MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

 

Libro de Jeremías 18,18-20.

Ellos dijeron: "¡Vengan, tramemos un plan contra Jeremías, porque no le faltará la instrucción al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta! Vengan, inventemos algún cargo contra él, y no prestemos atención a sus palabras". ¡Préstame atención, Señor, y oye la voz de los que me acusan! ¿Acaso se devuelve mal por bien para que me hayan cavado una fosa? Recuerda que yo me presenté delante de ti para hablar en favor de ellos, para apartar de ellos tu furor.

Salmo 31,5-6.14-16.

Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Oigo los rumores de la gente y amenazas por todas partes, mientras se confabulan contra mí y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: "Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos". Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen.


Evangelio según San Mateo 20,17-28.

Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

LECTURAS 

1ª: Jr 18.18-20  

2ª: Mt 20. 17-28  (Mt/20/20-28 = SANTIAGO)


 

1.

Se nos describe el complot contra Jeremías, por parte de sus hermanos de raza y de fe, por los cuales ha intercedido el profeta. La súplica que dirige a Dios en esta circunstancia es el clamor del justo que se ve perseguido a causa de la misión que Dios le ha confiado.

MISA DOMINICAL 1990/06


2.

Jeremías había denunciado los pecados del pueblo y, en especial, los pecados de los jefes del pueblo, de los representantes oficiales de la ley religiosa; era su deber como profeta, y lo hacía en nombre de Dios para suscitar la conversión.

Pero ahora, se ve envuelto en una persecución. Le acusan de "perturbador del orden" y espían sorprenderle en algo de qué acusarle, para acabar con él y desentenderse de su palabra. Por otra parte, no pueden dejar de reconocerlo como profeta, pero se dicen que si acaban con él, no van contra el profetismo, ni contra las instituciones religiosas que regían a Israel; y es que ellos querían esas instituciones, pero de modo que pudiesen utilizarles a su antojo teñido de religión.

El profeta se lamenta ante Dios de que los mismos a quienes él sirve la palabra y por quienes intercede, le persigan.

Lo que le ocurre al profeta Jeremías le ocurrirá a Cristo y a todo el que quiera seguirle fielmente.


3.

En el evangelio de hoy, Jesús anuncia su Pasión. Será escarnecido, flagelado, crucificado.

Jeremías sufriente es una figura de Cristo.

-Los malvados dijeron: "Venid, formemos un complot contra Jeremías..."

Jeremías es un poeta, un alma sensible, tanto más, por ende, capaz de sufrir. Jeremías es un profeta, un portavoz de Dios.

Ahora bien, es precisamente a causa de esa palabra que se le persigue. No hizo más que repetir lo que Dios le mandaba decir. Esto me hace pensar en todos aquellos que en el mundo de hoy padecen las duras consecuencias de sus compromisos al servicio de Dios o al de sus hermanos. Te ruego, Señor, por todos los perseguidos, criticados, desestimados a causa de lo que hacen o de lo que dicen.

-«Venid, le heriremos a lenguaradas».

Temible poder el de la lengua: puede destruir a un hombre. Calumnia, maledicencia... Su daño es mucho peor que un puñetazo o un tajo de espada. La herida es a veces muy profunda.

Ocasión para mí de preguntarme si presto atención a lo que digo y cómo lo digo. ¿Hay quizá personas a las que daña el tono de mis palabras?

Pero Tú, Señor, escúchame, y oye lo que dicen mis adversarios.

La plegaria de Jeremías está como impregnada por un deseo de venganza, característica del alma humana de todos los tiempos: el daño recibido de los demás, inspira malevolencia hacia ellos... Ia angustia es una mala consejera. El primer clamor del perseguido es un grito de rebelión y de odio. No hay que juzgar desde el exterior. Sólo la fuerza de Dios puede ayudar a superar ese primer movimiento.

El evangelio de Jesús nos hará esta petición: «Perdonad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os persiguen».

-«Tú, Señor, escúchame».

Jeremías tiene ya ese muy buen reflejo de volverse hacia Dios y desahogar en El su rebelión.

Jesús irá aún más lejos al rezar por sus verdugos: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen».

-Recuerda cuando yo me ponía en tu presencia, para hablarte en su favor y apartar de ellos tu cólera.

Realmente, ¡es el colmo!

Jeremías es consciente de haber trabajado y hablado en favor de sus compatriotas. Todo lo que obró y dijo era en beneficio de ellos. Y he aquí que se vuelven contra él.

Resulta ser el misterio mismo de la Pasión de Jesús, vivido con anterioridad. Esas palabras de Jeremías, podrían ponerse en los labios mismos de Jesús en la cruz. «Acuérdate, oh Padre, que me he puesto en tu presencia para hablarte en su favor y apartar de ellos tu cólera)>.

Dame, Señor, ese lenguaje y esa oración.

Ayuda a todos los perseguidos.

Te ofrezco, Señor, la vida y los sufrimientos de todos los que padecen... y los uno a la vida y a los sufrimientos de Cristo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 118 s.


4.

El misterio pascual de Jesús es el cumplimiento decisivo de su misión en el mundo. Mateo subraya, después del anuncio de la Pasión, la importancia de la imitación del Señor para la Iglesia. El que quiera ser grande en el Reino ha de aceptar el último lugar entre los discípulos, tal como Jesús, el Hijo del hombre, que da la vida como siervo del mundo.

MISA DOMINICAL 1990/06


5.

Este Evangelio reproduce la proclamación que hace Cristo de su subida a Jerusalén (vv. 17-19) para morir allí y recibir allí la gloria, y describe una de las reacciones que esa proclamación despierta automáticamente en el grupo de los apóstoles (vv. 20-28).

a) Encontramos en nueve sitios diferentes de los Evangelios ese anuncio de la muerte de Jesús (Mt 16, 21-23; 17, 22-23; 20, 17-23; Mc 8, 31-33; 9, 30-32; 10, 32-34; Lc 9, 22, 44-45; 18, 31-33). Los evangelistas coinciden perfectamente sobre los términos de esos discursos de Cristo, característicos del kerigma primitivo y del primer Credo de las comunidades cristianas (por ejemplo, el tema del tercer día, en el v. 19).

Por otro lado, existe una importante gradación en los tres anuncios de la muerte próxima de Cristo. En los dos primeros, en efecto, habla todavía como un rabino que describe la suerte del Hijo del hombre; en el tercero, por el contrario, ya no es el rabino el que habla, sino un hombre fiel que sabe cual es su deber y que se adentra resueltamente por el camino ineludible ("he aquí que subimos...", v. 18) que le conduce a la muerte reservada a los profetas y a los sembradores de inquietudes.

b) Jesús no anuncia tan solo su muerte, sino también su resurrección. Este anuncio es sorprendente. En efecto, Jesús podía encontrar en la Escritura muchos textos que hacían referencia a su pasión y su anuncio se inspira, evidentemente, en Is 55 (entregado, agobiado...). Por el contrario, no hay nada en el Antiguo Testamento que permita pensar en una resurrección del Mesas. Apenas si se admitía en algunos medios la noción de una resurrección general (2 Mac 7, 9-29; Dan 12, 2), y cuando los apóstoles se vieron más adelante en precisión de justificar la resurrección partiendo del Antiguo Testamento no encontraron más que textos acomodables, como Sal 15/16 (Act 2, 22-32; 13, 34-35).

Pero, entonces, de dónde ha sacado Jesús la convicción de que resucitaría? Sin duda que, en primer lugar, de su propia conciencia: su Padre le había confiado una misión; ahora bien: esa misión iba a fracasar; a Cristo no le quedaba sino dejar al Padre el cuidado de permitirle continuar su misión más allá de la muerte.

A esa conciencia pudo añadir Jesús su interpretación de Is 53, que promete al Siervo paciente un triunfo sin precedentes (Is 52, 13; 55, 11-12) después de su sufrimiento y su muerte.

Algunas versiones permiten incluso traducir Is 53, 11: "volver a ver la luz". Además, Dan 12, 3 prometa una resurrección gloriosa a quienes hayan justificado a multitudes. Jesús pudo basarse tambiÉn en Sab 2, 12-20 y Sab 5, 1, 15-16. Si Jesús leía en estos textos el anuncio de su destino, no podía dejar de encontrar también el presentimiento de su triunfo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 92s.


6.

"¡Servir!"

-Subiendo Jesús hacia Jerusalén, tomó aparte a los doce.

La Cuaresma es también una "subida hacia Jerusalén". Un camino hacia la cruz. Jesús tiene que decir un secreto, que no puede confiar más que a los más íntimos. Los toma "aparte".

El Hijo del hombre ha de ser entregado, condenado, escarnecido, azotado, crucificado... Jesús sabe, detalladamente, lo que le espera. Decidido, tranquilo, libre, sube hacia Jerusalén.

Trato de imaginarme estas palabras, estas confidencias saliendo de tu propia boca. Trato de contemplar los pensamientos que pasan por tu mente, Señor, al expresar estas cosas. Si Tú, Señor, "amo del cielo y de la tierra", has pasado por todo ello, ayúdame a comprender un poco ¿por qué? y ¿para qué? "No hay más grande amor que el de dar la vida por aquellos que se ama".

"Yo he venido para que tengan vida, y en abundancia." "He aquí la sangre de la alianza para el perdón de los pecados.

"El buen pastor da su vida por sus ovejas."

-Y resucitará al tercer día

Para ti, la muerte no es una finalidad, un punto final.

Estás convencido de que tu misión no puede fallar. Y aportas esta misma esperanza a toda la humanidad.

Una vida nueva surge de la muerte.

Valor escondido y misterioso del sufrimiento, del sacrificio.

¿Creo yo realmente en el misterio pascual? ¿Qué luz me aporta este misterio, frente a mis infortunios, a mis pecados, frente a los problemas del mundo y de la Iglesia? El hombre "escarnecido"... esto continúa en el día de hoy. ¿Estoy convencido de que en ello se prepara una "resurrección" ¿Qué es lo que cambia?

-La madre de los hijos de Zebedeo se acercó y pidió a Jesús: "Que mis dos hijos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino". "No sabéis lo que pedís"...

Es verdad, Señor, no lo sabemos.

-¿Podéis beber la copa que Yo beberé?

Simbolismo bíblico. La "copa" amarga que se traga toda de golpe a pesar del mal sabor, es el símbolo de la prueba, de la adversidad. (Salmo 75, 9; Is 51, 17; Jr 25, 15) ¿Podéis beber "mi copa", nos dice hoy también Jesús?

-Mi copa la beberéis.

Jesús la beberá el primero, hasta las heces.

Cuando sufro, ¿soy consciente de acercar mis labios a la misma copa que Jesús?

-Los príncipes de las naciones los avasallan... y los magnates los abruman con imperio...

No ha de ser así entre vosotros, sino que quien aspire a ser mayor entre vosotros debe ser vuestro servidor y el que quiera ser el primero, sea vuestro siervo.

Así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos.

Esta madre, efectivamente, no sabía lo que pedía. Estar con Jesús, a su derecha y a su izquierda, es hacerse "esclavo" como El, es "servir" a los demás, es "dar su vida en rescate o redención de otros".

Este es el sentido que Tú, Jesús, das a tu pasión... y a la misa... y a nuestra vida de cada día. A esta luz quiero revisar, detenidamente, mi vida cotidiana.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 122 s.


7.

Jer 18, 18-20: Señor, hazme caso, oye como me acusan. ¿Es que se paga el bien con el mal? 
Sal30, 5-6.14.15-16: Sálvame, Señor, por tu misericordia. 
Mt 20, 17-28: El que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor.

Jesús y sus discípulos suben presurosos a Jerusalén. Jerusalén era el centro del poder Judío, y es precisamente en este camino donde Jesús les recuerda a sus discípulos la suerte que se corre cuando se tocan las estructuras que tiranizan al pueblo. Mientras caminaban, él les advierte lo que ha de pasar por haber predicado en contra del sistema. Le espera la muerte, al igual que todo aquel que asumiendo su causa con radicalidad denuncia la injusticia y anuncia el Reino de Dios.

Los discípulos de Jesús son también el producto de la realidad cultural de su época. Ellos estaban convencidos de que el mesianismo de Jesús era la inauguración de un tiempo de fortalecimiento político y militar, y no habían entendido que el mesianismo de Jesús iba más bien por el servicio y la entrega al hermano, dando incluso la vida si fuera necesario. La madre de los Zebedeos le pide a Jesús que otorgue puestos preeminentes a sus hijos en el "reino" que Jesús iba a iniciar. Ella estaba imaginando el Reino al estilo del reino de David...

El Reino e Dios era contrario a todas las estructuras de poder y de muerte que existían en la Palestina del tiempo de Jesús. Jesús se ve precisado a enseñar a sus díscípulos que es necesario cambiar los esquemas simbólicos mentales para abrir paso al Espíritu de Dios para que sea él quien vivifique la comunidad del Resucitado, y sea posible una organización nueva de la sociedad por la que todos sean hermanos entre sí, ya que el Padre es común, es el mismo para todos. Esa nueva organización de la sociedad no se va a poder hacer sino con un «nuevo espíritu»: un espíritu que no busca la grandeza en ser el primero, en explotar y oprimir a los demás, sino en ser el servidor de todos. Todo esto Jesús no lo predicaría sólo ni principalmente con su palabra, sino con su vida y sus hechos.

La comunidad de Jesús debe estar constituida por personas capaces de abandonar definitivamente toda práctica egoísta propia de una sociedad que tiene la competencia y las ventajas económicas (el mercado total, donde todo se compra y se vende, hasta la conciencia) como valores supremos. La opción por el Reino equivale a una opción por la humanización y esta requiere de todo un proceso que no es gratuito.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


8.

1. Jeremías fue una figura impresionante de la pasión de Jesús. Tuvo que hablar en nombre de Dios en tiempos difíciles, inmediatamente antes del destierro final. No le hicieron caso. Le persiguieron.

En el primer párrafo hablan los que conspiran contra el profeta. Les estorba. Como estorban siempre los verdaderos profetas, los que dicen, no lo que halaga los oídos de sus oyentes, sino lo que les parece en conciencia que es la voluntad de Dios. «No haremos caso de sus oráculos». Irónicamente dicen estos «judíos malvados» que, aunque eliminen a un profeta como Jeremías, no les faltarán ni sacerdotes ni sabios ni profetas que sí digan lo que a ellos les agrada. Son los falsos profetas, que siempre han hecho carrera.

En el siguiente párrafo es el profeta el que se queja ante Dios de esta persecución y le pide su ayuda. Se siente indefenso, «me acusan, han cavado una fosa para mí». La súplica continúa en el salmo: «sácame de la red que me han tendido, oigo el cuchicheo de la gente, se conjuran contra mi y traman quitarme la vida... pero yo confío en ti, sálvame, Señor». Y eso que Jeremías habla intercedido ante Dios en favor del pueblo que ahora le vuelve la espalda.

Lo que pasa con Jeremías es un exacto anuncio de lo que en el NT harán con Jesús sus enemigos, acusándole y acosándole hasta eliminarlo. Pero él murió pidiendo a Dios que perdonara a sus verdugos. Jeremías es también el prototipo de tantos inocentes que padecen injustamente por el testimonio que dan, y de tantos profetas que en todos los tiempos han padecido persecución y muerte por sus incómodas denuncias.

2. ¡Qué contraste de actitudes entre Jesús y sus discípulos!

Jesús «iba subiendo a Jerusalén»: iba a cumplir su misión, aunque fuera a costar. Iba a ser entregado y condenado, a morir por la humanidad y a resucitar. Este es el tercero de los anuncios que hace de su pasión a sus asustados discípulos, que no entienden o no quieren entender. «El Hijo del hombre ha venido a dar su vida por muchos». Ellos siguen a Jesús como al Mesías, pero no entra en su cabeza que el estilo de la salvación sea a través de la cruz.

En efecto, basta ver la escena que Mateo cuenta a continuación: la madre de Santiago y Juan pide para sus hijos los puestos de honor. Exactamente lo contrario de lo que Jesús les estaba inculcando. No es de extrañar que los otros diez apóstoles reaccionaran disgustados: pero es porque ellos también querían lo mismo, y esos dos se les habían adelantado.

Los criterios de aquellos apóstoles eran exactamente los criterios de este mundo: el poder, el prestigio, el éxito humano. Mientras que los de Cristo son la entrega de sí mismos, ser servidores de los demás, no precisamente buscando los puestos de honor.

3. En nuestro camino de preparación de la Pascua se nos propone hoy un modelo soberano: Cristo Jesús, que camina decididamente en el cumplimiento de su misión. Va camino de la cruz y de la muerte, el camino de la solidaridad y de la salvación de todos.

«No he venido a ser servido, sino a dar mi vida por los demás».

Es el camino de todos los que le imitan. Ya antes, Jeremías había sido fiel, a pesar de las dificultades, a lo que Dios pedía de él. Y después, millones de cristianos han seguido el camino de su Maestro hasta la cruz y la vida resucitada.

No nos suele gustar el camino de la subida a la cruz. A Jeremías también le hubiera sido mucho más cómodo renunciar a su fuego interior de profeta y callarse, para volver a su pueblo a divertirse con sus amigos. A Jesús le hubiera ido mucho mejor, humanamente, si no hubiera denunciado con tanta claridad a las clases dirigentes de su tiempo.

A un cristiano le puede parecer que en medio de este mundo es mejor contemporizar y seguir las mismas consignas que todos, en busca del bienestar personal. Pero el camino de la Pascua es camino de vida nueva, de renuncia al mal, de imitación de un Cristo que se entrega totalmente, que nos enseña a no buscar los primeros puestos, sino a ser los servidores de los demás, cosa que en este mundo parece ridícula.

Aquellos discípulos de Jesús que en esta ocasión no habían entendido nada, entre ellos Pedro, madurarán después y no sólo darán valiente testimonio de Jesús a pesar de las persecuciones y las cárceles, sino que todos morirán mártires, entregando su vida por el Maestro.

¿Nos está ayudando la Cuaresma de este año en el camino de imitación de Jesús en su camino a la cruz? ¿o todavía pensamos con mentalidad humana, persiguiendo los éxitos fáciles y el «ser servidos», saliéndonos siempre con la nuestra, sin renunciar nunca a nada de lo que nos apetece? ¿organizamos nuestra vida según nuestros gustos o según lo que Dios nos está pidiendo?

En la noche de la Vigilia Pascual se nos harán dos preguntas claves, que ya desde ahora debemos ir respondiendo en nuestra actuación concreta: «¿renunciáis al mal?... ¿creéis en Dios... en Cristo?». Es el tiempo de las opciones.

En la Eucaristía comemos a Cristo Jesús como «el entregado por los demás», como el «pan partido», como el que «ha derramado su sangre por todos». ¿Estamos aprendiendo de él esa actitud de entrega?

«Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que le señalaste» (oración)

«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida, tú tienes palabras de vida eterna» (aclamación)

«El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida por muchos» (evangelio)

«Señor, líbranos de las ataduras del pecado» (ofrendas)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 49-52


9.

Aquí está la manera de Jesús para vivir lo que les ha dicho a sus discípulos: ha recorrido su camino hacia Jerusalén, sin privilegios, que es lo que todos buscamos cuando no tenemos bien puesto el norte hacia Jesús y su Reino.

Ya el evangelista da cuenta del suceso en el tiempo de Jesús; los Zebedeos ya lo expresan abiertamente por medio de la madre, y eso creó un serio problema al interno de la comunidad; ocasión que el Maestro aprovecha para dar la lección del servicio, o para interpretar toda la vida como un servicio.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


10. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

En los medios de comunicación se ha popularizado la frase "matar al mensajero". Con ella se alude al hecho de reprobar a quien nos transmite una noticia que no nos gusta en vez de dirigirnos a la fuente. Esta fue la experiencia vivida por Jeremías, un anticipo profético de la suerte que corrió Jesús. A lo largo de esta segunda semana de Cuaresma la liturgia nos va ofreciendo algunas claves para entender lo que pasará "después".

El evangelio de hoy prolonga el mensaje del evangelio de ayer. Parece que Santiago y a Juan, y también el resto de los discípulos, no disfrutaban suficientemente en su condición de discípulos, de hermanos y de servidores. Aspiraban a "sacar partido" de su proximidad a Jesús. Querían vivir su particular "operación triunfo", no tanto por méritos propios cuanto por enchufe. Esto parece muy humano. Lo más desalentador es que sucede después de haber recorrido un gran trecho del camino con Jesús. En la reacción de los Zebedeos encontramos reflejadas nuestras propias incoherencias después de muchos años de camino cristiano. ¿Cómo es posible que a veces demos más crédito a un comentario oído en televisión que al mensaje de la Palabra? ¿Cómo podemos afirmar que siendo pobres somos felices y al mismo tiempo estemos continuamente ansiando enriquecernos?

Hay un momento del camino en el que la verdad de nuestra respuesta tiene que pasar la prueba de compartir el cáliz de Jesús. Porque sólo quien da su vida ha entendido qué significa seguir a Jesús.

Este es el don que hoy podemos pedir al Espíritu. Ninguna conclusión lógica nos va a llevar hasta aquí.

Vuestro amigo,

Gonzalo Fernández cmf. (gonzalo@claret.org)


11. 2001

COMENTARIO 1

vv. 17-28. Comparado con los dos precedentes (16,21; 17,22s), el tercer anuncio de la muerte-resurrección omite la idea de inevitabilidad (16,21: «tiene que») y de inminencia (17,22: «lo van a entregar»). Se añade la condena a muerte, atribuida a los sumos sacerdotes y letrados, y la entrega a los paganos, que tiene un propósito definido: que sea burlado, azotado y crucificado. Sin embargo, la victoria de la vida sobre la muerte está asegurada. Jesús habla al Israel mesiánico («los Doce»). Quiere hacerles ver que los jefes religiosos de Israel y los doctores de su Ley son los enemigos mortales del Hombre. El escenario será Jerusalén. El Israel me­siánico deberá romper con las instituciones del antiguo Israel, que han traicionado a Dios. De hecho, la misión se dará en Galilea para el mundo entero (28,16-20).


COMENTARIO 2

Los discípulos de Jesús son también el producto de la realidad cultural de su época. Ellos estaban convencidos de que el mesianismo de Jesús era la inauguración de un tiempo de fortalecimiento político y militar, y no habían entendido que el mesianismo de Jesús iba más bien por el servicio y la entrega al hermano, dando incluso la vida si fuera necesario. La madre de los Zebedeos le pide a Jesús que otorgue puestos preeminentes a sus hijos en el "reino" que Jesús iba a iniciar. Ella estaba imaginando el Reino al estilo del reino de David...

El Reino e Dios era contrario a todas las estructuras de poder y de muerte que existían en la Palestina del tiempo de Jesús. Jesús se ve precisado a enseñar a sus díscípulos que es necesario cambiar los esquemas simbólicos mentales para abrir paso al Espíritu de Dios para que sea él quien vivifique la comunidad del Resucitado, y sea posible una organización nueva de la sociedad por la que todos sean hermanos entre sí, ya que el Padre es común, es el mismo para todos. Esa nueva organización de la sociedad no se va a poder hacer sino con un «nuevo espíritu»: un espíritu que no busca la grandeza en ser el primero, en explotar y oprimir a los demás, sino en ser el servidor de todos. Todo esto Jesús no lo predicaría sólo ni principalmente con su palabra, sino con su vida y sus hechos.

La comunidad de Jesús debe estar constituida por personas capaces de abandonar definitivamente toda práctica egoísta propia de una sociedad que tiene la competencia y las ventajas económicas (el mercado total, donde todo se compra y se vende, hasta la conciencia) como valores supremos. La opción por el Reino equivale a una opción por la humanización y ésta requiere de todo un proceso que no es gratuito.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


12. 2002

COMENTARIO 1

vv. 20-21 Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos para rendirle homenaje y pedirle algo. El le preguntó: -¿Qué deseas? Contestó ella: -Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

Aunque es la madre quien se acerca a Jesús, la petición es de los Zebedeos mismos (22: «no sabéis lo que pedís»). Esto muestra que el deseo de preeminencia expresado en la petición les viene por herencia, es propio de la tradición del judaísmo.

«Cuando tú reines / seas rey»: sentido activo de basileia, «ser rey», «ejercer la realeza» (cf. 3,2). A pesar de las repetidas predicciones de Jesús, los discípulos no pierden la esperanza de verlo como monarca davídico en Jerusalén. La primera predicción oca­sionó la oposición de Pedro (16,21ss) y el correspondiente aviso de Jesús (16,24-28). Después de la segunda vuelve a retoñar la ambición (18,1) y Jesús les da otra lección (18,2-10). A la tercera predicción sigue la petición descarada de preeminencia (20,21). Los dos discípulos siguen interpretando la subida de Jesús a Jerusalén como un acontecimiento triunfal y quieren ser asociados al ejer­cicio del poder, ocupando los primeros puestos en el reino. Se ve el distinto sentido que tiene la subida a Jerusalén para Jesús y para los discípulos: para él es subir a la gloria (cf. 26,64) a través de su muerte por los hombres (26,28); para ellos, subir hacia la gloria humana.

vv. 22-23 Pero Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar el trago que voy a pasar yo? Le contestaron: -Sí lo somos. É1 les dijo: -Mi trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado.

La respuesta de Jesús a los dos hermanos hace ver que éstos no habían comprendido el sentido de su realeza ni, por tanto, de su mesianismo. La manera de estar asociados a ella es parti­cipar de su pasión y muerte.

«Pasar el trago», lit. «beber la copa», locución semítica figu­rativa (cf. Is 51,17; Lam 4,21) que, como la castellana, denota una prueba dolorosa. Conceptualmente, bastaría traducir «pasar la prueba», pero la frase idiomática «pasar un trago» es más fiel, por inspirarse en la misma metáfora de «beber».

La copa o trago volverá a aparecer en Getsemaní, donde Jesús experimentará gran dificultad en aceptar la prueba (26,39). Esta copa será la que ofrezca a los suyos en la cena (26,27). El será rey en la cruz, a través de su pasión y muerte, y ellos deben asociarse a su suerte; se manifiesta el sentido extensivo de la expresión «el Hombre»/«el Hijo del hombre» (17,22; 20,18).

Los dos discípulos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder, como los antiguos israelitas daban la vida por conquistar la tierra prometida. Jesús, en cambio, va a hablarles de dar la vida como servicio (20,28), y esto ellos no lo aceptarán (cf. 26,40s.43).

Jesús les asegura que pasarán por su misma prueba, según el compromiso que todo discípulo hace al seguirlo (16,24). Sin em­bargo, ocupar los primeros puestos no depende de él, sino del Padre. No es que éste tenga a algunos predestinados para ello, la razón es otra. Seguir a Jesús significa para el discípulo avanzar en la condición de hijo de Dios; siguiendo a Jesús va recibiendo el Espíritu que lo va convirtiendo en hijo. Solamente el Padre puede apreciar el punto en que se encuentra cada uno en esta relación bilateral con él; por eso los puestos están preparados para aquellos que él sólo conoce.

v. 24 Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos.

Fuerte reacción de los otros diez. La mención de dos (v. 21) y diez (v. 24) recuerda el cisma de Israel (1 Re 12). El deseo de poder causa división en el Israel mesiánico, como la había causado en el antiguo Israel.

vv. 25-28 Jesús los reunió y les dijo: -Sabéis que los jefes de las naciones las dominan y que los grandes les imponen su autoridad. No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande sea servidor vuestro y el que quiera ser primero sea siervo vuestro. Igual que el Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.

Instrucción de Jesús. La alusión a los jefes de las na­ciones puede aludir a la petición hecha por Israel de «un rey que nos gobierne, como se hace en todas las naciones» (1 Sm 8,5). Tal es la concepción mesiánica de los discípulos. Por eso Jesús los previene contra ella. El dominio y la opresión que ejercen los jefes y grandes del mundo están desterradas de la comunidad me­siánica. La grandeza o la primacía no son consecuencia del domi­nio, sino del servicio (cf. 18,4). Jesús va a demostrar su realeza dando su vida para liberar a los hombres; aquel cuyo servicio se parece más al de Jesús es el que está más cerca de ese rey y ocupa el primer puesto en su comunidad. El mismo se pone por modelo. La realización de «el Hombre» no se verifica porque su meta a otros y sea servido por ellos, sino porque él mismo sirve dando su vida en ese servicio. Vuelve a aparecer la segunda con­dición del seguimiento: «cargar con la cruz» (16,24). El fruto de este servicio y muerte es liberador para la humanidad.



COMENTARIO 2

El texto evangélico puede ser articulado en tres partes: en la primera, Jesús anuncia su Pasión por última vez (vv. 17-19); sigue una petición para sus hijos de la madre de dos de los Doce (vv.20-23); finalmente se consigna la enseñanza de Jesús ante la reacción de los restantes (vv. 24-28).

Las secciones tienen una íntima relación conforme al orden de anuncio, incomprensión, enseñanza de Jesús en orden a superarla.

Se consigna el escenario (“iba subiendo a Jerusalén”) y el auditorio (“llevó aparte a los Doce”) del anuncio, cuyo contenido reproduce en sus términos esenciales los dos anteriores (16,21 y 17,22s). Se diferencia de ellos en que se menciona la condena a muerte por parte de sumos sacerdotes y letrados y la entrega a los paganos para que sea burlado, azotado y crucificado.

Se pone de relieve la oposición al proyecto de Jesús por parte de los dirigentes religiosos de Israel y con ella se quiere advertir de un riesgo que afecta también al círculo de los Doce, nuevo Israel.

Ante este anuncio, como ante los anteriores, éstos no comprenden de manera adecuada el sentido de la propuesta encerrada en él. Por ello la madre del Zebedeo se acerca con sus hijos buscando para ellos los puestos privilegiados en el nuevo gobierno. Este deseo de preeminencia es expresado por la madre pero, como aparece en la respuesta de Jesús, es compartido por sus hijos (v. 22: “No saben lo que piden”).

Ante esta petición, reflejo de una profunda incomprensión, la respuesta de Jesús asume la forma de una pregunta. No se trata ya de buscar puestos de preeminencia sino de la capacidad de compartir su suerte, es decir, de un seguimiento que lleve al discípulo a asimilar la decisión de Jesús de entregar la vida por los demás. Ante el triunfalismo de sus seguidores más íntimos, Jesús les promete que enfrentarán la misma prueba. Por el contrario, el “asiento” pedido sólo depende del juicio del Padre sobre el grado de asimilación del proyecto de Jesús hecho por cada persona.

Los hijos del Zebedeo y su madre no han logrado su intento. Por el contrario, suscitan la reacción de los otros diez discípulos. Se produce así un “cisma” comunitario semejante al producido luego del reinado de Salomón en que también dos (tribus) se enfrentaban a las restantes diez. La búsqueda de la preeminencia ha llevado a su consecuencia lógica y natural, la división del grupo. La competitividad ha producido el desgarramiento comunitario.

Frente a ese efecto doloroso, Jesús propone una enseñanza en que se precisa para los integrantes de la comunidad una actitud diferente a la que se adopta corrientemente en las sociedades humanas. Los jefes y grandes se aprovechan de los demás en beneficio propio. Los discípulos, llevados por su ambición, han querido reproducir la misma dinámica. Pero frente a este modo de ejercer la soberanía, Jesús les exige una actitud distinta que subvierte los valores aceptados en el entorno social. Se trata de otro tipo de preeminencia, la del servicio, que impulsa a la búsqueda del último lugar. Estas son las leyes del nuevo Reino ya actuantes en la conciencia y en la práctica de Jesús.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


13.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación» (Sal 37,22-23).

Colecta (del Gelasiano): «Señor, guarda a tu familia en el camino del bien, que tú le señalaste; y haz que, protegida por tu mano en sus necesidades temporales, tienda con mayor libertad hacia los bienes eternos».

Comunión: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate de muchos» (Mt 20,28).

Postcomunión: «Te pedimos, Señor Dios nuestro, que esta Eucaristía, prenda de inmortalidad, sea para nosotros causa de salvación eterna».

Jeremías 18,18-20: ¡Venid y le heriremos! Jeremías se lamenta de las maquinaciones de sus enemigos que traman aniquilarlo. Es una figura de Cristo en su pasión y en su muerte. Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos se reúnen en gran consejo y determinan: «hay que hacer desaparecer a Jesús, el Nazareno»; se apoderan de Jesús en el huerto; le ultrajan e insultan mientras Él se desangra en la cruz y ruega al Padre por ellos: «Perdónalos. No saben lo que hacen».

¡Sus enemigos! Pero, ¿no nos situamos también nosotros muchas veces entre las filas de sus perseguidores y enemigos? ¿No es cada pecado un desprecio de Jesús, de sus preceptos, de su doctrina, de sus bienes y promesas? ¡Con cuánta frecuencia en la vida del cristiano se oponen a Cristo y a sus mandatos las pasiones, los planes y miras humanas! Pidamos al Señor que nos ilumine, para que a la luz de su pasión reconozcamos la malicia y la odiosidad de nuestros pecados e infidelidades. San Agustín dice:

«La pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es una prenda de gloria y una enseñanza de paciencia. Pues, ¿qué dejará de esperar de la gloria de Dios el corazón de los fieles, si por ellos el Hijo único de Dios, coeterno con el Padre, no se contentó con nacer como un hombre entre los hombres, sino que quiso incluso morir por mano de los hombres, que Él mismo había creado?  Grande es lo que el Señor nos promete para el futuro, pero es mucho mayor aún aquello que celebramos recordando lo que ha hecho por nosotros» (Sermón 3).

–Con el Salmo 30 pedimos al Señor una liberación de las fuerzas del Mal, que tiende sus redes para perjudicarnos: «Sálvame, Señor, por tu misericordia de la red que me han tendido, porque Tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: Tú, el Dios leal, me librarás. Oigo el cuchicheo de la gente y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida. Pero, yo confío en Ti, Señor, te digo: “Tú eres mi Dios. En tus manos están mis azares; líbrame de los enemigos que me persiguen”».

Mateo 20 17-28: Le condenarán a muerte. Por tercera vez en el Evangelio, Jesucristo anuncia su pasión, que ya se perfila en el horizonte. A la petición de la madre de los hijos del Zebedeo, Cristo responde con un mensaje claro: Él no ha venido a ser servido, sino a servir; sus discípulos han de seguir sus huellas. Él es el auténtico Siervo de Yahvé. Comenta San Agustín:

«Cosa grande es el conocimiento de Cristo crucificado. ¡Cuántas cosas encierra en su interior ese tesoro! ¡Cristo crucificado! Tal es el tesoro escondido de la sabiduría y de la ciencia. No os engañéis, pues, bajo el pretexto de la sabiduría. Juntaos ante la envoltura y orad para que se os desenvuelva.

«¡Necio filósofo de este mundo! Eso que buscas es nada... ¿De qué aprovecha que tengas sed, si desprecias la fuente?... ¿Y cuál es su precepto sino que creamos en Él y nos amemos mutuamente? ¿Creer en quién? En Cristo crucificado. Este es su mandato: que creamos en Cristo crucificado... Pero donde está la humildad, está también la majestad; donde la debilidad, allí el poder; donde la muerte, allí también la vida. Si quieres llegar a la segunda parte, no desprecies la primera» (Sermón 160,3-4).


14.Comentario: Rev. D. Francesc Jordana i Soler (Mirasol-Barcelona, España)

«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor»

Hoy, la Iglesia —inspirada por el Espíritu Santo— nos propone en este tiempo de Cuaresma un texto en el que Jesús plantea a sus discípulos —y, por lo tanto, también a nosotros— un cambio de mentalidad. Jesús hoy voltea las visiones humanas y terrenales de sus discípulos y les abre un nuevo horizonte de comprensión sobre cuál ha de ser el estilo de vida de sus seguidores.

Nuestras inclinaciones naturales nos mueven al deseo de dominar las cosas y las personas, mandar y dar órdenes, que se haga lo que a nosotros nos gusta, que la gente nos reconozca un status, una posición. Pues bien, el camino que Jesús nos propone es el opuesto: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,26-27). “Servidor”, “esclavo”: ¡no podemos quedarnos en el enunciado de las palabras!; las hemos escuchado cientos de veces, hemos de ser capaces de entrar en contacto con la realidad que significan, y confrontar dicha realidad con nuestras actitudes y comportamientos.

El Concilio Vaticano II ha afirmado que «el hombre adquiere su plenitud a través del servicio y la entrega a los demás». En este caso, nos parece que damos la vida, cuando realmente la estamos encontrando. El hombre que no vive para servir no sirve para vivir. Y en esta actitud, nuestro modelo es el mismo Cristo —el hombre plenamente hombre— pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).

Ser servidor, ser esclavo, tal y como nos lo pide Jesús es imposible para nosotros. Queda fuera del alcance de nuestra pobre voluntad: hemos de implorar, esperar y desear intensamente que se nos concedan esos dones. La Cuaresma y sus prácticas cuaresmales —ayuno, limosna y oración— nos recuerdan que para recibir esos dones nos debemos disponer adecuadamente.


15. 2004 Servicio Bíblico Latinoamericano

Análisis
Siguiendo a Marcos, Mateo presenta tres anuncios de la muerte violenta de Jesús. En el Primer Evangelio se han agregado entre el segundo y el tercer anuncio una serie de textos propios de Mateo (suele llamarse fuente M) además de los textos de Marcos y algunos de la fuente Q con lo que el tercer anuncio aparece bastante distanciado de los dos primeros. A cada uno de los anuncios, ya desde Marcos, le sigue una incomprensión del grupo de los Doce: primero Pedro, luego la discusión por el mayor y finalmente, en nuestro caso, los hijos de Zebedeo. A continuación, pero formando una misma unidad (no así en Lucas), encontramos la comparación con los “jefes”. Tenemos, entonces, un texto que Mateo ha mantenido de su fuente Marcos, aunque ha incorporado una serie de elementos que no deben dejar de tenerse en cuenta. Veamos, entonces, lo común, para luego detenernos en lo propio de nuestro texto.

La centralidad de Jerusalén es interesante de descubrir. Allí lo esperan sumos sacerdotes y escribas, grupo siempre ligado a Jerusalén desde la visita de los magos (2,4) hasta las burlas al crucificado, y también en el primer y tercer anuncio de la pasión (en el segundo dice “hombres”, anthropos); al principio y al final los encontramos ligados a los poderosos en contraposición a Jesús: a Herodes al principio, a Pilato al final...

El uso de la voz pasiva (“será entregado”) parece indicar que será entregado “por Dios” con lo que se referiría al obrar de Dios. Sin embargo, la voz pasiva no hace referencia Dios siempre y en todo momento. Se dice que Juan el Bautista fue entregado, para referir a su prisión (4,12), y no parece aludir a que sea Dios el que lo “entrega”, pero, por sobre todas las cosas, en el caso de Jesús, el acento está puesto en que el que lo entrega es Judas (ver Jn 13,2, y lo hace inspirado por el diablo). El texto lo encontramos en los dos anuncios finales de la pasión, y vuelve a aparecer (siempre en voz pasiva) en 26,2 (en la práctica un cuarto anuncio de la Pasión, en este caso inminente), y en 26,24 (“¡Ay de aquel por quien el hijo del hombre es entregado!”, y en el v.25 se aclara que refiere a Judas) y 26,45: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores” -lo que recuerda los textos de anuncio de la Pasión, entre otras cosas por el uso de “hijo de hombre”-,y en v.46 aclara “el que me va a entregar está cerca”, “todavía estaba hablando cuando llegó Judas” (v.47), el que con un beso entrega al hijo del hombre (ver Lc 22,48). “Será entregado”, no refiere, entonces, a que es Dios quien lo entrega, sino a la participación de Judas en el drama. Más difícil es saber si también Pablo se refiere a Judas en 1 Cor 11,23: “la noche en que fue entregado”, pero no es acá el caso dar respuesta a esto.

El título “hijo de hombre” suele ser bastante confuso en los Evangelios. Como se sabe, el término se remonta fundamentalmente a Dn 7 releído por algunos apocalipsis tardíos, algunos en clave mesiánica. Por lo que parece, los Evangelios los utilizan -aplicado a Jesús, ciertamente- en tres sentidos: (1) haciendo referencia a un personaje futuro que vendrá al final (cuando venga el hijo del hombre en su gloria...”), (2) haciendo referencia a la misma persona que habla (“el hijo del hombre [= yo] no tiene dónde reclinar la cabeza”), y (3) haciendo referencia a la pasión y muerte, como es el caso de estos textos. La imagen que subyace a los relatos es la del siervo sufriente (ver Is 52,13-53,12), aunque el término nunca pierde su “coloración” de “final de los tiempos”.

Por otra parte, Jesús “será entregado” por los escribas y sumos sacerdotes a los “paganos”, y en 27,1-2 se aclara que “todos los sumos sacerdotes y los ancianos” lo “entregan” a Pilato que es, entonces, el representante de los paganos; también ellos son quienes “lo entregan”.

A la referencia a los Doce, Mateo aclara “discípulos” aclarando que la indicación la da “aparte”, con lo que probablemente quiera aproximar a toda la comunidad eclesial a este momento y hacerlo solemnemente (parece evidente que camina con muchos otros, quizá en peregrinación al Templo para la fiesta). Subir a Jerusalén es una expresión típica: la ciudad no sólo se encuentra en un monte sino que al ser lugar de encuentro con Dios eso nos hace “subir”. Las “etapas del vía crucis” parecen bien detalladas aquí, e incluso con particular precisión en Mateo: Jesús no será “matado” sino “crucificado”, no resucitará “tres días después” sino “al tercer día”. Las “burlas” son características del relato de la pasión (27,29.31.41) y de los textos del justo que sufre (Is 53,3; Sal 22,7-8).

Difícilmente pueda negarse que Jesús conocía la suerte que le esperaba, aunque puede sospecharse que la precisión de datos sean lecturas posteriores a los acontecimientos. La referencia muy frecuente a los textos del Siervo, o del justo que sufre, en los textos que aluden a la pasión y muerte de Jesús, permiten descubrir que las comunidades primitivas encontraron en estos textos del AT una clave de interpretación a lo que representaba un escándalo: la cruz. Pero el texto muestra, de todos modos, la tribulación que Jesús esperaba para sí y los suyos.

Pero ya desde su fuente -como dijimos- Mt encuentra a continuación un diálogo que se suscita a partir de un pedido. Esta incomprensión no la encontramos en Lc, pero sí la referencia final a cómo debe comportarse el seguidor de Jesús en el manejo de la autoridad.

Mt ha modificado su fuente y presenta a “la madre de los hijos de Zebedeo” como la que formula el pedido. La construcción es extraña (hubiera sido más lógico “la mujer de Zebedeo”, o “la madre de Santiago y Juan”) y quizá refleje el interés de Mateo de excusar un poco a los jóvenes. Otros proponen una “opción preferencial por los jóvenes” de Mateo, por eso el rico es “joven” y la madre intercede por los hijos. Es difícil sostener que así sea, teniendo en cuenta que en ninguno de los dos casos los jóvenes quedan bien parados. Parece preferible compararlo con el otro caso donde una madre pide a Jesús que interceda por su hija, la mujer cananea. En ambos casos la madre “se postra” ante Jesús (15,25; 20,20) y pide que le conceda algo (15,23; 20,20.23), pero en uno la mujer obtiene lo que pide insistentemente, mientras que en el otro no. Parece que Mateo quiere comparar dos actitudes, y enseñar cómo debe pedirse, y con qué actitud interior a fin de obtener lo que se pide; el lenguaje es semejante a 1 Re 1,15-21.

El asiento que se pide es “en tu reino” (el reino del hijo del hombre, ver 13,41; 16,28), no en la gloria, y se omite la referencia al “bautismo”. Se aclara, finalmente, que el que prepara los “asientos” es “mi Padre” cosa que estaba supuesta en la voz pasiva de Mc. Pero que se pida un lugar especial para Juan y Santiago no es extraño, ya que Jesús ha demostrado espacial predilección por ellos (17,1ss; 26,36-46). Precisamente, la idea de la “postración” no aparece aquí como religiosa; del mismo modo, la pregunta de Jesús “¿qué quieres?” recuerda a Est 5,3, la imagen parece real (tu reino). Esto permite una mayor conexión con lo que sigue acerca de “los jefes”. Jesús acababa de hablar del trono de gloria del hijo del hombre y los tronos donde los doce juzgarán (19,28); el pedido alude, entonces, a los lugares de preferencia a su lado. Es interesante que en Jerusalén, a dónde se dirige, será reconocido rey (27,29.37.42) en la cruz, pero a su derecha e izquierda se encuentran dos malhechores (27,38).

Lo omisión de la referencia al “bautismo” puede ser variada. Parece que la referencia al “bautismo” entendido como sufrimiento es comprensible en el mundo griego, y no así en el judío al que se dirige Mt; pero además, no es extraño que Mt haya intentado evitar una interpretación sacramental (copa y bautismo) fácilmente imaginable en este párrafo. “Copa” parece referir al martirio (ver martirio de Isaías 5,13 y algunos textos rabínicos), pero esto parece tener influencia cristiana. Parece preferible entender “copa” como simbología del “sufrimiento” ligado al juicio (Sal 11,6; 75,7-9; Is 51,17.22; Jer 25,15.17.27-28; 49,12; Lam 9,21; Ez 23,31-32; Hab 2,16; ver también PsSal 8,14-15: “¡No hubo pecado que no cometieran más que los paganos! Por eso les infundió Dios una copa de vino puro hasta embriagarlos...”; 1QpHab 11,14: «Antes al contrario, (el sacerdote impío) marchó por las sendas de la embriaguez para poder apagar su sed. Pero dejad: el cáliz de la ira de Yahvé lo devorará sin falta...»; 4QpNah 4,6) «La interpretación de esto se refiere a los impíos de Efraín, que compartirán su cáliz con Manasés»). La copa que Jesús beberá es el sufrimiento ligado a la suerte del pueblo de Dios (ver Jer 25,15ss): Jesús no está frente a su destino sino ante el juicio de Dios a los suyos.

“Podemos” puede ser incluso irónico, porque los de Zebedeo “no podrán” (26,40) ni siquiera permanecer despiertos en Getsemaní cuando Jesús pide que “pase esta copa” (26,39.42). Se debe dejar al Padre que sea él mismo quien conceda a los suyos los dones que él quiera...

La indignación de los otros diez no es porque Jesús no es comprendido rectamente, sino porque ellos esperaban lo mismo para sí.

La referencia a “los jefes de las naciones” no puede menos que ser interpretada como referencia al Imperio romano por los lectores del Evangelio, pero lo que interesa es el contraste: el hijo del hombre y los jefes de las naciones actúan de modos contrapuestos y reflejan dos actitudes contrapuestas, que quedan reflejadas en el triple “entre ustedes” vv.26-27. Los jefes actúan “contra” y un ejercicio de poder que no sea en beneficio de la gente está pervertido (Mt usa dos términos con esta idea: literalmente dice que “contraseñorean” y “contradominan”).La actitud del servicio es exactamente contrapuesta: es en favor de los demás. La diakonía es algo despreciado “entre ellos”, los de “las naciones” que lo consideran algo innoble. “Servir” (que tiene su origen en el servicio de las mesas) refleja que el reino propone una inversión de valores con respecto a los otros.

El paralelismo de los dos grupos y la antítesis entre ambos refuerza el contraste:
Ajefes - dominan
Bgrandes - oprimen
Cgrande - servidor
Dprimero - esclavo

A y B son paralelos sinónimos, lo mismo que C y D, pero el primer par y el segundo son, a su vez un paralelo antitético (y es bueno notar el paralelismo entre este párrafo y 23,1-12).

El v.28 presenta el clímax de la unidad, dándole a la unidad en paralelismo una iluminación cristológica. Él se caracteriza por el servicio (diakonía). “Rescate” es liberación, era el dinero que se pagaba por la manumisión de esclavos o prisioneros. El griego l_tron traduce con frecuencia términos hebreos como ga‘âl, kippur, p_dâ (aunque este más que de un rescate refleja la liberación de un mal) ver Ex 21,28-32; 30,12; Lev 25,26.51-52; Num 18,15. Pero los verbos ya han perdido la idea de rescate-pago para ser usados en un sentido más metafórico que remite a Dios que libera, de allí la traducción “redención”. Kippur precisamente lo encontramos en el canto del siervo en Is 43,3-4. Muchos es un semitismo para decir todos, humanidad (ver 1 Tim 2,6; y también Rom 5,15.19). El hijo del hombre, leído a la luz del Siervo de Isaías es un hijo del hombre que lleva su servicio hasta la muerte. Parece exagerado ir “más allá” y preguntarse ¿a quién se pagó este rescate? como hicieron con frecuencia los Padres de la Iglesia (¿a Dios? ¿al diablo?) la metáfora no hay que llevarla hasta el extremo. Con su muerte Jesús rescata un nuevo pueblo que se guía como sociedad alternativa con criterios diferentes a los de las naciones. La actitud de servicio hasta dar la vida es una suerte de resumen de toda su vida, y es esa vida la que se nos propone de modelo.

Comentario
Como es frecuente en los relatos de anuncio de la pasión, lo sigue un malentendido de los discípulos, en este caso un reclamo de “primeros puestos”. La unidad termina regresando al comienzo y dando sentido a la muerte de Jesús, presentado como Hijo del hombre: una muerte presentada como “rescate”.

Ya es conocida la predilección de Jesús por Santiago y Juan, por eso no extraña totalmente que pretendan sentarse en los tronos de mayor cercanía para el juicio que se avecina. Que el pedido lo haga, en este caso la madre, sirve para comparar con otra madre que también pide, que también se postra, pero que en este caso obtiene lo que solicita: la mujer cananea (15,21-28), es que una cosa es pedir movido por la compasión y ante el dolor ajeno, y otra para obtener beneficios y ser considerado “de los primeros”.

La pretensión de primeros puestos, propia de “los jefes” no es coherente con la actitud que Jesús refleja al decir “de la misma manera”. No debemos modelar nuestra vida y estructuras como “los jefes de las naciones” sino en base al criterio superador del “servicio”, como el de Jesús. El sentido cristológico de la unidad muestra que la vida, ejemplo, servicio y muerte del hijo del hombre dan sentido a nuestras actitudes y es esa dinámica, la del reino, y no la de “las naciones” la que nos debe mover en lo cotidiano, como personas, y como comunidades. Este “no así entre ustedes” nos revela que estas actitudes parecen repetirse también en la comunidad cristiana, como a su vez lo indica el paralelismo con Mt 23,1-12. Habrá que ser claros, y lamentar que “el giro constantiniano haya llevado a la Iglesia a una identificación con la sociedad cerrada de occidente, lo que ha hecho que los sucesores de los apóstoles terminaran siendo príncipes de esta sociedad” (J. Ratzinger).


16.

Reflexión

Una de las imperfecciones que causan mucho retraso en la vida espiritual y que se mezclan de manera muy sutil en nuestra vida es la envidia. Es increíble que aun como cristianos no sepamos alegrarnos de los bienes y de las bendiciones que reciben nuestros hermanos, sino incluso que en ocasiones sintamos hasta coraje de que Dios los haya bendecido. Y esto no solo en el plano económico, sino como nos lo presenta hoy el evangelio, en el ámbito social, que se extiende hasta el religioso. Esto, como nos lo dice Jesús, es entendible que se presente en los paganos, en los que no están llenos del amor de Dios… pero ¿en nosotros? Lógicamente esto genera críticas y enemistades. Que diferente sería nuestra vida, si al ver que uno de nuestros hermanos recibe una bendición, diéramos gracias a Dios por ser bueno, aun con los que “según nosotros” no merecerían tal o cual favor; o si en lugar de entristecernos nos alegráramos al compartir la felicidad de quien se ha visto favorecido con un don o con una gracia; si en lugar de desacreditar a nuestro hermano, buscando todos sus defectos, reconociéramos que nosotros no somos mejores y que Dios, como Padre bueno, da a cada uno no como merece sino en base a su infinito amor… Seguramente que nuestra vida estaría llena de paz y de alegría. Cambia tu actitud y “verás que bueno es el Señor”.

Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


17. Tercer anuncio de la Pasión

Fuente: Catholic.net
Autor: José Fernández de Mesa

Reflexión

Se acerca el momento de la pasión. Jesús está en Jerusalén con sus discípulos y pronuncia clarísimamente el tercer anuncio de su muerte. ¿Qué pensaban los discípulos en ese instante? ¿Se les encogía el corazón sólo de pensar en Jesús torturado, escarnecido, insultado, como decían los antiguos profetas?

Contrariamente a todo esto los apóstoles se enredan en una discusión egoísta sobre quién será el primero en el Reino de los Cielos. Si bien la discusión es originada por las palabras de la madre de Santiago y Juan, el pensamiento de quién de ellos estaría más cerca de Jesús en su Reino se albergaba en el corazón de cada uno de ellos. También en ocasiones nosotros, en el momento en que Cristo quiere decirnos algo importante o darnos una gracia especial, nos enredamos en nuestros pensamientos egoístas, y no escuchamos todo aquello que Jesús quiere decirnos.

El que quiera ser el primero, que sea el último. Jesús ama a los humildes, a los sencillos, a los que son como niños. El que es sencillo nunca desea el primer puesto para sí, sino para los demás. Vivamos estos días de preparación para la Semana Santa esta virtud de la sencillez y la humildad para que Cristo vea en nuestros corazones la ternura de un niño. Preparémonos de esta manera para la Pasión del Señor, y no como lo hacían los apóstoles movidos por sus pensamientos egoístas.


18. Abrir nuestro corazón al don de Dios

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Cipriano Sánchez

Nuestra vida no es simplemente una serie de circunstancias, una serie de días que van pasando uno detrás de otro, sino que todos los días de nuestra vida son un don de Dios, no sólo para nosotros, sino sobre todo un don de Dios para los demás, para aquellos que viven con nosotros. Un don de Dios que requiere, por parte nuestra, reconocerlo y hacernos conscientes de que efectivamente es un regalo de Dios. Y permitir, como consecuencia, que en nuestro corazón haya un espíritu agradecido por el hecho de ser un don de Dios.

En la historia de la Iglesia, Dios nuestro Señor ha ido dando dones constantemente, y a veces Él se prodiga de una forma particular en algunas circunstancias, por lo demás muy normales, muy corrientes, pero que se convierten de modo muy especial en don de Dios para sus hermanos. Es Él quien decide dar hombres y mujeres a su Iglesia que ayuden a los demás a caminar, que ayuden a los demás a encontrarse más profundamente con Cristo; es Él quien decide hacer de nuestras vidas un don para los demás.

Ciertamente que esto requiere, por parte de quien toma conciencia de ser un don de Dios para los demás, una correspondencia. No basta con decir “yo me entrego a los demás”, “yo soy un don de Dios para los demás”, es necesario, también, estar conscientes de lo que por nuestra parte esto va a suponer. A veces podemos convivir con el don de Dios y no ser conscientes de que lo tenemos a nuestro lado y no ser conscientes de que Dios está junto a nosotros. Podemos estar conviviendo con el don de Dios y no reconocerlo.

Algo así les había pasado a Santiago y a Juan, los hijos de Zebedeo. A pesar de llevar ya tiempo con nuestro Señor, no habían captado el don de Dios. Tanto es así que, justamente después que Cristo les habla de pasión, de muerte y de resurrección, acompañados de su madre, llegan y le dicen a Jesús: “Queremos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Cuando Jesús está hablando de renuncia, de entrega, de sacrificio, de redención, ellos le hablan a Cristo de dignidades, de cargos y de honores.
¡Qué misterio es el hecho de que se puede convivir con el don de Dios y, sin embargo, no reconocerlo! Nuestra vida puede ser una vida semejante a la de los hijos de Zebedeo, que tenían el don de Dios más grande —Cristo nuestro Señor—, y no lo habían reconocido.

El don de Dios, el Hijo de Dios caminaba con ellos, comía con ellos, dormía con ellos, les hablaba, les enseñaba, y ¡no lo habían reconocido! Es necesario tener los ojos abiertos y el corazón dispuesto a acoger el don de Dios, porque nos damos cuenta de que, no solamente Juan y Santiago no habían captado nada del don de Dios que era Cristo para sus vidas, tampoco nosotros mismos, muchas veces, lo hemos captado.

En este Evangelio encontramos una serie de características que tiene que tener nuestro corazón para ser capaz de reconocer el don de Dios: En primer lugar, estar dispuestos a servir a los demás; en segundo lugar, estar dispuestos a beber el cáliz del Señor, y en tercer lugar, estar dispuestos a ir con Cristo, como corredentores, por el bien de los demás.

Corredentor, compañero y servidor son las características del corazón que está dispuesto a reconocer el don de Dios y del corazón que está dispuesto a ser don de Dios para nuestros hermanos. A nosotros, entonces, nos correspondería preguntarnos: ¿Soy yo también corredentor? ¿Tomo yo como mía la misión de la Iglesia, la misión de Cristo, que es salvar a los hombres? ¿Soy compañero de Cristo, es decir, lo tengo frecuentemente en mi corazón, bebo su cáliz, comparto con Él todo? ¿Su vida es mi vida, sus intereses los míos, sus inquietudes las mías? ¿Soy servidor de los demás? ¿Estoy dispuesto a ser de los que sirven, de los que ayudan, de los que colaboran, de los que cooperan, de los que se entregan, de los que dan sin esperar necesariamente una recompensa?

Así como el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate de muchos, ¿tenemos nosotros la conciencia de que éste debe ser el retrato de nuestra vida: corredentores, compañeros y servidores de Cristo? Esta conciencia, que nos convierte en don de Dios para los demás, es la que nos convierte en colaboradores, en ayuda y en camino de Dios para nuestros hermanos los hombres.

No soñemos pensando que simplemente porque los criterios del Evangelio más o menos se nos emparejen y estemos de acuerdo con ellos, ya por eso tenemos claro el don de Dios. Si no eres con Cristo corredentor, si no eres capaz de beber su cáliz y si no eres con Cristo servidor de tus hermanos, serás lo que seas, pero no me digas que has encontrado el don de Dios, porque te estás engañando.

Cuando el Señor nos llama a la fe cristiana, es para llenarnos de cosas cotidianas y normales, como es cada una de nuestras vidas. En lo cotidiano está el don, no tenemos que buscar cosas extraordinarias ni milagros ni cosas raras.

Pidámosle a Cristo que nos conceda abrir nuestro corazón al don de Dios, pero también pidámosle que nos permita abrir nuestro corazón para que también nosotros, corredentores, compañeros y servidores, sepamos ser don de Dios para los demás.


19.Una de las imperfecciones que causan mucho retraso en la vida espiritual y que se mezclan de manera muy sutil en nuestra vida es la envidia. Es increíble que aun como cristianos no sepamos alegrarnos de los bienes y de las bendiciones que reciben nuestros hermanos, sino incluso que en ocasiones sintamos hasta envidia de que Dios los haya bendecido. Y esto no solo en el plano económico, sino como nos lo presenta hoy el evangelio, en el ámbito social, que se extiende hasta el religioso.

Que diferente sería nuestra vida, si al ver que uno de nuestros hermanos recibe una bendición, diéramos gracias a Dios por ser bueno, aun con los que "según nosotros" no merecerían tal o cual favor; o si en lugar de entristecernos nos alegráramos al compartir la felicidad de quien se ha visto favorecido con un don o con una gracia; si en lugar de desacreditar a nuestro hermano, buscando todos sus defectos, reconociéramos que nosotros no somos mejores y que Dios, como Padre bueno, da a cada uno no como merece sino en base a su infinito amor.


20. DOMINICOS 2004

"He venido a dar la vida en rescate por muchos"

La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Jeremías 18,18-20
Ellos han dicho: «¡Venid, tramemos un atentado contra Jeremías, pues no ha de faltar por eso del sacerdote la enseñanza, ni del sabio el consejo, ni del profeta la palabra! ¡Ea, matémosle con la lengua; no prestemos atención a ninguna de sus palabras!».

¡Atiéndeme, Señor, y escucha lo que dicen mi acusadores!: ¿Acaso se devuelve mal por bien? Pues están cavando una fosa para mí. Recuerda cómo me he presentado ante ti para hablarte en favor suyo y alejar de ellos tu furor.

Evangelio Mateo 20,17-28
Cuando Jesús iba camino de Jerusalén, llevó aparte a los doce discípulos y les dijo: «Mirad, vamos a Jerusalén, y el hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los maestros de la ley; lo condenarán a muerte, lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, lo azotarán y lo crucificarán, pero al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con ellos y se puso de rodillas para pedirle algo. Él dijo: «¿Qué quieres?».

Ella dijo: «Di que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino».

Jesús respondió: «No sabéis lo que pedís. ¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber?».

Contestaron: «Podemos».

Jesús les dijo: «Beberéis, ciertamente, mi cáliz; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo; es para quienes ha sido reservado por mi Padre».

Los otros diez, al oír esto, se indignaron contra los dos hermanos. Jesús los llamó y les dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen con su poderío. Entre vosotros no debe ser así, sino que si alguno de vosotros quiere ser grande, que sea vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, que sea el servidor de todos; de la misma manera que el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida por la liberación de todos».

Reflexión para este día
“Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y lo condenarán a muerte. El que quiera ser grande y el primeros entre vosotros, que sea vuestro servidor, como yo, que he venido a dar la vida en rescate por muchos”.
El profeta Jeremías nos narra su experiencia dolorosa, por vivir fielmente cuanto Dios le pide. Sus contemporáneos se oponen a su conducta, porque ese testimonio de vida es un reproche para la mala conciencia de muchos creyentes. Por eso urden una trama persecutoria: “Venid, maquinemos contra Jeremías”. Esta actitud destructiva contra Jeremías es el preludio de la trama contra Jesús y contra los cristianos de todos los tiempos.

El seguimiento de Cristo tiene un coste: La subida a Jerusalén. Esta subida está implícita en el mensaje y vida de Jesús: “El que quiera servirme, que cargue su cruz cada día y me siga”. A Jesús no le resultó fácil llegar a Jerusalén, al Calvario. Antes tuvo que afrontar la trama que los responsables religiosos urdieron contra Él. La palabra y la conducta de Jesús desmontaba sus planteamientos religiosos y humanos. Estaban decididos a terminar con Jesús, que era la réplica de Dios contra la mala conducta de los escribas y fariseos.

Es en este contexto de lucha, conflicto y sufrimiento, en el que Jesús responde a las pretensiones de la madre de los Zebedeos. Y es en el contexto social, cultural y religioso, que hoy nos corresponde vivir a los cristianos, en el que Jesús nos pide que le sigamos y le sirvamos. Se lo dice con claridad meridiana: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande y el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor”. Pero no es una carga pesada que Jesús pone sobre nuestros hombros. Nos pide ese servicio de amor, valentía y sufrimiento, habiendo sido El quien lo ha cargado el primero: “Lo mismo que el Hijo del Hombre ha venido para dar su vida en rescate por muchos”. Ese es el reto, el “buen combate de la fe” para los cristianos de hoy: Amar, servir y ayudar a vivir con dignidad a los hermanos.


21. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Oigo el cuchicheo de la gente y todo me da miedo , dice el salmista hoy. Quien haya sentido alguna vez este miedo “por todo”, que te paraliza, te empequeñece, te bloquea, te distorsiona la realidad, te asfixia... entonces puede comprender mejor la grandeza de la última frase del salmo: pero yo confío en Ti, Señor.

Empiezo hoy por aquí porque no deja de llamarme la atención la cantidad de ejemplos que tenemos en nuestra tradición para ver lo mal que lo pasan aquellos que siguen de cerca a Dios y ponen su vida en juego para llevar a cabo la misión recibida. Se ve claro en cualquiera de los profetas, en los salmos, en los apóstoles, en contemporáneos nuestros y por supuesto, en el mismo Jesús. Sin embargo, en medio de esta publicidad tan estupenda que Cristo se hace a sí mismo (seré motivo de burla, de palizas e insultos, y así hasta la muerte) , aún puede llegar la madre de los Zebedeos y decir: ¿podrías preparar un sitio a mis hijos cerquita tuyo?

Ciertamente, no me negaréis que es algo desconcertante: ¿quieres un sitio para tus hijos al lado de un condenado a muerte, abucheado, ajusticiado, y maltratado?... Sólo queda pensar que o no tomaron en serio lo que Jesús les acababa de anunciar subiendo a Jerusalén o no entendieron nada. Porque esta buena mujer no hace más que poner en voz alta lo que los demás discípulos estaban pensando (cf Mc 9, 33-34), con el valor que tienen las madres si se trata de pedir algo para sus hijos.

Y los Zebedeos, por su parte, no hacen más que afirmar lo que los demás discípulos harán de otras formas: alardear de poder hacer algo que después no serán capaces. Ni Pedro, ni ningún otro pudo seguir hasta el final con el cáliz que Jesús iba a beber. Al menos en un primer momento. Fue necesaria la resurrección para volver a gritar con fuerza: ¡sí, estamos dispuestos!

Pero más allá de la ingenuidad de los discípulos y de sus ansias de gloria, están las palabras de Jesús: no será así entre vosotros . Prueba a llevar esta pequeña frase como una especie de letanía interior o de breve jaculatoria a lo largo del día. Recítala interiormente en distintos momentos en medio de tu actividad diaria: no será así entre vosotros. Probad. Os aseguro que en nuestra vida diaria, sin ser dirigentes de ninguna nación o gran multinacional, acabamos actuando, pensando y valorando como actúan, piensan y valoran “los grandes del mundo”. Muchas cosas son “normales” en nuestra sociedad; muchas cosas son “justificables” hoy; muchas cosas forman ya parte de nuestra “cultura”... pero recuerda: no será así entre vosotros, los que decís que vivís en nombre de Jesús.

Vuestra hermana en la fe,

Rosa Ruiz, rmi (rraragoneses@hotmail.com)


22. LECTURAS: JER 18, 18-20; SAL 30; MT 20, 17-28

Jer. 18, 18-20. No es sencillo aceptar las consecuencias del cumplimiento fiel de nuestra acción profética. No sólo hemos de denunciar al pueblo sus delitos; también hemos de proponer caminos de salvación. Tal vez quienes se sientan afectados en sus intereses, cargados de maldades y de injusticias, traten de acabar con nosotros. Sin embargo, no por eso nos vamos a quedar mudos. El Señor nos enseña que hay que orar por nuestros enemigos, por los que nos persiguen y maldicen. Jeremías, efectivamente, le dice al Señor: Recuerda cómo he insistido ante ti, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu cólera. Y aun cuando más adelante le pida al Señor que les castigue por haber cerrado su corazón y no querer volver a Él, persiguiendo a su enviado, nos está advirtiendo el profeta que hemos de aprovechar la oportunidad que Dios nos da, antes de que sea demasiado tarde y nos sea imposible volver atrás. Seamos nosotros los primeros en abrir nuestro corazón a Dios. Dejemos nuestros caminos de maldad. Reconozcamos con humildad nuestros pecados y volvamos al Señor, rico en misericordia para con nosotros.

Sal. 30. Si Dios está de nuestra parte, ¿quién se atreverá a ponerse en contra nuestra? Sin embargo, por causa del Señor nos persiguen y traman quitarnos la vida. Dios no nos abandonará a la muerte, pues aun cuando tengamos que pasar por ella, la última palabra la tendrá siempre la vida, pues el Señor nos llama vivir eternamente con Él. No podemos buscar la muerte como testimonio supremo de nuestra fe, pues de hacerlo así estaríamos actuando más buscando nuestra propia gloria que la gloria de Dios, o estaríamos indicando que somos víctimas de alguna enfermedad sicológica. Quienes damos testimonio de Cristo lo hacemos con la valentía que nos viene del Espíritu Santo, aceptando con amor todos los riesgos que se nos vengan encima por nuestra fidelidad en el seguimiento del Señor. Confiemos nuestra vida en manos de Dios y Él nos llevará consigo a la Gloria que les espera a los que le viven fieles.

Mt. 20, 17-28. Jesús llegará a su Glorificación, y se sentará como Rey del universo; pero no irá por los caminos, ni por los criterios de este mundo, sino por los caminos del servicio y por los criterios del amor misericordioso. El Rey Siervo, el que da su vida para que nosotros tengamos vida, se encamina presuroso hacia Jerusalén, pues está llegando su hora. Cuando nosotros nazcamos de su costado herido como hijos de Dios, Él no se acordará más de sus dolores por el gozo de habernos purificado, y habernos unido a Él como hijos en el Hijo. ¿Alguien quiere reinar con Él? ¿Alguien quiere ser tan importante como Él? No hay mas que tomar la propia cruz de cada día y emprender nuestro camino tras las huellas de Cristo, para que donde Él está estemos también nosotros.

En esta Eucaristía nos reunimos para unir íntimamente nuestra vida al Señor. Él nos ha convocado no para castigarnos, sino para perdonar nuestras culpas. Aun cuando nos encontramos con Aquel que crucificamos con nuestras maldades, sin embargo Él nos reúne en el amor para que, liberados de la carga de nuestros pecados, entremos en comunión de vida con Él. Dios nos sienta a su mesa con la misma importancia y dignidad que tiene su Hijo único en su presencia. Ojalá y también nosotros bebamos el cáliz del Señor, no sólo porque recibamos la Eucaristía, sino porque hagamos nuestra su misma suerte, es decir, el cáliz que Él bebió. Y en ese cáliz no están sólo nuestros sufrimientos, sino también el anuncio del Evangelio hecho con toda lealtad no sólo desde las palabras, tal vez muy elocuentes, sino desde la vida misma.

Nuestro camino hacia la Gloria tendrá que pasar, necesariamente, por la cruz de cada día. No podemos vivir nuestra existencia diaria de un modo inútil. Aún los actos más pequeños y aparentemente insignificantes deben contribuir para que el anuncio del Evangelio llegue a todos. Seamos los primeros en abrir nuestro corazón a la oportunidad que Dios nos ofrece de perdonarnos nuestros pecados, y de convertirnos en testigos suyos. Tal vez en algunos momentos el llamado de Dios se nos convierta en algo doloroso, y quienes lo anuncian nos parezcan molestos. Mas no por eso podemos levantarnos en contra de ellos para apagar su voz. El Señor quiere sanar en nosotros las heridas que dejó el pecado. Nos quiere no como rezanderos, sino como personas comprometidas con Él para vivir con mayor rectitud buscando el bien de todos. Si queremos ser importantes, tal vez no ante los hombres pero sí ante Dios, convirtámonos en servidores fieles del Evangelio que se nos ha confiado. Sepamos que, si por dar testimonio de la verdad vamos a ser perseguidos, o vamos a entregar nuestra vida por Cristo, el Señor nos librará, finalmente, de la muerte para hacernos partícipes de su vida eternamente.

Roguémosle a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda, en este tiempo especial de gracia, la firme decisión de encaminarnos hacia un auténtico encuentro con Él para vivir, ya desde ahora, comprometidos con su Evangelio y poder, al final, gozar de su presencia eternamente. Amén.

www.homiliacatolica.com


23. ARCHIMADRID 2004

EL TALLER DE CHAPA Y PINTURA

Nuestra ración de humillación diaria (¿A qué sienta bien? es como un poquito de sal en la comida). Mi historia con los coches es compleja, parece que al llegar a los 100.000 Km. se hartan de mí y deciden quemarse, estrellarse o jubilarse (espero que el de ahora me sea más fiel). Una vez, entre coche y coche, me regalaron uno de segunda (o decimoquinta) mano. Era un Renault 5 amarillo que conseguimos que arrancase sin llave (que había desaparecido) a base de apretar una serie de botones que instalamos en el salpicadero, las ventanillas bajaban bien, pero no subían y, además de una serie de curiosos ruidos, que jamás pensé que podía hacer un coche, cada día que pasaba se parecía más al troncomóvil de los Picapiedra pues la chapa del suelo, completamente oxidada, se iba cayendo, lo que facilitaba frenar con el pie y perder un pasajero del asiento trasero. Había que arreglarlo, así que fui a ver a mi amigo “Pepe, el Chapas” que tenía un taller de chapa y pintura. Yo le había visto cortar la chapa de una puerta de un coche con las tijeras como si fuese un recortable de papel de una revista infantil y luego unos cuantos golpes, algún remache, un poco de soldadura y el coche como nuevo. Como lo veía tan sencillo (y yo tengo más estudios que Pepe, por supuesto) me ofrecí a ayudar en el arreglo del suelo de mi coche, ya que no me iba a cobrar sería lo menos que podía hacer. Ni corto ni perezoso me dio un “mono” del taller, pegó cuatro martillazos a una puerta vieja de un coche que dejó completamente plana, me dio las tijeras de cortar chapa y me dijo: “Corta un cuadrado de este tamaño”. Tan feliz, agarré las tijeras y empecé a cortar, era sencillo. Cuando llevaba 25 centímetros de chapa cortada no sentía los dedos, me dolían los antebrazos, sudaba como un cochinillo y pensé que acabaría de cortar cuando hubieran pasado entre cinco a seis años. Pepe me miró, me apartó y en veinte segundos cortó la pieza que era necesaria.

“Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?” y como yo, el tonto de la chapa, contestaron los Zebedeos: “lo somos”. Nunca te creas “capacitado” para seguir a Cristo, nunca pienses que “ya lo has conseguido”: si no es por la Gracia de Dios no valemos para nada, y menos para cortar chapa. Cuando pienses que todo está conseguido te pasará como a Jeremías: “¿Es que se paga el bien con el mal, que han cavado una fosa para mí?” , si sólo confías en tus fuerzas te desesperarás, hasta que grites ¡”Señor, sálvame por tu misericordia, que yo confío en ti”!. “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos”, desde fuera puede parecer sencillo, estamos tan acostumbrados a ver cruces que ya no nos llama la atención; pero ponte el “mono” de trabajo, deja que Cristo vea que te esfuerzas y que te pones a servir, y entonces te empujará con cariño y hará el “trabajo” que para ti era imposible, pero no para Él.

“No sabéis lo que pedís”, María, madre mía, ayúdame a entenderlo y a darme cuenta que si estoy al pie de la cruz es por Él, no por mí.


24.  23 de Febrero 311. Beber el cáliz del Señor

I. Los Apóstoles no han puesto ningún límite a su Señor; tampoco nosotros lo hemos puesto. Por eso, cuando pedimos algo en nuestra oración debemos estar dispuestos a aceptar, por encima de todo, la Voluntad de Dios; también cuando no coincida con nuestros deseos. Quiere que le pidamos lo que necesitamos y deseemos pero, sobre todo, que conformemos nuestra voluntad con la suya. Él nos dará siempre lo mejor. El Señor nos invita a una profunda amistad y a compartir un destino común a todos los que queremos seguirle. Para participar en su resurrección gloriosa es necesario compartir con Él la Cruz, y nos pregunta como preguntó a los Apóstoles: ¿Podéis beber el cáliz (2), -el cáliz de la entrega completa al cumplimiento de la voluntad del Padre- que yo voy a beber? ¡Possumus! ¡Podemos, sí, estamos dispuestos! Contestamos como los Apóstoles. Hoy nos preguntamos en la oración si hemos dado al Señor nuestro corazón entero, o seguimos apegados a nuestro amor propio.

II. No existe vida cristiana sin mortificación. El Señor hizo del dolor un medio de redención; con su dolor nos ha redimido. La mortificación y la vida de penitencia, a la que nos llama la Cuaresma, tienen como motivo principal la corredención, participar del mismo cáliz del Señor. La voluntaria mortificación es medio de purificación y desagravio, necesario para poder tratar al Señor en la oración e indispensable para la eficacia apostólica. Este espíritu de penitencia y de mortificación lo manifestamos en nuestra vida corriente en el quehacer de cada día, sin esperar ocasiones extraordinarias: cumplimiento de nuestro horario, compaginar nuestras obligaciones con Dios, con los demás y con nosotros mismos, tratar con caridad a los demás empezando por los nuestros, soportar con buen humor las mil contrariedades de la jornada, corregir cuando tenemos una misión de gobierno, renunciar a nuestros propios proyectos...

III. El servicio de Cristo a la humanidad va encaminado a la salvación. Nuestra actitud ha de ser servir a Dios y a los demás con visión sobrenatural, especialmente en lo referente a la salvación, pero también en todas las ocasiones que se presentan cada día. Servir a los demás requiere mortificación y presencia de Dios, y olvido de uno mismo. No nos importe servir y ayudar mucho a quienes están a nuestro lado, aunque no recibamos ningún pago ni recompensa. Nuestra Madre, que sirvió a su hijo y a San José, nos ayudará a darnos sin medida ni cálculo.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


25.

Entonces se acercó a él la Madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a ti derecha y otro a tu izquierda. Jesús respondió: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber de el cáliz que yo he de beber? Le dijeron: Podemos. Él añadió: Mi cáliz sí lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes ha dispuesto mi Padre. Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: sabéis que los que gobiernan a los pueblos los oprimen y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en redención por michos. (Mt 20, 20-28).

I: Jesús, como a la madre de Santiago y Juan, a veces también me tienes que decir: no sabéis lo que pedís. Te pido aprobar un examen cuando no he puesto todas las horas que debía; te pido superar un defecto pero no lucho en serio para combatirlo. No alcanzamos la gracia si no la buscamos, porque no se conceden los dones de lo alto a los que los menosprecian. Llamad por medio de la oración, de los ayunos y de las limosnas (1).

¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? ¿Puedes sacrificarte por Mí como yo me he sacrificado por ti? Jesús, también a Ti te ha costado esfuerzo la redención. Y San Pablo dice: Pues no habéis resistido aún hasta la sangre para combatir el pecado (2). Jesús, he de tomarme más en serio la lucha por mejorar en mi vida cristiana. Sólo entonces mi petición será sincera.

Le dijeron: Podemos: Podemos. Jesús, puedo esforzarme más. Al menos quiero intentarlo. Quiero ser más generoso en mis pequeñas mortificaciones, en las comidas, en la vista, en el orden; en la puntualidad a la hora de ponerse a estudiar o hacer la oración; en el minuto heroico de levantarse a la hora ( o de acostarse a la hora, que también cuesta). Puedo... si Tú me ayudas, porque como dice San Pablo: Todo lo puedo en aquel que me conforta (3).

II. También a nosotros nos llama, y nos pregunta, como a Santiago y a Juan: ¿estáis dispuestos a beber el cáliz -este cáliz de la entrega completa al cumplimiento de la voluntad del Padre- que yo voy a beber? Possumus!; ¡sí, estamos dispuestos!, es la respuesta de Juan y de Santiago. Vosotros y yo, ¿estamos seriamente dispuestos a cumplir, en todo, la voluntad de nuestro Padre Dios? ¿Hemos dado al Señor nuestro corazón entero, o seguimos apegados a nosotros mismos, a nuestros intereses, a nuestra comodidad, a nuestro amor propio? ¿Hay algo que no responde a nuestra condición de cristianos y que hace que no queramos purificarnos? Hoy se nos presenta la ocasión de rectificar.

Es necesario empezar por convencerse de que Jesús nos dirige personalmente estas preguntas. Es Él quien las hace, no yo. Yo no me atrevería ni a planteármelas a mí mismo. Estoy siguiendo mi oración en voz alta, y vosotros, cada uno de nosotros, por dentro, está confesando al señor: Señor: ¡Qué poco valgo, qué cobarde he sido tantas veces! ¡Cuántos errores!: en esta ocasión y en aquélla, y aquí y allá. Y podemos exclamar aún: menos mal, Señor, que me has sostenido con tu mano, porque me veo capaz de todas las infamias. No me sueltes, no me dejes, trátame siempre como a un niño. Que sea yo fuerte, valiente, entero. Pero ayúdame como a una criatura inexperta; llévame de tu mano, Señor, y haz que tu Madre esté también a mi lado y me proteja. Y así, possumus!, podremos, seremos capaces de tenerte a Ti por modelo (4).
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Notas:

1. S. Juan Crisóstomo, Catena Aurea, vol. I, pág 427.
2. Heb 12, 1-4.
3. Phil. 4, 13.
4. Es Cristo que pasa, 15.

Meditación extraída de la colección “Una cita con Dios”, Tomo II, Cuaresma por Pablo Cardona.