VIERNES DE LA SEMANA 19ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Jos 24, 1-13

1-1.

El cap,. 24 del libro de Josué constituye una especie de apéndice incorporado un siglo o dos después de la refundición deuteronómica del libro. Mas esta incorporación tardía no impide que el relato esté apoyado en una tradición muy antigua de la alianza de Siquem, anterior incluso a las de Jos 8, 30-35 y Dt 27, 1-26. Esta tradición presentaba la alianza pactada en Siquem de acuerdo con los tratados de alianza, normales en aquella época, entre soberano y vasallos. Un preámbulo (v. 1), un discurso que recordaba las relaciones anteriores de los contratantes (vv. 1-15), el anunciado de las estipulaciones del contrato (vv. 16-18), la enumeración de las maldiciones y de los castigos que sancionarán toda contravención a la alianza (vv. 19-24; cf., sobre todo, Dt 27), y, finalmente, la mención del rito de alianza y de la grabación del contrato en una estela (vv.25-28). Este fondo primitivo inspiró, sin duda, la redacción del relato de la alianza del Sinaí en el Éxodo, y el código cuya promulgación sitúa este libro en el Sinaí habría sido promulgado realmente en Siquem. Siquem fue, en efecto, durante cierto tiempo, el centro privilegiado del recuerdo de la alianza con Yahvé. El redactor definitivo de Jos 24 habría desfigurado bastante a fondo este relato con el fin de trasladar al Sinaí todo el interés primitivamente centrado en Siquem.

a) Las tribus reunidas en Siquem comprenden clanes instalados en Palestina desde la época de los patriarcas sin interrupción; clanes llegados a Palestina antes de Josué después de una estancia en el extranjero; finalmente, la "casa de José", el último clan llegado a la tierra de sus antepasados, bajo la dirección sucesiva de Moisés y de Josué.

Este último grupo resultó ser muy pronto el más importante o, por lo menos, el más organizado y el más cultivado -sin duda gracias a su estancia en Egipto-, y, por consiguiente, el más capacitado para reunir en torno a sí a las demás tribus y para reducir toda la historia del pueblo a la suya propia, a su éxodo y a su alianza.

Así es como en Siquem el Dios de la casa de José se convirtió en Dios de todas las tribus y cómo las tradiciones de cada clan se fusionaron para constituir la ley de la alianza.

b) El conjunto del diálogo del pueblo con Dios encierra aún algunos elementos de la tradición primitiva (vv. 14-15 y 18); lo demás se incorporó después del exilio. El signo mediante el cual las tribus aceptan realmente las condiciones de la alianza será el abandono de los falsos ídolos: toda alianza supone, pues, una conversión, y ésta supone el abandono de los antiguos dioses de Mesopotamia, adorados por los antepasados de Abraham y de los dioses cananeos conocidos por las tribus que se quedaron en Palestina.

c) La finalidad de la alianza entre las tribus no es, en primer término, política sino religiosa: el servicio de Dios (vv. 14-15). Se trata, sin duda, de la organización del culto de Yavhé en forma de anfictionía: doce clanes o tribus se habrán de poner de acuerdo para garantizar, por turno y por espacio de un mes, el "servicio" de un templo común (quizá el lugar elevado de Siquem). Pero en el momento en que el redactor toma por su cuenta esta tradición, el "servicio" de Dios adquirió una dimensión más espiritual; conoce por experiencia la infidelidad de los siglos anteriores, y, para él, servir a Dios es ante todo ser fiel a las condiciones de la ley, como un vasallo sirve a la voluntad de su soberano.

ALIANZA/SIQUEM: El relato de la asamblea de Siquem ilustra de forma interesante el contenido de la alianza, que no se reduce, en primer término, al hecho de un Dios que reconoce a un pueblo o de un pueblo ya constituido que reconoce a su Dios; es, ante todo, la constitución de un pueblo en torno a una fe común y a un culto común. En otras palabras: Israel nació política y culturalmente en el momento en que, aunado, reconoció a su Dios. Nacionalidad y religión son inseparables: los hebreos son "elegidos" en cuanto pueblo y es un comportamiento colectivo lo que preside la alianza religiosa.

Ya que se pertenezca a la antigua o a la nueva alianza, esta característica domina el comportamiento de los contratantes. La alianza no es tan sólo un tipo de relaciones entre Dios y unos hombres individuales; es más exactamente la solidaridad que los hombres encuentran entre sí debido a que sirven al mismo Dios.

Esta solidaridad puede perder el aspecto nacionalista de Siquem; el servicio de Dios puede adquirir nuevas dimensiones después de Jesucristo; pero la alianza es siempre una manera de vivir en común, porque Dios vive con nosotros.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 257


1-2.

-Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem. Llamó a los ancianos, a sus jefes, jueces y a los comisarios. Juntos se situaron en presencia de Dios.

Es el relato de lo que se ha llamado "la gran asamblea de Siquem". La unificación de las diversas razas no se hizo en un día. Miles de veces fue necesario renovar la Alianza tan solemnemente pactada en el Sinaí.

Ayúdanos, Señor, a renovar constantemente la alianza contigo y con nuestros hermanos.

Ayúdanos a superar nuestros individualismos personalistas, clasistas o racistas. Haz que nuestras vidas sean realmente solidarias, más allá de nuestros círculos demasiado estrechos.

-Dijo Josué a todo el pueblo: «Así habla el Señor, el Dios de Israel. Vuestros antepasados habitaban al otro lado del Eufrates desde siempre hasta Teraj, padre Abraham... y servían a otros dioses. Tomé entonces a vuestro padre Abraham y le hice recorrer toda la tierra de Canaán...

Y Josué cuenta toda la historia de esas tribus, una historia sinuosa que pasa por la esclavitud y la liberación.

CV/IDOLATRIA: Desde el comienzo de esta aventura, la opción esencial es el rechazo de los ídolos. El abandono de los dioses del Eufrates, adorados por los antepasados de Abraham, fue el signo de la nueva fe en el verdadero Dios.

Para nosotros, HOY también el abandono de los falsos-dioses es una condición esencial de nuestra liberación y del verdadero encuentro con Dios. ¿Cuáles son mis ídolos, mis falsos ideales, mis apegos excesivos a lo que no vale la pena? ¿Qué conversión espera el Señor de mí para renovar una alianza más verdadera con El?

-No fue con tu espada ni con tu arco... Os he dado una tierra que no os ha costado fatiga alguna...

Sabemos, sin embargo que, de hecho, la cosa no pasó sin combates y sin esfuerzos.

Pero aquí el autor subraya la gratuidad del don de Dios.

Evidentemente eso es todavía más verdadero respecto a la gratuidad del don que se nos hizo en Jesucristo: «Es la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna: todos pecaron y están privados de la gloria de Dios pero son gratuitamente justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Jesucristo. » (Romanos 3, 22-24).

-Unas ciudades en las que os habéis instalado sin haberlas construido, unas viñas y olivares de los que os alimentáis hoy sin haberlos plantado.

No es solamente una ciudad, una viñas y unos olivares lo que Dios quiere darnos, es su «propia vida divina». El proyecto de Dios es nada menos que «hacernos participar» de su «naturaleza divina». (2 Pedro 1, 4). Para esto somos creados, para esto, estamos programados y fabricados por Dios desde el origen para llegar a ser hijos de Dios. Ahora bien, para esa aventura hacia el infinito partimos de cero y de menos que de cero.

Lo que aquí dice Josué, del don de la Tierra Prometida es estrictamente verdadero cuando se trata del don esencial de Dios que aquel simbolizaba.

¡Nuestra divinización no se conquista! Nadie tiene derecho ni poder para ello. Nadie puede hacerse Dios: tan sólo podemos dejarnos hacer, en un «sí» lleno de humildad y de agradecimiento.

«Por nosotros mismos no somos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios.» (/2Co/03/05).

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 232 s.


2.- Ez 16, 1-15.60-63

2-1.

El capítulo 16 de Ezequiel constituye un excelente ejemplo de procedimiento midráshico.

Se trata realmente de una meditación del profeta sobre la historia de Jerusalén y de su misión en el establecimiento del reinado de Dios en el mundo.

a) Jerusalén es una ciudad cananea. Pero desde su nacimiento subsiste de milagro.

Abandonada por sus padres, es decir, excluida de la federación cananea (Melquisedec no tiene padre ni madre, Heb 7, 3 y, mucho antes de la era hebraica, el rey Point-Hefer escribe al Faraón quejándose de su aislamiento), Jerusalén ha recorrido la historia de Canaán con toda clase de dificultades (vv. 3-5). Pero los hebreos ocupan en este momento la provincia sin hacer gran caso de Jerusalén, por la que sienten, sin embargo, un gran respeto, dejándola vivir vuelta a si misma (vv. 6-7; cf. Sab 19, 11-12). Será en tiempo de David cuando Yahvé entrará en relación con la ciudad, haciéndola su esposa (vv. 8-14) y beneficiándola con la gloria inaudita del reinado de Salomón. El amor de Yahvé a Jerusalén se manifiesta como una elección personal, como un don del corazón, como una gracia. Es un amor físico en el sentido que Dios ama a Jerusalén en sus instituciones, en sus opciones políticas, etc. Se trata de una comunión total, y nada, en la vida de la ciudad, es ignorado por el amor y la gracia divina.

b) Por todas estas razones, la infidelidad de Jerusalén es particularmente grave. Las demás ciudades de Oriente condenadas por Yahvé no habían conocido su vida y su amor en el mismo grado: ellas no han sido adúlteras y son claramente menos culpables que Jerusalén (v. 15). Cabe esperar que Yahvé juzgará a Jerusalén como se condena a una joven adúltera (vv. 35-43), no reproducidos aquí). Su juicio no puede consistir sino en una condenación, más severa aún que la que recayó sobre Sodoma, Samaria y las otras ciudades paganas (vv. 44-52).

c) Pero es en el momento mismo de su juicio cuando Jerusalén vuelve a encontrar una misión inesperada: la expiación de las faltas de sus hermanas en el pecado, Sodoma y Samaría (vv. 53-58). Es lástima que estos vv. no figuren en la lectura oficial de este día, ya que son muy importantes: la caída de Jerusalén es tan terrible, cae tan bajo -mucho más que las otras ciudades-, su falta supera tanto a las de esas otras ciudades, que el castigo de Dios caerá sobre ella (cf. Mt 11, 20-24). Es ya la doctrina del Siervo paciente, a quien se creía castigado por cargar sobre él las faltas de los otros (cf. Rom 5, 20).

Una ciudad que no ha conocido el pecado y que no ha sido perdonada no puede pretender salvar a otras ciudades. No se puede ser portador y mensajero del perdón y de la justificación de Dios, si antes no ha sido uno ampliamente beneficiado por ellos.

Una Iglesia que sólo estuviera llena de la conciencia de su justicia, es, sin duda alguna, totalmente incapaz de anunciar el perdón. Por el contrario, tan pronto como acepte cargar con las consecuencias de su pecado, sus palabras de justicia y de perdón tendrán amplia resonancia en todas las ciudades del mundo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 259


2-2.

El capítulo que meditamos hoy es una alegoría: Ezequiel entrevió la historia de Jerusalén como la de un «amor»... la historia de una jovencita abandonada, perdida, que alguien recoge y ama... después la historia pasa a ser la de la ingratitud y de la prostitución... pero todo ello acaba siendo la historia de la misericordia y del amor retornado...

Dejémonos embargar por este relato lleno de emoción.

-Por tu origen y tu nacimiento eres del país de Canaan.

Cuando naciste no se te cortó el cordón, no se te bañó en agua para limpiarte, no se te frotó con sal ni se te envolvió en pañales. Nadie se apiadó de ti para cuidarte. Te echaron en pleno campo porque eras repugnante, el día de tu nacimiento.

El colmo del desamparo para un inocente recién nacido.

-Pasé junto a ti y te vi.

No olvidemos que es Dios quien habla.

-Te agitabas en tu sangre. Yo te dije: ¡"vive"! Dios nos dice: «Vive».

Dios quiere que vivamos.

-Te hice crecer como la hierba en los campos.

La hierba en los campos es frágil, pero es hermosa y vivaz.

-Creciste, te desarrollaste, te hiciste mujer. Se formaron tus senos, tu cabellera creció...

Me comprometí con juramento, hice alianza contigo, te ungí con óleo. Te vestí con telas recamadas, te puse zapatos de cuero fino, una banda de lino y un manto de seda. Te adorné con joyas... Flor de harina, miel y aceite eran tu alimento. Te hiciste cada día más hermosa y llegaste al esplendor de una reina.

Inmensa aventura. Inmensa sarta de beneficios.

-La reputación de tu belleza se difundió entre las naciones, porque era perfecta, gracias al esplendor de que yo te había revestido -palabra del Señor Dios-. Pero tu te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para prostituirte, prodigaste tus favores a todo transeúnte...

El pecado es esto.

La ingratitud, la infidelidad. La herida de amor hecha a aquel por quien hemos sido colmados.

Vemos que los profetas llegan hasta decir que el pecado es una «prostitución».

¿Qué sucederá a esta esposa infiel?

-Pero yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu juventud.

¿Cuando acabaremos de comprender?

¿Qué le quedará a Dios por hacer para mostrarnos hasta qué punto nos ama? ¿Cuántas veces tendrá que repetírnoslo?

-Yo mismo restableceré mi alianza contigo, para que te acuerdes y te avergüences y no oses más abrir la boca de vergüenza cuando yo te haya perdonado todo lo que has hecho -palabra del Señor Dios.

¡Ah! si fuera yo también capaz de callar y en el silencio de mi ser, de «gustar» de este Amor infinito que me cobija.

Páginas como éstas son ya páginas de evangelio: percibimos a Jesús, que "por nosotros y por nuestra salvación bajó del cielo". Oímos por avanzado, las parábolas de la misericordia, de la oveja perdida, del hijo pródigo... Pero Ezequiel no es menos hermoso, cuando nos habla de la esposa perdida y hallada de nuevo, del amor extinguido cuya llama renace.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 232 s.


2-3. /Ez/16/03-19  /Ez/16/35-43  /Ez/16/59-63

Acabamos de leer, si no una de las páginas más bellas de la Escritura, sí una de las escritas con mayor fuerza y pasión. Con una gran alegoría, mediante la imagen del matrimonio, describe el profeta toda la historia de Israel, desde sus orígenes hasta la renovación de la alianza. Como el capítulo es muy largo, sólo leemos algunos fragmentos, pero son suficientes para captar plenamente el sentido de la narración.

Podríamos decir que toda la historia es una lucha constante entre el amor de Dios por una parte y los continuos pecados de Jerusalén por otra. Así como las relaciones con Dios son descritas como una historia de amor del esposo hacia la esposa, las relaciones con los ídolos son explicadas con la imagen de la prostitución o fornicación, en cuanto significan infidelidad hacia el Señor, infidelidad que, a veces, fue la misma prostitución sagrada practicada por los judíos y ciertas religiones cananeas en los santuarios.

El oráculo quiere demostrar la justicia soberana de Dios en la inminente destrucción de Jerusalén. La historia de Israel está hecha de pecados e ingratitudes. Pero, sobre este fondo tan negro, sobresale y brilla extraordinariamente la bondad y el amor inmenso y gratuito de Dios. Ya desde el principio es de Dios la iniciativa, cuando el pueblo no tiene en sí mismo todavía ni mérito ni valor alguno. Y así, a lo largo de la vida del pueblo, Dios lo ha ido inundando de toda clase de bienes, aunque el pueblo -en una suprema ingratitud- utilizará esos mismos regalos de Dios para sus pecados. Pero es todavía más maravillosa y sorprendente la actitud final del Señor: a pesar de todo, a pesar de la infidelidad a la alianza, Dios restablecerá esa alianza; y todo por pura benevolencia, gratuitamente, sin que haya arrepentimiento por parte del pueblo. Entonces la alianza será realmente observada.

El texto nos aproxima a algunas de las afirmaciones más importantes del NT: «Dios nos amó primero» ( 1 Jn 4,10ss), o aquellas palabras de Pablo: "Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor que nos tuvo, y estando nosotros muertos por nuestras culpas nos dio vida por Cristo -por pura generosidad habéis sido salvados-..." (Ef 2,4ss). El amor de Dios es un amor gratuito, total: «Porque el amor de Dios inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado» (Rom 5,5)

J. PEDROS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 809 s.


3.- Mt 19, 3-12

3-1.

Ver PARALELOS


3-2.

-Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre...

Si uno repudia a su mujer... y se casa con otra, comete adulterio.

Jesús lanza una verdadera llamada a favor de la indisolubilidad del matrimonio. El conjunto del texto va, de modo manifiesto, en este sentido: la unión matrimonial transforma unos amantes, que podrían serlo sólo de paso, en "compañeros de eternidad". "¡Lo que Dios ha unido!"

-No todos pueden entender esta palabra, sino sólo los que han recibido el don.

Esa frase misteriosa de Jesús responde a una cuestión que expusieron los apóstoles: "El matrimonio, así concebido, es demasiado hermoso, demasiado difícil. Si esto es así, más vale no casarse~.

De ese modo, para Jesús la más alta concepción humana del amor conyugal es un "don de Dios". La doctrina de Jesús no será entendida por todos.

¡Señor, concédenos amar indisolublemente, fielmente, infinitamente... como Tu!

¡Definitivamente! Salva de lo efímero nuestros amores, Señor.

Esto supone muchos combates, día tras día.

-Hay gentes que no se casarán... porque son incapaces por naturaleza... otros porque han sido mutilados por los hombres...

Pero los hay que no se casarán "por razón del reino de Dios". El que pueda con eso, que lo haga.

Por segunda vez, y sobre otro asunto, pero muy próximo en el fondo, aludes, Señor, a una cierta intuición misteriosa que es dada por Dios: esa palabra de Jesús es "abierta", hace alusión a una cierta afinidad, a una cierta capacidad de recibirla, a un "carisma" personal. No puede erigirse en ley general en la Iglesia, ni en el mundo; pero es un camino abierto, distinto del matrimonio: el celibato, la continencia voluntaria.

Es muy notable la insistencia de Jesús en dos puntos:

1º La libertad que requiere esta decisión, que no es impuesta ni "por la naturaleza" ni por la fuerza.

2º La motivación profunda de esta decisión voluntaria:

"El Reino de Dios". Dice Jesús: hay quienes renuncian al matrimonio y a toda vida sexual para comprometerse con todo su ser en el "Reino", y teniendo, como amor casi exclusivo, a Dios. Así Jesús realza a un muy alto nivel el amor conyugal, dándole un horizonte eterno... y abre la hipótesis de un celibato de muy alto nivel, que tiene ese mismo horizonte.

-Nota breve sobre la excepción de Mateo: "salvo en caso de unión ilegal".

Mateo es el único evangelista que introduce ese paréntesis, en una frase de Jesús que no tolera ningún motivo de repudio. El término griego debería más bien traducirse por "en caso de impudicia", o "en caso de prostitución".

Parece que lo que Mateo tiene aquí en cuenta es el caso de aquellos que vivían juntos sin estar casados. En ese caso no hay divorcio en sentido estricto sino más bien restablecimiento de una situación normal. La tradición ortodoxa oriental ve en ello, por el contrario, una base para permitir un nuevo casamiento al consorte que ha sido victima de un adulterio. Esta interpretación no la admite la Iglesia católica por lo menos como regla codificada por la ley; pero acepta que en lo concreto es la misericordia la que ha de resolver a veces ciertas situaciones excepcionales. Esto no hace mas que subrayar la indisolubilidad fundamental del matrimonio en su dinamismo normal: los dos serán uno... para siempre.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 124 s.


3-3.

1. (Año I) Josué 24,1-13

a) Saltándonos bastantes capítulos del Libro de Josué -en los que se cuentan las dramáticas aventuras de la ocupación de Canaán-, nos enteramos, hoy y mañana, de la gran asamblea de las tribus judías en Siquén, en el centro de Palestina, el mismo lugar donde Abrahán había erigido el primer altar a Dios y donde Jacob había tenido su misteriosa experiencia. Esta asamblea constituye el punto culminante del libro de Josué y, también, de la historia del pueblo de Israel, porque en ella renuevan la Alianza que la generación anterior había hecho en el Sinaí.

Josué aprovecha para hacer una larga catequesis, un repaso de la historia del pueblo, desde la llamada de Abrahán hasta el momento presente, pasando por las peripecias de la ida y la vuelta a Egipto. Una catequesis que a nosotros nos sirve también para recordar lo que hemos ido leyendo como primera lectura de la misa durante las últimas semanas.

En toda esta historia Josué ve la mano de Dios y quiere que el pueblo así lo recuerde para siempre. Naturalmente, la conquista de Canaán se ve, al cabo de varios siglos, bastante más pacífica y providencialista de lo que fue en realidad. Está muy bien elegido el salmo 135, que litánicamente va comentando: «porque es eterna su misericordia», porque Dios «guió por el desierto a su pueblo, les dio su tierra en heredad, y nos libró de nuestros opresores...».

b) A esta catequesis histórica los cristianos tenemos que añadirle varios capítulos: Cristo Jesús y los dos mil años de historia que ya lleva su comunidad, la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo.

Nuestra fe cristiana es histórica. No se reduce a unas verdades que creer o a unos deberes que cumplir. Es la historia de cómo ha actuado y sigue actuando Dios, y cómo le ha respondido la humanidad, unas veces bien y otras, mal.

Nuestra catequesis -la predicación, los cantos, el lenguaje de nuestra reflexión teológica- ganaría fuerza si fuera más «histórica». Es la mejor manera de presentar a Dios. No hecha de definiciones filosóficas, sino a partir de lo que ha obrado por su pueblo. Ahí aparecerían el amor y la fidelidad de Dios y también, las esclavitudes, los éxodos, los procesos de liberación, las idolatrías, las infidelidades, los valores y los fallos de la humanidad de entonces y de siempre. Y, en medio, se vería cómo, en Cristo, Dios se nos ha acercado definitivamente y cómo, en él, tenemos acceso confiado al Padre.

1. (Año II) Ezequiel 16,1-15.60.63 (16,59-63)

a) La queja de Dios contra su pueblo se expresa hoy con una fuerte parábola que podríamos llamar «la parábola de la niña expósita», una alegoría escrita con gran realismo, que puede chocar un poco a nuestros oídos, pero que está escrita con un lenguaje poético y expresivo de lo que son las relaciones entre Dios y su pueblo. La historia de un amor no correspondido.

Una niña que Dios ha encontrado abandonada de todos y la adopta. La descripción de los favores con que rodea a esta niña, hasta convertirla en una mujer madura y hermosa, está cargada de detalles muy humanos. Pero ella, al verse llena de atractivo, se olvida de su bienhechor y se prostituye con cualquiera de los que pasan a su lado: olvida a su Dios y se va con los dioses falsos.

Yahvé es el Esposo, Israel la esposa, en la línea de la comparación esponsal que siguen otros profetas como Jeremías y Oseas. La niña es Jerusalén, que al principio era una ciudad pagana y sin importancia, pero que Dios eligió como su ciudad, sobre todo con David, y la hizo grande y famosa. Y cuando podía esperar amor de ella, se encontró con una esposa infiel. La parábola resume toda la historia del pueblo de Israel, esposa casquivana y prostituida, infiel al amor de Dios.

(Si en vez de esa parábola, se prefiriera la lectura alternativa, el mensaje es el mismo: Israel es la muchacha que ha sido infiel, y que se tendría que sonrojar, porque ha faltado a la Alianza que había prometido a Yahvé, su Esposo).

b) La parábola no se dirige sólo a Israel. Se puede aplicar a la Iglesia, el nuevo Israel, que ha sido adornada por Dios con dones todavía más extraordinarios que el primero.

Como comunidad eclesial, ¿hemos sido siempre, y estamos siendo ahora mismo, una esposa fiel a Cristo, orgullo del Esposo? ¿o también nosotros, en otras épocas de la historia, o en la actualidad, se podría decir que estamos flirteando con otros dioses (poder, dinero, prestigio)?

También puede aplicársenos personalmente. Porque Dios ha puesto sus ojos en nosotros y se ha hecho ilusiones sobre lo que podíamos hacer para colaborar en la salvación de este mundo. ¿Le somos fieles? ¿seguimos a Cristo Jesús con rectitud de intención? Pablo expresaba así su convicción de cómo Dios nos amó primero: «Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo: por gracia habéis sido salvados» (Ef 2,4).

La Palabra de Dios se proclama para que nos la apliquemos a nuestra vida. Cada uno debería hacerse esta pregunta: ¿he cometido adulterio, faltando a la fidelidad para con Dios? Más aún, ¿me he prostituido, siguiendo al primero que me ofrece algo apetecible, según la moda del momento? Cada uno sabe su propia historia.

La voz del profeta termina con un arco iris de perdón: «haré contigo una alianza eterna... cuando yo te perdone todo lo que hiciste». Y es que el amor de Dios no tiene límites. Sigue enamorado, sigue deseando que volvamos a él de nuestros desvíos y escapadas. Y por eso el salmo ya piensa en la reconciliación: «ha cesado tu ira y me has consolado... el Señor es mi Dios y salvador, confiaré y no temeré... dad gracias al Señor, invocad su nombre».

2. Mateo 19,3-12

a) Terminado ya el «discurso eclesial» del cap. 18, siguen unas recomendaciones de Jesús en su camino a Jerusalén: esta vez, la célebre cuestión del divorcio.

La pregunta no es acerca de la licitud del divorcio, que era algo admitido. Sino sobre cuál de las dos interpretaciones era más correcta: la amplia de algunos maestros como Hillel, que multiplicaban los motivos para que el marido pudiera pedir el divorcio (no aparece que lo pueda pedir la mujer), o la más estricta de la escuela de Shammai, que sólo lo admitía en casos extremos, por ejemplo el adulterio.

Jesús deja aparte la casuística y reafirma la indisolubilidad del matrimonio, recordando el plan de Dios: «ya no son dos, sino una sola carne: así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». Al mismo tiempo, negando el divorcio, Jesús restablece la dignidad de la mujer, que no puede ser tratada, como lo era en aquel tiempo, con esa visión tan machista e interesada. La excepción que admite («no hablo de prostitución») no se sabe bien a qué se puede referir. Pero lo que sí queda muy claro es el principio de que «lo que Dios ha unido el hombre no lo separe».

b) Cristo toma en serio la relación sexual, el matrimonio y la dignidad de la mujer. No con los planteamientos superficiales de su tiempo y de ahora, buscando meramente una satisfacción que puede ser pasajera. En el sermón de la montaña (lo veíamos el viernes de la semana décima) ya desautorizaba el divorcio. Aquí apela a la voluntad original de Dios, que comporta una unión mucho más seria y estable, no sujeta a un sentimiento pasajero o a un capricho.

El plan es de Dios: él es quien ha querido que exista esa atracción y ese amor entre el hombre y la mujer, con una admirable complementariedad y, además, con la apertura al milagro de la vida, en el que colaboran con el mismo Dios.

Lo cual nos recuerda la necesidad de que lo tomemos en serio también nosotros, dentro de la comunidad eclesial: la preparación humana y psicológica del matrimonio, su celebración, su acompañamiento después... El amor que quiere Dios es estable, fiel, maduro.

Si el matrimonio se acepta con todas las consecuencias, no buscándose sólo a sí mismo, sino con esa admirable comunión de vida que supone la vida conyugal y, luego, la relación entre padres e hijos, evidentemente es comprometido, además de noble y gozoso. Como era difícil lo que nos pedía Jesús ayer: perdonar al hermano. Como es difícil tomar la cruz cada día y seguirle.

Podríamos completar hoy nuestra escucha de la Palabra bíblica leyendo lo que el Catecismo dice sobre «el matrimonio en el Señor» (CEC 1612-1617); valora el matrimonio cristiano desde su simbolismo del amor de Dios a Israel y de Cristo a su Iglesia, y alude también, con la cita de ese pasaje de Mt 19, a la cuestión del divorcio.

La lección de la fidelidad estable vale igualmente para los que han optado por otro camino, el del celibato. De eso habla hoy Jesús cuando afirma que hay quien renuncia al matrimonio y se mantiene célibe «por el Reino de los Cielos». Como hizo él. Como hacen los ministros ordenados y los religiosos: no para no amar, sino para amar más y de otro modo. Para dedicar su vida entera -también como signo-, a colaborar en la salvación del mundo. El celibato lo presenta Jesús como un don de Dios, no como una opción que sea posible a todos.

«Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia» (salmo I1)

«Haré contigo una alianza eterna, cuando yo te perdone todo lo que hiciste» (1ª lectura ll)

«Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 267-271


3-4.

Ez 16, 1-15.60.63: Una ciudad infiel

Mt 19, 3-12: Ustedes son duros de corazón

Los fariseos se acercan a Jesús para ponerlo a prueba en el conocimiento de la ley. Jesús con su respuesta les sale adelante, pues el asunto no es la exactitud de la ley sino el valor de las personas. Efectivamente, en la sociedad judía de la época, los varones tenían todas las ventajas, eran los propietarios de la tierra, de los bienes y de sus esposas. Podían despedirlas cuando quisieran y, muchas veces, sin causa justificada. Estas mujeres quedaban entonces en la más absoluta pobreza y corrían el peligro, si no se casaban pronto, de perder toda su dignidad.

Ante tal actitud, lo importante no es la ley de Moisés sino la dignidad de las personas, especialmente de las mujeres. La ley puede ser manipulada al acomodo de quienes quieren sacar ventajas. La ley no muestra necesariamente el verdadero plan del Dios para los seres humanos. Jesús insiste en que el sentido de que la creación llama a la igualdad entre las personas y que el matrimonio no es ocasión para sacar ventaja. Ante esta respuesta tan clara y tajante, los discípulos se preguntan por el provecho del matrimonio. Jesús de nuevo les sale al paso con una respuesta novedosa: el celibato es un don de Dios que debe estar al servicio del Reino, de lo contrario, sería simplemente una soltería mal empleada.

Las leyes hoy siguen siendo ventajosas para los varones. Se ha avanzado mucho en la igualdad entre los sexos pero todavía falta mucho camino por recorrer y muchas realidades que transformar. Pues, la cultura occidental sigue aferrándose a un machismo desconsiderado y a un desprecio por la diferencia. Jesús nos llama a valorar a las personas conforme el plan de Dios, a no buscar ventajas en la relación de pareja y a considerar el celibato como un servicio al Reino.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Esteban, primer rey de Hungría en el año 1.000, tuvo como empeño de su vida la prosperidad y la cultura de su pueblo de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia. Destacó por su espíritu de oración y por la austeridad de vida. Murió en 1038.

Esteban desde el poder real y Ezequiel desde su profetismo, suman su voz a la denuncia de las abominaciones cometidas por las instituciones nacidas para fomentar la vida y generadoras de muerte; que se arrogan la verdad y se identifican con la figura de Jerusalén, amada por Dios, pero que "siguen viviendo como brotes campestres", seguras de su belleza y amparadas en su fama, pero incapaces de alimentar la esperanza en el pueblo.

Ezequiel abandona la causa de los opresores y traslada a Babilonia lo que era válido en Jerusalén. Destruye el falso profeta que lleva dentro, el que se puede vender, y elabora una profecía en comunidad, en confrontación de pareceres. El profeta despierta la responsabilidad individual en el mal camino comunitario y propone que cada uno lea su responsabilidad a la hora de generar sufrimiento a los demás.

En la profecía de Ezequiel, el Espíritu aparece como la única posibilidad para dar vida a tanta muerte esparcida por las ambiciones humanas. El profeta hace una opción clara por la vida reconstruyendo al ser humano desde lo más terreno: nervios, carne, piel. La misión del profeta no es destruir la carnalidad del hombre sino elevarla, transformarla, vivificarla, hacerla Adán vivo (37,1-14).

El Espíritu y el ser humano logran lo imposible: Vivir creando y recreando la tierra prometida y las estructuras en la que se sustentó el pueblo: las tribus, la monarquía, el templo, Jerusalén, las leyes, el sacerdocio, las ciudades. Ezequiel supo cuál era la utopía, pero no encontró los medios.

Es Dios quien renueva su alianza para ser reconocido como el Señor. Su misericordia no abandonará al hombre.

Quien se hace eunuco por el Reino de los Cielos está dando un paso para poner un nuevo espíritu a los huesos y a la carne del mundo. "El que pueda con esto que lo haga".

Miguel Niño, cmf. (cormariam@planalfa.es)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

v. 3: Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para tentarlo: ¿Le está permitido a uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?

La pregunta de los fariseos es directa; suponiendo la legiti­midad del repudio (= decisión unilateral del hombre que despedía a su mujer), piden a Jesús que se pronuncie sobre una célebre con­troversia a propósito de Dt 24,1 entre los rabinos Hillel y Shammai: el primero autorizaba el repudio por causas triviales, y su opinión era la más seguida; el segundo exigía la infidelidad de la mujer No buscan aprender de Jesús, sino ponerlo en una situación difícil.



vv. 4-6: El les contestó: ¿No habéis leído aquello? Ya al principio el creador los hizo varón y hembra (Gn 1, 27) 5y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser (Gn 2,24). 6De modo que ya no son dos, sino un solo ser; luego lo que Dios ha unido que no lo separe un hombre

En lugar de ceñirse a un texto que sólo se refería a la cues­tión práctica y legal del repudio, Jesús llama la atención de sus adversarios sobre otro pasaje de la Escritura donde se trata positi­vamente de la naturaleza del matrimonio, en el contexto de la crea­ción del hombre y, por tanto, del plan primordial de Dios sobre él. El hombre siente por la mujer un amor preferente que deja en segundo término el del padre y la madre. La consecuencia de la unión es que hombre y mujer constituyen un solo ser (en gr. sarx, que designa a la persona en cuanto mortal) (Gn 1,27; 2,24). La con­secuencia es clara: un hombre no puede anular la obra de Dios.



vv. 7-9: Ellos insistieron: Y, entonces, ¿por que prescribió Moisés darle acta de divorcio cuando se la repudia? (Dt 24,1). 8Él les contestó: Por vuestra obstinación, por eso os consintió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no era así. 9Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer -no ha­blo de unión ilegal- y se casa con otra, comete adulterio.

Los fariseos vuelven a la carga, citando a Moisés (Dt 24,1). La respuesta de Jesús es radical: Moisés cedió a la condición del pueblo oponiéndose al plan de Dios. Jesús identifica a los fariseos con el pueblo, haciéndolos exponente de su obstinación. No todo lo que se contiene en la Ley responde a la voluntad de Dios, ni todos los pasajes de la Escritura tienen el mismo valor.

Jesús propone, por tanto, el ideal del matrimonio humano, se­gún el plan inicial de Dios. La opción de amor que lo funda debe ser definitiva.



vv. 10-12: Los discípulos le replicaron: Si tal es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse. 11Pero él les dijo: No todos pueden con eso que habéis dicho, sólo los que han recibido el don. 12Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reinado de Dios. El que pueda entenderlo, que lo entienda.

. Los discípulos protestan contra tal rigorismo: en esas condiciones, el matrimonio no es ventajoso. Jesús comenta lo que acaban de decir y afirma que renunciar al matrimonio no es posi­ble para todo hombre; hace falta un don especial para ello. Este puede identificarse con el deseo ardiente de dedicarse al trabajo por el reinado de Dios, con un sentimiento vivo de la urgencia de esa labor y encontrando en ella la plena realización humana. De hecho, la única razón que propone Jesús para abstenerse del ma­trimonio es el reinado de Dios, que, en su expresión plena, es la nueva sociedad humana que él viene a comenzar. También Jesús siente la urgencia de esa dedicación: por eso invita a ella a los que se sientan llamados.


COMENTARIO 2

El texto de hoy se desarrolla conforme a un esquema binario propio de la literatura rabínica: un ajeno propone la cuestión o controversia. El Maestro contesta o replica. El interlocutor es reducido al silencio; pero las palabras del Maestro resultan insuficientes, poco explícitas, tal vez equivocadas. Ante la incomprensión, los discípulos ruegan al Maestro que les aclare lo que ha dicho. El les da otra explicación, y con ello su pensamiento es claro y definitivo.

La doctrina sobre la unidad del matrimonio se expone a través de un esquema de controversia: ¿es lícito despedir la mujer por algún motivo? Los fariseos se refieren al derecho de repudio. La respuesta de Jesús se apoya en dos pilares fundamentales puestos en cada uno de los momentos de la controversia. En el primer turno de la presente controversia, la respuesta será un axioma definitivo y absoluto: "lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe". A quienes han preguntado si hay alguna causa que justifique "repudiar" a la propia esposa, se les contesta que ninguna. Los fariseos pasan entonces a la ofensiva, en el segundo turno de la controversia objetando con aire de victoria: ¿"cómo es, entonces, que Moisés prescribió entregar un acta de repudio..."? De nuevo los fariseos quieren obtener de Jesús una declaración contra la ley de Moisés. La respuesta de Jesús es un ejemplo de comprensión con detenimiento de la Palabra de Dios. Si el ordenamiento legal del "repudio", atribuido a Moisés, había abierto un paréntesis, Jesús proclama que es hora de cerrarlo. El condicionamiento que lo determinó es el nuevo estilo de vida que Jesús les propone: el Reino de Dios.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

La enseñanza de Jesús sobre el matrimonio (vv.4-12) responde a una cuestión de los fariseos sobre el sentido en que se debe entender el repudio de la propia mujer (v.3). Esta pregunta quiere poner en claro lo legislado en Dt 24,1 “Si uno se casa con una mujer y luego no le gusta, porque descubre en ella algo vergonzoso, le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa”,

Pero más allá de la interpretación, la pregunta de los fariseos esconde la intención de obligar a que Jesús tome partido por un criterio más riguroso o por otro más complaciente y, por consiguiente, que cause el desagrado de los partidarios de la otra sentencia.

Las opiniones en conflicto eran las de aquellos que admitían el repudio por cualquier motivo y las de quienes sólo lo permitían en los casos de mala conducta probada o sólo en los casos de adulterio.

Jesús va a trascender los límites de la discusión casuística y va a plantear el problema en el marco del reinado de Dios y de la exigencia de comprensión que éste requiere (v.12).

Por ello más allá de la legislación del Horeb-Sinaí se remonta inmediatamente al acto creador de Dios. Combinando Gn 1,27 con Gn 2,24, determina que el amor entre hombre y mujer tiene su fuente en Dios y que, por consiguiente, unifica y no puede separar. La voluntad creadora de Dios coloca a hombre y mujer bajo el mismo yugo (v.6).

Remontándose al origen (v.24) exige la indisolubilidad absoluta en el sentido de Ml 2,14-15: “Porque el Señor dirime tu causa con la mujer de tu juventud, a la que fuiste infiel, aunque era compañera tuya, esposa de alianza. Uno solo los ha hecho de carne y espíritu, ese uno busca descendencia divina...” El matrimonio, por tanto, es expresión de la alianza divina.

Esta respuesta de Jesús suscita la oposición de los que plantearon la pregunta apoyados en la autoridad de Moisés. A ella, Jesús señala que la concesión mosaica deriva de “la dureza de corazón” del pueblo ya que voluntad divina manifestada por los textos del Génesis no ha sido modificada. La unión matrimonial no se anula por la infidelidad aunque parece admitir ciertos casos que permiten la separación “no hablo de unión ilegal”. Sin embargo la radicalidad de la exigencia de Jesús sigue firme aunque parecen haber existido concesiones en la Iglesia de Mateo como en la Iglesia de Pablo respecto al cónyuge no creyente (cf. 1 Cor 7,15).

Frente a esta exigencia los propios discípulos de Jesús reaccionan enérgicamente. Y ante esta reacción, como ante las exigencias del desprendimiento de los bienes que viene a continuación (cf. 19,25-26), Jesús afirma que lo que parece imposible para los hombres es posible para quien acepta el Reino de Dios. La tercera categoría de eunucos mencionada en Gn 19,12 señala a todos aquellos que en las condiciones mencionadas anteriormente no pueden realizar el acto procreador.

De esa forma, las duras exigencias derivadas del amor que se presentan como imposibles para el hombre, pueden ser cumplimentadas cuando se recibe el Reino de Dios como una gracia

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


3-8. DOMINICOS 2004

Yo me acordé de la alianza contigo

En la liturgia de hoy, la primera lectura nos presenta dos textos alternativos del profeta Ezequiel: En el primero se habla, simbólicamente, de una niña (Israel), niña amada, que quedó abandonada, y ciudad elegida, que en vez de ser esposa fiel, se prostituyo. En el segundo, se habla de un pueblo que se hizo poderoso con David, y luego no fue agradecido sino infiel. Elegiremos en nuestra liturgia el primero.

Pero hemos de reconocer que aun la criatura más amada es tentada muchas veces de abandonar el amor, de renegar del amor que la protege generosamente y la mima. Así somos de infieles los humanos entre nosotros, y, sobre todo, para con Dios. Y así somos de ingratos los que nos llamamos ‘creyentes’ cuando volvemos la espalda al Creador y Padre para engolfarnos en lodos de pasiones mezquinas. Con razón dijo el Señor un día que los últimos pueden ser los primeros, para nuestra vergüenza.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Ezequiel 16, 1-15.60.63:
“Palabra del Señor a Ezequiel: Hijo de Adán, denuncia a Jerusalén sus abominaciones... ¡Jerusalén! Eres cananea de casta y de cuna: tu padre era amorreo y tu madre era hitita... El día en que naciste no te cortaron el ombligo, ni te bañaron, ni nadie se apiadó de ti... Fui yo quien, pasando a tu lado, te vi chapoteando en tu sangre, y te dije: “sigue viviendo y crece como brote campestre”. Y tú creciste y te hiciste moza..., y tus senos se afirmaron..., pero estabas desnuda y en cueros.

Pasé de nuevo a tu lado, y te vi en la edad del amor... e hice alianza contigo y fuiste mía... Pero te sentiste segura en tu belleza, y, amparada en tu fama, fornicaste y te prostituiste con el primero que pasaba.

A pesar de ello, yo me acordé de la alianza que hice contigo..., y haré contigo alianza eterna, para que te acuerdes... cuando yo te perdone todo lo que hiciste”

Evangelio según san Mateo 19, 3-12:
“Unos fariseos preguntaron a Jesús: ¿es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo? Jesús respondió: ¿no habéis leído que el Creador los creó hombre y mujer, ... y que “serán dos en una carne”?

Pues lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.

Replicaron: entonces, ¿por qué Moisés mandó dar acta de repudio y divorciarse?

Les contestó Jesús: Moisés lo permitió por lo tercos que sois... Pero yo os digo que si uno se divorcia de su mujer –no hablo de prostitución- y se casa con otra, comete adulterio.

Al oír esto, los discípulos le dijeron: si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse. Y Jesús añadió: no todos pueden con eso de no casarse, sólo los que han recibido ese don...”


Reflexión para este día
Grande es el amor que mucho perdona
Leído el bello y bochornoso texto de Ezequiel, se descubre fácilmente que en la historia de salvación, siguiendo el curso de la historia de Israel, se dan la mano dos rasgos igualmente significativos: Uno es el de la debilidad humana y su facilidad para caer en el pecado dejándose arrastrar por las pasiones que nos asaltan de continuo y a veces nos ciegan. Otro es el de la inmensa misericordia de Dios que nos perdona nuestras ofensas setenta veces siete y vuelve a convocarnos sin desmayo a la vida en el amor.

En ese contexto, retengamos las imágenes o figuras que utiliza el profeta Ezequiel para describir el amor y ternura de Dios con Israel, tomándolo como a una niña abandonada y amada, terca, testaruda, ingrata.

Y, luego, analicemos en el texto del Evangelio las huellas evidentes de esa actitud humana testaruda y miope que trata de mantenerse en esquemas que no valen para entender y secundar al amor y ternura de Dios.


3-9.

Reflexión:



Ez. 16, 59-63. Jerusalén, Ciudad Santa, Sagrada, Ciudad de Paz. Sus orígenes remotos, demasiado oscuros por el pecado de sus moradores. Sin embargo Dios la hizo suya y la elevó a una gran dignidad, pues ahí puso su Morada entre los hombres, El Señor se desposó con ella y la hizo suya con una Alianza eterna. Pero sus habitantes se alejaron de Dios, se prostituyeron con otros dioses, se alejaron de Dios y Dios se alejó de ellos. Ahora, abandonada y destruida, Dios se vuelve a compadecer de ella, la perdona y Él vuelve a Casa. Es el amor de Dios quien lo ha hecho para que, conociendo el amor gratuito de Él, el pueblo se avergüence y no vuelva a abrir la boca para presumir. No somos nosotros los que por nuestros trabajos nos transformaremos en buenos; es Dios el que hace su obra en nosotros. Ante nuestras inmensas culpas y ante la multitud de nuestros pecados contemplamos el amor fiel de Dios, hecho uno de nosotros y entregando su vida para que nosotros tengamos vida. ¿Acaso presumiremos de nosotros mismos, sabiendo que es el Señor Aquel que nos santifica y nos llena de su Espíritu para enviarnos como testigos suyos?

Is. 12, 2-6. Dios nos contempla con amor misericordioso. Él sabe de nuestras miserias y no se olvida de que somos barro. Él perdona nuestros pecados y nos libra de la mano de nuestros enemigos y de la de aquellos que nos odian. Aprendamos a confiar plenamente nuestra vida en manos del Señor. Él velará por nosotros como un Padre vela por sus hijos. Pero no sólo acudamos al Señor para vernos protegidos por Él. Vayamos a Él para sacar agua de la fuente de la salvación; más aún, no sólo nos llevemos un poco de agua, llevémonos el Manantial mismo; que el Señor vaya con nosotros para que haga que nuestra vida sea fecunda en buenas obras. Entonces, no sólo al escuchar los demás nuestras palabras al anunciarles el Evangelio, sino viendo nuestras buenas obras, glorificarán el Nombre de nuestro Dios y Padre. Hagamos nuestra la Victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, pues a pesar de que seamos los más grandes pecadores, Él quiere salvarnos y hacernos partícipes de su Vida. Aprovechemos esta oportunidad de Gracia que el Señor nos concede, pues su misericordia ha sido siempre grande para con nosotros.

Mt. 19, 3-12. ¿Es mejor no casarse? Es mejor no casarse. Esta enseñanza no todos la comprenden. Jamás podremos tener en menos la Alianza matrimonial, bendecida por Dios desde el principio. Quien ha sido llamado a la vida matrimonial no puede tomar dicha alianza como su fuese un experimento. San Juan de la Cruz al hablar del amor unitivo entre Dios y la persona humana nos hace una descripción que podemos aplicar, a su modo, a la alianza matrimonial: En la alianza matrimonial sucede como cuando en tierra corre un río y cae sobre él la lluvia del cielo; una vez unidas las dos aguas es imposible separarlas. Unidos por Dios el hombre y la mujer son una sola carne. Por eso, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. Pero así como es Dios quien llama a este servicio de amor matrimonial, así es Dios quien llama a un amor indiviso a Él y a su Iglesia para convertir a los suyos en testigos de su Evangelio, y en un signo vivo del amor salvador de Dios en el mundo y su historia. Muchos no entenderán esto, sólo aquellos a los que realmente Dios se lo haya concedido. Conforme al llamado recibido por Dios, vivamos nuestro amor fiel y fecundo desde el cual sea posible construir el Reino de Dios en el mundo y en cada uno de nuestros hogares.

Jesús, el Hijo de Dios e Hijo del Hombre, ha sellado, mediante su Sangre, una nueva y definitiva Alianza con nosotros. Él ha entregado su vida para purificarnos de todo pecado, pues nos quiere resplandecientes, con la gloria del mismo Dios. Y Él jamás dará marcha atrás a esa Alianza con su Iglesia. Hoy nos reúne en esta Eucaristía para fortalecer los lazos de amor que nos unen. Él espera de nosotros un amor fiel siempre y a pesar de todo. Él no quiere que sólo vengamos como espectadores a su presencia, pues si al partir a nuestras labores diarias damos la espalda al Señor y le vivimos de un modo infiel no podemos hablar ni de firmeza en la fe, ni de firmeza en el amor, pues éste sería como nube mañanera, como rocío que se evapora al salir del sol al vernos agobiados e inquietos por tantas cosas que a veces nos angustian y oprimen en la vida.

Dios llama a cada uno a un estado de vida que debe ser siempre fecundo, portador de vida. Aquellos que realizan su vida en la unión matrimonial son hechos, por Dios, una sola carne. Esto se convierte en una realidad suprema en el hijo de ambos, el cual llevará siempre el cuerpo y la sangre de sus padres, prolongándolos en la historia. Amar y velar por ese hijo es velar y preocuparse por uno mismo. De ese hijo sus progenitores jamás podrá retirar lo que a cada uno le pertenece. Así, en la Alianza Matrimonial, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre, y no sólo en el hijo, sino en aquellos que lo engendraron. Sólo la persona inmadura es incapaz de aceptar o conservar un compromiso de tal magnitud. Quien permanece célibe por el Reino de los cielos lo entrega todo para colaborar en el engendramiento de los hijos de Dios, por quienes velará y luchará como lo hacen los padres con sus hijos; y esto no sólo con sus oraciones, consejos, plática y homilías, sino con su cercanía, haciendo suyas las esperanzas, angustias y tristezas de todos lo que Dios puso en sus manos para que ninguno se les pierda.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de cumplir con amor la misión que a cada uno de nosotros nos confió, para convertirnos en constructores del Reino de Dios en el mundo entero, partiendo de la construcción que de él hemos de hacer en el seno familiar. Amén.

Homiliacatolica.com


3-10. Fray Nelson Viernes 12 de Agosto de 2005
Temas de las lecturas: Yo tomé a su padre Abrahán de Mesopotamia, y a ustedes los saqué de Egipto y los he hecho entrar en la tierra prometida * Por la dureza de su corazón, Moisés les permitió divorciarse de sus esposas; pero al principio no fue así.

Más información.

1. Una Pausa Necesaria
1.1 Parecería el momento de la gran victoria. Después de años de peregrinación y pruebas por aquel desierto que parecía no tener fin, el pueblo ha cruzado el Jordán y ha vencido incluso a algunos de los pueblos enemigos, como escuchábamos en la primera lectura de ayer. Ya puede tomar, pues, plena posesión de la tierra prometida. Dios, sin embargo, no los invita a un festín irresponsable o un carnaval de delicias. Es una tierra buena pero para valorarla hay que valorar el camino que ha conducido hasta ella.

1.2 Ello explica el discurso de Josué, que no es otra cosa sino recordar las etapas del camino. Lo esencial está en que Téraj, padre de Abraham, era idólatra, y que el camino entero que los israelitas han recorrido no es otra cosa que salir de la idolatría y encontrarse con el Dios verdadero. Abraham sale de Ur, Moisés sale de Egipto: la vida humana es eso: "salir," es ir al encuentro de la promesa.

1.3 Pero a uno se le puede olvidar la "promesa" si cree que ya ha "llegado." Y los israelitas podían sentir que ya habían "llegado" porque las incertidumbres de Abraham, la tenacidad de Moisés, la magnificencia del Horeb y, en fin, toda la dureza del desierto, todo ello podía irse esfumando en la memoria de cosas ya superadas y lejanas. Por eso habla Josué, en esfuerzo señalado de mantener viva la historia.

1.4 Los hechos subsiguientes mostrarían que su sudor no dio el fruto esperado. El Antiguo Testamento en el fondo viene a mostrar eso, que no se puede vivir de recuerdos, aunque sean los recuerdos más bellos y grandiosos. Se necesita un principio de vida que sea nuevo cada nuevo día. Tal será la obra del Espíritu Santo, regalo precioso de la Pasión de Jesucristo.

2. Sobre el Divorcio
2.1 El divorcio no sólo separa al esposo de la esposa. El divorcio separa culturas, cosmovisiones... y también religiones.

2.2 En América Latina, por lo menos, y sirva esto de ejemplo, hay un hecho comprobado: mientras que los protestantes de todas las denominaciones, incluyendo los que se quieren llamar simplemente "cristianos", alegan que su único apoyo es la Biblia, van contradiciendo esta tremenda afirmación con hechos tan concretos como desautorizar a Jesucristo en esta materia tan clara del divorcio.

2.3 Jesús dijo: "lo que Dios unió, que no lo separe el hombre," pero es cosa comprobada que un altísimo porcentaje, a veces superior al 50%, de quienes huyen de la Iglesia Católica y buscan cobijo en grupos protestantes están en situación práctica de adulterio. Y son voces de adúlteros, triste es decirlo pero hay que decirlo con claridad, son voces desobedientes a Jesús las que luego se elevan en "preciosas" alabanzas, en "sentidas" canciones, y en predicaciones que "tocan" el corazón.

2.4 Jesús fue claro. No podemos confundir la ternura de Cristo con laxismo de Cristo, ni podemos revolver irresponsablemente las afirmaciones sobre la misericordia de su corazón con los caprichos y las debilidades alocadas de nuestros propios corazones.