MIÉRCOLES DE LA SEMANA 2ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primer Libro de Samuel 17,32-33.37.40-51.

David dijo a Saúl: "No hay que desanimarse a causa de ese; tu servidor irá a luchar contra el filisteo". Pero Saúl respondió a David: "Tú no puedes batirte con ese filisteo, porque no eres más que un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud". Y David añadió: "El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo". Entonces Saúl dijo a David: "Ve, y que el Señor esté contigo". Luego tomó en la mano su bastón, eligió en el torrente cinco piedras bien lisas, las puso en su bolsa de pastor, en la mochila, y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo. El filisteo se fue acercando poco a poco a David, precedido de su escudero. Y al fijar sus ojos en David, el filisteo lo despreció, porque vio que era apenas un muchacho, de tez clara y de buena presencia. Entonces dijo a David: "¿Soy yo un perro para que vengas a mí armado de palos?". Y maldijo a David invocando a sus dioses. Luego le dijo: "Ven aquí, y daré tu carne a los pájaros del cielo y a los animales del campo". David replicó al filisteo: "Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; yo te derrotaré, te cortaré la cabeza, y daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a los pájaros del cielo y a los animales del campo. Así toda la tierra sabrá que hay un Dios para Israel. Y toda esta asamblea reconocerá que el Señor da la victoria sin espada ni lanza. Porque esta es una guerra del Señor, y él los entregará en nuestras manos". Cuando el filisteo se puso en movimiento y se acercó cada vez más para enfrentar a David, este enfiló velozmente en dirección al filisteo. En seguida metió la mano en su bolsa, sacó de ella una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente, y él cayó de bruces contra el suelo. Así venció David al filisteo con la honda y una piedra; le asestó un golpe mortal, sin tener una espada en su mano. David fue corriendo y se paró junto al filisteo; le agarró la espada, se la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza. Al ver que su héroe estaba muerto, los filisteos huyeron.

Salmo 144,1-2.9-10.

De David. Bendito sea el Señor, mi Roca, el que adiestra mis brazos para el combate y mis manos para la lucha.
El es mi bienhechor y mi fortaleza, mi baluarte y mi libertador; él es el escudo con que me resguardo, y el que somete los pueblos a mis pies.
Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas,
porque tú das la victoria a los reyes y libras a David, tu servidor. Líbrame de la espada maligna,


Evangelio según San Marcos 3,1-6.

Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante". Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


1.- Hb 7, 1-3.15-17

1-1.

Hemos visto que, según una tradición antigua, puede interpretarse el salmo 109 como referido a Cristo: "Sacerdote eterno según el rito de Melquisedec". Para explicar el sentido de esta atribución, el autor de la epístola a los Hebreos ha recurrido al célebre pasaje de Gn 14, donde aparece Melquisedec como "el hombre de ninguna parte". Tras una fugaz aparición en el escenario de la historia, este personaje retorna al silencio de Dios. El terreno era propicio a la exégesis rabínica, hábil para sacar partido de las lagunas bíblicas.

Así pues, a Melquisedec no se le conocía "ni padre, ni madre, ni genealogía". Dado lo riguroso de la Ley en materia de genealogías, especialmente de genealogías sacerdotales, tal circunstancia no podía por menos de resultar extraña. Adviértase, por otra parte, que el relato de Gn 14 no menciona ni el nacimiento ni la muerte de Melquisedec. El sumo sacerdote parece participar de la eternidad divina: se asemeja al "Hijo de Dios", como se hace notar en la epístola. En efecto, para el autor de Hebreos, la ausencia de ascendencia levítica y la perpetuidad del sacerdocio parecen ser los rasgos más característicos del sacerdocio "nuevo estilo".

Ahora bien, tampoco Jesús era sacerdote y, por José, descendía legalmente de David y de la tribu de Judá (Mt 1, 16). Por eso, cuando al resucitarle de entre los muertos le consagra Dios sacerdote para la eternidad, esa consagración se efectuará "en virtud del poder de una vida indestructible", y no "en virtud de una filiación humana".

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 38


1-2.

-Tú eres sacerdote para siempre en la línea de Melquisedec.

Jesús no pertenece a la tribu de Leví, no es pues sacerdote según la ley judía, es un simple laico. Esto será subrayado más adelante (Hebreos 7,14). Desde entonces su sacerdocio es de otro orden. Y el autor busca el esbozo de Cristo y lo halla mucho antes de la ley de Moisés: se trata de Melquisedec, en tiempos de Abraham. (Génesis 14, 17-20; Salmo 110) Es interesante subrayar lo que sugiere esa aproximación:

- Melquisedec es «rey y sacerdote»... como Jesús que instaura el Reino de Dios. - Melquisedec es un sacerdote pagano... lo que significa que antes de cualquier Alianza particular con el pueblo judío en Abraham y anterior a la instauración del sacerdocio levítico, había -y los hay siempre- unos hombres religiosos que honran de veras a Dios... y Jesús encontrará de nuevo ese sacerdocio universal.

- Melquisedec significa «rey de justicia» y su villa es «Salem» que significa «paz». - Melquisedec, en fin, carece de genealogía, es como un ser caído del cielo que anuncia así la divinidad de Cristo.

Esos argumentos, de tipo rabínico, pueden parecernos algo complicados. Van dirigidos, no lo olvidemos, a judíos habituados a esa argumentación bíblica, y expresan en imágenes concretas lo que nosotros diríamos en forma de ideas abstractas.

-Melquisedec, rey de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, sale al encuentro de Abraham. El proyecto de Dios es pues anterior a la formación del pueblo de Israel. Y pensamos en esos miles de hombres y de mujeres que, antes y después de Jesucristo, no han tenido nunca la ocasión de encontrarle... y que le sirven, a su manera, siguiendo sus propias costumbres religiosas.

El autor de este texto nos afirma que Cristo es «de este orden» «según el orden de Melquisedec».

Por varios toques de ese género, la Escritura contínuamente nos recuerda que la salvación de Cristo es universal y alcanza a todos los hombres de toda raza y de toda situación religiosa. La vocación misionera de la Iglesia es procurar que el mayor número posible de esos hombres, «reconozca» explícitamente a su Salvador y sean más conscientes de ello viviéndolo y siendo a su vez «salvadores» de sus hermanos.

-El nombre Melquisedec significa «rey de justicia» y además rey de Salem, es decir, «rey de Paz».

Medito esos dos títulos de Jesús: rey de justicia... rey de paz...

-Sin padre, ni madre, ni genealogía, sin comienzo de existencia ni fin de vida; todo ello le asemeja al Hijo de Dios.

Efectivamente, Melquisedec es una figura enigmática, misteriosa, como un meteoro del que no se sabe de donde viene ni adonde va. Y el autor ve en ello el origen divino de Jesús. Sí, el Hijo de Dios no tiene principio ni fin, es eterno como Dios... su nacimiento se pierde en la noche de los tiempos y más allá del tiempo, su vida se prolonga en el infinito.

-Permanece sacerdote para siempre

No siendo hereditario y no teniendo origen humano, su sacerdocio es durable, eterno. El solo llena todos los siglos. Todos los otros sacerdotes, desde entonces, no lo serán más que en dependencia de él y participación con El.

-Es sacerdote no en virtud de una ley humana, sino por una fuerza de vida indestructible.

En su misma personalidad reside su misión de mediador.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 24 s.


1-3. /Hb/07/01-10

Hoy empezamos la profunda exposición cristológica de la carta a los Hebreos (7,1-10,18); el tema central es el sacerdocio y sacrificio de Jesucristo. En este punto, el escrito es absolutamente original; es el único del NT que atribuye a Jesucristo el título de sacerdote. El punto de partida del pensamiento de Heb es el gozoso mensaje de la comunión del hombre con Dios por Jesucristo, superando así el pecado y llegando a la salvación. El autor expone esta fe en clave cultual: la gran meta del hombre es "acercarse" al Dios vivo para "darle culto" y, así, ser «purificado» del pecado y conseguir la «perfección» por medio del «sacerdote», el Hijo de Dios y hombre perfecto.

Al lado de este objetivo último de su reflexión teológica, aparece otro elemento que el autor considera con la misma sinceridad. Es evidente que la organización cultual del Antiguo Testamento intentaba ya purificar el pecado y acercar el hombre a Dios; dicho sin clave cultual: es claro que, al margen de Jesucristo, el hombre pretende hallar a Dios y conseguir su realización. Por eso, junto a la reflexión sobre Jesucristo, resuena en toda la carta el problema del culto antiguo. El autor intenta, por contraste, una más auténtica comprensión del misterio de Jesucristo frente al fracasado intento de salvación del hombre, del cual venía a ser símbolo el culto del templo antiguo.

El capítulo 7 está dedicado al tema del sacerdocio. El autor encuentra en el AT un texto que le permite hablar tanto del sacerdocio de Cristo como del antiguo: «Yahvé lo ha jurado y no se arrepiente: 'Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec'» (Sal 110,4). La alusión a Melquisedec lo conduce a Gn 14,18-20 (único texto histórico donde aparece este personaje), pasaje del que hace una lectura curiosa y profunda. Por un lado aparece la grandeza casi infinita de Melquisedec (7,1-3); por otro, su superioridad sobre Leví y su sacerdocio (7,4-10). En el horizonte de estas lucubraciones aparece la figura de Jesucristo con los dos títulos que lo definen: él es el Hijo de Dios y el sacerdote supremo «según el orden de Melquisedec»; es decir, el sacerdote del NT se da de una manera totalmente gratuita, no depende de la carne ni la sangre, carece de genealogía (7,3) como Melquisedec.

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 558 s.


2.- 1S 17, 32-33.37.40-51

2-1.

Los relatos de la infancia de David son bastante elaborados pues vienen de tradiciones diferentes mal yuxtapuestas. Después de haber sido «ungido» como rey en secreto en la granja de su padre Jesé, parece que David fue puesto al servicio de Saúl, «rechazado por Dios», pero no totalmente destronado. En un estilo muy popular del tipo de Tarzán, asistiremos a algunas hazañas de David como jefe de banda en el combate contra los filisteos. Todo el relato está compuesto para poner en evidencia las cualidades excepcionales de David y a la vez el sostén excepcional que Dios le concede.

-El muchachito David, frente al gigante Goliat.

Ciertamente es todo el símbolo de la debilidad, frente a la fuerza.

La Iglesia tiene, a menudo, la apariencia del muchachito David.

La verdad tiene también, a menudo, esa apariencia.

Las fuerzas del mal son gigantescas. La Fe es una llamita frágil, expuesta a los fuertes vientos de la historia.

En nuestros combates interiores o exteriores, con frecuencia tenemos esta impresión de encontrarnos delante «de cosas que nos rebasan», de estar enfrentados a dificultades insuperables.

El muchachito David, ante el gigante más fuerte que él.

Evoco algunas situaciones de HOY.

-El rechazo a «la armadura de Saúl».

El relato cuenta primero como se trató de proteger a David con la armadura de Saúl; pero no podía caminar: le estaba demasiado grande. Cuando se le dieron «los medios humanos» de poder para que venciera al gigante en su terreno, David no pudo avanzar. Constantemente nosotros quisiéramos poseer una «armadura de Saúl», una seguridad humana, unas fuerzas humanas.

Es necesario mucha valentía y mucha Fe para pedir a Dios que «El sea nuestra sola fuerza»... y para desprendernos de nuestras «armaduras».

-Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre del Señor del universo.

Esta frase es la clave del relato.

Esta historia se contrapone a todas las nociones humanas recibidas y mantenidas de generación en generación respecto a la relación de fuerzas, al sentido del poder, del prestigio, de la fuerza, de la lucha.

Es preciso evocar de nuevo el pasaje de san Pablo a los corintios: Dios ha escogido lo necio, lo débil, lo despreciable según el mundo para confundir y derribar lo fuerte. La sabiduría de Dios es locura para la sabiduría de los hombres... Esto es tan sorprendente que no queremos creerlo. La debilidad del muchacho David no era más que una pálida imagen de la debilidad de Jesús en la cruz, «sin espada, ni lanza, ni jabalina», ¡sin ningún poder humano!

Para su gran combate, Jesús se presentó totalmente desarmado, desprovisto, desnudo, sin otra arma que su amor.

¡Ah! Señor, cuanto me espanta esa revelación; y sin embargo es la única solución.

Danos, Señor, la Fe en tu victoria. «No temáis, yo he vencido al mundo, y el Príncipe de las tinieblas no puede nada contra mí» (Juan 16, 11 33).

Mediante la oración, aplico esa Palabra de Dios a todas mis situaciones de debilidad: mis pecados, mis límites... mis dificultades... Ias debilidades de la Iglesia, y avanzo «en nombre del Señor del universo».

Y para mi último combate, el de la muerte, quédate conmigo, Señor. Y desde ahora permanece siempre conmigo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 24 s.


2-2. /1S/17/01-10  /1S/17/23b-26  /1S/17/40-51  BI/LECTURA:

Los que hemos asistido de pequeños a las explicaciones tradicionales de historia sagrada sabíamos de David, sobre todo su victoria sobre Goliat. Con una metodología más pintoresca que teológica, aquel combate singular tomaba más importancia que las promesas mesiánicas hechas por Dios a David, que son en realidad lo que más hay que retener del antepasado de Jesús de Nazaret. Aquella catequesis bíblica pintoresquista vacila cuando la crítica moderna advierte que, según 2 Sm 21,19, no fue David, sino uno de sus soldados, Eljanán, betlemita como él, quien mató a Goliat. Parece, en efecto, que el nombre de Goliat fue añadido posteriormente a los vv 4 y 23, y que la narración primitiva hablaba tan sólo de un filisteo anónimo. Es una lección que hay que recordar, tanto en nuestra lectura personal de las Escrituras como en el momento de transmitirlas a otros: no dejarnos deslumbrar por los detalles concretos y, sin caer tampoco en interpretaciones abusivas y subjetivas, buscar sobre todo la intención teológica de los autores sagrados.

D/DEBILIDAD: En este episodio la intención del autor no es la de narrarnos una victoria de David, sino una victoria de Yahvé. Es el tema tantas veces reencontrado a lo largo de todos los libros históricos, al igual que en las exhortaciones de los profetas y en muchas plegarias de los salmos, de la fuerza divina manifestada en la debilidad de los instrumentos que él elige. Si Dios lo quiere, un muchacho como David, una mujer como Judit o un pequeño ejército como el de los Macabeos pueden vencer a fuerzas mucho más numerosas. Es Dios quien da la victoria. En la nueva alianza, la victoria de Dios se obtendrá no sólo por la debilidad, sino incluso mediante la derrota: la victoria de la cruz es la del rey que vence y libera a todo su pueblo no matando, sino muriendo. Esto no obstante, la tentación de los antiguos reyes de Israel de poner su confianza no tanto en Yahvé como en las murallas, los ejércitos y las alianzas, reaparece en el pueblo de la nueva alianza cuando para la implantación del reino de Dios nos fiamos más de las riquezas y del poder temporal y de quienes lo detentan que de la fuerza de la palabra y del Espíritu. David, al rechazar la pesada armadura de Saúl, que le agobiaba hasta inmovilizarle, y al salir al encuentro del filisteo con el cayado, la honda y un puñado de lisos quijarros del torrente, se nos aparece como símbolo de la Iglesia, que en nuestros días trata de agilizar sus instituciones y de simplificar los medios usados, a fin de hallar de nuevo el mordiente y la fuerza de penetración en la masa.

H. RAGUER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 669 s.


3.- Mc 3, 1-6

3-1.

VER DOMINGO 09B


3-2.

1. Hebreos 7,1-3.15-17

a) Para que los cristianos procedentes del judaísmo no añoren, entre otras cosas, la institución sacerdotal del Templo, el autor de la carta demuestra la superioridad total del sacerdocio de Jesús.

Le presenta como «sacerdote según el rito de Melquisedec». Este misterioso personaje, que salió al encuentro de Abrahán cuando volvía de una de sus salidas de castigo contra los enemigos (Génesis 14), presenta varias características que hacen su sacerdocio muy distinto del que luego sería el sacerdocio hereditario de la tribu de Leví:

- no tiene genealogía, no constan quiénes son sus padres,

- tampoco se indica el tiempo, su inicio o su final: apunta a un sacerdocio duradero,

- es rey de Salem, que significa «paz»,

- el nombre de Melquisedec significa «justicia»,

- es sacerdote en la era patriarcal, antes de la constitución del sacerdocio de la tribu de Leví.

Todo esto se aplica aquí a Cristo para indicar su superioridad. No es como los sacerdotes de la tribu de Leví No ha heredado su sacerdocio de una familia. Jesús es laico, no sacerdote según las categorías de los judíos. Tiene genealogía humana, pero sobre todo es Hijo de Dios. No tiene principio y fin, porque es eterno. Y es el que nos trae la verdadera paz y justicia.

Cuando decimos, con el Salmo 109, «tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec», queremos expresar esta singularidad de Jesús en su misión de Mediador entre Dios y la humanidad: es sacerdote no según unas leyes humanas, sino de un modo muy especial. Melquisedec aparece así como figura y profecía de Cristo, el verdadero sacerdote que Dios nos ha enviado en la plenitud de los tiempos.

b) Hace dos mil años que nació Cristo Jesús. Por eso la Iglesia ha sido convocada a celebrar el Jubileo del año 2000 con la mirada puesta en él. La carta a los Hebreos nos ayuda a centrar nuestra atención en este Sumo Sacerdote, el que era, el que es, el que será.

Estamos gozosamente convencidos de que Jesús ha sido constituido Sacerdote y Mediador en ambas direcciones. Porque es el Hijo de Dios y es el Hermano de los hombres, nos trae de parte de Dios la salvación, el perdón, la Palabra, y le lleva a Dios nuestra alabanza, nuestras peticiones, nuestras ofrendas. Así tenemos acceso a la comunión de vida con Dios.

Nos conviene recordar esta relación entrañable que tenemos con Cristo Jesús. Toda bendición, toda palabra, todo perdón, lo recibimos de Dios por él, con él, en él. Así como toda nuestra alabanza sube al Padre por él, con él y en él, y todas nuestras oraciones las dirigimos a Dios «por Jesucristo, nuestro Señor».

1. (año II) 1 Samuel 17,32-33.37.40-51

a) La victoria del joven David contra el gigante Goliat es uno de los episodios bíblicos más populares y se ha convertido en el símbolo de cómo el débil puede humillar a veces al más fuerte.

No sabemos bien -porque hay varias versiones en la Biblia- cómo entró David al servicio del rey Saúl, si como un pastor que se da a conocer por este episodio, o ya antes como especialista en aplacar con la música de su arpa los malos humores del rey. Pero lo que el relato subraya es la intervención de Dios en su victoria.

La tesis que el autor del libro quiere establecer, como lección para todas las generaciones, la pone en labios de David: «Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor: hoy te entregará el Señor en mis manos y todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel y que el Señor da la victoria sin necesidad de espadas ni lanzas».

El salmo, como siempre, hace eco a esta primera lectura: «Te cantaré a ti que das la victoria a los reyes y salvas a David tu siervo: bendito el Señor, mi Roca».

b) Dios tiene caminos llenos de sorpresas. Un muchacho con unas piedras y una honda, que abate al guerrero más fiero de los enemigos.

Podemos interpretar en esta clave tantos momentos de la historia, del AT y del NT y de nuestra vida actual. Dios se sirve a veces explícitamente de lo más débil para conseguir sus planes: y así se ve que no son nuestras fuerzas las que salvan al mundo, sino la misericordia gratuita de Dios.

Tendemos a confiar en la técnica, en nuestras habilidades y en los medios materiales, cuanto más modernos mejor. Pero la eficacia en todas nuestras empresas nos la da Dios. Ya nos avisó Jesús: «Sin mí no podéis hacer nada». ¡Cuántas veces los más débiles y humildes, confiados en Dios, han conseguido lo que los fuertes no han podido!

También en nuestra lucha contra el mal, que puede parecernos desigual por nuestras escasas fuerzas, Dios es nuestra Roca. Por eso nos enseñó Jesús a rezar: «Líbranos del mal, no nos dejes caer en la tentación».

2. Marcos 3,1-6

a) De nuevo Jesús quiere manifestar su idea de que la ley del sábado está al servicio del hombre y no al revés.

Delante de sus enemigos que espían todas sus actuaciones, cura al hombre del brazo paralítico. Lo hace provocativamente en la sinagoga y en sábado.

Pero antes pone a prueba a los presentes: ¿se puede curar a un hombre en sábado? Y ante el silencio de todos, dice Marcos que Jesús les dirigió «una mirada de ira», «dolido de su obstinación».

Algunos, al encontrarse con frases de este tipo en el evangelio, tienden a hablar de la «santa ira» de Jesús. Pero aquí no aparece lo de «santa». Sencillamente, Jesús se enfada, se indigna y se pone triste. Porque estas personas, encerradas en su interpretación estricta y exagerada de una ley, son capaces de quedarse mano sobre mano y no ayudar al que lo necesita, con la excusa de que es sábado. ¿Cómo puede querer eso Dios?

Al verse puestos en evidencia, los fariseos «se pusieran a planear el modo de acabar con él».

b) ¿Es la ley el valor supremo? ¿o lo es el bien del hombre y la gloria de Dios? En su lucha contra la mentalidad legalista de los fariseos, ayer nos decía Jesús que «el sábado es para el hombre» y no al revés. Hoy aplica el principio a un caso concreto, contra la interpretación que hacían algunos, más preocupados por una ley minuciosa que del bien de las personas, sobre todo de las que sufren. Cuando Marcos escribe este evangelio, tal vez está en plena discusión en la comunidad primitiva la cuestión de los judaizantes, con su empeño en conservar unas leyes meticulosas de la ley de Moisés.

La ley, sí El legalismo, no. La ley es un valor y una necesidad. Pero detrás de cada ley hay una intención que debe respirar amor y respeto al hombre concreto. Es interesante que el Código de Derecho Canónico, el libro que señala las normas para la vida de la comunidad cristiana, en su último número (1752), hablando del «procedimiento en los recursos administrativos y en la remoción o el traslado de los párrocos», que parece un tema árido, a resolver más bien con leyes canónicas exactas afirme que se haga todo «teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia». Estas son las últimas palabras de nuestro Código. Detrás de la letra está el espíritu, y el espíritu debe prevalecer sobre la letra. La ley suprema de la Iglesia de Cristo son las personas, la salvación de las personas.

«Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec» (1ª lectura, I )

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento» (salmo, I)

«Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina, yo voy hacia ti en nombre del Señor» (1ª lectura, II)

«Bendito el Señor, mi Roca, mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo» (salmo, II)

«Le dijo: extiende el brazo. Lo extendió y quedó restablecido» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 53-57


3-3.

Primera lectura: 1 de Samuel 17, 32-33.37.40-51
Venció David al filisteo con la honda y una piedra.

Salmo responsorial: 143, 1.2.9-10
Bendito el Señor, mi roca.

Evangelio: San Marcos 3, 1-6
¿Está permitido en sábado salvarle la vida a una persona o dejarla morir?.

Otra vez, frente a los acuciosos judíos, vuelve Jesús a cuestionar lo que ellos consideraban como "centro" de su fe judía: la Ley. Un sábado hay en la sinagoga un hombre con la mano paralizada. Y aunque sabe que por esto lo acusarán, Jesús hace caso omiso y procede a curarlo.

Al anunciar el Reino Jesús se da cuenta de que el primer enemigo de este Reino es la ley, es tenida como valor supremo, incuestionable, absoluto, que como oprime tanto al hombre termina por destruirlo. Mientras que el Reino propone la reconstrucción del ser humano, desde dentro y desde fuera. En los evangelios se ve simbólicamente que esta reconstrucción va sucediendo gradualmente: una vez en la vista, otra en sus manos o en sus acciones, y del todo cuando resucita a alguien, etc. Para Jesús "dejar de hacer el bien" el sábado, negando una curación a un pobre que la necesita, es pecar. Así, la dinámica del Reino también es exigente: si no reconstruimos, estamos colaborando a la destrucción.

Los que seguimos la dinámica de este Reino que Jesús anuncia, no podemos entrar en la misma dinámica de la ley, la cual considera que con "no hacer el mal" y guardar determinadas normas es suficiente. El Reino exige que se trabaje por la reconstrucción del ser humano, individual y social. Y con su testimonio Jesús nos hace entender que la despreocupación por las personas, como ocurre siempre en todo legalismo, es pecado. Ese pecado, que es el egoísmo, que engendra todas las otras acciones pecaminosas, es lo que Jesús viene a destruir.

Hoy también hay en nuestra sociedad actual, en la que nosotros queremos ser seguidores de Jesús y constructores de su Reino, principios o "valores" que se constituyen en nueva Ley -como la Ley Judía que encontró Jesús-, y se los considera también como algo supremo, absoluto, aunque sacrifique el bien de las personas, tanto de individuos como de grandes mayorías. Son una nueva "Ley" que, como en el caso de la sociedad de Jesús, es presentada como el fundamento incuestionable de la sociedad, ocultando los intereses particulares y de grupo a los que sirve, en desfavor de la gran mayoría de los seres humanos de este final del siglo XX. Los problemas que descubrió Jesús en su sociedad no se acabaron, también hoy están entre nosotros...

Al final, con el anuncio del Reino Jesús pone al descubierto la maldad interior de las autoridades, que se preocupaban más por la ley que por los seres humanos. Esto les derrumba su aparente santidad, porque su pecado queda descubierto. A los dirigentes les quedan dos alternativas: eliminar a Jesús o convertirse. Terminan escogiendo el más fácil para el poder: el crimen.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

2 Sam 5, 1-7.10: David es nombrado rey de Israel

Sal 88, 20-22.25-26

Mc 3, 22-30: El pecado contra el Espíritu Santo

El concepto de «pecado contra el Espíritu Santo», del que se dice que no se perdonará ni en esta vida ni en la otra, ha atormentado con frecuencia a muchos cristianos sencillos, especialmente a muchos cristianos protestantes. A veces lo confunden con lo que pudiera sugerir el sentido directo de su nombre: una especie de blasfemia o «mal pensamiento» contra el Espíritu Santo, lo cual es especialmente espinoso para los escrupulosos.

En el evangelio está claro el concepto. El «pecado contra el Espíritu Santo» consiste en atribuir al diablo lo que es precisamente acción del Espíritu. Jesús libera al ser humano del poder del demonio, y para él eso es el signo privilegiado de la acción de Dios, por el que Dios nos revela su presencia. Atribuir esta acción de Dios al diablo es convertir lo más sagrado en algo demoníaco: una auténtica blasfemia contra lo más sagrado, una calumnia contra el Espíritu de Dios.

Decir que «no se perdonará ni en esta vida ni en la otra» no es sino una forma hiperbólica de expresar su suprema gravedad, expresión que no puede entrar en contradicción con la misericordia infinita de Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Hebreos 7, 1-3.15-17: La Escritura da testimonio de El

Salmo responsorial: 109, 1-6

Marcos 3, 1-6: ¿Está permitido hacer el bien o el mal?

Tal vez no nos es muy familiar la figura de Melquisedec; de él nos habla el libro del Génesis (14,17-20) presentándolo como rey-sacerdote de una misteriosa ciudad llamada Salem. Sale al encuentro de Abrahán victorioso, lo bendice ofreciendo a su dios pan y vino y recibe del patriarca el diezmo del botín. Las tradiciones judías y cristianas han visto en este misterioso personaje una prefiguración del sacerdocio querido por Dios; lo han identificado con David, por una parte, y con Jesús Mesías, por otra. Los padres de la Iglesia vieron en el pan y el vino de su ofrenda una prefiguración de la eucaristía. Hoy, el autor de la carta a los Hebreos, nos lo presenta como prefiguración del sacerdocio de Jesucristo que, como ya hemos dicho repetidas veces, constituye el tema central de su escrito. Jesucristo es sacerdote, no porque pertenezca a una casta o a una jerarquía, porque alguien le haya dado el encargo sacerdotal, o le haya impuesto los deberes propios de ese oficio, o le haya cedido los derechos respectivos. Jesucristo es sacerdote como el misterioso Melquisedec: por voluntad del mismo Dios, y lo es con su propia vida, con el sacrificio de su existencia, con el ofrecimiento de su propia persona. Esta reflexión nos debería sanar de todo clericalismo, de pensar en los sacerdotes como seres excepcionales y privilegiados que deben serlo todo en la Iglesia. El clero católico debe ser consciente de ejercer, en diversos grados, el único sacerdocio de Jesucristo al servicio de sus hermanos; sin que ello les suponga privilegios o poderes de dominio, sino, al contrario, grandes responsabilidades.

El enfrentamiento de Jesús con los fariseos llega a una especie de climax en el pasaje de Marcos que acabamos de leer: se trata de un hombre disminuido por la parálisis de un brazo, probablemente no puede trabajar, aunque tiene una familia que alimentar. En aquellos tiempos no había seguridad ni asistencia social, ni se adelantaban programas de rehabilitación para los discapacitados. Era un hombre religioso, pues acudía a la sinagoga, seguramente confiaba en Dios, en su Palabra que iba a escuchar con atención y esperanza. El encuentro con Jesús le va a cambiar la vida: recibe la orden de ponerse en medio y asiste al duro enfrentamiento que tiene lugar: por una parte los guardianes del sábado sagrado, que consideran que sanar a alguien ese día, así sea con una simple palabra de mandato, es practicar la medicina, prohibida en día santo. Por otra parte, Jesús, resuelto a romper ese círculo de legalismo ciego que hace que el sábado pese sobre los pobres y los humildes. Hemos escuchado que el hombre del brazo paralizado quedó sano, que Jesús juzgó severamente la dureza de sus contrincantes, incluso, dice el evangelista, que los miró con ira. Y que éstos resolvieron matarlo, y para ello hablaron con los herodianos, tal vez espías o partidarios de la dinastía fundada por el famoso Herodes. Y nosotros ¿qué? ¿Qué partido tomaremos? ¿El del servicio incondicional de los hermanos, o el de la salvaguardia de las leyes, por inútiles e inhumanas que sean?

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6.

Hace pocos días tuve una tertulia muy interesante. Mi amigo Óscar, oftalmólogo de profesión, comenzó a describirnos apasionadamente el mecanismo del ojo humano: la pupila, el iris, la retina... Agustín -mi otro amigo que completaba el grupo- no disimulaba su desinterés mirando distraídamente fuera de la ventana. -¿En qué estás pensado, Agustín? ¿Te parece aburrida la conversación?-inquirió Óscar. -No, no. Para nada. Más aún, me distraje pensando ¿de qué serviría ese maravilloso mecanismo que es el ojo si no existiera la luz? Pienso que la pregunta del bueno de Agustín nos venga muy bien para el evangelio de este día. Ningún otro personaje en los evangelios ha recibido semejante requisitoria por parte de Jesús como los fariseos. Pero, ¿cuál es el motivo por el cual Jesús los «miró con ira»? ¿es que acaso hay algo malo en cumplir las leyes? Para nada. El mismo Jesús recordará que las leyes van cumplidas y respetados los que las enseñan, y recuerda a sus oyentes: «haced lo que os digan, pero no imitéis su conducta (a los fariseos, claro está)» (Mt. 23) Es aquí donde nos ayuda la pregunta de Agustín: no basta la gran perfección y ejercitación del ojo humano, no que existan tantas cosas por ver si no está de por medio la luz; de manera análoga, no basta la Ley de Moisés sin la Luz que es Cristo que le da su plenitud y sentido. Seamos hijos de la luz y obremos siempre en la luz de Cristo.

Gaspar Guevara


3-7. CLARETIANOS 2002

El repertorio de realidades de las cuales hablamos ordinariamente los hombres o es una serie inmensa de banalidades o un conjunto notable de nuestras divinidades. Sí, todos tenemos nuestras divinidades particulares a las cuales adoramos y en ellas ponemos nuestro corazón. Las llamamos patria, pueblo, dinero, sexo, afición, etc. A los judíos, incluso a los judíos piadosos del tiempo de Jesús, les acontecía lo mismo. Tenían sus divinidades. Eran su templo, su ley, los sacrificios, el ayuno, el sábado.

Jesús relativiza todas estas cosas y además cambia de perspectiva a la religión. La auténtica religión no va a ser un movimiento ascendente del hombre hacia Dios consistente en sacralizar mediaciones de lugar y tiempo como el templo y las observancias rituales realizadas en los debidos momentos, sino una iniciativa descendente de Dios al hombre que por Jesucristo entró en la historia humana para salvarla y elevarla a la condición de historia de hijos de Dios. El hombre religioso tendrá que oir una Palabra, acoger un mensaje, entrar en comunión con Jesús, dejarse llevar por el viento del Espíritu, y así, sencillamente, caminar por ese mundo en espera de la patria bienaventurada.

Se ha dicho que si hay eternidad, la puerta de entrada es un solo instante, pero no un instante realizado legalmente, sino un instante acontecido amorosamente.

Patricio García Barriuso cmf. (cmfcscolmenar@ctv.es)


3-8. CLARETIANOS 2003

Parálisis de la pasividad

Acabar con Él. Nuevamente Jesús se opone a la observancia religiosa inhumana que hacía el sábado superior al hombre. Las opciones que tomó en su vida le llevaron a vivir en permanente conflicto. Mientras él da “vida en abundancia” los cínicos y observantes fariseos no mueven un dedo por nadie. Jesús ha comenzado a curar dolencias, enfermedades y a hacer presente el Reino de Dios. El mal es vencido. El bien despunta como bella aurora. El paralítico es curado pero no la dureza de corazón de quienes quieren acabar con él

El hombre curado de su parálisis llevó la buena noticia a todos pero la parálisis continuó en quienes se quedaron callados y obstinados ante el acontecimiento que volvía a “poner patas arriba” la mentalidad legalista y agobiada que ponía pesadas cargas a otros haciendo la vida difícil y angustiosa.

Miremos nuestra vida. También nosotros podemos ser curados de nuestras parálisis: miedos, depresiones, vacíos, desamores...Los hombres de la ley no quisieron reconocer sus errores, mejor no abrir la boca, demasiado desafío con alguien que aparece como superior a la ley. ¿Reconocemos nuestros errores? ¿ No será realidad que hablamos poco de Dios y eludimos el encuentro con los empobrecidos de bienes, de cultura, de valores...o los excluidos por cualquier motivo?

Salvador León (ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-9. 2001

COMENTARIO 1

v. 3,1 Entró de nuevo en una sinagoga y había allí un hombre con el brazo atrofiado.

Este episodio escenifica la labor liberadora de Jesús con el pueblo de Galilea, privado de libertad por la opresión religiosa que ejercen los fari­seos; éstos, mediante su minuciosa interpretación de la Ley, erigida en valor absoluto, dominan a los fieles de la sinagoga. Someten la vida del hombre a una escrupulosa casuística sobre lo lícito e ilícito; regulan así cada uno de sus actos, impidiéndole toda libertad e iniciativa; el hombre queda anulado, sin actividad (brazo atrofiado; cf. Gn 1,28; 2,5: «dominar la tierra», «trabajar»). El inválido, único presente en la sinagoga aparte de Jesús y los fariseos, es figura del pueblo sometido a la institución y de su condición lastimosa.



v. 2 Estaban al acecho para ver si lo curaba en sábado y presentar una acusa­ción contra él.

Jesús realiza su labor de emancipación del pueblo en medio de la hostilidad de los fariseos. El pretende curar; sus enemigos, denunciarlo. La reincidencia en la violación del precepto sabático, después de una pri­mera advertencia (2,24), estaba penada con la muerte.



vv. 3-4 Le dijo al hombre del brazo atrofiado: «Levántate y ponte en medio». Y a ellos les preguntó: «¿Qué está permitido en sábado, hacer bien o hacer daño, salvar una vida o matar?» Ellos guardaron silencio.

Poniéndoles delante la situación del pueblo (en medio), Jesús intenta hacer comprender a los fariseos que su postura legalista es contraria al designio de Dios, pues la Ley ha de interpretarse en función del bien del hombre, único valor absoluto.

La pregunta de Jesús es recibida con un silencio hostil por parte de los fariseos. La reacción de Jesús es doble; siente ira por el daño que hacen al pueblo y, al mismo tiempo, pena por el que se hacen a sí mis­mos con su ceguera voluntaria; son dos expresiones de su amor al hom­bre.



v. 5 Echándoles en torno una mirada de ira y apenado por la obcecación de su mente, le dijo al hombre: «Extiende el brazo». Lo extendió y su brazo volvió a quedar normal.

Aun consciente del peligro que corre, Jesús no desiste de su labor; arriesga su vida al devolver la capacidad de acción al inválido / pueblo; demuestra así que el bien del hombre es el valor supremo.



v. 6 Al salir, los fariseos, junto con los herodianos, se pusieron en seguida a maquinar en contra suya, para acabar con él;

Los fariseos previenen contra Jesús a círculos influyentes en la corte de Herodes (los herodianos, cf. 6,21), representante del poder político; tampoco ellos toleran la emancipación del pueblo y, de acuerdo con los fariseos, se proponen eliminar al que la fomenta. La institución sinago­gal de Galilea, dominada por los fariseos, rompe así definitivamente con Jesús. Este, a su vez, se aleja de ella. El mar, como en el éxodo, es paso hacia la tierra prometida, ahora constituida por el mundo entero (pue­blos paganos). Horizonte universal del Reino.



COMENTARIO 2

Conocemos a veces personas en quienes la religión impide el encuentro fraterno y el servicio solidario. En ellas, la práctica religiosa crea una conciencia muy sensible a lo permitido o a lo prohibido que lleva a la ruptura de la comunión.

La verdadera presencia de Dios en los seres humanos, por el contrario, se realiza haciéndolos plenamente libres para la actuación del bien.

Sin embargo, el egoísmo presente en la práctica religiosa de las personas mencionadas en primer lugar se rebela contra esa libertad concedida por Dios a sus elegidos y les lleva a una profunda agresividad que puede llegar a decisiones semejantes a las que llegan fariseos y herodianos frente a Jesús.

En este ámbito de egoísmo y enmascaramiento de la auténtica relación con Dios, la curación del hombre de la mano paralizada realizada por Jesús en día del sábado nos conduce al lugar donde se realiza la historia de la Pasión, historia de servicio que potencia la realización del bien en favor de los demás.

La mano, símbolo humano de la actuación, debe abandonar su estado de parálisis en que se encuentra a causa de su presencia en el ámbito legal de la sinagoga. La acción de Jesús conduce directamente a la restitución de la capacidad operativa de todos los paralizados por motivos de una falsa religiosidad.

Esta tarea se convierte en una urgencia y prioridad en que los seguidores de Jesús deben empeñarse. Y este empeño no debe retroceder ante ninguna oposición, ni siquiera ante la oposición de los jefes de la institución religiosa.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. 2002

En este milagro, como se habla solamente de un hombre (pues, a excepción de los fariseos, no hay más público presente), podemos suponer que representa el estado deplorable en que se encuentra el pueblo frente a sus dirigentes: sometido a la institución ju­día, incapacitado para actuar por sí mismo... Jesús quiere que esto se sepa y, por eso, dice al hombre: «levántate y ponte ahí en medio». De este modo in­tenta hacer comprender a los fariseos que su interpre­tación de la ley, con una casuística sobre lo lícito e ilícito, es contraria al designio de Dios, pues la ley debe estar en función del bien del ser humano, único valor absoluto.

Y como es sábado, pregunta: ¿Qué está permitido en sábado: hacer bien o hacer daño; salvar una vida o matar? Los fariseos le dan la callada por respuesta. Ellos están por la ley y no por el bien del ser humano.

A partir de este momento, la acción sanadora de Jesús se convierte en un desafío contra el sistema establecido, los círculos teológicos y políticos de Israel que firman su sentencia de muerte. La ejecución de la misma será sólo cuestión de tiempo. El viejo sistema religioso no puede tolerar que la ley, que sirve para dominar y mantener al ser humano en un estado de dependencia y falta de libertad, sea sustituida por el bien de la persona, que lo relativiza todo, incluso la ley misma.

Ni los teólogos juristas ni el poder político esta­ban por la liberación y emancipación del pueblo. Jesús tendrá que pagar con la vida el precio de su provocación. Y nosotros, ¿qué precio pagamos?

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11.

6. Los herodianos o partidarios del rey Herodes eran amigos de los romanos y, por consiguiente, enemigos de los fariseos, eminentemente nacionalistas. Si los dos partidos, tan opuestos, se juntaron, sólo fue por odio, para librarse de Jesús.


3-12. DOMINICOS 2004

En cuanto a las lecturas del día, vemos a Saúl gobernando en Israel, a pesar de no ser ya sujeto del agrado de Yhavé. Pero su vida resulta un tanto sorprendente, con ribetes de locura u obsesión. En cambio, David va emergiendo del anonimato como persona de grandes cualidades, tanto para hacer el bien como para maquinar el mal. Hoy vemos una escena en que lucha a favor de Saúl, enfrentándose prodigiosamente a los terribles filisteos en la figura de Goliat. La narración es un canto al poder de Dios que actúa con sus fieles.


La luz de la Palabra de Dios
Primer libro de Samuel 17, 32-33.37. 40-51:
” Saúl mandó llamar a David. David le dijo: Majestad, no os desaniméis. Este servidor irá a luchar contra ese filisteo....

Pero tú eres un muchacho y él es guerrero desde mozo... No importa. El Señor que me ha librado de las garras del león me librará de las manos de ese filisteo...

Pues anda con Dios.

David agarró la cayada, escogió cinco cantos del arroyo, se los echó al zurrón, empuñó la honda y se acercó al filisteo... David venció al filisteo con una honda y una piedra...”

Evangelio según san Marcos 3, 1-6:
”Entró Jesús otra vez en la sinagoga. Había allí un hombre con parálisis en un brazo. Y algunos estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo.

Jesús dijo al paralítico: levántate y ponte ahí en medio. Y preguntó a quienes le espiaban: ¿qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarle morir?

Se quedaron mudos... Y dijo al hombre: extiende el brazo. Lo extendió y quedó curado... Y los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él”.


Reflexión para este día
El pequeño David y el gigante Goliat.
Pocas escenas de la historia de Israel han servido tan bien a su causa como esta de la lucha de un muchacho contra un gigante.

Pocas veces un pequeño David, anteriormente pastor y ahora aguerrido y ambicioso luchador, se enfrenta a un gigante filisteo que representa a los continuos enemigos de Israel.

Y pocas veces también unos instrumentos simbólicos, como la honda pastoril, han tenido tanta eficacia disuasoria o belicosa contra las armas de guerra que destruyen a la humanidad.

¿Cuál era la raíz o fuente de energía que alimentaba el brazo del pastor hecho guerrero?

En su insignificancia blandía la espada del brazo del bien, del brazo de Yhavé, de la defensa del pueblo elegido.

¡Lástima que en muchas ocasiones, demasiadas, sea el acero cruel el que rompe la honda y la vida de los hombres!

¡Así acontece muchas veces en la historia de unos grupos que escasamente merecen nombre de “humanos”!


Oración ecuménica:
Danos, señor, tu Luz y tu Verdad. Haz que en nuestras relaciones interreligiosas nunca nos defendamos a nosotros mismos sino que busquemos siempre el cumplimiento de tu voluntad. Amén


3-13. Reflexión

La verdad, a los fariseos no les importaba transgredir la ley, sin embrago la sabían usar muy bien para su propio beneficio, habían olvidado que la ley nunca puede ser más importante que la caridad. Siguiendo este principio, el último código del Derecho Canónico que rige a la Iglesia reza así: “la salvación de las almas es la ley suprema de la Iglesia” (C. 1752). No podemos vivir sin leyes que nos ayuden a normar y a dirigir nuestras vidas. Desde nuestra propia casa hasta las últimas instituciones necesitan de leyes, sin embargo quienes están encargados de la aplicación de éstas, deben tener siempre en cuenta el “espíritu” que las ha inspirado y que en última instancia es el bien de los individuos y de la comunidad. Aquellos a los que Dios nos ha puesto al cuidado de la observancia de la ley (padres, administradores, gobernantes, etc.) debemos tener siempre cuidado de no usarla para beneficio particular sino para el bien de los hermanos.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-14. San Hilario (hacia 315-367)
Tratado sobre le salmo 91,3; PL 9,495

“Cada día todo es creado por el Hijo, porque el Padre hace todo en el Hijo.”

El día del sábado nos obligaba a todos, sin excepción, a no realizar ningún trabajo y quedarnos en absoluta inactividad. ¿Cómo es que el Señor ha podido prescindir del sábado?...En verdad, grandes son las obras de Dios: gobierna cielos y tierra, provee de luz al sol y a los astros, hace crecer las plantas de la tierra, mantiene al hombre viviente... Sí, todo existe y permanece en el cielo y en la tierra gracias a la voluntad de Dios Padre. Todo viene de Dios y todo existe en el Hijo. El es el primogénito de todos y de todo. Por él todo ha sido creado. Y de su plenitud, según la iniciativa de su eterno poder, ha creado todas las cosas.

De manera que si Cristo actúa en todo, necesariamente es porque en él actúa el poder del Padre. Por esto, Cristo dice: “Mi Padre no cesa nunca de trabajar; por eso yo trabajo también en todo tiempo.” (Jn. 5,17) Porque todo lo que hace Cristo, Hijo de Dios habitado por el Padre, es obra del Padre. Así cada día todo es creado por el Hijo, porque el Padre todo lo hace a través del Hijo. Así pues, la acción de Cristo se realiza cada día, y según mi parecer, los principios de la vida, las formas de los cuerpos, el desarrollo y el crecimiento de todo ser viviente manifiestan esta actividad creadora.


3-15. Curación del hombre de la mano seca

Fuente: Catholic.net
Autor: Ignacio Sarre

Reflexión:

Cristo no ha venido para abolir la antigua ley, sino a darle plenitud. Este pasaje lo deja en evidencia. Los fariseos se molestan porque Cristo hace algo prohibido por la ley. Y Cristo pone de relieve que lo más importante es hacer el bien; en este caso, salvar una vida.

¿Cuál es esta ley para nosotros? Los Mandamientos, nuestros deberes como padres, esposos, hijos, ciudadanos... Nada del otro mundo. No se nos imponen dolorosos sacrificios, ni numerosas prohibiciones o rezos... Se nos pide ser coherentes con la fe que profesamos. Y sobre todo, vivir con amor.

Esta es la plenitud de la ley: el amor. El amor vale mucho más que el frío cumplimiento de una norma o regla de vida. Por eso, aunque lo que hagamos sean pequeñas cosas, éstas se ven engrandecidas, agigantadas por el amor.

El Evangelio comenta que Cristo estaba entristecido por la dureza del corazón de los fariseos. Podemos concluir que conocemos la mejor manera de agradar a Dios y de provocarle la más gozosa alegría: cumplir la ley con amor. No se contraponen. No se trata de elegir una de las dos: o cumplo o amo. Mejor cumplir y amar


3-16. 2004- Servicio Bíblico Latinoamericano

La vida de un ser humano, por humilde que sea, está por encima de las leyes o normas más sagradas de cualquier religión. Por eso el evangelista Marcos nos presenta otra escena en la que Jesús cura a un lisiado, en la sinagoga, en pleno día sábado.

La pregunta que Jesús hace a las autoridades de la sinagoga nos la podemos hacer a nosotros mismos: "¿qué está permitido en sábado? ¿hacer lo bueno o lo malo? ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?" Gracias a la enseñanza de Jesús y a su ejemplo, nosotros sabemos la respuesta.

Solo que debemos estar prontos a enfrentar la incomprensión , la oposición, incluso la persecución y la muerte, por defender nuestra actitud. Así le tocó a Jesús de quien, nos dice hoy el evangelio, decidieron deshacerse los fariseos y los herodianos, al sentirse provocados por su actitud.

¿Cuánto vale una vida humana? ¿Qué se puede dar a cambio de ella? Toda vida humana es un tesoro, un regalo, una promesa. Toda vida humana tiene a Dios por garante y contra ella no se pueden alegar ni las más perfectas leyes, ni los más elaborados principios jurídicos. Jesús nos enseña que incluso la vida humana amenazada, disminuida, aparentemente inútil, goza de esa sacralidad que la pone por encima de toda norma.

En nuestros tiempos de violencia y de guerra, de exclusión, de terrorismo y de hambre, de pena de muerte y de explotación de los países más pobres por parte de dos o tres potencias económicas, la palabra de Jesús viene a recordarnos que Dios Padre ama la vida que el mismo creó y que no quiere que ninguno de sus hijos e hijas perezca de ninguna manera, ni siquiera alegando causas presuntamente justas, leyes presuntamente santas.


3-17.

LECTURAS: 1SAM 17, 32-33. 37. 40-51; SAL 143; MC 3, 1-6

1Sam. 17, 32-33. 37. 40-51. En verdad que Dios no se deja impresionar por el aspecto ni por la gran estatura de las personas. Él nos salva sin usar armas hechas por nuestras manos. Él sólo quiere que confiemos en Él y, en ese momento, su Victoria será nuestra Victoria, pues ¿Quién como Dios? No es la técnica, ni son las armas complicadas las que nos hacen fuertes, sino Dios que, a pesar de nuestras flaquezas, estará siempre con nosotros. Y aunque aparentemente seamos vencidos por nuestros enemigos, Él nos levantará del polvo y hará que volvamos a contemplarlo y a gozar de Él eternamente. En medio de nuestras luchas en contra del pecado, sepamos poner nuestra confianza en Dios, pues, unidos a Cristo, Él no permitirá que seamos vencidos por el mal; más aún, Él nos dice: te basta mi gracia, pues cuando nosotros somos débiles, el Señor es fuerte en nosotros. Confiemos siempre en Él. ¿Acaso tenemos nosotros el poder para vencer a la serpiente antigua o Satanás? Si en nosotros estuviese ese poder, entonces habría sido inútil la Encarnación del Hijo de Dios. El Señor ha venido como Salvador nuestro. Él, mediante su muerte en la cruz ha aplastado la cabeza de nuestro enemigo. A nosotros corresponde confiarnos totalmente en el Señor y vivir, en adelante, como personas que han dejado atrás sus esclavitudes al pecado. Si tenemos la apertura suficiente al Espíritu de Dios en nosotros, entonces, aún cuando nuestra carne sea débil seremos fuertes en el Señor, pues en la fragilidad es cuando se muestra la fuerza que nos viene de Dios.

Sal. 143. No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre sea dado todo honor y toda gloria. El Señor es quien fortalece nuestras manos y quien las adiestra para que salgamos victoriosos sobre el pecado y la muerte. Dios siempre estará a nuestro lado como Padre y como amigo, como fortaleza y como refugio; por eso ¿quién podrá sobre nosotros? Sabiendo que la victoria no es nuestra sino de Dios, vivámosle agradecidos y entonémosle himnos de alabanza; hagámoslo no sólo con los labios, sino con una vida intachable que se convierta en una continua alabanza a su Santo Nombre.

Mc. 3, 1-6. En algún momento Jesús dirá a la gente de su tiempo ¿Quién de ustedes puede echarme en cara un pecado? Él fue perseguido y condenado por hacer el bien, aun cuando, como dueño del sábado, también en ese día hizo el bien a quienes lo necesitaban. Pero los Judíos, más aferrados a la interpretación de la Ley y a la serie de preceptos que le habían añadido, condenan a Jesús por no cumplir con esas interpretaciones que llegaban a esclerosar al mismo espíritu. Dios no quiere que estemos paralizados; Él nos quiere movidos por el Espíritu para servir constantemente a los demás. Por eso debemos tener la debida apertura al Espíritu Santo en nosotros, de tal forma que no nos conformemos con escuchar la Palabra de Dios y con buscar la santidad de un modo personalista, sino que, convertidos en testigos de Cristo, vayamos por todas partes a proclamar la Buena Nueva para que la humanidad entera, libre de sus parálisis internas, se ponga en camino hacia su perfección en Cristo y se convierta en un signo del amor salvador de Dios en el mundo.

Dios nos quiere apóstoles en camino. Él, el Enviado del Padre, no vino a sentarse entre nosotros; no se quedó en una oficina, detrás de un escritorio, esperando para tratar de mala gana a quienes llegaran a buscarlo. Él, como Buen Pastor, salió a buscar a la oveja perdida hasta los lugares más recónditos e inhóspitos hasta encontrarla y, cargándola sobre sus hombros, llevarla de vuelta al redil. Sólo la muerte lo puso clavado en una cruz; pero esa su muerte no es una muerte inútil; es el motivo del perdón de nuestros pecados y la fuerza que nos pone en movimiento como testigos de su amor en el mundo. Y esta Eucaristía, que estamos celebrando nos hace participar de toda esa fuerza de amor que el Señor quiere comunicarnos. Por eso no podemos acudir a celebrar la Eucaristía sólo como espectadores, sino como personas que se comprometen con Cristo para hacer que todas las personas y todas las cosas encuentren en Cristo su renovación y puedan, así, ser un signo cada vez más claro del amor que Dios nos ha tenido.

Por eso, quienes participamos de la Eucaristía debemos volver a nuestras actividades diarias como testigos del amor de Dios. No podemos volver como paralíticos incapaces de hablar del Dios de la vida. Quien quiera proclamar el Nombre del Señor a los demás y continúe anclado en una vida de pecado, en lugar de conducir a los demás hacia Cristo estará propiciando que quienes le escuchen hagan de nuestra fe sólo una burla, pues a falta del testimonio del predicador podrán decirnos: De eso te oiremos hablar en otra ocasión, cuando no sólo prediques, sino cuando vivas lo que dices que nos va a salvar y que nos va a unir como hermanos. Cierto que cuando demos testimonio de nuestra fe nos encontraremos con muchas oposiciones y burlas; no queramos salir victoriosos con nuestros propios recursos queriendo construir una torre de sabiduría para hacernos famosos; más bien pongámonos en manos de Dios y dejemos que su Espíritu hable por medio nuestro. Sólo entonces será posible que el mismo Espíritu, y no nosotros, engendre la salvación en los demás y acabe con el poder del maligno que se ha querido apoderar del corazón de los hijos de Dios.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de tener la suficiente apertura al Espíritu Santo en nosotros, de tal forma que todo lo que hagamos, y todo lo que digamos, y todo lo que trabajemos a favor del Reino sea la obra de salvación y las grandes obras que Dios lleve a término y perfección por medio nuestro. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-18. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

Vuelve de nuevo la controversia sobre el sábado. Sabéis que era un día sagrado para los judíos. En la Ley de Moisés tenía una enorme importancia el descanso sabático: estaba prohibido encender fuego, recoger leña, preparar los alimentos... Para los judíos ortodoxos actuales hay un total de 39 trabajos que no se pueden realizar. He leído recientemente un texto de H. Küng en su libro sobre el judaísmo (Madrid, Trotta, 1993) que ilustra bien la sensibilidad que tienen algunos judíos actuales. Escribe Küng: A Eugene Borowitz cita un caso especialmente significativo, apasionadamente discutido en el Estado de Israel, y que, una vez más, tiene sobre todo que ver con el precepto sabático: a un judío que intentaba ayudar a un no judío gravemente herido en un accidente de tráfico, le fue negado el uso del teléfono en casa de un judío ortodoxo. ¿Por qué? ¡Porque era sábado! Ciertamente, puede quebrantarse el precepto del sábado cuando va en ello la vida o la muerte, pero con una condición: "que se trate de un judío, y no de un infiel" (p. 456).

Esta historia conecta con la de Marcos. Parece que, en el caso referido por Borowitz, al menos se puede atender al compatriota judío en una situación que no cabe aplazar para el día siguiente. En el episodio de Marcos, claro que se podía diferir para otro día la curación, como tuvo la oportunidad de recordarlo, en otro relato, un jefe de sinagoga. Y tampoco postergaban para el primer día de la semana la labor de sacar una bestia de carga que hubiera caído en un pozo. En cambio, una especie de entumecimiento mental y, según Marcos, una verdadera dureza de corazón, incapacitaba a aquellos hombres para ver el sentido del sábado. ¿En qué consiste la santidad del sábado? ¿No es el día que Dios bendijo y llenó con su presencia?

Ante la disyuntiva que Jesús propone, sus adversarios pueden responder: "no hay que hacer el mal, no hay que destruir la vida: eso es pecar contra la santidad de Dios. En cuanto a hacer el bien, ¿a qué tantas prisas? En cierto modo, podemos decir que el sábado es el día de la interrupción del obrar". Pero cabe alegar: "Entonces, ¿en qué consiste la santidad del sábado? ¿No acabamos convirtiéndolo en un día moralmente neutro, salvíficamente vacío, teologalmente desustanciado?".

Jesús tiene un concepto de la santidad totalmente distinto. Así, declaró la superioridad de la pureza ética sobre la pureza ritual (Mc 7,15) y supeditó los preceptos rituales a la práctica de la “pureza activa” y la “santidad inclusiva” (K. Berger) que no se retrae ante el contacto con lo impuro: en el pensamiento de Jesús, no es la impureza lo que se pega, sino la pureza, y por eso en su práctica encarnó una pureza de influencia carismática. Recordemos la curación del leproso: extiende la mano sobre él, lo toca y lo cura con su contacto y su palabra (cf Mc 1,41-42). Análogamente, la santidad de Dios y la santidad del sábado se destacan irradiando el don de la vida y la salud, y no inhibiéndose de toda acción y suspendiendo el gesto benéfico por el que se salva una vida. La interrupción sabática no puede consistir en la interrupción de la actividad carismática. De lo contrario, el sábado vendría a equivaler a un día de luto oficial.

Vuestro amigo
Pablo Largo
(pldomizgil@hotmail.com)


3-19.

Todos los seres humanos, en una mayor o menor medida estamos enfermos. Tenemos heridas, carencias, situaciones pasadas, presentes, que marcan nuestras vidas de una forma o de otra. De cada una de ellas Jesús quiere sanarnos, quiere liberarnos. En el Evangelio de Hoy Jesús nos dice que hará, hasta lo que no está bien visto a los ojos del mundo para salvarnos.

El vino a este mundo por cada uno de nosotros y no quiere que ninguno perezcamos y quedemos fuera de la dicha que disfrutaremos en la vida eterna. Él sana a esta persona en sábado, día prohibido según la Ley para realizar cualquier acción, fuera buena o mala. Jesús pone de manifiesto que él tiene poder para salvar vidas en cualquier circunstancia. En muchas ocasiones vemos que alguien está pasando por algo, pasó por algo o que tiene una situación de vida que a nuestros ojos resulta escandalosa e igual que los fariseos andamos al acecho para juzgar y condenar. No comprendemos que es parte de la travesía espiritual que cada persona tiene que pasar. Sin embargo, hoy Jesús me dice que él tiene poder para hacer cualquier cosa, por muy absurda que parezca para salvarnos.

Señor te pido que me llenes de tu misericordia para ver tu mano sanadora y liberadora en tantas situaciones que desde mi pequeño mundo no apruebo. Toma mi limitación humana para así acoger a mis hermanas y hermanos que pasan por diferentes situaciones en los que tu simplemente le estás purificando, sanando, liberando.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-20. ARCHIMADRID 2004

LOS EXTREMOS SE TOCAN

Un extremo:“Anda con Dios”, le dice Saúl a David antes de enviarle para lo que creía una “muerte cierta”. “Anda con Dios” le dice el que había “rechazado al Señor” y había sido por Dios “rechazado como rey”. Parece mentira cuantas veces usamos el nombre de Dios a lo largo del día (cada vez que decimos “adiós”) pero sin concederle crédito.

Otro extremo: “Se quedaron callados”, los vigilantes de la letra son incapaces de escuchar a la Palabra y les da tanta rabia que también quieren mandarle a una “muerte cierta”: “se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él”.

Seguimos pidiendo por la unidad de los cristianos. Hay dos extremos que impiden el acercamiento entre los que reconocemos a Cristo como Salvador y Señor porque lo que hacen es enviar los intentos de unión a una “muerte cierta”.

Por un lado están los que usan el nombre de Dios sin confianza, en el mundo todo les parece repleto de filisteos enormes y sanguinarios, infranqueables para sus fuerzas y, como no confían en Dios –pues no le tratan- ven la batalla perdida. Son los que habitualmente no van a Misa mas que de vez en cuando pero aprovechan para criticar al sacerdote pues ellos hubieran predicado mejor y celebrado con más unción; no rezan diariamente pero critican a las viejecillas de las iglesias como “beatorras” y la piedad popular como supercherías; son incapaces de declarar su fe en público o con sus actos pero se declaran entendidos en “materia religiosa” pues fueron monaguillos de pequeños, son los que les gustaría que los “filisteos” fueran pequeñitos, cabezones y gafotas para derrotarlos ellos solos pues en Dios no se puede confiar.

Por otro lado están los que son “mas papistas que el Papa”, todo les parece mal y sólo ellos tienen razón. No examinan su vida sino la de los demás; no piden perdón de sus pecados sino de los del vecino; la Iglesia va muy por detrás de ellos en cuanto a virtud y sólo ellos son el paradigma de la ortodoxia; rezan pero sólo para ellos y sus asuntos, una oración que acaba siendo en vez de un diálogo con Dios una auto-justificación de sus actos: cuando alguien les corrige le hieren o le hacen el vacío, cuando descubren una virtud en otro que ellos no tienen la convierten en defecto.

En el fondo son iguales unos a otros. “Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, …”, pocas veces vemos a Jesús con ira, pero sale airoso para dar la vida por ti y por mí. Tú intenta ser como David, muy pequeño comparado con los problemas que nos rodean pero ve hacia ellos “en nombre del Señor” y con las pequeñas piedras de tu fidelidad diaria vencerás los obstáculos más insalvables. Tú intenta ser como el hombre con parálisis en el brazo, aunque el ambiente “se pueda cortar” si Cristo quiere que extiendas el brazo, extiéndelo y él hará el resto. Cuando seamos humildes seremos ecuménicos pues no habrá barrera, dificultad, ambiente adverso, criterio personal o social que Cristo no pueda superar por nuestro medio. María, madre mía, ayúdame a confiar más.


3-21.

Reflexión

Si algo en este mundo y en nuestra vida es destructivo, es la envidia. Ya desde el Génesis hemos visto que por envidia Caín mató a Abel. En este relato, la envidia de los fariseos será en gran parte la causa de la muerte de Jesús. Y es que la envidia es capaz de cegar totalmente el corazón del hombre llevándolo a cometer las más nefastas acciones. Era tanta la dureza del corazón de los fariseos que el mismo Jesús se entristeció. No permitamos que la envidia se adueñe de nuestro corazón. Dios nos ha dado a cada uno de nosotros diferentes dones y carismas. Nuestro deber como cristianos es no sólo respetarlos sino buscar la manera de que esos se desarrollen plenamente. La envidia destruye, la generosidad y la humildad construyen. Si vemos a alguno de nuestros hermanos triunfar, alegrémonos con él y ayudémosle a seguir adelante.

Pbro. Ernesto María Caro


3-22.

254. Vivir la fe en lo ordinario

I. El Evangelio nos habla del hombre que tenía una mano seca (Marcos 3, 1-6), a quien Jesús cura; solamente le dijo: extiende tu mano. La extendió, y su mano quedó curada. Todo es posible con Jesús. La fe nos permite lograr metas que siempre habíamos creído inalcanzables, resolver viejos problemas personales o de una tarea apostólica que parecían insolubles, echar fuera defectos que estaban arraigados. La fe es para vivirla, y debe informar las grandes y pequeñas decisiones; y, a la vez, se manifiesta de ordinario en la manera de enfrentarse con los deberes de cada día. No basta con asentir a las grandes verdades del Credo, tener una buena formación quizá; es necesario vivirla, practicarla, ejercerla, debe generar una “vida de fe” que sea, a la vez, fruto y manifestación de lo que se cree. Dios nos pide servirle con la vida, con las obras, con todas las fuerzas del cuerpo y del alma.

II. El ejercicio de la virtud de la fe en la vida cotidiana se traduce en lo que comúnmente se conoce como “visión sobrenatural”, que consiste en ver las cosas, incluso las más corrientes, lo que parece intrascendente, en relación con el plan de Dios sobre cada criatura en orden a su salvación y a la de otros muchos. La vida cristiana, la santidad, no es un revestimiento externo que recubre al cristiano, ignorando lo propiamente humano. De ahí que las virtudes sobrenaturales influyan en las humanas y hagan del cristiano un hombre honrado, ejemplar en su trabajo y en su familia, lleno de sentido del honor y de la justicia. La fe está continuamente en ejercicio, y la esperanza, y la caridad... Ante problemas y obstáculos, el Señor nos dice: extiende tu mano. Examinemos hoy cómo vamos de “visión sobrenatural” ante los acontecimientos diarios.

III. La fe nos llevará a imitar a Jesucristo, que fue “perfecto Dios y perfecto hombre” (Symbolo Quicumque), a ser hombres y mujeres de temple, sin complejos, sin respetos humanos, veraces, honrados, justos en los juicios, en los negocios, en la conversación... La vida cristiana se expresa a través del actuar humano, al que dignifica y eleva al plano sobrenatural. Por otra parte, lo humano sustenta y hace posibles las virtudes sobrenaturales. En San José encontramos un modelo espléndido de varón justo, vir iustus (Mateo 1, 19), que vivió de fe en todas las circunstancias de su vida. Pidámosle que sepamos ser lo que Cristo espera de cada uno en el propio ambiente y circunstancias.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-23.

Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)

«¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?»

Hoy, Jesús nos enseña que hay que obrar el bien en todo tiempo: no hay un tiempo para hacer el bien y otro para descuidar el amor a los demás. El amor que nos viene de Dios nos conduce a la Ley suprema, que nos dejó Jesús en el mandamiento nuevo: «Amaos unos a otros como yo mismo os he amado» (Jn 13,34). Jesús no deroga ni critica la Ley de Moisés, ya que Él mismo cumple sus preceptos y acude a la sinagoga el sábado; lo que Jesús critica es la interpretación estrecha de la Ley que han hecho los maestros y los fariseos, una interpretación que deja poco lugar a la misericordia.

Jesucristo ha venido a proclamar el Evangelio de la salvación, pero sus adversarios, lejos de dejarse convencer, buscan pretextos contra Él: «Había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle» (Mc 3,1-2). Al mismo tiempo que podemos ver la acción de la gracia, constatamos la dureza del corazón de unos hombres orgullosos que creen tener la verdad de su parte. ¿Experimentaron alegría los fariseos al ver aquel pobre hombre con la salud restablecida? No, todo lo contrario, se obcecaron todavía más, hasta el punto de ir a hacer tratos con los herodianos —sus enemigos naturales— para mirar de perder a Jesús, ¡curiosa alianza!

Con su acción, Jesús libera también el sábado de las cadenas con las cuales lo habían atado los maestros de la Ley y los fariseos, y le restituye su sentido verdadero: día de comunión entre Dios y el hombre, día de liberación de la esclavitud, día de la salvación de las fuerzas del mal. Nos dice san Agustín: «Quien tiene la conciencia en paz, está tranquilo, y esta misma tranquilidad es el sábado del corazón». En Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo.


3-24.

Reflexión:

Heb. 7, 1-3. 15-17. El Hijo de Dios, eterno como el Padre; Aquel de quien no se conocen antepasados, ni el comienzo ni el fin; que es Rey de justicia y de paz, ha sido fuertemente simbolizado por Melquisedec. En Cristo Jesús, Sacerdote eterno, tenemos la salvación y la fuente de vida eterna. En Él ha quedado borrada nuestra culpa; en Él también nosotros participamos de la Vida divina, y somos presentados ante el Padre Dios como hijos suyos. No se debe a la Ley el que seamos un pueblo sacerdotal, o el que algunos sean sacerdotes ordenados, pues la Ley es sólo una puerta que se abre para que nos encontremos con Cristo y nos unamos a Él plenamente, llegando así a la plenitud de la esperanza que hemos depositado en Él. Por eso procuremos vivir conforme a la vida y a la vocación que hemos recibido, y que nos debe llevar a ser constructores de un mundo que, renovado en Cristo, se levante sobre los sólidos cimientos de la justicia y de la paz.

Sal. 110 (109). Sacerdote, Víctima y Altar. El Señor se ofrece al Padre por nosotros, para que en Él tengamos vida, y Vida eterna. Por su filial obediencia al Padre Dios, Él dio testimonio de que Jesús es realmente su Enviado y nuestro único Camino de salvación; por eso lo resucitó de entre los muertos y ahora vive eternamente sentado a su derecha. Los que creemos en Él y hemos unido a Él nuestra vida, junto con Él participamos de su Victoria y, consagrados a Dios, si le permanecemos fieles, algún día participaremos de su Gloria, a la diestra del Padre Dios, para siempre. Si somos de Cristo; si el autor del pecado ha sido vencido por la muerte y la resurrección del Señor, no vayamos nuevamente tras las obras del pecado, pues nosotros mismos estaríamos inutilizando la obra de salvación que Dios nos ha ofrecido en su propio Hijo. Participemos del Sacerdocio de Cristo ofreciéndole a nuestro Dios y Padre nuestra propia vida, como una ofrenda agradable en su presencia.

Mc. 3, 1-6. En algún momento Jesús dirá a la gente de su tiempo ¿Quién de ustedes puede echarme en cara un pecado? Él fue perseguido y condenado por hacer el bien, aun cuando, como dueño del Sábado, también en ese día hizo el bien a quienes lo necesitaban. Pero los Judíos, más aferrados a la interpretación de la Ley y a la serie de preceptos que le habían añadido, condenan a Jesús por no cumplir con esas interpretaciones, que llegaban a esclerosar al mismo espíritu. Dios no quiere que estemos paralizados; Él nos quiere movidos por el Espíritu para servir constantemente a los demás. Por eso debemos tener la debida apertura al Espíritu Santo en nosotros, de tal forma que no nos conformemos con escuchar la Palabra de Dios, y con buscar la santidad de un modo personalista, sino que, convertidos en testigos de Cristo, vayamos por todas partes a proclamar la Buena Nueva para que la humanidad entera, libre de sus parálisis internas, se ponga en camino hacia su perfección en Cristo y se convierta en un signo del amor salvador de Dios en el mundo.

Dios nos quiere apóstoles en camino. Él, el Enviado del Padre, no vino a sentarse entre nosotros; no se quedó en una oficina, detrás de un escritorio, esperando para tratar de mala gana a quienes llegaran a buscarlo. Él, como Buen Pastor, salió a buscar a la oveja perdida hasta los lugares más recónditos e inhóspitos hasta encontrarla para cargarla sobre sus hombros y llevarla de vuelta al redil. Sólo la muerte lo puso clavado en una cruz; pero esa su muerte no es una muerte inútil ni paralizante, pues por medio de ella hemos sido justificados y hemos recibido la paz; mediante ella hemos recibido el perdón de nuestros pecados y la fuerza que nos pone en movimiento como testigos de su amor en el mundo. Y esta Eucaristía, que estamos celebrando nos hace participar de toda esa fuerza de amor que el Señor quiere comunicarnos. Por eso no podemos acudir a celebrar la Eucaristía sólo como espectadores, sino como personas que se comprometen con Cristo para hacer que todas las personas y todas las cosas encuentren en Cristo su renovación y puedan, así, ser un signo cada vez más claro del amor que Dios nos ha tenido.

Por eso los que participamos de la Eucaristía debemos volver a nuestras actividades diarias como testigos del amor de Dios. No podemos volver como paralíticos incapaces de hablar del Dios de la vida. Quien quiera proclamar el Nombre del Señor a los demás y continúe anquilosado en una vida de pecado, en lugar de conducir a los demás hacia Cristo estará propiciando que quienes le escuchen hagan de nuestra fe sólo una burla, pues a falta del testimonio del predicador podrán decirnos: De eso te oiremos hablar en otra ocasión, cuando no sólo prediques, sino cuando vivas lo que dices que nos va a salvar y que nos va a unir como hermanos. Cierto que cuando demos testimonio de nuestra fe nos encontraremos con muchas oposiciones y burlas; no queramos salir victoriosos con nuestros propios recursos queriendo construir una torre de sabiduría para hacernos famosos; más bien pongámonos en manos de Dios y dejemos que su Espíritu hable por medio nuestro. Sólo entonces será posible que el mismo Espíritu, y no nosotros, engendre la salvación en los demás y acabe con el poder del maligno que se ha querido apoderar del corazón de los hijos de Dios.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de tener la suficiente apertura al Espíritu Santo en nosotros, de tal forma que todo lo que hagamos, y todo lo que digamos, y todo lo que trabajemos a favor del Reino no sea nuestra obra, sino la obra de salvación de Dios en nosotros. Amén.

Homiliacatolica.com


3-25. Fran Nelson Miércoles 19 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: Tú eres sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec * ¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?.

1. Cristo, sacerdote para siempre
1.1 Un argumento central en la Carta a los Hebreos es que el antiguo sacerdocio era imperfecto, y que ello se demuestra por la repetición de los sacrificios y por la sucesión interminable de sacerdotes. "Muchas ofrendas" significa que ninguna alcanzaba la verdadera purificación; "muchos sacerdotes" significa que ninguno ofrece el verdadero sacrificio. Por contraste, Cristo es único. Su ofrenda es única. Su sacerdocio es único. Su sacrificio no se repite, y ello mismo muestra que es perfecto.

1.2 Estas palabras tenían que resonar con especial dureza en los destinatarios de la Carta, entre los cuales, según los estudiosos de la Biblia, debió de haber muchos convertidos del sacerdocio según la ley de Moisés. A ellos sobre todo interesa explicarles cuánto supera el nuevo sacerdocio al antiguo, porque quizá por un poco de nostalgia o quizá porque la vida de los antiguos sacerdotes dependía mayormente del culto, era más difícil su conversión y más difícil su perseverancia.

1.3 Si el sacerdocio de Cristo es único, no puede transmitirlo al modo hereditario de los antiguos sacerdotes, sino en un "orden" nuevo, un "rito" nuevo, que aquí se describe como propio de Melquisedec. En efecto, salvo los sacerdotes paganos y los cultos idolátricos, sólo hay dos imágenes de sacerdocio en el Antiguo Testamento: el modo levítico, hereditario, basado en los sacrificios de animales, y el modo de Melquisedec, sin rastro terreno ni descendencia terrena, cuyo origen y dignidad se hunden en el misterio. Es claro que sólo este sacerdocio podía prefigurar al de Cristo.

2. La Eucaristía y el Sacrificio de Jesucristo
2.1 En este punto hay que anotar algo. Cristianos no católicos ven en lo que hemos planteado del sacerdocio único de Cristo y de la ofrenda única de Cristo argumentos para esgrimir en contra del sacerdocio en la Iglesia Católica. Según ellos, la Misa sería un sacrificio repetido que nos devuelve al régimen del Antiguo Testamento. Con el mismo pensamiento afirman que la multiplicación de sacerdotes en nuestra Iglesia es tan reprobable como el sacerdocio levítico, ya superado por el sacrificio del Señor en la Cruz.

2.2 No se puede negar que hay lógica en esta crítica, y que es necesario responder con algo más que reprobaciones generales. Pero a poco que se piense se ve que no hay lugar a las objeciones de estos cristianos. Cada uno de los sacrificios de la alianza de Moisés tenía una víctima distinta, un corderito o un cabrito distinto, digamos por caso. En la Misa siempre la Víctima es una y la misma.

2.3 En el régimen antiguo cada sacerdote era distinto, ahora en cambio, cada sacerdote celebra, y especialmente, consagra la Santísima Eucaristía "en persona de Cristo", pues está clarísimo que ningún ser humano por sí mismo, ni aunque fuera inmensa su virtud, tiene potestad como para hacer posible la presencia real de Cristo y de su ofrenda sobre el altar eucarístico. Es decir, también en este aspecto hay que afirmar que el sacerdocio de Cristo no se "divide" en sus sacerdotes, y por lo mismo tampoco "cesa" en unos para alcanzar luego a otros, cual sucedía en el régimen anterior.

2.4 Por eso, lejos de atemorizarnos por las objeciones de evangélicos u otros cristianos no católicos, hemos de agradecer que sus mismos reparos nos ayudan a comprender un poco mejor cuánta ha sido la misericordia divina al participar, sin menguar, si divino ministerio a hombres frágiles como nosotros.