MIÉRCOLES DE LA SEMANA 11ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 2Co 9, 6-11

1-1.

-Recordad el proverbio: «el que siembra poco, cosechará poco». «El que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia.»

La caridad es como una siembra. El gesto humano se amplifica y se convierte en una cosecha. Pero al sembrar se corre un riesgo: no se sabe cómo será la cosecha, ni siquiera se sabe si se cosechará. Ayúdanos, Señor, a dar así, con largueza, sin cálculo, sin provecho.

-Cada cual dé según haya decidido en su corazón, no de mala gana ni forzado.

Cristo solamente quiere «voluntarios».

Reflexiono sobre todas mis obligaciones... ¿Las cumplo a la fuerza? o bien ¿las he «decidido» en mi corazón, de buena gana?

-Porque Dios ama al que da con alegría.

Decididamente la «alegría» es uno de los temas de esta carta; y se repite en cada página de san Pablo. ¡Me examino respecto a ese deber de estar alegre! ¿Cómo es mi vida? ¿Permanezco habitualmente gruñón, encerrado en mí mismo, taciturno, de mal humor, pesimista, amargado, agobiado...? ¿Cómo me esfuerzo en estar alegre, feliz, abierto, optimista, animando a los demás y a mí mismo? Oh, Dios, Tú a quien agrada la alegría, que amas al que da con alegría, ayúdanos a hacer de nuestras vidas una «acción de gracias» -en griego, una eucaristía-.

-Poderoso es Dios para colmaros de toda gracia.

Repíteme esta frase, Señor... «Poderoso soy para...» Te la repito a mi vez... «Poderoso eres, Señor, para...»

¡Cuánto necesito oír esta Palabra! Gracias. La medito. La creo. Me impregno de ella. Tú no escatimas, Señor, Tú das superabundantemente.

-A fin de que teniendo en todo y siempre todo lo necesario...

¡Qué redundancia, qué certidumbre! Siempre, todo, en todo.

-Tengáis aún sobrante para toda obra buena.

El argumento es el siguiente: no temáis dar, porque Dios os ha colmado suficientemente para que, a la vez, colméis a los demás. La colecta material, organizada por Pablo en beneficio de los pobres de Jerusalén, resulta así expresión de la abundancia espiritual que Dios prodiga. El donante es como un ministro de la bondad de Dios. Dios nos ha dado sin calcular: el que quiera ser hijo suyo debe imitarle.

-Dios os enriquece en todo, para que seáis generosos, y esta simplicidad provocará por nuestro medio acciones de gracias a Dios.

Así la limosna, el don es el medio por el cual el cristiano da gracias a Dios por todo lo que ha recibido para sí y le glorifica por su bondad.

Evoco «todo lo que he recibido de Ti», Señor... ¿Cómo te daré gracias? Siendo «generoso», empleándolo con simplicidad.

Para san Pablo no basta con que sus cristianos den dinero y sean generosos, es preciso que den «un sentido profundo» a su gesto: un gesto «signo» de Dios... un gesto que «suba» hacia Dios...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 132 s.


1-2. /2Co/09/01-15

Es difícil creer que este capítulo ocupe ahora su lugar original. Es cierto que el objetivo del Apóstol continúa siendo el de estimular la generosidad de los corintios, pero el optimismo y confianza del capítulo anterior dejan paso ahora a un cierto miedo de que la colecta no alcance las expectativas puestas en aquella comunidad. Si en el texto precedente Pablo ponía las comunidades de Macedonia como ejemplo para los corintios, en éste dice que ha hecho elogios de ellos ante los macedonios (v 2); mientras que en el primer texto parece que el éxito de la colecta es indudable, en el segundo se quieren alejar situaciones vergonzosas de mezquindad (4-5); si en el primer texto parece que la iniciativa la tuvieron los cristianos de Corinto en el segundo resulta ser que los macedonios podrían encontrarles todavía impreparados (4).

En todo caso, ambos textos nos hablan de un tiempo amplio entre la organización inicial de la colecta y su realización. Tal vez eso ayudaría a explicar o bien la existencia de dos escritos de san Pablo, recopilados luego en esta carta, o bien justificaría el contraste de actitudes hacia la comunidad de Corinto al ver que todo se iba retrasando.

Teológicamente, la perícopa de hoy acentúa dos ideas fundamentales: Dios recompensa siempre la generosidad del hombre que da de buen grado. Este es un concepto clásico del AT y que estimula al hombre a actuar de manera que se haga acreedor de las bendiciones de Dios. Los valores espirituales que vienen de él sobrepasan los bienes materiales que el hombre se procura. El pensamiento de Pablo en este punto está empapado de referencias bíblicas.

La otra idea subrayada es la de los efectos que produce en los beneficiarios una auténtica comunidad de bienes. San Pablo piensa en una cierta nivelación de las riquezas (8,13); más realísticamente, desea poder, tal vez, afrontar la situación deficitaria de una parte del pueblo de Dios (12). Pero, fundamentalmente, intenta suscitar una actitud básica en el hombre que descubre el evangelio por un gesto del hermano: la acción de gracias a Dios. Quizá, también, todo agradecimiento entre los hombres tiene la posibilidad de llegar a ser alabanza a Dios.

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 249 s.


2.- 2R 1, 6-14

2-1.

El relato lleno de imágenes y de símbolos que hoy leeremos, nos cuenta:

--la desaparición de Elías, su "ascensión" al cielo...

--la transmisión de su poder profético a su discípulo, Eliseo...

-He ahí lo que sucedió cuando el Señor arrebató a Elías al cielo...

En la tradición judía, este relato, con todo lo que tiene de «maravilloso» había adquirido mucha importancia. En tiempos de Jesús, la creencia popular esperaba el retorno de Elías que debía preceder al Mesías. Así la gente preguntaba a Juan Bautista: «¿Eres tú Elías?» (Juan 1, 21). De otra parte es lo que el ángel había dicho a Zacarías anunciando el nacimiento de Juan Bautista: «Estará con él el espíritu y el poder de Elías» (Lucas 1 17). Y Jesús dirá un día: «Si queréis admitirlo, él es Elías el que iba a venir.» (Mateo 11, 14)

La comparación de esos diversos textos señala:

1º que no hay que tomar literalmente esos textos: Juan Bautista «es» y «no es» Elías,

2º Sino que hay que saber interpretarlos como un lenguaje espiritual: es verdad la transmisión de una tradición profética y que Juan Bautista fue el último de los profetas anteriores a Jesucristo «que es mucho más que un profeta».

-Dijo Eliseo a Elías: «Que tenga yo doble parte de tu espíritu.»

Conocemos mejor ahora el espíritu de Elías: es el hombre a la escucha de Dios, enviado en misión cerca de otros hombres para restablecer la Alianza entre Dios y los hombres.

Todo un linaje de "profetas" asumieron ese papel en la historia: Elías, Eliseo, Amós, Oseas, Isaías, Jeremías, Juan Bautista... y ¡tantos otros! Concédenos, Señor, este mismo «espíritu», ¡tu Espíritu! Haz de nosotros hombres espirituales, transfigurados desde el interior, hombres que tienen «un manantial en ellos», hombres de los que mana «el agua viva». «Hablaba del Espíritu que debían recibir los que creerían en él.»

-...cuando un carro de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ambos...

La desaparición de Elías tuvo lugar en circunstancias misteriosas que fueron embellecidas por sus discípulos, como la vida de san Francisco de Asís ha sido adornada en las "fioretti". Un profeta de alma de fuego, como Elías, no podía desaparecer más que en el «fuego», símbolo de Dios: ha sido asumido por Dios... Elías está «en Dios». La Iglesia de oriente le festeja: «San Elías, ruega por nosotros».

Elías permanece vivo.

En la mañana de la Transfiguración, Pedro, Santiago y Juan, han visto a Jesús hablando con Moisés y Elías (Mateo 17). A través de esas páginas concretas está la afirmación de nuestra fe en el más allá, en la supervivencia. Incluso, aunque no podemos imaginar los detalles, sabemos que la muerte no es el punto final. Ruego a Moisés, a Elías, a los santos... Pienso en los innumerables «vivientes» que están en Dios... los de mi familia.

-Eliseo tomó el manto de Elías...

Si Elías no ha muerto, si vive en el cielo en Dios... es verdad también que continuará viviendo aquí abajo, en sus sucesores, sus discípulos, los que prosiguen su misión. El «manto de Elías», símbolo de su papel de profeta, pasa a los hombros de Eliseo.

Arriesgar la vida, por Dios.

¿Quién recogerá hoy el «manto de Elías»?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 132 s.


3.- Mt 6, 1-06.16-18

3-1.

Ver MIÉRCOLES DE CENIZA


3-2.

-Si queréis ser justos, evitad el hacer vuestras obras de piedad delante de la gente para llamar la atención; si no, os quedáis sin paga de vuestro Padre del cielo.

Un principio esencial. Una fuente de paz infinita. Que vuestra vida sea "en la interioridad"

No busquéis el elogio, ni la aprobación, ni la recompensa...

No temáis la reprobación, ni el olvido, ni la ingratitud.

Vivir con Dios, para El... ante El... en su presencia. ¡Atención! No se trata con ello de encerrarse en sí mismo, en una especie de satisfacción orgullosa e íntima: "Yo tengo razón... Dios piensa como yo... Ios otros pueden pensar como quieran..." Esto sería la caricatura del pensamiento de Jesús. El objetivo de Jesús es el desprendimiento completo de sí: es un dejarse juzgar por Dios, dejarse interrogar por El, dejarse impugnar por Dios.

Es una exigencia mucho más fuerte y más radical que la de los hombres: ¡agradar a Dios exige un desprendimiento de sí infinitamente mayor que el de agradar a los hombres! Pero esta exigencia es apaciguadora porque procede del interior... no busca vanidad ni ventajas humanas.

-Cuando des limosna, cuando reces, cuando ayunes... no lo anuncies, no hagas de ello un espectáculo como los que buscan que la gente los alabe.

Cuidado: guardaos de practicar vuestra religión para llamar la atención de los demás.

Los más hermosos gestos de la verdadera religión -la limosna, la oración, el ayuno- pueden, por desgracia, ser desviados de su sentido: resulta entonces una búsqueda de sí mismo... La hipocresía religiosa es la peor de todas pues falsea una de las mayores virtudes y aparta de Dios a los hombres sencillos.

¡Señor, que ninguna de mis obras de caridad, que ninguno de mis gestos de práctica religiosa alejen a los hombres de ti!

-Cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha... Cuando quieras rezar, entra en tu cuarto y echa la llave... Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara...

Jesús recomienda el máximo "secreto".

Que tu caridad sea invisible, que también lo sea tu oración, que tus sacrificios no aparezcan... que nadie pueda notarlos, salvo Dios.

Los fariseos del tiempo de Jesús eran gentes sin duda admirables por sus regularidades y fidelidades... Jesús no les reprocha "lo que hacen bien", sino su "manera de hacerlo" para dar lecciones a los demás. En este sentido hay siempre fariseos... e incluso hay un fariseo en cada uno de nosotros... ¡que le gusta ponerse en primera fila! Aquí también, hay que procurar poner en práctica los consejos de Jesús: hacer gestos de caridad verdadera que nadie nos renocerá y que uno mismo procurará olvidar... rezar en un lugar retirado, en el que nadie podrá ser testigo del tiempo que pasamos en oración... renunciar a las ventajas, sacrificar algunas cosillas, a las que tenemos derecho, sin que nadie pueda darse cuenta ni adivinarlo.

-Y tu Padre que ve lo escondido, te recompensará.

Me agrada esta definición tan simple de Dios: "El que ve lo escondido, lo invisible"... Es una noción de Dios muy popular. Mucha gente sencilla tiene esta idea de Dios. Esta noción es a veces desviada de su verdadero sentido, cuando se toma en su sentido negativo, cuando decimos: "Cuidado, Dios te ve incluso cuando te escondes"... Dios es "el coco", ¡el que asusta a los niños pequeños! Notemos que Jesús emplea esta noción en un sentido positivo: no es ante todo un Dios que castiga las tonterías escondidas, es un Dios que sabe ver y recompensar todo lo que está escondido, todo lo que ¡los hombres no saben ver!

¡Maravilloso Dios! ¡Maravilloso Padre! ¡Dios atento a todo! ¡Padre lleno de bondad y delicadeza! Padre que no olvida nada de todo lo bueno que podemos hacer... sobre todo si nos olvidamos de nosotros mismos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 24 s.


3-3.

1. (Año I) 2 Corintios 9, 6-11

a) Sigue Pablo hablando del tema de la colecta para la comunidad de Jerusalén. Ofrece más argumentos para que los cristianos de Corinto sean generosos en su donación:

- en el campo, la cosecha depende también de lo generosa que haya sido la siembra:

- Dios nos ha colmado de toda clase de favores: es lógico que nosotros seamos generosos con los demás;

- Dios nos premiará y no se dejará ganar en generosidad;

- pero hay que dar con buena cara, «no a disgusto ni por compromiso»: «al que da de buena gana lo ama Dios».

b) Ojalá fuera un retrato aplicable a nosotros lo que dice el salmo de hoy, que también ha recordado Pablo a los corintios: «dichoso quien teme al Señor... reparte limosna a los pobres, su caridad es constante, sin falta...».

No se trata sólo de dar limosna a los pobres de cerca o a los de lejos. También tenemos que mostrar amabilidad con las personas que conviven con nosotros, y ayudarles en lo económico o en lo cultural o en lo espiritual. No es limosna: es la donación de nuestro tiempo, de nuestro interés, de nosotros mismos. No vaya a ser que protestemos de las injusticias que suceden en Yugoslavia, Albania o África, y luego pongamos mala cara al que vive con nosotros y no le ayudemos en lo que necesita.

También en el seno de una familia o de una comunidad, se tendría que poder decir que «en las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo». En un mundo que camina entre tinieblas, si somos caritativos, si mostramos interés por los demás y ayudamos al que está en necesidad (a un enfermo, por ejemplo), ya habrá un poco más de luz. Y, además, «por medio nuestro, se dará gracias a Dios», o sea, seremos ocasión para que otros experimenten la cercanía de Dios y le alaben.

Estamos en un momento en que va creciendo toda clase de voluntariados en nuestra sociedad: personas que dedican parte de su tiempo a ayudar gratuitamente a los demás. Los cristianos debemos practicar, todavía con mayor motivación, esta comunicación de bienes dentro y fuera de la Iglesia.

Hagamos caso de la urgente invitación de Pablo a los Corintios: el que tiene, dé al que no tiene. Y dé de buena gana.

1. (Año II) 2 Reyes 2,1.6-14

a) Acaba el «ciclo de Elías» y empieza el de Eliseo. Dios se lleva a Elías en un torbellino, en un carro de fuego, con una muerte misteriosa como la de Henoc, otra persona buena que había caminado según Dios (cf. Gn 5,24). Luego se formó la creencia popular de que Elías volvería a preparar el camino del Mesías.

Pero la lectura de hoy nos quiere asegurar que Eliseo es el sucesor legitimo de Elías.

Con una serie de gestos simbólicos -el río Jordán con su recuerdo de Josué y el pueblo que entran en la tierra prometida, el manto sobre el agua, el «ver o no ver» al profeta en su despedida, el carro de fuego-, Eliseo queda consagrado como profeta de Dios, entre los discípulos que Elías había formado como el grupo de los fieles a la alianza de Dios, que no adoraban a Baal.

¿Se puede pedir lo que pide Eliseo? Los «dos tercios de su espíritu» es la porción que toca al primogénito, el doble que a los demás hijos. Pero ¿no es el profetismo un don gratuito de Dios, carisma muy personal? En efecto, Elías no se lo puede conceder, sino que deja la decisión a Dios. La escena de hoy, con el milagro repetido del manto sobre las aguas, demuestra que Dios transfiere a Eliseo el carisma profético de Elías.

b) ¿Quién es hoy Elías y quién, Eliseo?

En tiempos de Cristo seguía la creencia de la vuelta del gran profeta. A Juan el Bautista la gente le pregunta: «¿eres tú Elías?». Jesús dijo que Elías ya había venido y que era precisamente Juan. El sentido de esta identificación se ve en las palabras que el ángel había dirigido a Zacarías, el padre del Bautista: «tu hijo, a quien pondrás por nombre Juan... irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1,17). Luego, en la escena de la transfiguración, aparecerá Elías juntamente con Moisés -los profetas y la ley del AT- acompañando a Jesús. En Jesús se cumplen todas las figuras y promesas del AT.

Pero luego habría otra «transferencia» más importante todavía. Como Moisés le traspasó a Josué su carisma con el encargo de guiar al pueblo, y como Elías hizo lo propio con Eliseo, así Jesús, antes de la Ascensión, transmitió a la Iglesia su Espíritu, con la misión de evangelizar y guiar a toda la humanidad al Reino.

Ahí estamos nosotros, como profetas de Jesús y de su Buena Noticia en el mundo de hoy. Ojalá, con la plenitud de su Espíritu y la misma fidelidad y entusiasmo que había mostrado Eliseo con respecto a Elías, para que podamos ayudar a este mundo a liberarse de Baal y seguir a Cristo Jesús, el auténtico Salvador de todos.

2. Mateo 6,1-ó.16-18

a) Jesús exige a los suyos autenticidad. Que no practiquen el bien «delante de los hombres para ser vistos por ellos», sino por la recompensa que nos viene de Dios, que es quien nos ve y conoce nuestros méritos e intenciones.

Esto lo concreta en tres direcciones que abarcan toda nuestra vida: en relación con Dios (la oración), en relación con los demás (la caridad) y en relación a nosotros mismos (el ayuno).

En los tres aspectos es igual la dinámica:

- cuando hacemos limosna, no lo debemos hacer para que todos se enteren: Dios nos ve y nos premiará;

- cuando rezamos, no es para que todos se den cuenta de lo piadosos que somos, sino para tener un encuentro con Dios;

- cuando ayunamos, no buscamos el aplauso y la admiración de los demás, sino que lo hacemos por amor a Dios.

Cada vez, Jesús pone unas comparaciones que pueden parecer paradójicas si se toman al pie de la letra, pero que indican muy bien su invitación a una autenticidad interior:

- cuando hacemos limosna, «que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha»,

- cuando oramos, «entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre»,

- cuando ayunamos, «perfúmate la cabeza y lávate la cara».

b) Es un programa muy serio de vida cristiana. Este evangelio lo leemos también al inicio de la Cuaresma, el miércoles de ceniza. Nos indica el estilo de nuestro seguimiento de Jesús. No se trata de no hacer limosna ni oración comunitaria ni ayuno. Sino de no buscar, en todo ello, las apariencias y la ostentación.

Si actuamos así, no buscando por hipocresía el aplauso de los demás (como los fariseos), sino tratando de agradar a Dios con sencillez y humildad, lo tendremos todo: Dios nos premiará, los demás nos apreciarán porque no nos damos importancia y nosotros mismos gozaremos de mayor armonía y paz interior.

Lo que cuenta en nuestra vida no es la opinión que los demás puedan tener de nosotros, sino lo que piensa Dios, que nos ve por dentro. Se repite para nosotros la afirmación de Jesús: «y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

«Al que da de buena gana lo ama Dios» (1ª lectura I)

«Reparte limosna a los pobres, su caridad es constante, sin falta» (salmo I)

«Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor» (salmo II)

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 44-47


3-4.

Primera lectura : 2 de Reyes 2, 1.6-14 Los separó un carro de fuego, y Elías subió al cielo.

Salmo responsorial : 30, 20.21.24 Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.

Evangelio : Mateo 6, 1-6.16-18 Tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.

Entre las mediaciones que utilizaba la Ley judía para obtener gracia y perdón de los pecados estaban la limosna, las plegarias y el ayuno. Estas mediaciones habían sido convertidas por el legalismo en elementos de vanidad y ostentación. Con ello habían perdido su verdadero sentido, que era el de ser simples mediaciones para que el perdón y el amor de Dios acontecieran y así quedaran perdonados los pecados. Pero, ¿cómo puede ser mediación de gracia algo que se hace por vanidad? ¿Cómo va a recompensar Dios lo que se hace esperando la paga de la alabanza, si ya esta alabanza se convierte en la recompensa esperada?

Una vez más, la esencia de la gracia se nos hace manifiesta: el amor gratuito de Dios no puede manifestarse cuando el hombre ha llenado su interior de interés, de vanidad y de autoalabanza. Jesús no anula las mediaciones. Sabe que el ser humano las necesita, porque a través de ellas compromete su espíritu y su corporalidad, que deben ir siempre unidos. Lo que Jesús pretendía era purificar las mediaciones a través de las cuales se institucionalizaba la religión, para que ésta fuera una verdadera religión de salvación.

Las mediaciones religiosas (limosna, oración, ayuno, etc.) reciben su valor del contenido liberador que tengan. Por eso la oración salva cuando somete nuestro ser a una confrontación crítica de transformación y a una comunión contemplativa con la divinidad. La limosna salva cuando destruye nuestro egoísmo y considera que el necesitado tiene derecho a nuestros bienes, por ser hermano nuestro. Y el ayuno salva cuando tiene la intención de que nuestra carne participe del vuelo del espíritu y sus tendencias atrapadoras se conviertan en fuentes de mayor donación.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

2 Cor 9, 6-11: Dios ama al que da con alegría

Sal 111, 1-4.9

Mt 6, 1-6.16-18: Tu Padre te premiará

En este texto Mateo nos presenta las diferencias que deben darse entre los discípulos de Jesús y los fariseos, tomando como tema central tres prácticas que para los fariseos eran fundamentales para agradar a Dios: la limosna, la oración y el ayuno.

Jesús enuncia, ante todo, un principio general: "Eviten hacer el bien delante de la gente para que los vean; de lo contrario, el Padre que está en los cielos no les dará ningún premio". Esta frase es central para entender todo lo que sigue. Jesús no está en contra de las obras de piedad; al contrario, quiere que sus discípulos las practiquen. Con lo que no está de acuerdo Jesús es con el modelo como las llevan a cabo los fariseos: "delante de la gente, para llamar la atención", para tener buen reconocimiento ante los demás. Una vez enunciado este principio, Jesús lo aplica a los tres casos: limosna, oración y ayuno. Mateo usa un esquema fijo para las tres situaciones y en los tres ejemplos contrapone dos posturas: la del hipócrita, que busca publicidad y obtiene su recompensa de los hombres; la del cristiano, que procura pasar desapercibido y obtiene su recompensa de Dios.

La limosna (6, 1-4). Practicar la justicia es el término técnico para designar la limosna, la cual se daba a los pobres conforme al criterio de cada persona porque no había una forma organizada de asistencia social. Por eso se insistía tanto en las obras benéficas. De este modo se llegó a abusar de la práctica de la limosna instrumentalizándola para favorecer la propia imagen pública. Mateo califica de hipócritas tales acciones, reprocha a los que dan limosna solo por apariencia y no por amor al prójimo o por Dios, sino por amor a sí mismos. Ellos ya han recibido su paga... con el honor que se les tributa. Frente a esta actitud el texto plantea la posición contraria: la mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha. La imagen significa que nadie, ni siquiera el familiar más cercano, necesita saber de tu limosna. El texto supone que el que da la limosna recibirá la recompensa de Dios e invita a despojarse de toda vanagloria o autosatisfacción como objetivo secreto de las buenas obras.

La oración (6, 5-6). Las palabras sobre la oración siguen el mismo esquema que las referentes a la limosna. La oración en público se hacía en determinado momentos del día; el judío piadoso se detenía en cualquier lugar en donde se encontraba y recitaba de pie las oraciones. La instrucción positiva: "entra en tu cuarto", tiene como significado extremar con imágenes la actitud correcta en la oración, ya que ésta puede convertirse en un recurso para mostrarse como piadoso ante los demás. La oración debe dirigirse a Dios, al Padre que recompensará la oración correcta.

El ayuno (6, 16-18). En el Antiguo Testamento el ayuno aparece relacionado con el luto o con el arrepentimiento. En la ley solo se prescribe el ayuno del día de la Expiación. El ayuno consiste en abstenerse de alimentos durante todo el día. La desfiguración del rostro formaba parte del ritual del duelo y el luto. Para desfigurarse, la persona tomaba sobre sí el "saco y las cenizas". Estas cosas son reprobadas por Jesús por ser mera exhibición externa. En cambio, los discípulos, cuando ayunen, se deben perfumar la cabeza y lavar la cara; lavarse y ungirse era la manera de prepararse para un banquete, no eran signos de duelo y aflicción.

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3-6. DOMINICOS

Mesa de Palabra y de amor
Al que da y da de buena gana Dios lo ama y premia (Pablo)

Hazlo tú; y cuando lo hagas, procura que solo Dios se entere (Jesús)

Decía un escritor, preocupado por el ecumenismo en las religiones: para iniciar un verdadero movimiento ecuménico se precisa de ‘diálogo y comprensión’. Y añadía: pero, a su vez, para mantener ese diálogo, constructivo, hacen falta dos condiciones previas en las personas: calor en el corazón y que no haya humos en la cabeza.

Muy bien dicho. ¿Qué más da que nos sentemos en torno a una mesa, o que celebremos un ‘coloquio’, si lo hacemos de mala gana, sin hervor interior y sin serenidad de mente? Haya, pues, generosidad de espíritu.

Y apreciemos que la mesa de la Eucaristía, a la cual Cristo nos convida, y en la cual Él mismo se nos da generosamente a todos, sea el supremo modelo de generosidad, con afecto en el corazón, delicadeza en la palabra, fuerza que nutre, abrazo en sincera amistad, entrega sin límites.

Cuando nos miramos en el espejo de la Eucaristía, memorial de la vida, pasión, muerte y triunfo de Cristo, ¡cuán ridícula nos parece la medida de nuestro amor y la generosidad de nuestra donación a los demás!

Quien mucho ama es seguro que da lo mejor de sí mismo para hacer felices a los demás. Quien no tiene amor no esperemos que reparta sus bienes en generosidades.

¿Cuál es nuestra medida en la solidaridad con los otros y cuál es nuestro ánimo al hacerlo?

ORACIÓN:

Señor Jesús, tú que eres bondad y sabiduría, entendiste la vida con el rostro alegre de quien tiene conciencia de su grandeza, de su maravilla, de su milagro; y nos pediste que miráramos a los demás en su milagro y maravilla, en su gracia y personalidad, en su vocación y destino. Danos calor en el corazón, y extrae todo el humo de nuestra mente para que podamos hacerlo con la sencillez que otorga la sabiduría. Amén.


Palabras de Dios
II Carta de san Pablo a los corintios 9, 6-11:
“Hermanos: quien siembra con tacañería, así cosecha también; en cambio, el que siembre generosamente, generosamente cosechará.

Dé cada uno como haya decidido en su conciencia; pero no dé a disgusto ni por compromiso, pues a quien da de buena gana lo ama Dios.

Dios tiene poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo siempre lo suficiente, os sobre para obras de caridad...”

Este texto lo insertamos en el discurso de Pablo que encare a los corintios caridad ardiente en la ayuda a sus hermanos de Jerusalén. ¡Cuánta razón tiene! Entre personas sencillas y de noble espíritu, cuanto más y mejor se da, mayor felicidad hay y mejor es su contorno vital. Todos son uno.

Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18:
“Un día dijo Jesús a sus discípulos: cuidad de no practicar vuestra justicia [y caridad] delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, tú, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles...; os aseguro que éstos ya han recibido su paga. Tú, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará...”

He aquí una vez más la plenitud de la ley y del amor y de la justicia: hacer todo el bien posible con el corazón y la mente en Dios y en la felicidad de los hermanos, y de forma tan sencilla que nadie se dé cuenta ni le dé importancia. Un amor puro pide pureza en todo.


Momento de reflexión
Gocemos repartiendo el bien a los pobres.
Hagámoslo apreciando muy mucho el gesto de amar y de dar amando. El hombre bien nacido, y bien formado en su conciencia, goza más dando que recibiendo, porque en su vida y acciones no busca poder y dominio sino la suerte y felicidad de ayudar a que otro sea feliz.

El reinado de la caridad nos debe llevar a hacerla de mil maneras: dando la mano y una sonrisa, acompañando al que se siente en soledad, repartiendo lo poco o mucho que tengamos, enseñando e induciendo a trabajar...

Una fuerza interior nos dirá, si queremos oírla, que el otro es parte de mí mismo, y yo soy parte de él.

Despojémonos de hipocresías, y vistamos traje de sencillez agradecida.
La lección sapiencial de Jesús no admite subterfugios: la justicia y la caridad son un deber y hay que practicarlo con honestidad; la solidaridad con los demás es un deber y hay que ponerla en práctica con el corazón en la mano, principalmente en sus necesidades; la limosna es un deber, y no hay que hacerla tocando trompeta sino haciendo sencillamente participes de lo nuestro a los más necesitados.

Cuando la justicia, la solidaridad y la limosna, se visten de sencillez, de alegría y gozo por hacer el bien, y por contribuir a la felicidad de los demás, hemos de sentir en lo profundo del alma que obramos con el hombre y con Dios en calidad de hijos del Padre en cuyo hogar vivimos.


3-7. CLARETIANOS

Queridos amigos y amigas:

La entrega de uno mismo se topa a menudo con dos obstáculos: la tacañería y la vanidad:

La tacañería es una generosidad con el freno de mano echado. El tacaño no da con alegría, sino con cálculo y a regañadientes. Vive la donación como un atentado. No experimenta la alegría que supone dar y darse porque siembra una semilla ruin. Pablo lo dice con claridad: Quien siembra tacañamente, tacañamente cosechará; y el que siembra generosamente, generosamente cosechará.

La vanidad convoca una rueda de prensa cada vez que hacemos un pequeño gesto generoso. Hoy es muy frecuente, porque “lo solidario vende”. ¿Quién no presume de haber hecho un donativo a Cáritas, de colaborar con una ONG o de hacer un servicio de voluntariado? Esta generosidad es un alcohol que se evapora rápido. También Jesús es muy claro al respecto: Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. (Conviene que los pianistas, los cirujanos y otros profesionales de las manos no tomen demasiado en serio este dicho).
Vuestro hermano en la fe:

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-8. CLARETIANOS 2002

Tal vez leyendo el Evangelio algo de nuestro corazón esté próximo a cambiar. Tal vez. Ciertamente las palabras de Jesús seguirán resonando en nuestro corazón. Y ¿cómo no continuarán siendo válidas en nuestro tiempo aquellas máximas de Jesús que Él pronunció en el sermón del Monte. ¿Qué nos propone hoy?

Quien dé limosna -dice- debe hacerlo de manera que los otros no se den cuenta de ello. Si dan para ser vistos y estimados Jesús les dice que ya han recibido su recompensa. Porque su obra no se ha colocado ante los hombres para que irradie a Dios sino para que se admire la excelencia de ese hombre.

No basta siquiera que la buena acción pase inadvertida para el prójimo. Hay más: la mano izquierda no debe ver lo que hace la derecha. El hombre no debe contemplar, por tanto, lo que ha hecho, saborearlo y complacerse en ello. Debe despedir al espectador que hay en él, y dejar subsistir su obra realizada ante Dios, ante la vista de Dios, que es el único que debe verla y apreciarla. Hay que velar el extremado pudor de la bondad y la delicadeza sublime de la intención de tal manera que la obra realizada inmersa en pureza diáfana sea capaz de irradiar a Dios. Gracias a esta transparencia, podrá reflejar a Dios. Brille vuestra luz ante los hombres de tal manera que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.

Se nos podrá pedir mucho, pero más no. De este modo, sólo de este modo, empero, crecerá el Reino de Dios.

Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)


3-9. 2001

COMENTARIO 1

v. 1. Enuncia Jesús el principio general: las obras de piedad no deben practicarse para ganar prestigio ante los hombres y, con ello, adquirir una posición de poder o privilegio. Quienes así obran se privan de la comunicación divina, cesa la relación de hijo-Padre con Dios. Como en 5,12, «la recompensa» consiste en el ejercicio del reinado de Dios sobre los hombres. «Obras de piedad»: dikaiosunê denota en el contexto la fidelidad del hombre a Dios (cf. 3,15; 5,20), expresada según la norma farisea, en las prácticas de piedad: limosna, oración, ayuno.



vv. 2-4. Primera obra de piedad, la limosna. «Hipócrita» es el que finge ejecutando una acción que no corresponde a su actitud in­terior. La limosna practicada para obtener buena fama entre los hombres obtiene un premio humano, la fama misma. La limosna no debe tener publicidad alguna, sino quedar «en lo escondido», en la esfera del Padre. Su recompensa es la comunicación personal del Padre. Excluye Jesús todo interés torcido en la ayuda al prójimo (5,7.8), según corresponde a «los limpios de corazón». Su premio será la experiencia de Dios en la propia vida (5,8).



vv. 5-6. Segunda obra de piedad, la oración. La oración de los «hipócritas» pretendía también exhibir ante los hombres su piedad personal, con la misma finalidad que la limosna pública. Tal ora­ción es inútil, pues no obtiene la comunicación divina («ya han recibido su recompensa»). Esa oración se realiza en lo más profundo del hombre, donde no llega la mirada de los demás. «Tu cuarto», el más retirado de la casa, y «tu puerta» («echa la llave a tu puerta») son metáforas para designar lo profundo de la inte­rioridad. «El Padre que está en lo escondido» está en paralelo con «vuestro Padre que está en los cielos» (6,1). «El cielo» designa, pues, la esfera divina indicando su trascendencia e invisibilidad; «lo escondido» subraya solamente su invisibilidad. La oración que se hace en lo profundo obtiene el contacto con el Padre. La pala­brería en la oración indica falta de fe. El hecho de que el Padre sepa lo que necesita el que ora, muestra que la oración dispone al hombre para recibir los dones que Dios quiere concederle.



vv. 16-18. Tercera obra de piedad farisea: el ayuno. Como en los dos apartados anteriores (6,2-4.5-6) opone aquí Jesús el ayuno sin­cero a la conducta de los hipócritas, que con su aspecto descuidado dan a entender que están ayunando, con objeto de ser admirados por los hombres. El ayuno ha de hacerse en secreto, sirve para expresar ante el Padre una actitud íntima. Por ser privación de ali­mento, fuente de vida, es símbolo de solidaridad con el dolor de la muerte y expresa su tristeza. Esta tiene que ser interior, no afectada como la de «los hipócritas».


COMENTARIO 2

Jesús enuncia, ante todo, un principio general: "eviten hacer el bien delante de la gente para que los vean; de lo contrario, el Padre que está en los cielos no les dará ningún premio". Esta frase es central para entender todo lo que sigue. Jesús no está en contra de las obras de piedad; al contrario, quiere que sus discípulos las practiquen. Con lo que no está de acuerdo Jesús es con el modelo como las llevan a cabo los fariseos: para tener buen reconocimiento ante los demás. Una vez enunciado este principio, Jesús lo aplica a los tres casos: limosna, oración y ayuno.

La limosna (6, 1-4). Practicar la justicia es el término técnico para designar la limosna, la cual se daba a los pobres conforme al criterio de cada persona porque no había una forma organizada de asistencia social. Por eso se insistía tanto en las obras benéficas. De este modo se llegó a abusar de la práctica de la limosna instrumentalizándola para favorecer la propia imagen pública. Mateo califica de hipócritas tales acciones, reprocha a los que dan limosna sólo por apariencia y no por amor al prójimo o por Dios, sino por amor a sí mismos.

La oración (6, 5-6). Las palabras sobre la oración siguen el mismo esquema que las referentes a la limosna. La oración en público se hacía en determinados momentos del día; el judío piadoso se detenía en cualquier lugar en donde se encontraba y recitaba de pie las oraciones. La instrucción positiva: "entra en tu cuarto", tiene como significado extremar con imágenes la actitud correcta en la oración, ya que ésta puede convertirse en un recurso para mostrarse como piadoso ante los demás. La oración debe dirigirse a Dios, al Padre que recompensará la oración correcta.

El ayuno (6, 16-18). En el AT, el ayuno aparece relacionado con el luto o con el arrepentimiento. En la ley sólo se prescribe el ayuno del día de la Expiación. El ayuno consiste en abstenerse de alimentos durante todo el día. La desfiguración del rostro formaba parte del ritual del duelo y el luto. Para desfigurarse, la persona tomaba sobre sí el "saco y las cenizas". Estas cosas son reprobadas por Jesús por ser mera exhibición externa.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. 2002

Luego de establecer las leyes fundamentales que rigen las relaciones sociales entre los seres humanos, Jesús pasa a proclamar las leyes que se refieren a la relación con Dios. En el mismo plano que las anteriores ellas también pertenecen al ámbito de la “justicia” mencionada al comienzo de las dos series de obligaciones en 5, 20 y 6, 1.

La forma de entablar la relación con Dios surge de la intimidad familiar, conforme a su atributo de Padre. Y consiguientemente desde esa intimidad se deriva la confianza y sobre todo la sinceridad. Para ello se pasa a examinar sucesivamente la forma de actuar los tres pilares de la piedad judía de la época: limosna, oración y ayuno.

Esa sinceridad fundamental en la relación religiosa debe impedir la instrumentalización de la práctica religiosa. Por ello aquí también se contraponen dos formas de actuación.

La primera consiste en actuar delante de las personas para ser notados por ellas (v. 1) al sonar de la trompeta en lugares públicos (v. 2) y mostrándose en los lugares públicos (v. 5).

La segunda consiste en una actuación que se realiza en lo escondido (v. 4), en una habitación interna de la casa con la puerta cerrada (v. 6), lugares a los que se dirige la mirada del Padre.

De esta forma se describen no tanto los lugares más o menos secretos de una actuación sino que se trata de purificar la motivación de la acción. No se prohíbe que las buenas obras sean conocidas sino se busca purificar la motivación de modo que ellas no se realicen en vistas del aplauso y la consideración de los semejantes.

Este aplauso y aprobación humana funciona ya en el presente como retribución e impide todo otro tipo de retribución, en este caso, la de Dios.

Por el contrario la justicia que se exige a los miembros de la comunidad está ligada íntimamente a los intereses de Dios y debe buscar en El la aprobación que surge de su amor de Padre. Limosna, oración y ayuno sólo pueden ser eficaces si son capaces de sacar al ser humano del propio egoísmo, de los propios intereses, de la búsqueda de ventajas y privilegios propios. Cuando no se realizan con este espíritu encierran aún más en sí mismo y por consiguiente no pueden alcanzar el objetivo para el que han sido propuestas.

La salida realizada en lo externo, ante la opinión pública, en los lugares públicos ha impedido la otra salida hacia el Padre que sólo puede realizarse en el olvido de sí mismo, en el desconocimiento de una mano de la actuación de la otra y en el lugar más recóndito de la casa.

Esta diafanidad de la relación religiosa implica a toda la persona en las prácticas consideradas y no pueden ser fruto de una actuación externa a la persona, a una máscara en que la persona, como en el teatro, es definido por una máscara. Hipocresía y sinceridad se oponen y están al origen de dos formas de práctica religiosa. Pueden conducir a la autenticidad personal que sólo se realiza en el ámbito íntimo de la relación con el Padre o pueden conducir a la manipulación de Dios que es utilizado al servicio de los propios egoísmos e intereses.

La advertencia de Jesús sigue siendo válida en un mundo donde muchas veces la religiosidad sirve para enmascarar el olvido de Dios y de la justicia del Reino.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. Miércoles 18 de junio de 2003

2 Cor 9,6-11: ama al que da con alegría
Salmo: 111, 1-4.9
Mt 6, 1-6.16-18 :Cuando des limosna no lo anuncies a toque de trompeta

Vivimos de cara a la galería. Nuestra sociedad está instalada en la apariencia vana y no en el ser. Actuamos con frecuencia no por lo que nos sale de dentro, sino por la presión exterior, por el “qué dirán” los que nos rodean. Buscamos ser bien vistos, tener buena reputación; por eso, tal vez, no nos guste juntarnos con gente de mala calaña. Nos agrada que nos vean, que nos aplaudan, que nos consideren bien, que se nos tenga en cuenta; todo esto es muy humano. Pero si no hubiese público a nuestro alrededor, tal vez actuaríamos de otra forma. Nos sentiríamos más libres, más nosotros; buscaríamos ser y no aparentar. Para muchos ya no se trata de ser buenos, sino de parecerlo. Somos, con frecuencia, bastante fariseos.

Aunque, a decir verdad, los fariseos no eran tan malos como los han dibujado. Nadie pone en duda que hacían buenas obras; los letrados se dedicaban de por vida al estudio de la Ley de Dios; daban limosna, ayunaban más veces de las que estaba mandado; rezaban con frecuencia... Pero no eran limpios de corazón, sino hipócritas. Daban limosna a toque de trompeta para que todos vieran lo que hacían; rezaban de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse ante la gente. Sus obras eran buenas, pero sus intenciones vanas. Jesús los llama por dos veces “hipócritas”. El bien no hace ruido y el ruido no hace bien. Y ellos amaban más el ruido que el bien. Jesús recomienda un cambio radical: las obras de piedad no deben practicarse para ganar prestigio ante los seres humanos y, con ello, adquirir una posición de poder o privilegio. Los seguidores de Jesús tienen que renunciar al prestigio y al poder, además de al dinero. Forman una comunidad de hermanos en las que priman otros valores. Las obras de piedad que no corresponden a actitudes interiores no tienen valor ninguno. quien las hace, ya ha recibido su paga: la fama y el reconocimiento de los demás. Pero no la recompensa divina que no es otra sino la experiencia de Dios en la propia vida; ésta la recibe sólo quien no hace de su vida un teatro de apariencias. “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”, porque ellos experimentarán en la vida el amor de Dios compartido con los demás sin alharacas ni pompas vanas. Esta es la mejor recompensa divina.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-12. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

El evangelio (Mt 6,1-6) hace referencia a dos de las principales obligaciones religiosas de la piedad judía: la limosna (vv. 1-4) y la oración (vv. 5-6) Con estas prácticas piadosas el judío lograba “la justificación” con Dios, es decir, se hacía “justo” delante de él, restablecía la alianza. Con la limosna el ser humano se abre al prójimo en la caridad; con el ayuno, dispone su espíritu a la comunión con Dios.

El versículo 1 da la clave de la nueva interpretación propuesta por Jesús en relación con estas prácticas religiosas: “Cuidado con practicar las buenas obras (“vuestra justicia”) para ser vistos por la gente; porque entonces su Padre del cielo no los recompensará” (Mt 6,1). Para Jesús la práctica religiosa tiene valor solamente cuando se hace exclusivamente por amor a Dios y lleva a crecer en la relación con él. La espiritualidad cristiana es fundada en la interioridad, allí donde el ser humano es realmente él mismo.

La “justicia” en la tradición bíblica abarca una gama de comportamientos que van más allá de las relaciones sociales y la distribución de los bienes entre los hombres. El “justo” (en hebreo: tsadíqq) era comúnmente asociado con el hombre piadoso (cf. Sal 32,6.11). En esta misma línea, el término griego dikaiosyné (justicia) designa en un contexto religioso la piedad o la religiosidad. En la expresión “practicar la justicia”, típica del evangelio de Mateo, la piedad es presentada desde un punto de vista exterior

“Dar limosna” (en griego: poiein eleêmosynên, literalmente: “hacer un acto de misericordia”) se había convertido, paradójicamente, en algunos círculos fariseos, en una oportunidad para hacerse notar de los demás y ser tenidos por buenos. A estas personas, que hacen buenas obras y practican la misericordia para ser vistos por los otros, Jesús les llama “hipócritas” (en griego: ypokritês, término que designaba al actor de teatro, a uno que actúa delante de los otros pretendiendo ser lo que en realidad no es).

El evangelio de Mateo no critica los actos de beneficencia sino el modo de realizarlos, con el cual se pervierte la práctica religiosa: “Cuando des limosna no vayas tocando la trompeta por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser alabados por los hombres” (v. 2). El “tocar la trompeta” es una expresión metafórica que indica “hacer publicidad”, “llamar la atención”. Precisamente la intención de ser visto y honrado por los demás en el momento de hacer limosna es lo que deforma esta práctica piadosa.

El gesto de beneficencia orientado a la autoglorificación se consuma ahí mismo, en el mismo instante en que se produce: “Les aseguro que ya han recibido su recompensa” (v. 2). La intención interior desnaturaliza totalmente el gesto. Quien así actúa no se abre ni a los demás ni a Dios, quedando encerrado en el círculo vicioso de la búsqueda de la propia gloria. Un gesto destinado a realizar la justicia se convierte paradójicamente en la negación de la “justicia” comprendida como justa relación con Dios.

A esta deformación de la obra piadosa el evangelio contrapone un actuar totalmente centrado en Dios, el Padre, tal como lo subraya la sugestiva expresión de Mateo: “Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (v. 3). No es un simple llamado a la modestia y a una cierta reserva ética que sería aceptada incluso en algunos círculos sociales, sino que se trata de una exhortación a vivir el acto de beneficencia exclusivamente delante de Dios, en forma íntima y personal. Con razón Mateo añade inmediatamente: “Así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará” (v. 4).

Desde esta perspectiva evangélica “la recompensa” no es una especie de salario o paga que el ser humano recibe por los méritos que ha acumulado a través de sus obras de piedad, sino que se trata de la misma relación filial con Dios que será eficaz y definitiva en el juicio último. La relación con el Padre y la orientación escatológica de los actos dan valor al proceder de los discípulos, aún cuando tales actos nos se diferencien materialmente de las prácticas piadosas de la religiosidad judía.

Los vv. 5-6 tratan de la oración. La nueva religiosidad propuesta por Jesús alcanza su momento culminante y su expresión más lograda justamente en la oración. Como en el caso de la limosna, también la oración del discípulo debe estar siempre exenta de todo exhibicionismo y búsqueda de gloria personal: “Cuando oren no sean como los hipócritas que les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Les digo que ya han recibido su recompensa” (v. 5).

En el ambiente judío estos “hipócritas” son los profesionales de la religión, es decir, los escribas, que deseaban ser admirados por los hombres en sus manifestaciones religiosas y por eso se exhibían ostentosamente durante las asambleas sinagogales y en los lugares más públicos de la ciudad (“las esquinas de las plazas”). A este exhibicionismo que tiende a instrumentalizar la relación con Dios, el evangelio contrapone una oración realizada en el lugar más escondido de la casa: “Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará” (v. 6).

Lo que da valor religioso a la oración no es el lugar o el modo de practicarla, sino la relación profunda, personal y genuina, que a través de ella se establece con el Padre.


3-13.

Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos»

Hoy, Jesús nos invita a obrar para la gloria de Dios, con el fin de agradar al Padre, que para eso mismo hemos sido creados. Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia: «Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación». Éste es el sentido de nuestra vida y nuestro honor: agradar al Padre, complacer a Dios. Éste es el testimonio que Cristo nos dejó. Ojalá que el Padre celestial pueda dar de cada uno de nosotros el mismo testimonio que dio de su Hijo en el momento de su bautizo: «Éste es mi Hijo amado en quien me he complacido» (Mt 3,17).

La falta de rectitud de intención sería especialmente grave y ridícula si se produjera en acciones como son la oración, el ayuno y la limosna, ya que se trata de actos de piedad y de caridad, es decir, actos que —per se— son propios de la virtud de la religión o actos que se realizan por amor a Dios.

Por tanto, «cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial» (Mt 6,1). ¿Cómo podríamos agradar a Dios si lo que procuramos de entrada es que nos vean y quedar bien —lo primero de todo— delante de los hombres? No es que tengamos que escondernos de los hombres para que no nos vean, sino que se trata de dirigir nuestras buenas obras directamente y en primer lugar a Dios. No importa ni es malo que nos vean los otros: todo lo contrario, pues podemos edificarlos con el testimonio coherente de nuestra acción.

Pero lo que sí importa —¡y mucho!— es que nosotros veamos a Dios tras nuestras actuaciones. Y, por tanto, debemos «examinar con mucho cuidado nuestra intención en todo lo que hacemos, y no buscar nuestros intereses, si queremos servir al Señor» (San Gregorio Magno).


3-14. DOMINICOS 2004

Practicad la justicia con amor

Déjame en herencia, Elías, dos tercios de tu espíritu (Eliseo)
No practiquéis la justicia para ser vistos sino por amor (Jesús)
Llamemos a Dios con sinceridad de corazón y nos escuchará (Jesús)



Entrañable escena la que nos ofrece el Espíritu en la primera lectura de hoy. Nos recuerda el célebre pasaje en que Eliseo, al despedirse de su maestro Elías, le pide que le otorgue en herencia al menos dos tercios de su espíritu. No es poco pedir dos tercios de la grandeza espiritual de Elías, prototipo del profetismo. Pero la riqueza de nuestro Dios –dador de todo bien- es tanta que se complace en repartir día a día sus dones con prodigalidad, sin agotarlos nunca.

Al modo de Eliseo, pidamos también nosotros siquiera una partecita de ese mismo don divino que hace hablar a los hombres con palabras proféticas de verdad, amor y justicia. Están muy necesitadas de ello la sociedad e iglesia en que vivimos y de las que formamos parte.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Segundo libro de los Reyes 2, 1. 6-14:
“Cuando el Señor iba a arrebatar de la tierra a Elías para elevarlo al cielo, Elías y Eliseo se marcharon de Guilgal hacia Jericó.

En Jericó Elías dijo a Eliseo: quédate aquí, porque el Señor sólo me envía hasta el Jordán. Eliseo respondió : ¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré. Y los dos siguieron, con cincuenta hombres de la comunidad de profetas ...

Más tarde, Elías y Eliseo se detuvieron frente al Jordán. Elías cogió su manto, lo enrrolló, golpeó el agua, y el agua se abrió por el medio, y ambos pasaron a pie enjuto. Y mientras pasaban, Elías dijo a Eliseo: pídeme lo que quieras, antes de que me aparte de tu lado. Eliseo le pidió: déjame en herencia dos tercios de tu espíritu.

Elías comentó: ¡no pides nada!... Y un carro de fuego los separó... Elías subió al cielo...”

Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18:
“Un día dijo Jesús a sus discípulos: cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, tú, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles...; os aseguro que éstos ya han recibido su paga.

Tú, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará...”



Reflexión para este día
Felices nosotros, si vivimos en el espíritu de Elías y Eliseo.
¡Qué hermosa despedida la de los profetas Elías y Eliseo, maestro y discípulo! Se despiden cuando concluye su carrera y pasa el testigo de profeta a su segundo, para que sigua predicando la salvación. Pero en realidad esa emoción de la escena hay que matizarla, pues se trata de una despedida literariamente reconstruida.

El pueblo de Dios, muy deudor del profeta Elías, quiere honrarle como al profeta ideal, mas no sabe dónde quedó sepultado su cuerpo en la tierra, y simula descubrirlo como en ascensión al cielo sobre carro de fuego. Es decir, proclama que Elías sigue vivo, que su espíritu está en el cielo, en el alma de Eliseo y en el corazón de todos los hijos fieles.

Convirtamos la espectacularidad del carro de fuego, llevándose a Elías, en una vida de sencillez y de acción de gracias, como discípulos de Jesús, haciendo todo lo que podamos y lo mejor que podamos, ante Dios y ante los hombres, con humildad y amor fraterno.


3-15. CLARETIANOS 2004

“Procurad no hacer el bien delante de la gente”

No. No es que Jesús pretenda confundirnos. No se contradice cuando, en este mismo sermón, parece decir lo contrario: “Que los hombres vean vuestras buenas obras” (Mt 5,6). Mirada más a fondo, esas dos enseñanzas son complementarias: no hay que hacer el bien para ser admirados –lo cual sería un refinado egoísmo-, sino por amor gratuito. Más allá de “hacer el bien”, el evangelio nos propone “ser buenos”. Las solas buenas obras pueden ser equívocas porque pueden venir motivadas por oscuros deseos de vanagloria. Ni siquiera, las buenas razones justifican “hacer mal el bien”. Decía Pascal que “nunca hacemos tan perfectamente el mal, como cuando lo hacemos de buena fe”. La visibilidad de la caridad no debe tener otra intención que el dar toda la gloria a Dios y que los hombres glorifiquen al Padre que está en los cielos.

Solo Dios conoce nuestras intenciones reales. Ante su mirada de Padre tendremos que reconocer que, en muchas ocasiones, nuestras caridades ofenden y hacen daño. Lo advertía seriamente aquel santo curtido en la áspera caridad que fue Vicente de Paul, con afiladas palabras: “Recuerda que te será necesario mucho amor para que los pobres te perdonen el pan que les llevas”.

Porque “dar” –según el hebreo- es “hacer justicia”, restablecer un poco de equilibrio en la distribuciòn de los bienes. Por eso, quien tiene debe dar. Y, al hacerlo, repara injusticias. No debe dar para ser causa de injusticia, sino para liberarse a sí mismo del mal. Esto se consigue cuando se elimina el cálculo o la posible ganancia: “Que no sepa la izquierda...”. Esto es, dar sin pensarlo demasiado. Como esto no es fácil para nosotros, necesitamos orar y pedir. De esta manera el Señor apuntala en nuestra conducta esa revolución mansa y amorosa, que empieza por el propio corazón. En el mundo hay demasiados revolucionarios que quieren cambiarlo todo menos a ellos mismos. Y este ha de ser el primer cambio. De ahí que tengamos que ser ejemplares, porque en nosotros mismos va a mirarse el mundo.

Estemos muy vigilantes ante la vanagloria. Llevemos una “vida cristiana invisible”. Aprendamos a hacer el bien sin ponerle nuestra firma; sin salir en la foto; sin hacerle saber a otros las cosas buenas que hacemos –normalmente cargando tintas-; sin búsquedas de protagonismos; sin convertirnos en cazadores de recompensas. Difundamos, por el contrario, una cultura de la caridad “sin denominación de origen”, el anonimato de la humildad. Y que sólo el Padre que está en los cielos lleve las cuentas del amor. Hacerlo así puede que nos seque la boca y nos parezca como masticar un estropajo que llega a estragarnos por lo duro y áspero. Pero al final, muchos entenderán y glorificarán al Padre y nosotros gozaremos de su bienaventuranza.

Juan Carlos Martos
(martoscmf@claret.org)


3-16. Rectitud de intención

Autor: Clemente González

Reflexión

Qué fácil es quedarse sólo con lo que nos muestran la televisión o los periódicos. Nos entra la fiebre de la fama. Deseamos que nos vean. Queremos ser famosos. Recibir halagos. Buscamos ser tomados en consideración. El catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que Dios nos creó para ser felices, sirviéndole y amándole en esta vida, y así, luego, gozar de Él eternamente. Cuando contemplamos la vida de la Madre Teresa de Calcuta; cuando escuchamos las múltiples narraciones de cientos de misioneros que, día tras día, en el anonimato, en un país que ni siquiera sabemos ubicar en el mapa, consumen sus vidas al servicio de los más necesitados, nos preguntamos: ¿quiénes son los hombres realmente felices en este mundo?

¡Cuántas personas que, aparentemente lo tienen todo, son, las más de la veces, personas inmensamente tristes. Su vida no tiene sentido. Se trata sólo de una imagen, de una apariencia más o menos hermosa.

Cuando Cristo nos pide que obremos el bien y que lo hagamos delante del Padre que ve en lo secreto, nos invita a buscar la verdadera felicidad. Esa felicidad que el “mundo” no nos puede dar. Ese ámbito del secreto, del oculto, se refiere a la conciencia. ¡Paz a vosotros! – dijo Cristo Resucitado a sus discípulos. Una paz que es serenidad interior. Paz que es armonía y amistad con Dios. Paz que es verdadera felicidad. No cabe duda de que, los hombres plenamente felices de este mundo, son los que, segundo tras segundo, dejan su vida, callada y amorosamente, para servir a sus hermanos.

¡Qué hermosa la mirada y la sonrisa del que vive delante de Dios y no de cara a los hombres! Si logramos ser fieles a la voz de Dios en nuestro interior, entonces realizaremos nuestro fin como creaturas: ser felices. “Para Ti nos hiciste Señor, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti” – decía San Agustín. Vayamos hacia Dios y Él, que ve en lo secreto, nos recompensará con creces y para siempre.


3-17.

Reflexión

Ante estas palabras de Jesús, sería interesante el preguntarnos el motivo de nuestras acciones, ¿qué es lo que está detrás de nuestra caridad, de nuestro servicio? Y es que es triste que dada la fragilidad de nuestra vida, muchas veces nos sintamos impulsados a servir, o a hacer la caridad por motivos muy lejanos a la vida evangélica. Muchos veces se sirve al patrón, al supervisor, incluso a nuestros mismos padres, solo por motivos de conveniencia, siempre buscando qué ventaja puedo tener de mi acción. Muchas veces la caridad que hacemos a nuestros hermanos necesitados tiene un trasfondo egotista o utilitarista que en nada se parece al que nos propone Jesús. Todas nuestras acciones, no solo las espirituales, como las que nos propone el evangelio de hoy, deben tener como única motivación Dios y el amor a los hermanos. Cuando esto es una realidad, de ordinario se sirve con mucha discreción, pues lo importante no es que los otros lo vean, sino que nuestra acción verdaderamente ayude a los demás. Esto si bien es una gracias, es también un ejercicio. Busquemos que nuestra caridad y servicio sean por amor, de manera que solo Dios lo vea, pues de esta manera nuestra recompensa nos la dará Dios y no los hombres.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-18.

¿Qué recompensa busco ante cada una de las acciones que realizo? Aun en aquellas que desde un punto de vista cristiano pueden considerearse como buenas, qué es lo que realmente las motivas? ¿Cuáles son mis intenciones detrás de cada una de ellas? Estas son las preguntas que Jesús me hace el día de hoy. ¿Es necesidad de buscar aprobación/ afecto? Que la gente diga, ¡qué buena es Miosotis! ¡Qué gran corazón tiene! O será mi necesidad de querer controlar, de poder, de seguridad inclusive hasta el mismo Dios.

Busquemos en silencio el verdadero significado de nuestras acciones. Presentémoselas a Dios y solo Él las purificará y las hará aceptables ante él.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-19. 2004

LECTURAS: 2RE 2, 1. 6-14; SAL 30; MT 6, 1-6. 16-18

2Re. 2, 1. 6-14. El profeta Elías, que otrora se había encontrado con Dios en el Horeb, el monte de Dios, ahora, después de cumplir fielmente con su misión, llega al momento del encuentro definitivo con el Señor. Eliseo, su discípulo y compañero en la misma misión de profeta, ahora acompaña a su maestro en su peregrinación personal hacia ese encuentro, término de todo aquel que ha sido fiel a la misión que el Señor le ha confiado. Una vez que Elías ha sido arrebatado por Dios, Eliseo volverá, desde esa Teofanía, poseyendo buena parte del Espíritu de Elías, a continuar con la misión de aquel que no sólo le enseñó a caminar en la presencia del Señor, sino a dar testimonio de Él. Nosotros, que no sólo damos culto a Jesucristo, sino que nos dejamos instruir por Él y caminamos tras sus huellas, sabiendo que Él ha cumplido con la Misión que el Padre Dios le ha confiado, y que ha derramado en nosotros su Espíritu, hemos de volver al mundo como testigos del amor de Dios y como constructores del Reino de los cielos, proclamando, tanto con las obras como con las palabras, el Evangelio de Salvación que, como a profetas del mismo, se nos ha confiado.

Sal. 30. La fe nos lleva no sólo a creer en Dios, sino también a poner, confiadamente, nuestra vida en sus manos. Sabiéndonos amados y protegidos por Dios, hemos de trabajar en el mundo con toda responsabilidad y dedicación, sin complejos de ninguna clase. En medio del mundo hemos de dar testimonio de que somos hijos de Dios y de que, a pesar de llegar a ser incomprendidos y perseguidos, jamás daremos marcha atrás en el trabajo por la Verdad, por la justicia, por la paz y por un auténtico amor fraterno. Viviendo así, puesta nuestra vida en manos de Dios, a ejemplo de Cristo, y sabiendo que nuestra herencia está escondida con Cristo en Dios, siempre nos dedicaremos a hacer el bien, sabiendo que, manteniéndonos fieles al Señor, nada ni nadie podrá arrebatarnos la alegría ni el gozo eternos.

Mt. 6, 1-6. 16-18. Probablemente la limosna, la oración y el ayuno sean las obras de piedad que tengan más fuerza en la presencia del Señor. Estas tres cosas son sumamente alabadas en la Escritura. Y cuando se hacen con fe y con amor logran muchas cosas, que esperamos de Dios. De la limosna se llega a decir que borra la multitud de los pecados. La oración, hecha con sencillez, amor y humildad, nos hace entrar en una relación de intimidad con Dios, y, hecha en nombre de Jesús, logra para nosotros todo lo que pidamos. El ayuno "mueve el corazón de Dios" para que sea misericordioso para con nosotros, de tal forma que nos libra de grandes catástrofes, o nos perdona cuando pareciera que teníamos perdido el juicio y éramos dignos de ser condenados. ¿Cómo no recibir las tentaciones del malo para que estas obras no logren su fin? Por eso la vanagloria se nos presenta como la peor de las tentaciones y logra que muchos, en lugar de recibir su recompensa por el Padre Dios, que ve lo secreto, todo se diluya en un aplauso humano. Aprovechémonos de estas obras de piedad para recibir, no tanto la gloria humana, sino al mismo Dios, que se entrega como recompensa para aquellos que todo lo hacen, en secreto, únicamente para que su Nombre sea glorificado entre nosotros.

Jesús vivió entre nosotros como el Testigo Fiel del Padre. En Él no sólo conocemos, sino hemos experimentado el amor que Dios nos tiene. Él no sólo nos enseñó el camino que nos conduce al Padre, sino que Él mismo se convirtió en ese Camino de salvación. Él no sólo nos dijo por dónde deberíamos ir para llegar a gozar de la Gloria de Dios, sino que Él mismo ha cargado su cruz, delante de nosotros, para que vayamos tras sus huellas, hasta sentarnos como Hijos a la diestra de su Padre Dios y Padre nuestro. Él nos ha hecho partícipes de su misma Vida y de su mismo Espíritu, para que vayamos, como testigos suyos en el mundo, a continuar construyendo su Reino con el mismo Poder que le pertenece como a Hijo unigénito del Padre. Participar de la Eucaristía es entrar en comunión de vida con el Señor, con el compromiso de cumplir fiel y amorosamente la Misión que el Padre Dios le confió, como continuadores de su obra de salvación en el mundo. Por eso no podemos conformarnos con orar al Señor, sino que hemos de venir con la firme intención de hacer nuestra la Vida, el Espíritu y la Misión del Señor de la Iglesia.

Revestidos de Cristo debemos vivir intensamente nuestra unión con el Señor por medio de la oración, que nos lleve a comprometernos a trabajar decididamente a favor del bien de todos. Nuestra vida, unida a Cristo, no puede quedarse en una simple limosna, sino que debe ser una entrega de totalidad para que los demás tengan vida. Sabiéndonos pecadores, reconocemos que hay muchas cosas de las que tenemos que ayunar, mucho a lo que debemos renunciar para no ser causa de dolor, de sufrimiento, de escándalo para los demás. El Señor nos quiere llenos de amor, y que sólo el amor sea lo que nos mueva a vivir en un esfuerzo continuo por hacer el bien a todos. Entonces, cuando no busquemos brillar a costa de lo sagrado, sino que dejemos que Dios sea el único reconocido como el único bueno y digno de ser amado, sabremos que en verdad hemos recibido como herencia la misma Vida y el mismo Espíritu de Jesús, nuestro Dios, nuestro Señor y nuestro hermano, que, elevado al Cielo, ahora vive y reina eternamente, intercediendo por nosotros que, como peregrinos, nos encaminamos hacia donde Él nos espera para que reinemos junto con Él cuando vuelva glorioso al final del tiempo.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de entrar en una relación de intimidad amorosa con Él, de tal forma que, revestidos de Cristo, demos testimonio de Él con una vida íntegra, buscando sólo la gloria de nuestro Dios y Padre. Amén.

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3-20. Fray Nelson Miércoles 15 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Dios ama al que da con alegría * Tu padre, que ve lo secreto, te recompensará.

1. Invitación a la generosidad
1.1 Pablo alienta a los corintios a ser generosos con un proyecto que para él significa mucho más que recoger dinero: es la colecta con la que él mismo espera socorrer en algo las necesidades de los cristianos convertidos del judaísmo y habitantes de Palestina.

1.2 Hay en el alma humana, una vez herida por el pecado, una tendencia muy fuerte a encerrarse en sí misma. Semejante encierro, que realmente acaba por encarcelar al corazón en su poquedad, es tal vez un modo por el que pretendemos asegurar un poco de vida, de amor, de placer o de cualquier otra cosa. Con esta lógica almacenamos dinero, economizamos sonrisas, intentamos no preocuparnos sino de nuestras cosas, regalamos poco y desconfiamos mucho.

1.3 Sin embargo, el efecto final de todas esas "economías", es desastroso: hacemos al mundo invivible, cargamos de desconfianza el aire que respiramos y nos privamos a nosotros mismos de la ayuda que un día necesitaremos. Un mundo de egoístas, en efecto, puede ser soportable para quien todavía tiene fuerzas, pero es homicida para el pequeño, el enfermo, el que se equivocó de camino, el que cometió un error grave, el emigrante, el cansado, el triste... en fin, es un mundo imposible para todos esos que un día seremos nosotros mismos, si es que no lo somos ahora mismo!

2. Generosidad discreta
2.1 El evangelio de hoy sigue enseñándonos sobre la generosidad. No sólo hay que dar, hay que saber dar. Cosa que me hace recordar una frase que se atribuye a San Vicente de Paúl: "hacer el bien no es difícil; lo difícil es hacer bien el bien".

2.2 Con todo, el texto de hoy no se limita a la limosna. La idea, en los tres casos que nos presenta este fragmento del sermón de la montaña, apunta a las tres grande prácticas piadosas de la religión judía: la limosna, la oración y el ayuno, En los tres casos Jesús manda evitar la recompensa emocional que viene del reconocimiento de los otros.

2.3 No depender del reconocimiento ajeno es obrar con mayor libertad, sinceridad y constancia. Mayor libertad, porque quien paga, manda, así el pago sea en sonrisas, elogios o agradecimientos. Mayor sinceridad, porque las motivaciones falsas no soportan obrar sin testigos. Mayor constancia, porque tiene adentro sus razones siempre llega más lejos.