SÁBADO DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA

 

Libro de Jeremías 11,18-20.

El Señor de los ejércitos me lo ha hecho saber y yo lo sé. Entonces tú me has hecho ver sus acciones. Y yo era como un manso cordero, llevado al matadero, sin saber que ellos urdían contra mí sus maquinaciones: "¡Destruyamos el árbol mientras tiene savia, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, y que nadie se acuerde más de su nombre!". Señor de los ejércitos, que juzgas con justicia, que sondeas las entrañas y los corazones, ¡que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he confiado mi causa!

Salmo 7,2-3.9-12.

Señor, Dios mío, en ti me refugio: sálvame de todos los que me persiguen;
líbrame, para que nadie pueda atraparme como un león, que destroza sin remedio.
El Señor es el Juez de las naciones: júzgame, Señor, conforme a mi justicia y de acuerdo con mi integridad.
¡Que se acabe la maldad de los impíos! Tú que sondeas las mentes y los corazones, tú que eres un Dios justo, apoya al inocente.
Mi escudo es el Dios Altísimo, que salva a los rectos de corazón.
Dios es un Juez justo y puede irritarse en cualquier momento.


Evangelio según San Juan 7,40-53.

Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta". Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?". Y por causa de él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?". Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre". Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita". Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?". Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta". Y cada uno regresó a su casa.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

 

LECTURAS 

1ª: Jr 11, 18-20  

2ª: Jn 7, 40-53 


1.

En esta primera lectura Jr utiliza la imagen del cordero manso llevado al matadero. Por el hecho de cumplir su misión y llamar al pueblo a la conversión, el profeta se ve rechazado y traicionado por sus propios hermanos. Es imagen de Jesús que, como un cordero, morirá para quitar el pecado del mundo.

MISA DOMINICAL 1990/07


2. SFT/REDENCION

La misma suerte de Jesús la vive Jeremías 6 siglos antes. También él fue perseguido por haber sido fiel a la Palabra de Dios.

La imagen del "cordero" nos sugiere la inocencia de esa pequeña víctima que no merece ser sacrificada. Esta imagen nos sugiere la liturgia del cordero pascual, cuyo sacrificio es útil al pueblo entero.

Todo hombre que sufre es una imagen de Cristo sufriente.

Todo sufrimiento, sobre todo si es llevado conscientemente y ofrecido, colabora en la redención y contribuye al salvar el mundo en unión con Jesús.

-"Pero tú, Señor... y el corazón". Hay por lo menos un lugar en el que ningún hombre es olvidado, en el que ninguna víctima desaparece; es el corazón de Dios.


3.

En el Evangelio de hoy, vemos dividirse la muchedumbre judía respecto a Jesús. Se trata de arresto fallido y de condena a muerte.

Jeremías vivió, en su propia carne, algo de ese mismo drama.

-Señor, me lo hiciste saber, y me enteré: Me descubriste sus maquinaciones.

En una plegaria a Dios, Jeremías reacciona.

En esa luz interior, descubre el complot que se está tramando contra él: «Señor, Tú me lo hiciste saber...» Si, por lo menos, llegara yo también a reaccionar de esa misma manera, a convertirlo todo en oración.

-Y yo estaba como un cordero manso que llevan al matadero...

La misma suerte de Jesús, Jeremías la vivió seis siglos antes; también él fue perseguido por haber sido fiel a la Palabra de Dios. La imagen del «cordero» nos sugiere la inocencia de esa pequeña víctima que no había merecido ser sacrificada. Por algo estaba allí.

Esa imagen nos sugiere ante todo la Liturgia del cordero pascual, cuyo sacrificio es útil al pueblo entero. Rescata para los demás.

Todo hombre que sufre es una imagen de Cristo sufriente.

Todo sufrimiento, sobre todo si es sobrellevado conscientemente y ofrecido, participa a la redención y contribuye a salvar al mundo, en unión con Jesús.

Te ofrezco, Señor, en este día, mis propios sufrimientos...

Te ofrezco también todo el peso de todos los sufrimientos de todos los hombres en el mundo. Ayúdales a descubrir, en lo posible, que su sufrimiento no está "perdido", sino que puede adquirir una misteriosa significación.

Y que todo «viernes santo» conduce a la aurora de Pascua.

-Destruyamos el árbol en su vigor. Arranquémoslo de la tierra de los vivos, a fin de que se olvide su nombre.

No se ha olvidado el nombre de Jeremías, ni el de Jesús.

Pero hay tantos en el mundo que, de hecho, son olvidados.

-Pero Tú, Señor del universo, que juzgas con justicia y escrutas los riñones y el corazón...

Hay, por lo menos, un lugar en el que ningún hombre es olvidado, en el que ninguna víctima desaparece: es el corazón de Dios.

¡Que esta certeza sea su consuelo y confortación!

Porque a Ti he confiado mi causa, Señor, Dios mío.

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»

Después de los gritos clamando venganza, tan naturales en el fondo, y que llenan las páginas del profeta Jeremías, se encuentra en ellas estas serenas palabras: «a Ti, Señor, confío mi causa». Dios, único recurso en ciertas situaciones, humanamente desesperadas.

Y a la hora de la muerte, de mi muerte, será «el» único recurso: no es cuestión de huir, entonces... o bien uno se encomienda en las manos del Padre, o bien... ¡nada! La nada.

Creo, Señor, pero aumenta mi fe y mi esperanza.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 148 s.


4. /Jr/11/18-23:/Jr/12/01-13

En esta lectura tenemos tres partes. Primeramente, una confesión del profeta a causa de una persecución de sus compatriotas y familiares (11,18; 12,6; 11,19-20b; 12,3; 11,20c-22); en segundo lugar, una cuestión planteada por Jeremías sobre la felicidad de los impíos (sus perseguidores) y la aparente desventura de los buenos (cf. la muerte repentina del rey Josías) (12,1-2.4-5), finalmente, una lamentación del mismo Yahvé porque le han forzado a abandonar a su pueblo (12,7-13). El profeta experimenta profundamente la persecución que, a causa de su predicación radical, están tramando contra él incluso sus familiares y sus amigos. Consciente de su propia debilidad, pide ayuda a Yahvé. Esta persecución, y tal vez la experiencia de otros casos de justos que sufren y de impíos que viven felices, le mueve a preguntar a Yahvé por qué los malos viven llenos de bendiciones. La respuesta de Yahvé desconcierta al profeta: verá cosas todavía peores y, a pesar de ello, tendrá que resistir firmemente y cumplir su deber entre inseguridades. El mismo Yahvé se debate entre su deseo de salvar y demostrar positivamente su amor, y su sentido de la justicia, que le obliga a castigar y corregir a su pueblo. Si el mismo Yahvé sufre por su relación con los hombres, ¿cómo puede pretender Jeremías vivir tranquilo y sin dificultades? El profeta lucha sinceramente entre su modo de ser y la misión que él encuentra plenamente desconcertante y contraria a su mentalidad. Llega a pensar que su mensaje es contraproducente, ya que provoca reacciones violentas contra el mensajero de la palabra de Dios. Pero recibe una respuesta: de hecho, todavía debe prepararse a vivir en mayor desconcierto; el mismo Yahvé tiene que hacerse violencia a la hora de poner en práctica su plan de salvación.

Está claro que leer esta confesión en momentos en que nos preparamos a revivir la Pascua del Señor obedece a la idea de que en esta Pascua se juega algo muy fundamental: el sincero sufrimiento de Dios a causa de sus hijos, y del Hijo a causa de sus hermanos. La salvación siempre pasará por el desconcierto, por la cruz, por la oscuridad de la fe. Pero el cristiano que se dispone a rememorar y revivir la Pascua ve, a través de la incertidumbre, la claridad y la luz de la nueva vida que el Señor instaura venciendo a la muerte.

R. DE SIVATTE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 164 s.


5.

En el evangelio escucharemos cómo la persona de Jesús, concretamente su origen, provoca discusiones y postura diversas. Se ignora lo más profundo de su personalidad: su origen divino. La vida de los hombres se decide según la actitud vivencial que tomen con respecto a Jesús.

MISA DOMINICAL 1990/7-25


6. J/VIOLENCIA:

Los que habían ordenado la detención preguntan irritados "¿Por qué no lo habéis traído?" Y la respuesta de los guardias del templo es un testimonio involuntario en favor del poder que tiene la palabra de Jesús: "Jamás hombre alguno habló como habla este hombre". En la palabra de Jesús late la fuerza peculiar de la palabra reveladora que llega de Dios, con su fuerza persuasiva y su fascinación específica. Buena prueba de ello es también el que, según Juan, Jesús sólo obra mediante la palabra. No dispone de ningún otro poder y por eso mismo no forma parte de los candidatos mesiánicos zelotas, que actuaban con acciones violentas y terroristas y que acabaron declarando la guerra a Roma. Ni siquiera entre las primeras acusaciones judías contra Jesús se encuentra jamás la de que Jesús hubiera practicado la violencia.

Aquellos sencillos alguaciles del templo no pueden escapar al embrujo de la Palabra de Jesús y es eso precisamente lo que más irrita a los fariseos. "¿También vosotros os habéis dejado embaucar?".

Para los fariseos Jesús es un "embaucador del pueblo" "un predicador despreciable" contra el que hay que proteger a la gente. Esta era evidentemente la etiqueta que el fariseísmo había puesto a Jesús.

Y ahora ponen su propia conducta, la de los fariseos, como modelo a imitar "¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley, son unos malditos".

Este es el comportamiento de la clase dirigente judía frente a Jesús. Ni Jesús ni la Iglesia primitiva tuvieron seguidores o muy contados entre la clase dirigente judía.

Ellos, los que lo aceptan, son unos malditos, la escoria de los pueblos de la tierra.

Es una designación despectiva de quienes ignoran la ley mosaica, de aquellos que "como tales" no pertenecían al verdadero Israel... aunque fueran judíos. El Israel auténtico lo representaban únicamente los varones de la Ley y los círculos que seguían su dirección.

El sentido de la afirmación es éste; quien ha estudiado la Torá -la Ley- y la conoce, no puede ser un seguidor de Jesús.

Sólo las gentes que ignoran la Ley y que pertenecen al "pueblo de la tierra" pueden dejarse embaucar por ese Jesús.

Manifiestan su desprecio por la multitud ignorante. El pueblo no cuenta para ellos ni tampoco su opinión. No conoce la Ley porque no la estudia; en consecuencia, no puede practicarla y así, según ellos, tampoco agradar a Dios; están malditos. Los fariseos habían creado una religión de elite; sólo quienes estudian pueden estar a bien con Dios.

Juan el Evangelista, en este pasaje, está retratando a los fariseos y resaltando su contraste con Jesús. Mientras Jesús se compadece de la muchedumbre ellos se colocan por encima de ella y afirman con arrogancia su superioridad. Ellos se sienten seguros en la Ley, que es su dominio y su sabiduría. Confunden el conocimiento de la Ley con el conocimiento de Dios. Para ellos, los que están fuera de la Ley están desviados, y sin embargo, son ellos los que han sido extraviados por la Ley.

La única desviación que conoce Jesús consiste en separarse del hombre y de su bien, separándose así de Dios, al Padre, que quiere la vida del hombre.

"Nicodemo el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: ¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?"

Este fariseo notable que pertenecía al círculo de los miembros del Consejo y que ya había visitado a Jesús de noche, muestra su preocupación por la justicia y reprocha a sus colegas saltarse las prescripciones de su misma Ley.

Piensa que la Ley puede usarse como instrumento de justicia. No se da cuenta de que en manos de los dirigentes, es sólo un medio de dominio y de venganza.

En nombre de esa Ley será crucificado Jesús. Y la protesta de este hombre, de este fariseo, contra esta última injusticia, consistirá en dar sepultura a su cuerpo.

"Ellos le replicaron: ¿También tú eres Galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas".

En lugar de responder a Nicodemo, lo insultan. Lo llaman Galileo, como uno de la plebe.

Tratándolo como a un ignorante, recomiendan a Nicodemo que estudie. Llegan a querer apoyar su prejuicio en la Escritura: "verás que de Galilea no salen profetas".

BI/INTERPRETACION: Jesús había afirmado que el estudio de la Escritura debería haber llevado a los dirigentes a darle fe, pues daba testimonio de su persona. Ahora, los fariseos recomiendan a Nicodemo el estudio de la misma EScritura para disuadirlo de tomar partido por Jesús. Aquí se trasluce la controversia entre comunidad cristiana y sinagoga acerca del valor profético de la Escritura. Esta como toda señal, es ambigua; su interpretación depende de la disposición profunda del hombre, de los objetivos que se proponga (5, 42-44).

No en vano ha señalado Jesús la insuficiencia de todo criterio que no sean sus obras en favor del hombre, (5, 36 s), pero incluso éstas no serán entendidas por aquel que no esté de antemano dispuesto a secundar el designio de Dios creador. (7, 17).

La creencia bíblica no basta para descubrir verdaderamente quien es El. No es primero en los libros que se descubre a Cristo. Los escribas y los fariseos eran la más alta autoridad doctrinal, los mejores especialistas en discusiones sobre la Escritura. Según ellos, en Jesús no se cumplen todas las condiciones necesarias: no es el Mesías.

La condición esencial para conocer a Dios es la humildad. Hay que saber desprenderse de sí mismo, renunciar a sus propios puntas de vista dejarse conducir.

Jamás hombre alguno... "Muchos hombres de hoy se quedan con esta admiración, Jesús es un gran hombre... un genio espiritual... un sabio.


7.

Tomar partido por Cristo.

-De la muchedumbre, a propósito de Jesús, unos decían... otros decían...

Jesús sigue siendo un misterio para sus contemporáneos.

¿Quién es? ¿De dónde viene? Las discusiones simplemente humanas no alcanzan a dar una respuesta.

-Y se originó un desacuerdo en la multitud por su causa.

Y yo, ¿qué digo de Jesús? ¿Tomo partido, claramente?

-¿No dice la Escritura que...?

Incluso la ciencia bíblica no basta para descubrir verdaderamente quién es El. No es primero en los libros que se descubre a Cristo. Los escribas y los fariseos eran la más alta autoridad doctrinal, los mejores especialistas en discusiones sobre la Escritura -sus referencias son prueba de ello-.

Según ellos, en Jesús no se cumplen todas las condiciones necesarias: no es el Mesías.

La condición esencial para conocer a Dios es la humildad.

Hay que saber desprenderse de sí mismo, renunciar a sus propios puntos de vista, dejarse conducir.

Más allá de mis dudas y de mis preguntas, Señor, haz que te conozca. Acepto no saber captar todo. Sé que no puedo comprenderlo todo.

-Del linaje de David y de la aldea de Belén ha de venir el Mesías.

A menudo es así: los detalles nos bloquean.

Nos quedamos en bagatelas.

No sabemos superar las apariencias.

Y sin embargo, era ciertamente ¡"de Belén" que él venía! Pero también ¡"de mucho más lejos" que Belén! Esa pequeña aldea podía ser causa de ilusión.

Dios permanece escondido detrás de las apariencias humanas.

Los guardias, enviados por los príncipes de los sacerdotes para arrestarle volvieron diciendo: ¡Jamás hombre alguno habló como este! Los alguaciles del Sanedrín no se atrevieron a ponerle la mano encima, como se les había mandado. Quedaron subyugados, seducidos.

Este detalle es importante. Nos muestra que algo debía emanar de Jesús: se adivinaba una personalidad excepcional, fascinante.

Muchos hombres, hoy, se quedan con esta admiración:

Jesús es un gran hombre..., un genio espiritual..., un sabio...

Tú eres, Señor, mucho más que esto: "creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios. Luz de Luz... Por Quien todo fue hecho.

-"¿Acaso algún magistrado o fariseo ha creído en él?" "Pero esta gentuza que ignora la Ley, son unos malditos".

He aquí lo que dicen los fariseos. ¡Qué aplomo! ¡Qué desprecio a todos los que no piensan como ellos, esas gentes que no conocen la Escritura!

-Nicodemo, el que había ido antes a él, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley condena a un hombre antes de oírle?--¿También tú eres Galileo?

No resulta fácil tomar partido por Jesús. Se corre el riesgo de ser mal visto; de ser juzgado con él.

¿Soy capaz de correr ese riesgo? ¿Soy capaz de ser despreciado y juzgado mal, por el hecho de seguir a Jesús? ¿Hasta dónde llega mi fe? ¿Qué compromiso contraigo con ella?

¿Soy cristiano solamente cuando es fácil? ¿O bien lo soy también cuando el serlo requiere comprometerse?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 152 s.


8.

1. Jeremías aparece hoy como figura de Jesús, un justo perseguido por su condición de profeta valiente, que de parte de Dios anuncia y denuncia a un pueblo que no quiere oir sus palabras.

Jeremías se da cuenta de «los planes homicidas» que están tramando los que le quieren ver callado. Y se dirige con confianza a Dios pidiendo su ayuda para que no prosperen los planes de sus enemigos: «a ti he encomendado mi causa, Señor Dios mío».

El drama de Jeremías es estremecedor. La suya es una figura patética, por haber sido llamado por Dios para ser profeta en tiempos muy difíciles. Pero prevalece en él la confianza, como se ha encargado de recoger el salmo de hoy: «Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame, apoya al inocente, tú que sondeas el corazón, tú, el Dios justo».

2. En estos días para nosotros cristianos la figura más impresionante es la de Jesús, que camina con decisión, aunque con sufrimiento, hacia el sacrificio de la cruz.

De nuevo es signo de contradicción: unos lo aceptan, otros lo rechazan. Los guardias quedan maravillados de cómo habla. Los dirigentes del pueblo discuten entre ellos, pero no le quieren reconocer, por motivos débiles, contados aqui no sin cierta ironia por Juan: al lado de los grandes signos que hace Jesús, ¿tan importante es de qué pueblo tiene que provenir el Mesías?

Jesús es presentado hoy como el nuevo Jeremías. También él es perseguido, condenado a muerte por los que se escandalizan de su mensaje. Será también «como cordero manso llevado al matadero». Confía en Dios: si Jeremías pide «Señor, a ti me acojo», Jesús en la cruz grita: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Pero Jesús muestra una entereza y un estilo diferente. Jeremías pedía a Dios que le vengara de sus enemigos. Jesús muere pidiendo a Dios que perdone a sus verdugos.

3. Nuestra actitud hacia Cristo se va haciendo cada vez más contemplativa.

Vamos admirando su decisión radical, su fidelidad a la misión encomendada, su solidaridad con todos nosotros, en su camino hacia la cruz. Esta admiración irá creciendo a medida que nos aproximemos al Triduo Pascual.

Seguramente notamos también en el mundo de hoy esos «argumentos» tan superficiales por los que los «sabios» rechazan a Jesús o le ignoran, o intentan desprestigiar a sus portavoces, o a la Iglesia en general. Las personas sencillas -los guardias, y ésos a quienes los jefes llaman «chusma»- sí saben ver la verdad donde está, y creen.

Nosotros hemos tomado partido por Jesús. La Pascua que preparamos y que celebraremos nos ayudará a que esta fe no sea meramente rutinaria, sino más consciente. Y deberíamos hacer el propósito de ayudar a otros a que esta Pascua sea una luz encendida para todos, jóvenes o mayores, y logren descubrir la persona de Jesús.

«Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor» (oración)

«Yo, como cordero manso, llevado al matadero» (la lectura)

«Señor, Dios mío, a ti me acojo» (salmo)

«Jamás ha hablado nadie así» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 90-92


9.

Primera lectura : Jeremías 11, 18-20 El Señor me instruyó y comprendí, me explicó lo que hacían
Salmo responsorial : 7, 2-3.9bc-10.11-12 Señor, Dios mío, a ti me acojo
Evangelio : Juan 7, 40-53 ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías?

La actividad de Jesús, sus palabras y sus hechos, crearon desconcierto y confusión en muchas personas. Mientras el pueblo esperaba un gran profeta (Dt 18,15) o a Elías mismo en persona (Mal 4,5-6 ó 3,23-24) aparece Jesús, cuestionador de la estructura y el poder central del Templo. ¿Cómo es posible que un campesino, venido de Galilea, se atreva a criticar el poder central? El pueblo entra aún en mayor confusión, cuando la oficialidad judía, casi en su totalidad, encuentra en Jesús más motivos de condenación que de aprobación.

Dejar de seguir a los maestros tradicionales era ya un gran problema. Y seguir a un campesino, alejado del poder, era un gran riesgo. Y si a esto añadimos lo que Jesús ofrece -vida eterna como enviado del Padre- se corría el riesgo, al seguirlo, de ser acusados de blasfemia. La conmoción llegó hasta las principales autoridades religiosas, que también se dividieron entre quienes querían apresar a Jesús y quienes consideraban que no se le podía condenar sin estar seguros de la acusación.

La relectura de este evangelio nos sitúa en el hoy de nuestra América. En su esperanza de cambio, ella también vive dividida. Sus ojos muchas veces se han ido en busca de mesianismos de poder, que la han llevado hasta la venta de su honor. Y muchas veces no hemos tenido ojos para los profetas humildes que recorren nuestros barrios y nuestros campos, testimoniando y comprometiéndose con el oprimido.

Los profetas que necesitamos no vendrán de fuera. Los tenemos aquí, están en los rostros sufrientes del hambre y la violencia. Nuestros profetas hoy son lavanderas, agricultores, indígenas, afroamericanos, padres y madres de familia que aunque no profetizan con palabras que publiquen los diarios, sí lo hacen con su testimonio diario y con su esperanza, que cada día se reviste de resistencia frente a las mil formas de desánimo que lo amenazaban. ¿Qué mayor profetismo podemos esperar que ese de dar la vida por la Vida?

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


10.

La escena evangélica de hoy se desarrolla en torno a las fiestas de los tabernáculos o de las chozas, una de las tres ocasiones que los israelitas visitaban Jersulén. Era una fiesta cargada de mesianismo y de expectativas.

Para muchos, esta fiesta se asociaba al triunfo definitivo de la experiencia del Reino de Dios y nadie quería perderse tal espectáculo, y menos todo lo que iba a ocurrir en la ciudad santa de Jerusalén. Por eso había tanta gente allí, y las preguntas que se hacen acerca de Jesús; se asocia la personalidad de Jesús, rica, misteriosa, popular, y profética, con la expectativa mesiánica que se vive en plena dominación romana, con tanto soldado romano pululando por la ciudad para mantener el control público.

Se discute abiertamente sobre la posibilidad de que sea o no el Mesías, se barajan los criterios de lugar, clase social, autoridad en la enseñanza, continuidad con las instituciones, etc. Y Jesús, a los que llevaban el encargo de prenderlo, los convence con su palabra.

Pero la autoridad establecida empieza a cuestionar la procedencia de Jesús y plantea abiertamente la posibilidad de una condena.

Este relato es importante comentarlo como instrucción bíblica porque nos ayudará a entender en la vivencia de la Semana Santa y, en nuestra reflexión, las causas de la muerte de Jesús, la validez o injusticia de su condena y las implicaciones para la nueva comunidad.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


11. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

De nuevo con las reservas; más aún: con las resistencias autosuficientes y los portazos de un prejuicio seguro de sí. A Jesús, según el evangelio de Juan, le trajo mala suerte venir de Galilea. Recordamos la desconfianza de Natanael: "¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?". Pero Natanael se rindió ante un pequeño indicio. Ahora las cosas no son tan fáciles. Comienzan con un interrogante: "¿Es que de Galilea va a venir el Mesías?". Y acaban con una afirmación hecha con todo aplomo: "Estudia y verás que de Galilea no salen profetas". Es un estribillo que nos suena. En latín diríamos: extra Iudaeam nulla prophetia ("fuera de Judea no hay profecía"). Nos suena a aquella expresión desafortunadamente interpretada: extra Ecclesiam nulla salus ("fuera de la Iglesia no hay salvación que valga").

La objeción sobre los orígenes de Jesús tiene más formas: "¿Es que de María puede salir algo bueno"? Algo así pensaban los nazaretanos cuando Jesús apareció en su pueblo y los de su tierra se le cerraron a la banda.

Y si en lugar de retroceder hacia los orígenes de Jesús nos movemos hacia su prolongación actual, topamos con el mismo estribillo: "¿Es que de la Iglesia puede salir algo bueno?". Después del pasado annus horribilis, este interrogante le suena a mucha gente a mera pregunta retórica: es el levísimo disfraz de una afirmación apabullante.

Pero también me puede pasar a mí y te puede pasar a ti. Si soy de derechas, me hago mis preguntas retóricas: "¿es que de la izquierda puede salir algo bueno?". Si eres de izquierdas, ¡oh improbable lector de estas líneas!, lanzas el correspondiente interrogante con parecido desdén. Y ahora una pregunta para mí y para ti, para los dos y para todos: "¿nos atreveremos a mirar a las cosas directamente, en sí mismas, a la cara, facie ad faciem, más allá de nuestros solidísimos prejuicios y de nuestras inamovibles certezas nacidas (¡qué atrevimiento!) de un 'sesudo estudio' (Jn 7,52)?".

Vuestro amigo.

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail.com)


12. CLARETIANOS 2003

Evocando el comienzo de la reflexión de ayer, podemos recordar hoy otra frase socorrida: “¿es que le vas a enseñar a tu padre a tener hijos?”. Algo así pensaban los sumos sacerdotes y fariseos que pinta Juan en el evangelio de hoy. Una historia, tomada del mundo de la política, y recordada por un periodista días antes del ataque a Irak, ilustra bien sobre la soberbia y autosuficiencia que pueden darse en los expertos. Dice así:

El aristócrata llama al mayordomo y le hace una serie de preguntas de alta política: “¿Usted qué haría?”. El mayordomo no comprende ni el enunciado: “No entiendo de esas cosas”, contesta avergonzado. El aristócrata le manda retirarse y paladea su triunfo ante los demás contertulios: “¿Os dais cuenta? Por eso no creo en la democracia. Porque las decisiones de un Estado no pueden depender de unos cuantos millones de personas tan ignorantes como ésta”.

Algo semejante es lo que sucede en el episodio de hoy. Los guardias declaran: “Jamás ha hablado nadie como ese hombre”. Los fariseos replican: “¿también vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos”.

Y recordamos, por contraste, el grito de júbilo de Jesús: “Te glorifico, Padre, señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a sabios y entendidos y las revelaste a niños/a gente sencilla. Sí, padre, porque así te ha parecido bien” (Lc 10,21; par. Mt 11,25-26). Es el motivo de la eudokía divina (el beneplácito divino), que no se atiene a los criterios elaborados por cierta sabiduría humana. Algunos exégetas dicen que en este texto Jesús se incluye en el número de los pequeños y alaba al Padre por la revelación con que él mismo ha sido agraciado.

El conocimiento de Dios no es cuestión de neuronas. Es el Espíritu el que nos sensibiliza para abrirnos a la verdad de Dios, a su amor, a la vida nueva que quiere comunicarnos. Jesús lo deja bien claro. Y un judío que pasó por la experiencia de los campos de concentración y que posteriormente se hizo cristiano (Víctor Frankl, el fundador de la logoterapia) decía que encontrar sentido es independiente de la edad, del sexo, del cociente intelectual y del grado de instrucción de la persona.

Pablo Largo: pldomizgil@hotmail.com


13. 2001

COMENTARIO 1

El pueblo anda dividido sobre quién es Jesús: "Al oír estas palabras, algunos de la multitud decían: -Ciertamente éste es el Profeta. Decían otros: -Éste es el Mesías. Pero aquéllos replicaban: -¿Es que el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice aquel pasaje que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?" (vv. 40-42).

Dos opiniones son positivas, pero un grupo niega el mesianismo de Jesús, basándose en el pretendido ori­gen y lugar de nacimiento. El evangelista no decide; para él, lo único importante es la misión divina (vv. 41b-43). El tercer grupo es hostil a Jesús (v. 44).

La vuelta de los guardias con las manos vacías (v. 45), sin haber prendido a Jesús, provoca la indig­nación de los fariseos. Los guardias se han impresionado al ver a Jesús y los fariseos se exasperan ante la actitud de los guardias, tachando a Jesús de impostor: "Replicaron los guardias: Nunca hombre alguno ha hablado así. Les replicaron los fariseos: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? ¿Es que alguno de los jefes le ha dado su adhesión ó al­guno de los fariseos? En cambio, esa plebe que no conoce la Ley está maldita".

Según los fariseos, la opinión oficial es normativa para todos; los individuos no tienen dere­cho a formarse un juicio; desprecian al pueblo, maldito porque no conoce la Ley y no puede practicarla; sólo quienes estudian pueden estar a bien con Dios; la suya es una religión de elite. Los fariseos confunden el conoci­miento de la Ley con el conocimiento de Dios (v. 49).

Nicodemo, fariseo (3,1), apoyándose en la Ley, exige un juicio justo (Dt 1,16-17) (50-51); son las obras (lo que hace), no los prejuicios, las que han de decidir. No se da cuenta de que los fariseos han hecho de la Ley un instru­mento de injusticia. Pero los fariseos atacan a Nicodemo: "¿Es que también tú eres de Galilea? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas" (52). Ellos no respon­den a la cuestión que ha planteado, no atienden a razones; quieren in­sultar a Nicodemo (galileo, como Jesús); lo tachan de ignorante (estu­dia). Están obnubilados por su aversión a Jesús. Ni consideran la posibilidad de que sea el Mesías (un profeta).


COMENTARIO 2

El Evangelio refleja la división de opiniones que existía en torno a la figura de Jesús. Para unos es un profeta, para otros el Mesías y para los soldados alguien que habla como nadie lo había hecho. Pero aparecen de nuevo los sabios, las autoridades "dueñas" del conocimiento e interpretación de la Escritura para decir que por su origen Galileo es un farsa y los que han creído en él, lo han hecho por ignorancia. Sus argumentos "legales" serán tildados de ilegales por uno mismo de ellos (Nicodemo), pues no se puede condenar a quien no ha sido escuchado y visto en su obrar. Termina así el capítulo séptimo con las mismas autoridades que persiguen a Jesús, con la misma utilización de la Escritura para justificar su visión errada del proyecto de Dios y con el desconocimiento de la voluntad de Dios en la mesianidad de Jesús. De todo esto quedan algunas enseñanzas para nuestra vivencia cristiana: la sencillez es condición fundamental para reconocer el proyecto de Jesús. Los poderosos, pero también muchas comunidades cristianas populares, interpretan la Palabra con la hermenéutica de la manipulación. La valentía de Nicodemo es necesaria cuando se toma partido por el Evangelio. Los cristianos de hoy no deberíamos asustarnos de ser como Jesús, signos de contradicción en un mundo que caminando de espaldas al Evangelio, persigue la justicia, justifica sus fechorías con la palabra o con la ciencia, y descalifica a los que son de Galilea o del mundo de los empobrecidos. Los inicios del tercer milenio son también tiempos de unidad con todos, de Galilea o de Judea, porque lo que nos une no es el origen, sino la lucha por un mundo donde la vida florezca para los pobres y para la tierra.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


14. 2002

Hasta en el Supremo Consejo de los judíos, el Sanedrín, hay quien admira y quien defiende a Jesús: es Nicodemo, el maestro que fue a visitarlo de noche y que recibió la revelación de que todos podemos nacer de nuevo, del agua y del Espíritu, a una vida de digni­dad, de libertad y de dicha. Nicodemo recuerda a sus colegas, que tienen decidido un juicio sumario contra Jesús, que a nadie se le puede condenar sin haberlo escuchado y haberle dado oportunidad de defenderse. En respuesta sus colegas lo insultan.

Ahora nos toca a nosotros decidirnos por Jesús, por la humildad y debilidad de Él y de sus discípulos y seguidores, y por la de los pobres y los humillados de la tierra. Él es el Profeta Y el Mesías de la dignidad de todo ser humano. Él anuncia y realiza la voluntad salvifica de Dios que vela por sus hijos y que no deja­rá impune ningún crimen cometido contra los inocen­tes, los pequeños hijos de su bondad.

Ya casi terminando esta Cuaresma de preparación a la Pascua de Jesús, se nos urge a que tomemos par­tido por Jesús, como Nicodemo. A que asumamos la defensa del derecho y de la justicia, de la solidaridad y la paz. A que a pesar de que nos persigan y rechacen como a los profetas, asumamos la causa de Dios que Jesús vino a mostrarnos: la vida en plenitud de todos sus hijos e hijas.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


15. DOMINICOS 2003

Nadie habló como este hombre

Finalizamos la semana escuchando en la liturgia nuevas confidencias del profeta Jeremías, perseguido y despreciado, y nuevas revelaciones sobre la vida de Jesús ‘escondiéndose’ de algunos hombres como si fuera un malhechor.

Pueden servirnos de referencia positiva las palabras de unos guardias amonestados porque no prendieron al Maestro mientras hablaba a las gentes: ¿cómo prenderle?, Jamás hombre alguno habló como éste (Jn 7,46)  revelándonos el rostro de Dios Padre, enseñándonos a vivir en el espíritu de las bienaventuranzas, promoviendo un reino de justicia, amor y paz, denunciando la letra que mata y alentando al espíritu, acogiéndonos a todos como a amigos y hermanos, mostrando que todo buen samaritano –y sólo él- es amado del Padre, mostrándose a todos como liberador de la esclavitud del pecado...

Las confidencias de Jeremías y de Jesús nos ponen de manifiesto el realismo de nuestra vida histórica, con su carga de dolor y con esperanza, alegría, gozo, caridad, que son augurio de vida eterna feliz.

En nuestra acción litúrgica tratemos nosotros de vernos hermanados con el profeta y con Jesús, con la gratitud por haber sido llamados en fe, esperanza y caridad, a formar parte de la familia de hijos de Dios en Cristo, con María, José y todos los santos.

ORACIÓN:

Te pedimos, Señor en esta celebración un cúmulo de gracias: que a ningún justo, pobre, hermano, acechemos con ojos de maldad. Que no seamos promotores de odios, discordias, injusticias, sino de paz. Que seamos testigos valientes de tu amor a nosotros, y lo proclamemos. Que ayudemos en sus momentos difíciles a cuantos pasan por tribulaciones. Que no tengamos otro gozo y felicidad sino los de ver y hacer felices a los demás. Amén.

 

Palabra que ilumina

Profeta Jeremías 11, 18-20:

“En aquel tiempo dijo Jeremías: el Señor me instruyó y comprendí. Él me explicó lo que tramaban contra mí.

Yo, como un manso cordero, llevado al matadero, no sabía cuáles eran sus planes homicidas contra mí. Ellos se decían: ‘talemos el árbol en su lozanía; arranquémoslo de la tierra vital; que su nombre no se pronuncie más’.

Pero sé, Señor, que tú juzgas rectamente, que pruebas las entrañas y el corazón. Por eso veré mi venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa, Señor Dios mío...”

En el profeta descubrimos: conciencia de su situación, asunción de su responsabilidad y misión, confianza en el Señor al que se debe totalmente, convicción de que al final resplandecerá la luz de la verdad. Ése es un buen camino a seguir.

Evangelio según san Juan 7, 40-53:

“Al oír los discursos de Jesús en el templo, algunos decían: éste es de verdad el profeta; y otros decían: éste es el Mesías. Pero había otros que decían: ¿es que de Galilea va a salir el Mesías?...

Así, entre la gente hubo discordia por su causa, y algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima... Los guardias del templo informaron de ello a los fariseos y sacerdotes, y estos les dijeron: ¿por qué no lo habéis traído? Respondieron: jamás ha hablado nadie así. Los fariseos les replicaron: ¿también vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él ...”

El contraste de pareceres es manifiesto: al que quiere ver, se le hace clara la vida y verdad de Jesús; al que no quiere ver, no hay profeta, mesías, taumaturgo, santo que le pueda convencer. Ése es nuestro drama. Elijamos ser discípulos de la verdad.

 

Momento de reflexión

De nuevo Jeremías y Jesús se miran con amor.

Tomemos a Jeremías en su papel de prefigurador del Mesías, de Jesús, y tomemos de sus palabras el importantísimo mensaje de aceptación de la voluntad de Dios, con sus gozos y tribulaciones, dentro de la peculiar vocación asumida por cada cual como pequeño profeta.

El profeta, como cordero enmudecido, ha de saber caminar incluso hacia la muerte de sí mismo, traicionado y vendido,  si en ello culmina su destino.  El profeta, con mirada lanzada al futuro, augurará siempre que todo mesías venidero habrá de sufrir tratamiento parecido al de Jesús y al del Justo, hasta ser elevado a la cruz.

En perspectiva de fe, esto significa sencillamente que nuestra vida en Cristo, Mesías, Salvador, no ha de ser camino de rosas sino de dificultades, de entereza, de riesgo, de entrega, y de triunfo final.

¿No tenemos constancia de que ha sido así  en toda la historia de la Iglesia? ¿No prevemos que seguirá siéndolo en el futuro de la humanidad? La vida es lucha, valor, victoria...

División entre los oyentes de Jesús y burla del justo.

Leído el texto del Evangelio que nos narra cómo el Señor, Jesús, se ve sometido por la gente a un tratamiento similar al del profeta Jeremías, en sus tribulaciones, pero sin renunciar nunca al cumplimiento de misión salvífica, hemos de meditar muy delicadamente  sobre tres actitudes principales que se ponen en escena:

La de quienes, oyendo a Jesús, le consideran sinceramente Profeta y Mesías, teniendo en frente a quienes le toman por un vulgar  embaucador. ¿Quién nos da esa fe en Jesús o nos insufla ese espíritu que lo desprecia?

La de quienes, obligados por la ley u el orden cívico, se acercan para detener a Jesús, pero quedan fascinados, prendidos de sus gestos y palabras. ¿Qué calidad interior se precisa para ser prisionero de esos nobles sentimientos?

La de algunos fariseos y sacerdotes que, orgullosos, apostrofan a los humildes que se adhieren a Él: Imbéciles, ¿algún sabio, letrado, fariseo, sacerdote, le ha creído? ¿quiénes sois vosotros para opinar?

Líbranos, Señor, de esa soberbia y haznos accesibles a tu luz y verdad.


16.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Me cercaban olas  mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo; en el peligro invoque al Señor; desde su templo Él escuchó mi voz» (Sal 17,5-7).

Colecta (del misal anterior y, antes, del Gelasiano): «Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor, ya que sin tu ayuda no podemos complacerte».

Comunión: «Hemos sido rescatados a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha» (1 Pe 1,19).

Postcomunión: «Que tus santos misterios nos purifiquen, Señor, y que por su acción eficaz nos vuelvan agradables a tus ojos».

Jeremías 11,18-20: Yo era como un cordero manso llevado al matadero. Las persecuciones sufridas por Jeremías profeta le convierten en una imagen de Cristo durante su Pasión. Su dolor es símbolo del de Cristo, a cuya Pasión aplica la Iglesia en su liturgia la imagen del árbol derribado en pleno vigor. Pero en el profeta aún no se ve la imagen plena del amor para con los enemigos, que Cristo enseñó con su palabra y su ejemplo. Prevalece la confianza y la imagen emocionante del cordero manso, llevado al matadero que ha inspirado el canto del Siervo de Dios en Isaías (53,6-7) y le ha hecho símbolo de la Pasión del Cordero de Dios (Mt 26,63; Jn 1,29; Hch 8,32).

Oigamos a San Juan Crisóstomo:

«La sangre derramada por Cristo reproduce en nosotros la imagen del rey: no permite que se malogre la nobleza del alma; riega el alma con profusión, y le inspira el amor a la virtud. Esta sangre hace huir a los demonios, atrae a los ángeles...; esta sangre ha lavado a todo el mundo y ha facilitado el camino del cielo» (Homilía 45, sobre el Evangelio de San Juan).   

Y San León Magno dice:

«Efectivamente, la encarnación del Verbo, lo mismo que la muerte y resurrección de Cristo, ha venido a ser la salvación de todos los fieles, y la sangre del único justo nos ha dado, a nosotros que la creemos derramada para la  reconciliación del mundo, lo que concedió a nuestros padres, que igualmente creyeron que sería derramada» (Sermón 15, sobre la Pasión).

–El Salmo 7 es muy apropiado para la lectura anterior, pues expresa la súplica del Justo por antonomasia, condenado injustamente. El Padre lo deja morir para mostrar su extremada misericordia y su amor para con los hombres, a quienes redime del pecado, conduciéndolos a la gloria eterna: «Señor, Dios mío, A Ti me acojo, líbrame de mis enemigos y perseguidores y sálvame, que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio. Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí. Cese la maldad de los culpables y apoya Tú al inocente, Tú que sondeas el corazón y las entrañas, Tú, el Dios justo. Mi escudo es Dios que salva a los rectos de corazón. Dios es un juez justo. Dios amenaza cada día»

Juan 7,40-53: ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? Ante las nuevas afirmaciones de Jesús, las discusiones de sus enemigos se hacen más vivas. En su desprecio al pueblo, los fariseos rechazan a los que creen en Jesús e increpan a Nicodemo, porque siendo fariseo defendía a Jesús.

Jesús es el signo de contradicción en el mundo: divide a los hombres y a sus opiniones con su sola presencia. Obliga a todos a definirse, tanto en su época palestinense como también ahora. El Perseguido, en su apariencia humilde de galileo, es Señor de su destino y del destino de todos. Sus perseguidores tendrán que exclamar, como hizo un día Juliano el Apóstata: «¡Venciste, Galileo!» Pero a nosotros nos conviene gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, según expresión paulina. San Juan Crisóstomo nos exhorta a confesar a Cristo crucificado:

«Oigan esto cuantos se avergüenzan de la Pasión y de la Cruz de Cristo. Porque si el Príncipe de los Apóstoles, aun antes de entender claramente este misterio, fue llamado Satanás por haberse avergonzado de él, ¿qué perdón pueden tener aquellos que, después de tan manifiesta demostración, niegan la economía de la Cruz? Porque si el que así fue proclamado bienaventurado, si el que tan gloriosa confesión hizo, tal palabra hubo de oir, considerar lo que habrán de sufrir los que, después de todo eso, destruyen y anulan el misterio de la Cruz» (Homilía sobre San Mateo 54).


17. DOMINICOS 2004

"Señor, Dios mío, a ti me acojo"

La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Jeremías 11,18-20
El Señor me ha advertido y he llegado a entenderlo. Tú, Señor, me has manifestado sus maniobras. Yo era como un manso cordero que es llevado al matadero, ignorante de las tramas que estaban urdiendo contra mí. «¡Destruyamos el árbol con su fruto, arranquémoslo de la tierra de los vivos y no se recuerde más su nombre!».

¡Pero tú, Señor omnipotente, que juzgas con justicia y ves los sentimientos y los pensamientos, haz que yo pueda ver tu venganza contra ellos, porque a ti he confiado mi causa!

Evangelio: Juan 7,40-53
Al escuchar estas palabras, algunos de entre la gente decían: «Éste es verdaderamente el profeta».

Y otros: «Éste es el mesías».

Otros, por el contrario: «¿Es que el mesías puede venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el mesías tiene que venir de la estirpe de David y de Belén, el pueblecito de donde era David?».

Así pues, acerca de él había entre la gente división de opiniones. Y algunos querían prenderlo, pero nadie puso las manos en él. Los guardias volvieron sin él. Los fariseos y los sumos sacerdotes les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?».

Los guardias respondieron: «Nadie habló jamás como habla este hombre».

Los fariseos les dijeron: «¿También vosotros os habéis dejado engañar? ¿Ha creído acaso en él algún jefe o algún fariseo? Esa gente que no conoce la ley son unos malditos».

Uno de ellos, Nicodemo, que había ido a él anteriormente, les dijo: «¿Es que nuestra ley permite condenar a alguien sin haberlo escuchado y sin saber qué ha hecho?».

Y le contestaron: «¿También tú eres de Galilea? Investiga y verás que de Galilea no puede salir ningún profeta». Y cada uno se fue a su casa.


Reflexión para este día
“Yo, como cordero manso, llevado al matadero. Pero tú, Señor, juzgas rectamente, a ti he encomendado mi causa”.
El profeta Jeremías se había comprometido con Dios a serle fiel y decir al pueblo cuanto Él pusiera en su mente y en su corazón. Eso le hizo ser perseguido por quienes se guiaban por el egoísmo y la prepotencia. Tuvo que soportar toda clase de persecuciones y vejaciones. Expresó su terrible dolor con la imagen de “un cordero manso conducido al matadero”. Estaba anunciando el drama de la Pasión de Cristo, “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Jeremías confió en Dios y tuvo fuerza para seguir profetizando la salvación de Dios.

“Este es de verdad el profeta. Este es el Mesías. Jamás ha hablado nadie así”.

Efectivamente. Jesús, fiel al Padre y a la verdad, ha proclamado que “Él no ha venido a condenar, sino a salvar al mundo”. Los letrados, los príncipes de la Ley le consideraron un impostor y un blasfemo. Se han cerrado a la verdad, han preferido caminar en la tiniebla del egoísmo, de la prepotencia soberbia.

Jesucristo, con su silencio, con su avanzar hacia Jerusalén, y la gente humilde, con su sencillez es el mejor argumento contra quienes no toleran la luz de la verdad y el fuego del auténtico amor. Esta gente sencilla es la que exclama con sinceridad: “Este es el Profeta, el Mesías. Jamás ha hablado nadie así”.

Los cristianos estamos comprometidos a proclamar quién es Jesús de Nazaret. Él nos lo ha dicho y espera que le creamos: “Yo soy el enviado por el Padre, el que esperabais como Salvador del mundo”. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. No les tengáis miedo: sed mis testigos en todas las partes, haced el bien, esa es la señal de que sois de los míos”.


18. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Hay cosas que todo el mundo “sabe” y, por supuesto, nadie las cuestiona. Por ejemplo, de todos era sabido que de Nazaret no podía salir nada bueno (cf Jn 1, 45). Y si a alguien se le ocurre sospechar de este tipo de afirmaciones, siempre habrá voces que se encarguen de desautorizarlo, porque siempre habrá a quien le interese que las cosas sigan como hasta ahora.

Entre las estrategias para desautorizar a quien se atreva a disentir, se me ocurren al menos dos, siguiendo el Evangelio de hoy. La primera, negar la credibilidad de las personas que lo dicen. La credibilidad depende del reconocimiento público de esa persona y, éste a su vez, del poder que tenga en la sociedad. Siguiendo estas reglas, está claro que si el que habla no es un magistrado o un fariseo, lo que dice no es más que fruto de la ignorancia, -se ha dejado convencer fácilmente-. La segunda, si el que cuestiona pertenece al grupo que goza de reconocimiento y poder, entonces se cuestiona su credibilidad levantando sospechas sobre su interés por el tema. ¿No eras tú de Galilea?

Desgraciadamente este modo de proceder es más viejo que la tos. Pero frente a este modo de actuar está el de quienes buscan la verdad. Y en esta búsqueda parece que es fundamental escuchar, ponerse en el lugar del otro, dejarse interpelar por la realidad. Los que escuchan a Jesús saben que no es un hombre cualquiera, saben que hay verdad en él. ¿Por qué motivos lo iban a prender? Nicodemo también lo conoce, no habla de oídas.

¿Quién decís que soy yo? (Mc 8,27). ¿El profeta o un profeta? ¿El libertador? ¿Un hombre tan humano que parece divino? ¿El salvador? Esto no es mera curiosidad. Es una pregunta que nos urge contestar porque, si él es lo que dijo de sí mismo, si es lo que tantos hombres y mujeres han testimoniado a lo largo de la historia, esto de vivir es muy distinto a lo que imaginamos. Conocerle es una gracia que transforma la vida.

Vuestra hermana en la fe,
Ermina Herrera, javeriana (erminahv@yahoo.es)


19.

Comentario: Rev. D. Antoni Carol i Hostench (Sant Cugat del Vallès-Barcelona, España)

«Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre»

Hoy notamos cómo se “complica” el ambiente alrededor del Señor, pocos días antes de la Pasión ocurrida en Jerusalén. Por causa de Él se genera como una suerte de discusión y controversia. No podía ser de otro modo: «¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que no, sino división» (Lc 12,51).

Y no es que el Redentor desee la controversia y la división, sino que ante Dios no valen las “medias tintas”: «Quien no está conmigo, está contra mí; y quien no recoge conmigo, desparrama» (Lc 11,23). ¡Es inevitable! Ante Él no hay ninguna postura neutra: o existe, o no existe; es mi Señor, o no es mi Señor. No es posible servir a dos señores a la vez (cf. Mt 6,24).

Juan Pablo II consideraba que ante Dios hay que optar. La fe sencilla que nuestro buen Dios nos pide implica una opción. Hay que optar porque Él no se nos quiere imponer; vino a la Tierra de manera discreta; murió empequeñecido, sin hacer alarde de su condición divina (Flp 2,6). Es lo que expresa maravillosamente santo Tomás de Aquino en el Adoro Te devote: «En la cruz se escondía sólo la divinidad, aquí [en la Eucaristía] se esconde también la humanidad».

¡Hay que optar! Dios no se impone; se ofrece. Y queda para nosotros la decisión de optar a favor de Él o de no hacerlo. Es una cuestión personal que cada uno —con la ayuda del Espíritu Santo— ha de resolver. De nada sirven los milagros, si las disposiciones del hombre no son de humildad y de sencillez. Ante los mismos hechos, vemos a los judíos divididos. Y es que en cuestiones de amor no se puede dar una respuesta tibia, a medias: la vocación cristiana comporta una respuesta radical, tan radical como fue el testimonio de entrega y obediencia de Cristo en la Cruz.


20. 2004  Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

Análisis

El Evangelio nos presenta una nueva discusión sobre el Cristo. En realidad, parece un duplicado de los vv.25-30 con diferentes acentos. Hay varios elementos a considerar, veamos los principales:

La referencia escriturística al “agua viva” que acaba de ser citada, parece referir al agua de la roca en el desierto, de allí que Jesús sea visto como el “profeta semejante a Moisés” (algo semejante a lo que ocurre con el pan de vida, que es como el maná), de allí la pregunta sobre si es “el” profeta (recordar Dt 18,15-18 y Jn 1,19-21). Textos como Zac 13,1 (ver 12,10) también llevan a pensar si no es “el Mesías”. Así como podía ser el mesías oculto aunque creyeran que venía de Galilea, porque no sabían que venía de Dios, también puede ser el mesías davídico porque no saben que viene de Belén (es posible entender v.42 “¿no dice la escritura que el Mesías vendrá... de Belén? como una ironía joánica ya que él sabe -y sus lectores- que realmente viene de Belén, aunque no haga referencia a este dato en todo su evangelio).

La creencia tradicional de que el Mesías nacería en Belén (por la lectura de Mi 5,1) en realidad no es frecuente en el judaísmo, aunque la encontramos también en Mt 2,5-6 en los evangelios. Aparentemente, el texto apuntaba a destacar que “de David” nacería el ungido, pero esto fue tomado al pie de la letra por el judaísmo tardío, por eso se lo esperaba”en Belén”.

La duda sobre Galilea, semejante a la manifestada por Natanael (1, 46), quizá tenga en cuenta que un frecuente número de zelotes -con pretensiones mesiánicas- procedían de Galilea. Pero “las Escrituras” recuerdan el caso de un profeta, llamado Jonás, que es originario de Galilea (2 Sam 14,25).

La clásica ironía de Juan se ve claramente en la pregunta “¿creyó en él alguno de los principales?” mientras que pocos versículos más adelante nos daremos cuenta que sí, uno de ellos, Nicodemo ha creído en Jesús.

El grupo de los “malditos” corresponde a lo que se llama tradicionalmente ‘am h_’_res, literalmente “gente de la tierra”. La frase parece remitir al grupo que ha permanecido en “la tierra” mientras el grupo “de elite” ha ido al exilio; allí ha forjado su vida en torno a temas como la pureza/santidad. Al volver, la gente de la tierra, por ejemplo, se ha casado con “mujeres extranjeras”, lo que es expresión de impureza. La idea se ha mantenido después, con el retorno, y empieza a ser cada vez más expresión de un grupo rechazado (ver Jer 5,4) hasta el punto que en el rabinismo llega a estar prohibido comer con “gente de la tierra”, y que la pregunta ¿quién es mi prójimo? preguntaba si lo era “todo judío” o “solamente los judíos fieles a la ley (por tanto, no los “de la tierra”). Que se los considere malditos puede tener que ver con la aparente incomprensión o su vida no según la ley (Dt 27,26; 28,15; Sal 119,21) pero esto puede encerrar una nueva ironía: los jefes no se guiarán conforme a la ley condenando a uno sin defensa (ver Ex 23,1; Dt 1,16; 17,4; “la ley prohíbe expresamente ejecutar a nadie, aunque se trate del hombre más criminal, si previamente no ha sido condenado a muerte por el sanedrín”, F. Josefo, Antigüedades Judías 17).

Es importante, y no es la única vez que esto ocurre en el Cuarto Evangelio, que frente a Jesús se produce una división (un sjisma). Él vino a reunir, como un pastor al rebaño (10,1-18) y por eso también se produjo “una división entre los judíos por estas palabras” (10,19). Es frente a Jesús, con él o sin él donde se juega la vida, y esto ciertamente provoca división. La palabra de Jesús es la que provoca esta división, y no sólo la gente de la tierra, sino los guardias (y hasta uno de los magistrados) se han convencido cuando lo han escuchado; por eso Nicodemo pretende que sea escuchado, lo que es sinónimo de “creer” (“conocer” y “escuchar” son palabras siempre cercanas a la fe: “mis ovejas escuchan mi voz”, 10,26-27; ver 4,42; 5,24.37; 6,60; 12,47). La fuerza de la palabra queda marcada desde el comienzo del relato: los guardias no pueden detenerlo porque “nadie ha hablado como él” (v.46), la fuerza de Jesús radica en su palabra que es más poderosa que la fuerza.

Comentario

La discusión en torno a Jesús sigue y se agrava por momentos; ¿quién es este? ¿el profeta? ¿el Mesías? El texto empieza en orden invertido a dar respuesta a estos interrogantes. Han enviado guardias para detenerlo, pero estos han quedado sorprendidos por su palabra. No pueden ante lo que escuchan. Juan juega con las palabras ya que el que lo escucha termina creyendo, por eso “escuchar” y “creer” son casi sinónimos en este Evangelio: “mis ovejas escuchan mi voz”. Por eso Nicodemo pretende que sea escuchado, porque sabe por experiencia propia el efecto de sus palabras.

Entre los adversarios el desconcierto es curioso: no puede ser el Mesías porque no es de Belén, afirman, mostrando no sólo su ignorancia sino por qué si puede ser el Mesías. Por otra parte, los sacerdotes y fariseos, los que no lo escuchan no dan crédito a estas actitudes. Sin saberlo sus palabras de vuelven contra ellos mismos (la ironía de Juan) ya que aunque creen que ningún magistrado ha creído en él, porque creerle es algo sólo propio de ignorantes, uno de los magistrados sí ha creído, con lo que su palabra se desautoriza por sí misma. Por otro lado, no se puede seguir el mal testimonio de los ignorantes y malditos que no conocen la ley, mientras que ellos violan flagrantemente la ley condenado a un acusado sin “escucharlo”; por otra parte niegan que un profeta pueda venir de Galilea, porque no lo hay en la Escritura, mientras que en la Escritura sí hay algún caso de profeta venido de Galilea. Si el juicio sigue desarrollándose, la sentencia parece dictada de antemano.

Es curioso que el desprecio a los ignorantes les impide descubrir que son ellos los que verdaderamente no saben, los que están cerrados a la fe. Ese desprecio, el creernos del bando de los sabios y justos nos impide frecuentemente abrirnos a los caminos de Dios, descubrir su palabra y escucharlo -como hacen los pobres- que nos enseñan con su fe.


21.

I. Cristo con su doctrina ha proclamado la verdad fundamental del hombre, su libertad y su dignidad sobrenatural, por la gracia de la filiación divina. Cristo tiene palabras de vida eterna (Juan 6, 68), y nos ha dejado el encargo de transmitirlas a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos. Cada cristiano debe ser testimonio de buena doctrina, testigo –no sólo con el ejemplo: también con la palabra- del mensaje evangélico. Es mucha la urgencia de dar a conocer la doctrina de Cristo, porque la ignorancia es un poderoso enemigo de Dios en el mundo y “es causa y como raíz de todos los males que envenenan a los pueblos” (JUAN XXIII, Ad Petri cathedram). Quiere el Señor que nuestras palabras se hagan eco de sus enseñanzas para mover los corazones: “Él mismo nos ha elegido para que llevemos su luz por todas partes” (ALVARO DEL PORTILLO, Carta pastoral)

II. La vocación cristiana es vocación al apostolado, y Dios da la gracia para poder corresponder. No caben las excusas: no valgo, no sirvo, no tengo tiempo... Los cristianos debemos mostrar, con la ayuda de la gracia, lo que significa seguir de verdad a Jesús. “Se necesitan –dice Juan Pablo II- heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios. Para esto se necesitan nuevos santos. Los grandes evangelizadores de Europa han sido los santos. Debemos suplicar al Señor que aumente el espíritu de santidad de la Iglesia y nos mande nuevos santos para evangelizar el mundo de hoy” (Discurso al Simposio de Obispos Europeos).

III. De muchas manera podemos dar a conocer amablemente la figura y las enseñanzas de Jesús y de su Iglesia: con una conversación, participando en una catequesis, con el silencio que los demás valoran, escribiendo a los medios de comunicación por un trabajo acertado, insistiendo con frecuencia en las mismas ideas, esforzándonos en presentarlas en forma atrayente. Hemos de tener en cuenta que muchas veces tendremos que ir contra corriente, como han sido tantos buenos cristianos a lo largo de los siglos. Con la ayuda del Señor, seremos fuertes para no dejarnos arrastrar por errores en boga o costumbres permisivas y libertinas, que contradicen la ley moral natural y la cristiana. Siempre, y de modo especial en las situaciones más difíciles, el Espíritu Santo nos iluminará, y sabremos qué decir y cómo hemos de comportarnos.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


22. 2004

LECTURAS: JER 11, 18-20; SAL 7; JN 7, 40-53

Jer. 11, 18-20. Todo aquel que, como enviado de Dios, proclama la necesidad de reformar la vida, de derrumbar en el propio interior toda aquella existencia construida de modo equivocado, recibirá reprimendas, amenazas, persecuciones, e incluso la muerte para liberarse de sus recriminaciones. El Hijo de Dios, hecho uno de nosotros, fue llevado como un manso cordero que entregó su vida para quitar el pecado del mundo. Pero, clavado en la cruz, encomendó su causa totalmente a su Padre Dios. Y Dios escuchó sus súplicas y le libró de la muerte. Quienes creemos en Cristo debemos vivir confiadamente puestos en manos de Dios, sabiendo que Él velará por nosotros y nos sentará junto a Él eternamente. No busquemos venganzas. A nosotros sólo corresponde amar. No reportemos ni siquiera a Dios el juicio de los demás. Perdonemos como nosotros hemos sido perdonados por el Señor.

Sal. 7. Dios conoce hasta lo más profundo de nuestro ser. Ante Él no se oculta nada de nuestra vida. Pero Él no ha venido a juzgarnos, sino a salvarnos perdonando todas nuestras culpas. A eso le llevó el amor que nos tiene. Y Él nos pide que perdonemos a los demás sus deudas, sus ofensas, como nosotros hemos sido perdonados por Dios. Una vez perdonados por el Señor, Él vela por nosotros como Padre amoroso, compasivo misericordioso. Ojalá y pudiéramos aducir nuestras buenas obras para que el Señor se fijara en nosotros y nos diera mayores muestras de amor. Pero el amor de Dios se manifestó en esto: en que siendo aún pecadores nos envió a su propio Hijo, el cual murió por nosotros para el perdón de nuestros pecados y para hacernos sus hijos. ¿En el amor al prójimo podremos seguir un camino distinto de aquel que el Señor nos enseñó?

Jn. 7, 40-53. ¿Quién es Jesús para ti; qué significa en tu vida? Ojalá y realmente ocupe el centro de nuestro ser y no despreciemos su Palabra y la Vida que nos ofrece. No basta con admirar a Jesús; hay que caminar con Él y hacer nuestra su salvación. Unidos a Él seremos hijos de Dios. Hijos de Dios que dan a conocer esa dignidad con una vida íntegra, comprometida con Cristo para que el Reino de Dios se haga realidad en todos y cada uno de nosotros. Quien quiera vivir al margen de Dios; quien quiera seguir sus propias inclinaciones, quien no esté dispuesto a darle un nuevo rumbo a su vida siempre buscará razones para permanecer en su cerrazón. No endurezcamos nuestro corazón ante el Señor que se acerca a nosotros para manifestarnos su amor, para perdonarnos nuestros pecados y para hacernos hijos de Dios.

Estamos en esta celebración Eucarística sin hipocresías. No venimos a dejarnos embaucar por el Señor. Él es el Salvador de nuestra vida y nosotros lo buscamos porque lo amamos y queremos comprometernos con Él y con su Reino. Sabemos que el Hijo del Hombre es también el Hijo de Dios. Nosotros creemos en Él y aceptamos su vida en nosotros. Esa Vida nos hace signos de su presencia en nuestro mundo. Tal vez tengamos que padecer mucho por dar testimonio de nuestra fe, pero sabemos que el Señor siempre estará a nuestro lado para que, al llegar nuestra hora, no vayamos hacia la muerte, sino hacia la Vida eterna, pasando por la muerte. Así hemos de vivir continuamente nuestra Pascua, pues ya desde ahora, perteneciendo a Dios, moriremos al pecado y resucitaremos a una vida nueva. Y esto, Dios lo hace realidad en nosotros, de un modo especial en esta Eucaristía. Vivamos una auténtica vida de comunión con el Señor.

No importa la condición social de la persona. Todos somos hijos de Dios. Y el Señor tiene un mensaje que darnos a través de cada uno de sus hijos. Por eso no podemos buscar al Señor para que nos hable sólo a través de los estudiosos; o a través de aquellos que lo tienen todo, incluso palabras teológicamente precisas, pero un corazón hueco de amor. Dios ha escogido lo débil del mundo, lo que no cuenta, para dirigirse a nosotros por medio de signos tal vez muy frágiles; pues la sabiduría de Dios no es la sabiduría de este mundo. Cuando realmente seamos débiles, entonces Dios será fuerte a través nuestro, pues no somos nosotros los que hacemos la obra de salvación, sino la gracia de Dios que actúa a través nuestro. Tengamos la apertura suficiente para que el Señor conduzca nuestra vida y nos convierta en testigos suyos, no sólo con los labios sino con una vida totalmente confiada en Él, para que Él lleve a buen término su obra en el mundo por medio nuestro, sus siervos inútiles, pero escogidos por Él para hacer llegar a todos su Evangelio de salvación.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de tener la apertura suficiente para escuchar su Palabra y ponerla en práctica; y que nos conceda la fortaleza necesaria para proclamar su Nombre ante todos los pueblos, a pesar de que por ello tengamos que padecer. Amén.

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23. ARCHIMADRID 2004

LA REBOTICA

Mientras escribo este comentario me estoy poniendo el termómetro, no estoy “muy católico”, pero tampoco tengo tiempo de ponerme enfermo, así que veremos qué pasa.

Es curioso, al menos en España, la cantidad de “médicos en potencia” que existen. Creo que en la mayoría de las casas existe una verdadera farmacopea que haría las envidias de más de un dispensario del Tercer Mundo y, además, todo el mundo sabe de medicina, todo el mundo ha estado enfermo de lo mismo que tú, todo el mundo conoce qué medicamento tomar y todo el mundo ha estado peor que el que tiene enfrente. Mucha gente se automedica y conocen más remedios a todos los posibles males que el farmacéutico, son como ratones de rebotica, “olisqueadores” de enfermedades, sabios de prospecto, su parque temático es la farmacia y su cuento preferido la enfermedad. Hace poco contaba un amigo que en su farmacia entró una mujer llorosa, otra señora le pregunta qué le pasaba y recibe la contestación: “Se ha muerto mi hija”. La otra ni corta ni perezosa le quitó la palabra de la boca y dijo: “¡Uy!, eso tiene que ser doloroso, pero no es nada comparado con mi lumbago, eso si que duele.”

“El Señor me instruyó y comprendí, me explicó lo que hacían”, ésa es la actitud del cristiano, dejarse instruir por Dios y su Iglesia. El que escucha a Cristo no es bueno que se “automedique”, siempre encontrará un bálsamo, una pomada, una pastilla o hasta un supositorio que le quite los síntomas de la fiebre, pero no la enfermedad. “¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él?” y cuando lo encuentran sacan la siguiente receta: “¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.” Dejarse instruir es difícil, en el fondo a todos nos gustaría un Salvador mas “triunfante” según nuestros criterios, nos gustaría una vida más sencilla, más a nuestro gusto, al alcance de nuestra “rebotica” particular, sin tener que acudir al “médico de las almas” que tal vez nos diagnostique una enfermedad que no queremos tener pues es muy duro el tratamiento, pero es el único que sana, no se cura un cáncer con “Desenfriol”.

“Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón.” ¿Por qué tantos huyen de la Confesión sacramental de sus pecados? Porque no quieren reconocer su enfermedad, quieren ocultar su ceguera con la excusa de “ser un poco corto de vista”, su lepra con el convencimiento que es “un lunar algo grande”. Tú no seas así, deja que el Señor entre en tu vida hasta el fondo, que ausculte y descubra las raíces de tu pereza, de tu falta de entrega, de tu sensualidad, de lo encogido de tu caridad, de tantas justificaciones para tus pecados. No creas que tapando la realidad (“¿También vosotros os habéis dejado embaucar?”) se sana el pecado. Acude al único que conoce tu alma, “que salva a los rectos de corazón” y, aunque el remedio sea la entrega hasta la cruz, no tengas miedo, es la medicina que salva, que llena de vigor, que hace alegre la entrega y contenta el espíritu. El único “medicamento” en la rebotica de María es su Hijo, acude a Él y quedarás sano.

No parece que tenga fiebre, a trabajar.


24.

La liturgia de estos días nos va hablando de cómo Jesús se va encontrando cada vez más ante un juicio. Un juicio que Él hace sobre el mundo y, al mismo tiempo, un juicio que el mundo hace sobre Él. El juicio que el mundo hace sobre Él se define en la fe, y por eso dirá: “Si no creen que Yo soy”. Ese juicio, que se define en la fe, es el juicio del hombre que tiene que acabar por aceptar la presencia de Dios tal y como Él la quiere poner en su vida, porque mientras el hombre no acepte esto, Jesucristo no podrá verdaderamente salvarlo.

Cristo es acusado, y por eso dirá: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre conocerán lo que Yo soy”. Pero, al mismo tiempo es juez, y es Él mismo el que realiza el veredicto definitivo sobre nuestro pecado.

El juicio que nosotros hacemos sobre Cristo se resume en la cruz. Dios envía a su Hijo, y el mundo lo crucifica; Dios realiza la obra de la redención a través del juicio que el mundo hace de su Hijo, es decir de la cruz.

Esto es para nosotros un motivo de seria reflexión. El darnos cuenta de que nuestro juicio sobre Cristo es un juicio condenatorio, porque lo llevan a la cruz.

Nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras miserias, reconocidas o no, son las que juzgan a Cristo. Y lo juzgan haciéndolo que tenga que ser levantado y muerto por nosotros. Ésa es nuestra palabra sobre Cristo; pero, al mismo tiempo, tenemos que ver cuál es la palabra de Cristo sobre nosotros. Jesús dirá: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que Yo soy”. Ese “Yo soy”, no es simplemente un pronombre y un verbo, “Yo soy” es el nombre de Dios. Cuando Cristo está diciendo “Yo soy”, está diciendo Yo soy Dios.

La cruz es la que nos revela, en ese misterio tan profundo, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, porque la cruz es el camino que Dios elige, que Dios busca, que Dios escoge para hacer que nuestro juicio sobre Él de ser condena, se transforme en redención. Ésa es la moneda con la que Dios regresa el comportamiento del hombre con su Hijo.

Hay situaciones en las que, por nuestros pecados y por nuestras debilidades, vivimos en la obscuridad y en la amargura. Parecería que la expulsión de la comunión con Dios, que produce todo pecado, sería la auténtica respuesta de Dios al hombre, y, sin embargo, no es así. La auténtica respuesta de Dios al hombre es la redención. Mientras que el hombre responde a Dios juzgando, condenando y crucificando a su Hijo, Dios responde al hombre con un juicio diferente: la redención, el perdón. Pero para eso nosotros necesitamos ponernos en manos de Dios nuestro Señor.

Cristo constantemente nos está diciendo que Él es redentor porque es Hijo de Dios. Es decir, Él es el redentor porque es igual al Padre. “Yo soy”, no me ha dejado solo, yo hago siempre lo que a Él le agrada. Ése es Cristo. Por eso es nuestro redentor. Cristo no es solamente alguien que se solidariza con nosotros, con nuestros pecados, con nuestras debilidades; Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.

Tenemos urgencia de descubrir esto para hacer de Cristo el primero. Único y fundamental punto de referencia; criterio, centro y modelo de toda nuestra vida cristiana, apostólica, espiritual y familiar, para que verdaderamente Él pueda redimir nuestra vida personal, para que Él pueda redimir la vida conyugal de los esposos cristianos, para que Él pueda redimir la vida familiar, para que Él pueda redimir la vida social de los seglares cristianos, porque si Cristo no se convierte en punto de referencia, no podrá redimirnos.

Se acerca la Semana Santa, que son momentos en los que podríamos quedarnos simplemente en una contemplación sentimental de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, cuando lo que está sucediendo en la Semana Santa es que Cristo se convierte en el juez y Señor de la historia, en el único que puede vencer a lo que destruye a la historia, que es la muerte. Cristo, vencedor de la muerte, se convierte así en el Señor de toda la historia y de toda la humanidad; en juez de toda la historia de la humanidad, y lo hace a través de la cruz, por lo que se transforma de condena en redención.

Seamos capaces de ir cristianizando cada vez más nuestros criterios, de ir cristianizando cada vez más nuestros comportamientos y de ir haciendo de nuestro Señor el punto de referencia de nuestra existencia. Que nuestra fe, nuestra adhesión, nuestro ponernos totalmente del lado de Cristo se conviertan en la garantía de que nosotros no muramos en nuestros pecados, sino que hagamos de la condena que sobre ellos tendría que cernirse, redención; y del castigo que sobre ellos tendría que caer en justicia, hagamos misericordia en nuestros corazones.