Con este Dios, ¿cómo no vamos a entregarle toda nuestra vida y a trabajar sin descanso por el Reino, si lo que nos ha prometido es mucho, pero mucho más de lo que jamás pudiéramos haber pensado… no importa que solo hayamos trabajado una hora?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-15.

Homilía del Padre Jesús Marti Ballester

MIS PLANES NO SON VUESTROS PLANES.

DIOS ES ABSOLUTAMENTE LIBRE EN LA DISTRIBUCION DE SU MULTIPLES DONES

1. "¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? ¿Es que no tengo libertad para hacer l que yo quiera en mis asuntos?" Mateo 20,1. Esta es la afirmación central de la parábola de los jornaleros de la viña. Los fariseos reprochaban a Jesús la bondad con que trataba a los pecadores y Jesús, para justificarse, cuenta la parábola que acabamos de escuchar. En la perícopa anterior le ha dicho al joven rico que uno solo es bueno, Dios. Ahora el dueño de la viña dice igualmente que Él es bueno. "Yo soy", es el nombre de Dios y "bueno", es su apellido.

2. En el salmo, con toda justicia y propiedad, hemos cantado también que "el Señor es bueno con todos. Es bondadoso en todas sus acciones" Salmo 144. Este salmo es un himno grandioso a los atributos de Dios derramados sobre los hombres, especialmente de los más afligidos, necesitados, desvalidos y humillados, que claman a él. Es un salmo de alabanza, que encabeza un ramillete de salmos con que termina el salterio. Es un resumen de alta teodicea que ensalza la bondad, la justicia, la misericordia, la fidelidad a las promesas, la piedad con los débiles y desamparados y la providencia detallada con todas las criaturas vivas. Todas sus obras dependen de ella y están esperando que abra su mano para ser alimentadas, sostenidas y amparadas.

3. En esta parábola podemos ver reflejadas todas las etapas de la historia de la salvación. El AMANECER corresponde a la llamada de Adán. La MEDIA MAÑANA a la de Noé. A MEDIODIA llamó a Abraham. A la MEDIA TARDE llamó a los Profetas. Y a la CAIDA DE LA TARDE llamó a los Apóstoles y a la Iglesia, que sucede a la Sinagoga y al Templo. Y a éstos, "los últimos serán los primeros", corresponde el denario de la gracia y de la misericordia y el Amor de Dios. Nuestros cálculos son inferiores a los de Dios, (¡faltaría más!) a quien medimos con justicia larvada y con nuestras medidas, por nuestra incapacidad de abarcar la insondable misericordia y amor de Dios. Si nosotros hubiéramos presenciado la escena habríamos reaccionado igual que los aquellos jornaleros.

Pero el personaje central de la parábola es el Dueño de la viña, que, porque es bueno, nos llama a todos y a cada uno a hacer alianza con El, formar parte de su familia trinitaria, participar de su amor, filiación, misericordia, felicidad y eternidad. Y el centro de interés es el negocio, el contar o no contar, y como consecuencia de contar, pedirle cuentas a Dios, que contesta: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?. "¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes?".

4. Jesús desengaña al joven rico, acostumbrado a comprarlo todo, cuando le pregunta qué tiene que hacer para comprar la vida eterna: -No eres tú el que compras y ganas, soy yo el que te ofrezco y te regalo, por pura gracia, mi amistad. "Ven y sígueme" (Mt 19,21). No te lo doy porque te lo mereces, sino porque yo quiero, porque te quiero a tí. No es la ley de la justicia humana, tan rara, y a veces tan injusta, y tan aceptadora de personas, sino de la justicia divina, que es misericordia. Hoy, que la gratuidad tiene tan escasos seguidores, somos más romos a la hora de entender la gratuidad de Dios, es decir, la gracia, que quiere decir gratis, porque no se merece sino que se regala.

Por eso el dueño de la viña comienza a pagar por los últimos, con quienes no ha contratado en justicia un jornal. Es decir, les regala el jornal, que ni les ha prometido, al contrario que a los otros grupos, ni ellos se lo han ganado, porque apenas han trabajado una hora. Los que habían contado, cuando vieron que a los últimos se les daba un denario, se hicieron ilusiones de cobrar más y protestaron contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno". -"Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario?" He cumplido contigo lo pactado. Ahora, respeta tú mi gracia. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con mis dones? Déjame a mí ser Dios. No quieras domesticarme y enjaularme. Déjame a mí ser generoso. No pretendas que yo sea tacaño y cicatero, como eres tú. Déjame a mi ser rico en perdón y en regalar mis bienes y dones. He ahí la diferencia entre los juicios de los hombres y los de Dios. "Mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes son más generosos y espléndidos que los vuestros" Isaías 55,6. El dueño de la viña practicó la justicia con los primeros, y la misericordia y la gracia con los otros. El denario es un misterio de amor que sobrepasa la justicia.

5. En la parábola del pródigo encontramos también la misma imagen del padre bueno y el hijo envidioso (Lc 15,28. El había trabajado toda la vida, y era verdad. El hermano había derrochado, y era verdad. Pero el Padre se derritió de amor viendo los andrajos de su hijo demacrado, y el hermano mayor se recomió de envidia. Los fariseos y escribas murmuraban: "Este recibe a los pecadores y come con ellos". El fariseo injurió, calumnió, juzgó temerariamente analizando los pecados del publicano en el templo: adúltero, ladrón, injusto. Protestó Judas en Betania ante el despilfarro de María: trescientos denarios que se debían haber entregado a los pobres. Protestó Simón al ver a Jesús recibiendo a la mujer pecadora en su propia casa. Por el contrario, no contó el buen samaritano, al revés del levita y el sacerdote, que calcularon y pasaron de largo, inhumanamente. No sabían dar gratis y, sobre todo, darse a sí mismos. No tenían corazón. Ni contó el publicano, se lo contó el fariseo. Tampoco los últimos de la parábola habían contado. Cuando el dueño les envió a la viña, se fiaron del dueño. Y esta actitud confiada les ha ganado su simpatía.

6. También nuestras comunidades pueden sacar provecho de esta parábola. Dios tiene trabajo para todos. Podría pasar de nosotros, pero quiere contar con nosotros. Dios no quiere hacer nada sin la Iglesia. La Iglesia no debe querer hacer nada sin todos sus miembros. Si Dios nos llama a todos y a cada uno, nuestras comunidades deben también contar con todos. Hay trabajo para todos. Debe haberlo. En la Iglesia de Jesús no caben los monopolios. No debemos mirar a los que llegan a última hora como usurpadores, sino como llamados amorosamente por Dios Bueno. "¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?". Se ha dicho que los sacerdotes sólo quieren a los laicos para utilizarlos.¡Ojalá todos fueran profetas! ¿No hay en esa frase un assomo de envidia y de autosuficiencia? Escuchemos la Palabra de Dios y no la del error imbuido de soberbia: “Los labios sacerdotales han de guardar el saber, y en su boca se busca la doctrina. Porque es mensajero del Señor de los ejércitos” (Malaquías 2,7). “El obispo debe actuar como administrador de Dios, para ser capaz de predicar una enseñanza sana” Tt 1,7)Todos somos siervos inútiles, y cada uno debe estar en el lugar que le corresponde, como quien sirve, y no como quien figura o quiere figurar y ponerse de relieve..Los tales, ya han recibido su paga.¿No es esa actitud una forma de envidia de la preeminencia querida por Cristo? La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitir descubrirlas a los demás. Un agricultor dice que el secreto de su cosecha ganara cada año el concurso al mejor producto, consistía en que compartía su semilla con los vecinos, porque el viento lleva el polen del maíz maduro de un sembrado a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz malo, la polinización cruzada rebajaría la calidad del mío. Si quiero cosechar buen maíz debo cosechar buena clase y ayudar a que mi vecino siembre también buena clase de maiz. Quien busca el éxito, debe ayudar a que sus vecinos tengan éxito. No que se cumpla el refrán del mundo: que yo me quede tuerto para que los demás se queden ciegos, por aquello del otro refrán: en el país de los ciegos, el tuerto es rey. Quien quiere vivir bien, debe ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Y quien quiere ser feliz, debe ayudar a que otros encuentren la felicidad, porque el bienestar de cada uno va unido al bienestar de todos. Arrieros somos, y en el camino nos encontraremos. Vosotros, como quien sirve. Los últimos de todos y los servidores de todos, ha dicho Jesús.

7. La llamada principal de la parábola es a la conversión y a la santidad. Todos hemos sido llamados a la primera hora, pero unos han respondido a distintas horas. Muchos siguieron sin querer oir la llamada. A algunos Dios les tuvo que sacudir fuerte: A Agustín, a Pablo, a Zaqueo, a tantos pecadores, a Ignacio de Loyola, a Francisco de Borja, a Teresa de Jesús...Si hoy oís su voz no paséis de largo. Recreaos en ella. Escuchad ahora su silbo amoroso. No esperemos oir su voz directamente: él tiene infinitos recursos para llamar. Saber sintonizar su onda es sabiduría, cambiar de emisora, necedad. Eso es lo que anuncia la primera lectura de Isaías: "Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes" Isaías 55,6. Es decir: "Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca". Tan cerca, que hasta le vamos a poder tocar y comer. "Para que llevéis una vida digna del evangelio de Cristo" Filp 1,20.

8. Y después de perdonar nuestros pecados, nos da su comida, que es él mismo, para que, incorporados a su Cuerpo místico, cantemos al Padre el himno de alabanza y de acción de gracias, con María, su Madre y nuestra madre. "Guíe Su Majestad por donde quisiere", diría Santa Teresa.


3-16. Fray Nelson Miércoles 17 de Agosto de 2005
Temas de las lecturas: Ustedes dijeron: «Que reine un rey sobre nosotros», siendo así que su rey es el Señor * ¿Es que tienes envidia porque yo soy bueno?.

1. ¿Qué tan bueno es reinar?
1.1 La pregunta ofende en un mundo ávido de poder. Es en cambio pertinente en el contexto de un pueblo elegido sin merecerlo y amado más allá de sus rebeldías, como es el caso con el pueblo de Israel. Un pueblo amado y bendecido; un pueblo desagradecido y rebelde. ¿Para qué ser rey en un pueblo así?

1.2 En cierto modo este es el enfoque que nos presenta, con pintoresco ropaje literario, la primera lectura de hoy: ¿es que acaso es DESEABLE reinar? Los distintos personajes —árboles, en este caso—caricaturizan las mentiras que nos decimos para hacer deseable el poder.

1.3 El olivo representa el engaño de quien deja el espacio en donde es útil para ser presuntuosamente inútil. La higuera hace el papel de quien deja de ser grato para cargarse con la antipatía del que se levanta sobre todos. La vid representa el que pierde el sentido de la gratuidad y la alegría por embriagarse en la codicia de dominar a otros.

1.4 Por otro lado, está la zarza. Carece de la utilidad del olivo, la dulzura de la higuera y la alegría de la vid. No es realmente provechosa ni amable, y lo que ofrece, su sombra, es más una burla que otra cosa. Sólo una cosa tiene clara esta zarza: su orgullo. Si es que están tratando de burlarse, ya tiene preparado su fuego para acabar hasta con los cedros del Líbano. Un mensaje que debiéramos escuchar todos.

2. Los últimos y los primeros
2.1 Parece cosa comprobada que Jesús utilizó algunos de los recursos "pedagógicos" que eran de uso frecuente entre los maestros rabinos. Expresiones como "los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos" tienen una fuerza mnemotécnica muy grande. Resultan fáciles de recordar por su estilo paradójico y por la multitud de situaciones a los que pueden aplicarse. Jesús utilizó varias de esas expresiones paradójicas. Otra, por ejemplo, es: "el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado". Y otra semejante: "nada hay oculto que no llegue a saberse". Este modo de hablar hacía que las enseñanzas del Señor quedaran grabadas pronta y profundamente en el corazón de sus oyentes, incluso si no podían escuchar completos largos discursos.

2.2 El evangelio de hoy pone en escena un pequeño drama que ilustra por qué hay primeros que resultan últimos y últimos que quedan de primeros.

2.3 Los "primeros" en este caso son los que fueron contratados en primer lugar; consiguientemente, los "últimos" corresponden a los que llegaron al caer de la tarde. Para todos el poder trabajar fue en sí mismo un regalo, porque todos estaban perdiendo la vida sin dirección ni sentido, pero ese regalo dejó de serlo en la mente de aquellos que lo recibieron primero. Para ellos el regalo se volvió tedio, y la oportunidad, una tarea. Llegar de primeros no aumento su gratitud sino su capacidad de crítica y su sensibilidad al propio dolor o incomodidad. Por eso acabaron de últimos.

2.4 A nosotros puede sucedernos lo mismo. En ocasiones sucede que quien ha tenido menos ocasiones de pecar no por ello cuenta en su balance más ocasiones para agradecer. Y pasa también que quien llevó una vida lejana al Señor cuando le descubre avanza más y mejor que los que siempre estuvieron cercanos a él.


3-17.