TIEMPO DE NAVIDAD

 

DÍA 5 DE ENERO

 

1.- 1 Jn 3, 11-21

1-1.

Continuando con su análisis de la condición de hijo de Dios, Juan ha subrayado que esa filiación lleva consigo la separación de un mundo que se niega a tomar en consideración la iniciativa de Dios. La humanidad se divide, pues, entre hijos de Dios e hijos del diablo o del pecado (vv. 9-10). Pero esta separación se convierte muchas veces en oposición: los corresponsales de Juan lo saben seguramente, pues ya están sufriendo muchas persecuciones.

* * *

a) La caridad mutua es el criterio de los cristianos, es el mandamiento que conocen desde el comienzo de su conversión (v.11). En contraposición a la caridad: el odio (v. 18). Esta oposición señala el ritmo de la vida del mundo desde los orígenes del hombre : ya Abel era el justo y Caín el impío y el segundo odiaba al primero (v. 12). Cristo fue después el justo odiado por el mundo hasta la muerte. Nada extraña entonces que les suceda lo mismo a los cristianos. En la medida en que son signos del amor, son el blanco del odio del mundo (v. 13).

El odio puede terminar ciertamente en la muerte del cristiano: lleva en germen la muerte física (v. 15). Pero ¿cómo podría afectar a quienes han pasado ya de la muerte a la vida eterna (v.14) y que así lo prueban por medio del amor que irradian?.

Ya en el Evangelio había afirmado Juan que quien recibía la palabra de Jesús había pasado de la muerte a la vida (Jn 5, 24).

Aquí precisa que esa palabra no es otra que el mandamiento del amor (v. 11). Para conocer su estado espiritual y saber si posee la vida, el fiel no tiene más que preguntarse si posee la caridad. Entonces, incluso si se le arrebata la vida física, no se podrá nada para quitarle la vida eterna.

b) Juan ha visto el amor actualizado en Jesucristo (v. 16a) que ha ofrecido su vida por los hombres. El amor no es, pues, una teoría, sino un ejemplo a imitar (v. 16b). Encontramos aquí el alcance experimental que Juan atribuye siempre a la noción de conocimiento. El apóstol, por otra parte, pasa a una aplicación concreta: si nosotros debemos reproducir el amor de Cristo que da su vida por los demás, a fortiori debemos imitarle cuando se trata de dar nuestros bienes a los pobres (v. 17) Y termina Juan: no hay conocimiento abstracto de Cristo, como tampoco existe el amor al prójimo de sólo palabras (v. 18).

* * *

El sacrificio de la cruz ha sido la victoria del amor sobre el odio. El reparto del Pan y de la Palabra en la Eucaristía establece a cada participante en la obediencia al amor incondicional que constituye el misterio de la cruz. Pero el cristiano sabe que un testigo del amor universal encuentra oposiciones, sabe que el pecado constituye -en él y en los demás- un obstáculo a ese amor y contrarresta ese testimonio.

Cada Eucaristía permite, sin embargo, al cristiano salir victorioso del odio, no sólo por la gracia de valor y de paciencia que saca de ella, sino, sobre todo por los lazos de amor fraterno que en ella se tejen.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 282


1-2.

"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". Pero vosotros os preguntáis y os decís: ¿cuándo vamos a poder poseer semejante caridad? No desesperes enseguida de ti: quizás ha nacido ya. Pero no ha alcanzado aún su perfección; aliméntala, no sea que se ahogue.

Por aquí es por donde comienza el amor. Si todavía no te sientes en disposición de morir por tu hermano disponte al menos a darle algo de lo que tienes. Que la caridad comience ya a conmover tus entrañas, de modo que no lo hagas por jactancia, sino en nombre de la abundancia de tu misericordia, que esa sea la causa de fijarte en el pobre. Porque si no puedes dar a tu hermano algo de lo superfluo ¿cómo podrías entregar tu vida por él?

SAN AGUSTIN
Jn/Tract 5,12-13


1-3. A/PROJIMO:

-Queridos míos, es preciso que nos amemos unos a otros... Porque amamos a los hermanos, sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida.

No amar es quedarse en la muerte.

Esas expresiones tienen una fuerza sorprendente.

El amor es la vida.

El que no ama es como si no existiera: está muerto.

Un día sin amor es un día vacío, insustancial, inexistente, un día muerto.

Una vida profesional sin amor, es viento, no es nada o mejor es la nada.

Una familia, un matrimonio sin amor es triste, como la muerte.

Señor, ¡concédenos el don de amar!

No seamos como Caín: estaba de la parte del «Malo» y asesinó a su hermano.

-No os extrañéis hermanos si el mundo os odia...

Todo el que odia a su hermano es un asesino...

Aquéllos a los que Juan se dirigía, sus corresponsales sufrían entonces la persecución.

¡Odio!... ¡Amor!... Hay que desconfiar. Es menester buscar qué aspecto toma el odio en mi propio corazón. La palabra es dura y hay el riesgo de que nos engañe: ¡Vamos a ver! ¡Yo no odio a nadie, no soy un asesino! ¿Por quién me tomáis?

Sin embargo, ¿no hay quizás en mi vida personas que quisiera ver a cien leguas de mí, a las que suprimiría de mi vida si fuera posible?

«Pero, Yo os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os persiguen.»

-Todo el que odia a su hermano es un asesino y sabéis que ningún asesino conserva dentro la vida eterna.

Señor, haz que conserve yo en mí tu vida eterna.

Señor, ayúdame a soportar a aquéllos hacia los que siento la tentación de no amar.

Señor, ayúdame a amar a los que, con mis solas fuerzas, tengo dificultad de amar.

-Hemos comprendido lo que es el amor porque Jesús dio su vida por nosotros.

Siempre la misma, la única referencia.

Muy bien se acuerda Juan, de cuando estaba al pie de la cruz, donde Jesús daba su vida y amaba a todos los hombres con amor universal: «Perdónalos, Padre, no saben lo que hacen».

-También nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos; debemos amar no de boquilla ni con discursos, sino con obras y en verdad.

Nos preguntamos a veces «si amamos realmente». No debemos tener miedo de hacernos esa pregunta.

Escuchemos lo que dice san Juan: El amor no es forzosamente algo sensible, sentimental, experimentado... ¡el amor consiste en «actos»!

¿Amo realmente a todos mis compañeros de trabajo, a todos mis familiares?

¡Mirad lo que hacéis! No solamente vuestras intenciones; no os contentéis con buenas palabras. Mirad los hechos, lo que hacéis.

-Si uno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano pasa necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?

Podemos confiar... si en nuestras jornadas abundan los gestos concretos de «servicio» a los demás. Entonces, el amor de Dios habita en nosotros, aunque a menudo no lo experimentemos.

Te ofrezco, Señor, mis actos del día de hoy.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 80 s.


1-4.

Todo el fragmento de hoy está enmarcado en el dualismo escatológico que preside este escrito de la escuela joánica. Por una parte, Dios, que nos ama en Jesús y que da la vida por los hermanos (vv 16-17). De aquí el amor del cristiano, que le hace vivir una vida nueva (14), le hace superar la muerte y vive en la comunión con Dios (17). Pero, por otra parte, el Maligno, que encuentra su inspiración en el odio: por eso, su manera sensible de manifestarse es el homicidio (15). Ahora bien: "el que no ama, permanece en la muerte" (14) y «no tiene en sí la vida eterna» (15). Son dos mundos contrapuestos, antagónicos e irreducibles. Y el autor, ante esta realidad, nos exhorta a amarnos, como signo de la presencia en nosotros de la caridad de Dios (11 y 17).

No deja de ser muy interesante el enlace de todo esto con otros puntos de la escuela joánica. Nos dice el evangelio: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda infecundo; en cambio, si muere, da fruto abundante» (/Jn/12/24-25). La aplicación a Jesús es muy clara. Pero incluso aquí conviene señalar: el grano de trigo que pasa por la muerte, que quiere la muerte y la quiere por los amigos, es el que da fruto abundante, el que dura para siempre. La muerte consentida, la desaparición aceptada, el sufrimiento asumido son olvido de sí mismo: la caridad. En cambio, el grano de trigo que no muere queda infecundo: es la figura del odio hacia las demás, fruto del amor mal entendido por uno mismo. Por eso dice el cuarto Evangelio a continuación: «Quien ama su vida, la pierde; y quien no ama su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna» (Jn 12,25).

Tal vez la afirmación «sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos» diga mucho más de lo que parece. En realidad, el amor no nos ahorra la muerte, sino que pasa por la muerte: pasa por la desaparición de uno mismo, pasa por el olvido y por el aparente fracaso de la propia realización. Es entonces cuando surge la vida, cuando surge el fruto abundante. Pero en el proceso ha habido dolor, ha habido muerte. El amor de Dios no ha sido una donación ideal y romántica. La nuestra tampoco puede serlo.

ORIOL TUÑI
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 622 s.


2.- Jn 1, 43-51

2-1.

El relato de la vocación de los primeros discípulos, iniciado el 3 de enero, continúa hoy con el llamamiento de Felipe y el de Natanael (al que quizá no sea necesario identificar con Bartolomé). Pero esos llamamientos son superados por la promesa misteriosa que Cristo hace de una nueva escala de Jacob (v. 51).

a) Natanael estaba probablemente bastante versado en las Escrituras, hasta el punto de ser conocido como un doctor de la ley. Quizá por esa razón se dirigiera a él Felipe haciendo alusión "a aquel de quien se ha hablado en la ley y los profetas" (v. 45), estuviera sentado debajo de una higuera, costumbre peculiar de los sabios de la época (v. 49) y compartiera el desprecio de los sabios por todo lo que pudiera proceder de Nazareth (v. 46; cf. Jn 7, 52; 7, 41-42). El origen humano del Mesías choca a sus conciudadanos. Pero a Natanael, demasiado implicado en su visión rabínica de las cosas, Felipe le propone una conversión: "ven y ve" (v. 46). Se trata, en efecto, realmente de un llamamiento a la conversión, puesto que se puede decir que el relato de Jn 1 está enteramente dominado por la idea de ver (cf. Jn 1, 39). Esta palabra no designa para Juan tan solo una mirada simplemente material sobre la humanidad de Cristo, sino una contemplación de su gloria y de su divinidad. En ese sentido es como ha "visto" el Bautista al Espíritu descender sobre Cristo.

b) Ahora bien, Cristo llama precisamente a Natanael para realizar esa "conversión de la vista" y para pasar de la mirada sobre la humanidad de Jesús a la contemplación de su gloria. Para impulsarle a ese cambio, Cristo actúa con habilidad comenzando por hacer el elogio del discípulo: es "verdaderamente Israel", o "verdaderamente hijo de Israel" (v. 47); en otras palabra, va a poder realizar en plenitud lo que el patriarca Israel (o Jacob) no pudo más que entrever: ese es el sentido habitual de "verdadero" o "verdaderamente" en San Juan. En efecto, lo mismo que Jacob tuvo la clara visión de Yahvé en Betel (Gén 28, 10-17), Natanael verá así a Dios en la persona de Cristo (v. 51). Pero la conversión de Natanael se realiza gradualmente. En la primera etapa ha visto a Jesús hijo de José (v. 45), la segunda le lleva ya a profesar la mesianidad de ese Jesús (v.49); nos queda la tercera, en la que reconocerá a la vez su divinidad (cielo abierto, ángeles, etc....) y su humillación (Hijo del hombre: v.51; cf. Jn 3, 14; 8, 28; 12, 22-34; 13, 31).

En cierto modo es un itinerario catecuménico lo que Juan propone al analizar la conversión progresiva de Natanael: de la humanidad de Cristo a su mesianidad; de la mesianidad al misterio pascual de la humillación y de la exaltación.

La mirada humana basta para ver la humanidad de Cristo y esa mirada originará muchas veces desprecio y falta de comprensión. Se necesita ya cierta fe para leer la mesianidad de Cristo en determinados signos como el que se describe en el versículo 48 y los que irán apareciendo a lo largo de la vida de Cristo (cf. Jn 2, 11; 2, 23; 4, 54). Pero sólo la verdadera fe puede leer el signo por excelencia, la humillación y la glorificación del Hijo del hombre en su misterio pascual (Jn 2, 18-21; 8, 28; 3, 12-15).

Los ángeles suben y bajan sobre el Hijo del hombre (v. 51), sin duda para indicar el doble movimiento del misterio pascual: en efecto, ¿quién puede subir a los cielos sino Aquel que ha bajado de allí? (Jn 3, 13).

* * *

Un pasaje como el que leemos hoy impele al cristiano a verificar el grado de su fe. ¿Se trata tan sólo de una concepción del Cristo-hombre, como sería el caso si su piedad de Navidad se dejara impresionar tan sólo por la pobreza y la debilidad del Niño de Belén? La religión se vería expuesta entonces a perderse en el sentimentalismo. ¿Se trata ya de la inteligencia de los "signos" y de los "milagros" de Cristo, reconociendo en El un auténtico enviado de Dios? ¡Entonces la religión se expondría a perderse en la apologética! Ojalá pudiera consistir en "ver", en el sentido joánico de la palabra, la humillación-exaltación de Cristo en su Pascua y en aceptar modestamente seguirla para caminar con El y saber al fin dónde mora.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 283


2-2. J/MIRADA

¡Natanael! Un hombre recto, un modelo en su género... Un escriba.

Bajo su higuera, escudriña minuciosa y fielmente el bien y el mal. Ciertamente, no es un espíritu abierto a lo inesperado, sino que tiene muy claras sus propias ideas, aunque, eso sí, no sabe mentir. ¡Cuántos "profesionales! de la religión se le parecen...

¡Pero al menos Natanael se fía de Felipe.

¿Y otra vez la historia de la mirada...! "Te vi", dice Jesús...

El escriba se siente subyugado. Un poco aprisa, la verdad, lo cual demuestra que Jesús es un consumado seductor. Pero hay que ir más allá de la primera manifestación: "¡Has de ver cosas aún mayores!". Natanael, vas a ver lo que sólo la fe puede contemplar... Donde escrutabas la palabra como una tupida red, descubrirás el cielo abierto y una palabra que no esperabas.

Donde te apresurabas a exclamar: "Tú eres el Hijo de Dios", verás a un Hijo de hombre al que Dios resucitó a pesar de la muerte.

Eras escriba: ¡en adelante serás testigo del amor! ¡Pues así son nuestras vidas!

Escudriñamos el bien y el mal para saber hasta dónde llegará el amor, para definir sus límites y sus exigencias. Somos honrados y, sin embargo, nos sentimos incómodos en nuestro corazón, que tarde o temprano nos acusa. Por querer vivir el amor sin dejar que su fuente nos vivifique, ya no nos atrevemos a estar confiadamente delante de Dios. Y es preciso que un día alguien nos mire y nos diga: "¡Te conozco!". El nos conoce con su corazón y nos lleva más allá, hasta la visión de la fuente, donde todo se vuelve posible, porque todo está bañado en Dios.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 111


2-3. CV/SEGUIMIENTO

Es interesante destacar la exclusividad con que hay que afrontar el seguimiento de Jesús. Para Juan no es "el evangelio del reino de Dios" con sus exigencias de conversión y de fe en la buena nueva (Mc 1, 14) lo que ha de despertar a los hombres y moverlos a que se adhieran a Jesús, en Juan ni siquiera hay un mensaje que se pueda distinguir y separar de él; de lo que se trata es de la persona y figura de Jesús, a quien los hombres se adhieren y lo reconocen o cuya aceptación rechazan.

Jesús encuentra a Felipe y le invita a seguirle. Felipe encuentra por su parte a Natanael, al que se ha considerado como su amigo o conocido y le dice: "aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas lo hemos encontrado", a Jesús, hijo de José, de Nazaret.

El evangelista se interesa por la "reaccción en cadena" por la cual debió formarse el círculo de los doce según sus ideas. De hombre a hombre. De amigo a amigo. Andrés da la noticia a su hermano Pedro. Felipe a Natanael.

¿Tú sabes hablar con naturalidad de Jesús a tus amigos y vecinos?

-"Natanael le replicó: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" Contestación que indica que en tiempos de Jesús aquella gente no gozaba de buena reputación.

Natanael se queda con su primera impresión, una impresión muy humana.

A Natanael le costó mucho descubrir al Hijo de Dios en los signos pobres de Jesús de Nazaret. Pero dio el paso definitivo tomando una opción fundamental por Cristo.

También nosotros, a menudo, colocamos una etiqueta sobre las personas a quienes creemos conocer bien. Quedamos con frecuencia prisioneros de juicios a priori, de prejuicios. Reflejamos incontroladamente opiniones que están en nuestro ambiente... Jesús por el momento es considerado solamente como "alguien de Nazaret" y se desprecia todo lo que viene de Nazaret.

¿De quién siento la tentación de decir: de esta persona. de este grupo, de este movimiento, de este ambiente, no puede salir nada bueno?

-"Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño". Una afirmación de Jesús que supone lógicamente que Natanael acaba superando el obstáculo que suponía el origen de Jesús de Nazaret.

Es también una afirmación de Jesús que está por encima de los prejuicios que los demás puedan tener. Nosotros nos limitamos la mayoría de las veces a contradecir enseguida a los que no piensan como nosotros, en vez de ayudar a los demás a expresarse y a decir todo lo que tengan que decir, aunque sea en contra nuestra.

-"Natanael le contesta ¿De qué me conoces?"

La llamada de Jesús es mirada hasta el fondo del corazón, como llamándonos por el nombre, que sólo Dios ha podido grabar en la profundidad de nuestro ser. La revelación que Jesús trae es algo que sorprende al hombre, porque de inmediato le descubre la verdad sobre sí mismo. Dice S. Agustín: "Lo que hoy es cada uno, apenas si uno mismo lo sabe".

-Déjarme mirar por Jesús


2-4.

-Al día siguiente Jesús decidió salir hacia Galilea

Me alegro de descubrir hoy esta palabra: "Jesús decidió." La decisión, acto humano por excelencia. Entre todas las cosas posibles, después de haber sopesado el pro y el contra, se escoge una, se decide. Jesús ha tomado decisiones.

Ayúdame, Señor, en las decisiones que tenga que tomar.

-Encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme".

Felipe era de Betsaida, como Andrés y Pedro.

Encontramos de nuevo la doble constatación de ayer:

1º Iniciativa de Dios. Es Jesús quien toma la delantera.

Misterio de la elección: ¿por qué él, Felipe, y no otro? ¿Por qué Tú me has escogido, Señor? Ayuda, Señor, a cada hombre a responder precisamente a lo que Tú esperas de el.

2º Respeto a los condicionamientos humanos. Importancia de las relaciones: eran conciudadanos, de la misma localidad, se conocían ya humanamente.

-Felipe inmediatamente, habla de Jesús a uno de sus amigos, Natanael.

Reacción en cadena, de hombre a hombre, de amigo a amigo. Andrés da la noticia a su hermano Pedro. Felipe la da a Natanael. ¿Tengo la suficiente familiaridad contigo, Señor, para saber hablar de ti con naturalidad a mis amigos? como se habla de un amigo... y para compartir esta amistad.

-Díjole Natanael: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" Por el momento Natanael se queda con su primera impresión, una impresión muy humana. También nosotros, a menudo, colocamos una etiqueta sobre las personas a quienes creemos conocer bien. Quedamos con frecuencia prisioneros de juicios a priori, de prejuicios. Reflejamos incontroladamente opiniones que están en nuestro ambiente... que llevamos al ambiente de los demás. Jesús por el momento es considerado solamente como "alguien de Nazaret" y se desprecia todo lo que viene de Nazaret. Trato de detenerme unos momentos para analizar mis propios desprecios.

¿De quién siento también la tentación de decir: de este grupo, de este movimiento, de este ambiente, no puede salir nada bueno?...

-He aquí un verdadero hijo de Israel, en quien no hay engaño.

Lejos de incomodar a Jesús, esta franqueza le place.

Cuando hay un conflicto escondido, una mentalidad inconsciente, una reacción afectiva interna, reprimida... conviene a veces airearla, que salga a pleno día.

Señor, ayúdanos a escucharnos los unos a los otros. Ayúdanos a no contradecir enseguida a los que no piensan como nosotros. Haz de nosotros, Señor, personas que favorezcan el verdadero dialogo, que ayuden a los demás a expresarse y a decir todo lo que tengan que decir. Y sobre todo, Señor danos la gracias de la lealtad, de la verdad, del valor... para decir todo lo que en el fondo pensamos... en lugar de cerrarnos por miedo a lo que los demás piensen de nosotros.

-"Antes que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, te vi". Jesús lee el interior del corazón. Señor, dejo que Tú me mires. Tu mirada en este momento está vuelta hacia mí.

¿Qué observas en mí?

-Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios".--"Sí, en verdad os digo que veréis abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.

En verdad aquí hay una conversión de la mirada. Es una revisión, una nueva visión, una manera más profunda de mirar. Natanael ha pasado de un mirar simplemente humano cargado de prejuicios y centrado en la humanidad de Jesús... a un mirar de fe que va más allá de las apariencias y que se sumerge en las realidades profundas de la persona de Jesús... el cielo se ha abierto sobre El.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 80 s.


2-5.

1. «Éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros».

Después de haber insistido ayer en que nuestra condición de hijos de Dios nos debe hacer huir del pecado, hoy la carta de Juan se centra en la actitud del amor fraterno, y por el mismo motivo: porque todos somos nacidos de Dios y por tanto hermanos los unos de los otros.

La iniciativa la ha tenido Dios. Hemos experimentado su amor a la humanidad enviándonos a su Hijo, y en la entrega del Hijo hasta la muerte en cruz por los demás.

Ahora nos toca a nosotros orientar nuestra vida en una respuesta de amor. «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestras vidas por los hermanos».

El que ama, vive. El que no ama, permanece en la muerte. «Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos». Según el evangelio de Mateo, el juicio final para el cristiano versará sobre si ha amado o no a su prójimo, sobre todo a los que estaban necesitados, hambrientos. Aquí Juan plantea el mismo interrogante: «si uno tiene de qué vivir y viendo a su hermano en necesidad le cierra sus entrañas, ¿cómo a va estar en él el amor de Dios?».

El argumento de Juan se hace todavía más dramático: «no seamos como Caín, que procedía del maligno y asesinó a su hermano». «El que odia a su hermano es un homicida»

2. Otros dos discípulos siguen a Jesús. Primero es Felipe, del mismo pueblo que Andrés y Pedro. Y Felipe se lo va a decir a su amigo Natanael. Se va extendiendo la buena noticia. Los familiares y los amigos se comunican la llamada.

Natanael es el representante de tantas buenas personas que sin embargo son víctimas de algún prejuicio: «¿de Nazaret puede salir algo bueno?» Pero tiene buenas disposiciones. Hace caso a Felipe, «ven y lo verás», y pronto se deja ganar por Jesús, hasta llegar a la hermosa confesión de fe: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios». Del aprecio hacia una persona que habla bien y hace milagros, llega hasta la revelación de Jesús como el Hijo del Hombre, acompañado, como en la escala de Jacob, de ángeles que suben y bajan del cielo abierto.

3. a) El amor al prójimo es el resumen de todas las enseñanzas de Jesús en el Evangelio. Es también, siguiendo la carta de Juan, el fruto coherente de nuestra celebración de Navidad.

Hubiera sido mucho más cómodo que la ley cristiana más característica fuera la oración, o la ofrenda de un sacrificio a Dios, en agradecimiento por el amor que nos ha mostrado. Pero el encargo de Jesús es el amor. Hubiera resultado mucho más tranquilizante que la Eucaristía terminara en el «podéis ir en paz». Pero tiene una continuidad, que abarca el resto del día o de la semana.

Porque el mismo que nos ha dicho «este pan es mi Cuerpo, tomad y comed», nos ha dicho también: «lo que hiciereis a uno de esos lo hacéis a mí... estuve enfermo y me visitasteis».

b) Ya que al atardecer de la vida nos examinarán del amor, vale la pena que nos adelantemos a este examen nosotros mismos, por ejemplo sacando conclusiones de esta Navidad y en el comienzo de un nuevo año: ¿amamos a los hermanos, hasta las últimas consecuencias, como Cristo, que dio su vida por los demás? ¿o al contrario, los odiamos, y así puede aplicársenos a nosotros la acusación de homicidio, como a Caín? Hay maneras y maneras de asesinar al hermano: también con nuestros juicios y condenas, con nuestras palabras y actitudes, con nuestros silencios y rencores.

Si no amamos, no sólo de palabra sino de obra, ha sido vana nuestra fe. Han sido falsas nuestras fiestas. No hemos acogido al Hijo enviado por Dios. No podemos decir que creemos en Jesús, ni que nos mantenemos en comunión de vida con Dios. Estamos en la oscuridad y en la muerte.

c) El episodio de Felipe y Natanael nos puede interpelar también a cada uno de nosotros. Felipe, como ayer Andrés a su hermano Simón, comunica a Natanael la noticia. No se desanima por la respuesta un tanto despectiva que recibe, y juntos van a donde está Jesús. Felipe ha sido el colaborador de una vocación apostólica.

¿Aprovechamos nosotros la ocasión oportuna para transmitir nuestra fe, nuestra convicción, con palabras o con hechos, a tantas personas de buena voluntad que tal vez lo único que necesitan es una palabra de orientación o de ánimo o superar algún prejuicio?

d) Un momento de la Eucaristía que cada vez nos recuerda el mandamiento del amor fraterno es el gesto de la paz. Antes de ir juntos a recibir a Cristo, cada uno en unión con él, se nos invita a que nos demos la paz unos a otros, o sea, que hagamos un gesto simbólico con los más cercanos de que queremos progresar en fraternidad, que acudimos a la mesa común con ánimo de reconciliación. Es una lección diaria, que intenta corregir nuestro egoísmo, y nos hace entender la Eucaristía en toda la profundidad de su lección: recibimos al Cristo «entregado por», y por tanto debemos ir aprendiendo de él a ser nosotros también «entregados por» nuestros hermanos a lo largo de nuestra jornada y semana.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Pág 138 ss.


2-6.

Primera lectura: 1 de Juan 3, 11-21
El que odia a su hermano es un homicida.

Salmo responsorial: 99, 2-5
Aclama al Señor, tierra entera.

Evangelio: San Juan 1, 43-51
Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado

Una estampa muy cotidiana: amigos que se marchan para un lugar conocido. Felipe es invitado y a su vez invita a Natanael, a quien le hace saber que se han encontrado con alguien conocido de quien habla la tradición. Cuando llega a sabe que aquel de quien le hablan es de Nazaret, se burla, como acostumbraban los judíos que se creían auténticos, frente a los del norte. No creen que de un lugar marginal, e impuro según ellos, venga alguien con valores que puedan decir algo a la humanidad.

Como se puede apreciar, Natanael, hombre del pueblo, predispuesto para el cambio, se deja invadir por los prejuicios aprendidos en la sociedad que le ha tocado vivir. Como él son muchos los judíos dispuestos a dar el paso, pero se detienen como si les faltara algo: una fe renovada y de mayores compromisos.

Jesús entiende todos los inconvenientes que tienen que afrontar sus seguidores, y en ningún momento les censura. El hecho de recordarle a Natanael cuál es su origen lo coloca en frente de la verdad judía según la cual el advenimiento del Mesías debería estar rodeado de acciones extraordinarias jamás conocidas por los seres humanos. En la mentalidad judía era "lógico" que el Mesías debía tener un poder parecido al de un Dios o al de un rey; no les cabía en la mente que una persona nacida en una humilde y marginada aldea pudiera ser "el Ungido", el Cristo.

Aunque Natanael reconoce emocionadamente en Jesús al "Hijo de Dios" y rey de Israel, Jesús sabe que esa emoción, con la que se es capaz de hacer las más fervientes demostraciones de fe, puede ser pasajera, y por eso le advierte sobre "lo poco que ha visto" todavía.

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2-7.

1 Jn 3, 11-21: Amémonos de verdad

Salmo 99, 1-5

Jn 1, 43-51: Mayores cosas verás

Continuamos nuestra lectura litúrgica de la primera carta de Juan; podemos destacar, como ayer, el lenguaje "dualista" que emplea el autor: amor y odio, vida y muerte, amar de palabra y de boca, amar de verdad y con obras, Caín y Abel, el mundo y nosotros, Dios y el Maligno. Con este lenguaje, el apóstol no quiere plantearnos enigmas filosóficos ni lingüísticos para resolver. Nos exhorta, en este tiempo de Navidad, a tomar una decisión, a elegir entre un campo u otro, a asumir nuestros compromisos de verdaderos cristianos. Es la consecuencia de nuestra fe en Jesús, cordero de Dios, maestro y mesías de Israel: amar a nuestros hermanos. La fe se comprueba como tal en el amor a los más necesitados. ¿Cómo va a estar en nosotros el amor de Dios, que tan cercano, tan presente hemos experimentado en estos días, si no amamos a nuestros hermanos? Si teniendo de qué vivir y viéndolos en necesidad les cerramos nuestras entrañas, nuestro corazón, nuestra solidaridad, no puede estar en nosotros la vida de Dios.

Así sabremos que somos de la verdad: amando como Dios nos ama en Jesucristo, su hijo hecho hombre. Así estará tranquila nuestra conciencia y podremos tener plena confianza en Dios, si dejamos de ser y de actuar como Caín, el primer fratricida, y actuamos, en cambio, como Jesús, nuestro hermano mayor.

Jesús de Nazaret, cuyo nacimiento conmemoramos y cuya venida gloriosa aguardamos, no es simplemente el niño del portal de Belén, ni el infante envuelto en pañales, recostado en una pesebrera, que adoraron los pastores. Es el enviado de Dios que, como a Felipe en el pasaje de Juan que acabamos de leer, nos está diciendo perentoriamente: "Sígueme!". Y como Felipe tendremos que ir a buscar a nuestros hermanos, amigos y conocidos, a todos los que encontremos en nuestro camino, a decirles que hemos encontrado "a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas", es decir: el esperado de las naciones, el salvador anhelado por todos los hombres.

Puede que alguien se burle de nosotros y que, como Natanael a Felipe, cuando le anunciemos a Jesús nos responda: "¿es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Entonces hemos de confesar con la vida y con la palabra que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, el Rey de Israel, el Hijo del hombre. Tres títulos que, para los judíos, se aplicaban al enviado definitivo de Dios, al salvador del mundo, y que los primeros cristianos atribuyeron a Jesús para expresar su fe en la absoluta novedad de su venida: su nacimiento, su vida, su predicación y, especialmente, su muerte redentora y su resurrección, lo revelaron como Hijo de Dios, por quien nos llega a todos los hombres la vida de Dios.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-8. CLARETIANOS 2002

Ya os dije el miércoles que esta semana era como una catequesis concentrada sobre la identidad de Jesús. Pues bien, por si no fueran suficientes los títulos presentados los días anteriores, hoy, el evangelio de Juan, nos regala seis más, aunque algunos ya han aparecido. Jesús es "aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas" (1), el "hijo de José" (2), el "de Nazaret" (3), "Rabí" (4), el "Hijo de Dios" (5), el "Rey de Israel" (6). Para completar el número perfecto de siete, Jesús mismo añade uno de su cosecha, el que más le gusta a él: "Hijo del Hombre" (7). Decidme si es posible hacer un retrato más completo en tan pocos versículos. Del país de Jesús se dice, con una pizca de ironía, que tiene mucha historia para tan poca geografía. Hoy, a la vista de este texto, podríamos decir que tiene mucha cristología para tan poca literatura. Jesús aparece, en primer lugar, como un verdadero hombre de carne y hueso. Tiene un padre (José). Vive en un lugar (Nazaret). Es decir, es uno de los nuestros, no un fantasma o un extraterrestre. Por su actividad puede ser calificado de rabí (maestro). Pero esta condición no logra explicar a fondo su identidad. Jesús no surge por generación espontánea. Es la respuesta de Dios a la espera de un pueblo ("aquel de quien escribieron la Ley y los Profetas"), incluso es el verdadero Rey de este pueblo. Es la realización de esa figura misteriosa que aparece en el libro de Daniel ("hijo del Hombre"). Es, en definitiva, la manifestación más plena del amor de Dios ("Hijo de Dios"). Ninguno de estos títulos agota su misterio, pero entre todos nos ayudan a no dejar fuera ninguna de las dimensiones de la fe. En Jesús de Nazaret contemplamos el misterio del hombre y el misterio de Dios.

Permitidme ahora que, saliéndome un poco del marco litúrgico, haga referencia a lo que sucede todos los años en mi país, España, cuando llega la noche del 5 de enero. Esta es una noche muy especial para todos, especialmente para los más pequeños. Es la noche en que llegan a cada casa los Reyes Magos cargados de regalos. Basta colocar un zapato en la puerta o en la ventana y algún obsequio para los reyes y sus camellos. No recuerdo haber esperado nada con tanta impaciencia como la llegada de esta noche cuando era un niño de cuatro o cinco años. Me parecía increíble que los Reyes tuvieran tiempo para acordarse de mí, para leer mi carta y para sorprenderme con más regalos de los que yo había pedido.

¿No es esta esperanza infantil un ejemplo maravilloso de esa otra esperanza que brota de la fe? ¿Podríamos hoy ser creyentes auténticos sin fiarnos de Dios de un modo parecido a como un niño se fía de los Reyes Magos?

Gonzalo cmf. (gonzalo@claret.org)


2-9.El magisterio fa­riseo perpetúa a Moisés como maestro (el maestro de Israel). Hablamos de lo que sabemos (11), plural que incluye a la comunidad, en su con­troversia con el fariseismo del tiempo de Jn. Lo de la tierra, contenidos de la antigua Escritura (cf. Jr 31,31ss; Ez 36,25ss); lo del cielo, la nueva realidad del Reino, explicada a continuación. Callejón sin salida (12).

Frente a las dos reacciones, verdadera realidad del Mesías (13-21). Para los fariseos, la Ley era fuente de vida y norma de conducta. La única fuente de vida es el Hombre levantado en alto, el Hijo de Dios, don de Dios a la humanidad para salvarla (13-18). Haber bajado del cielo (13) señala la calidad divina de Jesús, por poseer la plenitud del Espíritu (cf. 1,32: el Espíritu que bajaba como paloma desde el cielo). Subir al cielo para quedarse, victoria, éxito. Sólo el que es capaz de amar hasta el don de sí mismo puede obtener y asegurar el triunfo defi­nitivo, instaurar la nueva sociedad humana (el reino de Dios). El Hom­bre levantado en alto (doble sentido: cruz y exaltación), señal visible, fuente de vida que libra de la muerte. Dios es puro amor, pretende sólo salvar, comunicar una vida que supera la muerte (16-17). Ausencia de juicio; es la opción del hombre la que determina su suerte.

La Ley era norma de conducta. Ahora lo es el Hombre levantado en alto, el que expresa su amor hasta el fin. El es la luz que penetra en la tiniebla y distingue actitudes (19). Su figura descubre la opción pro­funda del hombre; éste puede aceptar la luz/vida o rechazarla. El que opta por la vida/amor tendrá vida para siempre; el que opta contra la vida/amor elige la muerte. Su modo de obrar era perverso, el de los cau­santes de muerte, los opresores; odia la luz, no puede soportar su de­nuncia (1,5; 11,53; 12,10; 19,15). No son doctrinas las que separan de Dios, sino conductas (20: su modo de obrar). La lealtad (21) manifiesta el amor; los que han estado en favor de la vida se acercan a Jesús.

Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)


2-10.En el evangelio de Juan, que seguimos leyendo por estos días, se nos insiste en el tema de la vocación y el seguimiento. Jesús nos llama hoy como llamó hace tantos siglos a Felipe y como Felipe llamó a Natanael. Nos llama con un imperativo "¡sígueme!" que debemos acatar a pesar de que las apariencias no sean las más favorables. Natanael se escandalizaba por los humildes orígenes de aquél a quien le presentaban como Mesías anunciado por la ley y los profetas. No podía ser tal uno nacido en la desconocida aldea de Nazaret, el hijo de un humilde artesano como era José. A nosotros también nos cuesta reconocer hoy el rostro de Jesucristo en los pobres y humildes de la tierra, en los excluidos de esta sociedad del mercado, las comunicaciones, la "globalización". Sin embargo Jesús está en ellos, reclamando que le sigamos y le sirvamos, sin escandalizarnos por su pobreza o su ignorancia, por su poca importancia en los mercados internacionales. Pensamos en los países más pobres de nuestro continente americano, en Africa y en muchos países del extremo Oriente, en donde millones de seres humanos, la mayor parte de la humanidad, a las puertas del tercer milenio del nacimiento de Jesucristo, viven en extremos niveles de pobreza y aún de miseria. En la medida en que la iglesia se ponga al servicio de estos pueblos verá con seguridad "el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre", es decir, verá colmados sus anhelos de un mundo justo y pacífico que sea obra de Dios y de su Cristo, a quien ella profesa servir y adorar.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-11. En la lectura se nos presenta una inquietante con­frontación entre dos pares de palabras: amor y vida, odio y muerte. Quien no ama no vive, y quien odia llega hasta matar. Quien ama es capaz de llegar hasta a dar la vida por los que ama. El que no ama se cierra en su egoísmo estéril. Esta es la verdadera dimensión del amor: cuando es creador, cuando da vida, cuando difunde en torno suyo alegría y paz, solidaridad, com­prensión, perdón. Cuando construye comunidad y hace de los que se aman una familia de hermanos.

Todo lo contrario de la fatídica imagen de Caín. Su nombre, en la lengua hebrea, tiene que ver con los metales, con las armas. Porque eso es lo que hace con su odio: sembrar muerte, injusticias, dolor y lágrimas. Nos parece que la historia de Caín es ya muy vieja. Pero resulta que es muy actual; su imagen aparece agigantada en nuestras pantallas de cine, convertido en un ídolo de la fuerza bruta, llamado Rambo, arma­do hasta los dientes con artefactos cada vez más sofisticados y letales, erguido y victorioso sobre el ca­dáver del pobre Abel.

Pero más peligroso que Rambo es el Caín de cor­bata con cara de ejecutivo del Fondo Monetario Inter­nacional o del Banco Mundial, o de tantas otras orga­nizaciones transnacionales, que no matan disparando armas automáticas con mirillas electrónicas, sino a punta de intereses acumulables, deudas eternas e impagables...: las armas del hambre, la ignorancia y la exclusión de millones de seres humanos.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-12.

Comentario: Rev. D. Rafael Felipe i Freije (Girona, España)

«Ven y lo verás»

Hoy, Felipe nos da una lección cabal al acompañar a Natanael hasta el Maestro. Actúa como el amigo que desea compartir con otro el tesoro recién descubierto: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). Rápidamente, con ilusión, quiere compartirlo con los demás, para que todos puedan recibir sus beneficios. El tesoro es Jesucristo. Nadie como Él puede llenar el corazón del hombre de paz y felicidad. Si Jesús vive en tu corazón, el deseo de compartirlo se convertirá en una necesidad. De aquí nace el sentido del apostolado cristiano. Cuando Jesús, más tarde, nos invite a tirar las redes nos dirá a cada uno de nosotros que debemos ser pescadores de hombres, que son muchos los que necesitan a Dios, que el hambre de trascendencia, de verdad, de felicidad... hay Alguien que puede colmarla por completo: Jesucristo. «Solamente Jesucristo es para nosotros todas las cosas (…). ¡Dichoso el hombre que espera en Él!» (San Ambrosio).

Nadie puede dar lo que no tiene o no ha recibido. Antes de hablar del Maestro, es necesario haber hablado con Él. Sólo si lo conocemos bien y nos hemos dejado conocer por Él, estaremos en condiciones de presentarlo a los demás, tal como hace Felipe en el Evangelio de hoy. Tal como han hecho tantos santos y santas a lo largo de la historia.

Tratar a Jesús, hablar con Él como un amigo habla con su amigo, confesarlo con una fe convencida: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Jn 1,49), recibirlo a menudo en la Eucaristía y visitarlo con frecuencia, escuchar atentamente sus palabras de perdón... todo ello nos ayudará a presentarlo mejor a los demás y a descubrir la alegría interior que produce el hecho de que muchas otras personas le conozcan y le amen.


2-13.

San Efrén (hacia 306-373) diácono en Siria, doctor de la Iglesia

Himno I sobre la Resurrección

“El pueblo que habita en las tinieblas ha visto una gran luz”

Jesús, Señor nuestro, Cristo
Se nos ha manifestado desde el seno del Padre
Ha venido a sacarnos de las tinieblas
Y nos ha iluminado con su luz admirable

Ha amanecido el gran día para la humanidad
El poder de las tinieblas ha sido vencido
De su luz nos ha nacido una luz
Que ilumina nuestros ojos entenebrecidos

Ha hecho brillar la gloria en el mundo
Ha iluminado los abismos oscuros
La muerte ha sido aniquilada, las tinieblas ya no existen
Las puertas del infierno han sido abatidas

El ha iluminado a toda criatura
Tinieblas desde los tiempos antiguos
Ha realizado la salvación y nos ha dado la vida;
Volverá en gloria e iluminará los ojos de los que le esperan

Nuestro Rey viene en su esplendor
Salgamos a su encuentro con las lámparas encendidas
Alegrémonos en él como el se regocija con nosotros
Y nos alegra con su gloriosa luz

Hermanos míos, levantaos, preparaos
A dar gracias a nuestro Rey y Salvador
Que vendrá en su gloria y nos alegrará
Con su gozosa luz en el Reino


2-14. Jesús predica en Galilea

Fuente: Catholic.net
Autor: P. José Rodrigo Escorza

Reflexión

Todos somos testigos de la gran luz que nos ha iluminado. Cristo niño se ha hecho hombre por amor a nosotros para convertirse en la luz que guiará nuestros pasos.

Se dice que cuando la noche es más oscura es cuando más brillan las estrellas. Podríamos decir también que cuando más oscuro es nuestro peregrinar por este mundo es cuando más brilla la luz de Cristo en nuestros corazones. Cuando más solos nos sentimos es cuando Cristo está más cerca de nosotros. Porque como dice el profeta Isaías: “este mundo camina en tinieblas pero ya ha visto una gran luz que viene a salvarle”. No permitamos que la ceguera de nuestro egoísmo entenebrezca la luz de Cristo en nuestros corazones. Tengamos bien abiertos los ojos de la fe en Dios para caminar por la senda del verdadero amor y de la verdadera esperanza.

Sabemos por el evangelio de hoy que el Reino de los cielos ha llegado, pero ¿cómo le hemos recibido? ¿Nos hemos dado cuenta de su llegada? O por el contrario, ¿hemos permitido que otras luces que no es la de Cristo guíen nuestra vida? No gastemos nuestro fuego en otros infiernillos. Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo llenará las ansias de felicidad que buscamos.


2-15.

Reflexión

Una de las ideas centrales que recorren el Nuevo Testamento, principalmente de los evangelios, es la de la conversión. Los evangelios sinópticos inician prácticamente con esta invitación hecha, sea por el mismo Jesús que por san Juan Bautista. Es importante entender que la conversión no es algo que sucede en nuestras vidas de una vez por todas, sino que es un proceso que se inicia cuando nos adherimos a la enseñanza del Evangelio y decidimos comenzar a vivir de acuerdo a éste. Este proceso de conversión durará toda la vida y nos llevará a experimentar la plenitud del amor de Dios. Por ello esta invitación a convertirnos es siempre valida y actual. No importa en que estado de conversión estés… siempre podremos responder con mayor generosidad a Dios. Hoy en particular, ¿cómo podrías dar una respuesta más generosa al Señor?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


2-16. Felipe, ven y sigueme

Sirvamos al Señor con alegría. Entremos a su presencia con vítores, dándoles gracias. El Señor es bueno, su misericordia es eterna.

Litúrgicamente estamos en vísperas de la fiesta de Epifanía que tanto regocijo trae consigo para niños y mayores que gustan de Reyes Magos en los hogares.

Nosotros, antes de las fiestas y cabalgatas, detengámonos un momento siquiera a abrir las puertas de nuestra mente y corazón a la alegría del amor y de la gracia.

Somos hijos de Dios. Conscientes de nuestra debilidad y pecado, seamos también sabedores del gozo que se genera en el corazón del Niño y en el Corazón de Dios con nuestro retorno a la Verdad, al Amor, a la Vida ofrendada en fraternidad con quienes participan con nosotros de la existencia, de la revelación, de la vida en Cristo Salvador.

¿No sería posible que nos dejáramos hoy guiar por la Estrella, que es Cristo y es el Espíritu, y que volcáramos en la cuna del Señor nuestro corazón entero, arrepentido, esperanzado?


La luz de la Palabra de Dios
Primera carta de san Juan 3, 7-10:
“Queridos; este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No seamos como Caín, que procedía del maligno y asesinó a su hermano.

¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las del hermano eran buenas....

El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí la vida eterna.

En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros...”

Evangelio según san Juan 1, 43-51:
“Un dia determinó Jesús salir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: sígueme.

Felipe, que era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro, se encuentra con Natanael y le dice : Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas lo hemos encontrado: a Jesús, hijo de José, de Nazaret.

Natanael le responde: ¿de Nazaret puede salir algo bueno?

Felipe le contesta: ven y verás... Y Jesús dijo de él: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño...”

Reflexión para este día
Amémonos unos a otros de verdad
El amor se viste hoy y mañana de rey mago en el hogar, en la parroquia, en la barriada, en el hospital, en la misión…

El amor quiere de verdad ser hermano de los hermanos. El amor habla y actúa desde el corazón cargado de sincero afecto. El amor deja hoy que alguna lágrima corra por las mejillas al ofrecer en las manos de los hombres y de los niños un pequeño don, un pequeño sacrificio, un gesto de amistad.

¿Cuál va a ser el gesto tuyo, mío? ¿A quién se lo vas o se lo voy a dedicar?


2-17. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

¿Cómo va este comienzo del año 2004? Espero que los primeros pasos hayan sido buenos. Por eso de que “lo que bien empieza bien acaba”.

Bueno, seguimos en Tiempo de Navidad y «hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos» . Ciertamente, si celebramos la Navidad, celebramos la Vida. Pero nos pueden seguir asaltando gritos de muerte en el fondo de nuestro ser. Gritos que no tienen que ver con la Vida y, por supuesto, tampoco con el Amor. Si el Amor, que ha acampado entre nosotros, no crece dentro de nosotros, seguiremos dando tregua al mundo de las tinieblas. Estamos en Tiempo de Navidad. Procuremos expandir el mundo de la luz, de la vida, del amor, desde nuestro yo más íntimo y profundo hasta las azoteas donde se ha de gritar. O desde las azoteas hasta lo más escondido de cada uno. Cada cual verá.

Felipe de Betsaida anuncia que ha encontrado la Vida a un israelita en quien no hay engaño. El que se ha dejado tocar por la Vida, anuncia la Vida e invita a contemplarla: «Ven y verás». El que busca la verdad es capaz de descubrir la Vida del mundo: “va y ve”.

Quien sigue a Cristo emprende la ruta de la vida, la senda del amor, el itinerario de la luz. Lo sabe porque es capaz de ahogar los gritos de muerte, porque es capaz de amar a los hermanos, porque es capaz de dejarse iluminar y ser antorcha viva.

Que el gozo por el Dios nacido de mujer os guíe.

Vuestro hermano en la fe,
Luis Ángel de las Heras, cmf ( luisangelcmf@yahoo.es )


2-18. ARCHIMADRID 2004

UNA COMIDA CON SANTA TERESA Y EL MUNDO. AHÍ ES NADA

“No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos”. El otro día estuve comiendo con Alfonso, un compañero sacerdote. Como siempre, hablamos de todo; pero quizás, esta vez nos paramos un poco más en consideraciones hondas. Incluso nos preguntamos por qué tuvo que esperar Santa Teresa de Jesús cerca de cuarenta años para entender lo que era la unión con Dios. Concluimos que, como siempre, la piedra de toque sigue siendo el mundo: da la impresión de existir una predisposición negativa, un odio larvado en el ambiente, que se bate a muerte contra los que buscan sinceramente a Dios. ¡Sí!, es cierto que en todas las épocas han existido sombras y persecuciones, pero tal vez ahora sea más sutil. La sombra de lo “políticamente correcto” se impone como “dogma” irrenunciable, y todo lo que no sea consensuado ideológicamente no interesa y, por eso mismo, es perseguido.

“Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios”. Teresa de Ávila suspiraba, ya desde jovencita, por ir al Cielo porque allí sería feliz “para siempre”. Hoy día, cuando hablas de las realidades escatológicas (el cielo, el infierno o el purgatorio), te miran de reojo, como a un bicho raro, y aseguran que estás anclado en la Edad Media. Hemos perdido el gusto por lo sobrenatural, creyendo que aquí, entre las realidades terrenas, encontraremos la piedra filosofal. La fama, el dinero fácil, el poder… asoman sus narices apoderándose del corazón del hombre, e invitándole a que no entre en otro tipo de consideraciones. En definitiva, nos hemos cargado la conciencia del ser humano, sustituyéndola por las “noticias” de la televisión, o la sonrisa de la astróloga de turno, que nos augura un nuevo año de bienes si confiamos en sus “cartas”.

“Has de ver cosas mayores. Y le añadió: Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. Una vez más, mis conversaciones con Alfonso terminan en alguna consideración espiritual. Dios puede más, Cristo ha vencido al pecado y la muerte, se trata de tener paciencia y vivir en la confianza del “saber esperar”. Cuando Jesús asegura a Natanael que “verá cosas mayores”, no alude a que va triunfar en el mundo y que la gente reconocerá su valía, siendo adulado por todos. Más bien, y éste es el lenguaje de Dios, hace referencia a lo que tendrá que sufrir por su nombre en el mundo, quizás muriendo mártir, y que la única recompensa la tendrá viviendo de Dios, y viendo a Dios en todo, ya aquí en la tierra y después viviendo de Dios, y viendo a Dios, sin velos, cara a cara, definitivamente en el Cielo. ¿No fue esa misma visión la que tuvo el protomártir San Esteban cuando fue lapidado?

Y todo esto no es pesimismo, ni “¡qué duras son las cosas!”; todo lo contrario: si aprendemos a poner el corazón en Dios, lo que tú hagas, pienses o digas, tendrá un valor muy distinto al que puedas obtener por el reconocimiento de los hombres. ¡Sólo Dios basta! – decía, una vez más, Santa Teresa-, y en esa afirmación gozosa también se encuentran encerrados todos tus afanes humanos: familia, trabajo, amigos, diversión… la única diferencia, es que con Él todas esas cosas pueden hacernos muy felices. Verás cosas mayores.


2-19.

Comentario: Rev. D. Rafael Felipe i Freije (Girona, España)

«Ven y lo verás»

Hoy, Felipe nos da una lección cabal al acompañar a Natanael hasta el Maestro. Actúa como el amigo que desea compartir con otro el tesoro recién descubierto: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). Rápidamente, con ilusión, quiere compartirlo con los demás, para que todos puedan recibir sus beneficios. El tesoro es Jesucristo. Nadie como Él puede llenar el corazón del hombre de paz y felicidad. Si Jesús vive en tu corazón, el deseo de compartirlo se convertirá en una necesidad. De aquí nace el sentido del apostolado cristiano. Cuando Jesús, más tarde, nos invite a tirar las redes nos dirá a cada uno de nosotros que debemos ser pescadores de hombres, que son muchos los que necesitan a Dios, que el hambre de trascendencia, de verdad, de felicidad... hay Alguien que puede colmarla por completo: Jesucristo. «Solamente Jesucristo es para nosotros todas las cosas (…). ¡Dichoso el hombre que espera en Él!» (San Ambrosio).

Nadie puede dar lo que no tiene o no ha recibido. Antes de hablar del Maestro, es necesario haber hablado con Él. Sólo si lo conocemos bien y nos hemos dejado conocer por Él, estaremos en condiciones de presentarlo a los demás, tal como hace Felipe en el Evangelio de hoy. Tal como han hecho tantos santos y santas a lo largo de la historia.

Tratar a Jesús, hablar con Él como un amigo habla con su amigo, confesarlo con una fe convencida: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Jn 1,49), recibirlo a menudo en la Eucaristía y visitarlo con frecuencia, escuchar atentamente sus palabras de perdón... todo ello nos ayudará a presentarlo mejor a los demás y a descubrir la alegría interior que produce el hecho de que muchas otras personas le conozcan y le amen.


2-20.
Hoy, Felipe nos da una lección impresionante al acompañar a Natanael hasta el Maestro.

Actúa como el amigo que desea compartir con otro el tesoro recién descubierto: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45).

Rápidamente, con ilusión, quiere compartirlo con los demás, para que todos puedan recibir sus beneficios. El tesoro es Jesucristo. Nadie como Él puede llenar el corazón del hombre de paz y felicidad.

Si Jesús vive en tu corazón, el deseo de compartirlo se convertirá en una necesidad. De aquí nace el sentido del apostolado cristiano. Cuando Jesús, más tarde, nos invite a tirar las redes nos dirá a cada uno de nosotros que debemos ser pescadores de hombres, que son muchos los que necesitan a Dios, que el hambre de trascendencia, de verdad, de felicidad... hay Alguien que puede colmarla por completo: Jesucristo. «Solamente Jesucristo es para nosotros todas las cosas (…). ¡Dichoso el hombre que espera en Él!» (San Ambrosio).

Nadie puede dar lo que no tiene o no ha recibido. Antes de hablar del Maestro, es necesario haber hablado con Él. Sólo si lo conocemos bien y nos hemos dejado conocer por Él, estaremos en condiciones de presentarlo a los demás, tal como hace Felipe en el Evangelio de hoy.

Tratar a Jesús, hablar con Él como un amigo habla con su amigo, confesarlo con una fe convencida: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Jn 1,49), recibirlo a menudo en la Eucaristía y visitarlo con frecuencia, escuchar atentamente sus palabras de perdón... todo ello nos ayudará a presentarlo mejor a los demás y a descubrir la alegría interior que produce el hecho de que muchas otras personas le conozcan y le amen.