TIEMPO DE ADVIENTO

DÍA 21

1. Ct 2, 8-14

1-1.

Los exegetas no están aún de acuerdo sobre la interpretación del Cantar. ¿Los poemas que contiene cantan el amor humano y el encuentro del hombre y de la mujer liberada de prácticas mágicas y alienantes impuestas al amor por las religiones antiguas, o bien son alegorías que celebran directamente el amor de Dios y de su pueblo?

* * *

Los prometidos han vivido separados por los rigores del invierno. Pero he aquí que llega la primavera (v. 11). En seguida el novio corre a través de las montañas de Judá (v. 1) y se aproxima a la casa de la novia. En su impaciencia, ésta espía su llegada, junto al muro, próxima a la ventana, y detrás de la puerta. Finalmente, oye su voz que la invita al encuentro (v. 10). El pasaje describe la ardiente pasión de los prometidos que arden en deseos de encontrarse de nuevo y que se esperan mutuamente con la impaciencia del encuentro. Los poemas últimos del Cantar propondrán, es cierto, un concepto más adulto del amor, marcado por la fidelidad y más fuerte que la muerte. Pero el frescor del amor de prometidos no es, sin embargo, desdeñable: las etapas sucesivas del amor humano son buenas en sí mismas, y pueden servir de experiencia religiosa y convertirse en signos del amor de Dios a su pueblo.

* * *

El trato excepcional que al Cantar de los Cantares concede la Escritura (y que el nuevo leccionario está muy lejos de atribuirle en la nueva distribución de las lecturas) recuerda al hombre que su universo no está hecho solo de técnica y de razón, de ciencia y de política, sino de gratuidad y de don, de amor y de coparticipación. Le recuerda que todas las seguridades que elabora y las dimensiones que atribuye a las cosas y a los seres se derrumban frente al encuentro de dos corazones y el don mutuo de dos personas. Honor, pues, al Cantar, por mínima que sea su aportación, ya que atestigua que el universo del hombre no es solamente el mundo unidimensional y racional que un falso uso de la ciencia, de la técnica, del psicoanálisis y de la política quisiera instaurar.

Honor a este Cantar que permite salir de la sociedad de necesidad para creer en los anhelos. Ni siquiera la religión se libra de la civilización de la necesidad en la medida en que ya no es considerada sino como una sociedad de publicidad de seguros rituales, de verdades dogmáticas o de comportamientos teledirigidos. La fe no es un producto de consumo, no es una necesidad, sino que está de parte del amor y del anhelo. Ahí están los jóvenes para decir que no quieren ya un mundo y una Iglesia donde el anhelo no ocupe su puesto.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 176


1-2. /Ct/LIBRO:

Me gusta esta frase de R. ·Aqiba-R: "El mundo entero no vale lo que vale el día en que le fue dado a Israel el Cantar de los Cantares: todos los escritos inspirados son santos, pero el Cantar de los Cantares es el santo de los santos".

Colección de cantos para unas nupcias, este libro canta el amor humano, completamente fascinado por su novedad. El joven pide a la muchacha que vaya a reunirse con él, y su deseo es tan ardiente y lozano como la primavera de Palestina. La naturaleza se hace cómplice. Es la estación de los amores: la tórtola hace oir su arrullo en el campo, mientras el sol madura los frutos.

También de un gran enamorado es esta frase; "De todos los textos sagrados, el Cantar de los Cantares es el que más me ha convencido de que la constancia de los amantes acude en auxilio de Dios". En efecto, la impaciencia del joven expresa el celo de Dios por la humanidad. Pues muy pronto se dio al Cantar un sentido alegórico (indicios de ello hay tanto en el Talmud como en los Targum): cantaba las nupcias místicas de Yahvé con Israel.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 64


1-3.

El Cantar de los Cantares es un "Cántico de amor". En todo tiempo ha sido interpretado como el símbolo del amor de Dios a su pueblo. El relato describe la vehemente pasión de los prometidos, su ardiente deseo de encontrarse: el encuentro de dos corazones, el mutuo don de dos personas... dos seres que tratan de comprenderse, de estimarse, de amarse...

Esa experiencia universal del amor humano puede pasar a ser «experiencia religiosa» y es uno de los signos más emotivos del amor de Dios.

Ese poema de amor puede pues interpretarse a diferentes niveles:

-el ideal del amor de un matrimonio, según Dios...

-el amor de Dios por María, su esposa...

-el amor de Dios por toda la humanidad, que en Navidad viene a desposarse con ella...

-el amor de Dios por cada uno de nosotros, personalmente.

-He aquí a mi amado que viene.

Dios contemplado como un «amado». Decir a Dios: «¡mi amado!».

Jesús, en el evangelio, dirá: «el reino de los cielos es semejante a diez doncellas que salieron al encuentro del esposo...». (Mt 25, 1) «Viene.» Es el misterio mismo de Navidad.

Dios viene a nosotros como el amado que va al encuentro de su «amada». Es el fresco suave de una cita entre prometidos.

-Salta por las colinas, semejante a la gacela o a un joven cervatillo.

Efectivamente, Dios ha debido de salvar muchas distancias para llegar hasta nosotros.

No solamente «montes y colinas», sino la distancia infinita de la divinidad a la humanidad.

Nada es obstáculo para Dios. Salta, ligero y ágil. Viene.

-Mi amado ha hablado y me ha dicho: «Levántate, amada mía, hermosa mía y vente».

El amor es recíproco. Tenemos, ahora, la declaración de Dios. Ama y desea a la humanidad. Esta es tratada por Dios como la «amada» la «muy hermosa». Dios se hizo hombre porque ama a la humanidad, la ve hermosa.

También debemos nosotros amar lo que Dios ama: nuestra vida humana es la obra maestra de su inteligencia y de su Amor. ¡El es quien ha creado esto!

El Hijo de Dios es concebido en un seno materno de mujer, toma un cuerpo y un alma humanas, nace, toma «condición humana»... ¡todo eso prueba que lo encuentra hermoso!

-Porque, mira, ha pasado el invierno... Aparecen las flores en el campo... el tiempo de las canciones ha llegado... Se oye el arrullo de la tórtola. Echa la higuera sus yemas, la viña en flor exhala su fragancia...

Son las «imágenes» tradicionales que en todos los pueblos son expresión del amor: primavera... flores... perfumes... canciones... felicidad.

Esas expresiones poéticas, en los escritos proféticos, caracterizan siempre la era mesiánica. El mismo Jesús las repite también cuando, al anunciar su retorno al final de los tiempos, lo presenta como la llegada de la «primavera»: «cuando véis que la higuera echa sus yemas tiernas, sabéis que el verano está cerca, así también el reino de Dios está cerca...» (Mt 24, 32).

La venida de Dios inaugura una era de felicidad. «Tranquilízanos, Señor, en las pruebas, en esta vida en que esperamos la felicidad que nos prometes, y el advenimiento de Jesucristo, nuestro Salvador.»

Danos, Señor, desde ahora, ese gozo interior que viene de ti... y que resulta colmado en la eternidad.

-Muéstrame tu semblante, déjame oír tu voz. Porque tu voz es dulce y tu rostro, hermoso.

Nos lo dice Dios, que ama a la humanidad. ¿Soy digno de ello?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 50 s.


1-4. /Ct/02/08-17   /Ct/03/01-05:

El amor atrae más que un imán. Presente e invisible observa de lejos todos los pasos del amado, que camina movido por su hechizo. «Oíd que llega mi amado saltando sobre los montes, brincando por los collados» (2,8). El Amor «atisba por las ventanas, mira por las celosías» (9), ve al amado mientras éste no sospecha siquiera que alguien le está viendo.

El amor del que ama atrae al amado a su presencia. Los hombres, al igual que todo aquello que es amable o deseable, la bondad, la sabiduría, la honestidad, no se acercan al que no les ama. La belleza, la bondad, la sabiduría, la honradez... van en busca de un lecho amoroso. Cuando lo encuentran y el amado se acuesta también, ha llegado el momento feliz para el enamorado. El calor de la presencia desplaza el frío del invierno de la ausencia, que «ya ha pasado», y la claridad ha disipado la tristeza de los días nublados y lluviosos.

Con el amado estalla la vida. Es él quien, poseído y poseedor a la vez, atrae ahora y mueve a vivir. La vida que no está animada por un amor corre el peligro de resecarse y hacerse extraña.

Es el Amor el que da ganas de vivir, el que susurra al oído, dulce y pausadamente: «Amada mía, hermosa mía, paloma mía, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz y es hermosa tu figura» (14). Sentirse amado por aquel a quien se ama: ¿hay algún estímulo más vivo para encontrar el gozo de vivir? «Mi amado es mío y yo soy suya» (16). Pero el amado, como todas las cosas de la vida, va y viene. «¡Vuelve!», le dice el amor. ¿Qué otra cosa podría decirle? Sin embargo, él ha tenido que irse sin habérsele entregado del todo. Y el amor, inquieto -inquietud muy comprensible para el que ama-, no puede quedar tranquilo y a la espera de aquello que le hace vivir. Arrastrado por sí mismo, sale a buscarlo por los caminos y plazas, preguntando a todos los que encuentra si le han visto. Y, por fin, lo descubre de nuevo y se abraza a él y una vez más insiste en que no lo dejará hasta que el amado haya saciado todos los deseos de su vida.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 52 s.


2.- Lc 1, 39-45

2-1.

VER ADVIENTO 04C LECTURA 3.

VER TAMBIÉN ASUNCIÓN LECTURA 3


2-2.

1. Preparando la visita de María a su prima Isabel, escuchamos en la primera lectura un hermoso cántico de amor tomado del Cantar de los cantares.

La novia ve con gozo cómo su amado viene saltando por los montes a visitarla. El novio le canta un poema pidiendo a la joven que se haga ver: «levántate, amada mía, y ven, hazme oír tu voz». Todo alrededor es poesía y primavera en la naturaleza. Pero sobre todo es el amor de los dos jóvenes lo que llena la escena de encanto: el amor humano, elevado en la Biblia a símbolo y encarnación del amor de Dios a su pueblo.

Es hermoso que la lectura bíblica nos hable de amor, de enamoramiento, de primavera, poesía y gratuidad: en medio de un mundo lleno de interés comercial y de cálculos medidos. Y que este amor juvenil sea precisamente el lenguaje con el que, en vísperas de la Navidad, se nos anuncia la buena noticia: Dios, el novio, se dispone a celebrar la fiesta una vez más, si la humanidad y la Iglesia, la novia, le acepta su amor.

(Sofonías -una lectura alternativa a la del Cantar- invita a una sincera alegría a «la hija de Sión», al pueblo de Israel: «grita de júbilo, alégrate». El motivo es claro: Dios está cerca: «el Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva». Dios sigue amando a su pueblo: «él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».

Ya no tiene cabida el miedo ni han de sentir desfallecimiento las manos. El Señor ha perdonado las culpas, «ha cancelado tu condena», y nos renueva gozosamente su amor.

Si en tiempos del profeta podían decir eso, nosotros, después del acontecimiento de la venida de Cristo, lo podemos proclamar con mucho más motivo. Nos hará bien pensar que esta Navidad la desea Dios más que nosotros.

El salmo expresa bien los sentimientos de júbilo: «aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo». Parece escrito para que lo recemos en los últimos días del Adviento: «nosotros aguardamos al Señor, con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos». Son actitudes que nos preparan a una Navidad vivida desde dentro.

2. La visita de María a su prima Isabel está llena de resonancias bíblicas:como cuando se trasladó el Arca de la Alianza entre danzas y saltos de alegría a casa de Obededom, donde estuvo tres meses, llenando de bendiciones a sus moradores.

María, que acaba de recibir del ángel la trascendental noticia de su maternidad divina, corre presurosa, por la montaña, a casa de Isabel, a ofrecerle su ayuda en la espera de su hijo. Llena de Dios y a la vez servicial para con los demás. María es portadora en su seno del Salvador, ella misma Arca de la Alianza, y es por tanto evangelizadora: la Buena Noticia la comunica con su misma presencia y llena de alegría a Isabel y al hijo que salta de gozo en sus entrañas, el que será el precursor de Jesús, Juan Bautista.

Es significativo por demás el encuentro de Isabel y María, dos mujeres sencillas del pueblo, que han sido agraciadas por Dios con una inesperada maternidad y se muestran totalmente disponibles a su voluntad. Son un hermoso símbolo del encuentro del Antiguo y del Nuevo Testamento, de los tiempos de la espera y de la plenitud de la venida.

Llena de alegría, Isabel canta a voz en grito -María lo hará mañana- las alabanzas de Dios y de su prima, en quien reconoce a «la madre de mi Señor».

Con su alabanza, Isabel traza un buen retrato de su prima: «dichosa tú, que has creído».

3. a) Todas las lecturas rebosan de alegría.

Alegría que ante todo llena el corazón de Dios: «él se goza y se alegra con júbilo como en día de fiesta». Alegría de los novios al poder verse después de la separación del invierno.

Alegría de las dos mujeres, María e Isabel, que experimentan la venida del Dios salvador.

¿Sabremos experimentar nosotros esta alegría que Dios nos quiere comunicar? Para ello debemos tener ojos de fe, y saber reconocer la presencia de Dios en las personas y los acontecimientos de la vida, como Isabel y María supieron reconocer la presencia del misterio en sus respectivas experiencias.

Saber ver a Dios actuando en nuestra vida de cada día, en las personas que nos rodean.

¿Viviremos la Navidad con gozo interior, o sólo de palabras, cantos y regalos externos, «porque toca»?

Después de tantas invitaciones a cantar de júbilo, par parte de Sofonías, o por el ejemplo de los novios enamorados, o de Isabel y su hijo Juan, de María, la llena de la Buena Noticia, y sobre todo de Dios mismo, que, según Sofonías celebra jubilosamente su amor como en una gran fiesta, ¿nos conformaremos con una Navidad rutinaria, de trámite?

b) Pero a la vez deberíamos ser, en estos días, portadores de esa alegría a los demás.

Como María en su visita, cada uno de nosotros debemos ser portadores de la Buena Noticia de Jesús, evangelizadores en este mundo.

Esto lo haremos con nuestras actitudes y obras, más que con nuestras palabras.

¿Sabemos, en nuestra vida, «visitar» a los demás? O sea, ¿estamos siempre dispuestos a salir al encuentro, a comunicarnos, a compartir la experiencia gozosa y la triste, a ofrecer nuestra ayuda? La visita es salida de sí mismo, cercanía, presencia a los otros. Para llevar nuestro interés y nuestro amor, y transmitir así, en el fondo, la experiencia de Dios, en un mundo que no conoce demasiado la gratuidad del amor ni la cercanía de las «visitas».

Lo podemos hacer en el círculo de nuestra familia o de nuestros amigos y conocidos o compañeros de trabajo. Si sabemos «visitar», a imitación del Dios que «ha visitado y redimido a su pueblo», y de Cristo Jesús, el que había sido anunciado como «el sol que nos visitará, venido de lo alto», la Navidad será una experiencia gozosa.

c) La Eucaristía es uno de los momentos privilegiados en que los cristianos reconocemos con gozo la presencia salvadora de Cristo Jesús. Nuestra comunión de hoy sea aliento y motivo de alegría en nuestra preparación de la Navidad.

O Oriens

«Oh Oriente, Sol que naces de lo alto,
resplandor de la luz eterna,
sol de justicia:
ven ahora a iluminar
a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte»

En el día más corto del año, el día en que el sol cósmico brilla menos horas, invocamos a Cristo, nuestro verdadero Sol, «el Sol que nace de lo alto», como dice Zacarías en el Benedictus.

Cristo es la luz que refleja para nosotros la luz de Dios: «Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste», como decían las primeras generaciones en uno de los mejores himnos cristológicos que compusieron, y que todavía cantamos.

Simeón anunció que Jesús venía «para alumbrar a las naciones». Y el mismo Jesús dijo: «yo soy la Luz del mundo». Él es el que de veras puede venir a iluminar nuestras tinieblas en esta Navidad, como tantas veces nos ha anunciado el profeta Isaías.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 85-89


2-3.

Sof 3, 14-18a: Después del reinado de Manasés y de su hijo Amón, época de idolatría y de tremenda crueldad, subió al trono de Judá el Rey Josías, hijo de Amón. Josías tenía 18 años cuando fue coronado y reinó (31) años, muriendo trágicamente. Al comenzar su reinado dejó oír su voz el profeta Sofonías, rompiendo el silencio de los profetas, que duró 57 años después de Isaías. Sofonías anuncia terribles castigos a todo Judá y a Jerusalén por sus crímenes e idolatría. Al final de las amenazas de destrucción y muerte Dios hace una promesa: dejará con vida a un resto de pueblo que es humilde y pobre y que sólo espera en Yavé. Es la primera vez que se llama "pobres" a los que esperan en Dios. No se trata de la pobreza material y física, sino de la actitud ante Dios de quien sabe que no tiene nada y está dispuesto a recibirlo todo. Desde ahora los "pobres de Yavé" serán quienes esperen la salvación confiando sólo en Dios. En el verso 14 el profeta prorrumpe en un grito de júbilo: "Grita de gozo, oh hija de Sión, canta de alegría... porque tu Dios está en medio de ti". María, la pobre de Yavé, recibirá también el mismo saludo.

Lc 1, 39-45: Los que tienen espíritu de pobre no se envanecen al verse favorecidos por Dios; al contrario, de inmediato se vuelven solidarios y reconocen dentro de su entrega la acción de Dios que realiza la justicia. María, movida por la solidaridad, viaja de prisa por los montes para acompañar a su prima anciana que está en avanzada gravidez. Al encontrarse Isabel profetisa, movida por el Espíritu Santo y proclama la presencia del Mesías en el seno de María, alaba su fe y la llama bendita entre las mujeres. Se verifica también el encuentro misterioso de Jesús y Juan. El autor subraya este aspecto haciendo saltar de gozo al niño dentro del vientre de Isabel: "Estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre" (Lc 1, 15). La Iglesia recoge este bello pasaje en la oración mariana del Ave María.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-4.

Sof 3,14-18: Yavé está en medio de ti como héroe que salva.

Lc 1,39-45: María visita a su prima Isabel.

Desde el seno de María la promesa de la alegría para el pueblo oprimido comienza a cumplirse. Aquello que el pueblo esperaba para los días de fiesta ya es realidad.

María es presentada por Lucas como la Nueva Sión, que porta la salvación en su seno y lleva la noticia a su pueblo (Isabel). La sola presencia de la Nueva Sión hace saltar de alegría a la mujer y al fruto de vientre, Juan. Todo el pueblo, representado por Isabel y su hijo por nacer, reconocen que el final de la ardua espera ha llegado.

Estos pobres de Yavé saben reconocer en la joven virgen, esposa del artesano, que Dios al fin ha llegado a su pueblo.

Pero Lucas tiene algo más para decirnos con este retrato del encuentro de mujeres preñadas. No es simplemente un encuentro de gruesas. La madre del Señor se presenta con su hijo para atender a la mujer necesitada de asistencia en el parto. María, la servidora del Señor, es ahora la servidora de otra mujer.

No hay en Lucas el interés de poner a María como alguien que se vanaglorie de su condición. Al contrario, para él quien porta al Señor es ya un servidor del pueblo.

Y a lo largo de su Evangelio va desarrollando esta idea aplicándosela a Jesús y a los discípulos (ver especialmente Lc 14,7-14; 22,24-27).

Quien porta a Dios en su vida, y portador de una Buena Noticia. En el evangelio esa Buena Noticia se traduce en servicio al necesitado.

Nuevamente nos encontramos con una mujer que revoluciona los esquemas culturales de entonces. María se presenta en la función de la diakonía, el servicio prestado desde la condición de quien comparte la vida y necesidades.

Isabel proclama esta realidad y la proclama feliz, porque ha creído que de todas maneras, y a pesar de lo que los acontecimientos indiquen lo contrario, el Señor cumplirá sus promesas.

María sigue hoy presente en el pueblo creyente, en los que confían que se cumplirán por fin las promesas de Dios, los anhelos de libertad y justicia de nuestro Continente. Es importante mantener viva esta esperanza, creer que "a pesar de todo" se cumplirá lo que Dios prometió, aunque el presente sean tan contradictorio como el embarazo de una virgen soltera.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


2-5. CLARETIANOS 2002

Dios es amor. Pero el amor siempre es a alguien. Cuando Jesús comienza a tener un cuerpo mueve las entrañas al amor hacia los demás. María ya es la representante de la nueva lógica divina. Su vientre se mueve ya desde el amor de Dios, aunque el cuerpo de su hijo todavía se esté gestando. Esta embarazada irradia que hay una esfera cotidiana para la belleza y el bien. Ahí está el nuevo e imprevisible lugar de Dios: el bien y la belleza del ser humano. Dios se ha hecho uno de los nuestros. María hace un viaje para contagiarle la alegría a su prima Isabel. Le quiere comunicar el bien de Dios y reconocer la belleza cómplice de su prima, que también ha creído que Dios puede ser así. Todas las madres se cuentan sus embarazos y sus partos. Estas dos se irradian alegría, el gozo mutuo de ser portadoras de un misterio de salvación: Dios abriéndose camino, y el hijo de Dios ya en camino. Demasiadas veces la exégesis ha hecho hincapié en la dureza de aquel viaje. Se resaltaba así la heroicidad y el servicio de María a su prima. Ese es una valor secundario e irrelevante. María va a comunicar su fe y su alegría . ¡Qué le importaba su estado a aquella mujer joven , si lo que iba era a comunicar el que era posible que Dios naciera para el mundo! María va a ver a su prima porque no cabe de gozo. Hoy se constituye en la patrona de lo todos los que tienen alguna alegría que comunicar, un poco de esperanza para que el mundo se caliente y sonría. María es la corresponsal de la buena noticia. Isabel será su primer interlocutor. La primera de un larga lista hasta que ella pueda señalar a un hombre joven y decir: «Haced lo que el os diga».

Pedro Sarmiento cmf
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


2-6. COMENTARIO 1

EL SERVICIO SOLICITO DEJA UNA ESTELA DE ALEGRIA

«Por estos mismos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, en dirección a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (1,39-40). El nexo temporal que une esta nueva escena con la anterior es de los más estrechos, imbricándolas íntimamente. María se olvida de sí misma y acude con presteza en ayuda de su pariente, tomando el camino más breve, el que atravesaba los montes de Samaría. Lucas subraya su prontitud para el servicio: el Israel fiel que vive fuera del influjo de la capital (Nazaret de Galilea) va en ayuda del judaísmo oficial (Isabel; «Judá», nombre de la tribu en cuyo territorio estaba Jerusalén). Al igual que el ángel «entró» en su casa y la «saludó» con el saludo divino, María «entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel». De mujer a mujer, de mujer embarazada a mujer embarazada, de la que va a ser Madre de Dios a la que será madre del Precursor.

«Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo» (1,41). El saludo de María comunica el Espíritu a Isabel y al niño. La presencia del Espíritu Santo en Isabel se traduce en un grito poderoso y profético: « ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa la que ha creído que llegará a cumplirse lo que le han dicho de parte del Señor! » (1,42-45).

Isabel habla como profetisa: se siente pequeña e indigna ante la visita de la que lleva en su seno al Señor del universo. Sobran las palabras y explicaciones cuando uno ha entrado en la sintonía del Espíritu. La que lleva en su seno al que va a ser el más grande de los nacidos de mujer declara bendita entre todas las mujeres a la que va a ser Madre del Hombre nuevo, nacido de Dios. La expresión «Mira» concentra, como siempre, la atención en el suceso principal: el saludo de María ha servido de vehículo para que Isabel se llenase de Espíritu Santo y saltase de alegría el niño que llevaba en su seno. La sintonía que se ha establecido entre las dos mujeres ha puesto en comunicación al Precursor con el Mesías. La alegría del niño, fruto del Espíritu, señala el momento en que éste se ha llenado de Espíritu Santo, como había profetizado el ángel. A diferencia de Zacarías, María ha creído en el mensaje del Señor y ha pasado a encabezar la amplia lista de los que serán objeto de bienaventuranza.


COMENTARIO 2

Seguimos leyendo los relatos del nacimiento del evangelio de Lucas, y lo haremos todavía hasta Navidad. Hoy se nos presenta la escena que llamamos comúnmente de "la visitación" de María a su prima Isabel. Se nos dice que la Virgen hizo el camino hasta las montañas de Judea donde vivía su familiar, eran unos dos o tres días de marcha. El encuentro de las dos mujeres ha sido inmortalizado, como tantísimas otras páginas de la Biblia, en las obras de los artistas cristianos. Pero lo que más cuenta son las palabras con que Isabel saluda a María, llena –dice el autor- del Espíritu Santo: "!Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!", palabras que millones y millones de cristianos repetimos en todas las lenguas del mundo para saludar diariamente a la madre de nuestro Señor. Bendita no por sus propios méritos sino por la gracia y el favor divino, porque supo acoger la Palabra de Dios hasta el punto de engendrarla en su seno, porque se puso enteramente a la disposición de Dios que la hacía instrumento precioso de su obra salvífica. Isabel es consciente de la desproporción de la visita: "¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?" pregunta. La misma humildad con que su hijo, Juan Bautista, dirá más tarde que no es digno ni de llevarle las sandalias al Mesías. Y proclama dichosa, bienaventurada, bienamada a María porque en ella se cumplirá lo que le dijo el Señor por medio del ángel. Aunque la lectura de hoy se interrumpe en este punto, sabemos que María prorrumpió, en respuesta a las palabras de Isabel, en un cántico de acción de gracias, el "Magnificat" que nos sabemos de memoria.

Debiéramos hacer nuestros los sentimientos y las palabras de Isabel, bendecir y felicitar a María por las maravillas que Dios realizó en ella. Pero debiéramos sobre todo, asumir las actitudes de estas mujeres que sumisamente se ponen a disposición de los planes salvíficos de Dios. A nosotros nos toca llevar al Mesías a visitar a nuestros hermanos que sufren y lloran, para que se alegren como Isabel y alaben a Dios que los salva y libera.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-7. 2002

María, por la encarnación de Jesús en su vientre, quedó convertida en arca de la alianza, es decir, en portadora de la presencia de Dios en su hijo Jesús. Este es el simbolismo que Lucas le da a la visitación. Por eso María hace el mismo recorrido que realizaba el Arca de la Alianza en el Antiguo Testamento: las altas montañas de Judá. La presencia del Arca le daba confianza al pueblo. Por eso, cuando sus enemigos se la arrebataban, el pueblo lloraba, porque lo llenaba de temor el abandono de Dios. Prácticamente llegaron a identificar el Arca con la presencia de Yavé. Y esta presencia de Dios era vivida por el pueblo con tanto respeto y veneración, que el Arca sólo podía ser tocada por sacerdotes que estuvieran protegidos por la pureza ritual. Desde luego, una mujer nunca la podía tocar, precisamente por eso: por no ser hombre, por no ser varón, por no ser sacerdote, y porque su condición de mujer la exponía a impureza legal casi permanente.

Por eso llama la atención que Lucas proponga su modelo de nueva Arca de la Alianza rodeado de mujeres en estado de gestación, manejado sólo por mujeres, sin sacerdotes, sin Templo, sin rituales de pureza legal... El lenguaje de estas mujeres es el lenguaje cotidiano de la vida del pueblo que no busca finuras, ni elegancias, ni frases de pureza legal. Ellas hablan de lo ordinario de toda mujer, de la vida que sienten crecer en su propio cuerpo, del niño que salta en el vientre de Isabel, de bendiciones para el fruto del vientre de María, de voz de mujer gestante que conmueve el vientre de otra gestante... Pero de este lenguaje femenino, tan profano, tan aparentemente lejano de las grandes fórmulas teológicas y cristológicas, emergen confesiones de humildad y de fe en Jesús ("¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?"), lo mismo que nuevas fórmulas de bienaventuranzas ("bienaventurada tú que has creído") y confesiones de confianza en Dios ("lo que te ha dicho el Señor se cumplirá")...

Lo que prácticamente Lucas nos está describiendo en esta perícopa es una verdadera liturgia. No se trata de una liturgia oficial veterotestamentaria, celebrada dentro de la sacralidad del Templo, por oficiantes estudiados y consagrados para ello, dentro de las normas de la pureza ritual y conforme al ceremonial aprobado... Lucas en su narración nos deja entrever la nueva era que nace con Jesús y el Nuevo Testamento: la sacramentalidad de Dios acontece fuera de la oficialidad templaria y sacerdotal. Es decir, el concepto de templo y de sacerdocio ya es otro. El ser humano ya no debe estar esclavo de la ritualidad, sino que debe hacer que nazca una nueva ritualidad desde su propia vida. Lugar, tiempo y agentes litúrgicos deben ser relativizados. El único absoluto, que es Dios, en Lucas aparece relacionándose familiarmente con las proverbialmente excluidas del culto. ¿No nos dirá todo esto muchas cosas nuevas, tanto a nuestra conducta personal como grupal y a la conducta oficial de nuestra Iglesia?

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-8. ACI DIGITAL 2003

39. Una ciudad de Judá: Según unos Ain Carim, a una legua y media al oeste de Jerusalén; según otros, una ciudad en la comarca de Hebrón, lo que es más probable.

46. Este himno, el Magnificat, está empapado de textos de la Sagrada Escritura, especialmente del cántico de Ana (I Rey. 2, 1 - 10) y de los Salmos, lo que nos enseña hasta qué punto la Virgen se había familiarizado con los Sagrados Libros que meditaba desde su infancia. El Magnificat es el canto lírico por excelencia, y más que nada en su comienzo. Toda su segunda parte lo es también, porque canta la alabanza del Dios asombrosamente paradojal que prefiere a los pequeños y a los vacíos. De ahí que esa segunda parte esté llena de doctrina al mismo tiempo que de poesía. Y otro tanto puede decirse de la tercera o final, donde "aquella niña hebrea" (como la llama el Dante), que había empezado un cántico individual, lo extiende (como el Salmista en el S. 101), a todo su pueblo, que Ella esperaba recibiría entonces las bendiciones prometidas por los profetas, porque Ella ignoraba aún el misterio del rechazo de Cristo por Israel. Pero el lirismo del Magnificat desborda sobre todo en sus primeras líneas, no sólo porque empieza cantando y alabando, que es lo propio de la lira y el arpa, como hizo el Rey David poeta y profeta, sino también y esencialmente porque es Ella misma la que se pone en juego toda entera como heroína del poema. Es decir que, además de expresar los sentimientos más íntimos de su ser, se apresura a revelarnos, con el alborozo de la enamorada feliz de sentirse amada, que ese gran Dios puso los ojos en Ella, y que, por esa grandeza que El hizo en Ella, la felicitarán todas las generaciones. Una mirada superficial podría sorprenderse de este "egoísmo" con que María, la incomparablemente humilde y silenciosa, empieza así hablando de sí misma, cuando pareciera que pudo ser más generoso y más perfecto hablar de los demás, o limitarse a glorificar al Padre como lo hace en la segunda parte. Pero si lo miramos a la luz del amor, comprendemos que nada pudo ser más grato al divino Amante, ni más comprensivo de parte de la que se sabe amada, que pregonar así el éxtasis de la felicidad que siente al verse elegida, porque esa confesión ingenua de su gozo es lo que más puede agradar y recompensar al magnánimo Corazón de Dios. A nadie se le ocurriría que una novia, al recibir la declaración de amor, debiese pedir que esa elección no recayese en ella sino en otra. Porque esto, so capa de humildad, le sabría muy mal al enamorado, y no podría concebirse sinceramente sino como indiferencia por parte de ella. Porque el amor es un bien incomparable - como que es Dios mismo (I Juan 4, 16) - y no podría, por tanto, concebirse ningún bien mayor que justificase la renuncia al amor. De ahí que ese "egoísmo" lírico de María sea la lección más alta que un alma puede recibir sobre el modo de corresponder al amor de Dios. Y no es otro el sentido del Salmo que nos dice: "Deléitate en el Señor y te dará cuanto desee tu corazón" (S. 36, 4). Ojalá tuviésemos un poco de este egoísmo que nos hiciese desear con gula el amor que El nos prodiga, en vez de volverle la espalda con indiferencia, como solemos hacer a fuerza de mirarlo, con ojos carnales, como a un gendarme con el cual no es posible deleitarse en esta vida.


2-9.

San Ambrosio (hacia 340-397) obispo de Milán, doctor de la Iglesia.  Sobre San Lucas 19-21; SC 45, pag 81-82

“María se puso en camino y se fue de prisa a la montaña...”

Cuando María tiene noticia de la maternidad de su prima Isabel, ya anciana y estéril, se pone en camino. No por falta de fe en la profecía ni por dudar del anuncio, ni por dudar de los signos que le fueron dados, sino llena de alegría para cumplir un servicio entrañable. En la prontitud de la alegría, María se dirige hacia las montañas. Llena de Dios ¿podía no ir de prisa hacia las alturas? Los cálculos lentos no corresponden a la gracia del Espíritu Santo.

Aprended, vosotros también, la solicitud que debéis tener acerca de vuestras parientes que van a ser madres. María vivía hasta aquel momento en un recogimiento total. Su pudor virginal no la retuvo de aparecer en público, ni lo escabroso de las montañas la frenó en su deseo de servicio, ni el camino largo la podía retener. La Virgen se dirige con prontitud hacia las alturas, la Virgen piensa en servir y se olvida de sí misma. El amor es su fortaleza, a pesar de su sexo. María sale de su casa y se va hacia las alturas... Se quedó en casa de Isabel unos tres meses, no por el placer de estar con gente, sino para cumplir un servicio y cumplirlo con toda solicitud hasta el final.


2-10. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Cant 2,8-14: Levántate, amor mío, hermosa mía, ve a mi
Sal 32,2-3.11.12.20-21: Alégrate, María, llena de gracia
Lc 1,39-45: Bendita tú entre todas las mujeres

El Cantar de los Cantares es una obra poética del Israel del Antiguo Testamento. Este libro es una colección de cantos de amor en el que el pueblo canta la plenitud de la unión personal que, desde un centro, ilumina y transfigura el mundo, elevándolo a su razón de ser: el amor.

El amor no se agota en sí mismo, sino que se abre para el descubrimiento, el amor es grande e invencible porque es fuego que viene de Dios, y viene de Dios porque “Dios es amor”.

El amor que plantea Cantar de los Cantares quiere manifestarnos la encarnación más alta del amor de Dios; ese amor hecho hombre se llama Jesucristo. Para llegar a entender a Dios como amor es de vital importancia amar plenamente a la humanidad. Cuando somos capaces de afirmar el amor humano, es posible descubrir en él la revelación de Dios, que es amor.

María ha comprendido el misterio del Dios amor; ella ha aceptado con fe profunda este misterio, como lo reconoce Isabel (Lc 1,45). María demuestra su fe en el Dios que ha aceptado a través del amor hecho disponibilidad para servir a Isabel. En este relato evangélico María aparece como la creyente cuya fe contrasta con la desconfianza de Zacarías (Lc 1,20). María, una mujer sencilla que cree y Zacarías un anciano religioso que desconfía, son símbolo del Israel que se encontraba dividido, como producto del modelo religioso que llevó a muchos a desconfiar en la posibilidad de un tiempo nuevo.

El encuentro de María e Isabel, es el encuentro en realidad de los dos hijos: Juan inaugura su misión anunciando, por boca de su madre, el señorío de Jesús (Lc 1,43), la realización de su mesianismo y de su profunda relación con Dios.

El título de Señor que Isabel confiesa nace del profundo amor que ya la Iglesia primitiva experimentó por Jesús. Toda su vida fue un testimonio verdadero de que el Padre tenía un proyecto para llevar a la humanidad a su plenitud. La comunidad primitiva logró experimentar en la persona de Jesús el amor que Dios había manifestado a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Por todo eso es importante comprender que si Jesús fue llamado “Señor” antes de su nacimiento, es porque Jesús se convirtió en paradigma de humanidad y revelador de la divinidad. Todos los hombres y mujeres que siguieron a Jesús, descubrieron en él al Dios verdadero hecho hombre.

Preparémonos, hermanos y hermanas, en este tiempo para experimentar en nuestras vidas y en nuestras comunidades el misterio del amor de Dios derramado en la persona de Jesús, logrando aceptar ese misterio como lo hizo María y confesándolo con la misma valentía y gozo de Isabel. Esa es nuestra gran tarea, sólo así podremos asumir el proyecto del amor en nuestras vidas.

Hoy más que nunca necesitamos de hombres y mujeres convencidos de la fuerza del amor. Creemos que el amor es la única fuerza que puede transformar el mundo para la justicia y la paz. El testimonio que la Biblia nos presenta es que sí es posible pensar y construir un mundo más justo y más humano siempre y cuando cada uno asuma ese proyecto de amor que nos propone Dios en su hijo Jesús.

Que el misterio de la Navidad que vamos a celebrar, misterio del amor de Dios a la humanidad, logre formar nuestras conciencias a fin de configurarnos con el proyecto del Reino anunciado y vivido por Jesús. Comencemos de una vez, no esperemos otra Navidad!


2-11. Fray Nelson Martes 21 de Diciembre de 2004

Temas de las lecturas: Aquí viene mi amado saltando por los montes * ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?.

1. Aquí viene mi Amado
1.1 Jesucristo viene. El calendario parece acelerarse a medida que se llega esa fecha, entrañable y bella, en que la Iglesia entera se postra llena de gratitud ante el portal de Belén. La noticia, la buena noticia por excelencia, es esta y sólo esta: "¡Jesucristo viene!".

1.2 La llegada de Jesús, cuyo solo nombre ya significa salvación, colma nuestra esperanza porque en él está cuanto puede desear rectamente el alma humana. Él es nuestra libertad, nuestra justicia, nuestra salud, nuestra paz. ¡Dichosos nosotros que algo conocemos de los tesoros incalculables del alma de Cristo, y algo hemos saboreado ya de los bienes que él trae a nuestras almas!

1.3 Mas hay una dimensión, un aspecto de la llegada del Señor que no puede quedar en penumbra: Él es el Amado. Necesitamos salud, justicia, sinceridad, pureza, pero sobre todo, necesitamos amor. Y para nuestra inmensa necesidad de amor, he aquí que viene el Amado. La saciedad que se siente ante Jesús no es sólo la alegría de ver que nuestros problemas logran solución. Él no es solamente el que resuelve nuestros problemas, sino el que colma con su amor inefable y dulcísimo los abismos más hondos del corazón humano. Jesús no viene sólo a poner parches a una vida que podría entenderse sin él: viene a ser nuestra vida en su sentido más pleno y perfecto.

1.4 El texto poético del Cantar de los Cantares nos aproxima a esa experiencia, íntima y transformante, descrita en términos esponsales. ¡Oh, qué gozo para la niña enamorada, sentir los pasos del amado! ¡Qué palpitar en su corazón, qué rubor en sus mejillas, qué esplendor de sonrisa en sus labios! "¡Es él, es él!", le grita el corazón, y ella, temerosa y gozosa a la vez, apenas asoma a la ventana, para comprobar con júbilo impetuoso, que lo que anunció el oído ahora pueden disfrutarlo los ojos: sí, es verdad, es Él; el amado está aquí, el invierno se ha acabado; ahora es tiempo de cantos y perfumes, de sonrisa y de danza. ¡Feliz, mil veces feliz el alma que algo semejante sienta aguardando a Jesucristo!

2. La Madre de mi Señor ha venido a verme
2.1 La pregunta de Isabel prolonga nuestra reflexión sobre el gozo ante la llegada de Cristo. Toda la santidad de María es Jesucristo; todo el bien de María es Jesucristo; toda la gracia de María le viene de Él, que es también su belleza, su esplendor, su dulzura.

2.2 María, evangelizada por el ángel, es ahora evangelizadora. Ha recibido a Jesucristo, en su corazón y en sus entrañas; ahora nos da a Jesucristo, desde su corazón inmaculado y desde sus entrañas purísimas. Así Ella se convierte en el modelo eminente de la Iglesia misionera, en la que todos tenemos un lugar. Nuestra tarea será la misma: acoger a Jesucristo para dar a Jesucristo, y con Él y por Él, brindar esa alegría que está sobre toda alegría y ese amor que está sobre todo amor.

2.3 Esta labor misionera, que brota directamente de nuestro bautismo, pertenece de modo particular al sacerdote. En la Eucaristía, sobre todo, él toma el lugar de María y brinda con su predicación y con la Sangrada Comunión ese gozo y esa salud que sólo Jesús puede dar al mundo.


2-12. Comentario: Rev. D. Àngel Caldas i Bosch (Salt-Girona, España)

«¡Feliz la que ha creído!»

Hoy, el texto del Evangelio corresponde al segundo misterio de gozo: la «Visitación de María a su prima Isabel». ¡Es realmente un misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo profundo como nunca la historia nos había narrado! Es el gozo de María, que acaba de ser madre, por obra y gracia del Espíritu Santo. La palabra latina “gaudium” expresa un gozo profundo, íntimo, que no estalla por fuera. A pesar de eso, las montañas de Judá se cubrieron de gozo. María exultaba como una madre que acaba de saber que espera un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos pedregosos que conducían hasta Ain Karen, arropado en el corazón y en los brazos de María.

Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro de sus entrañas. Las palabras de la prima de María traspasarán los tiempos: «¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!» (cf. Lc 1,42). El rezo del Rosario, como fuente de gozo, es una de las nuevas perspectivas descubiertas por Juan Pablo II en su Carta apostólica sobre El Rosario de la Virgen María.

La alegría es inseparable de la fe. «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra.


2-13.

Reflexión:

Sal. 33 (32). Dios tiene un proyecto de salvación sobre todo lo creado: Él quiere salvarnos, hacernos hijos suyos y hacernos participar de su Gloria eternamente. Y para llevar adelante este Plan de salvación nos envió a su propio Hijo, hecho uno de nosotros, para conducirnos sanos y salvos a su Reino celestial. Alegrémonos porque el Señor nos ha escogido para que formemos parte de su Pueblo Santo. Entonémosle un cántico nuevo no sólo con instrumentos externos a nosotros; ni sólo con nuestra voz. Que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza de su Santo Nombre. Confiemos siempre en el amor de Dios, pues Él jamás nos ha abandonado, a pesar de que muchas veces nuestro cántico ha sido un cántico destemplado a causa de nuestras maldades y pecados. Sin embargo, a pesar de como haya sido nuestra vida, el Señor nos vuelve a llamar para que en Cristo encontremos el perdón y el Camino que lleve a unirnos a Él. Pongamos nuestra vida en manos del Señor, confiando en Él no sólo para que nos conceda cosas pasajeras, sino para que vivamos comprometidos con Él en la construcción de un mundo renovado cada vez más en Cristo Jesús.

Lc. 1, 39-45. A la pregunta sobre la razón de nuestra fe en el Señor Cristo Jesús, debe corresponder el ponernos presurosos en camino para encontrarnos con aquellos en quienes sabemos se va formando la presencia del Salvador. Vamos a ellos como servidores afanosos, para colaborar, con todos los medios a nuestro alcance, en ayudarles en su progreso espiritual. Y no vamos a nombre propio; es el Señor el que se hace cercano a los demás por medio nuestro, y los llena de su gozo y de su paz. Dios nos ama como un Padre lleno de amor y de ternura por sus hijos. Él nos quiere con Él eternamente. Él siempre está dispuesto a perdonarnos y a levantarnos de nuestras miserias. Nuestra fe en Él no puede dejarnos al margen del servicio a nuestro prójimo, pues una fe sincera en Cristo se debe traducir en obras de amor. Ojalá y seamos bienaventurados por creer que se cumplirá lo que se nos ha prometido de parte del Señor. Y creeremos realmente cuando, aceptando el perdón y la salvación que proceden de Dios, manifestemos con las obras que el Espíritu Santo nos ha llenado y nos conduce por el camino del bien.

Jesús Eucaristía, engendrado por obra del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia, nos llena de alegría y nos hace saltar de gozo por hacernos sentir amados por Dios. En la Iglesia la Palabra de Dios continúa llegando a nosotros con toda su fuerza salvadora. Ojalá y no sólo llegue a nuestros oídos, sino que descienda hasta nuestro corazón donde, meditada a la luz del Espíritu Santo, vaya haciéndose realidad en nosotros. El Señor se hace cercano a nosotros. Más aún: nosotros entramos en comunión de vida con Él mediante nuestra participación en la Eucaristía. Todo esto nos manifiesta que el Señor jamás ha dejado de amarnos, y que, a pesar de que los demás pudieran rechazarnos a causa de nuestras miserias y pecados, el Señor está siempre junto a nosotros amándonos, y llenándose de júbilo por nuestra causa. Alegrémonos por este amor que Dios nos tiene y, suceda lo que suceda, jamás dejemos de confiar en Él.

Somos una Iglesia que el amor ha hecho peregrina hacia el encuentro de nuestro prójimo, para caminar, en comunión con él, al encuentro de nuestro Dios y Padre, unidos por un mismo Espíritu. Nuestra fe nos debe hacer muy solícitos en el bien que hemos de procurar por los más pequeños, por los pobres, por los más desprotegidos. El Señor nos ha ungido con su Espíritu para que hagamos llegar la Buena Nueva de la Salvación a los pobres, a los enfermos, a los cautivos, a los ciegos y a los cojos. Mientras aquellos a quienes les anunciemos el Nombre del Señor no salten de alegría por haber recuperado su dignidad de hijos de Dios, y por llegar a ser reconocidos como hermanos nuestros, no podemos considerarnos realmente portadores de Cristo. Aquel cuyas palabras produzcan miedo, y cuyas obras destruyan a su prójimo a causa de las injusticias o de cualquier actitud malévola, no puede decir que en verdad sea un enviado del Señor para buscar y salvar todo lo que se había perdido. Seamos portadores de la salvación, de la alegría y de la paz; sólo así la Iglesia será reconocida como el auténtico Signo de Cristo que une a las personas con Dios, y que nos une a nosotros por medio del amor fraterno.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser una Iglesia auténticamente portadora de Cristo, para que todo aquel que se encuentre con Él encuentre la salvación, la alegría y la paz verdaderas. Amén.

Homiliacatolica.com


2-14. DOMINICOS 2004

¡Oh Sol que naces de lo alto, sol de justicia; ilumina a cuantos viven en tinieblas y sombras de muerte!

En este quinto día la Liturgia viste traje de júbilo, de fiesta, por la cercanía de Dios Amor.

En ella no se da lugar a lágrimas de duelo o a golpes de disciplina penitencial. Hoy triunfa el gozo de la fe, y se aviva la esperanza.

Vamos a compartir en las lecturas de la Misa la bellísima poesía amorosa del Cantar de los Cantare, pieza singular de la literatura bíblica.

Pero veamos en ella las delicias del amor -a escala muy elevada- no sólo en el plano humano sino principalmente en auras de amor divino-humano, siendo actores Dios Amor y el Alma agraciada.


Palabra de Dios, palabra de esperanza
Libro del Cantar de los Cantares 2, 8-14:
“Mirad: ya viene él, saltando por los montes, brincando por las colinas. Mi Amado es una gacela, es como un cervatillo...

Mi Amado me habla así: levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí. Mira que el invierno ha pasado, que las lluvias ya han cesado..., que ya se ven flores en los campos, que ya se escucha el arrullo de la tórtola en los campos, que ya apuntan los frutos en la higuera y la viña florece y da perfume. Levántate, amada mía, ven a mí...”

Evangelio según san Lucas 1, 39-45:
“En aquellos días María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura (Juan) en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: ¡bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?... Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.


Urgidos por la palabra
Alegoría del Cantar de los cantares.
El Cantar de los Cantares, es un conjunto poético de cantos que podríamos llamar nupciales. En ese conjunto se encuentra, como en la primavera del año y de la vida, todo el fuego de la pasión amorosa: atracción, fascinación, entrega... Todos los seres vivos, tórtolas, pajarillos, cervatillos, danzantes, jóvenes de toda condición, viven intensamente el amor. ¡Es tan profundamente vivo y humano!

Pues bien; si ardiente y profundo es el amor humano, y tan evidentes son los gestos en que se expresa, ¿no podemos utilizar esa trama vital para cantar poéticamente, místicamente, el intenso amor de Dios, creador, padre, amigo, salvador, hacia el hombre que es su hijo, hacia el alma o conciencia que percibe sus delicias espirituales?

Ciertamente, desde los viejos comentarios a la Biblia, ya por parte de los judíos, este libro habría que entenderlo en sentido alegórico, es decir, leyendo Dios donde dice “enamorado”, y leyendo Alma-persona donde dice “enamorada”. Quien lea a san Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual entenderá un poco de todo esto, entenderá el amor de la Navidad.

Otro tipo de lectura o comentario, meramente pasional y sensual, no da en la clave del Amor a lo divino. No lo leyeron así María e Isabel en su Canto de fe.


2-15.

Reflexión

No sé si haz pensado que hace más de 2000 años una jovencita de apenas 15 años, dejó la comodidad de su casa, se unió a una caravana, caminó durante unos 5 días en medio los peligros naturales que el hacer un recorrido por el desierto conlleva naturalmente y que hizo todo esto para ir a visitar a su prima… para ir a asistirla en su gravidaza. Me parece importante, ante la inminencia de la Navidad el que pensemos en todo lo que hizo María Santísima, mientras que nosotros, que si no contamos con nuestro propio automóvil, si con medios de comunicación mucho más seguros, que las distancias no son tan largas y que no somos unos chiquillos como ella, y sin embargo no somos capaces de ir a visitar a nuestros familiares y amigos enfermos o necesitados. Toda nuestra vida acelerada se nos va en visitar los grandes almacenes, en detallar la fiesta de Navidad, en tanta superficialidad. El texto que hemos leído nos dice que Isabel se alegró grandemente apenas oyó la voz de su prima… imagina cuánta alegría podría causar tu saludo a ese pariente al que tienes tanto tiempo de no ver… máxime si está enfermo o cruza por u periodo difícil de su vida. La Navidad nos recuerda que, al igual que María, Jesús vino del cielo a visitarnos, para llenar nuestra vida de felicidad… haz pues tú lo mismo.

Pbro. Ernesto María Caro


2-16. La Visita de la Virgen a su prima Isabel

Fuente: Catholic.net
Autor: P Juan Pablo Menéndez

Reflexión

El evangelio de San Lucas nos narra el Anuncio del ángel a María como “de puntillas”, con gran respeto, venerando a los protagonistas de este diálogo único. Hoy, sin embargo, asistimos a aquella “segunda anunciación”. La que el Espíritu Santo revela a santa Isabel en el momento de reconocer en María a la Madre de su Señor. Estas dos mujeres viven y comparten el mayor secreto que pueda Dios comunicar a los hombres, y lo hacen con una naturalidad sorprendente. Por su parte, María, la llena de gracia, no sólo no se queda ociosa en su casa. Ser Madre de Dios no desdice un ápice de su condición de mujer humilde, de modo que va en ayuda de su prima. Isabel, por su parte, anuncia, inspirada por el Espíritu, una gran verdad: la felicidad está en el creer al Señor.

Cuando alguien se profesa cristiano, su fe y su vida; lo que cree y cómo lo vive, son dos esferas que están íntimamente unidas. Quien piense que “creer” es sólo profesar un credo religioso, adherir a una religión o a unos dogmas, quizás tiene una pobre visión del término. Porque cuando se cree de verdad se empieza a gustar las delicias con que Dios regala a las almas que le buscan con sinceridad. La pedagogía de Dios es tan sabia que sabe impulsarnos, dándonos a saborear su felicidad, -que es inmensa e incomparable-, cuando somos fieles. Es un gozo que, sin casi quererlo, nos lleva a más, nos invita a entregarnos con más generosidad a la realización de un plan que va más allá de nuestra visión humana. Isabel reconoce en su prima esa felicidad porque ha creído, pero además porque en consecuencia, su vida ya no respondía a un plan trazado por ella, sino por su Señor. Ella estaba también encinta ¿por qué era necesario un viaje en las condiciones de aquel tiempo...?

Preguntémonos, si hoy queremos ser felices, ¿cómo va mi fe en la presencia de Dios en mi vida? Si lucho por aceptarla y vivirla ya tengo el primer requisito para mi felicidad. Aunque tenga que trabajar y sufrir, sabré en todo momento que Dios está a mi lado, como lo estuvo de María y de Isabel.


2-17. ADVIENTO. 21 de Diciembre

227. Generosidad y espíritu de servicio

I. La Virgen se da del todo a lo que Dios le pide. Nuestra Señora manifestó una generosidad sin límites a lo largo de toda su existencia aquí en la tierra. La Virgen no piensa en sí misma, sino en los demás. Trabaja en las faenas de la casa con la mayor sencillez y con mucha alegría; también con gran recogimiento interior, porque sabe que el Señor está en Ella. En María comprobamos que la generosidad es la virtud de las almas grandes, que saben encontrar la mejor retribución en el haber dado: Habéis recibido gratis, dad gratis (Mateo 10, 8). La persona generosa sabe dar cariño, comprensión, ayudas materiales..., y no exige que la quieran, la comprendan, la ayuden. Da, y se olvida de que ha dado. Ahí está toda su riqueza. Descubre que amar “es esencialmente entregarse a los demás” (JUAN PABLO II, Alocución). El dar ensancha el corazón y lo hace más joven. A la Virgen le suplicamos hoy que nos enseñe a ser generosos, en primer lugar con Dios, y luego con los demás.

II. Junto a María descubrimos que Dios nos ha hecho para la entrega, y que cada vez que nos “reservamos” para nuestros planes y para nuestras cosas, a espaldas de Él, morimos un poco. Lo ”nuestro” se salva precisamente cuando lo entregamos. La generosidad con Dios ha de manifestarse en la generosidad con los demás: lo que hicisteis con uno de éstos, conmigo lo hicisteis (Mateo 25, 40). La generosidad con los demás se manifiesta de diversas maneras: saber olvidar con prontitud los pequeños agravios que se producen en la convivencia; sonreír y hacer la vida más amable a los demás; juzgar con comprensión a los demás; adelantarse en los servicios menos agradables del trabajo; aceptar a los demás como son; un pequeño elogio; un tono positivo a la conversación. Y sobre todo, facilitar el camino a quienes nos rodean para que se acerquen más a Cristo. Es lo mejor que podemos dar.

III. El Señor recompensa aquí, y luego en el Cielo, nuestras muestras, siempre pobres, de generosidad. Pero siempre colmando la medida. “Es tan agradecido, que un alzar los ojos con acordarnos de Él no deja sin premio” (SANTA TERESA, Camino de perfección) Quien tiene en cuenta hasta la más pequeña de nuestras acciones, ¿cómo podrá olvidar la fidelidad de un día tras otro? El Señor da el ciento por uno por cada cosa dejada por su amor. Un día oiremos: Ven bendito de mi Padre, al cielo que te tenía prometido (Mateo 25, 34). Oír estas palabras de bienvenida a la eternidad ya habría compensado la generosidad. Se entra en la eternidad de la mano de Jesús y de María.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre