LUNES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 16, 11-15 

2ª: Jn 15, 26-16, 4 


1.

Nos embarcamos en Tróada y fuimos derechos a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; de allí pasamos a Filipos...

La lectura de esas palabras ha de ir acompañada de la oración. En la simplicidad de un relato de viaje ¡esconden estas palabras la primera penetración del evangelio en "Europa"! Los que habitamos este continente, somos cristianos porque un día Pablo pisó la playa de Neápolis al descender del barco que provenía de Tróada (Asia Menor).

La epopeya misionera da aquí su primer paso decisivo.

Efectivamente, Europa ha sido «tierra de misión».

La aventura de la Fe comenzó en Jerusalén, junto a un Gólgota y a una Tumba vacía... luego la Fe se extendió por Samaria, y Antioquía de Siria... luego por Asia Menor. Y he aquí que aborda un nuevo continente. Nos encontramos probablemente en la primavera del año 50. Veinte años después de que Jesús "diera su vida" y resucitara. En los siglos siguientes, esa misma corriente de vida llegará a todos los países. ¡Y estamos todavía en los comienzos! Queda mucho por hacer. ¡Envía, Señor, a un nuevo «san Pablo» a todos los pueblos nuevos!

¿Cómo es mi labor misionera? ¿Cuál es mi preocupación por el progreso de la Fe?

-Un sábado salimos fuera de la ciudad -de Filipos- a orillas de un río, lugar donde la gente solía reunirse para orar.

La primera ciudad de Europa donde, según el evangelio, se instala Pablo es Filipos. Será la primera comunidad cristiana de este continente, a la que pronto dirigirá su Epístola a los Filipenses, que hoy leemos en la misa.

Notemos que el relato de los «Hechos de los Apóstoles» que hasta aquí estaba escrito en tercera persona del singular o del plural -hicieron esto, hizo aquello- pasa ahora a la primera persona del plural -nos instalamos a orillas de un río-. Ocurre esto porque Pablo encontró a Lucas, el convertido de Antioquía, el «médico estimado» a quien embarcó en su aventura misionera. De ahora en adelante, Lucas será el compañero de viaje y el confidente directo de Pablo. Cuando leemos el evangelio de san Lucas, tenemos pues algo de la predicación de Pablo. Tenemos: la manera de hablar Pablo de Jesús.

-Nos dirigimos a algunas mujeres.

Y así empezó la misión en Europa: unas mujeres reunidas para orar. Son judías puesto que respetan el sábado. Son un pequeño grupo. Demasiado pequeño para disponer de una sinagoga, en esa gran ciudad pagana. Por lo tanto, ¡se reúnen fuera, a la salida de la ciudad, bajo los eucaliptos, a orillas de un riachuelo! Para orar. Y es allá donde Pablo ha ido a encontrarlas. La gran ciudad, tan cercana, ignora el acontecimiento histórico que comienza con ellas.

-Una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura, nos escuchaba. El Señor le abrió el corazón, para que se adhiriese a las palabras de Pablo.

Pablo habla. Pero es Dios quien «dispone el corazón» a la escucha. Esta primera creyente, una comerciante, -una «jefe de empresa» como diríamos hoy- es una mujer decidida. Acto continuo pide el bautismo, y ofrece la hospitalidad de su casa a los misioneros ambulantes.

Señor, da ese dinamismo a todos los cristianos.

Que mi oración y la ofrenda de mi vida se eleven hoy por la evangelización de los hombres y mujeres que esperan la buena nueva.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 234 s.


2.

La Iglesia va preparando a los cristianos para el tiempo de la desaparición visible de Jesús, que comienza el día de la ascensión, el próximo domingo, y quiere que aguardemos con ansia al Espíritu Santo, que es el que va a conducir la vida de los cristianos a través de este mundo hasta el encuentro definitivo con Dios.

El Evangelio trae un anuncio grave del Señor para el tiempo posterior a su elevación a los cielos. Asegura que el Paráclito, el Espíritu Santo que él prometía como "abogado" que es el Espíritu de Verdad "dará testimonio de El". El Espíritu descubrirá la verdad sobre los acontecimientos de la vida de Cristo. Y los Apóstoles también darán testimonio de Cristo ya que estuvieron con El desde un principio.

Es misión del Espíritu Santo revelar a los Apóstoles toda la verdad sobre Cristo, sobre sus hechos, sobre su vida y su muerte, y fortalecerlos para que sean capaces de dar testimonio. TESTIGO/MARTIR 

Porque ser "testigo" es confesar la verdad con todas las consecuencias, exponerse, arriesgarse, dar la cara.

"Testigo" aparece precisamente en el N.T. con el sentido de "mártir"; dar la vida es el gran testimonio, confesar con la sangre la Verdad. No solamente la muerte por Cristo sino también la vida cristiana vivida con todas sus consecuencias tiene un valor de "martirio" y por esto de testimonio.

En boca de Jesús, la misión de testigos asignada a los Apóstoles es misión de mártires. Se lo advierte para que no se extrañen; sufrirán persecuciones y hasta los matarán. ¿Quién? Los que no han conocido al Padre ni a Cristo. Los que no han querido conocerlos; los que no han reconocido en ellos a Dios, al Señor y no se han sometido a su Plan, a su llamada, a sus exigencias, porque hubieran tenido que renunciar a otros intereses y acabar con muchas situaciones establecidas.

Porque existe el pecado, el mal, el egoísmo, fue perseguido JC y serán perseguidos los cristianos. En un mundo donde el mal echa sus raíces como la yedra y vive, crece y domina, tiene que surgir la violenta oposición contra quien viene a condenar el mundo del mal y anuncia una "vida nueva" y un "mundo nuevo" hechos de amorosa sumisión a Dios y de servicio desinteresado a los demás, de perdón y de amor, hasta para los enemigos. A un hombre así se le niega la autoridad, se le acusa de loco, de blasfemo, de comunista o de lo que sea para acabar con El; porque estorba hay que quitarlo de en medio; aceptarlo sería reconocer la propia maldad y renunciar a muchos intereses creados... Esto ocurrió con Cristo: no le conocieron; no reconocieron su divinidad y bajo la acusación de que se hacía Dios lo quitaron de en medio. Cuando se ha fabricado un dios a la medida de los propios intereses se es capaz de negar al verdadero Dios con la conciencia de que se hace en defensa de Dios y se defiende el dios de los propios intereses. Por eso dice Jesús que quien los mate creerá que honra a Dios.

Mientras exista el mal, es inherente a la profesión cristiana la oposición, la violencia, la persecución. Los cristianos están en este "mundo" pero pertenecen al "Reino de Cristo, al "mundo nuevo" que anunció el Señor; y ellos tienen que proclamarlo y construirlo a base de vivir la "vida nueva" que trajo El, al margen del mal de este "mundo" y aun en contra, desenmascarándolo. Es lógico que estorben porque son un reproche vivo para el mal y para todos los intereses fundados en el mal; son la luz que descubre demasiadas cosas; son la sal que escuece.

Cristo no canonizó las críticas, las oposiciones y la persecución que podemos sufrir los cristianos por nuestras faltas, por nuestros abusos, por nuestras injusticias personales; hemos de procurar no ganarnos persecuciones y críticas justas y a no comprometer el cristianismo.

La persecución se convierte así en el destino de la Iglesia y en un signo de su fidelidad a Jesucristo.

Los cristianos probablemente se escandalizan de que se rechace el evangelio y se persiga a la Iglesia, cuando en realidad ella solamente pretende la salvación del hombre. Pero lo que afirma el evangelio es, precisamente, todo lo contrario; que cuando realmente hay que escandalizarse, es cuando la Iglesia no sea perseguida de cualquier forma, porque la ausencia de persecución debería ser una señal inquietante de falta de fidelidad al Evangelio, porque "todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones" (/2Tm/03/12).

Testimonio: aquel cristiano cuya conducta manifiesta la presencia de Dios en el mundo. Aceptar a Cristo y su Palabra sería reconocer la propia maldad y renunciar a muchos intereses creados. Esto ocurrió con Cristo: "me quereis matar porque mi palabra no entra en nosotros".


3. ES/DEFENSOR:

Continuamos la meditación del "discurso después de la Cena". Hasta aquí, Jesús ha hablado sobre todo de amor...

Pero el tono va a cambiar. En esta segunda parte de su conversación, Jesús va a hablar mucho sobre el "odio": quiere prevenir a sus discípulos de la atmósfera de lucha que conocerán frente al rechazo del mundo.

-Cuando venga el "defensor" que Yo os enviaré de parte del Padre.

Hemos olvidado bastante ese título que daba Jesús al Espíritu.

El "Defensor", el "Paráclito" en griego. Esto da un tono de lucha. Dios tomará la defensa de los suyos. ¿Tengo conciencia de que soy atacado, amenazado? Sí, me encuentro constantemente enfrentado al mal a la desgracia, y al Maligno: el pecado, la adversidad, Satán... triple cara de lo que me provoca para destruirme y alienarme.

Jesús lo sabe bien. El, que tan a menudo ha tomado la defensa del hombre, para salvarle del pecado, de la enfermedad o de la muerte y del demonio. El nos envía otro 'Defensor": su Espíritu. A menudo, Señor, me olvido de ese aspecto dramático que tiene la vida cristiana; y corro el riesgo de dejarme llevar a una buena vidita muy tranquila, en vez de continuar alerta, vigilante... y presto al combate contra cualquier forma de mal.

-El Espíritu de verdad que procede del Padre, dará "testimonio" ("martyresei") de mí. "Espíritu de verdad es otro título que Jesús da al Espíritu.

La verdad libera, la verdad es la única fuerza capaz de contrarrestarle el mal.

Ser, cada vez más, un hambriento de la verdad, para ser, cada vez más, un testigo ("martyr" en griego) de la verdad.

-Y vosotros me daréis también testimonio ("martyreite").

La suerte de las palabras es ir cambiando de sentido en el curso de los años. Y por esto la Iglesia se ve obligada a adaptarse constantemente, es decir, a usar palabras nuevas para expresar la misma realidad. Los lectores de san Juan, aquí, oían en sus oídos griegos la palabra "martyr", que hoy traducimos por "testigo". "Vosotros también seréis mártires míos = vosotros seréis también mis testigos."

-Os echarán de las sinagogas... os matarán...

Jesús preveía lúcidamente la extrema dificultad de ser cristiano. En este tiempo pascual, en la primera lectura (Hechos de los Apóstoles) oímos de qué modo Pablo, por ejemplo, ha sido perseguido, tenido por sospechoso, azotado, encarcelado, martirizado. Todavía hoy, el desarrollo en profundidad del evangelio tropieza con las mismas oposiciones, las mismas tentativas de ahogo. El cristiano auténtico es a menudo tenido por sospechoso. Si esto no sucede conmigo es quizá porque he desvirtuado la virulencia y la novedad del evangelio.

-Vosotros daréis testimonio de mí porque desde el principio estáis conmigo... Os tratarán de ese modo porque no conocieron al Padre ni a mí...

"Estar con"... "conocer al Padre y conocer a Jesús"... Es la condición para ser testigo. ¿Soy realmente el testigo (mártir) de Dios? ¿Estoy de parte de Dios? ¿Es Dios al que defiendo, o es a mí, mis opciones, mis ideas? Sé que tengo un Defensor. El Espíritu esta ahí conmigo.

Gracias. Concédeme, Señor, el no tener nunca miedo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 238 s.


4.

1. Hechos 16,11-15

a) Conducidos por el Espíritu, como leíamos el sábado pasado, Pablo y sus acompañantes se deciden a dejar Asia y entrar en Europa. Y así llegan a Filipos, capital de Macedonia.

Filipos era una colonia romana. No parece que hubiera una sinagoga para los judíos. Y por tanto Pablo va a buscar, a la orilla del río, a unas personas piadosas -sobre todo mujeres, que desde siempre y en todas las culturas se han distinguido por su religiosidad- que se reúnen allí para rezar. Dios «abre el corazón» de una de ellas, Lidia, vendedora de púrpura, para que se convierta. Será la primera europea que cree en Jesús. Y además, es una mujer hospitalaria, que invita a Pablo y los suyos a hospedarse en su casa.

La comunidad cristiana de Filipos recibió más tarde una de las cartas más amables de Pablo: señal que guardaba recuerdos muy positivos de ella. No es extraño que el salmo sea optimista, porque la entrada de la fe cristiana en Europa ha sido esperanzadora: «el Señor ama a su pueblo... cantad al Señor un cántico nuevo».

b) ¿Dónde nos toca evangelizar a nosotros?

Pablo se adaptaba a las circunstancias que iba encontrando. A veces predicaba en la sinagoga, otras en una cárcel, o junto al río, o en la plaza de Atenas. Si le echaban de un sitio, iba a otro. Si le aceptaban, se quedaba hasta consolidar la comunidad. Pero siempre anunciaba a Cristo.

Así la comunidad cristiana -en su nivel universal y en el local- debería tener tal convicción de la Buena Noticia que, conducida por el Espíritu de Jesús, no deberia conocer barreras, y anunciar la fe en Asia y en Europa, en Africa y en América. En grandes poblaciones y en el campo. En ambientes favorables y en climas hostiles. En la escuela y en los medios de comunicación. Cuando nos ofrecen hospedaje amable y cuando nos detienen o persiguen.

Y cada uno de nosotros, si en verdad estamos llenos de la Buena Noticia de la Pascua del Señor y nos dejamos comunicar su vida, deberíamos dar testimonio de nuestra fe en cualquier ambiente en que nos toque vivir, desde nuestra familia hasta el trabajo y toda actividad social.

2. Juan 15,26 -16,4

a) Ya el sábado pasado escuchábamos cómo Jesús, en su cena de despedida, avisaba a los suyos que serían odiados por el mundo, porque el mundo ama a los suyos, y los discípulos de Jesús, en principio, aunque «están en» el mundo, no «son del» mundo. Ahora les sigue anunciando dificultades: les excomulgarán de las sinagogas, y «llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios». Este sufrimiento de los cristianos se ve como una continuación del mismo de Cristo, a quien tampoco le aceptó el mundo. A ellos también les perseguirán: «el siervo no puede ser más que el señor». Lo que no quiere Jesús es que cuando llegue esa hora «se tambalee vuestra fe», sino que «os acordéis de que yo os lo había dicho».

El encargo fundamental para los cristianos es que den testimonio de Jesús. El día de la Ascensión les dijo: «seréis mis testigos en Jerusalén y en Samaría y en toda la tierra, hasta el fin del mundo».

Pero hay un factor muy importante para que esto sea posible: para esa hora del mal y del odio, les promete la fuerza de su Espíritu, que van a necesitar para poder dar ese testimonio. Al Espíritu -de quien desde ahora hasta Pentecostés las lecturas van a hablar con más frecuencia- le llama«Paráclito», palabra griega («para-cletos»), que significa defensor, abogado (la palabra latina que mejor traduce el «para-cletos» griego es «ad-vocatus»). Le llama también «Espíritu de la Verdad», que va a dar testimonio de Jesús. Con la ayuda de ese Abogado sí que podrán dar también ellos testimonio en este mundo.

b) Que como seguidores de Jesús iban a tener dificultades lo experimentaron los cristianos ya desde el principio. El libro de los Hechos, que hemos ido leyendo en el Tiempo Pascual, nos ha narrado una sucesión de persecuciones, detenciones, azotes, y hasta la muerte, como la de Esteban.

A lo largo de los dos mil años, ha seguido la misma tónica. Como al Señor le crucificaron, a sus fieles los han crucificado de mil maneras. Si la comunidad de Jesús, fiel al Evangelio de su Maestro, da testimonio de justicia o de amor, o defiende valores que no son los que la sociedad defiende, o denuncia situaciones que se dan contra la dignidad humana o contra la voluntad de Dios, es lógico que sea odiada, porque resulta incómoda. A veces será perseguida hasta la muerte, y otras, desprestigiada, ignorada, impedida en su misión. La palabra griega para decir «testigo, testimonio» es la de «mártir, martiría». Dar testimonio del Evangelio de Jesús comporta muchas veces sufrimiento y martirio. Pero también ahora tenemos la ayuda del Espíritu, el abogado, el defensor. Con su fuerza podemos librar la batalla entre el bien y el mal, y permanecer fieles a Cristo en medio de un mundo que a veces se muestra claramente contrario a su Evangelio, y dar testimonio de Cristo en nuestro ambiente, siendo de palabra y de obra fieles a su estilo de vida y a sus convicciones.

Si celebramos bien la Pascua -y estamos en su sexta semana- ése debe ser uno de los signos de que nos estamos dejando comunicar la vida nueva del Resucitado y de su Espiritu: la valentía en dar testimonio de Jesús.

«Que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida» (oración)

«El Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes» (salmo)

«Que no se tambalee vuestra fe» (evangelio)

«Jesús les dijo: Paz a vosotros» (comunión)

«Mira, Señor, con bondad a tu pueblo» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 122-124


5.

Primera lectura: Hechos 16, 11-15 Si están convencidos de que creo en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa.

Salmo responsorial: 149, 1-2.3-4.5-6a.9b El Señor ama a su Pueblo.

Evangelio: Juan 15,26 - 16,4 Cuando venga el Paráclito, el dará testimonio de mí: y también ustedes darán testimonio.

Es el tiempo en que las primeras comunidades cristianas que empiezan a aparecer todavía no se han apartado de los templos judíos. Ya están viendo la reacción que provoca la iglesia de Jesús en la jerarquía sacerdotal judía. Y se empieza a presentir que vendrán tiempos duros en los cuales se tendrá que pasar incluso por el martirio, que será señal de un elemento de identificación y unión con el proyecto de Jesús.

En medio de esta persecución aparecerán ofertas que tienten el corazón incluso de los líderes más convencidos de la razón de su Causa. Muchos podrán sentir también un gran desánimo cuando vean a otros caer. Pero en medio de estos momentos difíciles, Jesús va a estar siempre presente con el Espíritu en el alma de la comunidad. Esta fuerza va a acompañar a quienes lo estén testimoniando.

El Espíritu se mostrará a través de la vida de la comunidad. Quienes se hayan decidido transparentar a Jesús Resucitado quedarán también absorbidos por el Espíritu de Jesús, porque el Padre, el Hijo y el Espíritu son inseparables, donde esté uno están siempre los tres. Ninguno se puede separar de los otros. A quien inhabita uno ya lo inhabitan los tres. El Espíritu va a dar a la persona la fuerza para que pueda convencer al mundo de su pecado. Por eso es por lo que los enemigos de Jesús quieren eliminar a sus seguidores, porque cada vez que ellos en su comportamiento muestren un comportamiento distinto al del mundo desenmascararán la maldad presente en este. Luego, el Espíritu será el encargado de juzgar al mundo porque no está humanizado como debe ser. Entonces, cuando un cristiano transparenta a Jesús, de suyo está actuando contra el mundo malo, a favor del Mundo Nuevo, el deseado por Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6.

La objeción del Espíritu de Jesús a los planes de Pablo permite que la misión se encamine hacia Europa. Filipos era una colonia romana, con una población mayoritariamente griega y romana. Pablo insiste en buscar, por lo menos, simpatizantes del judaísmo. Ante la ausencia de sinagoga, los prosélitos simpatizantes de la religión judía se reúnen los sábado cerca del río para orar. Allí acude Pablo y los trata de convencer.

La comunidad dirigida por el Espíritu, identificada por el «nosotros» (Hch 16, 10-11), anuncia el Evangelio a las mujeres. Lidia, una comerciante de telas finas, por mediación del Señor presta atención al mensaje de Pablo. Recibe el bautismo junto a toda su familia.

Como se ha visto en anteriores ocasiones (Hch 9, 36-43), las mujeres animan la comunidad cristiana. En el caso de Lidia, ella, como cabeza de hogar, encamina a toda su familia hacia el Evangelio.

El evangelio de Juan nos presenta un pasaje que es muy significativo para comprender la situación de la comunidad que escribió el evangelio. El problema se puede articular en tres núcleos: el testimonio, la expulsión de la sinagoga y la persecución.

La comunidad se presenta como un testigo fiel del resucitado. Comunica una experiencia de vida. Sus palabras tratan de encender la luz de la verdad allí donde se ha establecido una forma cerrada de pensar. Pronto se enfrenta al fanatismo religioso de sus opositores, que consideraban insulso cualquier testimonio a favor de Jesús. A pesar de esto, la comunidad se mantuvo fiel en el amor a la verdad y en la amistad con Jesús. Esta actitud le ayudó a hacer frente al embate judío.

Los cristianos fueron expulsados de la sinagoga antes del año 100. Para la comunidad esta situación constituyó una experiencia dolorosa. Esta comunidad de Juan vivía en una región donde los judíos tenían gran influencia política. Por esto, en el evangelio casi siempre aparecen «los judíos» como una autoridad amenazante. Además, predomina el partido Fariseo, que tomó el liderazgo del pueblo de Israel luego de la destrucción de Jerusalén. Para los cristianos la exclusión de la sinagoga no sólo significaba una marginación de tipo religioso. Ponía también en peligro su capacidad de sobrevivencia en un medio mayormente hostil.

La persecución era evidente. Los defensores del fanatismo se creían con la autoridad para oprimir a los disidentes. Más aun, creían dar culto a su dios dando muerte a sus opositores. Una religión que cree tener el derecho fundamental a matar, excluir u oprimir a sus opositores ciertamente, tiene por culto la muerte. Jesús se opuso radicalmente a esta mentalidad. El siempre se empeñó en dar vida a su pueblo. La comunidad de Juan enfrentó una situación similar. Reconoce que Jesús es el Mesías, que el Dios de la vida es el único y verdadero Dios, por tanto se convierte en obstáculo para los fanáticos. De esto nos da testimonio el libro de los Hechos con la muerte de Esteban y Santiago y con la persecución desatada sobre los cristianos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Testimonio y persecución. Dos claves para este día. Dos claves para la vida. ¿Cómo se articulan? Persecución a causa del testimonio. Testimonio en la persecución.

El testimonio de Lidia. Una mujer que ya se reunía con otras mujeres para orar antes de que llegara Pablo y que creía en el Dios verdadero. Con ella se bautizan todos los suyos, con la fuerza que tienen todas las madres de ser sembradoras de vida, aglutinadoras de familia. No importan las dificultades que a partir de ahora puedan sobrevenir. La prueba de fe es la aceptación de la hospitalidad. Compartir la mesa y el techo. "Y nos obligó a aceptar". Bueno, parece que Lidia les ayudó a decidir. ¿No os recuerda a tantas madres deshechas en atenciones, a tanto corazón hospitalario entregado al máximo? ¿Acaso hay testimonio mejor?

Quizá sí. El testimonio en medio de la persecución. Como los primeros cristianos, como tantos cristianos. "Llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte, pensará que da culto a Dios". Cuando leo esta frase cuánto dolor se me condensa en el corazón. Qué miedo me da cuando el otro día aparecía una fotografía de Le Pen con un crucifijo en la mano o echando un discurso junto al monumento de Juana de Arco. Uno se estremece cada vez que ve manipular los símbolos religiosos en favor de intereses políticos, económicos, militares. Pienso en los muchos que a lo largo de la historia creyeron que al enarbolar la espada, el fusil, el tanque o la bomba en su pecho estaban dando culto y gloria a Dios. ¡Qué equivocados! La gloria del Dios es que el hombre viva. Pero la frase de san Ireneo no se queda ahí, sino que continúa: vita hominis visio Dei. La vida del hombre es la visión de Dios. Y quien ve al Hijo, ve al Padre. Miremos a Jesús. Aún en medio de la persecución. Ése será nuestro mejor testimonio.

Vuestro amigo.

Carlos M. Oliveras, cmf (carlosoliveras@hotmail.com)


8. CLARETIANOS 2003

Empezamos esta semana sobrecogidos por las consecuencias que ha tenido el terremoto de Argelia. Por si no tuviéramos bastante con las secuelas de la guerra de Iraq y la cadena de atentados suicidas (en Arabia, en Marruecos, en Israel), la naturaleza se encarga de añadir más muerte a la muerte. ¿Queda espacio, oportunidad, ánimo, para el anuncio de una buena noticia “en nombre de Jesús”?
El encuentro de Pablo con Lidia, la vendedora de púrpura, natural de Tiatira, tiene el encanto de un flechazo cristiano que se convierte en una pequeña joya de lo que significa un itinerario de evangelización. He aquí sus elementos:

A veces, los relatos más simples, esconden luces que pueden iluminar nuestro presente. En el ambiente en el que vivimos, sin alardes, podemos salir al encuentro, trabar conversación, contar nuestra experiencia y constatar que el Señor “abre los corazones” de algunas personas. Recordemos que San Felipe Neri, cuya memoria celebramos hoy, fue un experto en practicar esta estrategia.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)

 


9. 2002

COMENTARIO 1

vv. 26-27: Cuando llegue el valedor que yo voy a mandaros re­cibiéndolo del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio en mi favor. 27Pero también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

Antes ha prometido Jesús a los discípulos la perma­nencia en ellos del Espíritu de la verdad (14,17); ahora les anuncia la ac­tividad del Espíritu en la misión: dará testimonio a favor de Jesús, condenado por el mundo. Dará ese testimonio dentro de la comunidad, asegurándola de la verdad de su mensaje y actuación. Se trata del testi­monio profético, que confirma la experiencia interior y consolida la ruptura con el mundo. El testimonio ha de ser continuado por los dis­cípulos (también vosotros). El enfrentamiento de Jesús con el mundo no va a terminar con su muerte; al contrario, va a multiplicarse por medio de los suyos. Estar con Jesús desde el principio, requisito para dar testi­monio en cualquier época, significa aceptar como norma toda la vida de Jesús, sin separar al Jesús resucitado del Jesús terrestre, como en la ten­tación espiritualista que prescinde del compromiso.

vv. 1-2: Os voy a decir esto para que no os vengáis abajo: 2Os excluirán de la sinagoga; es más, se acerca la hora en que todo el que os dé muerte se figure que ofrece culto a Dios...

Jesús previene a los discípulos, para evitar su deserción en el futuro. Podría parecerles inexplicable verse combatidos por las institu­ciones religiosas. Jesús les anuncia que serán marginados por los que se llaman representantes de Dios e intérpretes de su voluntad. No sólo los marginarán, sino que llegarán a darles muerte. Las instituciones reli­giosas adoran a un dios que acepta como culto la muerte del hombre (se figure que ofrece culto a Dios). Si ése es su dios, son homicidas por esencia. De hecho, los máximos representantes de la institución religiosa judía han decretado ya la muerte de Jesús (11,53) y la de la comunidad, representada por Lázaro (12,10).

vv. 3-4: y obrarán así porque no han conocido al Padre ni tampoco a mí. 4Sin embargo, os dejo dicho esto para que, cuando llegue la hora de ellos, os acordéis de que yo os había prevenido.

Jesús libera a los suyos del respeto a las instituciones religiosas. Bajo su impresionante fachada se esconde un fraude, pues no conocen al Padre (5,37; 8,19.47.54s). El dios a quien ofrecen culto no es el ver­dadero (17,3), pues no está en favor del hombre (5,10; 9,24.29): es la antítesis del que se manifiesta en Jesús. Al vaciar a Dios de su propio ser, llenan su nombre con la proyección de sus propias ambiciones, que despliegan su capacidad destructora. De ahí el dios homicida (8,44).

Este mundo injusto tendrá su hora, la de su triunfo aparente.


COMENTARIO 2

Seguimos leyendo en el libro de los Hechos de los apóstoles la gesta evangelizadora que llevó el Evangelio del Medio Oriente a Europa, logrando la constitución de comunidades cristianas que, a su vez, se hicieron misioneras. Hoy escuchamos parte de uno de esos “pasajes nosotros”, que según explicábamos el sábado pasado (4 de Mayo), aparecen como si hubieran sido escritos por un testigo presencial. El itinerario transcurre por la parte norte del mar Egeo: el puerto de Troas en el litoral asiático, la isla de Samotracia, y el puerto de Neápolis ya en territorio macedonio. De dicho puerto el grupo misionero va un poco hacia el interior de la península Balcánica, a la ciudad de Filipos que, como el mismo texto anota, era una de las más importantes ciudades de la provincia romana de Macedonia. Su nombre evocaba al gran Filipo II rey de Macedonia, que en el siglo III AC la había fundado, Se encontraba en un lugar muy bien escogido, con fuentes abundantes de agua, cerca de importantes yacimientos de metales preciosos y rodeada de campos muy fértiles. Cuando la visitan los misioneros cristianos es una ciudad completamente romanizada, habitada por veteranos del ejército que derrotó a los asesinos de Julio César en el 44 AC, sus habitantes tienen la ciudadanía romana con todos los demás privilegios e instituciones de una ciudad libre. A los antiguos dioses de Grecia se han sumado los de Roma e, incluso, hay testimonios arqueológicos de otros cultos exóticos: dioses egipcios y orientales.

La colonia judía debía ser muy pequeña ya que, al parecer, por el relato de Hechos, no tenían ni siquiera una sinagoga, sino que los pocos simpatizantes del judaísmo, principalmente mujeres, se reunían al aire libre, en las afueras, a orillas de un riachuelo.

Si nos hemos demorado en la descripción de la ciudad se debe a que la comunidad cristiana fundada allí por Pablo y sus compañeros llegó a ser importante. Pablo le dirigió la famosa carta a los Filipenses que, según algunos eminentes exégetas, es el resultado de la fusión de al menos dos cartas recibidas del apóstol por esa comunidad. Además los vínculos entre Pablo y los cristianos de Filipos fueron estrechos, emotivos, hasta el punto de que solo de ellos se dejó Pablo ayudar económicamente (Flp 4,10-20). Y pensar que los primeros cristianos aquí fueron mujeres: Lidia, una extranjera, comerciante de púrpura, una tintura fina para telas, en cuya casa terminaron hospedándose los misioneros, y algunas otras simpatizantes judías.

Ya hemos leído antes que era el Espíritu Santo el que guiaba el itinerario de los predicadores cristianos y, como lo dice hoy la lectura, el que habría los corazones de los oyentes para aceptar el evangelio y sus compromisos. Así sigue siendo hasta hoy.

Dos temas podemos destacar de la lectura del evangelio de Juan, sin olvidar que seguimos leyendo los capítulos 13-17, los llamados discursos de despedida de Jesús durante la última cena. En primer lugar la reiterada promesa del envío del Espíritu Santo, aquí llamado: “Espíritu de la Verdad”. No porque vaya a revelar a los discípulos teorías abstractas, verdades filosóficas o teológicas. Sino porque procede del que es verdadero por antonomasia: el mismo Dios, porque trae su energía creadora y salvadora, la verdad del amor y del perdón, las verdades que se convierten en realidades de vida para quien lo recibe. Este Espíritu de la Verdad dará testimonio de Jesucristo, es decir, hará que muchísimos seres humanos, a lo largo de los siglos, aceptemos su Palabra, nos acojamos a su salvación, nos integremos a la comunidad de sus discípulos. Nos dará fuerza y sabiduría, también a nosotros para seguir testimoniando, como los primeros predicadores cristianos, la verdad del amor de Dios que ofrece su salvación a todos los seres humanos

En segundo lugar Jesús anuncia a sus discípulos las persecuciones y contradicciones a que se verán sometidos. De parte de los judíos que expulsarán de sus sinagogas a quienes se atrevan a confesarlo como Mesías e Hijo de Dios. Y de parte también de los poderosos del mundo que llegarán incluso a dar muerte a los cristianos, creyendo que hacen algo grato a Dios. Fue lo que pasó durante las persecuciones del Imperio Romano contra los cristianos: se les acusaba de impiedad y de ateísmo porque no adoraban las divinidades del estado totalitario. Lo que pasó en otras muchas épocas de la historia, por ejemplo durante el gobierno de Hitler y de su partido nacional socialista en Alemania, cuando muchos cristianos, católicos y protestantes, se vieron hostigados, perseguidos, y asesinados por el poder de ese estado totalitario. Lo que sigue pasando en tantos lugares del mundo, ahora en nuestro tiempo, cuando se persigue a los cristianos por oponerse a regímenes inhumanos cuyo dios es la fuerza y el poder del dinero.

Jesús ha anunciado a sus discípulos que serán partícipes de sus sufrimientos, pero que el Espíritu de la Verdad los alentará para que su fe no desfallezca. Y que al final, recibirán los mártires el don supremo de la resurrección.

Podríamos preguntarnos hasta qué punto somos dóciles al Espíritu que Jesús envía a su Iglesia, hasta que punto nos abrimos a su influjo, acatamos sus inspiraciones. Y podríamos preguntarnos también qué haríamos si no persiguieran por ser cristianos. ¿Estaríamos dispuestos a continuar siendo cristianos?

1. Juan Mateos, El evangelio de Juan. Texto y comentario. Ediciones El almendro, Córdoba 2002 (en prensa).

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


10. DOMINICOS 2003

Alegría de fe, urgencia de misión

Toda la historia de salvación es encuentro renovado de Dios con sus criaturas, diálogo personal, escenario de amores y desamores, prueba de fidelidades e infidelidades, dádivas divinas con escaso agradecimiento humano, revelación de verdades que engrandecen al ser humano y que le piden no sea olvidadizo del Amor que lo creó y lo mantiene en su existencia.

Parte de esa historia de salvación es el compromiso de cada cristiano en ser testigo del amor que nos redime, anunciador de la Buena Noticia de Jesús,  comunicador de la experiencia de vivir en la fe, esperanza y caridad que nos hacen sentirnos hijos de Dios.

Pablo y Silas son nuestros modelos en la celebración de hoy.

Y el discurso de Jesús, anunciándonos que Él y el Padre nos enviarán el Espíritu consolador y animador, es palabra que nos da aliento y fuerza para saber esperar amando y saber amar esperando su venida.

ORACIÓN:

Señor Jesús, en esta celebración pascual de la Palabra y de la Eucaristía, queremos abrir sinceramente nuestro espíritu a la Verdad, nuestra alma a la misión, nuestra esperanza a la llegada del Reino, nuestro servicio a la fraternidad de todos los hombres. Tú, que subes y estás con el Padre, llénanos de tu Espíritu. Amén.

 

Palabra que alienta nuestra fe

Hechos de los apóstoles 16, 11-15:

“Pablo y Silas zarpamos de Troade rumbo a Samotracia, y al día siguiente salimos para Neápolis y de allí a Filipos, colonia romana, capital del distrito de Macedonia. Allí nos detuvimos unos días. El sábado salimos de la ciudad y fuimos por la orilla del río a un sitio donde pensábamos que se reunían para orar. Allí nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido.

Una de las mujeres..., Lidia, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia, y nos invitó diciendo: si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa”.

La narración invita a reflexionar y a completar detalles. ¿Era la orilla del río un lugar de trabajo, de lavandería, de encuentro, de juego, de oración a la diosa de la naturaleza..? No importa lo que fuera: significaba una oportunidad para hablar del Dios revelado en Jesús.

Evangelio según san Juan 15, 26-16,4:

“Jesús decía a sus discípulos:

Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y después también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto para que no se tambalee vuestra fe....”

Este párrafo forma parte de la despedida de Jesús, de sus últimas y saludables recomendaciones, de la revelación de sus intimidades: revelación del misterio trinitario y de su providencia sobre nosotros. Cuando Jesús vuelva al Padre será el Espíritu quien anime a la Iglesia, a nuestra comunidad creyente.

 

Momento de reflexión

Alegres en la fe y gozosos en la misión.

Celebremos, en primer término, la alegría de la fe y la amistad que la fe genera o debe generar entre los hermanos.

Fijémonos en la sencillez con que los apóstoles proceden en su misión evangelizadora. No hay que inventar castillos para convocar en sus salones a las gentes. Hay que acudir a la orilla del río, al lugar donde la gente tiene costumbre de reunirse, y compartir allí con los hermanos nuestras vivencias de fe.

-Si de cuando en cuando hay una mujer de buen espíritu, como Lidia, la vendedora de púrpura, a quien el Espíritu mueve eficazmente a abrazar la fe en Cristo, nos congratularemos.

-Si su alegría pide y logra amistad fraterna y ofrece mesa para compartir, demos gracias al Señor y hablemos desde la fe.

-Si no hay una Lidia que se comprometa en fidelidad con Cristo, sepamos que Dios también está en el silencio, en la espera, en la siembra.

El Espíritu nos adoctrinará.

En segundo lugar, dediquemos unos minutos a la meditación de las palabras de Jesús.

Él nos ha amado, nos ha hablado, nos ha enseñado su mensaje; y nosotros tal vez no lo hemos comprendido o asimilado como se merecía.

Ahora nos encarece que estemos abiertos y preparados para cuando un toque del Espíritu nos haga revivir, a nueva luz y calor, aquello mismo que en Galilea o en Jerusalén él nos mostró con sabiduría de divino Maestro.

Y hagámoslo en actitud orante, como se hacen las grandes hazañas del espíritu: en traje de humildad, de confianza, de desposeimiento de intereses mezquinos. Él, que habla en el silencio amoroso, escucha también en el silencio.


11. ACI DIGITAL 2003

26. Intercesor: Otros vierten: Defensor. Hay aquí una bellísima explicación del dogma trinitario. El Espíritu Santo procede del Padre y también del Hijo. Nuestra salvación fue objeto del envío del Hijo por el Padre, que nos lo dio; ahora anuncia Jesús que nuestra santificación va a ser objeto de la misión de otra Persona divina: el Espíritu Santo, que El enviará desde la diestra del Padre (16, 7 y nota). Dará testimonio de Mí, p. ej. en la Sagrada Escritura, que es por eso un "tesoro celestial" (Conc. Trid.). Del testimonio del Espíritu Santo será inseparable la predicación y el testimonio de los apóstoles porque por su inspiración hablarán. Cf. Hech. 13, 9; Rom. 9, 1; I Tes. 1, 5; II Pedr. 1, 21.

1. No os escandalicéis, al ver que la persecución viene a veces de donde menos podía esperarse. Jesús nos previene para que no incurramos en el escándalo de que habla en Mat. 13, 21: " pero no teniendo raíz en sí mismo, es de corta duración, y cuando llega la tribulación o la persecución por causa de la palabra, al punto se escandaliza".

2. Creerá hacer un obsequio a Dios: es decir, que se llega a cometer los más grandes males creyendo obrar bien, o sea que, por falta de conocimiento de la verdad revelada que nos hace libres (8, 32), caemos en los lazos del padre de la mentira (8, 44). Por eso dice: porque no han conocido al Padre ni a Mí, esto es, no los conocían aunque presuntuosamente creían conocerlos para no inquietarse por su indiferencia (cf. Apoc. 3, 15 s.). Es ésta la "operación del error" (de que habla con tan tremenda elocuencia a S. Pablo en II Tes. 2, 9 ss.), a la cual Dios nos abandona por no haber recibido con amor la verdad que está en su Palabra (17, 17), y nos deja que "creamos a la mentira". ¿Acaso no fue éste el pecado de Eva y de Adán? Porque si no hubieran creído al engaño de la serpiente y confiado en sus promesas, claro está que no se habrían atrevido a desafiar a Dios. Nuestra situación será mejor que la de ellos si aprovechamos esta prevención de Jesús. Rara vez hay quien haga el mal por el mal mismo, y de ahí que la especialidad de Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos al mal con apariencia de bien. Así Caifás condenó a Jesús, diciendo piadosamente que estaba escandalizado de oírlo blasfemar, y todos estuvieron de acuerdo con Caifás y lo escupieron a Jesús por blasfemo (Mat. 26, 65 ss.). El nos anuncia aquí que así sucederá también con sus discípulos (véase 15, 20 ss.). 4. Cuando Jesús estaba con ellos. Él los protegía contra todo (17, 12; 18, 8).


12.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él» (Rom 6, 9).

Colecta (textos del Gelasiano y del Sacramentario de Bérgamo): «Te pedimos, Señor de misericordia, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida».

Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno».

Comunión: «Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros. Aleluya”» (Jn 20,19).

Postcomunión: «Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa»

Hechos 16,11-15: El Señor abrió el corazón de Lidia, para que aceptara lo que decía Pablo. La misión en Europa comienza por una conversión. Pablo predica, pero es Dios quien abre el corazón de Lidia y la conduce a la fe y al  bautismo. La hospitalidad de Lidia no es mera cortesía oriental, sino una auténtica manifestación de caridad cristiana, como verdadero fruto de la fe. Esta fe que profesamos y renovamos en la celebración eucarística tiene que fructificar en una vid de auténtica unión.

Comenta S. Juan Crisóstomo:

«Qué sabiduría la de Lidia! ¡Con qué humildad y dulzura habla a los apóstoles: “Si juzgáis que soy fiel al Señor”! Nada más eficaz  para persuadirlos que estas palabras hubiesen ablandado cualquier corazón. Más que suplicar y comprometer a los apóstoles, para que vayan a su casa, les obliga con insistencia. Ved cómo en ella la fe produce sus frutos y cómo su vocación le parece un bien inapreciable» (Homilía 35 sobre los Hechos).

Y dice también el mismo Santo Doctor:

«Nada puede hacerte tan imitador de Cristo como la preocupación por los demás. Aunque ayunes, aunque duermas en el suelo, aunque -por decirlo así- te mates, si no te preocupas del prójimo poca cosa hiciste, aún distas mucho de su imagen» (Homilía sobre la primera Carta a los Corintios).

–El contenido del anuncio cristiano, para el que Dios abre el corazón del hombre, es la victoria de Jesucristo sobre sus enemigos, especialmente sobre la muerte. Por eso nos alegramos con el Señor y le cantamos con el Salmo 149: «Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles, que se alegre Israel por  Creador, los hijos de Sión por su Rey. Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras, porque el Señor ama a su pueblo, y adorna con la victoria a los humildes. Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas con vítores a Dios en la boca».

Juan 15,26-16.4: El Espíritu de la verdad dará testimonio de Mí. Los discípulos se verán asistidos en medio de la persecuciones por el Paráclito, el Defensor, el Espíritu de la Verdad, que les enviará Cristo desde el Padre. Las persecuciones son una continuación del proceso judicial del mundo que condenó a Jesús y le seguirá condenando en los suyos. Pero el Espíritu Santo está en su Iglesia y con Él nada pueden temer. Pasan los perseguidores, y Cristo permanece ayer, hoy y siempre. San Agustín exclama:

«Señor y Dios mío; en ti creo, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No diría la Verdad: “Id, bautizad a todas las gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”(Mt 28,19), si no fuera Trinidad. Y no mandarías a tus siervos bautizar, mi Dios y Señor, en el nombre de quien no es Dios y Señor. Y si vos, Señor, no fuerais al mismo tiempo Trinidad y un solo Dios y Señor, no diría la palabra divina: “Escucha, Israel: El Señor tu Dios, es un Dios único” (Dt 6,4). Y si tú mismo no fueras Dios Padre y fueras también Hijo, y Espíritu Santo, no leeríamos en las Escrituras canónicas: “Envió Dios a su Hijo” (Gál 4,4); y tú, ¡oh Unigénito!, no dirías del Espíritu Santo: “que el Padre enviará en mi nombre” (Jn 14,26)  y que “yo os enviaré de parte del Padre” (Jn 15, 26)...

«Cuando arribemos a tu presencia, cesarán estas muchas cosas que ahora hablamos sin entenderlas, y tú permanecerás todo en todos, y entonces modularemos un cántico eterno alabándote a un tiempo unidos todos a ti. Señor, Dios uno y Dios Trinidad, cuanto con tu auxilio queda dicho en estos mis libros, conózcanlo los tuyos; si algo hay en ellos de mi cosecha, perdóname tú, Señor, y perdónenme los tuyos. Así sea»  (Tratado sobre la Stma. Trinidad 15,18,51)


13.

Comentario: Rev. D. Jordi Pou i Sabaté (Sant Jordi Desvalls-Girona, España)

«Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de la verdad, Él dará testimonio de mí»

Hoy, el Evangelio es casi tan actual como en los años finales del evangelista san Juan. Ser cristiano entonces no estaba de moda (más bien era bastante peligroso), como tampoco no lo está ahora. Si alguno quiere ser bien considerado por nuestra sociedad, mejor que no sea cristiano —porque en muchas cosas— tal como los primeros cristianos judíos, le «expulsarán de las sinagogas» (Jn 16,2).

Sabemos que ser cristiano es vivir a contracorriente: lo ha sido siempre. Incluso en épocas en que “todo el mundo” era cristiano: los que querían serlo de verdad no eran demasiado bien vistos por algunos. El cristiano es, si vive según Jesucristo, un testimonio de lo que Cristo tenía previsto para todos los hombres; es un testigo de que es posible imitar a Jesucristo y vivir con toda dignidad como hombre. Esto no gustará a muchos, como Jesús mismo no gustó a muchos y fue llevado a la muerte. Los motivos del rechazo serán variados, pero hemos de tener presente que en ocasiones nuestro testimonio será tomado como una acusación.

No se puede decir que san Juan, por sus escritos, fuera pesimista: nos hace una descripción victoriosa de la Iglesia y del triunfo de Cristo. Tampoco se puede decir que él no hubiese tenido que sufrir las mismas cosas que describe. No esconde la realidad de las cosas ni la substancia de la vida cristiana: la lucha.

Una lucha que es para todos, porque no hemos de vencer con nuestras fuerzas. El Espíritu Santo lucha con nosotros. Es Él quien nos da las fuerzas. Es Él, el Protector, quien nos libra de los peligros. Con Él al lado nada hemos de temer.

Juan confió plenamente en Jesús, le hizo entrega de su vida. Así no le costó después confiar en Aquel que fue enviado por Él: el Espíritu Santo.


14.

Reflexión

Jesús, como parte de la preparación final a sus apóstoles antes de la pasión (que lo podemos decir también para antes de separarse físicamente de ellos en la Ascensión), los instruyó sobre dos cosas: la primera y más importante, es que serían revestidos de una fuerza interior que los convertiría en auténticos testigos de su amor y de su Reino; por otro lado que el convertirse en auténticos testigos los llevará a afrontar una serie de dificultades, incluso a perder la vida como prueba de fidelidad. Estos dos elementos han estado presentes siempre en la Iglesia: el testimonio de Cristo, Mesías, llevado hasta las últimas consecuencias y la presencia activa del Espíritu que conforta, anima, e impulsa a testificar que Jesús es el Señor y que solo en él hay Vida en Abundancia. Quizás sería bueno esta semana reflexionar sobre la eficacia de nuestro testimonio ante los demás. Nuestro testimonio con nuestros compañeros de trabajo y en nuestra misma familia. Y por otro lado hacernos conscientes de la presencia activa del Espíritu que obra en nosotros y nos asegura que solo en Jesús hay vida..

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


15. Anuncio sobre lo que ha de pasar

Fuente: Catholic.net
Autor: Andrés Lomelí

Reflexión

Estos versículos del evangelio de san Juan han sido tomados de las palabras de “despedida” que Jesús dirige a sus discípulos antes del huerto de Getsemaní. Y es por ello que nos transmiten los íntimos sentimientos de Jesús en esos momentos. “Y habiendo amado”... sí, hasta el extremo de instituir la Eucaristía, el memorial de su Pasión y Resurrección para nuestra salvación. El Maestro sabe que Judas lo ha traicionado, que será juzgado como un malhechor, que será azotado, coronado de espinas, crucificado. Y, sin embargo, de todos estos dolores, el que más fuertemente oprime su corazón es el conocimiento de que la salvación será rechazada por muchos.

Para tantos corazones, ver a Cristo crucificado no significa nada... Para otros significa muy poco. Porque sólo cuando se experimenta la pequeñez y miseria propias en presencia del Creador, cuando se comprende lo breve que es nuestro peregrinar por el mundo, entonces se valora todo el sacrificio que el Hijo de Dios ha tenido que hacer para que no muriésemos en nuestras tristezas, sin esperanza.

Y entonces quien ha experimentado, quien ha pedido humildemente al Señor el don de encontrar y contemplar su rostro sufriente, es ahora tierra fértil para la acción del Espíritu Santo, es ahora un alma que producirá el cien o el treinta por ciento. El fuego Divino consumirá su corazón, lo impulsará a dar testimonio de ese Jesús a quién tanto ama y al que debe tanto. Ni persecuciones, ni calumnias, ni injusticias, podrán parar a este nuevo apóstol de Jesucristo, que camina con él hacia Getsemaní.


16.El tiempo del Espíritu

Comenzamos la última etapa de la Cincuentena Pascual. En los próximos tres domingos están centrados temáticamente en el don o gracia pascual del Espíritu Santo, que Jesucristo envía desde el Padre (Pentecostés), luego de ser exaltado en la gloria (Solemnidad de la Ascensión, próximo domingo).

Esta es la culminación del Misterio Pascual, cuando el Señor resucitado y ascendido hasta el Padre, no nos deja solos, sino que nos comunica, desde el seno de la Trinidad, aquel Don personal que une al Padre y al Hijo y que nos hace partícipes de la naturaleza divina.

El Don del Espíritu convierte a la Iglesia en un misterio muy semejante al de la Encarnación del Hijo de Dios, pues tiene en su ser parte de divino y parte de humano, de modo que la acción de este grupo de creyentes no es sólo una sociedad religiosa, sino la continuación de la obra de Jesucristo para la salvación de la humanidad.


17. Los regalos de Dios

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano
Fuente: Catholic.net

Cuando hablamos del Espíritu Santo en nuestros mensajes parece que se anima el Programa. Ese día estamos pensando en Dios más que nunca. Y esto a lo mejor es lo que nos va a pasar hoy...

Un himno de la Liturgia se dirige al Espíritu Santo y le dice: Eres el regalo grande del Dios altísimo. Tan grande, que Dios echó el resto con el Espíritu Santo y se quedó sin nada más que darnos.

Parece mentira cómo hace Dios las cosas. Todas las hace en grande, como Dios que es. En Él no cabe hacer nada pequeño. Y así es cómo se nos ha dado Dios desde el principio. Ha ido escalonando las cosas que daba, y al fin se ha quedado sin nada más.

¿Y el Cielo?, preguntarán algunos. Sí, Dios a estas horas nos ha dado ya también el Cielo. Porque incluso el Cielo ya lo llevamos dentro. Lo único que falta es que se rompa el velo de la carne mortal para que podamos disfrutar en gloria lo que ya poseemos en gracia.

Las Tres Divinas Personas se nos han dado las tres, cada una a su manera, y se han dado del todo en forma asombrosa. Aunque, cuando se nos daba una Persona, se nos daban las otras por igual, cada una según es en el seno de la Santísima Trinidad.

El primero que se nos dio fue el Padre con la creación. Toda la obra inmensa que contemplan nuestros ojos salió de sus manos amorosas y la puso en las manos nuestras para que la disfrutemos a placer. Nos creó en inocencia y nos dio su gracia, de modo que desde el principio éramos hijos suyos.

Se nos daba después el Hijo en la obra de la Redención. Cuando cometimos la culpa y perdimos la gracia, Dios manda su Hijo al mundo para que nos salve, y ya sabemos cómo se nos dio Jesús. Desde la cuna de Belén y desde Nazaret hasta el Calvario, y a través de todos los caminos de Galilea, ¡hay que ver cómo se entregaba Jesús! Y cuando había de marchar de este mundo, se las ingenió para irse y quedarse a la vez. Porque, si no, ¿qué otra cosa es la Eucaristía?... Y, ya en el Cielo, nos va a hacer junto con el Padre el regalo de los regalos.

Finalmente, le tocaba el turno al Espíritu Santo.

Sentado a la derecha del Padre, Jesús, con todo el poder que tiene como Dios, nos manda el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, para que tome posesión de nuestros corazones, derrame en nosotros el Amor increado de Dios, nos llene de su santidad, nos colme con todos sus dones, produzca en nosotros todos los frutos del Cielo, y sea la prenda de nuestra vida eterna.

Así Dios, el Dios Uno en las Tres divinas Personas de la Santísima Trinidad, siendo infinitamente rico, se queda sin nada más que darnos...

El Espíritu Santo es el resto, el colmo, el regalo grande del Dios altísimo, que ya no puede inventar nada mayor para poderlo regalar.

Son muchas las personas que en nuestros días, volviendo a la devoción que la Iglesia de los primeros siglos tuvo al Espíritu Santo, nos han dado una verdadera lección de felicidad. ¡Hay que ver cómo disfrutan del Espíritu Santo en sus asambleas! Parecen tener la feliz enfermedad de un Felipe de Neri, el Santo más simpático que llenó la Roma del siglo dieciséis.

Se preparaba para celebrar la fiesta de Pentecostés, porque era muy devoto del Espíritu Santo, cuando se sintió de repente abrasado por un fuego devorador.

- ¡Que no puedo más! ¡Que no puedo más!...

Los que le rodeaban empezaron a buscar agua fría, le aplicaban al pecho paños mojados, y nada... El corazón palpitaba como un tambor. Hasta las costillas se levantaban como para estallar.

Felipe no podía aguantar el gozo inexplicable que le invadía:

- ¡Basta! ¡Que no puedo con tanta felicidad!...

Aquel fenómeno místico no se lo explicaba nadie, porque aquel calor le duraba como duraban las llagas a San Francisco de Asís o al Padre Pío...
Llegaba el invierno y tenía que descubrirse la ropa del pecho para que el calor del amor no se sintiera tan intenso. Y como nadie sabía de qué procedía, el Santo, como hacía con todas sus cosas, lo tomaba a risa delante de los demás. Caminaba así descubierto en pleno invierno por las calles de Roma, por mucho frío que hiciese, y se les reía a los jóvenes:

- ¡Vamos! A vuestra edad, ¿y no aguantáis el poco frío que hace?
Los médicos, que tampoco entendían nada, le daban medicinas equivocadas y no conseguían nada tampoco. Ni disminuían las palpitaciones, ni se arreglaban las costillas. El Santo seguía riéndose:

- Pido a Dios que estos médicos puedan entender mi enfermedad...

Pues, bien. Eso que ni los jóvenes ni los médicos entendían, es lo que hace en nosotros el Espíritu Santo que se nos ha dado. Así estalla su amor en el corazón. Dios lo quiso manifestar externamente en Felipe Neri para que nosotros entendiéramos la realidad mística y profunda que llevamos dentro.

El Espíritu Santo es el Huésped de nuestras almas y el que santifica nuestros cuerpos. El Espíritu Santo es el que ilustra nuestras mentes para que entendamos la verdad y penetremos en las intimidades de Dios. El Espíritu Santo es quien nos empuja hacia Dios con la oración que suscita en nosotros.

El Espíritu Santo, don grandísimo de Dios, lo último que le quedaba a Dios... Eso, eso es lo que Dios nos ha dado...


18. 2004 Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

En estos dos días la liturgia nos presenta el ministerio de Pablo en la ciudad de Filipos. Este relato tiene una unidad, que descubrimos en la estructura de 16, 11-40.

Misión en la ciudad de Filipos: 16, 11-40
Estructura de esta misión:
a) Pablo llega a Filipos. Conversión de Lidia y los de su casa: 16, 11-15
b) Pablo y la muchacha esclava-conflicto con las autoridades: 16, 16-24
Centro: Liberación milagrosa de Pablo y Silas de la cárcel
Conversión del carcelero y los de su casa: 16, 25-34
b) Inocencia y libertad de Pablo: 16, 35-39 (continúa el relato de 16, 16-24)
a) Pablo y Silas animan a la comunidad y abandonan Filipos: 16, 40

Pablo llega a la ciudad de Filipos: De Tróade a la isla de Samotracia hay un día de viaje en barco; de Samotracia a Neápolis igual otro día. Esta ciudad era el puerto de Filipos, que quedaba a 18, 5 Km de distancia hacia el interior. Filipos es una ciudad importante de la provincia de Macedonia. La capital de provincia era Tesalónica, pero Filipos debe su importancia a que fue transformada en colonia romana el 42 a.C., para albergar a militares romanos licenciados. Filipos, como colonia romana era una pequeña Roma en otro lugar. Sus habitantes tenían los mismo derechos como si vivieran en Roma.

Conversión de Lidia y toda su casa (vv.13-15): El sábado Pablo y Silas salen fuera de la ciudad, a la orilla de un río, donde suponían habría un sitio para orar. No hay una sinogoga, sino un lugar informal de oración donde se reunían judíos y adoradores de Dios (griegos simpatizantes del judaísmo). Pablo habla a las mujeres que habían concurrido. Es interesante resaltar aquí esta comunidad más o menos establecida de mujeres fuera de la ciudad. Una de ellas es Lidia, originaria de la ciudad de Tiatira, situada en el Asia. Ella no es judía, sino gentil, adoradora de Dios. Su profesión era vendedora de púrpura. Lidia era jefe de hogar, no sabemos si era viuda o madre soltera. Muchos comentaristas afirman que Lidia era una persona de dinero. Por el contrario, lo más probable es que su situación fuera modesta o pobre. Como mujer sola debía trabajar arduamente para poder subsistir. Los artesanos y pequeños comerciantes tenían además una vida de mucho trabajo para lograr apenas sobrevivir. así Pablo, como artesano, debe trabajar día y noche para no ser gravoso a nadie (1 Tes. 2, 9). El hecho que Pablo se aloje en su casa, no quiere decir necesariamente que tuviera una gran casa y que fuera rica. También los pobres reciben huéspedes en sus casas. Lidia recibe a los misioneros apelando a su fidelidad al Señor (v.15) y no a sus riquezas. Lidia se convierte al escuchar las palabras de Pablo y Silas. Su fe es por la Palabra, no porque viera milagros u otras cosas extraordinarias. Convertida al Señor, se bautizó ella y toda su casa (v.15). Lucas da mucha importancia a la casa como espacio de la pequeña comunidad cristiana. En la carta a los filipenses, Pablo evoca a otras dos mujeres: Evodia y Síntique, las cuales "lucharon por el Evangelio a mi lado" (Flp.4, 2-3).

Pablo enfrenta al espíritu en una muchacha esclava (vv.16-18): "Sucedió que al ir nosotros al lugar de oración, nos vino al encuentro una muchacha esclava que tenía espíritu pitón" (literalmente). Pitón era la serpiente que guardaba el oráculo de Delfos y que profería palabras divinas. El espíritu pitón permitía a la muchacha "tener un discurso inspirado", lo que daba a sus amos mucho dinero. El espíritu gritaba a Pablo y compañeros: "Estos hombres son siervos del Dios altísimo, que les anuncian un camino de salvación". La expresión "Dios altísimo" (Theós húpsistos) era usada por judíos y gentiles. Pablo se enfrenta al espíritu y en nombre de Jesucristo le ordena salir de la muchacha. La situación de la muchacha era muy difícil: como mujer, como esclava y como explotada económicamente en su capacidad espiritual de decir discursos inspirados. La muchacha no está endemoniada y lo que dice a los misioneros es teológicamente correcto. Aparece aquí un caso, común en los Hch, de enfrentamiento del Evangelio con la religión popular helenista. Para Lucas y los cristianos de su época esta religión popular era demoníaca y utilizada como medio de lucro (aquí y también en 19, 23-27 en el caso de los orfebres de Éfeso), por eso Lucas presenta la acción de Pablo aparentemente como un exorcismo. En el relato de Lucas, sin embargo, podemos descubrir un sentido más profundo, que podría identificarse con el pensamiento e intención misma de Lucas. El texto dice que "Pablo, cansado (por los gritos de la muchacha), se volvió y dijo al espíritu..." (v. 18). Pablo no actúa con talante profético, sino simplemente porque está cansado y molesto con los gritos. Además se enfrenta con el espíritu que está en la muchacha, que le permitía hacer discursos inspirados. Es cierto que sus amos explotaban esta capacidad espiritual de la muchacha esclava, pero lo real aquí es que Pablo de hecho destruye una capacidad espiritual en la mujer. Quizás su situación, después de encontrarse con Pablo, fue peor. Hay comentaristas que hacen una interpretación crítica de la acción de Pablo, no como liberación, sino como destrucción de una capacidad espiritual de la mujer. Es curioso que en el relato de Lucas, en el preciso momento cuando Pablo enfrenta al espíritu, desaparece el "nosotros", que representa la comunidad del Espíritu. Antes de desaparecer se hace una distinción entre Pablo y el "nosotros" (v. 17). ¿Será que desaparece el "nosotros" por este enfrentamiento entre Pablo y el Espíritu que había en la mujer?

Conflicto de Pablo con las autoridades (vv.19-24): Pablo y Silas son arrastrados hasta el ágora ante los magistrados, que en el v. 20 los mismos son llamados pretores (en griego estrategas y el latín pretores, que era el título que recibían los magistrados de la ciudad). La acusación contra Pablo y Silas es muy importante desde un punto de vista histórico y redaccional (presentamos una traducción lo más literal posible):

"Estos son los hombres
que alborotan nuestra ciudad siendo judíos;
predican costumbres
que a nosotros no es lícito aceptar ni practicar siendo romanos" (vv.20-21).

Aquí aparece una clara contradicción entre romanos y judíos. Los filipenses, como colonia romana, están muy orgullosos de su ciudadanía romana y desprecian a Pablo y Silas como judíos. Los judíos en realidad tenían un estatuto jurídico respetable, constituían un "collegium licitum" y su religión era "religio lícita". ¿Por qué los pretores los mandan a desnudar, azotar y a meterlos en una prisión de alta seguridad? No hay juicio previo y el castigo aparece exageradamente severo. Las "costumbres" que aquí se denuncian, no son en realidad las leyes judías, sino la práctica misma de los cristianos, tanto en el contexto histórico de Pablo, como en las comunidades del tiempo de Lucas. Pablo anuncia el Evangelio y enfrenta una religión explotadora como negocio. Es evidente que la práctica cristiana alborotaba la ciudad, práctica que los romanos no podían ni aceptar ni mucho menos practicar. Aquí aparece nítidamente la contradicción entre Evangelio cristiano e Imperio romano.

Liberación de Pablo y de Silas (vv.25-28): Pablo y Silas en medio de la noche estaban en oración cantando himnos a Dios. Es la actitud de los mártires en la noche de la persecución. Se produjo entonces un terremoto, que conmovió los mismos cimientos de la cárcel. Lo curioso es que se soltaron las cadenas de los presos, cosa que no sucede en ningún terremoto. Aquí se trata más bien de una intervención divina, que conmueve los cimientos mismos del sistema de opresión y rompe todas las cadenas. Fue la oración de los mártires Pablo y Silas lo que provocó la intervención de Dios. Lucas nos informa que a los otros presos también se le soltaron las cadenas. Estos presos comunes son mencionados tres veces en el relato. Cuando son liberados no huyen tampoco de la cárcel, pues están sobrecogidos por la intervención de Dios. Quizás todo esto simboliza la solidaridad de Dios y de Pablo con los demás oprimidos por el Imperio romano. Pablo salva la vida del carcelero, que quería suicidarse pensando que los presos se habían escapado. Esta liberación de la cárcel es la tercera en Hechos: en 5, 17-20 los apóstoles y en 12, 6-11 Pedro es liberado. En ambos casos los libera el Angel del Señor, que en el caso de Pedro parece ser Jesús mismo. Aquí los libera un terremoto, que tiene también un carácter simbólico.

Conversión del carcelero y los de su casa (vv.29-34): El carcelero, antes de hablar, realiza un serie de movimientos: pide luz para ver qué pasa, entra de un salto en la prisión, tembloroso se arroja a los pies de los misioneros y luego los saca fuera de la cárcel (el texto occidental especifica que deja a los otros presos adentro). Luego viene la pregunta del carcelero: ¿Qué tengo que hacer para salvarme? Los misioneros piden al carcelero fe en el Señor Jesús, para que se salve él y su casa. Luego les anuncian la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. Por último, luego de lavar las heridas de Pablo y Silas, reciben el Bautismo él y todos los de su casa. Después de todo esto, el carcelero les hizo subir a su casa y les preparó la mesa, donde posiblemente (no lo dice el texto) celebraron la Cena del Señor. Y así se alegró con toda su familia por haber creído en Dios. El texto insiste cinco veces en la participación de toda la casa del carcelero en la fe y la salvación, el anuncio de la Palabra, el Bautismo, la Eucaristía y el gozo. El carcelero y toda su casa ha encontrado a Dios en la liberación de Pablo y Silas. ¿Por qué esta insistencia en la casa? Porque ésta era la estructura básica de la ciudad. La casa (oikos) y su lógica o racionalidad (la oiko-nomía) era la base de la ciudad (la polis) y la raíz de la ciudadanía (la politeía). El evangelio lo recibe personalmente el carcelero, pero al mismo tiempo todos los de su casa. Hay una encarnación personal y estructural del Evangelio en la ciudad. Es interesante notar también el camino de salvación que sigue el carcelero y su casa: fe en el Señor Jesús-escucha de la Palabra del Señor-Bautismo-Eucaristía-Gozo.

Inocencia de Pablo y Silas - abandonan Filipos (vv. 35-39): Continúa el relato de 16, 16-24. Al llegar el día, los pretores mandan liberar a Pablo y Silas de la cárcel (lo que supone que después de todos los sucesos gloriosos de la noche volvieron a la prisión). ¿porqué esta orden? Algunas variantes del texto la relacionan con el terremoto. No es este el sentido que le da Lucas. En realidad el v. 35 continúa el relato que termina en el v. 24. Las autoridades de la ciudad nada saben de la historia de salvación ocurrida en la noche. Lucas más bien quiere mostrar la inocencia legal y moral de los misioneros, reconocida ahora por las autoridades romanas. La acusación que se les hizo era injusta e ilegal. La culpa la tuvo la gente que se amotinó contra Pablo. Para que quede públicamente clara la inocencia de Pablo y Silas, estos rehúsan salir de la cárcel y de la ciudad a escondidas. Pablo y Silas hacen además valer su condición de ciudadanos romanos y el carácter ilegal del azote y de la cárcel que sufrieron sin haber sido juzgados. Esto asusta a los pretores, que en persona vienen a aclarar las cosas. Una variante trata de justificar el abandono de la ciudad, por miedo a un nuevo tumulto. Llama la atención en todo este texto el conocimiento que tiene Lucas de las jerarquías romanas: pretores (los dos magistrados que presidían la ciudad), lictores (los que azotaron a Pablo) y finalmente el carcelero. También llama la atención que Pablo y Silas no hayan invocado su ciudadanía romana antes de ser azotados. Quizás el tumulto no lo permitió. Por otro lado es cierto que, si Pablo hubiera invocado su ciudadanía romana, cosa que históricamente es bien dudoso, habría evitado la cárcel y no se hubiera dado la conversión del carcelero.

Visita a la casa de Lidia (v.40): Pablo y Silas no obedecen inmediatamente, pues antes de salir de la ciudad fueron a casa de Lidia, visitaron a los hermanos y los animaron. Este versículo hace inclusión con la primera parte, donde se narra la conversión de Lidia. La casa de Lidia está al comienzo y al final.

Reflexión pastoral sobre Hch 16, 11-40
1) Lidia y los de su casa aparecen al comienzo en los vv.14-15 y al final en el v. 40. Tenemos aquí una pequeña comunidad cristiana, una Iglesia doméstica, dirigida por una mujer. También aparece una comunidad de mujeres que se reúne fuera de la ciudad (v. 13) y una muchacha esclava, explotada en su capacidad espiritual (vv. 16-18). Reflexionemos sobre estos textos desde la perspectiva de la mujer y sobre su importancia para nuestra Iglesia hoy.

2) ¿Cómo vivimos hoy la acusación (vv20-21) que sufren Pablo y Silas? ¿Son los cristianos hoy en día acusados en términos semejantes a la acusación contra Pablo y Silas?

3) Lucas nos muestra la fuerza que tiene el testimonio de los mártires Pablo y Silas en la cárcel (vv. 25-28). ¿ Cuáles son estos efectos y cómo los vivimos hoy en América Latina?

4) Reflexionemos sobre la conversión del carcelero (vv. 29-34). El texto habla de 5 momentos: Fe en el Señor Jesús, escucha de la Palabra del Señor, Bautismo, Eucaristía y Gozo. ¿Que significa esto y cómo vivimos hoy este camino de salvación que vivió el carcelero?

5) Cinco veces de menciona la casa o familia del carcelero. ¿Qué significa esta evangelización de la casa y qué consecuencias pastorales tiene esto?

6) ¿Cuál es la relación, en el contexto de Hechos y en tiempos de Lucas, entre la comunidad cristiana y el orden romano? ¿Existe tal legalidad? ¿Es favorable el orden y la legalidad romana a la misión cristiana? Algunos piensan que si y otros que no. ¿Qué dice el texto al respecto?

7) Si leemos la carta de Pablo a los filipenses podemos completar el cuadro histórico que nos da Lucas. Comparemos ambos texto y saquemos algunas perspectivas para nuestra Iglesia actual.
 


19.

Las palabras de Jesús son alentadoras el día de hoy. Realmente son palabras de vida eterna, que cada día son nuevas a nuestros oídos. “Les he dicho todo esto, para que no pierdan la fe en la prueba” Jesús conoce la condición humana de sus discípulos y sabe que cuando él se vaya y vengan las pruebas, ellos podían perder la fe. Así nosotros, por eso, sus palabras son palabras de vida eterna. Si hacen vida hoy. La Biblia no es historia, es palabra de Dios, que hace vibrar nuestros corazones el día de hoy, nos trae consuelo, esperanza, sabiduría.

Te pedimos Señor fidelidad para poder mantenernos en la fe, en la espera, en la confianza ante la prueba.

Dios nos bendice,

Miosotis
 


20. DOMINICOS 2004

Al oír a Pablo, Lidia abrió el corazón

Quien mantiene abierto su espíritu a la Verdad, acaba encontrándola.
La palabra de un testigo fiel es siembra de verdad y amor.
Quien se avergüenza de vivir en Cristo no ha valorado su grandeza.

Las dificultades que encuentran Pablo y Silas para entablar el diálogo, desde su fe, con otras culturas y religiones, nos advierten que no podemos ser ingenuos ni demasiado crédulos en la vida.

Toda la historia de la salvación está salpicada de encuentros y desencuentros de las criaturas con su Creador y Padre, y entre sí mismas. La vida entera es por doquier escenario de amores y desamores, fidelidades e infidelidades, acogidas y desprecios. Es preciso revestirse de Cristo para mantener encendida la llama de la confesión y la predicación de la Palabra salvífica.

Si nos consideramos elegidos, como Pablo y Silas, para trabajar en la Viña del Señor, que es su Reino, armémonos de humildad y fortaleza, de confianza y esperanza. Y pidamos sinceramente que, tras la Ascensión del Señor, el Espíritu venga sobre nosotros.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 16, 11-15:
“Pablo y Silas zarpamos de Troade rumbo a Samotracia, y al día siguiente salimos para Neápolis y de allí a Filipos, colonia romana, capital del distrito de Macedonia. Allí nos detuvimos unos días, y un sábado salimos de la ciudad y fuimos por la orilla del río a un sitio donde teníamos noticia que las gentes se reunían para orar; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido.

Una de las mujeres ..., Lidia, que adoraba al verdadero Dios, nos escuchaba; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia, y nos invitó, diciendo: si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa”.

Evangelio según san Juan 15, 26-16,4:
“Jesús decía a sus discípulos: cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto para que no se tambalee vuestra fe....”


Reflexión para este día
Silenciosamente acojamos con alegría las palabras de Jesús. Están llenas de amor y esperanza para nosotros, y piden que nos comprometamos con ellas y por ellas. Vivamos seguros de que Dios, nuestro Padre, nos ha amado y nos ama de verdad, y cerciorémonos –con intensa mirada interior- de que hemos asimilado su mensaje.

En traje de humildad y confianza, y haciendo un esfuerzo de desprendimiento de otros intereses que no sean los intereses del Reino, oremos sinceramente para que el Espíritu prometido venga a cada uno y nos haga fértiles instrumentos de paz, solidaridad, hermandad... Que no se cierre en nuestro corazón y en nuestros labios una actitud abierta –como la de Lidia- que siempre es premiada con el regalo del cielo y la felicidad de los hermanos. Si obramos –a imitación de Pablo y Sila- con la sencillez que nos acerca siempre a los hombres y a sus problemas, nos acercaremos también al corazón de Dios.


21. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Se nos narra hoy el momento en que irrumpe por vez primera el cristianismo en Europa. Por tanto se nos invita a hacer una acción de gracias y, en un segundo momento, a hacer una lectura creyente de la situación de Europa: constitución europea, unión, desajustes, diferentes intereses y proyectos comunes... el bien común (¿de todo el mundo, del primer mundo, del tercero, de Europa?) por encima del interés de un solo país.

De la Palabra de Dios de hoy, quiero hacerme eco de tres frases: la primera es: “el Señor le abrió el corazón [a Lidia] para que aceptara lo que decía Pablo”. El protagonista es el Señor no Lidia. El papel que le toca a Lidia es pasivo. A la luz de esta frase será bueno recordarnos: lo nuestro no es tanto buscarle a él, sino no escondernos de su búsqueda; no tanto hablarle, sino escucharle; no tanto hacer cosas por él, sino dejar que él las haga en nosotros. No se trata ante todo de emprender, sino de secundar su impulso, de consen­tir a su acción. Lo mejor que podemos hacer siempre por Dios es tratar de no ser un impedi­mento a lo que él está constantemente intentando hacer en nosotros.

La segunda frase es: “Si estáis convencidos de que creo en el Señor”. Nos recuerda ahora Lidia que además de la responsabilidad de dar testimonio, tenemos la responsabilidad-servicio de confirmar la fe de los otros. ¿No os parece que nos dejamos vencer con demasiada frecuencia por la tentación de no decir nada, de no pronunciarnos, de “no ser quién para decir algo” sobre la vivencia de fe de otros?. Pero esta responsabilidad-servicio sigue siendo necesaria hoy. La ejercemos –o no- cuando admitimos a alguien para que reciba un determinado sacramento. También la ejercemos –o no- cuando somos testigos de ese acontecimiento: un bautizo, una primera comunión, una confirmación, una boda, una ordenación sacerdotal... porque nuestra presencia es también aval de lo fundado que está ese acontecimiento en la vida de fe de esa persona.

La tercera frase se nos presenta en el Evangelio de hoy: “para que no se tambalee vuestra fe”. La Palabra nos recuerda una experiencia cotidiana: cuando las cosas salen mal, cuando se nos tuercen las cosas... decimos: ¿será que Dios me ha olvidado y ya no está conmigo; que se ha olvidado de su promesa y ya no está junto a mí? Y así volvemos a caer en la vieja tentación de creer que por ser creyentes todo en nuestra vida va a ser ir cuesta abajo, todo irá sobre ruedas... ¿fue acaso así la vida del Maestro?. Más bien lo que se nos invita a vivir es la confianza y la esperanza en los momentos de prueba como lo hizo nuestro Maestro. “Estaré contigo, aunque tú no lo sepas, o no te des cuenta, estaré contigo siempre”.
Vuestro hermano en la fe,

Juan Ángel Artiles Roberto
(jaarcmf@yahoo.es)


22. 2004

LECTURAS: HECH 16, 11-15; SAL 149; JN 15, 26-16, 4

Hech. 16, 11-15. La Obra de salvación no es obra del hombre. Es la Obra de Dios en el hombre. Dios es quien abre las mentes de quienes escuchan a sus enviados, para que entiendan y acepten, de un modo personal, la obra de salvación que Dios quiere realizar en ellos. Por eso no sólo debemos pedir a Dios que nos dé su Sabiduría para poder proclamar dignamente su Palabra; también hemos de pedir por todos aquellos que nos escucharán para que se siembre eficazmente en ellos esa Palabra y produzca abundantes frutos de salvación. La Palabra de Dios, una vez aceptada, debe traducirse en obras de servicio en el amor fraterno, preocupándonos de hacer el bien a todos, especialmente a los pobres, a los peregrinos, a los injustamente tratados. Quien viva así, estará demostrando con su vida misma, que su fe es sincera, pues en verdad Dios ha transformado a esa persona y la ha hecho un signo de su amor misericordioso entre nosotros.

Sal. 149. Entonemos un canto nuevo al Señor. Los cantos de maldad, de pecado, de injusticia, de egoísmo, de infidelidades, que más que una alabanza son una ofensa al Señor, deben quedar atrás, superados por la Victoria de Cristo, de la que participamos quienes creemos en Él. Sólo así, quien lleve una vida en una constante conversión, podrá hacer que su alabanza al Señor en la reunión litúrgica sea grata a Él, pues vendremos con un corazón sincero y sin hipocresías. A partir de esa presencia del Señor en nosotros; a partir de ser fortalecidos por el Señor en las acciones litúrgicas, podremos volver a nuestros hogares para llenarlos de alegría y regocijo, pues no llegaremos con la levadura del pecado y de la muerte, sino de la vida, de la paz y del amor que Dios infunde en nuestros corazones.


Jn. 15, 26-16, 4. Vamos tras las huellas de Cristo. Él nos ha concedido en abundancia su Espíritu Santo, el cual nos ha enseñado todas las cosas referentes a Jesús, tanto a su Persona como a su Evangelio de salvación. Quien realmente viva una intensa experiencia personal del Señor, le amará con toda verdad. Entonces deberá convertirse en un testigo decidido y valiente de aquello que ha experimentado del Señor. El Espíritu Santo que hemos recibido no es un espíritu de cobardía, sino de valentía. No podemos, por tanto, dejarnos acobardar por las persecuciones, por las críticas o por las amenazas de muerte. El Señor va delante de nosotros, cargando nuestros pecados bajo el peso de su cruz; ese es el camino de liberación que hemos de seguir nosotros, no sólo buscando nuestra salvación, sino la salvación de los demás aun a costa de hacer nuestras sus miserias y pecados, e incluso llegar a entregar nuestra vida por ellos, pues el mundo no conoce a Cristo ni al Padre en el amor que nos han tenido hasta el extremo. Ese mismo amor con el que nosotros hemos sido amados debe ser el amor con que nosotros amemos a nuestro prójimo, impulsados por el Espíritu Santo, que habita en nosotros.

Contemplando el paso del Señor entre nosotros, viéndolo encarnado y hecho uno de nosotros, mirando su misericordia para con los pecadores y los pobre, experimentado su amor por nosotros hasta el extremo, que le llevó a morir clavado en una cruz para salvarnos, viéndolo glorificado como el Hijo amado de las complacencias del Padre Dios por su filial obediencia, quienes nos unimos a Él mediante la Eucaristía y hacemos nuestra su Vida y su Misión, sabemos cuál es el camino que hemos de seguir para llegar a la Gloria del Padre. Pero en este caminar no vamos solos. El Señor nos ha infundido su Espíritu Santo para que nos acompañe y, desde nosotros, dé testimonio de la Verdad en el mundo. Vivamos estos momentos de nuestra Liturgia cristiana con gran amor, pero, al mismo tiempo, con una gran decisión de dar testimonio del Señor en medio de nuestros hermanos para que también ellos encuentren el camino que los una con Dios y se salven.

Quienes participamos de la Vida y del Espíritu de Dios, que se nos ha concedido por medio del Misterio Pascual de Cristo, debemos ser testigos de la Resurrección del Señor en el mundo. Ese testimonio no sólo lo hemos de dar con el anuncio del Evangelio hecho con los labios, sino con la vida convertida en un evangelio viviente de Dios en el mundo y su historia. La Iglesia, en la que se ha derramado el Espíritu Santo con todos su Dones y Carismas, debe convertirse en la cercanía concreta de Cristo para todas las naciones. Por medio de ella el Señor continúa buscando al pecador, perdonándolo, dándole su vida y comunicándole su Espíritu para que proclame la Verdad y el Amor, con una vida íntegra y con un sincero servicio en el amor fraterno. No importa que, por causa de Cristo y por dar testimonio de Él tengamos que entregar nuestra vida; lo único que debe importarnos es no perder nuestra relación amorosa con Cristo, y nuestro compromiso con nuestros hermanos, para conducirlos a la salvación eterna.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber dejarnos conducir por el Espíritu de Dios, de tal forma que no sólo escuchemos la Palabra de Dios, sino que la pongamos en práctica; más aún, que el Espíritu de Dios nos haga ser una auténtica encarnación del Evangelio para que, como Iglesia, seamos la Buena Noticia del amor que Dios sigue proclamando en nuestro tiempo para todos los pueblos. Amén.

www.homiliacatolica.com


23.

Hch 16, 11-15: El Señor le abrió el corazón
Salmo: 149, 1-6.9: El Señor ama a su pueblo.
Jn 15, 26 - 16, 4: El Espíritu de la verdad dará testimonio de mi

Jesús reitera una vez más la promesa del Espíritu Santo. El es el Defensor enviado por el Padre por la intercesión de Jesús. Es el Espíritu de la verdad. Aquí entendemos la verdad como la absoluta transparencia, la coherencia de vida, la autenticidad. Por eso este Espíritu dará testimonio de Jesús, es decir, confirmará la misión realizada por El.

La promesa del Espíritu está orientada a fortalecer la frágil fe de los discípulos. Asediados por persecuciones y señalamientos fácilmente pueden caer y abandonar el camino de Jesús. La misión del Espíritu será, entonces, fortalecerlos en la fe. El rechazo de los Judíos y la persecución cruenta de los romanos caracteriza la vida de las primeras comunidades. Muchos se apartaron de la comunidad por temor a la persecución y a la muerte. Por eso Jesús les asegura la presencia del Espíritu para quienes perseveren hasta el final.

También nosotros podemos claudicar fácilmente. Los ídolos de hoy nos asedian por doquier. La Publicidad, la sensualidad, el mundo ilusorio que nos muestran los medios masivos de información como una verdad absoluta, se convierten en una verdadera amenaza para el seguimiento de Jesús. Por eso necesitamos la luz del Espíritu de Jesús para mirar con ojos críticos la realidad, para no traicionar la causa de Jesús a pesar de las presiones. Necesitamos el amor del Espíritu para vivir en radicalidad el compromiso con nuestros hermanos más pobres a pesar de las persecuciones y señalamientos.

¿Qué dificultades encontramos hoy en la vivencia del evangelio en nuestra comunidad? ¿Qué mecanismos estamos utilizando para fortalecernos y animarnos frente a las dificultades?


24.

Ustedes darán testimonio

Fuente: Catholic.net
Autor: Xavier Caballero

Reflexión

Para oír basta con no estar sordo. Para escuchar hacen falta muchas otras cosas: tener un alma despierta; abrirla para recibir al que, a través de sus palabras, entre en ti; ponerte en la misma longitud de onda que el que está conversando con nosotros; olvidarnos por un momento de nosotros mismos y de nuestros pensamientos para preocuparnos por la persona y los pensamientos del prójimo. ¡Todo un arte!

Este relacionarse, «ser social», es algo propio, natural de todo hombre. "La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación". (Gaudium et Spes, nn. 24-25)

El mensaje que Jesús nos propone hoy retumba fuertemente en el mundo actual. Nos promete que nos enviará al Consolador. Nos dice que daremos testimonio de Él. Y nos previene para que no nos escandalicemos: seremos perseguidos, calumniados, e incluso, muchos morirán en su nombre. Este es el resumen del cristianismo a lo largo de dos milenios. Un Espíritu que sopla y conforta. Un testimonio único e invaluable de caridad cristiana. Un número incontable de mártires y defensores de la fe. Para un enfermo es la compañía sonriente la mejor de las medicinas. Para un anciano no hay ayuda como un rato de conversación sin prisas y un poco de comprensión. El indigente necesita más nuestro cariño que nuestra limosna. Para el parado es tan necesario sentirse persona trabajando como el sueldo por el trabajo que le pagarán. Y es que la esencia del cristianismo es la caridad. No hay tarea más hermosa que dedicarse a tender puentes hacia los hombres y hacia las cosas. Sobre todo en un tiempo en que abundan los constructores de barreras.

En un mundo de zanjas ¿qué mejor que dedicarse a la tarea de superarlas? En este sentido, tenemos un gran ejemplo en Juan Pablo II. Un cristiano auténtico que supo acoger en su alma al Espíritu Santo. Que dió testimonio de Cristo en todo el mundo. Que vivió la caridad y aceptó el dolor por el bien de la Iglesia y del Reino de Dios.

Cuando un jugador de fútbol de la talla del croata Savor Šuker, describe su encuentro con el Papa Juan Pablo II dice: «Este encuentro con el Papa, para mí, vale más que cualquier victoria en un partido de fútbol. Yo soy futbolista, pero lo que realmente queda en la vida son otras cosas, y entre éstas, el testimonio de fe que el Santo Padre ofreció a todo el mundo».. O aquella del chileno Marcelo Salas, tras haber saludado al Papa por primera vez: «No sé ni siquiera describirlo. He experimentado una alegría inolvidable. He soñado con encontrarle a lo largo de muchos años. He tenido una oportunidad excepcional».

Todo cristiano está llamado a dar testimonio de fe, de amor y de santidad. Ojalá que quien se acerque a nosotros se quede marcado para siempre, no por nuestra personalidad o nuestras cualidades, sino porque somos reflejo del amor de Cristo al hombre, a todo hombre. Que se diga de nosotros lo mismo que se decía sobre los primeros cristianos: «¡Mirad, cómo se aman!».


25. Fray Nelson Lunes 2 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: El Señor tocó el corazón de Lidia para que aceptara el mensaje de Pablo * El Espíritu de verdad dará testimonio de mí.

1. La mujer que abrió la puerta de la fe para Europa
1.1 Ha avanzado un buen trecho del tiempo pascual y es sano recordar que el primer día de la primera pascua del Nuevo Testamento fueron las mujeres las primeras en recibir la Buena Nueva, y las primeras también en transmitir su gozo y su testimonio a los Apóstoles.

1.2 Bueno recordarlo, porque el texto de la primera lectura de hoy nos presenta la figura discreta pero vigorosa de aquella mujer, Lidia, que abrió la puerta de la fe para Filipos, ya en Europa. Fue ella quien recibió en su casa a los predicadores del Evangelio, quien los hospedó con alegría, quien de alguna manera hizo posible el nacimiento de esa comunidad cristiana que le trajo tanto consuelo y soporte a Pablo: los filipenses.

1.3 Dios: concédenos aprender de esta mujer sencilla, abierta, humilde, franca y audaz; que nosotros, a ejemplo de ella, sepamos abrir nuestros hogares a la predicación, nuestros corazones al Evangelio, y nuestra voz a la proclamación de la fe que salva. Amén.

2. A la espera del Espíritu
2.1 A partir de esta sexta semana de Pascua la Iglesia quiere que nuestra atención se concentre cada vez más en la llegada de la Promesa, es decir, el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo.

2.2 No hay mejor camino para enamorarnos del Espíritu Divino que escuchar a Jesús cómo predica de su presencia, su eficacia y sus dones, y ello es lo que nos ofrecen los textos del evangelio de hoy y de los días siguientes.

2.3 Al Espíritu, en efecto, se le conoce fundamentalmente por su obra, y sólo después por su presencia. No está “ante” nosotros como Cristo, sino que percibimos su efecto en el modo como nos transforma consolándonos, educándonos, cambiando nuestra voluntad hacia el Bien y el Amor, es decir, para expresarlo de un modo corto: divinizándonos.

2.4 Hoy Jesús nos enseña que el Espíritu “da testimonio” de él. El Espíritu es el “Gran Testigo” cuyo testimonio se apodera de nuestro entendimiento induciéndolo de modo suavísimo y firmísimo a la vez al perfecto asentimiento a la palabra predicada. Guiados por el susurro de este testimonio interior que nos convence y fortalece, llegamos a proclamar la fe, con lo cual este Testigo nos hace testigos. ¡Ven, ven Espíritu de Dios, ven Espíritu Santo.