JUEVES DE LA SEMANA 3ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Segundo Libro de Samuel 7,18-19.24-29.

Entonces el rey David fue a sentarse delante del Señor y exclamó: "¿Quién soy yo, Señor, y qué es mi casa para que me hayas hecho llegar hasta aquí? Y como esto te pareció demasiado poco, también le has hecho una promesa a la casa de tu servidor, para un futuro lejano. ¿Es esto lo que haces habitualmente con los hombres, Señor? Tú has establecido a tu pueblo Israel para que sea tu pueblo eternamente, y tú, Señor, eres su Dios. Y ahora, Señor Dios, confirma para siempre la palabra que has pronunciado acerca de tu servidor y de su casa, y obra conforme a lo que has dicho. Que tu Nombre sea engrandecido para siempre, y que se diga: '¡El Señor de los ejércitos es el Dios de Israel!'. Y que la casa de David, tu servidor, esté bien afianzada delante de ti. Porque tú mismo, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, te has revelado a tu servidor, diciendo: 'Yo te edificaré una casa'. Por eso tu servidor se ha atrevido a dirigirte esta plegaria. Ahora, Señor, tú eres Dios, tus palabras son leales y has prometido estos bienes a tu servidor. Dígnate, entonces, bendecir la casa de tu servidor, para que ella permanezca siempre en tu presencia. Porque tú, Señor, has hablado, y con tu bendición la casa de tu servidor será bendita para siempre".

Salmo 132,1-5.11-14.

Canto de peregrinación. Acuérdate, Señor, en favor de David, de todos sus desvelos,
del juramento que prestó al Señor, del voto que hizo al Fuerte de Jacob:
"No entraré bajo el techo de mi casa ni me acostaré en mi propio lecho;
no daré descanso a mis ojos ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor, una Morada para el Fuerte de Jacob".
El Señor hizo un juramento a David, una firme promesa, de la que no se retractará: "Yo pondré sobre tu trono a uno de tus descendientes.
Si tus descendientes observan mi alianza y los preceptos que yo les enseñaré, también se sentarán sus hijos en tu trono para siempre".
Porque el Señor eligió a Sión, y la deseó para que fuera su Morada.
"Este es mi Reposo para siempre; aquí habitaré, porque lo he deseado.


Evangelio según San Marcos 4,21-25.

Jesús les decía: "¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Y les decía: "¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1.- Hb 10, 19-25

1-1.

El autor acaba de exponer cómo los creyentes han penetrado, siguiendo a Cristo, en el Santo de los Santos. Y ejercerán su sacerdocio merced a una vida ligada al Señor. El pasaje que se lee este día en la liturgia enumera los privilegios de este nuevo estado.

a) Gracias a Cristo el cristiano puede llegarse directamente al santuario (v. 19) sin pasar por el rito intermedio o el sacerdocio cultual. Este acceso es una "novedad" porque en este punto el cristianismo es absolutamente original respeto al judaísmo y al paganismo. Este acceso es igualmente "vida" (cf. Jn 14, 6), puesto que conduce a la vida eterna (v. 20). Este acceso pasa a través de la "cortina" que, en el antiguo Templo, separaba a los fieles del santuario. Esta cortina ha quedado suprimida (cf. Mc 15, 38) porque ya no hay diferenciación entre lo sagrado y lo profano: el camino que salva la cortina no es otra cosa que la vida "carnal" de Jesús, una vida profana, comprendida la muerte, que se ha hecho litúrgica y sagrada en virtud del amor que la anima (v.21).

b) El autor saca algunas conclusiones morales de esta visión del sacerdocio del pueblo cristiano. La primera es la fidelidad al bautismo, tanto a sus efectos interiores como a sus efectos externos (vv. 22-23), porque Dios es fiel por su parte a sus promesas. La segunda es la caridad mutua, porque la salvación no se vive aisladamente, sino en comunidad y en el amor mutuo (vv. 24-25).

ASAMBLEA-LITURGICA: De todos estos consejos vamos a fijarnos preferentemente en la significación de las asambleas litúrgicas, a las que no hay que renunciar; son la realización práctica de la salvación y contribuyen a su cumplimiento hasta el "Día" en que sea una realidad. Esta afirmación es particularmente preciosa: significa que el autor es consciente de la eficacia de la asamblea litúrgica en el orden de la salvación. A lo largo del tiempo en que la Iglesia vive su condición terrestre, la asamblea es el signo visible de la congregación de todos los hombres en el Reino, hasta tanto no sea visible ese Reino. Por otro lado, ese signo es eficaz: la reunión en asamblea litúrgica es realmente causa de salvación y mediación de ésta en favor de todos los hombres. Lo que supone su carácter importante, por no decir obligatorio.

c) El cristiano debe tener a la vista el Día del Señor (v. 25). En el contexto de la carta a los hebreos, lo mismo que en Mt 24, ese Día designa la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo, que significarán el final de la economía sacerdotal antigua y permitirán la floración de la nueva alianza, basada sobre la persona gloriosa del nuevo mediador (Mt 24, 24-30; 26, 61-64; 23, 38-24, 2; Act 7, 48-56). Sin duda era ya previsible la caída de Jerusalén en el momento de la redacción de esta carta, puesto que el autor anuncia su inminencia (v. 25).

Desde el punto de vista de la carta a los hebreos, la economía celestial queda establecida en el momento en que Cristo penetró de una vez para siempre en el Templo espiritual (Heb 9, 11); al poner de relieve la caducidad de la alianza antigua (Heb 8, 13), la caída de Jerusalén introduce automáticamente a los cristianos en el nuevo eón, que ya es celeste, en donde su sacerdote ejerce plenamente las prerrogativas de su sacerdocio. Ciertamente que el autor no niega el fin de los tiempos ni el juicio (Heb 10, 30-31), sino que considera la caída de Jerusalén como el elemento más decisivo de la venida del Señor. Desde ese momento queda todo al descubierto, tanto en el plano sacerdotal como en el sacrificial.

¿Es el pueblo de Dios un pueblo sin sacerdotes por el simple hecho de que Cristo ha realizado de una vez para siempre la acción sacrificial decisiva y que es además ese pueblo constituido en sacerdocio santo que tiene acceso a todas las prerrogativas del antiguo sumo sacerdote?

Algunos hechos recientes podrían dejar entrever la desaparición del ministerio sacerdotal en la Iglesia: la falta de "vocaciones" y el abandono del sacerdocio por muchos sacerdotes contribuyen a veces a desviar la atención hacia el sacerdocio de los fieles. Se está adquiriendo conciencia de que a veces se han aplicado abusivamente a los ministros definiciones destinadas a todo el pueblo, al menos en algún sentido, como alter Christus o "sacerdote según el orden de Melquisedec".

Pero sería demasiado llegar a la conclusión de que esta evolución supone que está apareciendo una "Iglesia sin sacerdotes". Estamos asistiendo realmente a una "desclerización" del ministerio sacerdotal; pero una cosa es la supresión del "clero" y otra muy distinta la desaparición de las funciones presbiterial y episcopal. El pueblo sacerdotal que es la Iglesia no puede vivir su misión y su sacerdocio sino en participación con el de Cristo, y son necesarios ministros para garantizar esa participación en los sectores de la existencia eclesial.

Seremos fieles a la epístola a los hebreos si aceptamos la desaparición de un clero que, por razones históricas y condicionamientos sociológicos, no ha hecho siempre posible el pleno despliegue del sacerdocio del pueblo de Dios. Los problemas derivados de esta desclerización son muchos y delicados: sacerdotes trabajadores, obligación del celibato, etc. En la medida en que se encuentre solución a estos problemas se descubrirá otra vez y con alegría una iglesia que encarna en bloque la manifestación del sacerdocio de Cristo y que traduce su intervención en el mundo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 112


1-2. DESEO-DE-D:

"Teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús". Este es el gran anuncio de la buena nueva en lenguaje cultual: "entrar en el santuario", es decir, tenemos entrada libre para acercarnos a Dios. Es la realización de todo lo que el autor ha venido diciendo sobre la eficacia de la obra de Cristo purificar el pecado, redimir. Lo que para Jesús fue un hecho en la cruz, para nosotros es el anuncio de una gozosa posibilidad en él: entrar en el santuario del Dios vivo. Nuestro acceso a Dios es posible por la sangre de Cristo, por su obra a favor nuestro. Este acceso lo tenemos a través de Cristo, que es presentado como el camino nuevo y vivo.

¡Poder encontrar a Dios y poder vivir con El! Este es el deseo profundo que anida en el corazón de todos los hombres y por el cual viven.

"Todos te necesitan, incluso los que lo ignoran, y los que lo ignoran mucho más que aquellos que lo saben. El hambriento se imagina que busca el pan, y lo que tiene es hambre de Ti; el sediento cree que quiere agua, y tiene sed de Ti; el enfermo se engaña creyendo que codicia la salud, y su malestar es la ausencia de Ti. Quien busca la belleza en el mundo busca, sin darse cuenta, a Ti, que eres la belleza entera y perfecta; el que persigue en sus pensamientos la verdad, anhela, sin quererlo, a Ti, que eres la única verdad digna de ser sabida; y el que se afana buscando la paz te busca a Ti, única paz en la que pueden descansar los corazones más inquietos. Ellos te llaman sin saber que es a Ti a quien llaman y su grito es indeciblemente más doloroso que el nuestro".

G. Papini (Historia de Cristo)

Agustín-SAN: nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. Confesiones.

Tenemos este camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros.

Como el guía de alta montaña que vislumbra un camino nuevo -una vía de acceso para alcanzar una cima que hasta entonces era inaccesible-, así Jesús nos arrastra a seguirle. ¿Estamos dispuestos para esta aventura.

-"A Dios nadie le ha visto jamás. Pero el unigénito Hijo, el que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer". La cima, por alta que sea, puede alcanzarse en virtud de la sangre de Jesús.

-Hay que contar siempre con este "camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne.

La cortina, el velo, separaba a los fieles del Santo de los santos, lugar al que sólo podía entrar el sumo sacerdote para ofrecer el sacrificio. Por eso este velo o cortina se desgarró en la muerte de Cristo como símbolo de que todos los hombres pueden alcanzar a Dios por medio del ofrecimiento de la vida de Cristo.

Ya no hay nada entre Dios y nosotros, sino Cristo, que es el camino señalado por Dios. No hay ninguna unión con Dios sino por medio de Cristo.

-Por su carne, por su "condición humana", Jesús llegó hasta Dios. A nosotros, asumiendo también nuestra condición de hombres, se nos abre el mismo camino con El.


1-3.

-Hermanos, tenemos plena seguridad para entrar en el santuario del cielo. ¡Señor, repítenos esas palabras!

Y que esta certeza ilumine cada una de nuestras jornadas.

El «velo» del Templo era una barrera infranqueable, sólo el sumo sacerdote osaba afrontarla un día al año, ¡el día del gran perdón de Kippur! Qué diferencia desde entonces:

Todo hombre, todo cristiano, entra en el «verdadero» santuario, sin miedo, sin pavor sacro, sino por el contrario ¡«con seguridad»! Y no se trata sólo del santuario terrestre, sino, aunque parezca imposible, ¡se trata de la morada misma de Dios, el cielo! Después de todo nuestros más hermosos santuarios no son más que edificios «construidos por mano de hombre» (Heb. 9,24).

-Gracias a la sangre de Jesús tenemos un camino nuevo y vivo inaugurado por El a través del "velo", es decir, de su propia carne.

Tener acceso cerca de Dios. Poder encontrarle de nuevo y vivir con El. Es la búsqueda de muchos hombres. ¿Es también la mía? Como el guía de alta montaña que ha vislumbrado una «vía nueva» para llegar a un pico inaccesible, así Jesús nos arrastra a seguirle. ¿Estamos dispuestos para esta aventura?

Ahora esta «vía» está ya «inaugurada»: sabemos que existe, que la cima puede alcanzarse... Alguien ha alcanzado ya la cumbre y si estamos «en cordada» con él, no podremos dejar de alcanzarla también nosotros.

-Al penetrar a través del "velo" es decir de «su carne».

Fórmula llena de misterio.

La carne de Jesús, su «condición humana» como traduce el leccionario es a la vez un «velo» que nos oculta a Dios, y la «vía» por la que se puede llegar hasta El. «Yo soy el camino» decía Jesús. (Jn 14, 06).

Por su carne, por su «condición humana», Jesús llegó hasta Dios. A nosotros, asumiendo también nuestra condición de hombre se nos abre el mismo camino con El.

-Y tenemos al Sumo Sacerdote por excelencia el que está al frente de la casa de Dios.

Acerquémonos con sincero corazón y en la certitud que da la fe, con el corazón purificado de todo lo que mancha nuestra conciencia y lavados los cuerpos con agua pura.

Nuestra «seguridad», nuestra «certeza», no son una blanda almohada para dormir soñando que, puesto que Jesús nos ha abierto el cielo, nuestro único quehacer es abandonarnos. El camino está abierto, el acceso a Dios es posible, la felicidad nos es ofrecida... pero es preciso participar. El tema de la conversión y el del bautismo lo expresan.

«Creo en un solo bautismo para el perdón de los pecados».

Ser bautizado no es sólo haber sido purificado una vez. Es vivir como bautizado, en una purificación continua de nuestra conciencia. Ser bautizado es no cesar jamás de luchar contra todo no-amor para amar mejor.

-Estemos atentos los unos a los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras, es decir, para amar mejor.

Y esa vocación bautismal al amor es también una responsabilidad que nos lleva a ayudar a los demás a amar mejor.

-No abandonemos nuestras asambleas como algunos acostumbran hacerlo, antes bien animémonos, tanto más cuanto que vemos que se acerca el Día del Señor.

La «práctica religiosa» no es una cuestión de hoy. La asamblea litúrgica de los cristianos es una expresión importante de su vida de bautizados. Es un medio colectivo de mantenerse unos con otros en un cierto tipo de vida. Es un medio de estar «vigilantes», pues el Señor se acerca.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 38 s.


2.- 2S 7, 18-19.24-29

2-1.

-Cuando David se enteró por Nathán de las promesas divinas, fue a presentarse "ante el Señor" y le dijo...

De nuevo el tema "ante el Señor". David es un hombre de Fe. Se mantiene "delante de Dios". El profeta acaba de cumplir su promesa; rechazo del Templo, anuncio de un descendiente «que será un Hijo para Dios». Inmediatamente David estalla de alegría, y de su corazón, brota una oración de acción de gracias -eucaristía = dar gracias.

Ayúdanos, Señor, a nosotros también, a saber interpretar los acontecimientos... ayúdanos a orar partiendo de las alegrías que nos llegan... Te alabo, Señor, por... (evocar las alegrías del día de hoy).

-¿Quién soy yo, Señor, y qué es mi "casa", para que me hayas hecho llegar hasta aquí?

Humildad.

David repite, en el fondo, la Palabra que Dios le había dirigido. Le ha recordado la pobreza de su origen de pastorcillo. David, a su vez, incorpora a la oración esa Palabra de Dios.

-Ahora, Señor, guarda siempre la promesa que has hecho a tu servidor y a su casa, y obra tal como has dicho.

Repetir la Palabra de Dios.

Pero en sumisión profunda a la voluntad divina.

Ciertamente, en esto, David podía equivocarse gravemente si imaginaba que su dinastía conservaría, humanamente, siempre el poder, y que las herencias y las transmisiones de poder se llevarían a cabo sin problemas.

De hecho, la promesa de Dios no se cumplió materialmente: tres hijos de David. Ammón, Absalón y Adonías, morirán por la espada. desgarrándose los unos a los otros. Y a partir de la segunda generación, con los hijos de Salomón la dinastía davídica se dividirá en dos reinos rivales antes de desaparecer.

A través de las promesas humanas era pues preciso entender una promesa divina: el verdadero descendiente de David no es Salomón, sino Jesús... ¡Pero después de cuántos fracasos humanos! y de una realeza sin gloria humana.

-Luego, ¿tú eres rey? dijo Pilato.--Tú lo dices soy rey...

Pero mi reino no es de este mundo... (Juan 18, 36-37)

Dios trastorna nuestras concepciones demasiado estrechas.

Su reino no es como cabría esperarlo.

Hay que contemplar en silencio, y dejarse llevar: "Hágase tu voluntad, venga a nosotros tu Reino".

Creo, Señor, que tu Reino está «ya aquí», que tu reino está cerca.

Confío en Ti, Señor, a pesar de todas las apariencias contrarias.

-Señor mío, Tú eres Dios, tus palabras son verdad...

La oración debería terminar siempre con esa confesión.

El rey David reconoce la soberanía de Dios. No busca imponer a Dios «sus» propias voluntades. Después de haber expuesto «sus» deseos, se somete a lo contrario.

-Vuestro Padre sabe de qué tenéis necesidad. (Mateo 6, 8)

Así hablaba Jesús... siguiendo a David, su antepasado.

Nos es conveniente haber meditado, hoy, sobre la «oración de David» y haber admirado su alma, porque mañana meditaremos sobre el pecado de David: el justo que llegará a ser criminal.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 38 s.


3.- Mc 4, 21-25

3-1.

Después de la parábola del sembrador, y su explicación al grupito de los íntimos, escucharemos otras parábolas. Ahora sabemos muy bien que no se trata de historietas infantiles sino que por el contrario, son "palabras misteriosas" que solo se dejan penetrar por los que tienen un corazón verdaderamente disponible.

Señor, abre nuestros corazones a tu misterio.

-¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo de un celemín o bajo la cama? ¿No es para ponerla sobre un candelero?

Jesús, observador de lo real.

Ha visto, mil veces a su madre en la casa encendiendo la lámpara al anochecer, para colocarla, no bajo la cama, donde resultaría inútil, sino en el centro de la sala, sobre un candelero a fin de que ilumine lo más posible.

A través de este simple gesto familiar, ya bello humanamente, Jesús ha visto un "símbolo". Cada realidad material evoca para El lo invisible.

La Palabra de Dios no está hecha para ser guardada "para sí; no se la recibe verdaderamente si no se está decidido a comunicarla.

Y he aquí todavía un sumergirse en la profundidad de la persona de Jesús: a través de esta rápida imagen se sugiere toda una orientación del pensamiento... Replegarse en sí mismo es impensable para Jesús. El egoísmo, incluso el por así decirlo espiritual, que consistiría en "cuidar de la propia almita", es condenado formalmente: toda vida cristiana que se repliega en sí misma en lugar de irradiar no es la querida por Jesús. ¡Señor, ten piedad de nosotros!

-Porque nada hay oculto sino para ser descubierto, y no hay nada escondido sino para que venga a la luz.

Hay que dejarse captar por el Dios "escondido", descubrir su "secreto" ... y luego hacerse servidor de ese Dios, trabajando para que "se le descubra".

¡Ah no! Jesús no se ha propuesto ser de antemano oscuro.

Las explicaciones de la parábola del sembrador podrían dejarlo entender cuando decía: "¡mirando, miran y no ven!" Jesús sin embargo parece decirnos: no tengo que tomarme por un hombre absurdo, como el que enciende la lámpara para ponerla bajo el celemín. ¡No! dice: vengo a comunicaros el amor que Dios siente por los hombres, y lo digo en vuestra lengua, y no en "no sé qué lengua incomprensible".

Se trata ciertamente de un gran secreto, pero de un secreto para ser desvelado a plena luz.

Y vosotros, no guardéis tampoco para vosotros mismos vuestros descubrimientos, ¡compartidlos! ¡Es una exigencia esencial hablar la lengua de los demás, y ser lo más claro posible para hablar de lo Indecible!

-Prestad atención a lo que oís: Con la medida con que midiereis se os medirá y se os dará por añadidura. Pues al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

Jesús, ha observado también en eso a los comerciantes de su tiempo cuando están midiendo el trigo, o la sal, con un celemín o un recipiente: se tasa más o menos... se llena hasta el borde o se procura dejar un pequeño margen a fin de mejorar la economía.

Y Jesús nos revela su temperamento: "lanzaos plenamente, tasad, colmad". Y aplica este símbolo al hecho de escuchar la Palabra de Dios. No olvidemos que estamos al principio del evangelio. Jesús desea que sus oyentes se llenen de esta Palabra, sin perder nada de ella. ¿Qué avidez siento? ¿Soy de los que enseguida dicen: "basta"... o de los que dicen: "¡más!"... La medida de amar, es amar sin medida...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 292 s.


3-2.

1. ( año I) Hebreos 10,19-25

a) Después de la teología, viene la exhortación moral.

Por una parte tenemos un óptimo Mediador, que ha entrado en el santuario del cielo, no a través del «velo» o cortina como hacía el sumo sacerdote del Templo de Jerusalén, sino a través del velo de su carne, o sea, a través de la muerte, que ha abierto su humanidad a la nueva existencia.

Por tanto, tenemos el acceso abierto hasta Dios porque Jesús nos ha purificado de nuestras culpas. Eso nos debe dar confianza. El que dijo «yo soy el camino» ha ido delante de nosotros a la presencia de Dios. El que dijo «yo soy la puerta» nos ha abierto la entrada en el Reino.

Pero además de darnos confianza, nos debe estimular a la fidelidad y a la constancia.

Vuelve el autor de la carta a urgir a sus lectores a la perseverancia, que se ve que era lo que más peligraba en ellos: «mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos», «no desertéis de las asambleas, como algunos tienen por costumbre».

Y añade una motivación interesante, la ayuda fraterna: «fijémonos los unos en los otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras».

b) De nuevo podemos vernos reflejados en este pasaje si en nuestra vida sentimos la tentación del cansancio y del abandono.

A veces por falta de confianza en Dios, o por cansancio, o por las tentaciones del mundo que nos rodea, a todos nos puede pasar que aflojamos en nuestro fervor y decaemos en nuestra vida de seguimiento de Cristo.

La Palabra nos anima hoy a ir creciendo en las tres virtudes principales: «con corazón sincero y llenos de fe», «firmes en la esperanza que profesamos», «para estimularnos a la caridad».

MISA/ASISTENCIA: También aparece, como ejemplo expresivo de esta inconstancia y dejadez. la ausencia a las reuniones (dominicales): «no desertéis de las asambleas. como algunos tienen por costumbre». Eso de faltar a la misa del domingo es muy antiguo. Siempre nos viene más cómodo seguir nuestro ritmo.

Ir o no ir a misa es una especie de termómetro de la fidelidad a Cristo y a la pertenencia a su comunidad. La Eucaristía nos va ayudando a profundizar en nuestras raíces, en nuestra identidad. Nos alimenta, nos guía, nos da fuerzas. La carta nos ha dado otra motivación para no faltar a nuestra convocatoria dominical: nuestra presencia ayuda a los hermanos, así como nuestra ausencia les debilita: «fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y las buenas obras».

1. (año II) 2 Samuel 7,18-19.24-29

a) Si ayer leíamos las palabras del profeta anunciando la fidelidad de Dios para con David y su descendencia, hoy escuchamos una hermosa oración de David, llena de humildad y confianza.

David muestra aquí su profundo sentido religioso, dando gracias a Dios, reconociendo su iniciativa y pidiéndole que le siga bendiciendo a él y a su familia. Lo que quiere el rey es que todos hablen bien de Dios, que reconozcan la grandeza y la fidelidad de Dios: «que tu nombre sea siempre famoso y que la casa de David permanezca en tu presencia».

b) Ojalá tuviéramos nosotros siempre estos sentimientos, reconociendo la actuación salvadora de Dios: «¿quién soy yo, mi Señor, para que me hayas hecho llegar hasta aquí?», «tú eres el Dios verdadero, tus palabras son de fiar», «dígnate bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia».

¿Son nuestros los éxitos que podamos tener? ¿son mérito nuestro los talentos que hemos recibido? Como David, deberíamos dar gracias a Dios porque todo nos lo da gratis.

Y sentir la preocupación de que su nombre sea conocido en todo el mundo. Que la gloria sea de Dios y no nuestra.

Marcos 4,21-25

a) Otras dos parábolas o comparaciones de Jesús nos ayudan a entender cómo es el Reino que él quiere instaurar.

La del candil, que está pensado para que ilumine, no para que quede escondido. Es él, Cristo Jesús, y su Reino, lo primero que no quedará oculto, sino aparecerá como manifestación de Dios. El que dijo «yo soy la Luz».

La de la medida: la misma medida que utilicemos será usada para nosotros y con creces.

Los que acojan en si mismos la semilla de la Palabra se verán llenos, generosamente llenos, de los dones de Dios. Sobre todo al final de los tiempos experimentarán cómo Dios recompensa con el ciento por uno lo que hayan hecho.

b) Esto tiene también aplicación a lo que se espera de nosotros, los seguidores de Cristo. Si él es la Luz y su Reino debe aparecer en el candelero para que todos puedan verlo, también a nosotros nos dijo: «vosotros sois la luz del mundo» y quiso que ilumináramos a los demás, comunicándoles su luz.

Creer en Cristo es aceptar en nosotros su luz y a la vez comunicar con nuestras palabras y nuestras obras esa misma luz a una humanidad que anda siempre a oscuras. Pero ¿somos en verdad luz? ¿iluminamos, comunicamos fe y esperanza a los que nos están cerca? ¿somos signos y sacramentos del Reino en nuestra familia o comunidad o sociedad? ¿o somos opacos, «malos conductores» de la luz y de la alegría de Cristo?

En la celebración del Bautismo, y luego en su anual renovación en la Vigilia Pascual, la vela de cada uno, encendida del Cirio Pascual, es un hermoso símbolo de la luz que es Cristo, que se nos comunica a nosotros y que se espera que luego se difunda a través nuestro a los demás. No podemos esconderla. Tenemos que dar la cara y testimoniar nuestra fe en Cristo.

«Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos» (´1ª lectura, I)

«Fijémonos los unos en los otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras» (1ª lectura, I)

«Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia» (salmo, I)

«Tú eres el Dios verdadero, tus palabras son de fiar» (1ª lectura, II)

«La medida que uséis la usarán con vosotros» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 84-87


3-3.

Primera lectura: 2 de Samuel 7,18-19
¿Quién soy yo, mi Señor, y qué es mi familia?.

Salmo responsorial: 131, 1-2.3-5.11.12.13-14
El Señor Dios le dará el trono de David su padre.

Evangelio: San Marcos 4, 21-25
El candil se trae para ponerlo en el candelero. La medida que usen la usarán con ustedes.

Jesús ilustra, en comparación con el Reino, el uso que debe dársele a una lámpara, la cual no ha de esconder su luz, sino que tiene que desgastarse para bien de los demás, silenciosamente, evitando cualquier tipo de sensacionalismo que desvirtúe toda la bondad que prodiga. Como siempre la tentación de la vanidad y la falsa humildad son una misma cosa. Se hace prioritario juntar entrega silenciosa con testimonio, sin caer en el engaño de que el silencio es carencia de testimonio. Esto es lo que pasa con el Reino mal entendido, que hace cristianos aparentemente humildes, pero pusilánimes, que anulan el testimonio.

Jesús se experimenta como una lámpara que se consume entregándose en el servicio de una causa para los demás. En esta parábola narra la experiencia de su proceso interior: cómo hizo él para ser humilde sin anular su testimonio. Nos enseña de qué manera hay que dar el paso para que el Reino nos penetre y ayude a aceptar sus consecuencias. Aclara que el Reino no es esconderse o recurrir a la falsedad porque nos tocará dar testimonio tarde que temprano. Este problema de anularse y tener que aparecer a la vez con su testimonio lo resuelve de una sola manera: transparentando al Padre como una luz.

El testimonio es la entrega propia para que otro viva; consumirse ayudando a otros para que tengan vida, no escondiéndose, sino entregando su vida por una causa. Si no hay entrega no se puede pedir a otros que se entreguen, porque el Reino pleno se hace con la entrega de los unos y los otros. Dios sólo le da al que se está consumiendo. A quien así lo hace no le faltará ni humanidad, ni plenitud. Quien no se entrega se empobrece y se anula por sí solo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Hb 10, 19-25: Sigamos firmes en la fe.

Sal 23, 1-6

Mc 4, 21-25: Parábolas de la lámpara y la medida.

Si hay algo escondido tendrá que descubrirse, y si hay algo secreto tendrá que saberse. El evangelio repite esto varias veces: la victoria final corresponde a la verdad, al conocimiento universal de la verdad.

La medida que utilicen con los otros será la medida que utilicen también con Vds.; es la «regla de oro» evangélica formulada de otra forma.

Permanece el misterio de ese críptico versículo 25, aparentemente tan neoliberal...

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Hebreos 10, 19-25: Sigamos firmes

Salmo responsorial: 23, 1-6

Mc 4, 24-25: /Mc/04/24-25: La medida que nos nivela

Tenemos de nuevo, en este pasaje de la carta a los Hebreos, las imágenes del templo de los judíos en Jerusalén y de su amueblamiento, empleadas para hablarnos -en contraste- de la obra de Jesucristo. El está ya en la presencia misma de Dios, sin necesidad de estar en un lugar determinado por santo o importante que sea. Y en él y por él tenemos libre entrada a Dios; no como los judíos a quienes estaba vedado entrar en el santuario, debiendo quedarse en los atrios exteriores, a no ser que fueran sacerdotes. Estemos donde estemos los cristianos sabemos que, por Jesucristo, nos encontramos en la presencia de Dios. Incluso lo podemos encontrar donde menos pensamos: en los lugares sórdidos donde sufren sus hijos, las cárceles, las calles de nuestras ciudades, los campos de la codicia y de la guerra, los lugares del trabajo inhumano, los hospitales, las barriadas, los cinturones de miseria de nuestras grandes capitales. Allí está Cristo, entre sus hermanos, y podemos ver en ellos el rostro de Dios, sin que haya cortinas suntuosas, como la del Santo de los santos en el templo de Jerusalén, que nos lo oculte. Es más, dicen los evangelistas que en el momento de la muerte de Jesús la cortina o velo del templo se rasgó de arriba abajo, dando a entender que quedaba libre, expedito, abierto el camino hacia Dios; desde ahora en adelante sólo pasará a través de la "carne" de Cristo, es decir, a través de aquellos que con Cristo están crucificados. Esta certidumbre de la cercanía de Dios debe ser para nosotros motivo de esperanza y de solidaridad de los unos por los otros, como nos exhorta hoy la lectura; y motivo de constancia en nuestra participación comunitaria, que es lo que Hebreos nos quiere decir al insistirnos en "no desertar de las asambleas". Al final de la lectura una voz de aliento: "el día", el del Señor, de su venida, de nuestro encuentro con él, está cerca.

El evangelista Marcos nos ha conservado algunas palabras de la predicación de Jesús, como las que escuchamos hoy. Jesús, a veces, hablaba enigmáticamente, para que lo que decía se quedará grabado más firmemente en la memoria de sus oyentes, que tenían que hacer entonces un esfuerzo de comprensión. ¿Qué significa por ejemplo eso de "quien tenga oídos para oír que oiga"? ¿Acaso no es lo normal? Pero es que no se trata sólo de oír con los oídos; hay que estar disponibles para comprender y asimilar lo que se escucha.

Los enigmáticos dichos de Jesús nos hablan hoy de ocultar y descubrir, de esconder y encontrar. Como la lámpara que no se mete debajo de la cama sino que se pone en un lugar donde pueda esparcir su luz. Hay muchas cosas malas ocultas, en nuestro mundo, que deben ser descubiertas, denunciadas: injusticias, atropellos, desapariciones, torturas, acaparamientos... Nuestra voz de cristianos debe revelarlas, la comunidad, la Iglesia, debe denunciarlas. También hay muchas cosas buenas ocultas, que brillarán por sí mismas como una lámpara sobre el candelabro: la solidaridad entre los pobres, las luchas por la liberación, el cuidado de los más débiles: los niños, los enfermos, los ancianos; la ternura y la fidelidad de los esposos, la abnegación de los padres, la educación de los que no saben... Tantas cosas buenas ocultas que brillarán en medio de las tinieblas de nuestro mundo. Es fácil aceptar y comprender el dicho de Jesús: "la medida que ustedes usen la usarán con ustedes"; así funciona a veces nuestra sociedad. Es como decir: "ojo por ojo y diente por diente" o "el que la hace, la paga". Pero lo que enseguida añade Jesús es desconcertante. ¿Cómo es eso de que "al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará aún lo que tiene"? ¿No es eso injusto? Pero es que hay formas de tener: si uno tiene, por ejemplo, esperanza y solidaridad, capacidad de compartir, sentido comunitario, anhelo de justicia y de paz, misericordia y capacidad de perdonar, todo eso mismo Dios le dará con creces. Pero si uno está lleno de egoísmo y de codicia, de malignidad y de orgullo, de indiferencia y dureza de corazón, cosechará en su vida de esa maldad acumulada y de sus consecuencias. Por eso a todos nos llama Jesús a la conversión: "¡atención a lo que están oyendo!".

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6. CLARETIANOS 2002

En la preciosa oración que David dirige a Yavé se combinan a partes iguales la alabanza sincera ("Que tu nombre sea glorificado por siempre") con la súplica interesada ("Que la dinastía de tu siervo David se mantenga estable ante ti"). Al final, da la impresión de que lo que verdaderamente le interesa a David es que Dios le prometa que dinastía va a perdurar en el tiempo. Quizá es una interpretación un poco desfigurada, pero no puedo evitar pensar de este modo cuando contemplo la actitud del actual Israel. Su conciencia de pueblo escogido lo ha convertido en un pueblo intolerante. ¿Es posible que la elección de Dios signifique la exclusión de todos los demás?

La gran novedad de Jesús es que él nos anuncia, con su vida y con su palabra, que la elección de Dios no es patrimonio de unos pocos, de un grupo de "puros". Se extiende a todos los hombres y mujeres: "Dios quiere que todos los hombres se salven (sean salvados, dice el texto original) y lleguen al conocimiento de la verdad".

Esta es una verdad tan liberadora que no puede esconderse debajo de la cama. Se proclama para que ilumine a todos. Es una medida amplia. Quien sigue prisionero de las medidas estrechas ("Aquí sólo cabemos unos pocos") será víctima de su propia estrechez.

Las palabras de Jesús tienen que ver con la voluntad salvífica universal del Dios Abbá, pero me parece que tienen fuerza profética para denunciar todos los fenómenos particularistas que nos atenazan. Desde este lado americano del Atlántico, ¡qué estrechas y ridículas se me antojan muchas "identidades" de nuestra vieja Europa¡ En fin, cada verdad tiene su ciclo histórico.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-7. CLARETIANOS 2003

La carta a los hebreos nos presenta hoy, en perfecta armonía, la fe, la esperanza y la caridad. Merece la pena acercarnos una vez más a las virtudes teologales, que son como el equipamiento básico de nuestra existencia cristiana, la dote que se nos regala para vivir en este mundo como hijos e hijas de Dios. O, siguiendo la metáfora del evangelio de hoy, el candil que no está hecho para meterlo debajo de la cama sino para ponerlo en el candelero.

Santo Tomás de Aquino, cuya memoria celebramos anteayer, hizo una reflexión muy interesante al respecto. Os la voy a resumir al máximo. Según él, el ser humano está ordenado a la felicidad sobrenatural por los principios del entendimiento y por la natural tendencia de su voluntad al bien. Para que esté ordenado a un fin sobrenatural es preciso que a los primeros principios naturales se aZadan otros de orden divino y que la natural tendencia al bien se transforme en una tendencia a Dios como bien sobrenatural. La especial condición terrena del hombre hace que la ampliación de la inteligencia humana se haga por fe y no por visión. Esto lleva consigo un desdoblamiento del amor en una tendencia a un bien no poseído, posible y arduo (esperanza) y en una conformación creciente con él (caridad). ¿Qué? ¿Os ha resultado claro?
Pues, aunque no se comprenda bien, lo que sí está claro es que los dones de Dios no son para colgarlos en la solapa como si fueran medallas nuestras, pero sí para dejar que brillen con luz propia. Podemos creer, esperar y amar sin complejos. Cuando lo hacemos, el Espíritu de Dios crea un cerco de luz en torno a nosotros, no para que nuestra imagen quede iluminada, sino para que sea más fácil reconocer a Dios en nuestro suelo.

Me encanta la gente que se atreve a ser feliz sin pedir permiso, que permite que el flujo de la vida los atraviese para que los demás queden también vivificados.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-8. 2002

COMENTARIO 1

vv. 21-22. Y siguió diciéndoles: «¿Acaso se trae la lámpara para meterla debajo del perol o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque si algo está escondido es sólo para que se manifieste, y si algo se ha ocultado es solamente para que salga a la luz».

El secreto que ellos conocen deberá ser publicado en la futura misión.



vv. 23-25. «¡Si alguno tiene oídos para oír, que escuche!» Y siguió diciéndo­les: «¡Atención a lo que vais a escuchar! La medida que llenéis la llenarán para vosotros, y con creces, pues al que produce se le dará, pero al que no produce le quitarán hasta lo que había recibido».

El fruto que uno produce, su maduración personal, se verá multipli­cado más allá de toda expectativa (4,20). El desarrollo humano no debe quedar frustrado: quien no produce, lo pierde todo.


COMENTARIO 2
El secreto del reino de Dios hay que difundirlo: nadie está excluido de sentarse a la mesa de la comu­nidad o Reino de Dios; ya no puede haber excluidos del pueblo ni pueblos excluidos.

Este secreto revelado del amor universal de Dios se compara con una lámpara que debe servir para poner­la sobre el candelero de modo que ilumine toda la casa y no para meterla debajo de la cama, donde no hay nada que iluminar. Ese secreto del amor universal de Dios estuvo escondido cuando Israel era niño y se creía que Dios era propiedad exclusiva del pueblo, in­capaz de comprender que Dios lo era de todos y que nadie lo tenía en monopolio. El Dios de Jesús, en el evangelio de Marcos, da dos veces de comer a la gen­te, una a judíos, otra a cristianos, y anuncia la buena nueva a uno y otro lado del mar. Su liberación alcanza a quienes la desean y sus curaciones no hacen acep­ción de personas.

Este mensaje del amor universal de Dios no es fácil de aceptar por los discípulos que participan de la mentalidad exclusivista del pueblo de Israel, ha­bituados a un mundo de privilegios. A los discípulos, les da clases particulares intensivas para que, cuando tengan que continuar la tarea de Jesús, la hayan apren­dido bien y la divulguen a los cuatro vientos: Dios es Padre de todos, y todos somos hijos/as de Dios, y si somos hijas/as, somos hermanas/as, y si hermanos y hermanas, somos iguales en derechos y en deberes, Solidarios/as en el amor que hará del mundo un ho­gar. He ahí, de nuevo, el Proyecto, la Utopía, el Sue­ño de Dios (él/ella...).

1. J. Mateos-F. Camacho, Marcos. Texto y Comentario. Ediciones El Almendro. Córdoba

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. ACI DIGITAL 2003

22. Jesús insiste en que su predicación no tiene nada de secreto ni de esotérico. El grado de penetración de su luminosa doctrina depende del grado de atención que prestamos a sus palabras, como lo dice en el v. 24, en el cual promete a los que las oyen bien, una recompensa sobreabundante. Cf. Luc. 12, 1 ss.

24. Véase en Mateo 7, 2 y nota la explicación de este pasaje: " Porque el juicio que vosotros hacéis, se aplicará a vosotros, y la medida que usáis, se usará para vosotros.

Es la regla del Padre Nuestro. Importa mucho comprender que Cristo, al pagar por pura misericordia lo que no debía en justicia, hizo de la misericordia su ley fundamental y la condición indispensable para poder aprovechar del don gratuito que la Redención significa; esa Redención, sin la cual todos estamos irremisiblemente perdidos para siempre. Dedúcese de aquí, con carácter rigurosamente jurídico, una gravísima consecuencia, y es que Dios tratará sin misericordia a aquellos que se hayan creído con derecho a exigir del prójimo la estricta justicia. Bastará que el divino Juez les aplique la misma ley de justicia sin misericordia, para que todos queden condenados, ya que "nadie puede aparecer justo en su presencia". Véase la "regla de oro" y la Parábola del siervo deudor S. Marcos (4, 24) añade a este respecto una nueva prueba de la generosidad de Dios.

San Marcos añade aquí, en las palabras finales, un nuevo rasgo de esa divina misericordia que se excede siempre en darnos más de lo que merecemos. El Papa San Pío V condenó, entre los errores de Miguel Bayo, la proposición según la cual en el día del juicio las buenas obras de los justos, no recibirán mayor recompensa que la que merezcan según la mera justicia (Denz. 1014).


3-10. 2004 SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Hoy san Marcos nos presenta otra forma de parábolas de las que contaba Jesús. Se trata de dichos enigmáticos, verdaderas adivinanzas que hay que saber interpretar. Por eso el Señor nos advierte: "¡el que tenga oídos para oír que oiga!" y: "¡atención a lo que están oyendo!". El evangelio, la buena noticia de Jesús, ha de ser proclamado a los cuatro vientos, debe iluminar nuestras vidas y la de nuestros hermanos, no lo podemos dejar oculto en algún recoveco de la memoria o del corazón. Las medidas de Dios no son como nuestras medidas, sus cálculos no son los nuestros. No se trata de tener riquezas, honores, poder. Todo eso nos lo quitarán algún día. En cambio si tenemos amor, solidaridad y capacidad de servicio, Dios nos dará todavía más y más, y así podremos ser felices.

En nuestro mundo dominado por la codicia de unos pocos, que no se cansan de acumular y derrochar riquezas, las parábolas de Jesús son una seria advertencia. Nosotros los cristianos hemos de iluminar sus tinieblas de explotación y de egoísmo con la luz de la generosidad evangélica; debemos descubrir y denunciar el terrible egoísmo, la monstruosa injusticia de esta civilización fundada sobre el egoísmo y la barbarie del mercado global, debemos alzar muy alto la luz de la palabra del Señor, anunciándola y viviéndola con audacia y alegría.


3-11. DOMINICOS 2004

Te pondré en paz con tus enemigos

¿Eres tú, David, quien va a construir a Yahvé una casa para habitar en ella?
Yo, Yahvé, estaré contigo en todas tus empresas y te haré famoso en la tierra.
Tu casa y tu reino durarán por siempre (II Samuel)

Liturgia y Palabra son focos de luz, lugares de encuentro, fuentes de vida.

En el libro de Samuel, tenemos una confidencia de Dios: Anuncia al pueblo elegido que a la Casa de David se dará descendencia por años sin término, colmando todas sus aspiraciones y esperanzas. Dios, que es Amor y providencia, cuenta con ella para realizar sus designios de salvación de los hombres.

Y en el Evangelio, continuamos con la parábola del sembrador y de la buena semilla que espera fructificar. Es la semilla de la verdad, de la justicia, de la solidaridad, de la fraternidad, depositada en el campo de nuestras almas.

¿Le permitiremos o ayudaremos a fructificar?

Imitemos a quienes hoy nos hablan en la liturgia desde fidelidades continuadas: san Valero, obispo de Zaragoza en el siglo IV, san Pedro Nolasco en Barcelona, y el beato Domingo Sol, fundador de los Operarios Diocesanos.


La luz de la Palabra de Dios
Segundo libro de Samuel 7, 18-19. 24-29:
“Después que Natán habló a David, el rey David fue a presentarse ante el Señor y se desahogó ante él, diciendo:

¿Quién soy, yo, mi Señor, y qué es mi familia, para que me hayas hecho llegar hasta aquí? ¡Y, por si fuera poco, mi Señor, has hecho a la casa de tu siervo una promesa para el futuro, mientras existan hombres, mi Señor! Has establecido a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre, y tú, señor, eres su Dios.

Así, pues, Señor Dios, mantén siempre la promesa que has hecho a tu siervo y su familia, y cumple tu palabra. Que tu nombre sea siempre famoso... Dígnate bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia...”


Evangelio según san Marcos 4, 21-25:
“En aquel tiempo dijo Jesús a la muchedumbre: ¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o más bien para ponerlo en el candelero?

Si se esconde algo es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga

Les dijo también: Atención a los que estáis oyendo: La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”.



Reflexión para este día
Gratitud por la elección y protección.
El párrafo que David dedica al Señor, agradeciendo sus atenciones, es, por una parte, muy natural, pues ¿quién es tan ciego que no agradece el amor? Pero, por otra, tiene demasiados ribetes de interés personal, familiar y de pueblo.

Es que David no es un visionario-profeta que pueda atisbar en el horizonte mesiánico la categoría de lo que se le anuncia ni la dignidad del Mesías Salvador que tomará carne en Jesús de Nazaret.

Un rey ve, con preferencia a cualquier otra perspectiva, la continuidad política-histórica de su realeza, no considerando incluso las adversidades de todo acontecer humano pro prolongado que sea en los años.

Un rey no tiene noticia muchas veces de otro reinado que es interior y exterior, juntamente, pero que debe estar impregnado de justicia, amor y paz, como el que ofrece Cristo a los corazones para que alumbren en la sociedad.

Nosotros, en cambio, hijos de Dios, iluminados por la fe, hemos de espiritualizar todas nuestras acciones realizándolas bajo el impulso de la Providencia, que nos anima y nos dirige hacia Cristo, salvador y Señor.


3-12.Comentario: Rev. D. Àngel Caldas i Bosch (Salt-Girona, España)

«¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho?»

Hoy, Jesús nos explica el secreto del Reino. Incluso utiliza una cierta ironía para mostrarnos que la “energía” interna que tiene la Palabra de Dios —la propia de Él—, la fuerza expansiva que debe extenderse por todo el mundo, es como una luz, y que esta luz no puede ponerse «debajo del celemín o debajo del lecho» (Mc 4,21).

¿Acaso podemos imaginarnos la estupidez humana que sería colocar la vela encendida debajo de la cama? ¡Cristianos con la luz apagada o con la luz encendida con la prohibición de iluminar! Esto sucede cuando no ponemos al servicio de la fe la plenitud de nuestros conocimientos y de nuestro amor. ¡Cuán antinatural resulta el repliegue egoísta sobre nosotros mismos, reduciendo nuestra vida al marco de nuestros intereses personales! ¡Vivir bajo la cama! Ridícula y trágicamente inmóviles: “autistas” del espíritu.

El Evangelio —todo lo contrario— es un santo arrebato de Amor apasionado que quiere comunicarse, que necesita “decirse”, que lleva en sí una exigencia de crecimiento personal, de madurez interior, y de servicio a los otros. «Si dices: ¡Basta!, estás muerto», dice san Agustín. Y san Josemaría: «Señor: que tenga peso y medida en todo..., menos en el Amor».

«‘Quien tenga oídos para oír, que oiga’. Les decía también: ‘Atended a lo que escucháis’» (Mc 4,23-24). Pero, ¿qué quiere decir escuchar?; ¿qué hemos de escuchar? Es la gran pregunta que nos hemos de hacer. Es el acto de sinceridad hacia Dios que nos exige saber realmente qué queremos hacer. Y para saberlo hay que escuchar: es necesario estar atento a las insinuaciones de Dios. Hay que introducirse en el diálogo con Él. Y la conversación pone fin a las “matemáticas de la medida”: «Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mc 4,24-25). Los intereses acumulados de Dios nuestro Señor son imprevisibles y extraordinarios. Ésta es una manera de excitar nuestra generosidad.


3-13.Reflexión

Creer en Cristo, es aceptar en nosotros su luz y a la vez transmitirla con nuestras obras a toda la humanidad.

Podríamos adaptar aquella frase de santa Catalina de Siena y que el Papa Juan Pablo II comunicó a los jóvenes en la jornada para la juventud en Roma: “si sois lo que debéis ser prenderéis fuego al mundo entero”. Nosotros podríamos decir que si somos lo que debemos ser irradiaremos al mundo entero con la luz de Cristo.

Cabría preguntarnos si somos nosotros luz que ilumina a los demás?

Como María y Jose, todo por Jesus y para Jesus.


3-14.

LECTURAS: 2SAM 7, 18-19. 24-29; SAL 131; MC 4, 21-25

2Sam. 7, 18-19. 24-29. Ciertamente Dios no procede como proceden los hombres. A pesar de las miserias de David, puesto que supo humillarse y pedir perdón, Dios no le retiró su favor; más aún lo bendijo extendiendo sus promesas a sus descendientes. Dios nos conoce hasta lo más profundo de nuestro corazón. Ante Él están patentes nuestras obras y hasta los más recónditos de nuestros pensamientos. Él sabe que somos frágiles; por eso, cuando nos ve caídos espera nuestro retorno como un Padre amoroso, siempre dispuesto a perdonarnos. Pero esto no puede llevarnos a convertirnos en unos malvados pensando que finalmente Dios nos perdonará, sino a vivir vigilantes para no alejarnos de Dios. Manifestemos continuamente nuestro amor a Dios pidiéndole que nos fortalezca para permanecer fieles a su voluntad. Cuando Dios nos contemple siempre dispuestos a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica, derramará su bendición sobre nosotros, nos llenará de su Espíritu y nos contemplará como a sus hijos amados, a quienes bendecirá con la más grande de las gracias que pidiéramos esperar: participar de su vida eternamente unidos a su Hijo que, para conducirnos a la vida eterna, dio su vida por nosotros. ¿Cómo no vivir agradecidos con Dios cuando conociendo nuestra vida Él nos ha amado y nos ha llamado para que seamos sus hijos? ¿Quiénes somos nosotros ante Dios? ¿Qué significamos para Él? Si Él nos amó primero, sea bendito por siempre.

Sal. 131. Si Dios bendice a Sión por amor a David su siervo, Dios nos bendice a nosotros por amor a Jesús, su Hijo, en quien Dios cumplió las promesas hechas a David. Trabajemos constantemente conforme a los bienes que de Dios hemos recibido. Que nuestra apertura a la vida de la gracia y a dejarnos guiar por el Espíritu Santo nos ayude a llegar a ser una digna morada de Dios. Esa morada que no es construida con manos humanas, ni con materiales de este mundo, pues es Dios mismo quien la construye mediante su Amor que derrama en nuestros corazones. Cuando en verdad el amor sea lo único que rija nuestra existencia, entonces Dios podrá reinar en nuestra propia vida y seremos descendencia, linaje de Dios; entonces sabremos que en verdad estamos llamados a permanecer eternamente ante Dios, pues Dios, que nos amó primero, concede la salvación a quienes le aman y le viven fieles.

Mc. 4, 21-25. El Hijo de Dios hecho hombre es la luz que el Padre Dios encendió para que iluminara nuestras tinieblas. Y esa Luz Divina ha brillado entre nosotros mediante sus buenas obras. Por medio del anuncio del Evangelio, por medio del perdón de nuestros pecados, por medio de los milagros, de las curaciones, de la expulsión del Demonio, pero sobre todo por medio de su Misterio Pascual, Dios ha venido como una luz ante la cual no puede resistir el dominio del mal, ni la oscuridad del pecado, ni el dominio de los injustos. La luz que brilla es porque en verdad disipa las tinieblas; una luz que no alumbra, sino que se oculta debajo de las cobardías será cómplice de las maldades que han dominado muchos corazones. Dios nos quiere como luz; como luz brillante, como luz fuerte que no se apaga ante las amenazas, ni ante los vientos contrarios, ni ante la entrega de la propia vida por creer en Cristo y, desde Él, amar al prójimo. Dios nos llama para que colaboremos en la disipación de todo aquello que ha oscurecido el camino de los hombres; vivamos fieles a la vocación que de Dios hemos recibido. Si lo damos todo con tal de hacer llegar la vida, el amor, la paz y la misericordia de Dios a los demás, esa misma medida la utilizará Dios cuando, al final de nuestra existencia en este mundo, nos llame para que estemos con Él eternamente.

¿Y cuál es la medida de amor que Dios ha usado para nosotros? Contemplemos a Cristo muerto y resucitado por nosotros. En Él conocemos el amor que Dios nos ha tenido. Al reunirnos para celebrar el Memorial de su Pascua Cristo nos ilumina intensamente con su Palabra y convierte a su Iglesia en luz para todas las naciones; y para que siempre brillemos con la Luz que nos viene de Él, nos alimenta constantemente con su Cuerpo entregado por nosotros y con su Sangre derramada para el perdón de nuestros pecados para que nos seamos una luz débil ni opacada por nuestros pecados. Siendo portadores de Cristo debemos ser un signo claro de su amor para todos los hombres. Por eso, al celebrar la Eucaristía, hacemos nuestro el compromiso de dejar que el Señor nos convierta en un signo claro, nítido, brillante de su amor en el mundo.

Quienes participamos de la Eucaristía no podemos pasarnos la vida como destructores de nuestro prójimo. No podemos vivir una fe intimista, de santidad personalista. Dios nos ha llenado de su propia vida haciéndonos hijos suyos para que nos manifestemos sin cobardías, sino con la fuerza y valentía que nos vienen del mismo Dios. Por eso, quienes formamos la Iglesia debemos ser los primeros en luchar por la paz; los que estemos dispuestos a dar voz a los desvalidos y que son injustamente tratados; los primeros en trabajar por una auténtica justicia social. Si sólo profesamos nuestra fe en los templos y después vivimos como ateos no tenemos derecho a volver a Dios para escucharlo sólo por costumbre y para volver, malamente, a vivir hipócritamente un fe que, aparentemente decimos tener en los templos y en la vida privada, pero que nos da miedo hacerla patente en los diversos ambientes en que se desarrolla nuestra vida. Los cristianos somos los responsables de que el mundo sea cada vez más justo, más recto, más fraterno. ¿Seremos capaces de permitirle al Espíritu de Dios que realice su obra de salvación en el mundo por medio nuestro?

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir como un signo vivo, creíble y valiente del Reino de Dios entre nosotros. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-15. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Hace pocos meses se produjo un apagón importante. Un fallo en el suministro de energía eléctrica paralizó la vida de varias ciudades. Las alarmas se dispararon y el temor creció entre la población. ¿Estaríamos ante un nuevo atentado terrorista, perpetrado ahora a gran escala? No. Se trataba de una simple interrupción de la electricidad, ocasionada por la extraordinaria demanda del momento. La avería se subsanó en breves horas. Pero este incidente fue ocasión para que se comprendiera mejor que la energía eléctrica es básica y que mal nos podríamos apañar ya para vivir sin ella.

El cristiano, desde el momento de su bautismo, es un iluminado: nace de la luz que es Cristo y recibe la misión de irradiar esa luminosidad a su alrededor. Si no arde o no ilumina no consigue realizarse como lo que debe ser. La contradicción es patente. Por eso, la parábola del candil colocado debajo de la cama, oculto en un recipiente o substraído, en fin, a su función esencial de iluminar, expresa perfectamente la contradicción de los cristianos - topo, los cristianos que no saben dar la cara, los que no permiten que su vida y sus obras ordinarias queden transidas de la luminosidad que emerge de la fe. Son cristianos cuando van a misa el domingo. Son ciudadanos - y sólo eso - el resto de las horas y de los días, el resto de su existencia. ¡Qué oscuridad!

Necesitamos ser luz e iluminar. Necesitamos que la Palabra de Dios vuelva a avivarnos el sentido de las dimensiones de la realidad. Necesitamos recuperar la visión exacta de las cosas.

Goodspell , ese prodigio de fantasía musical que idearon Tebelak y Schwart para llevar a los escenarios en un estallido de colorido y juventud, recreaba en una de sus canciones la elemental verdad evangélica de que hemos de ser luz para el mundo:

Tú eres del mundo la luz (bis).
En una lumbre que no arde
no cocina ni mi madre.
¡Hay que iluminar
y ser del mundo la luz!

Cuidado con los apagones, amigos.
Vuestro hermano en la fe:
José San Román (sanromancmf@claret.org)


3-16.Reflexión

Jesús en este pasaje nos da dos enseñanzas, la primera sobre nuestro ser cristiano el cual debe NOTARSE; y la segunda sobre la caridad y el respeto a los demás. Quisiera insistir en la primera que es la base para la segunda. NO basta ser bautizados, dentro de nosotros se esconde un misterio que tiene que manifestarse a los demás. Dios ha puesto su Espíritu Santo y su Palabra, en cada uno de nosotros, una Luz que no puede quedarse solo en nuestro corazón sino que ha de ser conocida y amada por toda la humanidad. En la medida que dejamos que el Espíritu dirija nuestra vida y hablamos de Jesús a los que nos rodean, en esa medida la Luz brilla y el Reino de los cielos va siendo una realidad. No tengamos miedo de dejar que Jesús y la vida en le Espíritu se transparente en nosotros…. Somos el instrumento por el cual el mundo conocerá de una manera más clara a Dios. ¿Es tu vida un reflejo de la vida del Espíritu?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17. Dar a conocer el Reino de Dios

Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González

Reflexión:

Con estas dos parábolas, Cristo quiere enseñarnos cómo hay que instaurar su Reino.

Con la comparación del candil nos quiere decir que Él es la luz de este mundo que guiará nuestros pasos por esta vida y que no quedará oculta su luz sino que será nuestra manifestación. Con la comparación de la medida nos dice que con la misma mesura que utilicemos para los demás así se nos medirá.

Sin embargo estas parábolas también tienen una aplicación muy concreta para nuestra vida. Porque Cristo también nos dice a nosotros: “vosotros sois la luz del mundo” y quiso de esta forma hacernos partícipes de su luz para iluminar a otros hombres con la luz del evangelio.

Creer en Cristo por tanto, es aceptar en nosotros su luz y a la vez comunicar con nuestras palabras y nuestras obras esa misma luz a toda la humanidad que anda a oscuras. Por eso cabría preguntarnos si somos nosotros luz que ilumina a los demás con nuestro testimonio en saber escuchar a los demás, en perdonarles cuando nos han ofendido, en prestarles nuestra ayuda cuando lo necesiten, etc. O por el contrario somos malos conductores de la luz de Cristo.

Podríamos adaptar aquella frase de santa Catalina de Siena y que el Papa Juan Pablo II comunicó a los jóvenes en la jornada para la juventud en Roma: “si sois lo que debéis ser prenderéis fuego al mundo entero”. Nosotros podríamos decir que si somos lo que debemos ser irradiaremos al mundo entero con la luz de Cristo.


3-18. ARCHIMADRID 2004

EL FELPUDO

El otro día fui a cenar a casa de unos buenos amigos por la zona de Carabanchel. A la salida la mujer de uno de ellos se fijó en un felpudo de uno de los vecinos, el típico felpudo marrón, seguramente con las palabras “Bienvenido” o más internacionalmente “Wellcome”. Un felpudo es acogedor, indica que una casa recibe visitas, que te dan la bienvenida al llegar y que desean que estés cómodo el tiempo en que te acojan. Todo eso diría ese felpudo si no llega a ser por un pequeño detalle: una cadena sujetaba el felpudo al interior de la vivienda para impedir que nadie se lo llevase. No sé cuántos felpudos habría comprado ya ese vecino pero por la dichosa cadenita se convertía, en vez de un signo de bienvenida, en un insulto, el “Welcome” se trasformaba en “Serás chorizo, ladronzuelo, amante de lo ajeno”. Daba la impresión de que si llamases a ese timbre te encontrarías con un arco detector de metales por si se te ocurría llevarte una cucharilla al salir.

¿Se pone un felpudo para insultar al visitante?; “¿Se trae un candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama?”. Muchos cristianos parecen querer ocultar su condición de creyentes, ocultan su fe bajo una capa de “mundanidad” que hace que la luz de la fe no brille para los demás. Después, en privado, viven la fe con mayor o menor intensidad. Si en el trabajo sale la conversación sobre la Misa de los domingos se guarda silencio o se niega, como si fuera vergonzante que uno practica su fe. Cuando se habla de los hijos parece que todo el mundo está a favor de la parejita y como un exceso de generosidad, si se critica al Papa, a un Obispo o a los sacerdotes se aumenta la carnaza y se hace el chiste facilón o la grosería pertinente (o impertinente). Luego, esa misma persona, cuando vuelva a casa saludará a su mujer, a sus cuatro hijos e irá a dar catequesis a la parroquia. Parece que nos avergonzamos a veces de nuestra fe, como si fuera mérito nuestro el don recibido, no decimos a nuestro Dios como dijo David “¿Quién soy yo, mi Señor, y qué es mi familia, para qué me hayas hecho llegar hasta aquí?” y, agradecidos del regalo de la fe deberíamos mostrarlo a todos, no esconderlo ni ocultarlo.
Deja que se avergüencen los descreídos, los que no reconocen a Dios como Padre, los que van a trabajar solamente por el dinero sin ofrecer el trabajo a su Señor y colaborar con la redención, que no presuman los que son incapaces de dar la vida por los demás pues no conocen ni quieren conocer a Cristo.

No les juzgues, pero no te sientas en inferioridad de condiciones, no quieras ocultar tu fe pues, si de algo has de presumir, es de ser y vivir como hijo de Dios. María no se avergonzó de su Hijo ni cuando desnudo pendía de una cruz como criminal y blasfemo y por eso sigue iluminando a toda la humanidad. Toma su ejemplo y decídete a ser luz.


3-19. Fray Nelson Jueves 27 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: Mantengamos firme, con la plenitud de la fe, la profesión de nuestra esperanza, estimulándonos mutuamente al ejercicio de la caridad * La misma medida que utilicen para tratar a los demás, se usará para tratarlos a ustedes.

1. Manual para renovarse
1.1 Uno de los temas centrales, tal vez el principal, en la Carta a los Hebreos, puede resumirse en una pregunta: ¿qué hacer cuando se apaga el entusiasmo del principio? ¿Cómo seguir adelante cuando el fuego parece haberse extinguido y la deserción empieza a sentirse? Podemos decir que esta Carta es, toda ella, un "manual para renovar el alma", un manual para renovarse.

1.2 De acuerdo con la lectura de hoy, el autor de la Carta encuentra dos grandes motivos de renovación interior: primero, estamos seguros de entrar en el Santuario del Cielo; es decir: lo difícil ya lo hizo Cristo. Segundo, contamos con un sacerdote incomparable, el Hijo mismo de Dios, y su sacrificio es perfecto y eficaz.

1.3 Los consejos para practicar esa renovación interior son consecuentemente: sinceridad de corazón, fe total, conciencia limpia, ser bautizado, testimoniar nuestra esperanza, animarnos unos a otros con palabras y con hechos, perseverar en las reuniones de enseñanza y de culto, recordar el retorno de Cristo.

2. No somos esotéricos
2.1 El evangelio de hoy, en su brevedad, trae dos temas: primero, el carácter de la enseñanza de Cristo; segundo, una advertencia sobre nuestro modo de medir a los demás.

2.2 Lo oculto saldrá a luz. Nuestra religión no es ocultista ni se goza en lo oculto. Esto viene bien recordarlo en una época en que los saberes escondidos, esotéricos y ocultos gozan de lamentable popularidad. Aunque el mundo entero busque enseñanzas "milenarias", ritos "

2.3 Alguien podrá objetar diciendo que son muchos los misterios inescrutables de la fe cristiana. Mas hemos de entender que un misterio no es algo que no puede ser pensado sino algo que es inagotable para nuestro pensamiento. No es, por ejemplo, que uno no pueda reflexionar en la grandeza del misterio de Cristo en la Santísima Eucaristía, sino que entendemos que hay ahí una fuente infinita de sabiduría y de amor que se hunde en el infinito mar de luz que es Dios mismo. No hay aquí nada esotérico, pues el Dios que ha querido revelarse no ha cambiado su opinión pretendiendo ahora que no le conozcamos.

3. Te medirán con tu medida
3.1 El segundo tema del evangelio es aquello de la medida. Seremos medidos con nuestras mismas medidas. Una advertencia seria, si pensamos en lo duros que solemos ser para juzgar de los otros.

3.2 Puede iluminarnos en este sentido lo que dice el apóstol Santiago en otro lugar: "Hermanos, no habléis mal los unos de los otros. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres cumplidor de la ley, sino juez de ella" (St 4,11). El razonamiento del apóstol nos puede sonar extraño pero quizá podemos entenderlo mejor si miramos las cosas de esta manera: cuando haces lo que se te ha dicho que no hagas te sitúas por encima de la autoridad de quien te mandó que no lo hicieras. Esto es lo que él llama "juzgar la ley", cosa que en últimas significa conculcar la potestad del Autor de la ley.

3.3 Algo así podemos aprender del evangelio de hoy: al juzgar al hermano tomo el lugar de Dios o por lo menos pretendo que Dios piense y obre como yo. Cuando hago a Dios a mi medida lo menos que puedo esperar es que ese nuevo "dios" obre también conmigo como yo pretendo que obre con los demás. Por eso Jesús nos advierte que tal proceder es inicuo y sólo acarrea nuestra propia ruina.


3-20.

Reflexión:

Heb. 10, 19-25. Difícil, pero no imposible, descubrir la presencia de Dios entre nosotros a través del velo del cuerpo de Cristo. Sin embargo sólo cuando Él resucitó de entre los muertos alcanzamos a entender que realmente Dios estuvo entre nosotros. Desde entonces se nos ha abierto el camino que nos conduce al encuentro definitivo con nuestro Dios y Padre. Vivir unidos a Cristo es hacer que nuestra esperanza sea activa, pues a partir de ella jamás deberemos detenernos en la consecución de los bienes eternos. Nuestro mundo ahora debe conocer el amor salvador de Dios en medio de él por medio de la Iglesia de Cristo, la cual ha de manifestar el rostro descubierto y glorioso de su Señor a todas las naciones. La Iglesia, así, también se convierte en un misterio de salvación para todos, pues el amor debe actuar en nosotros, y, desde nosotros debe convertirse en un amor que trabaja por el bien de todos, que se hace solidario de todos los que sufren pobrezas, enfermedades o marginaciones, y que hace levantar la vista hacia la esperanza cierta de la consecución de los bienes eternos. Acudamos, con gran amor a la Asamblea para unirnos a Cristo, para escucharlo y para que, a partir de ella, vivamos el amor fraterno, y nos convirtamos en testigos del amor de Dios para todos.

Sal. 24 (23). Dios es el creador y dueño de todo. Nuestra vida está en sus manos. Y Él nos contempla siempre con gran amor, pues somos sus hijos y nos ama con amor entrañable de Padre. Nosotros debemos ser conscientes de que nuestra vida se encamina continuamente hacia Él. Ojalá y no vayamos a la presencia del Señor de un modo inconsciente, sino sabiendo que nos encaminamos hacia la posesión de los bienes definitivos. ¿Queremos realmente entrar en su recinto santo para siempre? Si nuestra respuesta es positiva no podemos darla sólo con los labios, pues son nuestras obras las que manifiestan si realmente caminamos en la presencia del Señor y si es el Espíritu de Dios y no nuestra concupiscencia lo que mueve nuestra vida. Roguémosle al Señor que lleve a feliz término su obra de salvación en nosotros; que sea Él quien nos conceda conservarnos con un corazón limpio, con manos puras y jamás jurar en falso, pues Dios ama a todos los que le viven fieles y los llevará sanos y salvos a su Reino celestial.

Mc. 4, 21-25. El Hijo de Dios hecho hombre es la luz que el Padre Dios encendió para que iluminara nuestras tinieblas. Y esa Luz Divina ha brillado entre nosotros mediante sus buenas obras, mediante su Palabra y mediante su persona misma convertida en el Evangelio viviente del Padre para nosotros. Por medio del anuncio del Evangelio, por medio del perdón de nuestros pecados, por medio de los milagros, de las curaciones, de la expulsión del Demonio, pero sobre todo por medio de su Misterio Pascual, Dios ha venido como una luz ante la cual no puede resistir el dominio del mal, ni la oscuridad del pecado, ni el dominio de los injustos. La luz que brilla es porque en verdad disipa las tinieblas; una luz que no alumbra, sino que se oculta debajo de las cobardías será cómplice de las maldades que han dominado muchos corazones. Dios nos quiere como luz; como luz brillante, como luz fuerte que no se apague ante las amenazas, ni ante los vientos contrarios, ni ante la entrega de la propia vida por creer en Cristo y, desde Él, por amar al prójimo. Dios nos llama para que colaboremos en la disipación de todo aquello que ha oscurecido el camino de los hombres; vivamos fieles a la vocación que de Dios hemos recibido. Si lo damos todo con tal de hacer llegar la vida, el amor, la paz y la misericordia de Dios a los demás, esa misma medida la utilizará Dios cuando, al final de nuestra existencia en este mundo, nos llame para que estemos con Él eternamente.

¿Y cuál es la medida de amor que Dios ha usado para nosotros? Contemplemos a Cristo muerto y resucitado por nosotros. En Él conocemos el amor que Dios nos ha tenido. Al reunirnos para celebrar el Memorial de su Pascua Cristo nos ilumina intensamente con su Palabra y convierte a su Iglesia en luz para todas las naciones; y para que siempre brillemos con la Luz que nos viene de Él, nos alimenta constantemente con su Cuerpo entregado por nosotros y con su Sangre derramada para el perdón de nuestros pecados, para que nos seamos una luz débil ni opacada por nuestros pecados. Siendo portadores de Cristo debemos ser un signo claro de su amor para todos los hombres. Por eso, al celebrar la Eucaristía, hacemos nuestro el compromiso de dejar que el Señor nos convierta en un signo claro, nítido, brillante de su amor en el mundo. Desde nuestro propio cuerpo, desde nuestras obras, desde nuestras palabras el mundo alcanzará a leer que Dios continua vivo entre nosotros con todo su amor salvador, pues Él nos escogió no sólo para que hablemos de Él al mundo, sino para que seamos sus fieles testigos.

Los que participamos de la Eucaristía no podemos pasarnos la vida como destructores de nuestro prójimo. No podemos vivir una fe intimista, de santidad personalista. Dios nos ha llenado de su propia vida haciéndonos hijos suyos para que nos manifestemos sin cobardías, con la fuerza y valentía que nos vienen del mismo Dios. Por eso, quienes formamos la Iglesia debemos ser los primeros en luchar por la paz, los que estemos dispuestos a dar voz a los desvalidos y que son injustamente tratados, los primeros en trabajar por una auténtica justicia social. Si sólo profesamos nuestra fe en los templos y después vivimos como ateos no tenemos derecho a volver a Dios para escucharlo sólo por costumbre y para volver, malamente, a vivir hipócritamente un fe que, aparentemente decimos tener en los templos y en la vida privada, pero que nos da miedo confesarla en los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida. Los cristianos somos los responsables de que el mundo sea cada vez más justo, más recto, más fraterno. ¿Seremos capaces de permitirle al Espíritu de Dios que realice su obra de salvación en el mundo por medio nuestro, para que todos puedan llegar a la consecución de la esperanza de salvación, que ha encendido Jesucristo en nosotros mediante la entrega de su propia vida?

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir como un signo vivo, creíble y valiente del Reino de Dios entre nosotros. Amén.

Homiliacatolica.com


3-21.

Reflexión

Jesús en este pasaje nos da dos enseñanzas, la primera sobre nuestro ser cristiano el cual debe NOTARSE; y la segunda sobre la caridad y el respeto a los demás. Quisiera insistir en la primera que es la base para la segunda. NO basta ser bautizados, dentro de nosotros se esconde un misterio que tiene que manifestarse a los demás. Dios ha puesto su Espíritu Santo y su Palabra, en cada uno de nosotros, una Luz que no puede quedarse solo en nuestro corazón sino que ha de ser conocida y amada por toda la humanidad. En la medida que dejamos que el Espíritu dirija nuestra vida y hablamos de Jesús a los que nos rodean, en esa medida la Luz brilla y el Reino de los cielos va siendo una realidad. No tengamos miedo de dejar que Jesús y la vida en le Espíritu se transparente en nosotros…. Somos el instrumento por el cual el mundo conocerá de una manera más clara a Dios. ¿Es tu vida un reflejo de la vida del Espíritu?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-22.

 Comentario: Rev. D. Àngel Caldas i Bosch (Salt-Girona, España)

«¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho?»

Hoy, Jesús nos explica el secreto del Reino. Incluso utiliza una cierta ironía para mostrarnos que la “energía” interna que tiene la Palabra de Dios —la propia de Él—, la fuerza expansiva que debe extenderse por todo el mundo, es como una luz, y que esta luz no puede ponerse «debajo del celemín o debajo del lecho» (Mc 4,21).

¿Acaso podemos imaginarnos la estupidez humana que sería colocar la vela encendida debajo de la cama? ¡Cristianos con la luz apagada o con la luz encendida con la prohibición de iluminar! Esto sucede cuando no ponemos al servicio de la fe la plenitud de nuestros conocimientos y de nuestro amor. ¡Cuán antinatural resulta el repliegue egoísta sobre nosotros mismos, reduciendo nuestra vida al marco de nuestros intereses personales! ¡Vivir bajo la cama! Ridícula y trágicamente inmóviles: “autistas” del espíritu.

El Evangelio —todo lo contrario— es un santo arrebato de Amor apasionado que quiere comunicarse, que necesita “decirse”, que lleva en sí una exigencia de crecimiento personal, de madurez interior, y de servicio a los otros. «Si dices: ¡Basta!, estás muerto», dice san Agustín. Y san Josemaría: «Señor: que tenga peso y medida en todo..., menos en el Amor».

«‘Quien tenga oídos para oír, que oiga’. Les decía también: ‘Atended a lo que escucháis’» (Mc 4,23-24). Pero, ¿qué quiere decir escuchar?; ¿qué hemos de escuchar? Es la gran pregunta que nos hemos de hacer. Es el acto de sinceridad hacia Dios que nos exige saber realmente qué queremos hacer. Y para saberlo hay que escuchar: es necesario estar atento a las insinuaciones de Dios. Hay que introducirse en el diálogo con Él. Y la conversación pone fin a las “matemáticas de la medida”: «Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mc 4,24-25). Los intereses acumulados de Dios nuestro Señor son imprevisibles y extraordinarios. Ésta es una manera de excitar nuestra generosidad.