LUNES DE LA SEMANA 14ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Gn 28, 10-22

1-1. JACOB/ESCALA:

-La escena es hermosa. Jacob sale de su país; llega a cualquier lugar desconocido, toma una piedra por almohada y duerme allí. Jacob descubre que su Dios es un dios universal, presente en todo lugar. Sí, en todo lugar de la tierra hay "comunicación" entre el hombre y Dios: ésta es la significación de esta escalera simbólica por la que suben y bajan los ángeles. Es el gran proyecto de Dios: establecer entre Dios y los hombres unas relaciones personales.

¡Cuánto nos cuesta convencernos de esto! "Yo estoy contigo. Yo te guardaré donde quiera que vayas". No te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido". Es decir nunca. ¿Y qué es lo que ha prometido?

-"Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que tú me has dado" Jn 17, 24

-"Voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haga preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros". Jn 14, 2-3.

-"El que me sirva, que me siga y donde yo esté, allí estará también mi servidor" Jn 12, 26.

"Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía" Y yo tampoco lo sé la mayor parte de las veces. ¡Cómo cambiaría todo si tomáramos conciencia de ello más a menudo. No hay espacio profano. "Entre los puchero anda el Señor" decía Santa Teresa. En todo lugar hay una Presencia maravillosa.


1-2.

Jacob, como la mayoría de sus contemporáneos, pensaba que Yavéh era el «dios» de un lugar, unido a la Tierra Prometida. Si se viajaba fuera de «su» territorio, se perdía su presencia y su protección. Y ocurría con frecuencia que entonces se rendía culto al «dios local», para conciliarse sus favores. Pero he aquí lo que ocurrió, una noche...

-Jacob salió de Berseba y fue a Jarán. Llegando a un cierto lugar se dispuso a pasar la noche, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar como cabezal y se durmió.

La escena es hermosa. Jacob sale de su país; llega a cualquier lugar desconocido, toma una piedra por cabezal y duerme allí.

-Tuvo un sueño: «Vio una escalera apoyada en tierra y cuya cima tocaba los cielos y los ángeles de Dios subían y bajaban por ella.

Jacob descubre que su Dios es un Dios universal presente en todo lugar.

Sí, en todo lugar de la tierra hay «comunicación» entre el hombre y Dios: ésta es la significación evidente de esta escalera simbólica por la que ¡suben y bajan los ángeles! El cielo y la tierra están permanentemente unidos. Es el gran proyecto de Dios: establecer entre Dios y los hombres unas relaciones personales. «Religión» quiere decir «religar", "relación".

¡Cómo nos cuesta, Señor, estar convencidos que es así! En cambio tenemos a menudo la impresión de que no hay comunicación alguna. En este momento, Señor, quiero creer que me miras, que me escuchas, que te interesas por mí como por cada ser del universo.

-He aquí que el Señor estaba sobre ella y le decía: "Yo soy el Señor. Estoy contigo; por doquiera que vayas, te guardaré..."»

Es casi demasiado hermoso, Señor. Eres un Dios que acompañas a los tuyos. Por lo tanto, no estoy solo. ¡Si hoy, por lo menos pensara yo más en ello!

-No te abandonaré sin haber cumplido todo lo que te prometí.

Tu presencia es amical, bienhechora. Tú no eres, Señor, desatento ni indiferente.

Repíteme, Señor, esta palabra.

Me la repito interiormente. Te tomo la palabra. Cuento contigo.

-Despertó Jacob de su sueño y dijo: «Verdaderamente está el Señor en este lugar, y yo no lo sabía.» Aquí .

¡Donde me encuentro!

«Tú estás aquí, en el corazón de nuestras vidas y Tú eres el que nos hace vivir.» Y yo «tampoco lo sé» la mayor parte de las veces. ¡Cómo cambiaría todo, si tomara conciencia de ello más a menudo!

-¡Qué terrible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!

No olvidemos el lugar en el que se encontraba Jacob.

Era un lugar ordinario. No era un santuario ni un espacio sagrado en el sentido habitual de la palabra. Era un rincón del desierto... con algunos guijarros solamente.

En el fondo, no hay espacio profano. En todo lugar hay una Presencia. La cocina donde preparo las comidas, el despacho donde trabajo, la fábrica donde me gano la vida, el campo que labro y siembro, la piscina donde me baño, la cama en que descanso, el hospital donde sufro, la escuela donde estudio y aprendo... son lugares donde Dios está .

Esta es la casa de Dios y la puerta del cielo.

¿Soy capaz de descubrir esta realidad, como lo hizo el viejo patriarca. y de que ello cambie mi vida? (Ver PO/D/PCIA)

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 164 s.


1-3. Gn/28/10-22 /Gn/29/01-14:

La lectura nos presenta la visión y el voto de Jacob en Betel, mientras se encaminaba de Berseba a Jarán, y su llegada a este lugar. Teológicamente, la primera parte es la más importante.

El redactor la ha elaborado valiéndose de la tradición yahvista y, sobre todo, de la elohísta, que constituye la base fundamental. La participación yahvista se concreta sustancialmente en las promesas de la tierra y de la descendencia y en la bendición para las naciones. En cambio, el esquema elohísta incorpora principalmente el oráculo divino (v 15) y el voto de Jacob, de acuerdo con el ritual que se desarrollaba en los santuarios: en momentos de gran dificultad o angustia, los fieles acudían a solicitar (a veces mediante un sueño de incubación) un oráculo de consuelo, al que seguía un voto de realizar algunos actos de acción de gracias en el mismo santuario, en caso de cumplirse las promesas del oráculo. De esta forma, la tradición elohísta no sólo avala esta costumbre en Israel, sino también la santidad del santuario de Betel.

Jacob, sin buscar intencionadamente la incubación o un sueño oracular, yace en el lugar sagrado, que queda confirmado en su trascendencia por la visión de la escala y de los ángeles los cuales, seguramente, entran también en el oráculo consolador como protectores de Jacob en el camino (cf. Sal 91,11). En los antiguos templos orientales se distinguía entre la residencia de los dioses y su lugar de aparición en la tierra. Las torres-templo mesopotámicas, en efecto, tenían un aposento en la cima, simbolizando el lugar de residencia de la divinidad, y en la parte inferior, el templo, que era el lugar de manifestación divina. De arriba abajo solía haber una gran rampa.

La constatación que hace Jacob de la santidad del lugar, en el versículo 17, corresponde a la revelación de los vv 12-13. Igualmente, el despertarse con la conciencia de que Dios está presente allí se contrapone al acostarse y entregarse inconscientemente al sueño (77).

La piedra de Betel es al mismo tiempo una estela votiva (en memoria de la acogida divina y del voto de Jacob), una estela cultual (como objeto principal de este lugar sagrado) y una estela de pacto ("Yahvé será mi Dios": 21, los dioses extraños serán depuestos en Gn 35,4). Dicha estela, según este último aspecto, representa, pues, la piedra de toque de la fidelidad de Israel al Dios de Jacob, en clara oposición al becerro de oro que Jeroboán hizo colocar en Betel, violando claramente el compromiso patriarcal. Si la experiencia de Betel tiene un carácter religioso y sobrenatural, la llegada feliz de Jacob a Jarán, gracias a la guía y protección divinas (semejante al caso del siervo de Abrahán del cap. 24), presenta un aspecto mundano y normal. La cordialidad de Labán al recibirle no hace sospechar las luchas posteriores.

También nuestra experiencia de fe y la conciencia de que Dios nos protege nos han de llevar a un compromiso religioso sincero y constante. Dios nos conducirá hasta el término gozoso de nuestra peregrinación humana.

J. MAS ANTO
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981 Pág. 96 s.


1-4.

El sueño de Jacob acerca de la escalera que se levantaba por encima de su cabeza y sobre la que subían y bajaban los ángeles de Dios (Gén 28,12), indujo desde el principio a una exégesis alegórica. Partamos una vez más de un pensador medieval,

·Buenaventura-SAN, como el segundo gran representante de la escolástica, para asir más claramente lo peculiar de la exposición agustiniana.

Según un sermón sobre Cristo Maestro, inspirado en el escrito pseudo-agustiniano (el cual se remonta tal vez a Alquerio de Claraval): De spiritu et anima -que se supone consiguientemente inspirado por Agustín-, habría dos formas de contemplación : el paso hacia dentro para contemplar la divinidad y el paso hacia afuera para contemplar la humanidad de Cristo, de acuerdo con las dos naturalezas del Verbo encarnado.

Buenaventura prosigue: «Este entrar en la divinidad y salir a la humanidad (de Cristo) no es otra cosa que el subir al cielo y bajar a la tierra, que se realiza en Cristo como por una escalera, de la cual se habla en el capítulo 28 del Génesis: Jacob vio en sueños una escalera...» Según eso, con el subir y bajar se significaban las dos formas de la contemplación: contemplación de la divinidad y de la humanidad de Cristo; las dos naturalezas están en él unidas y hacen de él una como escalera que conduce hacia arriba.

·Agustín-san recuerda la imagen de la escalera de Jacob en el primero de los llamados salmos graduales que comienza con el lema Adscensiones y evoca así a los ángeles que suben y bajan por la escala de Jacob. Acepta por de pronto una interpretación que parece serle impuesta por otros, cuyas huellas se encuentran también en Euquerio de Lyón: el subir podría significar el adelantamiento en el bien, bajar, el apartamiento del mismo; ambas cosas se dan en el pueblo de Dios. Pero esta exposición le dice poco: "bajar" es cosa distinta de "caer". Adán cayó, Cristo bajó. Caer es efecto de la soberbia, bajar servicio de la misericordia. Así, con los ángeles que suben se significan aquellos hombres que adelantan en la inteligencia espiritual de la Escritura; con los que bajan, los heraldos de la palabra, que se inclinan a los pequeños y les dan la comida que pueden soportar.

Gregorio e Isidoro conservaron fielmente en este punto la línea agustiniana de interpretación. Gregorio ve en los ángeles que suben y bajan por la escalera de Jacob la imagen de los buenos predicadores de la palabra, cuyo deseo va no sólo hacia arriba, a los goces de la contemplación, sino que se inclina igualmente por la compasión hacia abajo, a los miembros de Cristo. Isidoro, siguiendo su tendencia a las fórmulas exactas, especifica más la interpretación: El sueño de Jacob significa !a pasión de Cristo, la piedra a Cristo mismo, la casa de Dios es Belén. Además, h escalera es Cristo, que se llamó a sí mismo «camino», los ángeles que están sobre ella son los evangelistas y predicadores, que suben para encontrar su divinidad y bajan para salir al encuentro de su humanidad; pero también suben los "carnales" para hacerse «espirituales», y bajan los "espirituales" para dar "leche" a los otros. Cristo empero, está arriba, en su cabeza, y abajo, en su cuerpo, que es la Iglesia: el subir y bajar desemboca por igual en él.

JOSEPH RATZINGER
EL NUEVO PUEBLO DE DIOS
HERDER 101 BARCELONA 1972.Págs. 42 s.


2.- Os 2, 14. 15-16. 19-20

2-1.

Ver DOMINGO 08B


2-2.

A-D/OSEAS:

Es en su propia vida conyugal, terriblemente desgraciada donde Oseas encontró los acentos más maravillosos para hablar del amor de Dios hacia su pueblo infiel.

-Mi esposa infiel...

El capítulo I de Oseas nos relata la sombría historia de un marido engañado. Gómer, su mujer, era una prostituta.

Sin duda una de esas cortesanas sagradas que ofrecían sus cuerpos a las liturgias sexuales de Baal. Para comprender el drama de ese profeta, hay que escuchar los nombres que osa dar a los hijos que Gómer le aporta de su vida disoluta. Al primero le llama Yizreel: nombre del palacio donde el general Jehú mandó degollar a toda la familia de su predecesor para apoderarse del trono... algo así como si a un niño se le pusiera hoy el nombre de "Buchenwald». A la segunda, una niña, la llama Lo-Ruhama: "La-no-amada", a un tercer hijo le llama Lo-Amni: "No-mi-pueblo". Todo parece acabado, desesperado. Pero el verdadero amor ¿ha dicho jamás la última palabra?

-Mi esposa infiel, yo voy a seducirla: la llevaré al desierto y le hablaré de corazón a corazón.

La historia de Oseas es la historia de Dios con su pueblo.

¡Es nuestra propia historia! La historia de una humanidad siempre tentada a ser infiel, y a la que Dios no se cansa de perseguir con su ternura.

«¡Fue preciso que yo pasara por esto, dice Oseas, para comprender cuánto nos ama Dios!» Es emocionante oír a ese hombre decidido a volver a dar todas las posibilidades a su esposa infiel... y hablando de ella con tanto afecto: «le hablaré de corazón a corazón.»

Y responderá ella, allí, como en los días de su juventud. En aquel día me llamará "esposo mío", y no me llamará más «Baal mío». Yo te desposaré conmigo para siempre.

Ciertamente es uno de los pasajes cimeros de la revelación bíblica. Después de la infidelidad de nuestros pecados, Dios sigue amándonos y sigue proponiéndonos su amor, con la misma ternura de siempre.

Es como el canto primaveral y fresco de los primeros esponsales, en la ilusión del primer amor. Pero la pareja ha pasado ya la prueba: ha sido purificada por el sufrimiento y tendrá en adelante una solidez inquebrantable: «¡será para siempre!»

¡Todo el evangelio de la «misericordia» está ya aquí! Hay que detenerse a contemplar ese Corazón de Dios, capaz de amar de modo totalmente gratuito, infinitamente desinteresado. Dios ama a los pecadores. Dios me ama a mí que soy pecador. En todo momento me da facilidades.

-Te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en ternura... Te desposaré conmigo en fidelidad y tú conocerás al Señor.

La palabra «amor» traduce aquí un término hebreo importante: «hésed».

Ese término expresa la idea de un «lazo profundo, apasionado, visceral», una especie de solidaridad vital, un compromiso, una inclinación afectiva. Se ve que se trata de algo que es mucho más que un sentimiento, que un amorío.

Oseas añade la idea de «conocimiento»: tú conocerás al Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 154 s.


3.- Mt 9, 18-26 

3-1.

VER PARALELO Mc 05, 21-43:DOMINGO 13B 


3-2. MU/SUEÑO 

-Un jefe de la sinagoga se acercó a Jesús, se prosternó y le dijo: "Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá".

Es un notable, un jefe de poblado. Responsable de la reunión del culto de cada sabat. Es ante todo un pobre hombre aplastado por el dolor: su hija ha muerto. Pienso en su pena...

Es algo sorprendente la confianza que ese hombre tiene puesta en Jesús: ¡Todavía no ha resucitado a ningún muerto! Es una verdadera fe en lo imposible, y se atreve a pedirlo.

"Ven, y aplícale tu mano".

La mano de Jesús...

-Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Inmediatamente.

Una vez más, contemplar detenidamente los sentimientos de Jesús en ese momento.

¿Qué es lo que piensas, Señor? ¿Qué actitud me sugieres? pues tus gestos son también palabras...

-En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del vestido... Jesús se volvió y al verla le dijo: "Animo, hija, tu fe te ha curado" y desde aquel momento quedó curada.

Marcos relata esa escena con muchos detalles. Mateo sólo valora la Fe. Pero ambos evangelistas subrayan que la Fe de esta mujer es bastante ambigua, mezclada de creencia casi mágica -"si toco su vestido..."- Jesús acepta esta Fe incipiente, imperfecta, ¡tan simple en el fondo! Nos sucede también a nosotros que nuestra Fe no es perfectamente pura, que por ejemplo, tiene un carácter interesado. Señor haz que crezca nuestra Fe.

¡Curar! Cuando envía sus apóstoles en misión, en el discurso que seguirá inmediatamente (Mt 10, 8), Jesús pide a sus discípulos que "curen a los enfermos" HOY, como en tiempo de los apóstoles, Jesús nos da la misma consigna: el que anuncia la "buena nueva" debe también curar a los demás.

El amor es el "mandamiento nuevo", el que cura...

-Jesús llegó a casa del jefe de la sinagoga y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente dijo: "Apartaos..." Los tres evangelistas han notado este movimiento de humor descontento de Jesús: hay aquí mucho alboroto. ¡Fuera!

-Pues ¡la niña no está muerta, sino dormida!

Será la misma imagen la que utilizará después hablando de la muerte de Lázaro: "Vayamos a despertar a nuestro amigo." (Juan 11, 11) Para Jesús, la muerte no tiene el carácter temible y definitivo que le damos naturalmente... es más bien una especie de "sueño" del cual Dios tiene el poder del despertar. Debo esforzarme constantemente en ver todas las cosas y situaciones como las mira Jesús... la muerte, ¿sigue siendo algo terrible para mí? Vuelvo a leer la fórmula de Jesús y, en el fondo de mí mismo, experimento la paz profunda que manifiesta: "¡esta niña está dormida!". La aplico también a mis difuntos. Ruego por ellos.

-Pero ellos se reían de El. Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la chiquilla de la mano y ella se puso en pie. La Noticia del hecho se difundió por toda la región.

Tal es la primera resurrección obrada por Jesús: un gesto muy sencillo sin ninguna grandiosidad... un gesto natural.

Y sin embargo se habían reído de El. ¿Por qué le cuesta tanto al hombre confiar en Dios? Señor, sana nuestros corazones, danos la Fe.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983. Pág. 56 s.


3-3.

1. (Año I) Génesis 28,10-22

a) Escapando de las iras de su hermano Esaú, Jacob emprende la huida. Y es aquí donde le espera Dios.

La escena de hoy, con la escala misteriosa que une cielo y tierra, por la que suben y bajan ángeles, y que conduce hasta Dios, parece que tiene una primera intención: justificar el origen del santuario de Betel, en el reino del Norte. Jacob erige un altar a Dios y llama a aquel lugar «casa de Dios», que es lo que significa Betel. Todos los lugares sagrados de las diversas culturas se suelen legitimar a partir de alguna aparición sobrenatural o de un hecho religioso significativo, más o menos histórico. En el fondo, los pueblos muestran su convicción de la cercanía de Dios y de su protección continua a lo largo de la historia.

Pero, sobre todo, esta historia quiere legitimar, de alguna manera, el que la línea de la promesa de Dios, que había empezado por Abrahán e Isaac, y que en rigor hubiera tenido que seguir en el primogénito Esaú, ahora pasa por Jacob, aunque sea por medio de intrigas y trampas. Las palabras de Dios a Jacob son casi idénticas a las que escuchara Abrahán: «Yo soy el Señor, el Dios... todas las naciones se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo». Desde ahora, Yahvé será para los judíos «el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob». Dios sigue escribiendo recto con líneas torcidas.

b) Los caminos de Dios son misteriosos. Actúa con libertad absoluta a la hora de elegir a sus colaboradores en la historia de la salvación. Incluso de las debilidades y fallos humanos saca provecho para llevar adelante la salvación de la humanidad.

Muchas de estas personas, como Jacob, se muestran disponibles a este proyecto de Dios y aceptan ser un anillo más de esa cadena humana de que se sirve Dios para su Reino.

También nosotros nos sentimos enviados de Dios a este mundo, cada uno en su ambiente. No tendremos sueños como el de Jacob. Tenemos algo mejor: Jesús es nuestro Mediador, que nos abre el acceso a Dios y nos ha llamado a ser discípulos suyos y a colaborar con él, siendo luz y sal y fermento en este mundo.

Ante las dificultades que esto comporta, tenemos que saber escuchar la voz de Dios: «yo estoy contigo». Él nos ayuda en el camino, nos conoce, nos está cerca.

Tenemos que compartir la confianza que expresa el salmo 90, el que rezamos tantas veces en Completas, antes de acostarnos: «Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti; él te librará de la red del cazador».

1. (Año II) Oseas 2,14-20

OSEAS/DRAMA: Desde hoy hasta el viernes leeremos unos pasajes del Libro de Oseas, un profeta que surgió después de Amós en el reino del Norte, a mediados del siglo Vlll antes de Cristo, durante los acontecimientos, nada gloriosos, que precedieron al destierro a Babilonia de este reino del Norte. Por ejemplo, con el rey Jeroboam. Seguía la crisis política (los reyes se van sucediendo rápidamente unos a otros, casi siempre con violencia) y la religiosa (el pueblo prefiere el culto de Baal, el dios de la naturaleza y de la fecundidad, que no el de Yahvé, el Dios que le eligió y le libró de Egipto).

Lo específico de Oseas es que vive una doble dimensión: en su vida personal, sufre el drama de su mujer, y como miembro del pueblo, le duele la infidelidad de Israel a su Dios.

Oseas se casó con Gómer, una «cortesana sagrada de Baal», intentando redimirla de su oficio. Pero, después de unos años felices, ella vuelve a caer en la tentación y es infiel a Oseas, quien, a pesar de todo, la seguirá queriendo e intentando recuperar. En este hecho ve el profeta el símbolo de la tormentosa relación del pueblo elegido con Dios, y el amor de Dios a su pueblo, a pesar de su pecado.

a) Dios, el esposo, intenta convencer a su esposa, Israel, para que vuelva a él. Dios la «corteja», como en el desierto, en la soledad, cuando seguía el enamoramiento, porque era reciente la liberación y el éxodo de Egipto. Dios la quiere de nuevo como esposa, para siempre. Y anuncia que aportará -¿como dote, esta vez por parte del novio?- el derecho, la justicia, la misericordia, la compasión, la fidelidad.

Oseas está intentando lo mismo con su esposa, que se ha alejado de nuevo del hogar.

b) ¿Tenemos alguna historia de escapadas y de infidelidades en nuestra relación con Dios?

Esta relación la describen varios profetas con el simbolismo del matrimonio. En el evangelio lo hace también Jesús, presentándose a sí mismo como novio y esposo, que se entrega por su esposa la Iglesia. En el Apocalipsis, uno de los momentos culminantes de la lucha entre el bien y el mal es la gran fiesta de las bodas del Cordero.

Pero, como todos somos débiles, tenemos el peligro, como también pasa en la vida matrimonial humana, de que se enfríe el amor y se vea tentada la fidelidad.

Oseas nos transmite la voz emocionada de Dios que nos anuncia su perdón y nos quiere «reconquistar», llevándonos a la soledad del desierto, para ver si recapacitamos y volvemos al fervor primero. Quiere que volvamos a mirarle con los ojos con que se miran los novios, llenos de ilusión y amor. Que abandonemos nuestros «baales» particulares y le tengamos sólo a él como esposo.

Sea cual sea nuestra situación personal, Dios nos invita a recomenzar de nuevo, a iniciar una nueva etapa de amor y fidelidad. Evitando los devaneos y las idolatrías con las que nos tienta el mundo de hoy, que el profeta considera como «aventuras extramatrimoniales» y, por tanto, adulterios.

El salmo nos ayuda a emprender este camino de vuelta con confianza: «El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad: el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas».

2. Mateo 9,18-26

a) Mateo nos narra hoy dos milagros de Jesús, intercalados el uno en el otro: un hombre le pide que devuelva la vida a su hija que acaba de fallecer, y una mujer queda curada con sólo tocar la orla de su manto.

Ambas personas se le acercan con mucha fe y obtienen lo que piden. Jesús es superior a todo mal, cura enfermedades y libera incluso de la muerte. En eso consiste el Reino de Dios, la novedad que el Mesías viene a traer: la curación y la resurrección.

b) En los sacramentos es donde nos acercamos con más fe a Jesús y le «tocamos», o nos toca él a nosotros por la mediación de su Iglesia, para concedernos su vida.

En el caso de aquella mujer, Jesús notó que había salido fuerza de él (como comenta Lucas en el texto paralelo). Así pasa en los sacramentos, que nos comunican, no unos efectos jurídicamente válidos «porque Cristo los instituyó hace dos mil años», sino la vida que Jesús nos transmite hoy y aquí, desde su existencia de Señor Resucitado. Como dice el Catecismo, «los sacramentos son fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo, siempre vivo y vivificante» (CEC 1116).

El dolor de aquel padre y la vergüenza de aquella buena mujer pueden ser un buen símbolo de todos nuestros males, personales y comunitarios. También ahora, como en su vida terrena, Jesús nos quiere atender y llenarnos de su fuerza y su esperanza. En la Eucaristía se nos da él mismo como alimento, para que, si le recibimos con fe, nos vayamos curando de nuestros males.

«Yo estoy contigo, yo te guardaré donde quiera que vayas» (1ª lectura I)

«Yo la cortejaré, le hablaré al corazón» (1ª lectura II)

«El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad» (salmo II)

«Animo, hija. Tu fe te ha curado» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 114-117


3-4.

Os 2, 14-16.19-20 : Una ciudad sin injusticias

Mt 9, 18-26 : Dos mujeres redimidas

El grupo de Juan Bautista critica la actitud festiva de los discípulos. Jesús evidencia la novedad de su propuesta con una comparación: "no se echa vino fresco en odres viejos". En medio de esto, un funcionario lo interrumpe para pedir la curación de su joven hija. Jesús lo atiende inmediatamente y con su grupo emprenden el camino.

En el camino, una mujer, enferma de una hemorragia, se acerca y toca el borde de su manto. Este gesto estaba prohibido en la cultura judía. Una mujer no podía mirar a un hombre en público, mucho menos tocarlo. A la vez, su enfermedad la hacía impura, por lo que estaba aislada de la vida comunitaria y familiar. Esta mujer por su enfermedad y por su sexo estaba doblemente excluida. Sin embargo, es consciente de su situación y se arriesga a tocar a Jesús. Al romper las barreras culturales, supera la marginación y obtiene la salud, necesaria para ser aceptada en comunidad. La respuesta de Jesús sorprende a los espectadores: no la rechaza ni la regaña, ¡la felicita! Reconoce en ella la fe que transforma la injusta realidad, la fe que hace posible la curación.

Prontamente, Jesús continúa su camino. A la puerta de la casa encuentra un cortejo fúnebre preparando la sepultura de la joven, que se burla de su intención. Jesús los enfrenta y los saca de la casa. Se acerca a la adolescente y le restaura la salud. Este gesto dignifica a esta niña postrada por la enfermedad y la devuelve al seno de su familia.

La salud restaurada, tanto de la mujer mayor como de la adolescente, son el símbolo de la nueva realidad que irrumpe con Jesús. Una realidad donde todos tienen espacio y no hay excluidos, esta buena noticia se difunde por toda la comarca.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Gn 28, 10-22a: En él son benditas todas las naciones

Sal 90

Mt 9, 18-26: Tu fe te ha sanado

El texto de Mateo entrelaza en forma magistral dos relatos que tienen como espacio las preocupaciones familiares cuyo centro es la mujer en una doble perspectiva: una niña que ha muerto que no puede pasar a la vida adulta y una adulta muerta en vida por su impureza de sangre. Esta es una historia de mujeres, narrada con intimidad y con una fuerza grande de salvación y liberación donde se rescata a la mujer del poder de la muerte.

La narración se desarrolla en en tres momentos: La petición del magistrado a Jesús de imponer su mano (tocar) a su hija muerta para que recobre la vida; el ser tocado por la hemorroísa y la resurrección de la niña. La relación de las dos escenas no es simplemente narrativa, por haberse introducido una en el espacio de la otra. La relación es profunda a nivel temático porque los dos relatos hablan de la mujer que ha perdido la vida o la tiene amenazada.

La hemorroísa por su enfermedad, es un foco de impureza, lo cual ha sido decretada por la ley religiosa judía (Lv. 14, 25-27); por eso, ella camina recelosa y con miedo de ser sorprendida, porque a su paso va regando y contagiando a todos de su impureza ritual, pero nadie se da cuenta. Si lo supieran, sería expulsada del grupo. Esta mujer es una muerta en vida, expulsada de la sociedad y condenada a su propia amargura por causa de una ley religiosa. Sin embargo, ella no se ha resignado a vivir excluida como lo manda la ley; el mismo hecho de esconder su enfermedad y avanzar entre la gente, tocando a unos y a otros a su paso, es una especie de protesta religiosa. La mujer no se resigna a estar condenada a la muerte en vida.

Tocar a Jesús es encontrar la fuerza que ella necesita para liberarse del mal que le había quitado la vida. La mujer toca el manto de Jesús y, al hacer esto, siente que su cuerpo se ha curado. Seguidamente nos encontramos con el dialogo que Jesús establece con la mujer y que tiene como objetivo mostrar el poder purificador de su palabra que salva, libera y reincorpora, con dignidad, en la vida de la sociedad.

En el segundo relato nos encontramos con la muerte de la hija del magistrado que le pide a Jesús que imponga sus manos sobre ella para que recobre la vida. Toda la escena está construida con los elementos de muerte que han truncado la vida. Mateo presenta a la niña ya muerta, a los músicos y a la multitud que llena la casa con manifestaciones ruidosas de duelo. Jesús dice que la niña no está muerta: el sueño del que Jesús despierta a los hombres es la muerte. Es aquí donde Mateo coloca los elementos más esenciales sobre la resurrección, la cual debe ser entendida como un nuevo nacimiento o reincorporación a la vida que ha sido truncada por el legalismo religioso judío.

Llama la atención en el texto el que Jesús acepte la petición del magistrado: impone las manos a su hija muerta, y que divulgue abiertamente haber sido tocado por la hemorroísa, en vez de ocultar estos hechos para protegerse de la impureza. Pero lo que más sorprende es que Mateo no alude para nada a que Jesús se someta a los ritos de purificación ordenados por la ley para estos casos, quedando entonces en una situación de pecado, marginalidad y muerte social.

Esta actitud provocadora de Jesús que le trae la burla (oposición), pretende desenmascarar y dejar en tela de juicio el legalismo del judaísmo deshumanizante, que convertía a pobres y enfermos en marginados religiosamente y condenados a la muerte social por su impureza.

La práctica de Jesús es netamente una opción por la vida y la dignidad humana; le devuelve al excluido su valor, para que viva reincorporado a la comunidad. Se erige así como antagonista de la práctica injusta de la ley, siendo esto motivo de conflicto con el centro de poder político y religioso judío.

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3-6. CLARETIANOS 2002

Comenzamos esta segunda semana de julio leyendo algunos fragmentos del libro del profeta Oseas. Es uno de los profetas que más puede ayudarnos a profundizar en nuestra relación con Dios. Su desgraciada experiencia matrimonial le sirvió como metáfora para hablar de Dios con el lenguaje del amor, que es con toda seguridad el lenguaje que nos resulta siempre más cercano. Oseas amó a su esposa Gomer como ninguna telenovela de hoy puede imaginar. Probó la amargura de la infidelidad y, sin embargo, siguió amando.

Oseas fue un atrevido, un hombre que rompió con todo. No sólo hizo algo que pocos seres humanos hacen (amar cuando no se experimenta la traición) sino que presentó su experiencia personal como símbolo de las relaciones de Dios con el pueblo, yendo más allá del concepto tradicional de alianza. Esta es la clave para entender el contenido de todo el libro.

En el fragmento de hoy aparece con claridad que la restauración del amor pasará por una nueva experiencia del desierto, que es como decir por un nuevo éxodo, por un tiempo en el que el pueblo abandone los ídolos y descubra de nuevo que el Señor es solamente uno y que debe amarlo "con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas".

Cuando medito estas palabras del profeta pienso en nuestro pueblo y, de manera particular, en los pueblos de Europa. Somos personas rodeadas de ídolos. Hay algunos sociológicamente reconocidos: el trabajo, el dinero, el sexo, el deporte, la nación, el partido político, la ciencia. Pero hay otros ídolos domésticos que se agazapan en las rendijas de nuestra vida ordinaria y pasan casi desapercibidos. Lutero decía que un ídolo es "aquello de lo que cuelga nuestro corazón".

¿Podemos poner nombre a estas realidades que secuestran nuestro corazón, que chupan nuestra sangre, nuestro tiempo, nuestras ilusiones? A menudo se trata de relaciones "idolátricas", de sueños autosuficientes, de un escepticismo viscoso. Cuando nos sentimos atrapados por estas realidades nos parece que no hay salida. Y no la habría si todo dependiera de nosotros. Pero estamos sostenidos por un Dios que quiere nuestra felicidad más que nosotros mismos. Y él, que conoce nuestras rendijas, sabrá conducirnos a ese desierto en el que, en medio de la soledad, descubramos que no hay nada comparable a su amor. Lo que Oseas nos dice es que a ese desierto no se va en virtud de un mandato sino atraídos por una fuerza seductora.

Hoy se habla de "eclipse" de Dios. Pero, ¿no se estará produciendo -quizá sin reconocerlo- una seducción de Dios en forma de búsqueda de algo diferente, de un estilo de vida menos aburrido, más hondo?

Estas historias siguen sucediendo hoy. ¿Nadie os ha contado ninguna?

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-7. COMENTARIO 1

vv. 18-19: Mientras Jesús les hablaba de esto se presentó un personaje que se puso a suplicarle diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

La fórmula inicial «mientras Jesús les hablaba» indica la unión temática entre esta perícopa y la anterior. El personaje o jefe que llega manifiesta una fe en la acción de Jesús comparable a la del centurión (8,5-13). La situación es semejante, pero su caso es más grave: la hija acaba de morir. Jesús no responde palabra, simple­mente se levanta y lo sigue con sus discípulos.

vv. 20-21: En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré».

Una mujer enferma se mezcla al grupo de discípulos que sigue a Jesús. Padece una enfermedad (flujos de sangre) que la hace impura. La Ley le prohibía terminantemente tocar a cualquier per­sona, para no comunicar su impureza. El número «doce», aplicado a los años de su enfermedad, es una clara alusión a Israel. La mujer enferma representa al pueblo, cuya única posibilidad de curación se encuentra en renunciar a la Ley que le impide el con­tacto con Jesús. Con su doctrina y acción universalista, por su contacto con los «pecadores» (9,10-13), Jesús se ha salido de la ortodoxia de Israel. Técnicamente, Jesús sería el «impuro», pero, real­mente, el «impuro», es decir, el que no tiene acceso a Dios, pre­sente en Jesús (1,25), es Israel. Para encontrar salvación ha de darle su adhesión y mostrarle su confianza renunciando al exclu­sivismo y separación que le impone la Ley.

La fe de la mujer es comparable a la del jefe; su certeza de curación es total. En ambos casos, Israel ve que su única salva­ción está en Jesús. El vestido equivale a la persona. Jesús había curado con su contacto al leproso (8,3) y a la suegra de Pedro (8,15). La unión de estas dos figuras muestra de nuevo que la enfermedad de esta mujer es, como en 8,15, el nacionalismo ex­clusivista y éste es el que causa su impureza (8,3).

v. 22: Jesús se volvió, y al verla le dijo: ¡Animo, hija! Tu fe te ha salvado. Y desde aquel momento quedó curada la mujer.

Jesús se dirige a ella como antes al paralítico (22; cf. 9,2), figura de todo hombre: « ¡Animo! » Como a aquél lo llamó «hijo», a ésta la llama «hija». Israel reconoce su situación de pecado. La frase «tu fe te ha salvado/curado» incluye la liberación afirmada por Jesús para el paralítico (9,2).

El término «hija», que se aplica figuradamente al pueblo per­sonificado en su capital (Zac 2,11 LXX; 9,9), pone a esta mujer en relación con «la hija» del jefe. Ambas son figuras de Israel; la primera describe la causa de su mal, su exclusivismo; la segunda, simboliza que ese mal lleva al pueblo a la ruina definitiva, a la muerte. El «padre / jefe» ha sido incapaz de mantenerla en vida. Para Jesús, sin embargo, esa muerte no es necesariamente defini­tiva. Utiliza para designar a la hija el término «muchacha» o «mo­cita» (korasion), que designa a la jovencita apta ya para el matri­monio. Con esa denominación Jesús la hace pasar de la situación dependiente (18: «mi hija») a la de independencia (24.25: «mu­chacha»). En su nueva condición puede volver a la vida por el contacto con Jesús. Ahí está la única esperanza para Israel; se requiere el acercamiento de Israel a Jesús (mujer con flujos), renunciando a su sometimiento a la Ley, que le impide hacerlo.

vv. 23-26: Jesús llegó a casa del personaje y al ver a los flau­tistas y el alboroto de la gente, dijo: 24¡Fuera, que la muchacha no ha muerto, está dur­miendo! Ellos se reían de él. 25Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la muchacha de la mano y ella se levantó. 26La noticia del hecho se divulgó por toda aquella co­marca.

Hay una multitud que se ríe de la esperanza que abre Jesús. Israel vuelve a la vida como futura esposa («muchacha»). Jesús es «el esposo» (9,15) a quien está destinada y que le ofrece su alianza (26,28). La fama de Jesús se extiende.


COMENTARIO 2

El texto de Mateo entrelaza en forma magistral dos relatos que tienen como espacio las preocupaciones familiares cuyo centro es la mujer, en una doble perspectiva: una niña que ha muerto y que no puede pasar a la vida adulta y una adulta muerta en vida por su impureza de sangre. Esta es una historia de mujeres, narrada con intimidad y con una fuerza grande de salvación y liberación, donde se rescata a la mujer del poder de la muerte.

La narración se desarrolla en tres momentos: La petición del magistrado a Jesús de imponer su mano (tocar) a su hija muerta para que recobre la vida; el ser tocado por la hemorroísa y la resurrección de la niña. La relación de las dos escenas no es simplemente narrativa, pues la una se ha introducido en el espacio de la otra. La relación es profunda a nivel temático porque los dos relatos hablan de la mujer que ha perdido la vida o la tiene amenazada.

Tocar a Jesús es encontrar la fuerza que necesita la hemorroísa para liberarse del mal que le había quitado la vida. La mujer toca el manto de Jesús y, al hacer esto, siente que su cuerpo se ha curado. Seguidamente nos encontramos con el diálogo que Jesús establece con la mujer y que tiene como objetivo mostrar el poder purificador de su palabra que salva, libera y reincorpora, con dignidad, en la vida de la sociedad.

En el segundo relato, toda la escena está construida con los elementos de muerte que han truncado la vida. Jesús dice que la niña no está muerta sino que duerme, no porque crea que todavía vive ni porque piense que la muerte es un sueño: el sueño del que Jesús despierta a los hombres es la muerte. De esta manera Mateo coloca los elementos más esenciales sobre la resurrección, la cual debe ser entendida como un nuevo nacimiento o reincorporación a la vida que ha sido truncada por el legalismo religioso judío.

Llama la atención en el texto el que Jesús acepte la petición del magistrado, imponer las manos a su hija muerta, y que divulgue abiertamente haber sido tocado por la hemorroísa, en vez de ocultar estos hechos para protegerse de la impureza. Pero lo que más sorprende es que Mateo no alude para nada a que Jesús se someta a los ritos de purificación ordenados por la ley para estos casos, quedando entonces en una situación de pecado, marginalidad y muerte social.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. DOMINICOS

La bendición de Dios perdura
La verdad de esa afirmación la tenemos reflejada en estas palabras que nos recuerda la liturgia: Jacob, Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra (Génesis).

En la semana precedente, los textos de la primera lectura nos dejaban mal sabor de boca a causa de la malicia humana que veíamos interferirse en los planos de Dios y que marginaba a Esaú, privilegiando con la herencia a su hermano Jacob.

Pero, a pesar del engaño, la bendición de Isaac recayó sobre Jacob, no sobre Esaú, su primogénito.

Ahora, una vez presentado simbólicamente Jacob ante Dios por medio de esa bendición, veremos que el Señor irá prodigando sobre su corazón la verdad de su amor. Sobre Jacob recaerán las bendiciones de lo alto para que por su mediación se cumplan las promesas mesiánicas a favor del pueblo elegido.

El detalle recordado en la liturgia de hoy –renovación de la alianza o promesa, cuando Jacob va a Mesopotamia en busca de esposa- es una expresión de cómo Jacob fue acogido por Dios, fue su ‘agraciado’, sujeto de bendición divina; y cómo Dios hará que en él se renueve la promesa hecha a sus padres.

¡Cuántas veces, perdonada la infidelidad y el engaño de la malicia humana, los designios salvíficos de Dios a favor de los hombres se cumplen en su esencia! Esos divinos designios están muy por encima de caprichos y voluntades humanas.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, gracias te damos porque no retiras tu favor a los hombres, aunque a veces obremos con indignidad, como Rebeca y Jacob; gracias te damos porque no fulminas tus rayos sobre nosotros cuando abusamos de nuestro ingenio y libertad, perjudicando a otros; gracias te damos porque una y otra vez nos adviertes que, aunque seas tolerante y misericordioso, el camino del engaño, de la suplantación, de la manipulación, no es camino de santidad y vida sino de pecado y muerte.

Ayúdanos día a día a ser más nobles y dignos en nuestra conducta personal y social, haciéndonos solidarios y servidores de los demás. Amén



La Palabra de Dios
Lectura del Génesis 28, 10-22:
“Llegado el tiempo de casarse, Jacob fue enviado por su padre desde Berseba a buscar mujer entre las hijas de Mesopotamia, en Padán Arám, en la casa de Labán...

Un día, en el camino, al atardecer, se detuvo para hacer noche, y tuvo un sueño: vio una escalinata que, apoyada en la tierra, tocaba al cielo...

Sobre ella estaba en pie el Señor, y le dijo: Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán... Todas las naciones del mundo serán benditas por medio de ti y de tu descendencia. Yo estoy contigo y te guardaré donde quiera que vayas...

Al levantarse, Jacob tomó la piedra que le había servido de almohada, la levantó como estela y derramó aceite por encima.

Y llamó a aquel lugar `Casa de Dios´...”

En el texto se nos ofrece el ‘signo’ de la acogida y de la bendición de Dios sobre Jacob. Él, patriarca, queda inscrito en la serie de mediaciones por las que se irá manifestando la providencia divina cerca de los mortales, para salvarlos.

Evangelio según san Mateo 9, 18-26:
“En cierta ocasión, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje, se arrodilló ante él y le dijo: mi hija acaba de morir; ven, ponle tu mano en la cabeza, y vivirá.

Jesús y sus discípulos fueron con él. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el manto, pensando que, con solo tocarle, se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: ¡ánimo, hija, tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la mujer...”

En el párrafo anterior, el ‘signo’ de la providencia eran la ‘escala’ y la ‘bendición’. En el evangelio los ‘signos’ son más sencillos, cercanos, palpables: a los corazones que se abren y oran Dios les presta atención y les concede favor y gracia.



Momento de reflexión
El voto de Jacob.
A pesar de su malicia, Jacob fue bendecido por Dios y éste le garantizó que estaría con él a dondequiera que se fuera. Nunca se sentiría abandonado. No es poco tener esa experiencia de amor y elección divina. ¿Quién no quisiera escuchar, aunque sólo fuera en visión imaginaria, palabras similares a las que el Señor dedica a Jacob? Sin embargo, observemos que Jacob, en su respuesta, no se entrega en fe y confianza sin poner condiciones, pues se concede la licencia de pedir, y comprobarlos, hechos que muestren cómo Dios ya está actuando a su favor.

Esta es la fórmula del voto de Jacob: ‘Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme, si vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, y esta piedra que le he levantado será una casa de Dios; y de todo lo que me de, le daré el diezmo’.

Por favor, vivamos persuadidos de que Dios está con nosotros, aunque no podamos comprobar tan puntualmente como Jacob los signos de su presencia.

Si le toco el manto, me curaré.
En el Evangelio pasamos a observar otro tipo de gestos: el gesto de una mujer, la hemorroisa, que quiere signos de la presencia de Dios en su vida, pero en forma muy distinta.

La hemorroisa no piensa y habla como Jacob. Sus palabras son brotes del corazón que cree, confía, ama, espera, está segura. Esta mujer no pide pruebas “para confiar en Jesús” sino que “confía ya en Jesús” y por ello se arriesga a tocarlo, contra la voluntad de los circunstantes, pues no duda que ha de ser correspondida. ¡Amor busca amor!

A gran confianza, gran amor: ¡Ánimo,hija!, tu fe te ha curado. Probemos a amar al que nos ama y nosotros mismos entenderemos un poco mejor las maravillas y secretos del Amor .


3-9. 2002

COMENTARIO 1

vv. 18-19: Mientras Jesús les hablaba de esto se presentó un personaje que se puso a suplicarle diciendo: -Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

La fórmula inicial «mientras Jesús les hablaba» indica la unión temática entre esta perícopa y la anterior. El personaje o jefe que llega manifiesta una fe en la acción de Jesús comparable a la del centurión (8,5-13). La situación es semejante, pero su caso es más grave: la hija acaba de morir. Jesús no responde palabra, simple­mente se levanta y lo sigue con sus discípulos.

vv. 20-21: En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré».

Una mujer enferma se mezcla al grupo de discípulos que sigue a Jesús. Padece una enfermedad (flujos de sangre) que la hace impura. La Ley le prohibía terminantemente tocar a cualquier per­sona, para no comunicar su impureza. El número «doce», aplicado a los años de su enfermedad, es una clara alusión a Israel. La mujer enferma representa al pueblo, cuya única posibilidad de curación se encuentra en renunciar a la Ley que le impide el con­tacto con Jesús. Con su doctrina y acción universalista, por su contacto con los «pecadores» (9,10-13), Jesús se ha salido de la ortodoxia de Israel. Técnicamente, Jesús sería el «impuro», pero, real­mente, el «impuro», es decir, el que no tiene acceso a Dios, pre­sente en Jesús (1,25), es Israel. Para encontrar salvación ha de darle su adhesión y mostrarle su confianza renunciando al exclu­sivismo y separación que le impone la Ley.

La fe de la mujer es comparable a la del jefe; su certeza de curación es total. En ambos casos, Israel ve que su única salva­ción está en Jesús. El vestido equivale a la persona. Jesús había curado con su contacto al leproso (8,3) y a la suegra de Pedro (8,15). La unión de estas dos figuras muestra de nuevo que la enfermedad de esta mujer es, como en 8,15, el nacionalismo ex­clusivista y éste es el que causa su impureza (8,3).

v. 22: Jesús se volvió, y al verla le dijo: -¡Animo, hija! Tu fe te ha salvado. Y desde aquel momento quedó curada la mujer.

Jesús se dirige a ella como antes al paralítico (22; cf. 9,2), figura de todo hombre: « ¡Animo! » Como a aquél lo llamó «hijo», a ésta la llama «hija». Israel reconoce su situación de pecado. La frase «tu fe te ha salvado/curado» incluye la liberación afirmada por Jesús para el paralítico (9,2).

El término «hija», que se aplica figuradamente al pueblo per­sonificado en su capital (Zac 2,11 LXX; 9,9), pone a esta mujer en relación con «la hija» del jefe. Ambas son figuras de Israel; la primera describe la causa de su mal, su exclusivismo; la segunda, simboliza que ese mal lleva al pueblo a la ruina definitiva, a la muerte. El «padre / jefe» ha sido incapaz de mantenerla en vida. Para Jesús, sin embargo, esa muerte no es necesariamente defini­tiva. Utiliza para designar a la hija el término «muchacha» o «mo­cita» (korasion), que designa a la jovencita apta ya para el matri­monio. Con esa denominación Jesús la hace pasar de la situación dependiente (18: «mi hija») a la de independencia (24.25: «mu­chacha»). En su nueva condición puede volver a la vida por el contacto con Jesús. Ahí está la única esperanza para Israel; se requiere el acercamiento de Israel a Jesús (mujer con flujos), renunciando a su sometimiento a la Ley, que le impide hacerlo.

vv. 23-26:Jesús llegó a casa del personaje y al ver a los flau­tistas y el alboroto de la gente, dijo: 24-¡Fuera, que la muchacha no ha muerto, está dur­miendo! Ellos se reían de él. 25Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la muchacha de la mano y ella se levantó. 26La noticia del hecho se divulgó por toda aquella co­marca.

Hay una multitud que se ríe de la esperanza que abre Jesús. Israel vuelve a la vida como futura esposa («muchacha»). Jesús es «el esposo» (9,15) a quien está destinada y que le ofrece su alianza (26,28). La fama de Jesús se extiende.


COMENTARIO 2

El encabezamiento que sirve de marco al pasaje suministra la perspectiva en que debe ser interpretado. Jesús ha estado hablando de la caducidad de las instituciones de Israel y, por consiguiente, de la incompatibilidad entre las mismas y su mensaje. Ligado a esa ocasión con un “Mientras Jesús les hablaba” se presenta un doble relato que afecta a dos israelitas: un archisinagogo o jefe de sinagoga e, interrumpiendo la historia referida a este personaje, la curación de una mujer con flujo de sangre en la que mención de los años de los padecimientos: “doce” es una clara alusión a Israel, frecuentemente aludido en la Escritura por ese número.

Este episodio, colocado en el medio del relato (vv. 20-22) está centrado en el tema de la impureza. El tipo de enfermedad coloca a la mujer en esa categoría de la religiosidad judía de la época y, por tanto, cae bajo la legislación que le impide poder tocar a un semejante para no transmitir dicha impureza.

Sin embargo, a pesar de esa prohibición se mezcla al cortejo de los discípulos y toca el borde del manto de Jesús. A través del contacto con el manto establece el contacto con la persona que lo endosa. La acción convierte a Jesús en un “impuro” según las categorías de la Ley y, sin embargo, el autor señala que la única forma de superar la impureza se da en ese contacto. Se constata, por tanto, la paradoja que quien realmente es impuro es el pueblo, representado en la mujer. Y su sanación sólo puede efectuarse en el acercamiento a Jesús que, con sus acciones de comunión con los pecadores puede ser considerado como uno de ellos.

Quien según la categorización religiosa farisea no tiene acceso a Dios, es en realidad el único que puede aportar la salvación. La superación de las prescripciones de la Ley en el acercamiento y la adhesión a Jesús por la fe es el único medio de obtener la gracia salvífica de Dios.

El mismo sentido reviste el episodio en que se inserta el anterior. Primeramente (vv. 18-19) se relata el recurso a Jesús por parte de un jefe de sinagoga, el motivo de ese recurso y la marcha de Jesús y sus discípulos tras el personaje. La situación del magistrado judío es desesperada: su hija acaba de morir. Sin embargo, el personaje tiene, como la hemorroísa la certeza de la eficacia del recurso a Jesús. También él es consciente que la única posibilidad para Israel reside en la fe y en la adhesión a Jesús.

La muerta, lo mismo que la enferma, es una “hija” (vv. 18 y 22) que como en Zacarías 2,11 y otras profecías es también el título del pueblo. En el primer caso se señala que el pueblo ha sido conducido a la muerte, su práctica adolece de la imposibilidad de mantenerse en vida.

Jesús afirma que esa muerte no es definitiva y se dirige a ella con el término “muchacha”, término que indica la capacidad para el matrimonio que conecta con la escena anterior (v.15) en que se había hablado del Esposo. En la cercanía a Este puede recuperar la vida. Los presentes se ríen de esta pretensión de Jesús, pero el contacto con Jesús devuelve la vida a la muchacha.

Sólo la adhesión a Jesús, que conlleva la superación del exclusivismo de las instituciones se presenta como posibilidad de vida. Esto vale tanto para lo que está muerto como para lo que está enfermo según aparece en los dos hechos relatados. Y esta adhesión, único camino para la salvación de Israel, se presenta también hoy como único camino para la humanidad

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. CLARETIANOS 2003

El “sueño de Jacob” es el sueño de todo hombre religioso. En nuestra cultura secularizada soñamos con una escalinata que, apoyada firmemente en la tierra, pueda tocar el cielo. Soñamos con reconocer la voz de un Dios escondido en el laberinto de nuestras búsquedas: Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. Desearíamos poder hacer nuestras las palabras de Jacob: Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo ... entonces el Señor será mi Dios. Soñamos, en definitiva, con unir lo que nuestra cultura parece haber separado: el mundo de Dios y el mundo del hombre.

Este sueño ya se ha cumplido en Jesús. En su persona, Dios ha descendido por esa interminable escalinata que une el cielo con la tierra. Jesús es alguien que se deja tocar (por una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años) y que toca (a una niña que acababa de morir). Tocar a Jesús (aunque sólo sea un borde de su misterio) y dejarse tocar por él es el camino para participar del sueño de Dios.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-11. Lunes 7 de julio de 2003   Fermín
 
Gen 28, 10-22: El sueño de Jacob
Salmo responsorial: 90, 1-4.14-15
Mt 9, 18-26: Mi hija acaba de morir, pero ven y vivirá

En toda la unidad que sigue a continuación, Mateo sigue el relato de Marcos. Como es frecuente en Mc ha construido un relato en forma de “emparedado”, es decir, introduce un relato en medio de otro que, de ese modo, lo abarca. En este caso, comienza con el llamado del jefe de la sinagoga para curar a su hija, se introduce el relato de la mujer con hemorragias y concluye con el relato de la curación de la hija. Posiblemente, la referencia a los 12 años haya influido para esta atracción mutua. Omitiendo detalles de Mc (como los 12 años de la niña, o el nombre del padre), Mateo mantiene el “emparedado”, aunque el relato intermedio es sensiblemente abreviado. También omite la referencia a la multitud, por lo que no indica que la gente “oprime” a Jesús, y omite la pregunta de Jesús. Él, directamente se dirige a la mujer. En Mc, el flujo de sangre se detiene en cuanto la mujer toca el manto del Señor. Jesús nota que una fuerza ha salido de él. En Mt, la mujer sana por la palabra de Jesús. En el relato de la niña, Jesús no pronuncia palabra, ésta se “despertó” cuando Jesús le tomó de la mano.

La reducción que Mt obra en el relato que ha recibido de su fuente, permite descubrir un Jesús más soberano, con conocimiento sobrenatural, su presencia va marcando los tiempos. Podríamos decir que parece “menos mágico” que Mc. Jesús es el que “ve” (vv.21 y 22), la niña (a diferencia de su fuente Mc) está muerta desde el principio, con lo que el milagro cobra más fuerza (y también la fe del jefe, ciertamente). Omitiendo a los discípulos, la multitud, la gente y la familia de la muerta, Jesús -y sólo él- ocupa el centro de la escena.

Pero es característico de Mateo agrupar. En este caso tenemos dos capítulos (8 y 9) donde ha agrupado una serie de milagros. Lo característico de esto es la “palabra” (8,16; ver 8,8). Después de los tres primeros milagros encontramos un resumen donde se nos da el sentido de esto: Jesús no es un “hacedor de milagros” para espectáculo de los hombres, estos signos son “para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías: él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (8,17). Después de esto tenemos un pequeño bloque de dos relatos vocacionales (8,18-22). Luego tenemos un nuevo grupo de tres milagros y un nuevo relato vocacional, la de Mateo (9,9). La vocación de Mateo le da pie para una discusión en un banquete donde nuevamente señala un texto de la Escritura y destaca la novedad que viene a predicar. Tenemos luego un tercer bloque de tres milagros (o cuatro si separamos en dos el relato unido por el “emparedado”). La unidad termina con un resumen de la obra de Jesús (“proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia”; 9,36) y un nuevo llamado vocacional para colaborar en esta tarea. Pero de esto hablará en el próximo capítulo (10).

Como se ve, la unidad destaca que el Reino que Jesús predica tiene una fuerza interna que le permite enfrentar las fuerzas del anti-Reino: demonios, enfermedades, tempestad, la muerte. Y eso lo hace con la palabra (la misma que llama a Mateo y lo hace abandonar su pasado, o que llama a los demás).

Jesús se encuentra, probablemente, en una casa y se levanta para acceder al pedido del jefe. Su respuesta es práxica (y curiosamente nos dice que Jesús “lo seguía”, verbo usado con Jesús como objeto, y no como sujeto en el resto del Evangelio; cf. 2 Re 4,30 como relato semejante).

La mujer, con hemorragias (cf. Lev 15,19-33) es impura, y hace impura a quien ella toca (15,19b). Quizá por eso ella se acerca por detrás, con la intención de no ser vista. Pero a diferencia de eso, lo que se ha comunicado es “salvación”. La curación no fue un acto de magia, sino motivada por la fe de la mujer (ver Mt 8,10), y no fue causada por “tocar” sino por la “palabra” de Jesús. Este relato termina de un modo clásico (8,13; 15,28; 17,18) que Mt prefiere al “vete en paz”.

Al llegar a casa del jefe, Jesús observa los que tocan flautas. Esto es característico de los funerales judíos: “Se dijo que Josefo había muerto en la destrucción de la ciudad, noticia que afligió hondamente a los de Jerusalén. Los demás muertos fueron llorados por sus parientes o sus amigos; pero la muerte del general fue un duelo público. Unos lloraban a un huésped, otros a un pariente, a un amigo, o un hermano; pero todos derramaron lágrimas por Josefo. Durante treinta días, no cesaron las lágrimas y los lamentos; muchos se disputaban a los tocadores de flautas para acompañar los cánticos fúnebres” (Flavio Josefo, Guerra de los judíos III, 9,5; ver Ap 18,22). La gente puede estar conformada por las plañideras profesionales, los que se ocupan de la comida y los que van a consolar a los parientes de la difunta. Sin decirnos la edad, como dijimos, Mt corrige a Mc y donde decía “niña” precisa: “muchacha”.

La frase de que “duerme” ha servido a muchos para afirmar que la joven todavía no había muerto. Algunos piensan que la muerte fue introducida en una segunda etapa redaccional (es evidente que a medida que pasan los años la tradición muestra una clara tendencia a magnificar el poder de Jesús). De hecho, la idea de “dormir” -como sinónimo de muerte- es frecuente (ver Jn 11,11-14; Dn 12,2; Hch 7,60; 13,36; 1 Cor 7,39; 11,30; 15,6.18.51; Ef 5,14; etc.), y 11,5 indica que Jesús resucitó muertos. Ciertamente Mateo piensa que la niña estaba realmente muerta.

Es común que se busque la intimidad ante el milagro, especialmente frente a una resurrección (1 Re 17,19; 2 Re 4,4.33; Hch 9,40. Ante la burla, Jesús no quiere dar “perlas a los cerdos” (Mt 7,6). La palabra aramea que Mc conserva “talitá kum” podía entenderse de un modo mágico, y probablemente por eso Mt la omite. Al tomarla de la mano, la muchacha se “levantó”, término que suele usarse para levantarse de una cama o para levantarse de la muerte (= resucitar). Mateo termina el relato abruptamente evitando toda curiosidad, pero concluye indicando la difusión del hecho por toda la tierra (quizá entendiendo sólo Cafarnaum). Jesús sigue derramando salvación con su presencia y su palabra.

Reflexión:

La fama de Jesús se extiende, un hombre va a buscarlo por la muerte de su hija, una mujer se aproxima para tocarlo. Jesús no se desentiende de los dolores de la gente: lo conmueven, vino a cargar con nuestras debilidades y enfermedades. Por eso se dirige a la casa del jefe, y se preocupa por la mujer. Pero todo esto no es “magia”, no es una “fuerza que sale de adentro” del “sanador”, sino el encuentro entre el amor de uno y la fe de otro o de otra. Este encuentro de fe y amor viene provocado por la palabra que sale de la boca de Jesús, palabra capaz de obrar signos y de transformar corazones, capaz de calmar una tormenta y convertir un publicano, capaz de sanar un flujo de sangre y de llamar a su seguimiento.

También por nuestras vidas circula la “fama” de Jesús, pero corremos siempre el riesgo de verlo como algo distinto a lo que él mismo se quiere presentar. También en nuestras comunidades Jesús pronuncia su palabra, y con frecuencia la meditamos y la dejamos resonar en nuestros corazones, pero también con frecuencia la dejamos resonar como un eco que no modifica nuestra historia. Nuestros países de América Latina han escuchado la palabra de Jesús, su fama abarca desde México a Chile, desde la cordillera al Atlántico, pero las venas siguen abiertas, y el flujo de sangre no se ha detenido, el Continente parece muerto, o quizás dormido. Esa palabra que Jesús pronuncia es la palabra del Reino, palabra capaz de lo que parece imposible y es motivo de burlas. Quizá debamos reconocer -los cristianos de nuestro Continente- que muchas veces no hemos escuchado con fe la palabra de Jesús y no hemos dejado que se produzca ese encuentro de fe y amor que pondría de pié a los caídos, secaría el derrame de sangre y vida de los que desde hace siglos esperan que en ese encuentro todos y todas podamos sentarnos como hermanos y hermanas a la misma mesa de la vida.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-12. ACI DIGITAL 2003

18. Véase Lev. 18, 16: "No descubrirás la desnudez de la mujer de tu hermano; es la desnudez de tu hermano".

26. ¿Qué valía un juramento hecho contra Dios? Fue el respeto humano, raíz de tantos males, lo que determinó a Herodes a condescender con el capricho de una mujer desalmada. No teme a Dios, pero teme el juicio de algunos convidados ebrios como él. Cf. Mat. 14, 9 y nota: "A pesar de que se afligió el rey, en atención a su juramento, y a los convidados, ordenó que se le diese". Herodes no estaba obligado a cumplir un juramento tan contrario a la Ley divina y fruto del respeto humano. S. Agustín, imitando a San Pablo (I Cor. 4, 4 s.), decía: "Pensad de Agustín lo que os plazca; todo lo que deseo, todo lo que quiero y lo que busco, es que mi conciencia no me acuse ante Dios".


3-13.

Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«Tu fe te ha salvado»

Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a admirar dos magníficas manifestaciones de fe. Tan magníficas que merecieron conmover el corazón de Jesucristo y provocar —inmediatamente— su respuesta. ¡El Señor no se deja ganar en generosidad!
«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá» (Mt 9,18). Casi podríamos decir que con fe firme “obligamos” a Dios. A Él le gusta esta especie de obligación. El otro testimonio de fe del Evangelio de hoy también es impresionante: «Con sólo tocar su manto, me salvaré» (Mt 9,22).
Se podría afirmar que Dios, incluso, se deja “manipular” de buen grado por nuestra buena fe. Lo que no admite es que le tentemos por desconfianza. Éste fue el caso de Zacarías, quien pidió una prueba al arcángel Gabriel: «Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré?’» (Lc 1,18). El Arcángel no se arredró ni un pelo: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios (...). Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo» (Lc 1,19-20). Y así fue.

Es Él mismo quien quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe: «Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9). Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a sus hijos.

Pero es necesario manifestarle confiadamente nuestras peticiones; la confianza y connaturalidad con Dios requieren trato: para confiar en alguien le hemos de conocer; y para conocerle hay que tratarle. Así, «la fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la firmeza de la fe» (San Agustín). No olvidemos la alabanza que mereció Santa María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45).


3-14. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamricano


Oseas 2,14-16.18-26: La llevaré al desierto y le hablaré al corazón

Ubiquemos en primer lugar al Profeta y su mensaje. Poco se sabe del personaje Oseas, sólo que es hijo de Beerí, que actúa en el reino del Norte en la época de Jeroboán (s. VIII), se casó con una prostituta (hieródula?) llamada Gomer y tuvo tres hijos con nombres simbólicos: Yesrael = Dios siembra; lo’ruhama = no misericordia; y lo’ammi = no-mi pueblo.

El Señor le manda a Oseas que se case con una prostituta, o al menos una mujer iniciada en los ritos de prostitución cananeos (hieródula). Este matrimonio ha sido motivo de grandes discusiones por parte de los exégetas. ¿Se trata únicamente de una ficción literaria? ¿Fue realmente Gomer una prostituta o una mujer que fue infiel a su marido? ¿el matrimonio de Oseas y Gomer fue real? La mayoría de los exégetas aceptan esta última opción. Oseas vivió esa experiencia lo que hizo que su predicación fuera no solo de palabras sino con su vida.

El libro de Oseas es una obra que desafía al hombre. Quizá alguno podrá escandalizarse, porque los caminos de Dios no son los caminos de los hombres. Para comprenderlo hay que recorrelo no con una actitud intelectual sino con la mente abierta, con la disposición de escucha, sin prejuicios ni condicionamientos, habiendo vivido la experiencia del amor.

Lo que más impacta en la vida de Oseas es que a pesar de la infidelidad de Gomer, Oseas la siga amando y siempre esté dispuesto a perdonarla. Y esta experiencia de amor le sirvió para comprender el amor de Dios con su pueblo. Dios es el marido. Israel es la esposa que lo ha abanado para ir tras otros dioses, los baales cananeos y los de Asiria y Egipto. Por eso cuando habla del pecado de la idolatría, Oseas lo llama adulterio, prostitución, fornicación y cuando habla del amor de Dios lo concibe como el amor apasionado de un esposo, capaz de perdonarlo todo para volver a comenzar.

El capítulo segundo es todo un poema de amor, considerado como uno de los grandes poemas del Antiguo Testamento, “poema del amor mal pagado y vivo a pesar de todo” según Luis Alonso Schöckel. El Señor tiene tres posibilidades ante la conducta de la mujer: No permitirle que pueda irse con sus amantes y tenga que regresar a donde su marido (v 8-9); castigarla con dureza (v. 10-15); perdonarla y volver a empezar con un nuevo viaje de bodas, una nueva experiencia de intimidad (16-25).

Después de un juicio de divorcio cuando el marido proclama que “ella no es ya mi mujer” parece que todo hubiera terminado, pero el esposo sigue amándola, y no quiere abandonarla. Si ella no cambia, él si puede hacerlo. Quiere empezar de nuevo y dejar de reclamar para hacerse comprensivo y generoso, no vengarse del engaño sino reconquistar ese amor original. Y para eso no necesita intermediario, sino manifestar la fuerza del amor, el amor que espera el cambio, el amor que necesita del otro y que está dispuesto a entregarlo todo para recuperar a su amada. Por eso, dispuesto a seducirla una vez más, “la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”.

El desierto en la Biblia puede ser el lugar de la prueba o el lugar de encuentro con el Señor. Recordemos la travesía por el desiertoen el camino a la tierra prometida. Una relación especial se establece entre el pueblo de Israel y Yahveh, que los acompaña y guía con la nube y la columna de fuego. Es la experiencia de un Dios cercano, que les provee alimento (maná, codornices, agua), a la vez de un Dios exigente que cumple la alianza que ha pactado con el pueblo, y que al mismo tiempoexige del pueblo el cumplimiento del pacto.

Para Jeremías el desierto es el espacio del noviazgo antiguo (Jer 2,22); en el Cantar, los novios van solos al campo (7,12). Volver al desierto es revivir recuerdos, volver a los lugares del primer amor. Oseas conoce esa experiencia, se la lleva al desierto, y allí ellos dos solos pueden hablarse al corazón, en un tono convincente y tierno.

Iahveh se presenta como el seductor; en el Sinaí habló en tono fuerte, ahora con voz seductora.. El valle de Acor que evocaba para los israelitas un suceso desgraciado (Jos 7,24-26) es ahora una puerta de esperanza.

Empieza una nueva relación (v.18), se reconstruye la relación con el esposo, se prohíbe nombrar a los baales y en lugar de castigo habrá una alianza universal y nuevo matrimonio fundamentado en la justicia y el derecho, de afecto y de cariño (v.21), pero antes se ha restaurado la paz entre los animales y entre los hombres, porque el arco y la espada desaparecerán del país. Dios les permite la recuperación de los hijos abandonados y No-mi pueblo será mi pueblo, la fórmula de la alianza.

Oseas muestra las maneras cómo se realiza la salvación: la Alianza y un nuevo orden. Primero nos habla de un nuevo pacto, simbolizado un nuevo matrimonio entre Yahveh e Israel, pero este nuevo pacto tiene como consecuencia el alejamiento de los baales y la paz en Israel. El culto a Baal había roto el pacto, y la alianza no estaba completa porque no había diálogo. El nuevo pacto llegará a su plenitud con el conocimiento, es decir el amor, la intimidad.

El Dios de Oseas es un Dios amor, un amor no de palabras sino de acciones; un Dios tierno, que ama hasta el extremo y sabe perdonar. Un Dios fiel a la Alianza, un Dios AMOR.


Salmo 145: El Señor es bondadoso contodos; a todas sus obras alcanza su ternura

Este salmo es un himno de alabanza y de acción de gracias construido en forma alfabética, es decir que cada versículo empieza con las letras del alefato hebreo, detalle que se pierde en las traducciones.

El salmo recoge ideas de otros salmos y en él se alternan alabanzas a Dios en tercera persona con invocaciones en segunda persona (cfr v.1 y v. 21). Se alaban las obras de Dios, las hazañas portentosas, y los atributos de Dios como su bondad, la ternura y su fidelidad.

Es importante tener en cuenta la expresión: bendeciré tu nombre por siempre jamás (v. 1b). Para Israel y los pueblos semitas, el nombre no era sólo la designación de la persona, sino que estaba totalmente ligado con su existencia: es la persona misma. El nombre es presencia y acción del ser que se nombra. Llamar a alguien por el nombre es hacer actual su presen­cia, hacerla operante. Bendecir el nombre es bendecir a la persona misma, alabar y agradecer sus obras, característica de los himnos de alabanza.

El salmista concluye el salmo con una invitación a la alabanza que se extiende a todos los vivientes.


Mt 9,18-26: Curación de la hemorroisa y Resurrección de la Hija de un personaje

Estos relatos está también en el evangelio de Marcos, pero Mateo hace unas alteraciones de acuerdo con sus intereses teológicos. Mateo coloca la historia en diferentes lugares y en diferente orden. Mateo transforma al jefe de la sinagoga en un administrador civil, y omite el nombre (Jairo). Este es un caso más grave que el del criado del centurión (8,5-13) porque la niña acaba de morir. Mateo no hubiera permitido un milagro para un líder judío en este caso Jesús hubiera estado ritualmente impuro por el contacto con la mujer enferma.

En el camino, sale a su encuentro una mujer que padece flujo de sangre, lo que la hace impura. La ley prohibía tocar a cualquier persona porque la hacía impura. Doce años hacía que estaba enferma, una alusión simbólica a las doce tribus de Israel; la mujer enferma representa al pueblo cuya única solución sería renunciar a la ley que le impide el contacto con Jesús.

La fe de la mujer es semejante a la del jefe. Ambos tienen certeza de que el Señor puede obrar un favor. En ambos casos Israel ve que su salvación está en Jesús. Jesús se dirige a la mujer y la llama hija. Tu fe te ha salvado/curado. En Marcos la curación se obra por el contacto de la mujer con la orla del vestido de Jesús; Mateo enfatiza la autoridad de Jesús y la fe de la mujer.

Jesús también domina la escena en la casa del personaje. El funeral estaba ya casi listo, en la ausencia del padre. Jesús despide a la gente con la afirmación de que la niña no está muerta sino solo dormida. Todos se reían de Jesús. Estar dormida o muerta podían ser dos expresiones del mismo fenómeno, pero Jesús pensaba en la verdadera resurrección, cuando al final de los tiempo resucitaría. Pero ante todo, la muchacha, figura de Israel seguía dependiendo del padre (hija); Jesús reconoce que el Padre no la ha podido mantener con vida; muchacha, ya independiente del padre, una nueva condición en la que ella puede decidir si vuelve a la vida por el contacto con Jesús.

Israel requiere de una nueva manera de vivir en contacto con el Señor, renunciando a la ley en el caso de la mujer enferma de flujo de sangre. La muchacha está en capacidad de desposarse. Está destinada a Jesús el esposo que le ofrece su alianza.


3-15.

La resurrección de una niña

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión:

Jesucristo está siempre disponible para el hombre o la mujer atribulada. Para Él todos somos importantes, no importa que seas magistrado o ama de casa. Él siempre nos espera y nos acoge con dulzura y atención, pero nos pide que tengamos fe en su persona. Y ésta es la actitud con la que estos dos personajes del Evangelio se acercan al Señor para pedirle una gracia, para esperar un consuelo, a pesar de las condiciones tan adversas que se les presentaban: la muerte de una hija y una enfermedad de toda la vida.

Lo que maravilla es la seguridad de pedir al Señor cosas que parecen imposibles, teniendo la certeza de que son escuchadas y apostando por un feliz desenlace. Y es que con Jesucristo siempre hay recursos, no se acaban las opciones. Ni siquiera la muerte puede rasgar la esperanza que nace de la fe, porque Dios ha vencido a la muerte y es garante de nuestra esperanza. Por eso el magistrado no se detiene ante la muerte de su hija y acude al Señor, con la certeza de que imponiéndole las manos vivirá.

Y llegamos así al punto clave de este texto evangélico: la vida. Todos deseamos una vida libre de enfermedades, de dolencias, de angustias y de muerte. La mujer enferma de flujo de sangre después de ser curada se “salvó” --dice el Evangelio-- y ¿qué es salvarse sino preservarse de la muerte, de la enfermedad, de las debilidades propias de nuestra condición humana para vivir una vida donde nada de esto suceda?

Por ello, quien busca a Jesús busca realmente “salvar su vida y la de los demás” dándole un sentido a su existencia que le salve de la muerte y que le dé fuerzas en la enfermedad.

Por eso, nuestro deber diario está en dar ese sentido a nuestra vida y vivir para dar sentido a la vida de los demás. ¡Cuántas personas solas hay a nuestro alrededor porque nadie tiene una palabra de cariño para ellas!

Como consecuencia de esto, hay que tocar a Jesucristo en la orla de su manto y llevarlo a aquellas personas que yacen ya como cadáveres ambulantes sin haber muerto. Él es la Vida. Y se les puede llevar la Vida muy fácilmente: con un buen testimonio, con la caridad, con un sacrificio, pidiendo por ellos en la oración, llevándolos con un sacerdote, invitándolos a los sacramentos, etc. Hay mil formas de llevar a Jesucristo a los demás. Éste es el verdadero tesoro que permanece para siempre, pues todo lo que hagamos por ellos es tiempo bien invertido, máxime si les estamos llevando la Vida.

Ojalá que nunca nos pase aquello de lamentar la muerte de alguien conocido porque dejamos de hacerle un bien que podríamos haberle hecho. Qué pena tener que decir ante un féretro: si no te hubieras ido yo podría haberte llevado la Vida…


3-16.

Reflexión

La carta a los Hebreos dice: “Jesucristo es el mismo de ayer, de hoy y por siempre”. Sin embargo nuestro mundo tecnificado y lleno de agitación y de autosuficiencia nos ha llevado a crear una imagen reducida del Señor. El evangelio de hoy, con dos pasajes en los cuales Jesús, por medio de dos grande milagros nos muestra no solo su poder sino su identidad como Hijo de Dios, como verdadero Dios, debía llevarnos de nuevo a reflexionar en la imagen que tenemos sobre él. Muchas veces pensamos que trabajamos solos, que debemos resolver todos nuestros problemas solos, que debemos recurrir a Jesús solo cuando las cosas han llegado a tal grado que no podemos más (enfermedad, crisis económica, etc.). Sin embargo la verdad es que Jesús nos acompaña con su poder y su amor a lo largo de todo nuestro día. El es capaz de cambiar el rumbo de nuestra actividad y de toda nuestra vida…es Dios, es el Emmanuel, el “Dios con nosotros”. El elemento común en estos dos episodios es la fe: Tanto el Jefe de la Sinagoga como la mujer con el flujo de sangre, fueron capaces de reconocer en Jesús, al verdadero Dios, al Dios que cambia la historia y la lleva a la plenitud. Dejemos que Jesús tome el control de nuestra vida cotidiana; nos SORPRENDEREMOS de ver su poder obrando en nosotros todos los días.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

¿Nunca os ha sorprendido la actitud de Jesús con las mujeres? Sobre todo cuando nos dicen que en su tiempo estaban completamente subordinadas a los varones –al padre hasta los 12 años y, a partir de entonces, al marido- y que su palabra no tenía valor en los actos públicos. Hoy tenemos dos ejemplos de mujeres que no cuentan: la que se le acerca en silencio por detrás y la niña que estaba postrada.

Y aparece Jesús y no discrimina: “El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana...” (Mateo 12,50) [¡A ver si fue Él quien inventó ese lenguaje inclusivo que a algunos tanto molesta!]. Y no sólo no las discrimina, sino que las coge de la mano, las cura, las pone en pie... Al mismo Jesús “lo acompañaban los Doce y algunas mujeres” (Lucas 8, 1-2) que, por cierto, son las que permanecen fieles hasta la cruz y las primeras en dar testimonio de la Resurrección.

Lo que nos cuentan los evangelios sobre la actitud de Jesús hacia las mujeres lo resume Pablo así de bien: “No hay ya judío o griego, esclavo o libre, varón o mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3, 28). Por encima de lo que nos distingue –incluso el ser de derechas o de izquierdas, del Barça o del Madrid...- hay algo más grande que nos une y que hace inaceptable que las diferencias se conviertan en desigualdad y subordinación: Cristo nos mira a tod@s con la misma dignidad. Quizá porque es Hijo del Padre que quiere vincularse a su pueblo “en derecho y justicia, en misericordia y compasión... en fidelidad”.

Por condicionamientos sociológicos o culturales hemos tardado en darnos cuenta. Pero una vez que lo sabemos, es hora de seguir sacando las consecuencias. En la sociedad, en la Iglesia y en el mundo. Por fidelidad al Maestro.

Vuestro hermano en la fe:

Luis Manuel Suárez, claretiano (luismacmf@yahoo.es)
 


3-18.DOMINICOS 2004

Yo le hablaré de amor al corazón

Siglo VIII antes de Cristo. Tierra prometida y santa. El reino del Norte, Israel, pasa por un momento de prosperidad económica; pero es infiel al Señor religiosa y moralmente. En los templos de Betel y de Dan, dedicados al culto de Yhavé, se han instalado también otras divinidades, extrañas al Pueblo elegido, y a esas divinidades se les concede que presidan la vida en los campos, dando mucha importancia a los ritos que simbolizan y promueven la fertilidad.

En un primer momento, los nuevos y falsos dioses se complacen en fomentar la fertilidad de los campos, de los animales y de los hombres, y, después, su acción se prolonga a la fertilidad humana, llegando incluso a sacralizar la prostitución masculina y femenina. Este contexto es el que se esconde en el trasfondo de las relaciones amorosas de Oseas y Gomer.

En su parte positiva, el texto seleccionado en la liturgia viene a decirnos: así como los amantes se aman apasionadamente, así también, aunque en otro nivel de virtud y tensión, apasionado es el amor que Dios tiene a su pueblo; lo lleva en el corazón y le habla en el desierto, como hacen los enamorados.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura del profeta Oseas 2, 14-16, 19-20:
“Esto dice el Señor: Yo cortejaré a Israel, me lo llevaré al desierto, le hablaré al corazón; y él me responderá allí como en los días de su juventud, como el día que lo saqué de Egipto.

Aquel día me llamará “Esposo mío”, no me llamará “Ídolo mío”. Yo me casaré contigo en matrimonio perpetuo {que es la Alianza}; me casaré contigo en derecho y justicia; me casaré contigo en fidelidad...”

Evangelio según san Mateo 9, 18-26:
“Un día, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje, se arrodilló ante él y le dijo: mi hija acaba de morir; ven, ponle tu mano en la cabeza, y vivirá.

Jesús y sus discípulos, acogiéndolo, se fueron con él.

Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el manto, pensando que, con solo tocarle se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: ánimo, hija, tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la mujer...”


Reflexión para este día
Nuestro tema de reflexión hoy debe ser el amor.
No amor de prostituta sino de mujer fiel, de corazón noble. El amor es una de las palabras imprescindibles en el lenguaje universal. Es lenguaje de todo ser consciente, dependiente, vinculado a los demás y necesitado de ellos. Pero hemos de recordar que, siendo uno el amor, cada cual lo utiliza –en el lenguaje y en sus vivencias- según le apetece a su espíritu y según lo requieren sus intereses. ¡Qué escaso es el amor puro, desinteresado, magnánimo!

Si comparamos, por ejemplo, el lenguaje de Jesús, y su cercanía a la vida sencilla, con el lenguaje de Oseas, cargado de simbolismos afectivos-sexuales, nos vemos proyectados a dos mundos distintos. Dime cómo eres y te diré cómo amas.

¿Qué hemos de hacer? Elegir y cultivar principal o exclusivamente el amor profundo, desinteresado, limpio. Ese amor es el que debe mantenerse en la entraña del ser pensante, afectivo, libre, voluntario, necesitado del otro y abierto al otro.

El mismo texto evangélico de hoy, que narra la confianza y fe de la mujer hemorroisa, está impregnado de ese amor: amor de una pobre que busca al Amado, y amor del Amado que le responde, al decirle: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado.


3-19.


3-20.