SÁBADO DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 6, 1-7 = PASCUA 05A

2ª: Jn 6, 16-21 


1.

-Al multiplicarse los discípulos hubo quejas de los «judíos de lengua griega» contra «los de Palestina», porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana.

¡Cuán conveniente es para nosotros contemplar la vida de la comunidad primitiva! Vemos que no todo era idílico y fácil.

«No ser más que un corazón y una sola alma... poner en común todos los bienes propios...» es algo muy hermoso, pero ¡no es fácil! El mundo de entonces era tan cerrado y estaba tan dividido como el nuestro. Una comunidad sin fronteras no se hizo sola. Desde el comienzo surgieron tensiones y conflictos:

-"los de lengua griega" los helenistas-... que, naturalmente, tenían una cultura diferente...

-"los de Palestina"... que habían conservado tradiciones más antiguas...

Querer tratarse como hermanos en igualdad y respeto mutuo, fue difícil... requirió una gracia especial de Dios, para superar las particularismos, los racismos, todas las costumbres.

El texto de la Escritura no lo disimula: unos tenían la impresión de ser desatendidos por los otros. Los recién llegados, los de una cultura nueva, se sentían cristianos de segunda clase respecto a los judíos «de origen». En todo tiempo éste será uno de los problemas de la Iglesia: los antiguos, los que entraron hace tiempo tendrán tendencia a pedir privilegios, mientras que el movimiento profundo de la Iglesia es el de ser siempre abierta y acogedora a los recién llegados, en una actitud misionera.

Aplico esas reflexiones al DÍA de HOY.

¿Cuáles son las tensiones actuales en la Iglesia? ¿Cuáles son los puntos de ruptura posibles, los lugares en los que la comunión corre el riesgo de romperse? ¿Con qué tipo de cristianos me encuentro más a gusto, y con quiénes estoy menos de acuerdo? ¿Qué conversión esperas de mí, Señor, qué gesto de reconciliación ha de ser el mío?

-No conviene que abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas.

Eso nos indica que, originalmente, las «mesas» eran unos ágapes, verdaderas comidas fraternales. Algunos jóvenes, hoy, reinstauran ese tipo de celebración eucarística, en algunas ocasiones. Un banquete, un regocijo, una fiesta, una comunión humana que termina con la comunión del mismo Cristo.

-Buscad entre vosotros unos hermanos... y los pondremos al frente de este cargo.

Mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la Palabra.

De este incidente humano, sale una nueva organización de la Iglesia. Jesús no ha previsto el «diaconado». Simplemente instituyó a «los Doce», dejándoles la responsabilidad y la prudencia de organizar. La Iglesia inventa este «ministerio» nuevo, porque hay de él necesidad. El conflicto que hubiera podido dividir la comunidad en dos Iglesias rivales, la de los Griegos, y la de los Palestinos, terminó en una nueva organización de la comunión: la fraternidad entera continuará creciendo, y cada uno encontrará su sitio, en el respeto de las diversidades.

En cuánto a los apóstoles, a través de ese incidente, descubrieron de nuevo su misión esencial:

-orar... es decir, estar en contacto con Dios, escuchar su Palabra.

-evangelizar, es decir, estar en contacto con los hombres para revelarles esta Palabra.

Ruego por la Iglesia de HOY, para que sepa siempre inventar los mejores medios para realizar hoy, oportuna y eficazmente la obra de Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 196 s.)


2.

El relato de la marcha de Jesús sobre las aguas se encuentra curiosamente situado entre la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-15) y el discurso sobre el pan de vida (Jn 6, 26-66).

La intención que guió a San Juan a introducir este relato en pleno ciclo dedicado al tema del pan se ve clara a partir de la confrontación de su relato con el de los sinópticos (Mt 14, 22-33; Mc 6, 45-52), según los cuales Cristo aprovecha la incomprensión de las multitudes después de la multiplicación para apartarse de ellas y dedicarse exclusivamente a la educación de sus discípulos. Despide a las gentes (Mc 6, 46), da a sus apóstoles la orden de partir (Mc 6, 45) y comienza inmediatamente su iniciación sometiendo a prueba la fe de Pedro (Mt 14, 28-31) y haciéndose reconocer como Hijo de Dios (Mt 14, 33).

Nada de esto se encuentra en San Juan: deja entrever que los discípulos se van espontáneamente, incrédulos (Mc 6, 51-52 lo dice claramente). Jesús no parece interesado por instruirlos, no se preocupa de Pedro y no recibe de él ninguna profesión de fe. La escena se termina rápidamente: la barca llega a buen puerto antes que haya terminado la conversación.

Todo se desarrolla como si los apóstoles huyeran de Cristo y se negaran a verse avocados a hacer una profesión de fe. Juan prepara así a sus lectores a comprender el abandono efectivo de Cristo por parte de los suyos en Jn 6, 67-11. Nos encontramos en el corazón del Evangelio: muy pronto se planteará el problema de la fe en la persona de Cristo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 63


3. MAR-MAL 

La historia de los hombres es más a menudo una mar encrespada que un lago tranquilo.

Corrientes contrarias nos mueven en todos los sentidos. Y, en diferentes etapas de su historia, la Iglesia estará siempre tentada de aferrarse al timón para volver a su pasado, tierra firme sin duda, pero estéril. Pero es en el mar encrespado donde se establece el encuentro con el Señor. Sólo después de haber bregado duramente, los discípulos descubren de pronto el rostro luminoso. La Iglesia no está en la tierra firme: su Señor ha unido su suerte a la de las fuerzas tenebrosas de la historia de los hombres. La Iglesia sólo existe en los combates encrespados de la vida, maltratada por todas las tempestades y por todas las fuerzas oscuras. Sólo después de haber luchado a fondo, temiendo constantemente volcar, los hombres y las mujeres descubrirán que su búsqueda laboriosa estaba ya dirigida por el Espíritu. Únicamente corriendo el riesgo de la palabra, gustarán la alegría del encuentro. La fe no nos evita los temores de los hombres; tan solo nos garantiza que Dios aparecerá en alguna parte para responder a ellos.

Dios y Padre nuestro,
que ves cómo nos debatimos
entre la fidelidad y la imaginación,
entre el temor y el riesgo,
te rogamos que nos precedas,
que tomes tú el timón de nuestras embarcaciones
y nos conduzcas hasta el Puerto
que es tu eterna Morada.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989


4.

El "signo" de la marcha sobre las aguas, en san Juan, como en san Mateo 14, 22 y en san Marcos 6, 45... está estrechamente ligado con la multiplicación de los panes. La multiplicación de los panes prepara la parte principal del discurso sobre el Pan de vida (versículos 26 al 59): el verdadero pan de Dios, soy Yo, es mi Cuerpo y mi Sangre... dados en alimento.

La marcha sobre las aguas inicia el final del discurso (versículos 60 al 71): En ella aparece Jesús como sustraído de alguna manera a las leyes de la materia; es esto ya un modo de respuesta a las dificultades de los que rehúsan aceptar su doctrina eucarística... este Cuerpo que dará en alimento será un cuerpo espiritual, como dirá san Pablo (1 Co 15, 35-49), un Cuerpo resucitado.

-Después de la multiplicación de los panes, llegada la tarde, bajaron sus discípulos al mar, y subiendo en la barca, se dirigían al otro lado del mar, hacia Cafarnaúm. Ya había oscurecido y aún no había vuelto a ellos Jesús.

Jesús queda solo. ¿Por qué no ha embarcado con ellos? Parece que esto fue muy intencional de su parte.

Cuando son conocidos los procedimientos que Juan emplea en la composición literaria, se adivina que todos los detalles tienen un valor. La "noche", las "tinieblas"... tienen una significación. Jesús está ausente: es de noche.

A través del mundo sensible, Juan sugiere el universo espiritual y religioso que su alma mística contempla. Todo es un símbolo. Esto no impide tampoco que sea "histórico". Juan estaba en esta barca, se afanaba en la noche, no lo olvidemos.

Esta noche era algo muy real. Pero, al mismo tiempo para Juan significaba la ausencia de Jesús. Y esta noche dura siempre para todos los creyentes. La eucaristía es también como una noche.

-El mar se alborotaba, pues soplaba muy fuerte el viento.

Además de la noche, que hace difícil la navegación, está la tempestad. A menudo, hoy también, nos envuelven las tempestades. Puedo rezar partiendo de las que tengo presentes... en mi vida, en el mundo actual.

-Habiendo navegado como unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca.

Contemplo este "icono" admirable que Juan me describe.

Es esto también una "imagen" real, histórica... pero que hay que saber contemplar desde el interior, en su significación religiosa.

Sí, el "cuerpo" de Jesús de Nazaret es un verdadero cuerpo de hombre. Pero es un cuerpo particular, enteramente penetrado del Espíritu de Dios. A sus apóstoles, este día, se les ha aparecido como sustraído a las leyes ordinarias de la gravedad.

Cuando al día siguiente por la mañana, en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús dirá que hay que "comer su carne en alimento"... a los apóstoles les chocará menos que a los demás oyentes, porque recordarán la escena vivida sobre el mar. "El Espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha para nada", dirá Jesús para tratar de hacer sentir el misterio de la eucaristía. (Jn, 6, 63).

-Y temieron. Pero El les dijo: "Soy yo, no temáis". Querían ellos tomarle en la barca; pero al instante se halló la barca en la ribera, adonde se dirigían.

El "temor" reverencial, signo de la Presencia de Dios, en el lenguaje cultural de la Biblia.

Y este otro "signo" misterioso: Cristo no parece ligado estrechamente a las leyes habituales de la localización...

Más allá de lo racional y de lo sensible y de lo comprensible... yo creo en ti.

PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 200 s.


5.

1. a) Por muy buena que sea una comunidad, no es nada extraño que en su vida haya momentos de tensión.

La primera comunidad de Jerusalén, al crecer, también conoció dificultades internas, además de las externas. No era una comunidad ideal. Los varios grupos de lengua diferente -aramea y griega- se ve que tenían problemas en la convivencia. La lengua no es sólo una gramática y un vocabulario: es reflejo de una cultura y de una formación. La fe en Cristo une a todos los grupos, pero la sensibilidad no cambia fácilmente y puede dar lugar a tensiones como la que aquí leemos.

Es admirable la serenidad con que se resolvió el conflicto, con un oportuno diálogo entre los apóstoles y la comunidad. Así se llegó al nombramiento y ordenación, a partir de la propuesta de nombres por parte de todos, de esos siete diáconos del grupo helénico, y luego a una razonable descentralización y división de funciones entre los apóstoles y los diáconos.

Tradicionalmente se ha considerado este pasaje como el de la institución del diaconado en la Iglesia, con la oración y la imposición de las manos por parte de los apóstoles y sus sucesores los obispos. Quedan así asociados como colaboradores del ministerio de los presbíteros y los obispos. Aunque aquí parezca que los diáconos se iban a dedicar a la administración y organización de los bienes de la comunidad -mientras los apóstoles se dedicarían a la palabra y la oración-, los encontramos en seguida también realizando otros ministerios, como el de la evangelización y el bautismo. Así lo veremos en los días sucesivos con Esteban y Felipe.

b) En nuestra comunidad, ya sea la familiar como la religiosa, la parroquial o la eclesial, probablemente conocemos también problemas de convivencia y casos de discriminación, que pueden dar lugar a momentos de tensión y contestación entre laicos y clero, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y mayores, entre nativos y emigrantes. La página de los Hechos nos interpela constructivamente. Tanto para decirnos que no hay que asustarse demasiado por la existencia de estos problemas, como para proponernos los caminos de su solución.

Si también entre nosotros existiera de veras diálogo y serenidad para buscar la voluntad de Dios y el bien de todos, nuestra comunidad viviría en clima de fraternidad, y además irradiaríamos hacia fuera este mismo clima y sucedería también ahora lo que pasó entonces: «la Palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos». La unidad fraterna es la que posibilita el trabajo misionero. El signo que más creíble hace lo que se predica, es la caridad: la caridad hacia dentro y hacia fuera.

¿Resolvemos en nuestra comunidad los problemas que van surgiendo con este espíritu de diálogo y sinceridad? ¿no podría ser la falta de unidad interna la razón de la poca eficacia en nuestro apostolado hacia fuera?

2. a) Un misterioso suceso en el lago sigue al milagro de la multiplicación de los panes y a la «huida» de Jesús cuando le querían hacer rey.

De noche los discípulos, avezados al trabajo en el lago, experimentan un momento de pánico por la mar encrespada y, además, por la visión de Jesús que se les acerca caminando sobre las aguas. Hasta que oyen las palabras tranquilizadoras: «soy yo, no temáis». Pero el desenlace sigue siendo misterioso: no se nos dice si Jesús sube a la barca o no, sino que llegan a destino y se impone la serenidad. Como en el caso de las pescas milagrosas, cuando no está Jesús con ellos, es inútil su esfuerzo y no tienen paz. Cuando se acerca Jesús, vuelve la calma y el trabajo resulta plenamente eficaz.

b) También la escena del evangelio se reflejará alguna vez, no sólo en nuestra vida personal, sino en la de la comunidad: la barca puede ser símbolo de nuestra vida o también de la comunidad eclesial.

Cuando se hace de noche en todos los sentidos, cuando arrecia el viento contrario y se encrespan los acontecimientos, cuando se nos junta todo en contra y perdemos los ánimos: cuando pasa esto y a Jesús no lo tenemos a bordo -porque estamos nosotros distraídos o porque él nos esconde su presencia- no es extraño que perdamos la paz y el rumbo de la travesía. Si a pesar de todo, supiéramos reconocer la cercanía del Señor en nuestra historia, sea pacífica o turbulenta, nos resultaría bastante más fácil recobrar la calma.

Cada vez que celebramos la Eucaristía, el Resucitado se nos hace presente en la comunidad reunida, se nos da como Palabra salvadora, y -lo que es el colmo de la cercanía y de la donación- él mismo se nos da como alimento para nuestro camino. Es verdad que su presencia es siempre misteriosa, inaferrable, como para los discípulos de entonces. Pero por la fe tenemos que saber oír la frase que tantas veces se repite con sus variaciones en la Biblia: «soy yo, no temáis». Llegaríamos a la playa con tranquilidad, y de cada Misa sacaríamos ánimos y convicción para el resto de la jornada, porque el Señor nos acompaña, aunque no le veamos con los ojos humanos.

«Tú has querido hacernos hijos tuyos: míranos siempre con amor de padre» (oración)

«Alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna» (oración)

«La Palabra de Dios iba cundiendo y crecía el número de discípulos» (1ª lectura)

«Soy yo, no temáis» (evangelio)

«Que esta Eucaristía nos haga progresar en el amor» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 57-60


6.

Los "helenistas" eran judíos de habla griega que vivían fuera de Palestina, o extranjeros convertidos al cristianismo. Como grupo estaban más abiertos a las influencias del mundo griego, y no seguían estrictamente las leyes judías. Su diferencia no tardó en producir tensiones con el grupo de los hebreos. Parece que la distribución de los bienes comunes no atendía a las necesidades de los más pobres entre los pobres: las viudas extranjeras.

Esta situación motivó a la comunidad a buscar alternativas que les permitieran un reconocimiento del derecho de todos y todas al sustento diario. La comunidad se reúne, realiza un acuerdo y elige a un grupo de varones "helenistas" para que organicen el servicio social. El grupo de los apóstoles confirma esta elección.

A pesar de las dificultades internas, de las tensiones, de las necesidades económicas, la iglesia continúa creciendo y se expande bajo la fuerza del Espíritu.

En el Evangelio, Juan nos presenta al grupo de discípulos enfrentándose solos al mar en la oscuridad de la noche. Jesús continúa en la montaña, solitario, evadiendo la pretensión monárquica de sus seguidores. La comunidad, simbolizada por la barca, avanza con temor y decepción en medio del mar agitado. Han dejado atrás a Jesús, luego de su negativa a las pretensiones de la multitud. Jesús se aproxima a la barca y los reconforta.

Jesús viene sin barca (comunidad), y al encontrarlos, los discípulos vuelven al lugar de donde habían huido. En la presencia de Jesús desaparecen el temor y la amenaza: la oscuridad y el mar agitado. Como dice el Salmo "En el mar trazaste tu camino, tu paso en las aguas profundas, y nadie pudo reconocer tus huellas" (Sal 77, 20)

Notas:

*El mar es en la Biblia símbolo de las potencias malignas que sólo Dios vence: en la creación (Is 51, 9s), en el éxodo (Ex 14-15), en el combate escatológico (Dan 7, 2-7). (X León-Dufour 1992, p. 97).

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2002

A veces comprobar que otros tienen las mismas dificultades que nosotros nos consuela. No por el mal de muchos consuelo de tontos..., sino porque nos hace sentirnos un poco más humanos, más pequeños, más humildes, más comprensivos. Todos atravesamos en la vida momentos de tempestad y de tormenta. También la primera comunidad cristiana sufrió en los comienzos las primeras disensiones y discordias. Era lógico que así sucediera a medida que iba creciendo el numero de los creyentes. Si el martes hablábamos de la comunidad ideal, hoy los Hechos nos describen la comunidad real. Pero cuando los problemas son afrontados desde el Espíritu, lejos de separar, terminan por enriquecer. Y así surge un nuevo ministerio eclesial que acabará identificándose con el diaconado. La participación activa y responsable de todos los miembros de la Iglesia orienta el rumbo de la nave de la Iglesia envuelta tantas veces en las tormentas de la vida. Lo importante será, más que comparar las diferentes borrascas que atravesamos, coincidir en reconocer al Señor resucitado. Él disipa los nubarrones y nos desbloquea del miedo: "No temáis, soy yo". Puede que la barca zozobre y la fe se nos tambalee por los muertos en Israel o en Bilbao, por las familias rotas, por la desconfianza en el futuro, en definitiva por la falta de amor en el mundo. Ante el peligro de hundirnos, en medio de la noche confiemos en Dios a fondo perdido. Lo peor que tiene el miedo es su aguijón paralizante. Atenazados por el temor no se puede creer en cristiano. Ningún antídoto mejor que, conscientes de nuestra propia debilidad, confiar en el Señor que acompaña nuestra singladura pascual.

Vuestro amigo.

Carlos M. Oliveras, cmf (carlosoliveras@hotmail.com)


8. 2001

COMENTARIO 1

vv. 16-18: Al anochecer bajaron sus discípulos al mar, 17se mon­taron en una barca y se dirigieron a Cafarnaún. (Los había cogido la tiniebla y aún no se había reunido con ellos Jesús;8además, el mar, por un fuerte viento que soplaba, estaba picado.)

Ante la negativa de Jesús a ser hecho rey, los discípulos desertan de él. La tiniebla que los coge representa la ideología del poder, propia del sistema opresor, cuyos falsos valores profesan (vv. 16-17).



v. 19: Habían ya remado unos cinco o seis kiló­metros cuando percibieron a Jesús que, andando sobre el mar, se acercaba a la barca, y les entró miedo;

Jesús no los abandona (amor leal) y se acerca andando sobre el mar, verdadera manifestación de la divinidad de Jesús. Andar sobre el mar es atributo divino en el libro de Job (9,8; 38,16).

Los discípulos sienten miedo, porque aún no comprenden su amor.



vv. 20-21: pero él les dijo: Soy yo, no tengáis miedo.A1 querer ellos recogerlo en la barca, inmediatamente se encontró la barca en la tierra adonde iban.

Jesús se da a conocer con la expresión: Yo soy. Es el Mesías, el Hombre-Dios. En cuanto intentan recogerlo en la barca, ésta se encuentra en terreno firme. Al aceptar a Jesús llegan a la tierra adonde él pretendía llevarlos con su éxodo.


COMENTARIO 2

Lindo relato, cargado de una seductora belleza, a pesar de su brevedad -¡seis versículos!-. Una escena perfectamente insinuada y una conclusión inmejorablemente sugerida. ¿Quién no ha pasado por una situación idéntica? Se ha cerrado la noche, el viento nos es contrario, el mar de la vida se encrespa y todo parecen ser dificultades, y cuando aparece el fantasma resulta que el susto se transforma en el encuentro esperado, que nos descubre que todo está en su sitio, y que ya llegamos a la meta de la que nos parecía estar tan lejos... ¿No le suena a usted como que eso ya le ha pasado en algún momento que no recuerda?

¿Quién podrá demostrar que el evangelista no lo escribió también con la intención de hacernos evocar esas situaciones «ya vividas» de nuestros encuentros con la mano de Dios que nos saca a veces de situaciones de noche cerrada y mar contrario?

El ser humano es un ser que no puede caminar por la vida a la fuerza, contra el viento y contra el mar, en noche cerrada... Eso sólo en algunos momentos. No se puede convivir con los fantasmas de la noche... Confianza en la vida, en la gente, en sí mismo (autoestima) y también en El, el único fantasma que nos puede decir insinuantemente: «Soy yo»...

Cuando el sinsentido, la mala suerte, el absurdo, o la culpa nos cierran el paso y nos parece estar perdidos, como aquellos discípulos, es bueno descubrir que tras esos fantasmas muchas veces es Dios mismo quien nos prueba, y quien llegado el momento nos mira con amor y nos dice «Soy yo, no temas».

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


9. 2002

Hasta en la primera comunidad cristiana de Jerusalén, tan idealizada en el libro de los Hechos, se presentan problemas. Claro que se trata de positivos problemas de crecimiento. El texto da a entender que ya se daban en dicha comunidad dos grupos de distinto origen: los cristianos convertidos del judaísmo palestino que hablaban principalmente arameo (sería la “lengua hebrea” de que habla el texto, pues el verdadero hebreo era, a estas alturas, una lengua sagrada reservada a los peritos), y el de los cristianos convertidos del judaísmo helenista, que hablaban griego. Veremos que entre ambos grupos había también diferencias de mentalidad y de sensibilidad. Estos últimos, “los de lengua griega” se quejaron de que sus viudas no eran adecuadamente asistidas en el reparto comunitario. Los apóstoles en conjunto, como una especie de consejo, proponen a la comunidad una solución: elegir a algunos para las tareas administrativas y así poder dedicarse ellos de lleno a la oración y a la predicación de la Palabra. Aceptada la iniciativa por la comunidad se nos da la lista de los seleccionados, entre los cuales, como veremos en próximas lecturas de Hechos, sobresaldrán Esteban y Felipe. Son siete los elegidos, un número muy significativo de la vocación a determinados cargos u oficios, como por ejemplo los 70 jueces que elige Moisés para que le ayuden a administrar justicia (Ex 18, 13-27; Nm 11, 16-17) o los 70 miembros del Sanedrín.

Llama poderosamente la atención la forma de proceder: un grupo se queja, los apóstoles, colegialmente, proponen una solución a la comunidad, esta asiente y se llega a una decisión. Se trata entonces de una deliberación comunitaria, bajo la guía de los apóstoles. Estamos ante una comunidad organizada que tiene sus líderes pero que participa activamente en la toma de decisiones. Llama también la atención que se deslinden los campos: una cosa es la oración y la predicación de la Palabra, y otra, importante también y que merece atención especial, la administración de los bienes comunitarios y la atención de los necesitados. Debemos notar además el cuidado de la comunidad por los más débiles. En este caso se trata de las viudas de los cristianos de origen judío helenista (de habla griega porque posiblemente vivieron fuera del país por un tiempo más o menos largo). En la sociedad patriarcal de la época, las mujeres nunca se valían por sí mismas, sus derechos estaban asegurados por la pertenencia a la familia: el padre debía garantizarlos a su esposa y a sus hijas solteras. La mujer viuda quedaba en situación de extrema necesidad, sobre todo si era pobre.

No olvidemos que el libro de los Hechos, como las epístolas del NT, es una especie de espejo en el cual deben mirarse, a lo largo de los siglos, todas las comunidades cristianas que quieran hacerse dignas de su nombre.

Inmediatamente después de la multiplicación de los panes, san Juan nos trae el relato de una acción misteriosa de Jesús: alcanza a sus discípulos, a media noche, caminando sobre las aguas del lago en medio de las cuales ellos bregan contra la tempestad. En el momento de alcanzarlos, cuando ellos, asustados, quieren hacerlo subir a bordo, la barca toca tierra. Es uno de los llamados “milagros sobre la naturaleza”, diferentes de las curaciones y los exorcismos y mucho menos numerosos. Jesús acaba de manifestarse como el Profeta, como Moisés o Eliseo, que alimenta al pueblo en el desierto (Ex 16, 9-16; 2Re 4, 42-44), de forma generosa y milagrosa. Ahora, caminando sobre las aguas del lago, no puede ser otro que el Señor del universo, creador y ordenador de las fuerzas del mundo que, como tantas veces es descrito en el AT, domina las aguas del caos (Gn 1, 6-10), envía la lluvia a la tierra (Sal 65, 10-11), hace pasar a su pueblo, sin mojarse los pies, a través del Mar Rojo (Ex 14, 15-31). El mismo que se sienta por encima de la tormenta (Sal 29, 10) y cuyos caballos pisotean el océano sin dejar rastro de sus huellas (Sal 77, 17-20).

Por eso la palabra de Jesús para calmar a sus discípulos es muy significativa: “Yo soy, no tengan miedo”. El “Yo soy” nos remite al nombre mismo de Dios tal y como lo reveló a Moisés al pie de la zarza (Ex 3, 13-14). Esto significa que los cristianos entre los cuales se formó y difundió inicialmente el evangelio de san Juan, afirmaban la divinidad de Jesucristo, parangonable a Dios, el Padre, partícipe de sus atributos. Y esto gracias a la fe en la resurrección por la cual Dios había exaltado a Jesús manifestándolo como su hijo muy amado.

La simbología y el arte cristianos han hecho siempre de la barca de los apóstoles un signo de la Iglesia, la comunidad de Jesús y sus discípulos. Se la representa algunas veces con las velas desplegadas, enfrentando las tormentas de la historia. Otras veces aparece como la barca de los pescadores que arrojan sus redes en el mar. Pasajes como el que acabamos de leer, del evangelio de san Juan, fundamentan esta bella simbología que hemos de traducir en actitudes de vida cristiana: todos somos responsables de nuestra comunidad, estamos en ella como los navegantes en la barca, hemos de recibir en ella a Jesucristo que nos diga en las dificultades y problemas: “Yo soy, no tengan miedo”. Que nos haga llegar rápida y seguramente al puerto.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10. ACI DIGITAL 2003

31. Satanás y sus satélites serán echados fuera de las almas por la regeneración que obrará en ellas el Bautismo (Ef. 4, 8; Denz. 140). Véase, empero, 14, 30 y nota: "Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mí".

El príncipe del mundo: Satanás. Tremenda revelación que, explicándose por el triunfo originario de la serpiente sobre el hombre (cf. Sab. 2, 24 y nota), explica a su vez las condenaciones implacables que a cada paso formula el Señor sobre todo lo mundano, que en cualquier tiempo aparece tan honorable como aparecían los que condenaron a Jesús.

32. Lo atraeré todo hacia Mí: esto es, consumada mi redención, Yo quedaré como el centro al cual convergen todos los misterios de ambos Testamentos. Otros leen: atraeré a todos y lo interpretan del llamado que se extiende a toda la gentilidad. En Ef. 1, 10, hay una base de interpretación aun más amplia de este anuncio del Señor.

34. Aluden a las profecías sobre el Mesías Rey de Israel. Cf. Is. 49, 8; Ez. 37, 25.

35. Mientras: en griego "hos" (cf. Luc. 3, 23 y nota). Jesús es la luz (9, 5) y los invita a obrar mientras El está con ellos, pues El los guardará como dice en 17, 12. No os sorprendan: sobre este sentido, véase Mat. 24, 24; II Tes. 2, 10.

36. Creer a la Palabra de Jesús es la condición que El mismo nos pone para hacernos hijos de Dios. Cf. 1, 12.


11.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Pueblo adquirido por Dios, proclamad las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Aleluya» (1Pe 2,9).

Colecta (compuesta con textos del Gelasiano y del Gregoriano): «Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna».

Ofertorio: «Santífica, Señor, con tu bondad estos dones, acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros transfórmanos en oblación perenne».

Comunión: «Padre, este es mi deseo: “que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen la gloria que tú me has dado”. Aleluya» (Jn 17,24).

Postcomunión: «Después de recibir los santos misterios, humildemente te pedimos, Señor, que esta Eucaristía, celebrada como memorial de tu Hijo, nos haga progresar en el amor».

Hechos 6,1-7: Eligieron siete hombres llenos del Espíritu Santo. La elección de los siete abre un nuevo apartado de los Hechos de los Apóstoles, en el que ocupan el primer plano cristianos procedentes de mundo griego. Tendrán éstos una parte importante y activa en la difusión misionera del cristianismo entre las naciones paganas. Al frente de los siete, consagrado por la imposición de las manos, destaca Esteban. Aparece así un  embrión de estructura eclesial, fundada en el servicio y en el amor. Es muy expresivo lo que dicen los Apóstoles: «nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la Palabra». Es todo un programa de apostolado. Sin vida interior, sin oración, no es posible una verdadera evangelización. Así lo ve San Agustín:

«Al hablar haga cuanto esté de su parte, para que se le escuche inteligentemente, con gusto y docilidad. Pero no dude de que, si logra algo y en la medida en que lo logre, es más por la piedad de sus oraciones que por sus dotes oratorias. Por tanto, orando por aquellos a quienes ha de hablar, sea antes varón de oración, que de peroración y cuando se acerque la hora de hablar, antes de comenzar a proferir palabras, eleve a Dios su alma sedienta, para derramar de lo que bebió y exhalar de lo que se llenó» (Sobre la Doctrina Cristiana, 4). Y también: «Si no arde el ministro de la Palabra, no enciende al que le predica» (Sermón 21)

–Jesús resucitado es signo manifiesto de que Dios quiere salvarnos de todo lo que es negativo en nuestra vida. Se nos exige una confianza absoluta en la misericordia del Señor. Así nos lo dice el Salmo 32: «Que la misericordia del Señor venga sobre nosotros, como lo esperamos de Él». A esto se llega por medio de la oración constante: «Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos; dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; El ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte, y reanimarlos en tiempo de hambre».

Juan 6,16-21: Vieron a Jesús andando sobre el lago. Lo mismo que la multiplicación de los panes, manifiesta su dominio sobre los elementos y prepara a sus discípulos para recibir la doctrina del Pan de la vida. Con sus prodigios Jesús busca el bien de la gente que lo contempla. Así lo afirma Orígenes:

 «Mas Jesús llevaba, por los milagros que hacía, a los que contemplaban aquel hermoso espectáculo a que mejorasen en sus costumbres. ¿Cómo no pensar entonces en que se ofrecía a sí mismo como ejemplo de la vida más santa, no sólo ante sus auténticos discípulos, sino también ante los otros? Ante sus discípulos, para moverlos a enseñar a los hombres conforme a la voluntad de Dios; ante los otros, para que enseñados a la par por la doctrina, vida y  milagros cómo habían de vivir, todo lo hicieran con intención de agradar a Dios sumo» (Contra Celso 1,68),

Los milagros han continuado durante toda la vida de la Iglesia hasta nuestros días. No hay beatificación ni canonización sin verdaderos milagros, muy comprobados minuciosamente.


12. DOMINICOS 2004

Siete hombres de espíritu

Nadie es necesario, y todos somos útiles en el servicio al Reino

Nadie es imprescindible, y cada uno tiene su misión a cumplir

La comunión de fe y vida es piedra angular en la Iglesia y Reino

El gesto de comunión, solidaridad, mutua ayuda y servicio, es tónica dominante en la liturgia de hoy, tanto mirando a la interioridad de la Iglesia como al bienestar de toda la humanidad.

Cualquier lenguaje cultural, social o religioso que no ponga al ‘hombre’ en el centro de sus preocupaciones no corresponde a nuestro tiempo. En el ‘hombre’ hemos de ver la persona, digna de todo respeto; y en la persona, el rostro de Dios.

Todos somos de Cristo, todos vivimos en Cristo, todos participamos de la gracia de Cristo. Y, si no conocemos todavía a Cristo, vivamos al menos persuadidos de que nuestro mejor vivir es el que sabe compartir con los demás hombres.

Los creyentes releamos hoy el capítulo sexto de los Hechos donde se nos narra cómo la naciente y creciente comunidad cristiana de Jerusalén convoca a ‘servidores’ que se pongan a disposición de los demás, sobre todo de los más necesitados.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 6, 1-7:
“En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas.

Los apóstoles convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron: no nos parece bien que nosotros descuidemos la predicación de la Palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría, y les encargaremos de esta tarea. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra... La propuesta pareció bien.., y presentaron a Esteban y otros, y les impusieron las manos orando”

Evangelio según san Juan 6,16-21:
“Tras la multiplicación de los panes, ya al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesarlo hacia Cafarnaúm.

Cuando se cerró la noche, Jesús todavía no los había alcanzado.

Soplaba viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: Soy yo, no temáis.

Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida...”


Reflexión para este día
En un grupo o en una sociedad humana bien organizada, sucede siempre lo que aconteció en la comunidad cristiana de Jerusalén. No todos sus miembros pueden hacerlo todo. Tampoco es correcto que unos pocos carguen con todo el peso, mientras otros se mantienen pasivos. Cada cual ha de dar lo mejor de sí mismo ‘en servicio’.

Y cuando se trata de un ‘servicio de amor, de caridad’, para el que se requiere cierta ‘vocación’, hay que escuchar la voz del Espíritu que llama, la voz de las necesidades que reclaman atención, y la voz de los miembros que eligen o suplican especial generosidad en algunos.

En el texto de los Hechos, fijémonos en dos detalles: Todos los elegidos para el diaconado en servicios asistenciales en Jerusalén eran “varones”, porque esa era la costumbre del pueblo y de la época, pero probablemente en diversos lugares se elegirían también “mujeres”.

Segundo, lo que se pide para la “elección” de unas u otras personas son dones espirituales de “buena fama” y “espíritu de sabiduría”, es decir, conciencia clara de servicio, y ojos bien abiertos a la verdad, a la justicia, al amor... Es algo parecido a lo que hoy mismo pedimos a quienes prestan “servicio de amor” entre los hermanos. Sea cual fuere el servicio eclesial y comunitario que prestemos, que brille en nosotros la luz de Cristo.


13. CLARETIANOS 2004

“SOY YO. NO TENGÁIS MIEDO”

¿Cómo reaccionas ante las dificultades de la vida? Buena pregunta para meditar en el día de hoy. Posiblemente sea la reacción del miedo la experiencia primera y más notable de los humanos ante el “mar encrespado” de las dificultades. Suele ser espontánea y casi inevitable. El peligro asusta y acobarda. Como somos animales vulnerables, ante cualquier peligro sentimos como si se nos robase la tierra debajo de los pies. Con su llegada, nos abate la desesperanza y nos abandonan las fuerzas para seguir.

Es normal que el miedo esté presente en nuestra humanidad dolida. Pero, no hay peor camino para equivocarse que el que juzga y construye desde el miedo. Si el pánico paraliza el cuerpo del que lo sufre, paraliza también su inteligencia. El miedoso se vuelve daltónico: ya no ve sino las cosas que le amenazan. Y no se puede construir nada viviendo a la defensiva. Hay personas que ante los problemas y dificultades de la vida lo que desean es morirse. Son personas tan copadas de miedos, tan sin ánimos que, llevadas de su desesperación, claudican del deber de ser felices.

En la pared de una celda de la Torre de Londres se conserva aún un texto escrito por un prisionero, encerrado hace más de 300 años, que dice así: “No mata la adversidad, sino la impaciencia con la que la soportamos”. Hoy releemos el episodio de Jesús caminando sobre las aguas. Jesús no vive en la gloria que imaginamos. No se encuentra nunca donde le esperamos. La adversidad y el sufrimiento que genera suelen ser el megáfono que Él emplea para despertar a un mundo de sordos. Dios suele aprovechar los golpes de cincel que la vida da sobre cada persona, que tanto le hacen sufrir, para modelar su mejor imagen. En situaciones de miedo es recomendable leer el texto bíblico de hoy y escuchar al Señor que nos repite -¡siempre y, sin fallar ni una sola vez!-: “No tengas miedo. Soy yo”.

No se trata de pedir a Dios una vida sin dificultades. Cousteau presentaba en alguna de sus películas peces fosforescentes; en ellas aparecían las profundidades oscuras del mar como si tuviesen luz; pero eran ellos, los peces, los que la irradiaban. Cuando llega el ocaso se encienden las estrellas. La dificultad no es un lugar vacío y deshabitado. ¡Pidamos sagacidad para saber convertir las dificultades en lugar de encuentro con Jesús, el Señor que camina sobre las aguas de esas dificultades! Basta escuchar en silencio, más allá del ruidoso murmullo del miedo, y reconocerle a El. Y esas contrariedades serán espléndida ocasión para el ejercicio contemplativo.

Por eso, ¡no hay que tener miedo!. Nunca. A nada. Salvo a nuestro propio miedo. Solo así se produce el milagro. El miedo se desvanece, perdiendo su macabro poder sobre nosotros. Y haremos que sea verdad aquel proverbio:

“El miedo llamó a mi puerta;
la fe fue a abrir
y no había nadie”

Vuestro hermano en la fe,

Juan Carlos Martos (martoscmf@claret.org)


14. 2004. Comentarios Servicio Bíblico latinoamericano
 

1ª Lectura
He 6,1-7
1 Como el número de los discípulos aumentaba, los griegos se quejaron contra los hebreos porque descuidaban a sus viudas en el suministro cotidiano. 2 Los doce convocaron a todos los fieles, y dijeron: «No está bien que nosotros abandonemos la palabra de Dios por servir a las mesas. 3 Elegid, pues, cuidadosamente entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encomendaremos este servicio; 4 nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra». 5 Agradó la proposición a toda la asamblea, y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe y Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Parmenas y a Nicolás, prosélito antioqueno; 6 los presentaron a los apóstoles, los cuales, después de orar, les impusieron las manos. 7 La palabra de Dios crecía, el número de los fieles aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos sacerdotes abrazaban la fe.

Salmo Responsorial
Sal 33,1-2
1 Justos, alabad al Señor, la alabanza es propia de los rectos; 2 dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor con el arpa de diez cuerdas;

Sal 33,4-5
4 pues la palabra del Señor es eficaz, y sus obras demuestran su lealtad; 5 él ama la justicia y el derecho, la tierra está llena del amor del Señor.

Sal 33,18-19
18 Pero el Señor se cuida de sus fieles, de los que confían en su misericordia, 19 para librarlos de la muerte y sostenerlos en tiempos de hambre.

Evangelio
Jn 6,16-21
16 Al llegar la tarde, los discípulos bajaron al lago, 17 subieron a una barca y se dirigieron a la otra orilla rumbo a Cafarnaún. Había ya oscurecido, y Jesús no se había aún juntado con ellos. 18 Un fuerte viento agitaba el lago. 19 Habían remado como unos cinco kilómetros cuando vieron a Jesús, que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y se asustaron. 20 Él les dijo: «Soy yo, no tengáis miedo». 21 Quisieron recogerlo en la barca, y al instante la barca tocó tierra en el lugar adonde se dirigían.

* * *

Con el sumario conclusivo en Hch 5, 42 terminó la primera parte de los Hechos de los Apóstoles (1,12 - 5, 42). En esa primera parte se narró el Movimiento de Jesús en Jerusalén, conducido por los Apóstoles. El mandato de Jesús en I, 8: "…serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra", sólo se ha cumplido en su primera fase: Jerusalén. Ahora será necesario salir de Jerusalén hacia el fin del mundo. La nueva sección que ahora comienza (6, 1 - 15, 35) tiene como contexto geográfico de Jerusalén hasta Antioquía. En esta sección surgirá la Iglesia en Antioquía como el segundo centro del Movimiento de Jesús. En esta sección ya no son los Apóstoles los principales protagonistas, sino un nuevo grupo llamado "los Helenistas", conducidos por "los Siete". Pasamos de los Hechos de los Apóstoles a los Hechos de los Helenistas. Como dice 5, 42 los Apóstoles continúan enseñando en el Templo y por las casas. Todavía no salen de Jerusalén. Otros sacarán el Movimiento de Jesús fuera de Jerusalén.

Estructura de la sección 6, 1 - 15, 35

Los Hechos de los Helenistas: 6, 1 - 8, 40

Los Hechos de Saulo: 9, 1-31
Los Hechos de Pedro: 9, 32 - 11, 18
Los Hechos de los Helenistas: 11, 19-30
Los Hechos de Pedro: 12, 1-25
Los Hechos de los Helenistas: 13, 1 - 14, 28
(Misión de la Iglesia de Antioquía)
Los Hechos de los Helenistas: 15, 1-35
(Asamblea de Jerusalén confirma a la Iglesia de Antioquía)

Interpretación global de 6, 1 - 15, 35
Esta sección, entre la primera parte dedicada a los 12 Apóstoles en Jerusalén (1-5) y la tercera parte dedicada a Pablo (15, 36 - 28, 31), pertenece al grupo de los Helenistas. Normalmente este sección no es valorada en su dimensión específica. Los 7 Helenistas aparecen normalmente como "diákonos", sometidos a los Apóstoles o como precursores de Pablo. En la estructura del libro, casi siempre se hace comenzar en 13, 1 la sección paulina, y se designa los capítulos 13-14 como el primer viaje misionero de Pablo. Los Hch son presentados como los Hechos de Pedro y Pablo y los Helenistas desaparecen. Esta visión reduccionista distorsiona gravemente la sección de Hch.6, 1 - 15, 35 y subvaloriza el protagonismo específico de los Helenistas, tan importante en el relato de Lucas. Como veremos, la sección 13, 1 - 14, 28 no corresponde al primer viaje de Pablo, sino a la primera misión de la Iglesia de Antioquía, donde Bernabé y Pablo participan enviados por la Iglesia de Antioquía, fundada por los Helenistas. En la estructura presentada al comienzo, hemos dividido toda esta segunda parte en cuatro secciones tituladas "Hechos de los Helenistas", donde se intercalan una sección sobre los "Hechos de Saulo" (9, 1-31) y dos secciones sobre los "Hechos de Pedro" (9, 32 - 11, 18 y 11, 27 - 12, 25). Estas secciones intercaladas están en función del relato principal sobre los Helenistas. Se narra la "conversión" de Saulo, pues Bernabé en 11, 25 lo integra a la Iglesia de Antioquía. Igualmente, el relato de Pedro y Cornelio prepara y legitima la misión de los Helenistas a los griegos (11, 20). También el capítulo 12, centrado en la prisión y liberación de Pedro, está enmarcado por la misión de la Iglesia de Antioquía a Jerusalén (ida en 11, 27-30 y regreso en 12, 25). El capítulo 15 sobre la Asamblea de Jerusalén comienza en Antioquía y termina en Antioquía, y es lógico, pues dicha asamblea está en función de la Iglesia de Antioquía, fundada y dirigida por los Helenistas. En síntesis: Hch 6, 1 - 15, 35 es una sección con identidad propia, dedicada a la elección, misión y legitimación de los Helenistas. No es una sección puramente intermedia o de transición.

Lucas ha tenido mucho cuidado en unir redaccionalmente este bloque de los Helenistas. Por ejemplo: 8, 1b (todos fueron dispersados...a excepción de los apóstoles), se une a 8, 4 ("los que se había dispersado..."), que introduce la evangelización de los samaritanos por Felipe (8, 5-24), lo cual se une con 11, 19 ("los que se habían dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban..."), que introduce la evangelización de los griegos por los otros del grupo de los Helenistas (11, 19-20) (El verbo "dispersarse" (dia-speiro) aparece sólo en estos tres lugares en los Hech, lo que da más fuerza al argumento). Igualmente las dos frases paralelas y estructurantes en 8, 14 ("Al enterarse los Apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y Juan") y en 11, 22 ("La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía"). Lucas también agrega una serie de versículos, estilo resúmenes (con verbos en imperfecto), que le dan mayor unidad a todo el relato de los Helenistas: 6, 7 / 8, 25 / 9, 31 / 11, 21 / 12, 24 / 13, 1 / 14, 27 y 15, 35.

Daremos algunas claves para interpretar los eventos más importantes de esta sección. Es importante leer primero los Hechos de los Helenistas entre 6, 1 y 15, 35, como un sólo bloque, para mostrar la coherencia literaria y teológica de esta sección, la cual comienza con una asamblea en Jerusalén, donde se constituye el grupo de los 7 Helenistas (6, 1-7) y termina con otra asamblea en Jerusalén, donde se confirma la posición teológica de la Iglesia de Antioquía fundada por los Helenistas (15, 1-35). Luego leer, en el contexto de los hechos de los Helenistas, los 3 bloques intercalados, 1 referente a los Hechos de Pablo y 2 a los Hechos de Pedro.

Primer bloque de los Hechos de los Helenistas: 6, 1 - 8, 40
Estructura de este bloque

a) Asamblea de Jerusalén: elección de los 7 Helenistas: 6, 1-7
b) Hechos de Esteban: 6, 8 - 7, 60
a) Dispersión del grupo de los Helenistas: 8, 1-4
b) Hechos de Felipe: 8, 5-40

Constitución del grupo de los 7 Helenistas: 6, 1-7 (texto litúrgico de este Sábado 24 de Abril)
En el v. 1 se mencionan dos grupos en la comunidad de Jerusalén: los Hebreos y los Helenistas. El consenso entre los estudiosos define a los Helenistas como un grupo judío-cristiano, de habla y cultura griega, residente en Jerusalén (posiblemente originarios de la diáspora). Esto, sin embargo, no basta para explicar su actuación en Hch. Es necesario agregar que los Helenistas -según Lucas- configuraban un grupo profético, crítico de la Ley y del Templo (léase las acusaciones que se hacen contra Esteban y su discurso ante el Sanedrín). Lucas presenta a Esteban lleno del Espíritu, discípulo fiel de Jesús, que muere como su Maestro (7, 59-60). Los Helenistas son también los perseguidos y dispersados el día de la gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén después del martirio de Esteban (8, 2); son los mismos Helenistas dispersados los que anuncian la Palabra por todas partes: Felipe a los samaritanos y al eunuco etíope (8, 5-40) y otros del mismo grupo a los griegos (11, 19-21). En síntesis, para Lucas los Helenistas son en ese momento la mejor expresión del movimiento de Jesús, como movimiento del Espíritu y movimiento misionero. El grupo de los Hebreos, opuesto al de los Helenistas, son judíos-cristianos, de habla aramea y de cultura tradicional hebrea. Lucas los presenta en Hch como fieles observantes de la Ley, centrados en la vida cúltica del Templo. Los sacerdotes (6, 7) y los fariseos (15, 5) que aceptan la fe son posiblemente de este grupo. Son los mismos que más tarde en Jerusalén son descritos como "los miles y miles de judíos que han abrazado la fe y son todos celosos partidarios de la Ley" (21, 20). Los 12 Apóstoles son presentados como los líderes de este grupo, posteriormente conducidos por Santiago, el hermano de Jesús.

El relato en 6, 1-7 es un poco incongruente y da la impresión que el sentido aparente del relato oculta un sentido más profundo. Se nos informa sobre una queja de los Helenistas contra los Hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en el servicio diario. El sentido aparente del relato es que los apóstoles, al multiplicarse el número de los discípulos, no logran atender a todos los pobres y, por otro lado, descuidan la Palabra de Dios. Por eso Pedro propone a la asamblea que se elijan 7 hombres para servir a las mesas y así poder ellos dedicarse totalmente a la Palabra de Dios. Pero este relato aparente no convence, pues no se trata de un problema de descuido de todas las viudas, sino sólo de las viudas de los Helenistas. No es por lo tanto un problema práctico de falta de servidores en las mesas, sino un problema profundo de discriminación de los Helenistas. Tampoco es comprensible la oposición entre la diakonía (servicio) de las mesas (v.2) y la diakonía de la Palabra (v.4). Además, en todo el relato del cap.6 al 15, los Helenistas lo que menos hacen es servir mesas; se dedican más bien al servicio de la Palabra. La solución al problema de la discriminación de los Helenistas no es por lo tanto aumentar el número de los servidores de las mesas, sino la de legitimar y organizar al grupo de los Helenistas. ¿Como explicar esta incongruencia entre el sentido aparente y el sentido profundo del texto?

Una solución a las incongruencias que encontramos en el texto es suponer que Lucas juntó dos hechos o tradiciones históricas distintas. Una más antigua, referida al problema práctico del servicio a las mesas, y otra posterior, sobre el conflicto entre el grupo de los Hebreos y de los Helenistas. Al juntar ambas tradiciones, aparecen como yuxtapuestas las dos soluciones: la aparente sobre el aumento del número de servidores para liberar a los Apóstoles, y la otra más profunda sobre la organización del grupo de los Helenistas para superar su discriminación. Lucas oculta con la solución aparente el problema más profundo de la discriminación. Otra solución a las incongruencias en el texto, de carácter más evolutivo, sería la siguiente: los 7 Helenistas en un principio habrían sido elegidos realmente para servir a las mesas, pero muy pronto esta diakonía de las mesas los habría proyectado, más allá de esta tarea concreta, al servicio profético de la Palabra. Lo que posiblemente se dio en forma sucesiva, aparece en el texto como una acción simultánea, de ahí las incongruencias del texto. Esta solución evolutiva valoriza mejor el sentido espiritual y profético del servicio a las mesas y la dedicación (posterior) de los 7 helenistas al servicio de la Palabra. Podríamos decir que los 7 Helenistas descubrieron su vocación profética a partir del servicio cotidiano a los más pobres de la comunidad.

El problema profundo y grave que vive históricamente la comunidad es la discriminación del grupo de los Helenistas, que Lucas presenta en forma mitigada como una discriminación de las viudas helenistas. Podemos reconstruir la situación histórica detrás del texto más o menos así: la defensa que hizo Gamaliel de los apóstoles y el reconocimiento de ellos por parte del Sanedrín (5, 34-41), posiblemente reforzó al grupo de los Hebreos en Jerusalén. Por eso el texto comienza en 6, 1 situando cronológicamente los eventos con la frase: "por aquellos días...", es decir, por aquellos días cuando el Sanedrín aceptó la propuesta de Gamaliel. La multiplicación de los discípulos en 6, 1, provocada por la nueva coyuntura creada por Gamaliel, sería especialmente la multiplicación de los discípulos del grupo Hebreo, lo que haría inclusión con 6, 7bc. donde se nos informa igualmente sobre la multiplicación del número de los discípulos en Jerusalén y la conversión de multitud de sacerdotes. Este reforzamiento del grupo de los Hebreos habría llevado a una marginalización, y posteriormente a una discriminación, del grupo profético y misionero de los Helenistas. Los Apóstoles buscan superar justamente este problema, convocando una asamblea para nombrar a 7 Helenistas, "hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de Sabiduría". Tomando en cuenta el problema de fondo, los 7 son elegidos no sólo para solucionar el problema práctico de la falta de servidores para las mesas, sino sobre todo para dar a los Helenistas una organización propia que les permita afirmarse como grupo. En la intención de Lucas, con dicha organización, se está salvando el movimiento de Jesús como movimiento del Espíritu y como movimiento misionero. Por eso acentúa tanto Lucas que los 7 Helenistas, especialmente Esteban, están llenos del Espíritu Santo (6, 3.5.8.10.55). Con la elección de los 7 Helenistas se supera la discriminación de ellos en Jerusalén, pero sobre todo se asegura la misión (en la perspectiva de Lucas) hacia los samaritanos y gentiles. La solución al conflicto, por lo tanto, no es nombrar solamente más servidores de las mesas, para ayudar a los Apóstoles, sino además designar a 7 dirigentes para presidir el grupo de los Helenistas. Así como el grupo Hebreo tiene su dirección en los 12 apóstoles, los Helenistas tendrían ahora su dirección en los 7 líderes Helenistas (en cierto paralelismo con Lc. 10 donde aparecen los 70 discípulos en paralelo con los 12 Apóstoles). En ningún lugar en el relato se dice que los 7 son "diákonos" ( se usa solamente el verbo "diakonein" y el sustantivo "diakonía"). En más congruente con el conflicto de fondo y con el sentido de todo el relato (del cap. 6 al 15) suponer en el grupo de los 7 una "jerarquía" del grupo de los Helenistas, tan importante como la "jerarquía" del grupo Hebreo constituida por los 12. Los Apóstoles imponen sobre los 7 nuevos dirigentes sus manos, como símbolo de entrega del Espíritu, para que los nuevos elegidos compartan con los Apóstoles la misión de conducir a la Iglesia: los 12 en Jerusalén, los 7 en el compromiso primero con los pobres en la diakonía diaria, pero muy pronto en el movimiento profético y misionero fuera de Jerusalén.

La solución al problema entre Hebreos y Helenistas tuvo dos consecuencias positivas (6, 7). Primero: creció la Palabra de Dios. Segundo: se multiplicó en Jerusalén considerablemente el número de los discípulos y multitud de sacerdotes aceptaron la fe (al definirse claramente la identidad de los dos grupos judeo-cristianos ya existentes, ahora cada uno con su liderazgo propio). La primera consecuencia (sobre el crecimiento de la palabra de Dios) está en sintonía con la identidad del grupo emergente de los Helenistas (y también con la intencionalidad de Lucas), la segunda consecuencia (sobre la multiplicación de los discípulos en Jerusalén y la conversión de los sacerdotes) es más coherente con la identidad de los Hebreos. El reforzamiento de los Hebreos permitió asegurar la continuidad con Israel, el reforzamiento del nuevo grupo de los Helenistas permitió la misión a los samaritanos y gentiles. Lucas nos muestra que, cuando los conflictos se resuelven correctamente y con Espíritu, es toda la Iglesia la que sale fortalecida.


15.

Jesús camina sobre el agua

Fuente: Catholic.net
Autor: Bryan Philpott

Reflexión

Los discípulos se marcharon por la noche sin “la Luz del mundo”. Confiados en el poder y la fuerza propios, ellos pensaban que pudiesen controlar las circunstancias. Pronto su esfuerzo resultó insuficiente; y el mar que creían tan fácil de dominar, incontrolable. ¿Dónde está el Señor? ¿Acaso los ha abandonado? Cristo jamás abandona a los suyos, aunque ellos mismos le hayan dejado en la orilla, y solos se atrevan de afrontar las aguas turbulentas de la vida.

Cristo, desde el monte donde habla con su Padre, les ve luchando en vano contra las tempestades del mundo. Les ve sufrir bregando en su autosuficiencia. Les ama, tiene compasión de ellos y baja de la montaña en su auxilio. Jesucristo hace lo imposible para llegar al lado de sus elegidos. Tanto es así que ni siquiera los discípulos, sus íntimos conocidos, se lo creen; pues piensan que él es un fantasma y le tienen miedo. Cristo, sin ningún regaño, les dice simplemente: "Soy yo. No temáis." y les lleva a un puerto seguro.

Cuántas veces, Señor, quiero hacer las cosas solo, a mi manera y no como tu quieres. Soy el hombre fuerte e independiente – lo puedo todo. Luego, me caigo y reclamo al cielo: ¡Señor! ¿por qué me has abandonado? Pero, en realidad, fui yo quien te ha abandonado. Me he olvidado de ti. Fuiste tú el que me creaste, el que me ama y me salva. Sin ti nada puedo. Sé que jamás, ni en la miseria de mi soberbia, me abandonarás. ¡Lucha a mi lado, Señor, en la batalla de hoy!”


16. 2004

LECTURAS: HECH 6, 1-7; SAL 32; JN 6, 16-21

Hech. 6, 1-7. Ninguno que realmente crea en Cristo puede discriminar a los demás a causa de su raza, condición social o por su cultura. Ante Dios todos tenemos el mismo valor de su propio Hijo. Amarnos no puede quedarse en bellas expresiones salidas de los labios; debemos preocuparnos de un modo real del bien de todos. Por eso, aun cuando la Iglesia deba dedicarse en primer lugar a la oración y al anuncio de la Palabra de Dios, no puede descuidar su preocupación por el bienestar de quienes sufren las consecuencias de la pobreza, de la injusticia social, o de la enfermedad. Para ello debe encontrar canales de asistencia, no desde el punto de vista meramente filantrópico, sino desde el auténtico amor cristiano que nos hace cercanos, en nombre de Cristo, a quienes necesitan de nuestra ayuda viendo en ellos el Rostro del mismo Cristo, a quien hemos de amar sirviéndolo.

Sal. 32. Aquel que ha puesto su confianza en el Señor será protegido por Él de todo mal, e incluso será librado de la muerte, pues no es la muerte, sino la vida la que tiene la última palabra. Dios vela por los suyos; pero Él no quiere que nosotros nos quedemos solamente recibiendo sus dones, sino que habiendo Él llenado nuestras manos, quiere que nos convirtamos en un signo de su amor para quienes viven más desprotegidos que nosotros. Por eso no podemos considerarnos los únicos poseedores de los dones de Dios; no podemos vivir acaparándolo todo de un modo egoísta. El Señor nos quiere administradores de sus bienes en favor de los demás, especialmente en favor de los que nada tienen.

Jn. 6, 16-21. Jesús no es un fantasma, ni la figura de un Dios que venga a causarnos terror. Él es el Dios que se hace cercanía a nosotros siempre; y en los momentos más difíciles de nuestra vida no podemos espantarnos pensando que el Señor se nos ha acercado para castigarnos a causa de nuestros pecados. Aun cuando la muerte es la consecuencia del pecado, sin embargo el Señor sólo ha venido a buscar todo lo que se había perdido para salvarlo. Quien viva lejos de Dios no puede achacarle a Él las consecuencias de la propia maldad. Jesucristo nos ha dado a conocer el Rostro amoroso y misericordioso de Dios. No vayamos por la vida sin su presencia; si Él va con nosotros, si vivimos en comunión de vida con Él, la vida será para nosotros más llevadera, pues el yugo del Señor es suave y su carga ligera.

Dios se acerca constantemente a nosotros, especialmente, de un modo culminante, en la Eucaristía. Su paz es nuestra paz; ojalá y no perdamos la paz a causa de volver a desviar nuestros caminos de Él. El Señor nos alimenta con su Palabra y con su Pan de Vida eterna. Nosotros nos alegramos porque, a pesar de que muchas veces vivimos lejos de Él, ahora nos recibe en su casa para perdonarnos y para sentarnos a su mesa. Pero el Señor al llenarnos de su Vida y al hacernos partícipes de su salvación, nos quiere comprometidos con nuestro mundo para manifestarle el rostro amoroso de Dios, que se acerca para socorrer a los necesitados y para remediar los males de los que sufren. Por eso nuestra Eucaristía se convierte para nosotros en un auténtico compromiso que nos ha de llevar a cumplir con la misma Misión que el Padre Dios encomendó a su Hijo y que el Hijo nos encomendó a nosotros. Vivamos, pues, no sólo de rodillas ante el Señor, sino también amándolo en nuestro prójimo, a quien hemos de servir y asistir especialmente cuando lo veamos azotado por algunos de los diversos males que aquejan a la humanidad.

Nosotros, por voluntad de Dios, hemos de ser la cercanía amorosa de Dios para nuestro prójimo. No podemos, por tanto, confesarnos cristianos, y acercarnos a los demás convertidos para ellos en ocasión de dolor, de sufrimiento, de persecución o de muerte. No podemos pasarnos la vida destruyendo a los demás, explotándolos de tal forma que lleguemos a una injusticia tan grande que queramos comprar al pobre por un par de sandalias. Quien se confiese hijo de Dios pero no sea capaz de ser ocasión de paz, de alegría, de una esperanza que se recupera, de un amor que devuelva la felicidad, no puede en verdad decir que es sincero en su fe. El Señor nos quiere al servicio de los demás, orando para conocer la voluntad de Dios y para cumplirla, proclamando el Evangelio para que la salvación llegue a todos, y puestos al servicio del amor fraterno para remediar los males que aquejan a la humanidad.

Que el Señor nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, ser un verdadero signo de amor, de alegría, de paz y de esperanza para el mundo, al que el Señor nos ha enviado para proclamarle el Evangelio no sólo con las palabras, sino con las obras y con la vida misma. Amén.

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17. ARCHIMADRID 2004

LOS MULTIUSOS

Me da pánico ver en algún aparatito- sea el que sea-, la palabreja “multiusos”. Suele significar que no sirve bien para ninguna de los usos que anuncia. Una navaja multiusos suele cortar mal, no abrir botellas, tener unas tijeras que no cierran y una especie de destornillador que nunca cabe en la cabeza de ningún tornillo.
“Incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe”, comprendo que se refiere a los sacerdotes judíos de Jerusalén, pero no nos viene nada mal aplicárnoslo hoy. A los sacerdotes parece que nos han puesto la pegatina de “multiusos”, tenemos que ser psicólogos, sociólogos, economistas, animadores, barrenderos, arquitectos, electricistas, cocineros, profesores, paño de lágrimas y blanco de críticas, monaguillos, cantores, catequistas, coordinadores, notarios, ... ¿Y los laicos? Eso quisiera saber yo, es cierto que en muchos casos son mis manos y mis pies pero, al final, desde el obispado piden cuentas al sacerdote y nos convocan para reuniones de formación, de arciprestazgo, de vicaría, encuentros diocesanos, reuniones de coordinación, de cáritas, de catequesis, de enseñanza, de apostolado seglar, de vida religiosa, de vida menos religiosa, del plan de pastoral, de las líneas de acción, de todo lo imaginable. Al final uno se encuentra como los apóstoles en la barca: “soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando” y encima no ves a Jesús por ningún lado, sólo encuentras balances, presupuestos, valoraciones, informes y “ne témeres.”
“No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración.” Me dan verdadera lástima los sacerdotes dedicados casi exclusivamente a los papeles, los informes y demás. Deben ser necesarios, pero ¡menuda tortura!. En la parroquia se dedican muchas horas a los papeles pero por lo menos de vez en cuando te interrumpen para pedirte un bautizo y puedes recuperarte un rato hasta el siguiente atracón papeleril.
Me cuesta mucho, pero voy aprendiendo a descubrir a Jesús entre el proceloso mar de papeles, escucho a veces esa voz “Soy yo, no temáis” y cuando pones oración en los papeles en menos tiempo del que te das cuenta “tocas tierra enseguida, en el sitio a donde ibas”. Me gustaría dedicar mucho más tiempo a la oración, aunque a veces pienso que lo que me gustaría es no tener que levantarme a las seis para rezar y poder acostarme pronto para dormir.
Sin duda hay que sacar momentos para sentir que “los ojos del Señor están puestos en sus fieles” pero también tendrás que descubrir a Jesús entre los papeles de la oficina, los compañeros de trabajo, los niños que corretean por la casa, las cacerolas de la cocina, el atasco de tráfico. Cuando te agobies vuelve a escuchar “Soy yo, no temáis” y confía que si estás haciendo lo que Dios quiere, llegarás a buen puerto, pero si estás todo el día anhelando “el monasterio” y el Señor te quiere en su barca, aun con un mar revuelto, donde tienes que estar es en medio de la tormenta y Cristo no andará lejos (aunque si te quiere en “el monasterio” qué narices haces perdiendo el tiempo en ese atasco). María, haznos buenos marineros, aunque seamos multiusos.


18.09 de Abril 357. Permanecerá hasta el fin de los tiempos

I. Narra en Evangelio de la Misa que los Apóstoles navegaban hacia Cafarnáun cuando ya había oscurecido. El mar estaba agitado por el fuerte viento, y la barca estaba batida por las olas. La tradición ha visto en esta barca la imagen de la Iglesia, zarandeada a lo largo de los siglos por el oleaje de las persecuciones, de las herejías y de las infidelidades. Siempre, desde el principio sufrió contradicciones, y hoy como ayer se sigue combatiendo a la Iglesia. Eso nos hace sufrir, pero a la vez nos da una inmensa seguridad y una gran paz, que Cristo mismo esté dentro de la barca; vive para siempre en la Iglesia, y por eso, las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella (Mateo 16, 18); durará hasta el final de los tiempos. No nos dejemos impresionar porque ha arreciado la tempestad contra nuestra Madre, porque perderíamos la paz, la serenidad y la visión sobrenatural. Cristo está siempre cerca de nosotros, de cada uno, y nos pide confianza.

II. La indefectibilidad de la Iglesia significa que ésta tiene carácter imperecedero, es decir, que durará hasta el fin del mundo, e igualmente que no cambiará cambio sustancial en su doctrina, en su constitución o en su culto. La razón de la permanencia de la Iglesia está en su íntima unión con Cristo, que es su Cabeza y Señor. Después de subir a los cielos envió a los suyos el Espíritu Santo para que les enseñe toda la verdad (Juan 14, 16), y cuando les encargó predicar el Evangelio a todas las gentes, les aseguró que Él estaría siempre con ellos hasta el final del mundo (Mateo 28, 20). La fe nos atestigua que esta firmeza en su constitución y en su doctrina durará siempre, hasta que Él venga. Los ataque a la Iglesia, los malos ejemplos, los escándalos, nos llevarán a amarla más, a pedir por esas personas y a desagraviar. Permanezcamos siempre en comunión con Ella, fieles a su doctrina, unidos a sus sacramentos, y dóciles a la jerarquía.

III. Jesús llega inesperadamente caminando sobre las aguas, para auxiliar a los Apóstoles que se encontraban llenos de pavor, para robustecer su fe débil y para darles ánimos en medio de la tempestad. En nuestra vida personal no faltarán tempestades. Con el Señor, mediante la oración y los sacramentos, las tormentas interiores se tornan en ocasiones de crecer en fe, en esperanza, en caridad y fortaleza. Con el tiempo comprenderemos el sentido de estas dificultades. Siempre contaremos con la ayuda de nuestra Madre del Cielo, especialmente cuando lo pasamos mal. No dejemos de acudir a Ella.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


19. Fray Nelson Sábado 9 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: Eligieron siete hombres llenos del Espíritu Santo * Vieron a Jesús caminando sobre las aguas.

Más información.

1. La Realidad de la Iglesia
1.1 Si otros pasajes nos han presentado una imagen como embellecida de la primera comunidad cristiana, este pasaje de la primera lectura de hoy nos ayudará a cambiar, o mejor, completar esa perspectiva. Ya asoman las tensiones entre cristianos y también la preocupación por los bienes materiales; es decir, los antiguos temas del poder y del dinero.

1.2 ¿Significa esto que la redención es inútil o que la pecaminosidad es invencible? Más bien esto nos enseña que es un error considerarnos "ya" salvados. Es verdad que algo maravilloso y único ha llegado a nosostros con la gracia de creer pero de algún modo esa es una especie de semilla que necesita ser alimentada, guardada de mala hierba y cuidada hasta su plena madurez.

1.3 De ese conflicto nació un servicio concreto, un ministerio específico, que al paso del tiempo habría de constituir el diaconado en la Iglesia. Sabemos que fue un proceso y que estos primeros siete hombres no eran exactamente lo que pueden ser los que hoy se ordenan diáconos; sin embargo, es evidente también que hay una realidad de servicio institucional y que hay una intervención específica de los apóstoles para pedir una gracia particular y permanente a favor de los que eran "ordenados."

1.4 Textos posteriores van a mostrar que estos primeros diáconos realizaron muchas más cosas además de aquel servicio elemental aunque muy simbólico de "atender las mesas." Serán ministros de la palabra y enviados del Espíritu Santo y de la Iglesia para atraer a nuevos fieles y para formar poco a poco nuevas comunidades de creyentes. Así nos enseñaba Dios la riqueza del ministerio ordenado en clave de servicio, de autoridad y de envío, en orden a comunicar a todos los bienes del cielo.

2. "No Tengan Miedo... Soy Yo", Una Meditación de Juan Pablo II
2.1 Cristo dirigió muchas veces esta invitación a los hombres con que se encontraba. Esto dijo el Ángel a María: "No tengas miedo" (cfr. Lucas 1,30). Y esto mismo a José: "No tengas miedo" (cfr. Mateo 1,20). Cristo lo dijo a los Apóstoles, y a Pedro, en varias ocasiones, y especialmente después de su Resurrección, e insistía: "¡No tengáis miedo!"; se daba cuenta de que tenían miedo porque no estaban seguros de si Aquel que veían era el mismo Cristo que ellos habían conocido. Tuvieron miedo cuando fue apresado, y tuvieron aún más miedo cuando, Resucitado, se les apareció. Esas palabras pronunciadas por Cristo las repite la Iglesia. Y con la Iglesia las repite también el Papa. Lo ha hecho desde la primera homilía en la plaza de San Pedro: "¡No tengáis miedo!" No son palabras dichas porque sí, están profundamente enraizadas en el Evangelio; son, sencillamente, las palabras del mismo Cristo.

2.2 ¿De qué no debemos tener miedo? No debemos temer a la verdad de nosotros mismos. Pedro tuvo conciencia de ella, un día, con especial viveza, y dijo a Jesús: "¡Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!" (Lucas 5,8). Pienso que no fue sólo Pedro quien tuvo conciencia de esta verdad. Todo hombre la advierte. La advierte todo Sucesor de Pedro. La advierte de modo particularmente claro el que, ahora, le está respondiendo. Todos nosotros le estamos agradecidos a Pedro por lo que dijo aquel día: "¡Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!" Cristo le respondió: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres" (Lucas 5,10). ¡No tengas miedo de los hombres! El hombre es siempre igual; los sistemas que crea son siempre imperfectos, y tanto más imperfectos cuanto más seguro está de sí mismo. ¿Y esto de dónde proviene? Esto viene del corazón del hombre, nuestro corazón está inquieto; Cristo mismo conoce mejor que nadie su angustia, porque "Él sabe lo que hay dentro de cada hombre" (cfr. Juan 2,25).