TIEMPO DE ADVIENTO

 

VIERNES DE LA TERCERA SEMANA

 

1.- Is 56, 1-3a.6-8

1-1.

VER 1ª LECT. DOMINGO 20A


1-2.

El profeta que ha escrito ese pasaje, quiere indicar a los paganos las condiciones para entrar en el Pueblo de Dios.

-Palabra de Dios: observad el derecho. Practicad la justicia.

Eso no empieza pues por lo cultual, los ritos, sino por la buena moral natural San Pablo lo repetirá a los Romanos (2, 14): seguir la propia conciencia, practicar el derecho y la justicia es el primer criterio de la salvación.

En este tiempo de Adviento, ruego por tantos hombres rectos y de vida honesta que todavía no han encontrado a Jesucristo de modo explícito.

-Porque mi salvación se acerca, está viniendo... Dichoso el hombre que obra según el derecho y se mantiene en él con firmeza.

Dios ama a los paganos, quiere su salvación, los hace caminar por toda clase de senderos hacia su felicidad definitiva. «Dichoso» el hombre que sigue su conciencia.

A mi alrededor hay quizá muchos de esos hombres. Doy gracias a Dios por sus buenas obras. ofrezco sus vidas a Cristo que no conocen o que lo conocen mal, insuficientemente.

Antes de proponerles actos de "práctica religiosa", lo que sería prematuro quizá, debo cooperar a la obra de Dios en ellos, estimulándolos a hacer, paso a paso, aquellos actos buenos de los que son, a veces, más capaces que yo.

-Observa el sábado sin profanarlo y evita toda acción mala.

Esa es una etapa nueva.

Se va entrando más en el Pueblo escogido, observando las reglas, más precisas, del Sábado. Es la etapa de la práctica religiosa propiamente dicha.

-En cuanto a los extranjeros adheridos al ministerio del Señor, por amor de su nombre y para ser sus servidores; a todos aquellos que guardan el Sábado sin profanarlo y se mantienen firmes en mi alianza, Yo Ies conduciré a mi monte Santo. Les alegraré en mi «casa de oración»; sus holocaustos y sacrificios serán bien acogidos sobre mi altar...

Les vemos pues ahora, totalmente integrados a la asamblea litúrgica de Israel, en igualdad, según parece. Nuestras parroquias y comunidades cristianas, nuestras asambleas eucarísticas, ¿tienen ese carácter de apertura universal? Los extraños, la gente que está de paso, los hombres de buena voluntad, de cualquier cultura y ambiente, ¿se encuentran acogidos en ellas? En cuanto a nuestros grupos humanos, ¿permanecen habitualmente sociológicamente cerrados, donde prácticamente ningún «novato» puede entrar? El amor cristiano es «sin fronteras», o no es cristiano.

-Porque mi casa será llamada «Casa de oración para todos los pueblos». Palabras del Señor.

Jesús citó ese texto cuando expulsó a los vendedores del Templo (Mc 11, 17).

Sucede que los comentaristas se limitan a hablar de la casa de «oración»... como si Jesús hubiera defendido solamente una espiritualización del Templo. Ahora bien, según la cita de Isaías, Jesús ciertamente defendió también una universalización del Templo: ¡una casa «para todos»!

J/PERSONALIDAD: André ·Chouraqui-A, judío contemporáneo, que fue alcalde de Jerusalén, en su libro «Vivir por Jerusalén», reconoce lo siguiente: "Más que por la sustancia de su enseñanza, la singularidad de Jesús se sitúa en el extraordinario poder de su personalidad natural y sobrenatural: ésta proporciona un fundamento suficiente para la edificación de un universalismo que no era extraño al genio de Israel, ciertamente, pero que Israel nunca tuvo la audacia o la fuerza de afirmar".

-A los ya reunidos todavía añadiré otros.

Efectivamente, ése era el sentimiento premonitorio de Isaías. ¿Cómo participo yo, HOY, en ese gran movimiento?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 40 s.


1-3.

Los años del exilio han ayudado a purificar la idea de Dios. Yahvé no puede ser patrimonio de una etnia, de una tribu. Aun la institución sabática, que durante el exilio babilónico parecía el único aglutinante religioso del pueblo judío ha de ser ahora aligerada.

Nuestro texto constituye una de las proclamaciones más bellas del universalismo posexílico. Dios, que es autor de la ley, exige la adaptación constante de ella. Los extranjeros residentes en Palestina disfrutaban de pocos derechos; eran siempre considerados ciudadanos de tercera categoría respecto a los dones de la salvación. El profeta-teólogo de estos versículos extiende los privilegios de la alianza a todos los extranjeros, residentes o no de la tierra prometida, con la sola condición de que quieran actualizar, con la respuesta activa, la iniciativa gratuita de Dios. El universalismo de nuestro autor reacciona igualmente contra la intransigencia particularista de ciertos sectores, como la reflejada en textos como Esd 4,3 (oposición a que los samaritanos colaborasen en la edificación del templo de Jerusalén: "hemos de ser nosotros solos quienes lo edifiquemos") y Mal 1,2-3 («amé a Jacob y odié a Esaú»).

Dios aparece como aquel que ama en la libertad. La luz de la revelación es para todos, pero el hombre puede rehusar el don. La descendencia según la carne no es suficiente, ni siquiera necesaria, los que no descienden de los patriarcas pueden ser herederos de las promesas. Quien rompe la alianza con Dios, quien no quiere practicar la justicia para conocer la justicia de Dios ( = la salvación), por más que según la carne sea descendiente de Abrahán, no es hijo de Abrahán, sino de Canaán, prototipo del hombre cerrado a las auténticas exigencias de Dios. El pueblo de Dios no es una comunidad de sangre, sino de vida teologal y moral.

Los diferentes dioses humanos: Mercurio, dios del comercio; Marte, dios de la guerra y de la fuerza; Venus, diosa del amor, reclutan la gente que los sirven. El Dios de Abrahán recluta también a su pueblo, y en los últimos tiempos lo hace tanto por el anuncio del evangelio, en el que se revela a su Hijo Jesucristo, como por la acción secreta de su Espíritu.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 61 s.


2.- Jn 5, 33-36

2-1.

Al final de esta semana, enteramente dedicada a Juan Bautista, he ahí un texto donde el mismo Jesús, en un contexto de controversia con sus enemigos, hace una comparación entre sí mismo y Juan Bautista.

-Jesús decía a los judíos: "Vosotros enviasteis a preguntar a Juan, y él dio testimonio a la verdad. Bien que Yo no he menester testimonio de hombre..."

Estas fórmulas incisivas nos dicen muchas cosas sobre la conciencia que Jesús tenía de su persona y de su papel.

Ningún hombre, ningún profeta, ningún santo, por grande que sea no es comparable a Jesús. Jesús lo sabe. ¡EI se atreve a reivindicarlo como algo que no tiene vuelta de hoja!

¿Tengo quizá yo tendencia, alguna vez, siguiendo en ello a muchos de mis contemporáneos, a reducir la talla de la personalidad y del misterio de Jesús?

-Sino que digo esto para vuestra salvación.

Jesús llega a decir que no necesita a nadie... pero que todos le necesitan a El.

Sobre esta solidez quiero apoyarme, una solidez y firmeza más que humanas. ¡Sálvanos, Señor! Sí.

-Juan era una antorcha que ardía e iluminaba.

Una admirable imagen.

Dejo que vibre en mí.

Voy considerando lo que implica ser una fuente de luz y de calor, si bien modesta, para un pequeño rincón del universo.

Una antorcha, no es gran cosa, no alumbra a lo lejos, ni arde mucho. Sin embargo todo cambia si se la enciende en un lugar donde sólo reinaban las tinieblas.

Haz, Señor, que sea yo también una antorcha ardiente e iluminadora.

-Y vosotros, por un breve tiempo, quisisteis alegraros a la vista de su luz.

Es hermosa esta palabra. "Alegrarse" a la luz. La luz, es algo bueno, alegre. Es una señal festiva.

Jesús, no parece insinuar que debían haber sabido aprovecharse mejor, del ejemplo de Juan y alegrarse más y por más tiempo.

¿Sé aprovecharme sencillamente de las pequeñas alegrías de la vida?

-Pero Yo tengo a mi favor un testimonio superior al testimonio de Juan.

Después de valorar a su precursor, Jesús pasa a otro nivel.

Hasta aquí, se estaba en el plan humano.

¿Qué va a decirnos sobre el misterio de su persona? ¿Quién es este testigo que habla por Jesús, y que le basta?

-Son las obras que el Padre puso en mis manos para que las ejecutase.

Detrás de la persona de Jesús está el Padre: una relación absolutamente única con Dios, que escapa a las más altas posibilidades del hombre.

Trato de contemplar despacio esta relación de Jesús con el Padre.

-Estas mismas obras que Yo hago dan testimonio en mi favor de que me ha enviado el Padre.

Esto no pertenece tampoco al orden de la demostración intelectual, teórica; sino al orden de la actitud, de la conducta, del acto.

Jesús vive con el Padre y hace las obras del Padre.

Tampoco para nosotros la unión con Dios, no es principalmente del orden de la sensibilidad, ni de las bellas palabras... esto se realiza en el hondón mismo de nuestras acciones habituales que están, o no están de hecho con el querer del Padre.

Ayúdanos, Señor, a hacer también nosotros las obras del Padre.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 40 s.


2-2.

1. La página del profeta comienza por una invitación a vivir según Dios, porque se acerca, «porque mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria». Dichoso aquél que prepara los caminos del Señor practicando la justicia y «guarda su mano de obrar el mal».

Pero hay otra idea que todavía se subraya más: para Dios no hay extranjeros. Nadie se tiene que sentir excluido de su plan salvador. Todos los hombres de buena voluntad, sean de la raza que sean, serán admitidos: «No diga el extranjero: el Señor me excluirá de su pueblo». Aunque no pertenezca a Israel, toda persona dispuesta a obrar bien se salvará. El monte Sión, la nueva Jerusalén, será centro universal de salvación. Para todos «mi casa es casa de oración». Porque Dios quiere reunir a los dispersos y formar con todos la nueva comunidad.

No es cuestión de raza, sino de conducta. Por eso el salmo 66 nos ha hecho cantar: «que todos los pueblos te alaben... conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación». Porque Dios está cerca y «la tierra ha dado su fruto». Dios ama a todos. Ama libremente. Hacia el final de la Navidad celebraremos explícitamente la manifestación del Salvador a los paganos, representados en los magos que vienen de Oriente.

2. También hoy es Juan Bautista el que nos anuncia que ya ha llegado este tiempo en que Dios se nos quería acercar definitivamente en el Mesías. Juan «ha dado testimonio a la verdad» y ha señalado claramente con su dedo al que viene a salvar a la humanidad, Jesús de Nazaret.

Juan no es la luz, pero sí «la lámpara que ardía y brillaba». No es la Palabra salvadora, pero si la voz que la proclama en el desierto.

Aunque a Jesús le avala Dios mismo, con sus obras, pero también es válido el testimonio que ante el pueblo de Israel da de él el Bautista, profeta recio, testigo creíble, hombre íntegro. Jesús quiere que crean en él también por la palabra del Bautista.

3. a) Las lecturas se vuelven hoy y aquí preguntas interpelantes para nosotros.

Invitándonos a pensar, ante todo, si nosotros, a ejemplo de Juan, somos lámparas que dan luz, que iluminan a otros, punto de referencia creíble por el que se puedan orientar en su vida y descubrir a Cristo Jesús, el que quita el pecado del mundo. El Bautista es un admirable modelo de los que a lo largo de los siglos recibimos el encargo de ser testigos de Cristo en medio del mundo, con nuestras palabras y nuestras obras.

b) Pero con obras. El Bautista, y por tanto cada Adviento, pone en cuestión seguridades y estilos de vida. Denuncia. Despierta a los dormidos. Invita a que algo cambie en nuestras actitudes. Por ejemplo, la actitud universalista que la primera lectura nos proponía, y que Juan el Bautista practicaba, predicando a todos, pecadores o no, fariseos y publicanos, judíos o romanos, la cercanía del Salvador.

c) Para Dios no hay extranjeros. ¿Y para nosotros? Él no hace acepción de personas. ¿Y nosotros? Si Dios está preparando, de nuevo en esta Navidad, la manifestación de su amor para con todos los de buena voluntad, ¿es así de universalista también nuestra actitud ante las personas? Según el profeta, el Templo será casa de oración para todos, sin discriminación. ¿No hacemos ninguna clase de discriminación nosotros en nuestra vida, social o eclesial?

Si se viera que los cristianos «aceptamos a los extranjeros», a los de otra raza o de otros gustos, edad y cultura, o a los que la sociedad tiene marginados.

Si fuéramos de veras lámparas de luz por nuestro testimonio de apertura y esperanza: entonces seria un Adviento auténtico para nosotros y para los demás.

d) La celebración de la Eucaristía es siempre abierta, y por tanto, universalista.

Vienen personas de edad y cultura distinta. Todos nos aceptamos, de modo especial con el gesto de la paz que se nos invita a hacer. No podemos ir a comulgar con Cristo si no estamos en actitud de comunión y acogida para con los demás.

El Adviento del Señor se prepara con un adviento de cercanía y mutua aceptación entre las personas. Que es la manera como las dos direcciones tienen más sentido: nuestra aceptación de los demás queda motivada porque todos somos salvados y alimentados por el mismo Cristo, y nuestra aceptación de Cristo se concreta en la aceptación de su mejor sacramento, la persona del prójimo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 63-65


2-3. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Gn 49,2.8-10: No se apartará de Judá el cetro
Sal 71:
Mt 1,1-17: Genealogía de Jesús el Mesías, hijo de David, hijo de Abrahán

Al acercarnos un poco más a la celebración de la Navidad la liturgia nos ayuda de alguna forma a prepararnos de manera conveniente. Es por ello que las lecturas de estos últimos días del adviento nos expondrán pasajes que hacen un poco más explícito el tema del mesianismo, pero más aún la figura del Mesías preanunciado ya desde el Antiguo Testamento. A esto agreguemos que en muchos lugares se dio inicio desde ayer a las tradicional novena de del Niño Dios. Ojalá que ese espacio de la novena se utilizara convenientemente para poner en diálogo a los niños con los adultos, es decir, que en torno a la figura del Niño de Belén se retomara todo lo que tiene que ver con nuestra responsabilidad humana y cristiana sobre estas semillas de la nueva sociedad a la que todos aspiramos.
Las lecturas de hoy, pues, nos van a mostrar de algún modo las raíces más antiguas y ancestrales del Mesías.

El Génesis, primer libro de la Biblia al parecer ya “presiente” la figura del Mesías, y Mateo, el primer evangelio nos lo va a insertar en el tronco más antiguo, fundacional del pueblo: Abraham. Pero vamos por partes. La primera lectura la enmarcamos en lo que podemos llamar el testamento de Jacob. Recordemos que los últimos 12 capítulos del Génesis nos cuentan la historia de José que, vendido por sus hermanos va a parar a Egipto, en donde sobrevive nada menos que en palacio. Con el correr del tiempo vuelve a encontrar José a sus hermanos y, gracias a sus éxitos en Egipto hace que también su padre descienda desde Canaán a morar en Egipto. Hacia el final de su vida, Jacob reúne a sus hijos para despedirse de ellos. Resalta el texto la bendición dada a Judá, este hecho admira porque en efecto, Judá no era el primogénito de Jacob, ni hasta aquí había tenido relevancia especial ni Judá ni su tribu a lo largo de los llamados ciclos patriarcales que van desde Gn 12–37.

Que hay detrás del texto: claramente se ve que estos versículos son de la época de la monarquía. Judá había sido la tribu “fundadora” de este periodo en Israel, al principio con Saúl (1030) luego se afianza con David (1010-970) hasta la caída del reino (587). Los versículos 8-12 “canonizan” la dinastía davídica. La tribu de Judá apoyándose especialmente en la de Simeón había logrado una importante posición sobre las demás. Saúl logró importantes victorias sobre pueblos enemigos pero es David el que se alza con los más grandes honores. A partir de él se empieza a hablar de esta primacía o perpetuidad de su tribu en el trono de Israel. De ahí que el texto justifique el “sometimiento” de los demás hermanos a Judá. Sabemos que ese sometimiento termina hacía 930 con la división del reino. Era apenas lógico. Durante todo el período monárquico del Sur, se afianza cada vez más la ideología de la dominación dinástica, al punto de haberse dado posteriormente una interpretación mesiánica. Después del destierro cuando se vio que no habría más reyes en Israel, empieza a atribuírsele al futuro Mesías los rasgos del rey, Señor y guía del pueblo. Era obvio entonces que no era de otra tribu de donde provendría, sino de a tribu de Judá. Por eso pues, en este tiempo de adviento volvemos a los primeras páginas de la Biblia para descubrir muy desde los orígenes donde está aquella promesa de Dios de enviar a su Mesías.

San Mateo da inicio a su evangelio con el cuadro o si se prefiere con el árbol genealógico del protagonista de su obra.
 

Para Mateo es muy importante demostrar que en Jesús se cumplen todas las promesas y expectativas del Antiguo Testamento. Por eso comienza con “los antepasados de Jesús, hijo de David e hijo de Abrahán. Abrahán, es el punto de partida, padre de la bendición y de la promesa. Mediante un recurso narrativo, Mateo divide las generaciones anteriores a Jesús en tres grandes bloques de catorce generaciones cada uno: De Abrahán a David; de David hasta el destierro de Babilonia y del destierro hasta Cristo. Es obvio que no podemos exigir una exactitud histórica al relato. Para Mateo y su comunidad lo de menos es reconstruir con fidelidad de detalles el árbol genealógico de Jesús. Les basta con ubicarlo en el punto de partida donde están ubicadas las promesas principales: en Abrahán y en David. Por encima de todo, la intencionalidad del evangelista es afirmar la historicidad de Jesús y, como dijimos al principio, el Jesús que a lo largo del relato evangélico va llevando a plenitud todo lo anunciado en el Antiguo Testamento.

Estos días en los que estaremos quizás celebrando la novena de Navidad, no nos quedemos con la parte romántica y sentimental de estos días. Tratemos de profundizar este misterio de Jesús, Dios hecho hombre. Nuestra naturaleza humana participa de la naturaleza de Jesús o al contrario, Jesús participa de nuestra naturaleza. No hay razones para creer que somos criaturas abandonadas a nuestro propio destino, en Jesús, en su encarnación hemos sido elevados a la dignidad de hijos y, por lo tanto, ya está asegurado nuestro porvenir.