Plegaria por Haití

 

El terremoto de Haití nos ha sacudido a todos y nos ha hecho despertar como hermanos llenos de compasión.

 

He aquí una página, entre miles, de la desgracia de Haití el 12 de enero por la tarde:

“Ha sido una sacudida muy fuerte y de al menos 30 o 40 segundos de duración. Nosotros nos hemos tirado al suelo. Cuando el movimiento ha terminado ha habido un par de segundos de silencio absoluto, después se han sentido afuera los gritos fuertes de la gente, que provenían de todas las direcciones. Parecía el fin del mundo”: Así escribe el Hno. Demetrio de la Cruz Jiménez, superior de los capuchinos de Haití y Santo Domingo, presente en este momento en Puerto Príncipe. Y continúa:

“Éramos un centenar de religiosos Haitianos y de otros países del Caribe reunidos en una asamblea  en Conferencia de Religiosos de América Latina. Hemos visto llegar decenas de heridos: venían a la sede de la Conferencia Episcopal porque en una de las salas del edificio las hermanas administran un dispensario médico.

Eran las seis o las siete de la tarde y ni siquiera una hora después han regresado porque en el hospital no había sitio y no los podían atender, por ello hemos seguido asistiéndolos como podíamos durante toda la noche (unos sesenta o más)”

“La ciudad es una extensión de ruinas…”  

 

 “Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. …

Vosotros sois el cuerpo de Cristo,

y sus miembros cada uno por su parte” (1Co 12,26-27).

 

1

¿Por qué te has portado así,
Padre y Señor de la vida,
con tanta muerte y herida
entre tus hijos de Haití?


2

El paisaje era de ruinas
y cuerpos para enterrar,
enfermos para curar
sin camas ni medicinas.

¿Por qué te has portado así,
Padre,
con esos hijos de Haití?


3

No fueron más pecadores
ellos que yo, pecador;
no es castigo ese temblor
que tú eres Padre de amores

¿Por qué te has portado así,
Padre,
con esos hijos de Haití?


4

Las lágrimas ya no caben
ni en ojos ni en corazón;
y grandes y niños son
hombres que su muerte saben.

¿Por qué te has portado así,
Padre,
con esos hijos de Haití?


* * *

5

Y oí que una voz decía
muy queda y tímidamente:
Es hora de fe valiente,
comunión y cercanía.

Yo el primero padecí,
hijos,
vuestra desgracia de Haití.


6

Miradme herido en la cruz
en mitad de mi carrera;
era hermosa primavera
y el Padre ocultó su luz.

Yo el primero padecí,
hijos,
vuestra desgracia de Haití.

7

Llenaos de compasión
sin buscar otras razones,
y el amor a borbotones
estreche más vuestra unión.

Yo el primero padecí,
hijos,
vuestra desgracia de Haití.
 

8

El mundo se siente uno,
más humano y más hermano;
dolientes piden mi mano:
no he de cerrarla a ninguno.

Yo el primero padecí,
hijos,
vuestra desgracia de Haití.


9

Recibe, mi Padre amado,
el dolor hecho oblación,
y haz tú la consagración
en Jesús Crucificado.

Y mi Dios dijo que sí,
hijos,
que por Haití yo morí. Amén.

 

Puebla de los Ángeles (México), enero 2010

Rufino María Grández, hermano menor capuchino