JUEVES
DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA
LECTURAS
1ª: Hch 18, 1-8
2ª: Jn 16, 16-20
1.
-Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta el fin de los tiempos.
He aquí el broche final y grandioso del evangelio según san Mateo.
1 - Una revelación: "Jesús es el Señor del cielo y de la tierra".
Todo el universo le está sometido. Es el término de la creación que realiza el misterio pascual.
2 - Una misión: id, enseñad, bautizad, guardad mis mandamientos.
El poder pascual de Jesús se manifiesta pues en la misión de la Iglesia, que es la extensión de las relaciones de las Tres personas con la humanidad.
3 - Una promesa: Estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Sí, Señor, "quédate con nosotros", "trabaja con nosotros". Renueva en nosotros la convicción de que Tú estás aquí, hoy en nuestro tiempo; como en todos los tiempos.
El gran proyecto de Dios se expresa en estas palabras definitivas: se refiere a toda la humanidad, a todos los hombres, a todo el universo...
Engloba toda la historia, cada minuto, y cada siglo... pone la mira en sumir a la humanidad en las relaciones de amor que unen al Padre, al Hijo y al Espíritu...
Se expresa concretamente por la observancia fiel del mandamiento del amor.
¿Estoy realmente "sumido" ("bautizado") en esto? Los que me ven vivir, los que observan los grupos donde vivo -mi familia, mi equipo de trabajo, mi grupo de amigos-, ¿pueden presentir lo que es el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu?
-Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura..
El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue elevado a los cielos y está sentado a la diestra de Dios.
Ellos se fueron, predicando por todas partes. El Señor cooperaba con ellos confirmando su palabra con las señales consiguientes.
He aquí el coronamiento del Evangelio, según San Marcos.
Lo que también es característico aquí es que Jesús confía una misión universal a los apóstoles... antes de partir como en el relato precedente se trata a la vez de una "partida" y de una "presencia que permanece".
Jesús está "sentado a la diestra de Dios", y, al mismo tiempo "trabaja con ellos" en la tierra. Esto señala bien que para expresar toda la riqueza del misterio de la ascensión, las palabras faltan. Las palabras más ajustadas son, quizá, las de "presencia escondida".
Jesús, quiero descubrirte, quiero proclamar la buena nueva, quiero trabajar contigo.
Tú estás aquí conmigo en este momento, como Tú lo prometiste.
Gracias. ¡Que yo no te abandone!
-Lo que estaba anunciado por las Escrituras se ha cumplido: los sufrimientos del Mesías, su resurrección de entre los muertos, la conversión por el perdón de los pecados... proclamada a todas las naciones. Vosotros daréis testimonio de esto. Seréis revestidos del poder de lo alto... Luego los llevó hacia Betania, los bendijo, se separó de ellos y fue llevado al cielo... Ellos se volvieron a Jerusalén con gran gozo...
He aquí el coronamiento del Evangelio, según san Lucas.
Una meditación íntima sobre las Escrituras, una comprensión mayor del designio de Dios, un gran proyecto universal, una gran aventura que comienza, algo que es más que humano, una "presencia-ausencia"... ¡Unos hombres felices!
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág.
244 s.
2.
1. Hechos 18,1-8
a) Desde Atenas, y seguramente con una cierta sensación de fracaso, a pesar de que se ha constituido un pequeño núcleo de cristianos, Pablo pasa a Corinto, de momento sin acompañantes.
Corinto era una ciudad muy movida, de ambiente romano, capital de la provincia de Acaya, activa en su comercio, de mala fama por sus costumbres. Aquí va a estar Pablo un año y medio (entre los años 49 y 51), fundando una comunidad cristiana a la que luego escribirá dos cartas.
El pasaje nos da detalles muy expresivos del estilo evangelizador de Pablo:
- ante todo, trabaja para su propia manutención, al menos hasta que vienen Silas y Timoteo, que le permiten dedicarse de lleno a la predicación,
- lo hace colaborando con Áquila y Prisca, un matrimonio que acaban de ser expulsados de Roma por el decreto de Claudio (por tanto, el año 49 ó 50), y que son fabricantes de tiendas, como él;
- los sábados empieza a ir a la sinagoga, a predicar a Jesús como el Mesías esperado;
- pero los judíos no le aceptan, lo que provoca la ruptura de Pablo (rasgándose las vestiduras): ellos serán responsables de lo que les pueda venir por no haber sabido reconocer al Mesías enviado por Dios;
- y se dedica a predicar a los paganos, que en buen número se convierten,
- como también acepta la fe nada menos que el jefe de la sinagoga, Crispo.
b) En un ambiente dificil como Corinto, Pablo cosecha éxitos y fracasos a la vez. Los judíos le rechazan, salvedad hecha de Crispo, el jefe de la sinagoga. Unos cuantos paganos van convirtiéndose y constituirán el primer núcleo de la comunidad.
Nunca ha sido fácil acoger y vivir la fe en Cristo, sobre todo cuando la sociedad está claramente predispuesta en contra, como sucedía en la pagana Corinto y sigue sucediendo en tantos ambientes neopaganos de hoy. El ejemplo que nos da Pablo, permaneciendo un tiempo prolongado en esta ciudad, para consolidar la comunidad que se está formando, nos estimula también a nosotros. No podemos pretender que en un grupo o en una parroquia las cosas lleguen a cuajar a las primeras de cambio. Muchas veces la evangelización exige esfuerzos prolongados. Entre la siembra y la cosecha puede pasar mucho tiempo: y puede ser también que recoja el que no ha sembrado. Y no por eso ha sido inútil la siembra, sino al contrario.
También nos da Pablo un ejemplo de desinterés económico. Aunque el que trabaja por la comunidad podría hacer valer el derecho de ser ayudado por la misma comunidad (es lo que recuerda precisamente a los corintios: 1 Co 8), él prefiere trabajar, para no ser gravoso a nadie. Los que trabajan en la evangelización deberían evitar siempre toda sospecha de que lo hacen por amor al dinero. Aunque reciban la conveniente ayuda para poder dedicarse a su trabajo.
2. Juan 16,16-20
a) Este jueves de la semana sexta de Pascua ha sido durante mucho tiempo el día en que celebrábamos la fiesta de la Ascensión, que ahora se ha trasladado al próximo domingo.
Con todo, el tono de la lectura evangélica está impregnado del mismo espíritu de despedida de Jesús, que, por otra parte, llena todo el discurso de la última cena.
Los apóstoles no entienden de momento las palabras de Jesús: «dentro de poco ya no me veréis», que luego ya se darían cuenta que se referían a su muerte inminente, «y dentro de otro poco me volveréis a ver», esta vez con un anuncio de su resurrección, que más tarde entenderían mejor.
Ante esta próxima despedida por la muerte, Jesús les dice que «vosotros lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará». Pero no será ésa la última palabra: Dios, una vez más, va a escribir recto con lineas que parecen torcidas y que conducen al fracaso. Y Jesús va a seguir estando presente, aunque de un modo más misterioso, en medio de los suyos.
b) Las ausencias de Jesús nos afectan también muchas veces a nosotros. Y provocan que nos sintamos como en la oscuridad de la noche y en el eclipse de sol.
Si supiéramos que «dentro de otro poquito» ya se terminará el túnel en el que nos parece encontrarnos, nos consolaríamos, pero no tenemos seguridades a corto plazo. Sólo la fe nos asegura que la ausencia de Jesús es presencia, misteriosa pero real.
También a nosotros, como a los apóstoles, nos resulta cuesta arriba entender por qué en el camino de una persona -sea Cristo mismo, o nosotros- tiene que entrar la muerte o la renuncia o el dolor. Nos gustaria una Pascua sólo de resurrección. Pero la Pascua la empezamos ya a celebrar el Viernes Santo, con su doble movimiento unitario: muerte y resurrección. Hay momentos en que «no vemos», y otros en que «volvemos a ver». Como el mismo Cristo, que también tuvo momentos en que no veia la presencia del Padre en su vida: «¿por qué me has abandonado?».
Celebrando la Pascua debemos crecer en la convicción de que Cristo y su Espiritu están presentes y activos, aunque no les veamos. La Eucaristía nos va recordando continuamente esta presencia. Y por tanto no podemos «desalentarnos», o sea, perder el aliento: «Espiritu» en griego («Pneuma») significa precisamente «Aliento».
«Concédenos vivir siempre la alegría de la resurrección de tu Hijo» (oración)
«Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» (evangelio)
«Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (comunión)
«Haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante» (poscomunión)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 132-134
3.
Primera lectura: Hechos 18, 1-8 Se juntó con ellos, trabajaba y discutía en la Sinagoga.
Salmo responsorial: 97, 1.2-3ab.3cd-4 El Señor revela a las naciones su salvación.
Evangelio: Juan 16, 16-20 Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría.
En esta despedida de Jesús a sus discípulos, que viene haciéndose cada vez más intensa en contenido, en cada aseveración quedarán enseñanzas de vital importancia para la iglesia. Primero observamos que Jesús ya se ha dado cuenta de lo impactante que va a resultar su ausencia para el grupo. Después de compartir juntos tantos momentos, el hecho de tener que irse va a ser algo negativo por la inseguridad que esto pueda originar. A pesar de eso, esta ausencia tiene que darse, porque de ella dependerá la madurez y sobrevivencia de las futuras comunidades.
Los discípulos parecen sorprendidos por las palabras de Jesús, no comprenden lo que quiere decir con ese "me voy al Padre". Él sólo les ha querido decir, a pesar de lo mal que se van a sentir por su ausencia, lo necesario que es el que la opción por el Reino se debe hacer en completa libertad, para lo cual se precisa de un proceso interior que ellos deben experimentar solos. En la medida que crezcan en libertad su decisión va a ser el fruto de una opción y no algo forzado por &laqnoobligación» sentida ante Dios.
Todas nuestras comunidades, en su proceso de conversión, deben ser conocedoras de que todas las iniciativas del camino que conduce al Reino no están puestas exclusivamente en Dios. También nosotros estamos ahí comprometidos. Dios no va hace nada sin nosotros, no va a imponer nada. Dios respeta nuestra libertad. Y por eso nosotros debemos responderle desde nuestra libertad, individual y grupal. Esa madurez que Dios nos pide que tengamos de cara a la aceptación libre y por convicción de su proyecto, es de vital importancia para nuestra vida, ya que cada persona, a pesar de no perder nunca la posibilidad de apoyarse en Dios siempre que sea necesario, sea también responsable de su salvación individual y grupal.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
4.
Lucas muestra en los "Hechos" cómo la estrategia de "vivir de la renta" no funcionó a largo plazo, debido a los malos manejos de los bienes (Hch 4, 32-5,9) y a la situación de hambre y necesidad que siguió a la abundancia (Hch 6, 1). Como esta idea no prosperó, Pablo y otros cristianos provenientes del paganismo y del judaísmo optaron por ganarse el sustento con el trabajo de "sus propias manos" (Hch 20, 33-35). Aportaban a los fondos comunitarios, pero no vivían a expensas de ellos. La comunidad tampoco aumentaba sus arcas enajenando las ganancias de sus integrantes.
Pablo, a pesar de las continuas decepciones y persecuciones de la sinagoga, no cejaba en su intento de llamar al pueblo de Israel. No hacía mucho caso del Espíritu, que continuamente lo llamaba a dedicarse a la misión de los gentiles. En Corinto, después de una larga e infructuosa labor, hace un nuevo intento de abandonar la predicación en las sinagogas. No lo logra, y más bien provoca un tropel que lo obligará a salir de la ciudad.
En el Evangelio, Jesús insiste en su ausencia "por un tiempo". La comunidad de discípulos estaba segura junto a su maestro. La "ausencia" de Jesús durante la Pasión supuso un tiempo de angustia y sobresalto para el grupo.
El grupo de discípulos no comprendía cabalmente que el camino de Jesús pasase por la cruz. El "no entendemos de qué está hablando" se refiere a la aceptación y a la comprensión del «misterio» de la Pasión. La gloria de Dios se manifiesta en el hombre macerado por la injusticia. Extraña contradicción que entraña la verdadera fe en Jesús. El camino hacia el cielo es el difícil peregrinar por los duros caminos de la oscura realidad de la historia. Allí Jesús nos sale al encuentro: en los gratos momentos de la fiesta, la alegría y la celebración; igualmente, en los ásperos sinsabores del servicio a los hermanos. De este modo, el grupo de seguidores comprende que la comunión con los hermanos es necesariamente comunión con el Dios Crucificado.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
5. CLARETIANOS 2002
Queridos amigos:
Mira en tu interior. Quizá hoy te pueda la tristeza por algún problema a tu
alrededor, por el pesimismo que trasmiten los medios de comunicación, por alguna
situación personal difícil, por la tensión con alguna persona. Quizá hoy te
invade la alegría. No digo la euforia, sino la serena alegría de quien se ha
levantado centrado, reconciliado consigo mismo y con los demás y mira la vida en
ese tono positivo y creativo. Quizá no podamos separar ambas experiencias. La
vida es así. Sonrisas y lágrimas. Ilusiones y decepciones. Ayer Pablo salía
deprimido y consternado por haber predicado en el "desierto" de Atenas. Hoy
llega entusiasta a Corinto a poner las bases de la que será una de la
comunidades más florecientes de la primera Iglesia. Los judíos le rechazan, a
excepción de Crispo. Unos cuantos paganos se van convirtiendo y constituirán el
núcleo de la comunidad. Pero la consolidación no es repentina. Pablo permanece
un tiempo prolongado para acompañar y consolidar la comunidad. Buena clave para
no querer ver en nuestras tareas éxitos inmediatos, objetivos cumplidos en
tiempo récord. Entre la siembra y la cosecha puede pasar mucho tiempo. Es bueno
recordarlo hoy que tantas familias religiosas se encuentran en "alarma
vocacional", en angustia de futuro. Aunque la recogida sea tarde, no por eso la
siembra fue inútil. Es cierto que hay en la vida momentos bajos. No más cierto
que muchas veces son preludio de momentos de gozo.
Algo así les pasaba a los discípulos. Las palabras
enigmáticas de Jesús les deja desorientados, con cierto tono de tristeza:
"Lloraréis y os lamentaréis". Y parece además, que Jesús se recrea en acertijos
y trabalenguas: "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me
volveréis a ver". Si supiéramos que dentro de "otro poco" se acabará el túnel
por el que nos parece atravesar, nos consolaríamos. Pero no tenemos seguridades
a corto plazo. Solo la fe nos asegura que la ausencia de Jesús es presencia. Si
Él está presente, la tristeza no tiene la última palabra. Mira a tu alrededor.
Hay razones para alegría.
Vuestro amigo.
Carlos M. Oliveras, cmf (carlosoliveras@hotmail.com)
6. CLARETIANOS 2003
Los Hechos de los Apóstoles son una mina de
eclesialidad. Hoy encontramos a Pablo en Corinto, ciudad en la que va a
permanecer año y medio. De lo que sucede en Corinto quiero acentuar sólo un
aspecto, quizá no el más importante, pero sí el más llamativo: Pablo se unió al
matrimonio Aquila (¡ojo con esa “a” final!; Aquila es el marido) y Priscila
(esta es la mujer) con el que compartió el oficio de fabricar tiendas en su
casa. La imagen de este Pablo obrero, que se gana el sustento con su propio
trabajo, es también modélica para los evangelizadores de hoy. No sólo porque
representa un modo de vida semejante al de todos y evita sobrecargar a la
comunidad, sino porque le permite a Pablo experimentar por dentro cómo es la
vida de una familia. Por eso, cuando más adelante, se consagre enteramente a la
predicación de la palabra, no podrá prescindir del aprendizaje realizado en su
particular Nazaret. Y podrá conectar mejor con las preocupaciones y necesidades
de sus interlocutores.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
7. DOMINICOS 2003
Dos lenguajes muy distintos son los que hoy encontramos en la liturgia de la Palabra, y conviene analizarlos para que, asumidos, den fruto de verdad.
Uno es el lenguaje de san Pablo, decepcionado de sus hermanos judíos que se cierran a la luz de nueva fe. Lenguaje duro, incontenible, condenatorio de quienes rechazan el mensaje salvífico de Cristo: Caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas; yo soy inocente de ella.
Otro es el lenguaje de Jesús, que utiliza palabras de ternura, delicadeza, con calor de despedida y, al mismo tiempo, de consuelo y animación para sus seguidores: me veis y no me veréis, estáis tristes y os alegraréis; estoy con vosotros y me voy al Padre; pero no os abandonaré nunca...
Esas palabras suenan muy bien en un día como éste que, en la tradición litúrgica de la Iglesia se vino llamando Jueves de la Ascensión del Señor. Tanta fue la popularidad de este jueves, fiesta litúrgica, al final del tiempo pascual, que unas letrillas de boca en boca repetían: Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves santo, Corpus Christi y día de la Ascensión.
Traslada dicha fiesta al Domingo, para que el pueblo de Dios participe mejor de ella, saboreemos hoy místicamente, con profundo afecto, las palabras del ‘adiós’ del Señor que nos anuncia su retorno al Cielo, al Padre.
ORACIÓN:
Señor Jesús, concédenos la dicha de gozar mística, sabrosamente, de tus gestos y palabras de despedida en las que nos anuncias tu subida al Padre. Te damos gracias por el ánimo que nos infundes, por el Espíritu que nos prometes, por el amor que nos profesas, por la ayuda que nos garantizas; y te rogamos también que, quedándonos en esta tierra e historia de humanas gratitudes e ingratitudes, no tengamos que repetir las palabras decepcionantes de Pablo, porque nuestros hermanos no quieren escuchar tu mensaje. Amén.
“El apóstol se retiró de Atenas a Corinto. Allí se encontró con un judío llamado Aquila, originario de Ponto, recién llegado de Roma con Priscila, su mujer, a causa del decreto de Claudio que ordenaba salir de Roma a todos los judíos.
Pablo se unió a ellos, y como eran del mismo oficio, fabricantes de tiendas, se quedó en su casa y trabajaban juntos.
Los sábados disputaban en la sinagoga, persuadiendo a los judíos y a los griegos... Y como los judíos le resistían y blasfemaban, Pablo, sacudiendo sus vestiduras, les dijo: caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas; limpio soy yo de ellas; desde ahora me dirigiré a los gentiles...”
Este texto nos da informaciones varias: retiro de Pablo en Corinto, una de sus comunidades amadas y a veces problemáticas; persecución de los judíos en Roma; trabajo diario para ganar el pan; participación valiente en las disputas de las sinagogas; oposición de la Buena Noticia de Cristo; desencanto de Pablo respecto del judaísmo.
“Jesús siguió hablando a sus discípulos: Dentro de un poco, ya no me veréis, y dentro de otro poco, me veréis. Oídas estas palabras, algunos se dijeron:¿qué es esto que nos dice: dentro de un poco no me veréis, y dentro de otro poco, me veréis, porque voy al Padre?... Notó Jesús que querían preguntarle algo, y les dijo:... en verdad os digo que lloraréís..., pero vuestra alegría se convertirá después en gozo”.
En labios de Jesús está la anticipación de su retorno al Padre. En los ojos y oídos de los discípulos está la incertidumbre de lo que vaya a pasar. Y nuevamente en labios del Maestro está una respuesta implícita: es verdad que me voy, pero vosotros no quedaréis abandonados; volverá a vosotros la alegría, en el Espíritu.
Podemos considerar que la resistencia de los judíos a la fe en Cristo es como una ruptura en la historia de la salvación. Parecería que la Alianza antigua debe llevarnos casi espontáneamente a la Alianza nueva. Pero nosotros no podemos penetrar adecuadamente en la conciencia de los judíos. Cierto respeto se impone.
Seamos, pues, prudentes en nuestro lenguaje y no repitamos siquiera lo que dijo Pablo, decepcionado por sus hermanos de historia, tradición y religión.
Sea el juicio de Dios quien contemple y valore, a la luz de su verdad y responsabilidad, a cada persona o pueblo. Sintamos el dolor, pero seamos tolerantes.
Si observamos con sorpresa la confusión que se genera entre apóstoles y discípulos, pensemos que tal vez a nosotros nos hubiera sucedido lo mismo en el inicio de la Evangelización de la Buena Noticia.
¿Cómo entender que Dios vino a nosotros, y compartió nuestra historia y ahora se nos va? El misterio de Dios, el misterio de Cristo que vuelve al Padre, y el misterio del Espíritu que ambos nos envían, nos desborda por todas partes. No intentemos comprenderlo. Creamos, amemos, vivamos en fidelidad, y la honestidad nos dará el premio merecido.
¡Bendita la soledad,
si -en medio del mundo- con ella estamos en Dios!
¡Bendita la fe,
puerta de entrada de Dios en nuestra morada, hecha morada suya!
¡Bendita la esperanza
del que camina –alegre, sufriente, desprendido- en manos del Señor!
¡Bendito el amor
que en presencia o ausencia del amado siempre permanece fiel!
8. ACI DIGITAL 2003
16. S. Agustín hace notar que ese otro poco de tiempo es el que empieza después de la Ascensión, que es cuando Jesús se va al Padre, o sea que lo volveremos a ver cuando venga de allí a juzgar a los vivos y a los muertos. Esta interpretación se deduce del v. 20, donde Jesús se refiere a la alegría del mundo y a las persecuciones del tiempo presente, como también lo indica Sto. Tomás. Por eso cuando El vuelva nadie nos quitará el gozo (v. 22). Véase 14, 3, 18 y 28. "Es, añade el doctor de Hipona, una promesa que se dirige a toda la Iglesia. Este poco de tiempo nos parece bien largo, porque dura todavía, pero cuando haya pasado, comprenderemos entonces cuán corto fue". Cf. Cant. 1, 2; 8, 14 y notas.
9.
Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
Entrada: «Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo, y acampabas con ellos y llevabas sus cargas, la tierra tembló, el cielo destiló. Aleluya» (Sal 67,8-9.20).
Colecta (procedente del Misal Gótico): «Oh Dios, que nos haces partícipes de la redención, concédenos vivir siempre la alegría de la resurrección de su Hijo».
Ofertorio: «Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor».
Comunión: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya» (Mt 28,20)
Postcomunión: «Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna, haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante, y que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas».
–Hechos 18,1-8: Se quedó a trabajar en su casa. Todos los días discutía en la sinagoga. Después de Atenas, Pablo marchó a Corinto y en casa de Aquila trabajaba como tejedor de lona para mantenerse. Misionaba en la sinagoga, pero los judíos no lo podían aguantar y decidió evangelizar a los gentiles. La cruz es el signo de los misioneros apostólicos. Dice San Cirilo de Jerusalén:
«No nos avergoncemos de la cruz del Salvador, antes bien gloriémonos en ella, porque el mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para nosotros, salvación. Y, ciertamente, para aquellos que están en vías de perdición es necedad; mas para nosotros, que estamos en el camino de la salvación, es fuerza de Dios. Porque el que moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios hecho hombre... Si alguno no cree en la virtud de Cristo crucificado, pregunte a los demonios, y si no le convencen las palabras, que mire a los hechos. Muchos han sido los crucificados en el mundo, pero a ninguno de ellos temen los demonios; en cambio, solamente con ver la Cruz de nuestro Salvador, los demonios se echan a temblar; porque aquéllos murieron por sus propios pecados, mas Él, por los de los demás» (Catequesis 13).
–Con el Salmo 97 cantamos al Señor que revela a las naciones su victoria, como hemos visto en la lectura anterior. También nosotros nos alegramos con esa victoria y decimos: «Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia; se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad».
–Juan 16,16-20: Estáis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. Comenta San Agustín:
«Para los discípulos era esto oscuro entonces, y después quedó aclarado; para nosotros es ya cosa clara: después de algún tiempo padeció y dejaron de verle; después de otro poco de tiempo resucitó y le vieron de nuevo... “El mundo se alegrará, pero vosotros os contristaréis”: esto puede tomarse en el sentido de que los discípulos se contristaron por la muerte del Señor e inmediatamente se alegraron con su resurrección; el mundo en cambio, bajo cuyo nombre quiso significar a sus enemigos que le crucificaron, se gozó de la muerte de Jesucristo precisamente cuando los discípulos se contristaron. Por mundo puede entenderse la malicia de este mundo, o sea, los amigos de este mundo, según dice el Apóstol Santiago: “El que quiera ser amigo de este siglo, se hace enemigo de Dios” (4,4), por cuya enemistad no perdonó ni a su Hijo unigénito» (Tratado 101,1-2, sobre el Evangelio de San Juan).
10.
Comentario: Rev. D. Joan Pere Pulido i Gutiérrez
(Molins de Rei-Barcelona, España)
«Vuestra tristeza se convertirá en gozo»
Hoy contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda del evangelista Juan.
En estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud especial por hacer
nuestra esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los primeros
discípulos, que se expresa profundamente en las palabras de Jesús —«Dentro de
poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16)—
concentra la tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en
nuestra vida cotidiana.
Los cristianos del siglo XXI sentimos la misma urgencia que los cristianos del
primer siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar su presencia en
medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad. Por esto, nos
provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros, que no podamos sentir y
tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero esta tristeza se
transforma en alegría profunda cuando experimentamos su presencia segura entre
nosotros.
Esta presencia, así nos lo ha recordado Juan Pablo II en su última Carta
encíclica Ecclesia de Eucharistia, se concreta —específicamente— en la
Eucaristía: «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente
una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del
misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza
continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: ‘He aquí que yo estoy
con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28,20). (...) La
Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, “misterio de luz”. Cada vez que
la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de
los dos discípulos de Emaús: «Entonces se les abrieron los ojos y le
reconocieron» (Lc 24,31)».
Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante que se sacie en la
fuente eucarística, escuchando y entendiendo la Palabra de Dios; comiendo y
saciando nuestra hambre en el Cuerpo de Cristo. Que el Espíritu Santo llene de
luz nuestra búsqueda de Dios.
11. DOMINICOS 2004
Jesús dice: Me voy al Padre
Hoy, Jesús, más que la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte,
pues la inmortal que tú das
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mí te vas.
En el calendario litúrgico tradicional, este jueves se reservaba a la
celebración del misterio de la Ascensión del Señor. Era día de descanso
corporal, de catequesis general sobre el retorno de Jesús al Padre, de
intercomunicación entre los fieles.
En la actualidad, la fiesta de la Ascensión se celebra el domingo.
Una prudente reorganización de las conmemoraciones litúrgicas, en armonía con la
organización del trabajo, aconsejó el traslado de esta solemnidad, y la del
Corpus, pasándolas del jueves al domingo.
Aunque haya, pues, algunos lugares o iglesias en que se mantenga la fiesta
tradicional, nosotros –al mismo tiempo que nos preparamos para celebrar la
Ascensión- continuaremos haciendo la lectura habitual de los Hechos y del
Evangelio según san Juan.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 18, 1-8:
“Tras los sucesos ya contados en Atenas, Pablo se retiró de allí y marchó a
Corinto.
Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario de Ponto, recientemente
llegado de Italia con Priscila, su mujer, a causa del decreto de Claudio que
ordenaba salir de Roma a todos los judíos.
Pablo se unió a ellos, y, como era del mismo oficio que ellos -fabricantes de
lonas- se quedó en su casa... Los sábados disputaban en la sinagoga,
persuadiendo a los judíos y a los griegos...Y Pablo testificaba a los judíos que
Jesús era el Mesías, y éstos se resistían y blasfemaban...”
Evangelio según san Juan 16, 16-20:
“Jesús seguía diciendo a sus discípulos: Todavía un poco más, y luego no me
veréis, y después de otro poco, volveréis a verme... Los discípulos se decían:
¿Qué es esto que nos dice: “Todavía un poco, y no me veréis, y todavía otro
poco, y me veréis”; y qué significa eso que añade: “Porque voy al Padre”?...
Jesús, dándose cuenta de que querían preguntárselo, les dijo: En verdad os digo
que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará..., pero vuestra tristeza
se convertirá en gozo”
Reflexión para este día
En las palabras de Jesús no hay engaño.
Todo cristiano, todo apóstol, todo testigo de la Verdad, ha de saber de
sufrimientos, adversidades, lágrimas, desprecios. Pero no ha de rendirse. Aunque
parezca que el mundo se alegra en su desprecio, la Verdad perdura, y el amor
también, y siempre caminamos hacia el Padre. Actuemos, pues, con santo celo, no
dejemos para la mañana la misión que debamos realizar hoy, adaptémonos a la
realidad en que vivimos y presentemos en ella el misterio de Cristo salvador,
que sube al Cielo, como Señor.
Pablo apóstol, y con él los demás evangelizadores, contamos con la gracia y
fuerza de Cristo cuando caminamos, cuando buscamos a las almas, cuando
trabajamos y exponemos la Verdad sinceramente. Nunca estamos solos. No nos
detengamos, pues, en experiencias que de momentos sean de tristeza. La luz
siempre está amaneciendo, aunque todavía no la descubramos con nuestros ojos. El
Espíritu es quien lleva cuenta del éxito de la misión.
12. CLARETIANOS 2004
Queridos amigos y amigas:
Un mismo mensajero, unas mismas palabras... unas reacciones opuestas. Las
palabras de Pablo provocan, por un lado, la incredulidad e incluso la hostilidad
hacia quien las pronuncia y, al mismo tiempo, y por otro lado: la fe.
“El Dios que te ha creado sin contar contigo no te salvará sin ti”. Es una frase
de los primeros siglos que nos atestigua la importancia que tiene para Dios la
libertad que nos ha concedido. Por eso El nunca se impone, se propone. No se le
puede demostrar, sino mostrar... llega hasta ahí y no quiere dar un paso más.
Está a las puertas de nuestra vida, pero hace falta que libremente lo acojamos.
¡Cuánto nos cuesta aceptar y respetar la libertad del otro! Sobre todo cuando
vemos que la está ejerciendo en contra suya.
Pablo nos enseña cuáles son las actitudes que debemos vivir en esas situaciones:
no el rencor, el llevar cuenta, el enfado, o la despreocupación por el otro:
“allá se las entienda”; “peor para él”. Si no la mano pacientemente ofrecida,
mantenida para que pueda ser asida. Una paciencia que tiene como fundamento un
amor sin condiciones, que asume y respeta la libertad del otro y que se sigue
poniendo “a tiro”. Sólo así seremos signos, sacramentos, mediaciones de nuestro
buen Padre Dios para nuestros hermanos.
Una vez más se nos muestra que la voluntad salvífica de Dios es universal y para
siempre, se vale de todos los medios para hacer llegar la salvación a todos. Y
así la incredulidad de los judíos es el medio, el detonante, que provoca en
Pablo y en toda la Iglesia, la apertura del anuncio de la Buena Noticia a los
no-judíos a todos los hombres y mujeres de todo el mundo. Si esto no hubiera
ocurrido, seguramente ahora el cristianismo sólo sería una secta más dentro del
judaísmo.
En el Evangelio de hoy se nos invita a analizar nuestras tristezas. Porque no
todas las tristezas son iguales, se catalogan en función de la raíz que las ha
provocado. Ponle nombre a tus tristezas y analiza de dónde surgen. Unas vendrán
porque no se ha hecho realidad algún deseo, algún proyecto; otras tendrán su
raíz en nuestra propia insatisfacción: porque no somos como queremos ser, por
nuestro propio “barro”: nuestras limitaciones y pecados; otras tienen su origen
en el sufrimiento de aquellos a quienes queremos... A la luz de la Palabra de
hoy... olvida unas, acepta otras... y deja que el Espíritu cambie tu tristeza en
gozo.
Vuestro hermano en la fe,
Juan Ángel Artiles Roberto
(jaarcmf@yahoo.es)
13.
Reflexión
En esta despedida de Jesús, les hace ver de nuevo a sus discípulos el contraste
entre la vida cristiana y la vida del mundo: “Ustedes se entristecerán y el
mundo se alegrará con mi partida”. Y es que la cultura moderna nos propone como
la verdadera fuente de la felicidad un mundo sin Dios, en donde cada uno puede
regir su vida como mejor le parezca. Los cristianos, por el contrario, hemos
entendido que la vida sin Dios es caos, destrucción, angustia y soledad. Por
ello la lucha en nuestro corazón continua, pues no faltan las invitaciones a
vivir, si no toda nuestra vida, si muchas situaciones particulares (fiestas,
negocios, relaciones en el noviazgo o el matrimonio, etc.) al margen de Dios. Si
por nuestra debilidad nos hemos dejado llevar por estas invitaciones, ¡Animo!,
el Señor no nos ha abandonado; y si te sientes ahorita triste y desanimado
porque tu vida atraviesa por un periodo en donde no sientes la cercanía de Dios
¡Animo! Jesús prometio que tu tristeza se convertirá en gozo… Y Jesús no miente.
¡Ten fe!
Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
14. El gozo tras la tristeza
Fuente: Catholic.net
Autor: Javier González
Reflexión:
En una ocasión, una madre recibió una llamada telefónica de los primeros
auxilios pidiéndole que viniese a identificar a un chico de 20 años que había
sufrido un accidente automovilístico. Cuando la madre se presentó en el lugar y
vio que se trataba de su hijo, no supo cómo reaccionar. No sabía si rezar o
llorar. Los médicos le advirtieron que las posibilidades de vida eran muy
inciertas. El hijo estaba en coma y había que esperar a que el tiempo decidiera.
La madre intensificó sus oraciones y esperó. Sólo Dios y una madre en esa
situación saben lo que pasa interiormente. Pero al final, después de 2 días de
continuo sufrimiento el hijo se salvó. El tormento moral que la madre vivió en
esos momentos, fueron recompensados por un gozo inmenso que fue el de ver a su
hijo con vida.
Valió la pena esperar los dos días en aquel sufrimiento con tal de ver a su hijo
vivo. Y dijo Cristo: “Vuestra tristeza será convertida en alegría”.
El evangelio nos dice que vendrá el sufrimiento y las lágrimas con él. Pero ese
sufrimiento se convertirá en gozo cuando sepamos que su partida no es total,
sino sólo por unos momentos.
Mientras está en la cruz. Es necesario por tanto, aprender a ver con ojos de
esperanza los dolores de esta vida. Los dolores no nos faltarán pero tampoco los
consuelos y las ayudas de Dios. En lugar de preguntarnos el ¿por qué? del
sufrimiento, deberíamos hacer como hace el Papa que nos invita a preguntarnos el
¿para qué?
15.
Jesús anuncia a sus discípulos sobre los momentos
que vivirán en la pasión. El mundo estará feliz con su crucifixión, sin embargo
los discípulos estarán tristes. Igualmente les comunica y nos comunica sobre la
fuente de nuestra verdadera alegría. Claramente esa alegría no está en el mundo.
Todo lo contrario. Jesús advierte que mientras nosotros lloramos, el mundo se
sentirá satisfecho. Sin embargo eso no debe ser motivo de preocupación para
nosotros pues nuestra tristeza se convertirá en alegría cuando estemos ya de
nuevo con nuestro Dios. La alegría del mundo es efímera, mientras la nuestra
será eterna.
Dios nos bendice,
Miosotis
16. 2004
LECTURAS: HECH 18, 1-8; SAL 97; JN 16, 16-20
Hech. 18, 1-8. Dios jamás ha rechazado al pueblo de la Antigua Alianza. Él
quiere que la salvación que nos ha ofrecido por medio de Jesús sea también de
ellos. Pero mientras llega ese momento, y ellos vivan en el rechazo de Aquel en
quien se han cumplido las promesas de salvación, hechas a nuestros antiguos
padres, no podemos perder tiempo en la proclamación del Evangelio. Quienes no
pertenecemos al pueblo del antiguo Israel, quienes somos como olivos silvestres
injertados en el olivo verdadero, hemos sido beneficiados por la gracia de
Cristo, no tanto por el rechazo de los judíos a la oferta de salvación y que
nosotros nos convertimos en la alternativa seguida por los apóstoles, sino que
hemos sido beneficiados por el cumplimiento de la Misión confiada a ellos por
Cristo, cuando los envió a anunciar el Evangelio al mundo entero para el perdón
de los pecados, y para que la Vida de Dios llegara hasta el último rincón de la
tierra. Quienes creemos en Cristo debemos vivir como aquellos que en verdad
aprovechan la oportunidad que Dios nos ofrece de ser sus hijos, y no llevar
nuestra fe como si fuera algo intranscendente en nosotros. La manifestación de
nuestra fe, mediante nuestras buenas obras, dará a conocer a todos que en verdad
Dios habita entre nosotros y que su Sangre, derramada sobre nosotros, no ha sido
algo inútil, pues ya no vivimos para nosotros mismos, sino para Aquel que por
nosotros murió y resucitó.
Sal. 98. Elevemos al Señor, Dios y Padre nuestro, un
cántico nuevo nacido de la boca de quienes hemos sido renovados en Cristo.
Alabemos al Señor con nuestras obras, pues con ellas estamos indicando que en
verdad somos sus hijos. Dios se ha levantado victorioso sobre sus enemigos. En
Cristo Jesús, su Hijo y Señor nuestro, ha sido vencida la antigua serpiente o
Satanás. Pero aun cuando el mal ha sido vencido, mientras caminamos por este
mundo, somos blanco de las tentaciones nacidas incluso de nuestra propia
concupiscencia. Por eso debemos confiar siempre nuestra vida en Dios, para que
la Victoria de su Hijo sea nuestra, y para que su Espíritu Santo nos fortalezca,
y podamos convertirnos en una continua alabanza de su Santo Nombre, en lugar de
denigrar el Nombre Divino con una vida pecaminosa. Que la tierra entera
contemple la victoria de nuestro Dios desde una Iglesia que, consciente de estar
formada por pecadores, vive en una constante conversión hasta llegar a su
perfección en Cristo Jesús.
Jn. 16, 16-20. ¡Qué amor tan grande nos ha tenido el Señor! Cercano ya a
entregar su vida por nosotros, deja de pensar en sí mismo y piensa en el
sufrimiento que padecerán los suyos por su ausencia, y trata de darles consuelo,
con palabras que despierten en ellos la confianza. Ahora Él está físicamente con
ellos. Ellos se han sentido amados, comprendidos, apoyados en todo. Pero en los
momentos en que todo se torna en una noche oscura; cuando Dios parece quedarse
callado ante el dolor y el abandono, es necesario seguir creyendo que Dios ni se
ha equivocado en sus planes, ni ha dejado de amarnos, ni se ha alejado de
nuestra vida. Una vez cumplida su Misión como Enviado del Padre, volverá, no
sólo como resucitado para poderlo ver en algunos momentos de revelación
especial, sino para habitar en nuestro propio interior, identificándose con
nosotros, de tal forma que el mundo lo siga contemplando desde su Iglesia, la
cual continúa en el mundo la Encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo.
Alegrémonos por esta presencia del Señor entre nosotros y vivamos con
responsabilidad la parte que nos corresponde, conforme a la gracia recibida,
para manifestarlo a la humanidad con todo su poder salvador.
El Señor permanece en su Iglesia; y Él sigue hablándonos por medio de su
Palabra, y continúa llevándonos a la verdad plena por obra de su Espíritu Santo
que habita en nosotros. Él sigue engendrando a los hijos de Dios, continúa
santificándolos, perdonándolos, salvándolos por medio de las diversa acciones
litúrgicas de su Iglesia. De un modo especial Él se convierte en nuestro
alimento en la Eucaristía, Pan de vida eterna. Él nos une como hermanos en el
amor fraterno, en torno a nuestro único Dios y Padre. Cristo Jesús sigue
presente no sólo entre nosotros; Él no está cercano a nosotros; Él está dentro
de nosotros mismos haciéndonos uno con Él para que, junto con Él, podamos
participar algún día de los bienes eternos. Entrar en comunión de Vida con Él en
la Eucaristía es iniciar, ya desde ahora, el gozo de esos bienes eternos.
Vivamos, por tanto, conforme al Don recibido de Dios.
El Señor se ha hecho cercano a todos. Nosotros somos los responsables de hacerlo
cercano al mundo entero, pues por nuestro medio Dios asegura, por voluntad suya,
su presencia salvadora entre nosotros. En medio de un mundo que ha sido
deslumbrado por lo pasajero, por el egoísmo, por las injusticias; ahí donde el
mal ejemplo de quienes estando en el poder, actuando de un modo equivocado, han
generado una mayor y cada vez más creciente corrupción; ahí donde se ha perdido
la capacidad de discernir entre el bien y el mal, quienes caminamos con humildad
y lealtad tras las huellas de Cristo, no podemos vivir como unos separados del
mundo para evitar contaminarnos de su mal y de su pecado. A nosotros nos
corresponde acercarnos con la madurez que nos viene del Espíritu de Dios, que
habita en nosotros y guía nuestros pasos por el camino del bien, para servir de
luz, de camino seguro, de orientación para aquellos que se han dejado dominar
por el pecado y por el egoísmo. Ojalá y el mundo contemple a Cristo desde la
vida de la Iglesia, llena de amor, de misericordia, de generosidad, de entrega,
de lucha por la paz y por la auténtica liberación de todos los males que aquejan
a buena parte de la humanidad. Si queremos construir un mundo más justo y más
fraterno, vayamos tras las huellas de Cristo, nuestra paz verdadera.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de convertirnos en un signo del amor salvador del Señor para
nuestros hermanos. Amén.
www.homiliacatolica.com
17. ARCHIMADRID 2004
LOS NUBARRONES
¡Menudo disgusto!, a dos días del regio acontecimiento nos dicen que puede
llover. ¿Habrá que pensar en sustituir el mantón de Manila por un chubasquero y
los zapatos de charol por unas botas de agua?. ¿Será el cielo capaz de destrozar
la obra de peluqueros y estilistas o tendrán que taparse las ilustres invitadas
el tocado con una bolsa de “Carrefour”?. Como hagan a las pobres monjitas
Clarisas devolver las docenas de huevos que les han llevado para que ese día no
llueva van a tener que apropiarse de la granja avícola de media España. Para
muchos si ese día llueve la boda quedará deslucida e incluso dirán que es un
gran fallo, ¡como si se encargase la climatología como quien encarga una pizza!.
“Vosotros sois responsables de lo que os ocurra, yo no tengo la culpa” dice San
Pablo a los judíos que se negaban a admitir que Jesús es el Mesías. Si llueve el
día de la boda no habrá que buscar responsables entre los jefes de protocolo o
castigar a los canónigos de la Catedral de cara a la pared durante un mes, son
cosas que ocurren y no podemos elegir y, por lo tanto, es en vano quejarse. Pero
hay otras cosas que sí puedes elegir. Uno puede escoger no rezar nunca, ir a
Misa cuando le apetezca (y curiosamente da la impresión de que apetece cada vez
menos), se elige el ponerse en ocasión de pecar o dar prioridad en tu vida al
trabajo, al bienestar y al dinero por encima de la caridad y el amor a Dios.
A veces hay personas que te dicen: “He perdido la fe.” Igualmente matrimonios te
comentan que “han perdido el amor,” como si la fe o el amor fueran como las
llaves del coche que se pueden perder en cualquier momento (con el agravante de
que las llaves del coche las guardemos mejor pues, en muchos casos, parece que
nos importa más el coche que Dios o la esposa). La fe, como el amor, no “se
pierde” o se volatiliza como unas gotas de perfume. Habitualmente cuando hablas
un poco más en profundidad con las personas que te cuentan estas cosas, te das
cuenta que no se han levantado “de pronto” un día con esa sensación de que no
tenían fe o no les gustaba su mujer. Se descubre que han ido dejando apagar la
llama del fuego de la fe, han ido dejando de rezar, han suplantado la caridad
por la poltronería, la entrega por el cumplimiento. Cuando ha llegado la “noche
oscura” han desesperado en vez de confiar, e incluso se empieza a buscar culpas
en “los otros” por todo lo que nos ocurre. La mortificación desaparece pues se
convierte en “mortificantes” todas las situaciones que se viven ya que todo
molesta. Comienza la autocompasión y crece la complacencia en las cosas
mundanas, en los pequeños placeres y compensaciones. Y entonces, lo que has ido
matando poco a poco, envenenando con tus elecciones, te das cuenta que es un
cadáver y lo que antes era el “buen olor de Cristo” se convierte en hedor
insoportable.
Un chaparrón pasa en seguida, “mientras el mundo estará alegre; vosotros
estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría,” no
desesperes, Dios no retira sus dones de la mañana a la noche y, aunque creas que
se ha apagado el fuego de la fe Dios no deja que sus dones desaparezcan:
redescúbrelos.
Tu madre la Virgen estará siempre a tu lado, ayudándote a ser constante en el
amor. Pídeselo y no dudes de lo que dice el Señor:“poco más tarde me volveréis a
ver.”
18. Fray Nelson Jueves 5 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: Pablo se estableció en la casa de Aquila; trabajaba y
predicaba en la sinagoga * Su tristeza se transformará en alegría.
1. Si tan sólo pudiéramos entender...
1.1 ¿Qué es lo que hace que una persona escuche una predicación y se convenza,
mientras que su vecino de puesto, su amigo de toda la vida, su esposo o esposa,
o su compañero de estudio o de trabajo no llegan a convencerse por igual? ¿Qué
es eso de convencerse? ¿Cómo es que uno llega a creer en algo o en alguien? La
primera lectura de hoy es ocasión preciosa para que lo preguntemos.
1.2 El aspecto negativo de estas preguntas es que, como no llegamos a
respuestas, entonces podemos desencantarnos de los resultados de la predicación.
O podemos enredarnos en nosotros mismos, como si todo lo malo fuera culpa
nuestra. O podemos llenarnos de resentimiento contra la Iglesia y envolvernos en
acusaciones mutuas: “la evangelización no camina porque estamos con el Plan
Pastoral equivocado”, o también: “falta profetismo en los sacerdotes”; “ya no
hay espiritualidad en los pastores”; “la liturgia de antes sí tenía la belleza y
la solemnidad que el alma pide”; “esos ritos viejos y muertos ya no sirven para
el mundo de hoy”.
1.3 En fin, cientos o miles de objeciones en las que naufraga nuestra mente
tratando de hallar la receta o la fórmula que cambiaría todo y solucionaría
todo: ¿volver al latín o multiplicar las orquestas carismáticas? ¿comprometernos
de lleno en los giros del tema social o ser imágenes vivas de espiritualidad
celeste? ¿Multiplicar los estudios y entrar en la onda interdisciplinaria o
concentrarnos en la Palabra de Dios y anunciar con sencillez el Reino?
¿Complicarnos en estrategias de planeación empresarial o descomplicarnos al modo
de un Francisco de Asís, y confiar como niños en la Providencia de Papá Dios?
1.4 Detrás de estos y otras decenas de dilemas hay una suposición: que debe
haber una “receta” que produzca resultados tangibles e incontestables. Mas lo
que nos muestra la Biblia parece ser lo contrario: no hay tal “receta”. Pablo
predicaba siempre lo mejor que podía, pero sus argumentos a veces llegaban y a
veces no convencían. En una misma sinagoga vemos que algunos insultan sin parar
mientras que el jefe de la misma sinagoga se convierte al Evangelio de Cristo.
Pero no es una ley segura porque en otras partes es el jefe el que más se opone.
Esto puede desconcertar bastante y desanimar mucho.
1.5 Mas hay un aspecto positivo en todo esto: nuestro desconcierto lo podemos
mirar como una señal de incapacidad de nuestra mente... o lo podemos mirar como
el borde de un abismo y la puerta a un misterio muy hondo. ¿Quién dijo, a fin de
cuentas, que éramos o teníamos que ser capaces de entender los misterios del
amor divino en su obra de salvar un alma? ¿No se ha dicho acaso que brilla más
el poder de Dios redimiendo a un solo pecador que en la creación entera del
universo visible? ¿Qué clase de soberbia es la nuestra, entonces, que, sin
entender todavía los misterios de la materia que ven nuestros ojos, ya se siente
autorizada para comprender y explicar los misterios de la gracia que acontece en
las simas del corazón humano?
1.6 No, hermanos: no dejemos que la decepción o la frustración empañen el gozo
del Evangelio. No entendemos del todo, o no entendemos mucho de por qué unos
aceptan y creen mientras que otros se oponen y dan la espalda. Pero eso no es
tan grave. Entendamos lo que podamos y dejemos al amor divino que haga su obra a
su manera, a su hora y con sus instrumentos, de modo tal que cuando algo no
suceda como queríamos, no perdamos la paz, y cuando en cambio las conversiones
se den, nuestros ojos estén atentos para fascinarse contemplándolo, y nuestra
boca atenta para cantarlo a plena voz.
2. Tristeza que se vuelve alegría
2.1 Volvamos ahora nuestros ojos al evangelio de hoy. Es un texto que a su modo
alude también a los desconciertos. La partida de Cristo tenía que causar
desconcierto y dolor entre sus discípulos, y Cristo mismo lo sabe; por eso se
anticipa, como saliendo al encuentro de ese dolor, y olvidándose del espantoso
suplicio que tendrá que padecer él mismo, trata de sanar en ellos las heridas
que todavía no son visibles pero que pronto manaran torrentes de angustia y
desconsuelo. ¡Bendito Médico, Jesucristo, recibe nuestra gratitud por ese modo
tuyo de compadecerte de los males de todos!
2.2 Nuestro Señor es bien realista. No vive de ilusiones ni se asienta en
fantasías. Sabe que lo que viene es espantoso y por eso lo declara con sencillas
pero suficientes palabras: “Yo les aseguro que ustedes llorarán y gemirán,
mientras que el mundo se sentirá satisfecho”. Este es el primer paso en su
“terapia” contra el escándalo que ellos habrán de sufrir. Difícil decir en frase
más corta una descripción tan elocuente y sin embargo serena; “muy objetiva” la
llamaríamos hoy. En este sentido, Jesús ama la “objetividad”.
2.3 Pero no se queda en el dato de la persecución. No hace del miedo una muralla
ni hace de la tristeza una casa para habitar. El miedo es una puerta; la
tristeza es una grada del camino. Jesús lo explica a los suyos de dos modos: en
cuanto a él mismo y en cuanto a lo que ellos habrán de vivir.
2.4 En cuanto a él, porque les da a conocer cuál es el término propio de su
partida. Jesús no sale de este mundo hacia la nada, hacia el absurdo o hacia el
piélago de la muerte sin fondo. Va hacia el Padre. Parece imposible que el
camino hacia el Padre incluyo salivazos, clavos y sangre, azotes y espinas, pero
así es, y con la misma firmeza con que reconocemos el poder del terror hemos de
proclamar la fuerza incontenible del amor. Es lo que hace el Señor.
2.5 En cuanto a ellos, todo queda condensado en la bella frase: “Ustedes estarán
tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría”. Es algo que no resulta
fácil de entender en un primer momento pero que luego se vuelve casi una ley
para el creyente: detrás de cada montaña de obstáculos hay un valle de
consuelos; más allá del mar de las incertidumbres está la playa del descanso y
el encuentro fraterno; por encima de la más espesa noche ya prepara su
nacimiento la más hermosa aurora.