QUIERO SABER


Quiero saber
si Cristo ha resucitado de verdad,
si la Iglesia ha creído
que ha resucitado de verdad.

¿Por qué entonces es una potencia,
esclava como todas las potencias?
¿Por qué no salir por las calles,
como si hubiéramos enloquecido
por una insolación, a decir:
Cristo ha resucitado, ha resucitado?

¿Por qué no se libera de la razón
y no renuncia a las riquezas
a cambio de esta única riqueza de la alegría?

¿Por qué no quema las catedrales,
no abraza a cada hombre por el camino,
sea quien sea,
para decirle únicamente:
¡ha resucitado!
Y llorar juntos,
llorar de alegría?

¿Por qué no se limita a hacer esto
y a decir que todo lo demás es vano?

Pero decirlo con la vida,
con manos cándidas,
ojos de niño.

Como el ángel del sepulcro vacío
con las vestiduras blancas de nieve al sol,
diciendo: «¡No busquéis entre los muertos al que vive!».

Iglesia mía, amada e infiel,
mi amargura de cada domingo;
Iglesia a la que quisiera loca de alegría,
porque ha resucitado de verdad.

(D. M. Turoldo, O sensi miei... Poesie 1948-1988, Rizzoli, Milán 1990).