TIEMPO DE ADVIENTO

 

LUNES DE LA TERCERA SEMANA

 

1.- Nm 24, 2-07.15-17a

1-1.

La profecía que leeremos hoy es bastante sorprendente.

Fue pronunciada en las siguientes circunstancias: Durante el Éxodo, después de cuarenta años de larga marcha a través del desierto de Sinaí, el pueblo de Israel, conducido por Moisés, llega al Este del Mar Muerto, cerca de la tierra prometida; pero le queda todavía por atravesar el territorio de Moab. El rey de ese país no ve con agrado esa tropa de nómadas que quieren pasar. Envía pues a buscar, por las orillas del Eúfrates, a un famoso adivino, una especie de brujo poderoso para que maldiga a esos inoportunos y les lance un maleficio. ¡Balaam es pues un profeta pagano! Ahora bien, esto es lo que pasó: En lugar de maldecir, anuncia el futuro mesiánico del pueblo de Israel.

-El profeta pagano Balaam, alzando los ojos, vio el pueblo que acampaba... Le sobrevino el Espíritu de Dios, y pronunció estas palabras:

¡Sorprendente!

Ya en el Antiguo Testamento, esto es una prueba manifiesta que el Espíritu de Dios no está encerrado en los límites demasiado estrechos de un pueblo o de una institución. Dios no es tan solo el Dios del «pueblo escogido»... es el Dios de «todos los hombres»... Su acción no está limitada al marco de las instituciones de la Ley de Moisés.

HOY, todavía, esto es igualmente real. Es verdad que Dios ha escogido la Iglesia como instrumento de salvación para el mundo; pero su gracia, su acción divina no se limitan a las fronteras visibles de la Iglesia. Dios por su Espíritu, está presente en el corazón de los paganos. Trabaja en el corazón de todos y de cada uno de los hombres.

Permanezco en silencio el tiempo necesario para contemplar a Dios, HOY, trabajando en el corazón de los hombres que no pertenecen visiblemente a la Iglesia.

Oráculo de Balaam, el varón clarividente, que oye las palabras de Dios.

También a mí, Señor, me pides aguzar mi mirada para ver mejor... No sé «ver» ni sé «oír» suficientemente los signos de Dios, «los signos de los tiempos».

Dios sigue obrando y hablando

¿Qué me dices, Señor? ¿Hacia donde suscitas, HOY, mi atención?

-Saldrá un héroe de la descendencia de Israel, dominará sobre pueblos numerosos. Su reino será mayor que el de...

La fe nos proyecta, a nosotros también, hacia el futuro del mundo.

Nos hace ver, por adelantado, «lo que ha de venir». Cristo va creciendo hasta su advenimiento definitivo. En silencio, busco, en mí y a mi alrededor, los signos de ese crecimiento. Todo hombre que progresa, que va siendo mejor... es Cristo que está creciendo. Pero, todo ello no es algo deslumbrante. Son pequeños signos.

-A ese héroe, lo veo... aunque no para ahora. Lo diviso, pero no de cerca. Un astro se levanta, un cetro se endereza.

Sí, no es muy aparente todavía. No se ve bien. Es necesario tener buenos ojos para discernir esas cosas. Así, el anuncio del Mesías viene jalonando toda la historia. Incluso entre los paganos de buena fe. En ese tiempo de Adviento hay que aguzar nuestra mirada.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 32 s.


1-2. /Nm/24/01-19

Se recogen aquí los oráculos tercero y cuarto del ciclo de Balaán. La estratagema de Balac para asegurarse la victoria sobre Israel mediante una maldición pronunciada contra los ejércitos enemigos, lejos de surtir el efecto apetecido, produce un efecto contrario. Balaán lo dice con toda claridad: «Yo no puedo quebrantar el mandamiento de Yahvé haciendo mal o bien por cuenta propia; lo que Yahvé me diga le diré» (v 13).

Es una afirmación contra la creencia popular en la eficacia maléfica de ciertas palabras humanas. Dios está por encima de los hombres, los cuales no pueden manipularlo a su antojo, por más que lo intenten. Lo que deben hacer los hombres es tener los ojos abiertos (3.15) y escuchar las palabras de Dios (4.16) para conocer los planes del Altísimo (16).

Entonces verán las cosas tal como son, en toda su profunda realidad anclada en el presente, pero que se extiende hacia el futuro como crecen las ramas del árbol que goza de aguas abundantes (7). Y acertarán a interpretar auténticamente los hechos de la historia y descubrirán que Yahvé es el gran protagonista de la salvación del pueblo (6c.8).

El cuarto y último oráculo de Balaán (15-25) es el más importante. Lo pronuncia sin que nadie se lo pida. Toda su fuerza reside en la interpretación mesiánica que le han dado los Padres. Los versículos 17-19 fueron leídos por los cristianos de los primeros siglos como una anticipación de la aparición de Jesús en el horizonte de Israel. El Nuevo Testamento no menciona esta profecía, pero sí contiene resonancias de sus imágenes. En la antigüedad, la estrella representaba la divinidad o la realeza. Balaán ve cómo se alza de Jacob una estrella (17) un rey que dominará sobre todos los otros reyes. Jesús, descendiente de Jacob, es la estrella que Lucas, en el cántico del Benedictus, identifica con Dios, que nos visita de lo alto para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte y enderezar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1,78s). O la luz verdadera que Juan nos presenta en lucha victoriosa con las tinieblas (Jn 1,9ss).

Que la profecía de Balaán nos ayude a profundizar en el misterio de la pasión de Jesús, que en breve celebraremos, la lucha de la vida contra la muerte, de la luz contra nuestra oscuridad, y haga que en la impotencia de la caída, de la humillación, se abran nuestros ojos (4c) y podamos contemplar la luz de Cristo resucitado, nuestra auténtica Pascua. Esta es la buena palabra, el oráculo favorable, el evangelio de Dios que transforma nuestra vida.

J.M. ARAGONÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 162 s.


2.- Mt 21, 23-27

2-1. FE/INCREDULIDAD

Jesús se enfrenta al judaísmo oficial y renuncia a dar testimonio explícito de sí mismo, porque una sola palabra no podía convencer a quienes se han opuesto a todo su ministerio con una actitud incrédula y negativa.

Jesús no esquiva la pregunta de los sumos sacerdotes y ancianos ni les discute el derecho de plantearle la cuestión de la autoridad.

Con su contrapregunta sólo quiere hacerles recapacitar. La respuesta a la pregunta sobre la autoridad del Bautista proyectará luz sobre la autoridad de Jesús, porque Juan preparó los caminos a Jesús.

La sanedritas no buscan la verdad de Dios, sino que se buscan a sí mismos. Por eso no toman ninguna decisión. En cualquier decisión que tomaran estarían perdidos.

Si declaran a Juan Bautista como verdadero profeta, entonces tienen que creer y consiguientemente perderse, entregándose a Dios. Tienen que aceptar a Jesús. Hay aquí algo que aprender para el enfrentamiento de la fe con la incredulidad. No existen pruebas para los hombres que no quieren creer. Quien no se deja convencer por la imagen general que Jesús le brinda con su persona, con sus palabras y con su vida de que Dios habla y actúa por medio de él, tampoco puede ser instruido por ninguna discusión.

Si dicen que es falso profeta entonces se ve amenazada su vida por el pueblo, que cree en la misión divina del Bautista.

Cuando tenemos algo que defender -nuestra razón, nuestra voluntad, a nosotros mismos- son intereses que nos impiden descubrir a Dios.

-No defenderme. -No exigir. -No reprochar.


2-2.

El tiempo de Adviento es el tiempo de preparación para... de encaminarse hacia...

Raramente las grandes decisiones y los grandes compromisos surgen de la nada sin haber sido suficientemente preparados. Frente a la opción "Jesús", tan nueva desde muchos aspectos, los hombres se separarán según una elección que ya se les había presentado frente a Juan Bautista". La posición tomada ante la llamada del Bautista prepara la posición a tomar ante la llamada de Jesús.

Trato hoy de contemplar, a mi alrededor y en mi propia vida, las múltiples elecciones humanas, que son como andaduras hacia Jesucristo, o que, por el contrario, bloquean ya cualquier avance hacia El.

-Cuando Jesús enseñaba en el templo, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él y le preguntaron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te ha dado tal potestad?"

En el relato de Mateo, a esta pregunta precede la escena de Jesús expulsando a los vendedores en el templo. Ante un "acto" tal no cabe la indiferencia: hay que tomar una decisión. Es un dilema: o esto... o esto...

-Respondióles Jesús: "Yo también quiero haceros una pregunta, sólo una..

Me gusta verte así, Señor Jesús, como una persona enérgica, que no se deja intimidar, una persona que contra-ataca. Esta era a menudo tu táctica: en vez de contestar, hacías otra pregunta.

¿Acepto yo también dejarme interpelar? ¿Soy de los que pasan su tiempo haciendo preguntas a Dios, como si yo fuera el centro del mundo y Dios debiera estar a mi servicio? o bien ¿me dejo contestar por Dios? La primera actitud, frente a la opción "Jesús", es la disponibilidad: aceptar que él dirija el juego en mi vida.

¿Qué pregunta vas a hacernos, Señor?

-"El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?"

Efectivamente, es la pregunta más radical. Jesús va siempre directamente a lo esencial.

La opción fundamental es esta: o... o...

No hay escapatoria posible. Todo el porvenir queda comprometido.

-Mas ellos discurrían, diciendo: "Si respondemos "del cielo", nos dirá... "Si respondemos, "de los hombres", tenemos que temer al pueblo... Contestaron, pues, diciendo: "No lo sabemos.

A menudo, también nosotros, contestamos huyendo las preguntas radicales de Dios.

Hoy mismo, ¿cuál es la pregunta, la invitación, que yo siento que Dios me hace? ¿Cuál va a ser mi respuesta?

-"¿Por qué no le habéis creído?"

La fe.

Si Dios habla, incluso a través de un profeta como Juan Bautista, incluso a través de personas y de acontecimientos que me solicitan, ¿cómo se explica que yo tome estas actitudes ambiguas, huidizas? Escucho esta palabra de Jesús: "¿Por qué no creéis?". Señor, ante las grandes o las pequeñas opciones, te necesito.

-Pues yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.

A qué dar una respuesta, si no sirve para nada.

También esta escena se termina, con una decepción de Dios.

Contemplo en el corazón de Cristo esta decepción de no haber sido escuchado.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 32 s.


2-3.

1. Esta vez es el adivino Balaán el que nos anuncia la salvación de Dios.

Curiosa figura la de Balaán. El rey de Moab le encarga, por su fama de vidente, que maldiga al pueblo de Israel y sus campamentos. Pero Dios toca su corazón, y el adivino pagano se convierte en uno de los mejores profetas del futuro mesiánico. En sus poemas breves, llenos de admiración, en vez de maldecir, bendice el futuro de Israel. Ve su estrella y su cetro y anuncia la aparición de un héroe que dominará sobre todos los pueblos.

Sorpresas de Dios, que no se deja manipular ni entra en nuestros cálculos. Somos nosotros los que debemos ver y oír lo que él quiere.

Es una profecía que en un primer momento se interpretó como cumplida en el rey David, pero que luego los mismos israelitas dirigieron a la espera del Mesías.

2. De nuevo Jesús habla del Bautista y le presenta como profeta enviado por Dios.

Después de expulsar a los mercaderes del Templo, las autoridades le interpelan en público: «¿con qué autoridad haces esto?». Jesús, como tantas veces en el evangelio, elude elegantemente la cuestión, que no era sincera, y contraataca con la pregunta sobre el bautismo de Juan, o sea, sobre la persona misma del Bautista: ¿hay que considerarlo como del cielo o de los hombres?

Es una disyuntiva crucial, que desenmascara a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. No pueden contestar que es meramente autoridad humana, porque el pueblo tiene a Juan como profeta de Dios. Pero si su autoridad -la de Juan y en el fondo, la de Jesús- viene del cielo, entonces no se le puede ignorar, hay que aceptarle y hacerle caso, cosa que el pueblo sí ha hecho, pero muchos de las clases dirigentes no. El mensaje que hay detrás de una persona condiciona la aceptación de la misma persona. Los dirigentes de Israel no quieren aceptar a Juan, como tampoco el rey de Moab quedó nada satisfecho con las profecías del vidente Balaán, a quien él había contratado con la intención contraria. La peor ceguera es la voluntaria. Aquí se cumple una vez más lo que decía Jesús: que los que se creen sabios no saben nada, y los sencillos y humildes son los que alcanzan la verdadera sabiduría.

3. a) Estas lecturas nos interpelan hoy y aquí a nosotros.

Balaán anunció la futura venida del Mesías. El Bautista lo señaló ya como presente.

Nosotros sabemos que el Enviado de Dios, Cristo Jesús, vino hace dos mil años y que como Resucitado sigue estándonos presente. La pregunta es siempre incómoda: ¿le hemos acogido, le estamos acogiendo de veras en este Adviento y nos disponemos a celebrar el sacramento de la Navidad en todo su profundo significado?

b) Admiramos las sorpresas de Dios en el pasado -elige a un vidente pagano para anunciar su salvación, como luego elegirá al perseguidor Saulo para convertirlo en el apóstol Pablo- pero tendríamos que estar dispuestos a saberlas reconocer también en el presente.

El testimonio de la presencia de Dios en nuestra historia no nos viene siempre a través de personas importantes y solemnes. Otras mucho más sencillas, de las que menos nos lo podamos esperar, que nos dan ejemplo con su vida de valores auténticos del Evangelio, pueden ser los profetas que Dios nos envía para que entendamos sus intenciones de salvación. Pueden ser mayores o jóvenes, hombres o mujeres, laicos o religiosos, personas de poca cultura o grandes doctores, creyentes o alejados de la Iglesia.

La voz de Dios nos puede venir de las direcciones más inesperadas, como en el caso de Balaán, si sabemos estar atentos. Al Bautista le entendió el pueblo sencillo, y las autoridades no. ¿Tendrá que seguir clamando en el desierto también hoy? ¿Qué velos o intereses tapan nuestros ojos para impedirnos ver lo que Dios nos está queriendo decir a través del ejemplo de generoso sacrificio de un familiar nuestro, o de la fidelidad alegre de un miembro de nuestra comunidad? ¿o es que queremos mantenernos cómodos con nuestra ceguera de corazón?

c) El papa Juan Pablo II, con su carta apostólica Tertio millennio adveniente, nos ha convocado a preparar y luego celebrar, sin movidas espectaculares, pero sí con renovación sincera, el aniversario número 2000 del nacimiento de Jesús. Para él estos años previos al inicio del tercer milenio son como un Adviento continuado, en el que somos invitados a ejercitar la esperanza, y también a prepararnos profundamente, para que la gracia del Jubileo sea fructífera para cada persona y para toda la comunidad eclesial.

El año 2000 será una ocasión de gracia y de venida del Señor. El Dios del ayer es el Dios del hoy y el Dios del mañana. El que vino, el que viene, el que vendrá. Cada día, no sólo en la Eucaristía, sino a lo largo de la jornada, en esos pequeños encuentros personales y acontecimientos, sucede una continuada venida de Dios a nuestra vida, si estamos despiertos y sabemos interpretar la historia.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 52-54


2-4.

Nm 24, 2-7.15-17. Alzase de Jacob una estrella

Salmo 24 (25) : Muéstrame Señor, tus caminos

Mateo 21,23-27. Tampoco yo os digo, con qué autoridad hago estas cosas

El adivino pagano Balam había sido llamado por el rey de Moab, Balac, para que maldijera a Israel en su camino hacia la tierra prometida. Pero Balam no pudo cumplir su cometido. Cada vez que intentaba maldecir a Israel, el Señor le cambiaba la maldición en una bendición. A la cuarta vez, Balam pronuncia un oráculo que habla de un futuro rey que habrá de surgir de Israel. Este oráculo se refiere al rey David quien le da seguridad al reino, al liberarlo de sus enemigos. Pero David es sólo tipo del verdadero rey. Aunque no se lo cita expresamente en Nuevo Testamento, el episodio de la adoración de los magos ha sido inspirado en su presentación por el oráculo de Balam. Jesús es el que establecerá definitivamente el reino de Dios.

Los sacerdotes están preocupados por el poder y la autoridad con que actúa Jesús. Ha realizado la purificación del templo y este gesto profético los llena de miedo. Temen perder su influjo en la gente. Por eso interrogan a Jesús sobre su autoridad y sobre el origen de ella. Se creen los guardianes del templo y ven en Jesús un intruso. Quieren ver sus credenciales. Siguiendo el método rabínico de controversia, Jesús les responde a su vez con otra pregunta. Ante el dilema que les plantea Jesús, ellos nos son capaces de responder ni toman posición frente a la autoridad de Juan. Jesús muestra así que tiene más autoridad que ellos.

También a nosotros los cristianos se nos puede preguntar por la autoridad que tenemos para predicar. Nuestra autoridad a través de Jesús que nos ha enviado, viene de Dios.

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2-5.

Nm 24, 2-7.15-17a: La profecía de Balaam: el pueblo desplazado será bendecido.

Mt 21, 23-27: La autoridad de Jesús

Parece que el permiso de enseñanza en los patios del templo estaba restringido al reducido grupo de maestros y levitas reconocidos por las autoridades de Jerusalén. La intromisión de Jesús en el Templo causa revuelo.

Ante la confrontación que le dirigen los sacerdotes y las autoridades Jesús responde con un dilema. Este versa sobre el significado de Juan Bautista para el pueblo de Israel.

En efecto, la figura de Juan Bautista tuvo un significado enorme para el pueblo porque cumplió las tareas del profeta de una manera decidida: enfrentó al rey por su mala vida, llamó a la conversión y anunció las calamidades venideras causadas por la obstinación de las autoridades. De este modo, Juan ganó entre el pueblo, especialmente entre los piadosos, gran relevancia. Cuando Jesús plantea el dilema éste se refiere al valor que le dan las autoridades y el pueblo a la figura y obra del profeta del Jordán.

El dilema los ponía entre la espada y la pared, por eso fingieron ignorar la respuesta. Ellos bien sabían que las denuncias del Bautista eran ciertas y que el proceder de las autoridades no estaba en el camino correcto. Por eso prefirieron callarse, para no ganarse la antipatía de la multitud y para encubrir a las autoridades que representaban. Callaron por miedo y encubrieron por astucia, de este modo perdieron su legitimidad ante el pueblo.

Por eso Jesús pasa de confrontado a confrontador. El les ha devuelto la amenaza y las autoridades se ven en aprietos para legitimar la propia autoridad. De este modo, queda en firme la autoridad de Jesús y en entredicho la de las autoridades supuestamente legítimas.

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2-6.

Nm 24,2-7.15-17: Bendición y Profecía de Balaam.

Mt 21,23-27: Los sacerdotes interrogan a Jesús acerca de su autoridad.

Nadie es profeta en su tierra, afirma el evangelio. Y este dicho se ha convertido en un refrán popular.

El poder reconocer la acción de Dios no depende del lugar o el rol que se ocupe en la comunidad religiosa, sino de la disponibilidad y docilidad al Espíritu.

La liturgia de este día nos presenta dos casos que muestran dos actitudes radicalmente opuestas.

Por un lado, el caso de Balaam, el adivino madianita (ver Nm 22-23). Pese a ser un extranjero se ve obligado a bendecir a Israel, reconociendo en Yavé a un Dios poderoso y en Israel a un futuro vencedor de Moab. Y por otro, la cerrazón de espíritu de las autoridades religiosas que pueden reconocer en este pobre predicador ambulante al verdadero Hijo de Dios.

Balaam, el vidente, es llamado por Balac, rey de Moab para maldecir a su enemigo Israel. Sin embargo, por su propia condición de vidente, este hombre es capaz de reconocer en Yavé, el dios de Israel, el poder capaz de vencer a aquél que lo había convocado para maldecir. El que convocó a Balaam resultó maldecido, mientras que Israel, bendecido.

Balaam no tuvo miedo de enfrentarse a este poderoso moabita y le responde con lo contrario a lo que se le ha pedido. Y Dios utilizará la bendición de este hombre no israelita para bendecir a su pueblo.

La otra cara de la historia estará representado por las autoridades. Ellos, preocupados por ortodoxia, por el verticalismo, por la seguridad de la autoridad competente, de forma desconfiada exigen una prueba de autoridad a este pobre peregrino.

Ellos no podían considerar que la autoridad no siempre va ligada al poder, que Dios no se manifiesta verticalmente sino desde los pobres y apartados por las mismas autoridades. Lo mismo pensaba Balac, que por tener el poder de convocar a este vidente pensaba que con eso ya había ganado la maldición para Israel.

Dios se manifiesta, lo ha demostrado, no desde el poder sino desde su propia iniciativa allí en dónde esté un corazón dispuesto a reconocerlo.

Del mismo modo tampoco podemos esperar la liberación y las mejoras para nuestros pueblos desde los estratos del poder. Porque la liberación viene de Dios y éste no se pega al poder sino a sus hijos, y de modo especial a sus hijos más pobres.

La revelación de Dios en el proceso de liberación exige un reconocimiento, y como vemos, se trata de reconocerlo más allá de las estructuras y de los canales de autoridad comunes y conocidos.

Y es esta esperanza la que nos lleva a volver a cantar con Balaam su canto de bendición:

"Algo veo, pero no es para hoy;
a alguien diviso, pero no de cerca;
de Jacob se alza una estrella,
un bastón de mando surge de Israel,
le pega a Moab en la frente
y le aplasta la cabeza..."

"Algo veo, pero no es para hoy;
a alguien diviso, pero no de cerca;
de nuestros pobres se alza una bandera,
una luz que ilumina la tiniebla del Continente,
un bastón de mando y poder que no se dejará doblegar.

Algo veo, pero no es para hoy;
sin embargo está creciendo,
se enfrenta a todo poderoso
y le pegará con su verdad de oprimido y perseguido,
con su lamento de cargado de injusticias.

Algo veo, pero no es para hoy;
se acerca la libertad de nuestro pueblo,
el gigante cae..."

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2-7. CLARETIANOS 2002

Jesús no se dejaba amedrentar, no rea un mojigato. Las imágenes dulces de Jesús han ido en contra de su perfil como hombre decidido y valiente. Hoy su reacción en el Evangelio roza en la altanería: «Pues tampoco yo os digo con que autoridad hago yo esto». La arrogancia de Jesús encara la mala intención de los que querían ningunearlo. El cristiano ha de tener paciencia y no usar la violencia, pero no es un ingenuo, que deba rendirse a los prepotentes. Las situaciones adversas debemos afrontarlas con inteligencia, sin rehuir el debate y el derecho a expresar nuestras crítica o desacuerdo. Demasiados silencios cristianos han velado la verdad, e inclinado la balanza de parte de quienes se aprovechan del débil. A Jesús le negaban su autoridad porque enseñaba a ver las cosas de otra manera. Él demuestra una inteligencia sutil para poner a sus interlocutores ante un callejón sin salida. La palabra al servicio de la causa justa . Un modo de pensar inteligente, para desarmar la mala intención de quienes se creen poseedores exclusivos de la verdad. Aprendamos de nuestro Maestro el coraje de un enfrentamiento limpio, cuando esté en juego la verdad y la vida.

La respuesta displicente de Jesús enseña también que hay quienes no tienen derecho a la verdad. Hay gente cerrada de antemano. A quien veía el corazón no se le escapaba esa posición. Por eso los cristianaos debemos usar también nuestra agudeza visual. Hay que tratar de evitar el caer en las trampas y en la complicidad de quienes, haciendo gala de verdad, solo velan por su propio interés. Un maestro agudo para unos seguidores que quisiéramos aprender su inteligencia y decisión. Que él nos la enseñe, para afrontar las situaciones complicadas y capciosas de la vida.

Vuestro hermano en la fe,
Pedro Sarmiento cmf
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


2-8. 2002

EVANGELIO
Mateo 21, 23-27
(trad. Juan Mateos , Nuevo Testamento , Ediciones El Almendro, Córdoba)


23Llegó al templo, y mientras enseñaba, los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se le acercaron preguntándole:
-¿Con qué autoridad actúas así?, ¿quién te ha dado esa autoridad?
24Jesús les replicó:
-Os voy a hacer también yo una pregunta; si me respondéis, os diré yo con qué autoridad actúo así. 25E1 bautismo de Juan, ¿qué era, cosa de Dios o cosa humana?
Ellos razonaban para sus adentros:
-Si decimos "de Dios", nos dirá que entonces por qué no lo creímos; 26y si decimos "humana", nos da miedo de la multitud, porque todos piensan que Juan era un profeta.
27Y respondieron a Jesús:
-No sabemos.
Entonces les declaró él:
-Pues tampoco os digo yo con qué autoridad actúo así.


COMENTARIO 1

v. 23. Es el partido saduceo el que se acerca a Jesús apenas entra en el templo: la aristocracia sacerdotal y la seglar; son ellos, los socialmente más privilegiados, los primeros en temer la popularidad de Jesús. Los sumos sacerdotes, autoridades religiosas legítimas, aparecen en primer lugar. Quieren saber dos cosas: qué clase de autoridad se arroga Jesús para hacer lo que hace y el origen de esa autoridad. En realidad, la segunda pregunta explica la primera. Ellos, que detentan el poder oficial, exigen una prueba jurídica. Han olvidado el caso de los profetas, que tenían autoridad directamente de Dios.

vv. 24-25a. La pregunta que les propone Jesús apunta directamente a la cuestión de la autoridad. Juan había ejercido su actividad sin credenciales jurídicas, y no sólo al margen de la institución, sino denunciándola (3,7ss). Ellos no respondieron a la predicación de Juan, pero ahora les pide que se pronuncien: ¿tenía o no Juan autoridad divina para hacer lo que hacía?; es decir, ¿puede haber una misión divina que prescinda de lo jurídico?

vv. 25b-27. Se encuentran en un callejón sin salida. Saben que no gozan de la simpatía de la gente y que pronunciarse contra Juan puede acarrearles graves consecuencias. Su respuesta delata su mala fe.


COMENTARIO 2

En el marco de la cercana Navidad, la liturgia presenta una controversia en torno a la autoridad de Jesús. La importancia de la cuestión se subraya mediante la indicación del ámbito solemne del lugar en que se plantea: el Templo.

Quienes proponen la cuestión son los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo, es decir, la aristocracia sacerdotal unida a la aristocracia laical. Detentores del poder religioso y económico en tiempo de Jesús, se sienten amenazados y preguntan sobre la autoridad de Jesús y sobre su origen.

En su mente se sienten los depositarios del poder de Dios y cuestionan la actuación de Jesús, colocada al margen e independientemente de la propia. De esa forma, sitúan la defensa de sus propios intereses sociales y de clase por encima de los auténticos intereses de Dios y de la justicia del Reino.

Jesús responde con otra pregunta que gira en torno al origen de la autoridad de Juan. Este también se había situado al margen del poder religioso de sumos sacerdotes y senadores del pueblo. Su bautismo, ejercicio de esa autoridad , se efectuaba en la denuncia del poder institucional de los que formulaban la primera pregunta.

Ante esa contrapregunta los interlocutores de Jesús se encuentran en un callejón sin salida. El temor de la gente les impide considerar la autoridad de Juan originada en la voluntad humana, la propia reacción ante el Bautista les imposibilita colocar su fuente en la voluntad divina.

Su negativa a dar respuesta pone en claridad dos realidades: primeramente, su mala fe, porque actúan movidos por sus mezquinos intereses y, en segundo lugar, que no han llegado ni siquiera al nivel de comprensión de la gente que en Juan, ha reconocido la presencia de "un profeta" (v.25).

Ligando la actuación de Dios a su propia actuación, se han vuelto incapaces de comprender el designio salvador de Dios a través de sus profetas. Su incapacidad de dar una respuesta al origen de la autoridad del Bautista cierra sus corazones a la aceptación a los signos de Dios realizados por Jesús.

Jesús se inscribe en la prolongación de la larga historia de la Palabra divina, manifestada a lo largo de las vicisitudes de Israel. Como la dirigencia del pasado, sumos sacerdotes y senadores del pueblo no han querido aceptar la Palabra profética de Juan. Por ello, tampoco pueden comprender el sentido de la actuación de Jesús que es el cumplimiento definitivo de supervivencia de la Palabra divina en medio del rechazo egoísta de la dirigencia israelita.

El texto presenta, de este modo, la necesidad de no dejar que los propios intereses nos lleven al rechazo de la Palabra. La identificación de nuestros intereses con los intereses divinos nace de un corazón egoísta que buscando manipular a Dios, impide el reconocimiento de su señorío sobre la propia vida y sobre la vida de los demás.

Frecuentemente, la defensa de los propios privilegios es el principal obstáculo que impide la posibilidad de la apertura a la gracia y a la libertad divina. Esa actitud impide plantear correctamente la pregunta sobre el obrar divino y hace inútil cualquier tipo de respuesta. La respuesta está ya dada en la presencia definitiva de Dios a través de Jesús y su mensaje.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


2-9. 2003

El libro de los Números nos habla del oráculo de un adivino llamado Balaam. Este vivía en las orillas del río Eufrates y fue llamado para que predijera el porvenir del pueblo de Israel. Este oráculo es uno de los más antiguos poemas reales de Israel. Es el primero que encamina las esperanzas del pueblo por la senda de la realeza. Israel llegará a tener un rey, figura-tipo del Mesías esperado.

Lo propio del rey es poseer autoridad para reinar. Precisamente en torno a la autoridad de Cristo se centra todo el evangelio de hoy.

Así como a Juan Bautista le vinieron a preguntar con qué autoridad bautizaba, los sumos sacerdotes y los ancianos, es decir, los depositarios de la autoridad, vienen a investigar sobre la autoridad en cuyo nombre Jesús se permite enseñar y trastocar los hábitos del templo (Mt 21,12-22). Y con razón surge este interrogante, ya que Jesús durante su vida pública aparece como el depositario de una autoridad singular: predica con autoridad (Mc 1,22), tiene poder para perdonar los pecados (Mt 9,6), es Señor del Sábado (Mc 2,28), expulsa los traficantes del templo, etc. Motivos suficientes para que quienes representaban la autoridad “legítima” lo abordaran con la pregunta: ¿Con qué autoridad haces esto?

Los sumos sacerdotes y los ancianos, que eran los jefes del pueblo judío, piden cuentas al Señor de lo que hace, pero no movidos por un sincero deseo de saber de dónde procedía el poder de Jesús, sino buscando en su respuesta la manera de condenarlo. El pueblo en cambio, reconocía en Jesús la autoridad con la que hablaba, confirmada con sus obras maravillosas.

Los enemigos de Jesús piensan tenderle una celada de la que no podría evadirse: si Jesús contesta que la autoridad le viene de ser el Hijo de Dios, entonces ellos rasgarían sus vestiduras y lo proclamarían blasfemo. Jesús no responde directamente a esta cuestión: son los signos que realiza los que dan razón para orientar los espíritus hacia una respuesta adecuada. La malicia de los judíos jefes se hace evidente y el Señor los desenmascara al ponerlos en una situación de apremio que les descubrirá sus malas intenciones.

El pueblo, los humildes y sencillos de corazón, esos sí que comprenden de dónde proviene la autoridad de Jesús y no necesitan preguntárselo, pues ven las obras que hace y creen en sus palabras y en sus obras; pero los sacerdotes y magistrados se hacen los sordos y ciegos. Ya habían condenado a Jesús, ahora sólo les faltaba desacreditarlo frente al pueblo, primer paso para luego realizar su propósito de ejecutarlo, condenándolo a muerte ignominiosa.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


2-10. Reflexión

Jesús en este evangelio nos muestra que no es la sabiduría de los hombres la que vence, sino el auxilio del Espíritu Santo. Algunas veces tenemos temor de enfrentar críticas de nuestro compañeros de trabajo, o salir en defensa cuando se ataca la Iglesia, lo sacramentos, la vida Espiritual, etc. Recordemos que Jesús prometió la asistencia en los momentos dificultes en los que se pone en juego nuestra vida cristiana o la verdad. Aprendamos a confiar en la acción de Dios en todo momento siendo auténticos en nuestro testimonio cristiano. Dios estará siempre con nosotros.

Pbro. Ernesto María Caro


2-11. DOMINICOS 2003

El Señor viene, pero aún no es su hora.

Esta es nuestra gran verdad: El Señor viene, pero no sabemos su hora. Sepamos esperarla con anhelante y paciente perseverancia. Quien es fiel, como nuestro Dios, nunca falta a la cita de fidelidad . Aticemos, pues, el horno de la fe y el fuego del amor.

Agitemos ese fuego con vientos de esperanza. Elevemos las llamas y mantengámoslas en nuestra convivencia. Los hombres son nuestros hermanos. Sepamos ir a ellos llevándoles mensajes de amor y de ilusión, de conversión y de justicia.

Si todos juntos estamos alentados por la fuerza del Señor que viene a nosotros, nuestra personal historia se renovará, y seremos capaces de renovar al mundo, de hacerlo más humano. Cultivemos para ello la confianza, el trabajo, la solidaridad.


La luz de la Palabra de Dios
Libro de los Números 24, 2-7.15-17:
En aquellos días Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu del señor vino sobre él y él entonó estos versos:

Oráculo de Balaán, hijo de Beor; oráculo del hombre de ojos perfectos.

Oráculo del que escucha palabras de Dios, que contempla visiones del Poderoso, en éxtasis, con los ojos abiertos. ¡Qué bellas son las tiendas de Jacob y las moradas de Israel! Como vegas dilatadas, como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor o cedros junto a la corriente...

Oráculo de Balaán:... lo veo, pero no es hora; lo contemplo, pero no será pronto; avanza la constelación de Jacob y sube el cetro de Israel...”


Evangelio según san Mateo 21, 23-27:
En aquel tiempo, Jesús fue al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: ‘¿Con qué autoridad haces esto?’ ‘¿Quién te ha dado semejante autoridad?’ Jesús les replicó: Permitidme que os responda con otra pregunta; si me la contestáis, yo os diré con qué autoridad hago esto. Decidme:‘El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?’ . Sorprendidos, ellos se pusieron a deliberar: Si decimos que ’viene del cielo’, nos dirá: ‘ y ¿por qué no le habéis creido?’. Y si le decimos que viene ‘de los hombres’, nos echamos encima a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta. Optaron, pues, por responderle: No lo sabemos. Entonces Jesús les dijo: Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto”


Reflexión para este día
Firmes en la esperanza, queramos ver la verdad.
En nuestra meditación cotidiana, no podemos olvidar hoy las palabras del profeta que veía sin ver y esperaba desde su debilidad.

Lejano estaba Balaán, según el libro de los Números, de contemplar el rostro del Mesías, Jesús de Nazaret, Hijo de Dios.

El sólo veía, entre nieblas, que el horizonte de Israel se poblaba de campos sembrados, de montañas fértiles, de ríos caudales, de hijos de los hombres gozosos por su convivencia en justicia y paz, porque la vara del Señor los regía a todos por igual. Pero ese horizonte lo contemplaba tan lejano que se creía obligado a declarar este hecho.

¡Lejanía de la luz! Por un lado, está la seguridad de que algo se ve ‘en el misterio del futuro’; por otro, la debilidad y pobreza de los ojos que lo ven, pues no captan su realidad deslumbrante. Tú, Cristo, Señor nuestro, realidad deslumbrante, ven a nuestro encuentro, y haz que nosotros vayamos a abrazarte. Entonces sabremos con qué autoridad, majestad, poder y amor haces todas las cosas a favor nuestro.


2-12. CLARETIANOS 2003

Para creer “lo más” hay que creer antes “lo menos”

¿Por qué habrá gente que no cree? ¿Por qué habrá personas que antes de preguntarse qué han de hacer, se cuestionan porqué los otros hacen lo que hacen? Todo va muy unido. El egoismo cierra las puertas a la fe. Veámos en el Evangelio de hoy.

Quienes tienen autoridad le preguntan a Jesús con qué autoridad hace lo que hace. Los Sumos Sacerdotes, los Ancianos, cuestionan la autoridad de Jesús. El motivo ciertamente era muy serio: Jesús había tomado posesión del Templo, expulsando a los vendedores, paralizando el culto y denunciando haber convertido la casa de Dios en cueva de bandidos. Las autoridades le preguntan entonces porqué ha actuado así. Jesús no responde. Su contrarréplica consiste en preguntarles a su vez si el bautismo de Juan era cosa de Dios o no. Les pregunta porqué no creyeron en la actuación de Dios en Juan el Bautista. Es como decir: si no creísteis en Juan, mucho menos vais a creer en mí.

La respuesta de los Sumos Sacerdotes y los Ancianos a la pregunta de Jesús es muy diplomática: ¡no quieren cogerse las manos! Por eso, responden sin implicarse en nada: ¡no sabemos! Entonces Jesús, renuncia a darles a entender el sentido profundo de lo que ha hecho.

Hay personas totalmente incapacitadas para entender lo que Dios quiere, para discernir su voluntad. Cuando en lugar de preguntarnos ¿qué he de hacer yo? preguntamos a los demás porqué hacen lo que hacen, cuando en lugar de meternos con nuestra propia vida, nos metemos con la vida de los demás… es entonces cuando nos volvemos incapaces de entender lo que Dios quiere.

¡Hágase tu voluntad, Padre! Es nuestra oración diaria. Qué importante es tener lo ojos abiertos y la sensibilidad dispuesta para entender y comprometernos con las cosas de Dios.

Por otra parte, el camino para llegar a la Gran Fe, es demostrar la fe en las cosas pequeñas. Para creer en Jesús que es lo más, es preciso creer antes en Juan, que es lo menos.

José Cristo Rey García Paredes
 (jose_cristorey@yahoo.com)


2-13. 2003. LECTURAS: NUM 24, 2-7. 15-17; SAL 24; MT 21, 23-27

Num. 24, 2-7. 15-17. Quien ha sido poseído por el Espíritu de Dios no puede convertirse en una maldición para los demás. Sin embargo, la Palabra que Dios pronuncia sobre los suyos es para que sea escuchada, de tal forma que se conozca la ciencia del Altísimo y se produzcan abundantes frutos de buenas obras, con la misma abundancia de frutos que dan los árboles que han hundido sus raíces en las corrientes de los ríos. Balaam contempla en el futuro cómo de Jacob se levanta una estrella y cómo surge un cetro de Israel. Es el Señor que viene a reinar en el corazón de todos los hombres. En Cristo, Hijo de Dios y descendiente de David se cumple plenamente esta profecía. Él se ha convertido en luz que ilumina a todas las naciones; Él es el Camino que nos conduce al Padre; Él es, para nosotros, la fuente de agua que nos da vida eterna. Quien posea su Espíritu no podrá, jamás pasar haciendo el mal, sino el bien, que procede de Dios. Ese es el fruto que Dios espera de quienes creen en Él.

Sal. 24. Que Dios nos descubra sus caminos para que no sólo los conozcamos, sino para que los sigamos. Muchas veces pudimos perdernos en el laberinto de nuestros pecados, y pareciera como que nos vamos a quedar atrapados en ellos. Sin embargo, quienes confiamos en el Señor, seremos guiados por su Palabra para encontrar el camino de salvación. Dios jamás se olvidará de nosotros, pues el amor y la ternura que nos tiene son eternos. Esto no puede llevarnos a vivir descuidados en el amor, pensando que Dios nos perdonará y salvará, pues el tiempo de gracia no es marcado por el hombre, sino por Dios. Ojalá y escuchemos hoy su voz y no endurezcamos ante Él nuestro corazón.

Mt. 21, 23-27. Cristo ha venido a purificar nuestras conciencias de todo pecado y a darnos la salvación. Él no viene con una autoridad humana, sino con la autoridad que ha recibido de su Padre Dios, pues el Padre y Él son uno. No porque hayamos recibido el Bautismo y, en razón de él, seamos templo del Espíritu Santo, tenemos asegurada la salvación eterna. El Señor nos pide que demos fruto, y que lo demos en abundancia, pues quien se cierre al amor de Dios y al amor al prójimo, quien viva en una soledad espiritual, quien piense que está en paz con el Señor porque le da culto, pero desprecia a su prójimo, se está engañando a sí mismo. No basta ofrecer el Sacrificio al Señor, es necesario que nuestro interior quede libre de egoísmos, de injusticias sociales, de persecuciones injustas, de falta de amor fraterno y solidario. No podemos cerrar nuestro corazón al llamado que Dios nos hace a la conversión por medio de su Iglesia, pues por su medio la Palabra de Dios se actualiza entre nosotros, y al mismo tiempo el Señor continúa, por medio de ella, presente entre nosotros con todo su poder salvador. ¿Realmente creemos esto?

En esta Eucaristía nos reunimos en torno al Señor como una comunidad de fe, dispuesta a darle un nuevo rumbo, el rumbo del amor, a nuestra vida personal y social. Por eso, ante el Señor y confrontando nuestra vida con su Palabra, reconocemos nuestras miserias, nuestros pecados; y no sólo pedimos perdón, sino que estamos totalmente dispuestos a reiniciar nuestro camino en el bien, libres de todo aquello que nos divide o destruye. El Señor, con un gran amor hacia nosotros, se acerca a cada uno para manifestársenos como el Dios y Padre de misericordia. Que Él purifique nuestras conciencias de todo pecado, pues tiene poder y autoridad para hacerlo. Que Él nos descubra sus caminos para seguirlos, y nos haga brillar con su luz para que jamás nos convirtamos en motivo de maldición, sino de bendición para todos cuantos nos traten.

Quienes participamos de la Eucaristía sabemos que hemos recibido el poder salvador de Dios, pues el Señor nos lo ha querido participar. La Iglesia de Cristo no tiene un poder humano sino divino. La Iglesia tiene como principal encomienda el trabajar para que todos los hombres, de todos los tiempos y lugares, se reconcilien con Dios y se reconcilien entre sí, de tal forma que vivamos como hijos de Dios unidos por un auténtico amor fraterno. Trabajar por la paz, por la unidad, por el bien de todos es la forma como la Iglesia manifiesta el poder que ha recibido de su Señor. Quien en lugar de preocuparse por su prójimo lo aplasta o destruye; quien en lugar se ser motivo de bendición se convierte en maldición para los demás, no podemos decir que realmente esté cumpliendo con la vocación que ha recibido de ser para todos un signo del amor salvador del Señor. No dejemos que nuestra fe en el Señor se nos diluya. Si realmente creemos en Cristo, si realmente esperamos de Él la salvación, aceptemos al Señor que se acerca a nosotros para purificarnos y renovarnos, de tal forma que en adelante seamos criaturas nuevas en Cristo.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser un signo del amor, de la ternura y de la misericordia del Señor para nuestros hermanos, convirtiendo así a la Iglesia en un signo creíble del amor del Señor en medio del mundo. Amén.

www.homiliacatolica.com


2-14. Comentario: Rev. D. Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser-Girona, España)

«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?»

Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar dos aspectos de la personalidad de Jesús: la astucia y la autoridad. Fijémonos, primero, en la astucia: Él conoce profundamente el corazón del hombre, conoce el interior de cada persona que se le acerca. Y, cuando los sumos sacerdotes y los notables del pueblo se dirigen a Jesús para preguntarle, con malicia: «Con qué autoridad haces esto?» (Mt 21,23), Jesús, que conoce su falsedad, les responde con otra pregunta: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» (Mt 21,25). Ellos no saben qué contestarle, ya que si dicen que venía de Dios, entrarían en contradicción con ellos mismos por no haberle creído, y si dicen que venía de los hombres se pondrían en contra del pueblo, que lo tenía por profeta. Se encuentran en un callejón sin salida. Astutamente, Jesús con una simple pregunta ha denunciado su hipocresía; les ha dado la verdad. Y la verdad siempre es incómoda, te hace tambalear.

También nosotros estamos llamados a tener la astucia de Jesús, para hacer tambalear a la mentira. Tantas veces los hijos de las tinieblas usan toda su astucia para conseguir más dinero, más poder y más prestigio; mientras que los hijos de la luz parece que tengamos la astucia y la imaginación un poco adormecidas. Del mismo modo que un hombre del mundo utiliza la imaginación al servicio de sus intereses, los cristianos hemos de emplear nuestros talentos al servicio de Dios y del Evangelio. Por ejemplo: cuando uno se encuentra ante una persona que habla mal de la Iglesia (cosa que pasa con frecuencia), ¿con qué astucia sabemos responder a la crítica negativa? O bien, en un ambiente de trabajo, con un compañero que sólo vive para él mismo y “pasa de todos”, ¿con qué astucia sabremos devolver bien por mal? Si le amamos, como Jesús, nuestra presencia les será muy “incómoda”.

Jesús ejercía su autoridad gracias al profundo conocimiento que tenía de las personas y de las situaciones. También nosotros estamos llamados a tener esta autoridad. Es un don que nos viene de lo alto. Cuanto más nos ejerzamos en poner las cosas en su sitio —las pequeñas cosas de cada día—, mejor sabremos orientar a las personas y las situaciones, gracias a las inspiraciones del Espíritu Santo.


2-15. Permitamos que brille la estrella

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Cipriano Sánchez

Números: 24, 2-7; 15-17
San Mateo: 21, 23-27

Balaam, del que nos habla el Libro de los Números, es un profeta contratado por los enemigos de Israel para que maldiga a este pueblo, y así poder vencerlo. Balaam en la Historia Sagrada representa el fruto del cálculo de los hombres para que no se realicen los planes de Dios. Pero, al mismo tiempo, Balaam es el triunfo de Dios sobre los cálculos de los hombres, sobre el modo en el cual los seres humanos consideramos las cosas.

Nos narra la Escritura que cuando Balaam maldice al pueblo de Israel, un ángel se le aparece, pero sólo el burro en el que él va montado lo puede ver. Y aunque el profeta intenta que el burro siga caminando, no lo logra pues el burro está muy asustado. De pronto Baalam también ve al ángel y dice: ¡Cómo es posible que un animal haya visto lo que yo no veía! Esto hace que él reflexione y cambie. Y en vez de hacer una profecía de maldición, hace una profecía de bendición: "Qué hermosas son tus tiendas, son como extensos valles, como jardines junto al río".

Al ver que Balaam sin pertenecer al pueblo de Israel y sin ser profeta ungido en Israel es capaz de verse a sí mismo como vocero de la Palabra de Dios al pueblo de Israel, nosotros tendríamos que ser capaces de preguntarnos si ante Cristo que viene estamos poniendo una especie de barrera con nuestros cálculos, o si por el contrario, nuestra vida se abre a lo que Jesucristo nos pide. Si la mayoría de las veces vemos perfectamente lo que Cristo nos está pidiendo, ¿por qué razón no lo hacemos?

El Evangelio de San Mateo nos habla de una pregunta que los fariseos le hacen a Cristo, con la que quieren ponerle una trampa: "¿Con qué derecho haces todas estas cosas? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”. A la que Jesús les responde: “Yo también les voy a hacer una pregunta, y si me la responden, les diré con qué autoridad hago lo que hago. ¿De dónde venía el bautismo de Juan, del cielo o de la tierra?”. Con esa pregunta Jesucristo está pidiéndoles a los fariseos que sean capaces de reconocer en su corazón dónde está la verdad y dónde la mentira. Los fariseos, aunque conocían la respuesta, y sabían que reconocer a Juan era también reconocer a Cristo como Mesías, prefieren quedarse con la mentira, porque si no, el pueblo que tenía a Juan como profeta, se les echaría encima. Y, entonces, contestan: “No lo sabemos”.

De esta misma manera nuestra vida pueda cerrarse sobre sí misma y buscar mil caminos para no abrirse a lo que Dios nos va pidiendo. Quizá nuestra existencia, como apóstoles dentro de la Iglesia, pueda estar calculando y midiendo la entrega. Podríamos estar refugiándonos en nuestra psicología, en nuestras ocupaciones o en nuestra situación particular, o podríamos estar haciéndolo en la última profecía que hace el profeta Balaam. "Lo veo pero no en el presente, lo contemplo pero no cercano”.

¿Es así nuestra vida? ¿El cetro de Israel, el predominio de Cristo sobre nuestra existencia, todavía no está cercano? ¿Lo veo pero lejano? ¿Qué obstáculo le estamos poniendo a ese levantarse de la estrella de Cristo sobre nuestra vida? ¿Dónde está la dificultad para permitir que su estrella ilumine nuestro corazón? Yo les invito a que cada uno reflexione con mucha seriedad: ¿Dónde me estoy refugiando? ¿Por qué no permito que brille la estrella de la que habla el Libro de los Números?

¿Podríamos afirmar que hace un año esa estrella brillaba en nosotros menos que ahora? ¿Nuestro corazón estaba menos enamorado de Cristo que hoy? ¿Nuestra libertad estaba menos comprometida? ¿En estos 12 meses hemos crecido en compromiso con Nuestro Señor? ¿Nos hemos enamorado más de esa estrella que brilla en nuestra existencia? ¿Nos hemos arraigado más a Cristo que se levanta sobre nuestras vidas? ¿O hemos permanecido en la indiferencia, en un ofrecimiento a medias, en una entrega calculada, en una menor fidelidad, en un menor amor? Recordemos que la respuesta de Cristo a los fariseos fue muy dura: “Pues yo tampoco les digo con qué autoridad hago lo que hago”.

Este reconocer a Cristo como estrella de nuestra existencia, este aceptar el cetro de Cristo sobre nuestras vidas supone exigencias y reclamos en muchos ámbitos de nuestra vida; supone el ser capaces de modificar, señalar, indicar, iluminar numerosos aspectos de nuestra existencia de una forma distinta, sin duda de una forma más dura, más recia, más firme.

¿Somos capaces de llegar a tocar lo que Cristo quiere para nosotros y abrazarnos a ello con un grandísimo amor? ¿Somos capaces de decir: “Señor, esto me pides, y de esto me voy a enamorar”? ¿O vemos qué es lo que Dios dice, y calculamos, medimos las distancias y decimos: “hasta aquí nada más..., sólo este trocito..., únicamente esta parte..., no todo...”?

¿Vamos nosotros a permitir que brille la estrella de Cristo como Él quiere que brille? O Nuestro Señor va a tener que mirarnos con desilusión y decirnos: Pues tampoco yo les digo..., porque mientras no te atrevas a reconocerme como la estrella de tu vida, como el enviado de Dios para tu vida, no te lo puedo decir pues no me vas a entender, no me lo vas a aceptar. Necesito que abras tu corazón, tu alma, tu conciencia a la posibilidad de reconocerme como tu único Señor, tu verdadero Salvador. Entonces sí te podré decir quien soy yo, más aún, me reconocerás inmediatamente, sin ningún problema, sin ninguna duda.

Que en esta Navidad toda la luz que empieza a haber en las casas, en las calles y en las tiendas, también brille en nuestro corazón. Y que la estrella de la que habla Balaam resplandezca en cada una de nuestras vidas para que podamos decir: “Señor, en esta Navidad te reconocí, te encontré, te vi, pude hacer la experiencia de tu Encarnación por amor a mí y a cada uno de mis hermanos”.


2-16. LAS EXTENSIONES.

Hace unos días mi ordenador decidió cambiar las extensiones de mis archivos. Las extensiones, como bien sabéis, son esas pocas letras colocadas tras el nombre del documento precedidas por un punto, del estilo: “.doc; .jpeg; .exe”. Están situadas al final del nombre, pero es lo primero que el procesador lee para utilizar el programa adecuado para abrir el documento. Si la extensión no es la correcta no se abrirá el documento.

Perfecto, pensaréis, este cura ahora, en vez de hablar de las lecturas, nos quiere colocar una clase de informática. No os preocupéis, no pierdo el hilo: contempla a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo del evangelio de hoy cuando se acercan a Jesús. ¡Tienen la extensión cambiada!. Son incapaces de reconocer al Mesías, de reconocer la obra de Dios, de escucharle. Por eso Jesús les da el “mensaje de error”. Podría haber hecho un gran milagro en ese momento para hacerles creer, una manifestación cósmica y que el sol diese vueltas o quitarle veinte años de golpe a Caifás, pero seguramente ni aún así habrían creído. Intentaban abrir un documento de Dios con la extensión de los hombres, así que se quedaron como estaban: ignorantes.

En ocasiones a nosotros con Dios nos puede pasar algo parecido. Muchas veces en la dura experiencia de los funerales o la enfermedad me preguntan: ¿Por qué Dios permite esto?. En el fondo es la misma pregunta del evangelio ¿Quién le ha dado a Dios autoridad sobre la vida y la muerte, sobre mí o sobre mis seres queridos? ¿Quién se cree que es?. Estas preguntas presentadas tan descarnadamente, y que pueden sonar a blasfemas son, en el fondo, las que surgen de nuestra soberbia, de no dejar a Dios ser Dios. Dudamos si realmente “el Señor es bueno y recto” y que, a pesar de nuestras rebeliones, “su ternura y su misericordia son eternas”. Repite despacio: “Sé que Dios me quiere” y acércate a Dios como María, desde la humildad, dejándole hablar pues “enseña su camino a los humildes”.

Cuando te acerques al sagrario, cuando asistas a Misa, asegúrate de ir con la “extensión correcta”. No vayas para reprender a Dios, ni a juzgar al celebrante o a los que te rodean. Simplemente ponte en actitud humilde ante Dios y la Iglesia y dile despacio, con el corazón: “Señor, que no venga a pedirte cuentas, como los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, sino que esté ya escuchándote como aquellos personajes anónimos que oían atentamente tus enseñanzas”.

Dentro de poco llegaremos a Belén. Ésa es nuestra escuela de oración.

ARCHIMADRID


2-17.

Cristo acababa de entrar triunfalmente en Jerusalén; había echado a los mercaderes del templo, y sus enemigos, llenos de odio y envidia, se acercan a preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto?» Jesús ya había manifestado y enseñado que su poder y misión venía de Dios Padre. Sus enemigos se habían resistido a creerlo y ahora tampoco venían con ganas de abrirse a la verdad. Por tanto, Cristo opta por tomar la iniciativa y proponerles una pregunta para ponerles en aprieto. Les pregunta sobre el Bautista. Su predicación, misión y bautismo, ¿tenían origen divino o no? Básicamente era la misma pregunta que le acababan de hacer. El Bautista había predicado que Cristo era el Mesías. Así que, si los sacerdotes decían que las enseñanzas de Juan eran de origen divino, entonces habrían de admitir la misión de Jesús. Si decían que era sólo de origen humano, la gente se les echaría encima y les apedrearía. Ellos fingen la ignorancia, -pues habían venido de mala fe-, y Jesús les respeta su decisión de permanecer cerrados.

Meditación
En aquellos tiempos, la cuestión del «estatus» social era un tema muy sensible para las personas de alcurnia y de potestad en Israel. Los líderes religiosos de aquellos tiempos vivían para ser tenidos en gran aprecio y lo suyo era una cuestión de apariencias humanas. Una manera de aumentarlo era a través de un intercambio de preguntas y respuestas con la persona «enemiga». Quien salía bien parado en la discusión aumentaba su reputación y el otro perdía honra.

Así pues, los sacerdotes intentan rebajar a Jesús con su pregunta y, sin embargo, habiendo venido por lana, salen trasquilados. En vez de ser hombres que buscan a Dios, se buscan a sí mismos y ven en Jesús a alguien que les va a quitar protagonismo o incluso les va a desbancar. Esa envidia les llevará incluso a buscar la muerte de Cristo. Así es la envidia. Basta recordar a Herodes intentando matar al niño Jesús, o a Antipas matando a Juan para no quedar mal ante los invitados al banquete. Casi todos los apóstoles seguirían la misma suerte que el Bautista. Y así padecerían también los mártires de todos los tiempos. Los celos, la envidia, el amor propio, el deseo de ser estimado, tenido por alguien importante, del temor al «qué dirán, el brillar en un cierto nivel social, el ostentar un puesto de honra o poder son fuerzas que carcomen y matan el espíritu del evangelio en nosotros. Dios todopoderoso, que nació niño en una cueva, desmentirá esas creencias: «El que busca su vida, la perderá; el que la pierda por amor a mí, la hallará».

Oración
Dame la gracia de vivir con pureza de intención. Que mi obrar, pensar, sentir sea por Dios y delante de Dios.

Actuar
Revisaré mi actuar para no dejar que la envidia se instale en mi corazón.


2-18. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Nm 24,2-7.15-17: De Jacob se alza una estrella, un bastón de mando para Israel
Sal 24,4-9
Mt 21,23-27: La autoridad de Jesús es puesta en cuestión

Al acercarnos más a la conmemoración del acontecimiento de la natividad del Señor, nos presenta hoy la liturgia este pasaje del libro de los Números, en donde Balaam vaticina el surgimiento de un “cetro para Israel”.

Recordemos que en los episodios de la travesía del pueblo israelita de Egipto a Canaán, deben atravesar los campos de Moab, cuyo rey se resiste a dejarlos pasar. Por temor a una invasión, el rey Balaq llama a Balaam, al parecer un vidente con poderes de “hechicero” para que maldiga a los israelitas. La tradición cuenta cómo Balaam y su burra fueron convertidos en instrumentos de Dios para realizar todo lo contrario de lo que pretendía Balaq (cf. Nm 22-24).

El texto que escuchamos hoy, al parecer hace referencia a Saúl, por lo tanto sería un texto promonárquico, aunque hay quienes se inclinan a pensar que se trata de una referencia a David, quien también enfrentó a los habitantes del sur (moabitas y amalecitas) a quienes derrotó finalmente. De cualquier modo es obvio que se trata de un texto de ideología real que pone en línea de la volunta de YHWH la monarquía de Israel, augurando desde el principio su perpetuidad en el trono.

Sería muy útil la lectura de todo el episodio de Balaq y Balaam para no quedarnos sólo con el anuncio del surgimiento de una “estrella” o de un “cetro” para Israel, sino más bien para tratar de descubrir allí cómo por encima de la voluntad de Dios es inútil actuar, aunque se trate de la voluntad y exigencias de un soberano.

Las reminiscencias del origen davídico de Jesús se pueden hacer remontar no sólo a este pasaje de Nm, sino también a las mismas profecías de Natán y de otros profetas posteriores; pero lo que cuenta no es llegar a descubrir si realmente Jesús pertenecía al “tronco de Jesé” o sea a la familia de David para poder considerarlo Mesías. Lo importante es constatar que en él se cumplen las expectativas mesiánicas más genuinas: el ansia de liberación, las formas claras y concretas de realización y de implantación del reino de Dios... y algo muy importante también: en Jesús la procedencia o la descendencia queda totalmente relativizada; no es el vínculo de sangre lo que afilia a todos los hombres y mujeres con Dios como Padre Único, sino la actitud de cada uno de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.

Esto último es lo que en definitiva constituye a Jesús como Señor Único de la historia y del universo; su autoridad y señorío no vienen dados por su procedencia de familia real, sino por su decisión radical de poner en práctica única y exclusivamente la voluntad de Dios. Eso es lo que en el fondo deben tener claro los escribas y sumos sacerdotes. Su experiencia, pero también las pretensiones de creerse profundos conocedores de la Escritura y de todas sus minucias, los lleva a interrogar a Jesús. Supuestamente ellos debían haber sido consultados por Jesús para poder realizar su ministerio; ellos sienten que son los únicos que pueden avalar o no las palabras de Jesús. Desde esta óptica comprendemos mejor el por qué de la pregunta a Jesús. Sin embargo, Jesús, conciente de su autoridad, que sobrepasa a la de los ancianos y sumos sacerdotes los pone aprietos. Si ellos son autoridad ¿por qué no dieron crédito a la predicación de Juan? ¿Por qué no cambiaron?

Jesús desenmascara la hipocresía y la forma tan soterrada como los líderes de Israel manipulan la Escritura intentando de paso manipular también la misma voluntad divina. Para Jesús sólo hay un criterio de autoridad: realizar la voluntad del Padre....


2-19. Fray Nelson Lunes 13 de Diciembre de 2004

Temas de las lecturas: De Jacob se levanta una estrella * ¿El bautismo de Juan venía del cielo o de la tierra? .

1. Entender a Juan para entender a Jesús
1.1 El evangelio de hoy nos presenta una escena singular: Cristo responde a una pregunta con otra pregunta, y supedita su respuesta a la respuesta de quien le pregunta. Parece un juego o un modo elegante de evadir un asunto comprometedor, pero debe haber algo más de fondo aquí.

1.2 Jesús no les pregunta cualquier cosa; les pregunta por Juan. Es posible que el sentido de su interrogante sea algo como: "¿entendieron ustedes el mensaje de Juan?". Porque quien no entiende el mensaje del arrepentimiento no entiende el mensaje de la gracia. La gracia no significa nada para quien cree que no la necesita. El alimento no significa nada para quien no tiene hambre.

2. Un cetro se levanta
2.1 Se necesitaron los ojos inspirados de Balaán para reconocer en esos israelitas desarrapados una semilla de majestad y de realeza. Se necesita una mirada así inspirada para reconocer en Jesús el Mesías esperado.

2.2 Aquellas autoridades no podían ver en Jesús al Mesías y por eso le preguntan por la autoridad que preside y gobierna su vida. Ellos establecen el diálogo en términos de su poder y quieren saber qué poder está ahí en competencia con el de ellos. Juzgan a Jesús desde los intereses que ellos tienen, es decir, desde su deseo y su convicción de poseer una autoridad sin discusión. Eso precisamente los hace ciegos. Ceguera es buscar ver lo que uno quiere ver.

2.3 El lenguaje que Balaán utiliza para referirse a sus propios ojos es un poco ampuloso a nuestros oídos: "varón de ojos penetrantes", dice la traducción que aquí transcribimos. Quitando la vanidad que pudieran contener estas palabras, eso es lo que necesitamos para encontrar y descubrir a Jesús: ojos penetrantes. Ojos que sepan penetrar el muro de nuestras propias conveniencias y la barrera de nuestros deseos miopes.


2-20.

Comentario: Rev. D. Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser-Girona, España)

«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?»

Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar dos aspectos de la personalidad de Jesús: la astucia y la autoridad. Fijémonos, primero, en la astucia: Él conoce profundamente el corazón del hombre, conoce el interior de cada persona que se le acerca. Y, cuando los sumos sacerdotes y los notables del pueblo se dirigen a Jesús para preguntarle, con malicia: «Con qué autoridad haces esto?» (Mt 21,23), Jesús, que conoce su falsedad, les responde con otra pregunta: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» (Mt 21,25). Ellos no saben qué contestarle, ya que si dicen que venía de Dios, entrarían en contradicción con ellos mismos por no haberle creído, y si dicen que venía de los hombres se pondrían en contra del pueblo, que lo tenía por profeta. Se encuentran en un callejón sin salida. Astutamente, Jesús con una simple pregunta ha denunciado su hipocresía; les ha dado la verdad. Y la verdad siempre es incómoda, te hace tambalear.

También nosotros estamos llamados a tener la astucia de Jesús, para hacer tambalear a la mentira. Tantas veces los hijos de las tinieblas usan toda su astucia para conseguir más dinero, más poder y más prestigio; mientras que los hijos de la luz parece que tengamos la astucia y la imaginación un poco adormecidas. Del mismo modo que un hombre del mundo utiliza la imaginación al servicio de sus intereses, los cristianos hemos de emplear nuestros talentos al servicio de Dios y del Evangelio. Por ejemplo: cuando uno se encuentra ante una persona que habla mal de la Iglesia (cosa que pasa con frecuencia), ¿con qué astucia sabemos responder a la crítica negativa? O bien, en un ambiente de trabajo, con un compañero que sólo vive para él mismo y “pasa de todos”, ¿con qué astucia sabremos devolver bien por mal? Si le amamos, como Jesús, nuestra presencia les será muy “incómoda”.

Jesús ejercía su autoridad gracias al profundo conocimiento que tenía de las personas y de las situaciones. También nosotros estamos llamados a tener esta autoridad. Es un don que nos viene de lo alto. Cuanto más nos ejerzamos en poner las cosas en su sitio —las pequeñas cosas de cada día—, mejor sabremos orientar a las personas y las situaciones, gracias a las inspiraciones del Espíritu Santo.


2-21.Reflexión:



Num. 24, 2-7. 15-17. El Espíritu de Dios ha venido sobre nosotros para convertirnos en fuente de bendición y de vida para todos. Escuchar la Palabra de Dios y meditarla con gran amor nos debe llevar a convertirnos en un signo del amor de Dios para toda la humanidad. No podemos acercarnos a escuchar al Señor para después retirarnos de su presencia olvidando lo que aquí hemos vivido, visto y escuchado. No podemos decir que tenemos a Dios en nuestro corazón cuando sólo nos conformamos con rezarle, pero no hemos hecho nuestros su Vida, su Amor y su Paz. Teniendo a Dios con nosotros no podemos convertirnos en proclamadores de maldades, de pecados, de escándalos ni de signos de muerte. El Espíritu de Dios ha tomado posesión de nosotros para que anunciemos la Verdad, la santidad, la justicia, la paz, la misericordia y el amor. El Señor quiere enviarnos como constructores de una vida que, día a día, se vaya renovando en Él. En Jesús se ha cumplido la promesa que hoy hemos escuchado, pronunciada por Balaam, que, aunque extranjero, fue poseído por el Espíritu de Dios: "De la descendencia de Israel nace un héroe que domina sobre pueblos numerosos; de Jacob se levanta una estrella y un cetro surge de Israel." Pero de nada nos servirá saber lo que hoy se nos ha comunicado si cerramos nuestro corazón a la salvación que Dios nos ofrece y, si en lugar de ir por caminos de luz, continuamos sujetos a nuestros camino de tinieblas, de maldades y de injusticias.

Sal. 25 (24). El Señor es recto y bondadoso. Nosotros, frágiles y pecadores, acudimos a Él para que nos enseñe a caminar en el bien, deseando llegar a ser perfectos, como Él es perfecto. Por tanto no podemos acudir a su presencia buscando Vida y Sabiduría, para después volver a nuestros antiguos caminos de maldad. El Señor nos conoce hasta en lo más profundo de nuestras intenciones. Él sabe que hay muchas obras buenas en nosotros; pero ante Él no se ocultan nuestros pecados y miserias. A pesar de todo eso Él nos sigue amando, y puesto que su ternura y su misericordia hacia nosotros son eternas, siempre está dispuesto a perdonarnos, a llenarnos de su Espíritu y a guiar nuestros pasos por el camino del bien mediante su Palabra, que, hecha uno de nosotros, se convierte para nosotros en Camino, Verdad y Vida. Acudamos, pues, al Señor, con gran humildad. Que su Palabra no se pronuncie inútilmente sobre nosotros; más bien que, día a día, por obra del Espíritu Santo, esa Palabra vaya encarnándose en nosotros.

Mt. 21, 23-27. El Señor Jesús nos muestra el camino de la salvación, que hemos de seguir para llegar a nuestra plena unión con el Padre Dios. Él ha recibido la autoridad de su mismo Padre Dios, pues es su Hijo muy amado, en quien tiene sus complacencias. Muchos lo rechazarán; pero el Padre Dios, cuando lo resucite, dará testimonio de que realmente Él es su Hijo, enviado a nosotros como nuestro único camino de salvación. Jesucristo, pues, es el que ha venido a purificar nuestras conciencias de todo pecado, y a darnos la salvación. Nosotros hemos sido hechos hijos de Dios por nuestra unión a Cristo mediante la fe y el Bautismo. Pero no porque hayamos recibido el Bautismo y, en razón de él, seamos templo del Espíritu Santo, tenemos asegurada la salvación eterna. El Señor nos pide que demos fruto, y que lo demos en abundancia, pues aquel que se cierre al amor de Dios y al amor al prójimo; aquel que viva en una soledad espiritual; aquel que piense que está en paz con el Señor porque le da culto, pero desprecie a su prójimo, se está engañando a sí mismo. No basta ofrecer el Sacrificio Eucarístico al Padre; es necesario que nuestro interior quede libre de egoísmos, de injusticias sociales, de persecuciones injustas, de la falta de amor fraterno y solidario. Es necesario que estemos dispuestos a escuchar la Palabra de Dios y a ponerla en práctica, pues sólo en esa Palabra encontraremos vida, y Vida eterna. No cerremos nuestro corazón al llamado a la conversión que Dios nos hace por medio de su Iglesia, pues por medio de ella la Palabra de Dios se actualiza entre nosotros y, al mismo tiempo, el Señor continúa, por medio de ella, presente entre nosotros con todo su poder salvador.

El Señor nos reúne en torno suyo, como comunidad de fe en Él, para que celebremos el misterio de su amor, dispuestos a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica para darle un nuevo rumbo, el rumbo del amor, a nuestra vida personal y social. Por eso, ante el Señor y confrontando nuestra vida con su Palabra, reconozcamos nuestras miserias, nuestros pecados; y no sólo pidamos perdón, sino que estemos totalmente dispuestos a reiniciar nuestro camino en el bien, libres de todo aquello que nos divida o destruya, pues ya no nos guiarán nuestros caprichos, ni nos dominará nuestra concupiscencia, sino la Palabra de Dios, mediante la cual hemos conocido el amor de Dios y su voluntad salvadora sobre nosotros. El Señor, con un gran amor hacia nosotros, se acerca a cada uno para manifestársenos como el Dios y Padre de misericordia. Que Él purifique nuestras conciencias de todo pecado, pues tiene poder y autoridad para hacerlo. Que Él nos descubra sus caminos para seguirlos, y haga que brillemos con su luz, para que jamás nos convirtamos en motivo de maldición, sino de bendición para todos cuantos nos traten. Sólo entonces estaremos propiciando el nacimiento de una nueva humanidad unida a Cristo Jesús.

La Iglesia es un signo de bendición y no de maldición para el mundo. No importa que tengamos que vivir cercanos a grandes pecadores, o a personas que nos persigan y amenacen de muerte. Incluso a nuestros grandes enemigos les hemos de anunciar el Evangelio de Salvación, pues el Señor nos envió a buscar y a salvar todo lo que se había perdido. Los que participamos de la Eucaristía sabemos que hemos recibido el poder salvador de Dios, pues el Señor nos lo ha querido participar; y esto se hace realidad entre nosotros desde el momento en que entramos en comunión de Vida con el Señor. Por eso podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la Iglesia de Cristo no tiene un poder humano sino divino. La Misión principal de la Iglesia consiste en trabajar para que todos los hombres, de todos los tiempos y lugares, se reconcilien con Dios y se reconcilien entre sí, de tal forma que todos vivamos como hijos de Dios, unidos por un auténtico amor fraterno. Cuando la Iglesia de Cristo trabaja por la paz, por la unidad, por el bien de todos está manifestando el poder salvador que ha recibido de su Señor. En cambio aquellos que en lugar de preocuparse por su prójimo lo aplastan o destruyen; aquellos que en lugar se ser motivo de bendición se convierten en motivo de maldición para los demás, no pueden decir que realmente sean hijos de Dios y que sean miembros de su Iglesia, pues no estarán cumpliendo con la vocación que todos hemos recibido de ser para los demás un signo del amor salvador de Cristo. No dejemos que nuestra fe en el Señor se nos diluya; si realmente creemos en Él, si realmente esperamos de Él la salvación, aceptémoslo cuando se acerca a nosotros para purificarnos y renovarnos, de tal forma que en adelante seamos criaturas nuevas en Él.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de convertirnos en un signo creíble de su amor, de su ternura y de su misericordia para nuestros hermanos. Amén.

Homiliacatolica.com


2-22. Los poderes de Jesús

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Juan Pablo Menéndez

Reflexión

Los fariseos y todos aquellos que habían sido perjudicados por la expulsión de los vendedores del Templo, se unen para poner a prueba a Jesús. Podrían tramar algo así: “A ese maestro tenemos que acusarle de blasfemo. Si le tiramos de la lengua y le provocamos con adulaciones nos dirá quien es, lo que la chusma anda pregonando de él: que es “divino”, que es hijo del Altísimo... o algo por el estilo. Entonces será más sencillo acusarle...”

Pero Jesús conoce sus pensamientos, sus intenciones torcidas y su mala fe. No responde, porque ellos tampoco tienen el valor de reconocer su pecado: “No echéis vuestras perlas delante de los puercos” diría en otra ocasión...

Jesús enseñaba con autoridad, no como los escribas y fariseos. Mientras ellos se refieren a las tradiciones, a interpretaciones o a normas, Jesús habla en primera persona. “Yo os digo”... su autoridad moral es incomparable porque a su doctrina añade la convincente fuerza de sus milagros. Habrá quien no crea en sus palabras, pero ¿y a los hechos? ¿quién los podía negar? Como arguyó ante los fariseos el ciego de nacimiento recién curado: “si éste (Jesús) no viniera de Dios, no podría hacer nada”. Pero he aquí que “topamos” con el misterio de nuestra libertad humana, que es capaz hasta de negar lo que es evidente.

La libertad es el mayor don que hemos recibido y también nuestro mayor riesgo. Con ella podemos aceptar a nuestro Creador, pero paradójicamente también negarle. Dios no nos ha “programado”, para que le aceptemos por obligación. No somos ordenadores, sino que nuestras opciones son libres. Prueba de ello es que podemos optar por lo que no es de Dios. ¡Qué responsabilidad tenemos para saber usar bien de ella! Y ser libre es optar por obrar según la conciencia. No según es simple gusto... porque la conciencia responde ante Dios del bien, de lo mejor, y también del mal. Por ejemplo: una mentalidad materialista, no puede ser libre, porque está condicionada por el dinero, etc. Por tanto, si la libertad está gobernada por una conciencia recta, regida por la ley del amor (generosa, veraz, sincera y sacrificada), aunque pueda equivocarse alguna vez, también sabrá reencontrar el camino y elegir siempre lo bueno.

Dios habla en nuestro interior, lo ilumina para que nuestra libertad sea siempre la de un buen hijo ante su Padre.


2-23. Reflexión

Jesús, en este evangelio, nos muestra que no es la sabiduría de los hombres la que vence, sino el auxilio del Espíritu Santo. Algunas veces tenemos temor de enfrentar críticas de nuestros compañeros de trabajo, o salir en defensa cuando se ataca la Iglesia, los sacramentos, la vida Espiritual, etc. Recordemos que Jesús prometió su asistencia en los momentos difíciles en los que se pone en juego nuestra vida cristiana o la verdad. Aprendamos a confiar en la acción de Dios en todo momento, siendo auténticos en nuestro testimonio cristiano. Dios estará siempre con nosotros.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Pbro. Ernesto María Caro