No exaltes tu
nadería,
que, entre verdad y falsía,
apenas hay una tilde,
y el ufanarse de humilde
modo es también de ufanía.
Te
quiero humilde, sin tanto
derramamiento de llanto
y engolamiento de voz;
te quiero siervo de Dios,
pero sin jugar a santo.
J.
Mª PEMÁN
EL DIVINO IMPACIENTE
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