JUEVES DE LA PRIMERA SEMANA DE PASCUA

 

Libro de los Hechos de los Apóstoles 3,11-26.

Como él no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, corrió hacia ellos, que estaban en el pórtico de Salomón. Al ver esto, Pedro dijo al pueblo: "Israelitas, ¿de qué se asombran? ¿Por qué nos miran así, como si fuera por nuestro poder o por nuestra santidad, que hemos hecho caminar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad. Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Por haber creído en su Nombre, ese mismo Nombre ha devuelto la fuerza al que ustedes ven y conocen. Esta fe que proviene de él, es la que lo ha curado completamente, como ustedes pueden comprobar. Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer. Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados. Así el Señor les concederá el tiempo del consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado para ustedes. El debe permanecer en el cielo hasta el momento de la restauración universal, que Dios anunció antiguamente por medio de sus santos profetas. Moisés, en efecto, dijo: El Señor Dios suscitará para ustedes, de entre sus hermanos, un profeta semejante a mí, y ustedes obedecerán a todo lo que él les diga. El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo. Y todos los profetas que han hablado a partir de Samuel, anunciaron también estos días. Ustedes son los herederos de los profetas y de la Alianza que Dios hizo con sus antepasados, cuando dijo a Abraham: En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra. Ante todo para ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que cada uno se aparte de sus iniquidades".

Salmo 8,2.5-9.

¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra! Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies:
todos los rebaños y ganados, y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar y cuanto surca los senderos de las aguas.


Evangelio según San Lucas 24,35-48.

Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

LECTURAS: 

1ª: Hch 3, 11-26 

2ª: Lc 24, 35-48 = PASCUA 03B


 

1.

-Pedro se dirige al pueblo.

Siempre es él quien toma la palabra en nombre del grupo de los discípulos. Va a explicar ahora el milagro que acaba de hacer en beneficio del que no podía andar.

-¿Por qué os admiráis de esto? ¿por qué nos miráis fijamente como si por nuestro poder o piedad, hubiéramos hecho caminar a este hombre?

Pedro no bromea. Se sabe pecador. ¡No ha pasado mucho tiempo desde que negó a su maestro! La cosa es reciente.

Pero su «poder» no es suyo. El poder que maneja procede de Cristo. Reconoce ser un hombre pecador, ni más piadoso, ni más santo que cualquier otro.

Ayuda, Señor, a todos los que tienen un «cargo» en la Iglesia para que lo ejerzan con esa misma humildad.

Haznos a todos conscientes de nuestros límites y de las responsabilidades que nos vienen de ti.

Ser intermediarios de la gracia. Dejar pasar por nuestras vidas los beneficios que Dios quiere hacer por medio de nosotros. Esto es un «ministerio». Y los ministerios, en la Iglesia, son muchos y variados.

-Habéis dado muerte al "Príncipe de la vida"...

Pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos...

«Príncipe de la vida»... Un título poco habitual para hablar de Jesús. Es el que espontáneamente asoma a los labios de Pedro: la resurrección está todavía muy cercana. Ha marcado mucho a los Apóstoles y la predican sin parar. Jesús «Príncipe de la Vida» el Victorioso, el Viviente por excelencia ¡Danos esta Vida!

Comulgando el Cuerpo de Cristo, entramos en comunión con la Vida.

-Es por la fe en su nombre que este hombre está aquí y todos vosotros le véis completamente restablecido.

Tu resurrección es una potencia de vida, de alegría, de exaltación. El brinco del hombre que no había andado jamás en toda su vida y que se echa a andar súbitamente es el símbolo de la humanidad salvada.

¡Que cada vez que salga de un pecado, sea con esa alegría!

En efecto, el pecado, más que la enfermedad física, es lo que daña a la humanidad. La verdadera parálisis es la de la voluntad encogida, incapaz de reaccionar.

Danos, Señor, plena salud de alma y cuerpo... de alma sobre todo.

-Sin embargo, hermanos, sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. Es siempre el mismo evangelio que continúa.

"Perdónalos, decía Jesús, no saben lo que se hacen..."

"Estáis perdonados, decía san Pedro, porque habéis obrado por ignorancia". Está ejerciendo el poder de atar y de desatar, un poder que le dio Jesús: «todo lo que ates en la tierra, será atado en el cielo».

-Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados; así vendrá la consolación por parte del Señor.

El perdón es el "tiempo de la consolación". ¡Admirable fórmula! ¿Concibo mis confesiones, como una participación a la resurrección? No cuento apoyarme en la fuerza de mi voluntad, sino en la fuerza de «Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos».

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 180 s.


2. 

Es la segunda predicación de Pedro que leemos en el libro de los Hechos. Después de la curación del mendigo cojo, Pedro habla nuevamente al pueblo, a los fieles que, como él, han subido al templo a orar, y les anuncia a Jesús, el Señor, en cuyo nombre ha obrado el milagro. Este milagro es un signo de que Jesús, aunque ha muerto, es todavía el dueño de la vida, esto es, el que conduce, como un nuevo Moisés, a la salvación y a la libertad al nuevo pueblo de Dios (3,15).

Las tres primeras predicaciones de Pedro (2,14-39; 3,12-26 y 4 8-12) son realmente muy semejantes y pueden ser ejemplo de lo que fue la predicación de la Iglesia de Jerusalén en su período inicial, un resumen de la cual se encontraría también en Mc 1,14.

Pedro comienza a hablar (3,13) y señala la continuidad de la historia de salvación: el Dios de los patriarcas (Ex 3,6.15) ha glorificado a Jesús, en quien culmina el profetismo más espiritual de Israel, el del Siervo de Dios (Is 52,13-53,12). A continuación explica Pedro la pasión de Jesús, de donde puede arrancar la conversión de los oyentes (3,13-15). Los vv 17-26 constituyen el fragmento más notable del discurso y tratan de esta conversión, tema preferido de Lucas; conversión que comporta dos etapas consecutivas: arrepentimiento, que quiere decir apartarse del mal, y conversión, que significa volver a Dios (3,19). La mejor actitud nuestra delante de esta invitación nos la sugiere el texto de Lc 12,8.9.

El tema escatológico, en relación con el cual la Iglesia primitiva entiende siempre su vinculación y continuidad con el AT, ha dado también un paso adelante: en la primera predicación (2,14-36) se trataba de la efusión del Espíritu; ahora se trata principalmente de la restauración de todas las cosas en Cristo. Este es acaso el tema que más podría iluminar nuestra lectura espiritual de este relato. En efecto, Cristo es nuestra bendición (3,26) Y lo es por su misterio pascual (Gál 3,13.14) y por el anuncio en la Iglesia del evangelio de salvación (Hch 26,23). El mejor comentario espiritual de este tema cristológico podría ser muy bien el himno de la carta a los Efesios (Ef 1, 3-14).

El arresto de los predicadores (4,1-4) en el momento de anunciar la salvación en el mismo templo de Jerusalén, centro de la vida religiosa de Israel, acentúa dramáticamente la oposición entre los dirigentes del judaísmo y la Iglesia cristiana, oposición y lucha que culminará con la dispersión de la comunidad (8,1) y el anuncio del mensaje evangélico a los pueblos gentiles.

O. COLOMER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 178 s.


3.

-Mientras estaban hablando con los once, se presentó Jesús en medio de ellos.

¡Por cuántos acontecimientos dramáticos pasaron estos pobres hombres!: La ultima cena, el jueves último... el arresto en el jardín de Gethsemaní... la muerte en la cruz de su amigo... Judas, uno de ellos, ahorcado. El grupo de los "doce" pasa a ser los "once".

En este contexto tiene lugar la desconcertante "resurrección .

En lo más hondo de su desesperación Tú vienes a decirles: "¡no temáis!" En mi vida personal, en la vida del mundo, de la Iglesia, evoco, hoy, una situación en la que falta la esperanza. Pero Tu estás aquí, Señor, "en medio de nosotros".

-Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Jesús les dijo. "Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón estos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, ¡que soy Yo! Palpadme y ved que el espíritu no tiene carne ni huesos..." En su alegría no se atrevían a creerlo. Jesús, les dijo: "¿Tenéis aquí algo que comer? Le dieron un trozo de pescado asado, y tomándolo lo comió delante de ellos.

Evidentemente, los "once" como todos los demás hasta aquí, fueron incrédulos. Todos los relatos subrayan esa "duda".

Para esos semitas que ni siquiera tienen idea de una distinción del "cuerpo y del alma", si Jesús vive, ha de ser con toda su persona: quieren asegurarse de que no es un fantasma, y para ello es necesario que tenga un cuerpo... La resurrección no puede reducirse a una idea "de inmortalidad del alma".

Todos los detalles quieren darnos la impresión de una presencia real.

Incluso si resulta difícil imaginarlo, hay que afirmar que la resurrección no es solamente una supervivencia espiritual: el Cuerpo de Jesús ha resucitado y, a través de El, toda la Creación, todo el Cosmos quedan transfigurados. El mismo universo material, ha sido asumido, penetrado por el Espíritu de Dios. "Nosotros esperamos como salvador al Señor Jesucristo, que transfigurará el cuerpo de nuestra vileza conforme a su Cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene para someter a sí todas las cosas", dirá san Pablo (Flp 3, 21).

En la Eucaristía, una parcela del universo, un poco de pan y de vino, es así asumida por Cristo, "sumisa a Cristo" como dice san Pablo, para venir a ser el signo de la presencia del Resucitado, y transformarnos poco a poco a nosotros mismos, en Cuerpos de Cristo.

¡He aquí el núcleo del evangelio! ¡He aquí la "buena nueva"! ¡He aquí la feliz realización del plan de Dios! ¡He aquí el fin de la Creación! ¡He aquí el sentido del universo! Si nos tomamos en serio la Resurrección, esto nos compromete a trabajar en este sentido: salvar al hombre, salvar el universo, sometiéndolo totalmente a Dios.

-Les dijo: Esto es lo que Yo os decía estando aún con vosotros... Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras, los sufrimientos del Mesías, la resurrección de los muertos, la conversión proclamada en su nombre para el perdón de los pecados... A todas las naciones, empezando por Jerusalén. Vosotros daréis testimonio de esto.

Jesucristo es ahora realmente el Señor, que tiene poder sobre todo el universo, sobre todos los hombres, y que da a los hombres la misión de ir a todo el mundo.

En cierto sentido, todo está hecho en Cristo.

Pero todo está por hacer. ¿Trabajo yo en esto? ¿Doy testimonio de esto?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 184 s.


4.

1. a) Después de la curación del paralítico, que leíamos ayer, Pedro aprovecha la buena disposición de la gente para dirigirles una nueva catequesis sobre Jesús, en cuyo nombre ha curado al paralítico.

Sus oyentes son judíos, y por tanto Pedro argumenta a partir del AT, de los anuncios de Moisés y los profetas, razonando la «continuidad» entre el «Dios de nuestros padres» y los acontecimientos actuales. Los discursos predicaciones de Pedro ayudan a leer la historia como Historia de Salvación, que culmina en Cristo, y, después de la venida del Espíritu, en la constitución de la comunidad mesiánica reunida en torno al .Señor.

El Mesías anunciado ya ha venido, y es el mismo Jesús de Nazaret a quien Israel ha rechazado. Pedro interpela con lenguaje muy directo a los judÍos: «al que vosotros entregasteis y rechazasteis... matasteis al autor de la vida». ¡Qué contraste: han indultado a un asesino y han asesinado al autor de la vida! Aunque trata de disculparles: «sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo».

Pedro, que ha madurado claramente en su fe, afirma ahora lo que nunca había entendido bien: que el Mesías tenía que pasar por la muerte y la cruz. Cuando Jesús se lo anunciaba, en vida, era Pedro quien más reacio se mostraba a aceptar este mesianismo que predicaba Jesús. Ahora ya sabe que «el Mesías tenía que padecer». En el evangelio leemos hoy mismo cómo en una de las apariciones Jesús les abrió el entendimiento para que entendieran esto.

Pedro anuncia que a través de la resurrección Jesús se ha convertido en salvador de todos y por tanto todos tenemos que convertirnos a él: «Dios resucitó a su siervo y os lo envía para que os traiga la bendición si os apartáis de vuestros pecados».

Buena evangelización, la de Pedro. Valiente, centrada, y adecuada a sus oyentes y las categorías que entienden.

b) En ambas lecturas aparece el Antiguo Testamento como anuncio de Jesús.

Hay una admirable continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y también con nuestros tiempos: el plan de Dios es unitario, histórico, dinámico.

Todo lo que leemos del AT tiende a su plenitud en Cristo, y se entiende desde la perspectiva de Cristo. Y al revés, el AT nos ayuda a entender los tiempos mesiánicos, la nueva Pascua, la nueva Alianza, el nuevo pueblo de Dios.

Por ejemplo, cuando rezamos los salmos, que son del AT, tenemos una clave fundamental para que encuentren sentido en nuestros labios cristianos: rezarlos desde Cristo. O porque los dirigimos a él, o porque los decimos como puestos en los labios de Jesús, como ya empezaron a hacer los discípulos de la primera generación: como en el caso del Salmo 21, «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

Nosotros estamos ya en los tiempos de la plenitud, en el NT. Pero la historia del pueblo de Israel nos ayuda mucho a comprender y mejorar nuestra relación con Dios, nuestra conciencia de pueblo eclesial, y sobre todo la plenitud que Cristo da a toda la historia. Como dice la introducción al Leccionario de la Misa: «La Iglesia anuncia el único e idéntico misterio de Cristo cuando, en la celebración litúrgica, proclama el Antiguo y el Nuevo Testamento. En efecto, en el Antiguo Testamento está latente el Nuevo, y en el Nuevo se hace patente el Antiguo. Cristo es el centro y plenitud de toda la Escritura» (OLM 5).

2. a) La escena del evangelio es también continuación de la de ayer. Los discípulos de Emaús cuentan a la comunidad lo que han experimentado en el encuentro con el Resucitado, al que han reconocido al partir el pan. Y en ese mismo momento se aparece Jesús, saludándoles con el deseo de la paz.

La duda y el miedo de los discípulos son evidentes. Jesús les tiene que calmar: «¿por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?». Y les convence de su realidad comiendo con ellos.

El fruto de esta aparición es que «les abrió el entendimiento», explicándoles las Escrituras. En el AT ya Moisés, los profetas y los salmos habían anunciado lo que ahora estaba pasando. Como a los discípulos de Emaús en el camino, ahora Jesús les hace ver a todo el grupo la unidad del plan salvador de Dios. Las promesas se han cumplido. Y la muerte y resurrección del Mesías son el punto crucial de la historia de la salvación. No nos extraña que Pedro, en sus discursos, utilice la misma argumentación cuando se trata de oyentes que conocen el AT, y que centre su discurso en el acontecimiento pascual del Señor.

b) También nosotros podemos reconocer a Cristo en la fracción del pan eucarístico, en la Palabra bíblica y en la comunidad reunida. En las circunstancias más adversas y oscuras que se puedan dar -también nosotros muchas veces andamos desconcertados como aquellos discípulos- el Señor se nos hace compañero de camino y nos está cerca. Aunque no le reconozcamos fácilmente. En más de una ocasión nos tendrá que decir: «¿por qué te alarmas? ¿por qué surgen dudas en tu interior?».

Tal vez también necesitemos como la primera comunidad una catequesis especial, y que se nos abra el entendimiento, para captar que en el camino mesiánico de Jesús, y también en el nuestro cristiano, entra la muerte y la resurrección, para la redención de todos. Ojalá cada Eucaristía sea una «aparición» del Resucitado a nuestra comunidad y a cada uno de nosotros, y después de haberle reconocido con los ojos de la fe en la Fracción del Pan y en la fuerza de su Palabra, salgamos de la celebración a dar testimonio de Cristo en la vida. A los apóstoles, la última palabra que les dirige es: «vosotros sois testigos de esto». Ya desde el principio se les dijo que eso de ser apóstoles era ser «testigos de la resurrección de Cristo» (Hch 1,22). Entonces lo fueron los apóstoles, o los quinientos discípulos. Ahora, lo seguimos siendo nosotros en el mundo de hoy. Tal vez el anuncio de la resurrección de Cristo no nos llevará a la cárcel. Pero sí puede resultar incómodo en un mundo distraído y frío. Depende un poco de nosotros: si nuestro testimonio es vivencial y creíble, podemos influir a nuestro alrededor.

«Concédenos una misma fe en el espíritu y una misma caridad en la vida» (oración)

«Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra» (salmo)

«Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo» (aleluya)

«Paz a vosotros. ¿Por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?» (evangelio)

«Os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 30-33


5.

Primera lectura : Hechos 3, 11-26 Matasteis al autor de la vida; pero Dios lo resucito de entre los muertos

Salmo responsorial : 8, 2a.5.6.7.8-9 ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Evangelio : Lucas 24, 35-48 Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona

El relato de hoy comienza con el testimonio de los discípulos que iban camino a Emaús, quienes en su trayectoria vivieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado. Experiencia que ha llenado sus corazones y los ha impulsado a anunciar la gran noticia de que Jesús vive y vive verdaderamente.

Los discípulos han vivido la experiencia de la resurrección, una resurrección que trasciende toda institución humana y va necesariamente enmarcada en la realidad de la fe, desde donde es aceptada y vivida. Los discípulos viven su fe con dudas y temores muchas veces, pero poco a poco van comprendiendo desde dentro que el Maestro ya no está en la tumba, y que por lo tanto ya no es posible vivir en pasividad, y mucho menos ser antitestimonio del resucitado.

Los discípulos están congregados dando sus propios testimonios del encuentro con el resucitado. En medio de la reunión de fe, el Resucitado se les presenta y sienten temor. Es en ese momento cuando la experiencia individual, comienza a ser colectiva, comunitaria, sin destruir la experiencia personal. Quien no reconozca al resucitado en comunidad no ha asumido la realidad plena de ser cristiano de forma individual.

En comunidad Jesús les promete la fuerza que les llegará con el Espíritu Santo, fuerza que les hará comprender toda la Escritura y que les hará asumir con fe la nueva experiencia de vida regalada en la Resurrección de Jesucristo.

El Resucitado es fuerza que interpela a la comunidad, y es experiencia de unidad. El grupo de seguidores del Resucitado ahora tiene que testimoniar con sus vidas la justicia declarada por Dios en la resurrección de su Hijo Jesucristo.

Nosotros como Iglesia tenemos la obligación de encarnar el proyecto de vida y de justicia que nos ofrece el Resucitado. Sigamos creyendo, construyendo y asumiendo el Reino como la nueva experiencia de vida para los hombres y mujeres de buena voluntad. Sólo así es posible resucitar también.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6.

Los brincos del paralítico llamaron inmediatamente la atención de los presentes. El hombre lisiado no se alejaba un momento de Pedro y Juan. La multitud se amontona en la puerta de Salomón, y allí Pedro los interpela como pueblo.

La puerta era en Israel el lugar de los juicios. Allí, Pedro encara a la nación por el oprobio que cometieron contra Jesús. El pueblo, manipulado, eligió a un homicida y no al hombre justo. Pero, en la gravedad de este error, Dios los llama a cambiar la mentalidad.

Pedro presenta a Jesús de Nazaret como el profeta prometido por Moisés. Pero, para la mayor parte del pueblo, Jesús no pasó de ser un profeta como otros. Ellos esperaban a un nuevo legislador, un militar eficaz o un sacerdote poderoso. No un hombre que muere crucificado por causa de la traición de sus amigos.

Pedro intenta remover el endurecido entendimiento de un pueblo demasiado seguro de sus instituciones. Muy pocos escuchan el mensaje. La mayoría continúa enardecida con sus prácticas rituales y con el legalismo exacerbado.

Unicamente los marginados aceptan el «nombre» de Jesús y se acogen a la nueva comunidad. Optan por el camino de la vida y comienzan a ser un escollo para las autoridades, que ven a los testigos del resucitado como un problema de "orden público".

El «nombre» de Jesús no era una fórmula mágica para cambiar de vida. En la mentalidad antigua, el nombre representaba efectivamente a la persona. Cuando Pedro sana con el «nombre» de Jesús, actualiza las prácticas del Maestro. La muerte no es obstáculo para que el Espíritu actúe en la comunidad y transforme realidades de pecado en oportunidades de gracia y liberación.

En el Evangelio, Lucas nos presenta a la comunidad reticente ante la trágica realidad. El proceso de los discípulos en el camino de Emaús no era todavía una experiencia mayoritaria. Algunas personas no terminaban de creer que, al compartir el pan de la mesa y el pan de la eucaristía, Jesús se hiciera presente. El resucitado tiene que mostrarles la realidad dolorosa para que los incrédulos entren en razón.

La realidad de muerte, frustración y desesperanza se convierte en gozo y alegría. El Espíritu abre el entendimiento de la comunidad, y todos comprenden los acontecimientos a la luz de las Escrituras. De este modo la comunidad comprende la Palabra de Dios: circulando insistentemente entre la realidad y las Escrituras.

Notas:

* Lucas, como hábil escritor, utiliza expresiones semíticas para dar un tono arcaico al discurso de Pedro. El objetivo del discurso es la interpelación de Israel. Este procedimiento literario crea una atmósfera propicia para la interpelación . (L. Alonso Schökel 1996).

* El discurso de Pedro refleja la ideología predominante en el grupo judeocristiano de la iglesia primitiva. Para ellos, las promesas le estaban reservadas primordialmente a Israel, aunque el pueblo judío hubiese dado muerte al Mesías. Destaca también la intención divina, programada de antemano, de dar cumplimiento a un plan de salvación a pesar de la oposición de las autoridades y del pueblo mismo. Enfatiza en la vinculación de la fe en Jesús al Dios de los patriarcas (Hch 3, 13).

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Al Resucitado se lo reconoce cuando tocamos sus heridas. Esto no lo he descubierto yo. Me ayudó a caer en la cuenta de esta luz una amiga mía, que desde hace algunos años está trabajando como médico en la República del Congo. Quizá se trataba de una "deformación profesional", propia de una especialista en medicina tropical, pero recuerdo muy bien lo que me dijo: "Mira, Gonzalo, es inútil que nos preguntemos dónde está el Resucitado si huimos de sus heridas". En ella no era una metáfora. De hecho, esta manera de entender el evangelio fue determinante para irse a África.

¿Por qué la gente muy satisfecha tiene tantas dificultades para creer? ¿Por qué, a menudo, la gente con heridas se abre más al poder sanador de Dios? La resurrección de Jesús no es un truco de magia para jugar a desaparecer para luego aparecer espectacularmente: ¡Es un triunfo sobre el sufrimiento y la muerte! Es una resurrección con "huellas" de la batalla librada.

Hoy siguen existiendo esas huellas. Cuando nos atrevemos a meter la mano en nuestras heridas o en las heridas de nuestros semejantes, estamos palpando un anticipo de la muerte, pero también un rastro del Señor que ha vencido a la muerte. "Donde están nuestras heridas está nuestra salud".

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández (gonzalo@claret.org)


8. CLARETIANOS 2003.

Hemos llegado al ecuador de la semana grande. Sigamos pacientemente acogiendo las palabras que el Resucitado pone en nuestros oídos:

Paz a vosotros. El saludo “shalom” sintetiza todo lo mejor que nosotros podemos desear: la salud, la integración personal, la armonía con las personas, con la naturaleza, con Dios. El Resucitado no nos promete la prosperidad o el triunfo, sino la paz, la posibilidad de vivir todo desde el centro. Paz no significa que encajen todas las piezas de nuestra puzzle, sino que podamos contemplar todo, incluyendo los sinsabores y sufrimientos, con los ojos compasivos de Dios. El hombre o la mujer que acogen el don de la paz son pacificadores sin tener que militar en ningún grupo pacifista.

¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Creemos en la primavera porque vemos los brotes de vida en las yemas de los árboles. Creemos en la mariposa porque vemos que de la crisálida sale un ser hermoso con alas multicolores. Creemos en el día porque cada mañana el sol vuelve a asomarse. ¿Cuáles son los signos para creer en la presencia del Resucitado? ¿Hombres y mujeres que, a pesar de sus limitaciones, entregan su vida? ¿Personas que superan una depresión? ¿Por qué nos resulta más fácil percibir los signos de la muerte que los de la vida? ¿Por qué somos capaces de criticar todo lo que va mal y nos cuesta tanto agradecer lo que hace que el mundo funcione un día más?

Mirad mis manos y mis pies. La alegría que nos regala el Resucitado no es el goce superficial de quien recorre un camino llano. Sus manos y sus pies conservan las huellas de los clavos. La suya es una victoria sobre la muerte. Quizá nunca acabamos de experimentar una alegría profunda porque no miramos de frente la huella de sus heridas. Creemos que seremos más felices huyendo de las personas que sufren, maquillando nuestros propios dolores. Jesús nos invita a reconocerlo en el hueco de los clavos. En ese “mirad” encontramos una clave para no entender la alegría pascual como una huida sino como una cercanía mayor a los crucificados: las personas difíciles de nuestro entorno, los que atraviesan cañadas oscuras.

¿Tenéis algo que comer? El Resucitado nunca nos resuelve la vida automáticamente, como esos echadores de cartas que prometen el oro y el moro. Cuenta lo que cada uno somos y tenemos. Más aún, quiere compartir ese poco de pan y de pescado que nosotros laboriosamente hemos conseguido. Tu poder multiplica la eficacia del hombre -canta el himno litúrgico- y crece cada día entre sus manos la obra de tus manos.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


9. 2001

COMENTARIO 1

ORDEN TAJANTE DE NO EMPRENDER NADA
ANTES DE RECIBIR EL ESPÍRITU

Ya hemos visto antes que «uno» y «cuarenta», referidos al período transcurrido entre la resurrección y la ascensión, englo­ban un periodo unitario y considerablemente largo de instruc­ción a los discípulos sobre el reinado de Dios, a la manera de los cuarenta años que Israel permaneció en el desierto o de los cuarenta días en que Jesús fue puesto a prueba. La escena de la aparición de Jesús al grupo de discípulos se narra también por partida doble, pero en Hechos, en razón precisamente del des­doblamiento de «uno» en «cuarenta días», se reserva para los últimos días lo que hace referencia a la realización de la promesa y al encargo universal.

La orden tajante, impartida por Jesús a los apóstoles, de permanecer totalmente inactivos «en la ciudad» (lit. y gráficamente: «permaneced sentados en la ciudad», 24,49b), tiene lugar en el libro de los Hechos en una ocasión en que Jesús «comía con ellos», hacia el final del largo periodo en que se les presentó viviente (Hch 1,3): «Mientras comía con ellos, les mandó: "No os alejéis de Jerosólima; al contrario, aguardad a que se cumpla la promesa del Padre, de la que ya os he hablado; porque Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados con Espíritu Santo de aquí a pocos días"» (Hch 1,4-5). Es exactamen­te la misma orden que les impuso según Lc 24,29: «Y mirad, yo os enviaré la promesa de mi Padre; vosotros quedaos en la ciudad hasta que de lo alto os revistan de fuerza.»


LOS DISCIPULOS NO CEDEN NI UN PALMO,
PERO JESUS TAMPOCO

«El Mesías padecerá, pero al tercer día resucitará de la muerte; y en su nombre se predicará la enmienda y el perdón de los pecados a todas las naciones paganas. Empezando por Jerusalén, vosotros seréis testigos de todo esto» (Lc 24,46-48). En Hechos tiene lugar el último día, después que los apóstoles se confabulasen -más adelante veremos el motivo- para pedirle que restaurase el reino a Israel (Hch 1,6), cuya representatividad les había confiado el propio Jesús, pero que, por culpa de la deserción de Judas, se había ido al traste (recuérdese 22,3 y 22,47): «No es cosa vuestra conocer ocasiones o momentos que el Padre ha reservado a su propia autoridad (argumento disuaso­rio); al contrario, recibiréis fuerza cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y así seréis mis testigos en Jerusalén y también en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,7-8). Cuándo y cómo Dios intervendrá en la historia es cosa suya, nadie debe ni puede manipular sus planes; y él respeta y secunda la libertad de los hombres. El Espíritu Santo, en cambio, les dará fuerzas para realizar la utopía del reino.

En el texto del Evangelio, el deseo de justicia y de solidaridad humana son condición previa para poder proclamar entre las naciones paganas la nueva y definitiva presencia de Jesús como Señor de la historia del hombre. El testimonio lo tienen que dar, en primer lugar, «en Jerusalén» (transliteración del nombre he­breo), en sentido sacral (característica que se repite -manera de subrayar su importancia- al final del primer libro y al prin­cipio del segundo), tal como lo acaba de dar él; esto les habría acarreado el éxodo forzoso, pero liberador, fuera de la ciudad sagrada. De hecho no fue así. La segunda etapa debería haber abarcado «toda la Judea (incluyendo la Galilea) y Samaria». La tercera, después de entrenarse entre los hetero­doxos samaritanos, «todas las naciones paganas» (Lc), «hasta los confines de la tierra» (Hch).


COMENTARIO 2

El relato de hoy comienza con el testimonio de los discípulos que iban camino a Emaús, quienes en su trayectoria vivieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado. Experiencia que ha llenado sus corazones y los ha impulsado a anunciar la gran noticia de que Jesús vive y vive verdaderamente.

Los discípulos han vivido la experiencia de la resurrección, una resurrección que trasciende toda institución humana y va necesariamente enmarcada en la realidad de la fe, desde donde es aceptada y vivida. Los discípulos viven su fe con dudas y temores muchas veces, pero poco a poco van comprendiendo desde dentro que el Maestro ya no está en la tumba, y que por lo tanto ya no es posible vivir en pasividad, y mucho menos ser antitestimonio del resucitado.

Los discípulos están congregados dando sus propios testimonios del encuentro con el resucitado. En medio de la reunión de fe, el Resucitado se les presenta y sienten temor. Es en ese momento cuando la experiencia individual comienza a ser colectiva, comunitaria, sin destruir la experiencia personal. Quien no reconozca al resucitado en comunidad no ha asumido la realidad plena de ser cristiano de forma individual.

En comunidad Jesús les promete la fuerza que les llegará con el Espíritu Santo, fuerza que les hará comprender toda la Escritura y que les hará asumir con fe la nueva experiencia de vida regalada en la Resurrección de Jesucristo.

El Resucitado es fuerza que interpela a la comunidad, y es experiencia de unidad. El grupo de seguidores del Resucitado ahora tiene que testimoniar con sus vidas la justicia declarada por Dios en la resurrección de su Hijo Jesucristo.

Nosotros como Iglesia tenemos la obligación de encarnar el proyecto de vida y de justicia que nos ofrece el Resucitado. Sigamos creyendo, construyendo y asumiendo el Reino como la nueva experiencia de vida para los hombres y mujeres de buena voluntad. Sólo así es posible resucitar también.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10. 2002

La puerta era en Israel el lugar de los juicios. Allí, Pedro encara a la nación por el oprobio que cometie­ron contra Jesús. El pueblo, manipulado, eligió a un homicida y no al hombre justo. Pero, en la gravedad de este error, Dios los llama a cambiar la mentalidad.

Pedro presenta a Jesús de Nazaret como el profeta prometido por Moisés. Pero, para la mayor parte del pueblo, Jesús no pasó de ser un profeta como otros. Ellos esperaban a un nuevo legislador, un militar efi­caz o un sacerdote poderoso. No un hombre que mue­re crucificado por la traición de sus amigos.

En el evangelio, Lucas nos presenta a la comuni­dad reticente ante la trágica realidad. El proceso de los discípulos en el camino de Emaús no era todavía una experiencia mayoritaria. Algunas personas no ter­minaban de creer que, al compartir el pan de la mesa y el pan de la eucaristía, Jesús se hiciera presente. El resucitado tiene que mostrarles la realidad dolorosa para que los incrédulos entren en razón. La realidad de muerte, frustración y desesperanza se convierte en gozo y alegría. El Espíritu abre el entendimiento de la comunidad. De este modo la comunidad comprende la Palabra de Dios: circulando insistentemente entre la realidad y las Escrituras.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


11. DOMINICOS 2003

Ved, palpad, comprobad los signos

En la alegría de la Pascua, las lecturas de hoy, jueves, son prolongación de las que hacíamos ayer. Siguen narrándonos, como corresponde a la visión continuada de los acontecimientos espirituales y salvíficos, la obra del Espíritu que salpica con gracia nueva la cotidianidad de la vida en Jerusalén y su entorno, tras la Resurrección y Pentecostés. Mas no se refieren a una alegría superficial, festiva y sin compromiso. A la luz del Espíritu de Cristo, Pedro y los demás apóstoles aplican la lección de Jesús, camino de Emaús, y leen la Escritura como camino de salvación, alabando a Dios en Cristo, y reclamando una vida coherente con el misterio de Dios hecho hombre y triunfador de la muerte.

Vosotros, israelitas, dice Pedro, sois los hijos de los profetas, hijos de la Alianza…
Vosotros obrasteis por ignorancia en la denuncia y pasión de Cristo Jesús...
Reconoced ahora la verdad, arrepentíos y convertíos a Cristo salvador.

Entendamos que esas palabras se dirigen a nosotros, hombres del siglo XXI, pobres y débiles de espíritu como los del siglo primero: Nosotros también somos hijos de profetas, reyes, sabios: somos trabajadores, sacerdotes, y somos hijos de Dios en Cristo.

Hasta nosotros llega la acción salvadora y vivificadora de Cristo, pero no acabamos de cambiar nuestro ánimo y seguimos cargados de problemas, dudas, indecisiones, huída de riesgos, búsqueda de placeres, poder y dinero... y traicionamos a los hermanos. Busquemos la verdad, reconozcamos la verdad, sintamos la necesidad de ponernos a la obra para construir un mundo mejor en justicia, paz, fraternidad, amor...

Y no digamos que queremos más signos: más milagros, más crucificados, más palabras y revelaciones. Hagamos nuestra la Escritura y su espíritu, y plasmemos en realidades nuestros deseos, pues el mundo tiene hambre de justicia, no de guerras; de trabajo, no de ociosidad malsana; de familia, no de hogares rotos; de pan, no de promesas vanas; de Dios, no de ídolos.

 

Palabra y Reflexión

Hechos de los Apóstoles 3, 11-26:

“Mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: Israelitas, ¿qué os llama la atención?, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuesfros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis...

Hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados... Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres...”

El Espíritu ha penetrado y triunfado en los apóstoles. Se posesionó de ellos en Pentecostés e ilumina su pensamiento para que proclamen la verdad de la obra de Dios revelada en Jesús. Él caldea sus corazones para que esa proclamación se haga con entusiasmo, fuego y humildad, con la emoción de haber sido testigos.

En este párrafo, Pedro declara con firmeza humilde tres cosas:

Que lo maravilloso o milagroso de su obrar curativo y expositivo es obra del Espíritu; Él le mueve a actuar.

Que los israelitas deben reconocer sinceramente su error y pecado al condenar al Inocente, al Justo, a Jesús.

Que, a pesar de nuestro pecado e injusticia, Dios sigue siendo Dios de Israel y de todo el mundo y que, por ello, está como a la espera del arrepentimiento, al modo como el Padre de la parábola estaba a la espera del hijo pródigo que –angustiado- volvía a casa.

Evangelio según san Lucas 24, 35-48:

 “Los dos discípulos de Emaús contaban a los demás lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. En ello estaban, cuando Jesús se hizo presente en medio de la reunión y les dijo: paz a vosotros. Ellos, llenos de miedo, creían ver un fantasma.

Jesús les dijo: ¿por qué os alarmáis?... Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos... Y añadió: ¿Tenéis algo que comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. El lo tomó y lo comió delante de ellos.

Luego les fue abriendo el entendimiento para que comprendieran las Escrituras..., que dicen: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión... Vosotros sois testigos de esto”

Jesucristo, el que vivió entre nosotros y murió en cruz, vive. Vive en el Padre y con el Padre y el Espíritu. Y vive con nosotros, animando nuestra vida en todo momento.

¿No es verdad que muchas veces se nos hace presente también a nosotros, incluso con sorpresa, y nos dice : paz para vosotros, paz para todos los que la amáis de corazón? Es tan fundamental en nuestra vida cristiana la fe en Cristo resucitado, Señor, que sin ella se tambalea toda la historia de salvación.

En efecto: ¿De qué nos serviría un Mesías que muere en la cruz, si no lleva consigo la salvación y vida eterna? Apreciemos la insistencia pedagógica con que los apóstoles y evangelistas narran las apariciones del Señor con rasgos como el de hoy. Cuando nos presentan a Jesús mostrando sus llagas y comiendo el trozo de pescado, esos gestos o formas de obrar son apoyos a la fe, a la confianza, a la entrega que debemos hacer de nosotros mismos a Jesús y al Padre, sin titubeos, con decisión inquebrantable.


12. ACI DIGITAL 2003

36. Véase Marcos 16, 14 ("Por último, se les apareció a los once mientras comían y les echó en cara su falta de fe y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían visto a El resucitado de entre los muertos". Esta aparición se realizó el día de la resurrección por la tarde, probablemente en la casa de María, la madre de S. Marcos, donde los discípulos solían reunirse) y Juan 20, 19: A la tarde de ese mismo día, el primero de la semana, y estando, por miedo a los judíos, cerradas las puertas (de) donde se encontraban los discípulos, vino Jesús y, de pie en medio de ellos, les dijo: "¡Paz a vosotros!" 41. No lo dice por tener hambre, sino para convencerlos de que tenía un cuerpo real. Y lo confirma comiendo ante sus ojos. Cf. Juan 21, 9 y nota: "Al bajar a tierra, vieron brasas puestas, y un pescado encima, y pan". Santo Tomás de Aquino opina que en esta comida, como en la del Cenáculo (Luc. 24, 41 - 43) y en la de Emaús (Luc. 24, 30), ha de verse la comida y bebidas nuevas que Jesús anunció en Mat. 26, 29 y Luc. 22, 16 - 18 y 29 - 30. Otros autores no comparten esta opinión, observando que en aquellas ocasiones el Señor resucitado no comió cordero ni bebió vino, sino que tomó pescado, pan y miel, y que, lejos de sentarse a la mesa en un banquete triunfante con sus discípulos, tuvo que seguir combatiéndoles la incredulidad con que dudaban de su Redención (cf. Luc. 24, 13; Hech., 1, 3 y notas). 45. Vemos aquí que la inteligencia de la Palabra de Dios es obra del Espíritu Santo en nosotros, el cual la da a los humildes y no a los sabios (10, 31). Véase v. 32; S. 118, 34 y nota. 46. Véase v. 7; Mat. 26, 25; Is. 35, 5. 47. Véase Mat. 10, 6 y nota: "Sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel". Después de Pentecostés S. Pedro abrió la puerta a los gentiles (Hech. 10) para ser "injertados" en el tronco de Israel (Rom. 11, 11 - 24) y manifestó que ello era a causa de la incredulidad de la Sinagoga (ibid. 30 s.) y así lo confirmó el Concilio de Jerusalén (Hech. 15). Más tarde el pueblo judío de la Dispersión rechazó también la predicación apostólica y entonces Pablo les anunció que la salvación pasaba a los gentiles (Hech. 28, 23 ss.) y desde la prisión escribió a los Efesios sobre el Misterio del Cuerpo Místico (Ef. 1, 22), escondido desde todos los siglos (Ef. 3, 9; Col. 1, 26), por el cual los gentiles son llamados a él (Ef. 3, 6), no habiendo ya diferencia alguna entre judío y gentil.


13.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Ensalzaron a coro tu brazo victorioso, porque la sabiduría abrió la boca de los mudos y soltó la lengua de los niños. Aleluya» (Sab 10,20-21).

Colecta (del Misal anterior y antes de los Sacramentarios Gelasiano y Gregoriano): «Oh Dios, que has reunido pueblos diversos en la confesión de tu nombre; concede a los que han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en su vida».

Ofertorio: «Recibe, Señor, en tu bondad, las ofrendas que te presentamos en acción de gracias por los nuevos bautizados, para que venga sobre ellos la ayuda del cielo»

Comunión: «Pueblo adquirido por Dios, proclamad las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Aleluya» (1Pe 2,9).

Postcomunión: «Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que este santo intercambio, en el que has querido realizar nuestra redención, nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas».

Hechos 3,11-26: Matasteis al Autor de la vida; pero Dios lo resucitó de entre los muertos. La curación del paralítico ofrece a San Pedro una nueva ocasión para proclamar el mensaje de salvación. Jesús, el Crucificado, ha resucitado. Dios ha dado cumplimiento a las Escrituras e invita a la conversión mediante el perdón de los pecados, mientras aguardamos el retorno de Cristo, que volverá a restaurar todo el universo. La ignorancia que llevó al pecado se debe cambiar en el arrepentimiento. Cristo es el tesoro escondido en el campo de este mundo y en el frondoso bosque de las sagradas Escrituras. Así dice San Ireneo:

 «Si uno lee con atención las Escrituras, encontrará que hablan de Cristo y que prefiguran la nueva vocación. Porque Él es el tesoro escondido en el campo (Mt 13,44), es decir, en el mundo, ya que el campo es el mundo (Mt 13,48); tesoro escondido en las Escrituras, ya que era indicado por medio de figuras y parábolas, que no podían entender según la capacidad humana antes de que llegara el cumplimiento de lo que estaba profetizado, que es el advenimiento de Cristo. Por esto se dijo al profeta Daniel: “Cierra estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del cumplimiento, hasta que muchos lleguen a comprender y abunde el conocimiento” (Dan 12,4)» (Contra las Herejías 4,26,1).

–Cristo resucitado, a quien se somete toda la Creación, da la respuesta a la pregunta del salmista en el salmo 8: El hombre tiene vocación de resurrección. ¡Qué admirable es, Señor, tu nombre. «¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Rebaños de ovejas y toros y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar».

Lucas 24,35-48: Estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día. Jesús se aparece a los Once, mostrándoles la autenticidad de su cuerpo resucitado: come con ellos y luego les demuestra que las Escrituras han tenido cumplimiento en su pasión y resurrección y en la futura predicación de su obra a todos los pueblos. Jesús es condescendiente y ayuda a los incrédulos. Se muestra como Hijo de Dios que persigue amorosamente a su pueblo. Los apóstoles se transforman. Jesús se hace presente a ellos y les entrega sus poderes. Comienza la era de la Iglesia. Jesús vive hoy presente en medio de nosotros; pero la fe es fruto de la gracia y no del caminar humano. Hemos de estar siempre abiertos a la gracia divina. San Ambrosio habla de esta aparición de Jesús a los Apóstoles:

«Cosa maravillosa es cómo una naturaleza corpórea pasó a través de un cuerpo impenetrable; cómo una carne visible entró de un modo invisible, y, siendo asequible al tacto, era difícil comprender. Asustados los discípulos, juzgaron, en definitiva, ver un espíritu. Por eso el Señor, para darnos una prueba de su resurrección, les dijo: “Tocadme y ved que el espíritu no tiene carne ni hueso, como veis que yo tengo”... Resucitaremos, pues, con nuestro cuerpo. Porque se siembra el cuerpo animal y resucitará como cuerpo espiritual; éste más sutil, aquél más grosero y material, por sentir aún el peso de la enfermedad terrestre. Y ¿cómo podrá dejar de ser cuerpo, aquél que tenía las señales de las llagas y los vestigios de las cicatrices que el Señor les dio a tocar? Con lo cual no sólo corrobora la fe, sino que excita también devoción, ya que prefirió llevar al cielo las llagas que padeció por nosotros y no quiso borrarlas, a fin de presentarlas a Dios Padre como precio de nuestra libertad...» (Comentario a San Lucas lib. 10,c. 24).


14. DOMINICOS 2004

¿Tenéis algo que comer?



Seguimos celebrando la alegría de la Pascua y saboreamos la narración continuada de los acontecimientos espirituales y salvíficos.

Ellos salpican con gracia nueva la cotidianidad de la vida en Jerusalén y su entorno.

La naciente comunidad cristiana –todavía no bien organizada- se clarifica en su fe, se robustece en su esperanza y se caldea en el amor.

Sintonicemos con ella e iluminemos con rayos de fe nuestros estados de ánimo, nuestros problemas, dudas, titubeos, riesgos. Una vida nueva se abre camino a nuestra vista.

Introduzcámonos espiritualmente en el Corazón de Jesús resucitado para obrar con él en amor y celo santo.

La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Hechos de los apóstoles 3, 11-26:
“Mientras el paralítico que había sido curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió al pórtico de Salomón, donde ellos estaban.

Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: Israelitas, ¿qué os llama la atención?, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis...

Hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo.

Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados... Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres...”

Evangelio según san Lucas 24, 35-48:
“Los dos discípulos de Emaús contaban a los demás lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. En ello estaban, cuando Jesús se hizo presente en medio de la reunión y les dijo: paz a vosotros.

Ellos, llenos de miedo, creían ver un fantasma. Pero Jesús les dijo: ¿por qué os alarmáis?... Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos.... ¿ Tenéis algo que comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. El lo tomó y lo comió delante de ellos.

Luego les fue abriendo el entendimiento para que comprendieran las Escrituras..., que dicen: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión... Vosotros sois testigos de esto”

Reflexión para este día
Dos cosas hizo Pedro que debemos imitar en nuestra vida espiritual y misionera:

Yendo camino del templo, él dio lo que tenía fe con signos, oración al Espíritu y una mano al paralítico, reconocimiento de la propia debilidad e imploración eficaz de fortaleza. Y, luego, proclamó la grandeza de Cristo el Señor resucitado. Él, habiendo sido víctima de nuestras infidelidades, todavía, resucitado, nos espera como a hijos pródigos a la puerta de la casa, con los brazos abiertos.

Hagamos nosotros lo mismo. Y para hacerlo bien, apropiémonos las experiencias pascuales que transformaron la mente y corazón de los apóstoles y discípulos.

Afiancémonos en la fe que nos dice: Cristo ha resucitado, no lo dudéis; vive con el Padre y el Espíritu, y quiere vivir en nosotros como en su templo predilecto.

¿Qué nos dice la insistencia pedagógica de los evangelistas en narrar las apariciones del Señor con rasgos como el de hoy, mostrando sus llagas y comiendo el trozo de pescado? Nos conocen en la debilidad y nos ofrecen con gozo y temblor emocionado formas de apoyo a la fe, a la confianza, a la entrega que debemos hacer de nosotros mismos a Jesús y al Padre.

¡Felices de nosotros si en el pan, en el pez asado, en las llagas del enfermo, en los pies cansados, en las lágrimas, en la pobreza... , en todo, percibimos místicamente la realidad de Cristo muerto y resucitado!


15.

Comentario: Rev. D. Joan Carles Montserrat i Pulido (Sabadell-Barcelona, España)

«La paz con vosotros»

Hoy, Cristo resucitado saluda a los discípulos, nuevamente, con el deseo de la paz: «La paz con vosotros» (Lc 24,36). Así disipa los temores y presentimientos que los Apóstoles han acumulado durante los días de pasión y de soledad.

Él no es un fantasma, es totalmente real, pero, a veces, el miedo en nuestra vida va tomando cuerpo como si fuese la única realidad. En ocasiones es la falta de fe y de vida interior lo que va cambiando las cosas: el miedo pasa a ser la realidad y Cristo se desdibuja de nuestra vida. En cambio, la presencia de Cristo en la vida del cristiano aleja las dudas, ilumina nuestra existencia, especialmente los rincones que ninguna explicación humana puede esclarecer. San Gregorio Nacianceno nos exhorta: «Debiéramos avergonzarnos al prescindir del saludo de la paz, que el Señor nos dejó cuando iba a salir del mundo. La paz es un nombre y una cosa sabrosa, que sabemos proviene de Dios, según dice el Apóstol a los filipenses: ‘La paz de Dios’; y que es de Dios lo muestra también cuando dice a los efesios: ‘Él es nuestra paz’».

La resurrección de Cristo es lo que da sentido a todas las vicisitudes y sentimientos, lo que nos ayuda a recobrar la calma y a serenarnos en las tinieblas de nuestra vida. Las otras pequeñas luces que encontramos en la vida sólo tienen sentido en esta Luz.

«Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí...»: nuevamente les «abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24,44-45), como ya lo había hecho con los discípulos de Emaús. También quiere el Señor abrirnos a nosotros el sentido de las Escrituras para nuestra vida; desea transformar nuestro pobre corazón en un corazón que sea también ardiente, como el suyo: con la explicación de la Escritura y la fracción del Pan, la Eucaristía. En otras palabras: la tarea del cristiano es ir viendo cómo su historia Él la quiere convertir en historia de salvación.


16.

Pablo VI, papa de l963-l978
Alocución del 9 de abril l975

“La paz esté con vosotros”

Fijémonos en el saludo inesperado, tres veces repetido por Jesús resucitado cuando se apareció a sus discípulos reunidos en la sala alta, por miedo a los judíos. En aquella época, este saludo era habitual, pero en las circunstancias en que fue pronunciado, adquiere una plenitud sorprendente. Os acordáis de las palabras: “Paz a vosotros”. Un saludo que resonaba en Navidad: “Paz en la tierra” (Lc 2,14) Un saludo bíblico, ya anunciado como promesa efectiva del reino mesiánico. Pero ahora es comunicado como una realidad que toma cuerpo en este primer núcleo de la Iglesia naciente: la paz de Cristo victorioso sobre la muerte y de las causas próximas y remotas de los efectos terribles y desconocidos de la muerte.

Jesús resucitado anuncia pues, y funda la paz en el alma descarriada de sus discípulos. Es la paz del Señor, entendida en su significación primera, personal, interior, ... aquella que Pablo enumera entre los frutos del Espíritu, después de la caridad y el gozo, fundiéndose con ellos (Gal 5,22) ¿Qué hay de mejor para un hombre consciente y honrado? La paz de la conciencia ¿no es el mejor consuelo que podamos encontrar?...

La paz del corazón es la felicidad auténtica. Ayuda a ser fuerte en la adversidad, mantiene la nobleza y la libertad de la persona, incluso en las situaciones más graves, es la tabla de salvación, la esperanza...en los momentos en que la desesperación parece vencernos.... Es el primer don del resucitado, el sacramento de un perdón que resucita.


17. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
 

1ª Lectura
He 3,11-26
11 Él no se apartaba de Pedro y de Juan; y todo el pueblo, asombrado, fue corriendo a juntarse con ellos en el pórtico de Salomón.

NUEVO DISCURSO DE PEDRO
12 Pedro, al ver esto, dijo al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os asombráis de esto y por qué nos miráis como si por nuestro propio poder o por nuestra bondad hubiéramos hecho andar a éste? 13 El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su Hijo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, el cual decidió ponerlo en libertad; 14 pero vosotros rechazasteis al santo y justo, y pedisteis la libertad de un asesino; 15 matasteis al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos; de lo cual nosotros somos testigos. 16 Como éste, que veis y que conocéis, ha tenido fe en él, ha quedado fortalecido; la fe en Jesús lo ha curado completamente, como todos veis. 17 Hermanos, sé que obrasteis por ignorancia, igual que vuestros jefes. 18 Pero Dios cumplió así lo que anunció de antemano por boca de todos los profetas: que su mesías tenía que padecer. 19 Por tanto, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; 20 así llegarán los tiempos de consuelo, y el Señor os enviará al mesías destinado para vosotros, es decir, a Jesús, 21 al que el cielo debe retener hasta los tiempos de la restauración universal, de que habló Dios por boca de sus profetas desde muy antiguo. 22 Moisés dijo: El Señor Dios vuestro os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadlo en todo lo que os diga. 23 Y el que no escuche a este profeta será exterminado del pueblo. 24 Todos los profetas que hablaron, a partir de Samuel, anunciaron estos días. 25 Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que estableció Dios con vuestros padres cuando dijo a Abrahán: En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra. 26 Por vosotros, en primer lugar, Dios, después de haber resucitado a su Hijo, lo envió a bendeciros, para que os arrepintáis cada uno de vuestros pecados».

Salmo Responsorial
Sal 8,2
2 ¡Oh Dios, Señor nuestro, qué admirable es tu nombre por toda la tierra, tu majestad se asienta encima de los cielos!

Sal 8,5
5 ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que de él te preocupes?

Sal 8,6-7
6 Apenas inferior a un dios lo hiciste, lo coronaste de gloria y dignidad; 7 le diste el señorío de la obra de tus manos, bajo sus pies todo lo pusiste:

Sal 8,8-9
8 ovejas y bueyes, todos juntos, y hasta las bestias del campo, 9 las aves del cielo y los peces del mar, cuanto surca las sendas de las aguas.

Evangelio
Lc 24,35-48
35 Ellos contaron lo del camino y cómo lo reconocieron al partir el pan.

APARICIÓN A LOS APÓSTOLES
36 Estaban hablando de todo esto, cuando Jesús mismo se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con vosotros». 37 Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. 38 Él les dijo: «¿Por qué os asustáis y dudáis dentro de vosotros? 39 Ved mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tocadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo». 40 Dicho esto, les mostró las manos y los pies. 41 Y como ellos no creían aún de pura alegría y asombro, les dijo: «¿Tenéis algo de comer?». 42 Le dieron un trozo de pez asado. 43 Lo tomó y comió delante de ellos.

ÚLTIMAS RECOMENDACIONES
44 Luego les dijo: «De esto os hablaba cuando estaba todavía con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos». 45 Entonces les abrió la inteligencia para que entendieran las Escrituras. Y les dijo: 46 «Estaba escrito que el mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, 47 y que hay que predicar en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de estas cosas.

* * *

Discurso de Pedro: 3, 11-26 : Pedro habla en el Templo, prescindiendo de los jefes de Israel; habla con extraordinaria autoridad, como maestro, como profeta, como jefe del pueblo. Se insiste en la participación de "todo el pueblo" (vv. 9 y 11) y es a ese pueblo a quien habla. Pedro invoca al Dios de Abraham, Isaac y Jacob, interpreta a Moisés y a todos los profetas. Da la impresión que Pedro se ha apoderado del pueblo y del Templo y como jefe lo orienta en la tradición profética de Israel. Los que creen en Jesús, son el verdadero Israel, fiel a Abraham, Moisés y todos los profetas. Pedro anuncia la resurrección de Jesús, después de haber sanado al tullido. El tullido convertido en sujeto, que camina, salta y alaba a Dios, anuncia a Cristo muerto y resucitado. La práctica de Pedro (curación) precede su discurso (anuncio de la resurrección).

Pedro comienza deshaciendo un mal entendido: el tullido ha sido sanado, no por el poder mágico de Pedro, sino por la fe en el nombre de Jesús (v.12 y v. 16, que hacen de inclusión a la primera parte del discurso). En el centro (vv.13-15) está el testimonio de Pedro: el pueblo entregó a Jesús, renegó de él ante Pilato y lo mató, pero Dios lo resucitó. Pedro y los apóstoles son testigos de esto. La resurrección necesita del testimonio de los apóstoles; es el testimonio el que da fuerza histórica a la resurrección. Jesús es designado como el siervo, el santo y el justo, el jefe que lleva a la vida, lo que representa una cristología antigua. La muerte de Jesús es presentada como un asesinato realizado por el pueblo judío. Todavía no aparece la reflexión teológica sobre el sentido salvífico de la muerte de Jesús. Lucas disculpa a Pilatos, no para congraciarse con el Imperio romano, sino para darle un sentido a la muerte de Jesús en el contexto histórico del pueblo de Israel.

La segunda parte del discurso (vv. 17-26) agrega motivos nuevos y más elaborados. Se insiste mucho en los profetas (seis veces aparece la palabra "profeta"). Los profetas han anunciado un Mesías sufriente, que por su resurrección ha instaurado "tiempos de consolación" (kairoi anapsyxeos) y "tiempos de restauración" (jronoi apokastáseos) de todas las cosas (vv. 20-21); esos tiempos sólo pueden realizarse si el pueblo de Israel se convierte y se arrepiente de sus pecados. Mientras el pueblo no se convierta, el "cielo retiene a Jesús". Aquí no se está hablando de la segunda venida de Jesús, sino del tiempo de la resurrección (tiempos de consolación y restauración), que incluye su exaltación, la venida del Espíritu, la predicación apostólica y su Parusía.

Este tiempo de la resurrección es el tiempo presente y es el pecado del pueblo el que impide su plena realización. Todos los profetas han anunciado estos días de resurrección-consolación-restauración. Jesús ha resucitado en primer lugar para el pueblo de Israel, para bendecirlo y para apartar a cada uno de sus iniquidades. Es así como Pedro llama a la conversión del pueblo y a su arrepentimiento. Pedro presenta la conversión a Jesús, el Mesías muerto y resucitado, como la opción más coherente con toda la tradición profética de Israel. La comunidad que sigue a Jesús es el verdadero pueblo de Israel, el auténtico pueblo de Dios fiel a sus promesas. Pedro habla al pueblo que ha sido testigo de la resurrección del tullido y que escucha ahora el testimonio de Pedro sobre la resurrección de Jesús. Su testimonio será interrumpido por las autoridades del Templo.


18.

Reflexión

La evangelización el mundo está basada en el testimonio. Jesús les dice a los que lo vieron, a los que comieron con él: “Ustedes son testigos de estas cosas”. Ciertamente nosotros no somos testigos oculares de la resurrección de Jesús, nosotros aceptamos el testimonio de la Iglesia y de la Escritura y creemos en estos fieles testigos. Sin embargo, Jesús se sigue presentando en nuestras asambleas litúrgicas, en nuestra misma oración personal para, de una manera misteriosa, asegurarnos, por medio de la fe, que está vivo. Por ello, nosotros también estamos unidos a la obra de la evangelización. Nuestra evangelización será tan poderosa y convincente como nuestra experiencia de Jesús resucitado. Hemos vivido en estos últimos días una fuerte experiencia del amor de Dios, al celebrar una vez más los misterios de la resurrección de Cristo, ¿Podríamos decir que nuestra experiencia de Dios es más fuerte que el año anterior? Si alguien te preguntara sobre Jesús y tu relación con él, ¿tendrías una experiencia en tu propia vida que testificara tu fe en Jesús? La Pascua es esencialmente un tiempo maravilloso para tener un encuentro personal con Cristo que sea capaz de cambiar nuestra vida y convertirnos en sus testigos. Abre bien tus ojos y oídos…

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


19.

Aparición de Jesús a los discípulos

Fuente: Catholic.net
Autor: Javier González

Reflexión:

“LA PAZ CON VOSOTROS”

Jesús trae la paz a nuestras vidas. Su resurrección es causa de gozo y paz espiritual para nuestros corazones afligidos y congojados. Ya no más penas ni tristezas. No podemos seguir con los ojos cerrados. ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos!

Sabemos que quien quiere llegar a Dios debe pasar primero por la cruz y el sacrificio de cada día, pero cómo nos cuesta en el instante mismo cuando la cruz se hace pesada. No somos capaces de sufrir por Cristo, mientras que Él murió por salvarnos.

Ahora vemos el triunfo del Señor que trae la salvación al mundo entero. Ha llegado nuestra hora. Debemos emprender una conversión personal de nuestro corazón hacia Dios.

Somos testigos de Cristo y estamos llamados a la misión de todo cristiano: “Proclamar la Buena Nueva a todas las naciones”.

El Señor, por su muerte, ha abierto a la humanidad las puertas del cielo. Nosotros ya conocemos el camino: es Cristo. Ahora debemos guiar a los demás por la senda de la salvación; Cristo es la resurrección y la vida.


20.La evangelización el mundo está basada en el testimonio. Jesús les dice a los que lo vieron, a los que comieron con él: "Ustedes son testigos de estas cosas". Ciertamente nosotros no somos testigos oculares de la resurrección de Jesús, nosotros aceptamos el testimonio de la Iglesia y de la Escritura y creemos en estos fieles testigos. Sin embargo, Jesús se sigue presentando en nuestras asambleas litúrgicas, en nuestra misma oración personal para, de una manera misteriosa, asegurarnos, por medio de la fe, que está vivo. Por ello, nosotros también estamos unidos a la obra de la evangelización. Nuestra evangelización será tan poderosa y convincente como nuestra experiencia de Jesús resucitado. La Pascua es esencialmente un tiempo maravilloso para tener un encuentro personal con Cristo que sea capaz de cambiar nuestra vida y convertirnos en sus testigos. Abre bien tus ojos y oídos.


21. CLARETIANOS 2004

Queridas amigos y amigas:

Últimamente, al leer los Evangelios, me está llamando la atención la gran paciencia que Jesús tuvo que tener con sus discípulos. Los pobres hombres, a pesar de estar con el Maestro, parece que no se enteraban demasiado de qué iba la fiesta, y seguramente se sentían muy mal. Me imagino sus conversaciones: ¿de qué nos habla éste?, ¿tú entiendes qué nos quiere decir, qué espera de nosotros?, ¿cómo acabará esta historia?, ¿hacia dónde vamos?, ¿y si estamos equivocados? También me imagino la impotencia de Jesús, y entiendo el que en ocasiones se la transmitiera: ¿Tampoco vosotros sois capaces de entender? ¿Por qué estáis tan asustados y tenéis esas dudas en vuestro corazón?

A los seguidores de veintiún siglos después nos ocurre algo parecido. No acertamos a reconocer al Resucitado en la vida cotidiana, nos cuesta ver y entender su voluntad, nos cuesta sentirle presente en los detalles del día a día. ¿Motivos? Seguro que encontramos muchos: la prisa con que vivimos, que nos hace difícil el ser conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor y en nosotros mismos; la flaqueza de nuestra fe (no es tanto problema de cuánta, sino de la calidad de nuestra fe: “si tuvierais un poco de fe le diríais a esa montaña….”); la cantidad de cosas que hacemos y lo poco que cuidamos la escucha de la Palabra y la oración; lo fragmentado que está nuestro corazón por la cantidad de piezas que componen el puzzle de nuestra vida.

Al igual que los primeros discípulos, necesitamos que el Resucitado nos abra la mente para comprender las Escrituras (AFILE LA SIERRA: http://www.agustinos-es.org/parabolas/indice/afile_la_sierra.htm). Y eso parece que pide el vivir siempre abierto al Espíritu, en actitud de dejarse sosprender cada día, dispuesto a aprender, a dejarse seducir cada día por Jesús. ¿Estamos dispuestos a vivir en esa “tensión” o preferimos vivir “afianzando” lo conseguido? El Resucitado quiere seguir revelándose y lo único que necesita es corazones atentos.
Vuestra hermana en la fe,
Miren Elejalde (mirenelej@hotmail.com)

AFILE LA SIERRA

Un cierto día, un señor que iba paseando en el campo se encontró frente a un leñador que afanosamente estaba cortando un tronco, y el paseante le preguntó:

-Disculpe señor, usted luce exhausto..., ¿cuánto tiempo ha estado trabajando?

-Más de seis horas -fue su respuesta.

-¿No sería bueno que descansara un poco y afilara su serrucho?

El hombre responde:

-No... no tengo tiempo, pues hay mucha leña que cortar.

-Pero si afila su sierra cortará más rápido, y si descansa, tendrá fuerzas para cortar más.

El hombre se quedó pensativo, como dando la razón a aquel señor, pero miró a su reloj, luego la leña, y se puso a cortar leña olvidándose del consejo de aquel hombre le había dado.


22. 2004

LECTURAS: HECH 3, 11-26; SAL 8; LC 24, 35-48

Hech. 3, 11-26. Todo don perfecto viene de Dios. Y nosotros reconocemos que de Él hemos recibido el perdón de nuestros pecados y la salvación eterna. Tener en nosotros la salvación significa que podemos caminar como criaturas renovadas y revestidas de Cristo. Nuestros pies se afianzan para que podamos ir y dar testimonio del Señor ante todos aquellos con quienes entremos en contacto en la vida. Tal vez ellos conocieron nuestra antigua forma de vivir y lleguen a admirarse de que hemos dejado atrás nuestras maldades y pecados. Pero esto no podemos atribuirlo a nosotros mismos, sino al Señor que ha tenido misericordia de nosotros. Pues sólo en su Nombre podremos llegar a la plena unión con Dios. No permitamos que el Don de Dios caiga en nosotros como en saco roto, sino que dejémonos llenar de la Vida y del Espíritu del Señor para que podamos proclamar la Buena Nueva de salvación a todos los pueblos desde una vida renovada en Cristo.

Sal. 8. Señor Dios nuestro, ¿qué somos en tu presencia para merecer la gracia tan inmensa de haber sido elevados a la dignidad de hijos tuyos? Todo lo puso Dios en nuestras manos; y a nosotros mismos nos llama para que participemos eternamente de su Vida y de su Gloria. Por eso no podemos esclavizar nuestra existencia a las cosas pasajeras, pues somos señores y dueños de todo lo creado. Dios, que nos llamó a la vida, no nos ha abandonado, ni siquiera cuando, a causa del pecado, nos alejamos de Él. Su amor por nosotros es eterno; y nos lo ha manifestado cuando, siendo pecadores, salió a nuestro encuentro para perdonarnos y para conducirnos a la participación de la Vida eterna. A Él, por su amor, por su bondad y por su misericordia, sea dado todo honor y toda gloria ahora y siempre.

Lc. 24, 35-48. La paz que el Señor nos ofrece no consiste en la tranquilidad que se siente cuando uno está plácida y cómodamente sentado sin que nadie le moleste. La paz que Cristo nos ofrece nace de sabernos amados, protegidos, perdonados y comprendidos por Dios. Pero esa Paz, que no debemos perder a causa de nuevas traiciones, es un trabajo que no debe cesar en la Iglesia para hacer que, en el Nombre de Cristo, se proclame a todo el mundo la necesidad de volverse a Dios y el perdón de los pecados. Esto nos ha de llevar a tomar nuestra cruz de cada día e ir tras las huellas de Cristo. La entrada en la Gloria, para estar junto con el Señor, debe pasar por la fidelidad a la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros, que somos su Iglesia. Y esa es nuestra cruz de cada día. El Señor nos ha confiado una Misión. No claudiquemos en aquello que con gran amor y con gran confianza el Señor nos ha confiado.

En la Eucaristía el Señor se hace presente entre nosotros para manifestarnos todo el amor que nos tiene. A partir de ese amor Él nos concede su perdón y su paz. Nosotros nos sentimos amados por Él. Él nos cura de nuestras esclerosis que nos impiden dar testimonio de su amor, de su verdad, de su vida. Dios no nos quiere inutilizados por la maldad ni por el pecado. Dios nos quiere hijos suyos en camino. Al ponernos en camino, nuestra vida, renovada en Cristo, debe ser, por sí misma, un testimonio del amor que Dios nos tiene y que ofrece a todos los hombres. Por eso la participación en la Eucaristía nos compromete a dar testimonio de la vida nueva que Dios ha infundido en nosotros. Seamos fieles a esa Misión que el Señor nos confía.

El Señor nos envía para que, como Dios nos ha amado, también nosotros amemos a nuestro prójimo. Debemos, por tanto, ser constructores de paz. Una paz que brote del amor sincero que nos haga cercanos a nuestro prójimo en sus angustias y esperanzas. Amar a nuestro prójimo significará, por tanto, abrir nuestros ojos para contemplar sus situaciones de esclavitud y hacerlas nuestras, para hacer que la redención llegue hasta todo aquello que necesita ser redimido. Amar a nuestro prójimo significará hacer nuestras las ilusiones de muchos que desean darle un nuevo camino a la vida del hombre, y trabajar junto con ellos para que surja una nueva humanidad. No podemos sólo decir: La paz esté con ustedes. Si Cristo dijo esa frase es porque antes había entregado su vida para conquistar esa paz para nosotros, teniéndonos un amor hasta el extremo. ¿Qué somos capaces de dar para que los demás disfruten de la paz que nos viene de lo alto? Seamos una Iglesia que comunica la paz, que trabaja por la reconciliación, que ama de tal forma que a todos llegue el perdón que nos viene de Dios. Si para ello es necesario padecer no nos hagamos a un lado en la responsabilidad que tenemos de cargar sobre nuestros hombros la cruz, la responsabilidad, la fidelidad que Dios espera de nosotros en el anuncio de su Evangelio de salvación a todos los hombres.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber dar un fiel testimonio del amor de Dios a nuestros hermanos, para que, a partir de ese amor, vayamos construyendo el Reino de justicia, de amor y de paz, que es el Reino de Dios entre nosotros. Amén.

www.homiliacatolica.com


23. ARCHIMADRID 2004

EL “CLIC”

Vivimos en la época del plástico: cada día hay mas artilugios de todo tipo de este material y seguro que si ahora miras a tu alrededor y cuentas la cantidad de cosas de plástico que te rodean te asombrarás. Seguro que alguna vez te has encontrado con esas instrucciones de algún cacharro de plástico (desde una batidora, una maquinilla de afeitar, un juguete o las escobillas del coche) que dice la consabida frase: presione suavemente hasta que escuche un “clic”. Habitualmente esas patillas de plástico que deberían enganchar “suavemente” se resisten o sólo entran en una posición determinada con lo cual, al cuarto intento de escuchar el “clic”, lo que se oye es un “crack” y por ese trocito de ese vil material, el aparato queda inservible pues no hay pegamento que aguante esa “suave presión”.

“Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.” Cristo hace “clic” en el alma y el entendimiento de los Apóstoles, hace que las piezas sueltas se ensamblen y tengan sentido: “Esto es todo lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.” Desde ese “clic” del don del Espíritu Santo nace la locuacidad de San Pedro y la fascinación de los que le escuchan, que ven la vida con unidad, con sentido, con el sentido de Cristo resucitado.

La unidad de vida, ese “clic” del alma, es comprender desde la cabeza y el corazón que la auténtica buena noticia, la única noticia realmente importante, el único acontecimiento que realmente ha cambiado radicalmente la historia de los hombres -la tuya y la mía-, es la resurrección de Jesucristo. Muchos por ignorancia, e incluso a veces por maldad, no querrán ese “clic” en su alma, prefieren oír el “crack” de la persona rota, que se descompone, que –hecha pedazos-, no encuentra respuesta a quién es porque entonces es más fácil de usar, manipular y utilizar para fines bastardos.

Los santos que han conseguido esa unidad de vida, ese “clic” del entendimiento y del corazón, han vivido los acontecimientos de su época muy intensamente, pero no han perdido la paz. “Paz a vosotros” es el saludo repetido de Jesús resucitado. ¿Has perdido la paz últimamente? Pídele a Cristo que por el don del Espíritu Santo te conceda el don de la paz, que en cualquier situación, por muy negativa que parezca, puedas repetir: “Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”, que sea toda tu vida una alabanza continua al Señor que te ha llamado de la vida a la vida.

No es cuestión de esfuerzo, “¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud?” “éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor”. Pídele a la Reina de los ángeles que con sólo una “suave presión” para colocar las cosas en su sitio oigas el “clic” que dará sentido a tu vida: eres de Cristo.


24. Fray Nelson Jueves 31 de Marzo de 2005

Temas de las lecturas: Ustedes le dieron muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos * Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar de entre los muertos al tercer día.

1. Obraron por ignorancia
1.1 En la primera lectura, Pedro explica el juicio y condena a muerte a Jesús como fruto de la ignorancia. Es algo semejante a lo que oró Cristo en la Cruz, intercediendo por sus verdugos: "perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34). Pedro aplica este atenuante de ignorancia incluso a los jefes del pueblo que instigaban con odio reclamando la muerte de Jesús. Algo parecido nos dice Pablo en 1 Cor 2,8: si hubieran conocido la sabiduría de Dios "nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria".

1.2 Esta última frase de Pablo nos ayuda a entender cuál es esa ignorancia que puede llevar a condenar a un inocente. En efecto, a uno le parece que uno nunca condenaría a muerte a un inocente, pero eso no es tan obvio como se ve en un primer momento. Consideremos un caso relativamente reciente. El 11 de septiembre de 2001, el día de los atentados terroristas a objetivos civiles y militares por medio de aviones de pasajeros, las autoridades norteamericanas tuvieron que tomar una decisión espantosa: supongamos que sabemos que un avión repleto de civiles inocentes ha sido tomado por terroristas que lo dirigen hacia otro gran edificio. ¿Es lícito utilizar armamento militar para derribar ese avión, aunque ello evidentemente implique la muerte de esos inocentes? El presidente de los Estados Unidos de hecho determinó que sí.

1.3 Cualquiera diría que es comparativamente fácil decidir algo así en un caso tan extremo; de todos modos, ello muestra que condenar inocentes no es algo tan absurdo para la mente humana cuando se piensa que eso garantizara que se salvan muchos más inocentes. Y no podemos descartar que estas eran cuentas que en conciencia se hacían las autoridades judías mismas, como lo sugiere la frase de Caifás: "es más conveniente que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (Jn 11,50). A nosotros, con todos los datos que tenemos, nos parece insuficiente y retorcido un argumento así, pero es posible que con los datos que ellos tenían, no pudieran fácilmente pensar de otro modo. A eso se refiere esa "ignorancia" de la que nos hablan Pedro y Pablo.

2. La predicación esclarece
2.1 La ignorancia, sin embargo, llega a su fin por la obra de la predicación. Cristo mismo, en el evangelio de hoy, les da primero pruebas de su resurrección: se aparece ante ellos, pero ellos creen que es un fantasma (o un "espíritu materializado", como enseñan hoy los Testigos de Jehová); entonces come delante de ellos, y como esto aún parece insuficiente, es preciso llegar a lo que sigue: "entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras". Sólo así es posible vencer la ignorancia, y no equivocarse sobre la realidad del misterio de la pascua de Cristo.

2.2 Lo más difícil de entender no es que Cristo está vivo, sino que es el mismo Cristo que colgó de la Cruz. Saber que hay un mundo sobrenatural, el mundo de los espíritus, es cosa que admiten prácticamente todas las religiones. Lo tenaz para nuestra mente es admitir que el mismo que fue rechazado, y que lo fue en razón de nuestros crímenes, ahora está vivo, reina y con su gracia nos da el perdón y la vida nueva. Llegar a esa luz, o esa "sabiduría" como la llama Pablo, es cosa que requiere de la unción que nos da el mismo Cristo.