VIERNES DE LA SEMANA 9ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Tb 11, 5-17

1-1. /Tb/LIBRO:

Una vez terminadas las ceremonias de su matrimonio, Tobías y Sara se ponen en camino hacia la casa del viejo Tobías. Apenas llega, el joven Tobías aplica la medicina de Rafael a los ojos de su padre y éste recupera la vista (vv. 11-13) e inmediatamente da gracias a Dios por su bondad (vv. 14-17).

El libro de Tobías es la historia simbólica de las familias judías en el Exilio: sumergidos en las tinieblas, descubren progresivamente que los ojos del corazón son los únicos capaces de permanecer siempre alerta. Un colirio misterioso devuelve la luz a los ojos enfermos (Ap 3, 18) y les permite enfocar los acontecimientos al estilo de Dios y no ya al estilo miope de los hombres. Los judíos de aquel entonces sentían tal devoción a los ángeles que no podían comprender la curación de Tobías sino mediante la intervención de Rafael, cuya mediación sirve a veces de pantalla a la presencia actuante de Dios.

Para un hebreo la luz designa fundamentalmente la felicidad. Al igual que la vida, está considerada como un don de Dios que adquiere su verdadera dimensión en la alianza. Yavhé es la luz de su pueblo porque le ama y espera de él fidelidad en correspondencia. Pero al hombre es pecador y la conciencia del pecado es el reino de las tinieblas o de la infelicidad. Yahvé espera, por tanto, su conversión para otorgarle definitivamente la luz. A medida que se van ampliando los ángulos de sus puntos de vista respecto a la retribución temporal, Israel toma conciencia de que la luz no es sólo un bien material. Lo esencial está situado a un nivel más interno: lo que tiene que iluminarse es el corazón del hombre para que pueda estructurarse la felicidad requerida, y es él el que debe rechazar el pecado. Pero no lo consigue sino en la medida en que Dios le ofrece su claridad. El Padre ha hecho ya que Jesús pasara de las tinieblas a la gloria y todos cuantos sigan las huellas de Cristo conseguirán esa misma iluminación (Jn 8, 12).

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 23s


1-2.

Leeremos hoy la escena del retorno de Tobías hijo a la casa de su padre, después de su largo viaje para casarse.

Algunos detalles precisos hacen pensar que Jesús pudiera utilizar reminiscencias de ese texto para relatar la parábola del «hijo que regresa a su casa».

-Ana iba a sentarse todos los días al borde del camino, sobre una altura desde donde podía ver a lo lejos. En cuanto lo divisó corrió a anunciarlo a su marido.

La mujer de Tobías, la que antaño injuriaba a su marido, participa ahora con él de la espera febril del hijo.

¡Todo está bien si acaba bien! ¡El tiempo arregla muchas cosas !

En este libro optimista, todo se arregla al final. «Vale más así», podríamos decir. ¡Si fuera siempre verdad!

Pero, de hecho, esa convicción positiva ¿no deberían adoptarla más a menudo, sobre todo las personas propensas a angustiarse?: es uno de los aspectos de la esperanza... después de todo y no el menor y ¡a menudo verdadero! ¡Confesémoslo!

-Rafael dijo al joven Tobías: «En cuanto entres en tu casa adora al Señor tu Dios»; y después de darle gracias acércate a tu padre y abrázalo.

Lejos de tratarse de una serie de prácticas formalistas esta oración es una maravillosa disposición permanente que hace que la «acción de gracias" surja a propósito de todo: "¡gracias, Dios mío!"... «Bendito seas,....

Voy donde alguien, toco el timbre: ¡una plegaria mientras espero! Voy de compras, camino por la calle: ¡una plegaria!

Alguien ha llamado a la puerta. Voy a abrir: ¡una plegaria mientras voy!

-Entonces el perro que los había acompañado en el viaje se adelantó corriendo, llegó como mensajero meneando la cola en señal de alegría. El padre ciego se levantó, echó a correr, tropezó, tomó la mano de un niño para alcanzar a su hijo, lo abrazó, lo besó lo mismo que a su mujer y todos lloraron de alegría.

El texto pertenece al gran arte narrativo, con su sentido del detalle concreto bien observado.

Es, sencillamente, muy humano.

La Encarnación del Hijo de Dios en una verdadera familia, en situaciones humanas reales, nos dirá pronto que la aventura divina se realiza en el corazón de las realidades más humildes, más cotidianas.

-Cuando hubieron adorado a Dios y dado gracias, se sentaron. Entonces Tobías tomó la hiel del pez y frotó con ella los ojos de su padre... Este recobró la vista.

No nos quedemos solamente a nivel de lo maravilloso -ya nos agrade o nos desagrade-, porque por el evangelio sabemos muy bien que el tema de la ceguera y de su curación forman parte de un simbolismo profundo.

En el Apocalipsis, san Juan hablará claramente de un "colirio" misterioso y divino ¡capaz de abrir los ojos que ven mal! (Apocalipsis 3, 18).

La curación del ciego de nacimiento es interpretada explícitamente por Jesús como símbolo de esta "luz que proviene de Dios y que permite mirar los acontecimientos a la manera de Dios" (Juan 9, 40-41).

En efecto, la luz es «ver como Dios", esto es la fe y la felicidad.

Por el contrario, el pecado es tinieblas y desgracia.

Abre nuestros ojos, Señor... haznos lúcidos y clarividentes... ilumina nuestras vidas.

-Todos glorificaban a Dios: él, su mujer y todos sus conocidos. El viejo Tobías decía: «Yo te bendigo, Señor, porque me has afligido y me has salvado."

¿Es la "bendición", el dar gracias a Dios, el clima habitual de mi vida? Acaso en mi felicidad, mis alegrías, mis éxitos ¿me olvido de Dios?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 112 s.


1-3. /Tb/10/07-14  /Tb/11/01-14

Este fragmento narra el retorno de Tobías a su casa y la curación de la ceguera de su padre. La narración empieza con una delicada contraposición entre la angustia de los padres de Tobías y la intención, por parte de los suegros, de que el joven permaneciera en casa. Las escenas de la despedida están inspiradas, literariamente, en la perícopa de Gn 24,54-61.

En los vv 11-13 se puede descubrir el deseo de los israelitas de ver asegurada la descendencia. Son delicados y generosos los consejos a Sara para que honre a sus suegros, porque desde aquel momento serán ya sus padres. Nuevamente, la bendición dirigida a Dios en labios de Tobías como testimonio conclusivo de todos los bienes recibidos en el hogar de Ragüel. La escena en que la madre aparece sentada esperando la vuelta del hijo tiene un sabor muy bíblico. Recuerda la parábola del hijo pródigo (Lc 15,20). Al fin y al cabo, la felicidad de los padres siempre depende de los hijos... porque están unidos a ellos por amor. Amar es hacerse vulnerable... estar siempre al alcance del amado.

De acuerdo con los preceptos del ángel, Tobías ungió con la hiel los ojos de su padre; cayeron las escamas, y Tobit volvió a ver. Este reencuentro de Tobit con su hijo es evidentemente el punto culminante de la narración. Dios no abandona a los justos. La prueba se transforma en bendición. De hecho ahora Tobit recupera mucho más de lo que había perdido.

La lectura acaba con la gozosa bendición de Tobit tras haber recobrado la vista. En esta bendición alaba al Señor de la misma forma que en los pasajes anteriores. Tobit tiene muchos motivos para alabar a Dios. Todas las páginas del libro están impregnadas de la convicción de que la providencia del Señor gobierna todo. El Señor nunca abandona a los justos. Por eso Tobit puede decir (14): «Bendito sea Dios, bendito su gran nombre..., porque si antes me castigó, ahora veo a mi hijo Tobías". Es un final que, con mucha más razón que las purificaciones exigidas por los cánones de la tragedia griega, deja al alma convencida de que Dios es, sobre todo, un padre que ama.

J. O`CALLAGHAN
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 370 s.


2.- 2Tm 3, 10-17

2-1.

Después de haber recordado a Timoteo las maravillas pasadas de la evangelización (2 Tim 1) y expuesto las dificultades presentes (2 Tim 2). San Pablo enfoca el porvenir y sus peligros: herejías y corrupción de la doctrina, apostasías y persecuciones, prodromos, a su entender, del combate decisivo entre el bien y el mal.

Preocupado por pertrechar a su discípulo de cara a las luchas que tendrá que soportar, le pide que se aleje de los herejes (2 Tim 3, 1-9), que imite su ejemplo y siga su doctrina (vv. 10-14), y, sobre todo, que se instruya regularmente en la Escritura (vv. 15-17). a) El ejemplo que Pablo puede transmitir a su discípulo es una fuerza de ánimo templado en medio de la prueba. Y como la persecución no puede encadenar la Palabra, el dinamismo interno de su evangelio (Fil 1, 13-19), Pablo está convencido de que la prueba contribuye a la salvación de aquellos por quienes él trabaja (v. 10) así como a la suya propia (v. 11).

Se complace al ver a su discípulo compartir las mismas pruebas: ningún fiel puede sustraerse a ellas y es de ahí, por el contrario, de donde saca la certidumbre del éxito de su apostolado.

b) Estos versículos son los más explícitos del Nuevo Testamento por lo que se refiere al alcance y al valor de las Escrituras.

Pablo recuerda en primer lugar a Timoteo que toda su educación está hecha al estilo judío, partiendo de las santas escrituras (v. 15). Su formación no se apoya en teorías o fórmulas mágicas como la que reciben los heresiarcas; se apoya en documentos, en "escrituras".

ESCRITURAS/Tm: Esas escrituras son, por otro lado, eficaces por sí mismas: no sólo proporcionan un conocimiento filosófico o cósmico, sino también una "sabiduría" que no es otra cosa que la "fe". Por tanto, es normal que quienes hacen profesión de instruir a los demás se apoyen sobre ellas para sus predicaciones (v. 16), tanto si se trata de la didascalia, de la apologética o de la ética.

El hombre de Dios (v. 17) que explota las múltiples virtualidades de las Escrituras y cuenta con su eficacia es un "hombre completo", verdaderamente preparado para su ministerio.

Pablo subraya de pasada que las Escrituras son inspiradas (v. 16): sus términos son distintos de las palabras humanas porque están formuladas con el poder del Espíritu que ha inspirado a los profetas. Esto explica por qué las Escrituras son útiles al predicador y por qué tiene interés impregnarse de ella.

BI/ACONTECIMIENTO: La presencia de Dios en la historia de la salvación que las Escrituras nos presentan y sobre todo en esa Palabra por excelencia que es Jesucristo es la mejor garantía ofrecida a la fe y a la esperanza del cristiano. Pero el conocimiento de la Escritura no puede ser completa más que cuando es adquirido por un hombre preocupado por leer la presencia de Dios tanto en el acontecer actual como en el compromiso que adquiere. La Escritura es regla de fe, pero el mundo es dado a esta última como una gracia de Dios que garantiza su modernidad.

En realidad, no se puede desvincular la Biblia del acontecer. La fe, realidad viva, no es en modo alguno una ideología, sino una manera de encontrar a Dios, Padre de Jesucristo. Ese Jesús es el mismo de quien da testimonio la Biblia, y la comunidad dentro de la cual se manifiesta nuestra fe no es otra que ese pueblo de Dios que da testimonio de su fe en las Escrituras. La fe se vive en el acontecimiento, pero la interpretación del acontecimiento se apoya en una Escritura normativa.

BI/LIBRO-VIVO: Por lo demás, la Biblia no es otra cosa que un libro hecho de acontecimientos y de reflexiones, incluso en sus partes más "teóricas". Al meditar sobre las situaciones que ha vivido, la Escritura nos permite reflexionar a nosotros en torno a las circunstancias actuales. La Biblia no es un libro vivo sino en cuanto que los acontecimientos que relata y las reflexiones que hace nos remiten a nuestra propia existencia. El creyente no lee la Biblia como leería un documento del pasado, sino como una especie de revelador de su propia vida; en ella busca esa luz que, después de haber ilustrado los acontecimientos antiguos, está cualificada para iluminar los suyos. En la liturgia, la homilía que sigue a la lectura bíblica tiene precisamente como finalidad ilustrar los acontecimientos actuales a la luz del pasado.

Nosotros preferimos, sin embargo, partir de los hechos reales en lugar de hacerlo de un libro, siquiera sea sagrado. Los movimientos de Acción Católica, siguiendo a monseñor Cardijn, han dado justamente sus preferencias al acontecimiento sobre el libro siguiendo su método de "ver, jugar, actuar". La revisión de vida (REVISION-V) parte de la observación de los acontecimientos a la luz de Jesucristo (es decir, al menos implícitamente, del Evangelio).

Permite, por parte, mantenerse al nivel de lo vivido, mientras que una "comunicación" de Evangelio", en la que los participantes se ayudan mutuamente a actualizar la Palabra de Dios, está expuesta a quedarse al nivel de las consideraciones generales, sobre la existencia cristiana.

Esta derivación de una mentalidad que pasa de la prioridad de lo bíblico a la prioridad de lo acontecimental es conforme a la evolución actual de la Iglesia, la cual está abandonando una situación de cristiandad en la que todo estaba preestablecido para pasar a una situación de "diáspora" y de dispersión en el mundo, en donde el creyente mismo se ve envuelto por la oscuridad que le rodea. Mientras que el sistema que consiste en "partir de la Biblia" es fundamentalmente doctrinal, el sistema que parte del acontecimiento es ante todo profético: descubrir la presencia de Jesucristo en el acontecimiento y reconocerle como a quien da un sentido a la historia.

Los dos sistemas son complementarios, pero las exigencias de la vida misionera de la Iglesia implican modificaciones de matiz. Si se trata de aplicar estos principios a la celebración litúrgica, hay que reconocer que algunas celebraciones como las liturgias domésticas se prestan admirablemente a su aplicación. Es fácil concebir que la liturgia de la Palabra intervenga al final de una revisión de vida o de una puntualización común en torno a las experiencias humanas: proclamada a unos cristianos que ya están sensibilizados por la significación de los acontecimientos que viven, la Palabra bíblica vendrá a ser entonces como la consagración de su búsqueda y la autentificación de su obrar, la norma que verificará el rigor de su actitud y el elemento a partir del cual les será más fácil pasar a la acción de gracias al Padre que está presente en todas las cosas y en cada uno.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág.24s.


2-2.

-Hijo muy amado, me has seguido asiduamente en mis enseñanzas, mi manera de vivir, mis proyectos, mi fe...

Persevera en lo que aprendiste.

Pablo ve venir los peligros de herejía, de apostasía, de errores. Pide a su discípulo que persevere, cueste lo que cueste. En nuestra época de mutaciones rápidas necesitamos oír la misma recomendación. Es evidente que las mentes vacilan. ¿Qué es verdad? ¿Qué será verdad mañana? Son preguntas que se oyen por doquier.

El primer esfuerzo que hay que hacer es empezar por discernir lo que constituye el núcleo central de la fe, que no cambia... y lo que son detalles pasajeros que han cambiado muchas veces a lo largo de la historia de la Iglesia... Sucede, en efecto, que dejamos, incluso, que la fe se turbe por unos cambios de usos, cuando no se hace más que reinstaurar otros usos más antiguos y, por lo tanto, más tradicionales... Y ¡que nos parecían innovaciones inadmisibles! Un ejemplo típico de ello es el de la "comunión con las dos especies" cuyo uso ha restablecido el último Concilio. Está claro que Jesús dio la orden de «comer de ese pan y beber de ese cáliz» y que los primeros cristianos lo hicieron así mucho tiempo. Esta, por así decir «novedad» es una tradición sólida recuperada... y puesta de nuevo en vigor después de varios siglos de abandono.

Señor, ayúdanos a dar nuestra plena confianza a tu Iglesia.

-Desde muy joven, conoces los textos sagrados.

Timoteo, según el modo judío, tuvo una educación basada en el estudio de la «Palabra de Dios», la cual es, efectivamente, la referencia, la fuente.

¿Cuál es mi aprecio de la Escritura?

¿Participo. abiertamente, en la renovación actual de la plegaria litúrgica y personal partiendo de un mayor conocimiento bíblico? Las tres lecturas de las misas del domingo, ¿son para mí una especie de "pan" que nutre, a veces, mi oración semanal? ¿Empiezo a servirme de los salmos como plegaria personal?

-Las Sagradas Letras pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús.

La meditación de la Escritura da algo que no es equiparable a la cultura filosófica. "Comunica una sapiencia" que no es otra que la Fe. Es decir, ese hábito de pensar como Dios, de adoptar sus puntos de vista.

La «sapiencia». La «salvación». La «Fe».

Señor, concédenos esta gracia.

-Todos los pasajes de la Escritura son «inspirados» por Dios.

Los términos de la Escritura no son sólo palabras humanas. Tienen un aspecto humano importante -han sido escritas por hombres de carne y hueso, marcados por una cultura y una mentalidad determinadas-. Pero son también «inspiradas» por Dios. Detrás del autor, el escritor sagrado, hay un único Autor.

La Biblia, el Evangelio, no son pues libros ordinarios. Su Autor principal está ahí, presente en nosotros, en el fondo de nuestros corazones y de nuestras inteligencias, para decirnos «en directo», a través de las palabras escritas, lo que El quiere decirnos HOY. ¡Dios es un contemporáneo nuestro!

Los textos antiguos están ahí para hacernos oír la "Palabra actual" que Dios persiste en decir al mundo moderno.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 112 s.


2-3. /2Tm/02/22-26  /2Tm/03/01-17  AT/LECTURA BI/INTERPRETACION :

Hay muchos cristianos que mutilan la Biblia. Muchos limitan la lectura de la Biblia al NT: Cristo es la revelación definitiva, dicen. No se dan cuenta de que es imposible entender el NT sin una lectura inteligente del Antiguo. De hecho, lo que Pablo dice de la Escritura en la perícopa de hoy es una alabanza del AT. Las frases de los vv 15-17 sólo pueden referirse al AT, ya que la colección del NT no existía todavía.

Pero una lectura del AT independiente de la tradición, independiente «de la fe en Jesucristo» (15), no sería salvífica, nos dice Pablo. Es lectura salvífica la que se hace en comunidad, por ejemplo, en la liturgia; la que se hace en comunión con los siglos de creyentes que nos han precedido..., con el mismo Cristo.

Cristo y los apóstoles no leyeron en solitario el AT ni recibieron la Biblia fosilizada en los rollos de la sinagoga; la tradición les dio una Biblia viva, una Biblia interpretada por la generación de entonces y por los antepasados. Por eso la leían en comunión con ellos... El cristiano del siglo xx debe leerla en comunión con los creyentes que lo han precedido. Pero esta comunión no es indiscriminada. Es una comunión de fe que busca comprender; una comunión que sabe deslindar, por ejemplo, la historicidad de «Yanes y Yambres» (personajes desconocidos en el AT, pero no en la tradición sinagogal que la interpretaba) de su valor tipológico: todo el que en los «últimos tiempos», los del NT, «se opone» a la revelación presentada por los enviados oficiales, firma su propia destrucción, por espectacular que parezca su poder inicial..., como «Yanes y Yambres». «todos echarán de ver su insensatez, como les pasó a aquéllos» (9). En el targum de Ex 7,11ss, interpretación tradicional de la Biblia, leemos: «Entonces el faraón llamó a los sabios y encantadores; y también ellos, Yanes y Yambres, los magos de Egipto, hicieron lo mismo con sus encantamientos: cada uno de ellos lanzó su bastón y se convirtieron en serpientes, pero inmediatamente volvieron a ser lo que eran en un principio, y el bastón de Aarón engulló el suyo».

Para Pablo y para nosotros, lo que tiene importancia no es la historicidad de estos personajes, más que dudosa, sino su valor de símbolo. Para la fe de un semita, las cosas son más importantes en su significación divina que en su concreción material e histórica. Así, la comunión con la tradición se realiza en las capas más auténticas y profundas, apoyada no en la materialidad de las palabras y de las fórmulas, sino en la profundidad del sentido salvífico y cristológico de la historia de salvación.

E. CORTES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 348 s.


3.- Mc 12, 35-37

3-1.

Cuarta discusión de Jesús con los representantes de las sectas judías, que esta vez son los fariseos. Inmediatamente toma la iniciativa y orienta el tema hacia los orígenes del Mesías.

Los escribas piensan que el Mesías es hijo de David cuando David, por su parte, pensaba que era Señor. Ahora bien, en Oriente es inconcebible que un padre de familia conceda el título de Señor a uno de sus hijos. Por consiguiente, David tuvo que haber estado inspirado por el Espíritu al hacer una declaración de ese tipo.

La argumentación de Jesús se fundamenta en un procedimiento rabínico consistente en contraponer dos tradiciones o dos textos bíblicos para llegar a una síntesis. Y precisamente a esa síntesis va a pasar la última pregunta de Cristo: "Si es Señor, ¿cómo puede ser hijo?"

La solución sería evidentemente decir que el Mesías no puede ser al mismo tiempo hijo de David y Señor si no es a la vez hombre y Dios (Rom 1, 3-4). Los cristianos encontrarán la solución contemplando el misterio de Pascua y citarán con frecuencia el salmo 109/110 para aclarar cómo el hijo de David es también hijo de Dios (Act 2, 34; 7, 55-56; 1 Pe 3, 22; Ap 3, 21; Col 3, 1; Heb 1, 3-13, etc.).

J/SEÑOR: El reino mesiánico de Jesús trasciende, pues, el reino nacionalista de David. Pero las palabras de Cristo las recogió con particular esmero la comunidad primitiva que vio en ellas una prueba de su resurrección y de su filiación divina. En efecto, entendió la palabra "Señor" en el sentido que le daba después de la resurrección y quiso que la realeza mesiánica de Jesús tuviera cumplimiento en su soberanía de Hijo de Dios resucitado. Esta asociación entre el título mesiánico y el título señorial de Jesús (cf. Rom 1, 1-5) permite comprender que Dios no se ha unido tan sólo con la humanidad en general, sino con una humanidad concreta, condicionada por el contexto social y político de Palestina. El Mesías es un regalo de Dios, pero es también un fruto de la historia de los hombres.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág.271s


3-2.

-Jesús enseñaba en el templo.

A menudo se menciona esa función de Jesús: Enseñaba a las gentes. Función eminente.

Ruego por los que la ejercen hoy en la sociedad y en la Iglesia.

De una u otra manera, es una función que a todos nos incumbe.

-"¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David?" Ahora es Jesús el que pregunta.

David mismo, inspirado por el Espíritu Santo ha dicho: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra" Jesús cita el salmo 110.

Ya hemos comentado que debía saberlos de memoria. Era la plegaria habitual de la comunidad, y el repertorio de cánticos usados en las sinagogas.

¿Me gusta leer o recitar salmos? ¿Me doy cuenta, cuando los pronuncio de que son una plegaria de Jesús; una plegaria que Jesús ciertamente ha pronunciado y que vuelve a pronunciar, por así decir, por mis labios?

-Si el mismo David le llama Señor: "Entonces, ¿cómo puede ser Hijo suyo?" Tenemos aquí un ejemplo típico de argumentación rabínica: se cotejan dos textos de la Escritura para llegar a una síntesis nueva.

El argumento de Jesús es el siguiente: es inconcebible que un padre de familia otorgue el grandioso título de "Señor" a uno de sus hijos. ¿Cómo pues os contentáis con llamarme "hijo de David", como si yo no fuera sino esto? Si es Señor, ¿cómo puede ser hijo? Con esta pregunta, Jesús querría llamar la atención sobre el misterio de su persona.

Jesús sabe que no es solamente "hijo de David" sino "hijo de Dios".

Lo afirma discretamente, pero también con firmeza.

La cualidad de Mesías no se confunde con la filiación davídica: aquella sobrepasa a ésta.

Ha sido preciso que David estuviera inspirado por el Espíritu Santo, para hacer una tal declaración: "El Señor dijo a mi Señor..."

Señor, ayuda a los hombres de nuestro tiempo a no reducir el formidable misterio de tu Encarnación, con el pretexto de que es difícilmente concebible imaginar un hombre-Dios.

Quiero adorarte sin comprender.

Todo prueba que esta pretensión exorbitante ha sido la tuya.

-"Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.

Los primeros cristianos han citado a menudo este pasaje del salmo 110, para aplicarlo a la Señoría de Jesús que ha sido revelada muy particularmente en su resurrección; Hechos 2, 34; 7, 55; Ap 3, 21; Col 3, 1; Hb 1, 3; 1 P 3, 22.

Estar sentado a la diestra de Dios, es participar de su poder.

La realeza de Jesús sobrepasa en todos los aspectos a la realeza nacional de David; es de otro orden.

Es la resurrección de Jesús lo que constituye su realeza: y la muerte es el enemigo que ha puesto debajo de sus pies por nosotros...

Es de este Cristo, con esta estatura del que tenemos necesidad.

Un hombre, incluso excepcional, un superhombre, no nos bastaría. Es necesario que Cristo sea Dios para salvarnos del último abismo, del último enemigo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 366 s.


3-3.

1. (año 1) Tobías 11,5-17

a) La historia se acerca a su fin. Naturalmente, no la escuchamos entera, y no estaría mal que aprovecháramos para leerla íntegra en la Biblia, porque tiene otros muchos matices interesantes. El final va a ser de color rosa, como corresponde a la novela edificante que es el libro de Tobías.

Esta vez es la esposa de Tobías padre, Ana, la que ve desde lejos la vuelta del hijo y la va a anunciar gozosamente a su esposo (la explosión del otro día se ve que fue pasajera).

En el evangelio recordamos otra escena parecida, pero en ella era el padre el que veía de lejos la vuelta del hijo pródigo.

El final feliz es completo: vuelve el hijo, casado con Sara; ha cumplido el encargo del cobro de la suma prestada; el padre le sale al encuentro, con tropiezo incluido; el hijo trae una medicina, la hiel del pez, que cura la ceguera del padre; todos son abrazos y besos, pero también oración de acción de gracias a Dios; no falta tampoco el detalle del perro que mueve alegremente la cola participando de la alegría general.

b) Lo que parece desastroso en nuestra historia, muchas veces resulta para bien. Dios lo conduce todo para nuestro provecho. Cuántas veces tenemos la experiencia de que una enfermedad, o la falta de suerte, o un accidente, o un fracaso que nos hicieron sufrir, luego han resultado beneficiosos para nuestra vida.

¿Sabemos reaccionar con una cierta serenidad y con actitud de fe ante las pruebas de la vida? ¿nos hundimos fácilmente, o somos capaces de bendecir a Dios incluso en la desgracia? ¿sabemos, luego, en el momento de la felicidad, dar gracias a Dios?

No está mal que aprendamos la lección de este relato edificante: Dios no deja sin premio la fe y la conducta leal de las dos familias, de Tobías y Sara, o la nuestra. Nuestra oración nunca deja de subir a su presencia. Nuestros esfuerzos por vivir honradamente como personas y como cristianos nunca quedarán sin recompensa, aunque no sepamos cuál será el momento y el modo de esta recompensa.

El salmo de hoy nos inspira los sentimientos justos para nuestra vida: «alaba, alma mía, al Señor, que mantiene su fidelidad perpetuamente», «el Señor liberta a los oprimidos, abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se doblan», «el Señor ama a los justos y trastorna el camino de los malvados».

1.(año II) 2 Timoteo 3,10-17

a) Es una página muy viva la que hoy leemos de la carta de Pablo.

Alaba a Timoteo porque desde niño conocía la Sagrada Escritura y luego fue buen compañero de viaje para Pablo. Resume las penalidades de ambos en sus trabajos evangelizadores, un resumen que está impregnado de esperanza: «de todas me libró el Señor».

Recomienda a Timoteo que siga adelante en su trabajo, apoyado siempre en la fuerza de la Palabra y en la luz de la Escritura, que es la que da la verdadera sabiduría para la vida.

b) También nosotros, sea cual sea nuestra situación en la comunidad eclesial, hemos experimentado más de una vez las dificultades de la vida por vivir como cristianos en este mundo. Pablo nos lo ha anunciado: «El que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido».

Nos vienen bien los consejos que él da a su discípulo Timoteo: que no perdamos nunca la confianza en Dios, que no nos acobardemos ante las pruebas o el rechazo de los hombres, que permanezcamos en lo que hemos aprendido y se nos ha confiado, que seamos perseverantes en nuestro seguimiento de Cristo.

¿Tenemos temple espiritual para aguantar penalidades por Cristo, si se nos presentan?

Ya nos había avisado el mismo Jesús que seguirle comportaba tomar muchas veces su cruz.

La Eucaristía, con la Palabra y la comunión eucarística, es nuestra luz y nuestra fuerza diaria para el camino. Continuamente estamos bebiendo en la fuente de agua de la Escritura, la que, según Pablo, puede darnos la sabiduría que conduce a la salvación y que nos resulta útil para todo. para enseñar, reprender, corregir, educar en la virtud. Sobre todo para crecer nosotros mismos en la vida de fe.

2. Marcos 12,35-37

a) Jesús también sabe hacer preguntas comprometidas. Esta vez es él el que pone en apuros a sus interlocutores.

Al rey David se le prometió que de su casa, de su descendencia, vendría el Mesías. Pero en el Salmo 109 («Oráculo del Señor a mi señor»), que se atribuía a David, éste le llama «Señor» a su descendiente y Mesías. ¿Cómo puede ser hijo y a la vez señor de David?

La respuesta hubiera podido ser sencilla por parte de los letrados: el Mesías, además de ser descendiente de la familia de David, sería también el Hijo de Dios, sentado a la derecha de Dios. Pero eso no lo podían reconocer. Sus ojos estaban cegados para ver tanta luz.

b) Jesús de Nazaret, el Mesías, el hijo de David, es el Señor, el Hijo de Dios. En todo el evangelio de Marcos estaba resonando esta pregunta: ¿quién es en realidad Jesús?

Nosotros respondemos fácilmente: Jesús es el Señor y el Hijo de Dios. El mismo nos ha dicho que él es la luz, el camino, la verdad, la vida, el maestro, el pastor. No sólo sabemos responder eso, sino que hemos programado nuestra vida para seguirle fielmente, y aceptar su proyecto de vida, vivir y pensar como él.

En eso consiste sobre todo nuestra fe en Cristo. No sólo en saber cosas de él. Sino en seguirle: o sea, hacer nuestros los valores que él aprecia, imitar sus grandes actitudes vitales, su amor de hijo a Dios, su libertad interior, su entrega por los demás, su esperanza optimista en las personas y en la vida...

«Alaba, alma mía, al Señor, que mantiene su fidelidad perpetuamente» (salmo, I)

«El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan» (salmo, I)

«El que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido» (1ª lectura, II)

«Mucha paz tienen los que aman tus leyes, nada les hace tropezar» (salmo, II)

«La gente disfrutaba escuchándole» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 256-259


3-4.

Primera lectura : 2ª a Timoteo 3, 10-17 El que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido.

Salmo responsorial : 118, 157.160.161.165.166.168 Mucha paz tienen los que aman tus leyes, Señor.

Evangelio : Marcos 12, 35-37 ¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?

En este texto se puede apreciar a un Jesús al que todavía le sigue siendo posible impartir su enseñanza en la sinagoga, en donde pregonará con énfasis de dónde le viene su ascendencia y quién es realmente su Padre, a quien el mismo David tuvo que adorar. Les hace saber que su mesianismo es diferente al que ellos esperan. El mesianismo de Jesús no es un mesianismo de tipo político que busque la restauración del desarticulado poder israelita. Por ser otra su propuesta no se acomodaba a los presupuestos de los intereses judíos, y de ahí su rechazo.

Los judíos del tiempo de Jesús no indagaron sobre en qué consistía su mesianismo. Ellos sólo estaban interesados en el advenimiento de un heredero de David, con el poder de un monarca, capaz de restituir las ventajas perdidas por los poderosos ante los invasores enemigos. Jesús se presentó, en cambio, como alguien diferente. Tanto es así que se siente superior a David desde el momento en que comparece ante el pueblo como Hijo de Dios desconociendo a David. Esta actitud es, ante los ojos de los legalistas judíos, una acción agraviante. Pero en el fondo lo que se puede ver es que Jesús decepciona a los jerarcas ya que al proponer todo lo contrario al poder saben que sus ventajas sociales están próximas a sucumbir.

La propuesta de Jesús, que desde un principio se plantea comunitaria y popular, tiene como objetivo la comunión de las personas. Estas deben optar por superar del modelo de sociedad monárquica» implantada por David hacia un modelo igualitario» en el que no haya opresión. En este modelo todas las jerarquías serán sustituidas por la solidaridad y se evitará que el templo tenga nexos con las jerarquías económicas, para que su palabra sea libre y por lo tanto capaz de denunciar cualquier injusticia.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Tob 11, 5-17: Señor, tú me has sanado

Sal 145, 1-2,6-10

Mc 12m 35-37: Siéntate a mi derecha

El pueblo de Israel, al retorno del destierro y cautiverio en Babilonia a Jerusalén, construyó una teología mesiánica que mitifica la figura del rey David como un rey ejemplar y religioso por excelencia. Una de las concreciones históricas de la esperanza mesiánica era la expresada con el título "Hijo de David" aplicado al Mesías. Esta teología se fue consolidando poco a poco a lo largo de toda la historia de Israel y se plasmó en el libro de las Crónicas y en algunos salmos. Esta esperanza mesiánica fue mal entendida por los Judíos de la época de Jesús. Los judíos querían encarnar su Mesías -Hijo de David- en un auténtico rey temporal que luchara contra el imperio Romano y recuperara para Israel el esplendor político y económico del tiempo de David.

El texto de Marcos nos plantea la manera como Jesús quiere resolver esta falsa concepción mesiánica. Es el mismo Jesús el que plantea la cuestión: "¿Cómo puede decirse que el Cristo es Hijo de David si el mismo David, le llama mi Señor?". Marcos no responde a esta pregunta que tiene que ver con el problema Cristológico y deja la cuestión abierta introduciendo en el Evangelio una incógnita, como una especie de problema sin resolver para aquellos que no aceptan el verdadero misterio mesiánico de Jesús.

Lo que sí es verdad, y lo plantea con claridad Marcos en el Evangelio, es que Jesús se presenta como verdadero cumplimiento y realizador de la esperanza mesiánica, pero la quiere purificar de toda mala interpretación o acomodación interesada. Marcos nos presenta a Jesús como el Hijo de Dios, el Mesías, en el cumplimiento del proyecto del Padre de la construcción del Reino.

Hoy en América Latina estamos llamados a construir el Reino de Dios explicitando el contenido mesiánico del Evangelio de Jesús, es decir, anunciando la "buena noticia", la salvación y la liberación para el pueblo que vive en condiciones infrahumanas, en la injusticia y en la opresión. Nos debemos situar en el camino mesiánico a la luz de todos aquellos que viven en condiciones de pobreza y marginación. De esta manera podremos cumplir con la misión que Jesús nos encomendó de construir un mundo nuevo y mejor, aún si es necesario con la entrega de la propia vida por el reino.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6. 2001

COMENTARIO 1

v. 35 Mientras enseñaba en el templo, abordó Jesús la cuestión preguntando: «¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es hijo de David?»

Después de las controversias y preguntas, Jesús reanuda su enseñan­za en el templo (11,17). Desde la entrada en Jerusalén y la aclamación mesiánica de la multitud (11,9s), estaba pendiente la cuestión de su mesianismo. Ahora Jesús la aborda, poniendo públicamente en duda la validez de la doctrina que los letrados enseñan al pueblo sobre el Mesías, al que llaman hijo/sucesor de David.

Muchos textos del AT que hablaban de la dinastía de David se ha­bían aplicado al Mesías (2 Sm 7,16, promesa de Dios a David; Is 9,6; 11,1; Ez 34,24) y sobre ellos se basaba la doctrina de un Mesías descendiente y sucesor de David, un segundo David, rey guerrero y victorioso, que res­tauraría la gloria de Israel como nación, liberando con la fuerza al pueblo del dominio extranjero. La gente ha aclamado a Jesús, viendo en él a ese Mesías e identificando su llegada con la del «reinado de nuestro padre David» (11,10). Tal había sido también la invocación del ciego, figura de los discípulos, a la salida de Jericó (10,47: «¡Hijo de David, Jesús!»).



v. 36 «David mismo, movido por el Espíritu Santo, dice: "Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies"».

Jesús va a refutar esta doctrina con palabras atribuidas a David mismo. Cita el Sal 110,1, texto bien conocido e interpretado en sentido mesiánico, del que Jesús afirma que fue pronunciado bajo la inspiración del Espíritu, lo que equivale a decir que refleja el designio de Dios. El argumento de Jesús es el siguiente: no puede ser hijo / sucesor de David ni un segundo David, aquel a quien David llama «Señor», pues, al lla­marlo así, David se proclama vasallo de ese futuro rey. En consecuencia, el Mesías no será sólo rey de Israel ni David será su modelo: será muy superior a él en dignidad y su reino será mucho más vasto que el de David. Israel será vasallo de ese reino.



v. 37 «David mismo lo llama Señor; entonces, ¿de dónde sale que es hijo suyo?» La multitud, que era grande, disfrutaba escuchándolo.

Jesús rechaza así el mesianismo davídico nacionalista, fomentado por la enseñanza oficial (letrados) y deshace todo equívoco en el pueblo sobre su propio mesianismo. La restauración del trono de David y la hegemonía de Israel sobre los demás pueblos no son más que una ilu­sión y son incompatibles con el designio universal de Dios (cf. 8,33: «la idea de Dios»; 3,14: Israel, al servicio de los demás pueblos).

La descalificación que hace Jesús de la enseñanza de los letrados encuentra un eco favorable en la multitud que lo escucha. La frase (dis­frutaba escuchándolo) es, sin embargo, paralela a la que usó Mc (6,20) acer­ca de Herodes. Este escuchaba con gusto a Juan Bautista, pero acabó dándole muerte. También la multitud que ahora escucha con gusto a Jesús acabará poniéndose del lado de sus opresores para darle muerte (15,11-13). A la larga, el nacionalismo y la violencia tendrán más atracti­vo para ella que la propuesta de Jesús.



COMENTARIO 2

La comprensión mesiánica de Jesús apunta indudablemente hacía la trascendencia de éste. Por tanto, el Mesías es, en el contexto de Marcos, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios. Para el evangelista y para la Iglesia que recibe la Buena Noticia escrita por él, reconocer a Jesús bajo esta doble característica se hace necesario y fundamental, para quitar del ambiente popular la idea del Mesías descendiente de David que vendría con poder a instaurar la monarquía.

Jesús es el Hijo del Hombre e Hijo de Dios, pero no ostenta poder. Jesús se aparta de todo poder para instaurar una realidad nueva, donde los que no ejercían el poder se sintieran importantes y llamados en plenitud. Es necesario entender la dinámica de Marcos, para poder comprender por qué el Jesús que él predica, es un Jesús alejado de toda experiencia de gobierno y de poder, pero siempre cercano a los empobrecidos y en actitud de servicio desinteresado. Jesús sabía que aún había muchas preguntas de parte de los líderes políticos y religiosos en general. Pero Jesús les sale al paso y les expresa que su mesianismo no puede ser entendido desde el poder que ellos esperaban, porque de esa forma maltrataba y corrompía el proyecto de Dios, su Padre.

A la gente, al puro pueblo, a los desheredados, les gustaba cómo hablaba Jesús y le oían con gusto. Ya desde el comienzo la gente había podido apreciar la diferencia que había entre su forma de hablar, con autoridad, y la de los escribas, rutinaria, sin novedad, que no le ofrecía nada bueno al pueblo.

Nosotros también estamos llamados a entender y a confesar a Jesús de forma diferente. No podemos seguir sustentando una teología ni una Iglesia que presente a un Jesús lleno de poder, ya que esta imagen contradice la experiencia que los evangelios y todo el Nuevo Testamento nos presenta de él.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7.

Comentario: P. Josep de Calasanç Laplana OSB (Monje de Montserrat, Cataluña-España)

«El mismo David llama Señor [al Mesías]»

Hoy, el judaísmo aún sabe que el Mesías ha de ser “hijo de David” y debe inaugurar una nueva era del reinado de Dios. Los cristianos “sabemos” que el Mesías Hijo de David es Jesucristo, y que este reino ha empezado ya incoativamente —como semilla que nace y crece— y se hará realidad visible y radiante cuando Jesús vuelva al final de los tiempos. Pero ahora ya Jesús es el Hijo de David y nos permite vivir “en esperanza” los bienes del reino mesiánico.

El título “Hijo de David” aplicado a Jesucristo forma parte de la médula del Evangelio. En la Anunciación, la Virgen recibió este mensaje: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre» (Lc 1,32-33). Los pobres que pedían la curación a Jesús, clamaban: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» (Mc 10,48). En su entrada solemne en Jerusalén, Jesús fue aclamado: «¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David!» (Mc 11,10). El antiquísimo libro de la Didakhé agradece a Dios «la viña santa de David, tu siervo, que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo».

Pero Jesús no es sólo hijo de David, sino también Señor. Jesús lo afirma solemnemente al citar el Salmo davídico 110, cita incomprensible para los judíos: pues resulta imposible que el hijo de David sea “Señor” de su padre. San Pedro, testigo de la resurrección de Jesús, vio claramente que Jesús había sido constituido “Señor de David”, porque «David murió y fue sepultado, y su sepulcro aún se conserva entre nosotros (…). A este Jesús Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos todos nosotros» (Ac 2,14).

Jesucristo, «nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios», como dice san Pablo (Rm 1,3-4), se ha convertido en el foco que atrae el corazón de todos los hombres, y así, mediante su atracción suave, ejerce su señorío sobre todos los hombres que se dirigen a Él con amor y confianza.


3-8. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

La primera lectura es uno de los textos más celebres de la segunda carta a Timoteo, debido al uso que se ha hecho de este texto en el ámbito de la teología dogmática a propósito de la inspiración de la Sagrada Escritura: “Toda Escritura ha sido inspirada por Dios y es útil para enseñar, para persuadir, para corregir, para educar en la rectitud...” (3,16).

El versículo no es de fácil interpretación y ha sido utilizado de muchas formas en la discusión teológica sobre la inspiración bíblica. Sin entrar en la discusión sobre el sentido, la cualidad o el alcance de la inspiración bíblica, es importante saber que la frase “toda Escritura ha sido inspirada por Dios” (griego: pasa graphé theopneustós) presenta el problema de establecer con claridad a qué se refiere el autor cuando habla de “Escritura” (graphé) y qué significa la forma verbal griega theopneustós, que normalmente se traduce como “inspirada por Dios”.

Sin duda, el autor del texto cuando habla de “Escritura” piensa en el Antiguo Testamento (2 Tim 3,15), aunque no se excluye que tenga en mente también los primeros escritos del Nuevo Testamento. En 1 Tim 5,18, en efecto, aparecen como palabra de Dios, un texto del Deuteronomio (Dt 25,4: “no pondrás bozal al buey que trilla”) y una palabra de Jesús que conocemos en Lc 10,7 y Mt 10,10 (“el obrero tiene derecho a su salario”).

En segundo lugar, la forma verbal theopneustós, puede ser interpretada en forma pasiva (“inspirada por Dios”) o en forma activa (“inspira hacia Dios”). En el primer caso se estaría afirmando que Dios es el autor de la Sagrada Escritura inspirando a los autores humanos; en el segundo, se pondría de manifiesto que la Escritura tiene la capacidad y la fuerza de llevarnos a Dios y de mostrarnos sus caminos. En cualquier caso, el texto afirma y celebra la dimensión divina de la Sagrada Escritura. De ahí que se invite a Timoteo a usar de ella en la predicación (“Predica la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, corrige, reprende y exhorta...” (2 Tim 4,2).

El evangelio pertenece al conjunto de relatos polémicos con el que se concluye el ministerio de Jesús en el evangelio de Marcos. Jesús ha llegado finalmente a Jerusalén y se enfrenta con los representantes del judaísmo oficial en una serie de controversias religiosas sobre temas fundamentales de la fe.

Esta vez Jesús pregunta acerca de la descendencia davídica del Mesías, aceptada por los escribas expertos en las Escrituras e identificada en Jesús por el ciego de Jericó (Mc 10,47-48) y por la multitud que lo ha aclamado a la entrada en Jerusalén (Mc 11,10). El objetivo de Jesús con la pregunta es llevar a su auditorio a una comprensión más profunda del término “Señor”. Y lo hace citando las palabras del Salmo 110,1: “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como estrado de mis pies”.

Tanto Jesús como sus oyentes pensaban que David era el autor del salmo, donde se afirma en griego che el Kyrios (Dios) dice al kyrios (Mesías): siéntate a mi derecha, etc. Kyrios (en hebreo: Adonai), tiene en este texto dos sentidos: por una parte se aplica a Dios (Yhwh), por otra, a su representante mesiánico, es decir al hijo de David.

“Si el mismo David le llama Señor al Mesías –razona Jesús– ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?” (Mc 12,37). Jesús argumenta como un rabino sobre un punto de exégesis, mostrando que la cualidad del Mesías no se identifica totalmente con la filiación davídica, sino que es muy superior. Jesús plantea la pregunta y prefiere no dar ninguna respuesta. No niega que él, el Mesías, descienda de David, como afirmaban los maestros de la Ley, pero al mismo tiempo hace vislumbrar el misterio de su verdadero origen divino. Sabemos que para el Nuevo Testamento Jesús es al mismo tiempo hijo de David y Señor: “nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos” (Rom 1,3).

Jesús es el Mesías esperado, descendiente de David, que no ha subido al trono de un reino judío independiente, como esperaban algunos (Hch 1,6), sino que, en virtud de su resurrección y por la acción del Espíritu Santo, ha sido nombrado o establecido en el trono como Hijo de Dios con plenos poderes (2 Sam 7,9; Sal 110,1). Jesús era el Hijo desde siempre (Rom 8,3), pero después de la pascua la fuerza salvadora propia de Dios actúa en él en favor de los creyentes. Se le puede confesar como Hijo de Dios porque participa de la capacidad divina de vivificar y de salvar a los seres humanos. Como resucitado, no forma ya parte de la esfera de la existencia humana débil y caduca. Ha entrado, en cambio, en el mundo de Dios, caracterizado de vida inmortal, plenitud de esplendor y de luz.

En el texto de Marcos la pregunta de Jesús representa el inicio de la reflexión teológica posterior de la comunidad cristiana. Los cristianos comenzaron después de la pascua, en efecto, un esfuerzo de profundización sobre el sentido más hondo del término Kyrios, utilizando los antiguos textos de la Escritura judía. Secretos que los escribas hebreos no podían comprender, los maestros cristianos los descubrieron y los explicaron. Detrás de este texto se intuye el gozo de la iglesia primitiva que, leyendo la Escritura con Jesús y a partir de Jesús, conoce y proclama verdades misteriosas escondidas en los textos inspirados del antiguo Israel. Jesús es el primer intérprete de la Escritura, anterior a todos los teólogos y maestros cristianos y superior a todos los escribas de Israel. La pregunta que lanza en este texto a su auditorio encontrará respuesta solamente a la luz de su personal misterio pascual que lo revela como Mesías hijo de David e Hijo de Dios y Señor de la gloria.


3-9.Origen del Mesías

Fuente: Catholic.net
Autor: Misael Cisneros Garnica

Reflexión:

Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. Tanto es así, que hasta pretenden valerse de las Escrituras para afirmar que el Cristo es hijo de un profeta y no es el Hijo de Dios.

Afortunadamente, Jesús conocía los textos sagrados tan bien como ellos y por eso les recuerda que David se dirigió a Dios como su Señor y no como su padre. Los escribas ya comenzaban a intuir que Jesús era el Mesías y por lo mismo buscaban desde un inicio borrar dicha imagen, pues ¿cómo era posible que un hombre como Él fuese Cristo? Lo mismo puede ocurrir en nuestro cristianismo. Tal vez no negamos que Cristo es Hijo de Dios pero, ¿qué tal a la hora de perdonar a quien nos ofendió o la hora de ayudar desinteresadamente a quien lo necesita? ¿podríamos afirmar con nuestro ejemplo que Jesús es el Mesías y nosotros seguidores de sus enseñanzas?

El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 202, nos dice que “Jesús confirma que Dios es el único Señor y por ello es preciso amarle con todo el corazón, alma, espíritu y fuerzas. Pero al mismo tiempo nos da a entender que Él mismo es el Señor”. De la misma forma nosotros atestigüemos con el testimonio de nuestra vida en el trabajo, en el hogar, en la universidad que Jesús es el Señor y nosotros sus apóstoles.


3-10.

Reflexión

Uno de los grandes problemas en nuestro cristianismo es la ignorancia religiosa. Marcos nos dice hoy cómo “la multitud escuchaba a Jesús con gusto”. Hoy muchas veces preferimos escuchar a los comentaristas del radio o la televisión, preferimos una novela o una de las miles de revistas y publicaciones sobre tantos y variados temas. Con dificultad se lee sobre los santos, sobre la Iglesia, sobre el mismo Cristo. La Biblia no pasa de ser un libro más en muchos libreros. Tenemos tiempo para muchas cosas, pero difícilmente lo encontramos para asistir a una clase de Biblia, o alguna conferencia de tipo religioso. Si los fariseos y los escribas que vivían en una cultura netamente religiosa no habían entendido las Escrituras y por ello juzgaban equivocadamente, ¿qué esperanza pude tener un cristiano hoy que no se prepara y que no profundiza en su fe?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-11.

Comentario: P. Josep de Calasanç Laplana OSB (Monje de Montserrat, Cataluña-España)

«El mismo David llama Señor [al Mesías]»

Hoy, el judaísmo aún sabe que el Mesías ha de ser “hijo de David” y debe inaugurar una nueva era del reinado de Dios. Los cristianos “sabemos” que el Mesías Hijo de David es Jesucristo, y que este reino ha empezado ya incoativamente —como semilla que nace y crece— y se hará realidad visible y radiante cuando Jesús vuelva al final de los tiempos. Pero ahora ya Jesús es el Hijo de David y nos permite vivir “en esperanza” los bienes del reino mesiánico.

El título “Hijo de David” aplicado a Jesucristo forma parte de la médula del Evangelio. En la Anunciación, la Virgen recibió este mensaje: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre» (Lc 1,32-33). Los pobres que pedían la curación a Jesús, clamaban: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» (Mc 10,48). En su entrada solemne en Jerusalén, Jesús fue aclamado: «¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David!» (Mc 11,10). El antiquísimo libro de la Didakhé agradece a Dios «la viña santa de David, tu siervo, que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo».

Pero Jesús no es sólo hijo de David, sino también Señor. Jesús lo afirma solemnemente al citar el Salmo davídico 110, cita incomprensible para los judíos: pues resulta imposible que el hijo de David sea “Señor” de su padre. San Pedro, testigo de la resurrección de Jesús, vio claramente que Jesús había sido constituido “Señor de David”, porque «David murió y fue sepultado, y su sepulcro aún se conserva entre nosotros (…). A este Jesús Dios lo ha resucitado, y de ello somos testigos todos nosotros» (Ac 2,14).

Jesucristo, «nacido, en cuanto hombre, de la estirpe de David y constituido por su resurrección de entre los muertos Hijo poderoso de Dios», como dice san Pablo (Rm 1,3-4), se ha convertido en el foco que atrae el corazón de todos los hombres, y así, mediante su atracción suave, ejerce su señorío sobre todos los hombres que se dirigen a Él con amor y confianza.


3-12. 2004

LECTURAS: 2TIM 3, 10-17; SAL 118; MC 12, 35-37

2Tim. 3, 10-17. Timoteo ha caminado con Pablo y ha sufrido, junto con Él, toda clase de tribulaciones y persecuciones por causa del Evangelio. A pesar de lo duro del seguimiento de Cristo, Timoteo, junto con Pablo, ha permanecido fiel al Señor, de tal forma que la Palabra de Dios se ha convertido para él, y para todo el que crea en ella, en fuente de salvación. Por eso el verdadero discípulo no va tras las huellas de los maestros que explican la Palabra de Dios y dan testimonio de ella con su vida, sino tras las huellas de Cristo, pues no son las palabras de los hombres, sino Cristo, Evangelio viviente del Padre, el que nos enseña, reprende, corrige y educa en la virtud para que seamos perfectos. Así debemos entender que nuestra santificación es únicamente la obra de Dios en nosotros. A nosotros nos corresponde ir por delante para que, no tras nuestras huellas, sino tras las huellas de Cristo, todos alcancemos la perfección a la que hemos sido llamados.

Sal. 118. La Palabra de Dios es viva y eficaz para quien la acepta y la hace suya. La Palabra, que existía antes de todo lo creado, que ha sido engendrada por el Padre desde la eternidad, se dirige a nosotros para salvarnos, revelándonos el gran amor que el Padre Dios nos tiene. Quienes vivimos unidos a esa Palabra Encarnada, somos amados en la misma medida en que el Padre Dios ama a su Hijo. Por eso no podemos conformarnos con leer y estudiar las Sagradas Escrituras. Debemos saber que en ellas entramos en un contacto personal con la Palabra Eterna del Padre, que no sólo es la Palabra viva, sino la Vida misma. Puestos en manos de Dios debemos vivirle siempre fieles sabiendo que el seguimiento de sus caminos, y nuestra fidelidad a su Voluntad santísima y soberana, hará que, a pesar de que a veces la vida se nos torne demasiado ardua, Dios no se equivocará en sus decisiones sobre nosotros para conducirnos a la Vida eterna.

Mc. 12, 35-37. Jesús es consciente de su Mesianidad, de su ser Señor y Rey. Sin embargo toda su vida se desarrolla en el servicio y en la entrega en amor por nosotros; amor que llega hasta el extremo de llevarle a dar su vida por nosotros, como si nosotros fuésemos los Señores. Él mismo diría: ¿Quién es el más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo, que soy su Maestro y Señor, he estado en medio de ustedes como el que sirve. Él nos ha dado ejemplo, para que hagamos como Él lo ha hecho. Efectivamente el camino de la Iglesia es el camino del servicio. Hemos sido ungidos por el Espíritu Santo, y hemos sido hechos hijos de Dios por nuestra unión con Cristo, para ser enviados como testigos del Evangelio y ser puestos al servicio de la salvación de todos. No podemos vivir como opresores, ni como simples maestros que proclamen el Evangelio desde los estrados. Necesitamos caminar con la gente para remediar sus diversos males. Entonces no sólo seremos aquellos que anuncian el Evangelio, sino aquellos que dan testimonio del mismo con la vida, hecha Evangelio viviente del Padre para la humanidad entera. El Señor nos ha mostrado el camino, vayamos tras las huellas de Cristo.

Nos reunimos en esta Eucaristía para celebrar al Mesías, Hijo de Dios, Hijo de David, Rey del universo y rey de la Gloria. El Padre Dios ha constituido a Jesús en Señor de todo lo creado, por encima de los ángeles, principados y potestades. Jesucristo quiere hacernos partícipes de su Victoria sobre el pecado y la muerte, y de la Gloria que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre, pues el Señor, el Padre Dios, ha sentado a nuestro Señor, Jesús, a su derecha y ha puesto a sus enemigos como estrado donde pone los pies. Así, el Padre Dios ha cumplido su promesa de que la descendencia de la Mujer: Cristo y la Iglesia, aplastarían la cabeza de la serpiente antigua, o Satanás. Unidos íntimamente a Cristo en la Eucaristía retomamos nuestro compromiso, como Iglesia y Esposa del Cordero inmaculado, de vivir fieles al Señor, de tal forma que vayamos trabajando, a impulsos del Espíritu Santo, para que desaparezca de entre nosotros el reino del pecado, y vaya surgiendo y afianzándose entre nosotros el Reino de Dios.

Jesús nos ha dado ejemplo para que nosotros vayamos y hagamos lo mismo. No podemos centrar nuestra fe en Él sólo en la práctica del culto que, tal vez con muchas muestras externas de piedad, le tributemos. Somos conscientes de nuestra dignidad de hijos de Dios. En el mundo nuevo, inaugurado por Cristo, sabemos que Dios ha puesto todo en nuestras manos constituyéndonos, junto con Cristo, en señores del universo, con la capacidad, venida del Espíritu de Dios que habita en nosotros, de poder conducirlo todo a su plenitud en Cristo. Meditando en esto comprendemos lo mucho que nos ama nuestro Dios y Padre. Pero al mismo tiempo comprendemos que nuestra dignidad no es para pavonearnos ante los demás y exigirles pleitesía, sino para ponernos al servicio de la salvación de todos. Al igual que Cristo hemos de buscar al pecador hasta encontrarlo para llevarlo de vuelta al redil. Hemos de ser conscientes de los males que afectan a grandes extensiones de la humanidad y no cerrar los ojos ante esas miserias, ni pasar de largo ante esos dolores y pobrezas. La Iglesia de Cristo debe estar al servicio de la salvación de toda la humanidad en todos los niveles. Renovarlo todo en Cristo es eso, precisamente, todo. No podemos quedarnos en un anuncio espiritualista o angelista del Evangelio. Debemos anunciarlo en la encarnación del hombre, en su realidad concreta para que desde sus realidades temporales se eleve hacia las realidades celestiales. El Señor nos quiere totalmente entregados en el servicio a favor del Evangelio que nos salva, siendo constantes en el testimonio que de Él hemos de dar aún a costa de la entrega de nuestra propia vida, con tal de que el perdón, el amor y la salvación de Dios llegue a todos los corazones.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber escuchar su Palabra, meditarla en nuestro corazón, encarnarla en nuestra vida diaria y proclamarla como fuente de salvación para todos. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-13. ARCHIMADRID 2004

BIENAVENTURADOS LOS QUE SE QUEJAN

“¡Qué persecuciones padecí! Pero de todas me libró el Señor”. Quejarse no es malo, lo estéril es tomar la queja como justificación de nuestras omisiones. Me contaban hace unos días que un hombre, en el lecho de la muerte, hablaba a un amigo suyo sobre el sentido de la libertad. Este amigo argumentaba que Dios, en su infinita misericordia, no podía permitir que los hombres renunciaran a su amor. El anciano moribundo, después de un largo silencio, contestó: “Ése es el problema. Dios nos ha creado para amarnos y para que le amemos. Sin libertad no existiría criatura alguna capaz de amar a Dios por sí mismo… todo lo demás sigue las “instrucciones” que marca el orden y fin natural de la creación. Lo prodigioso del ser humano es que, en cualquier momento, puede decir ‘sí’ o ‘no’ a su Creador”.

La queja, por tanto, es algo muy humano. Y todo lo que pertenece a la condición limitada del hombre no tiene como responsable a Dios, sino al ejercicio de la libertad. La primera “limitación” del hombre fue el pecado, y su forma de pensar y actuar ha ido realizándose en una dirección muy estrecha, creyendo que con sus solas fuerzas podría superar cualquier obstáculo. Dios, para muchos, supone un impedimento para esas ínfulas de “autodeterminación” que, aparentemente, nos hacen más independientes. Pero Dios “necesita” de nuestras quejas. Y la oración es el mejor medio para ser escuchados… y sentirnos libres de verdad.

“Muchos son los enemigos que me persiguen, pero yo no me aparto de tus preceptos”. “Hacer lo que me da la gana” puede sonar a algo rotundo y muy personal. La realidad es diferente. Cuando renunciamos a aquello que creemos nos reprime (la moral, las costumbres, la educación, el bien común…), el efecto que conseguimos es el contrario: quedamos esclavizados por las cosas que mueren, y que no nos dan sentido de nada. En cambio, aquél que busca en su existencia el cumplimiento de la ley de Dios, proclamará junto al salmista: “El compendio de tu palabra es la verdad, y tus justos juicios son eternos”.

Lo salmos están repletos de quejas. Jeremías era otro “gran quejica”. Muchos profetas apelaban a Dios compasión ante las misiones que les encomendaba… Jesucristo, en Getsemaní, pidió a su Padre que, si era posible, apartara el amargo cáliz de la Pasión. El Hijo de Dios no tenía pecado, pero quiso llevar sobre sí todas las quejas de la humanidad, desde Adán hasta el fin de los tiempos. Todo para que tú y yo recobráramos la única libertad que nos garantiza ser “libres” (valga la redundancia): la libertad de los hijos de Dios.

“La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo”. También nosotros disfrutamos de nuestra relación con Dios. Sabemos que, en todo momento, seremos escuchados por Él, y que nuestras quejas no son motivo para abatirnos, sino de sacar fuerzas de nuestra debilidad. Así lo entendieron durante siglos aquellos que buscaban identificarse con los sentimiento de Jesús, y así lo entendemos nosotros. Como decía el propio san Pablo: “Todo es para bien”.

A la Virgen se le dijo: “Bendita tú porque has creído”. Y ella extiende su manto amoroso sobre cada uno de nosotros. En ese refugio de ternura y misericordia, oiremos voces que aclamarán al unísono: “Bienaventurados vosotros que os quejasteis y fuisteis escuchados”.