VIERNES DE LA SEMANA 10ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- 2Co 4, 7-15  

1-1.

Ver SANTIAGO APÓSTOL


1-2.

-Este tesoro de la luz divina lo llevamos como en recipientes de barro sin valor.

La imagen es sugestiva. El apóstol, el cristiano también lleva consigo un «tesoro» precioso: lleva a Dios.

Pero como los demás, paganos o no creyentes, sigue siendo un hombre frágil. Grandeza y debilidad. Misterio del hombre: un vaso de barro sin valor lleno de una riqueza sin precio.

-Así resulta patente que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.

Sus adversarios acusaban a Pablo de ser un pobre hombre.

Pues bien, dijo, «soy un pobre hombre». Confiesa ser débil, incapaz.

De ese modo será evidente que la actividad apostólica que realiza no le viene de sí mismo, sino de Dios. Ayúdame también, Señor, a aceptar francamente mis pobrezas, mis límites, permaneciendo vinculado a Ti inquebrantablemente, a fin de que tu poder resplandezca en mi debilidad.

Descripción del estado psicológico del apóstol y -guardadas las proporciones- del cristiano:

-Atribulados en todo... pero no abatidos... Perplejos... pero no desesperados... Perseguidos... pero no abandonados... Derribados... pero no aniquilados...

Eso fue en efecto la vida de tu apóstol Pablo. Su vida acabará con el sacrificio brutal, la «cabeza cercenada» a las puertas de Roma.

¿Por qué, Señor, permites para tus amigos una vida tal?

Lo más sorprendente es que Pablo no se queja en absoluto. Su tono es más bien triunfal.

Es la vida exultante de un hombre totalmente entregado. ¡Es un hombre «en pie», derribado pero no aniquilado! Reanudación de las bienaventuranzas.

Mi vida HOY, ¿tiene esa energía? ¿Se arrastra, perdido el ánimo?

En la prueba, ayúdame, Señor, a no ser jamás abatido ni aniquilado.

-Llevamos siempre en nuestros cuerpos la agonía de Jesús, a fin de que la vida de Jesús también se manifieste en nuestro cuerpo...

No, no hay desesperación en el alma de Pablo. Su vida es dura, es verdad... La Iglesia de Corinto está turbada, es verdad... Hasta el punto que puede hablar de agonía. Pero es para que triunfe la vida. Es para que el misterio de Jesús continúe. En todo hombre que sufre hay un misterio de vida, una prolongación de la vida de Jesús.

Ayúdanos, Señor, a interpretar todos los acontecimientos de HOY con esta clave: acontecimientos del mundo, acontecimientos de la Iglesia, acontecimientos personales.

Ayuda a cada hombre a comprender un poco «el sentido» que su sufrimiento podría adquirir en Cristo: una muerte para una vida.

-Porque sabemos que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará con Jesús y nos colocará junto a El.

No, Dios no quiere el fracaso. Dios no quiere el sufrimiento. Dios no quiere la muerte. La Iglesia es la encargada de «anunciar la vida», la resurrección que Dios quiere. El proyecto de Dios respecto a la humanidad, su última palabra es Jesucristo. Vivo. Super-vivo, que pasó por la agonía bajo los olivos de Getsemaní, de noche... pero ahora exultante de vitalidad y de gozo, desde la mañana luminosa de Pascua...

Y todo esto para que suba una inmensa acción de gracias para gloria de Dios.

Pobrezas, limitaciones, pecados, muerte... Todo esto termina en una actitud del corazón: una acción de gracias, una «eucaristía», un cántico y finalmente un gracias.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 124 s.


2.- 1R 19, 9-16

2-1.

Elías sale en busca de Yavhé, hacia Horeb y la montaña del Sinaí, allí donde, según las tribus del Norte, Dios está más presente que en el monte de Sión, en donde David le ha aposentado recientemente.

Elías se agazapó en la concavidad de la roca, en donde el mismo Moisés se había refugiado para asistir a la teofanía (Ex 33, 18-34, 9), y también él recibió el beneficio de una aparición divina.

Esta experiencia le lleva a la comprensión de que Dios no se encuentra en los fenómenos naturales: huracán, temblor de tierra y rayo, en donde los paganos le situaban preferentemente (vv. 11-12). Dios tampoco está en el fuego, en donde se lo imaginaba la tradición yavhista del Sur (Ex 19, 18). En su lucha en pro del monoteísmo absoluto, Elías aprende a desacralizar la naturaleza y a liberar la noción de Dios del naturalismo baálico de los fenicios y de Jezabel.

Elías percibe, al fin, el paso de una brisa ligera, pero el relato no dice que Yahvé estuviera en ella. La brisa ligera (cf. Gén 3, 8) no es el signo de la dulzura de Dios, puesto que no va a mostrarse nada tierno en las órdenes que va a dictar a Elías (vv. 15-17): ungir a unos usurpadores que sembrarán odio y violencia en el Oriente Próximo. La brisa ligera sirve, en realidad, para proteger el incógnito y el silencio de Dios. Dios guarda silencio y solo el creyente puede oírle.

La experiencia de Elías es una representación muy significativa de la fe vivida en el mundo moderno, un mundo que ha desacralizado la Naturaleza. En la medida en que la ciencia ha "profanizado" la Naturaleza y el mundo, ha prestado un gran servicio a la idea de Dios, ya que Dios no puede ser más que el Todo-Otro, el Incognoscible para el pensamiento del hombre. El proceso de progresivo desprendimiento por el que ha tenido que pasar Elías para no captar ya a Dios en los fenómenos naturales tiene como compensación un encuentro íntimo con El: ha reconocido a quien no podía conocer, se ha encontrado con quien vive en el incógnito.

Lo mismo sucede con el creyente. Junto con el mundo ateo en el que vive, reconoce el silencio de Dios y, sin embargo, le oye, se cubre el rostro, como Elías, y sale de su refugio para cumplir su misión.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 49


2-2.

-Cuando el profeta Elías hubo llegado al Sinaí entró en una cueva. Allí le dirigió el Señor la palabra.

Elías es un "hombre de Dios", un contemplativo.

Gusta de las alturas y de la soledad. El desierto del Sinaí es uno de esos lugares de la tierra cuya trágica desnudez y la carencia de toda distracción puede incitar al hombre a adentrarse en sí mismo para oír allí la voz de Dios.

¿Tengo yo una «cueva» un lugar de «retiro», un sitio, un momento en el que más particularmente puedo ponerme a la escucha de tu presencia?

¿Transformo con demasiada frecuencia esta meditación en una simple lectura, en una serie de ideas intelectuales? Cuando su única finalidad es la de suscitar el encuentro, el diálogo, contigo, Señor.

-«Sal y ponte en el monte, ante el Señor, que El pasará».

El paso de Dios.

El encuentro con Dios.

Es el punto más importante de la oración: ¡mantenerse delante de Alguien!

En este momento, por ejemplo, no estoy solo... Tú estás ahí... Yo estoy ante Ti... Me mantengo en tu presencia...

Esto es lo que cuenta ante todo. Incluso si no digo nada. Si no tengo ninguna hermosa idea.

-Al acercarse el Señor hubo un huracán muy violento... después un temblor de tierra... después fuego... luego ¡una brisa ligera!

Gran descubrimiento para Elías. El, el violento, que quería convencer a sus contemporáneos a fuerza de grandes argumentos, sorprendentes y espectaculares -recordemos el gran sacrificio en lo alto del Carmelo-, descubre que Dios no se encuentra en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego sino «en la brisa ligera».

Efectivamente nuestro Dios es un Dios discreto un Dios "escondido".

No se impondrá a nosotros como una tempestad que nos aplasta. No se dará a oír más que a los oídos atentos. Dios es esa "brisa" casi imperceptible ese "viento" ligero que apenas se nota. Hay que acallar en nosotros todos los ruidos para percibir, para oír su dulce voz.

Concédenos Señor estar atentos a tu presencia discreta y humilde.

-Al oírlo Elías se cubrió el rostro con el manto... oyó entonces una voz que decía: «¿Qué haces ahí, Elías?...

--«Siento un celo ardiente por Ti, Señor, porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza...»

--«Vuelve a Damasco, consagrarás a un rey de Siria, y en Israel...»

Ese diálogo entre Dios y el hombre es representativo.

El hombre se envuelve en su manto en un gesto de temor y de respeto. Dios le hace una pregunta. Dios hace preguntas.

¡El hombre de Dios expone su deseo! Su deseo misionero.

En su oración ha descubierto un ardor misionero. A pesar de estar en el desierto se encuentra en medio de un mundo. Piensa en la humanidad que ha abandonado "la Alianza".

Y Dios le envía de nuevo a ese mundo, a esa humanidad. Deja tu desierto y vete a la gran ciudad.

Este es el ritmo de la contemplación y de la acción. Entrar en contacto con Dios... llevar a Dios a los hombres... ¡oración... apostolado!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 124 s.


3.- Mt 5, 27-32

3-1.

-Habéis oído el mandamiento: "No cometerás adulterio".

Pues Yo os digo: Todo el que mira a una mujer casada excitando su deseo por ella, ya ha cometido adulterio con ella en su interior.

Segundo ejemplo de "cumplimiento" de la Ley.

No obstante, ¡Jesús revoluciona completamente la moral! Lo que cuenta, para El, no es lo que aparece a la mirada de los hombres, sino el fondo de los corazones. Lo que mancha al hombre no es su cuerpo, sino su mente, su deseo, su intención. En la humanidad, Jesús introduce un nuevo valor: el respeto profundo de sí mismo, el respeto del otro sexo, la nobleza del amor... En Israel, en tiempo de Jesús, el divorcio era legal: pero, dice Jesús, no es a este nivel "exterior~ que se juega lo esencial. La moral conyugal, la moral sexual, no es ante todo una lista material de actos permitidos y de actos prohibidos... es una actitud interior, mucho mas exigente que pide una continua superación.

Señor, ven a ayudarnos. Sin ti no podemos seguir tu evangelio.

-Si tu ojo te pone en peligro, sácatelo y échalo fuera...

Son palabras de una dureza tremenda.

Se ha dicho alguna vez que Jesús no había tomado posición sobre la sexualidad, ni sobre lo que atañe a las costumbres.

Ahora bien, Mateo sitúa este versículo donde es cuestión de los "ojos" que tientan al hombre... justamente después del versículo donde Jesús decía de no "mirar" de manera culpable a una mujer.

El cuerpo humano no es malo. El recelo hacia él no es una actitud cristiana -si bien algunos autores se expresaron así-; pero es evidente que el cuerpo puede llegar a ser tentador: "si" te arrastra al pecado...

¿Cómo reaccionar? Por una determinación violenta: "quítatelo"...

En el momento que el paganismo contemporáneo se caracteriza por una agresión cada vez más neta y tajante en este terreno sexual, no es malo oír la toma de posición de Jesús.

No hay ninguna afectación en la pureza predicada por Jesús; El se sitúa más bien del lado de la fuerza y de la energía.

-Se os ha dicho: "El que repudia a su mujer, que le dé acta de divorcio". Pues yo os digo: "Todo el que repudia a su mujer, fuera del caso de unión ilegal, la lleva al adulterio, y el que se case con la repudiada, comete adulterio~.

He aquí un punto, y más que un detalle, de la Ley de Moisés que es netamente cambiado por Jesús. El Deuteronomio 24, 1 permitía el divorcio. Jesús impugna pues una ley formal de su país -y lo que es más todavía ¡una ley de la Biblia!- La Ley imperfecta de la Antigua Alianza es pues reemplazada por una Ley nueva. Pero esta novedad aparente reemprende, de hecho, una intención original de Dios, expresada en el relato de la creación (Génesis 1, 26): Jesús dirá en otro pasaje: "en el principio no fue así" (Mateo 19, 1-9). Prácticamente, según las interpretaciones más autorizadas, Jesús no tolera ningún motivo de repudio.

La excepción señalada, "la unión ilegítima", sería el caso de los que no están casados.

Más allá de todas las controversias de los Rabinos, Jesús es claro; lanza una llamada profética en favor de la indisolubilidad del matrimonio: ¿no es precisamente el voto mismo del amor? La intransigencia, mal comprendida a veces, de las posiciones de la Iglesia sobre este asunto, proviene de esta fuente evangélica: ningún poder en el mundo, ni la Iglesia, ni el Papa, no puede desligar lo que Dios ha ligado de manera tan clara. Quizá esto llevará, algún día, a comprender mejor en qué manera esta exigencia "salva el amor" de todo lo que, tan fácilmente, lo destruiría.

Hay que leer este pasaje con su complemento: la actitud tan comprensiva de Jesús para con la mujer adúltera (Juan 8, 1-11) ¿somos nosotros, cada uno de nosotros, tan buenos como lo fue Jesús con las pobres libertades humanas desfallecientes?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 16 s.


3-2.

1. (Año II) 2 Corintios 4,7-15

a) «Una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros». Pablo y, como él, todos los ministros de la comunidad, sienten que llevan un tesoro -la salvación de Dios que anuncian y tratan de comunicar-, pero lo llevan «en vasijas de barro», porque son débiles y encuentran dificultades en su camino.

La clave es fiarse totalmente de Dios. Qué hermosa esta página en que Pablo resume sus tareas apostólicas: le aprietan, pero no le aplastan, está apurado, pero no desesperado. En todo se siente unido a Cristo. Se ha solidarizado con él en los sufrimientos, con la esperanza de que también participará de su vida: «quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará».

Todo ello es para bien de la comunidad: «la muerte está actuando en nosotros y la vida en vosotros... todo es para vuestro bien».

b) Un apóstol, tanto si es ministro de la comunidad o religioso o simple cristiano, debe estar preparado a sufrir por Cristo y ser consciente de que lleva «un tesoro en vasijas de barro». Todos somos frágiles, por las dificultades que nos aprietan desde fuera y por la debilidad que sentimos dentro. Eso nos hace humildes y realistas.

Como Pablo, debemos confiar en Dios, no dejándonos amilanar ni desilusionar por las dificultades. Pablo nos da un ejemplo magnífico de valentía y generosidad, siguiendo los pasos de Jesús, que se entregó totalmente para salvar a los demás.

Unamos tanto nuestros días malos como los buenos al destino de Cristo Jesús. De alguna manera, un cristiano prolonga en su propia vida la vida de Cristo, su muerte y su resurrección. O sea, va viviendo su misterio pascual día tras día, en su pequeña existencia.

Sin desanimarse fácilmente. Sabiendo buscar la fuerza y la energía en el que la da, Dios: «creí, por eso hablé».

El salmo nos ha hecho decir que hay problemas en nuestra vida: «qué desgraciado soy... yo decía en mi apuro: los hombres son unos mentirosos». Pero, sobre todo, nos ha hecho expresar la confianza en Dios: «rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza».

Todo para que vaya creciendo la comunidad: «cuantos más reciban la gracia mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios». No estamos en este mundo sólo para salvarnos nosotros, sino para evangelizar, para ayudar a otros a que se enteren del don de Dios y lo acepten.

1. (Año Il) 1 Reyes 19,9-16

a) La escena que leemos se sitúa al final de un camino dramático de Elías: perseguido por la reina Jezabel, tiene que huir y pasa cuarenta días caminando por el desierto, sediento, cansado, deseándose la muerte. Hasta que llega al monte Horeb, el mismo en que había tenido lugar el encuentro de Moisés con Yahvé.

Allí le espera Dios y va a dar al fogoso profeta, todo él un torbellino, el que hizo bajar fuego sobre la ofrenda del altar, una lección interesante. No se le aparece en el viento huracanado, ni en el terremoto, ni en el fuego. Sino en una suave brisa.

Es significativo el diálogo. Dios le pregunta a Elías: «¿qué haces aquí?». Como diciendo: ¿cómo es que has abandonado la ciudad, a donde yo te había mandado a ser mi profeta? La respuesta de Elías es la respuesta de un profeta que sufre por Dios: «los israelitas han abandonado tu alianza».

La orden de Dios es que vuelva de nuevo y siga ejerciendo de profeta.

b) También un profeta cristiano sabe lo que es el cansancio, la persecución, la soledad.

En nuestra historia particular, hay períodos de desierto. Pero a cada uno le espera Dios, en el momento y el modo menos pensado. En la cueva o en el desierto o en la ciudad.

Oigamos como dirigida a nosotros la palabra de Dios.

Él corrige nuestras prisas y nuestro temperamento, a veces no conforme con el el estilo de Dios. Elías lo quiere arreglar todo con fuego y gestos espectaculares: no es la manera de actuar de Jesús, que tuvo mucha más paciencia y actuó con amable persuasión. ¿Cuál es nuestro temperamento? ¿buscamos a Dios en el fuego y el terremoto, o le sabemos descubrir en las cosas sencillas y humildes?

Tal vez, si nos hemos escapado del camino y nos dejamos ganar por el desánimo, hoy Dios nos pregunte: «¿qué haces tú aquí?». ¿Cómo puede animar a los demás uno que está desanimado? Dios nos ha señalado un campo en el que trabajar para bien de los demás; no podamos bajar los brazos y rendirnos. Claro que sufriremos, como Elías, porque muchos, en esta sociedad, «han abandonado la alianza y han derribado los altares de Dios»; pero eso no es motivo suficiente para dimitir.

Por tanto, seguramente, oiremos también la otra palabra: «desanda el camino, vuelve», porque hay mucho que hacer en este mundo, dando testimonio, anunciando, denunciando y buscando sucesores para la misión. No te canses de ser mi testigo.

2. Mateo 5,27-32

a) Las antítesis que plantea Jesús entre lo que se decía en el AT y lo que él propone a los suyos, le llevan hoy al tema de la fidelidad conyugal, como ayer lo hacía sobre la caridad fraterna.

«Pero yo os digo». Jesús es más exigente. Busca profundidad, invita a ir a la raíz de las cosas. No sólo falta el que comete el adulterio, sino también quien desea la mujer ajena. La fuente de todo está en el corazón, en el pensamiento.

Además, según él, el divorcio va contra el plan de Dios, que quiere un amor fiel en la vida matrimonial. El divorcio es la preparación del adulterio. Se ve cómo el AT está siendo perfeccionado y corregido por Jesús, que quiere restaurar el plan inicial de Dios sobre el amor, con una fidelidad indisoluble. Defiende, de paso, la dignidad de la mujer, porque rechaza la fácil ley que permitía al marido repudiar a su mujer por cualquier causa.

Una fidelidad así exige, a veces, renuncias. Las palabras de Jesús parecen muy duras: prescindir de un ojo o de una mano, si son ocasión de escándalo.

b) Cuando nos examinamos, deberíamos ante todo analizar más que unos hechos externos aislados, nuestras actitudes internas, que son la raíz de lo que hacemos y decimos. Si dentro de nosotros están arraigados el orgullo, o la pereza, o la codicia, o el rencor, poco haremos para su corrección si no atacamos esa raíz. Si nuestro ojo está viciado, todo lo verá mal. Si lo curamos todo lo verá sano. Las palabras agrias o los gestos inconvenientes nacen de dentro, y es dentro donde tenemos que poner el remedio, arrancando el rencor o la ambición o el orgullo. Entonces no nos pasaría eso que tenemos que reconocer a menudo: que en cada confesión tenemos que decir lo mismo y cada año, la convocatoria de la Pascua nos encuentra con las mismas pobrezas y situaciones.

Hemos visto que Cristo exige a sus seguidores que se tomen en serio el matrimonio. La fidelidad matrimonial -y, equivalentemente, la fidelidad a la vida religiosa o ministerial- nos costará. Porque no se trata de ser fieles en los momentos en que todo va bien, sino también cuando no se siente gusto inmediato en nuestra entrega.

¿Nos da miedo la radicalidad que aquí propone Jesús? Con un lenguaje ciertamente dramático, Jesús nos quiere decir que hay que saber pagar algo, renunciar a algo, para seguirle en su camino. Saber prescindir de lo que nos estorba y hasta «mutilarnos», ejerciendo un control sobre nuestros deseos, gustos y ocasiones de tentación. Él nos dijo que, para conseguir un tesoro escondido, hay que estar dispuestos a vender lo demás.

«Nos derriban, pero no nos rematan» (1ª lectura I)

«Señor, yo soy tu siervo: rompiste mis cadenas» (salmo I)

«Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro» (salmo II)

«Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (salmo II)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 27-30


3-3.

Primera lectura : 1 de Reyes 19, 9a.11-16 Aguarda al Señor en el monte.

Salmo responsorial : 26, 7-8a.8b-9abc.13-14 Tu rostro buscaré, Señor.

Evangelio : Mateo 5, 27-32 El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero.

Jesús ve la necesidad de remplazar el contenido de aquellas leyes de la antigua alianza que, por tanto uso y abuso, habían perdido vigencia frente a las exigencias de una alianza nueva que ya no se puede aplazar más...

Pero Jesús no sólo está hablando a la gente de su tiempo: se las supo ingeniar muy bien para ser contemporáneo de las futuras generaciones. Todo en Él está referido a la manera como el ser humano debe enderezar sus sentimientos para que la transformación de la realidad (su propia realidad personal y la realidad social también) sea posible. La trascendencia del proyecto de Jesús está en que desborda tiempos y espacios determinados.

La superioridad de los mandamientos que inaugura Jesús se hace patente cuando, al referirse al adulterio por ejemplo, va más allá de la fidelidad física, la cual podría ser controlada con determinada ley, y se preocupa de la fidelidad que no se ve pero que se juega en la conciencia.

Lo que se busca es edificar más por dentro que por fuera al ser humano, porque las leyes son fáciles de burlar, mientras que la conciencia es el corazón y el cimiento de la persona íntegra. Nos está diciendo también que con simples normas externas que prohiban hacer el mal» no se puede construir el Reino de Dios; es preciso el cambio en el corazón... pero u cambio del corazón que no es auténtico sino cuando se traduce en cambio visible fuera del corazón, en la persona, en su comportamiento individual y social...

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Bastaría reproducir el comienzo de la primera lectura de hoy para alimentar toda la jornada: Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.

¡Qué manera tan hermosa de presentar la experiencia de Dios en Jesucristo! ¡Tesoro! ¿Qué tal si dejamos que la Palabra de Dios nos ayude a saborear esta manera de entender la vida cristiana? Dejemos que caiga sobre nosotros la lluvia suave de algunos textos escogidos del evangelio de San Mateo:

Donde está tu tesoro, allí está tu corazón (Mt 6,21).

El Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel (Mt 13,44).

Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígueme (Mt 19,21).

Cuando comprendemos que la gracia de Dios es el “tesoro” de nuestra vida, que nada hay comparable a ella, entonces estamos dispuestos a relativizar todo lo demás con tal de no perder lo esencial. Jesús lo dice con exageración semita: Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro, que ser echado entero en el Abismo.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-5. DOMINICOS

Palabra y Espíritu
Segunda carta de san Pablo a los corintios 4, 7-15:
“Hermanos: El tesoro de la gracia y predicación de Jesucristo lo llevamos nosotros en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan..., pero no nos aplastan.... En toda ocasión y por todas partes llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal...”

La impresión que tiene Pablo de sentirse débil, necesitado de ayuda, sobre todo de parte del Señor, es la impresión que vivió también Antonio de Padua. Pero ambos superaron con valentía sus limitaciones y mantuvieron el servicio a la Palabra, entregándose hasta la muerte. Eso era vivir en fe profunda.

Evangelio según san Mateo 5, 27-32:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Habéis oído el mandamiento ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada, deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado en el abismo...”

Este texto evangélico nos señala algunas actitudes y gestos concretos en los que hemos de mostrarnos con dignidad de hijos de Dios: amando a la mujer y respetándola, apreciando los dones del ver, conocer, pensar, amar..., pero anteponiendo nuestra calidad espiritual a otros placeres inferiores y mezquinos. Nos va en ello la vida eterna.

Momento de reflexión
Nuestra misión y gracia es sublime, pero se da en frágil persona.

Los cristianos, al sentirnos llamados a la misión y al cultivo de la gracia, tenemos que recordar muchas veces estas palabras de Pablo: Mirad que Dios y sus dones son altísimos en su dignidad, y el derroche de gracias que Él  hace a favor nuestro es supera toda medida. Corresponderle es nuestro deber.

Pero hemos de reconocer que la entereza de ánimo que nos ponga a tono para colaborar dignamente con ellos nos desborda. Somos instrumentos débiles, impuros, egoistas, cobardes. ¿Qué debemos hacer? Poner nuestra confianza en el Señor de la vida, de la gracia y de la misión, y dejarnos guiar por él, para que en nuestra carne resplandezca su poder y gloria.
Tanto mayor bien haremos cuanto más pobres nos encontremos en el servicio.

Gracia y mirada nueva en hombre viejo.
La pobreza y debilidad humana la tenemos a la vista. Basta mirar nuestras miserias. Sin embargo, el ideal de santidad y dignidad que nos señala la nueva Alianza en la Sangre de Cristo, exige mucho, como exigió a Antonio de Padua y a Pablo de Tarso.

Aprendamos: Si estimamos que es justo y grato dar a la mujer amor, estimemos que es todavía más grande dárselo en pureza de corazón. Si es justo y necesario dar pan al necesitado, estimemos que es todavía más grande dárselo con entrañas de amor, de misericordia, dándolo de buen grado.

Señor, es muy claro que nuestro trabajo y servicio se da en la debilidad y que es muy difícil alcanzar en nuestra entrega la grandeza deseada, llegando a ser incluso heroica. Ayúdanos a trabajar y a servir manteniéndonos muy unidos a tu Corazón. Así experimentaremos dulzura incluso en la misma cruz.


3-6.

Luego de presentar el nuevo sentido del quinto mandamiento se pasa a exponer el significado que debe asumir el siguiente, "no cometer adulterio" y a él va unido, por la cercanía temática, la consideración de la legislación matrimonial.

Tenemos así dos enseñanzas, expresadas igualmente con la oposición entre lo que fue dicho a los antiguos y la afirmación de Jesús. Esta se desarrolla de nuevo en cada caso en la sucesión de dos etapas. Una ley obligatoria y general (denominada apodíctica), seguida de una ley casuística, donde se presenta un caso límite que demuestra hasta que punto debe llegar el cumplimiento de la anterior.

La primera de esas enseñanzas (vv. 27-30) se inicia reproduciendo el mandamiento de Ex 20, 14 y Dt 5, 18. A partir de esa formulación, Jesús amplía los límites que debe asignarse al concepto de adulterio. No se trata solamente de una acción exterior, sino que engloba la raíz de esa acción. No sólo el "cometer"(v. 27) sino también el "desear" (v. 28) está comprendido en su significación. Este desear ya es un "cometer adulterio en el corazón".

El caso que se presenta a continuación concierne a la manera de comportarse frente a las partes del cuerpo que colaboran en el despertar del deseo pecaminoso. En ambos casos se le añade la misma determinación: "ojo derecho", "mano derecha" y con ella se quiere señalar el que era considerado más digno en aquella época.

Para motivar la dureza de la acción "cortar y arrojar", se recurre al horizonte del juicio divino con la mención de la gehena, lugar donde se quema la basura de la ciudad y, por analogía, lugar donde se quemarán las acciones dignas de reprobación en el juicio divino.

La segunda enseñanza (vv. 31-32) considera la práctica del repudio existente en Israel. Las principales causas que permiten esa decisión según el libro del Deuteronomio son: la prisionera de guerra que se ha dejado de amar (Dt 21, 10-14), la carencia de virginidad de la esposa previa al matrimonio (22, 13-21) y "el hecho vergonzoso" (Dt 24, 1). Sobre toda esta última motivación era objeto de discusión. Algunos reservaban la decisión para causas de suma gravedad, mientras otros la ampliaban a otras no tan importantes.

Jesús se aparta de las discusiones mencionadas e insiste en la amenaza que representa el repudio para la institución matrimonial.

El que "repudia a la propia esposa" la expone al adulterio, no sólo a ella sino a quien se una a ella en una nueva unión conyugal. Sin embargo, la mención de una causa permitida de adulterio definida como "fornicación" presenta una dificultad todavía no solucionada definitivamente. Se puede pensar con algunos que se trata del "hecho vergonzoso" de Dt 21,1, un adulterio o infidelidad manifiesta, puede tratarse según otra opinión de uniones no permitidas por la Ley que deben por consiguiente disolverse. O puede tratarse de un privilegio existente en la comunidad de Mateo, análogo al permitido en las comunidades paulinas (cf1 Cor 7, 15-16).

En todo caso , Jesús quiere afirmar el sentido fundamental del matrimonio y, consiguientemente, de la dignidad e igualdad de los cónyuges. Resalta la defensa de la mujer en una sociedad cuya suerte estaba frecuentemente expuesta a la arbitrariedad del marido.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-7. Mt 5, 27-32 2001

COMENTARIO 1

vv. 27-30: Os han enseñado que se mandó: «No cometerás adul­terio» (Ex 24,14). 28Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer casada excitando su deseo por ella, ya ha come­tido adulterio con ella en su interior. 29Y si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te conviene perder un miembro que ser echado entero en el fuego. 30Y si tu mano derecha te pone en peli­gro, córtatela y tírala; más te conviene perder un miembro que ir a parar entero al fuego.

Con el sexto mandamiento, la Ley prohibía la acción ex­terna, el adulterio. Jesús vuelve a insistir en la limpieza de co­razón (en su interior, en su corazón). «Mujer» significa «mujer casada». El adulterio es una injusticia y lo mismo el deseo de cometerlo. «El ojo» simboliza el deseo; «la mano», la acción. Ceder al impulso de uno u otra lleva al hombre a la muerte. Hay que eliminar el mal deseo con la pureza del corazón (5,8); la mala acción con la ayuda al prójimo (5,7).

vv. 31-32: Se mandó también: «El que repudia a su mujer, que le dé acta de divorcio» (Dt 24,1). 32Pues yo os digo: todo el que repudia a su mujer, fuera del caso de unión ilegal, la empuja al adulterio, y el que se case con la repudiada co­mete adulterio.

El repudio es una injusticia contra la mujer. No basta el do­cumento legal para justificar la acción. La mujer sigue ligada al marido que abusivamente la despidió. «Fuera del caso de unión ilegal»: el griego porneia puede significar la inmoralidad en general, la prostitución, la frecuentación de prostitutas (1 Cor 6,18) y la unión entre parientes prohibida por la Ley (Lv 18,6-8; 1 Cor 5,1). En este pasaje hay que optar entre una traducción que atribuya culpa a la mujer (inmoralidad, prostitución) y la de «matrimonio ilegal». La primera (mujer culpable) haría el texto contradictorio. Hay que optar, por tanto, por la segunda. También el repudio procede del corazón no limpio (cf. 15,19).


COMENTARIO 2

En la segunda antítesis, la del adulterio, Jesús también interpreta el mandamiento de forma radical. La letra de la ley sólo se fija en el hecho físico. En el AT, el adulterio es una violación del derecho del hombre. Pero Jesús va más allá, va al espíritu profundo de la ley, teniendo en cuenta incluso el peligro de la tentación. Por eso Jesús dice unas frases duras con las que quiere llamar la atención sobre cualquier situación de peligro que hace caer. No se pueden interpretar literalmente, pero reflejan la importancia que tiene el tema para Jesús.

Como en el caso del homicidio, se toma la suprema ofensa como punto de partida, más allá de la cual avanza Jesús. La afirmación es breve, pero contundente; mirar con deseo es algo tan culpable como el mismo adulterio. Jesús replantea la ley orientando el nuevo comportamiento contra las causas que generan el impulso y los deseos de la carne.

De igual manera, el texto plantea el tema del escándalo. Aunque el escándalo sea inevitable, no excusa a los responsables del mismo. Las sentencias de Jesús sobre la mano o el ojo que son ocasión de pecado son un llamado a suprimir las causas que provocan el tropiezo.

No podemos olvidar que frente al riesgo de escandalizar, destruyéndose uno mismo y destruyendo a los demás, no hay otra posibilidad que un compromiso muy interno de vencerse a sí mismo, incluso muriendo, si hiciere falta, para bien del otro.

En este mismo texto encontramos en los vv. 31-32 la tercera antítesis, sobre el divorcio. Los fariseos interpretan el tema del divorcio desde Dt. 24, 1, que permite al varón expulsar a la mujer (divorciarse de ella) con la condición de darle un acta de repudio o documento de libertad. Jesús reinterpreta la ley en una forma sorprendente, apoyando la dignidad de la mujer y fundando el matrimonio como vínculo de unidad. Superando los límites de la ley mosaica ("está mandado"), Mateo ha querido reafirmar el valor del matrimonio no como un derecho del uno sobre el otro, sino como unidad original y responsable entre hombre y mujer.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. 2002

Luego de presentar el nuevo sentido del quinto mandamiento se pasa a exponer el significado que debe asumir el siguiente, “no cometer adulterio” y a él va unido, por la cercanía temática, la consideración de la legislación matrimonial.

Tenemos así dos enseñanzas, expresadas igualmente con la oposición entre lo que fue dicho a los antiguos y la afirmación de Jesús. Esta se desarrolla de nuevo en cada caso en la sucesión de dos etapas. Una ley obligatoria y general (denominada apodíctica), seguida de una ley casuística, donde se presenta un caso límite que demuestra hasta que punto debe llegar el cumplimiento de la anterior.

La primera de esas enseñanzas (vv. 27-30) se inicia reproduciendo el mandamiento de Ex 20, 14 y Dt 5, 18. A partir de esa formulación, Jesús amplía los límites que debe asignarse al concepto de adulterio. No se trata solamente de una acción exterior, sino que engloba la raíz de esa acción. No sólo el “cometer”(v. 27) sino también el “desear” (v. 28) está comprendido en su significación. Este desear ya es un “cometer adulterio en el corazón”.

El caso que se presenta a continuación concierne a la manera de comportarse frente a las partes del cuerpo que colaboran en el despertar del deseo pecaminoso. En ambos casos se le añade la misma determinación: “ojo derecho”, “mano derecha” y con ella se quiere señalar el que era considerado más digno en aquella época.

Para motivar la dureza de la acción “cortar y arrojar”, se recurre al horizonte del juicio divino con la mención de la gehena, lugar donde se quema la basura de la ciudad y, por analogía, lugar donde se quemarán las acciones dignas de reprobación en el juicio divino.

La segunda enseñanza (vv. 31-32) considera la práctica del repudio existente en Israel. Las principales causas que permiten esa decisión según el libro del Deuteronomio son: la prisionera de guerra que se ha dejado de amar (Dt 21, 10-14), la carencia de virginidad de la esposa previa al matrimonio (22, 13-21) y “el hecho vergonzoso” (Dt 24, 1). Sobre toda esta última motivación era objeto de discusión. Algunos reservaban la decisión para causas de suma gravedad, mientras otros la ampliaban a otras no tan importantes.

Jesús se aparta de las discusiones mencionadas e insiste en la amenaza que representa el repudio para la institución matrimonial.

El que “repudia a la propia esposa” la expone al adulterio, no sólo a ella sino a quien se una a ella en una nueva unión conyugal. Sin embargo, la mención de una causa permitida de adulterio definida como “fornicación” presenta una dificultad todavía no solucionada definitivamente. Se puede pensar con algunos que se trata del “hecho vergonzoso” de Dt 21,1, un adulterio o infidelidad manifiesta, puede tratarse según otra opinión de uniones no permitidas por la Ley que deben por consiguiente disolverse. O puede tratarse de un privilegio existente en la comunidad de Mateo, análogo al permitido en las comunidades paulinas (cf1 Cor 7, 15-16).

En todo caso , Jesús quiere afirmar el sentido fundamental del matrimonio y, consiguientemente, de la dignidad e igualdad de los cónyuges. Resalta la defensa de la mujer en una sociedad cuya suerte estaba frecuentemente expuesta a la arbitrariedad del marido.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. Viernes 13 de junio de 2003
Antonio de Padua

2 Cor 4, 7-15: Quien resucitó a Jesús, con Él nos resucitará
Salmo: 115, 10-11.15-18
Mt 5, 27-32: Si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo...

Jesús sigue corrigiendo o aboliendo puntos de la Ley antigua y de la interpretación que hacían de ella los fariseos y letrados. Ayer decía: no basta con no matar; hay que impedir que comience en el corazón del ser humano el proceso que conduce a la muerte-eliminación del otro: tratar con coraje al otro, insultarlo, llamarlo “renegado”... El evangelio de hoy va en la misma línea. La ley antigua prohibía la acción externa, el adulterio; pero esa acción externa comienza por dentro con el deseo de cometer la injusticia de quitarle al prójimo su mujer. Quitando el deseo, se quita la consecuencia de éste. El ojo simboliza el deseo; la mano, la acción; ambos hay que eliminarlos. Dejarse llevar por el ojo o la mano conduce a la muerte.

Pero la fractura a veces en las relaciones matrimoniales se produce. ¿Qué hacer en este caso? En caso de ser despedida la mujer por el marido, la ley manda a éste que le dé un acta de repudio a aquella, para que quede libre del vínculo que la unía a su marido anterior y pueda casarse de nuevo, no quedando de este modo condenada a la mendicidad. La mujer era la parte débil de la institución matrimonial, pues, en tiempos de Jesús, mientras el marido podía despedir a la mujer, ésta no podía despedir al marido. Y Jesús la protege: en primer lugar, para despedirla, hay que arreglarle bien los papeles de modo que quede libre; en segundo lugar, hay que restringir al máximo los abusos posibles de los maridos –que podían despedir según la doctrina de Shammai a las mujeres por cualquier motivo. Solamente está permitido hacerlo en caso de unión ilegal o matrimonio nulo.

Pero atención: este texto no habla del divorcio tal y como lo entendemos en la actualidad, sino de la ley del repudio en una sociedad en la que el matrimonio se instrumentalizaba como elemento de dominación del hombre sobre la mujer, pues sólo éste podía iniciar el proceso de separación; en ningún caso aquélla. Jesús, con esta respuesta, va contra la profunda desigualdad entre hombre y mujer. Hombre y mujer, nacidos iguales, deben ser tratados como iguales por la ley.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-10. ACI DIGITAL 2003

27. Véase Ex. 20, 14; Deut. 5, 10.

28. Es muy importante distinguir entre la inclinación y la voluntad. No hemos de sorprendernos de sentir el mal deseo ni tener escrúpulo de él, porque esto es lo normal; pecado sería consentir en lo que sentimos. Dios saca de él ocasión de mérito grandísimo cuando lo confesamos con plena desconfianza de nosotros mismos, y entonces nos da la fuerza para despreciarlo. Por eso Santiago (1, 12) llama bienaventuranza la tentación en el hombre recto.

29. Véase Lev. 24, 19 s. Por ojo derecho y por mano derecha entiende Jesucristo cualquier cosa que nos sea tan preciosa como los miembros más necesarios de nuestro cuerpo.

31. Véase Deut. 24, 1. Jesús suprime aquí el divorcio que estaba tolerado por Moisés, y proclama la indisolubilidad del matrimonio. Si no es por causa de fornicación: no quiere decir que en el caso de adulterio de la mujer, el marido tenga el derecho de casarse con otra, sino solamente de apartar la adúltera. El vínculo del matrimonio subsiste hasta la muerte de uno de los dos contrayentes (19, 6; Marc. 10, 11; Luc. 16, 18; Rom. 7, 2; I Cor. 7, 10 s. y 39).


3-11. 2004. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

1 Re 19,9.11-16: ¿Qué haces aquí Elías?
Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación.
Mt 5,27-32: Si tu ojo es ocasión de pecado, sácatelo.


La primera lectura (1 Re 19,9a.11-13) narra la parte central de la experiencia vivida por el profeta Elías en el monte Horeb (o Sinaí), hasta donde había llegado huyendo movido por el temor a la reina Jezabel que lo buscaba para matarlo. Elías se había encaminado hacia el monte en donde Israel había vivido su primer encuentro con Yahvéh, en medio de “truenos, relámpagos, densa nube sobre el monte y fuerte sonido de trompetas” (Ex 19,16). Es difícil establecer con certeza por cuál motivo va Elías al monte: ¿en peregrinación sagrada?, ¿para encontrar a Dios como al principio lo había hecho Israel y rehacer sus fuerzas?, ¿para acusar al pueblo infiel delante de Dios?, ¿para terminar la alianza allí mismo dónde había comenzado?

El texto bíblico sólo dice que Elías se encamina al desierto porque está lleno de miedo (1 Re 19,3) y que desea acabar con su vida pues se siente fracasado como hombre y como profeta (1Re 19,4). En todo caso, en el monte Horeb Elías vivirá una experiencia que lo cambia y le hace ver las cosas de forma distinta: aprende que Dios tiene caminos que él no conoce, intuye el misterio divino como una realidad que lo desborda y que él no puede ni explicar totalmente ni poseer como algo propio.

Elías llega a la montaña y se esconde en una gruta donde pasa la noche (1 Re 19,9). Una noche que Elías lleva dentro y que se manifiesta como miedo y fracaso. El Señor se hace presente en aquellas tinieblas e invita al profeta a reconocer su presencia diciéndole: “Sal y quédate en pie ante mí en la montaña. El Señor va a pasar” (v. 11). Delante de Elías pasa primero un viento fuerte, luego un terremoto y finalmente el fuego. De los tres elementos cósmicos, que tradicionalmente servían para indicar una teofanía o manifestación divina, se dice en el texto: “El Señor no estaba en el viento”, “El Señor no estaba en el terremoto”, “El Señor no estaba en el fuego” (vv. 11-12). Por tres veces se niega la presencia del Señor precisamente en algunos elementos de la naturaleza que Elías conocía como reveladores de la divinidad (el viento, el terremoto y el fuego).

Sólo después se afirma la presencia de Yahvéh con una misteriosa frase hebrea, muy difícil de traducir: Dios se hace presente en una qol demamá daqá. La expresión literalmente se debe traducir: “en una voz de silencio sutil”. Los estudios más recientes de lexicografía y exégesis bíblica en relación con la terminología hebrea para expresar el silencio, han puesto de manifiesto que no es correcto traducir esta frase con expresiones atmosféricas del tipo “susurro de una brisa suave” o “murmullo ligero”.

Dios se manifiesta a Elías, no en la suavidad de una brisa o en un pacífico aire fresco, sino a través del silencio. Primero se niegan algunas formas tradicionales de revelación divina (el viento, el terremoto, el fuego), audibles y potentes, para después afirmar otra, paradójica y misteriosa: la presencia de Dios en el silencio (en la qol demamá daqá, en la “voz de silencio sutil”).

En la Biblia el silencio es casi siempre signo de muerte, de rechazo o de ausencia. En el Horeb, el Dios de la Palabra se muestra a Elías en la ausencia, en la no-palabra, en el callar de todo fenómeno sonoro. Este silencio es “voz” (hebreo: qol). En forma paradójica, en el “callar” divino se produce su “decir”. El silencio del Horeb es un silencio que “dice”, que misteriosamente habla y comunica aquella palabra, que es la palabra de la revelación. Elías percibe en el silencio la presencia divina, en una voz singular, extraña y contradictoria, la voz de la ausencia y del no-decir, pero en todo caso, perceptible y experimentable.

En el Horeb se afirma que Dios no está siempre y necesariamente allí donde el ser humano está acostumbrado a encontrarlo (en el terremoto, en el viento, en el fuego). La revelación del Horeb niega las manifestaciones divinas precedentes y las experiencias de Dios que se han tenido antes. Al Dios vivo no se le puede aprisionar en esquemas y tradiciones humanas. No se le puede identificar con una experiencia suya particular ya conocida o vivida en el pasado, pero tampoco se le puede negar en la experiencia de su aparente ausencia. Muchas veces la única palabra de parte de Dios, que es capaz de despertarnos del letargo de la indiferencia y la superficialidad, es su silencio.

En el evangelio Jesús radicaliza el mandamiento antiguo de “no cometer adulterio” (Ex 20,4; Dt 5,18). Jesús pasa del nivel jurídico-legal al nivel de las relaciones interpersonales profundas. Con la mirada del hombre se expresa el deseo de posesión, la “concupiscencia” en sentido ético-religioso, que transforma a la otra persona en objeto al servicio de mi propio placer. Este deseo malsano implica la acción del hombre desde sus intenciones y decisiones interiores: “el corazón”: “Yo les digo que todo el que mira con malos deseos a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mt 5,28).

Lo que se condena con la interpretación evangélica del “no cometer adulterio” no es el deseo sexual en sí, sino la perversión de la relación de amor fiel entre un hombre y una mujer en sus raíces profundas. Las dos frases sobre el “escándalo” con las cuales Mateo comenta y amplía la antítesis sobre el adulterio, revelan la dimensión religiosa y la seriedad escatológica de la reinterpretación evangélica de la norma sobre las relaciones sexuales. Las expresiones “sacarse el ojo” o “cortarse la mano” indican la radicalidad de la exigencia evangélica.

Referencia bibliográfica para profundizar:
S.J. BÁEZ, Tiempo de callar y tiempo de hablar. El silencio en la Biblia Hebrea, ed. Teresianum, Roma 1999, tesis doctoral, de donde fue tomado el comentario sobre el texto de 1Re 19.


3-12. DOMINICOS 2004

La Escritura nos da sabiduría

La Escritura inspirada te da sabiduría divina.
La Escritura inspirada es útil para enseñar, educar, corregir...
Con la Escritura inspirada el hombre está equipado para obrar bien.

Nos cuenta hoy el evangelista Marcos que Jesús hablaba, dialogaba, discutía con letrados y fariseos sobre la verdad contenida en la Escritura; y agrega, que lo hacia tan bien que la gente disfrutaba escuchándole.

Retengamos esta idea: nosotros hemos de disfrutar leyendo, reflexionando, compenetrándonos con la Biblia, Palabra de Dios. Tenemos oportunidad de hacerlo diariamente en la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía, y también en nuestros hogares y en la lectura espiritual privada, si nos familiarizamos con ella y nos dejamos impregnar por sus aromas, desechando con ella la maldad y adhiriéndonos a la verdad, al amor salvador.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Segunda carta a Timoteo 3, 10-17:
“Tú seguiste paso a paso mi doctrina y mi conducta, mis planes, fe y paciencia... ¡Qué persecuciones padecí! Pero de todas me libró el Señor.

Todo el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido, y, a su vez, esos perversos embaucadores... irán extraviando a los demás y extraviándose ellos mismos. Tú, permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado...

La Escritura puede darte la sabiduría que por la fe en Cristo Jesús conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud...”

Evangelio según san Marcos 12, 35-37:
“En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: ¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo dice: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a la derecha. Pues, si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo? La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo a Jesús.”


Reflexión para este día
Repasemos cuatro de los frutos que nos puede ofrecer el árbol de la sagrada Escritura, si nos acercamos a él con hambre y sed de verdad espiritual, convivencial, social, familiar, responsable...

Sabiduría de salvación: la Escritura inspirada no es libro o cátedra de ciencias de la naturaleza, de matemáticas, de astronomía, de derecho o de filosofía... Es libro de divina sabiduría que nos hace pensar con aforismos, gestos, palabras, sentimientos, compromisos de salvación, es decir, conducentes a Dios, nuestro Padre y Creador.

Sabiduría de educación: la Escritura nos enseña a conducirnos con la dignidad propia de personas que puede y quiere convivir en sociedad apreciando y respetando a los demás, pues los aprecia como a otros yo a los que se debe todo respeto y dignidad.

Sabiduría de corrección fraterna: la Escritura es libro abierto en el que se muestran las flaquezas humanas, como fuentes o frutos de infidelidades, egoísmos, guerras, odios, ambiciones...; pero todo eso se hace urgiendo en cada uno el deber de amonestar, advertir, corregir al hermano para se convierta a la verdad y cambe de conducta.

Sabiduría del vivir virtuoso: la Escritura es un canto a la honestidad, a la fidelidad, a la belleza, al heroísmo, al amor, al compromiso de servicio a los demás, a la alabanza al Señor y Creador que hizo todas las cosas porque nos amaba, a la imitación de su bondad...


3-13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

Hace bastantes años, quizá al principio de los 60, aquí en España, una emisora de radio preguntaba por teléfono a una serie de personas si sabían qué es la Biblia. Las respuestas fueron muy variadas, pero ninguna tan original como ésta: “la Biblia es un libro que leen los protestantes”. ¡Así anduvieron las cosas en algún tiempo!

¡Qué interesante, que en el siglo primero, a una iglesia casi totalmente de analfabetos, se le diga que la Sagrada Escritura da la sabiduría que lleva a la salvación¡ No es extraño que pueblos ágrafos, como el armenio, crearan un alfabeto expresamente para traducir la Biblia a su idioma. Dios se nos ha hecho tan cercano que ha dejado su Palabra a nuestro alcance, esa palabra que nos “equipa perfectamente para toda obra buena”. No la podemos desperdiciar. El Vaticano II nos recuerda la expresión de San Jerónimo según la cual “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”, y “recomienda insistentemente a todos los fieles la lectura asidua de la Escritura” (DV 25).

Pero la Escritura no se puede comprender sin aplicarle la clave adecuada, y esa clave adecuada es Cristo mismo. San Pablo decía que los judíos, cuando leen a Moisés, no le entienden porque tienen un velo ante los ojos; pero, cuando se conviertan al Señor, se les retirará el velo (2Cor 3,14-16).

Para Jesús, como para sus contemporáneos, la Escritura era el argumento inapelable. El problema residía en las diferencias de interpretación. Y en este punto, una vez más, Jesús hace estallar los modelos y las concepciones mesiánicas de su tiempo, incluso apoyado en los textos bíblicos usuales. Él acepta el método rabínico de interpretar unos textos bíblicos oscuros a partir de otros más claros, y hace ver al contrincante que se le escapan algunos elementos de juicio.

Parece que Jesús no aceptó ninguna de las concepciones mesiánicas de su tiempo. Desde luego, no quiso ser entendido como el hijo de David, guerrero poderoso que acabaría con la dominación romana sobre Palestina; pero tampoco como el Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo que no tiene los pies sobre la tierra. De ahí sus reticencias ante quienes le aclamen como Mesías; él es siempre más, el desconcertante, el “rompedor”, que dicen ahora. Y la Escritura leída al margen de la fe en él resulta un libro cifrado. Orígenes dijo que en Cristo se da “la mutación de las escrituras”.

Severiano Blanco cmf
(severianoblanco@yahoo.es)


3-14. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos, paz y bien.

Una pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez: ¿Dónde está Dios? El relato de Elías y su encuentro con Él me parece muy interesante. Seguramente que Elías tenía una concepción de Dios como todopoderoso, Dios tronante capaz de mandar las plagas contra Egipto y de separar las aguas del Mar Rojo. Qué menos que unos cuantos rayos, algo de ruido y muchos ángeles con trompetas. Pero no. Dios no es como nosotros queremos que sea, sino como Él es. Y se manifiesta no como a nosotros nos gustaría, sino que se aparece como Él cree que es mejor para nosotros. A veces habla muy clarito, directo al corazón. Otras veces, habla por medio de la gente que nos rodea, y a veces, no hay quien le entienda. Sobre todo cuando nos toca de cerca el dolor. Basta recordar el atentado del once de marzo en Madrid. Pero en el corazón, en la gente que nos rodea y en el dolor, está Dios. Por eso hace falta tener los ojos y los oídos abiertos, para sentir su presencia.

Dios está en ti, en tus problemas, en tus alegrías, en toda tu vida. Y está en todos los hermanos que nos rodean. Por eso es tan importante tener una mirada limpia. Por eso es fundamental para vivir en cristiano no convertir a los demás en oscuros objetos del deseo. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Nuestros ojos son la ventana del cuerpo, y podemos usarlos para llenarnos de paz, de belleza, de naturaleza, o utilizarlos para llenar nuestro corazón de barro, de suciedad y de inmundicia. Nuestra libertad es total, gracias a Dios, pero, con palabras de san Pablo, todo me es lícito, pero no todo me está permitido. Cada uno sabe lo que le hace daño. La televisión, internet, los medios de comunicación en general nos ofrecen muchas cosas buenas. Otras, no tanto. Dejemos que sople en nuestra vida la brisa suave del Espíritu de Dios, y que libre nuestros ojos de las legañas que, a veces queriendo, a veces sin querer, nos perturban la visión.

Ojalá tengas la mirada clara. Ojalá puedas ser como Elías, que sufre porque se ha roto la alianza con Dios. Ojalá que tu vida, hoy y todos los días, sea testimonio que interpele a otros, y se convierta en evidencia del paso suave de Dios por el mundo.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro J. Carbajo Olea, C.M.F.
(alejandrocarbajo@wanadoo.es)


3-15. Declaración del sexto precepto

Fuente: Catholic.net
Autor: Damián Sánchez

Reflexión:

Jesucristo en este pasaje del Evangelio nos hace una estupenda catequesis sobre el matrimonio.

Como siempre, nos habla de forma directa, sin dejar lugar a dudas. A Él no le gustan las medias “tintas” sino que quiere que quede todo bien claro. Después de leer el pasaje ya sabemos todos cuándo cometemos adulterio y cuándo no.

Pero todos estamos llamados a la castidad, sea cual sea el estado de vida en que nos encontremos. Por castidad entendemos poner nuestra sexualidad al servicio de la vocación que Dios nos confía y no al revés. De ahí que la castidad sea un don de Dios: “La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la integridad del don” (Catecismo de la Iglesia Católica n.2337).

Una vez que nos damos cuenta de que es realmente un don de Dios, entonces nuestro corazón se abre para recibir esta libertad que Dios nos otorga, gustándola desde aquí abajo al ver la huella de nuestro Creador en todas las criaturas: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”.

Ahora bien, Jesucristo también nos dice que ante las tentaciones no se debe jugar. “Si tu ojo te pierde, arráncatelo. Más vale entrar sin uno de tus miembros al Reino de los cielos que entero al fuego eterno...”

Y es que en materia de pecado el medio no existe, o se está en gracia o no se está.


3-16. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

La primera lectura (1 Re 19,9a.11-13) narra la parte central de la experiencia vivida por el profeta Elías en el monte Horeb (o Sinaí), hasta donde había llegado huyendo movido por el temor a la reina Jezabel que lo buscaba para matarlo. Elías se había encaminado hacia el monte en donde Israel había vivido su primer encuentro con Yahvéh, en medio de “truenos, relámpagos, densa nube sobre el monte y fuerte sonido de trompetas” (Ex 19,16). Es difícil establecer con certeza por cuál motivo va Elías al monte: ¿en peregrinación sagrada?, ¿para encontrar a Dios como al principio lo había hecho Israel y rehacer sus fuerzas?, ¿para acusar al pueblo infiel delante de Dios?, ¿para terminar la alianza allí mismo dónde había comenzado?

El texto bíblico sólo dice que Elías se encamina al desierto porque está lleno de miedo (1 Re 19,3) y que desea acabar con su vida pues se siente fracasado como hombre y como profeta (1Re 19,4). En todo caso, en el monte Horeb Elías vivirá una experiencia que lo cambia y le hace ver las cosas de forma distinta: aprende que Dios tiene caminos que él no conoce, intuye el misterio divino como una realidad que lo desborda y que él no puede ni explicar totalmente ni poseer como algo propio.

Elías llega a la montaña y se esconde en una gruta donde pasa la noche (1 Re 19,9). Una noche que Elías lleva dentro y que se manifiesta como miedo y fracaso. El Señor se hace presente en aquellas tinieblas e invita al profeta a reconocer su presencia diciéndole: “Sal y quédate en pie ante mí en la montaña. El Señor va a pasar” (v. 11). Delante de Elías pasa primero un viento fuerte, luego un terremoto y finalmente el fuego. De los tres elementos cósmicos, que tradicionalmente servían para indicar una teofanía o manifestación divina, se dice en el texto: “El Señor no estaba en el viento”, “El Señor no estaba en el terremoto”, “El Señor no estaba en el fuego” (vv. 11-12). Por tres veces se niega la presencia del Señor precisamente en algunos elementos de la naturaleza que Elías conocía como reveladores de la divinidad (el viento, el terremoto y el fuego).

Sólo después se afirma la presencia de Yahvéh con una misteriosa frase hebrea, muy difícil de traducir: Dios se hace presente en una qol demamá daqá. La expresión literalmente se debe traducir: “en una voz de silencio sutil”. Los estudios más recientes de lexicografía y exégesis bíblica en relación con la terminología hebrea para expresar el silencio, han puesto de manifiesto que no es correcto traducir esta frase con expresiones atmosféricas del tipo “susurro de una brisa suave” o “murmullo ligero”.

Dios se manifiesta a Elías, no en la suavidad de una brisa o en un pacífico aire fresco, sino a través del silencio. Primero se niegan algunas formas tradicionales de revelación divina (el viento, el terremoto, el fuego), audibles y potentes, para después afirmar otra, paradójica y misteriosa: la presencia de Dios en el silencio (en la qol demamá daqá, en la “voz de silencio sutil”).

En la Biblia el silencio es casi siempre signo de muerte, de rechazo o de ausencia. En el Horeb, el Dios de la Palabra se muestra a Elías en la ausencia, en la no-palabra, en el callar de todo fenómeno sonoro. Este silencio es “voz” (hebreo: qol). En forma paradójica, en el “callar” divino se produce su “decir”. El silencio del Horeb es un silencio que “dice”, que misteriosamente habla y comunica aquella palabra, que es la palabra de la revelación. Elías percibe en el silencio la presencia divina, en una voz singular, extraña y contradictoria, la voz de la ausencia y del no-decir, pero en todo caso, perceptible y experimentable.

En el Horeb se afirma que Dios no está siempre y necesariamente allí donde el ser humano está acostumbrado a encontrarlo (en el terremoto, en el viento, en el fuego). La revelación del Horeb niega las manifestaciones divinas precedentes y las experiencias de Dios que se han tenido antes. Al Dios vivo no se le puede aprisionar en esquemas y tradiciones humanas. No se le puede identificar con una experiencia suya particular ya conocida o vivida en el pasado, pero tampoco se le puede negar en la experiencia de su aparente ausencia. Muchas veces la única palabra de parte de Dios, que es capaz de despertarnos del letargo de la indiferencia y la superficialidad, es su silencio.

En el evangelio Jesús radicaliza el mandamiento antiguo de “no cometer adulterio” (Ex 20,4; Dt 5,18). Jesús pasa del nivel jurídico-legal al nivel de las relaciones interpersonales profundas. Con la mirada del hombre se expresa el deseo de posesión, la “concupiscencia” en sentido ético-religioso, que transforma a la otra persona en objeto al servicio de mi propio placer. Este deseo malsano implica la acción del hombre desde sus intenciones y decisiones interiores: “el corazón”: “Yo les digo que todo el que mira con malos deseos a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mt 5,28).

Lo que se condena con la interpretación evangélica del “no cometer adulterio” no es el deseo sexual en sí, sino la perversión de la relación de amor fiel entre un hombre y una mujer en sus raíces profundas. Las dos frases sobre el “escándalo” con las cuales Mateo comenta y amplía la antítesis sobre el adulterio, revelan la dimensión religiosa y la seriedad escatológica de la reinterpretación evangélica de la norma sobre las relaciones sexuales. Las expresiones “sacarse el ojo” o “cortarse la mano” indican la radicalidad de la exigencia evangélica.

Referencia bibliográfica para profundizar:

S.J. BÁEZ, Tiempo de callar y tiempo de hablar. El silencio en la Biblia Hebrea, ed. Teresianum, Roma 1999, tesis doctoral, de donde fue tomado el comentario sobre el texto de 1Re 19.


3-17.

Reflexión

En este pasaje Mateo une dos enseñanzas al parecer dichas en distinto momento (como nos lo presenta el evangelio de Marcos): una sobre el pecado y otro sobre el adulterio de manera que aprovecha la enseñanza sobre el pecado en general para advertir sobre el pecado de adulterio. Centramos entonces nuestra atención en la enseñanza del pecado que está a la base de esta enseñanza, pues la del adulterio resulta evidente. El ejemplo que pone Jesús de arrancarse un ojo o una mano, desde luego que no debe ser tomado al pie de la letra pues está ejemplificando la importancia y lo doloroso que a veces puede resultar el apartarse de las ocasiones de pecado. Compara el dolor y la perdida sustancial de uno de nuestros miembros, que podríamos decir VITAL, a la del dejar aquello que sabemos que nos lleva al pecado. Con esto en mente podemos entender que es mejor dejar o alejarse de un amigo(a), de un lugar, de un trabajo, etc., con todo el dolor y la perdida que esto significa, si este amigo(a), lugar, trabajo etc., están siendo la ocasione de pecar. Esta quizás es la enseñanza más fuerte y explícita de las consecuencias del pecado y de la lucha y lo doloroso que representa una conversión profunda y total a Jesús como Señor. Por lo tanto si alguna cosa, persona o lugar te son ocasión de pecar…. ¡Aléjalas de ti!, pues es mejor no tenerlas o mantenerlas, que perder la vida en Cristo.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-18.

Las palabras de Jesús pueden sonar un tanto duras para nosotros. Radicales, tal vez para quienes piensan que la palabra de Dios tiene que adecuarse a nuestros tiempos. Sin embargo, Jesús no quiere dejar nada al beneficio de la duda y la Palabra de Dios es la misma ayer, hoy y siempre. Todo aquello que nos haga caer en pecado debe ser erradicado de nuestras vidas y eso es posible hacerlo, aunque parezca una tarea ardua o difícil. Jesús utiliza estos ejemplos simbólicos para que entendamos que nuestro cuerpo o nuestra condición humana no debe dominarnos y que es posible erradicar de nuestras vidas todo aquello que no nos permite presentarnos ante Dios. Todo aquello que no nos permita gozar plenamente de las bendiciones que Dios tiene para nuestras vidas. No debemos andar justificándonos en nuestra condición humana, en nuestras debilidades. Es posible echar de raíz todo lo que nos aleja de Dios, aún cuando esto nos parezca llegar a extremos tan radicales como el de cortar una parte de nuestro cuerpo.

Mi Señor muéstrame que cosas quieres que yo vaya cortando de raíz para así poder unirme contigo desde hoy y hasta la vida eterna.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-19. 2004

LECTURAS: HECH 11, 21-26; 13, 1-3; SAL 97; MT 5, 27-32

Hech. 11, 21-26; 13, 1-3. En los Hechos de los Apóstoles, según parece, el Apóstol estaba encargado de difundir el Evangelio allí donde aún no había sido predicado. En este sentido Pablo y Bernabé son llamado apóstoles en Hech. 14, 4. 14; la gracia del apostolado, para ellos no es algo carismático, sino una gracia de estado, venida de Dios, el cual los eligió y consagró para esa Misión. Era Antioquía la tercera ciudad del imperio Romano por su importancia, después de Roma y Alejandría. Ahí crece una floreciente comunidad de fe en Cristo, el cual es conocido tal vez gracias a los judíos griegos que fueron expulsados de Judea. Y los Apóstoles envían a Bernabé para que vele por la integridad del anuncio del Evangelio. El buen testimonio de Bernabé, y de Pablo, traído por Bernabé a Antioquía, fortalece la fe de esa comunidad y la hace crecer como una numerosa multitud. El escogido y enviado por Dios va, en nombre del Señor, a proclamar la Buena Nueva, a construir una comunidad fraterna, a colaborar para que todos vivan conforme a las enseñanzas del Evangelio, que no sólo debe ser proclamado, sino testificado con la propia vida, de tal forma que esa comunidad llegue a manifestar con las obras y la vida misma que realmente le pertenece a Cristo, y que, por tanto, todos llevan con dignidad el nombre de Cristianos. Ante la misión que el Señor ha confiado a su Iglesia, no trabajemos al margen de Dios, guiados únicamente por nuestra ciencia terrena, sino que, puestos en manos del Espíritu Santo, estemos dispuestos a dejarnos guiar por Él, pues sólo así nuestra misión tendrá la eficacia salvadora que únicamente le viene de Dios.

Sal. 97. Hay muchos nuevos esfuerzos de personas que realmente quieren vivir su compromiso de fe. Conforme al tiempo que les permiten sus labores diarias o sus estudios, muchos, incluso, dejan por un tiempo su tierra, y parten en misión para proclamar el Nombre del Señor y catequizar a quienes a veces apenas medio conocen su fe. ¡Qué hermoso es ver correr por los montes a los mensajeros de Dios! Ojalá y toda la Iglesia no sólo dedicase un tiempo al culto, sino también a cumplir con la misión de anunciar el Evangelio a todas las naciones, hasta el último rincón de la tierra. Entonces la Victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte llegaría a toda la humanidad, de tal forma que nos sea posible construir, juntos, una nueva sociedad basada en el amor fraterno; entonces, en verdad, el Reino de Dios se iría abriendo paso, con toda su fuerza salvadora, entre nosotros.

Mt. 5, 27-32. El Matrimonio es una alianza, realizada con toda madurez, y al mismo tiempo aceptando todas las consecuencias de la misma. Esto exige una auténtica fidelidad en el amor. Este, el amor, es lo central en la decisión de unirse un hombre y una mujer de un modo estable. Pero no podemos negar tantas infidelidades nacidas de una falta de un auténtico compromiso de amor entre los esposos. La cultura de este tiempo, que nos ha tocado vivir, muchas veces va arrastrando las conciencias para que actúen, en algo tan importante, como si sólo fuese un juego, o si como se tratara de un experimento, haber si resulta, y si no, desecharlo para que no nos dañe. Tenemos que reflexionar sobre las causas que llevan a las personas al matrimonio. Si son cosas externas a ellos, ellos mismos se ponen en riesgo de caminar hacia un verdadero fracaso. Por eso, la educación nacida desde el seno familiar, debe servir de pilar firme para que, a pesar de los malos ejemplos que proclaman a los cuatro vientos los medios masivos de comunicación, no se juegue ni con los demás, ni con uno mismo. Unidos en matrimonio, lo que Dios unió que no lo separe el hombre.

El Señor nos reúne para renovar con nosotros su Alianza nueva y eterna. Él ha sido siempre fiel a nosotros, a pesar de que muchas veces nosotros nos hemos alejado de Él y nos hemos envuelto en el pecado, en la infidelidad al Señor de la Iglesia. Sin embargo el Señor no quiere que nadie se condene, sino que todos se conviertan y se salven. Este es el sentido del Misterio Pascual de Cristo: Él, con su muerte, perdonó nuestros pecados, y con su resurrección nos dio nueva vida. Al participar de la Eucaristía no sólo realizamos un acto de culto a Dios, sino que aceptamos volver al Señor y caminar, nuevamente, en su presencia, ya no como extraños y advenedizos, sino como hijos de Dios.

El Señor nos ha destinado para que vayamos y proclamemos su Nombre a todas las naciones, como la Buena Noticia que nos salva. Él , unido a su Iglesia por el amor siempre fiel, se hace presente a través de todas las generaciones, con su poder salvador, por medio nuestro. Ojalá y no traicionemos el amor de Cristo. Y no lo traicionaremos cuando, después de entrar en intimidad con Él, volvamos a nuestras actividades diarias como testigos de la verdad y del bien. Seamos testigos de la Victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte para que todos puedan aclamar con júbilo al Señor. El que oprima a su prójimo, aquel que sea ocasión para él de dolor, de sufrimiento o de muerte, no puede decir que vive unido a Cristo, sino que, lejos de Él ha hecho de su vida un signo del malo, a quien ha unido realmente su existencia.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de permanecer fieles al amor a Dios y a nuestro prójimo, de tal forma que, viviendo conforme al Evangelio y dando testimonio de él con nuestras obras, seamos dignos de permanecer unidos con el Señor en la eternidad. Amén.

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3-20. Fray Nelson Viernes 10 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado junto con ustedes * Todo el que mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su corazón.

1. La luz y el barro
1.1 Dos realidades en cierto modo opuestas le sirven hoy a san Pablo para describir nuestra condición cristiana: la luz y el barro.

1.2 La luz es imagen de la gloria, es decir, el resplandor que podemos percibir de la grandeza, la bondad, el poder y la hermosura de Dios y de sus obras.

1.3 El barro es imagen de la tierra, es decir, de aquello que nos hace próximos a las necesidades y solicitaciones que se imponen a nuestra voluntad racional y a nuestra misma inteligencia.

1.4 Porque somos barro nos cansamos; porque tenemos luz seguimos buscando. Porque somos barro nos envuelve la seducción del placer; porque tenemos luz nos enamora el esplendor de la virtud probada. Porque somos barro estamos sujetos al miedo; porque tenemos luz nos sobreponemos a los temores y vencemos a los prejuicios. Porque somos barro amamos la comodidad de una mentira a tiempo; porque tenemos luz somos capaces de arriesgar prebendas y beneficios en el altar de la verdad. Porque somos barro nos acobarda la muerte; porque tenemos luz avanzamos con firmeza hacia el umbral del más allá, y despedimos con garbo esto que se llama "prólogo" para saludar lo que en verdad se llama "vida".

2. Santidad y seriedad
2.1 Alguna vez aprendí una frase que hoy todavía tengo por cierta: "dos cosas son serias por encima de las demás: el amor y la muerte".

2.2 Y creo que es así porque nada bueno que se construya en el amor se construye sin ese ingrediente de admiración y compromiso que significa la "seriedad". Y nada consecuente ni oportuno puede decirse sobre la muerte sin asumir primero, quizá por mano del dolor, la seriedad de su paso y su veredicto.

2.3 Esto es para referirnos al evangelio de hoy. Jesús nos muestra hoy que toma "en serio" al corazón humano; toma "en serio" al amor. Lo que implicamos cuando decimos "te amo" es de alguna manera sacro, y de esa sacralidad quiere ser garante Dios, porque sabe mejor que todos cuánto se devasta en el alma herida cada vez que es traicionada, pospuesta o engañada.

2.4 Por eso la "sacralidad" de la unión entre el hombre y la mujer. Jesús es misericordioso, ciertamente, pero esa misericordia no se opone a la aparente dureza que contienen las palabras de hoy: "quien mira con malos deseos a una mujer, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón". Este veredicto que puede parecernos drástico no es sino la firmeza, la seriedad con que todos hemos de defender el amor.