LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA

 

Libro de Isaías 65,17-21.

Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos:

Salmo 30,2.4-6.11-13.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría.
Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor".
Tú convertiste mi lamento en júbilo, me quitaste el luto y me vestiste de fiesta,
para que mi corazón te cante sin cesar. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!


Evangelio según San Juan 4,43-54.

Transcurridos los dos días, Jesús partió hacia Galilea. El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen". El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y leanunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

LECTURAS 

1ª: Is 65, 17-21 

2ª: Jn 4, 43-54 


 

1.

En el fragmento que vamos a escuchar a continuación, el profeta Isaías anuncia la salvación como una restauración futura a modo de una nueva creación. Dios hace nuevas todas las cosas, colmando a su pueblo de vida, de alegría, de conciliación.

MISA DOMINICAL 1990/07


2. CREACION/RECREACION   HT/PROGRESO:

En el evangelio de hoy, Jesús cura a un niño que estaba a punto de morir. Signo mesiánico. Beneficio anunciado por Dios para «el final de los tiempos». Victoria de Dios sobre el mal. Realización de la profecía de Isaías.

-Palabra del Señor.

Así empiezan muchos oráculos proféticos. No es pues una palabra humana la que vamos a meditar, sino una palabra divina.

Luego, lo creo, Señor, Tú eres viviente HOY. Lo que nos dirás, lo estás pensando siempre. Siempre es verdad.

Tú lo dices para el mundo y la humanidad de HOY, para esta humanidad, en plena mutación, que está buscando cuál será su porvenir.

-Sí, crearé cielos nuevos y una tierra nueva.

En esta frase de Dios hay una revelación capital. La «Creación», la del universo, la de Adán y Eva no es solamente un hecho del pasado. «Yo crearé» dijo Dios.

Hay una visión muy falsa de la humanidad y de la creación que consiste en soñar una edad de oro, que hubiera tenido lugar antaño... como si los hombres fueran de decadencia en decadencia.

Para Dios, en cambio, la historia es una subida, un progreso que avanza hacia una «nueva creación».

Tú, Señor, te aplicas a la obra HOY. Te aplicas al trabajo de tu creación. Tu actividad no se ha extinguido. Estás inventando. En este momento estás «modelando a Adán y Eva» en tus manos maravillosamente creadoras.

¿Creo yo en ese progreso? ¿Coopero a ello?

-No se recordará más el pasado, ni vendrá más a la memoria, antes bien habrá gozo y regocijo eternos por lo que voy a crear.

El cristiano, el hombre según Dios, debería ser un hombre vuelto hacia el futuro, hacia ese futuro que Dios está construyendo.

La esperanza escatológica, la espera de la ciudad futura, el deseo del Reino que ha de venir... son dimensiones esenciales de la fe.

Yo mismo ¿estoy ante todo vuelto hacia el pasado que hay que conservar? ¿o bien vuelto contigo, Señor, hacia el futuro que está ante nosotros? ¿Cómo son mi dinamismo y mi esperanza? Señor, concede a todos los hombres esta visión optimista.

¡Atrás los hastiados y los decepcionados! El porvenir de la humanidad es "el gozo y la alegría". Tú lo has dicho. Enfermedades, pruebas, pecados... todo esto se acabará un día. El porvenir no está cerrado. ¡La creación de Dios triunfará! ¡Y que yo, contigo, trabaje en ella!

Pero, da también, Señor, a todos los afligidos, ese consuelo. Que todos los que sufren sean reconfortados por la esperanza cierta de esa promesa de felicidad.

-He aquí que voy hacer de Jerusalén «regocijo» y de su pueblo «Alegría».

Necesitamos oír de Ti esas palabras.

Para esa felicidad hiciste Tú al hombre.

La tristeza y la muerte serán desterradas del Reino.

Y nosotros caminamos hacia él. Estamos en la cuaresma, pero caminamos hacia la Pascua, hacia la resurrección de toda carne. Es un artículo esencial del Credo: ¡creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 138 s.


3. /Is/65/13-25

La primera parte del texto (vv 13-16) contrapone el resto fiel a los apóstatas. Estos serán objeto de maldición, mientras que aquéllos lo serán de bendición. La suerte de unos y otros se describe mediante la contraposición entre comer y tener hambre, beber y tener sed, alegrarse y avergonzarse, cantar de puro contento y gritar de dolor, tener un nombre nuevo y tener un nombre de imprecación. En la segunda parte (17-25) se alude a la nueva acción salvadora de Dios en favor del resto. Aparece por vez primera el tema del «cielo nuevo» y la «tierra nueva» que surgirán como fruto de una poderosa intervención divina. Nuestro texto designa esa acción con el término técnico bará, que podemos traducir por "crear". El hecho de que Dios se anticipe a cualquier designio y tome la iniciativa antes de que hable el hombre muestra que una felicidad tan grande sólo puede ser obra suya. La era escatológica se une a la era paradisíaca: «El lobo y el cordero pastarán juntos, el león con el buey comerá paja» (25a).

La Iglesia primitiva confiesa, como atestiguan los escritos neotestamentarios, que con la muerte y resurrección de Jesús ha comenzado ya la nueva creación, los «cielos nuevos y la tierra nueva»; tal comienzo es imperceptible, pero no se detendrá. La creación antigua sigue existiendo, pero la nueva se ha impuesto y desplaza cada vez más a la primera. La historia humana sigue dominada, en gran parte, por el pecado, la corrupción y la muerte; pero algo va cambiando. La convivencia del lobo y del cordero significa que el odio y la hostilidad deben dar paso al amor; la injusticia, al derecho. De hecho, los «cielos nuevos y la tierra nueva» consisten en una nueva relación con Dios y en una nueva justicia con los hombres. Esta existencia ha sido diseñada por el mismo Jesús. Quien sigue sus pasos es una nueva criatura: «El que está en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado; mirad, existe algo nuevo» (/2Co/05/17).

La fe en la creación, tal como lo entiende la catequesis bíblica, significa el principio de la libertad humana y el fin de la dependencia de poderes mágicos. Es una afirmación sobre el hombre en el contexto de una afirmación sobre el mundo y su evolución. El proceso del universo está relacionado con Dios.

El NT proclama que Cristo es autor de esta creación; en él se hace Dios presente al mundo. A través de su vida se realiza el ser de Dios para nosotros. El proceso del universo no está orientado a la destrucción y a la aniquilación, sino a la vida que nace del amor. En este proceso está en juego algo que es de Dios y que puede ser destruido por el hombre.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 479 s.


4.

San Juan después del encuentro de Nicodemo y la Samaritana con Jesús, nos habla de un pagano que se presenta a Jesús y nos revela las verdaderas condiciones de la fe: su confianza en la persona de Cristo, suficientemente firme para resistir los reproches de Jesús y para aceptar volver a casa sin ningún signo visible, únicamente con las incisivas palabras -rebosantes de contenido en san Juan-, "anda, tu hijo está curado".

MISA DOMINICAL 1990/07


5. FE/MILAGROS

Los milagros constituyen otras tantas demostraciones grandes y vigorosas, que, en modo alguno, pueden pasar inadvertidas, que provocan la adhesión de muchas gentes a Jesús. Por otra parte, sin embargo, nunca se sabe con certeza la hondura que alcanza la fe en Jesús de quienes creen en los milagros. Como quiera que sea, es curioso que incluso según Jn no se llega a la fe en Jesús pese a la multitud de las señales milagrosas. El cuarto Evangelio es el único que habla claramente de una deserción de las multitudes respecto de Jesús (6, 60-66).

Son precisamente los signos los que ponen al hombre ante la decisión de fe, en la que no se trata de creer o no creer en los milagros, sino de querer creer o no en Jesús.

En cuanto señales los milagros constituyen unas indicaciones; pero justamente como tales conservan una categoría subordinada; la fe recta puede darse muy bien sin ellos.

Quien desea asistir como testigo presencial y directo a un milagro está fallando justa y precisamente en la significación de la señal, en su carácter de referencia indicativa: "Como no veáis señales y prodigios, nunca jamás creeréis" (4, 48); también les dice: "de verdad os aseguro que me andáis buscando, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido pan hasta saciaros" (/Jn/06/26). De ese modo, las señales contiene un "tropiezo" en el doble sentido de la palabra: como impulso y estímulo para creer en Jesús, o como tropezón que lleva a escandalizarse de Jesús y que conduce a la incredulidad. La dirección que cada cual toma es asunto exclusivo de su libertad y, por ende, de su fe.

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN. 04-1A
HERDER BARCELONA 1983.Pág. 206


6. HORA/SEXTA: HORA/SEPTIMA

Para este episodio, programático de toda la actividad de Jesús con el hombre, escoge Juan como protagonista a un hombre que ejerce autoridad. Y que, por eso, puede ser figura de cualquier tipo de poder.

El funcionario va a ver a Jesús movido por la necesidad. No le expresa adhesión personal, pero necesita ayuda. El funcionario pide una intervención directa de Jesús a favor de su hijo, que está a punto de morir: que baje en persona y lo cure.

Le contestó Jesús: "Como no veas señales portentosas, no creéis".

Con su respuesta descubre Jesús la mentalidad del funcionario real, que le es común con los de su clase "no creéis".

Este extraño plural, que señala la categoría de los instalados en el poder, es otro dato que hace penetrar más allá de la superficie.

Jesús, en el funcionario, se dirige a los poderosos, y más en general, a aquellos, que esperan la salvación en la demostración del poder. Para ellos, la fe sólo puede tener como fundamento el despliegue de fuerza, el espectáculo maravilloso.

Como individuo poderoso sólo entiende el lenguaje del poder. Busca en Jesús la intervención del Dios omnipotente que actúa sin contar con el hombre y que, con un acto espectacular, remedia la situación desde fuera.

La expresión de Jesús ha puesto el descubierto la mentalidad de poderoso que tiene el funcionario real, y al mismo tiempo muestra cómo Jesús rechaza un determinado modo de remediar la debilidad del hombre, y por contraste, la manera cómo él va a efectuarla.

De hecho, la expresión, "señales portentosas" ("signos y prodigios"), es típica de la actuación de Dios por medio de Moisés para salvar al pueblo de la esclavitud de Egipto. Así, Ex 7, 3: "Yo endureceré el corazón del Faraón y haré muchos signos y prodigios en Egipto".

La negativa de Jesús a ejercer una actividad parecida a la de Moisés muestra el sentido del episodio. Su tema es, como en el Éxodo, la liberación de una esclavitud. En el funcionario aparece la figura del poder, en el muchacho enfermo la del hombre en situación extrema y próximo a la muerte (correspondiente al antiguo Israel en Egipto). La figura de Jesús se opone a la de Moisés, que salvó al pueblo de manera prodigiosa, insinuando que el Mesías, del que se esperaba la renovación de los prodigios del éxodo, lo realizará de forma diversa.

Jesús no accede al deseo del funcionario, de que baje a Cafarnaún, ni al despliegue de poder que él cree necesario para que el hijo escape de la muerte. No propone la imagen de Dios reflejada en el Éxodo. La obra del Mesías no será la de los signos prodigioso, sino la del amor fiel (1, 14). Jesús, para salvar, no hará ningún alarde de poder.

"El funcionario insiste: "Señor, baja antes de que se muera mi niño". Con este petición renovada confiesa la impotencia del poderoso ante la debilidad y la muerte. El poder de este mundo es impotente para salvar.

Jesús le dijo: "Ponte en camino, que tu hijo vive. Se fió el hombre de las palabras que le dijo Jesús y se puso en camino".

Jesús no necesita bajar a Cafarnaún. El comunica vida con su palabra, que es palabra creadora y llega a todo lugar. Jesús dice al funcionario que se ponga en camino y vea la realidad de lo sucedido.

Con su invitación lo pone a prueba, para ver si renuncia a su deseo de señales espectaculares. Si el hombre acepta la invitación de Jesús, verá que su hijo ha salido de su situación de muerte. El que pedía a Jesús como poderoso, cree ahora como "hombre"; antes se definía por su función, ahora por su condición humana, presupuesto para toda relación personal. Se fía de las palabras de Jesús y, sin más, se pone en camino.

Ha renunciado a su mentalidad de poder y a las señales portentosas. Jesús ha actuado sin ostentación de fuerza. Con su respuesta indica Jesús que la salvación que él trae no requiere la colaboración del poderoso. El va a ocuparse directamente del hombre en su condición de debilidad y de muerte. Su acción no necesitará su presencia física; será su mensaje el que comunique vida.

La hora de la curación coincide con la de las palabras de Jesús. La una de la tarde era la hora séptima del día. La determinación del tiempo tiene para S. Juan un sentido particular.

En su primer milagro -el de la boda- se nombra por primera vez la hora de Jesús, aún no llegada (2, 4). En ella dará él su propio vino: el amor. La hora de Jesús es la hora sexta, en cuanto señala su muerte. La séptima es la hora en que terminada su obra produce la vida con la entrega del Espíritu.


7.

"Creer" sin necesidad de signos ni de prodigios: fuente de vida y de curación.

-Los Galileos le acogieron bien, habiendo visto cuántas maravillas había hecho Jesús en Jerusalén.

Los hombres están ávidos de lo sensacional.

El milagro de Caná ha impresionado todas las mentes. Es recordado por toda la región.

-Llegó, pues, otra vez, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Un cortesano, oyendo que Jesús regresaba a Galilea, salió a su encuentro y le rogó que bajase y curase a su hijo, que estaba moribundo.

Esperamos de Dios que domine lo imposible: sufrimientos, enfermedades, la muerte...

¿Quién nos librará de nuestras angustias y de cualquier fatalidad?

-Jesús le dijo: "¡Si no véis señales y prodigios, no creéis!" Una vez más, Jesús soslaya lo "maravilloso". Lo que Jesús desea a través de estas palabras es encontrar personas que confíen totalmente en El con una Fe desnuda, sin argumentaciones:

Creer sin necesidad de signos ni de prodigios... creer sin milagros... creer sin ver...

En los comienzos de la vida espiritual, sucede a menudo que el hombre encuentra satisfacciones interiores bastante intensas que le sirven de punto de apoyo. Se es feliz rezando.

La meditación es un goce, un tiempo de plenitud. La oración es percibida como algo buena y nutritivo. Incluso, a veces, a una intensa plegaria le siguen dichosos acontecimientos, que interpretamos como signos de Dios... y aun decimos: "es un milagro". Pero, habitualmente, la vida en Dios está despojada de todas estas satisfacciones sensibles.

Es "la noche". Es el tiempo de la purificación de la Fe. El gran salto en lo desconocido. El gran riesgo de la Fe.

En este momento de mi propia vida, ¿qué "signos y prodigios" estoy tentado, humanamente, de pedir a Dios? Y es muy natural; y quizás hay que pedirlos... Pero, pensando siempre en la invitación de Jesús, que quiere purificar nuestra Fe.

-Vete, tu hijo vive. Creyó el hombre en la palabra que le dijo Jesús y se fue...

San Juan subraya que el hombre creyó en la palabra, sin poderla verificar... Se fue. No tenía ninguna prueba. Tenía solamente "la Palabra" de Jesús.

Ante todas tus promesas, Señor, nos encontramos en la misma situación.

Ante tu promesa esencial: la vida eterna, la redención total y definitiva, la victoria del amor, la supresión de todo llanto y de todo sufrimiento, la resurrección, la vida dichosa junto a Dios en la claridad... ante toda esta promesa ¡hay que creer en tu palabra! En la Fe, en el salto de la Fe, en la confianza ilimitada de la Fe. "A quién iremos, Señor, Tú tienes palabras de vida eterna".

-Reflexionó el padre, que le dejó la calentura a la hora misma que Jesús le dijo: "Tu hijo está bueno"; y así creyó él y toda su familia. Este fue el segundo milagro.

Este hijo curado entre tantos otros que no lo serán... hay tan pocos milagros... éste no es sino el segundo- atestigua que el Reino de Dios ha empezado. Dios, creador de los cielos nuevos, una tierra nueva y una humanidad nueva, una vida sin muerte, está actuando.

Desde ahora, Señor, quiero creer. Fuerte en esta Fe, ¿cómo puedo cooperar a esta obra de Dios? ¿Cuál será mi forma de luchar contra el mal... y para la vida?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 142 s.


8.

Al comenzar las ferias de la cuarta semana, las lecturas cuaresmales cambian de orientación.

Antes leíamos los tres evangelistas sinópticos, con pasajes del AT formando una unidad temática con la página del evangelio. Ahora vamos a leer, hasta Pascua (y también durante toda la Pascua, hasta Pentecostés), al evangelista Juan, en lectura semicontinuada de algunos de sus capítulos.

Antes había sido nuestro camino de conversión el que había quedado iluminado día tras día por las lecturas. Ahora se nos pone delante como modelo del cambio de Pascua y de nuestra lucha contra el mal el camino de Jesús, con la creciente oposición de sus adversarios, que acabarán llevándole a la cruz.

1. El profeta anuncia como una vuelta al paraíso inicial: Dios está proyectando un cielo nuevo y una tierra nueva. Dios quiere que el hombre y la sociedad vuelvan al estado primero de felicidad, equilibrio y armonía.

La de hoy se parece a las páginas que solemos leer en el Adviento. La vuelta del destierro de Babilonia -que es lo que anuncia el profeta- se describe con tonos poéticos, un poco idílicos, de nueva creación en todos los sentidos: todo será alegría, fertilidad en los campos y felicidad en las personas.

El salmo es lógico que también sea optimista: «me has librado, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir, cambiaste mi luto en danzas; Señor, te daré gracias por siempre».

2. De momento a Jesús le reciben bien en Galilea, aunque él ya es consciente de que «un profeta no es estimado en su propia patria».

En Caná, donde había hecho el primer milagro del agua convertida en vino, hace otro «signo» curando al hijo del funcionario real de Cafarnaún. De nuevo aparece un extranjero con mayor fe que los judíos: «el hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino».

La marcha de Jesús hacia la muerte y la resurrección está sembrada de hechos en que comunica a otros la salud, la vida, la alegría.

3. Ya quedan menos de tres semanas para la Pascua.

Pero no somos nosotros los protagonistas de lo que quiere ser esta Pascua. No somos nosotros los que le dedicamos a Dios este tiempo o nuestros esfuerzos. Es él quien tiene planes. Es él, como hizo con el pueblo de Israel, ayudándole a volver del destierro, y con su Hijo Jesús, cuando le sacó del sepulcro como primogénito de una nueva creación, quien quiere llevar a cabo también con nosotros un cielo nuevo y una tierra nueva.

Es Dios quien desea que esta próxima Pascua sea una verdadera primavera para nosotros, incorporándonos a su Hijo. Porque «el que está en Cristo es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Co 5, l 7).

Jesús nos quiere devolver la salud, como al hijo del funcionario real, y liberarnos de toda tristeza y esclavitud, y perdonarnos todas nuestras faltas. Si tenemos fe. Si queremos de veras que nos cure (cada uno sabe de qué enfermedad nos tendría que curar) y que nos llene de su vida. A los que en el Bautismo fuimos sumergidos en la nueva existencia de Cristo -ese sacramento fue una nueva creación para cada uno- Jesús nos quiere renovar en esta Pascua.

Cuando nos disponemos a acercarnos a la mesa eucarística decimos siempre una breve oración llena de humildad y confianza: «no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». Es la misma actitud de fe del funcionario de hoy. Y debe ser nuestra actitud en vísperas de la Pascua.

¿Dejaremos a Jesús que «haga milagros» en su patria, entre «los suyos» entre nosotros, que le seguimos de cerca? ¿o pensamos que sólo entre los alejados hace falta que sucedan la conversión y la nueva creación y los cielos nuevos? ¿Podremos cantar con alegría, en la Pascua, también nosotros, y pensando en nosotros mismos: «te ensalzaré, Señor, porque me has librado» ?

En la noche de Pascua escucharemos el relato poético de la primera creación y también el de la nueva creación, la resurrección de Cristo. Ambas se nos aplican a nosotros en un sacramento que estará esa noche muy especialmente presente en nuestra celebración: el Bautismo.

«Mirad, voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva» (la lectura)

«Te ensalzaré, Señor, porque me has librado» (salmo)

«El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino» (evangelio)

«Que esta Eucaristía nos renueve, nos llene de vida y nos santifique» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 78-80


9.

Primera lectura : Isaías 65, 17-21 Miren, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva
Salmo responsorial : 29, 2.4.5-6.11-12a.13b Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Evangelio : Juan 4, 43-54 Como no vean signos y prodigios , no creen

En esta perícopa, Jesús entra en relación con dos tipos de personas que no pertenecían a la oficialidad judía, la cual se ponía a sí misma como modelo de piedad. La autosuficiencia de este grupo estaba en su práctica radical de la ley, de tal manera que el cumplimiento de sus principios primaba sobre la necesidad del ser humano. De esta forma, el ser humano terminaba siendo víctima del legalismo. Según los Evangelios, Jesús celebraba, como un auténtico acontecimiento, el encontrarse con gente que estuviera libre del legalismo. En personas así era fácil que creciera la semilla del Reino. Por eso, no es gratuita la memoria que hace Juan evangelista de la comunidad de los samaritanos y de un funcionario real.

Ya en Samaria había acontecido la conversión de la mujer samaritana y de otras personas de la localidad. Ahora los samaritanos reconfirmaban su fe en Jesús, iniciando un proceso que más tarde culminará en la creación de una de las primeras comunidades cristianas de la iglesia primitiva. Algo parecido hay que decir del funcionario real. A pesar de ser un excluido de la religión oficial judía, por ser un extranjero impuro, sin embargo Jesús lo descubre como un hombre de fe, que cree en la promesa de curación que le hace.

El peligro de toda religión es llegar a caer en el legalismo. Cuando la ley se entroniza en el interior de la misma, la sorpresa y la gratuidad del encuentro con Dios -que es lo que realmente define el milagro- se hacen imposibles. El legalismo, por hacer que las cosas buenas sucedan como recompensa a la guarda de la ley, destruye la posibilidad de la gracia y del verdadero milagro. La posibilidad de encontrarse con samaritanos y funcionarios, necesitados del amor más que de la ley, hizo renacer en Jesús la inmensa alegría de la misericordia. A partir de aquí, todo milagro es posible.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


10.

El comentario que se me ocurre proponer hoy de cara a este texto, tiene que ver con la fe. Actitud sin la cual es imposible hacer un progreso en el camino del Reino. Inicialmente la curiosidad, la expectativa, la novedad, pueden estar en el origen de nuestra relación con Dios o con Jesús, pero es necesario e importante que surja el elemento de fe para que se pueda dar todo el proceso completo.

En el funcionario al que se le sana el hijo se percibe perfectamente el proceso, y es ahí donde debemos poner el énfasis, no en el milagro (signo, "semeion", para Juan) de si se sanó o no, a qué horas, coincidencia de la hora en que Jesús lo dice y el niño mejora, el milagro a distancia, etc. Es que el funcionario real ya tenía su proceso de acercamiento, según el paralelo de Lucas, había ayudado a construir la sinagoga, conocía las leyes judías, se había acercado a la cultura y a la religión y ahora se acerca a Jesús.

¿En nosotros se ha dado el proceso? Este tiempo de cuaresma es propicio para hacernos las preguntas y para definir, de cara al misterio Pascual, nuestra cercanía a Jesús.

Destaco también el gesto de La palabra de Jesús: es su palabra la que busca el funcionario real, es la palabra la que le confirma la fe y cree en Jesús él con todos los suyos. ¿Cómo está nuestra actitud y nuestra fe ante la Palabra?

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


11. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

La cuaresma va avanzada. El día de la Pascua se echa encima. Despojémonos..., etc.

Hubo un investigador famoso del Nuevo Testamento, que se llamaba Rudolf Bultmann. Le había cobrado gran afición al evangelio de Juan. Y sobre él tenía teorías muy complicadas. Ahí, en ese libro, debieron de enredar no sé cuantas manos: una de ellas pertenece a un redactor eclesiástico, que, al parecer, se encargó de introducir unos añadidos y retoques que hicieran lo más completo y lo más asimilable que cupiera este evangelio.

No vamos a hojear su comentario al texto de hoy, pero ¿no tenéis la impresión de que han intervenido dos manos, aunque sólo sean la izquierda y la derecha de un mismo autor? Ya conocemos esa técnica. En el milagro de Caná, Jesús le niega a María con una frase lo que va a afirmar con otra, la final. Justo lo que sucede aquí: "Como veáis signos y prodigios, no creéis". Pero luego realiza el prodigio, y aquel hombre, que ya había creído en la palabra de Jesús (lo mismo que María) antes de ver el prodigio cumplido en su hijo, luego va a creer, con toda su familia, cuando le informen los criados, esos ángeles buenos que han ido corriendo en busca del amo para llevarle la buena noticia.

Así es el juego de la vida: un juego entre el no y el sí, un juego en que se nos dice: fíate de la palabra y no pidas signos, y a continuación, ante una sencilla y confiada insistencia, se realiza el signo. Y la fe va madurando.

Vuestro amigo.

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail.com)


12. CLARETIANOS 2003

¿Se puede saber para qué escribió Juan el cuarto evangelio? (Si viniera un estudioso de la obra de Juan le trataría a uno de indocumentado, pero nosotros ya nos entendemos, y no vamos a estar hablando del redactor final o de qué sé yo cuántas manos que intervinieron/interfirieron en la aparición de la criatura.) Para enterarnos de los objetivos de muchos escritos nos resultan particularmente útiles los prólogos y los epílogos. Justo el cuarto evangelio tiene un epílogo en el capítulo 20 donde declara sin ambages: “Jesús realizó... otros muchos signos que no están escritos en este libro. Éstos lo han sido para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20,30-31). Sobre el telón de fondo, pero no lejano, de la segunda guerra de Irak, podemos dejar que resuene en nosotros con más fuerza este mensaje de vida.

Es bueno recordar ese epílogo, pues a lo largo de estas dos semanas finales de la cuaresma nos guiará el evangelio de Juan. Si en nosotros se cumple en alguna proporción el objetivo del autor, podremos afirmar que su escrito sigue siendo un evangelio vivo y de largo alcance. Además, para que sepamos de qué va el asunto de la fe y cómo se puede creer acerca de Jesús lo que desea el evangelista, se nos narra en su obra un buen puñado de historias de fe.

Hoy, aparte de mencionarse la primera (los discípulos de Jesús creen en él tras el signo de Caná), se nos cuenta otra historia que también tiene un Afinal teologalmente feliz”: el funcionario real cree junto con toda su familia. Esta historia de la fe viene precedida y preparada por otro desenlace feliz: el niño de la casa del funcionario, una criatura ya a punto de malograrse, prematuramente hechizada por la sonrisa de la muerte, se había zafado de la fiebre la víspera a la hora séptima. Y a este desenlace lo precede la palabra de Jesús y una primera diligencia de fe de aquel hombre, que se fía de esa palabra. (En realidad, ya había habido unas diligencias previas: cierto asomo de esperanza en que Jesús realizara un signo como en Caná y la búsqueda del maestro para que interviniera también en su propio caso. Pero es ahora cuando vemos al régulo ejercitando la fe.) Acto seguido, le llega una buena noticia y cumple una segunda diligencia. (Ah, no!, nada de grandes cavilaciones, sólo una rápida y sencilla comprobación horaria. La diligencia final la hace con toda la casa: la madre, el niño, los criados. Es, para él, una fase nueva de la fe. Se dice escuetamente que creyó, sin más especificaciones. Pero basta para darnos cuenta de que ha hecho un itinerario: ha ido de fe en fe, y la segunda y última ha sido una fe a coro.

Sí, sin duda, “dichosos los que sin ver creyeron”. Pero dichosos también los que vieron “los signos” y creyeron. ¿Cuáles son los signos que nos ayudan a creer? ¿Cómo consolidan nuestra fe? ¿Cómo hacen de balizas en nuestro camino en medio de la noche?

Pablo Largo: pldomizgil@hotmail.com


13. 2002

COMENTARIO 1

El tema del profeta rechazado por los suyos se había hecho proverbio. Los galileos habían tenido noticia de la actividad de Jesús en Jerusalén y reciben bien a Jesús, porque habían visto personalmente lo que había he­cho en Jerusalén durante la fiesta. Ahora comienza un nuevo ciclo, una nueva etapa de su actividad, con un cambio de táctica. El episodio del funcionario real con su hijo enfermo está en paralelo con el de la boda de Caná y es la segunda señal y constituye un nuevo comienzo.

El poder político (46b, el funcionario real) ve en Jesús un Mesías re­formista y poderoso, según la interpretación de su persona y actividad dada en Jerusalén (2,17.23). Preocupado por la situación del pueblo (representado en el hijo) que depende de él, busca en Jesús un aliado del poder (le pidió que bajase a Cafarnaún) que procure una solución dentro del sistema de relaciones existente (autoridad-subordinación).

El poder, representado por el funcionario, se muestra impotente para salvar (su hijo estaba para morirse). Jesús denuncia la mentalidad de los poderosos (que no tienen fe) y esperan la salvación de una demostración de poder, como en el antiguo éxodo (Éx 7,3.9; 11,9,10; 15,11). Pero Jesús va a efectuar la liberación (éxodo) sin alarde de fuerza ni ostentación de poder.

Se dirige al hijo del funcionario con la palabra "chiquillo" (v. 49), expresión de cariño, y al mismo tiempo de dependencia, pues es menor de edad. Después llama al enfermo "tu hijo" (v. 50), subrayando la igualdad; la salvación implica la libertad, no puede efectuarse en la rela­ción de dependencia. Su mensaje (sus palabras) son vida, que él comu­nica independientemente de la voluntad del poderoso (vv. 50-51).

El cambio de actitud del funcionario se muestra en el texto por los dife­rentes modos como se le designa (vv. 46b.49: el funcionario; v. 50: el hombre; v. 53: el padre).

El hijo queda curado a la hora séptima (v. 52), que sigue a la sexta, hora de la muerte de Jesús (19,45), la hora en que, terminada su obra, produce la vida con la entrega del Espíritu (19,30).

La salvación de Jesús será universal: no se limitará a los judíos; también este funcionario real participa de ella, y consistirá en comunicar vida al pue­blo, independientemente del deseo de los dirigentes.

De este modo Jesús manifiesta su gloria / amor (2,11), pero, ante una institución que rechaza el plan de Dios, Jesús da vida al hombre directamente, fuera del marco institucional (54): no en Jerusalén, sino en Galilea.


COMENTARIO 2

A pesar del reproche inicial por buscar signos y milagros, ante la insistencia del hombre, Jesús cura al muchacho a distancia; esta es la peculiaridad de este milagro, similar al de la curación del siervo del centurión contada por los sinópticos.

El poder de Jesús no conoce barreras, su compasión supera todo obstáculo; a la hora en que pronun­ció su palabra sanadora, a esa hora el muchacho se curó según el testimonio de los criados del funciona­rio real. Ante la fuerza misericordiosa de Jesús, ¿cómo no creer? Por eso el relato finaliza con la anotación de que toda la familia del funcionario real creyó en Jesús. Y el evangelista anota que se trata del segundo "signo" realizado por Jesús, en el mismo pueblecito donde había realizado el primero. Y como anticipo de otros cinco "signos" que seguirá realizando Jesús para suscitar la fe de sus oyentes e interlocutores.

San Juan relató en su evangelio siete milagros obrados por Jesús. Un número simbólico, perfecto, de plenitud. Es la suma del tres divino con el cuatro te­rreno. Es el símbolo del poder salvador de Jesús que a través de su Iglesia sigue curando a los enfermos, aco­giendo a los pecadores, defendiendo a los débiles y anunciando a los pobres la Buena Noticia de que Dios los ama.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


14. DOMINICOS 2003

Renovemos el aire

Al escribir, leer  o escuchar las palabras “Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva”, que el Señor pronuncia por boca de Isaías, uno puede sentir la caricia  de aires nuevos.  El aire de la esperanza y de la alegría parece cabalgar en la liturgia precisamente en tiempos penitenciales de cuaresma, tiempos de conversión y de gracia.

¿A quién no le resulta saludable una ráfaga de frescura y alivio cuando el cuerpo el cuerpo está cansado y sus pulmones no toman suficiente aliento?

¿Qué nombre le daremos hoy a esos ‘cielo y tierra nuevos’? Seamos optimistas y llamémoslos novedad de una mañana nueva en gratitud.

Para descubrir las ‘nuevas’ maravillas de Dios, del hombre y del cosmos, hay que comenzar vivenciando, cada amanecer y cada atardecer, la novedad de que hoy es nuestro día, el día con que contamos para vivir, hacer el bien, trabajar, sonreír; el día para encontrar a un amigo, hacer poesía, curar una llaga; el día de lanzar un suspiro de amor, construir unos versos, cantar a la ciencia;  el día de sumergirse en el mar, gozar una ópera, el día de revisar nuestros sentimiento y actitudes...

¿Cómo haremos conscientemente otras muchas cosas buenas si no tomamos conciencia del regala que se nos hace en cada momento, y del gesto de ‘gratitud’ que ha de embellecer a todos ser humano, mirando a Dios, como misterio supremo del cielo, de nuestro cielo, mirando al cosmos, como misterio de creación sapientísima en el que nos movemos, y mirando a los hombres y encontrándolos ‘hermanos’, amigos, peregrinos...?

ORACIÓN:

Hoy, Señor, cuando nace el día y yo me despìerto a la vida, a la luz, te doy gracias. Quiero vivir la experiencia de que en mi pequeñez, por haberte encontrado, todo es nuevo, todo se re-crea bajo la  providencia de tus manos de artista y de amigo. Amén.

 

Palabra creadora y sanadora

Profeta Isaías 65, 17-21 :

“Esto dice el señor : Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. De lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá a la mente pensamiento alguno; sólo habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear.

 Mirad, voy a transformar a Jerusalén en alegría, y a su pueblo en gozo; me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no se oirán en ella gemidos ni llantos; ya no habrá allí niños malogrados ni adultos que no se colmen de años....”

Dios es quien piensa en mí, y desea crear para mí la novedad de cielo y tierra, en el amor y gracia y amistad; y en ello se dará profunda alegría y larga vida.

Evangelio según san Juan 4, 43-54 :

“En aquel tiempo salió Jesús de Samaría y se fue a Galilea.... Cuando llegó, los galileos le recibieron bien, porque habían visto todo lo que hizo en Jerusalén durante la fiesta.

Al entrar otra vez en Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino, tuvo noticia de ello un funcionario real cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún... El funcionario fue a verle, y le pidió que bajara a curarlo, pues se estaba muriendo.

Jesús le dijo: si no veis signos y prodigios, no creéis. Pero el funcionario insistió: Señor, baja antes de que se muera mi niño. Jesús le contestó, tras probar su fe : anda, tu hijo está curado...”

Cristo es siempre novedad: en su persona, mensaje, gestos, palabra, entrañas de amor y de misericordia. Sólo nos pide que reconozcamos ‘su novedad’ por fe, entregándonos a Él.

 

Momento de reflexión

Hombre nuevo para cielo y tierra nueva

La psicología humana agradece que en la vida se vayan conjugando momentos de dolor y momentos de alegría, palabras de denuncia y palabras de alabanza, actitudes rigurosas y gestos de comprensión indulgente, días de penitencia y horas de expansión. La Palabra de Dios y la liturgia lo tienen en cuenta, y por eso salpican la Cuaresma penitencial con bocanadas de aire nuevo y gritos de esperanza, pues al final llega la Pascua de resurrección. No hemos nacido para morir sino para vivir, y hemos de saber vivir en la novedad de Cristo.

Pero ¿qué sentido histórico y espiritual tiene el cielo nuevo y la tierra nueva de los que habla el Señor por medio de Isaías?

Recordemos, en primer lugar, que estos capítulos 56 a 66 del libro de Isaías no corresponden a la primera o segunda época de los oráculos proféticos de Isaías, sino a la tercera. En la primera etapa, Isaías se dirigía a los habitantes del Pueblo elegido residentes en Palestina; en la segunda, a los israeliotas que estaban desterrados en Babilonia; y en la tercera se dirige a éstos cuando se hallan en retorno del exilio y vuelven a entrar en Palestina. Para ellos, por tanto, históricamente, la ‘novedad’ consiste en la libertad y en el retorno a la tierra que les vio nacer y crecer.

Pero, en segundo término, está el sentido espiritual : todo el universo, como Reino de Dios, esrá suspirando por la novedad de una tierra y en que se viva en verdad, justicia, amor y libertad, es decir, en que el Señor tenga su trono y su corazón. ¡Gran deseo de Dios y esperanza nuestra!

Los hombres piden signos.

En el texto del evangelio, reparemos una vez más cómo a Jesús le disgusta que le pidan tantas señales, milagros, en vez de mostrarse agradecidos por cuanto en la vida habla de Dios.

Las gentes somos incorregibles y fácilmente caemos en la tentación de pensar que  Dios es Dios, si atiende a nuestros deseos. Si no, no nos interesa. ¿Cuándo aprenderemos a creer, a vivir, a amar, por puro amor, por pura bondad no interesada? Ése es un reto continuo a nuestra credulidad y a nuestra entrega incondicional.


15.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Yo confío en el Señor. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. Te has fijado en mi aflicción» (Sal 30,7-8).

Colecta (del misal anterior y antes del Gregoriano): «Oh Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos: concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los necesarios de la tierra».

Comunión: «Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que guardéis y cumpláis mis mandatos, dice el Señor» (Ez 36,27).

Postcomunión: «Te pedimos, Señor, que estos misterios nos renueven, nos llenen de vida y nos santifiquen, para que alcancemos, por ellos, los premios eternos».

Isaías 65,17-21: Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. El profeta anuncia la salvación como una nueva creación, tan sublime y maravillosa que hará olvidarse de la primera. En la esperanza escatológica todo se convierte en alegría, porque su fuente es Dios. No habrá en la nueva creación dolor ni llanto, pues su gozo es el mismo Dios, su creador. La salvación llena de gozo al pueblo y Dios se goza con él. San Gregorio de Nisa dice:

«“Porque el Reino de Dios está en medio de vosotros”. Quizás quiera esto... manifestar la alegría que se produce en nuestras almas por el Espíritu Santo; imagen y el testimonio de la constante alegría que disfrutan las almas de los santos en la otra vida» (Homilía sobre las Bienaventuranzas 5).

Casiano también habla de la alegría de la vida nueva en Cristo:

«Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias» (Instit.  9).

Y San Agustín:

«Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que nosotros lleguemos  a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza que ha de convertirse luego en posesión» (Sermón 21).

La alegría cristiana es de naturaleza especial. Es capaz de subsistir en medio de todas las pruebas: «se fueron contentos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús» (Hch 5,41).

–El perdón es como una nueva creación; el pecador perdonado vive alegre, pues se le ofrecen nuevas posibilidades de vida. Por eso el alma se dilata al alabar a Dios, fuente de perdón y de misericordia.

Así lo proclamamos con el Salmo 29: «Te ensalzaré Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir, cuando bajaba a la fosa. Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo. Su cólera dura un instante, su bondad de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo. Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre».

Juan 4,43-54: Anda, tu hijo está curado. Jesús muestra su gloria en Caná, por segunda vez, curando al hijo de un funcionario real que tiene fe en su palabra. Por medio de milagros, da comienzo a una nueva era que trae consigo la alegría. San Agustín dice:

«Con ser tan grande el prodigio que realizó en Caná, no creyó en Él nadie, a excepción de sus discípulos. A esta ciudad de Galilea vuelve ahora por segunda vez Jesús. [Un cortesano le pide que vaya a su casa para que cure a su hijo]. Quien así pedía ¿es que aún no creía? ... El Señor, a la petición del Régulo, contesta de esta manera: “Si no veis señales y prodigios no creéis”. Recrimina a este hombre por su tibieza o frialdad o por su total falta de fe; pero desea probar con la curación de su hijo cómo era Cristo, quién era y cuán grande su poder. Hemos oído la palabra del que ruega, mas no vemos el corazón del que desconfía; pero lo testifica quien oyó su palabra y vio su corazón...

«[Y creyó él y toda su familia]. Ahora me dirijo al pueblo de Dios: tantos y tantos como hemos creído, ¿qué signos hemos visto? Luego lo que entonces acontecía era como un presagio de lo que ahora acontece... nosotros hemos asentido a Él y por el Evangelio creímos en Cristo, sin haber visto ni exigido milagro alguno» (Tratado 16 sobre el Evangelio de San Juan).


16. DOMINICOS 2004

"Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva"

La luz de la Palabra de Dios

1ª Lectura: Isaías 65,17-21

Porque yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva, y no se volverá a recordar el pasado, ni vendrá siquiera a las mentes. Y habrá alegría y algazara eterna por lo que yo voy a crear.

Pues yo voy a crear para Jerusalén alegría, y para su pueblo regocijo. Sí; me alegraré en Jerusalén, me regocijaré en mi pueblo, y ya nunca se oirá en ella voz de llanto ni grito de lamento. Ya no habrá allí recién nacido que viva sólo pocos días, ni anciano que no culmine sus años, sino que morir a los cien años será morir joven y no llegar a los cien años será señal de maldición. Harán entonces casas y habitarán en ellas, plantarán viñas y comerán sus frutos.

Evangelio: Juan 4,43-54
Después de estos dos días salió de allí para Galilea. El mismo Jesús había afirmado que ningún profeta es bien considerado en su propio país.

Cuando llegó a Galilea, los galileos, testigos oculares de todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, lo recibieron muy bien.

Jesús regresó a Caná de Galilea, donde él había convertido el agua en vino. Un oficial real tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Al oír que Jesús venía de Judea a Galilea, salió a su encuentro y le suplicó que fuera a curar a su hijo, que estaba moribundo.

Jesús le dijo: «Si no veis milagros y portentos, no creéis».

El oficial dijo: «Señor, anda antes que muera mi hijito».

Jesús respondió: «Vete, tu hijo vive».

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se fue. Cuando iba de regreso, sus criados salieron a su encuentro y le dijeron: «Tu hijo vive». Les preguntó a qué hora había empezado a mejorar, y le dijeron: «Ayer, a la una de la tarde, le dejó la fiebre».

El padre reconoció que aquélla era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó en él con toda su casa. Éste fue el segundo milagro que hizo Jesús al ir de Judea a Galilea.


Reflexión para este día.
“Dice el Señor: Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; en él habrá gozo y alegría perpetua”.

Toda la liturgia de este lunes nos habla de renovación y alegría. El profeta Isaías vaticina y anuncia lo que Dios va a realizar: “Voy a transformar Jerusalén en mi alegría”. La acción de Dios, a través del Mesías prometido, construirá una sociedad nueva, porque el Espíritu palpitará en todos los hombres y mujeres que escuchen la Palabra de Dios y vivan en armonía con su mensaje. Esta promesa de Dios sostuvo la esperanza del pueblo, que ha vivido con frecuencia la experiencia del sufrimiento y del dolor. Esto les hacía suspirar por “la tierra prometida”.

Jesús comenzó su vida pública y sus signos visibles en Caná de Galilea. Ahora vuelve otra vez al mismo lugar, en “donde le recibieron bien”. El Señor intensifica su acción benéfica y transformadora. Se conmovió ante la fe de un funcionario real y curó a su hijo. Este fue el segundo signo público de Jesús.

“Anda, tu hijo está curado. El hombre creyó en la palabra de Jesús”.

Todos sabemos los muchos desgarros y sufrimientos que crucifican a la sociedad de hoy. En ella vivimos los cristianos. Cada uno tenemos nuestra propia experiencia de alegría y tristeza; de esperanza y de desesperanza; de lealtad y traición, de... En este contexto resuena la Buena Noticia proclamada por Jesús. Él quiere liberar, salvar al ser humano. Pero, ¿queremos dejarnos salvar, amar por Él?. ¿Qué hacemos, cómo actuamos los cristianos para que el Reino, el amor avance y cure tantos males?

Ciertamente que la sociedad actual tiene muchos medios, se califica a si misma del “ bienestar y progresista”. Pero, también es cierto que, la violencia, la injusticia –con su hija la miseria – también se globalizan. Jesús nos ha confiado la aplicación histórica de su obra renovadora, salvadora. ¿Le estamos respondiendo?. El Señor nos insiste: “Sed luz, sed sal, fermento en la masa”. ¿Lo somos o no lo somos?. ¿Queremos o no queremos arrepentirnos y ser portavoces vivos del Reino, en el que se forja y se participa de la alegría perpetua?.


17. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

Análisis
La mayoría de los comentaristas coinciden en reconocer en el Evangelio de Juan dos partes muy marcadas, una primera, donde Jesús se manifiesta por medio de signos y por ellos, descubriéndolos, los lectores se acercan a la fe; y una segunda parte donde Jesús se manifiesta en su gloria, es decir, la Pascua. Ya sabemos que Jesús “hizo muchos signos que no están escritos en este libro, pero estos han sido escritos para que crean” (20,30-31). Es decir, los signos, y este está claramente presentado como tal, son en orden a la fe. Sabemos que Jesús realizó más signos (entre el primero y el segundo se nos dice en 2,23 que “muchos creyeron en él al ver los signos que hacía”, y en 3,2 Nicodemo reconoce los “signos que tú haces”) por lo que es difícil pensar que este fue el “segundo”; probablemente Juan se refiera al “segundo” de los que presenta en el evangelio porque considera significativos para los lectores.

Varios autores, al ver la numeración (primer signo, 2,11, “segundo signo, 4,54) piensan que Juan se ha servido de una fuente de signos. Esto no es improbable, aunque sí es más difícil saber no sólo qué signos hay sino también cuál es su tendencia teológica.

La unidad empieza y termina con la misma idea: la llegada de Jesús a Galilea (4,43.54). Aquí tenemos una serie de elementos que no son fáciles de entender:

En el v.44 dice que Jesús “había afirmado” que un profeta no goza de estima en su patria (algo semejante a la versión de Lucas) y va a Galilea. Ciertamente algo molesta en el contexto como ahora lo encontramos: el texto parece entender que Jesús es de Judea y por eso va a Galilea donde es bien recibido, pero por 1,46; 7,52; 19,19 (y ver 2,1; 7,42) sabemos que Juan conoce el origen Galileo de Jesús. El uso del pluscuamperfecto “había dicho” hace pensar en algo dicho por el redactor. En este caso, lo que está diciendo el evangelista es que aunque sea bien recibido, no será bien recibido en la fe, ya que la fe que manifestarán es evidentemente incompleta. La referencia a los hechos en Jerusalén refiere a los signos pero no son llamados así, sino “lo que había hecho”.

La curación del hijo del funcionario es semejante a otra curación que encontramos en Mt 8,5-13 y Lc 7,1-10 y tiene también semejanzas con la curación de la hija de la mujer sirofenicia (Mc 7,24-30 y Mt 15,21-28) pero también tiene elementos propios de Juan que es interesante comentar. Las relaciones con el primer signo de Caná, del agua convertida en vino son muy estrechas, y desde el principio al fin del relato están destacadas: “volvió a Caná, donde había convertido...”, “este nuevo signo, el segundo”... Hay muchos elementos que invitan a pensar que el funcionario, que es funcionario del rey Herodes es un pagano, aunque no está expresamente indicado que lo sea. Sin embargo -lo diremos más adelante- el marco de la evangelización de los paganos influye en la lectura del texto. El funcionario pide la curación de su hijo, y Jesús parece manifestar distancia de este pedido. ¿Cómo se debe entender la frase “si no ven signos y prodigios no creen”? ¿En un sentido negativo, de reproche, o en un sentido positivo, mostrando la importancia de los signos para creer? Probablemente haya que tener en cuenta ambos elementos. En 6,26 con la solemnidad que da el doble “Amén” Jesús dice “en verdad, en verdad les digo: ustedes me buscan no porque han visto signos sino porque comieron pan hasta saciarse”. El problema que manifiesta es que muchos no saben ver en los “milagros” (palabra que Juan nunca utiliza) un signo, es decir, se quedan en lo “extraordinario” y no ven en eso un signo de que algo más se está revelando en eso. No es ajeno a esto que la mayor parte de los signos joánicos viene acompañado con discursos explicativos que ayudan a ver en qué sentido debe interpretarse como signo el milagro que se ha visto (pan de vida, luz del mundo...). La frase, entonces, puede entenderse como un reproche en el sentido de que si no saben ver ese milagro que piden como signo, entonces no creerán. La dificultad viene en el añadido “prodigios” (téras) que lo encontramos solamente aquí en toda la literatura joánica. pero que es frecuente en ese par “signos y prodigios” en la predicación apostólica entre los paganos como se ve en Hch 4,30; 5,12; 14,3; 15,12; Rom 15,19; 2 Cor 12,12; Heb 2,4 (pero también puede ser usado diabólicamente para confundir, 2 Tes 2,9; Mc 13,22; Mt 24,24). Probablemente la lectura en “clave evangelización de los paganos” haya influido en el agregado.

Ante la insistencia del funcionario, Jesús le dice que su hijo vive. Acá radica el elemento importante para el signo: la enfermedad era antesala de la muerte, y expresamente se alude a la muerte del niño dos veces en el relato (vv.47.49), la palabra de Jesús vence la muerte (recordar que el marco es la fiesta de la pascua, como se ha dicho claramente, v.45) y por eso su hijo no se “salva” sino que “vive” (también dicho dos veces, vv.50.53). Otro elemento importante, que no es fácil expresar en la traducción castellana es que a la palabra de Jesús se dice que el centurión cree (v.50), pero en griego usa “creer a” (creer + dativo) cuando en Juan la fe es creer + “hacia” (36 veces), por lo que parece que Juan hace referencia a una fe menos “comprometida” con Jesús; sin embargo cuando vio el signo (expresado en la insistencia de que la vida la recupera “a la misma hora”) entonces sí “creyó él y toda su casa”. Se puede decir que el funcionario empezó creyéndole a Jesús y terminó creyendo en Jesús.

Otro elemento a tener en cuenta es que también creyó completa su casa (ver Hch 10,2; 11,14; 16,15.31.34; 18,18) lo que es frecuente en la predicación a los paganos. Es interesante que Jesús no va a casa del funcionario, él va confiado en su palabra. Hay una ausencia de Jesús y una presencia de la palabra que se debe tener en cuenta. La comunidad joánica también experimenta esa ausencia y esa presencia, también sabe que la fe en la palabra la conduce a la vida, que en este caso es vida física signo de la vida eterna. En un medio ambiente pagano, la comunidad debe dar signos para que los oyentes crean y creyendo tengan vida (20,31).

Comentario
En un marco de “signos”, que son medios que alimentan la fe porque sabemos descubrir detrás de lo extraordinario la gloria de Dios, se nos narra “el segundo signo” de los muchos que Jesús hizo pero que Juan nos selecciona para conocer a Jesús.

El hecho parece una simple curación, aunque en este caso a distancia, pero en el que se puede ir anticipando la predicación a los paganos que será importante al llegar “la hora” (12,20.23). La predicación apunta a que los destinatarios lleguen a la fe, que es para lo que el Evangelio fue escrito. Pero esa fe no llega cuando el funcionario es beneficiado por un milagro, sino cuando sabe descubrir en él un signo que le hable de Jesús. Las referencias a la muerte y a la vida nos preparan para la interpretación del signo: más que una curación, estamos llamados a ver en ello un signo de que Jesús es portador de la vida, y -como veremos con frecuencia en Juan, una vida que es vida eterna.

Eso es lo que nos enseñará la fe, que nos conduce a la vida, como nuevamente nos recuerda el final del Evangelio; para Juan la fe es algo dinámico que nos conduce “hacia” Cristo. Por eso el funcionario comienza simplemente creyéndole a Jesús, para terminar creyendo en él.

La comunidad de Juan, y nosotros, lectores del Evangelio, estamos llamados a dar con la vida signos que lleven a todos a la fe. Debemos ser -como comunidad- un signo en el que los que nos ven descubran una predicación, un testimonio que los conduzca a creer con toda su familia. Si lo que hace la comunidad joánica, en Juan, se muestra como hecho por Jesús, del mismo modo nosotros debemos ser signos de Jesús, para conducir a la fe, y “para que creyendo, tengan vida”.


18.

Reflexión

Ya en otras ocasiones hemos dicho que no es lo mismo “creer en Jesús” que “creerle a Jesús”. Creerle a Jesús implica aceptar su palabra por ilógica e irracional que ésta pudiera parecer. El padre de este muchacho le “creyó a Jesús” y se encontró con su hijo sano. Un problema que se extiende en nuestro cristianismo es la falta de congruencia entre nuestra fe y nuestra vida. Si nosotros preguntamos a nuestro alrededor nos encontraremos, sin mucha sorpresa, que la mayoría son cristianos, es decir hombres y mujeres que creen a Jesús. Sin embrago con tristeza nos damos cuenta que algunos (que a veces deberíamos de decir: muchos) dan un testimonio de vida bastante lejana a lo que Jesús nos ha ensañado. Ser buen cristiano implica creer en Jesús pero también creerle a Jesús y hacer lo que el nos pide en el evangelio… tenerlo como verdadera Maestro y Señor de nuestras vida. ¿Tú eres de los que simplemente cree en Jesús, o de los que han decidido hacer de su Palabra una norma de vida?

Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


19.Regreso a Galilea

Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González

Juan 4, 43-54

Reflexión:

De momento a Jesús le reciben bien en Galilea, aunque Él ya es consciente de que “un profeta no es estimado en su propia patria”. En Caná, donde había hecho el primer milagro del agua convertida en vino, hace otro “signo” curando al hijo del funcionario real de Cafarnaúm. Y en este momento de nuevo aparece un extranjero con mayor fe que los judíos pues el evangelio nos dice que el hombre creyó en las palabras de Jesús y se puso en camino.

La marcha de Jesús hacia la muerte y la resurrección está sembrada de hechos en que comunica a otros la salud, la vida, la alegría. Es Dios quien desea que esta próxima Pascua sea una verdadera primavera para nosotros, incorporándonos a su Hijo porque el que está en Cristo es una nueva creación. Ha pasado lo viejo, todo es nuevo (2 Cor 5, 17).

Jesús nos quiere devolver la salud, como al hijo del funcionario real, y quiere liberarnos de toda esclavitud y tristeza perdonándonos todas nuestras faltas. Si tenemos fe, si queremos que de verdad nos cure, debemos acercarnos confiadamente para que nos llene de su gracia. Por esto, cada vez que nos disponemos a recibirle en la Eucaristía le decimos una breve oración que nos hace más humildes, “Señor, no soy digno que entres a mi casa, pero sé que basta una palabra tuya para sanarme”.


20.

Comentario: Rev. D. Ramon Octavi Sánchez i Valero (Viladecans-Barcelona, España)

«Jesús partió de Samaría para Galilea»

Hoy volvemos a encontrar a Jesús en Caná de Galilea, donde había realizado el conocido milagro de la conversión del agua en vino. Ahora, en esta ocasión, hace un nuevo milagro: la curación del hijo de un funcionario real. Aunque el primero fue espectacular, éste es —sin duda— más valioso, porque no es algo material lo que se soluciona con el milagro, sino que se trata de la vida de una persona.

Lo que llama la atención de este nuevo milagro es que Jesús actúa a distancia, no acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo, sino que sin moverse de Caná hace posible el restablecimiento: «Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’» (Jn 4,49.50).

Esto nos recuerda a todos nosotros que podemos hacer mucho bien a distancia, es decir, sin tener que hacernos presentes en el lugar donde se nos solicita nuestra generosidad. Así, por ejemplo, ayudamos al Tercer Mundo colaborando económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas que están allí trabajando. Ayudamos a los pobres de barrios marginales de las grandes ciudades con nuestras aportaciones a instituciones como Cáritas, sin que debamos pisar sus calles. O, incluso, podemos dar una alegría a mucha gente que está muy distante de nosotros con una llamada de teléfono, una carta o un correo electrónico.

Muchas veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos posibilidades de hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay necesidades urgentes. Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro.

La distancia no es ningún problema a la hora de ser generoso, porque la generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar».


21. La oración personal - Lunes de la 4ª semana de Cuaresma

I. Muchos pasajes del Evangelio muestran a Jesús que se retiraba y quedaba a solas para orar. Era una actitud habitual del Señor, especialmente en los momentos más importantes de su ministerio público. ¡Cómo nos ayuda contemplarlo! La oración es indispensable para nosotros, porque si dejamos el trato con Dios, nuestra vida espiritual languidece poco a poco. En cambio, la oración nos une a Dios, quien nos dice: Sin Mí, no podéis hacer nada (Juan 15, 5). Conviene orar perseverantemente (Lucas 18, 1), sin desfallecer nunca. Hemos de hablar con Él y tratarle mucho, con insistencia, en todas las circunstancias de nuestra vida, sabiendo que verdaderamente Él nos ve y nos oye. Además, ahora, durante este tiempo de Cuaresma, vamos con Jesucristo camino de la Cruz, y “sin oración, ¡qué difícil es acompañarle!” (San José María Escrivá de Balaguer, Camino). Quizá sea la necesidad de la oración, junto con la de vivir la caridad, uno de los puntos en los que el Señor insistió más veces en su predicación.

II. En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo, sabiéndolo presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y contestando. Es en esta conversación íntima, como la que ahora intentamos mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al Señor, para adorar, dar gracias, pedirle ayuda, para profundizar en las enseñanzas divinas. Nunca puede ser una plegaria anónima, impersonal, perdida entre los demás, porque Dios, que ha redimido a cada hombre, desea mantener un diálogo con cada uno de ellos: un diálogo de una persona concreta con su Padre Dios. “Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero ¿de qué? -¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias... ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y c onocerte: ¡tratarse!”

III. Hemos de poner los medios para hacer nuestra oración con recogimiento, luchando con decisión contra las distracciones, mortificando la imaginación y la memoria. En el lugar más adecuado según nuestras circunstancias; siempre que sea posible, ante el Señor en el Sagrario. Nuestro Ángel Custodio nos ayudará; lo importante es no querer estar distraídos y no estarlo voluntariamente. Acudamos a la Virgen que pasó largas horas mirando a Jesús, hablando con Él, tratándole con sencillez y veneración. Ella nos enseñará a hablar con Jesús.

Fuente: Colección «Hablar con Dios»
por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


22. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

¡Lo necesito como el aire! ¿Quién no ha empleado alguna vez esta expresión o similar? Entonces sabrás a que me refiero cuando es justo eso lo que siento al leer las lecturas de hoy. Es más, hoy me atrevo a decirlo en plural, ¡las necesitamos como el aire!

“Mirad: yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva, (…) ya no se oirán en ella gemidos ni llantos, (…) sino que habrá gozo y alegría perpetua” . Siempre resulta consolador escuchar estas palabras de Dios de la mano del profeta Isaías. Pero hoy, cuando una masacre más, la del 11 de marzo en Madrid, se suma a tantas otras, una necesita respirar profundamente y hacer suyo este deseo de Dios tantas, tantísimas veces malogrado.

Esta es la difícil, pero no imposible, misión de los profetas, a la que todos estamos convocados por el bautismo. Hombres y mujeres llevados por el mismo espíritu de Jesús, comunicadores de vida allí donde no se encuentra. Juan testimonia esta misión de Jesús que le lleva de unos a otros, por la que ya se le conoce y se le busca. Todos necesitamos esta convicción profunda, que en palabras de Vicente Ferrer sería: “todo acabará bien”. Necesitamos de pequeños gestos, palabras y acciones que nos ayuden a restaurar la confianza en lo humano y en Dios. Parece que se trata de mirar intencionadamente a nuestro alrededor y a nuestro interior, y no a lo loco, buscando grandes “signos y prodigios”.

¿Necesitas de este aire fresco? ¿Renovar la confianza en ti mism@, en los otros, en Dios? Lee pausadamente el texto, detente allí donde notes que se espabilan tus deseos, escucha lo que el Espíritu te susurre. Llena de este aire tus pulmones y déjale ensanchar, en este movimiento vital, tus más profundos deseos para que no te paralices. DejarLE hacer en cada uno. Esa puede ser nuestra petición.

Vuestra hermana en la fe,
Ermina Herrera, javeriana (erminahv@yahoo.es)


23.

Este Evangelio apela directamente a mi confianza en Dios, a su poder
sanador, liberador, transformador en mi vida. El funcionario fue directamente a Jesús y le pidió por su hijo. En cuanto oyó las palabras de Jesús, “Regresa a tu casa; tu hijo ya está bien” se puso en camino.
Obedeció. Dice el Padre Thomas Keating que este regreso del funcionario a su casa ha de haber sido uno de los momentos con más dudas en su vida. Iba todo el camino preguntándose si ciertamente su hijo había sanado. Pero esa es la verdadera fe. Aunque permanezca la duda por nuestra condición humana, más allá de nosotros creemos en Aquel que nos ha dicho “Regresa a tu casa”. El simple hecho de emprender el camino había ganado la batalla a la duda. El había confiado.Señor te pido que aumentes mi fe y que no dejes que la duda, en los momentos en que creo desfallecer, me arrope.

Dios nos bendice,

Miosotis


24. 2004

LECTURAS: IS 65, 17-21; SAL 29; JN 4, 43-54

Is. 65, 17-21. He aquí que yo hago nuevas todas las cosas. Mediante el Misterio Pascual de Cristo, Dios llevó a su plenitud lo que hoy nos anuncia el Profeta Isaías. Dios no sólo nos ha perdonado nuestros pecados, sino que nos ha convertido en hijos suyos, haciéndonos participar de su mismo Espíritu, que nos capacita para que entremos en diálogo amoroso con Él y para que, día a día, vayamos siendo más perfectos como hijos suyos por nuestra unión, cada vez más íntima, a Jesús, su Hijo único e Hijo amado, en quien Él se complace. Puesto que nosotros nos hemos convertido en el pueblo en el que el Señor se goza, tratemos de permanecer fieles al amor que Él nos tiene. Que Él nos conceda vivir ya desde ahora con Él hasta lograr permanecer con Él eternamente, y no permita que nos convirtamos en malditos a causa de nuestras infidelidades.

Sal. 29. Dios jamás olvidará, ni abandonará a sus hijos. Aún en medio de las grandes pruebas; aún en medio de las grandes persecuciones, Dios permanecerá siempre a nuestro lado, y jamás permitirá que nuestros enemigos se rían de nosotros. Confiemos en el Señor y Él nos salvará. Y aún cuando en algún momento pareciera como que somos vencidos, Dios hará que incluso nuestra muerte tenga sentido de salvación, pues tanto en vida como en muerte somos del Señor. Él hará que al final de nuestra existencia nos levantemos victoriosos, con la Victoria de Cristo, para gozar eternamente de su Glorificación. A Él sea dada toda alabanza, y todo honor y toda gloria ahora y por siempre.

Jn. 4, 43-54. Muchos, especialmente de su pueblo, rechazaron al Señor. Le amenazan de muerte y Él, pasando en medio de ellos, se aleja. Ojalá y no se aleje también de nosotros a causa de la dureza de nuestro corazón. Mejor algunos extranjeros llegaron a creer en Él. Hoy se nos habla de un funcionario real, que pide la curación de uno de sus muchachitos. Y ante la orden de que regresara a su casa porque su hijo ya estaba sano, ese hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. La fe, efectivamente, no sólo nos lleva a aceptar, con un asentimiento libre, las verdades reveladas por Dios, sino que nos pone en camino. Estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe, de tal forma que, junto con nosotros, muchos más puedan aceptar en su corazón, y no sólo en su mente, la salvación que nuestro Padre Dios nos ofrece en Jesús, su Hijo hecho uno de nosotros.

El Señor nos reúne en torno suyo en esta celebración, Memorial de su Pascua gloriosa. Él, para darnos un corazón nuevo y un Espíritu nuevo ha entregado su vida en la cruz. Toda creación de algo nuevo reporta sacrificio. Y nosotros no podemos recibir este don de Dios sólo tratando de disfrutarlo de un modo pasivo. El Señor nos comunica su Vida y su Espíritu para que, en su Nombre, vayamos contribuyendo, en medio de renuncias y sacrificios, a la construcción de un mundo renovado en Cristo, hasta convertirlo en un signo del Reino de Dios entre nosotros. Por eso aprendamos a ser fieles, en todo, a la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros. Si en verdad aceptamos nuestro ser de hijos de Dios, pongámonos en camino para proclamar nuestra fe mediante las obras, dando así, en el mundo, razón de nuestra esperanza.

Tal vez nuestra propia casa sea el lugar más difícil para dar testimonio del Señor. Pero no podemos ir a otros lugares a proclamar la Buena Noticia de Salvación mientras descuidamos a los nuestros. Ellos, más que nadie, nos conocen profundamente. Cuando algunos de la casa, o de la comunidad a la que pertenecemos, nos rechacen porque conozcan nuestra vida pasada, tal vez no muy recta, no nos desanimemos; recordemos que el Señor nos invita a ir a nuestra casa y dar testimonio, en medio de los nuestros, de lo misericordioso que Dios ha sido para con nosotros. Esto nos ha de llevar también a no rechazar a quienes, reconociendo sus propias miserias, han vuelto al Señor y se han convertido en testigos suyos. Aprendamos a colaborar mutuamente en el trabajo por hacer realidad entre nosotros el Reino de Dios. Trabajemos sin envidias. Creamos que en verdad Dios habita en cada uno de nosotros, que somos sus hijos. Cuando el mundo nos vea unidos en torno a Cristo y guiados por un mismo Espíritu, podrá creer junto con nosotros en el Señor. De lo contrario, aun cuando les digamos discursos bellamente armados, junto con nosotros vivirán hipócritamente su fe, alabándolo con los labios, mientras su corazón estará lejos de Él.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda en abundancia la presencia de su Espíritu Santo en nosotros, para que tengamos la valentía suficiente para trabajar por su Reino, sin desanimarnos ante las críticas, desprecios, persecuciones o muerte. Amén.

www.homiliacatolica.com


25. ARCHIMADRID 2004

H.L.Q.P.

Doce jóvenes de mi parroquia formaron hace casi un año un grupo de teatro que bauticé con el nombre de H.L.Q.P. (siglas de Hacemos Lo Que Podemos), nombre con el que se han quedado. Después de unos cuantos meses de ensayos más o menos provechosos, de enfados, mosqueos y demás, hace un mes representaron la obra “Al final de la cuerda”, de Alfonso Paso. Cuando veía el último ensayo pensé que no estrenarían la semana siguiente: Los movimientos en el escenario eran torpes, casi siempre daban la espalda al público (respetable, desde luego), se olvidaban el papel e incluso eran incapaces de olvidarlo, pues nunca se lo habían aprendido completamente. Llegó el gran día, el salón de la parroquia rebosaba con 150 espectadores y algunos de pie junto a la pared, los actores y actrices se habían puesto los disfraces por primera vez, las maquilladoras y peluqueras hacían maravillas. A petición de los propios representantes rezamos un avemaría y pasados unos pocos minutos se levantó el telón. Aparecieron las dos primeras actrices en escena y comenzó la obra. Lloré de risa, cada uno estaba en su papel, cuando tuvieron que improvisar lo hicieron con gracia y soltura, los gestos y la entonación eran los precisos y expresivos, el público se metió en la obra y avisaba a los actores de lo que sucedía a sus espaldas cada vez que aparecían moviendo un cadáver (era parte de la obra) de un lado a otro de la casa, rieron y aplaudieron a rabiar. Los integrantes de H.L.Q.P. disfrutaron y ya están ansiosos de preparar la siguiente obra y leerse “Los habitantes de la casa deshabitada” para empezar a aprendérsela.

“Como no veáis signos y prodigios, no creéis”. Parece que Jesús en Galilea no se sabe su papel, como los actores de la parroquia parece que no lo hace bien, porque aparentemente Jesús no es espectacular, no aprovecha el “tirón” de la gente, parece descolocado de su sitio y parece que, si sigue así, el día del estreno con público será un fracaso. Podía haber ido a casa del funcionario real –tal vez viviese en palacio, junto a Herodes que había oído hablar de Jesús y estaba esperando ver un milagro- haber impuesto las manos al niño tras elevar los ojos al cielo y cogiéndolo de la mano presentarlo ante la multitud que esperaría a la puerta y que le aclamaría como Mesías. Pero no, le basta con un simple: “Anda” dicho al funcionario real y que tal vez nadie más oyó. El funcionario se fió y el resultado, escondido a los ojos de las masas, fue el buscado, por eso, al ver tal maravilla, “creyó él con toda su familia”.

A veces nos pasa algo parecido al celebrar la Santa Misa, pensamos que la Palabra de Dios proclamada no es bastante, que las palabras “Esto es mi cuerpo” y “Este es el cáliz de mi sangre” van a ser poco efectivas, que, no impresionarán bastante, e inventamos. ¡Qué bonita eucaristía tuvimos en una convivencia!, me decía hace poco un joven, “hablamos todos, dimos nuestras opiniones, el prefacio y el canon de la Misa fue muy cercano (y muy inventado añado yo), fue entrañable, me llenó”. ¿Es entrañable estar en el calvario?, ¿Qué comentaríamos –tal vez como curiosos espectadores de la Pasión- a las palabras de Cristo en la cruz?. Dios no es “espectacular”, puede parecer que la obra de la salvación nunca va a llegar a estrenarse, que hace mal los gestos y que será un fracaso si no le enmendamos la plana. Pero la obra de la salvación se realiza en cada Misa que tiene cientos y miles de espectadores del cielo aunque sean pocos los de la tierra, y acaba siempre con una aclamación de admiración por el inmenso amor de Dios a los hombres. Santa María te acompaña en cada Misa, pídele que te ayude a estar mirando con toda la Iglesia a la cruz y no despistándote en invenciones absurdas.


26. Fray Nelson Lunes 7 de Marzo de 2005
Temas de las lecturas: Ya no se oirán gemidos ni llantos * Vete, tu hijo ya está sano.

1. Una promesa de alegría
1.1 ¡Qué consuelo recibir las palabras de Isaías hoy! ¡Es verdad que la cuaresma tiene que ser tiempo de cuestionamiento y reflexión interior pero eso no significa que no quede espacio para la alegría, la sonrisa y la esperanza!

1.2 "Convertiré en gozo a Jerusalén", ha dicho el Señor. Semejante promesa es más de lo que podíamos soñar. Jerusalén es el lugar del desastre, el lugar de la deshonra, el lugar de la humillación, si pensamos en el destierro a Babilonia. ¡Y Dios anuncia que Jerusalén será un gozo!

1.3 Estas expresiones no intentan ilusionarnos o endulzarnos el oído. Manifiestan el poder de Dios, que ha CREADO todas las cosas, y que por eso mismo puede VOLVER A CREAR. La expresión que utiliza es precisa: "habrá alegría y gozo eterno por lo que voy a crear". En la Biblia este verbo, crear, tiene un contenido muy fuerte y está reservado sólo para Dios.

1.4 La enseñanza entonces de esta primera lectura es que la obra del perdón al pueblo pecador sólo puede ser descrita como una NUEVA CREACIÓN, algo que sólo Dios puede hacer y que sólo Él sabe hacer. Y ante esa obra enteramente suya nosotros sentiremos gozo indescriptible, más aún que si hubiéramos acompañado al Altísimo el día en que dijo: "¡Que haya luz!" (Gén 1,3).

2. ¿Una petición inhumana?
2.1 Estamos acostumbrados a pensar en Jesús de una manera tan tierna, que corremos el riesgo de apelar más a nuestra imaginación que a la revelación que el Señor nos ofrece en su Palabra. La escena de hoy por ejemplo, a pesar de que se trata de una curación, no carece de dureza.

2.2 Un funcionario le pide que vaya a su casa y cure a su hijo. La respuesta de Cristo es dura: " Si no ven signos y prodigios son incapaces de creer". No parece demasiado tierno, sobre todo si pensamos en el drama que vivía aquel hombre...

2.3 Si aceptamos que Jesús no tiene que parecerse a nuestra imaginación, admitamos que una y otra vez debemos aprender quién es Él en realidad...

2.4 En este caso hay una enseñanza que en realidad es muy propia de Nuestro Señor: le interesa más nuestra fe que nuestra salud física o nuestro bienestar emocional. Tiene sed de nuestra fe, porque sabe muy bien que la salud del cuerpo o la tranquilidad de una vida sin problemas a la vista no es algo que vaya a estar siempre ni algo con lo que de veras podamos contar.

2.5 La enfermedad, las contradicciones, las traiciones de amigos, los accidentes o la muerte misma estarán ahí siempre acechando, y si miramos a Jesús sólo a través del lente de los favores que nos hace para restablecer nuestra salud o conservar nuestro bienestar JAMÁS tendremos verdadera fe.

2.6 Y de algún modo eso es lo que hace Jesús "saliéndose con la suya" : templa el arco de la fe de aquel hombre hasta su límite. El funcionario regio le pedía algo que a cualquiera le hubiera parecido en sí mismo un honor: "ven a mi casa". Jesús renuncia a ese honor y en cambio pone en condición de siervo, y siervo obediente, a aquel hombre encumbrado: "cree; tu hijo ya está bien". Una hermosa solución "de compromiso" en la que Cristo rescata lo que a Él más le interesa, es decir, que crezca la fe, mientras concede lo que el atribulado papá pedía, la salud de aquel niño.


27.

Is 55, 10-11
Mt 6, 7-15

Cuaresma es el tiempo de conversión del corazón. Cuaresma es el tiempo de regreso a Dios. Esto tendría que inquietarnos para ver si efectivamente estamos regresando a Dios no solamente las cosas que Él nos ha dado, sino si nosotros mismos estamos regresando a Dios.

Podríamos decir que cada uno de nosotros es un don de Dios para uno mismo; la vida es un don que Dios nos da. ¿Cómo estamos regresando ese don a Dios? Esta conversión del corazón, ese regresar a Dios, ese volver a poner a Dios en el centro de la vida, ¿cómo lo estoy haciendo? ¿Hasta qué punto puedo decir que realmente nuestro Señor está recibiendo de mí lo que me ha dado?

Cuando nos enfrentamos con nuestra vida, con nuestros dolores, con nuestras caídas, con nuestras miserias, con nuestros triunfos y gozos, podría darnos miedo de que no estuviésemos en la condición de dar al Señor lo que Él espera de nosotros. Miedo de que no estuviésemos en la situación de regresar, con ese corazón convertido, todo lo que el Señor nos ha dado a nosotros.

Jesús en el Evangelio dice: “El Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo pidan”. Dios nuestro Señor sabe perfectamente qué es lo que necesitamos en ese camino de conversión hacia Él. Sabe perfectamente cuáles son los requerimientos interiores que tiene nuestra alma para lograr una verdadera conversión del corazón.

Yo me pregunto si a veces no tendremos miedo de este conocimiento que Dios tiene de nosotros. ¿No tendremos miedo, a veces, de que el Señor puede llegar a conocer lo que necesitamos?

Sin embargo, debemos dejar que el alma se abra a su mirada. En la oración que el Señor nos enseña en el Evangelio y que repetimos en la Misa: “Padre nuestro, que estás en los cielos”, nos llama a confiar plenamente en el Señor, a pedirle que Él sea santificado y que venga a vivir en nosotros su Reino. Es la oración de un corazón que sabe pedir a Dios lo que Él le dé y que se abre perfectamente para que el Señor le diga lo que necesita.

¡Cuántas veces a nosotros nos puede faltar esto! Deberíamos exigirnos que nuestra vida vuelva a Dios con una confianza plena; que se adhiera a Dios sólo y únicamente como el único en quien de veras se puede confiar.

Creo que ésta podría ser una de las principales lecciones de conversión del corazón.

¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en nuestra existencia? ¿Con qué fecundidad estamos dándole a Dios en nuestra vida? Si al examinarnos nos damos cuenta de que nos faltan muchos frutos, si al examinarnos nos damos cuenta de que no tenemos toda la fecundidad que tendríamos que tener, no tengamos miedo, Dios sabe lo que necesitamos, y Dios sabe qué es lo que en cada momento nos va pidiendo. ¿Por qué si Dios lo sabe, no dejarme totalmente en sus manos? ¿Por qué, entonces, si Dios lo sabe, no ponerme totalmente a su servicio en una forma absoluta, plena, delicada?

Precisamente esto es la auténtica conversión del corazón. La conversión del corazón en la Cuaresma no va a ser hacer muchos sacrificios; la conversión del corazón en la Cuaresma es llegar al fondo de nosotros y ahí abrirnos a Dios nuestro Señor y ponernos ante Él con plenitud.

Vamos a pedirle a Dios que sepamos regresarle todo lo que nos ha dado, que sepamos hacer fecundo en nuestro corazón ese don que es nuestra vida cotidiana, ese don que somos nosotros mismos para cada uno de nosotros. Que esa sea nuestra intención, nuestra oración y sobre todo, el camino de conversión del corazón.