LUNES DE LA SEMANA 2ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primer Libro de Samuel 15,16-23.

Entonces Samuel dijo a Saúl: "¡Basta! Voy a anunciarte lo que el Señor me dijo anoche". "Habla", replicó él. Samuel añadió: "Aunque tú mismo te consideres poca cosa, ¿no estás al frente de las tribus de Israel? El Señor te ha ungido rey de Israel. El te mandó hacer una expedición y te dijo: Ve y consagra al exterminio a esos pecadores, los amalecitas; combátelos hasta acabar con ellos. ¿Por qué entonces no has escuchado la voz del Señor? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo malo a los ojos del Señor?". Saúl le replicó: "¡Yo escuché la voz del Señor! Hice la expedición que él me había encomendado; traje a Agag, rey de Amalec, consagré al exterminio a los amalecitas, y el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios, en Guilgal". Samuel respondió: "¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios o quiere que se obedezca su voz? La obediencia vale más que el sacrificio; la docilidad, más que la grasa de carneros. Como pecado de hechicería es la rebeldía; como crimen de idolatría es la contumacia. Porque tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado a ti para que no seas rey".

Salmo 50,8-9.16-17.21.23.

No te acuso por tus sacrificios: ¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa ni los cabritos de tus corrales.
Dios dice al malvado: "¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza y te despreocupas de mis palabras?
Haces esto, ¿y yo me voy a callar? ¿Piensas acaso que soy como tú? Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza, me honra de verdad; y al que va por el buen camino, le haré gustar la salvación de Dios".


Evangelio según San Marcos 2,18-22.

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!".


 

1.- Hb 5, 1-10

1-1.

En toda la historia del mundo, ésta es la primera vez que un hombre responde perfectamente al proyecto de Dios. Por vez primera, y para la eternidad, existe una correspondencia perfecta entre la gracia de Dios y la libertad del hombre. Por vez primera, y para la eternidad, se cumple la alianza en la obediencia de los hijos.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 34


1-2.

-Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está encargado de intervenir en favor de los hombres en las relaciones de éstos con Dios.

Empieza aquí una larga comparación entre el sacerdocio judío, el del Templo de Jerusalén, y el sacerdocio cristiano. Y he ahí ya una excelente definición: el sacerdocio es una misión de «comunicación», de «relación» entre los hombres y Dios. El término latino «pontifex» significa «constructor de puentes», el sacerdote es el que establece una comunicación entre dos orillas tan aparentemente alejadas como la tierra y el cielo. Es lástima que la palabra «pontífice» haya perdido ese sentido en el lenguaje corriente. Hoy evoca más bien orgullo, énfasis, afectación, grandilocuencia en vez de evocar realidades como el «diálogo», la "mediación", el «enlace».

-Y ha de ofrecer dones y sacrificios por los pecados.

La distancia que separa al hombre de Dios no es sólo el abismo normal entre el Creador y la criatura, es la oposición entre dos antagonistas, uno de los cuales se enemistó con el otro. El pecado no es, en rigor, una indiferencia a Dios, es un rechazo de Dios: ¡una de las dos orillas se enemistó con la otra! Por ende se hará más difícil ser mediador y restablecer la amistad entre ambas partes.

-El -mediador- puede comprender a los que pecan por ignorancia o por extravío, por estar, también él, envuelto en flaqueza.

Una cualidad esencial del sacerdote: ser comprensivo, delicado, abierto, acogedor y bueno hacia los pecadores. Y el autor se atreve a afirmar que tendrá esas cualidades si él sabe que también él está «envuelto en flaqueza». Sabe lo que es ser pecador, porque ¡él mismo es un pecador! Escuchando las confidencias de los que pecan, se reconoce a sí mismo y es así «capaz de comprenderlos».

Mis propias flaquezas, ¿me hacen también ser bueno y comprensivo con los pecadores? ¿O bien soy de los que, de modo farisaico, se entretienen en juzgar o condenar a los que obran mal y se consideran exentos de culpa?

-A causa de esa misma flaqueza debe ofrecer sacrificios por los pecados propios, al igual que por los del pueblo.

La cosa es clara. Y es verdad. No debería caber orgullo alguno en el sacerdote. Es también un pobre ante Dios. Un hermano pecador.

-Nadie puede atribuirse tal dignidad, se la recibe por la llamada de Dios.

Porque, si no es un orgullo, es una temible dignidad y una responsabilidad, que no se revindica, sino que se recibe con humildad. Ruego por los que reciben esta «llamada», esta vocación, para que la escuchen y respondan a ella.

-De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdote, sino que la tuvo de quien le dijo: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy».

El sacerdocio de Cristo es único. Arraiga en su misma divinidad. Con ese título ¡hay un solo sacerdote! Sólo uno, capaz de de ser el vínculo entre la humanidad y Dios.

-El cual en los días de su vida mortal, ofreció ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas a Dios, que podía salvarle de la muerte, y aun siendo Hijo, aprendió la obediencia con los sufrimientos de su pasión.

Es ésta una de las más emocionantes traducciones de la agonía de Jesús: en efecto, si bien jamás pecó, ¡sabe cuán difícil es obedecer!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 20 s.


1-3. /Hb/04/14-16  

El escrito se va acercando a la parte central, Jesucristo y, más concretamente, el misterio de su sufrimiento y de su muerte gloriosa pasan a ser el único centro de interés. Jesucristo vivió hasta el fondo las limitaciones de la vida humana, exceptuando el pecado; fue tentado por la incomprensión, la soledad, el desaliento, el sufrimiento y el miedo; vivió la radical experiencia humana del dolor, la muerte y la limitación, exactamente como nosotros. Esto lo coloca ya para siempre a nuestro lado porque la resurrección no consistió en alejarse de su propia humanidad, sino en asumirla eternamente glorificada en Dios. Esta revelación engendra en los hombres una absoluta confianza. También nosotros vivimos la limitación que nos marca tanto en la adecuada construcción de cada persona como en la búsqueda de verdaderas comunidades de hermanos y en la organización de un mundo justo y humano. El ha vivido y conoce la raíz de nuestros fracasos. Porque ha sufrido es capaz de compadecer; ofrece en cada momento y a cada persona el don oportuno para convertir en realidad viva y operante la salvación de Dios.

El sufrimiento de Jesús es también el hilo conductor que lleva al autor a la admirable contemplación del misterio personal de Jesucristo: «Aun siendo Hijo, aprendió a obedecer por medio de los sufrimientos» (v 8); frase sublime e incomprensible, una de las expresiones nucleares de Heb. Ya desde el primer momento (10,5-10), la definición más acabada de Jesús como Hijo fue la de una entrega total a Dios sin sombra de pecado (4,15); no obstante, Jesús aprendió a obedecer, es decir, a entregarse a Dios de forma total y absoluta, precisamente en los sufrimientos y en la muerte. En el dolor y en la muerte, el hombre Jesús, entregado totalmente al Padre, aprendió a entregársele del todo. Sublime intento, nunca conseguido, de acercarse al insondable misterio de Jesús.

En este contexto, la carta aplica a Jesús una expresión clave de su pensamiento: «consumado» (5,9). No más allá o después de su muerte, sino precisamente en la entrega interior total que le animó, llegó Jesús a la consumación, a la perfección. Jesús fue perfecto cuando ofreció a Dios incluso la vida, y mediante esta donación se convirtió en salvador universal y fue constituido sumo sacerdote por Dios (5,9-10). La parte central de la carta (7,1-10,18) no hará sino explicar estas afirmaciones centrales sobre Jesucristo.

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 555 s.


2.- 1S 15, 16-23

2-1.

Llevamos ya una semana con la lectura de los Libros de Samuel. Quizá estemos algo desconcertados. Esos textos evocan situaciones muy antiguas y muy diferentes de las nuestras. Si perseveramos meditando sobre esos textos, descubriremos que, por su rareza misma, nos invitan a no detenernos en sus detalles concretos -aunque no sea inútil conocer las explicaciones arqueológicas e históricas que los aclaran-. Lo esencial es descubrir sus profundas significaciones.

-La ambigüedad profunda de los comportamientos y de los principios morales.

En la época de Saúl regía un principio moral reconocido por todos los pueblos: terminada una guerra santa, el pueblo vencedor juraba el exterminio total del pueblo vencido.

Hombres, mujeres, niños y ganado. ¡Y esto era considerado como un homenaje a Dios, dador de la victoria!

Nos horrorizan tales principios; pero eso no impide que tales «hechos» hayan existido históricamente. De otra parte, lo que más nos sorprende es que Dios da la impresión de «seguir» esa costumbre de los hombres. Es como si El reconociera, a destiempo, la regla moral que la conciencia humana elaboró en un momento dado de su evolución.

-¿Por qué no obedeciste al Señor?

¡El profeta Samuel reprocha a Saúl el haber salvado a una parte de los enemigos! Quizá Saúl experimentó sentimientos de piedad. Quizá creyó rendir un mejor homenaje a Dios «ofreciendo el ganado del botín en sacrificio cultual» antes que destruirlo en un «anatema estéril».

-¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios tanto como en la obediencia a la palabra de Dios? Mejor es la obediencia que el sacrificio.

Lo que cuenta es hacer la «voluntad de Dios».

Obedecer es más importante que ofrecer un culto.

Esto es siempre actual. En la ambigüedad de las evoluciones morales -el bien y el mal están cada vez más mezclados-, es preciso ir a lo esencial: estar a la búsqueda constante de la voluntad de Dios.

Jesús repitió frases semejantes: «Es el amor lo que deseo y no el sacrificio». (Mateo 8, 13). Siguiendo a todos los profetas, Jesús insistió varias veces sobre la necesidad de «interiorizar» la ley y el culto.

¡Señor, si conociéramos más distinta y claramente cuál es tu voluntad! En mi vida actual, evoco los puntos de mi vida en que dudo de qué será lo mejor. Acepto, Señor, no ver claramente, no tener plena seguridad en mis comportamientos... Concédenos, Señor, continuar buscando.

-Porque han rechazado la palabra del Señor, El te rechaza para que no seas Rey.

Se esforzó en defenderse, invocando su «sinceridad», presentando sus «excusas». Eso pone en evidencia nuestra radical dependencia respecto a Dios. Cuando nos hemos esmerado en dilucidar cual es el mal menor, debemos, aun entonces, abandonarnos al juicio de Dios.

Humildad radical. No somos nosotros los que subjetivamente nos justificamos a nosotros mismos.

Señor, en la evolución actual, en la ambigüedad de las situaciones, quiero permanecer dependiendo de Ti.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 20 s.


2-2. /1S/15/01-23

Asistimos al drama de la reprobación de Saúl, aquel joven valiente y buen mozo, elegido de Dios y aclamado por el pueblo el primer «mesías», o sea, «ungido del Señor». ¿Cómo pudo fracasar? Tenemos dos versiones de la culpa que motivó su reprobación: una en el capitulo 13 y la segunda en el fragmento que hoy leemos. Pero las dos parecen insuficientes al lector moderno. De acuerdo con el capitulo 13 habría sido una falta ritual: haberse atrevido a ofrecer el holocausto sin esperar a que lo hiciera Samuel. Pero el mismo texto del relato, aun acusándole de desobediencia a las normas de Yahvé, menciona unas circunstancias que hacen más explicable su conducta: había esperado en vano siete días la llegada de Samuel, mientras el ejército se le dispersaba y los filisteos amenazaban atacar. Sin embargo, Samuel le dice que, por haber desobedecido, Yahvé va se ha buscado «un hombre a su gusto» que le sustituirá.

La segunda versión nos la ofrece este capitulo 15 y la atribuye a no haber cumplido estrictamente la ley del anatema propia de las guerras sagradas, de acuerdo con la cual había que exterminar a todos los hombres y ganado del bando vencido. También aquí hay atenuantes: Saúl había reservado las mejores reses, pero era para sacrificarlas a Yahvé en el santuario de Guilgal ¿Una infracción litúrgica y la poca rapidez en el exterminio de los enemigos pueden ser causa suficiente para perder el favor de Yahvé, de tal manera que ni reconociendo la culpa y pidiendo perdón (24-29) pueda Saúl recuperarlo? Se dijera más bien que los autores sagrados, ante el hecho histórico del final trágico de Saúl, sienten la necesidad de dejar muy claro que no se trata de un fracaso de Dios, sino del hombre. Por otra parte, como dice san Agustín: «Dios no nos abandona si no le abandonamos» (y podríamos añadir que muy a menudo incluso abandonándole él no nos deja, sino que nos persigue con su gracia para conseguir la conversión) y, por consiguiente, debió de mediar alguna infidelidad en Saúl, ya que Dios le retiró su favor. Los autores sagrados escudriñan los recuerdos históricos y hallan solamente esas dos infracciones, que a nuestro parecer no son graves, pero no podemos afirmar que no hubiera habido otras.

Mejor que querer averiguar cuál fue históricamente la falta de Saúl -cada hombre es un misterio-, el mensaje religioso y también histórico de este fragmento hay que buscarlo en otra dirección. Al escribir este relato, algunos siglos después de sucedidos los hechos, el conflicto entre Samuel y Saúl se había convertido en paradigma de la tensión entre monarcas y profetas que atraviesa toda la historia de los reyes, ya en lo que se refiere a Judá (Isaías delante de Acaz y Ezequías), como más aún en el reino del Norte (Elías y Acab, Amós y Jeroboán II). La historia del fracaso de Saúl recordará siempre a los reyes que Dios da la realeza y la quita cuando quiere, y que hay que obedecerle a él y a sus enviados, los profetas. En caso contrario, la liturgia oficial no es grata a Dios: "Obedecer vale más que un sacrificio" (22).

H. RAGUER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 666 s.


3.- Mc 2, 18-22

3-1.

Ver DOMINGO 08B


3-2.

Siguiendo la "lectura continua" del evangelio, según san Marcos, no olvidemos que estamos ante la predicación de san Pedro, de quien Marcos es como el secretario. Es importante leer este evangelio por sí mismo; olvidando momentáneamente los otros tres evangelios... Como conocemos mejor el evangelio según san Mateo, nos sentimos tentados de "proyectar" sohre una página de Marcos, otros detalles de la misma escena, que Mateo nos ha relatado.

La pasada semana vimos el comienzo de la predicación y de la acción de Jesús. Vimos que había escogido ya cinco discípulos y que impone silencio a los que le reconocen como Hijo de Dios.

Esta semana, en cada página, encontraremos a "Jesús y sus discípulos" que forman un grupo absolutamente solidario, frente a sus adversarios...

En lo que Pedro nos aporta, es capital recordar esto: Jesús como diríamos hoy contesta y es contestado...

-Los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban; vienen pues a Jesús y le dicen: ¿Por qué tus discípulos no ayunan, como los discípulos de Juan y los fariseos?"

La solidaridad es pues total.

Hemos visto, viernes último, que se hacía a los discípulos una pregunta sobre el comportamiento de Jesús: "¿Por qué habla así este hombre? ¡Basfema!" Hoy vemos a los mismos adversarios hacer a Jesús una pregunta sobre el comportamiento de sus discípulos: "¿Por qué tus discípulos no ayunan?" Todo el evangelio de san Pedro presentará este conflicto: sólo estamos en el segundo capítuIo, pero ya se está preparando el "complot" que conducirá a la Pasión.

"Jesús y sus discípulos"... también es la Iglesia que se prepara.

Jesús y sus discípulos forman un grupo que nos interpela... por su comportamiento no habitual. ¿Es esto verdad hoy?

-Jesús contesta: "¿Acaso pueden los invitados a la boda ayunar mientras está con ellos el esposo?"

El segundo conflicto que provoca el grupo -siendo el primero la "remisión de los pecados"- es pues una especie de alegría inusitada: gentes que no "ayunan", gentes que "comen y beben" normalmente en lugar de ayunar, ¡gentes con aire de fiesta! Hasta aquí, los piadosos, los espirituales, se distinguían siempre por su austeridad, sus sacrificios.

¡Pues, sí! Es realmente la fiesta, responde Jesús. Mis discípulos son "los invitados a una boda"... tienen al "esposo" con ellos... son gentes felices, alegres. Si estos adversarios hubieran estado disponibles, habrían comprendido la alusión: toda la Bihlia, que ellos creían conocer tan bien habla de Dios como de un Esposo que había hecho Alianza con la humanidad. He aquí llegado el tiempo de la nueva Alianza, he aquí llegado el tiempo de la Boda de Dios con el hombre, es pues el tiempo de la alegria. ¿Tengo yo el mismo espíritu? ¿Soy un discípulo de este hombre?

-Nadie remienda un vestido viejo con una pieza de tela nueva... Nadie echa vino nuevo en odres viejos... A vino "nuevo", odres "nuevos".

¡Pues, sí! Será preciso escoger.

O bien se queda uno con lo "viejo", los viejos usos, las viejas costumbres.

O bien uno entra en la "novedad", en la renovación, en la juventud. Jesús no teme afirmar, desde el comienzo, la novedad radical de su mensaje. El evangelio no es un "remiendo", ¡es "algo nuevo"! ¿Tengo yo este espíritu? ¿Soy un discípulo de este hombre?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 274 s.


3-3.

1. (año I) Hebreos 5,1-10

a) El autor de la carta está entrando en su tema central, el sacerdocio de Cristo, comparado con el del Templo.

¿Qué cualidades debe tener un buen sacerdote? Ante todo debe ser nombrado por Dios, no es él el que se arroga este honor. Jesús no pertenecía a una familia sacerdotal. Era «laico». El nunca se llamó a si mismo «Sumo Sacerdote». Pero la comunidad cristiana sí, porque a nadie más que a él había dicho Dios: «Tú eres mi Hijo. Tú eres Sacerdote eterno».

Además, un sacerdote debe estar muy unido a los hombres y saberles comprender, ya que los representa en la presencia de Dios. Un «pontífice» es el que hace de puente entre Dios y la humanidad.

Por lo que toca a la cercanía de Jesús a los hombres, hoy leemos uno de los pasajes más impresionantes que se refieren a la pasión de Jesús: «A gritos y lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte». Los evangelistas nos hablaban de la tristeza, del miedo, del pavor, del tedio, en la crisis de Jesús ante su muerte. Aquí se habla de gritos y lágrimas.

La carta añade un comentario sorprendente: «A pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer». Tenemos un sacerdote que ha experimentado el dolor, como nosotros. Hasta la muerte. No es que necesitase ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como les pasaba a los sacerdotes de Jerusalén. Pero quiso asumir la muerte y así se convirtió en salvador de todos, glorificado y proclamado Sumo Sacerdote.

El salmo no podía ser otro que el 109, el de las vísperas dominicales, «oráculo del Señor a mi señor». Sus afirmaciones: «tú eres sacerdote eterno, eres príncipe desde el día de tu nacimiento», la comunidad cristiana las aplicó desde el principio a Cristo Jesús.

b) Nosotros por una parte nos alegramos de tener un sacerdote así: que se ha entregado libremente por nosotros y ahora es el Mediador por el que tenemos puerta abierta a Dios. Un sacerdote que sabe lo que es sufrir, porque lo ha experimentado en su propia carne, hasta la muerte trágica de la cruz. Un sacerdote que se ha solidarizado con nuestra condición humana hasta lo más profundo. Eso nos da confianza en nuestro camino.

Por otra parte, cada uno de nosotros podríamos preguntarnos cuál es su propio estilo de ser mediador para con los demás, cómo intentamos colaborar con Cristo en la salvación del mundo. ¿Somos comprensivos como él? ¿aceptamos a los demás tal como son, también con sus defectos, para ayudarles en su camino? ¿estamos dispuestos hasta la renuncia y el dolor para poder hacer el bien a nuestro alrededor? ¿somos pontífices, o sea, hacemos de puente entre las personas y Dios? ¿adoptamos una actitud de condena o de comprensión y ayuda?

1. (año II) 1 Samuel 15,16-23

a) La figura de Saúl, el primer rey de Israel, es en verdad patética. Ni siquiera cuando triunfa militarmente, como es el caso de hoy, acierta. Desde luego, Samuel no le ha mirado nunca con buenos ojos y aquí le viene a anunciar que Dios le ha retirado su favor.

No entendemos bien el motivo por el que Samuel le recrimina tan duramente y por el que Dios le rechaza. Es verdad que Saúl no exterminó a los amalecitas -personas y posesiones-, sino que por debilidad o sencillamente porque no veía la necesidad de ser tan cruel, permitió que sus soldados tomaran parte del botín, presuntamente para ofrecerlo en sacrificio a Dios. A nosotros ahora no nos parece mala la conducta de Saúl, aplicando flexiblemente una ley tan sangrienta. Además expresó su arrepentimiento. No le valió.

Tal vez es una manera que tiene el autor del libro de interpretar la historia, dando una cierta justificación religiosa al fracaso de Saúl: no triunfó porque no actuó según la voluntad de Dios. Saúl no ha fracasado porque Dios le ha abandonado, sino porque primero él ha abandonado a Dios. Lo que debería considerarse como lección para los reyes siguientes.

La tesis que aquí se defiende es repetida muchas veces por los profetas: lo que vale ante Dios es la obediencia, el sacrificio interior y personal. y no la ofrenda de sacrificios materiales.

b) Saúl, con sus defectos -inseguridad, desconfianza, depresiones, debilidad- hubiera podido ser un mejor rey si alguien le hubiera ayudado.

Muchas personas que están a nuestro lado podrían tener un poco más de éxito en la vida si nosotros les tendiéramos una mano. Si no estuviéramos siempre prontos para criticarles, sino para comprenderles y ayudarles.

Es verdad que cada uno es responsable de sus actos. Si Saúl abandonó a Dios y no obedeció, inició un camino que sólo le podía llevar al desastre. Lo mismo nos pasa a nosotros. Pero siempre hay un factor que puede resultar decisivo: la ayuda fraterna.

También podemos aplicarnos la otra lección del profeta: somos verdaderos cristianos, no tanto cuando ofrecemos cosas concretas o realizamos actos externos -una oración, un ayuno, una donación- sino cuando vivimos conforme a la voluntad de Dios. Cuando no nos conformamos con ofrecerle algo externo a nosotros, sino nuestra propia existencia y la obediencia a su Palabra. Un acto concreto dura poco. La obediencia, veinticuatro horas al día.

Nos podemos aplicar la crítica del salmo de hoy: «No te reprocho tus sacrificios. ¿Por qué recitas mis preceptos, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?»

2. Marcos 2,18-22

a) Nos encontramos con un tercer motivo de enfrentamiento de Jesús con los fariseos: después del perdón de los pecados y la elección de un publicano, ahora murmuran porque los discípulos de Jesús no ayunan. Los argumentos suelen ser más bien flojos. Pero muestran la oposición creciente de sus enemigos.

Los judíos ayunaban dos veces por semana -los lunes y jueves- dando a esta práctica un tono de espera mesiánica. También el ayuno del Bautista y sus discípulos apuntaba a la preparación de la venida del Mestas. Ahora que ha llegado ya, Jesús les dice que no tiene sentido dar tanta importancia al ayuno.

Con unas comparaciones muy sencillas y profundas se retrata a si mismo:

- él es el Novio y por tanto, mientras esté el Novio, los discípulos están de fiesta; ya vendrá el tiempo de su ausencia, y entonces ayunarán; - él es la novedad: el paño viejo ya no sirve; los odres viejos estropean el vino nuevo.

Los judíos tienen que entender que han llegado los tiempos nuevos y adecuarse a ellos.

El vino nuevo es el evangelio de Jesús. Los odres viejos, las instituciones judías y sobre todo la mentalidad de algunos. La tradición -lo que se ha hecho siempre, los surcos que ya hemos marcado- es más cómoda. Pero los tiempos mesiánicos exigen la incomodidad del cambio y la novedad. Los odres nuevos son la mentalidad nueva, el corazón nuevo. Lo que les costó a Pedro y los apóstoles aceptar el vine nuevo, hasta que lograron liberarse de su formación anterior y aceptar la mentalidad de Cristo, rompiendo con los esquemas humanos heredados.

b) El ayuno sigue teniendo sentido en nuestra vida de seguidores de Cristo.

Tanto humana como cristianamente nos hace bien a todos el saber renunciar a algo y darlo a los demás, saber controlar nuestras apetencias y defendernos con libertad interior de las continuas urgencias del mundo al consumo de bienes que no suelen ser precisamente necesarios. Por ascética. Por penitencia. Por terapia purificadora. Y porque estamos en el tiempo en que la Iglesia «no ve» a su Esposo: estamos en el tiempo de su ausencia visible, en la espera de su manifestación final.

Ahora bien, este ayuno no es un «absoluto» en nuestra fe. Lo primario es la fiesta, la alegría, la gracia y la comunión. Lo prioritario es la Pascua, aunque también tengan sentido el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo como preparación e inauguración de la Pascua. También el amor supone muchas veces renuncia y ayuno. Pero este ayuno no debe disminuir el tono festivo, de alegría, de celebración nupcial de los cristianos con Cristo, el Novio.

El cristianismo es fiesta y comunión, en principio. Así como en el AT se presentaba con frecuencia a Yahvé como el Novio o el Esposo de Israel, ahora en el NT es Cristo quien se compara a si mismo con el Novio que ama a su Esposa, la Iglesia. Y eso provoca alegría, no tristeza.

«Cristo, con gritos.y lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte» (1ª lectura, I)

«A pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer» (1ª lectura, I)

«¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos, o quiere que obedezcan al Señor?» (1ªa lectura, II)

«Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios» (salmo, Il)

«Tus palabras, Señor, alegran el corazón» (aleluya)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 44-48


3-4.

Primera lectura: 1 de Samuel 15, 16-23
Obedecer vale más que un sacrificio. El Señor te rechaza hoy como rey.

Salmo responsorial: 49, 8-9. 16bc-17.21.23
Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

Evangelio: San Marcos 2, 18-22
El novio está con ellos.

Los discípulos de Juan y los fariseos se encuentran haciendo lo que ordena la Ley, pero los de Jesús están con él ocupados en asuntos más triviales: están desatendiendo a la ley del ayuno. Jesús va a decir en forma de parábola: mientras se está conociendo, por intermedio de sus palabras, la esencia de lo que es el Reino, lo demás puede esperar hasta cuando se tenga tiempo.

En la sociedad de aquel tiempo, tan rígida y embebida en los asuntos legales, no era bien visto que pudiera haber algo superior a la Ley. Y por ello, nada resultaba para ellos más lógico que el legalismo. Las leyes son un instrumento que la sociedad se da a sí misma para estructurarse, para sostenerse. Son un producto de la propia sociedad, reflejan sus intereses y necesidades. Pero pueden apoyar más unos intereses que otros. Pueden también ser el instrumento jurídico que justifique la injusticia en la sociedad...

Eso es lo que ocurría en la sociedad de Jesús, ése era el papel fundamental (un papel de fundamento) que de hecho jugaba la Ley en aquella sociedad. Por eso, Jesús cuestiona la Ley, no la acepta ciegamente; la critica, la somete a la medida de una ley superior: la voluntad de amor y misericordia de Dios. Algo puede ser "legal", con legalidad humana; pero para Jesús (y para nosotros), la legalidad de las leyes humanas no es la suprema legalidad; ésta nos viene de la ley del Dios de la Vida, la ley del Reino. Cuando Jesús cuestiona la ley conmueve a la sociedad; pero ése es, inevitablemente, el único camino posible para transformarla y curarla.

La parábola del remiendo y el vino nuevo pone de manifiesto la novedad del Reino, la capacidad de riesgo y creatividad que el Reino exige. Querer convertir la propuesta de Jesús en una "reforma" significa entrar en conflicto con Él. Los valores de convivencia que propone el Evangelio nunca podrán compatibilizarse con la injusticia. Quienes intentan darle otro significado quedan atrapados en la imposibilidad y el fracaso, y desvirtúan la novedad de Jesús, su "buena noticia", su evangelio. Con su testimonio Jesús demuestra que la vieja estructura debe ser cambiada de raíz, que el Reino no es una reforma de la ley, que no vino a poner algo nuevo sobre lo viejo. Lo más cierto es que todo debe ser nuevo entre nosotros sus seguidores.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Hb 5, 1-10: Cristo es el Sumo Sacerdote

Sal 109, 1-4

Mc 2, 18-22: El vino nuevo, en vasijas nuevas.

La carta a los hebreos tiene como tema fundamental el del sacerdocio. Razona y argumenta con unos esquemas de pensamiento muy alejados de los nuestros, sobre el sacerdocio de Jesús como un nuevo tipo de sacerdocio. El sacerdocio cristiano no es el sacerdocio del antiguo testamento o del común de las religiones. La misma palabra «sacerdote» es sin duda inadecuada para el uso normal que hacemos de ella, pues en todo el nuevo testamento está aplicada solamente a Jesús y a todo el pueblo de Dios (pueblo de sacerdotes), nunca a personas individuales dentro del pueblo de Dios. Jesús no fundó sacerdotes, sino apóstoles, enviados, seguidores... y dentro de esa comunidad es donde surgen los ministerios, los servicios a la misma comunidad. El sacerdocio mismo de Jesús fue distinto al sacerdocio típico de las religiones clásicas o del mismo nuevo testamento. De todo ello es de lo que nos va a hablar la carta a los hebreos, y sus reflexiones no son inútiles en estos tiempos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6.

Hebreos 5,1-10: Tuvo que aprender a obedecer

Salmo responsorial: 109, 1-7

Marcos 2,18-22: El vino nuevo en odres nuevos

La carta a los Hebreos nos habla hoy del sacerdocio de Jesucristo. Para nosotros, los cristianos, Él es el único sacerdote. Como mediador entre Dios y nosotros. Como quien nos obtiene la salvación definitiva, el perdón de nuestros pecados, la amistad con Dios, el que podamos estar delante de Dios como hijos delante de su padre, el que impulsa la fraternidad entre nosotros. Por una parte, el autor de Hebreos evoca el sacerdocio del AT para decirnos que aquel era un sacerdocio imperfecto, apenas una sombra, un anticipo de lo que sería el verdadero sacerdocio de Cristo. Por otra parte, el autor da a entender que nadie más es sacerdote como Jesucristo, que cualquier sacerdocio en la Iglesia no es más que participación, actualización y realización del único sacerdocio verdadero, el que ejerció Jesús con su perfecta obediencia a la voluntad de Dios, con sus sufrimientos por amor nuestro, con su constante intercesión por nosotros. De modo que en la Iglesia no hay un "poder" sacerdotal, una "clase" sacerdotal. Todos somos hermanos y quienes ejercen el ministerio de la Palabra y de los sacramentos, lo hacen como representantes de Jesucristo y a Él han de rendir estrecha cuenta de ese ministerio que han de ejercer como un servicio a sus hermanos. No hemos de callar otra realidad: todo el pueblo de Dios, el conjunto de los bautizados, la Iglesia, desde el mayor hasta el menor, ejercemos y actualizamos en el mundo el sacerdocio de Cristo. Lo hemos de hacer con nuestra vida, nuestro testimonio de amor, solidaridad, comprensión, acogida; ante los de adentro y ante los de afuera. El día de nuestro bautismo nos hicieron partícipes del sacerdocio real de Jesucristo.

El Evangelio nos recuerda que el ayuno era una práctica religiosa muy importante para los judíos del tiempo de Jesús, especialmente para los más piadosos y observantes: los fariseos y los discípulos de Juan Bautista. Por el ayuno se disponían a escuchar y meditar la Palabra de Dios, a ponerla en práctica. También se ejercitaban en el dominio de las pasiones, en el autocontrol, disponiéndose para la oración y la expiación de los pecados. Por eso se escandalizaban al ver que los discípulos de Jesús no ayunaban como ellos, y le reclamaban a Jesús el que no inculcara esta práctica a sus seguidores. Él les respondió con una imagen muy hermosa: su presencia en el mundo era como un tiempo de bodas, de fiesta nupcial. Él era el novio prometido, sus discípulos, los amigos del novio: estaban de fiesta y por eso no ayunaban; lo harían cuando les quitaran al novio, cuando lo hicieran morir los mismos que reclamaban por el ayuno. Esta actitud de Jesús implica la novedad del tiempo que él inaugura. Son los tiempos mesiánicos, el novio está con nosotros, resucitado de entre los muertos, nos ahorra las prácticas ascéticas, siempre y cuando estemos dispuestos a acoger su enseñanza y a comprometernos con ella. Dispuestos a hacer partícipes a todos de esta fiesta de bodas entre Dios y la humanidad, entre el cielo y la tierra.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-7. CLARETIANOS 2002

No todo tiene el mismo brillo en el Evangelio. Pero desde el momento en que lo realiza el Señor todo adquiere significación. Por ejemplo, el ayuno. Jesús ayunó.

Tanto humana como cristianamente nos hace bien a todos el ayunar, es decir, el saber renunciar a algo y darlo a los demás, el saber controlar nuestras apetencias y defendernos con libertad interior de las continuas urgencias del mundo al consumo de bienes que no suelen ser precisamente necesarios. Por ascética. Por penitencia. Por terapia purificadora. Y porque estamos en el tiempo en que "no vemos" al Esposo: estamos en el tiempo de su ausencia visible, en la espera de su manifestación final.

Ayunar no sería, pues, privarse de todo, sino usar moderación en todo, es decir, ser sobrios, no dejándose deslumbrar u ofuscar por la realidad del entorno. Supone un gran dominio de sí, de disciplina de ojos, de mente, del cuerpo y de la imaginación. La falta de sobriedad y una cierta ola de laxismo es una de las causas por la que se oscurecen y se debilitan las mejores iniciativas y decisiones de un cristiano.

La sobriedad es ciertamente una garantía de la capacidad de orar, y de gustar al Espíritu Santo. Fue en aquel momento de sobriedad extrema en que el Señor, a pesar de la tentación, experimentó singularmente la presencia de Dios su Padre en el corazón que le preparó acabadamente para la misión. No nos va a costar excesivamente llevar una vida sobria si hemos gustado algo las delicias del Señor.

Patricio García Barriuso cmf. (cmfcscolmenar@ctv.es)


3-8. CLARETIANOS 2003

Ayunos que liberan y amor que hace madurar

Ha aparecido un transgresor. Seguramente lo has oído muchas veces: “vino a salvar lo perdido” ¿Te lo crees?. Sus palabras, gestos y acciones fueron en contra de las normas que regulaban la vida del pueblo judío. Entró en acción un hombre subversivo que puso en peligro el orden social y r4eligioso establecido y garantizado por la ley de Moisés.

Lo dirigentes del Pueblo de Israel comenzaron a mirarlo mal y a barajar la posibilidad de descartarlo cuanto antes del juego de las relaciones humanas. Tanta no podía tener sitio en las mentes tan estrechas. Hay palabras que traen frescura, vida, aliento, novedad, gozo...y los hombres prefirieron las tinieblas, los “odres viejos”, lo de siempre. ¿Para qué cambiar? Así estamos bien. Cuanto menos nos compliquemos la vida mejor. No quisieron la liberación sino las ataduras de la ley (los valores viejos)

Miremos nuestra vida. ¿Qué provoca en nosotros las acciones de Jesús? ¿Hay algo en su vida y en sus enseñanzas que nos resulte molesto? ¿Qué nos falta para ser odres nuevos? ¿Nos exponemos a proseguir esa actuación nueva y desconcertante o nos replegamos sobre nosotros mismos, lo que ya está bien visto y establecido por la autoridad?

Salvador León (ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-9. 2001

COMENTARIO 1

v. 18 Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Fueron a pre­guntarle: «¿Por qué razón los discípulos de Juan y los fariseos discípulos ayu­nan, y, en cambio, tus discípulos no ayunan?»

Los discípulos del Bautista son aquellos que lo han tomado por maestro, sin aceptar su papel de precursor de Jesús ni, por tanto, el cam­bio de alianza anunciado por él (cf. 1,7s). Al ser éstos mencionados en primer lugar, se ve que también los fariseos practican el ayuno como expresión de arrepentimiento para obtener el perdón; lo que Juan había propuesto para una sola vez mediante el bautismo (1,4), los que se lla­man discípulos suyos lo perpetúan a lo largo de su vida. Este ayuno penitencial suponía un Dios irritado con los hombres, al que había que aplacar privándose de alimento / vida.

Hay quienes reprochan a Jesús que no imponga esa disciplina ascéti­ca a sus discípulos, que no siga las pautas de los círculos religiosos ju­díos ni se asimile a la tradición.



vv. 19-20 Les replicó Jesús: «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos? En tanto tienen al novio con ellos no pueden ayunar. Pero llegará un día en que les arrebaten al novio; entonces, aquel día, ayunarán».

Los discípulos de Jesús, por la adhesión a él, han borrado su pasado pecador y obtenido el Espíritu, el favor de Dios (2,5.10). Por eso afirma Jesús que no tienen motivo para el ayuno y la tristeza, sino que viven en ambiente de alegría (comparación con la boda). Niega así valor religioso a la ascética tradicional y, en particular, al ayuno, que se entiende sola­mente como expresión ocasional de tristeza y luto.

La formación del discípulo de Jesús no se hace en el marco de la anti­gua alianza, regulada por leyes y ritos, sino en el de la nueva, que es la alianza de Jesús (el novio / esposo, papel divino en el AT) (cf. 1,8; 14,24: «la alianza mía»; Jr 31,31). En consecuencia, la nueva comunidad no se cons­truye sobre una disciplina de normas, sino sobre la libertad en la amis­tad / adhesión a Jesús (los amigos del novio). Cuando llegue el momento de la tristeza, ayunarán; aquel día (en el AT, «el día de Yahvé», el de su inter­vención decisiva en la historia), que será el de la muerte de Jesús, sí será un día de luto.



vv. 21-22 «Nadie le cose una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado; si no, el remiendo tira del manto -lo nuevo de lo viejo - y deja un roto peor. Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; si no, el vino 'reventara' los odres y se pierden el vino y los odres; no, a vino nuevo, odres nuevos».

En los versículos finales se propone un principio más general: el hombre nuevo y la nueva comunidad universal no pueden encuadrarse en las estructuras religiosas y en las categorías culturales del judaísmo (manto pasado, odres viejos), por lo que éstas han caducado. El vino nuevo es símbolo del amor (Cant 1,2; 7,10; 8,2). Los dos ejemplos muestran que todo intento de armonizar lo nuevo con lo viejo, el mensaje de Jesús con las instituciones o categorías del pasado, está condenado al fracaso: no conseguiría más que estropear aún más lo antiguo y causar la ruina de lo nuevo.



COMENTARIO 2

La práctica religiosa tiene como finalidad manifestar la importancia que asume la presencia de Dios en la vida de los hombres que con él se relacionan. Sin embargo, junto a una relación adecuada pueden coexistir en ella elementos que conducen a la persona religiosa a egoísmos mayores que impiden dicha comunicación.

Estos egoísmos se manifiestan cuando, a causa de la práctica de la religiosidad, concebimos a Dios como aquel que viene a concedernos razón frente a los comportamientos y prácticas diversas de las nuestras que tienen nuestros semejantes.

Jesús nos exige el abandono de esta imagen de Dios, justificadora de los egoísmos particulares, y nos invita a su purificación colocándola en el marco de la misericordia divina que exige una amplia apertura de aceptación en la relación con nuestros semejantes. Sólo desde allí puede ser entendida correctamente nuestra relación con el Señor de todos.

Esta misericordia hace que nuestra religiosidad deba ser expresada por prácticas que se enraizan en motivaciones diferentes a las mencionadas. La nostalgia de Dios sólo puede tener una expresión adecuada por medio de una nostalgia que tiene su fundamento en el hecho de que los hermanos no puedan estar presentes en su fiesta.

El novio arrebatado de la fiesta es Jesús; pero es también todo hombre que, como él, ha sido arrancado de ella por el egoísmo de sus hermanos. El ayuno tiene, entonces, sentido desde la solidaridad con Jesús y con los crucificados de este mundo en que todavía no se puede manifestar plenamente la presencia del Dios de la misericordia y del perdón.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. 2002

Para Jesús la práctica del ayuno está ya superada. Intentar conciliar, por tanto, el sistema basado en la mortificación corporal y el que Jesús propugna, ci­mentado en la libertad, la igualdad y el amor, es como coser una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado. «A vino nuevo, cueros nuevos». El vino es el símbolo del amor que ya no se contiene en los viejos cueros de la ley antigua.

Dios, por lo demás, no necesita del ayuno humano para otorgar el perdón. Dios es, por esencia, perdón universal, amor, alegría y fiesta. Con ese Dios no hay lugar para la tristeza, el ayuno o el luto. Jesús, el hijo de Dios, es, además, el esposo del pueblo o comuni­dad cristiana que celebra con él una fiesta de bodas, sacramento de fecundidad y vida. La nueva comuni­dad es una comunidad de iguales y se basa en la amis­tad y no en la autoridad: los discípulos -los cristia­nos- son amigos -no súbditos- del novio Jesús. Ayunarán no dos veces a la semana (como los fariseos solían hacer, siendo así que sólo estaba mandado ha­cerlo un día al año, el día del Perdón), sino que lo harán un solo día: el día que maten al esposo, col­gándolo de la cruz. Ese día habrán de guardar luto, pero será un luto transitorio, pues Dios resucitará a Jesús al tercer día, inaugurando un modelo de comu­nidad donde no hay lugar para otro sacrificio que el amor sin medida; una comunidad que no tiene otra medida que la medida del amor. Pura alegría y gozo. Adiós a los ayunos rituales...

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. ACI DIGITAL 2003

20. Jesucristo es el Esposo que aspira a ganar el amor de todas y cada una de las almas (Mat. 9, 15: "Respondióles Jesús: "¿Pueden los hijos del esposo afligirse mientras el esposo está con ellos? Pero vendrán días en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán"; Juan 3, 29: "El que tiene la esposa, es el esposo. El amigo del esposo, que está a su lado y le oye, experimenta una gran alegría con la voz del esposo. Esta alegría, que es la mía, está, pues, cumplida"; II Cor. 11, 2: "Porque mi celo por vosotros es celo de Dios, como que a un solo esposo os he desposado, para presentaros cual casta virgen a Cristo").

22. El Evangelio, al que San Agustín llama vino, tiene una inmensa fuerza espiritual y rompe los moldes que quieren someter a nuestra pobre razón los misterios del insondable amor de Dios (II Cor. 10, 5). Cf. Mat. 9, 16 ss.


3-12. ACI DIGITAL 2003

20. Jesucristo es el Esposo que aspira a ganar el amor de todas y cada una de las almas. Léase en II Cor. 11, 2 y nota: "Porque mi celo por vosotros es celo de Dios, como que a un solo esposo os he desposado, para presentaros cual casta virgen a Cristo. A un solo Esposo: es decir, no os busco para mí, sino para El. Bellísima expresión de fidelidad que hallamos también en boca del Bautista, cuando declara que no es el Esposo, sino simple amigo de Este (Juan 3, 28 - 30). Vemos también aquí, como en el Cantar de los Cantares, que no sólo la Iglesia en su conjunto (Ef. 5, 27 ss.; Apoc. 19, 6 ss.), sino también cada alma es personalmente la esposa de Cristo. Cf. 17, 14; I Cor. 11, 3.

22. El Evangelio, al que San Agustín llama vino, tiene una inmensa fuerza espiritual y rompe los moldes que quieren someter a nuestra pobre razón los misterios del insondable amor de Dios (II Cor. 10, 5). Cf. Mat. 9, 16 ss.


3-13. DOMINICOS 2004

A vino nuevo, odres nuevos

Persona, dignidad y solidaridad. Tres palabras de pensamiento personalista.
Amor, misericordia y servicio. Tres palabras de humanidad y gracia.
Apostolado de la misericordia, diaconía de la caridad. Dos versiones del Amor.

Me complace detener hoy la mirada del corazón sobre ese pequeño diccionario de ideas grandes. El mundo anda necesitado de ellas y de sus aplicaciones, pues sangra por todas partes.

Sangra en las personas, familias y pueblos que a veces parecen sernos desconocidos en su marginación, deprimidos en su dignificación, olvidados en su evangelización salvadora.

Por reacción frente a esos males, oremos y comprometámonos a fomentar y propiciar modos de vivir en comunión. Comunión que sea compartir la mesa de pan, justicia, trabajo, libertad; y comunión de fe en Cristo, Dios encarnado. Él nos llama a todos a formar unidad de familia en calidad de ‘hijos de Dios’ en el seno de una ‘Iglesia de hermanos’.

Hagámoslo participando de la Palabra y de la Eucaristía.


La luz de la Palabra de Dios
Primer libro de Samuel 15, 16-23:
“En aquellos días, Samuel dijo a Saúl: déjame que te cuente lo que el señor me ha dicho esta noche. Dímelo, respondió Saúl.

Samuel dijo: aunque te creías pequeño, eres la cabeza de las tribus de Israel, porque el Señor te ha nombrado rey de Israel. El Señor te envió a la campaña contra los amalecitas... ¿Por qué no has obedecido? ¿Y por qué has echado mano de los despojos, haciendo lo que el Señor reprueba?

Saúl replicó: ¡Pero si he obedecido al Señor!... Si la tropa tomó del botín ovejas y vacas..., y lo hizo para ofrecérselas al Señor...

Samuel contestó: ¿es que el Señor quiere sacrificios y holocaustos? ¿No quiere más bien que se le obedezca? Obedecer vale más que un sacrificio...

Y Samuel no volvió a ver a Saúl hasta el día de su muerte, pero se lamentaba por Saúl de que Yhavé se hubiera arrepentido de haberle hecho rey”

Evangelio según san Marcos 2, 18-22:
“En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno [y los de Jesús no], se acercaron algunos y preguntaron a Jesús:... Los discípulos tuyos ¿por qué no ayunan?

Él les contestó: ¿es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará el día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán...”


Reflexión para este día
Obedecer vale más que un sacrificio.
Ése es un pensamiento digno de comentario: más vale obedecer que ofrecer sacrificios.

Así discierne el venerable Samuel cuando busca clarificación sobre las preferencias de Dios respectos de nuestras ofrendas materiales y de las ofrendas del corazón.

Los sacrificios han sido siempre pieza clave en el culto y ofrendas de todas las religiones a sus dioses. Pero a Yhavé ya no le agradan. Prefiere un corazón contrito y humillado, un espíritu dócil, obediente, fiel.

Sea esta también nuestra preferencia ante Dios: vida más bien que palabras, obediencia más bien que sacrificios, compromiso de amor y servicio más que ritos oficiales, - sinceridad y fidelidad más que apariencias de bondad..

Oración ecuménica
en el octavario por la unidad:
Señor, te pedimos, amor entre todos los que profesamos una misma fe en ti.

Inúndanos con tu gracia para que, perdonándonos mutuamente, te reconozcamos como al Maestro de la Verdad. Amén.


3-14. 2004 Servicio Bíblico Latinoamericano

Jesús no impuso a sus discípulos prácticas ascéticas tan extremas como la del ayuno. Él prefería fomentar actitudes de servicio y solidaridad entre ellos y frente a los demás. Ante el reproche de los discípulos de Juan y de los fariseos por no hacer ayunar a sus discípulos, el Señor revela sus profundas motivaciones: ha llegado un tiempo completamente nuevo, el de las bodas mesiánicas entre Dios y su pueblo, son tiempos de fiesta, de alegría, de vino nuevo y de pan en abundancia.

Como una nota dolorosa en este mensaje de alegría, está la advertencia de Jesús: los amigos del novio ayunarán cuando el novio les sea arrebatado, cuando los poderosos del mundo lo aprisionen, lo torturen y lo maten. Ese será el ayuno de los suyos, no tenerlo consigo.

El ayuno es una práctica muy extendida. Lo recomiendan o lo imponen casi todas las religiones, muchos movimientos de superación y de desarrollo personal. Hasta los médicos nos mandan ayunar en determinadas circunstancias.

Jesús en cambio nos enseñó a ayunar de lo caduco, de lo viejo, lo destinado a la muerte y la nada, es decir a ayunar de la soberbia, la codicia, el egoísmo, el odio y la venganza. Nos enseñó a privarnos siempre de todo lo que vaya en contra de la fraternidad y la solidaridad.

Nos enseñó a vivir siempre de fiesta porque siempre somos amados por Dios y siempre estamos invitados a amarnos entre nosotros. Por eso en la Iglesia la práctica del ayuno se restringe a algunos momentos de celebración penitencial, puede ser reemplazada por prácticas de ayuda mutua y de servicio, y de ella están dispensados todos aquellos que por su condición no pueden ayunar: los pobres, los enfermos, los niños, los ancianos, los trabajadores.


3-15. Reflexión

Los fariseos se preguntaban por qué los discípulos de Jesús no se ajustaban al “ritualismo” que daba de alguna manera el signo de autenticidad con respecto al maestro (Incluidos los del Bautista). La respuesta de Jesús es simple: Por que de ahora en adelante el cristianismo, es decir el seguidores de Cristo, no se distinguirá por sus prácticas religiosas (las cuales son importantes para crecer y desarrollarse como lo es la misa y aun las prácticas acéticas), sino por un estilo de vida centrado en el Maestro, y dirigido por la fuerza del Espíritu Santo (vino nuevo del NT). Con esto no destruye el odre y el vino antiguo del AT (que es bueno) sino que va más adelante: para ser mi discípulo, diría Jesús en otras palabras, no basta ayunar y cumplir con las prácticas religiosas (ritualismo), sino dejarse conducir por el poder y el amor del Espíritu. ¿Que tipo de odre eres y cual es el vino que llevas? ¿Vas a Misa por encontrarte con Jesús, movido por el Espíritu, o “cumples” simplemente con el rito dominical? Esto define de quién eres seguidor.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-16. Discípulos de Juan no ayunan

Fuente: Catholic.net
Autor: Óscar Pérez Lomán

Reflexión:

Cristo nos llama a la alegría. A una alegría profunda, nacida desde la paz del alma. Él nos lo dijo claramente: “¿Cómo pueden ayunar los invitados a la boda mientras están con el esposo?” Si realmente Jesucristo habita en nuestra alma a través de la gracia, ¿Cómo podemos mantenernos tristes o acongojados?

Él vive en nuestra alma. Y aquí se nos presenta uno de los misterios más hermosos de nuestra fe: Dios vive realmente en medio de nosotros en la Eucaristía y dentro de nosotros por la gracia. Por lo tanto, fuera las angustias, porque Dios es paz; fuera el desaliento, porque Dios es esperanza; fuera la desazón, porque Dios es consuelo. Habrá dificultades, sí, y muy fuertes, pero cuando Él vive en nosotros nunca se pierde la paz interior del alma. Aunque la sensibilidad sufra.

Jesús nos conoce y sabe que vendrán días en que posiblemente le dejemos por el pecado. Por eso nos dice qué hacer. Nos aconseja el ayuno, es decir, la abnegación. Pero no quiere que suframos porque sí. El sacrificio es sólo un medio para llegar al Fin. Un medio de purificación para llegar a Dios, para volver a recuperar al divino Huésped de nuestra alma, que es la Paz y la Felicidad.

El fin es maravilloso; el camino, claro. ¿Qué esperamos para recorrerlo?


3-17.

Comentario: Rev. D. Joaquim Villanueva i Poll (Girona, España)

«¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?»

Hoy comprobamos cómo los judíos, además del ayuno prescrito para el Día de la Expiación (cf. Lev 16,29-34) observaban muchos otros ayunos, tanto públicos como privados. Eran expresión de duelo, de penitencia, de purificación, de preparación para una fiesta o una misión, de petición de gracia a Dios, etc. Los judíos piadosos apreciaban el ayuno como un acto propio de la virtud de la religión y muy grato a Dios: el que ayuna se dirige a Dios en actitud de humildad, le pide perdón privándose de aquellas cosas que, satisfaciéndole, le hubieran apartado de Él.

Que Jesús no inculque esta práctica a sus discípulos y a los que le escuchan, sorprende a los discípulos de Juan y a los fariseos. Piensan que es una omisión importante en sus enseñanzas. Y Jesús les da una razón fundamental: «¿Acaso pueden los amigos del esposo ayunar mientras está con ellos el esposo?» (Mc 2,19). El esposo, según la expresión de los profetas de Israel, indica al mismo Dios, y es manifestación del amor divino hacia los hombres (Israel es la esposa, no siempre fiel, objeto del amor fiel del esposo, Yahvé). Es decir, Jesús se equipara a Yahvé. Está aquí declarando su divinidad: llama a sus discípulos «los amigos del esposo», los que están con Él, y así no necesitan ayunar porque no están separados de Él.

La Iglesia ha permanecido fiel a esta enseñanza que, viniendo de los profetas e incluso siendo una práctica natural y espontánea en muchas religiones, Jesucristo la confirma y le da un sentido nuevo: ayuna en el desierto como preparación a su vida pública, nos dice que la oración se fortalece con el ayuno, etc.

Entre los que escuchaban al Señor, la mayoría serían pobres y sabrían de remiendos en vestidos; habría vendimiadores que sabrían lo que ocurre cuando el vino nuevo se echa en odres viejos. Les recuerda Jesús que han de recibir su mensaje con espíritu nuevo, que rompa el conformismo y la rutina de las almas avejentadas, que lo que Él propone no es una interpretación más de la Ley, sino una vida nueva.


3-18.Jesús deja ver el verdadero sentido del ayuno. No vale ayunar por ayunar, para que otras personas lo noten, o para cumplir con un ritual. Se necesita de un real motivo para hacerlo. Jesús dice que cuando el novio les sea quitado, los discípulos tendrán un buen motivo para ayunar. Igual podemos decir de nosotros el día de hoy. Mientras estamos con el novio no hay necesidad de ayunar. Sin embargo, llegaran momentos en que estemos separados de él, en los que una situación adversa entrará en nuestra vida y nos alejará del novio. Esos son los momentos para volvernos a él por medio de la oración y el ayuno. El ayuno es ese remojo que necesita el remiendo para poder reconstruir el pasado y volver como nuevos a estar con el novio.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-19.

Reflexión

Los discípulos de Cristo no se distinguían por sus prácticas religiosas (las cuales son importantes para crecer y desarrollarse), sino por un estilo de vida centrado en el Maestro, y dirigido por la fuerza del Espíritu Santo (vino nuevo del NT)

Con esto no destruye el odre y el vino antiguo del AT (que es bueno) sino que va más adelante: para ser mi discípulo, diría Jesús en otras palabras, no basta ayunar y cumplir con las prácticas religiosas (ritualismo), sino dejarse conducir por el poder y el amor del Espíritu.

Reflexionemos ¿Que tipo de odre somos y cual es el vino que llevamos?


3-20.

LECTURAS: 1SAM 15, 16-23; SAL 49; MC 2, 18-22

1Sam. 15, 16-23. El pecado de Saúl, tal vez demasiado grave, pero que ha sido puesto como una gran oscuridad para que resplandezca con una gran luminosidad la estrella de David. Es necesario que David crezca y que Saúl venga a menos. En la Lectura de este día se nos quiere hacer conciencia de la necesidad de ser obedientes, en todo, a la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros. Y también se nos indica que, cuando uno cometa pecado, que sepa arrepentirse de él y pedir a Dios perdón, pues Dios es rico en misericordia. Quien se obstine en su mal camino, quien quiera justificar su maldad y no reconocerla como tal, será rechazado por Dios. Al Señor no se le olvida de que somos barro, inclinados a la maldad desde nuestra adolescencia; Él sabe que hasta el justo peca siete veces al día. Por eso Él nos envió a su propio Hijo que, hecho uno de nosotros, se ha convertido en nuestra reconciliación y en nuestra salvación. Quienes unimos a Él nuestra vida somos objeto de la misericordia Divina y de la presencia de su Espíritu en nosotros, para que en adelante ya no seamos dominados por la maldad, sino que vivamos en la libertad de hijos de Dios, ya no dirigidos hacia el rechazo Divino, sino hacia el ser reconocidos por Él como hijos suyos.

Sal. 49. Convocados a juicio ante Dios, ¿quién podrá abrir la boca para defenderse o justificarse? Ante Él está nuestra vida desnuda; nada queda oculto ante sus ojos. Por eso, mientras aún es tiempo, sepamos deponer nuestro orgullo ante Él. Teniendo como punto de referencia el amor que el Padre Dios nos ha manifestado en Cristo, juzguemos nuestra vida y sepamos rectificar nuestros caminos. Acerquémonos con humildad al Señor y pidámosle que tenga misericordia de nosotros; pidámosle perdón y el Señor tendrá compasión de nosotros. Pero, recibido el perdón, a nosotros corresponde en adelante serle fieles al Señor. Sabiendo que somos frágiles, inclinados más hacia el mal que hacia el bien, con humildad pidámosle al Señor que nos renueve y que nos dé la fuerza de su Espíritu Santo, pues sólo así podremos vivir y caminar como hijos suyos, manteniéndonos fieles hasta el final de nuestra vida.

Mc. 2, 18-22. La vida de fe en Jesucristo y en su Evangelio no es una vida de remiendos, sino una auténtica renovación total de la persona. El verdadero cristiano no puede llamarse tal mientras su vida no tome un nuevo, caminando en la verdad del Evangelio, viviendo el amor hasta sus últimas consecuencias. Quien se conforme con ayunos, con oraciones o con algunas otras expresiones esporádicas de fe y piense que con practicarlas ya ha cumplido con lo que se le exige a un hombre de fe auténtica, está equivocado. Cristo ha venido a destruir nuestros pecados y a renovar totalmente nuestra vida para que, viviendo en comunión de vida con Él, tengamos la alegría de sentirnos amados, hijos de Dios llenos de gozo y de paz interior. Quien sólo vive su fe como un parche en su existencia seguirá siendo esclavo del pecado y tratará de remendar, tal vez incluso de un modo enfermizo y masoquista, aquello que sólo Dios ha venido a perdonar y a restaurar. Aprendamos a vivir, con el máximo compromiso, nuestra fe en Cristo.

Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre por obra del Espíritu Santo, en el seno de María, Virgen, no vino con un cuerpo aparente, sino real. Él asumió toda nuestra naturaleza, haciéndose uno de nosotros para redimirnos del pecado y de la muerte. Él nos tomó en serio, y nos amó hasta el extremo dando su vida por nosotros. Esta prueba de su amor es lo que celebramos al reunirnos en torno a Él en esta Eucaristía, Memorial de su Pascua. Así vemos el amor de Dios no como un pequeño remiendo que se ofrece ante el pecado del hombre, sino como una vestidura nueva. Efectivamente, quienes creemos en Cristo, estamos llamados a revestirnos de Él, pues el proyecto del Padre Dios sobre nosotros es que seamos conforme a la imagen de su propio Hijo.

Por eso el hombre de fe auténtica no se conforma con ofrecerle culto a Dios; aun cuando es muy loable el que oremos a Dios, y mucho más lo es cuando oramos en común, y más todavía cuando lo hacemos mediante la celebración Eucarística, el Señor nos pide, antes que nada, que seamos fieles a su voluntad sobre nosotros. Puede vivir engañado quien piense que por acudir a las celebraciones litúrgicas se ha hecho propicio a Dios; y vive engañado si no sabe ser fiel a Dios que, al renovar nuestra vida en Cristo, nos quiere como personas que vivan el amor fraterno, que trabajen por la paz, que se preocupen de dar solución a las injusticias sociales. Mientras no vivamos totalmente comprometidos con nuestra fe en la vida diaria, todo lo que hagamos, en cuanto a prácticas religiosas, no será en nosotros sino sólo un remiendo, que nos deja más lejos que cerca de Dios por no vivir la cercanía con el prójimo. Efectivamente, quien dice amar a Dios a quien no ve, y desprecia a su prójimo a quien sí ve, es un mentiroso.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir con toda fidelidad nuestro ser de hijos de Dios, de tal forma que tanto en el templo, como en nuestras actividades diarias, nos manifestemos como hijos suyos dándole un nuevo rumbo a la historia. Amén.

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3-21. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

El conflicto, cuando no la bronca, está a la orden del día, a gran escala y a pequeña escala; y lo está en infinidad de órdenes: étnico, político, social, laboral, familiar, religioso... Un aviso nada desdeñable que se nos da es el siguiente: no confundamos el conflicto con la violencia. Y se añade una indicación saludable: podemos abordar creativamente ese tipo de antagonismo. En concreto, se nos ofrecen reflexiones para la mediación. Ésta, la de mediación, es una categoría que está cobrando notable importancia en las ciencias humanas. Os remito a un libro que la expone con detenimiento: A La mediación: un reto para el futuro. "ctualización y prospectiva". Está escrito por Juan José Sarrado Soldevila y Marta Ferrer Ventura, y lo ha publicado la editorial Desclée de Brouwer (Bilbao, 2003).

Lo dicho viene a propósito del evangelio de Marcos, en el que el conflicto emerge desde los comienzos y arrecia según avanza el relato, como veremos esta semana. El choque ya se apuntaba en los dos episodios anteriores: el perdón-curación del paralítico y la comida con pecadores. Y vamos a continuar con él, hasta el punto de que en el quinto episodio indica el narrador: "los fariseos se confabularon con los herodianos para planear el modo de acabar con él" (Mc 3,6). Esta anotación refleja que el conflicto ha cobrado un sesgo muy peligroso y que deriva hacia la violencia más cruda. No se producirá ésta en un estallido momentáneo e incontrolado, sino que seguirá todo un proceso que desemboca en la muerte de Jesús.

Marcos va graduando la presentación: en el caso del paralítico, los maestros de la ley no formulan ninguna declaración en voz alta; sólo piensan para sus adentros que las palabras con que Jesús ofrece al paralítico el perdón de los pecados son una blasfemia. Pero Jesús desembosca sus pensamientos. Luego, cuando los maestros de la ley lo ven sentarse a la mesa con publicanos y pecadores, interrogan a los discípulos de Jesús; él oye la pregunta y responde. En el episodio de hoy y de mañana, los fariseos abordan ya directamente a Jesús en persona.

Lo que nos importa es contemplar cómo se conduce Jesús. Advertimos que a lo largo de estas historias intenta explicar las buenas razones que lo asisten para actuar como lo hace. A través de esas razones podemos ir penetrando en la comprensión que tiene de sí y de su misión. Si antes nos había dicho que es el Hijo del hombre (Mc 2,10) y el médico que cura a los enfermos (2, 17), ahora nos revela que es el novio o esposo que trae la alegría a los invitados a la boda. Tiempo vendrá en que ayunen. Ahora irrumpe la salvación, cuyos armónicos son el gozo y la abundancia. Por una feliz asociación de imágenes, aparecen dos armónicos más: el traje nuevo de la fiesta y los odres nuevos en que sigue borboteando el vino joven y fuerte. Con Jesús irrumpe la novedad. La propia gente lo ha advertido: ¿Qué es esto? "Una doctrina nueva llena de autoridad" (1,27). Evocamos las palabras de san Ireneo que decía: omnem novitatem secum attulit semetipsum afferens ("al traerse a sí mismo trajo toda novedad").

Vuestro amigo
Pablo Largo
(pldomizgil@hotmail.com)


3-22. ARCHIMADRID 2004

EL PEOR ROTO.

Hace ya unos años, en esta misma semana de oración por la unidad de los cristianos, me tocó acompañar a un Pastor protestante hasta su casa. Por el camino hablamos de ecumenismo, cómo llevar a la plena comunión a las distintas Iglesias. Su respuesta fue bien clara y contundente: “Si queremos entendernos un día, yo tendré que intentar ser el mejor y más coherente protestante y tú el mejor y más coherente católico.”

Muchas veces se ha presentado el ecumenismo como una especie de pastiche de religiones para buscar “puntos comunes” que no molesten a nadie, a fin de cuentas “vino nuevo en odres viejos” y, al final, ni vino, ni odres, ni fe, ni Cristo, ni Iglesia, ni nada de nada. Podremos decir como Saúl (incluso con cierto tonillo de indignación): “¡Pero si he obedecido al Señor!”, si he renunciado a ciertas partes de la fe, si no he tenido en cuenta algunos aspectos de la moral, si he rebajado mi vida de hijo de Dios ha sido para “ofrecérselo en sacrificio al Señor, tu Dios”, para que no me tomasen por intolerante, para que les agradase más el seguimiento- aunque sea de lejos- de Cristo, para que a los demás les fuese más fácil seguir el evangelio (o por lo menos algunos trozos), para…(ponga aquí todas las excusas que se le ocurran). A Saúl le costó la corona, a muchos les ha costado la fe, queriendo remendar un roto han dejado “un roto peor”.

¿Cómo vas a trabajar hoy por la unidad de las Iglesias?. Procurando ser “el mejor y más coherente católico”, viviendo intensamente la fe que has recibido en el bautismo y sintiéndote íntimamente unido a tu madre la Iglesia, sin falsedades.

¿Quién no tiene hoy un teléfono móvil? (No he preguntado a quién le hace realmente falta que sería muy distinto). Pues bien, hace unos años, cuando no eran tan frecuentes y las llamadas eran caras, un hombre se paseaba por la estación de Santa Justa, arriba y abajo, hablando por su teléfono celular y alardeando con su pose de su preciada posesión. La conversación- paseo arriba, paseo abajo- duraba ya más de tres cuartos de hora cuando en el andén una mujer sufre un infarto. En seguida alguien reaccionó y se acercó al hombre del móvil en ristre para que llamase a una ambulancia. Cuál no sería la sorpresa de todos al descubrir que el teléfono que llevaba en la mano era de juguete y que era incapaz de comunicase con nadie. Vanidad de vanidades. Si quieres hacer algo por la unión de las iglesias no alardees de ecuménico, que seguramente se quede en nada, en un teléfono de juguete, siéntete orgulloso de tu fe, vívela con pasión, con fidelidad, reza más, entrégate más, ama más, únete más a María tu madre y madre de todos, que te vean alegre, generoso, optimista, que no haces “teologías en el aire” sino que vives lo que has aprendido en la Iglesia, con dificultades y con luchas, pero con la felicidad de la fidelidad. Entonces estarás haciendo algo realmente efectivo para la unión de todos los que creemos en Cristo.


3-23.

Comentario: Rev. D. Joaquim Villanueva i Poll (Girona, España)

«¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?»

Hoy comprobamos cómo los judíos, además del ayuno prescrito para el Día de la Expiación (cf. Lev 16,29-34) observaban muchos otros ayunos, tanto públicos como privados. Eran expresión de duelo, de penitencia, de purificación, de preparación para una fiesta o una misión, de petición de gracia a Dios, etc. Los judíos piadosos apreciaban el ayuno como un acto propio de la virtud de la religión y muy grato a Dios: el que ayuna se dirige a Dios en actitud de humildad, le pide perdón privándose de aquellas cosas que, satisfaciéndole, le hubieran apartado de Él.

Que Jesús no inculque esta práctica a sus discípulos y a los que le escuchan, sorprende a los discípulos de Juan y a los fariseos. Piensan que es una omisión importante en sus enseñanzas. Y Jesús les da una razón fundamental: «¿Acaso pueden los amigos del esposo ayunar mientras está con ellos el esposo?» (Mc 2,19). El esposo, según la expresión de los profetas de Israel, indica al mismo Dios, y es manifestación del amor divino hacia los hombres (Israel es la esposa, no siempre fiel, objeto del amor fiel del esposo, Yahvé). Es decir, Jesús se equipara a Yahvé. Está aquí declarando su divinidad: llama a sus discípulos «los amigos del esposo», los que están con Él, y así no necesitan ayunar porque no están separados de Él.

La Iglesia ha permanecido fiel a esta enseñanza que, viniendo de los profetas e incluso siendo una práctica natural y espontánea en muchas religiones, Jesucristo la confirma y le da un sentido nuevo: ayuna en el desierto como preparación a su vida pública, nos dice que la oración se fortalece con el ayuno, etc.

Entre los que escuchaban al Señor, la mayoría serían pobres y sabrían de remiendos en vestidos; habría vendimiadores que sabrían lo que ocurre cuando el vino nuevo se echa en odres viejos. Les recuerda Jesús que han de recibir su mensaje con espíritu nuevo, que rompa el conformismo y la rutina de las almas avejentadas, que lo que Él propone no es una interpretación más de la Ley, sino una vida nueva.


3-24.

Reflexión:

Heb. 5, 1-10. El Hijo de Dios se hizo uno de nosotros; por eso Él puede compadecerse de nosotros. Y aun cuando en Él no hay pecado, se hizo pecado por nosotros, cargó con nuestras miserias y nos redimió mediante la oblación de su propio cuerpo. Nosotros estamos llamados a convertirnos en una continua alabanza del Nombre de Dios. Nuestra vida debe ser una oblación pura en su presencia, procurando colaborar, así, en la Redención, en la salvación de nuestros hermanos, uniendo nuestra entrega al Sacrificio Redentor de Cristo. Sin embargo no podemos sentirnos superiores a los demás, pues no vivimos separados del mundo como una casta de puros, de limpios, de santos que tienen miedo de ser contaminados por los pecadores. Somos pecadores; y si el Señor ha sido misericordioso para con nosotros y nos ha perdonado en Cristo Jesús, así debemos ser nosotros, comprensivos y capaces de esforzarnos para que a todos llegue el perdón, la vida y la salvación que proceden de Dios.

Sal. 110 (109). Jesús es sacerdote para siempre. Él se ha convertido en el puente de unión entre Dios y nosotros. Sólo mediante Él podemos acercarnos a Dios y vivir como hijos suyos. Mediante el único sacrificio de Cristo recibimos el perdón de nuestros pecados y nuestro enemigo, el Diablo, ha sido vencido para siempre. Sólo cuando nos reconocemos pecadores y nos arrepentimos de nuestros malos caminos podemos encontrar en Dios la misericordia y la vida eterna, pues Él jamás nos ha abandonado. Él no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Por eso jamás hemos de desconfiar de Él, por muy grandes que sean nuestros pecados, pues Dios envió a su Hijo al mundo, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Unidos a Cristo; hechos uno con Él no vivamos ya para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó.

Mc. 2, 18-22. La vida de fe en Jesucristo y en su Evangelio no es una vida de remiendos, sino una renovación completa de la persona. El verdadero cristiano no puede llamarse tal mientras su vida no tome un nuevo rumbo, caminando en la verdad del Evangelio, viviendo el amor hasta sus últimas consecuencias. Aquel que se conforme con ayunos, con oraciones o con algunas otras expresiones esporádicas de culto a Dios y piense que con eso ya ha cumplido con lo que se le exige a un hombre de fe auténtica, está equivocado. Cristo ha venido a destruir nuestros pecados y a renovarnos totalmente para que, viviendo en comunión de vida con Él, tengamos la alegría de sentirnos amados, hijos de Dios, llenos de gozo y de paz interior. El que sólo viva su fe como un parche en su existencia, seguirá siendo esclavo del pecado y tratará de remendar, tal vez incluso de un modo enfermizo y masoquista, aquello que sólo Dios ha venido a perdonar y a restaurar. Aprendamos a vivir, con el máximo compromiso, nuestra fe en Cristo.

Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de María Virgen, no vino con un cuerpo aparente, sino real. Él asumió toda nuestra naturaleza, haciéndose uno de nosotros para redimirnos del pecado y de la muerte. Él nos tomó en serio, y nos amó hasta el extremo dando su vida por nosotros. Esta prueba de su amor es lo que celebramos al reunirnos en torno a Él en esta Eucaristía, Memorial de su Pascua. Así vemos el amor de Dios no como un pequeño remiendo que se ofrece ante el pecado del hombre, sino como una vestidura nueva. Efectivamente, quienes creemos en Cristo, estamos llamados a revestirnos de Él, pues el proyecto del Padre Dios sobre nosotros es que seamos conforme a la imagen de su propio Hijo, convirtiéndonos, así, en una continua ofrenda agradable al Padre por nuestra fidelidad, en todo, a su voluntad amorosa y salvadora sobre nosotros.

Por eso el hombre de fe auténtica no se conforma con ofrecerle culto a Dios; aun cuando es muy loable el que oremos a Dios, y mucho más lo es cuando oramos en común, y más todavía cuando lo hacemos mediante la celebración Eucarística, el Señor nos pide, antes que nada, que le seamos fieles en todo. Puede vivir engañado aquel que piense que por acudir a las celebraciones litúrgicas se ha hecho propicio a Dios; y vive engañado si no sabe ser fiel a Dios que, al renovar nuestra vida en Cristo, nos quiere como personas que vivan el amor fraterno, que trabajen por la paz, que se preocupen de dar solución a las injusticias sociales. Mientras no vivamos totalmente comprometidos con nuestra fe en la vida diaria, todo lo que hagamos, en cuanto a prácticas religiosas, no será en nosotros sino sólo un remiendo, que nos deja más lejos que cerca de Dios por no vivir la cercanía con el prójimo. Efectivamente, quien dice amar a Dios a quien no ve, y desprecia a su prójimo a quien sí ve, es un mentiroso. Revestidos de Cristo hemos de hacer de toda nuestra vida una manifestación del amor de Dios y de su misericordia para todos cuantos nos traten.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con toda fidelidad nuestro ser de hijos de Dios, de tal forma que tanto en el templo, como en nuestras actividades diarias, nos manifestemos como hijos suyos, trabajando constantemente hasta que todo llegue a estarle consagrado como una oblación de suave aroma. Amén.

Homiliacatolica.com


3-25.

Reflexión

Los fariseos se preguntaban por qué los discípulos de Jesús no se ajustaban al “ritualismo” que daba de alguna manera el signo de autenticidad con respecto al maestro (Incluidos los del Bautista). La respuesta de Jesús es simple: Por que de ahora en adelante el cristianismo, es decir el seguidores de Cristo, no se distinguirá por sus prácticas religiosas (las cuales son importantes para crecer y desarrollarse como lo es la misa y aun las prácticas acéticas), sino por un estilo de vida centrado en el Maestro, y dirigido por la fuerza del Espíritu Santo (vino nuevo del NT). Con esto no destruye el odre y el vino antiguo del AT (que es bueno) sino que va más adelante: para ser mi discípulo, diría Jesús en otras palabras, no basta ayunar y cumplir con las prácticas religiosas (ritualismo), sino dejarse conducir por el poder y el amor del Espíritu. ¿Que tipo de odre eres y cual es el vino que llevas? ¿Vas a Misa por encontrarte con Jesús, movido por el Espíritu, o “cumples” simplemente con el rito dominical? Esto define de quién eres seguidor.

Pbro. Ernesto María Caro


3-26. Fray Nelson Lunes 17 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: A pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer * El novio está con ellos.

1. El Sumo Sacerdote
1.1 No pequeño camino tuvo que recorrer aquella primera generación de cristianos para atreverse a llamar a Cristo "Sumo Sacerdote". Era un término de pésimos recuerdos, pues fueron los sacerdotes judíos, asociados a los partidarios de Herodes y a los saduceos, los que principalmente tuvieron que ver con la traición y muerte a Jesús. Hombres perversos como Anás y Caifás ostentaron ese título que, entre otras cosas, ya no se vivía según las claras directrices del libro del Deuteronomio sino que había quedado reducido a la rapiña y el oportunismo de una élite de avivatos descreídos que zumbaban alrededor del templo.

1.2 Y ahora resulta que la Carta a los Hebreos llama a Cristo "sacerdote", y aún más: "sumo sacerdote". ¿Un retorno a las prácticas judaizantes? Todo lo contrario: un modo de extraer el zumo precioso de lo que fue voluntad de Dios para con el antiguo sacerdocio, presupuesto necesario para plantear de un modo profundo y trascendente el sacerdocio nuevo y eterno de Nuestro Señor. Ahí está por ejemplo lo que se dice, como espléndida definición del sacerdocio: "todo sumo sacerdote, en efecto, es tomado de entre los hombres y puesto al servicio de Dios en favor de los hombres, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Está en grado de ser comprensivo con los ignorantes y los extraviados, ya que él también está lleno de flaquezas, y a causa de ellas debe ofrecer sacrificios por los pecados propios, a la vez que por los del pueblo" (Heb 5,1-3). Como presbítero de la Iglesia Católica, por misericordia de Dios, veo en esas palabras la quintaesencia del ministerio sacerdotal: to mado de entre los hombres, al servicio de los hombres, envuelto en fragilidad, comprensivo y orante... precioso modelo!

1.3 Ahora bien, el sacerdocio de Cristo, según apunta la Carta que comentamos, es "a la manera de Melquisedec" (Heb 5,10). Tal vez porque Cristo es sacerdote y rey, como lo fue Melquisedec (cf. Heb 7,1); tal vez porque el sacerdocio de Melquisedec carece del régimen de las genealogías que enredaron y oscurecieron tanto el sacerdocio levítico; tal vez por ambas razones. Lo que sí queda claro es que el sacerdocio de Cristo trasciende los laberintos y estorbos del sacerdocio antiguo. Su misión, perfecta y luminosa, abarca en un solo arco tierra y cielo.

2. Jesús, El Novio
2.1 Vayamos ahora al texto del evangelio de hoy. He aquí que buscando de qué acusar al Señor le han presionado sus detractores, mas de tal acoso ha salido una bellísima imagen: Jesús, el Novio.

2.2 Hubiera podido decirnos otras cosas, pero ha querido calificar la alegría de su presencia con una expresión entrañable y cálida: el Novio. No es posible ayunar cuando Él está.

2.3 Me gusta decir que Jesús no es un soltero ni un solterón; es un Novio. No ha cancelado sus bodas, pues sigue siendo verdad lo que dijo su Padre al principio: "no es bueno que el hombre esté solo" (Gén 2,18). Cristo no ha renunciado al matrimonio, lo ha aplazado para el momento final. Y es tal el gozo que de allí brota, que no es posible ayunar a la vista y degustación de tal banquete.